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Mensaje por #Fire Rouge..* Mar 19 Abr 2011, 9:00 pm

por eso plis ahorranos el sufrimiento y subilo todo de una ves
plisssssss
atencion yo les avise que la muy zorra lo hariaa
le dije y viste porque razon te puse al principio que la odiaba
y despues atemisa se pone peooooor si si ya les digoo
pero quiero saber lo de katraaaaaa yaaaaa me encantaaaaa
pliiiisss siguela la adoro y odio a artie
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Mensaje por Femme Fatale Miér 20 Abr 2011, 8:43 am

28 de Enero, 9528 A.C.

Ryssa estaba en la sala del trono de su padre mientras, Styxx, Apolo y él se reían juntos, ignorándola. Lo cual era habitual. Pero lo que ella odiaba era el hecho de que Apolo la quisiera para él desde el primer momento de su llegada. Él la trataba como a una posesión cuyo único objeto era sonreír y adular su presencia. Y esto la hizo preguntarse si así fue como Nicholas se había sentido en la casa de Estes.
¿Y qué si el dios era excepcionalmente hermoso? Aborrecía el modo en que él la trataba, como si ella fuera insignificante. La única peor cosa de ese tratamiento hacia ella, era la insistencia de su padre en que estaba bendecida al estar en presencia del dios.
Si esto era estar bendecida, odiaría verse maldita.
Volvió la cabeza cuando vislumbró a una criada que vacilaba en la entrada. Bonita y tímida, la muchacha era un año o dos más joven que Styxx.
—¿Pasa algo, Hestia? —preguntó a la criada.
Hestia miró a los hombres tímidamente antes de dirigirse al lado de Ryssa a fin de poder hablarle en un tono suave.
—Su Majestad quería que yo le informara si... —la mirada de Hestia regresó al rey antes de terminar la oración— el prisionero real dejaba de comer.
El prisionero real. Nicholas. El corazón de Ryssa palpitó atemorizado.
—¿Está enfermo?
Ella se aclaró la garganta.
—No que yo sepa, Su Alteza. No lo he visto en días. Yo dejo la comida y cuando vuelvo está sin tocar. Y nadie dormido en la cama.
—¿Qué? —el rugido de su padre las hizo a ambas brincar—. ¡Guardias! Seguidme. —Bramó desde la sala en su dirección.
Atemorizada por su hermano, Ryssa corrió tras él.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó Apolo a Styxx mientras los dos seguían su estela.
Styxx hizo un sonido de profundo disgusto en la cavidad de su garganta.
—Eso es Nicholas. Es un esclavo sin valor que solía ser un tsoulus. Lamentablemente su vida está atada a la mía, así que tenemos que mantenerlo sano. Aunque yo me siento bien, así que estoy seguro de que él hace esto sólo para llamar la atención. Que los dioses no nos permitan alguna vez dejarnos olvidar su presencia aquí por un solo día.
Ryssa apretó los dientes. La última cosa que Nicholas quería era cualquier tipo de atención por parte de Styxx o de su padre. Pero en la mente egoísta de Styxx él no podía comprender el deseo de Nicholas por esconderse de sus gloriosas presencias.
Su padre entró enfurecido en el cuarto de Nicholas, luego se detuvo en seco. Ella entró detrás de él e hizo un alto para explorar el interior vacío. No había señal alguna de Nicholas.
Su padre se volvió hacia ella con un furioso ceño fruncido.
—Te dije que no podías confiar en él.
Ryssa le ignoró mientras iba a un lugar que su hermano frecuentaba. El balcón.
Al principio no lo vio, pero cuando se adelanto bajo la marquesina que la protegía de la tormenta pasajera, vio una figura fuera de su visión periférica. Era Nicholas sentado en el lateral con las rodillas plegadas y sus brazos doblados sobre ellas. Completamente desnudo, él miraba fijamente al espacio como si no fuera consciente del frío glaciar y la lluvia que chorreaba por su cuerpo. El pelo estaba pegado a la cabeza y la barba crecida de al menos dos días espolvoreaba sus mejillas…
Procurando quedarse fuera de la lluvia, se acercó lentamente a él.
—¿Nicholas?
Él no respondió. Había algo en él que no estaba bien. Era como si hubiera muerto, pero su alma no hubiese abandonado su cuerpo todavía.
Ella se arrodilló a su lado.
—¿Hermanito?
Él volvió aquellos ojos sobre ella con una furia que no había visto desde la mañana en la que la había echado fuera del burdel.
—Déjame —gruñó en un tono tan feroz que realmente la asustó.
Por el rabillo del ojo, vio la furia de su padre.
—No te atrevas a hablarle de ese modo.
—Que te jodan, bastardo.
Styxx dejó escapar un profundo gruñido mientras se precipitaba hacia Nicholas.
Ryssa cayó hacia atrás cuando Nicholas se puso en pie y corrió hacia Styxx con la misma furia. Ella se cubrió la boca cuando los dos chocaron bajo la torrencial lluvia. Ni una sola vez había visto a Nicholas golpear a otra alma viviente. Pero peleaba con Styxx con todo lo que tenía.
Apolo tiró de ella hacia atrás para evitar que ellos la hirieran accidentalmente.
Styxx había sido entrenando para luchar desde los cinco años por los mejores instructores que su padre pudo contratar. Y le estaba dando una paliza a Nicholas bajo la lluvia. Incluso así, Nicholas luchaba con tanta fuerza como podía.
Pero a la larga no era rival para su gemelo. Styxx le pateó en las costillas.
—Eres patético.
Nicholas rodó en el agua y se puso en pie. Cuando fue de nuevo por Styxx, éste le golpeó otra vez. La lluvia rodaba por su cara, mezclándose con la sangre que corría desde su ojo, nariz y boca. A pesar de eso corrió hacia Styxx, una y otra vez como si pensase que su voluntad era suficiente para vencer a su hermano gemelo.
—Guardias, cogedle —ordenó el padre.
Nicholas intentó luchar con ellos cuando se acercaron para someterlo, pero ya estaba debilitado por Styxx. Lo arrastraron de vuelta al cuarto donde su padre esperaba.
Su padre enterró la mano en el pelo mojado de Nicholas y tiró de su cabeza hacia atrás de modo que Nicholas pudiera ver el completo desprecio que guardaba el rey a su hijo mayor.
—Golpeadle hasta que no le quede piel en la espalda. Si se desmaya, despertadle y golpeadle de nuevo.
Nicholas rió desapasionadamente.
—Yo también te quiero, Padre.
Su padre le golpeó con el dorso de la mano.
—Sacadle de aquí.
—¿Padre? —preguntó Apolo con una mirada asombrada, enarcando las cejas.
Su padre se burló:
—Él me llama así, pero no es hijo mío. Mi anterior reina se prostituyó y engendró esa abominación.
Ryssa sintió caer las lágrimas ante la condena de su padre.
—Él es humano, padre.
Todos se rieron de ella. Incapaz de permanecer ante sus burlas, siguió a los guardias para ofrecer consuelo a Nicholas.
Para cuando llegó al patio donde lo estaban golpeando, él ya estaba ensangrentado. Pero al contrario que otras veces que lo castigaban, él luchaba contra sus atacantes.
—¡Golpéame otra vez! —le chilló al guardia—. ¡Con fuerza!
La desenfrenada rabia en él la impactó completamente. Él realmente se estaba riendo de los guardias como si le resultara placentero lo que le estaban haciendo.
¿Se había vuelto loco?
¿Qué le había sucedido?
Nicholas los incitó hasta que se desmayó por la paliza. Los guardias intercambiaron una cautelosa mirada unos con otros antes de que el más alto de ellos alcanzara un cubo de agua para revivirlo.
Ryssa le puso la mano sobre el hombro.
—Por favor, no —rogó ella.
—Alteza… su padre se enfadará si descubre que no cumplimos sus órdenes.
—Yo no se lo diré si tú no lo haces. Por favor. Él ya ha pasado por bastante.
El guardia asintió, entonces lo bajó. Ella vio la compasión en los ojos de ambos cuando llevaron a Nicholas de regreso a la habitación, bajo su dirección, dejándolo boca abajo sobre la cama. Se dieron media vuelta y la dejaron sola con su hermano tan patéticamente vulnerable tendido sobre la cama, sangrando.
Ryssa no tenía idea de hacia dónde se habían marchado Apolo, su hermano y su padre. Y para ser sinceros, no le importaba. Todos ellos podían pudrirse por su crueldad.
Con mano temblorosa debido a la pena por su hermano, apartó el pelo de la mejilla de Nicholas. Él estaba ardiendo de fiebre.
—No te preocupes, Nicholas. Yo cuidaré de ti.
Femme Fatale
Femme Fatale


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Mensaje por Femme Fatale Miér 20 Abr 2011, 8:51 am

CONTINUACION.......

