Summer. {One Direction y tú}

Lo inspeccionó completamente.
Su cabello antes castaño -el cual se había comenzado a teñir un mes antes de alejarse de él- se hallaba peinado hacia arriba en una especie de jopo y la verdad era que le sentaba de maravilla. Incluso le hacía el rostro más tierno de lo habitual.
Sus ojos celestes portaban un brillo extraño que los hacía aún más resplandecientes.
Las mejillas se hallaban sonrojas y se notaba bastante, ya que su rostro era de por sí pálido.
Y por último estaba todo en él, más perfecto de lo que recordaba.
Pero su mirada se apagó de repente y su cuerpo se tensó junto al suyo mismo.
Intentó descifrar qué era lo que lo había hecho reaccionar de tal forma, pero lo único que descubrió fue su vista sobre su cuello.
¿Qué ocurre con él?
Ignoró eso e intentó abrazarse a él sin éxito alguno.
El había dado un paso hacia atrás. El se había alejado.
E incluso estando a un paso de distancia, sentía como si estuvieran más lejos de lo que solían estar.
Su mundo se derrumbó en un segundo y descubrió lo que su abuelo le decía al finalizar los relatos sobre princesas que a veces él mismo inventaba para ella, era completamente cierto: El amor es peligroso, pero es a la vez lo más lindo que la vida tiene.
Y recordó la plática que había tenido con su abuelo hacia unos minutos atrás.
Y deseó con todas sus fuerzas volver el tiempo atrás y dejar de ser tan ingenua. Y dejar de creer en el amor.
La observó con escepticismo y sonrió fingidamente. ¿Dónde había quedado esa pequeña risueña, que sonreía con frecuencia y adoraba abrazarlo durante horas?
Observó a su alrededor, aturdido y fingió otra sonrisa que dirigió hacia sus amigos inmediatamente, quienes presenciaban la escena con el ceño fruncido y después de debatirse entre actuar normal o huir cobardemente, devolvió su mirada a los ojos de la castaña.
Los vio cristalizados.
–Que lindo es verlos de nuevo –Se giró ella, sonriéndole a sus amigos aún sin saber de dónde había sacado la fuerza y el valor para hacer aquello.
El rubio aún pasmado, cerró los ojos fuertemente.
Si había algo que no soportaba era verla fingir que todo iba bien, además de verla llorar.
Ella era su debilidad y por un momento agradeció el hecho de que fingiera, porque sería mucho mejor saber que no sonreía sinceramente a verla llorar sin saber los motivos.
Aunque los sabía. Muy dentro de él, sabía que él había ocasionado aquello.
Volvió a su posición anterior y se colocó a un lado de Zayn, quién lo ignoraba totalmente y analizaba todos los movimientos que la castaña hacía.
Una vez ella en la cocina, todos voltearon hacia él sincrónicamente y lo observaron con sorna.

– ¿Qué se supone que estás haciendo? –Preguntó Louis, defensor de Madeleine desde aquel día en la casa de Liam–. Déjame decirte que no vas a conquistarla con la forma en la que la trataste.

–Ella… –No pudo seguir. No tenía las palabras adecuadas y tampoco el valor suficiente como para pronunciarlas. ¿Qué les diría? ¿’Madeleine ya no lleva la cadena’? Se la habían regalado hacía cinco años y era muy posible que ya la hubiera perdido o algo así.
Y recordó lo despistada que solía ser.
Era lunes, el día más despreciable de todos para el rubio. Sin embargo, este sería -según él- el mejor día de todos. A las once menos cuarto de la mañana se verían en la casa de Harry y su madre los llevaría hasta el centro de Liverpool para que pasaran un día en la ciudad.
Almorzarían, visitarían los parques de diversiones y comprarían miles de recuerdos que, estaba seguro, serían costosísimos. Pero, ¿Qué más daba?
Ese día fue el primero en llegar a la casa de de Harry y fue irónico el hecho de que el día anterior habían repetido el horario del encuentro aproximadamente unas veinte veces. Ni más tarde, ni más temprano.
Una vez todos reunidos en su casa, la única que faltaba era la pequeña Des.
Llamaron a su casa innumerable cantidad de veces y hasta se debatieron entre ir a su casa a buscarla o no.
Al final, dos horas más tarde, la pequeña apareció por el Jardín delantero de Harry con el pretexto de que se había quedado dormida y había olvidado por completo el encuentro.
Pero eso no fue todo. Aquel día, Maddie llevaba una media de cada color y además no llevaba dinero.
Era el ser más distraído que osaba haber conocido.

–Ella… –Harry dejó las palabras en el aire, incentivándolo a que terminara de hablar. Pero no lo hizo. Se quedó inexpresivo por unos dos minutos, que para los demás parecieron veinte. Muy pronto la muchacha volvería y ellos deberían cortar su conversación rotundamente hasta la madrugada, si es que aún no seguían en casa de los Des.

