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Mensaje por issadanger Lun 15 Abr 2013, 9:14 am

MARATON 1/5

Capitulo 8 Parte 3

¿No había ninguna parte de su cuerpo por la que no se le hiciese la boca agua? Comenzaba a entender por qué el resto de sus invocadoras lo habían utilizado.
La idea de mantenerlo encerrado en una habitación durante un mes estaba empezando a resultarle muy tentadora.
Y además tenían aquellos grilletes…
— Bueno —dijo alejando su mente de aquella maravillosa y bronceada piel, y de lo bien que se vería si Joe estuviese totalmente desnudo y desparramado sobre su colchón—, está la mesa del comedor, pero puesto que la mayoría de las noches estoy sola, prefiero tomarme un tazón de sopa en el sofá.
Joe giró de forma magistral el tenedor sobre la cuchara, hasta que los tallarines estuvieron perfectamente enrollados.
— Necesitas a alguien que cuide de ti —le dijo antes de llevarse el tenedor a la boca.
______ se encogió de hombros.
— Yo me cuido sola.
— No es lo mismo.
______ lo miró ceñuda. Había algo en su voz que le indicaba que no lo decía desde el punto de vista machista. Joe hablaba desde el corazón y basándose en su propia experiencia.
— Supongo que todos necesitamos alguien que nos cuide, ¿verdad? —susurró ella.
Él giró la cabeza para ver la televisión, pero no antes de que _____ captara el destello del deseo en sus ojos. Ella lo observó mientras permanecía unos minutos atento a la película. Aun distraído, comía de forma impecable. _____ estaba toda cubierta de manchas de salsa, y él ni siquiera había dejado caer una sola gota.
— Enséñame cómo haces eso —le dijo.
Joe la miró con curiosidad.
— ¿El qué?
— Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo de los nervios. No consigo que mis tallarines acaben enrollados en el tenedor; se quedan todos sueltos y me pongo perdida.
— Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de tallarines gigantes que lo dejen todo hecho un asco, ¿verdad?
_____ se rió porque sabía que no hablaba precisamente de los tallarines.
— A ver, ¿cómo lo haces?
Joe tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.
— Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.
Y se deslizó entre el sofá y _____.
— Joe… —le advirtió ella.
— Sólo voy a enseñarte lo que quieres.
— Hum… —exclamó dubitativa. De todos modos, no podía evitar sentir su proximidad le calara hasta los huesos, hasta el alma. La calidez del pecho de Joe se extendió por su espalda cuando la rodeó con sus maravillosos brazos.
Al sentarse tras ella, él dobló las rodillas, de modo que quedaron a cada lado de su cuerpo y cuando se inclinó hacia delante, _____ notó su erección presionándole en la cadera. Esta vez no se sorprendió. Curiosamente, estaba empezando a acostumbrase.
Sentía el poder y la fuerza de Joe mientras su cuerpo fibroso y esbelto se acomodaba tras ella, dejándola sin aliento y muy insegura.
Unos sentimientos extraños e intensos comenzaron a extenderse en su interior, jamás le había ocurrido algo así. ¿Qué tenía Joe que le hacía sentirse tan protegida y feliz?
Si se trataba de la maldición, deberían cambiarle el nombre, porque no había nada malévolo en las sensaciones que la embargaban.
— Muy bien —le dijo Joe, y su aliento le rozó la oreja haciendo que una descarga eléctrica la traspasara. Al instante, le cogió las manos y los dos juntos sostuvieron los cubiertos.
Cerró los ojos, mientras aspiraba el dulce aroma a flores que desprendía el cabello de ______. Estaba empleando toda su fuerza de voluntad para concentrarse en la tarea de enseñarle a comer tallarines, y olvidarse de lo mucho que deseaba hacerle el amor.
Ella deslizó provocativamente los dedos entre los suyos, intensificando de ese modo las sensaciones que su piel cálida y suave producían en Joe. Un nuevo tipo de desesperación se adueñó de él. Una que no era capaz de nombrar. Sabía lo que quería de ella, y no se trataba sólo de su cuerpo.
Pero no se atrevía a pensar en eso.
No se atrevía a tener esperanzas.
_____ no estaba a su alcance. Su corazón se lo decía, y su alma. Ni todo el anhelo del mundo podría cambiar un hecho esencial: no se merecía una mujer como ella.
Jamás lo había merecido…
Abrió los ojos y le mostró el modo de usar la cuchara para ayudarse a enrollar los tallarines en el tenedor.
— ¿Ves? —murmuró, acercándole el tenedor a los labios—. Es sencillo.
Ella abrió la boca y Joe introdujo con cuidado el tenedor. Mientras lo sacaba, deslizándolo entre sus labios, sintió que experimentaba una nueva forma de tortura.
El corazón le latía a un ritmo frenético y salvaje, y su sentido común le decía que se alejara de ella.
Pero no podía. Llevaba tanto tiempo sin compañía. Tanto tiempo sin tener un amigo…
No podía dejarla ahora. No sabía cómo hacerlo.
Así que siguió dándole de comer.
_____ se reclinó entre sus brazos. Apartó las manos de las suyas y dejó que él tomara el control. Mientras masticaba los tallarines, cogió un trozo de pan y se lo ofreció a Joe. Él le mordisqueó los dedos al ponérselo en la boca.
_____ sonrió y le acarició el mentón mientras masticaba. ¡Uf! La forma en que se tensaba ese músculo bajo su mano… le encantaba cómo se movía su cuerpo, cómo se relajaban y se contraían sus músculos, por muy pequeño que fuese el esfuerzo.
Una mujer jamás podría cansarse de mirarlo.
Tomó un sorbo de vino y, mientras tanto, Joe le robó unos cuantos tallarines.
— ¡Oye, tú! —le dijo bromeando—. Eso es mío.
Sus celestiales ojos azules resplandecieron al sonreír, y le ofreció de nuevo el tenedor para que siguiera comiendo.
Mientras masticaba, _______ le acercó la copa de vino a los labios.
Desafortunadamente, no calculó bien y la alejó demasiado pronto, con lo que el vino se derramó por su barbilla y cayó sobre la camisa.
— ¡Lo siento! —exclamó, limpiándole la barbilla con los dedos. Su incipiente barba le raspaba la piel—. ¡Jesús! ¡La que he formado!
A él no pareció molestarle en absoluto. Le cogió la mano y se dedicó a lamer el vino que caía por sus dedos.
______ dejó escapar un gemido. Joe le lamía los dedos y los mordisqueaba con mucha suavidad, y ella se estremecía de la cabeza a los pies.
Uno a uno, los fue limpiando meticulosamente. Y cuando acabó, le alzó la barbilla y capturó sus labios.
Pero no fue el beso exigente y fiero al que ella estaba acostumbrada. El que utilizaba para seducirla y devorarla.
Éste fue suave y tranquilo. Tierno. Los labios de Joe eran delicados pero exigentes.
Entonces se alejó.
— ¿Aún tienes hambre? —le preguntó.
— Sí —balbució ______, sin referirse a la comida, sino a los apetitos que su cuerpo estaba experimentando junto a él.
Joe le ofreció más tallarines.
Cuando ella le acercó la copa nuevamente para calmar su sed, Joe le cubrió la mano con la suya mientras la observaba con ojos risueños.
Así siguieron, dándose de comer y deleitándose en su mutua compañía, hasta el final de la película. Joe pareció muy interesado en las luchas finales.
— Vuestras armas son fascinantes —comentó.
— Supongo que para un general deben serlo.
Él la miró de reojo y siguió atento a la película.
— ¿Qué es lo que más te gusta de Matrix?
— Las alegorías.
Él asintió.
— Tiene influencias de Platón.
— ¿Conoces a Platón? —le preguntó sorprendida.
— Lo estudié cuando era joven.
— ¿En serio?
No pareció divertido por la conversación.
— Se las arreglaban para enseñarnos unas cuantas cosas entre paliza y paliza.
— No estás hablando en serio, Joe.
— Ya.
Una vez acabó la película, la ayudó a recoger la cocina.
Cuando ella cargaba el lavavajillas, sonó el teléfono.
— No tardaré nada —le dijo mientras corría hacia la salita para contestar.
— ____, ¿eres tú?
Se quedó helada al escuchar la voz de Rodnay Carmichael.
— Hola, señor Carmichael —lo saludó fríamente.
En ese momento, habría matado a Luanne por marcharse de la ciudad.
Tan sólo había tenido una sesión con Rodney, el miércoles, pero había sido suficiente para hacer que deseara contratar a un detective privado que buscase a Luanne y la trajera de vuelta.
El tipo le daba escalofríos.
— ¿Dónde estuviste hoy, _____? No estarás enferma, ¿verdad? Podría llevarte…
— ¿No le cambió Lisa su cita?
— Sí, pero estaba pensando que podíam…
— Mire, señor Carmichael, no atiendo a mis pacientes en casa. Le veré a la hora de su sesión. ¿De acuerdo?
La línea se quedó en silencio.
— ¿______?
Ella saltó y chilló al escuchar la voz de Joe a su espalda.
Él la observaba con curiosidad, con una expresión que muy bien podría haber encontrado divertida si no hubiese estado tan aterrorizada.
— ¿Estás bien? —le preguntó él.
— Sí, lo siento —dijo, colgando el teléfono—. Era ese paciente del que te hablé. Rodney Carmichael. Me saca de quicio.
— ¿Qué?
— Que me pone muy nerviosa —por primera vez, agradecía muchísimo la presencia de Joe. De no estar él, se habría ido a casa de Selena y Bill, en busca de su hospitalidad durante el fin de semana—. Venga —le dijo mientras apagaba la luz de la cocina—. ¿Nos vamos arriba y empiezo a enseñarte a leer?
Joe negó con la cabeza.
— No abandonas, ¿verdad?