—Bueno, eso fue realmente entretenido.
Artemisa apartó la mirada de sus koris que estaban bañándose en la fuente fuera del templo para fijarla en su hermano a su lado.
—¿El qué?
—Mi favorita tiene un hermano ilegítimo al que odian.
Su corazón dio un salto ante la mención de Nicholas.
—¿De veras? —dijo ella, esperando que no detectara el tono entrecortado de su voz.
Él asintió antes de tomar asiento cerca de ella.
—Nunca había visto nada igual a aquello. Él estaba sentado desnudo bajo la lluvia completamente quieto, sin molestar a un alma, y ellos lo golpearon con saña, entonces se lo llevaron arrastras para azotarlo.
Artemisa se forzó a no reaccionar en la más mínima forma ante las noticias.
—¿Por qué?
—Ni idea. Pero juraría que el príncipe heredero tuvo una erección cuando lo inmovilizó en el suelo y lo golpeó.
Artemisa apartó la mirada mientras recordaba cuantas veces Apolo la había tratado de manera muy similar. Era extraño que no viera sus propias acciones reflejadas en los humanos. Su pobre Nicholas. Quería ir con él, pero no se atrevía.
Apolo se rió.
—Sin embargo le concedo el mérito al humano, luchó contra ellos igual que un león. Incluso les retó a golpearlo con más fuerza.
Las lágrimas se acumularon estrangulándola. Artemisa parpadeó rápidamente para dispersarlas.
—Nunca entenderé a los humanos.
—Eso es por lo que mis Apolitas los someterán un día. Los humanos son demasiado defectuosos.
Ella sacudió la cabeza ante el plan de su hermano para derrocar a la gente que su padre había creado.
—¿Los humanos griegos saben que no vas a respaldarles en su guerra contra los Atlantes y los Apolitas?
—¿Estás loca? Por supuesto que no. Déjales que me ofrezcan a sus hijas y hagan sacrificios. ¿Qué me importa?
Artemisa arqueó una ceja ante esto.
—Te importa tu favorita, ¿no es cierto?
Él se encogió despreocupadamente de hombros.
—Me entretiene por el momento. Pero hay muchas más mujeres exquisitas en el mundo. Además al final envejecerá y me desharé de ella.
—Ellos envejecen demasiado rápido. —Eso era más para su beneficio que para el de él. Seguramente Nicholas no la atraería una vez se esfumara su belleza.
Apolo no dijo nada.
Artemisa se preguntó sobre su presencia en el jardín de su templo.
—¿Por qué no estás con tu favorita?
—Está con el esclavo, atendiéndole. Una vez que lo golpearon, se volvió demasiado malhumorada para mi gusto.
—¿Y tú lo toleras?
Él se encogió de nuevo de hombros.
—Creo que su hermano ilegitimo debe haberle aconsejado sobre como agradarme. Se ha conducido de una manera demasiado conocedora y sumisa para una virgen. Styxx me contó que solían vender al bastardo a los humanos para sexo. Por lo visto es una tradición familiar.
Las noticias la sorprendieron. Normalmente su hermano rehuía a cualquiera que fuese impúdica.
—¿Ryssa ha estado con otros?
—No. La hubiera matado. Cuando no estoy por ahí, la mantienen bien guardada. Pero encuentro fascinante que me la ofrezcan a mí de tal manera. Nunca haré eso con mi hija.
Artemisa echó un vistazo a Satara, la joven hija de Apolo la cual estaba bailando en la fuente con otras de sus koris.
—No, tú sólo me diste a tu hija para que fuera sirvienta.
—Te di a mi hija para que te alimentaras cuando yo no ando por aquí y te mantuvieras alejada de los humanos. Ella nunca será tocada por ningún hombre.
—Aún es joven. ¿Qué pasará cuando crezca y decida tomar un consorte?
Los ojos de Apolo brillaron con furia.
—Los mataré a ambos.
Artemisa estaba espantada por sus palabras.
—¿Matarías a tu propia hija?
La mirada de él la atravesó.
—Mataría a mi propia gemela si se prostituyese a sí misma con un hombre. Satara es una de los muchos niños que tengo. Pero ninguno de ellos me avergonzará sin sentir todo el peso de mi ira.
—¿Incluso si ella lo ama?
Él curvó los labios con disgusto.
—¿Qué eres tú? ¿Afrodita? No me hables de amor. Eres una diosa. No hay amor para nosotros. Sólo lujuria la cual se desvanece. Un hombre puede buscar amantes, pero para una mujer hacer tal cosa…
La convertía en una puta. Ella conocía la postura de su hermano sobre esto.
Como si pudiera oír lo que se decía de ella, Satara dejó de jugar para mirar a su padre.
—Me voy. —Apolo se desvaneció.
Artemisa no se perdió la mirada de desilusión en la cara de Satara porque su padre no se había molestado en hablar con ella. Un instante después, empujó a la kori más cercana a ella y se marchó airadamente.
Artemisa sacudió la cabeza. Aparentemente la violencia corría intensamente por sus genes.
Sus pensamientos volvieron a Nicholas y la culpa la embistió. Lo que le había hecho había estado mal y lo sabía. ¿Pero como podía enfrentarse a él después de la forma en que había actuado?
Eres una diosa. Él debería estar agradecido de que siquiera te fijes en él.
Esa era la manera en que había sido criada. Aún así Nicholas era diferente. Él no había sido sólo otro humano. Habían sido amigos.
Y ella lo había herido por miedo. Le había hecho muchas cosas que había jurado que nunca haría. Cosas que ella sabía que lo herían y humillaban.
¿Por qué?
Cerrando los ojos, pudo verle persiguiéndola a través del bosque. Oír su risa mientras bromeaba con ella.
Nadie la había hecho sentirse así. Nadie.
Y lo había echado a perder por ser estúpida.
Él es humano, ¿A quién le importa? Esa sería la postura de Apolo. Si tan sólo pudiera compartirla. Pero profundamente en su corazón sabía la verdad. Le extrañaba y le dolía el pensar que él había sido herido otra vez por su padre.
Ni siquiera lo pienses…
Era demasiado tarde. Ya se había desmaterializado del jardín a la habitación de él. Flotó en las sombras desde donde vio a su hermana inclinada sobre él.
—Por favor come, Nicholas —susurró Ryssa—. No quiero que te hagan más daño. Padre dice que si te niegas a comer hará que te alimenten a la fuerza. —Ella sostuvo un trozo de pan ante su boca.
Él volvió la cabeza de lado.
Artemisa vio el crudo dolor en la cara de Ryssa.
—Bien. No quiero que te hagan más daño. —La princesa se llevó el pan a la boca y lo tragó entero. Después de eso, se comió toda su comida.
Con los ojos llenos de pena, Ryssa se levantó.
—Les diré que te lo has comido. —Cuando ella estiró una mano hacia Nicholas, éste la agarró y la apartó de él.
Con gesto afligido, ella suspiró.
—Duerme en paz, hermanito. Me aseguraré de que nadie te moleste.
Artemisa no se movió hasta que Ryssa los hubo dejado solos. Materializándose en una forma sólida, salió de las sombras.
Nicholas hizo una mueca ante ella.
—Déjame.
—No deberías usar ese tono conmigo.
Él soltó una carcajada, entonces contrajo la cara como si le doliera algo.
—¿Tengo aspecto de que me preocupe lo que puedas hacerme? Saca tu culo fuera de aquí y déjame solo.
—Nicholas…
—¡Vete! —espetó él, entonces siseó como si el dolor fuera severo—. Me has dejado claro que ya no existo para ti. Como puedes ver, no te necesito para apalearme o golpearme. Hay muchos otros que compiten por ese honor.
Ella se arrodilló cerca de la cama con su corazón partiéndose ante las contusiones en su cara... ante las heridas que desfiguraban su espalda.
—Puedo curarte.
—No quiero tu curación. No quiero nada de ti salvo tu ausencia.
—No hagas esto, Nicholas.
Nicholas maldijo.
—Estoy por suplicar misericordia. De todos modos, nadie presta atención cuando lo hago. Mejor debería morir de pie con toda la dignidad que una puta pueda lograr, que arrastrarme sobre mi vientre como un esclavo sin valor.
Ella sacudió la cabeza mientras intentaba explicarle lo que había pasado.
—Estaba asustada por lo que habíamos hecho.
La mirada de él la atravesó como una daga.
—Y estoy harto de ser el arrepentimiento de todo el mundo. Mi madre murió avergonzada porque me había dado a luz. Mi padre y hermano me desprecian y mi hermana apenas puede mirarme a los ojos. Y tú... tú me hiciste realmente creer en algo. Confié en ti y me mentiste.
—Lo sé y lo siento. —Ella colocó la mano en la mejilla sin rasurar, esperando hacerlo entender verdaderamente lo sincera que era—. Estoy aquí ahora, no como una diosa, sino como tu amiga. Te echo de menos cuando no estás a mí alrededor.
Nicholas quiso apartarla de un empujón, pero la verdad era que no podía. No importaba lo mucho que necesitaba odiarla, él no sabía cómo.
Los ojos de ella lo atormentaron antes de que ésta los cerrara y curase su cuerpo dolorido.
Él soltó una exhalación cansada mientras el dolor se desvanecía y lo abandonaba totalmente de nuevo.
—No esperes que te lo agradezca.
—No es de esa manera. No pido perdón a los humanos. Nunca. Aún así te lo he pedido a ti...
Él entendió lo que le estaba diciendo, pero esto no alivió el dolor dentro de su corazón donde ella lo había apuñalado.
—No quiero más tu amistad, Artie. Tendrás que encontrar otra puta que te entretenga.
Antes incluso de que él pudiera parpadear, ella se puso sobre él y lo empujó de vuelta a la cama. Nicholas inhaló bruscamente cuando ella hundió los dientes en su cuello. Esta vez no hubo ningún placer para él. Sólo el dolor lo sacudió con cada gota que ella drenaba. Aún peor, lo mantuvo paralizado de modo que él no pudiera moverse o luchar en su contra.
Este era un acto de violación y él lo sabía. Lo habían agredido suficientes personas en un despliegue de poder como para no reconocerlo cuando pasaba.
Ruégame piedad, puta. Dime cuánto disfrutas.
Nicholas luchó por permanecer consciente mientras las voces del pasado hacían eco en su cabeza. El dolor y la frustración se erigían dentro de él mientras la rabia impotente hervía profundamente.
Finalmente Artemisa se apartó con brusquedad. Por la expresión perpleja en su cara podría decirse que estaba sorprendida de verlo todavía consciente.
Nicholas tragó saliva mientras la miraba desde abajo con desprecio.
—¿Estamos en paz ahora? ¿O quieres violar mi cuerpo tanto como has violado mi alma?
El dolor cortó a través de él cuando todas sus heridas y contusiones de la paliza reaparecieron. Gritó ante la intensidad cuando éste aumentó incluso más de lo que había sido antes.
Artemisa permaneció de pie fulminándole con la mirada desde arriba.
—No te burlarás de mí, humano. Ya he tenido bastante de tu ridiculez. —Y con esto desapareció.
Nicholas cerró los ojos mientras el alivio discurría por él. Tal vez ahora le dejarían en paz.
Pero cuando él buscó el bienestar en su mente, en vez del huerto en el que él había jugado en el palacio de verano aquél día de primavera, fue una imagen de Artemisa la que se le apareció. Una imagen de su breve amistad antes de que se hubiera vuelto una depravada.
Él añoró aquel momento de calma.
—Se acabó —dijo en voz baja. Había terminado siendo su juguete. Su vida había sido controlada por otros por demasiado tiempo. Era el momento de que dejara de tratar de complacer a todos los demás y aprendiera a vivir por sí mismo. Jamás permitiría de nuevo que nadie tuviera poder sobre él.
Especialmente los dioses.


:crybaby: :crybaby: :crybaby: :crybaby: ODIO A ARTEMISA!!!!!!!!!! :crybaby:
Femme Fatale
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Mensaje por Femme Fatale Miér 20 Abr 2011, 8:56 am

13 de Febrero, 9528 A.C.

