Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 1 de 7. • Comparte
Página 1 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
La nueva _____ Abernathy es una buena chica. No bebe, ni maldice, y tiene un porcentaje adecuado de cardigans en su armario. _____ creee que tiene suficiente distancia entre su oscuro pasado y ella, pero cuando llega a la universidad con su mejor amiga América, su camino a un nuevo comienzo es rápidamente desafiado por el chico de una sola noche de la Universidad de Eastern. Joseph Jonas, delgado y cubierto de tatuejes es exactamente lo que _____ necesita y quiere evitar. él pasa sus noches en el cuadrilátero, y sus días enamorando a sus compañeras. Intrigado por la resistencia de _____ a sus encantos. Joseph le engaña con un sencillo truco, una simple apuesta. Si él pierde, él debe de mantenerse de abstinencia durante un mes. Si _____ pierde, debe vivir en el apartamento de Joseph por la misma cantidad de tiempo. De cualquier manera, Joseph no tiene idea de que él ha encontrado a su igual.
Nombre: Beautiful disaster
Autor: Jamie McGuire
Adaptación: Si
Género: Romántica(?
Advertencias: Algunas escenas de sexo y vocabulario fuerte.
Otras páginas: No
Hola chicas!
Aquí me tienen de nuevo, había hecho una novela original, pero antes de la mitad la cancele (Lo siento u.u) En fin, acabo de leer esta nove y me encanto, son 2 libros y bueno la comparto con ustedes, haganme saber si les gusta y ya mismo la sigo. Besos
-Kati-
Última edición por Kati♥Lovejb el Dom 25 Ago 2013, 6:48 pm, editado 2 veces
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Bandera Roja
Todo en la habitación gritaba que no yo no pertenecía aquí. Las escaleras
estaban en ruinas, la gente estaba apretada hombro contra hombro, y el aire
era una mezcla de sudor, sangre y moho. Las voces se arremolinaban mientras
gritaban números y nombres una y otra vez, los brazos se agitaban y se hacían
gestos para intercambiar dinero y comunicarse a través del ruido. Me sumergí
entre la multitud, siguiendo de cerca a mi mejor amiga. era una mezcla de sudor, sangre y moho. Las voces se arremolinaban mientras
gritaban números y nombres una y otra vez, los brazos se agitaban y se hacían
gestos para intercambiar dinero y comunicarse a través del ruido. Me sumergí
— ¡Guarda bien tu dinero en tu billetera, _____! —Me gritó América. Su
amplia sonrisa brillaba aún en la penumbra.
— ¡Quédate cerca! ¡Empeorará una vez que comience! —gritó Shepley por
encima del ruido. América tomó su mano y después la mía mientras Shepley
nos dirigía a través del mar de gente.
El balido agudo de un cuerno de toro sonó en el aire lleno de humo. El
ruido me sobresaltó, haciendo que saltara, buscando el origen de estallido. Un
hombre estaba parado en una silla de madera, sosteniendo un fajo de billetes
en la mano, el cuerno en la otra. Él mantenía el plástico en los labios.
— ¡Bienvenidos al baño de sangre! Si estás buscando Economía 101…
¡Estás en el jodido lugar equivocado, mi amigo! Si buscas el Círculo, ¡Esto es
Meca! Mi nombre es Adam, yo hago las reglas y dirijo la pelea. Las apuestas
terminan una vez que los oponentes estén en el suelo. No se permite tocar a los
combatientes, no ayudarlos, no cambios de apuestas, y no entrar en el
cuadrilátero. ¡Si rompen estas reglas, se les partirá la madre y serán retirados
de aquí sin su dinero! ¡Eso las incluye a ustedes, señoritas! ¡Así que no utilicen
sus puterías para estafar al sistema, muchachos!
Shepley negó con la cabeza. — ¡Jesús, Adam! —gritó al maestro de
ceremonias sobre el ruido, claramente desaprobando la elección de palabras de
su amigo. Mi corazón latía en mi pecho. Con un suéter de cachemir color rosa y
unos pendientes de perlas, me sentí como una maestra de escuela en las
playas de Normandía. Le prometí a América que podía enfrentar todo lo que se
nos pusiera enfrente, pero en la zona cero sentí la necesidad de agarrar sus
delgados brazos con ambas manos. Ella no me pondría en peligro, pero estar
en un sótano con cincuenta o más chicos universitarios borrachos, no estaba
exactamente segura de nuestras posibilidades de salir ilesas.
Después de que América conociera a Shepley en la clase de orientación
de primer año, ella con frecuencia lo acompañaba a las luchas secretas en los
sótanos diferentes de la Universidad de Eastern. Cada evento se llevaba a cabo
en un lugar diferente, y se mantenía en secreto hasta una hora antes de la
pelea. Debido a que yo pertenecía a un círculo un poco más tranquilo, me
sorprendió saber de un mundo subterráneo en Eastern; pero Shepley lo sabía
aún antes de haberse matriculado. Joseph, el compañero de cuarto y primo de
Shepley, entró en su primera pelea siete meses antes. Como estudiante de
primer año, se rumoreaba que él era el competidor más letal que Adam había
visto en los tres años desde que creó El Círculo. Comenzando su segundo año,
Joseph era invencible. Juntos, Joseph y Shepley fácilmente pagaban el alquiler y
las facturas con las ganancias.
Adam llevó el cuerno de toro nuevamente a sus labios, y los gritos y el
movimiento escaldaron a un ritmo febril.
— ¡Esta noche tenemos un nuevo retador! ¡El luchador estelar
universitario de Eastern, Marek Young!
Los gritos siguieron, y la multitud se apartó como el mar rojo cuando
Marek entró en la habitación. Un espacio circular fue formado, y la multitud
silbó, abucheó y se burló del rival. Él saltaba, sacudía el cuello hacia atrás y
adelante; su rostro severo y concentrado. La multitud se calmó y luego mis
manos se alzaron a mis oídos cuando la música sonó por los grandes altavoces
en el otro lado de la habitación.
— ¡Nuestro siguiente combatiente no necesita presentación, pero porque
me asusta hasta la mierda, lo haré de todos modos! ¡Sacudan sus botas,
chicos, y quítense sus bragas, señoritas! ¡Les presento a Joseph ―Mad Dog-Maddox!
El volumen explotó cuando Joseph apareció en una puerta de la
habitación. Él hizo su entrada, sin camisa, relajado y natural. Echó a andar
hacia el centro del círculo, como si se estuviera presentado a otro día en el
trabajo. Los músculos se extendían bajo su piel tatuada mientras él chocó sus
puños contra los nudillos de Marek. Joseph se inclinó y le susurró algo al oído a
Marek, y el luchador luchó por mantener su expresión severa. Marek se puso
cara a cara con Joseph y lo miró directamente a los ojos. La expresión de Marek
era asesina; Joseph se veía ligeramente divertido.
Los hombres tomaron unos pasos hacia atrás, y Adam sonó el cuerno.
Marek tomó una posición defensiva y atacó a Joseph. Me paré sobre la punta de
mis pies cuando perdí mi línea de visión, apoyándome de lado a lado y los
hombros se estrellaban contra mí, rebotándome de un lado a otro como pelota de ping pong. La parte superior de la cabeza de Marek y Joseph se hizo visible,
por lo que continúe abriéndome camino hacia adelante.
Cuando finalmente llegué al frente, Marek cogió a Joseph con sus gruesos
brazos y trató de tirarlo al suelo. Cuando Marek se inclinó con el movimiento,
Joseph estrelló su rodilla contra la cara de Marek. Antes de que Marek pudiera
evitar el golpe, Joseph lo atacó; sus puños hicieron contacto con la cara
ensangrentada de Marek una y otra vez.
Cinco dedos se hundieron en mi brazo y me eché hacia atrás.
— ¿Qué demonios estás haciendo, ____? —dijo Shepley.
— ¡No podía ver desde allí! —grité.
Me volví justo a tiempo para ver a Marek tirar un puñetazo. Joseph se
giró, y por un momento pensé que había evitado otro golpe, pero hizo un
círculo completo, estrellando su codo derecho en el centro de la nariz de Marek.
Sangre roció mi cara y salpicó la parte superior de mi suéter. Marek cayó al
suelo de cemento con un ruido sordo y en un breve instante la habitación
estuvo en completo silencio.
Adam lanzó una tela roja cuadrada sobre el cuerpo quieto de Marek y la
multitud estalló. El dinero cambió de manos una vez más y las expresiones se
dividían entre petulantes y frustradas.
Me empujaron un poco con el movimiento de ida y venida. América llamó
mi nombre en algún lugar de la parte de atrás, pero yo estaba fascinada por el
camino rojo de mi pecho a la cintura. Un par de pesadas botas negras se pararon frente a mí, desviando mi atención hacia el suelo. Mis ojos viajaron hacia arriba; pantalones manchados de sangre, un par de cincelados abdominales, un desnudo y tatuado pecho empapado de sudor y, finalmente, un par de ojos cálidos color marrón. Alguien me empujó por detrás y Jospeh me tomó por el brazo antes de caer hacia
adelante.
— ¡Hey! ¡Aléjate de ella! —gruñó Joseph, empujando a cualquiera que se
me acercara. Su expresión severa se convirtió en una sonrisa al ver mi camisa,
y luego secó mi cara con una toalla—. Lo siento mucho, Pigeon.
Adam dio unas palmaditas en la parte detrás de la cabeza de Joseph. —
¡Vamos, Mad Dog! ¡Tienes un poco de dinero esperando por ti!
Sus ojos no se apartaron de los míos. — Es una lástima sobre el suéter.
Se ve bien en ti. — En el momento siguiente se vio envuelto por los fans,
desapareciendo de la misma manera en la que había llegado.
— ¿Qué estabas pensando idiota? —me gritó América, tirando de mi brazo.
—Vine aquí para ver una pelea, ¿no? —Sonreí.
—Tú ni siquiera deberías estar aquí, _____, —me regaño Shepley.
—Tampoco América —le dije.
— ¡Ella no trata de meterse en el círculo! —Frunció el ceño.
—Vámonos.
América me sonrió y me limpió la cara. —Eres un grano en el trasero,
_____. ¡Dios, te quiero! —Ella enganchó su brazo alrededor de mi cuello y nos
dirigimos hasta las escaleras y hacia la noche.
América me siguió hasta mi habitación y luego se burló de mi compañera
de cuarto, Kara. Inmediatamente me quité la chaqueta con sangre, arrojándola
al cesto de ropa sucia.
—Asqueroso. ¿Dónde has estado? —preguntó Kara desde su cama.
Miré a América, quien se encogió de hombros.
—Sangrado por la nariz. ¿Nunca has visto una de las hemorragias nasales de _____?
Kara acomodó sus gafas y sacudió la cabeza.
—Oh, lo harás. —Ella me guiñó un ojo y luego cerró la puerta detrás de
ella. Menos de un minuto después, mi celular sonó. Por costumbre, América
me enviaba un mensaje de texto después de haber dicho adiós.
Pasaré la noche con Shep, t veo mañana reina del cuadrilátero.
Miré a Kara, quien me veía como si mi nariz se desangraría en cualquier
momento.
—Ella estaba bromeando —le dije.
Kara asintió con indiferencia y luego miró hacia el desorden de libros
sobre su colcha.
—Creo que voy a tomar una ducha —le dije, agarrando una toalla y mi
bolsa de baño.
—Alertaré a los medios de comunicación —bromeó Kara, manteniendo su
cabeza hacia abajo.
(Pigeon; en español es la traducción de Paloma, es un apodo por tener el pecho
manchado de sangre.)
--------------------------------------------------------------------------------- Hasta aquí la dejo chicas, aún no termina el primer capitulo, pero quiero saber que si les ha estado gustando.
-Kati-
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Al día siguiente, Shepley y América se unieron a mí para el almuerzo.Tenía toda intención de sentarme sola, pero a medida que los estudiantes
invadieron la cafetería, las sillas a mí alrededor estuvieron llenas por los
hermanos de fraternidad de Shepley o los miembros del equipo de fútbol
americano. Algunos de ellos estuvieron en la pelea, pero ninguno mencionó mi
casi espectáculo en el cuadrilátero.
-Shep- dijo una voz.
Shepley asintió con la cabeza, y América y yo volteamos para ver a Joseph
tomar asiento al final de la mesa. Fue seguido por dos voluptuosas rubias
usando camisetas Sigma Kappa. Una de ellas se sentó en el regazo de Joseph y
la otra se sentó junto él, acariciando su camisa.
-Creo que he vomitado un poco en mi boca- murmuró América.
La rubia en el regazo de Joseph se volvió hacia América. —Te he oído,
puta.
América tomó su rollo y lo arrojó al final de la mesa, rozando la cara de la
chica. Antes de que la chica pudiera decir otra palabra, Joseph dobló sus
rodillas, enviándola al suelo.
-¡Ay!- Chilló, mirando a Joseph.
-América es mi amiga. Necesitas buscar otro regazo, Lex.-
-¡Joseph!- se quejó ella, poniéndose de pie.
Joseph volvió su atención a su plato, ignorándola.
Ella miró a su hermana y resopló, después las dos se fueron de mano en
mano.
Jospeh guiñó hacia América, como nada hubiese pasado, llevándose otro
bocado a la boca. Fue entonces cuando me di cuenta de un pequeño corte en
su ceja. Él intercambió miradas con Shepley y luego comenzó una conversación
con uno de los chicos de fútbol frente a él.
Aunque los estudiantes en la mesa habían disminuido, América, Shepley
y yo nos quedamos a hablar sobre nuestros planes de fin de semana. Joseph se
levantó para irse, pero se detuvo en nuestro extremo de la mesa.
-¿Qué?-preguntó Shepley en voz alta, llevándose la mano a su oído.
Traté de ignorarlo lo mejor posible, pero cuando miré hacia arriba, Joseph
me estaba mirando.
-Ya la conoces, Joe. ¿La mejor amiga de América? Ella estaba con
nosotros la otra noche- dijo Shepley.
Joseph me sonrió en lo que supuse era su sonrisa encantadora. Él
emanaba sexo y rebeldía con su pelo castaño casi a rapa y brazos tatuados, y
yo puse mis ojos en blanco en su intento de coquetearme.
— ¿Desde cuándo tienes una mejor amiga, Mare? —preguntó Joseph.
—Desde tercer año de secundaria —respondió ella, apretando sus labios
juntos mientras sonreía en mi dirección—. ¿No recuerdas, Jospeh? Tú
arruinaste su suéter.
Joseph sonrió. —Arruino una gran cantidad de suéteres.
—Asqueroso —murmuré.
Joseph hizo girar la silla vacía a mi lado y se sentó, apoyando sus brazos
delante de él. —Así que tú eres Pigeon, ¿eh?