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Mensaje por issadanger Lun 15 Abr 2013, 9:24 am

MARATON 2/5

Capitulo 8 Parte 4

— No.
— Muy bien —le respondió, siguiéndola escaleras arriba—. Acepto que me des clases si te pones la negligé roj…
— No, no y no —dijo ella, deteniéndose en mitad de la escalera y girándose para mirarlo—. Me temo que eso no va a ser posible.
Él se acercó y acarició el pelo que le caía sobre el hombro.
— ¿No sabes que necesito una musa que me anime a aprender? ¿Y qué mejor musa que tú vestida con…?
______ le colocó los dedos sobre los labios para impedir que siguiera hablando.
— Si me pongo eso, dudo mucho que vayas a aprender algo que no sepas ya.
Él le mordisqueó los dedos.
— Prometo comportarme bien.
Sabiendo que era una idea pésima, dejó que la convenciera.
— Será mejor que te comportes —le advirtió, mirándole por encima del hombro mientras acababa de subir los escalones.
_____ entró en el enorme vestidor que su padre había convertido en biblioteca años atrás, y rebuscó en los estantes hasta encontrar su viejo cuento de Peter Pan.
Joe rebuscó en sus cajones hasta encontrar el deplorable atuendo.
Intercambiaron objetos en el centro de la habitación. _____ corrió hacia el cuarto de baño y se cambió de ropa pero, tan pronto como se contempló en el espejo, con la diáfana prenda roja, fue incapaz de moverse. ¡Puaj! Si Joe la veía con esas pintas saldría dando alaridos de la habitación.
Incapaz de soportar la humillación de verlo decepcionado por su cuerpo, se quitó la negligé y se puso su sencilla camisola rosa. Se envolvió en su grueso albornoz antes de regresar a la habitación.
Joe meneó la cabeza.
— ¿Por qué te has puesto eso?
— Mira, no soy idiota. No tengo el tipo de cuerpo que hace que los hombres babeen.
— ¿Qué estás intentando decirme?, ¿que eres un hombre?
Ella frunció el ceño ante su lógica.
— No.
— ¿Entonces cómo sabes que tu cuerpo no despierta el deseo de un hombre?
— Porque no soy ciega. ¿Vale? Los hombres no babean por mí del mismo modo que las mujeres hacen contigo. ¡Maldita sea!, me considero afortunada cuando se dan cuenta de que soy una mujer.
— _____ —masculló, levantándose. Se puso en pie y se detuvo a los pies de la cama—. Ven aquí —le ordenó.
Ella obedeció.
Joe la colocó exactamente enfrente del espejo de cuerpo entero.
— ¿Qué ves? —le preguntó.
— A ti.
Él le sonrió.
Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de ______.
— ¿Qué ves cuando te miras?
— Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos y comprarse un cargamento de crema antimanchas para hacer desaparecer las pecas.
A él no pareció hacerle gracia.
Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte delantera del albornoz, donde descansaba el nudo del cinturón.
— Déjame que te diga lo que yo veo —ronroneó justo sobre su oreja, mientras colocaba las manos sobre el cinturón, sin abrirlo—. Veo un hermoso cabello, oscuro como la noche. Suave y abundante. Tienes el cabello ideal para que caiga en cascada sobre el vientre desnudo de un hombre, para enterrar la cara en él y aspirar su aroma.
_____ empezó a temblar.
— Tienes un rostro con forma de corazón, semejante al de un pequeño diablillo, con labios llenos y sensuales que piden a gritos ser besados. Y con respecto a tus pecas, son fascinantes. Añaden un toque juvenil a tu encanto que te hace única e irresistible.
No sonaba tan mal dicho por él.
Le desabrochó el albornoz e hizo una mueca ante la visión de la camisola rosa. Abriéndolo del todo, siguió hablando.
— ¿Qué tenemos aquí? —masculló, devorándola con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, Joe le bajó el albornoz por los brazos y lo dejó caer al suelo, a sus pies. Volvió a apoyar la barbilla en su hombro mientras sus ojos la contemplaban a través del espejo.
Le alzó la camisola.
— Joe —dijo ella, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. ______ no pudo moverse, ya que la pasión y la ternura que se reflejaban en los ojos de Joe la sumieron en un estado de trance.
— Quiero verte, —le dijo en un tono que dejaba a las claras que no admitiría un no por respuesta.
Antes de poder volver a pensar con claridad, él le quitó la camisola y pasó sus manos sobre la piel desnuda de su estómago.
— Tus pechos no son pequeños —susurró, incorporándose tras ella—. Tienen el tamaño perfecto para la mano de un hombre —y para demostrar su afirmación, acercó las manos y los cubrió con ellas.
— Joe —balbució ______ con un gemido y el cuerpo abrasado—. Recuerda tu promesa.
— Me estoy comportando bien —respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, ______ observó sin aliento en el espejo cómo Joe dejaba sus pechos y le acariciaba las costillas, descendiendo hasta las caderas y una vez allí, metía las manos bajo el elástico de sus braguitas.
— Tienes un cuerpo hermoso, _____ —le dijo mientras le acariciaba el pubis.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. Joe le mordisqueó el cuello mientras sus manos jugueteaban con los rizos oscuros de su entrepierna.