Nicholas pasó a través del centro del pueblo en su camino hacia el estadio para ver la última obra. Entrando al mercado, hizo una pausa, cuando vislumbró una sombra por la esquina de su ojo. Giró rápidamente hacia ello, sólo para ver nada. Inseguro de si era Artemisa siguiéndolo, se evadió detrás de un pequeño grupo de personas.
Se sintió tan hueco por dentro. Tan usado. Honestamente, no quería volverla a ver otra vez. El mero pensamiento de ella, asentaba su ira en fuego y, sin embargo, había también una tristeza tan profunda ante la pérdida de lo que pudo haber sido entre los dos, que casi lo hizo caer de rodillas.
No quería ser usado nunca más. Ni siquiera por amor.
¿Por qué no? Ya has sido utilizado por todo lo demás.
Apretó los dientes ante la brutal verdad en la que no quería pensar.
—Abuela, nos está engañando.
La voz del niño atrajo su atención hacia la mesa cercana. Había una mujer de trenzado cabello encanecido, mezclado con negros mechones. Sus ojos eran de un blanco lechoso y estaba parada con una mano sobre el hombro del niño. No mayor de siete u ocho años, tenía cabello oscuro y un rostro tan inocente que era conmovedor. Aunque sus ropas estaban raídas, ambos iban bañados y limpios.
El vendedor levantó la mano hacia él como si fuera a golpearlo.
Retrocediendo, la cara del niño perdió todo color.
—¿Merus? —su abuela susurró. —¿Qué está sucediendo?
—N-nada, abuela. Estaba equivocado.
Nicholas no supo por qué, pero el temor del niño lo atravesó como una daga. Cómo se atrevía el hombre a tomar ventaja de la anciana y su carga, cuando era obvio que ninguno de los dos tenía mucho en este mundo.
Antes de pensarlo mejor, dio un paso adelante.
—Tienes que darles por lo que han pagado.
El hombre empezó a discutir hasta que se fijó en la extrema altura de Nicholas, quien era una cabeza más alto que él. Aunque Nicholas era delgado, era lo suficientemente musculoso para intimidar. Afortunadamente, el vendedor no tenía idea que Nicholas no sabía nada sobre lucha. Los ojos del hombre se ensancharon ante la calidad de la ropa que vestía-un chitón real que Ryssa había insistido que vistiera siempre que se aventurara hacia las Obras.
—No los estaba engañando, mi Señor.
Nicholas miró abajo hacia el niño, quien lo miró boquiabierto ante su altura.
—¿Qué es lo que viste, niño?
Merus tragó antes de doblar su dedo a Nicholas.
Suavizando su cara para no asustar al niño más de lo que ya estaba, Nicholas se inclinó.
El niño susurró fuerte en su oído.
—Él tenía su pulgar en la balanza. Mi Ya Ya me dijo que siempre le dijera cuando hicieran eso. Dice que es hacer trampa.
—Así es —Nicholas lo acarició en el brazo antes de enderezarse a mirar al vendedor. — ¿Cuánta harina estabais comprando, Merus?
—Tres libras.
—Entonces observaré cómo son medidas de nuevo.
La cara del vendedor se tornó en un rojo vivo mientras vertía la harina y le mostraba que estaba en verdad por debajo de la marca. Maldiciendo por lo bajo, el vendedor añadió más hasta que alcanzó el peso correcto. Había malicia en su mirada hacia Merus una vez que reselló el saco y lo extendió al niño.
—¿Merus? —Dijo Nicholas, manteniendo su mirada enlazada con la del vendedor, quien no podía ver su cara.
El niño miró hacia él.
—¿Sí, mi Señor?
—Si alguna vez descubres que han engañado a tu Ya Ya o te lastiman, quiero que vayas al palacio y preguntes por la Princesa Ryssa. Le dices que Nicholas te envió y se asegurará que te traten justamente y así, quien sea, que te haga daño, será castigado por ello.
Sus ojos se iluminaron mientras los del vendedor se oscurecieron.
—Gracias, mi Señor.
La abuela posó una suave mano sobre el antebrazo de Nicholas.
—Que los dioses te bendigan por tu amabilidad, mi Señor. Verdaderamente, eres invaluable para este mundo. Muchas gracias.
Sus palabras tocaron su corazón y le hicieron un nudo en la garganta. Si sólo fueran verdad. Pero no lo eran, y la anciana retrocedería con horror si supiera el brazo de quién estaba tocando.
—Que los dioses os acompañen —susurró tranquilamente antes que empezara a alejarse de ellos.
No había pasado mucho cuando Merus llegó hasta él.
—¿Mi Señor?
Era tan extraño que alguien lo llamara así.
—¿Sí?
—Yo sé que estamos por debajo de ti, mi Señor, pero mi Ya Ya me envió a preguntarte si compartirías el pan con nosotros, así ella puede agradecer tu bondad. Sé que es ciega pero es una cocinera maravillosa. Nosotros horneamos el pan que el panadero vende al Rey y su corte.
Nicholas miró atrás hacia donde estaba la anciana de pie orgullosamente, aunque ella no pudiera ver la bulliciosa actividad que la rodeaba. Por debajo de ellos... si el niño supiera quién era él realmente, lo habría evitado como todos los demás.
Ambos lo harían.
Aún así, Nicholas vaciló. Él debería irse antes que ellos conocieran la verdad sobre él, pero no quería insultarlos y hacerlos sentir menos como la gente lo hacía sentir a él.
Así que, en vez de eso, asintió.
—Eso me gustaría mucho, Merus. Gracias por preguntar.
El niño sonrió, y lo condujo hasta donde estaba su abuela esperando en las afueras del mercado.
—Él está conmigo, Ya Ya.
Los amables rasgos de su rostro se arrugaron cuando sonrió y habló en dirección opuesta a donde estaba.
—Gracias, mi Señor. Tal vez no será tan elegante como a lo que estás acostumbrado, pero te prometo que nunca has probado algo mejor.
—Estamos aquí, Ya Ya.
Sus mejillas se sonrojaron.
—Perdóname, mi Señor. Me temo que soy un poco inepta con la orientación.
—No me importa. —Tomó los paquetes de Merus, el niño sostenía. —Yo llevaré éstos, si quieres ayudar a tu Ya Ya llegar a casa—. Estaba asombrado de cuan pesada era la carga para el niño.
Radiante, Merus tomó la mano de su abuela y la dirigió a través de la multitud.
—Mi nombre es Eleni, mi Señor.
—Por favor, llámame Nicholas. Vivo en el palacio, pero no soy alguien de importancia.
—Él se ve importante, Ya Ya. Tiene muy buenos zapatos y ropa, y es realmente, realmente alto.
Ella chasqueó con desaprobación hacia su nieto.
—No es agradable contradecir a las personas, Merus. Recuerda lo que te he dicho. Las apariencias a menudo te engañan. Un hombre pobre puede vestir las túnicas de un príncipe y un príncipe puede estar descalzo en la calle. Podemos juzgar a las personas por sus acciones y no por la ropa que llevan. —Su sonrisa era una de completa serenidad. —Y por las acciones de Lord Nicholas hoy, sabemos que es noble y amable.
Nicholas se detuvo cuando sus palabras lo tocaron profundamente. Nunca en su vida se había sentido como nada más que una puta, y sin embargo, con estas dos personas, quienes vestían con harapos, se sentía como un Rey. Fue tal la extraña sensación que él, en realidad, levantó su barbilla un grado.
Merus abrió la puerta de una pequeña casa que estaba asentada entre una hilera de ellas. Nicholas tuvo casi inclinarse el doble para caber en la corta entrada, mientras los seguía a los dos dentro. La habitación principal era pequeña y apiñada, pero se sentía como en casa. Había una energía en el lugar que le dejaba saber que Merus y Eleni eran muy felices juntos.
Sin embargo, eso le permitió apreciar cuánto espacio necesitaba para moverse. Las vigas eran muy bajas, que casi se había dado a sí mismo una contusión dos segundos después de entrar.
—¿Estás bien, Lord Nicholas? —preguntó Merus.
Nicholas asintió sin apartar la mano de su frente, que palpitaba por la colisión con la madera.
—¿Qué sucedió? —preguntó Eleni con un tono de pánico.
—Como dije, Lord Nicholas es extremadamente alto. Se golpeó la cabeza en el techo.
Los ojos de Eleni se ensancharon. Se aproximó a él ondeando una mano frente a ella.
Nicholas tomó su mano en la de él y la puso sobre su hombro así ella podría saber cuán alto él era.
—¡Oh, mi gracia! —exclamó ella. —Eres enorme. Como uno de los dioses.
Aunque era otra cosa más que lo hacía un fenómeno ante la gente normal, también hacía que Estes y Catera ganaran buen dinero con aquellos de tamaño bajo que les gustaba la sensación de poder que tenían sobre alguien de su altura.
Moviéndose con una gracia que parecía insondable para él, Eleni cruzó el piso como si viera cada cosa que había y sacó una silla para él.
—Mejor te sientas, mi Señor. Sólo puedo imaginar cuán asfixiante debe ser para ti nuestra pequeña casa.
—Para nada —dijo él honestamente. Aunque estaba temeroso de chocar con algo más, más bien le gustaba su pacífico hogar.
—Tráenos algo de leche, Merus.
El niño salió corriendo hacia la puerta.
Nicholas observó mientras ella se dirigía hacia la estufa y atizaba el fuego sin esfuerzo. Se asombraba de cómo sabía dónde estaba todo. No había errores o quemaduras.
—¿Mi Señor? —preguntó ella, mientras sacaba un cuchillo del cajón. —¿Puedo hacerte una pregunta entrometida?
—Si así lo deseas.
—¿Por qué estás tan triste?
Él comenzó a negarlo, pero ¿por qué? Ella no lo conocía, ni él la conocía a ella. Francamente, estaba sorprendido de cómo ella podía reconocer su humor sin ningún tipo de pista visual.
—¿Cómo puedes notarlo?
—El sonido de tu voz cuando hablas. Oigo el peso de tu tristeza en ella y un fuerte acento Atlante.
Ella era infaliblemente astuta mientras cortaba, colocaba a calentar el pan sobre un tajo de piedra.
—¿Es la pérdida de una persona lo que te entristece?
Sus entrañas se anudaron ante el pensamiento de Artemisa.
—Una amiga
—Entonces lloro contigo —dijo ella en tono reconfortante. —Yo he perdido muchos amigos a través de los años, y a mis hijos. La pérdida es siempre dura. Pero tengo a Merus y tomo tanto orgullo de su crecimiento. Él es tan buen niño. No tienes idea de cuánto un hijo significa para sus padres. Estoy segura que los tuyos deben sonreír cada vez que te ven.
Incapaz de soportar las heridas que ella abrió, Nicholas se levantó.
—Probablemente debería irme.
Ella se vio asolada.
—¿Dije algo que no debía?
—No. —Él no quiso que se sintiera mal cuando su intención había sido consolarlo. No era su culpa que la única persona que lo amara fuera su hermana y que sus padres lo habían maldecido desde el momento en que nació. —Me estaba dirigiendo hacia el estadio para una obra cuando me detuve en el mercado. Debería irme antes de perderme más de ella.
Ella tomó su mano en la suya, y se paralizó cuando sus dedos tocaron su marca de esclavo. Su agarre se apretó.
—¿Eres un esclavo?
Sintió su cara arder mientras la humillación arrasaba sobre él. Quiso maldecir el descubrimiento accidental.
—Lo era. Lo siento. No debería haber venido aquí.
Pero ella no lo soltó. Cubrió sus manos con la suyas y le ofreció una sonrisa de amistad.
—Sácate el manto y siéntate, Nicholas. No has hecho nada por lo que debas disculparte. Te admiro por haberte detenido a ayudarnos. No es algo que un noble hiciera, aunque rara vez ellos se molestan en ayudar a los menos afortunados. Para un hombre liberado hablar en defensa de otro toma bastante coraje y carácter. Lo que hiciste es lo más noble y amable y yo me sentiría honrada si tú te sentaras a la mesa con nosotros.
Femme Fatale
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Mensaje por Femme Fatale Miér 20 Abr 2011, 8:57 am

CONTINUACION.

