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Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
[b[]Mmmmmmmmm chocolateeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!
Flor, creo que voy a tener que esperar a mañana para leer el capi. Ya casi son la una de la madrugada :S
Yo me quedaría a esperar pero mi mamá.... ya me estuvo diciendo que saliera del ordenador ¬¬
Subeme un capi emocionante!! Jajajajajaja
Hazlo por el chocolate[/b]
Flor, creo que voy a tener que esperar a mañana para leer el capi. Ya casi son la una de la madrugada :S
Yo me quedaría a esperar pero mi mamá.... ya me estuvo diciendo que saliera del ordenador ¬¬
Subeme un capi emocionante!! Jajajajajaja
Hazlo por el chocolate[/b]
ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Capitulo 5
Me acerqué más a ella, impulsado por alguna fuerza que no lograba comprender. Sin embargo, mis labios rozaron los suyos de forma leve y fugaz. Su boca no era mi objetivo, no aún. Creo que una parte de mí quería asustarla, pero había algo más. Quería saborearla. Lo deseaba con un hambre más poderosa que la sobrenatural sed de sangre con la que he vivido durante tanto tiempo. Por un momento, sólo un momento, tal vez olvidé dónde me encontraba. Tal vez parte de mi mente retrocedió en el tiempo, al momento en que Nick y yo vivíamos como reyes y éramos temidos por los aldeanos. Un tiempo en el que nos atrevíamos a caminar entre ellos por las noches, antes de que entendiesen lo que éramos realmente. Aquellos tiempos cuando si nos gustaba una criada, teníamos la libertad de tomarla, beber de su hermosa garganta hasta saciarnos y utilizar el poder de nuestras vampíricas mentes para hacerle recordar lo sucedido como si sólo hubiera sido un sueño. Aquellos tiempos previos a que fuéramos completamente conscientes de lo peligroso que era interactuar de modo alguno con los mortales.
Creo que reviví esas noches en mi mente. Mis labios rozaron los suyos, bajaron a través de su mejilla y su delicada mandíbula. Entonces lo supo, lo supo hasta cierto punto. Inclinó su cabeza hacia atrás para darme acceso a lo que yo deseaba. Su mentón se elevó hacia el techo mientras exhalaba temblorosamente. Mis labios encontraron la piel de su cuello, el punto donde un río de sangre corría justo bajo la superficie. Su torrente se aceleró, sobrecogiendo mis sentidos. Su esencia, su textura… hacían que mi cabeza diera vueltas. Luego, separé los labios y la saboreé. La sal de su piel se sintió tibia en mi lengua y su pulso se aceleró bajo mis labios. Entonces, tomé su piel en mi boca, sólo un poco, succionándola y presionando mis dientes muy ligeramente.
Temblando, se me acercó más aún. Su cuerpo se pegó al mío desde el punto en donde mi boca estimulaba su garganta, pasando por sus senos tensándose contra mi pecho, hasta sus caderas que se arqueaban hacia adelante rozándose suavemente con las mías, endureciéndome de deseo.
Mis brazos la rodeaban, una mano acunaba su inclinada cabeza y la otra se ahuecaba sobre una suave y redondeada nalga mientras la apretaba más fuertemente contra mí. Las suyas estaban en mi cabeza, enroscando y tirando de mi cabello mientras yo lamía su garganta. Deseaba perforar su carne. Ella lo deseaba también, lo podía sentir en todas sus acciones y en cada suave suspiro que salía de sus labios. Sin embargo, ella no sabía qué era lo que estaba anhelando. Aunque lo haría. Lo haría.
La mordí un poco más fuerte, con mis incisivos pinchando y empujando contra la suave carne, preparándome para atravesar la sensual superficie para llegar al néctar que ahí se escondía.
Ella jadeó. El áspero y sobresaltado sonido fue más fuerte que la explosión de un cañón en mis oídos, así de concentrado estaba en saborearla. Sin embargo, fue suficiente para hacerme recobrar el control y darme cuenta de lo que había estado a punto de hacer.
El deseo me atravesó como una llama y me hizo estremecer completamente como un temblor que me atormentó totalmente mientras me forzaba a mí mismo a separarme de ella, apartar mi cabeza de su garganta, dejar caer mis brazos a los lados y dar un paso atrás.
Ella no reaccionó inmediatamente. Yo sabía demasiado bien el motivo. Lo podía ver en su abierta y atontada mirada. El encanto del vampiro. Sin embargo, había algo más. Tal vez ella había sentido el impacto de esta fuerza entre nosotros tan poderosamente como yo. Incluso yo no la entendía completamente. Para ella, debía ser aún más incomprensible.