— Joe —lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora no sería capaz de hacerlo más tarde.
— ¡Shh! —le dijo al oído—. Ya te tengo.
Y, entonces, separó los tiernos pliegues de su cuerpo y acarició su sexo.
______ gimió, consumida por la pasión. Joe capturó sus labios y la besó plena y profundamente.
De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos para saborearlo mejor.
La levantó del suelo, sin abandonar sus labios, mientras la llevaba hasta la cama. De algún modo, se las arregló para acomodarla sobre el colchón y tumbarse sobre ella sin dejar de besarla.
Ciertamente tenía un gran talento.
Y ¡uf!, ____ se sentía arder con sus caricias. Con su aroma escandalosamente sensual. Con la sensación de su cuerpo tendido junto a ella. Comenzó a temblar de pies a cabeza mientras él le separaba los muslos con las rodillas y se colocaba, aún vestido, sobre ella.
Sentir su peso era algo maravilloso. Su cuerpo duro y viril, mientras restregaba sus esbeltas caderas contra ella. Aun a través de los vaqueros, podía sentir su erección presionando sobre su entrepierna. Como si estuviesen atraídas por un imán, sus caderas se alzaron acompasándose al movimiento de Joe.
— Eso es, _____ —murmuró sobre sus labios, mientras seguía rozando su miembro hinchado contra ella, de un modo tan magistral que ______ supo que ya habría llegado al clímax si estuviese dentro de ella—. Siente mis caricias. Siente mi deseo por ti, sólo por ti. No luches contra él.
____ volvió a gemir cuando Joe abandonó sus labios y dejó un abrasador reguero de besos por su garganta, hasta llegar a sus pechos, que comenzó a succionar con suavidad.
______ deliraba de placer mientras enterraba las manos en los rizos rubios de Joe.
Él atormentó implacablemente sus pechos con la lengua.
Todo su cuerpo temblaba por el tremendo esfuerzo que le suponía mantenerse vestido. Quería introducirse en ella con tanta desesperación que su cordura se desvanecía poco a poco.
Con cada envite de sus caderas contra las de ______, le daban ganas de gritar por la agonía del deseo insatisfecho. Era la tortura más deliciosa que jamás había experimentado.
Y todo empeoró al sentir a _____ deslizar las manos por su espalda, e introducirlas en sus bolsillos traseros para acercarlo aún más, apretándolo con fuerza.
Joe se estremeció ante la sensación.
— ¡Sí, oh, sí! —jadeaba _____ cuando él aumentó el ritmo de sus embestidas.
Joe sintió que todo le daba vueltas. Tenía que hundirse en ella. Y si no podía hacerlo de una manera, por todos los templos de Atenas que lo haría de otra.
Se apartó de ella y se movió hacia abajo, pasando los labios por su estómago y besándole las caderas mientras le quitaba las braguitas.
______ temblaba de pies a cabeza al sentir el poder que él ostentaba en ese momento.
— Por favor —le suplicó, incapaz de soportarlo más.
Le apartó los muslos con los codos. _______ se lo permitió sin protestar. Colocó las manos bajo ella y le elevó las caderas hasta que le pasó las piernas por encima de sus hombros.
Los ojos se le abrieron de par en par en el mismo instante en que Joe la tomó en la boca.
______ enterró las manos en el cabello de él y echó la cabeza hacia atrás, siseando de placer ante las caricias tan íntimas que la lengua de Joe le prodigaba. Jamás había experimentado algo así. Una y otra vez, penetrándola con la lengua implacablemente, él la lamía, la atormentaba, hurgaba en su interior hasta dejarla sin aliento, exhausta.
Joe cerró los ojos y gruñó cuando probó su sabor. Y disfrutó de la sensación. Los murmullos de placer que escapaban de la garganta de ______ resonaban en sus oídos. Percibía cómo ella reaccionaba ante cada caricia sensual de su lengua, cuidadosamente ejecutada. De hecho, sentía como le temblaban los muslos y las nalgas, como se estremecían contra sus hombros y sus mejillas.
______ se retorcía de modo muy erótico en respuesta a sus caricias.
Con la respiración entrecortada, Joe quiso mostrarle exactamente lo que se había estado perdiendo. Cuando saliera de la habitación esa noche, _____ no volvería a encogerse de temor ante sus caricias.
Ella gimoteó cuando movió la mano despacio para introducir el pulgar en su vagina, mientras continuaba lamiéndola.
— ¡Joe! —jadeó con un involuntario estremecimiento de su cuerpo.
Él movió el dedo y la lengua aún más rápido, más profundo, aumentando la presión mientras giraba y giraba. _____ sentía que la cabeza le daba vueltas por el roce de la barba de Joe en sus muslos, en su sexo.
Y, cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, alcanzó el clímax de forma tan violenta que echó la cabeza hacia atrás y gritó mientras su cuerpo se convulsionaba por las continuas oleadas de placer.
Pero Joe no se detuvo, siguió prodigándole caricias hasta que tuvo otro nuevo orgasmo, casi seguido al primero.
La tercera vez que le ocurrió pensó que moriría.