Nicholas no podía respirar cuando las emociones se juntaron y cerraron su garganta. No estaba habituado a que nadie le dijera cumplidos fuera de una cama.
—Gracias.
Sonriendo, ella acarició su mano antes que ella lo dejara ir.
—Sabes, mi padre solía decirme todo el tiempo cuando era niña que cuando conocemos a alguien por primera vez no recodamos qué fue dicho o qué vestía. Lo que más recordamos es cómo esa persona nos hizo sentir. Tú hiciste sentir a mi nieto importante al defenderlo y me has hecho eternamente agradecida por tan desinteresada acción. Gracias a ti, muchacho.
Y los dos le habían dado dignidad. Ella tenía razón. Él siempre recordaría eso.
Merus retornó con una jarra de arcilla, sin aliento.
—Tengo mucha leche, Ya Ya. ¿Está el pan listo?
—Casi, mi querido—. Ella tomó la leche y la vertió en las tazas para ellos.
Merus llevó una taza a Nicholas y la asentó frente a él.
—¿Has luchado muchas batallas, mi Señor?
Él bajó su capucha para sonreír ante la inocente pregunta.
—No, Merus. Ninguna, y por favor, sólo llámame Nicholas.
—Está bien, akribos —dijo Eleni con gentileza. —A Nicholas no le gustan los títulos.
Merus agarró su propia taza y regresó a la mesa con ella. Trepó a la silla junto a Nicholas.
—¿Puedes pelear con una espada?
—No del todo.
—Oh… —se veía decepcionado por eso. —Entonces, ¿qué es lo que haces?
—Merus —lo regañó su abuela. —Nosotros no interrogamos a nuestros invitados—. Ella sacudió su cabeza. —Perdónalo, Nicholas. Sólo tiene siete años y aún está aprendiendo.
—No me molesta. Yo tengo diecinueve y aún estoy aprendiendo.
Merus chilló de risa.
Eleni trajo el pan a la mesa y lo puso ante Nicholas junto con una jarra de miel y mantequilla.
—Tienes un espíritu de lo más generoso. Eso es muy raro en estos días y edad.
Merus se rascó la oreja como si estuviera confuso por las palabras de su abuela.
—¿Pero qué si él no fuera lo que parece? Tú siempre me dices que a veces las personas se ponen máscaras y no podemos saber qué hay dentro de ellos.
Eleni revolvió su cabello.
—Tienes razón, pícaro. No podemos ver realmente lo que hay en los corazones de los otros. Cuando no era mucho mayor que tú, mi padre solía cobrar a mis hermanos por su alojamiento y sustento. Todo el mundo pensó que él era malvado por hacer eso a sus propios hijos. Mis hermanos lo odiaban por ello.
—¿Por ser pobre? —preguntó Nicholas.
Ella sacudió su cabeza.
—No. Mi familia, de hecho, tenía bastante dinero porque mi padre era un avaro con cada moneda. La gente lo odió por eso también, aunque lo ellos no habían entendido es que, cuando era niño, él y su familia fueron expulsados de su hogar por falta de dinero. Su hermana, un bebé, a quien amaba más que a nadie, se enfermó al quedarse sin casa. Murió de hambre en sus brazos y él juró entonces que ninguno a quien amara moriría a causa de la pobreza otra vez.
Nicholas lo sintió por el pobre hombre. Habiendo conocido tal pobreza en él mismo, podía entender el razonamiento del hombre. No había nada peor que el hambre. Nada peor que vivir en la calle sin ninguna protección de los elementos… o de otras personas.
Merus enderezó su cabeza
—Pero, ¿por qué él cobró a tus hermanos si tenía mucho dinero?
Sus rasgos se suavizaron mientras acunaba su rostro regordete.
—Él estaba poniendo todo el dinero en un lado para cuando mis hermanos estuvieran listos para casarse.
—¿Por qué, Ya Ya?
Ella aún no perdía la paciencia con él.
—Porque tú no puedes casarte hasta que puedas costearte el precio de una novia y debes tener un hogar para tomar esposa. Cuando mis hermanos las encontraron, mi padre sacó todo el dinero que ellos habían pagado a lo largo de los años. Él lo había dejado de lado en forma de ahorro de modo que cada uno mis hermanos tuvieran una pequeña fortuna para establecer una casa cuando fueran lo bastante viejos. Al final, no era la persona tan mala que todos pensaban que era. Lo que él hizo fue para su beneficio, ya que era dinero, y ellos lo hubieran malgastado sin sensatez. Esto nos enseña que nunca sabemos qué hay en el corazón de las personas cuando las juzgamos. Acciones que a veces parecen significar lo que no son. Más bien se realizan por los que amamos con el fin de protegernos sin nosotros saberlo.
Merus ofreció el plato de pan a Nicholas.
—Yaya dice que las visitas tienen siempre la primera elección.
Nicholas sonrió antes de tomar un pedazo de pan y untarlo.
—Gracias, Merus.
A continuación se sirvió a sí mismo y luego su abuela. La normalidad de todo se cerró de golpe en Nicholas. Aquí él se sentó, con la cabeza descubierta y ninguno de los dos reaccionó en absoluto. No había furtivas ni lujuriosas miradas que ellos trataran de esconder. No movimientos nerviosos.
Él era sólo otra persona para ellos. Dioses, cuánto significaba eso para él.
—Tienes razón —dijo él después de comer el pan—. Este es el mejor que alguna vez he comido.
Eleni elevó su barbilla con orgullo.
—Gracias. Aprendí este arte de mi madre. Ella era la panadera más habilidosa de toda Grecia.
Nicholas sonrió.
—Seguramente de todo el mundo. No puedo imaginar algo mejor que esto.
—Su repostería —dijo Merus con la boca llena de comida—. Podría hacerte llorar.
Nicholas rió.
—Imagino que un hombre se vería más bien raro llorando sobre su comida.
Merus saboreó sus labios.
—Créeme, vale la humillación.
Eleni revolvió sus cabellos.
—Come, muchacho. Necesitas crecer fuerte y alto, como Nicholas.
Nicholas no habló mientras terminaba el pan. Se demoró lo que más pudo, pero demasiado pronto ya había terminado y era hora de irse.
—Gracias otra vez —les dijo.
Eleni se levantó con él.
—Un placer, Nicholas. Siéntete libre de regresar cuando quieras probar alguno de mis pasteles.
Merus le sonrió abiertamente.
—Tendré un mantelito listo.
—Estoy seguro que lo tendrás. —Levantando su capucha, Nicholas se aseguró de cubrirse completamente—. Que tengáis un buen día.
—Que los dioses te acompañen.
Si sólo ella supiera. Nicholas, con cuidado, se evadió por la puerta, haciendo su camino de regreso hacia la colina donde estaba asentado el Palacio. Extraño, había intentado escaparse al mundo de fantasía a través de las tramas de las obras y en vez de eso, su espíritu se había elevado muy alto con un inesperado encuentro con gente real. Eleni y Merus le habían dado mucho más que un escape.
Le habían dado normalidad. Aunque fuera sólo por un rato. Y eso lo había significado todo para él. Se sentía mejor de lo que había estado en mucho tiempo.
Al menos hasta que regresara a casa.
Vaciló en el pasillo de entrada cuando vio la gran reunión de nobles y miembros del Senado acompañados de sus familias. No es que debiera ser una sorpresa, pero nadie le dijo que allí habría una fiesta.
De haberlo sabido, se habría encerrado en su habitación. Su experiencia con este tipo de eventos nunca habían ido bien. Por supuesto, en el pasado, había sido la atracción/fascinación para todos los invitados. Un escalofrío lo recorrió cuando recordó las veces que había sido expuesto en torno y maltratado antes que alguien en el grupo lo arrojara al suelo…
Tirando su capucha más abajo, se mantuvo en las sombras mientras hacía su camino hacia las escaleras. Con mucha suerte nadie se le aproximaría.
Sin embargo, mientas se alejaba del salón de baile, la voz de su padre lo paró en seco.
—Gracias a todos por celebrar conmigo. No es todos los días que un Rey se siente tan bendecido.
Nicholas se arrastró más cerca de la puerta para ver a su padre sobre una tarima. Ryssa de pie a su izquierda con Apolo a su lado. El brazo del dios estaba posesivamente envuelto alrededor de sus hombros. Styxx estaba a la derecha de su padre. Sus manos sostenían las de una alta y hermosa mujer de cabello oscuro.
—Levantemos nuestras copas en honor de mi única hija, la consorte humana del dios Apolo, quien está ahora esperando un niño, y de mi único hijo, quien contraerá matrimonio con Nefertari, Princesa de Egipto. Que los dioses los bendigan a ambos y que nuestras tierras por siempre florezcan.
Los amargos celos lo arrasaron mientras lo escuchaba. Lo golpeó tan fuerte en el corazón, que todo lo que podía hacer era no bajar su capucha y decir en alto a su padre que él en realidad tenía otro hijo. Pero, ¿con qué propósito?
Su padre sólo lo negaría y luego lo golpearía por su afrenta y vergüenza.
La ira barrió con los celos, besaba orgullosamente a Ryssa y luego a Styxx.
—Por mis amados hijos —dijo él a la multitud una vez más—. Que vivan mucho tiempo.
Un grito ensordecedor se levantó de todo el mundo, excepto de Nicholas, quien no podía respirar por el peso de la agonía y rechazo.
Yo soy el mayor…
—Eres una deformada puta y un esclavo —la voz de Estes hizo eco desde su pasado—. No hablarás a menos que te nombren. Nunca mires a nadie a la cara. Debes estar agradecido que te tolero en mi casa. Ahora ponte de rodillas y compláceme.
Nicholas quería morir mientras la vergüenza lo llenaba. Su padre tenía razón. No había nada sobre él que valiera el que lo amaran y definitivamente nada que garantizara cualquier clase de orgullo. Agachando su cabeza, hizo su camino hacia las escaleras que llevaban a su habitación.
—¿Nicholas?
Se congeló con el susurro detrás de él.
—¿Qué es lo que quieres, Artemisa?
—Quiero a mi amigo de regreso.
Nicholas cerró sus ojos contra las lágrimas que escondía dentro de sí. Deseaba desesperadamente ser valorado por alguien. Cualquiera. No por lo que recibiría de ellos, sino porque ellos se preocuparían por él.
Artemisa se movió hasta pararse justo detrás de él. Tan cerca que podía sentir su presencia como si ellos se estuvieran tocando.
—Te he extrañado.
Él quería reclamarle. Gritarle lo mucho que había odiado lo que ella le había hecho.
Rogarle que nunca jamás lo lastimara otra vez.
Pero, ¿cuál era el fin? Los humanos no eran más que los juguetes de los dioses. Él sólo estaba más cerca de uno que los otros.
—¿Estoy perdonado entonces? —preguntó él, odiándose a sí mismo por la servil pregunta.
—Sí. —Ella se presionó contra su espalda y envolvió sus brazos a su alrededor.
Apretando sus dientes, se forzó a no endurecerse o apartarla lejos.
—Gracias.
Artemisa quiso llorar de la dicha que sintió. Tenía a su Nicholas de vuelta… ella no podía creer lo mucho que lo había extrañado. Cuán temerosa estaba de su rechazo.
Más que todo, ella quería él que supiera cuán contenta estaba por tener su amistad de regreso.
—Te prometo, que nunca te lastimaré otra vez.
Nicholas no creyó esto por un instante. Ella había destrozado su confianza en el momento en que lo había tomado por los cabellos, sabiendo lo mucho que él despreciaba eso. Sabiendo cuán degradante era esa acción para él.
Hubiera preferido que ella simplemente arrojara unas monedas y se hubiera alejado.
Artemisa tiró de él contra ella y lo besó como un amante. Él devolvió el beso con toda la pasión de alguien que ha sido pagado por ello. Qué triste que ella no pudiera ver la diferencia entre un beso que él sentía y un beso nacido de la obligación. Por eso, él era la mejor puta que el dinero podía comprar.
Cuando se movió hacia atrás, puedo ver la dicha en su mirada. Cómo quisiera sentirla él también.
—Tú nunca más dudarás de mi afecto —susurró ella contra sus labios.
Nicholas no respondió cuando ella cayó sobre sus rodillas delante de él. Frunció el ceño en confusión hasta que ella corrió la mano por su pene antes de acercar la punta dentro de su boca. Jadeando de conmoción y placer, casi se tambaleó hacia atrás. Nunca nadie le había hecho esto antes a él.
Su trabajo era dar placer, No le tocaba a los otros, menos a una diosa, complacerlo a él. Toda la ira dentro de él se desvaneció bajo el asalto de su lengua en su cuerpo. No había sentido algo como eso antes… nunca soñó cuán bueno podría ser. Su mano acariciaba y acunaba su saco mientras su cálido aliento lo chamuscaba. El amor por ella que él había negado y enterrado volvió con una furia tan intensa que le envió un orgasmo inmediato.
Artemisa se retiró, escupiendo mientras rápidamente lo cubría con la falda de su chitón.
—Esto es tan desagradable. ¿Cómo puede alguien disfrutar esto?
Nicholas no podía responder mientras se agarró a sí mismo para que su cuerpo terminara lo que ella había comenzado.
Ella levantó la vista hacia él con una sonrisa vacilante mientras se lamía los labios. —¿Tú disfrutaste esto, no es verdad?
—Sí —dijo él, con voz rasgada.
—¿Estoy perdonada?
Nicholas corrió su pulgar sobre su labio superior donde un rastro de su semilla había quedado. Con su mirada firme, ella deslizó su lengua en la yema de su dedo para saborearlo. La visión de ella haciendo eso… la sensación de su lengua sobre su piel fue la cosa más increíble que él jamás haya experimentado.
Agotado y saciado, todo lo que él pudo hacer fue asentir.
Su sonrisa se amplió cuando ella se levantó y tiró de él para otro beso. La siguiente cosa que él supo, fue que estaban en su habitación del templo y él estaba completamente desnudo. Ella mordisqueó sus labios, frotando sus manos sobre su pecho. —Hazme el amor, Nicholas.
Sus palabras enviaron una ola de frío a través de él. —No quiero ser golpeado hoy, Artie. He sufrido demasiada vergüenza esta tarde.
Riendo, ella tiró de su cabeza hacia debajo de modo que pudiera besarlo rudamente, mordiendo su piel hasta que él temió quedar magullado. —No te golpearé. Promesa. —Tomó su mano y lo dirigió hasta su cama. Rodó sobre su espalda y lo jaló sobre su cuerpo desnudo.
Nicholas aún estaba indeciso. Artemisa lo derribó sobre su espalda. Ella era implacable en sus demandas y su cuerpo hizo exactamente para lo que había sido entrenado para hacer... se endureció para ella.
Cerrando sus ojos, deseó ser neutral como un niño. Su vida hubiera sido infinitamente más fácil.
Mientras ella misma se deslizaba sobre él, se preguntaba cómo una diosa no podía notar lo que había en su interior. No tenía idea de cuán poco quería él esto de ella en ese momento. Reservado y aterrorizado del abuso que ella le daría una vez que hubiera terminado, él la complació lo mejor que pudo.
Para el momento en que ella estuvo completamente saciada, su cuerpo estaba adolorido. Deslizándose de él, ella suspiró alegremente. Ella alcanzó su cara al tiempo que giraba su cabeza ante la expectativa de una bofetada.
—¿Qué está mal?
Él tragó mientras ella tiraba una almohada sobre él y luego la ponía debajo de su cabeza.
—Nada.
Se apoyó sobre sí misma de manera que pudiera trazar las líneas de su rostro con las yemas de sus dedos. —Creo que te mantendré conmigo esta noche.
Antes que pudiera contestar una esposa de oro se cerró sobre su tobillo. Una cadena al final se entrelazó en el poste de la cama.
—¿Para qué es esto?
—Para asegurarme que no vagarás alrededor mientras yo duermo.
Nicholas tiró de su pie haciendo tintinear los eslabones. Era todo lo que podía hacer para enterrar su rabia y no gritar en frustración.
—Esto no me gusta, Artemisa. No soy un perro que debe ser encadenado fuera de tu casa porque temas que se orine en la alfombra.
Ella chasqueó con desaprobación hacia él.
—Por el contrario. Es para tu propia seguridad.
La brutalidad de la alimentación forzada también había sido por su bien. No podía soportar estar encadenado. Más que ninguna otra cosa, esto lo hizo sentirse una puta otra vez. —Por favor, no me hagas esto. Te prometo que no saldré de tu cama mientras duermes.
Artemisa vaciló. Ella no podía decir si él estaba lo suficientemente enojado para devolverle el golpe o no. Por lo que ella sabía, él podría marchar hasta el pasillo de los dioses sólo por malicia.
Los humanos eran traicioneros de esa manera.
Pero al final, decidió confiar en él. La cadena desapareció.
—Si me traicionas, Nicholas…
—Me harás sufrir por toda la eternidad. Lo sé. Escuché la amenaza la primera vez que la pronunciaste.
—Bien. Ahora sé un hombre bueno y dame tu cuello.
Él, diligentemente echó sus cabellos hacia atrás exponiendo la belleza de su piel bronceada y la curva deliciosa de su garganta.
Su boca se hizo agua, zambulló su cabeza para saborearlo y en ese momento no pudo evitar el placer de la mordida. Ella lo dejó sentirlo completamente. Acunando su cabeza contra ella, él llegó hasta sus brazos mientras ella se embriagaba de él.
Satisfecha, Artemisa observó sus ojos temblando se cerraron.
—Serás mío, Nicholas. Por tanto tiempo cómo dure tu belleza. No te voy a compartir con nadie. Nunca.
Pronto ella lo vería muerto.
Femme Fatale
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Mensaje por Heaven.Foster Miér 20 Abr 2011, 11:42 am

esta buenisimaaaaaa!!!! 5
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Mensaje por #Fire Rouge..* Miér 20 Abr 2011, 1:58 pm

no la dejes ahiiii plis ya viene la traicion mas grande y luego resurge plisss
#Fire Rouge..*
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Mensaje por Muffin_Nickita_Jonas92 Miér 20 Abr 2011, 2:49 pm

Oh Dios mio!!!! Ojala qe Apolo no se de cuenta de nda! sino io misma me meto en la historia si le aze algo a Nicholas y le doii una patada en el... jaja!xD ii esa Artemisa!¬¬ espero qe no vuelva a lastimar a Nicholas!-.- sino tmbn me meto para darle otra patada en el... jaja!xD lo siento si me pongo algo loca (muxoo) pero esqe me meto muxoo en la historia!xp
jaja okizZ siguela pronto xfizZ!:)
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Mensaje por #Fire Rouge..* Miér 20 Abr 2011, 4:31 pm

Muffin_Nickita_Jonas92 escribió:Oh Dios mio!!!! Ojala qe Apolo no se de cuenta de nda! sino io misma me meto en la historia si le aze algo a Nicholas y le doii una patada en el... jaja!xD ii esa Artemisa!¬¬ espero qe no vuelva a lastimar a Nicholas!-.- sino tmbn me meto para darle otra patada en el... jaja!xD lo siento si me pongo algo loca (muxoo) pero esqe me meto muxoo en la historia!xp
jaja okizZ siguela pronto xfizZ!:)
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mmmmm..... yo odio a los dos hermanos Apolo y Artie(le digo asi porque se me pegó desde que lei mi primer libro de los dark) ahora se acerca la gran traicion y los odio por ello pero luego pasara algo increible y te daras cuenta de quien es el de verdad y será asombrooosoo.... yo quiero saber los secretos de ash tipo como conoce a tori y que relacion (aunque ya la se) tiene katra con el (no relacion de amor no te preocupes :) ) ayayaayyaayayayay daisy plis continualaaa yaaa necesito ver cuando todooo pasa y luego viene lo asombrosooooo
#Fire Rouge..*
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Mensaje por Femme Fatale Miér 20 Abr 2011, 8:09 pm


23 de junio, 9528 A.C.