Se recobró en un instante, parpadeó para aclarar su visión y luego me miró.
—No creo haber sido… besada… de esa manera anteriormente. —Levantó una mano (de manera inconsciente) y pasó la punta de sus dedos suavemente por el lugar donde mi boca había estado.
—No debería haber hecho eso.
— ¿Por qué? —me preguntó.
Sacudí la cabeza.
—No estoy seguro, _______. Tal vez por la misma razón por la que lo permitiste.
Ella inclinó la cabeza a un lado para estudiarme y frunció el ceño. Su cabello se deslizó revelándome su cuello nuevamente, haciéndome sentir un renovado arrebato de deseo mientras veía el enrojecimiento que se formaba ahí, la humedad y la forma en que sus dedos seguían tocando ese lugar y retirándose.
—Ve a dormir —le murmuré, aunque era más que un murmullo. Flexioné el músculo astral, el que no existía físicamente, pero que estaba ahí de todos modos. El que envía mis deseos a la mente de los otros.
—Olvida que esto ocurrió. —Capturé sus ojos con los míos enviándole la fuerza, la orden que debía ser obedecida. —Olvida el beso, _______. Nunca ocurrió. Ve a dormir y cuando despiertes…
—Dudo que pueda dormir algo, Joseph Jonas. —Murmuró ella con una suave e insegura sonrisa. Una chispa de picardía regresó a sus hermosos ojos. —Pero olvidar ese beso no es ciertamente una opción. Más bien permaneceré despierta pensando en ello o me quedaré dormida y lo soñaré nuevamente —Su sonrisa se amplió —.Fue más bien un beso agradable, ¿no?
Di un paso hacia atrás. Más por un acto instintivo que por la impresión, pensé más tarde. El control mental no surtió efecto en ella. Ni siquiera… ni siquiera la había hecho dudar.
Me di cuenta de que ahora estaba parado en el corredor, entonces ella tomó el candelabro y me lo ofreció.
—Deberías llevarlo para no perderte.
—No —dije impulsivamente, aún tratando de entender su falta de reacción a mis órdenes que fue suficiente para dejarme sin habla. Que tonto fui. —Veo perfectamente en la oscuridad. —Podría haberme pateado a mí mismo en el momento en que esas palabras salieron de mi boca.
— ¿En serio? —Ella devolvió las velas a su lugar. —Dejaré que te vayas entonces. Buenas noches, Joseph.
Y cerró la puerta.
Me quede ahí de pie temblando. Nunca me había sentido tan atraído hacia una mortal anteriormente. Y nunca, ni una vez en cien años, había sido tan poco efectivo al influenciar los pensamientos de uno de ellos al intentar modificar sus recuerdos. Esto me dijo dos cosas: que su voluntad era muy fuerte y que no quería olvidar.
Ella estaba aquí en mi hogar, mi paraíso. Dios, ¿Qué sucedería si ella descubriese más de lo debido? ¿Qué pasaría entonces?
______ cerró la puerta, se recostó contra ella, bajó la cabeza y cerró los ojos.
Temblaba con tanta fuerza que apenas podía mantenerse en pie. Había estado aterrorizada de que él lo hubiese notado antes de irse. Ella lo había ocultado, pensó. Lo oculté a tiempo. Asumí la conducta de una tabernera coqueta, irreverente y un poquito arrogante para esconder la profundidad de mis reacciones hacia él.
Por Dios. La manera en que él la había besado…la manera en que su boca la había, no sólo acariciado sino devorado y luego estaba la sensación de esos…
¡Esos colmillos!
Se quedó paralizada y aún estremeciéndose, aunque ya no tan débil. Sus manos volvieron a su cuello una vez más; sus dedos buscando, sintiendo. El temor le invadió el alma. ¿La había…?
Buscó en sus bolsillos y extrajo un espejo. Forcejeó para abrirlo, lo dejó caer y lo recogió. Finalmente, se inclinó sobre la llama de las velas para observar en el pequeño y redondo espejo la roja marca en su cuello. Sin embargo, no se veía heridas de colmillos ni tampoco sangre.
Sólo una pequeña área de piel enrojecida, lo que sus amigas americanas llamarían chupón.
—Señor ten piedad —murmuró cerrando el espejo y suspirando una vez más—. No sé si sentirme aliviada o cuestionar mi salud mental por estar pensando...
Sacudiendo la cabeza, se enderezó y regresó a la cama llevando las velas consigo. Las depositó sobre la mesita de noche, bien alejadas de las cortinas que caían desde el dosel envolviendo la lujosa cama.