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Mensaje por issadanger Lun 15 Abr 2013, 9:30 am

MARATON 3/5

Capitulo 8 Parte 5

Débil, y totalmente saciada, sacudía la cabeza a uno y otro lado, sobre la almohada, mientras él continuaba su implacable asalto.
— Joe, por favor —le suplicó mientras su cuerpo seguía experimentando continuos espasmos por sus caricias—. No puedo más.
Sólo entonces, él se apartó.
_____ se sentía palpitar desde la cabeza hasta los pies, y respiraba entrecortadamente. Jamás había conocido un placer tan intenso.
Joe trazó una senda de besos desde sus muslos hasta su garganta, y allí se quedó.
— Dime la verdad, _____ —le dijo al oído—. ¿Has sentido algo así antes?
— No —susurró ella con honestidad; dudaba que muchas mujeres hubiesen conocido algo semejante a lo que ella acababa de experimentar. Quizás no hubiese ninguna—. No tenía ni idea de que pudiese ser así.
Con una mirada hambrienta, Joe la contempló como si quisiese devorarla.
Ella sintió la presión de su erección sobre la cadera y cayó en la cuenta que él no había llegado al orgasmo. Había mantenido su promesa.
Con el corazón latiéndole frenético ante el descubrimiento, quiso proporcionarle lo mismo que ella acababa de vivir. O al menos, algo que se le aproximara.
Bajando la mano, comenzó a desabrocharle los pantalones.
Joe le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma con mucha ternura.
— Tu intención es buena, pero no te molestes.
— Joe —le dijo en tono de reproche—. Sé que es muy doloroso para un hombre si no se…
— No puedo —insistió él, interrumpiéndola de nuevo.
____ lo miró ceñuda.
— ¿Que no puedes qué?
— Tener un orgasmo.
______ abrió la boca, atónita. ¿Estaría diciendo la verdad? De todos modos, sus ojos tenían una expresión mortalmente seria.
— Es parte de la maldición —le explicó él—. Puedo darte placer, pero si me tocas justo ahora, sólo conseguirás hacerme más daño.
Sufriendo por él, le acarició la mejilla.
— Entonces, ¿por qué…?
— Porque quería hacerlo.
No lo creía. No. Apartó la mano de su rostro y miró hacia otro lado.
— Querrás decir porque tenías que hacerlo. Por la maldición también, ¿no es cierto?
Él la cogió por la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos.
— No. Estoy luchando contra la maldición, si no fuese así, estaría dentro de ti ahora mismo.
— No lo entiendo.
— Yo tampoco —le confesó mirándola a los ojos, como si buscase en ella la respuesta—. Acuéstate conmigo —susurró—. Por favor.
_____ hizo una mueca de dolor ante el sufrimiento que destilaba aquella sencilla petición. Su pobre Joe. ¿Qué le habían hecho? ¿Cómo podían hacerle eso a alguien como él?
Joe cogió el libro y se lo dio a _______.
— Léeme.
Ella abrió el cuento mientras él colocaba las almohadas en el cabecero de la cama.
Se estiró en el colchón e hizo que ______ se tumbara a su lado. Sin decir una sola palabra, tiró de la manta y la rodeó en un tierno gesto con su brazo.
El olor a sándalo la asaltó de nuevo, mientras comenzaba a leerle la historia de Wendy y Peter Pan.
Estuvieron así durante una hora.
— Me encanta tu voz. Tu forma de hablar —le dijo mientras ______ se detenía para pasar una página.
Ella sonrió.
— Debo decir lo mismo de ti. Tienes la voz más cautivadora que he escuchado jamás.
Joe le quitó el libro de las manos y lo dejó sobre la mesita de noche. _____ alzó la mirada hasta sus ojos. El deseo los hacía más brillantes, y la contemplaba con un anhelo que la dejó sin respiración.
Entonces, para su asombro, la besó suavemente en la punta de la nariz.
Alargó el brazo, cogió el mando a distancia y bajó las luces hasta dejar la habitación en penumbra. ____ no sabía qué decir mientras él se acurrucaba tras ella y la abrazaba por la espalda.
Joe le apartó el pelo de la cara y apoyó la cabeza en la almohada, al lado de la suya.
— Me encanta tu olor —le susurró, abrazándola con fuerza.
— Gracias —respondió ella en un murmullo.
No estaba segura, pero le daba la impresión de que Joe sonreía.
Se acurrucó aún más, acercándose a la calidez de su cuerpo, pero los vaqueros le rasparon las piernas.
— ¿No estás incómodo vestido? ¿No deberías cambiarte de ropa?
— No —contestó tranquilamente—. De este modo, sé que mi cucharilla permanecerá alejada de tu…
— Ni se te ocurra decirlo —dijo con una carcajada—. No te ofendas, pero tu hermano es asqueroso.
— Sabía que había una razón para que me gustaras tanto.
____ le quitó el mando a distancia de las manos.
— Buenas noches, Joe.
— Buenas noches, cariño.
_____ apagó la luz.
Al instante, notó cómo Joe se tensaba. Su respiración se convirtió en un jadeo entrecortado y se apartó de ella.
— ¿Joe?
Él no contestó.
Preocupada, ______ encendió la luz para poder verle. Se abrazaba con fuerza el torso, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la frente cubierta de sudor y una mirada aterrada y salvaje mientras se esforzaba por respirar.
— ¿Joe?
Él observó la habitación como si acabara de despertar de una pesadilla espantosa. ____ vio cómo alzaba un brazo y colocaba la mano en la pared, para asegurarse que todo era real, no una alucinación.
Se humedeció los labios, se pasó la mano por el pecho y tragó saliva.
Y entonces, _____ lo entendió.
La oscuridad. Por eso no había apagado las luces, sino que había bajado la intensidad.
— Lo siento Joe, no lo sabía.
Él seguía sin hablar.
_____ lo abrazó, sorprendida de que un hombre tan fuerte buscase consuelo en ella como si no pudiese hacer otra cosa. Joe apoyó la cabeza sobre sus pechos.
Con los dientes apretados, _____ sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Y en ese instante supo que jamás le dejaría regresar a ese libro. Nunca.
De algún modo, romperían la maldición. Y, cuando todo hubiese acabado, esperaba que Joe pudiese vengarse del responsable de su sufrimiento.

