El barrio de los sueños «Niall Horan»

Al cabo de una hora y luego de haber tomado algunos cuantos tragos, todos estaban más relajados, sueltos y divertidos.

Destiny bailaba bajo los efectos del tequila al ritmo de Avicii junto a Jon y Josh cuando la música se detuvo. Se oyó un bufido de quejas por todas partes.

 

‒¿Qué pasó, Zayn? –preguntó Liam que parecía ser el único sobrio en ese lugar, ya que a pesar de tener sus dos riñones prefería moderarse con el alcohol.

 

Zayn se encogió de hombros y dirigió su mirada hacia la cabina del DJ que con la increíble estructura del lugar parecía que flotaba en el medio de la nada. El DJ abrió uno de los vidrios negros para que el morocho pudiera verlo. Con los audífonos descansando en su cuello señaló al pequeño escenario que había a un costado. Desde el primer piso de la vip se podía ver claramente a un rubio que con su guitarra colgada al hombro acomodaba el micrófono a su altura. Zayn recordó al chico que esa tarde había encontrado en la calle cuando estaba yendo a comprar una muda de ropa nueva para la gran fiesta.

Zayn había ido al centro por una muda de ropa nueva para la gran noche pero, como le era de costumbre, salió de la tienda con los brazos repletos de bolsas. Como pudo calzó sus rayban en el puente de su nariz y sonrió cuando visualizó el enorme cartel de Starbucks en la calle de enfrente. Miró su reloj y decidió que todavía tenía tiempo de tomar un frapuccino con cookies antes de ir a ver qué tal estaba todo en el club nocturno dónde celebraría su vigésimo cumpleaños, pero, sin embargo, no tendría tiempo de recoger a Perrie. ¿Qué más daba? Chicas antes que comida era un pecado capital. Y esa rubia se la estaba haciendo difícil, así que él le enseñaría que Zayn Malik no sabe esperar, y que, que la haya llamado, si quiera que haya guardado su número en su teléfono ya era tener mucha suerte. O un trasero enorme.

‒Ah ‒se relajó‒, sí. Toco y canto un poco, pero no te cantaré Bruno Mars, así que bájale a tu cara de amante ilusionado ‒volvió a mirarlo de esa forma, pero el morocho pudo notar una pisca de humor en sus ojos. Largó una carcajada.

‒Hey, hey, hey ‒hizo un gesto con sus manos‒. Todavía no te dije que iría. Si tengo un tiempo libre me paso, pero no te prometo nada.

‒Perdón por interrumpir su fiesta ‒la angelical voz del chico del escenario se amplificó en el micrófono y retumbó en todos los parlantes esparcidos por el lugar‒. Soy Niall y voy a cantarles unas canciones hoy.

 Los invitados que habían sido alabados con un precinto verde fosforescente se acercaron a la baranda del vip dispuestos a escuchar a ese rubio que comenzaba a acariciar su guitarra provocando unos acordes melodiosos. 

 

 

 

 

El cantante se separó del micrófono y sonrió satisfecho ante los eufóricos aplausos que todo ese público le estaba dando.

 

‒Ahora, ¿quieren algo más alegre? ‒preguntó observando a la multitud que asintió a su manera.

 

El chico comenzó a cantar We are Young y a Destiny le pareció muy atractivo, pero no tanto como para quitarse su sostén y tirarlo al escenario como acaba de hacer esa rubia en la multitud.

 

‒Des… ¡Destiny! ‒Ashton, que estaba al lado de la chica, le tuvo que golpear ligeramente el brazo para que ella reaccionara‒. Vaya, parece que Liam no es el único flechado esta noche.

‒¿Qué? Sólo estaba escuchando como cantaba. Toca bien la guitarra, ¿verdad?

 

Ashton negó divertido.

‒Sí, lo hace bien ‒él sabía que no podría hacer que la chica admitiera su atracción hacia el rubio, así que prefirió seguir observando el show.

 

‒¡Otra, otra, otra ‒la multitud gritaba cuando la canción terminó‒ otra, otra!

 

‒Okay, okay, cantaré otra antes de irme ‒cedió Niall‒, pero antes creo que es debido cantarle el feliz cumpleaños a nuestro cumpleañero.

 

Zayn abrió los ojos sorprendido y negó con su mano, pero era demasiado tarde porque el ojiazul había comenzado a aplaudir.

 

Happy birthday to you ‒todo el mundo lo imitó‒ happy birthday to you ‒Louis sacó un encendedor de su bolsillo y prendió la llama‒ happy birthday, Zayn, happy birthday to you!