Más allá de la gasa, un edredón de satén rojo se abultaba con los montones de almohadas que tenía debajo y cuando lo retiró se encontró con sábanas de la misma tela, sólo que negras y no rojas.
El pulso en su garganta se aceleró un poco. No tenía pijama, aunque la cama difícilmente parecía estar hecha para tales cosas. Dando una rápida mirada a la puerta, vio la cerradura que esperaba ser asegurada. La miró, se humedeció los labios y regresó a la cama. Esta vez empezó a desnudarse.
Se deslizó desnuda en el exquisito nido de satén, sintió su fresca suavidad acariciando su acalorada carne y envolviéndola en un sensual placer. Acomodándola, cubriéndola y envolviéndola dentro de sí. Y cuando se quedó dormida tuvo los sueños más carnales que hubiera tenido nunca.
* * * * *
Se despertó con la luz de la mañana entrando por la ventana, bañando su rostro y mucho más curiosa acerca de ese hombre de lo que había estado nunca.
Apartó el cubrecama y se puso de pie, aún desnuda en la fría habitación. Sus ropas estaban dobladas sobre una silla tal y como ella las había dejado. Miró hacia la puerta sin cerrojo. Él había dicho que se iría antes de que ella despertara. Pero aún era temprano. Tal vez…
Se vistió rápidamente. Una y otra vez su voz se repetía en su cabeza. No husmees. Vete por la puerta trasera tan pronto despiertes. Valoro mi privacidad.
Estaría mal ir en contra de sus deseos después de que había sido tan amable con ella al permitirle quedarse cuando obviamente no lo deseaba. Al permitirle quedarse cuando parecía asustarle.
¿Por qué?
Terminó de vestirse, pasó los dedos por su cabello como si fuera un peine y revisó su apariencia en el pequeño espejo, puesto que no había ningún otro en la habitación.
¿Sin espejos?
Desechó la idea y examinó su reflejo. Se veía desastrosa, salvaje, difícilmente intelectual, mucho menos virginal y probablemente más como una tabernera que nunca.
¿Por qué?
Él. Su beso y la noche pasada reviviéndolo bajo la caricia de las sábanas de satén que le recordaban sus ojos.
—Maldición —murmuró y rápidamente hizo la cama antes de salir por la puerta hacia el pasillo.
Ahora había luz. Estaba oscuro por la falta de ventanas, aunque había suficiente claridad para ver por dónde iba. La puerta que llevaba a la salida era obvia. Al final del pasillo y a su derecha había una alta puerta de madera con luz brillando a través de su grueso panel de vidrio. Tragando con fuerza y enderezando la espalda, aumentó su poder de auto-convencimiento y se dirigió hacia la puerta, notó que no tenía llave y la abrió.
El suave sol irlandés bañó su rostro y sus ojos. Extendiéndose frente a ella y como grises y torcidos dientes de un cocodrilo viejo, estaban los deteriorados escalones que se curvaban íntimamente hacia abajo del muro exterior de la torre y que desaparecían por su lado opuesto. Desde ahí podía ver el mar con su brillo verde azulado y blanca espuma agitándose cuando las olas estallaban contra la rocosa orilla. Las rocas estaban casi directamente debajo de ella.
Probablemente los escalones eran perfectamente seguros.
—Sin embargo, él había insistido en que el lugar podía ser peligroso —murmuró para sí misma—. No, realmente creo que él hubiese preferido que saliera por la puerta delantera. En efecto, si él estuviera aquí seguramente insistiría.
Volvió a entrar y cerró la puerta. Luego recostó la espalda contra ésta, mirando hacia el largo y retorcido corredor lleno de puertas y abiertos pasillos abovedados que llevaban a otros corredores o a escaleras que subían o se retorcían hacia abajo. Encogiendo los hombros y combatiendo una excitada sonrisa, susurró.
—Supongo que tendré que buscar hasta que encuentre una salida más segura, ¿no es cierto?
Me acerqué más a ella, impulsado por alguna fuerza que no lograba comprender. Sin embargo, mis labios rozaron los suyos de forma leve y fugaz. Su boca no era mi objetivo, no aún. Creo que una parte de mí quería asustarla, pero había algo más. Quería saborearla. Lo deseaba con un hambre más poderosa que la sobrenatural sed de sangre con la que he vivido durante tanto tiempo. Por un momento, sólo un momento, tal vez olvidé dónde me encontraba. Tal vez parte de mi mente retrocedió en el tiempo, al momento en que Nick y yo vivíamos como reyes y éramos temidos por los aldeanos. Un tiempo en el que nos atrevíamos a caminar entre ellos por las noches, antes de que entendiesen lo que éramos realmente. Aquellos tiempos cuando si nos gustaba una criada, teníamos la libertad de tomarla, beber de su hermosa garganta hasta saciarnos y utilizar el poder de nuestras vampíricas mentes para hacerle recordar lo sucedido como si sólo hubiera sido un sueño. Aquellos tiempos previos a que fuéramos completamente conscientes de lo peligroso que era interactuar de modo alguno con los mortales.