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Un amante de Ensueño (Joe y tu) TERMINADA - Página 10 Empty Re: Un amante de Ensueño (Joe y tu) TERMINADA

Mensaje por issadanger Lun 15 Abr 2013, 9:39 am

MARATON 4/5

Capítulo 9


_____ permaneció inmóvil durante horas, escuchando la respiración tranquila y acompasada de Joe, mientras dormía a su lado. Había colocado una pierna entre sus muslos y le rodeaba la cintura con un brazo.
La sensación de su cuerpo, envolviéndola, la hacía palpitar de deseo.
Y su olor…
Lo que más le apetecía en esos momentos era darse la vuelta y enterrar la nariz en el aroma cálido y amaderado de su piel. Nadie la había hecho sentirse así jamás. Tan querida, tan segura.
Tan deseable.
Y se preguntaba cómo era posible, teniendo en cuenta que apenas se conocían. Joe llegaba a una parte de su interior que iba más allá del mero deseo físico.
Era tan fuerte, tan autoritario… Y tan divertido. La hacía reír y le encogía el corazón.
Alargó el brazo y pasó los dedos con suavidad por la mano que tenía colocada justo bajo su barbilla. Tenía unas manos preciosas. Largas y ahusadas. Aun relajadas durante el sueño, su fuerza era innegable. Y la magia que obraban en su cuerpo…
Un milagro.
Pasó el pulgar por su anillo de general y comenzó a preguntarse cómo habría sido Joe entonces. A menos que la maldición hubiese alterado su apariencia física, no parecía ser muy mayor, no aparentaba más de treinta.
¿Cómo podría haber liderado un ejército a una edad tan temprana? Pero claro, Alejandro Magno apenas si tenía edad para afeitarse cuando comenzó sus campañas.
Joe debía haber tenido una apariencia magnífica en el campo de batalla. ____ cerró los ojos e intentó imaginárselo a caballo, cargando contra sus enemigos. Podía ver una vívida imagen del general vestido con la armadura y con la espada en alto mientras luchaba cuerpo a cuerpo con los romanos.
— ¿Jasón?
____ se tensó al escuchar el murmullo. Joe estaba dormido.
Giró sobre el colchón y lo miró.
— ¿Joe?
Él adoptó una postura rígida y comenzó a hablar en una confusa mezcla de inglés y griego clásico.
— ¡No! ¡Okhee! ¡Okhee! ¡No! —y se incorporó hasta quedar sentado en la cama.
____ no podía saber si estaba dormido o despierto.
Le tocó el brazo instintivamente y, lanzando una maldición, él la agarró con fuerza y tiró de ella hasta ponerla sobre sus muslos. Después volvió a arrojarla a la cama, con una mirada salvaje y los labios fruncidos.
— ¡Maldito seas! —gruñó.
— Joe —jadeó ____, luchando por liberarse mientras él la agarraba con más fuerza por el brazo—. ¡Soy yo, _____!
— ¿____? —repitió con el ceño fruncido, intentando enfocar la mirada.
Se apartó de ella parpadeando. Alzó las manos y las observó como si fuesen dos apéndices extraños que no hubiese visto jamás. Después clavó los ojos en _____.
— ¿Te he hecho daño?
— No, estoy bien. ¿Y tú?
Él no contestó.
— ¿Joe? —dijo mientras le tocaba.
Se alejó de ella como si se apartase de una criatura venenosa.
— Estoy bien. Era un mal sueño.
— ¿Un mal sueño o un mal recuerdo?
— Un mal recuerdo que me persigue en sueños —murmuró con la voz cargada de dolor, y se levantó—. Debería dormir en otro sitio.
_____ lo cogió por el brazo antes de que pudiera marcharse y lo acercó de vuelta a la cama.
— ¿Eso es lo que siempre hiciste en el pasado?
Él asintió.
— ¿Le has contado tus pesadillas a alguien?
Joe la miró horrorizado. ¿Por quién lo había tomado?
¿Por un niño llorón que necesitaba a su madre?
Siempre había guardado la angustia en su interior. Como le habían enseñado. Sólo durante las horas de sueño los recuerdos podían traspasar las barreras que él mismo había erigido. Sólo cuando dormía era débil.
En el libro no había nadie que pudiera resultar herido cuando le asaltaba la pesadilla. Pero una vez liberado de su confinamiento, sabía que no era muy inteligente dormir al lado de alguien que podía acabar inadvertidamente herido mientras estaba atrapado en el sueño.
Podría matarla de forma accidental.
Y esa idea lo aterrorizaba.
— No —susurró—. No se lo he contado nunca a nadie
— Entonces, cuéntamelo a mí.
— No —respondió con firmeza—. No quiero volver a vivirlo.
— Si lo revives cada vez que sueñas, ¿cuál es la diferencia? Déjame entrar en tus sueños, Joe. Déjame ayudarte.
¿Podría hacerlo? ¿Podría tener esperanza?
Sabes que no.
Pero aún así…
Quería purgar los demonios. Quería dormir una noche completa libre del tormento, con un sueño tranquilo.
— Cuéntamelo —insistió suavemente.
_____ percibía su renuencia mientras se unía a ella en la cama. Permaneció sentado en el borde, con la cabeza entre las manos.
— Ya me has preguntado qué hice para que me maldijeran. Lo hicieron porque traicioné al único hermano que jamás he conocido. La única familia que he tenido en la vida.
La angustia de su voz caló muy hondo en ____. Deseaba desesperadamente acariciarle la espalda, para reconfortarlo, pero no se atrevió por si él volvía a apartarse de nuevo.
— ¿Qué hiciste?
Joe se mesó el cabello y dejó enterrado el puño en él. Con la mandíbula más rígida que el acero y la mirada fija en la alfombra contestó:
— Permití que la envidia me envenenase.
— ¿Cómo?
Permaneció callado un rato antes de volver a hablar.
— Conocí a Jasón poco después de que mi madrastra me enviase a vivir a los barracones.
____ apenas si recordaba una conversación con Selena en la que le explicaba que los barracones espartanos eran los lugares donde se obligaba a vivir a los niños, alejados de sus hogares y de sus familias. Siempre se los había imaginado como una especie de internado.
— ¿Cuántos años tenías?
— Siete.
Incapaz de imaginar que la obligaran a apartarse de sus padres a esa edad, _____ jadeó.
— No había nada de raro en la decisión —dijo él sin mirarla—. Y era grande para mi edad. Además, la vida en los barracones era infinitamente mejor que la que llevaba junto a mi madrastra.
_____ percibía el veneno que destilaba su voz y se preguntó cómo habría sido la mujer.
— ¿Entonces, Jasón vivía contigo en los barracones?
— Sí —murmuró él—. Cada barracón estaba dividido en grupos, y cada uno elegía a un líder. Jasón era el líder de mi grupo.
— ¿Qué hacían esos grupos?
— Éramos una especie de unidad militar. Estudiábamos, limpiábamos nuestro barracón, pero sobre todo, nos las apañábamos entre todos para poder sobrevivir.
____ se sobresaltó ante esa palabra tan dura.
— ¿Sobrevivir a qué?
— Al estilo de vida espartano —contestó Joe con voz áspera—. No sé si conoces algo sobre las costumbres de la gente de mi padre, pero no vivían con los lujos habituales del resto de los griegos.
» Los espartanos sólo querían una cosa de sus hijos: que nos convirtiéramos en la fuerza militar más impresionante del mundo antiguo. Para prepararnos, nos enseñaban a sobrevivir con las necesidades más básicas. Nos daban una sola túnica que debíamos conservar durante todo un año, y si se estropeaba, la perdíamos, o acababa por quedarnos pequeña, nos quedábamos sin ella. Teníamos que hacernos nuestra propia cama. Y una vez que llegábamos a la pubertad, no se nos permitía llevar ningún tipo de calzado.
Se rió con amargura.
— Aún puedo recordar cómo me dolían los pies durante el invierno. Teníamos prohibido encender fuego, y tampoco podíamos taparnos con una manta, así es que nos envolvíamos los pies con harapos para evitar que se nos congelaran durante la noche. Por la mañana sacábamos los cadáveres de los chicos que habían muerto de frío.
_____ se encogió de espanto ante el mundo que Joe describía. Intentaba imaginarse cómo debía haber sido vivir así. Peor aún, recordó el berrinche que pilló a los trece años porque se encaprichó de unos zapatos de ochenta dólares que, según su madre, eran demasiado para ella; y a la misma edad, Joe habría estado buscando harapos. La injusticia de aquello la hacía pedazos.
— Sólo erais niños.
— Jamás fui un niño —le contestó con sencillez—. Pero eso no era todo, lo peor era que apenas nos daban de comer. Estábamos obligados a robar o a morir de hambre.
— ¿Y los padres lo permitían?
Él la miró por encima del hombro; sus ojos tenían una expresión irónica.
— Lo consideraban un deber cívico. Y, puesto que mi padre era el stratgoi de Esparta, la mayoría de los profesores y de los chicos me despreciaron desde el primer momento. Me daban mucha menos comida que al resto.
— ¿Qué era tu padre? —le preguntó, no acababa de comprender el término griego que Joe había empleado.
— El general supremo, si lo prefieres —inspiró profundamente y continuó—. A causa de su posición, y de su reputación de hombre cruel, yo era un paria para mi grupo. Mientras ellos se unían para poder robar comida, a mí me dejaban de lado, y tenía que ingeniármelas para sobrevivir. Un día, pescaron a Jasón robando comida. Cuando regresaron a los barracones iban a castigarlo. Así es que di un paso al frente y me eché toda la culpa.
— ¿Por qué?
Joe se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
— Estaba tan débil por la paliza anterior que pensé que no viviría si le daban otra.
— ¿Y por qué le habían golpeado antes?
— Era el modo de empezar el día. Tan pronto como nos sacaban a rastras de las camas, nos daban una buena tunda.
_____ hizo una mueca de dolor.
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Mensaje por issadanger Lun 15 Abr 2013, 9:51 am