—Feliz cumpleaños, Nicholas.
Nicholas se giró hacia donde provenía el sonido de la voz de Ryssa. Dolorido por la noche que pasó con Artemisa, se encontraba un poco desorientado. Había ido a su cama en el Olimpo, pero en algún momento debió de haberle regresado a su propio cuarto.
—Buenos días, hermana. —Se veía particularmente radiante hoy. El cabello rubio caía alrededor de la cabeza en pequeñas trenzas que estaban sostenidas en su lugar por un juego de peinetas plateadas que había comprado para ella unas pocas semanas antes, cuando habían ido juntos al mercado. El ligero vestido azul que usaba hacía que sus ojos brillaran radiantes mientras ponía las manos contra su estómago. Su embarazo apenas sí se notaba.
—Levántate y vístete. Le he dicho al cocinero que te prepare un desayuno especial de celebración sólo para nosotros dos. Nos traerán la comida en breve.
Miró tras ella, pero no vio nada.
—¿Dónde está?
—En el piso de abajo.
Nicholas sacudió la cabeza.
—No me está permitido comer en el comedor. Lo Sabes.
Alejó sus palabras.
—Padre estuvo hasta tarde con Styxx. No despertarán hasta dentro de unas horas. Quiero darte este pedacito de normalidad, hermanito. Lo mereces. Ahora vístete rápido y únete allí conmigo.
Nicholas en realidad no quería hacerlo. Odiaba aventurarse en las habitaciones del piso de abajo, donde su familia había dicho claramente que no era bienvenido. Pero Ryssa se había metido en problemas por él. Lo menos que podía hacer era alegrarla.
Dejando la cama, se vistió rápidamente y se reunió con ella en el vestíbulo. Envolvió el brazo alrededor del suyo y sonrió.
—Esta es la primera vez que celebramos el aniversario de tu nacimiento juntos. Ahora tienes veinte y el próximo año alcanzarás la mayoría de edad.
Cómo si eso fuera hacer una diferencia para él.
—¿Hay una fiesta planeada para Styxx?
Desvió la mirada con expresión inquieta.
—Sí. Esta noche como cada año.
—Entonces desapareceré.
La mirada en sus ojos reflejó el dolor que sentía por dentro. Pero ambos sabían que sería tan bienvenido a la fiesta como una plaga de despreciables ranas. Sin decir palabra, lo llevó hacia el comedor donde había dispuesto un gran buffet.
—No estaba segura de qué querrías así que hice que preparan un poco de todo. —Tomó un plato y se lo tendió antes de besarlo en la mejilla—. Feliz cumpleaños, hermanito.
Nada podría haberlo emocionado más.
—Gracias.
La siguió mientras le explicaba los diversos platillos.
Mientras Nicholas alcanzaba una pieza de fruta, le tomó la mano y rió.
—No comemos eso. Son decorativas. —La golpeó con la mano—. ¿Ves? Es yeso.
Rieron juntos ante su ignorancia.
—Oh, le hace bien a un padre escuchar a sus hijos riendo uno con otro.
Nicholas se congeló ante el sonido de su padre entrando al cuarto detrás suyo. Terror frío se filtró en todo su ser.
Ryssa cubrió su pánico con una deslumbrante sonrisa.
—Buenos días, Padre. Me habían dicho que te levantarías tarde hoy.
—Hay mucho que hacer con los preparativos de la celebración de Styxx. —Palmeó afectuosamente en el hombro a Nicholas antes de besar su mejilla.
Saboreó y maldijo el abrazo a su vez, Nicholas cerró los ojos y contuvo el aliento. Sus ojos plateados podrían traicionarlo. Siempre lo hacían.
—Estoy sorprendido de verte levantado, bribón. Escuché que habías llevado tres mujeres a tu cama anoche. Te satisficieron bien, confío.
Ryssa se aclaró la garganta.
—¿Padre, podría hablar unas palabras contigo afuera?
—Absolutamente.
Nicholas dejó escapar un leve suspiro de alivio mientras su padre caminaba lejos de él. Colocó el plato abajo y dio un paso hacia la puerta cuando lo impensable pasó.
Styxx entró al cuarto con uno de sus amigos.
—¿Qué es esto? ¿Qué estás haciendo tú aquí?
Su padre se volvió y maldijo antes de mirar con furia a Ryssa.
—¿Me engañaste?
—No exactamente.
La furia distorsionó su rostro mientras cerraba la corta distancia que los separaba y abofeteaba a Nicholas tan fuerte que lo desequilibró fácilmente. Cayó al suelo, aturdido por el golpe que le hizo perder un diente frontal y le destrozó la nariz.
—¡Te atreviste a profanar mi mesa!
Ryssa avanzó hacia ellos.
—¡Padre, por favor! Yo lo traje aquí. Fue mi idea.
Se volvió a ella con malicia.
—No te atrevas a defenderlo. Él lo sabe bien. —Levantó a Nicholas por los cabellos y lo empujó contra el muro—. Quiero que todo lo que tocó sea quemado. ¡Ahora! —Gritó a los sirvientes—. Y tirad toda la comida.
Nicholas rió.
—Realmente debe molestarte no poder deshacerte de mí tan fácilmente.
Su padre le dio un duro puñetazo en el estómago.
—Padre, por favor. —Suplicó Styxx. —Recuerda tu corazón.
Su padre lanzó a Nicholas a un lado, arrancándole un puñado de cabello en el proceso.
—Saca a esta basura fuera de mi vista.
—¡Guardias! —Rugió Styxx. —Llevaos al bastardo afuera y golpéeadlo.
Nicholas se incorporó antes de aproximarse a su gemelo.
—Dime algo, hermano. ¿Qué te enfada más sobre mí? ¿El hecho de que comparto tu rostro o el hecho de que conozco exactamente lo que quiere hacerte tu mejor amigo… y con qué frecuencia? —Lanzó una mirada significativamente al hombre que se encontraba detrás de Styxx que miró hacia otro lado con la cara roja. Nicholas le sonrió—. Es agradable verte de nuevo, Lord Dorus, especialmente vestido.
Styxx dejó salir un alarido de dolor un instante antes de correr hacia él, quién trato de defenderse. Pero era inútil. Su hermano pasaba horas al día entrenando para luchar. Lo mejor que pudo hacer fue cubrirse la cabeza y tratar de protegerse el rostro. Styxx le propinó golpe tras golpe en las costillas hasta que los guardias finalmente lo alejaron.
—Quiero que sienta cada azote.
Nicholas escupió sangre a los pies de Styxx.
—Feliz cumpleaños para ti también.
Con los oídos libres de las palpitaciones de su sangre y las maldiciones de Styxx, finalmente escuchó los sollozos de su hermana mientras le suplicaba a su padre por una misericordia que no tenía intención de otorgar.
Un guardia apretó el puño profundamente en el cabello de Nicholas, entonces lo empujó fuera de la habitación hacia el patio que él conocía íntimamente. Sólo deberían mover su cama ahí afuera y ahorrarse todo el esfuerzo.
Rechinó los dientes mientras le ataban las manos y las ropas eran despojadas de su cuerpo. Maldijo a los dioses después de que el primer azote cortara la piel de su espalda. Malditos ellos por esto. Era suficientemente malo que lo abandonaran, pero condenarlo a tener la habilidad de sanar la mayoría de las heridas, hacían sus castigos mucho peores. En lugar de tejido cicatrizado que formara una barrera contra el abuso, piel nueva crecía cada vez, lo que significaba que ellos golpeaban carne fresca con cada azote.
Y dolía…
Perdió la cuenta de los latigazos mientras trataba de enfocarse en cualquier otra cosa. El sudor mezclado con la sangre que manaba de las heridas en su rostro hacía que ardieran mucho más. De todas maneras lo golpeaban.
—Suficiente.
Nicholas frunció el ceño a través de la neblina de dolor mientras reconoció la voz de Styxx. Su respiración era desigual, no podía imaginar por qué Styxx detendría el castigo que había pedido.
Hasta que su hermano acercó su rostro hasta estar ojo con ojo. El odio en la mirada de Styxx era penetrante.
—Dejadnos. —Ordenó a los guardias.
Nicholas escuchó cómo se cerraba la puerta. Abrió la boca para mofarse de su hermano pero antes de que lo hiciera, Styxx estampó una barra de hierro a lo ancho de las costillas con suficiente fuerza para levantarlo de sus pies. Toda respiración escapó rápidamente de sus pulmones.
—Crees que eres tan jodidamente listo… —Se mofó—. Vamos a ver cuán listo eres ahora.
Styxx desapareció de su vista. Volvió un momento después con un marcador de hierro al rojo vivo. El pánico lo colmó. Peleó contra las ataduras con cada onza de fuerza que tenía. Pero estaba debilitado por la paliza y lo dominaron completamente.
Con un brillo de sádica satisfacción, puso el hierro sobre la cara de Nicholas. Gritando, Nicholas trato de alejarse, pero todo lo que pudo hacer fue oler la carne quemada. Sintiendo el profundo y penetrante dolor que lo atravesaba.
Sonriendo, Styxx lo separó y caminó detrás de él nuevamente.
Colgando flácidamente, no pudo hacer nada más que gritar por la agonía de su rostro que continuaba quemando. Cuando Styxx regresó, llevaba un nuevo hierro.
—Por favor m… m…misericordia —rogó—. Por favor no… hermano.
—No somos hermanos, ¡Bastardo! —Styxx gritó antes de poner el hierro contra la ingle de Nicholas.
Gritó. Lágrimas se derramaron mientras rogaba para que la muerte llegara y detuviera esta tortura.
—¿Dónde están tus risas ahora? —Preguntó Styxx, removiendo el hierro a un lado—. Nunca volverás a burlarte de mí de nuevo, tú, jodida puta.
Nicholas sintió algo frío y filoso perforarle la mejilla. Mirando hacia abajo, vio la daga en la mano de Styxx quién la había enterrado hasta la empuñadura. Probó más sangre en la boca mientras se ahogaba en ella y el dolor lo quemaba.
—No te preocupes —dijo Styxx moviendo la daga de un tirón—. Vivirás. —Deslizó la hoja hacia abajó a través de la mejilla sin quemar de Nicholas, abriéndola hasta el hueso.
Styxx lo cortó, luego se alejó sin siquiera echar un vistazo hacia atrás.
Nicholas yació en la tierra, la cabeza dando vueltas mientras un dolor inimaginable lo atravesaba.
—Por favor dioses —murmuró desesperadamente. —Por favor permitidme morir.
Exhaló profundamente y se rindió a la oscuridad.
Artemisa estaba tratando de ser paciente mientas observaba las ofrendas que los humanos le llevaban a su altar. Pero eso no le interesaba.
No había visto a Nicholas en dos días y ésta era la celebración de su cumpleaños, algo que no habría sabido si Apolo no le hubiera dicho sobre la fiesta de esta noche. No sabía por qué Nicholas no lo había mencionado, pero así era él de extraño.
Apolo no iba a la fiesta, pero su mascota sí.
Lo cual significaba que Artemisa era libre para visitar a Nicholas después.
Obligatoriamente había permanecido en su templo durante todo el día. El sol se había puesto una hora antes y mientras el día se volvía noche, estaba inquieta porque terminara.
Un hombre viejo se acercó con una cabra.
Oh, esto no servía de nada. ¿Qué iba a hacer con una cabra? Chasqueando los dedos, le concedió su deseo incluso antes de escucharlo.
Cogió el anillo que había hecho para Nicholas y los abandonó sabiendo que continuarían haciendo ofrendas en las que no estaba interesada. A diferencia de estos otros gimientes, patéticos humanos, su Nicholas podría complacerla.
Incluso cuando no quería complacerla, lo hacía.
Sonriendo, se materializó en su balcón, esperando que estuviera en su posición habitual.
Estaba vacío. Frunciendo el ceño, miró sobre el borde para ver a los nobles y dignatarios reunidos por las festividades. Seguramente Nicholas no estaba ahí. No le gustaban tales eventos.
Caminó a través de las puertas sin abrirlas. Su ceño se disolvió mientras veía a Nicholas ya en la cama. Bien. Podía unírsele ahí.
Pero mientras se acercaba, aminoró el paso. Su aliento era superficial y desigual. Yacía con la espalda hacia ella y al aproximarse, vio las manchas rosas en las sábanas.
Sangre. Sangre de Nicholas.
Era mucho más de la que alguna vez había visto.
Aterrorizada, se movió alrededor de la cama para encontrarlo llorando en silencio. Pero eso no fue lo que más la sorprendió. Era la vista de su hermoso rostro. O lo que quedaba de él.
Un lado tenía una herida bestial y enorme que exponía parte del hueso y del otro, una quemadura que había dejado su ojo izquierdo parcialmente cerrado, la carne quemada y la boca torcida.
—¿Qué sucedió? —Demandó mientras el enfado la desgarraba.
No respondió pero la vergüenza en sus ojos, el dolor, laceraron su corazón. Arrodillándose en el suelo, puso la mano en su mejilla quemada.
—Mátame —exhaló—. Por favor.
Esa súplica desgarradora trajo lágrimas a sus ojos. Queriendo entender, usó sus poderes para ver que le había ocurrido. Mientras cada escena desfilaba en su mente, la furia crecía.
¡Cómo se atrevían a hacerle esto a él!
Sintió que sus dientes crecían al triple, tan filosos como su necesidad de venganza.
Nicholas gritó mientras Artemisa sanaba su maltratado cuerpo. En cada lugar donde estaba mal herido, la cura era igual de dolorosa.
Una vez curado, Artemisa lo recogió en sus brazos y lo sostuvo de una forma que nadie nunca antes lo había hecho, como si le preocupara.
—Lo siento tanto, Nicholas. ¿Por qué no me llamaste?
—No habrías venido.
—Sí, lo habría hecho.
Pero sabía la verdad. Nunca se habría arriesgado a ser vista.
—Ahora estás aquí. Eso es suficiente para mí.
Asintió mientras le peinaba el cabello retirándolo de su rostro.
—Y pobre de los bastardos por esto. Los que te lastimaron sufrirán por eso. —Tomándole la mano, lo jaló de la cama.
Cuando empezó a ir hacia la puerta, él se congeló.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a hacerlos pagar.
—¿Cómo?
Rió malévolamente.
—Confía en mí, amor. Lo disfrutarás.
Lo siguiente que supo es que estaban en el salón de baile, sin ser vistos por los juerguistas. Artemisa caminó hacia Styxx quién estaba al lado de su prometida, riendo engreídamente con un grupo de amigos que estaban burlándose de una joven poco atractiva en la esquina. La mujer tenía lágrimas en los ojos mientras trataba de ignorar las risas y los comentarios brutales.
Se inclinó hacia delante para susurrar en el oído de Styxx.
—¿Quieres ver humillación, tú pequeño bribón? Estás a punto de tener una lección de primera mano sobre eso.
Un segundo Styxx estaba riendo. Al siguiente estaba vomitando sobre Nefertari y sus amigos. De hecho, vomitó tan fuertemente que perdió el control de su vejiga y se mojó. Cuando trató de correr, tropezó y cayó en el desastre.
Nicholas miró hacía otra parte, como disgustado por eso, como todos los demás.
Pero no había terminado. Alzando la mano, abrió las puertas dobles que daban al jardín. Una jauría de perros enojados entró y corrieron tras Styxx en venganza.
Su padre corrió hacía el heredero que estaba en el suelo, gritando por ayuda.
Artemisa le brindó a Nicholas una sonrisa torcida antes de que todos en la fiesta, excepto Ryssa y la mujer que de la que se habían burlado, se enfermaran. Los guardias trataron de proteger a Styxx de los perros un instante antes de que descargaran sus estómagos por todo el príncipe.
Cerrando la distancia entre ellos, unió sus manos satisfecha.
—No sé tú —dijo con un destello malévolo en los ojos verdes— pero yo me siento mejor. —Miró orgullosamente alrededor—. Estarán mejor por la mañana. Pero ninguno de ellos estará fuera de sus camas hasta mucho después de mañana. Por lo que respecta a Styxx, sentirá los efectos de su crueldad por lo menos una semana.
Nicholas deseó obtener satisfacción en el dolor a su alrededor, pero no. Ninguno merecía lo que ella había hecho ésta noche más de lo que él merecía lo que Styxx le había hecho.
Ladeó la cabeza.
—¿No estás feliz?
Echó un vistazo a los pobres desgraciados a su alrededor.
—Gracias por vengarme. Significa mucho, Artie. De verdad. Pero habiendo estado en el extremo receptor de la crueldad mi vida entera, no obtengo placer en dañar a otros, así que, no, no me hace feliz verlos así. Especialmente a aquellos que nunca me han hecho daño.
—Eres un tonto por no hacerlo. Ellos no serían tan amables contigo.
En su experiencia, estaba en lo correcto. Aun así, no podía dejarse llevar por la risa ante la humillación que sufrieron.
Artemisa dejó escapar un sonido de disgusto.
—Eres un humano tan extraño… —Ahuecó la mejilla con la mano—. Te advierto que, si alguna vez vuelve a marcar tu rostro de nuevo desataré una agonía de la que nunca se repondrá.
La ira y sinceridad de su mirada lo quemaron. Sólo Ryssa había estado alguna vez tan indignada por sus castigos. El hecho de que se preocupara hizo que recorriera un largo trecho en el camino para borrar el enojo que había albergado contra los dioses.
En verdad, había mantenido su palabra y no había hecho nada para lastimarlo.
No confíes en ella.
Pero su corazón quería creer que en algún nivel lo amaba, que se preocupaba.
Se levantó para besarlo. En el instante que los labios se tocaron, lo llevó a su templo. Nicholas sintió una extraña energía atravesarlo.
—¿Qué…?
Los ojos de Artemisa adquirieron un brillante resplandor.
—Te he dado el poder para luchar y protegerte a ti mismo. Tenías razón. No siempre puedo estar allí cuando me necesitas. Pero —colocó la punta de su dedo sobre sus labios—. No podrás usar esas habilidades sobre un dios, sólo con un humano.
—¿Por qué querría atacar a un dios?
Inclinó la cabeza contra su hombro e inhaló la esencia masculina. Adoraba la inocencia en su interior que no podía siquiera concebir en herirla.
—Algunos hombres lo hacen.
—Los hombres hacen un montón de cosas con las que no estoy de acuerdo.
—Y es por eso que te doy los poderes que necesitas. No quiero que te hieran otra vez de esa manera.
Nicholas trató de luchar contra el amor que se hinchaba dentro de él. Pero no podía. No cuando le daba tanto. Ni cuando lo tocaba de esa manera y lo hacía sentirse decente y querido.
Lo apretó contra ella, entonces se separó para tenderle una pequeña caja.
—¿Qué es esto?
—Mi regalo para celebrar tu nacimiento. Ábrelo.
Atónito, la miró boquiabierto. Honestamente, no podía asimilar lo que estaba sosteniendo en sus manos.
—¿Me estás haciendo un regalo?
—Por supuesto.
Pero no podía ser tan simple. Nada lo era.
—¿Qué quieres a cambio?
Ella frunció el ceño.
—No quiero nada a cambio, Nicholas. Es un regalo.
Aún así sacudió la cabeza en una negación.
—Nunca se da nada libremente.
Cerró las manos alrededor de ello y acarició sus dedos.
—Éste se te da libremente, akribos. Y deseo verte abrirlo.
—Realmente, no podía entenderlo. ¿Por qué le hacía un regalo?
Con el corazón acelerado, abrió la caja para encontrar dentro un anillo. Cogiéndolo, vio un doble arco y flecha sobre él, pero cuando movió el anillo, cambió a la imagen de Artemisa en el acto.
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Mensaje por Femme Fatale Miér 20 Abr 2011, 8:10 pm