Creo que reviví esas noches en mi mente. Mis labios rozaron los suyos, bajaron a través de su mejilla y su delicada mandíbula. Entonces lo supo, lo supo hasta cierto punto. Inclinó su cabeza hacia atrás para darme acceso a lo que yo deseaba. Su mentón se elevó hacia el techo mientras exhalaba temblorosamente. Mis labios encontraron la piel de su cuello, el punto donde un río de sangre corría justo bajo la superficie. Su torrente se aceleró, sobrecogiendo mis sentidos. Su esencia, su textura… hacían que mi cabeza diera vueltas. Luego, separé los labios y la saboreé. La sal de su piel se sintió tibia en mi lengua y su pulso se aceleró bajo mis labios. Entonces, tomé su piel en mi boca, sólo un poco, succionándola y presionando mis dientes muy ligeramente.
Temblando, se me acercó más aún. Su cuerpo se pegó al mío desde el punto en donde mi boca estimulaba su garganta, pasando por sus senos tensándose contra mi pecho, hasta sus caderas que se arqueaban hacia adelante rozándose suavemente con las mías, endureciéndome de deseo.
Mis brazos la rodeaban, una mano acunaba su inclinada cabeza y la otra se ahuecaba sobre una suave y redondeada nalga mientras la apretaba más fuertemente contra mí. Las suyas estaban en mi cabeza, enroscando y tirando de mi cabello mientras yo lamía su garganta. Deseaba perforar su carne. Ella lo deseaba también, lo podía sentir en todas sus acciones y en cada suave suspiro que salía de sus labios. Sin embargo, ella no sabía qué era lo que estaba anhelando. Aunque lo haría. Lo haría.
La mordí un poco más fuerte, con mis incisivos pinchando y empujando contra la suave carne, preparándome para atravesar la sensual superficie para llegar al néctar que ahí se escondía.
Ella jadeó. El áspero y sobresaltado sonido fue más fuerte que la explosión de un cañón en mis oídos, así de concentrado estaba en saborearla. Sin embargo, fue suficiente para hacerme recobrar el control y darme cuenta de lo que había estado a punto de hacer.
El deseo me atravesó como una llama y me hizo estremecer completamente como un temblor que me atormentó totalmente mientras me forzaba a mí mismo a separarme de ella, apartar mi cabeza de su garganta, dejar caer mis brazos a los lados y dar un paso atrás.
Ella no reaccionó inmediatamente. Yo sabía demasiado bien el motivo. Lo podía ver en su abierta y atontada mirada. El encanto del vampiro. Sin embargo, había algo más. Tal vez ella había sentido el impacto de esta fuerza entre nosotros tan poderosamente como yo. Incluso yo no la entendía completamente. Para ella, debía ser aún más incomprensible.
Se recobró en un instante, parpadeó para aclarar su visión y luego me miró.
—No creo haber sido… besada… de esa manera anteriormente. —Levantó una mano (de manera inconsciente) y pasó la punta de sus dedos suavemente por el lugar donde mi boca había estado.
—No debería haber hecho eso.
— ¿Por qué? —me preguntó.
Sacudí la cabeza.
—No estoy seguro, _______. Tal vez por la misma razón por la que lo permitiste.
Ella inclinó la cabeza a un lado para estudiarme y frunció el ceño. Su cabello se deslizó revelándome su cuello nuevamente, haciéndome sentir un renovado arrebato de deseo mientras veía el enrojecimiento que se formaba ahí, la humedad y la forma en que sus dedos seguían tocando ese lugar y retirándose.
—Ve a dormir —le murmuré, aunque era más que un murmullo. Flexioné el músculo astral, el que no existía físicamente, pero que estaba ahí de todos modos. El que envía mis deseos a la mente de los otros.
—Olvida que esto ocurrió. —Capturé sus ojos con los míos enviándole la fuerza, la orden que debía ser obedecida. —Olvida el beso, _______. Nunca ocurrió. Ve a dormir y cuando despiertes…
—Dudo que pueda dormir algo, Joseph Jonas. —Murmuró ella con una suave e insegura sonrisa. Una chispa de picardía regresó a sus hermosos ojos. —Pero olvidar ese beso no es ciertamente una opción. Más bien permaneceré despierta pensando en ello o me quedaré dormida y lo soñaré nuevamente —Su sonrisa se amplió —.Fue más bien un beso agradable, ¿no?
