Summer. {One Direction y tú}

La noche había transcurrido perfecta hasta la madrugada.
O eso quería creer.
Habían hecho una maratón de cinco películas de todo tipo de género, las cuales habían sido reproducidas en la habitación de la castaña mientras comían un balde de palomitas que su madre había preparado especialmente para su consumo.
El rubio no había acotado nada más. Después de deshacer aquel abrazo, se limitó a bajar las escaleras lentamente y continuó haciéndose el indiferente durante toda la noche.
Sus hermanos estaban peleados aún.
A Evan le daba igual si su hermano había hecho lo correcto o no, pero no podía dejar de pensar en el egoísmo que poseía. Cosa en la que difería totalmente con él.
Y Madeleine estaba confundida. No entendía por qué el rubio se había aferrado a su cuerpo como si su vida dependiese de ello, para después dejarla y olvidar por completo su existencia. Y mucho menos entendía el cambio de humor repentino de sus hermanos, ni el por qué Joe había estado parte de la noche pidiéndole disculpas de Evan, quién lo ignoraba rotundamente.
Se limitó a pensar que terminaría en un loquero y sería culpa de su entorno.
Ese día, Madeleine no despertó debido a los golpes incesantes en su puerta, y tampoco porque un chorro de agua helada caía sobre su rostro.
Su sorpresa fue otra.
El rubio se hallaba sentado en la cama, peinándole el cabello con sus manos mientras analizaba su rostro detalladamente.
La delgada línea entre Maddie y la perfección.
Sus dedos inconscientemente trazaron un suave sendero desde sus mejillas hasta sus labios.
Carnosos, rosados, perfectamente besables.
Y se preguntó cómo sería besarla. Qué sabor tendrían sus labios.
Los ojos de la castaña fueron abriéndose de a poco, dándole paso a la luz de la mañana, que la hizo cerrarlos con fuerza.
Qué estúpida había sido la idea de dejar las cortinas abiertas.
Se giró sobre sí misma para encontrarse con nada menos que Niall, observándola petrificado. ¿En qué momento había despertado?
La mano del muchacho aún seguía sobre su mejilla y él estaba prácticamente recargado sobre su cuerpo.

– ¿Qué haces aquí? –Se sentó en la cama y se volteó a verlo mientras se tallaba los ojos. Su voz sonó estuporosa, o tal vez incomprensible.
Y él había querido analizar la forma en la que pronunció aquellas palabras.
La observó un poco más: ella parecía imperturbable.
Pero por dentro, podría morir en cualquier segundo.

–Hola –Logró articular–. Tu mamá me abrió.

– ¿Qué haces aquí? –Insistió, lo que hizo que el rubio perdiera todas sus esperanzas.

–Solía despertarte así, ¿Lo recuerdas?

–mhm… sí, creo –Respondió. El la notó distante, neutra.

– ¿Te molesta mi compañía? –Preguntó de repente, sorprendiéndose el mismo de la fluidez de sus palabras.

–No, ¿Por qué lo dices?

–Porque actúas como si así fuera –Se encogió de hombros. A ella le dolió el corazón.

–Al menos no voy por ahí abrazando a cualquiera y después me alejo como si nada –Lo sintió. El sintió el rencor en su voz y se estremeció de repente.

–Tú no eres cualquiera… –Susurró. Lo miró y el bajó la mirada. Sin decir nada más, se acercó un poco a él y levantó su rostro.

– ¿Qué has dicho?

–Que tú no eres cualquiera, eres mi mejor amiga –Sintió su débil corazón quebrantarse y hasta oyó como un cristal caía al suelo, retumbando en sus oídos. Más allá de que él la había llamado ‘mejor amiga’ y eso le levantaba mínimamente los ánimos, ella sabía que no quería ser su amiga.
Quería ser más que una simple amiga, como tantas que él tenía.
Pero también a él le dolió decirlo.

–Lo siento si te molesté. He estado un poco irritado por algunas cosas y creo que no valoré el hecho de tu llegada. Pero para compensarte, podría invitarte a desayunar a mi casa. ¿Aceptarías? –Sonrió. La primera vez que sonreía desde su llegada. Y notó lo hermosa que era su sonrisa, pero también notó la lata que cubría sus dientes.
Frunció el ceño.