Zayn sopló el fuego del encendedor de Louis y todos aplaudieron y ovacionaron. Mientras los amigos del morocho comenzaban a saludarlo Niall tocó la guitarra una vez más. Destiny, que estaba esperando por abrazar al morocho, se sorprendió cuando escuchó una de sus canciones favoritas. Giró a ver al rubio que cantaba al micrófono mientras rasgaba la guitarra.

 

‒Feliz cumpleaños, idiota. Te amo muchísimo.

A pesar del insoportable dolor de cabeza que Destiny estaba sufriendo en ese momento, al despertarse, se dio cuenta fácilmente de que esa no era su casa. Principalmente porque el colchón rechinó metálicamente cuando se incorporó sobre su codo. Y esas cortinas violetas no eran las crema y bordo que su madre había puesto en su ventanal. En vez de su biblioteca con libros y CD’s visualizó un mueble, de un marrón desgastado, que encima tenía gorros de capitanes y marineros y un barco de juguete. Apenas podía ver algo con la luz que penetraba de la ranura de la puerta y los espacios de la persiana, en su casa ‒aunque ella no quisiera‒ el sol estaría haciéndole picar los ojos. Además, la pintura en la pared estaba chasqueada y manchada y el piso estaba repleto de basura y ropa. Esa habitación era muchísimo más pequeña que la suya y olía a marihuana.

Levantó la manta marrón y se alegró de llevar puesta la misma ropa que la noche anterior. Como pudo se sentó en la cama y se levantó lentamente. Sus pies ‒aún cubiertos con las medias de red‒ hicieron crujir el piso de madera. Caminó de a grandes y lentos pasos tratando de no pisar ninguna cosa que estuviera por allí esparcida. Las bisagras de la puerta chillaron cuando ella consiguió abrirla.

Un living-comedor la esperaba del otro lado. Había una pequeña mesa con un mantel de encaje blanco y un recipiente verde chillón con frutas artificiales dentro (cosa que hubiera sido causante de un desmayo de su madre) y cuatro sillas alrededor. La gran parte de las paredes ‒de color verde agua, viejo y manchado‒, estaba cubierto por muebles que llegaban hasta el techo, dando una sensación de asfixia, que estaban repletos ‒por lo menos lo que se podía ver‒ de juegos de té, platos, cubiertos y tazas de porcelana blanca con detalles rosados. En un extremo de la habitación había una mesada con mueble abajo, una pileta, un horno y un pequeño refrigerador rojo amontonados que conformaban la cocina. Al lado, una puerta entre-abierta que dejaba a la vista un inodoro. En el otro extremo de había más muebles, una puerta cerrada, otra puerta blanca que parecía la principal, un viejo televisor negro, una mesita baja y un sofá forrado de una tela beige. Y la planta de un píe negra de suciedad.

Esperen, ¿qué? Destiny se acercó y la planta de a poco se convirtió en un pie completo, y una pantorrilla con pelos y hasta ahí porque luego había una manta verde oscuro que no dejaba ver nada más. Claro estaba que era de un hombre, pero ¿de quién? Estaba en una casa que nunca había visto, con una enorme resaca y al lado de un tipo que dormía en un sofá. Por lo menos no había intentado violarla. O quizá sí y se había tomado la molestia de vestirla después. Su cabeza dio vueltas y las pinturas de puertos y paisajes y la fotografía del niño parecían moverse. ¡Esperen! ¡Ella conocía a ese niño! Esa sonrisa era muy familiar aunque le faltaban algunos dientes en esa época.

Se acercó lo más sigilosa y rápidamente posible hasta el sillón y le quitó la manta de la cara al tipo. Suspiró aliviada cuando vio a Christofer roncar con la boca entre-abierta y con un hilo de saliva en su mentón.

 

‒Chris… ‒agitó su hombro‒ ¡Chris!

El castaño se removió en el sofá y se fregó un ojo con el puño mientras, lentamente, abría el otro.

‒¿Des? ¿Qué demonios haces aquí? ‒Se incorporó sobre su codo pero, rápidamente, volvió a acostarse‒ Mierda, la cabeza va a estallarme.

Puso las manos en la  frente y cerró los párpados con fuerza mientras fregaba sus sienes.

‒No tengo la menor idea ‒contestó divertida‒, pero no te preocupes, ya me voy a casa.

‒¿Cómo te irás? ¿Tienes dinero?

‒Sí, me tomo un taxi ‒contestó y una puntada en su cabeza la invadió cuando se paró.

‒Jodida noche ‒negó Chris divertido y ambos rieron.

‒¿Puedo ir al baño?

‒No, mejor mea en ese jarrón ‒Destiny rió‒. Pues claro que sí, estúpida, es la puerta al lado de la cocina.

‒Ok, gracias. Y no me digas estúpida, imbécil.