Di un paso hacia atrás. Más por un acto instintivo que por la impresión, pensé más tarde. El control mental no surtió efecto en ella. Ni siquiera… ni siquiera la había hecho dudar.
Me di cuenta de que ahora estaba parado en el corredor, entonces ella tomó el candelabro y me lo ofreció.
—Deberías llevarlo para no perderte.
—No —dije impulsivamente, aún tratando de entender su falta de reacción a mis órdenes que fue suficiente para dejarme sin habla. Que tonto fui. —Veo perfectamente en la oscuridad. —Podría haberme pateado a mí mismo en el momento en que esas palabras salieron de mi boca.
— ¿En serio? —Ella devolvió las velas a su lugar. —Dejaré que te vayas entonces. Buenas noches, Joseph.
Y cerró la puerta.
Me quede ahí de pie temblando. Nunca me había sentido tan atraído hacia una mortal anteriormente. Y nunca, ni una vez en cien años, había sido tan poco efectivo al influenciar los pensamientos de uno de ellos al intentar modificar sus recuerdos. Esto me dijo dos cosas: que su voluntad era muy fuerte y que no quería olvidar.
Ella estaba aquí en mi hogar, mi paraíso. Dios, ¿Qué sucedería si ella descubriese más de lo debido? ¿Qué pasaría entonces?
______ cerró la puerta, se recostó contra ella, bajó la cabeza y cerró los ojos.
Temblaba con tanta fuerza que apenas podía mantenerse en pie. Había estado aterrorizada de que él lo hubiese notado antes de irse. Ella lo había ocultado, pensó. Lo oculté a tiempo. Asumí la conducta de una tabernera coqueta, irreverente y un poquito arrogante para esconder la profundidad de mis reacciones hacia él.
Por Dios. La manera en que él la había besado…la manera en que su boca la había, no sólo acariciado sino devorado y luego estaba la sensación de esos…
¡Esos colmillos!
Se quedó paralizada y aún estremeciéndose, aunque ya no tan débil. Sus manos volvieron a su cuello una vez más; sus dedos buscando, sintiendo. El temor le invadió el alma. ¿La había…?
Buscó en sus bolsillos y extrajo un espejo. Forcejeó para abrirlo, lo dejó caer y lo recogió. Finalmente, se inclinó sobre la llama de las velas para observar en el pequeño y redondo espejo la roja marca en su cuello. Sin embargo, no se veía heridas de colmillos ni tampoco sangre.
Sólo una pequeña área de piel enrojecida, lo que sus amigas americanas llamarían chupón.
—Señor ten piedad —murmuró cerrando el espejo y suspirando una vez más—. No sé si sentirme aliviada o cuestionar mi salud mental por estar pensando...
Sacudiendo la cabeza, se enderezó y regresó a la cama llevando las velas consigo. Las depositó sobre la mesita de noche, bien alejadas de las cortinas que caían desde el dosel envolviendo la lujosa cama.
Más allá de la gasa, un edredón de satén rojo se abultaba con los montones de almohadas que tenía debajo y cuando lo retiró se encontró con sábanas de la misma tela, sólo que negras y no rojas.
El pulso en su garganta se aceleró un poco. No tenía pijama, aunque la cama difícilmente parecía estar hecha para tales cosas. Dando una rápida mirada a la puerta, vio la cerradura que esperaba ser asegurada. La miró, se humedeció los labios y regresó a la cama. Esta vez empezó a desnudarse.
Se deslizó desnuda en el exquisito nido de satén, sintió su fresca suavidad acariciando su acalorada carne y envolviéndola en un sensual placer. Acomodándola, cubriéndola y envolviéndola dentro de sí. Y cuando se quedó dormida tuvo los sueños más carnales que hubiera tenido nunca.
* * * * *
Se despertó con la luz de la mañana entrando por la ventana, bañando su rostro y mucho más curiosa acerca de ese hombre de lo que había estado nunca.
Apartó el cubrecama y se puso de pie, aún desnuda en la fría habitación. Sus ropas estaban dobladas sobre una silla tal y como ella las había dejado. Miró hacia la puerta sin cerrojo. Él había dicho que se iría antes de que ella despertara. Pero aún era temprano. Tal vez…
Se vistió rápidamente. Una y otra vez su voz se repetía en su cabeza. No husmees. Vete por la puerta trasera tan pronto despiertes. Valoro mi privacidad.
Estaría mal ir en contra de sus deseos después de que había sido tan amable con ella al permitirle quedarse cuando obviamente no lo deseaba. Al permitirle quedarse cuando parecía asustarle.