—No —le espeté—. Tengo un nombre.
Parecía divertido por la manera en que contesté, lo que sólo sirvió para
enfadarme más.
— ¿Y bien? ¿Cuál es? —Preguntó.
Di un mordisco por última vez a la manzana, haciendo caso omiso de él.
—Entonces es Pigeon —se encogió de hombros.
Miré a América y luego me volví hacia Joseph. —Estoy tratando de comer.
Joseph se preparó para el desafío que se le presentaba. —Mi nombre es
Joseph. Joseph Maddox.
Puse los ojos en blanco. —Sé quién eres.
—Lo sabes, ¿eh? —dijo Joseph, levantando la ceja herida.
—No te hagas ilusiones. Es difícil no darse cuenta cuando cincuenta
borrachos están gritando tu nombre.
Joseph se sentó un poco más derecho. —Eso me sucede con frecuencia.
—Puse los ojos nuevamente en blanco y Joseph se echó a reír—. ¿Tienes un tic
o algo?
— ¿Un qué?
—Un tic. Tus ojos no dejan de moverse. —Se echó a reír otra vez cuando
me miró—. De hecho, esos son unos ojos increíbles —dijo, inclinándose pocos
centímetros hacia mi cara—. ¿Qué color son? ¿Grises?
Miré a mi plato, dejando que los largos mechones de mi cabello caramelo
crearan una cortina entre nosotros. No me gustaba la forma en la que me hacía
sentir cuando estaba tan cerca. No quería ser como las otras chicas en Eastern
que se ruborizaban en su presencia. No quería que me afectara de esa manera
para nada.
—Ni siquiera pienses en eso, Joseph. Ella es como mi hermana —advirtió
América.
—Bebé —dijo Shepley—. Acabaste de decirle que no. Ahora no parará.
—Tú no eres su tipo —continuó ella.
Joseph fingió estar ofendido. — ¡Soy el tipo de todas!
Miré hacia él y sonreí.
— ¡Ah! Una sonrisa. No soy un podrido bastardo después de todo —guiñó
un ojo—. Fue un placer conocerte, Pidge. —Caminó alrededor de la mesa y se
inclinó al oído de América.
Shepley lanzó una papa frita a su primo. — ¡Quita los labios de la oreja
de mi chica, Joe!
— ¡Me retiro! ¡Me retiro! —Joseph mostró sus manos en un gesto inocente.
Unas chicas siguieron detrás de él, riendo y pasando sus dedos por su
cabello para llamar su atención. Él abrió la puerta para ellas y casi gritaron de
deleite.
América se echó a reír. —Oh, no. Estás en problemas, _____.
— ¿Qué te dijo? —pregunté, cuidadosamente.
—Él quiere que la lleves a casa, ¿verdad? —dijo Shepley. América asintió
y él negó con su cabeza—. Eres una chica inteligente, _____. Te lo digo ahora, si
caes en su juego y terminas enojada con él, no llegues a tomártelo en contra
América y yo, ¿De acuerdo?
Sonreí. —No voy a caer en su juego, Shep. ¿A caso parezco a una de esas
Barbie para ti?
—Ella no caerá en su juego —le aseguró América, tocando su brazo.
—Este no es mi primer rodeo, Mare. ¿Sabes cuántas veces ha jodido las
cosas para mí, porque él duerme con la mejor amiga? ¡De pronto es un
conflicto de intereses salir conmigo porque es fraternizar con el enemigo! Te lo
digo, _____, —me miró—, no le digas a Mare que ella no puede salir conmigo
porque caíste enamorada por los coqueteos de Joseph. Considérate advertida.
—Innecesario, pero se te agradece, —le dije. Traté de asegurarle con una
sonrisa, pero su pesimismo se veía impulsado por los actos de Joseph.
América me saludó con su mano, yéndose con Shepley mientras yo
caminaba a mi clase. Entrecerré los ojos ante el sol brillante, agarré las correas
de mi mochila. Eastern era exactamente lo que esperaba; desde las pequeñas
aulas hasta las caras desconocidas. Era un nuevo comienzo para mí;
finalmente podía caminar a algún lugar sin los susurros de los que sabían—o
creían saber—acerca de mi pasado. Yo era indistinguible como cualquier otra
estudiante de primer año en su camino a clase; sin miradas, sin rumores, sin
lastima o criterios. Sólo la ilusión de lo que yo quería que ellos vieran: vestida
de cachemira, sin sentido alguno, _____ Abernathy.
Puse mi mochila en el suelo y me derrumbé en la silla, inclinándome
para tomar mi portátil de mi bolso. Cuando me levanté para ponerla en mi
escritorio, Joseph se sentó en el escritorio siguiente.
—Bien. Así puedes tomar apuntes por mí—dijo. Mordía una pluma y me
sonrió, sin duda su mejor sonrisa.
Le lancé una mirada de disgusto. —Ni siquiera estás en esta clase.
—Qué si no. Por lo general me siento allá —dijo, apuntando con la
cabeza a la fila superior. Un pequeño grupo de chicas me estaban mirando y
me di cuenta de una silla vacía en el centro.
—No tomaré notas por ti —le dije, encendiendo mi computadora.
Joseph se inclinó tan cerca que podía sentir su aliento en mi mejilla. —Lo
siento… ¿Te ofendí de alguna manera?
Suspiré y sacudí la cabeza.
—Entonces, ¿Cuál es tu problema?
Mantuve mi voz baja. —No me acostaré contigo. Debes darte por vencido
ahora mismo.
Una sonrisa se formó en su rostro antes de hablar. —No te he
preguntado si dormirías conmigo —sus ojos se dirigieron al techo en
concentración—. ¿O sí?
—No soy una de esas Barbie o una de tus groupies allá arriba —le dije,
mirando a las chicas detrás de nosotros—. No estoy impresionada por tus
tatuajes, o tu encanto, o tu forzada indiferencia, por lo que puedes detener tu
plan, ¿De acuerdo?
—Está bien, Pigeon. —Él era impermeable contra a mi rudeza—. ¿Por
qué no vienes con América esta noche?
Reí ante su petición, pero él se acercó más. —No estoy tratando de
bolsearte. Sólo quiero pasar el rato.
— ¿Bolsearme? ¿Cómo consigues tener sexo hablando de esa manera?
Joseph se echó a reír, sacudiendo su cabeza. —Sólo ven. Ni siquiera
coquetearé contigo, lo juro.
—Voy a pensarlo.
El Profesor Chaney entró y Joseph se volvió al frente de la habitación. Una
sonrisa permaneció en su rostro, haciendo el hoyuelo en su mejilla notorio.
Entre más reía, más quería odiarlo, sin embargo era justo eso lo que hacía
imposible odiarlo.
— ¿Quién me puede decir cuál presidente tenía una amante? —preguntó
Chaney.
—Asegúrate de escribir eso —susurró Joseph—. Necesitaré saber eso para
las entrevistas de trabajo.
—Shh —le dije, escribiendo cada palabra de Chaney.
Joseph sonrió y se relajó en su silla. Mientras la hora pasaba, él alternaba
entre bostezar y apoyarse contra mi brazo para mirar el monitor. Hice un
esfuerzo tremendo para ignorarlo, pero su proximidad y sus abultados
músculos de su brazo lo hacían difícil. Jugó con la pulsera de cuero negro
alrededor de su muñeca hasta que Chaney terminó la clase.
Me apresuré hacia la puerta y el pasillo. Justo cuando me sentía a una
distancia segura, Joseph Maddox estaba a mi lado.
— ¿Has pensado en ello? —preguntó, colocándose sus gafas de sol.
Una pequeña morena se puso delante de nosotros, con los ojos abiertos
de esperanza. —Hola, Joseph. —dijo, jugando con su pelo.
Me detuve, retrocediendo por su tono de voz dulce y luego caminé a su
alrededor. La había visto antes, hablando normalmente en el área de los
dormitorios de las chicas, Morgan Hall. Su tono de voz sonaba más maduro y
me pregunté por qué ella creía que Joseph encontraría su tono de niña
atractivo. Ella balbuceó en una octava más alta por un tiempo más hasta que
él estaba nuevamente a mi lado.
Sacando un encendedor de su bolsillo, él encendió un cigarrillo y exhaló
una nube espesa de humo. — ¿En dónde estaba? Ah, sí… tú estabas
pensando.
Hice una mueca. — ¿De qué estás hablando?
— ¿Has pensando en venir?
—Si digo que sí, ¿Dejarás de seguirme?
Consideró mi estipulación y luego asintió. —Sí.
—Entonces iré.
— ¿Cuándo?
Suspiré. —Esta noche. Iré esta noche.
Joseph sonrió y se detuvo en seco —Genial. Te veré después, Pidge —gritó
detrás de mí.
Doblé la esquina para ver a América junto a Finch fuera de mi
dormitorio. Nosotros tres terminamos en la misma mesa en clase de
orientación para primer año, y supe que él sería la tercera rueda a nuestra bien
engrasada máquina. Él no era excesivamente alto, pero aun así mucho más que mi metro con sesenta y cuatro centímetros. Sus ojos redondos
compensaban sus rasgos delgados y finos, y su pelo teñido por lo general era
estilizado por la parte delantera.
— ¿Joseph Maddox? Jesús, _____, ¿Desde cuándo comenzaste a pescar en
la parte profunda? —dijo Finch, con desaprobación en sus ojos.
América sacó el chicle de su boca en una larga cuerda. —Sólo lo estás
empeorando por ignorarlo. Él no está acostumbrado a eso.
— ¿Qué sugieres que haga? ¿Dormir con él?
América se encogió de hombros. —Te ahorrará tiempo.
—Le dije que iría esta noche.
Finch y América intercambiaron miradas.
— ¿Qué? Él prometió dejarme de molestar si decía que sí. Tú irás esta
noche, ¿verdad?
—Bueno, sí —dijo América—. ¿En verdad vendrás?
Sonreí y pasé junto a ellos hacia el dormitorio, preguntándome si Joseph
podría cumplir su promesa de no coquetear. Él no era difícil de descifrar; o él
me veía como un reto, o lo suficientemente un atractiva para ser una buena
amiga. No estaba segura cuál me molestaba más.
Cuatro horas después, América llamó a mi puerta para ir a casa de
Shepley y Joseph. Ella no se contuvo cuando salí al pasillo.
— ¡Qué asco, _____! ¡Pareces una vagabunda!
—Bien —dije, sonriendo a mi atuendo. Mi cabello estaba recogido encima
de mi cabeza en un moño desordenado. Me había lavado el maquillaje de la
cara y sustituí mis lentes de contacto por mis gafas con montura negra.
Luciendo una andrajosa camiseta y pantalones de chándal, terminando con un
par de chanclas. La idea se me había ocurrido horas antes, no ser atractiva era
el mejor plan. Obviamente, Joseph estaría desanimado inmediatamente y
detendría su ridícula persistencia. Si él estaba en busca de un amigo,
entonces sería muy poca cosa para ser vista a su lado.
América bajó la ventanilla y escupió su goma de mascar.
—Eres tan obvia. ¿Por qué no rodaste en mierda de perro para completar
tu atuendo?
—No estoy tratando de impresionar a nadie —le dije.
—Obviamente.
Nos detuvimos en el estacionamiento del apartamento de Shepley y yo
seguí a América a las escaleras. Shepley abrió la puerta, riendo cuando entré.
— ¿Qué te pasó a ti?
—Está tratando de no impresionar —dijo América.
América siguió a Shepley a su habitación. La puerta se cerró y me quedé
sola, sintiéndome fuera de lugar. Me senté en el sillón cercano a la puerta y me
quité mis sandalias.
Su apartamento era más agradable que el típico apartamento de soltero.
Los posters predecibles de mujeres medio desnudas y señales de tránsito
estaban en las paredes, pero aparte de eso estaba limpio, los muebles eran
nuevos y el olor a ropa sucia y de cerveza no estaba presente.
—Ya era hora de que llegaras —dijo Joseph, colapsando en el sofá.
Sonreí y empujé las gafas sobre el puente de mi nariz, esperando a que él
prestara atención a mi apariencia. —América tenía un ensayo que terminar.
—Hablando de ensayos, ¿Ya has comenzado el de historia?
Él ni siquiera se inmutó por mi cabello desordenado y fruncí el ceño ante
su reacción. — ¿Tú?
—Lo terminé esta tarde.
—Pero no se entregará hasta el próximo miércoles. —le dije, sorprendida.
—Sólo para borrarlo de la lista. ¿Qué tan difícil puede ser un ensayo de
dos páginas sobre Grant?
—Me imagino que soy floja, entonces —me encogí de hombros—. Es
probable que lo comience hasta este fin de semana.
—Bueno, si necesitas ayuda, házmelo saber.
Esperé a que se riera, o mostrara algún signo de que estaba bromeando,
pero su expresión era sincera. Levanté una ceja. —Tú me vas a ayudar con mi
ensayo.
—Tengo una A en esa clase —dijo un poco molesto ante mi incredulidad.
—Él tiene A en todas sus clases. Él es un jodido genio. Lo odio —dijo
Shepley mientras entraba en la habitación de la mano de América.
Vi a Joseph con una expresión dudosa y sus cejas se levantaron. — ¿Qué?
¿No crees que un hombre cubierto de tatuajes y que intercambie golpes para
ganarse la vida no pueda obtener buenas calificaciones? No estoy en la escuela
porque no tenga nada mejor que hacer.
— ¿Por qué tienes que luchar, entonces?¿Por qué no aplicas para becas?
—Le pregunté.
—Ya lo hice. Se me concedió la mitad de mi matrícula. Pero hay libros,
gastos, y tengo que obtener la otra mitad. Lo digo en serio, Pidge. Si necesitas
ayuda con algo, sólo pregunta.
—No necesito tu ayuda. Soy capaz de escribir un ensayo. —Quería
dejarlo en eso. Debí haberlo dejado en eso, pero lo nuevo que había revelado
roía mi curiosidad—. ¿No puedes buscar otra cosa que hacer para ganarte la
vida? Algo menos, no sé, ¿sádico?
Joseph se encogió de hombros. —Es una manera fácil de ganar dinero. No
puedo ganar lo mismo trabajando en el centro comercial.
—Yo no diría que es fácil si tú estás recibiendo golpes en la cara.
— ¿Qué? ¿Estás preocupada por mí? —Me hizo un guiño. Hice una
mueca y él rió entre dientes—. No soy golpeado con tanta frecuencia. Si tratan
de golpearme, me muevo. No es tan difícil.
Me reí una vez más. —Actúas como si nadie más haya llegado a esa
conclusión.
—No es solamente lanzar un golpe, recibirlo y contraatacar. Eso no va a
ganar una pelea.