CONTINUACION-.................

Ella sonrió felizmente.
—Es un anillo insignia. Se lo doy a mis seguidores a los cuales otorgo la habilidad de convocarme. La mayoría de ellos tienen que buscar un árbol y realizar un ritual y decir las palabras correctas. Pero tú, mi Nicholas, puedes convocarme en cualquier momento.
Cuando empezó a ponerse el anillo, lo detuvo.
—Debería estar resguardado sobre tu corazón —apareció una cadena de oro y cuando se lo colocó alrededor del cuello, se le ocurrió otro pensamiento. No era sólo sobre su corazón… Resguardar este anillo era también ocultarlo a la vista.
Al menos pensó lo bastante en ti para hacerle un regalo.
Eso era verdad.
Le besó la mejilla, entonces manifestó una espada en su mano. Pasándosela, le hizo un guiño.
—Enséñame lo que haces.
—¿Qué quieres decir?
Ella inclinó la cabeza hacia dos guerreros sombra tras él.
—Lucha con ellos, Nicholas. Cualquier cosa que necesites para vencerlos será tuya.
Escéptico, se alejó un paso. Pero para el momento en que ellos se acercaron, su cuerpo sabía instintivamente como luchar.
Sonrió con satisfacción mientras veía a Nicholas combatir con las sombras. Había hecho un buen acto por su humano. Y mientras lo observaba, el calor invadió cada parte de ella. Se movía igual que el mercurio. Sus músculos se ondeaban y flexionaban, esforzándose y refinándose con cada golpe que paraba y entregaba. Su hambre aumentaba y se preguntó por qué su sangre era tan adictiva… Más incluso que la de su hermano.
¿Por que anhelaba a Nicholas así?
Con todo no negaba su atracción. Ahora mismo, todo lo que quería era lanzarlo a la cama y mantenerlo allí por el resto de la eternidad.
La sonrisa que le dedicó cuando terminó con sus oponentes hizo que se derritiera.
—Te lo dije —dijo ella, acercándose a él.
Nicholas sostuvo la espada en su puño con una confianza que nunca había conocido en nadie fuera de la cama. No podía creer que finalmente supiera como luchar tan bien como sabía como usar su cuerpo para dar placer a otros. Era una mezcla vertiginosa. Poder…
Agradecido a Artemisa, tiró la espada a un lado y la atrajo a sus brazos. Algo extraño rasgó a través de él. Era como si una parte suya hubiese sido liberada y lo sacudía hasta los cimientos.
Se estremeció cuando vio los ojos plateados volverse rojos al mismo tiempo que sus labios se volvían negros. Había sucedido tan rápido que no estaba segura de habérselo imaginado.
Entonces Nicholas tomó posesión de su boca con una furia envenenada. Sintió su poder y eso la hizo estremecerse. Con el corazón latiendo acelerado, se rindió. La empujó a la pared detrás de él. Los labios y lengua quemándola, y haciéndola saber exactamente lo mucho que había estado conteniéndose de ella todos esos meses pasados.
Éste era un nuevo lado de su mascota. Y cuando entró en ella, casi se desmaya del placer absoluto del acto.
Era tan salvaje y sin domesticar como un depredador en libertad. El sonido de su respiración, puntuado por gruñidos de placer pendiendo fuego a su alma. Una risa quedó atrapada en su garganta. De haber sabido que habría sido así, le había dado el regalo hacía mucho tiempo.
Dejando escapar un grito cuando el orgasmo la atravesó, hundió las uñas en su piel. Pero él ni siquiera se detuvo mientras se entregaba profundizando con fuertes embestidas en su cuerpo. No había pensado que fuese posible, pero su placer se incrementó mientras explotaba otro orgasmo.
Cuando él finalmente se corrió, ella estaba completamente débil y saciada. Tanto que se dio cuenta que no se había alimentado.
Bendito Olimpo, ¿Cómo podía ser?
Sin esfuerzo, Nicholas la tomó en sus brazos y la llevó de regreso al templo, a su dormitorio.
—¿Cómo puedes moverte siquiera después de todo esto? —Preguntó sin aliento.
—Diosa, podría volar ahora mismo si me lo pidieras.
Riendo, Artemisa se recostó débilmente sobre la cama mientras su cuerpo permanecía animado por su recuerdo.
Se tendió a su lado, entonces depositó una lluvia de besos sobre los labios y pechos.
Sacudió la cabeza ante él.
—Estás animado este día.
Se detuvo ante sus palabras antes de que se traicionara a sí mismo. No estaba animado. La verdad era que sus acciones habían hecho que se enamorara por completo otra vez. Recordó en el acto por qué se había abierto a ella. Artemisa era amable cuando decidía serlo.
Si no se hubiera preocupado por él, sus heridas hoy no la habrían conmovido. Las heridas sólo significaban largas ganancias para él. Pero había estado realmente enfadada con su beneficio.
Tomó su mano y la dirigió a los labios para poder besarle la palma de la mano.
—Siempre seré tu siervo, mi diosa. Me prometo a ti para siempre.
Ella rió tontamente.
—Mi Nicholas, no tienes concepto de para siempre.
—Entonces me prometo a ti por el resto de mi vida.
Le apartó el pelo, retirándolo de su rostro.
—Acepto esa promesa… Y es lo mejor que he oído el día de hoy. Ahora ven a alimentarme. Me tienes terriblemente hambrienta.
Nicholas se deslizó sobre su cuerpo y le ofreció su cuello. Ante la punzada de dolor, recordó a Styxx poniendo la marca sobre su piel.
Siseando, se apartó instintivamente. Sintió la carne rasgada mientras la sangre fluyó libremente por la herida. Trató de cubrirla, pero la sangre chorreaba entre sus dedos, cubriéndolos y manchando los linos blancos debajo de él.
Artemisa aspiró bruscamente mientras se daba cuenta de lo que Nicholas había hecho. Su sangre los cubría a ambos. Agarró su cuello y lo sostuvo cerca mientras sanaba la herida. Tembló contra ella.
—Nunca vuelvas a hacer eso, Nicholas.
Ahora estaría muy débil para ella. Contuvo su ira. Normalmente lo habría castigado, pero ya había tenido suficiente. Limpiándolo, lo recostó en la cama para dejarlo descansar.
Trató de mantenerse despierto, pero sus ojos finalmente parpadearon hasta cerrarse. Artemisa miró fijamente hacia la hermosa desnudez en su cama. Las piernas y brazos eran tan largos y elegantes, tan increíblemente bien formados. Los músculos de su estómago estaban cortados tan profundamente que parecían cincelados. Y mientras recordaba la forma en que le había hecho el amor, se puso caliente de nuevo.
—Siempre deberías tocarme de esa manera.
Si sólo pudiera escucharla.
Se extendió para deslizar la mano por su cabello y en el instante que hizo contacto, el cabello se volvió azabache. Se alejó de golpe y observó mientras el azul parpadeaba sobre su piel.
Aterrorizada, se levantó de un salto de la cama. El número veintiuno se escribió a lo largo de su columna antes de que el color se desvaneciera y él regresara a su estado normal.
Frunció el ceño confusa. ¿Era una reacción por su regalo o por alimentarse de él? Nunca se había alimentado de un humano antes. ¿Todos ellos hacían esto?
De nuevo lo oyó susurrar en Atlante.
—No fue un feliz aniversario. Quiero volver a casa ahora.
—¿Nicholas? —Se acercó a él lentamente antes de sacudirlo para despertarlo.
Abrió los ojos. En lugar de plateado, eran tan negros que ni siquiera pudo ver las pupilas. Luego parpadeó y volvió a dormir.
Esto no era normal.
—¿Qué eres?
Cada poder divino que poseía le decía que era humano. Pero esto no era típico de esa especie.
—¡Artemisa!
Se alejó de golpe y se vistió mientras escuchaba el alarido de Apolo. Dejando a Nicholas dormir en su cama, se materializó en el centro de su recibidor, donde su hermano estaba con una mueca de enfado en el rostro.
—¿Algo está mal?
—Yo. Necesito comida.
Cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Por qué estás tan enojado al respecto?
—Quiero a mi humana, pero está embarazada y no puede sufrirlo.
—Tienes otros.
—No los quiero. —La agarró. En el momento que lo hizo se detuvo, luego olfateó su cabello. —¿Estuviste con un hombre?
Su corazón vaciló. Poco dispuesta a traicionar a Nicholas, abofeteó la mano de Apolo.
—¿Por qué dirías tal cosa?
—Hay un olor extraño en ti. Y es masculino
Giró los ojos para cubrir el miedo dentro de ella.
—He estado con humanos todo el día, aceptando sus ofrendas. Debo de apestar a su hedor.
Cerró el puño en su cabello. Artemisa hizo una mueca, finalmente entendiendo por qué Nicholas encontraba ese gesto tan ofensivo. Apolo limpió con el dedo detrás de su oreja, entonces estudió lo estudió.
—¿Sangre? ¿Te alimentaste de otro?
Se endureció y encontró la mirada fija en su rostro.
—No sabía cuando volverías y estaba hambrienta.
Sus ojos se aguzaron.
—¿Te has encontrado una mascota masculina?
Arañó la mano con la que la sostenía su cabello.
—Eres mi hermano pequeño, no mi amante. Ahora libérame o siente la plenitud de mi ira.
Empujó su espalda.
—Mejor debería recordarte quién soy y quién eres, hermana. —Frunció los labios como si de repente le disgustara—. Preferiría alimentarme de un criado.
Artemisa contuvo el aliento hasta que se marchó. El cuerpo entero estaba temblando de miedo por la ira de su hermano.
La puerta del cuarto se abrió. Giró para ver a Nicholas mirándola fijamente. Se inclinó contra la puerta con un brazo apoyado. La mezcla de poder y debilidad era fascinante.
—Pelearía con él por el deshonor que sufriste.
Su corazón estaba cálido por el pensamiento.
—Nunca podrás pelear con él, Nicholas. No tienes poder para pelear con un dios. Te mataría sin parpadear. —Acortó la distancia entre ellos y envolvió su brazo alrededor de su delgada cintura—. Ven, mi dulce. Necesitas descansar.
Pero mientras lo regresaba a la cama, el miedo dentro de ella creció. Si Apolo alguna vez se enteraba acerca de Nicholas, ningún poder en el Olimpo sería capaz de salvar su vida.
Femme Fatale
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Mensaje por Muffin_Nickita_Jonas92 Jue 21 Abr 2011, 10:41 am