 

El baño era una habitación pequeña como las demás. Las paredes y pisos eran de azulejos quebrados de color blanco con dibujos amarillos y rojos. Las cortinas de plástico eran de flores azules y celestes y había una alfombra mojada de color verde.

Destiny se sentó en la tapa plástica del retrete y apoyó sus codos en sus rodillas y su cabeza en sus manos mientras orinaba. ¿Cómo diablos había llegado hasta la casa de Chris? ¿Por qué mierda no podía recordar nada de la noche anterior? Su cabeza estaba a punto de explotar y unas repentinas ganas de vomitar estaban invadiéndola. Estiró su mano. Oops. No había papel higiénico. Buscó con la vista… papel, papel, papel. Una toalla en el suelo, una alfombra mojada. No. Papel, papel, papel. Se estiró un poco y abrió las puertitas del mueble que había debajo del lavabo. Una maquinita de afeitar, desodorante, algodón, toallitas femeninas ‒¿qué? ¿a Chris le venía el período? Quizá eran de su madre, pero no había ninguna madre en la casa… posiblemente estaba durmiendo aún‒, crema de afeitar, condones, una toalla limpia, y papel. ¡Papel! Sacó el rollo del paquete nuevo y desenrolló un poco en su mano.

Apretó el botón que estaba incrustado en la pared y agua giró en el retrete. Volteó para verse en el espejo. ¡Santo cielo! Unas ojeras gigantes invadían su rostro y restos de maquillajes se esparcían por todos lados. Los ojos estaban rojos e hinchados y sus cabellos imitaban una escoba de las antiguas, de paja y bien enredadas. Se lacó las manos con el jabón en barra rosado y se mojó un poco la cara. Se limpió el rímel corrido y se secó con la toalla limpia, porque no confiaba de la que estaba tirada en el suelo. Terminó de sacarse el maquillaje y aún así parecía un muerto viviente. Palmeó sus bolsillos. Llaves, móvil, dinero, delineador. Sacó el último y trazó una línea en cada párpado. Ató su cabello en una coleta despeinada y volvió a mirarse. Su boca estaba seca y seguro olía como los mil demonios. Agarró la pasta de dientes y puso un poco en su dedo, sus dientes rechinaron cuando lo pasó. Hizo unos buches y se enjuagó la boca. Volvió a lavarse las manos y a secarse con la toalla. Su reflejo había mejorado un poco, tampoco sabía hacer milagros.

Abrió la puerta y observó cómo Chris tomaba agua del pico de la botella en unos bóxers negros. Todos los tatuajes a la vista (al menos todos los que Destiny conocía). No era la primera vez que lo veía así.

‒Por fin, nena ‒dijo cerrando el refrigerador con el pie‒. Me estaba meando encima.

Y desapareció por la puerta por la que ella acababa de salir. Fue a la habitación y buscó sus zapatos entre todo el desorden. Uno a la vista, y el otro, no tanto. Lo encontró debajo de la cama. Se sentó en esta para ponérselos y agradeció que los tacones Converse no fueran tan difíciles de caminar. Abrió la persiana tirando con fuerza de la correa y vio el sol  brillar entre unas nubes blancas. Corrió un poco el vidrio de la ventana que hizo un ruido molesto. Viento frío se estampó en su rostro, volvió a cerrarla.

 

‒¡Chris, hace frío! ¿¡Puedo sacarte un abrigo?! ‒gritó para que su amigo lo escuchara desde el otro lado de la casa.

‒¡Claro, agarra lo que quieras! ‒tiró el botón de la cadena‒ ¡excepto la de los Guns! ¡Es mi preferida!

‒¡OK!

 

La castaña abrió el clóset y sacó la primera sudadera que encontró. Una azul oscuro que dcía NVRBRKN en blanco. ¿Never broken? Pasó el cuello y los brazos, olía al perfume de Chris. Cuando la acomodó en su torso se dio cuenta de que tapaba sus muslos y ocultaba por completo el short. Le quedaba de vestido, pero no se agarraría una gripe. Salió del cuarto y vio como el ojimarrón se dejaba caer otra vez en el sofá.

 

‒Esa cosa te queda sexy ‒dijo mientras se tapaba hasta el cuello.

‒Más bien parezco prostituta cualquiera.

‒No es cierto. ¿Estás segura de que no quieres quedarte?

‒Ajám ‒asintió‒, ya tengo que irme. Mis padres me harán un largo interrogatorio y ni siquiera yo recuerdo qué pasó. Por cierto, ¿sabes como llegué aquí?

‒No lo sé, cuando se me pase la resaca quizás intente recordar algo ‒sonrió.

‒Yo espero recordar algo antes de que eso pase ‒rió. Se acercó a su amigo y le plantó un beso en la mejilla.