¿Por qué?
Terminó de vestirse, pasó los dedos por su cabello como si fuera un peine y revisó su apariencia en el pequeño espejo, puesto que no había ningún otro en la habitación.
¿Sin espejos?
Desechó la idea y examinó su reflejo. Se veía desastrosa, salvaje, difícilmente intelectual, mucho menos virginal y probablemente más como una tabernera que nunca.
¿Por qué?
Él. Su beso y la noche pasada reviviéndolo bajo la caricia de las sábanas de satén que le recordaban sus ojos.
—Maldición —murmuró y rápidamente hizo la cama antes de salir por la puerta hacia el pasillo.
Ahora había luz. Estaba oscuro por la falta de ventanas, aunque había suficiente claridad para ver por dónde iba. La puerta que llevaba a la salida era obvia. Al final del pasillo y a su derecha había una alta puerta de madera con luz brillando a través de su grueso panel de vidrio. Tragando con fuerza y enderezando la espalda, aumentó su poder de auto-convencimiento y se dirigió hacia la puerta, notó que no tenía llave y la abrió.
El suave sol irlandés bañó su rostro y sus ojos. Extendiéndose frente a ella y como grises y torcidos dientes de un cocodrilo viejo, estaban los deteriorados escalones que se curvaban íntimamente hacia abajo del muro exterior de la torre y que desaparecían por su lado opuesto. Desde ahí podía ver el mar con su brillo verde azulado y blanca espuma agitándose cuando las olas estallaban contra la rocosa orilla. Las rocas estaban casi directamente debajo de ella.
Probablemente los escalones eran perfectamente seguros.
—Sin embargo, él había insistido en que el lugar podía ser peligroso —murmuró para sí misma—. No, realmente creo que él hubiese preferido que saliera por la puerta delantera. En efecto, si él estuviera aquí seguramente insistiría.
Volvió a entrar y cerró la puerta. Luego recostó la espalda contra ésta, mirando hacia el largo y retorcido corredor lleno de puertas y abiertos pasillos abovedados que llevaban a otros corredores o a escaleras que subían o se retorcían hacia abajo. Encogiendo los hombros y combatiendo una excitada sonrisa, susurró.
—Supongo que tendré que buscar hasta que encuentre una salida más segura, ¿no es cierto?
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
ahhhh!hhhhhhhhhhhhhhh!!!
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
:D 8-)
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
:D 8-)
claudia12
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
OMG! Mi vampiroteeeeeeeeeeeeee! Te violo! :twisted:
Floor, amé el capi *o*
Tienes que subir de nuevo!!!
Floor, amé el capi *o*
Tienes que subir de nuevo!!!
ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Me encanto el cap :) :) Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaa!, besos
Invitado
Invitado
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Quiero capi, Floooor!
Pasen por mi nueva nove! "Un héroe en Nueva York" (Joe y tú)
https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/un-heroe-en-nueva-york-t3380.htm#219146
Pasen por mi nueva nove! "Un héroe en Nueva York" (Joe y tú)
https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/un-heroe-en-nueva-york-t3380.htm#219146
ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
AAAW GRACIAS POR SUS COMENTARIOS!
DENTRO DE UN RATO SUBO CAP :D
LAS QUIEEEEEEEEERO
DENTRO DE UN RATO SUBO CAP :D
LAS QUIEEEEEEEEERO
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
Capitulo 6
Estaba perdida. Desesperada y alarmantemente perdida. ¡Cielos! Antes no había notado lo enorme que era el castillo o la forma en que sus pasillos se retorcían sobre sí mismos como serpientes en éxtasis. ¡Y había tan pocas ventanas! No lograba orientarse, ni siquiera tenía idea de en qué piso se encontraba. Lo único que se le ocurrió para orientarse fue caminar hacia las áreas iluminadas y alejarse de las oscuras. Pero incluso ese plan tenía sus fallas, ya que no podía alejarse demasiado antes de que la luz comenzara a atenuarse. Entonces, su única opción consistía en adentrarse en la oscuridad o regresar al lugar de donde venía. Y volver atrás no la ayudaría en sus propósitos.
Había hecho muchos descubrimientos ese día. Algunos placenteros, pero la mayoría extremadamente desagradables. Descubrió lo sedienta que podía llegar a sentirse en un sólo día, lo horripilante que era caminar y darse de cara con una pegajosa telaraña en medio de la oscuridad y lo mucho que se valoraba un buen desayuno cuando no lo había disponible.