Puse los ojos en blanco. — ¿Quién eres tú… el Karate Kid? ¿Dónde
aprendiste a luchar?
Shepley y América se miraron y luego sus ojos se posaron en el suelo. No
me tomó mucho tiempo para reconocer que había dicho algo malo.
Travis no parecía afectado. —Tuve un padre con problemas alcohólicos y
mal temperamento y cuatro hermanos mayores que portaban el gen de idiotez.
—Oh. —Mis orejas ardían.
—No te avergüences, Pidge. Papá dejó de beber, los hermanos
maduraron.
—No estoy avergonzada. —Jugueteé con las puntas sueltas de mi cabello
y luego decidí soltarlo y arreglarlo en otro moño, tratando de ignorar el silencio
incómodo.
—Me gusta tu aspecto al natural. Las chicas no vienen aquí así.
—Fui obligada a venir aquí. No se me ocurrió que debía impresionarte —
le dije, enfadada de que mi plan hubiese fracasado.
Sonrió con su sonrisa infantil, divertida, la cual incremento mi ira,
esperando a que cubriera mi inquietud. No sabía cómo la mayoría de las chicas
se sentían a su alrededor, pero había visto su comportamiento. Estaba
experimentando un desorientado y nauseo sentimiento en lugar de un
sentimiento cálido de colegiala, y entre más él intentaba hacerme reír, más
inestable me sentía.
—Ya estoy impresionado. Normalmente no tengo que rogar para que las
chicas vengan a mi apartamento.
—Estoy segura. —le dije, haciendo una mueca de disgusto.
Él era tan seguro de sí mismo. No sólo estaba descaradamente
consciente de su físico, él estaba acostumbrado a que las mujeres se le
lanzaran por lo que él consideraba mi actitud fría como algo refrescante en
lugar de un insulto. Tendría que cambiar de estrategia.
América apuntó el control remoto al televisor y la encendió. —Hay una
buena película esta noche. ¿Alguien quiere saber dónde está Baby Jane?
Joseph se puso de pie. —Estaba a punto de ir a cenar. ¿Tienes hambre,
Pidge?
—Ya comí —me encogí de hombros.
—No, no lo has hecho —dijo América, antes de darse cuenta de su
error—. Oh… es cierto, se me olvidaba que tú tomaste una ¿pizza? Antes de
irnos.
Hice una mueca ante su miserable intento de arreglar su metida de pata,
y luego esperé la reacción de Joseph.
Él cruzó la habitación y abrió la puerta.
—Vamos. Tienes que tener hambre.
— ¿A dónde vamos?
—Dondequiera que tú desees. Podemos ir a una pizzería.
Miré a mi ropa. —Realmente no estoy vestida.
Él me observó por un momento y luego sonrió. —Te ves bien. Vamos, que
estoy muriendo de hambre.
Me puse de pie y me despedí de América, pasando a Joseph para bajar las
escaleras. Me detuve en el estacionamiento, mirando con horror como él se
montó en una motocicleta de color negro.
—Uh… —No supe que decir, arrugando los dedos de mis pies expuestos.
Me lanzó una mirada impaciente. —Oh, sube. Iré lento.
— ¿Qué es eso? —pregunté, leyendo la escritura en el tanque de gas
demasiado tarde.
—Es una Harley Night Rod. Ella es el amor de mi vida, así que no rayes
la pintura cuando te subas.
— ¡Estoy usando sandalias!
Travis se me quedó mirando como si hubiera hablado en un idioma
extranjero. —Y yo llevo botas. Sube.
Se puso sus gafas de sol y el motor rugió cuando lo trajo a la vida. Me
subí y busqué algo a que agarrarme, pero mis dedos se deslizaron del cuero a
la cubierta de plástico de la luz trasera.
Joseph me agarró de las muñecas y las envolvió en torno a su cintura. —
No hay nada de que aferrarte excepto de mí, Pidge. No me sueltes. —dijo,
empujando la moto hacia atrás con los pies. Con un movimiento de su
muñeca, salió a la calle, y se dirigió como un cohete. Los mechones de mi
cabello que colgaban golpeaban contra mi cara, y me escondí detrás de Joseph,
sabiendo que terminaría con bichos en mis gafas si miraba por encima de su
hombro.
Él aceleró el acelerador cuando nos detuvimos en la entrada del
restaurante, y una vez que estacionó, no perdí tiempo para volver a la
seguridad del concreto.
— ¡Eres un loco!
Joseph se echó a reír, apoyando su motocicleta sobre el pie de apoyo
antes de bajar. —Conduje al límite de velocidad.
— ¡Sí, si estuviéramos en la autopista! —dije, soltándome el moño para
desenredar mi cabello con los dedos.
Joseph me vio retirar el pelo de mi rostro y luego se dirigió a la puerta,
manteniéndola abierta. —No dejaría que nada te pasara, Pigeon.
Pasé junto a él para entrar al restaurante, mi cabeza aún no estaba en
sintonía con mis pies. El aroma a grasa y condimentos llenaban el aire
mientras lo seguía a través de la roja alfombra. Eligió una mesa en la esquina,
lejos de los grupos de estudiantes y familias, y pidió dos cervezas. Escaneé la
habitación, mirando a los padres persuadir a los niños a comer, y mirando a
otro lado ante las miradas curiosas de los estudiantes de Eastern.
—Claro, Joseph —dijo la camarera, escribiendo nuestras bebidas. Ella
parecía un poco drogada ante su presencia mientras regresaba a la cocina.
Acomodé mi cabello detrás de mis orejas, de repente avergonzada por mi
apariencia. — ¿Vienes aquí a menudo? —Pregunté mordazmente.
Joseph se inclinó sobre la mesa con los codos, sus ojos color marrón fijos
en los míos. —Así qué, ¿cuál es tu historia, Pidge? ¿Eres una odia-hombres en
general o sólo me odias a mí?
—Creo que sólo a ti —me quejé.
Se echó a reír una vez más, divertido por mi estado de ánimo. —No
puedo comprenderte. Tú eres la única chica que ha estado disgustada conmigo
antes del sexo. No te pones nerviosa cuando hablas conmigo y no tratas de
llamar mi atención.
—No es un truco. Simplemente no me caes bien.
—No estarías aquí si no te gustara.
Mi ceño involuntariamente se suavizó y suspiré. —No digo que eres una
mala persona. Simplemente no me gusta ser un objetivo por el sólo hecho de
tener una vagina. —Me concentré en los granos de sal en la mesa hasta que oí
un sonido ahogado de la dirección de Joseph.
Sus ojos se agrandaron y se estremecía de la risa. — ¡Oh, Dios mío! ¡Me
estás matando! Eso es. Hemos de ser amigos. No voy a aceptar un no por
respuesta.
—No me importa ser amigos, pero eso no quiere decir que tratarás de
meterte en mis bragas cada cinco segundos.
—No dormirás conmigo. Lo entiendo.
Traté de no sonreír, pero fallé.
Sus ojos se iluminaron. —Te doy mi palabra. Ni siquiera pensaré en tus
bragas… a menos que quieras que lo haga.
Apoyé los codos sobre la mesa y me incliné en ellos.
—Y eso no sucederá, por lo que podemos ser amigos.
Una sonrisa traviesa apareció en su rostro mientras él se inclinaba un
poco más cerca. —Nunca digas nunca.
—Entonces, ¿cuál es tu historia? —Le pregunté—. ¿Siempre has sido
Joseph “Mad Dog” Maddox o sólo desde que llegaste aquí? —Utilicé dos dedos en
cada mano como comillas cuando dije su apodo, y por primera vez su confianza
se desvaneció. Él parecía un poco avergonzado.
—No. Adam comenzó eso después de mi primera pelea.
Sus respuestas cortas estaban comenzando a fastidiarme. — ¿Eso es
todo? ¿No me dirás nada acerca de ti mismo?
— ¿Qué quieres saber?
—Las cosas normales. De dónde eres, lo que quieres ser cuando seas
grande… cosas así.
—Soy de aquí, nací y crecí, y estoy matriculándome en justicia criminal.
Con un suspiro, desenrolló sus cubiertos y los enderezó junto a su plato.
Él miró sobre su hombro, y noté su mandíbula tensarse un poco por los que
nos rodeaban. Dos mesas ocupadas por el equipo de fútbol soccer de Eastern
estalló en carcajadas, y Joseph parecía estar molesto por lo que se reían.
—Estás bromeando. —le dije con incredulidad.
—No, soy un local. —dijo él, distraído.
—Me refería sobre tu especialidad. No pareces ser el tipo de justicia criminal.
Sus cejas se juntaron, de pronto concentrado en nuestra conversación.
— ¿Por qué?
Recorrí los tatuajes que cubrían su brazo. —Sólo voy a decir que pareces
más criminal y menos justicia.
—No me meto en problemas… en su mayor parte. Papá era muy estricto.
— ¿Dónde estaba tu mamá?
—Ella murió cuando yo era niño, —dijo como sin nada.
—Yo… yo lo siento. —dije, sacudiendo la cabeza. Su respuesta me pilló
con la guardia baja.
Rechazó mi simpatía. —No me acuerdo de ella. Mis hermanos lo hacen,
pero yo sólo tenía tres años cuando murió.
—Cuatro hermanos, ¿eh? ¿Cómo logras mantenerlos en regla? —Me
burlé.
—Los mantengo por quien golpea más fuerte, lo que también es de mayor
a menor. Thomas, los gemelos… Taylor y Tyler, y Trenton. Nunca, nunca estés
sola en un cuarto con Taylor y Ty. Aprendí la mitad de lo que hago en el
Circulo de ellos. Trenton era el más pequeño, pero él es rápido. Él es el único
que puede azotarme un golpe, ahora.
Negué con la cabeza, atónita ante la idea de cinco Travis corriendo en un
hogar. — ¿Todos tienen tatuajes?
—Más o menos. Excepto Thomas. Él es un ejecutivo de publicidad en
California.
— ¿Y tu papá? ¿Dónde está?
—Por allí —dijo. Su mandíbula tensa nuevamente, cada vez más irritado
con el equipo de fútbol.
— ¿De qué se están riendo? —Pregunté, señalando a la mesa ruidosa. Él
negó con la cabeza, claramente sin querer compartir. Me crucé de brazos y me
retorcí en mi asiento, nerviosa sobre lo que estaban diciendo que le causó tanto
enfado. —Cuéntame.
—Se están riendo de mí por tener que llevarte a cenar, primero. No es por
lo general… lo mío.
— ¿Primero? —Cuando la comprensión se posó en cara, Joseph hizo una
mueca de dolor al ver mi expresión. Hablé antes de pensar—. Y yo que tenía
miedo de que se estuvieran riendo de ti por ser visto conmigo así vestida, y
ellos creen que voy a dormir contigo —me quejé.
— ¿Por qué no querría ser visto contigo?
— ¿De qué estábamos hablando? —Pregunté, tratando de evitar el
sonrojo en mis mejillas.
—De ti. ¿Cuál es tu especialidad? —preguntó.
—Oh, eh… educación general, por el momento. Todavía estoy indecisa,
pero me estoy inclinando hacia contabilidad.
—Tú no eres de aquí, sin embargo. Debes ser un trasplante.
—Wichita. Igual que América.
— ¿Cómo llegaste hasta aquí desde Kansas?
Cogí la etiqueta de la botella de cerveza. —Sólo teníamos que escapar.
— ¿De qué?
—Mis padres.
—Oh. ¿Qué hay sobre América? ¿Ella tiene problemas con sus padres,
también?
—No, Mark y Pam son geniales. Ellos prácticamente me criaron. Ella sólo
vino a lo largo; ella no quería que viniese sola.
Travis asintió con la cabeza. —Así que, ¿por qué Eastern?
— ¿Qué pasa con el tercer grado? —Le dije. Las preguntas estaban
dirigiéndose de una pequeña charla a lo personal, y estaba comenzando a
sentirme incómoda.
Varias sillas entrechocaron cuando el equipo de fútbol abandonó sus
asientos. Intercambiaron una última broma antes de serpentear hacia la
puerta. Los que estaban en la parte trasera empujaron a los de adelante para
escapar antes de que Joseph hiciera su camino a través de la habitación. Se
sentó, obligando a la frustración y la ira a desvanecerse.
Levanté una ceja.
—Ibas a decir por qué elegiste Eastern —dijo.
—Es difícil de explicar, —le dije, encogiéndome de hombros—. Creo que
sólo se sentía bien.
Él sonrió cuando abrió el menú. —Sé lo que quieres decir
----------------------------------------------------------------------
Fin del primer capitulo chicas, espero les este gustando y con forme vayan comentando les prometo maratón.
-Kati-
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
fernanda escribió:Dios en serio amo la nove , tienes que seguirla!
Me alegra mucho que te guste :D
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
KatiLovejb escribió:fernanda escribió:Dios en serio amo la nove , tienes que seguirla!
Me alegra mucho que te guste :D
Entonces si la sigues? :love:
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
fernanda escribió:KatiLovejb escribió:fernanda escribió:Dios en serio amo la nove , tienes que seguirla!
Me alegra mucho que te guste :D
Entonces si la sigues? :love:
Claro que si! :P
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Quiero dedicar este capitulo a la primera chica en comentar: Fernanda. Gracias guapa (:
Cerdo
Caras conocidas ocupaban los asientos de nuestra mesa del almuerzo
favorita. América se sentó en un lado de mí, Finch en el otro, y el resto de los
asientos fueron interceptados por Shepley y hermanos Sigma Tau. Era difícil de
escuchar con el ruido dentro de la cafetería, y el aire acondicionado parecía
estar descompuesto nuevamente. El aire estaba cargado con el olor de comida
frita y piel sudorosa, pero de alguna manera todo mundo parecía tener más
energía de lo habitual.
—Hola, Brasil —dijo Shepley, saludando al hombre que estaba sentado
delante de mí. Su piel aceitunada y ojos color chocolate contrastaba con la
gorra blanda del equipo de futbol de Eastern.
—Te perdí después del partido del sábado, Shep. Bebí una o seis
cervezas en tu honor. —dijo con una amplia y blanca sonrisa.
—Te lo agradezco. Llevé a Mare a cenar. —dijo, inclinándose para besar
la rubia cabellera de América.
—Estás sentado en mi silla, Brasil.
Brasil se volvió a ver a Joseph parado detrás de él, y luego me miró a mí,
sorprendido.
—Oh, ¿es ella una de tus chicas, Joe?
—Absolutamente, no. —dije, sacudiendo la cabeza.
Brasil miró a Joseph, quien lo miraba expectante.
Brasil se encogió de hombros y luego tomó su bandeja al final de la
mesa.
Joseph me sonrió mientras se acomodaba en el asiento.
— ¿Qué hay de nuevo, Pidge?