Ashhhh!!!!77 maldito Styxx!!!!!!!! ii tmbn el estúpido Rey!! Mira qe azerle lo qe le hicieron!!!! Al menos la tonta de Artemisa iia le dio la habilidad de poder pelear! Jaja buee siguela pronto!^.^
Muffin_Nickita_Jonas92
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Mensaje por #Fire Rouge..* Jue 21 Abr 2011, 10:46 am

porfavor siguelaaa ya falta un añito para xiamara sisisisisiisis
plis es uno de is personajes favoritooos ay odio a artie
pero mas la voy a odiar proximamente plis siguela la amo
#Fire Rouge..*
#Fire Rouge..*


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Mensaje por Femme Fatale Jue 21 Abr 2011, 11:58 am

25 de Agosto, 9528 A.C.

Nicholas yacía en su cama, extrañando a Artemisa. Manteniendo su anillo sobre su corazón, sonrió ante el recuerdo de ella la última noche. Durante las semanas pasadas había sido tan amable y bondadosa con él. Nadie, ni incluso su hermana, había sido alguna vez más solícita.
Cerrando sus ojos, pudo verla corriendo hacía él en su jardín, riendo. Pasaron horas cazando, practicando tiro o sólo yaciendo juntos en su jardín mientras el tocaba para ella y ella le leía.
Cómo deseaba que pudieran quedarse así.
Desafortunadamente, ella no podía tener una mancha sobre su reputación y él lo entendió, aun cuando lo odiara.
Un golpe sonó en su puerta.
Rodando, vio a Ryssa empujar la puerta. Cerró la puerta cuidadosamente antes de apresurarse hacia él. Fue sorprendentemente ágil dada la distensión de su estómago.
—¿Vienes?
Ahora ahí había una pregunta a la que no estaba acostumbrado escuchar de su hermana.
—¿A dónde?
—¿Al templo de Artemisa?
Nuevamente, una pregunta a la que no estaba acostumbrado escuchar.
—¿Sobre qué estás hablando?
—Este es el día de su banquete. Habrá juegos y ofrendas en su templo todo el día. Padre ya envió su ofrenda y está supervisando a los otros, pero pienso que podrías ir también.
No con su padre. ¿Estaba loca? Había estado haciendo un punto para evitar cualquier contacto alguno con él o Styxx.
Nicholas sacudió su cabeza.
—No creo que deba.
Ella lo interrumpió.
—¿Estás loco? ¿No piensas que Artemisa se podría ofender si alguien cercano a ella no le muestra a ella su respeto?
Nicholas frunció el ceño. ¿Lo haría? Artemisa podría ser temperamental algunas veces.
Estaré en el templo todo el día, pero te veré después. Deseo que no tuviera que esperar tanto para verte.
¿Podría eso haber sido una invitación disfrazada?
No, Artie era cualquier cosa, menos sutil.
—No tengo una ofrenda.
Ryssa empujó su hombre.
—Haz uno de corazón. A ella no le importará que sea. Pero tienes que mostrar tu apreciación a los dioses, Nicholas. Es imprudente no honorarlos, especialmente cuando uno ha estado mostrando un grado de favoritismo. —Le sonrió—. Ahora vístete. Tengo que irme y no puedo esperar por ti. Pero te observaré en el templo, no tardes mucho.
Nicholas no se movió de la cama hasta que Ryssa lo dejó. Todavía no estaba seguro si esta era la mejor idea. Pero mientras se mantuviera su presencia encubierta, no debería haber ningún daño. Sólo iría, haría una ofrenda y se marcharía.
Nadie, otra más que Artemisa, ni siquiera sabrían que había estado ahí. Y si eso la complacería…
¿Cómo no podría honorarla en su día de festín después de todo lo que ella le había dado? Quería que ella supiera lo mucho que la amaba. Quería que viera que estaba dispuesto a arriesgar su vida por ella.
Sólo de pensar en hacerla feliz trajo una sonrisa a su cara. Saliendo de la cama, trató de pensar en que podría disfrutar Artemisa. Le gustaba escucharlo tocar y amaba su cuerpo y sangre. Pero si él hiciera una ofrenda pública de eso, la enojaría…
Pétalos de rosa blancos, por su pureza y gracia. Y perlas. La diosa amaba las perlas. Incluso lo había llevado al buceo de perlas.
Eso era, eso haría un regalo perfecto para mostrarle que tan puro era su amor y admiración por ella.
Se vistió rápidamente, entonces se dirigió al mercado para comprar lo que necesitaba.
Para el mediodía, estaba en su templo el cual estaba abarrotado con gente. Nobles y oficiales tenían una entrada separada donde sus ofrendas eran bendecidas por los sacerdotes. Aunque técnicamente cualificado, Nicholas se quedó en la línea común. No quería hacer cualquier cosa que atrajera la atención hacía él o arriesgarse a enojar a su padre quien se sentaba en su trono justo a la derecha de la estatua de Artemisa, observando a la gente. Apolo, Styxx y Ryssa estaban con él.
Cautelosamente, Nicholas siguió echando un vistazo, rezando a los dioses que su padre no lo viera. Podría hacer su ofrenda rápidamente e irse.
Nadie lo sabría.
Manteniendo su cada cubierta, le dio sus regalos al sacerdote para que pudiera colocarlos en el altar.
—¿Cuál es tu petición a la diosa, paidi?
Nicholas sacudió la cabeza.
—Nada, papas. Sólo le ofrendo mi respeto y amor.
El sacerdote asintió con aprobación antes de tomar un pequeño tazón de pétalos de rosa y perlas. Mientras Nicholas se alejaba, alguien en la multitud lo empujó, tambaleándose sobre una mujer que sostenía un bebé. Ella gritó mientras perdía su equilibrio y su agarre.
Nicholas se congeló mientras comprendió que el bebé golpearía el piso a no ser que él dejara caer su capa para cogerlo. Si hacía eso, sería expuesto y así de cerca como estaba de su padre, no había manera de que escapara sin notarse.
Pero no había opción.
Atrapó al infante en su pecho mientras la madre caía. Extendiendo el brazo para salvarla, ella tomó su capa y la dejó libre.
Nicholas se estremeció mientras toda la atención se volvía hacia él. Siempre había odiado esta atención y si él pudiera, se haría invisible. Pero no había escapatoria de esto.
Rugiendo con enojo, su padre se puso rápidamente en pie.
Enfermo del estómago, Nicholas ayudó a la mujer a levantarse y le regresó el bebé.
Ella estaba sollozando en alivio.
—Muchas gracias por tu amabilidad. Bendito seas por salvar a mi hijo.
—¡Cogedlo! —ordenó su padre a los guardias.
Nicholas encontró la mirada de Ryssa y vio su propio horror reflejado en la cara de su hermana mientras los guardias lo agarraban de sus brazos y arrastraban ante su rey. El pensamiento de la pelea atravesó su mente, pero ¿cuál era el uso? Ellos sólo estaban haciendo lo que les habían dicho. Además la multitud alrededor de ellos estaba apretada y gente inocente sería lastimada si lo hacía.
Encontró la furia de su padre sin encogerse.
—¡Cómo te atreves a deshonrar éste templo! —Se volvió a los guardias—. Encerradlo en sus aposentos hasta que termine aquí.
Nicholas sonrió malignamente. Una promesa tan dulce de los labios de su padre. No podía esperar hasta el anochecer.
Por primera vez, Nicholas miró hacia Apolo cuya mofa hacia él era tangible. Si sólo el dios supiera la verdad…
Tomando una respiración desigual, observó a los sacerdotes remover su ofrenda del altar mientras era arrastrado del templo.
Artemisa miró hacia arriba desde su citara mientras Apolo se manifestaba en su sala de visitas. Había estado tratando de tocarla de la manera que Nicholas lo hacía, pero no tenía talento para la música. Su frustración estaba ya alta y la presencia de su hermano hacía poco para aliviarla.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Sonrió engreídamente.
—¿Por qué no estabas en Didymos hoy?
—Dijiste que ibas a estar en mi lugar. No vi el punto de que ambos estuviéramos ahí. —Pero la verdad era que no quería estar alrededor de la familia de Nicholas. Ellos la disgustaban. Si hubiera ido, Styxx hubiera tenido mucho más que sólo una enfermedad del estomago visitándolo. Por supuesto que eso podría alertar a su hermano acerca de sus sentimientos por Nicholas así que pensó mejor que sólo se mantuviera lejos de ellos. — ¿Por qué? ¿Me perdí algo?
El tiró una hermosa hebra de perlas ante ella. Estaban cubiertas con pétalos de rosa blancos. Artemisa frunció el ceño mientras iba por ellas.
—¿Qué es esto?
—El Príncipe Puta trajó esas para ti.
Su corazón cesó de latir.
—¿Perdón?
—Realmente fue entretenido. Vino con el resto de la mugre y después el entregó estás diciendo que no pedía nada de ti a cambio por su regalo, el fue expuesto. Lo último que supe, era que iban a hacerlo pagar por deshonrarte.
Le tomó cada pedazo de control que tenía para no traicionar su relación. Pero en verdad, la garganta le ardí con lágrimas por su Nicholas… y amargo enojo de que lo hiriesen nuevamente. Quería besar las perlas que le había regalado porque ella sabía que era diferente de otros tributos, el suyo había venido verdaderamente de su corazón. Más que eso, quería ir hacia Nicholas y ayudarlo.
Si sólo pudiera.
Calmándose, tiró las perlas.
—¿Por qué me las traería?
—Pensé que deberías saber que una puta transgredió tu templo. Zeus sabe, que no toleraría tal persona en el mío. ¿Iremos exactamente por nuestra propia venganza sobre la puta?
Ella regreso a rasguear su citara.
—No vale mi tiempo.
—¿Desde cuándo no tienes tiempo para la venganza?
—Desde que prefiero estar aquí y tocar. Ahora vete y visita a una de tus mascotas. No puedo estar molesta contigo.
—Haz lo que quieras.
Artemisa no se movió hasta después de que la dejará. En el momento que lo hizo, tendió su mano por las perlas. Ellas volaron en su mano. Frotándolas contra su corazón, fue a ver si podría ayudar a Nicholas.
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Mensaje por Femme Fatale Jue 21 Abr 2011, 11:59 am