‒Te cuidas ¿ok? Y mándame un texto cuando llegues.

‒Oka. Te amo.

‒Yo a ti.

 

 

Louis abrió los ojos. Vislumbró una ventana sin cortinas que estaba completamente cerrada. Despegó su rostro de la almohada y giró lentamente sobre su codo. La habitación estaba en total penumbra y no podía ver nada más que la sombra de los muebles. El frío tacto del colchado en su piel le hizo saber que no llevaba ropa. Oh‒por‒Dios. Le dolía hasta el cerebro. Palmó suavemente la mesita de noche y encontró un móvil. Lo desbloqueó, era el suyo. Alumbró a su izquierda, la silueta de una persona durmiendo boca-abajo. Estaba mirando para le otro lado y todo su cuerpo estaba tapado por el acolchado blanco, excepto unos rizos enmarañados color marrón oscuro. Por lo menos no era una mujer como la última vez que se había enfiestado hasta perder la memoria.

Iluminó el suelo a su derecha y encontró sus bóxers azules y los skinny negros. Se sentó lentamente en el borde de la cama y el trasero le dolió. Un recuerdo de la noche anterior invadió su mente.

 

La sonrisa de Louis por ese recuerdo se transformó en una cara de asco cuando corrió con la punta de los dedos el condón usado que estaba arriba de sus pantalones y se los puso. Abrochó el botón y subió el cierre. Vio sus vans blancas en le piso y fue en puntitas de pie hasta ahí. El piso de madera crujió cuando la suela de las zapatillas lo tocó y la persona en la cama se movió.

Permaneció inmóvil con el iPhone en el abdomen desnudo ahogando la luz. Una mano salió del acolchado.

Harry giró y fregó sus ojos. Los abrió y observó la silueta que estaba parada en su habitación. Louis, asustado por no saber lo que estaba pasando, lo iluminó con su móvil y vio como ocultaba su cara con su brazo por incandescente luz. El rizado prendió rápidamente el velador que tenía al lado y se levantó de un saldo. Tenía unos bóxers negros puestos.

‒¿Qué mierda haces en mi casa? ‒lo observó incrédulo y se agarró del clóset cuando intentó caminar.

Louis vio su playera negra en el suelo y la agarró.

‒Oh, por Dios, no me digas que tú y yo… ‒no podía ni mencionarlo‒ ¿qué haces aquí todavía? ¿te quedaste a dormir?

‒Yo… ‒el ojiazul se miró las manos.

‒Vete… ¡VETE!

Harry agarró del brazo a Louis y lo sacó a la fuerza de la habitación. Lo empujó en una amplia sala de estar con pocos muebles. Un rubio se desperezaba en uno de los sofás.

‒Cálmate, ¿ok? ‒el mayor pasó la cabeza y los brazos por la playera mientras caminaba arrastrado hasta la puerta detrás del más alto‒. Yo no te obligué a meter tu polla en mi culo.

‒ ¡FUERA!

El ojiazul salió al pasillo del edificio y golpeó la pared con todas sus fuerzas. Escuchó una risa ahogada que venía del apartamento por el que acababa de salir.

‒¿Te lo follaste? ‒otra carcajada.

‒¡CÁLLATE, NIALL! ¡O TE DETRUIRÉ A GOLPES!

Louis llamó al ascensor y se arrepintió de no haberle robado algún abrigo a ese imbécil.

 

 

Liam sonrió cuando abrió los ojos y vio a la chica que tenía a su lado. Corrió la delgada sábana blanca para tapar su espalda desnuda y le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja. Danielle se movió y el castaño acarició su mejilla.

‒Buenos días ‒susurró la chica cuando abrió los ojos marrones y se acomodó lentamente en uno de sus costados.

‒Hola, hermosa ‒dejó un corto beso en sus labios y se levantó de la cama‒. Dejaré que te cambies.

Salió con sus bóxers de la habitación y caminó por el pasillo del apartamento de Danielle hasta la sala de estar. Vio a Zayn durmiendo en el sofá, abrazando a Perrie, que estaba encima de él. Se sorprendió porque, uno, no los había escuchado llegar y, dos, nunca antes había visto al morocho en una posición tierna con alguna mujer. Y sí que lo había visto en muchas posiciones con mujeres (siempre por accidente, claro, no es que se quedara de brazos cruzados observando como su mejor amigo se follaba a las tipas).

Liam pasó lo más silenciosamente por al lado de ellos y abrió el refrigerador color metal. Sacó jugo de naranjas y vertió un poco en un vaso que encontró en una alacena. Prendió la cafetera pensando que a todos les haría bien ingerir un poco de cafeína.