— ¿Qué es eso? —Pregunté, incapaz de apartar mi mirada de su bandeja.
La comida misteriosa en su plato parecía una exhibición de cera.
Joseph se echó a reír y tomó un sorbo de su vaso de agua. —Las señoras
de la cafetería me asustan. No criticaré sus habilidades culinarias.
No puede ignorar las miradas de los que estaban sentados en la mesa. El
comportamiento de Joseph despertaba su curiosidad, y reprimí una sonrisa al
ser la única chica a la que habían visto insistir en sentarse cerca.
—Ugh… el examen de Bio es después del almuerzo, —se quejó América.
— ¿Has estudiado? —Le pregunté.
—Dios, no. Pasé toda la noche tranquilizando a mi novio de que no
dormirías con Joseph.
Los jugadores de fútbol sentados al final de la mesa detuvieron su
desagradable risa para escuchar más de cerca, provocando a los demás
estudiantes darse cuenta. Miré a América, pero ella no le importaba la culpa,
empujando a Shepley con el hombro.
—Jesús, Shep. Lo pasas tan mal, ¿eh? —preguntó Joseph, lanzando un
paquete de salsa de tomate a su primo. Shepley no contestó, pero sonrió con
diversión en dirección a Joseph.
América frotó su espalda. —Él va a estar bien. Sólo le tomará un tiempo
para creer que Abby es resistente a sus encantos.
—No he tratado de seducirla —resopló Joseph, pareciendo ofendido—. Ella
es mi amiga.
Miré a Shepley. —Te lo dije. No tienes nada de qué preocuparte.
Shepley finalmente me vio a los ojos, y al ver mi expresión sincera, sus
ojos se iluminaron un poco.
— ¿Tú estudiaste? —me preguntó Jospeh.
Fruncí el ceño. —Ninguna cantidad de estudio me va a ayudar con la
Biología. Es algo que no puedo entender del todo.
Joseph se puso de pie. —Vamos.
— ¿Qué?
—Vamos a tomar tus notas. Voy a ayudarte a estudiar.
—Joseph…
—Levanta tu trasero, Pidge. Vas a aprobar ese examen.
Tiré una de las largas trenzas rubias de América mientras pasaba. —Nos
vemos en clase, Mare.
Ella sonrió. —Te voy a guardar un asiento. Necesitaré toda la ayuda que
pueda conseguir.
Joseph me siguió hasta mi habitación y saqué mi guía de estudio
mientras él abrió el libro. Me interrogó sin descanso, y luego aclaró algunas
cosas que no entendía. En la forma en que él explicaba, los conceptos pasaron
de ser confusos a obvio.
—… Y las células somáticas usan mitosis para reproducirse. Eso es
cuando tienes las fases. Suenan como una especie de nombre de mujer:
Prometa Anatela.
Me eché a reír. — ¿Prometa Anatelo?
—Profase, Metafase, Anafase y Telofase.
—Prometa Anatelo, —repetí, asintiendo con la cabeza.
Golpeó mi cabeza con los papeles. —Lo tienes. Ahora sabes esta guía al
derecho y al revés.
Suspiré. —Bueno… ya veremos.
—Te acompañaré a clase. Te cuestionaré en el camino.
Cerré la puerta detrás de nosotros. —No te enfadarás si repruebo el
examen, ¿verdad?
—No reprobarás, Pidge. Tenemos que empezar antes del siguiente, sin
embargo, —dijo, caminando junto a mí hacia el edificio de ciencia.
— ¿Cómo vas a darme clases particulares, hacer tu tarea, estudiar y
entrenar para tus peleas?
Joseph se echó a reír. —No entreno para mis peleas. Adam me llama, me
dice dónde es la lucha y voy.
Sacudí mi cabeza con incredulidad mientras él sostenía el papel delante
de él para hacer la primera pregunta. Estuvimos a punto de terminar una
segunda ronda de la guía de estudio cuando llegamos a mi clase.
—Patea sus traseros —él sonrió y me entregó las notas apoyándose en el
marco de la puerta.
—Hola, Joe.
Me volví para a un chico alto, algo desgarbado, sonreírle a Joseph en su
camino al salón de clases.
—Parker —Joseph asintió con la cabeza.
Los ojos de Parker se iluminaron un poco cuando me miró, y él sonrió.
—Hola, _____.
—Hola. —dije, sorprendida de que él supiera mi nombre. Lo había visto
en clase, pero nunca había hablado con él.
Parker continuó a su asiento, bromeando con los que se sentaban junto
a él. — ¿Quién es? —Le pregunté.
Joseph se encogió de hombros, pero la piel alrededor de sus ojos parecía
más tensa que antes. —Parker Hayes. Es uno de mis hermanos de Sig Tau.
— ¿Estás en una fraternidad? —Pregunté, dudosa.
—Sigma Tau, al igual que Shep. Pensé que ya lo sabías. —dijo, mirando
más allá de mí a Parker.
—Bueno… no pareces el tipo de fraternidad. —le dije, mirando a los
tatuajes en sus antebrazos. Joseph volvió su atención hacia mí y me sonrió. —Mi papá es un ex alumno, y todos mis hermanos son Sig Tau… es una cosa de familia.
— ¿Y ellos esperan que jures? —Le pregunté, escéptica.
—En realidad no. Sólo son chicos buenos —dijo, agitando mis papeles—.
Es mejor que vayas a clase.
—Gracias por ayudarme —le dije, dándole un codazo. América pasó y la
seguí a nuestros asientos.
— ¿Cómo te fue? —Preguntó ella.
Me encogí de hombros. —Es un buen tutor.
—Es un buen amigo, también.
Ella parecía decepcionada, y reí ante la expresión de su rostro.
Siempre había sido el sueño de América que ambas saliéramos con
amigos en común, y chicos que fueran primos para ella era sacarse el premio
mayor. Ella quería compartir la misma habitación cuando decidió venir
conmigo a Eastern, pero veté su idea, con la esperanza de extender mis alas un
poco. Una vez que terminó de hacer pucheros, se centró en la búsqueda de un
amigo de Shepley al cual presentarme.
El sano interés de Joseph hacia mí había superado sus expectativas.
Terminé rápidamente la prueba y me senté en las escaleras del edificio,
esperando a América. Cuando ella se dejó caer a mi lado en derrota, esperé a
que hablara.
— ¡Eso fue horrible! —Exclamó.
—Deberías de estudiar con nosotros. Joseph lo explica muy bien.
América gimió y apoyó la cabeza en mi hombro.
— ¡Tú no fuiste ayuda en absoluto! ¿No podrías haberme dado un guiño
de cortesía o algo así? —Enganché mi brazo alrededor de su cuello y caminé
con ella hasta nuestro dormitorio.
Durante la siguiente semana, Joseph me ayudó con mi trabajo de historia
y me tuteó en Biología. Nos paramos juntos escaneando la lista de
calificaciones fuera de la oficina del profesor Campbell. Mi número de
estudiante estaba a tres puntos de la cima.
— ¡La tercera calificación más alta en el examen! ¡Bien hecho, Pidge! —
Dijo, abrazándome. Sus ojos brillaban de emoción y orgullo, y un sentimiento
extraño me hizo dar un paso atrás.
—Gracias, Joe. No podría haberlo hecho sin ti. —le dije, tirando de su
camiseta.
Él me tiró sobre su hombro, abriéndose camino entre la multitud detrás
de nosotros. — ¡Abran paso! ¡Muévanse, gente! ¡Vamos a darle paso a esta
pobre mujer con un desfigurado, horrible y descomunal cerebro! ¡Ella es un
jodido genio!
Me reí ante las expresiones divertidas y curiosas de mis compañeros de
clase.
Como pasaban los días, nos vimos involucrados en los rumores sobre
una relación. La reputación de Joseph ayudó a calmar los chismes. Él nunca se
había quedado con una chica más de una noche, así que cuantas más veces se
nos veía junto, más gente entendía nuestra platónica relación por lo que era. A
pesar de las constantes preguntas de nuestro compromiso, el flujo de atención
que Joseph recibía de sus compañeros no cedió.
Él siguió sentándose a mi lado en historia y comiendo conmigo en el
almuerzo. No tomó mucho tiempo darme cuenta que me había equivocado
sobre él, incluso mostrándome defensiva ante a los que no conocían a Joseph
como yo lo hacía.
En la cafetería, Joseph puso una lata de jugo de naranja delante de mí.
—No tenías por qué haberlo hecho. Yo iba a tomar uno —dije,
quitándome la chaqueta.
—Bueno, ahora no tienes que hacerlo. —dijo, mostrando el hoyuelo en la
mejilla izquierda.
Brasil dio un resoplido. — ¿Ella te convirtió en mandilón, Joseph? ¿Qué
sigue después, abanicarla con una hoja de palmera, mientras usas un
Speedo?
Joseph le lanzó una mirada asesina y salté a su defensa. —Tú no podrías
llenar un Speedo, Brasil. Cierra tu estúpida boca.
— ¡Tranquila, _____! ¡Estaba bromeando! —dijo Brasil, levantado sus
manos.
—Sólo… no hables así de él. —le dije, frunciendo el ceño.
La expresión de Joseph era una mezcla de sorpresa y gratitud.
—Ahora sí que lo he visto todo. Acabo de ser defendido por una chica, —dijo, poniéndose de pie. Antes de irse con su bandeja, ofreció una mirada de advertencia a Brasil, y luego salió para reunirse junto a un pequeño grupo de fumadores
fuera del edificio.
Traté de no mirarlo mientras reías y hablaba. Todas las chicas en el
grupo sutilmente competían por el lugar al lado de él, América me golpeó con
el codo en las costillas cuando se dio cuenta de que mi atención estaba en otra
parte.
— ¿Qué ves, _____?
—Nada. No estoy mirando nada.
Apoyó la barbilla en la mano y sacudió la cabeza.
—Son tan obvias. Mira a la pelirroja. Ella ha pasado sus dedos por el
pelo tantas veces como parpadea. Me pregunto si Joseph se cansa de eso.
Shepley asintió con la cabeza.
—Lo hace. Todo el mundo piensa que es un imbécil, pero si supieran la cantidad de paciencia que hace frente a todas las chicas que piensan que lo pueden domar… él no puede ir a ninguna parte sin ser molestado. Confía en mí; él es mucho más amable de lo que yo lo sería.
—Oh, como si no te gustaría. —dijo América, besando la mejilla de
Shepley.
Joseph estaba terminado su cigarrillo fuera de la cafetería cuando pasé.
—Espera, Pidge. Te acompaño.
—No tienes que acompañarme a todas las clases, Joseph. Sé cómo llegar
por mí misma.
Joseph fue fácilmente distraído por una chica con pelo largo y negro y
una falda corta caminando mientras le sonrió. Él la siguió con la mirada y
asintió con la cabeza en la dirección de la chica, arrojando su cigarrillo.
—Te veré más tarde, Pidge.
—Sí. —dije, poniendo los ojos en blanco mientras él trotaba hacia la
chica.
El asiento de Joseph permaneció vacío durante la clase, y me encontré a
mí misma un poco enfadada con él por perder la clase por una chica a la que
no conocía. El Profesor Chaney terminó la clase temprano, y me apresuré por el
césped, consciente de que tenía que encontrarme con Finch a las tres para entregarle las notas de La Música de Sherri Cassidy. Miré mi reloj y apresuré el
paso.
— ¿______?
Parker corrió por el césped hasta llegar a mi lado. —No creo que nos
hemos conocido formalmente, —dijo, tendiéndome la mano—. Parker Hayes.
Tomé su mano y sonreí. —______ Abernathy.
—Estaba detrás de ti cuando recibiste tu calificación de biología.
Felicidades. —sonrió, metiendo las manos en los bolsillos.
—Gracias. Joseph ayudó, o habría estado al final de la lista, créeme.
—Oh, ustedes son…
—Amigos.
Parker asintió y sonrió. — ¿Te dijo que hay una fiesta este fin de
semana?
—Por lo general sólo hablamos de biología y comida.
Parker se echó a reír. —Eso suena como Joseph.
En la puerta de Morgan Hall, Parker escaneó mi cara con sus grandes
ojos verdes. —Deberías venir. Será divertido.
—Hablaré con América. No creo que tengamos ningún plan.
— ¿Son un paquete?
—Hemos hecho un pacto este verano. No asistiremos a ninguna fiesta sin
la otra.
—Inteligente. —asintió con la cabeza en señal de aprobación.
—Ella conoció a Shep en la clase de orientación, por lo que en realidad
no he tenido que estar junto a ella tanto. Esta será la primera vez que
necesitaré preguntarle, estoy segura que estará feliz de venir. —Me regañé
internamente. No sólo estaba balbuceando, sino que había hecho obvio que yo
no era invitada a fiestas.
—Genial. Nos vemos allí. —dijo. Él mostró su perfecta sonrisa de modelo
de Banana Republic con su mandíbula cuadrada y su piel naturalmente
bronceada, caminando por el campus.
Lo vi alejarse; él era alto, limpio, con una camisa apretada de vestir a
rayas y jeans. Su cabello ondulado y rubio oscuro rebotaba cuando caminaba.
Me mordí el labio, halagada por su invitación.
—Ahora, él es más tu tipo. —dijo Finch en mi oído.
—Él es lindo, ¿eh? —Le pregunté, sin poder dejar de sonreír. —Diablos, sí, él es lindo… en la posición de misionero o algo así.
— ¡Finch! —Grité, golpeándolo en el hombro.
— ¿Obtuviste las notas de Sherri?
—Sí, —dije, sacándolas de mi bolso. Él encendió un cigarrillo, lo sostuvo
entre los labios y miró hacia los papeles.
—Jodidamente brillante. —dijo, escaneando las páginas. Él las dobló y
guardó en su bolsillo—. Lo bueno es que las calderas de Morgan no están
funcionando. Necesitarás una ducha de agua fría después de recibir miradas
lascivas por ese alto chico.
— ¿Los dormitorios no tienen agua caliente? —Gemí.
—Eso es lo que cuentan. —dijo Finch, deslizando su mochila sobre su
hombro—. Me voy a Algebra. Dile a Mare que dije que no se olvide de mí este
fin de semana.
—Yo le diré. —me quejé, mirando las paredes de ladrillo antiguo de
nuestro dormitorio. Caminé a mi habitación, abrí la puerta y dejé caer mi
mochila al suelo.
—No hay agua caliente. —murmuró Kara desde su lado del escritorio.
—He oído.
Mi celular sonó, lo abrí para encontrarme con un mensaje de América
maldiciendo las calderas. Unos minutos después se oyó un golpe en la puerta.
América entró y se dejó caer sobre la cama, sus brazos cruzados. —
¿Pueden creer esta mierda? ¿Cuánto no estamos pagando y ni siquiera
podemos tomar una ducha con agua caliente?