CONTINUACION

Nicholas estaba en el patio con las manos atadas por encima de su cabeza. Sus labios y la nariz ya sangraban de los golpes que Styxx alegremente había llovido sobre él.
Él escupió sangre sobre la tierra antes de que estrechara una mirada asesina a su hermano.
—¿No deberías estar en el templo todavía?
Styxx le dio un revés tan duro que sus orejas sonaron.
Nicholas rió ante la patética bofetada.
—Golpeas como una anciana.
Styxx caminó hacia delante pero fue detenido por su padre quien entró a través de las puertas. El aspecto en su rostro era uno de supremo disgusto.
Nicholas suspiró.
—Sé que no debí haber ido. ¿Podríamos sólo empezar la paliza, finalizarla y dejarme regresar a mi habitación?
Su padre estrechó los ojos.
—¿Por qué estás tan ansioso de ser golpeado?
—Es la única atención que obtengo de ti, Padre. Cómo con Estes. Así que deja que los golpes comiencen.
Su padre enterró sus dedos en su cara mientras el odio ardió en sus ojos azules.
—Te he dicho que no menciones el nombre de mi hermano con tu asquerosa boca. —Su mirada bajó hacia el collar que Nicholas llevaba.
Nicholas contuvo su aliento mientras se daba cuenta de que había olvidado quitarse el regalo de Artemisa antes de ir a su templo. Su corazón se detuvo y por primera vez el probó el miedo mientras su padre liberaba su cara y se lo arrancaba para examinarlo.
—¿Qué es esto?
Nicholas se forzó a permanecer calmado y despreocupado.
—Una baratija que compré.
Styxx lo miró por sobre el hombro de su padre.
—Es el mismo anillo que los sacerdotes de Artemisa usan para convocarla. —Sus facciones se endurecieron—. ¡Lo robaste!
Su padre lo tomó del cuello, causando que la cadena cortara su piel antes de romperse.
—¿Crees que los dioses dan una mierda por ti?
No como regla, pero Artemisa sí.
Styxx tomó el anillo y tomó un cazo de agua.
—Debemos enseñarle al ladrón una lección. —Antes de que Nicholas se pudiera mover, Styxx empujó el anillo en la boca de Nicholas y derramó agua en ella, forzándolo a tragarlo.
Lágrimas se aglomeraron en los ojos de Nicholas mientras el anillo arañaba su garganta y quemaba. Se ahogó con eso y el agua, pero Styxx no amainó hasta que estuvo satisfecho de que el anillo fue completamente tragado.
Nicholas tosió y escupió, tratando de atrapar su aliento.
Styxx jaló su cabello.
—Una puta ha deshonrado a nuestra amada diosa virgen en el día de su festividad. Creo que debe ser castrado públicamente.
Los ojos de Nicholas ampliaron ante el castigo.
Su padre rió con aprobación antes de cortarlo.
—Eso complacería a Artemisa, creo.
Nicholas trató de correr, pero su padre lo cogió y lo tiró al suelo.
Nicholas se levantó para encontrar a Ryssa uniéndoseles. Su padre lo golpeó de nuevo y lo giró alrededor para que pudiera sujetar a Nicholas a la pared con su antebrazo atravesado sobre la garganta de Nicholas.
—Explícate, puta. ¿Qué te hizo aventurarte al templo?
Ryssa corrió hacía Nicholas.
—Díselo. Debes hacerlo.
El miedo lo agarró mientras negaba con la cabeza hacia ella.
—¿Decirnos qué?
—No lo hagas, Ryssa, —Nicholas susurró desde su garganta apretada mientras trataba de empujar a un lado el brazo de su padre—. Te lo ruego. Si me amas aunque sea un poquito, no me traiciones.
—Van a castrarte. Si conocen la verdad, te dejaran marchar.
—No me importa.
Ryssa apartó a su padre de él.
—¡Detente Padre! Es inocente. Está con Artemisa. ¡Díselo, Nicholas! Por los dioses, dile la verdad para que detenga ésta paliza.
Su padre lo tiró al suelo. Luego lo pateó en la espalda y presionó un pie en la garganta de Nicholas al punto que la bilis aumento hasta ahogarlo.
—¿Qué mentiras le has contado, gusano?
Nicholas trató de empujar el pie lejos, pero su padre lo presionó incluso más duro contra su tráquea. Hablar era todo menos imposible.
—Nada, p-p-por favor…
—Blasfemo. —Su padre se alejó entonces y dejó de estrangular a Nicholas mientras él trataba desesperadamente respirar a través de su esófago magullado—. Desnúdadlo y arrastradlo al templo de Artemisa. Dejaremos que la diosa atestigüe su castigo y si realmente está con ella, entonces estoy seguro que saldrá en su defensa—. Volvió una mirada engreída a Ryssa.
Los guardias se movieron hacía delante, pero Ryssa se puso en frente de él. La única manera de tenerlo sería lastimarla a ella y posiblemente al bebé que llevaba.
—Padre, no puedes.
—Esto no te concierne.
—Si lástimas a Nicholas, Artemisa desatará horrores indecibles sobre ti.
Su padre rió.
—¿Estás loca?
—¡No, Ryssa, por favor detente! —Imploró Nicholas—. No lo hagas.
—Nicholas es su consorte.
Nicholas no pudo respirar mientras esas palabras sonaban en sus oídos… Ryssa lo había traicionado. Pero en su mundo los dioses protegían a sus mascotas. No tenía razón para pensar que Artemisa no vendría a salvarlo de la manera que Apolo la salvara. Una pena que Artemisa no fuera como su hermano. Cerrando sus ojos, se deseó muerto.
Cuando los abrió, vio un contorno de Artemisa en las sombras. Estaba sosteniendo sus perlas.
La risa de su padre se mezcló con la de Styxx.
—¿Eres el consorte de Artemisa?
Nicholas no pudo responder mientras veía la mirada de horror marcada en la cara de Artemisa. Se desvaneció detrás de una mirada de furia tan palpable que lo chamuscó.
Su padre se burló.
—¿Realmente esperas que crea que una diosa tendría algo que hacer contigo?
Nicholas no pudo hablar. No podía ni siquiera negarlo. Artemisa había congelado sus cuerdas vocales.
Piensa que le dije…
Nicholas sacudió su cabeza hacia ella, tratando de hacerla entender que no le había dicho a nadie.
Su padre lo agarró por la garganta de nuevo.
—Bien. Vamos a ver lo que la diosa piensa de ti. —Se volvió a los guardias—. Llévadlo al templo de Artemisa. —Se burló de Nicholas—. Si significas tanto para la diosa, seguramente vendrá a salvarte. Si no, le enseñaremos al mundo lo que le hacemos a las putas blasfemas. Golpéadlo en el altar hasta que Artemisa se muestre.
—¡No! —Chilló Ryssa.
Era muy tarde. Completamente desnudo, Nicholas fue arrastrado sin ceremonias fuera del palacio y a través de las calles abarrotadas.
Su cuerpo estaba ensangrentado antes de que llegase al templo. Todo el mundo se aparto al tiempo que los guardias lo arrastraban al altar y lo amarraban entre dos columnas.
—¿Qué es esto? —exigió el líder de los sacerdotes.
—Por órdenes del rey, el blasfemo será castigado hasta que la diosa aparezca. Él será golpeado en su nombre hasta que se muestre para detenerlo.
Nicholas encontró la mirada de Artemisa y la satisfacción en esos ojos verdes lo quemó.
—Te dije que pasaría si me traicionabas. —Su voz susurró a través de su cabeza.
Se ahogó en sus lágrimas mientras el primer latigazo rebanó a través de su espalda.
—No te traicioné, —susurró—. Lo juro.
Artemisa se movió hacia adelante y lo golpeó sobre la cara con las perlas que le había regalado.
—Golpedle con más fuerza, —le susurró a su castigador. —Haced que sienta cada latigazo.
Nicholas gritó mientras los latigazos cortaban más profundo.
La multitud ovacionó su paliza. Recuerdos reprimidas lo atravesaron más afiladas que los latigazos. Estaba de nuevo en la casa de Estes, rodeado de gente, arrastrándolo, agarrándolo, llamando por su sumisión y humillación. ¿Cuántas veces se habían abucheado? ¿Reído y burlado?
—Ruégame misericordia, puta… —La voz de su tío era fuerte y clara.
Nicholas sostuvo la mirada con Artemisa. ¿Cómo podía hacerle esto a él? ¿Cómo?
Artemisa por dentro se encogía ante el tormento y el dolor en esos arremolinantes ojos plateados. La acusaban como si estuviera equivocada. Le advirtió de lo que pasaría su le decía a cualquiera. ¿Pensó por un minuto que ella había estado bromeando?
—Te di todo, —le gruñó, asegurándose de que sólo Nicholas podía verla o escucharla—. ¡Todo!
Él bajó la cabeza antes de susurrar en el más bajo de sus tonos.
—Te amo.
Artemisa chilló en ultraje de que se atreviera a decirle eso después de lo que había hecho este día. Si alguien descubría que le había permitido tocarla, estaría arruinada. ¿Pensó que su miserable amor podría disminuir su humillación? ¿Su ruina? ¿Era amor ponerla de rodillas para que la ridiculizaran a su lado?
—¡Golpea más fuerte! —urgió al guardia—. Quiero su sangre cubriendo el piso de mi templo.
¡Eso le enseñaría!
—No eres nadie para mi, humano, —se burló en su oreja—. Nada.
Nicholas dejó correr sus lágrimas mientras Artemisa lo abandonaba. No había necesidad de rogar su perdón o misericordia cuando era obvio que era evidente que había ninguno que le concerniera. Más que eso, la sintió arrancarle su habilidad de luchar. Tomó todo de él.
Incapaz de soportar el dolor, se rindió a la inconsciencia. Pero fue efímera mientras lo revivían para golpearlo más.
En su tercera sesión, abrió los ojos para encontrar a su padre y Styxx parados frente a él.
—¿Dónde está tu diosa, gusano?
Miró a Ryssa cuya cara estaba pálida y marcada. Vio la culpa en su mirada mientras lágrimas fluían por sus mejillas.
—No tengo diosa. —No tenía a nadie y lo sabía—. Sólo castradme y acabemos de una vez.
Pero no lo hicieron. Prefirieron golpearlo hasta que perdieron la cuenta de los latigazos. Vagando fuera y dentro de la conciencia, no estaba seguro cuando se detuvo finalmente la paliza. No pudo sentir nada más que extremo dolor en la espalda.
De todas formas no había misericordia para él. Lo dejaron atado ante el altar donde la multitud podía añadir sus propios golpes en defensa de su querida diosa.
Durante tres días, Nicholas colgó allí sin comida ni confort. Lo más cercano que tuvo fue ver a Merus aproximándosele.
El niño se detuvo ante él con un ceño.
—Pensé que eras un noble. Nos mentiste. —Sus ojos enojados, levantó una piedra del suelo y se la lanzó hacia Nicholas. Le dio en el pecho.
Inclinando su cabeza atrás, Nicholas miró arriba hacia al techo dorado.
—¡Por qué! —gritó a los dioses. ¿Por qué le habían hecho esto a él? ¿Por qué este era su destino?
Había nacido príncipe. Debería ser honrado como tal y en su lugar, no era nada. Seguramente debía estar maldito. No había otra razón para esta vida. Ninguna razón para su sufrimiento. Y en ese instante odio todo este planeta. A todos.
Con un grito de batalla nacido de la desesperación y el tormento, luchó contra las cadenas. Pero no había nadie para preocuparse y ningún modo de liberarse. Todo lo que había logrado al hacerlo era reabrir las heridas en su espalda y hacerse nuevas en las muñecas. Al final, sólo se hizo más daño.
Así permaneció hasta la tarde del tercer día. Los guardias regresaron para liberarlo, pero antes de hacerlo, le habían afeitado la cabeza y gravado el símbolo de doble arco de Artemisa en su cráneo.
Nicholas rió ante la ironía. Su nombre había sido marcado en su corazón antes que esto y ahora llevaba públicamente el símbolo de la diosa que nunca volvería a reconocerlo. La crueldad de esto era insoportable.
Una vez que terminaron, fue llevado fuera hacía la calle donde un caballo esperaba. Sus manos estaba atadas frente a él para que el caballo pudiera arrástralo todo el regreso hacia el palacio. Para el tiempo que llegó, había poco en lo que no quedara piel sobre su cuerpo.
Apenas consiente, fue llevado a su habitación y tirado al interior. Nicholas dio un paso y cayó de rodillas. Demasiado débil para moverse, se desparramó en el suelo. Pero al menos la piedra estaba fría contra sus heridas, incluso el pensamiento las hacía latir.
No habría Artemisa para ayudarle esta vez. Ninguna diosa para ofrecerle un socorro o refugio.
—No eres nada para mi, humano. —Esas palabras estaría grabadas por siempre en su corazón.
Así sea.
Cerrando los ojos, no tenía ninguna esperanza para el futuro. Ningún deseo para alguna vez recuperarse o moverse hacia delante. Su hermana y su amante lo habían destrozado por última vez. Había “un lo siento”, que una disculpa no podían sanar, y esta vez, Nicholas había llegado a su límite.
No había nada más que pudieran hacer para lastimarlo. Con el alma enferma, se arrastró profundamente dentro de sí mismo y juró que nunca se abriría así mismo a alguien nuevamente.
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