Algunos de sus más agradables descubrimientos la aislaron de sus miserias por breves períodos de tiempo. Pasó horas explorando habitaciones repletas de fascinantes antigüedades y, cuando se cansó, se echó una siesta en un sillón de satén propio de una reina. Más tarde, se tropezó con la sala de música, donde yacía un polvoriento y viejo clavicordio. El suave acolchado de los asientos junto a la ventana se empotraba en la pared de piedra. Se sentó en uno para descansar y su respiración se detuvo al contemplar a través de la ventana lo que seguramente era Irlanda completa. Se encontraba en lo más alto. Había subido y bajado tantas escaleras que había perdido la orientación y realmente no tenía ninguna pista sobre dónde había terminado. Ahora lo sabía, aunque no la ayudaba demasiado, excepto para hacerle saber que debería estar bajando. Bien abajo. Y darse prisa, ya que desde su ventajosa posición podía apreciar que el sol aguardaba justo en el filo del horizonte y pronto desaparecería. Su siesta debía de haber durado más de lo que pensaba.
Se demoró sólo un momento. Podría haberse quedado más tiempo, a pesar de la hora tardía, pero cometió el error de destapar el viejo instrumento. Sus dedos acariciaron levemente las teclas y éste emitió un gruñido que casi le paralizó el corazón. Inmediatamente después, tuvo que salir de la habitación. Era ridícula la sensación que le había provocado, pero no tenía sentido negarla. Tenía la intuición de que debía marcharse antes de que Joseph la encontrase allí. Y aquella explosión del clavicordio podría haberla delatado, incluso haberle dado a él una idea exacta del lugar donde se encontraba, si la hubiera oído.
Corrió fuera de la sala, de regreso al nido de serpientes que eran los pasillos y siguió las primeras escaleras que encontró que la condujeran abajo.
Pero sólo la condujeron a la oscuridad. O quizá era que estaba anocheciendo. Ella continuó bajando, mientras las escaleras seguían retorciéndose, girando y enroscándose más y más a medida que descendía. Mantuvo sus manos apoyadas en la pared a ambos lados para evitar caer mientras continuaba su interminable descenso. Y parecía no tener fin. Empezó a sentirse ahogada, constreñida por los muros a sus costados e incluso imaginó que estos se estrechaban. Aprisionándola. Asfixiándola como si hubiese resbalado dentro de un embudo.
Un escalón de piedra bajo sus pies se derrumbó y ella se apartó ágilmente, mientras oía cómo los trozos caían con estruendo y retumbaban en la oscuridad. Ya no podía ver nada. Eso podía significar que la noche había caído completamente, o quizás sólo era que la luz no penetraba en esa estrecha escalera de espiral, completamente revestida de piedra.
—Es suficiente —murmuró—. Doy la vuelta.
Y giró, pero su pie resbaló sobre otro pedazo enorme del escalón de piedra que había caído. Rebotó hacia abajo, estrellándose como si se tratara de los pies de un gigante. Y después hubo otro sonido. Suave al principio, leve. Como el ritmo ligero de unas alas y un tímido llanto.
Que luego se hizo más ruidoso.
Como un chillido.
El aire sobre ella se cargó rápidamente con el aleteo rítmico y los chillidos agudos cuando los murciélagos que colgaban de la piedra se despertaron asustados sobre su cabeza. ¡Bestias ciegas! Sus gritos se unieron a esas voces sobrenaturales cuando ella agitó los brazos, pero ellos la derribaron, chocando contra ella uno tras otro, sólo para salir disparados en otra dirección. Los sintió golpeándola. Sus pequeños y peludos cuerpos meneándose y aquellas alas elásticas moviéndose rápidamente de arriba abajo en frenesí. Diminutos pies con garras le arañaron el rostro y siguieron avanzando. Húmedos —sólo Dios sabía qué era aquello.
Ella gritó y los golpeó, girando en círculos y cubriéndose la cara con los brazos.
Y entonces cayó.
Cayó rodando; su cuerpo fue arrojado con violencia, rebotando y chocando contra la piedra escarpada una y otra vez. Colisionando contra las paredes curvas, sólo para rebotar en ellas y seguir el descenso en espiral. No había murciélagos ahora. La caída la había alejado de ellos y de su desenfrenado vuelo. Y por un momento pensó que la caída sería eterna.
Pero antes de darse cuenta, se había detenido. Su cabeza aún estaba torcida y su cuerpo gritaba de dolor a causa de un centenar de magulladuras, cada una de las cuales palpitaba como si estuviera siendo golpeada de nuevo. Poco a poco, la sensación de movimiento se desvaneció y ella se percató de que estaba inmóvil. Se tumbó sobre un lado, más o menos, ya que sus miembros estaban retorcidos y doblados en ángulos antinaturales.