Kara suspiró.
—Deja de quejarte. ¿Por qué no te quedas con tu novio? ¿No has estado quedándote con él, de todos modos?
Los ojos de América se enfocaron en Kara.
—Buena idea, Kara. El hecho de que seas una perra es útil a veces.
Kara mantuvo sus ojos en el monitor de su computadora, sin inmutarse
por el golpe de América.
América sacó su teléfono celular y envió un mensaje de texto con una
velocidad y precisión asombrosa. Su teléfono sonó, y ella me sonrió.
—Nos vamos a quedar con Shep y Joseph hasta que arreglen las calderas.
— ¿Qué? ¡No me quedaré! —Grité.
—Oh, sí que lo harás. No hay ninguna razón para que te quedes
atrapada aquí, congelándote en la ducha cuando Joseph y Shep tienen dos
baños en su apartamento.
—No he sido invitada.
—Yo te estoy invitando. Shep ya dijo que estaba bien. Puedes dormir en
el sofá… si es que Joseph no lo está utilizando.
— ¿Y si lo está usando?
América se encogió de hombros.
—Entonces puedes dormir en la cama de Joseph.
— ¡De ninguna manera!
Ella puso los ojos en blanco. —No seas un bebé, ______. Ustedes son
amigos, ¿verdad? Si él no ha intentado nada hasta ahora, no creo que lo hará.
Sus palabras hicieron que mi boca se cerrara. Joseph había estado a mí
alrededor en una u otra manera todas las noches durante semanas. Había
estado tan ocupada asegurándome de que todos notaran que sólo éramos
amigos, que no se me había ocurrido que él realmente sólo estaba interesado
en nuestra amistad. No estaba segura por qué, pero me sentí insultada.
Kara nos miró con incredulidad.
— ¿Joseph Maddox no ha intentado dormir contigo?
—Somos amigos. —le dije en tono defensivo.
—Lo sé, pero él ni siquiera ha… ¿intentado? Él ha dormido con todo el mundo.
—Excepto nosotras. —dijo América, mirándola—. Y tú.
Kara se encogió de hombros. —Bueno, nunca lo he conocido. Sólo he
oído rumores.
—Exactamente. —le espeté—. Ni siquiera lo conoces.
Kara regresó a su monitor, ajena a nuestra presencia.
Suspiré.
—Muy bien, Mare. Tengo que hacer las maletas.
—Asegúrate de empacar por unos días, quién sabe cuánto tiempo llevará
arreglar las calderas. —dijo, muy emocionada.
El temor se apoderó de mí como si estuviera a punto de entrar al
territorio del enemigo.
—Ugh… bien.
América saltó cuando me abrazó. — ¡Esto será tan divertido!
Media hora más tarde empacamos nuestras cosas en su Honda y nos
dirigimos al apartamento. América muy apenas tomó una respiración entre sus
divagaciones mientras conducía. Ella sonó la bocina cuando se estacionó frente al apartamento. Shepley corrió por las escaleras, y sacó nuestras maletas del
maletero, siguiéndonos por las escaleras.
—Está abierto. —resopló.
América abrió la puerta y la mantuvo abierta. Shepley gruñó cuando
puso nuestro equipaje en el suelo. — ¡Jesús, Bebé! ¡Tú maleta pesa nueve kilos
más que la de ______!
América y yo nos quedamos inmóviles cuando una mujer salió del cuarto
de baño, abotonándose la blusa.
—Hola. —dijo ella, sorprendida. Sus ojos llenos de rímel corrido nos
examinaron antes de observar el equipaje. La reconocí como la morena de
piernas largas que Joseph había seguido de la cafetería.
América miró a Shepley.
Él levantó las manos.
— ¡Ella está con Joseph!
Joseph apareció en la esquina en un par de calzoncillos y bostezó. Él miró
a su invitada, y luego le dio unas palmaditas en el espada.
—Mis invitadosestán aquí. Es mejor que te vayas.
Ella sonrió y echó los brazos alrededor de él, besando su cuello. —Voy a
dejar mi número de teléfono en el mostrador.
—Eh… no te preocupes por eso. —dijo Joseph en tono casual.
— ¿Qué? —Preguntó, inclinándose hacia atrás para mirarlo a los ojos.
— ¡Otra vez! —dijo América. Ella miró a la mujer—. ¿Cómo es que estás
sorprendida por esto? ¡Él es Joseph follador Maddox! Él es famoso por esto
mismo, y aun así se sorprenden. —dijo, volviéndose a Shepley. Él puso su
brazo alrededor de ella, haciendo un gesto para que se calmara.
La chica entrecerró los ojos hacia Joseph y luego agarró su bolso y salió,
cerrando la puerta detrás de ella.
Joseph caminó a la cocina y abrió la nevera como si nada hubiera pasado.
América negó con la cabeza y caminó por el pasillo. Shepley la siguió,
balanceando su cuerpo para compensar el peso de la maleta mientras
caminaba.
Me dejé caer sobre el sillón y suspiré, preguntándome si estaba loca por
haber aceptado venir. No sabía que el apartamento de Shepley era una puerta
giratoria para chicas cabezas huecas.
Joseph estaba detrás de la barra de desayuno, cruzó sus brazos sobre su
pecho y sonrió. — ¿Qué pasa, Pidge? ¿Día duro?
—No, estoy profundamente disgustada.
— ¿Conmigo? —Él estaba sonriendo. Debería haber sabido que él
esperaba esta conversación. Eso sólo me hizo menos dispuesta a detenerme.
—Sí, contigo. ¿Cómo puedes usar a alguien así como así y tratarlas de
esa manera?
— ¿Cómo la traté? Ella ofreció su número, yo me negué.
Mi boca se abrió ante su falta de remordimiento.
— ¿Tendrás relaciones sexuales con ella, pero no tomarás su número?
Joseph se inclinó sobre el mostrador con los codos. — ¿Por qué iba a
querer su número si no la iba a llamar?
— ¿Por qué dormir con ella si no la vas a llamar?
—No prometo nada a nadie, Pidge. Ella no estipuló una relación antes de
extender sus piernas en mi sofá.
Miré el sofá con repugnancia. —Ella es la hija de alguien, Joseph. ¿Qué
pasa si, en un futuro, alguien trata así a tu hija?
—Mi hija sabrá algo mejor que quitarse las bragas por un imbécil que
acaba de conocer, vamos a decirlo de esa manera.
Me crucé de brazos, enfadada de que él tuviera razón.
—Así que, además de admitir que eres un imbécil, estás diciendo que porque ella se acostó contigo, ¿ella merecía ser desechada como un gato callejero?
—Estoy diciendo que fui honesto con ella. Ella es un adulto, fue de
mutuo acuerdo… ella estaba un poco ansiosa al respecto si quieres saber la
verdad. Actúas como si he cometido un crimen.
—Ella no parecía entender tus intenciones, Joseph.
—Las mujeres suelen justificar sus acciones con lo que sus cabezas les
dicen. Ella no me dijo por adelantado que esperaba una relación más de lo que
yo le dije que esperaba sexo sin compromiso. ¿Cómo es diferente?
—Eres un cerdo.
Joseph se encogió de hombros. —Me han llamado peor.
Miré el sofá, los cojines todavía ladeados y amontonados por su uso
reciente. Retrocedí ante la idea de cuántas mujeres se han ofrecido a sí mismas
sobre esa tela.
—Creo que dormiré en el sillón reclinable. —me quejé.
— ¿Por qué?
Lo miré, furiosa por su expresión confusa.
— ¡No dormiré en esa cosa! ¡Dios sabe sobre lo que estaría acostándome!
Levantó mi equipaje del piso.
—No dormirás en el sofá o en el sillón reclinable. Tú dormirás en mi cama.
—La que es más antihigiénica que el sofá, estoy segura.
—Nunca ha estado nadie en mi cama aparte de mí.
Puse los ojos en blanco. — ¡Dame un descanso!
—Hablo absolutamente en serio. Las bolseo en el sofá. No las dejo entrar
a mi habitación.
— ¿Entonces por qué se me permite a mí en tu cama?
Una de las esquinas de su boca se levantó en una sonrisa traviesa.
— ¿Estás planeando tener sexo conmigo esta noche?
— ¡No!
—Por eso. Ahora levanta tu trasero malhumorado, toma tu ducha con agua caliente, y después podemos estudiar algo de Bio.
Lo miré por un momento y luego a regañadientes hice lo que él ordenó.
Me quedé bajo la ducha por mucho tiempo, dejando que el agua lavara mis
molestias. Masajeando el champú en mi pelo, suspiré por lo maravilloso que
era tomar una ducha en un baño no comunitario una vez más—sin sandalias,
sin neceser, sólo la mezcla relajante de agua y vapor.
La puerta se abrió y salté. — ¿Mare?
—No, soy yo. —dijo Joseph.
Automáticamente envolví mis brazos sobre las partes que no quería que
él viera. — ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Fuera!
—Olvidaste una toalla y he traído tu ropa, cepillo de dientes y una crema
extraña para el rostro que encontré en tu bolsa.
— ¿Buscaste entre mis cosas? —Grité. Él no respondió. En su lugar, oí
girar el grifo y el sonido de un cepillo de dientes contra dientes.
Me asomé por la cortina de plástico, sosteniéndola contra mi pecho.
—¡Fuera, Joseph!
Él me miró, con los labios cubiertos de espuma de pasta de dientes. —No
puedo ir a la cama sin cepillarme los dientes.
—Si te acercas a un metro de la cortina, te sacaré los ojos mientras
duermas.
—No voy a mirar, Pidge. —rió.
Esperé bajo el agua con los brazos bien envueltos sobre mi pecho. Él
escupió, gorgoteó y escupió de nuevo, luego la puerta se cerró. Enjuagué el
jabón de mi piel, me sequé tan rápido como me fue posible, y luego me puse la camiseta y shorts, colocándome mis gafas y cepillé un peine a través de mi
cabello. La crema hidratante de noche que Joseph había traído llamó mi
atención, y no pude evitar sonreír. Él era atento y agradable cuando lo quería
ser.
Joseph abrió la puerta otra vez. — ¡Vamos, Pidge! ¡Me estoy haciendo viejo!
Arrojé el peine en su dirección y él se agachó, cerrando la puerta y
riéndose durante el camino a su habitación. Me lavé los dientes y arrastré mis
pies por el pasillo, pasando el dormitorio de Shepley en el camino.
—Buenas noches, ______. —llamó América desde la oscuridad.
Dudé antes de golpear dos suaves golpes en la puerta de Joseph.
—Entra, Pidge. No tienes que tocar.
Él abrió la puerta y entré, viendo su cama de hierro negro paralela a la
línea de ventanas en el extremo de la habitación. Las paredes estaban
desnudas a excepción de un solitario sombrero encima de la cabecera. Casi
esperaba que su habitación estuviera cubierta de posters de mujeres semi
desnudas, pero ni siquiera vi un anuncio para una marca de cerveza. Su cama
era negra, su alfombra gris, todo lo demás en la habitación era blanco. Parecía
como si acabara de mudarse.
—Bonita pijama. —dijo Joseph, notando mi short a cuadros color amarillo
y azul marino y mi camisa de Eastern. Se sentó en la cama y le dio unas
palmaditas a la almohada a su lado
—Bien, ven. No voy a morderte.
—No te tengo miedo. —le dije, acercándome a la cama y dejando el libro
de biología junto a él—. ¿Tienes una pluma?
Él asintió con la cabeza hacia su mesa de noche. —Primer cajón.
Me estiré sobre la cama y abrí el cajón, encontrando tres bolígrafos, un
lápiz, un tubo de jalea KY, y un tazón de cristal lleno de paquetes de diferentes
marcas de condones. Asqueada, tomé una lapicera y cerré el cajón.
— ¿Qué? —Preguntó, dándole vuelta a una página del libro.
— ¿Robaste la clínica de salud?
—No. ¿Por qué?
Quité la tapa de la pluma, incapaz de mantener la expresión de asco
fuera de mi rostro. —Tu suministro de preservativos para toda la vida.
—Más vale prevenir que lamentar, ¿no?
Puse los ojos en blanco. Joseph regresó al libro, una irónica sonrisa
apareció en sus labios. Él leyó las notas para mí, resaltando los puntos
principales, mientras él me hacía preguntas y pacientemente explicaba lo que yo no entendía. Después de una hora, me quité las gafas y froté los ojos.
—Estoy muerta. No puedo memorizar una macromolécula más.
Joseph sonrió, cerrando el libro. —Muy bien.
Hice una pausa, sin estar segura sobre nuestros arreglos para dormir.
Joseph salió de la habitación y caminó por el pasillo, murmurando algo en la
habitación de Shepley antes de encender la ducha. Me envolví en la colcha y la
tiré hasta mi cuello, escuchando el ruido agudo del agua corriendo a través de
las tuberías.
Diez minutos más tarde, el agua se cerró y el piso crujió bajo los pasos
de Joseph. Echó a andar por la habitación con una toalla alrededor de sus
caderas. Él tenía tatuajes en ambos lados de su pecho, el arte tribal oscuro
cubriendo cada uno de sus abultados hombros. En su brazo derecho, las líneas
y los símbolos negros se extendían desde su hombro hasta la muñeca, en el
izquierdo, los tatuajes se detenían en su codo, con sólo una línea de escritura
en la parte inferior de su antebrazo. Intencionalmente me mantuve de espaldas
a él mientras que él se paró frente a su tocador y dejó caer la toalla para
ponerse un par de bóxers.
Después de apagar la luz, se metió en la cama junto a mí.
— ¿Dormirás aquí también? —Pregunté, volviéndome para mirarlo. La
luna llena fuera de la ventana oscureció su rostro.
—Bueno, sí. Esta es mi cama.
—Lo sé, pero… —Hice una pausa. Mis otras opciones eran el sofá o el
sillón reclinable.
Joseph sonrió y negó con la cabeza. — ¿Aún no confías en mí? Me
comportaré mejor que bien, lo juro. —dijo, levantando los dedos que estaba
segura los Boy Scouts de Estados Unidos nunca habían considerado usar.
No discutí, simplemente me di vuelta y puse mi cabeza en la almohada,
metiendo las sábanas detrás de mí para que hubiera una clara barrera entre
su cuerpo y el mío.
—Buenas noches, Pigeon. —susurró en mi oído. Podía sentir su aliento a
menta en mi mejilla, ocasionando que la piel se me pusiera de gallina. Gracias
a Dios que estaba lo suficientemente oscuro para que no pudiera ver mi
embarazosa reacción, o el rubor de mis mejillas. Parecía que acaba de cerrar los ojos cuando escuché el reloj despertador.