MARATON 5/5

Capitulo 9 Parte 2

— Entonces, ¿por qué dejaste que te pegaran en su lugar, si tú también estabas herido?
— Siendo el hijo de una diosa, aguantaba las palizas más duras.
Ella cerró los ojos mientras recordaba las palabras que Selena había dicho esa misma tarde. Esta vez, no pudo resistir el impulso de acercarse a él. Le puso la mano sobre el bíceps. Joe no se apartó. Al contrario, le cubrió la mano con la suya y le dio un ligero apretón.
— Desde ese día en adelante, Jasón me consideró su hermano, e hizo que los demás me aceptaran. Aunque mi madre y mi padre tenían otros hijos, nunca había tenido un hermano antes.
Ella sonrió.
— ¿Qué ocurrió después?
El bíceps se contrajo bajo su mano.
— Decidimos aunar fuerzas para conseguir lo que necesitábamos. Él distraía a la gente y yo robaba; así, si nos pillaban, yo me llevaba los golpes.
¿Por qué? Tenía _____ en la punta de la lengua, pero se la mordió. En el fondo, conocía la respuesta: Joe estaba protegiendo a su hermano.
— El tiempo fue pasando —continuó él—, y noté que su padre salía furtivamente del pueblo para observarlo de lejos. El amor y el orgullo en su rostro eran algo indescriptible. Su madre hacía lo mismo. Se suponía que debíamos apañárnoslas para conseguir comida, pero algunos días, Jasón encontraba cosas que sus padres le habían dejado. Pan fresco, langosta asada, una jarra de leche… y a veces, dinero.
— Qué tierno.
— Sí, lo era; pero cada vez que me daba cuenta de lo que hacían por él, la realidad me destrozaba. Quería que mis padres sintieran lo mismo por mí. Habría dado gustoso mi vida porque mi padre me mirara una sola vez sin odio; o porque mi madre se preocupara por mí lo justo para venir a verme. Lo más cerca que he estado nunca de ella fue en su templo de Thimaria. Solía pasar horas contemplando su estatua, y preguntándome si era así realmente. Preguntándome si pensaba alguna vez en mí.
_____ se sentó tras él, lo abrazó por la cintura y puso la barbilla sobre su hombro.
— ¿Nunca viste a tu madre cuando eras pequeño?
Él le rodeó los brazos con los suyos y echó la cabeza hacia atrás, hasta dejarla reposar sobre el hombro de _____. Ella sonrió ante el gesto. Aunque estuviese tenso y nervioso, le estaba confiando cosas que jamás había compartido con otra persona.
Y saberlo le proporcionaba una sensación de increíble intimidad.
— No la he visto nunca —confesó en voz baja—. Me enviaba a otros, pero ella jamás se ha presentado ante mí. Sin importar lo mucho que le implorara, siempre se negaba. Después de un tiempo, dejé de pedírselo. Y al final, también dejé de entrar en sus templos.
_____ le plantó un beso tierno en el hombro. ¿Cómo podía su madre haberlo ignorado? ¿Cómo podía ser capaz una madre de no atender el ruego de un hijo?
Pensaba en sus propios padres. En el amor y la ternura que le habían prodigado. Y, por primera vez, después de tantos años, se dijo que sus sentimientos con respecto a su trágica muerte estaban totalmente equivocados. Siempre había pensado que habría sido mucho mejor no conocer su cariño para no perderlo de modo tan cruel.
Pero no era así. Aunque los recuerdos de su infancia y de sus padres eran agridulces, la reconfortaban.
Joe no había conocido nunca la ternura de un abrazo. La seguridad de saber que, hiciese lo que hiciese, sus padres siempre estarían allí.
No podía imaginar cómo habría sido crecer del modo que él lo hizo.
— Pero tenías a Jasón —le susurró, preguntándose si habría sido suficiente para él.
— Sí. Tras la muerte de mi padre, cuando yo tenía catorce años, Jasón fue lo bastante amable como para dejarme ir a su casa cuando nos daban permiso. Fue en una de esas visitas cuando vi por primera vez a Penélope.
_____ sintió una pequeña punzada de celos al escuchar el nombre de su esposa.
— Era tan hermosa… —murmuró él— y estaba prometida a Jasón.
_____ se quedó paralizada ante sus palabras.
¡Oh! La cosa no iba bien.
— Peor aún —le dijo acariciándole el brazo con suavidad—, estaba enamorada de él. Cada vez que íbamos de permiso, se arrojaba en brazos de Jasón para besarlo. Le decía lo mucho que significaba para ella. Cuando nos marchábamos, le pedía en voz baja que tuviese cuidado, y le dejaba comida para que la encontrase.
Joe se detuvo mientras recordaba la imagen de Jasón cuando volvía a los barracones con los regalos de Penélope.
«Algún día te casarás, Joe» decía su amigo mientras hacía gala de los obsequios «pero jamás tendrás una esposa como la mía para calentarte la cama.»
Aunque su amigo no lo dijese, Joe conocía el motivo de que hablara así. Ningún padre responsable entregaría a su hija en matrimonio a un hombre desheredado, sin familia que lo reconociese.
Cada vez que su amigo pronunciaba esas palabras, su alma se hacía pedazos. Había ocasiones en las que sospechaba que Jasón echaba sal en sus heridas debido a los celos. Penélope lo miraba más de la cuenta cuando pensaba que su prometido no lo notaba. Puede que él tuviese su corazón, pero al igual que el resto de las mujeres, ella se lo comía con los ojos cada vez que estaba cerca.
Por ese motivo Jasón dejó de invitarlo a su casa. Y que le prohibieran regresar al único hogar que había conocido, acabó por destrozarlo.
— Debería haber dejado que se casaran —siguió Joe, mientras pasaba el brazo por la cabeza de ____ y enterraba el rostro en su cuello para inhalar el dulce aroma de su piel—. Entonces lo sabía, pero no podía soportarlo. Año tras año, vería cómo ella lo amaba. Vería cómo su familia lo adoraba, mientras yo no tenía un hogar donde acudir.