– ¿Qué pasa rubio, te comieron la lengua los ratones? –Intervino Liam, dejando en evidencia su molestia. El Irlandés reaccionó y miró al susodicho con incertidumbre. No había oído su plática, si es que había alguna. Simplemente se había ensimismado en los recuerdos y ahora que había despertado de su ensoñación, se había atragantado nuevamente con las palabras no dichas.

– ¿Qué?

–Qué si te comieron la lengua los ratones –Resopló el castaño.

–Solo estaba pensando.

– ¿Pensando? ¡Ajá! –Louis chistó la lengua y todas las miradas se dirigieron a él, expectantes a su reacción–. Algo anda mal… Niall nunca piensa –Los tres entornaron los ojos, mientras que el aludido lo fulminaba con la mirada.

–No, Louis. Tú eres el que no piensa nunca, no te confundas –Añadió Niall, entrecerrando los ojos. El castaño le sacó la lengua.

–Bueno, ya cállense –Tras las palabras de Liam, Madeleine irrumpió en la sala con un vaso de agua entre sus manos y el silencio se hizo.
Observó las reacciones de todos y se dio cuenta de que cuatro pares de mirada se dirigían atentamente a ella, mientras que uno iba hacia el piso.
Lloriqueó un poco en su fuero interno y sonrió por fuera.
Qué buena actriz soy.

–Mi madre dice que la cena estará lista en unos minutos… ¿Les apetece salir al parque un minuto? Es algo de lo que he tenido ganas de hacer desde que vine.

–Por supuesto, ¡Vi la increíble remodelación que le han hecho! ¡Quedó fantástico! –Admitió maravillado Zayn.
Madeleine asintió con una sonrisa torcida y salió por el ventanal que daba al patio, mientras todos la seguían.

–Está hermoso –Habló Liam, rodeando con un brazo a la castaña por los hombros en un gesto protector–… ¿Quieres ver algo más hermoso? –Levantó la cabeza y su mirada chocó con la de él. Asintió confundida–. Aguarden aquí, volvemos en unos segundos –Y sin esperar respuesta alguna, arrastró a Maddie colina abajo.
A su lugar secreto.
Ella sonrió y se quitó los tacones, dejando a Liam con el ceño fruncido.
No esperó nada de él y simplemente comenzó a correr por toda la pradera. Las luciérnagas volaban a su alrededor, bajo la noche estrellada.
Liam sonrió al verla corriendo como pequeña y se dio cuenta de que ese espíritu risueño siempre estaría presente en ella.
Y sin esperar más, corrió junto a ella con el rocío bajo sus pies descalzos.

Mientras tanto, en la casa de los Des, los dos castaños y el pelinegro trataban de convencer a Niall de que soltara la razón por la cual había tratado a Madeleine de esa manera.
Pero él se negaba rotundamente a hacerlo y mientras más callado permaneciera, mejor sería para él. O eso quería creer.
–Mamá, hemos vuelto –Un gritó con voz áspera interrumpió la conversación y un silencio prolongado de hizo en la sala–. Oh, hola –Susurró Joe, aún sin poder creérselo.

– ¡También me alegra verte, amigo! –Argumentó Louis, sonriendo cual gato de Alicia en el país de las maravillas. Oh, sí recordaba esa película.
Maddie tenía una extraña tendencia a enfermarse durante el verano y cuando así era, los muchachos se turnaban para cuidarla. La verdad era que sus ánimos en ese entonces eran terribles y lo único que podía consolarla era una tarde con Louis, comiendo helado y viendo aquella película una y otra vez.
Y a mitad de la película, solía ocurrir lo mismo. La pequeña se dormía acurrucada entre los brazos de Louis y él la observaba silenciosamente.
Y eso le encantaba.

–Lo siento, no esperaba verlos por aquí –Evan corrió hacia el sofá en el que se hallaban los cuatro y se lanzó sobre ellos. Los mismos, quejumbrosos, lo tiraron de forma que calló boca abajo en el suelo, provocando varias carcajadas.
Joe también se acercó y sin preocuparse por ayudar a su hermano, saludó a todos los presentes–. ¡Madeleine! ¡Tus amigos están aquí! –Gritó escaleras arriba. Los chicos rieron.

–Joe, Maddie salió con Liam –Añadió Harry, oprimiendo una pequeña risilla.

–Oh, a que se van los tortolos… –Niall, quien estaba desconectado de la realidad, subió la vista hacia él y lo miró frunciendo el ceño.

– ¿Tortolos? ¿Quiénes?

–Tu amigo y mi hermana –Hizo un ademán hacia el sillón, indicando que el faltante estaba con Maddie. Y así era, y eso lo mataba.

–Y… Joe, ¿Te molesta si hablo un momento contigo?

–Estás haciéndolo ahora –Ellos rieron.

–No, a solas –Indicó el patio trasero. Joe asintió confundido y lo siguió hasta la banca blanca que se hallaba ahí.

–Entonces… –Replicó él.

–Solo quiero hablar sobre tú hermana.

– ¿Mi hermana? –Se oyó confundido.

–Eso es lo que dije.

–Suéltalo –Suspiró y premeditó las palabras que se llevaba repitiendo a sí mismo durante casi una hora.

–Ella… Ella no lleva la cadena.