Estiré la mano para apagarlo, pero me sorprendí con horror cuando sentí piel cálida bajo mis dedos. Traté de recordar dónde estaba. Cuando la respuesta
llegó, me mortificó el hecho que Joseph pensara que lo había hecho a propósito.
— ¿Joseph? La alarma —susurré. Él aún no se movía—. ¡Joseph! —Dije,
dándole un codazo. Cuando todavía no se movía, me estiré a través de él,
buscando a tientas en la penumbra hasta que sentí la parte superior del reloj.
Sin saber cómo apagarlo, golpeé la cima del mismo hasta que pulsé el botón de
dormitar, y luego caí sobre mi almohada nuevamente.
Joseph se echó a reír.
— ¿Estabas despierto?
—Te prometí que me portaría bien. No dije nada al respecto de permitirte
acostarte sobre mí.
—No me acosté sobre ti, —protesté—. No podía alcanzar el reloj. Esa
tiene que ser la alarma más molesta que he oído. Suena como un animal
moribundo.
Estiró su mano y presionó un botón. — ¿Quieres desayuno?
Lo miré fijamente y luego sacudí la cabeza. —No tengo hambre.
—Bueno, yo sí. ¿Por qué no vienes conmigo a la cafetería que está cerca?
—No creo que pueda soportar tu falta de habilidad para conducir
temprano por la mañana. —le dije. Levanté mis pies por el lado de la cama y
los metí en mis pantuflas, arrastrándome a la puerta.
— ¿A dónde vas? —Preguntó.
—A vestirme e ir a clase. ¿Necesitas un itinerario mientras estoy aquí?
Joseph se estiró y luego caminó hasta mí en sus bóxers. — ¿Siempre eres
tan temperamental o ese malestar disminuirá una vez que creas que no estoy
creando algún elaborado plan para meterme en tus pantalones? —Sus manos
sujetaron mis hombros y sentí sus pulgares acariciar mi piel al unísono.
—No soy temperamental.
Se inclinó me susurró en mi oído. —No quiero acostarme contigo, Pidge. Te aprecio demasiado.
Pasó junto a mí para ir al baño, y que quedé allí, aturdida. Las palabras
de Kara se repetían en mi mente. Joseph Maddox dormía con todas; no pude
evitar sentirme deficiente al saber de qué él no tenía ganas de intentar dormir
conmigo.
La puerta se abrió de nuevo y América entró.
— ¡Arriba, arriba, levántate y brilla! —Sonrió, bostezando.
—Te pareces a tu madre, Mare. —me quejé, rebuscando en mi maleta.
—Oh… ¿alguien no durmió bien anoche?
—Él apenas respiró en mi dirección. —le dije mordazmente.
Una sonrisa iluminó el rostro de América. —Oh.
— ¿Oh, qué?
—Nada. —dijo ella, volviendo a la habitación de Shepley.
Joseph estaba en la cocina, tarareando una canción al azar mientras
cocinaba huevos revueltos. — ¿Estás segura que no quieres desayunar? —Me
preguntó.
Shepley y América entraron y Shepley tomó dos platos del gabinete,
sosteniéndolos mientras Joseph servía una porción en cada uno. Shepley puso
los platos en la barra, él y América se sentaron juntos, satisfaciendo el apetito
que probablemente gastaron la noche anterior.
—No me mires así, Shep. Lo siento, sólo que no quiero ir. —dijo América.
—Bebé, la Casa tiene una fiesta de parejas dos veces al año. —dijo
Shepley mientras masticaba—. Aún falta un mes. Tendrás tiempo de sobra
para encontrar un vestido y hacer todas esas cosas de chicas.
—Lo haría, Shep… es muy dulce… pero no voy a conocer a nadie allí.
—Muchas de las chicas que estarán no conocen a los demás. —dijo,
sorprendido por el rechazo.
Ella se dejó caer en su silla. —Las chicas perras de la hermandad son
invitadas a esas cosas. Todas se conocerán entre sí… será extraño.
—Vamos, Mare. No me obligues a ir solo.
—Bueno… ¿tal vez podrías buscar a alguien para que invite a ______? —
Dijo ella, mirándome y luego a Joseph.
Joseph levantó una ceja y Shepley negó con la cabeza.
—Joe no va a fiestas de parejas. Es algo a donde llevarías tu novia… y
Joseph no… ya sabes.
América se encogió de hombros. —Podemos conseguirle a alguien.
Entrecerré mis ojos en su dirección.
—Te puedo escuchar, sabes.
América usó la cara que ella sabía que no podía decir no.
— ¿Por favor, _____? Vamos a encontrarte un buen tipo que sea divertido
e ingenioso, y podrás asegurarte que sea guapo… ¡te prometo que pasarás un
buen rato! Y, ¿Quién sabe? Tal vez hasta se lleven bien.
Joseph lanzó el plato al fregadero. —Yo no he dicho que no la llevaría.
Puse los ojos en blanco. —No me hagas ningún favor, Joseph.
—Eso no es lo que quise decir, Pidge. Las fiestas de parejas son para
chicos con novias, y todo el mundo sabe que yo no hago eso de novias. Pero no
tendré que preocuparme de que tú esperes un anillo de compromiso después.
América hizo un puchero. — ¿Por fis, ____?
— ¡No me mires así! —Me quejé—. Joseph no quiere ir, yo no quiero ir… nosotros no seremos muy divertidos.
Joseph se cruzó de brazos y se apoyó en el fregadero.
—Yo no dije que no quería ir. Creo que sería divertido si los cuatro asistimos, —se encogió de hombros.
Los ojos de todos se centraron en mí y yo retrocedí. — ¿Por qué no
pasamos el rato aquí?
América puso mala cara y Shepley se inclinó hacia adelante. —Porque
tengo que ir, _____. Soy un estudiante de primer año; tengo que asegurarme de
que todo pase sin problemas, que todo el mundo tenga una cerveza en mano, y
cosas así.
Joseph cruzó la cocina y envolvió el brazo alrededor de mis hombros,
tirando de mí hacia él.
—Vamos, Pidge. ¿Quieres ir conmigo?
Miré a América, luego a Shepley y, finalmente, a Joseph.
—Sí. —suspiré.
América chilló y me abrazó, y sentí la mano de Shepley en mi espalda. —
Gracias, _____. —dijo Shepley.
favorita. América se sentó en un lado de mí, Finch en el otro, y el resto de los
asientos fueron interceptados por Shepley y hermanos Sigma Tau. Era difícil de
escuchar con el ruido dentro de la cafetería, y el aire acondicionado parecía
estar descompuesto nuevamente. El aire estaba cargado con el olor de comida
frita y piel sudorosa, pero de alguna manera todo mundo parecía tener más
energía de lo habitual.
—Hola, Brasil —dijo Shepley, saludando al hombre que estaba sentado
delante de mí. Su piel aceitunada y ojos color chocolate contrastaba con la
gorra blanda del equipo de futbol de Eastern.
—Te perdí después del partido del sábado, Shep. Bebí una o seis
cervezas en tu honor. —dijo con una amplia y blanca sonrisa.
—Te lo agradezco. Llevé a Mare a cenar. —dijo, inclinándose para besar
la rubia cabellera de América.
—Estás sentado en mi silla, Brasil.
Brasil se volvió a ver a Joseph parado detrás de él, y luego me miró a mí,
sorprendido.
—Oh, ¿es ella una de tus chicas, Joe?
—Absolutamente, no. —dije, sacudiendo la cabeza.
Brasil miró a Joseph, quien lo miraba expectante.
Brasil se encogió de hombros y luego tomó su bandeja al final de la
mesa.
Joseph me sonrió mientras se acomodaba en el asiento.
— ¿Qué hay de nuevo, Pidge?
— ¿Qué es eso? —Pregunté, incapaz de apartar mi mirada de su bandeja.
La comida misteriosa en su plato parecía una exhibición de cera.
Joseph se echó a reír y tomó un sorbo de su vaso de agua. —Las señoras
de la cafetería me asustan. No criticaré sus habilidades culinarias.
No puede ignorar las miradas de los que estaban sentados en la mesa. El
comportamiento de Joseph despertaba su curiosidad, y reprimí una sonrisa al
ser la única chica a la que habían visto insistir en sentarse cerca.
—Ugh… el examen de Bio es después del almuerzo, —se quejó América.
— ¿Has estudiado? —Le pregunté.
—Dios, no. Pasé toda la noche tranquilizando a mi novio de que no
dormirías con Joseph.
Los jugadores de fútbol sentados al final de la mesa detuvieron su
desagradable risa para escuchar más de cerca, provocando a los demás
estudiantes darse cuenta. Miré a América, pero ella no le importaba la culpa,
empujando a Shepley con el hombro.
—Jesús, Shep. Lo pasas tan mal, ¿eh? —preguntó Joseph, lanzando un
paquete de salsa de tomate a su primo. Shepley no contestó, pero sonrió con
diversión en dirección a Joseph.
América frotó su espalda. —Él va a estar bien. Sólo le tomará un tiempo
para creer que Abby es resistente a sus encantos.
—No he tratado de seducirla —resopló Joseph, pareciendo ofendido—. Ella
es mi amiga.
Miré a Shepley. —Te lo dije. No tienes nada de qué preocuparte.
Shepley finalmente me vio a los ojos, y al ver mi expresión sincera, sus
ojos se iluminaron un poco.
— ¿Tú estudiaste? —me preguntó Jospeh.
Fruncí el ceño. —Ninguna cantidad de estudio me va a ayudar con la
Biología. Es algo que no puedo entender del todo.
Joseph se puso de pie. —Vamos.
— ¿Qué?
—Vamos a tomar tus notas. Voy a ayudarte a estudiar.
—Joseph…
—Levanta tu trasero, Pidge. Vas a aprobar ese examen.
Tiré una de las largas trenzas rubias de América mientras pasaba. —Nos
vemos en clase, Mare.
Ella sonrió. —Te voy a guardar un asiento. Necesitaré toda la ayuda que
pueda conseguir.
Joseph me siguió hasta mi habitación y saqué mi guía de estudio
mientras él abrió el libro. Me interrogó sin descanso, y luego aclaró algunas
cosas que no entendía. En la forma en que él explicaba, los conceptos pasaron
de ser confusos a obvio.
—… Y las células somáticas usan mitosis para reproducirse. Eso es
cuando tienes las fases. Suenan como una especie de nombre de mujer:
Prometa Anatela.
Me eché a reír. — ¿Prometa Anatelo?
—Profase, Metafase, Anafase y Telofase.
—Prometa Anatelo, —repetí, asintiendo con la cabeza.
Golpeó mi cabeza con los papeles. —Lo tienes. Ahora sabes esta guía al
derecho y al revés.
Suspiré. —Bueno… ya veremos.
—Te acompañaré a clase. Te cuestionaré en el camino.
Cerré la puerta detrás de nosotros. —No te enfadarás si repruebo el
examen, ¿verdad?
—No reprobarás, Pidge. Tenemos que empezar antes del siguiente, sin
embargo, —dijo, caminando junto a mí hacia el edificio de ciencia.
— ¿Cómo vas a darme clases particulares, hacer tu tarea, estudiar y
entrenar para tus peleas?
Joseph se echó a reír. —No entreno para mis peleas. Adam me llama, me
dice dónde es la lucha y voy.
Sacudí mi cabeza con incredulidad mientras él sostenía el papel delante
de él para hacer la primera pregunta. Estuvimos a punto de terminar una
segunda ronda de la guía de estudio cuando llegamos a mi clase.
—Patea sus traseros —él sonrió y me entregó las notas apoyándose en el
marco de la puerta.
—Hola, Joe.
Me volví para a un chico alto, algo desgarbado, sonreírle a Joseph en su
camino al salón de clases.
—Parker —Joseph asintió con la cabeza.
Los ojos de Parker se iluminaron un poco cuando me miró, y él sonrió.
—Hola, _____.
—Hola. —dije, sorprendida de que él supiera mi nombre. Lo había visto
en clase, pero nunca había hablado con él.
Parker continuó a su asiento, bromeando con los que se sentaban junto
a él. — ¿Quién es? —Le pregunté.
Joseph se encogió de hombros, pero la piel alrededor de sus ojos parecía
más tensa que antes. —Parker Hayes. Es uno de mis hermanos de Sig Tau.
— ¿Estás en una fraternidad? —Pregunté, dudosa.
—Sigma Tau, al igual que Shep. Pensé que ya lo sabías. —dijo, mirando
más allá de mí a Parker.
—Bueno… no pareces el tipo de fraternidad. —le dije, mirando a los
tatuajes en sus antebrazos. Joseph volvió su atención hacia mí y me sonrió. —Mi papá es un ex alumno, y todos mis hermanos son Sig Tau… es una cosa de familia.
— ¿Y ellos esperan que jures? —Le pregunté, escéptica.
—En realidad no. Sólo son chicos buenos —dijo, agitando mis papeles—.
Es mejor que vayas a clase.
—Gracias por ayudarme —le dije, dándole un codazo. América pasó y la
seguí a nuestros asientos.
— ¿Cómo te fue? —Preguntó ella.
Me encogí de hombros. —Es un buen tutor.
—Es un buen amigo, también.
Ella parecía decepcionada, y reí ante la expresión de su rostro.
Siempre había sido el sueño de América que ambas saliéramos con
amigos en común, y chicos que fueran primos para ella era sacarse el premio
mayor. Ella quería compartir la misma habitación cuando decidió venir
conmigo a Eastern, pero veté su idea, con la esperanza de extender mis alas un
poco. Una vez que terminó de hacer pucheros, se centró en la búsqueda de un
amigo de Shepley al cual presentarme.
El sano interés de Joseph hacia mí había superado sus expectativas.
Terminé rápidamente la prueba y me senté en las escaleras del edificio,
esperando a América. Cuando ella se dejó caer a mi lado en derrota, esperé a
que hablara.
— ¡Eso fue horrible! —Exclamó.
—Deberías de estudiar con nosotros. Joseph lo explica muy bien.
América gimió y apoyó la cabeza en mi hombro.
— ¡Tú no fuiste ayuda en absoluto! ¿No podrías haberme dado un guiño
de cortesía o algo así? —Enganché mi brazo alrededor de su cuello y caminé
con ella hasta nuestro dormitorio.
Durante la siguiente semana, Joseph me ayudó con mi trabajo de historia
y me tuteó en Biología. Nos paramos juntos escaneando la lista de
calificaciones fuera de la oficina del profesor Campbell. Mi número de
estudiante estaba a tres puntos de la cima.
— ¡La tercera calificación más alta en el examen! ¡Bien hecho, Pidge! —
Dijo, abrazándome. Sus ojos brillaban de emoción y orgullo, y un sentimiento
extraño me hizo dar un paso atrás.