— ¿Por qué? —preguntó ____—. Has dicho que tenías hermanos, ¿no te habrían dejado quedarte con ellos?
Él negó con la cabeza.
— Los hijos de mi padre me odiaban a muerte. Su madre me habría permitido quedarme con ellos, pero me negaba a pagar el precio que pedía a cambio. No tenía nada en aquellos días, excepto mi dignidad.
— Ahora también la tienes —murmuró ella, abrazándolo con más fuerza por la cintura—. He sido testigo de ella.
Soltándola, dejó pasar sus palabras y tensó la mandíbula.
— ¿Qué le ocurrió a Jasón? —siguió _____. Quería que siguiera hablando mientras estuviese de humor—. ¿Murió en combate?
Él soltó una amarga carcajada.
— No. Cuando fuimos lo suficientemente mayores para unirnos al ejército, lo mantuve a salvo en el campo de batalla. Había prometido a Penélope y a su familia que no permitiría que le ocurriese nada.
_____ sintió el corazón de Joe latiendo con rapidez bajo sus brazos.
— Según pasaban los años, pronunciaban mi nombre con temor y respeto. Mis victorias se convertían en leyenda, y se contaban una y otra vez. Cuando regresaba a Thimaria, acababa durmiendo en la calle, o en la cama de cualquier mujer que me abriese la puerta para pasar la noche. De ese modo pasaba el tiempo hasta que regresaba a la batalla.
A _____ le escocían los ojos por las lágrimas; la voz de Julian estaba cargada de dolor. ¿Cómo podían haberlo tratado así?
— ¿Qué pasó para que cambiaran las cosas? —le preguntó.
Él suspiró.
— Una noche, mientras buscaba un lugar para dormir, me tropecé con ellos dos en la calle. Estaban abrazándose como dos enamorados. Me disculpé rápidamente pero, al alejarme, escuché a Jasón hablando con Penélope.
Todo su cuerpo se puso rígido entre los brazos de _____ y el corazón comenzó a latirle con más rapidez.
— ¿Qué dijo? —le urgió ____.
Los ojos de Joe adoptaron una mirada sombría.
— Ella le preguntó que por qué nunca me quedaba en casa de mis hermanos. Jasón se rió y le contestó: «Nadie quiere a Joe. Es el hijo de Afrodita, la Diosa del Amor, y ni siquiera ella soporta estar cerca de él. »
____ fue incapaz de respirar mientras escuchaba las crueles palabras. Se imaginó cómo debió sentirse Joe al oírlas.
Él tomó aire con brusquedad.
— Le había guardado las espaldas más veces de las que podía recordar. Me habían herido en batalla en incontables ocasiones por protegerlo, incluyendo una vez en la que una lanza me atravesó el costado. Y allí estaba él, burlándose de mí. No pude soportar la injusticia. Había creído que éramos hermanos. Y supongo que, al final, lo fuimos, ya que me trató del mismo modo que el resto de mi familia. Yo siempre había sido un hijastro bastardo. Solo y repudiado. No entendía por qué él tenía tantas personas que lo querían y yo no tenía a nadie.
» Herido y enfadado por sus palabras, hice lo que jamás debería haber hecho: invocar a Eros.
_____ podía imaginarse fácilmente lo que había ocurrido.
— Hizo que Penélope se enamorara de ti.
Él asintió.
— Disparó a Jasón con una flecha de plomo que mató su amor por Penélope, y a ella le disparó con una de oro para que se enamorara de mí. Se suponía que todo debía acabar ahí pero…
Meciéndolo con suavidad entre sus brazos, _____ aguardó a que encontrase las palabras exactas.
— Tardé dos años en convencer a su padre para que le permitiera casarse con un bastardo desheredado, sin influencias familiares. Para entonces, mi leyenda había aumentado y había sido ascendido. Finalmente logré acumular riquezas suficientes para hacer que Penélope viviese como una reina. Y, en lo que se refería a ella, no reparé en gastos. Teníamos jardines, esclavos y todo lo que se le antojaba. Le di libertad e independencia, como jamás tuvo ninguna otra mujer de la época.
— ¿Pero no era suficiente?
Él negó con la cabeza.
— Yo necesitaba algo más y sabía que le ocurría algo. Aun antes de que Eros interviniese, siempre fue excesivamente vehemente. Dependía de Jasón de un modo prohibido para las espartanas y, en una ocasión en que fue herido, se afeitó totalmente la cabeza como muestra de su dolor.
» Más tarde, una vez Eros disparó sus flechas, Penélope pasaba por largos periodos de depresión, o de furia. Yo hacía todo lo que podía por ella, e intentaba que fuese feliz.
_____ le acarició el pelo mientras lo escuchaba.
— Decía que me quería, pero yo percibía que no se interesaba por mí del mismo modo que lo había hecho por Jasón. Me entregaba su cuerpo de forma generosa, pero no había verdadera pasión en sus caricias. Lo supe desde la primera vez que la besé.
» Intenté engañarme a mí mismo, diciéndome que no importaba. Muy pocos hombres, en aquel entonces, hallaban el amor en el matrimonio. Además, me ausentaba durante meses, a veces, incluso años, mientras dirigía mi ejército. Pero al final, supongo que me parezco demasiado a mi madre, porque siempre anhelé más.
____ sufría enormemente por él.
— Y entonces llegó el día en que Eros también me traicionó.
— ¿Te traicionó?, ¿cómo? —preguntó ansiosa, sabiendo que ése era el origen de la maldición.
— Él y Príapo estuvieron bebiendo la noche posterior a que yo matara a Livio. Eros, borracho, le contó lo que había hecho por mí. Tan pronto como Príapo escuchó la historia, supo cómo vengarse.
» Fue al Inframundo y cogió agua de la Laguna de la Memoria para ofrecérsela a Jasón. Y en cuanto tocó sus labios, recordó su amor por Penélope.
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Mensaje por issadanger Lun 15 Abr 2013, 9:53 am