– ¿Desde cuándo llevas brackets? –Su sonrisa se borró automáticamente.

–No es algo de lo que me gustaría hablar ahora… –Sintió la tensión en el ambiente y sonrió abrazándolo.
El se sorprendió.

–Claro que quiero desayunar contigo. Espérame aquí, buscaré la ropa –Asintió y observó cómo, aún envuelta en el edredón, revolvía dentro de su armario en busca de algo que ponerse.
Sonrió ante la exasperación de la chica y se dio cuenta de que seguía siendo ella. La Madeleine Des de la que se había enamorado.
Le sonrió una última vez y se metió al cuarto de baño que se hallaba en su habitación.
Unos minutos después, Maddie salió esplendorosa.
No pudo evitar analizar su atuendo que tan bien le sentaba.
Portaba unos shorts blancos de jean, unas supra negras y una remera negra manga corta que, además de que le quedaba increíblemente bien, rezaba la frase ‘free hugs’ en letras blancas.
Se acercó a ella sonriendo, le retiró de la mano el cepillo con el que intentaba peinarse su enmarañado cabello y la aferró a su pecho.
–Lo siento, tu remera dice abrazos gratis y pensé: ¿Por qué no? –Ella rió melodiosamente y el suspiró internamente.
El aroma que desprendía era estupendo. Olía como a las flores que su madre plantaba en el jardín de su casa. Eran… ¿Tulipanes?

–Ya vámonos –El asintió separándose cortamente y le dio igual si estaba nervioso o no, tomó su mano y la arrastro escaleras abajo.
Ella le dio un apretón, sintiendo su tacto. Su suave tacto. Así que así es como se sentía, eh–. Mamá, saldré –Gritó y sin esperar respuesta alguna, lo arrastró afuera.

– ¿Crees que se moleste?

–No –Le restó importancia con un ademán–. Después de todo, soy yo la que finge ser su psicóloga cuando se pelea con sus amistades –El rió.

– ¿Amistades?

–Sí, es extraño que mi madre tenga amigas, pero así es –Rió nuevamente. Cruzaron la delgada carretera que dividía sus casas y entraron en perteneciente a la familia Horan.

–Todo sigue igual de hermoso aquí dentro –Aspiró el aroma a galletas que provenía de la cocina y observó todo a su alrededor. El mismo ambiente acogedor y hogareño que hacía unos años. Su amigo se encogió de hombros.

–Supongo –Caminaron a la cocina aún tomados de la mano, pero ella soltó la suya en cuanto vio a su madre. Corrió a ella y se fundieron en un gran abrazo. El sonrió. Qué lindo sería si Maddie saludara así a su suegra.

– ¡Buenos días, Maura! –Se separó de ella levemente y besó su mejilla estruendosamente–. Déjame decirte que huele increíble.

–Oh, son para ti cariño –Niall frunció el ceño–. Y para ti también, goloso.

–Así está mejor –Se separó del marco de la puerta en el que estaba recargado y se acercó a Madeleine, abrazándola por detrás y recargando su cabeza en su hombro. Sorprendiéndola.

–Así que ya te has decidido –Acotó su madre, risueña. Ambos se miraron confundidos–. Vamos, hijo. No te hagas el tonto –Lo comprendió enseguida, por lo que se separó bruscamente de Maddie y negó efusivamente. Su madre rió–. ¿Aún no son novios? –El pegó una palmada en su frente y le dirigió a su madre una mirada fulminante.

– ¿Nosotros? –Maddie parecía confundida, pero enseguida rió–. No, Maura. Solo somos mejores amigos –Empleó las palabras que él mismo había utilizado hacía un rato y comprendió cuanto dolían.

–Vaya que eres tonto, Niall. ¡Yo no te crié para que desaproveches a una muñeca tan linda! –Se limpió las manos con el repasador y salió de la cocina riendo silenciosamente. Amaba avergonzar a su pequeño.