—Gracias, Joe. No podría haberlo hecho sin ti. —le dije, tirando de su
camiseta.
Él me tiró sobre su hombro, abriéndose camino entre la multitud detrás
de nosotros. — ¡Abran paso! ¡Muévanse, gente! ¡Vamos a darle paso a esta
pobre mujer con un desfigurado, horrible y descomunal cerebro! ¡Ella es un
jodido genio!
Me reí ante las expresiones divertidas y curiosas de mis compañeros de
clase.
Como pasaban los días, nos vimos involucrados en los rumores sobre
una relación. La reputación de Joseph ayudó a calmar los chismes. Él nunca se
había quedado con una chica más de una noche, así que cuantas más veces se
nos veía junto, más gente entendía nuestra platónica relación por lo que era. A
pesar de las constantes preguntas de nuestro compromiso, el flujo de atención
que Joseph recibía de sus compañeros no cedió.
Él siguió sentándose a mi lado en historia y comiendo conmigo en el
almuerzo. No tomó mucho tiempo darme cuenta que me había equivocado
sobre él, incluso mostrándome defensiva ante a los que no conocían a Joseph
como yo lo hacía.
En la cafetería, Joseph puso una lata de jugo de naranja delante de mí.
—No tenías por qué haberlo hecho. Yo iba a tomar uno —dije,
quitándome la chaqueta.
—Bueno, ahora no tienes que hacerlo. —dijo, mostrando el hoyuelo en la
mejilla izquierda.
Brasil dio un resoplido. — ¿Ella te convirtió en mandilón, Joseph? ¿Qué
sigue después, abanicarla con una hoja de palmera, mientras usas un
Speedo?
Joseph le lanzó una mirada asesina y salté a su defensa. —Tú no podrías
llenar un Speedo, Brasil. Cierra tu estúpida boca.
— ¡Tranquila, _____! ¡Estaba bromeando! —dijo Brasil, levantado sus
manos.
—Sólo… no hables así de él. —le dije, frunciendo el ceño.
La expresión de Joseph era una mezcla de sorpresa y gratitud.
—Ahora sí que lo he visto todo. Acabo de ser defendido por una chica, —dijo, poniéndose de pie. Antes de irse con su bandeja, ofreció una mirada de advertencia a Brasil, y luego salió para reunirse junto a un pequeño grupo de fumadores
fuera del edificio.
Traté de no mirarlo mientras reías y hablaba. Todas las chicas en el
grupo sutilmente competían por el lugar al lado de él, América me golpeó con
el codo en las costillas cuando se dio cuenta de que mi atención estaba en otra
parte.
— ¿Qué ves, _____?
—Nada. No estoy mirando nada.
Apoyó la barbilla en la mano y sacudió la cabeza.
—Son tan obvias. Mira a la pelirroja. Ella ha pasado sus dedos por el
pelo tantas veces como parpadea. Me pregunto si Joseph se cansa de eso.
Shepley asintió con la cabeza.
—Lo hace. Todo el mundo piensa que es un imbécil, pero si supieran la cantidad de paciencia que hace frente a todas las chicas que piensan que lo pueden domar… él no puede ir a ninguna parte sin ser molestado. Confía en mí; él es mucho más amable de lo que yo lo sería.
—Oh, como si no te gustaría. —dijo América, besando la mejilla de
Shepley.
Joseph estaba terminado su cigarrillo fuera de la cafetería cuando pasé.
—Espera, Pidge. Te acompaño.
—No tienes que acompañarme a todas las clases, Joseph. Sé cómo llegar
por mí misma.
Joseph fue fácilmente distraído por una chica con pelo largo y negro y
una falda corta caminando mientras le sonrió. Él la siguió con la mirada y
asintió con la cabeza en la dirección de la chica, arrojando su cigarrillo.
—Te veré más tarde, Pidge.
—Sí. —dije, poniendo los ojos en blanco mientras él trotaba hacia la
chica.
El asiento de Joseph permaneció vacío durante la clase, y me encontré a
mí misma un poco enfadada con él por perder la clase por una chica a la que
no conocía. El Profesor Chaney terminó la clase temprano, y me apresuré por el
césped, consciente de que tenía que encontrarme con Finch a las tres para entregarle las notas de La Música de Sherri Cassidy. Miré mi reloj y apresuré el
paso.
— ¿______?
Parker corrió por el césped hasta llegar a mi lado. —No creo que nos
hemos conocido formalmente, —dijo, tendiéndome la mano—. Parker Hayes.
Tomé su mano y sonreí. —______ Abernathy.
—Estaba detrás de ti cuando recibiste tu calificación de biología.
Felicidades. —sonrió, metiendo las manos en los bolsillos.
—Gracias. Joseph ayudó, o habría estado al final de la lista, créeme.
—Oh, ustedes son…
—Amigos.
Parker asintió y sonrió. — ¿Te dijo que hay una fiesta este fin de
semana?
—Por lo general sólo hablamos de biología y comida.
Parker se echó a reír. —Eso suena como Joseph.
En la puerta de Morgan Hall, Parker escaneó mi cara con sus grandes
ojos verdes. —Deberías venir. Será divertido.
—Hablaré con América. No creo que tengamos ningún plan.
— ¿Son un paquete?
—Hemos hecho un pacto este verano. No asistiremos a ninguna fiesta sin
la otra.
—Inteligente. —asintió con la cabeza en señal de aprobación.
—Ella conoció a Shep en la clase de orientación, por lo que en realidad
no he tenido que estar junto a ella tanto. Esta será la primera vez que
necesitaré preguntarle, estoy segura que estará feliz de venir. —Me regañé
internamente. No sólo estaba balbuceando, sino que había hecho obvio que yo
no era invitada a fiestas.
—Genial. Nos vemos allí. —dijo. Él mostró su perfecta sonrisa de modelo
de Banana Republic con su mandíbula cuadrada y su piel naturalmente
bronceada, caminando por el campus.
Lo vi alejarse; él era alto, limpio, con una camisa apretada de vestir a
rayas y jeans. Su cabello ondulado y rubio oscuro rebotaba cuando caminaba.
Me mordí el labio, halagada por su invitación.
—Ahora, él es más tu tipo. —dijo Finch en mi oído.
—Él es lindo, ¿eh? —Le pregunté, sin poder dejar de sonreír. —Diablos, sí, él es lindo… en la posición de misionero o algo así.
— ¡Finch! —Grité, golpeándolo en el hombro.
— ¿Obtuviste las notas de Sherri?
—Sí, —dije, sacándolas de mi bolso. Él encendió un cigarrillo, lo sostuvo
entre los labios y miró hacia los papeles.
—Jodidamente brillante. —dijo, escaneando las páginas. Él las dobló y
guardó en su bolsillo—. Lo bueno es que las calderas de Morgan no están
funcionando. Necesitarás una ducha de agua fría después de recibir miradas
lascivas por ese alto chico.
— ¿Los dormitorios no tienen agua caliente? —Gemí.
—Eso es lo que cuentan. —dijo Finch, deslizando su mochila sobre su
hombro—. Me voy a Algebra. Dile a Mare que dije que no se olvide de mí este
fin de semana.
—Yo le diré. —me quejé, mirando las paredes de ladrillo antiguo de
nuestro dormitorio. Caminé a mi habitación, abrí la puerta y dejé caer mi
mochila al suelo.
—No hay agua caliente. —murmuró Kara desde su lado del escritorio.
—He oído.
Mi celular sonó, lo abrí para encontrarme con un mensaje de América
maldiciendo las calderas. Unos minutos después se oyó un golpe en la puerta.
América entró y se dejó caer sobre la cama, sus brazos cruzados. —
¿Pueden creer esta mierda? ¿Cuánto no estamos pagando y ni siquiera
podemos tomar una ducha con agua caliente?
Kara suspiró.
—Deja de quejarte. ¿Por qué no te quedas con tu novio? ¿No has estado quedándote con él, de todos modos?
Los ojos de América se enfocaron en Kara.
—Buena idea, Kara. El hecho de que seas una perra es útil a veces.
Kara mantuvo sus ojos en el monitor de su computadora, sin inmutarse
por el golpe de América.
América sacó su teléfono celular y envió un mensaje de texto con una
velocidad y precisión asombrosa. Su teléfono sonó, y ella me sonrió.
—Nos vamos a quedar con Shep y Joseph hasta que arreglen las calderas.
— ¿Qué? ¡No me quedaré! —Grité.
—Oh, sí que lo harás. No hay ninguna razón para que te quedes
atrapada aquí, congelándote en la ducha cuando Joseph y Shep tienen dos
baños en su apartamento.
—No he sido invitada.
—Yo te estoy invitando. Shep ya dijo que estaba bien. Puedes dormir en
el sofá… si es que Joseph no lo está utilizando.
— ¿Y si lo está usando?
América se encogió de hombros.
—Entonces puedes dormir en la cama de Joseph.
— ¡De ninguna manera!
Ella puso los ojos en blanco. —No seas un bebé, ______. Ustedes son
amigos, ¿verdad? Si él no ha intentado nada hasta ahora, no creo que lo hará.
Sus palabras hicieron que mi boca se cerrara. Joseph había estado a mí
alrededor en una u otra manera todas las noches durante semanas. Había
estado tan ocupada asegurándome de que todos notaran que sólo éramos
amigos, que no se me había ocurrido que él realmente sólo estaba interesado
en nuestra amistad. No estaba segura por qué, pero me sentí insultada.
Kara nos miró con incredulidad.
— ¿Joseph Maddox no ha intentado dormir contigo?
—Somos amigos. —le dije en tono defensivo.
—Lo sé, pero él ni siquiera ha… ¿intentado? Él ha dormido con todo el mundo.
—Excepto nosotras. —dijo América, mirándola—. Y tú.
Kara se encogió de hombros. —Bueno, nunca lo he conocido. Sólo he
oído rumores.
—Exactamente. —le espeté—. Ni siquiera lo conoces.
Kara regresó a su monitor, ajena a nuestra presencia.
Suspiré.
—Muy bien, Mare. Tengo que hacer las maletas.
—Asegúrate de empacar por unos días, quién sabe cuánto tiempo llevará
arreglar las calderas. —dijo, muy emocionada.
El temor se apoderó de mí como si estuviera a punto de entrar al
territorio del enemigo.
—Ugh… bien.
América saltó cuando me abrazó. — ¡Esto será tan divertido!
Media hora más tarde empacamos nuestras cosas en su Honda y nos
dirigimos al apartamento. América muy apenas tomó una respiración entre sus
divagaciones mientras conducía. Ella sonó la bocina cuando se estacionó frente al apartamento. Shepley corrió por las escaleras, y sacó nuestras maletas del
maletero, siguiéndonos por las escaleras.
—Está abierto. —resopló.
América abrió la puerta y la mantuvo abierta. Shepley gruñó cuando
puso nuestro equipaje en el suelo. — ¡Jesús, Bebé! ¡Tú maleta pesa nueve kilos
más que la de ______!
América y yo nos quedamos inmóviles cuando una mujer salió del cuarto
de baño, abotonándose la blusa.
—Hola. —dijo ella, sorprendida. Sus ojos llenos de rímel corrido nos
examinaron antes de observar el equipaje. La reconocí como la morena de
piernas largas que Joseph había seguido de la cafetería.
América miró a Shepley.
Él levantó las manos.
— ¡Ella está con Joseph!
Joseph apareció en la esquina en un par de calzoncillos y bostezó. Él miró
a su invitada, y luego le dio unas palmaditas en el espada.
—Mis invitadosestán aquí. Es mejor que te vayas.
Ella sonrió y echó los brazos alrededor de él, besando su cuello. —Voy a
dejar mi número de teléfono en el mostrador.
—Eh… no te preocupes por eso. —dijo Joseph en tono casual.
— ¿Qué? —Preguntó, inclinándose hacia atrás para mirarlo a los ojos.
— ¡Otra vez! —dijo América. Ella miró a la mujer—. ¿Cómo es que estás
sorprendida por esto? ¡Él es Joseph follador Maddox! Él es famoso por esto
mismo, y aun así se sorprenden. —dijo, volviéndose a Shepley. Él puso su
brazo alrededor de ella, haciendo un gesto para que se calmara.
La chica entrecerró los ojos hacia Joseph y luego agarró su bolso y salió,
cerrando la puerta detrás de ella.
Joseph caminó a la cocina y abrió la nevera como si nada hubiera pasado.
América negó con la cabeza y caminó por el pasillo. Shepley la siguió,
balanceando su cuerpo para compensar el peso de la maleta mientras
caminaba.
Me dejé caer sobre el sillón y suspiré, preguntándome si estaba loca por
haber aceptado venir. No sabía que el apartamento de Shepley era una puerta
giratoria para chicas cabezas huecas.
Joseph estaba detrás de la barra de desayuno, cruzó sus brazos sobre su
pecho y sonrió. — ¿Qué pasa, Pidge? ¿Día duro?
—No, estoy profundamente disgustada.
— ¿Conmigo? —Él estaba sonriendo. Debería haber sabido que él
esperaba esta conversación. Eso sólo me hizo menos dispuesta a detenerme.
—Sí, contigo. ¿Cómo puedes usar a alguien así como así y tratarlas de
esa manera?
— ¿Cómo la traté? Ella ofreció su número, yo me negué.
Mi boca se abrió ante su falta de remordimiento.
— ¿Tendrás relaciones sexuales con ella, pero no tomarás su número?
Joseph se inclinó sobre el mostrador con los codos. — ¿Por qué iba a
querer su número si no la iba a llamar?
— ¿Por qué dormir con ella si no la vas a llamar?
—No prometo nada a nadie, Pidge. Ella no estipuló una relación antes de
extender sus piernas en mi sofá.
Miré el sofá con repugnancia. —Ella es la hija de alguien, Joseph. ¿Qué
pasa si, en un futuro, alguien trata así a tu hija?
—Mi hija sabrá algo mejor que quitarse las bragas por un imbécil que
acaba de conocer, vamos a decirlo de esa manera.
Me crucé de brazos, enfadada de que él tuviera razón.
—Así que, además de admitir que eres un imbécil, estás diciendo que porque ella se acostó contigo, ¿ella merecía ser desechada como un gato callejero?
—Estoy diciendo que fui honesto con ella. Ella es un adulto, fue de
mutuo acuerdo… ella estaba un poco ansiosa al respecto si quieres saber la
verdad. Actúas como si he cometido un crimen.
—Ella no parecía entender tus intenciones, Joseph.
—Las mujeres suelen justificar sus acciones con lo que sus cabezas les
dicen. Ella no me dijo por adelantado que esperaba una relación más de lo que
yo le dije que esperaba sexo sin compromiso. ¿Cómo es diferente?
—Eres un cerdo.