BUENO MIS NIÑAS HAY LES DEJO SU MARATON ESPERO LES GUSTE LAS QUIERO MUCHO Y COMENTEN MUCHO JIJIJI :bye: :bye: :bye: :bye: :bye: :aah: :aah: :aah: :aah: :aah: :aah: :hug: :hug: :hug: :hug:
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Mensaje por chelis Lun 15 Abr 2013, 3:18 pm

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!!
ES INJUSTOOO!!!.. TODO LO QUE SUFRIO JOE!!!.. MALDITOS SUS PADRES!!!... POR TRATARLO ASI... Y A SUS HERMANOS POR NO AYUDARLOO!!!!
AAARRGGG!!!!..... PERO EN ESTA OCACION TIENE A ______!!!!!
Y LO AYUDAREMOS
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Mensaje por chelis Lun 15 Abr 2013, 5:59 pm

OOTROOOO
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Mensaje por Monse_Jonas Lun 15 Abr 2013, 10:58 pm

Por qué me haces esto??? la dejas en lo más interesante, síguela pronto plis!!ñ_ñ
Monse_Jonas
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Mensaje por chelis Mar 16 Abr 2013, 12:10 pm

Ooooootroooooo
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Mensaje por fernanda Mar 16 Abr 2013, 4:50 pm

SÍGUELA POR FAVOR! ME ENCANTA EN SERIO TU NOVE
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Mensaje por issadanger Mar 16 Abr 2013, 5:19 pm

jajaj chicas mas comentarios y la sigo
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Mensaje por chelis Mar 16 Abr 2013, 8:41 pm

:misery:
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Mensaje por @ntonella Mar 16 Abr 2013, 9:01 pm

NEW READER!!!! Un amante de Ensueño (Joe y tu) TERMINADA - Página 10 2312883081
tienes que seguirla lo mas pronto posibleeeeeeeeeeeee...... amo cada cap que pones.... enceriooo... sigueeeeeee....
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@ntonella
@ntonella


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Mensaje por chelis Miér 17 Abr 2013, 1:02 pm

Oooooooootroooooooo
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