–Ella, yo… lo siento por eso –Ella rió un poco y después, sin pedir permiso, pasó las galletas desde la bandeja a un plato hondo–. Ella suele decir incoherencias apenas se levanta… –Dijo entre dientes.

–Tranquilo, no te disculpes –El asintió y se decidió a preparar dos cafés–. Entonces… aún no tienes novia –El tono curioso con el que ella formulo aquella pregunta lo hizo sonreír.

–No. ¿Y tú? Digo… si tienes novio, no novia porque sería extraño –Ella rió.

–No, no tengo novio. Prefiero tomarme la vida a la ligera, ser libre y todas esas cosas… ya sabes –Se encogió de hombros. Aunque si tú fueras mi novio, la verdad no estaría tan mal…

–Entiendo –Dejó las tazas de café llenas a rebosar sobre la mesa y se recargó en la mesada, mientras observaba la casi finalizada labor de la muchacha.

– ¿Y tú por qué no tienes novia?

–Creo que no ha llegado la indicada aún.

–No te preocupes, pronto lo hará –Lo alentó. Pero si la indicada eres tú…
***

Ambos se hallaban frente al lago, sentados sobre una manta color miel perteneciente a la madre del rubio y sobre la misma estaban las galletas y las tazas de café.
Habían decidido desayunar frente al lago y revivir un poco de los viejos tiempos, ¿Y qué mejor que observar aquel paisaje tan rememorativo?

–Te has perdido de cosas muy interesantes –Le comentó él entre risas–. El año pasado Louis se sentó sobre la torta de cumpleaños de Harry, porque según él ‘perdió el equilibrio’ –Ambos rieron–. Y lo más gracioso fue cuando intentaba lamerse el trasero el mismo, porque decía que el chocolate sería más rico así –El silencio se interrumpió nuevamente por sus risas.

–Por lo menos tu hermano no eructó el abecedario en medio de todo el baile anual de la escuela –El rió–. Fue el día más vergonzoso de mi vida, lo juro.

– ¿Joe? –Ella asintió. Recordó de repente la charla del día anterior y cedió su risa–. Tal vez no debería decirte esto, pero ayer tu hermano me dijo algo que me molestó bastante.

– ¿Si? ¿Y para qué le haces caso? Ya sabes lo idiota que es.

–No, es que enserio me dolió.

– ¿Y qué fue lo que te dijo? –Preguntó, mordiendo una galleta, totalmente desinteresada del tema. Conociendo a su hermano, podría ser cualquier babosada.

–Que tú me odiabas –Tragó en seco la galleta y se sentó rápidamente, observando su rostro y tratando de descifrar si de una mala broma se trataba. Eso sí que no era cualquier babosada.

– ¿Qué? ¿El te dijo eso? –El asintió–. ¡Golpearé a ese pobre estúpido hasta que su cerebro explote y le queden menos neuronas de las pocas que ya tiene! –Exclamó. Pero él tomó su mano y ella olvidó su enfado por un segundo.

–Tranquila, solo te lo comentaba.

– ¡No puedo estar tranquila! ¿Por qué el te diría algo así?

–Está celoso de su hermanita, supongo –Se encogió de hombros.

–Pero si solo somos amigos, no hay nada más entre nosotros… –Se quedó unos cinco minutos con la vista perdida en aquel campo, reflexionando. Olvidó al chico a su lado, y se olvidó de todo. Cerró los ojos y aspiró el aire puro que la estancia le ofrecía.
Pero el rompió el silencio.

– ¿Y a ti te gustaría que hubiera algo más entre nosotros? –Abrió sus ojos como si de un rayo se tratase y lo miró sorprendida. El bajaba la vista y observaba un punto fijo sin determinación alguna.
¿Y ahora que le diría?
No podía decirle ‘Claro que si, te amo, casémonos, dame hijos’… claro que no.

***

¡Holo! Bienvenidas a las nuevas lectoras! ¿Cómo están? El capítulo me quedó mal una vez más, pero ya me estoy acostumbrando(? NA MENTIRA, estoy a punto de tirarme desde un quinto piso(?. Ojalá les guste! ¡LAS AMODORO!