Joseph se encogió de hombros. —Me han llamado peor.
Miré el sofá, los cojines todavía ladeados y amontonados por su uso
reciente. Retrocedí ante la idea de cuántas mujeres se han ofrecido a sí mismas
sobre esa tela.
—Creo que dormiré en el sillón reclinable. —me quejé.
— ¿Por qué?
Lo miré, furiosa por su expresión confusa.
— ¡No dormiré en esa cosa! ¡Dios sabe sobre lo que estaría acostándome!
Levantó mi equipaje del piso.
—No dormirás en el sofá o en el sillón reclinable. Tú dormirás en mi cama.
—La que es más antihigiénica que el sofá, estoy segura.
—Nunca ha estado nadie en mi cama aparte de mí.
Puse los ojos en blanco. — ¡Dame un descanso!
—Hablo absolutamente en serio. Las bolseo en el sofá. No las dejo entrar
a mi habitación.
— ¿Entonces por qué se me permite a mí en tu cama?
Una de las esquinas de su boca se levantó en una sonrisa traviesa.
— ¿Estás planeando tener sexo conmigo esta noche?
— ¡No!
—Por eso. Ahora levanta tu trasero malhumorado, toma tu ducha con agua caliente, y después podemos estudiar algo de Bio.
Lo miré por un momento y luego a regañadientes hice lo que él ordenó.
Me quedé bajo la ducha por mucho tiempo, dejando que el agua lavara mis
molestias. Masajeando el champú en mi pelo, suspiré por lo maravilloso que
era tomar una ducha en un baño no comunitario una vez más—sin sandalias,
sin neceser, sólo la mezcla relajante de agua y vapor.
La puerta se abrió y salté. — ¿Mare?
—No, soy yo. —dijo Joseph.
Automáticamente envolví mis brazos sobre las partes que no quería que
él viera. — ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Fuera!
—Olvidaste una toalla y he traído tu ropa, cepillo de dientes y una crema
extraña para el rostro que encontré en tu bolsa.
— ¿Buscaste entre mis cosas? —Grité. Él no respondió. En su lugar, oí
girar el grifo y el sonido de un cepillo de dientes contra dientes.
Me asomé por la cortina de plástico, sosteniéndola contra mi pecho.
—¡Fuera, Joseph!
Él me miró, con los labios cubiertos de espuma de pasta de dientes. —No
puedo ir a la cama sin cepillarme los dientes.
—Si te acercas a un metro de la cortina, te sacaré los ojos mientras
duermas.
—No voy a mirar, Pidge. —rió.
Esperé bajo el agua con los brazos bien envueltos sobre mi pecho. Él
escupió, gorgoteó y escupió de nuevo, luego la puerta se cerró. Enjuagué el
jabón de mi piel, me sequé tan rápido como me fue posible, y luego me puse la camiseta y shorts, colocándome mis gafas y cepillé un peine a través de mi
cabello. La crema hidratante de noche que Joseph había traído llamó mi
atención, y no pude evitar sonreír. Él era atento y agradable cuando lo quería
ser.
Joseph abrió la puerta otra vez. — ¡Vamos, Pidge! ¡Me estoy haciendo viejo!
Arrojé el peine en su dirección y él se agachó, cerrando la puerta y
riéndose durante el camino a su habitación. Me lavé los dientes y arrastré mis
pies por el pasillo, pasando el dormitorio de Shepley en el camino.
—Buenas noches, ______. —llamó América desde la oscuridad.
Dudé antes de golpear dos suaves golpes en la puerta de Joseph.
—Entra, Pidge. No tienes que tocar.
Él abrió la puerta y entré, viendo su cama de hierro negro paralela a la
línea de ventanas en el extremo de la habitación. Las paredes estaban
desnudas a excepción de un solitario sombrero encima de la cabecera. Casi
esperaba que su habitación estuviera cubierta de posters de mujeres semi
desnudas, pero ni siquiera vi un anuncio para una marca de cerveza. Su cama
era negra, su alfombra gris, todo lo demás en la habitación era blanco. Parecía
como si acabara de mudarse.
—Bonita pijama. —dijo Joseph, notando mi short a cuadros color amarillo
y azul marino y mi camisa de Eastern. Se sentó en la cama y le dio unas
palmaditas a la almohada a su lado
—Bien, ven. No voy a morderte.
—No te tengo miedo. —le dije, acercándome a la cama y dejando el libro
de biología junto a él—. ¿Tienes una pluma?
Él asintió con la cabeza hacia su mesa de noche. —Primer cajón.
Me estiré sobre la cama y abrí el cajón, encontrando tres bolígrafos, un
lápiz, un tubo de jalea KY, y un tazón de cristal lleno de paquetes de diferentes
marcas de condones. Asqueada, tomé una lapicera y cerré el cajón.
— ¿Qué? —Preguntó, dándole vuelta a una página del libro.
— ¿Robaste la clínica de salud?
—No. ¿Por qué?
Quité la tapa de la pluma, incapaz de mantener la expresión de asco
fuera de mi rostro. —Tu suministro de preservativos para toda la vida.
—Más vale prevenir que lamentar, ¿no?
Puse los ojos en blanco. Joseph regresó al libro, una irónica sonrisa
apareció en sus labios. Él leyó las notas para mí, resaltando los puntos
principales, mientras él me hacía preguntas y pacientemente explicaba lo que yo no entendía. Después de una hora, me quité las gafas y froté los ojos.
—Estoy muerta. No puedo memorizar una macromolécula más.
Joseph sonrió, cerrando el libro. —Muy bien.
Hice una pausa, sin estar segura sobre nuestros arreglos para dormir.
Joseph salió de la habitación y caminó por el pasillo, murmurando algo en la
habitación de Shepley antes de encender la ducha. Me envolví en la colcha y la
tiré hasta mi cuello, escuchando el ruido agudo del agua corriendo a través de
las tuberías.
Diez minutos más tarde, el agua se cerró y el piso crujió bajo los pasos
de Joseph. Echó a andar por la habitación con una toalla alrededor de sus
caderas. Él tenía tatuajes en ambos lados de su pecho, el arte tribal oscuro
cubriendo cada uno de sus abultados hombros. En su brazo derecho, las líneas
y los símbolos negros se extendían desde su hombro hasta la muñeca, en el
izquierdo, los tatuajes se detenían en su codo, con sólo una línea de escritura
en la parte inferior de su antebrazo. Intencionalmente me mantuve de espaldas
a él mientras que él se paró frente a su tocador y dejó caer la toalla para
ponerse un par de bóxers.
Después de apagar la luz, se metió en la cama junto a mí.
— ¿Dormirás aquí también? —Pregunté, volviéndome para mirarlo. La
luna llena fuera de la ventana oscureció su rostro.
—Bueno, sí. Esta es mi cama.
—Lo sé, pero… —Hice una pausa. Mis otras opciones eran el sofá o el
sillón reclinable.
Joseph sonrió y negó con la cabeza. — ¿Aún no confías en mí? Me
comportaré mejor que bien, lo juro. —dijo, levantando los dedos que estaba
segura los Boy Scouts de Estados Unidos nunca habían considerado usar.
No discutí, simplemente me di vuelta y puse mi cabeza en la almohada,
metiendo las sábanas detrás de mí para que hubiera una clara barrera entre
su cuerpo y el mío.
—Buenas noches, Pigeon. —susurró en mi oído. Podía sentir su aliento a
menta en mi mejilla, ocasionando que la piel se me pusiera de gallina. Gracias
a Dios que estaba lo suficientemente oscuro para que no pudiera ver mi
embarazosa reacción, o el rubor de mis mejillas. Parecía que acaba de cerrar los ojos cuando escuché el reloj despertador.
Estiré la mano para apagarlo, pero me sorprendí con horror cuando sentí piel cálida bajo mis dedos. Traté de recordar dónde estaba. Cuando la respuesta
llegó, me mortificó el hecho que Joseph pensara que lo había hecho a propósito.
— ¿Joseph? La alarma —susurré. Él aún no se movía—. ¡Joseph! —Dije,
dándole un codazo. Cuando todavía no se movía, me estiré a través de él,
buscando a tientas en la penumbra hasta que sentí la parte superior del reloj.
Sin saber cómo apagarlo, golpeé la cima del mismo hasta que pulsé el botón de
dormitar, y luego caí sobre mi almohada nuevamente.
Joseph se echó a reír.
— ¿Estabas despierto?
—Te prometí que me portaría bien. No dije nada al respecto de permitirte
acostarte sobre mí.
—No me acosté sobre ti, —protesté—. No podía alcanzar el reloj. Esa
tiene que ser la alarma más molesta que he oído. Suena como un animal
moribundo.
Estiró su mano y presionó un botón. — ¿Quieres desayuno?
Lo miré fijamente y luego sacudí la cabeza. —No tengo hambre.
—Bueno, yo sí. ¿Por qué no vienes conmigo a la cafetería que está cerca?
—No creo que pueda soportar tu falta de habilidad para conducir
temprano por la mañana. —le dije. Levanté mis pies por el lado de la cama y
los metí en mis pantuflas, arrastrándome a la puerta.
— ¿A dónde vas? —Preguntó.
—A vestirme e ir a clase. ¿Necesitas un itinerario mientras estoy aquí?
Joseph se estiró y luego caminó hasta mí en sus bóxers. — ¿Siempre eres
tan temperamental o ese malestar disminuirá una vez que creas que no estoy
creando algún elaborado plan para meterme en tus pantalones? —Sus manos
sujetaron mis hombros y sentí sus pulgares acariciar mi piel al unísono.
—No soy temperamental.
Se inclinó me susurró en mi oído. —No quiero acostarme contigo, Pidge. Te aprecio demasiado.
Pasó junto a mí para ir al baño, y que quedé allí, aturdida. Las palabras
de Kara se repetían en mi mente. Joseph Maddox dormía con todas; no pude
evitar sentirme deficiente al saber de qué él no tenía ganas de intentar dormir
conmigo.
La puerta se abrió de nuevo y América entró.
— ¡Arriba, arriba, levántate y brilla! —Sonrió, bostezando.
—Te pareces a tu madre, Mare. —me quejé, rebuscando en mi maleta.
—Oh… ¿alguien no durmió bien anoche?
—Él apenas respiró en mi dirección. —le dije mordazmente.
Una sonrisa iluminó el rostro de América. —Oh.
— ¿Oh, qué?
—Nada. —dijo ella, volviendo a la habitación de Shepley.
Joseph estaba en la cocina, tarareando una canción al azar mientras
cocinaba huevos revueltos. — ¿Estás segura que no quieres desayunar? —Me
preguntó.
Shepley y América entraron y Shepley tomó dos platos del gabinete,
sosteniéndolos mientras Joseph servía una porción en cada uno. Shepley puso
los platos en la barra, él y América se sentaron juntos, satisfaciendo el apetito
que probablemente gastaron la noche anterior.
—No me mires así, Shep. Lo siento, sólo que no quiero ir. —dijo América.
—Bebé, la Casa tiene una fiesta de parejas dos veces al año. —dijo
Shepley mientras masticaba—. Aún falta un mes. Tendrás tiempo de sobra
para encontrar un vestido y hacer todas esas cosas de chicas.
—Lo haría, Shep… es muy dulce… pero no voy a conocer a nadie allí.
—Muchas de las chicas que estarán no conocen a los demás. —dijo,
sorprendido por el rechazo.
Ella se dejó caer en su silla. —Las chicas perras de la hermandad son
invitadas a esas cosas. Todas se conocerán entre sí… será extraño.
—Vamos, Mare. No me obligues a ir solo.
—Bueno… ¿tal vez podrías buscar a alguien para que invite a ______? —
Dijo ella, mirándome y luego a Joseph.
Joseph levantó una ceja y Shepley negó con la cabeza.
—Joe no va a fiestas de parejas. Es algo a donde llevarías tu novia… y
Joseph no… ya sabes.
América se encogió de hombros. —Podemos conseguirle a alguien.
Entrecerré mis ojos en su dirección.
—Te puedo escuchar, sabes.
América usó la cara que ella sabía que no podía decir no.
— ¿Por favor, _____? Vamos a encontrarte un buen tipo que sea divertido
e ingenioso, y podrás asegurarte que sea guapo… ¡te prometo que pasarás un
buen rato! Y, ¿Quién sabe? Tal vez hasta se lleven bien.
Joseph lanzó el plato al fregadero. —Yo no he dicho que no la llevaría.
Puse los ojos en blanco. —No me hagas ningún favor, Joseph.
—Eso no es lo que quise decir, Pidge. Las fiestas de parejas son para
chicos con novias, y todo el mundo sabe que yo no hago eso de novias. Pero no
tendré que preocuparme de que tú esperes un anillo de compromiso después.
América hizo un puchero. — ¿Por fis, ____?
— ¡No me mires así! —Me quejé—. Joseph no quiere ir, yo no quiero ir… nosotros no seremos muy divertidos.
Joseph se cruzó de brazos y se apoyó en el fregadero.
—Yo no dije que no quería ir. Creo que sería divertido si los cuatro asistimos, —se encogió de hombros.
Los ojos de todos se centraron en mí y yo retrocedí. — ¿Por qué no
pasamos el rato aquí?
América puso mala cara y Shepley se inclinó hacia adelante. —Porque
tengo que ir, _____. Soy un estudiante de primer año; tengo que asegurarme de
que todo pase sin problemas, que todo el mundo tenga una cerveza en mano, y
cosas así.
Joseph cruzó la cocina y envolvió el brazo alrededor de mis hombros,
tirando de mí hacia él.
—Vamos, Pidge. ¿Quieres ir conmigo?
Miré a América, luego a Shepley y, finalmente, a Joseph.
—Sí. —suspiré.
América chilló y me abrazó, y sentí la mano de Shepley en mi espalda. —
Gracias, _____. —dijo Shepley.
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Después de esto les prometo un maratón. Pero que haya muchos comentarios, no sólo vistos. Gracias, besos
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
GRACIAS !pero puedes regalarme otro cap
y quiero saber cuando van a gustarse :P
SÍGUELA SÍ?!
y quiero saber cuando van a gustarse :P
SÍGUELA SÍ?!
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
AniitaRP4 escribió:NUEVA LECTORA!! :DD SIGUEEELAAAA!!:DDD
Hola bienvenida!
Ya la sigo ;)
Kati♥Lovejb
Página 1 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Temas similares
» Beautiful Disaster... {Joe&Tú}
» Beautiful Disaster
» Beautiful Disaster (Joe y Tú)
» Beautiful disaster.
» Beautiful Disaster. {Joe&Tú}
» Beautiful Disaster
» Beautiful Disaster (Joe y Tú)
» Beautiful disaster.
» Beautiful Disaster. {Joe&Tú}
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 1 de 7.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.