Lentamente se incorporó, se quedó sentada. Cada movimiento dolía. Cada parte de su cuerpo lloraba en protesta por la crueldad que suponía el más mínimo movimiento. Pero lo hizo paulatinamente; devolvió sus brazos y piernas a su estado natural, comprobándolos para asegurarse de que aún funcionaban correctamente. Nada parecía roto. Al menos, podía moverlo todo.
Pero Dios, ¡como dolía!
Despacio, centímetro a centímetros, con sus manos apoyadas en la pared más cercana, se puso en pie. El problema, constató, no se había resuelto sólo porque su caída hubiera finalizado. Aún necesitaba encontrar el modo de salir del castillo. Por primera vez, se le ocurrió que podría estar atrapada ahí para siempre. Podría morir de hambre o sed antes de que alguien la encontrara.
Y, de algún modo, pensó que nada la asustaba tanto como la posibilidad de ser encontrada.
Lo que era un disparate.
Las escaleras se habían terminado y ahora se encontraba en el suelo, o algo que se le parecía, aunque había astillas y grietas en la piedra que hacían el caminar de lo más precario. Inmóvil, recorrió el camino con la mirada. No deseaba nada con tanta intensidad como una vela para ver por dónde iba.
El mechero.
Rápidamente metió la mano en el bolsillo y alabó su buena estrella: aún estaba allí. Lo encendió, sosteniéndolo frente a ella y vio que se encontraba en un largo y ancho pasillo de piedra en medio de una oscuridad absoluta. Se parecía bastante a una cueva. Pero a lo lejos había puertas cerradas y sólo se oía el silencio. Quizás alguna condujese a… alguna parte.
Sus pisadas resonaron —desiguales, ya que había perdido las fuerzas− cuando echó a andar a través del vestíbulo y se detuvo ante la primera puerta. La empujó para abrirla, y sólo encontró una habitación vacía. Entonces caminó hasta la segunda. Y, por supuesto, otro cuarto vacío la recibió.
Sólo quedaba una puerta más. Sintió un nudo en la garganta y lágrimas de frustración comenzaron a brotar de sus ojos cuando tocó el picaporte. Estaba asegurada.
Se le escapó un sollozo que obstruyó su respiración y apoyó la cabeza en la madera para llorar.
Pero entonces se oyó un sonido. Un suave crujido… un eco que venía de más allá de la puerta.
Como el de cualquier puerta común y corriente abriéndose… abriéndose lentamente. Esforzándose por oír, se aproximó más, escuchando con todo su ser. Pequeños golpecitos sobre el suelo. Alguien moviéndose cerca. Luego un haz de luz desde abajo, que iba aumentando de intensidad.
Los pasos se hicieron más cercanos. Y algo… algo la hizo retroceder.
La puerta se abrió con un profundo y amenazador quejido de protesta.
Miró a los ojos de Joseph Jonas, los vio ensancharse con espanto y algo que podría haber sido temor, incluso pánico. Y entonces, se las arregló para apartar la vista de él y mirar más allá, dentro de la habitación, donde brillaban las velas.
No había nada allí… nada, excepto un enorme y reluciente ataúd, cuya tapa permanecía abierta. Estaba revestido de satén y resplandecía a la luz de las velas.
Negro y rojo, era el satén dentro de la caja. Negro y rojo como el satén en el que ella había dormido.
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
OMJJ!!!!!!!!!!!!!!!!
Flooooooooooor, amé el capi con todo mi corazon!!
Lo ame de verdad!!
Que awesome *o*
Siguela por favoooooooooooooor
Mira que sino esta noche Chou no pasa por tu casa... :fiu:
Flooooooooooor, amé el capi con todo mi corazon!!
Lo ame de verdad!!
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ForJoeJonas
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
FLOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR
LA AMEEEEEEEEEEEE!
TENES QUE SEGUIRLAAAA
LA AMEEEEEEEEEEEE!
TENES QUE SEGUIRLAAAA
Invitado
Invitado
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
MMM... SI MÁS TARDE VEO MUCHOS COMENTARIOS SUBO LA CONTINUACIÓN :roll: (NO HAGAN SPAM)
F l ♥ r e n c i a.
Re: Promesas al Anochecer [Joe & Tu]
MALA AMIGAAAAAAAAAAAAAAA!
Me voy a it a dormir sin leer cap...
Esta no te la perdono!
Hoy te quedas sin la visita del vampiro CHOU!
Chao... me voy a dormir!
Me voy a it a dormir sin leer cap...
Esta no te la perdono!
Hoy te quedas sin la visita del vampiro CHOU!
Chao... me voy a dormir!
ForJoeJonas
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