"Chico travieso" (Joe y tú)

aiiiiiii cap porfaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Nueva lectora..?
ame tu nove
siguela porfis no me dejes con la intriga
y de paso lee la mia...

https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/siempre-llega-el-amor-indicado-nick-y-tu-t3341.htm?highlight=siempre+llega+el+amor+indicado

Sigueelaa!

Sigueeelaaaa!

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!!!!!! seguilaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :D

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH
COMO ES POSIBLE QUE TODAVIA NO HAYAS SUBIDO CAAAAAAAAAAAAAAP
ES IMPERDONABLE U_U
(?
JAJAJAJAJAJAJ
MENTIRA, PERO QUIERO CAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAP

ForJoeJonas escribió:Flooo, no había subido el último cap porque esperaba a que tu estuvieses por aquí! xDD

Ves, siempre pensando en ti. Que buena soy! Jaaajajajajajajaja!

RECUERDEN: SOLO QUEDA EL ÚLTIMO CAP + EPÍLOGO

*___*
QUE GROSA QUE SOS ADE, NO DEJO DE SORPRENDERME DE TU GROSITUD :') (?
SUUUUUUUUUUUBILO QUE YA SUBI EN MI NOVE ♥
TE QUIEEEEEEEEEEEEEEEEEEERO

— ¡Gracias a Dios! Nena. —Los brazos de Joe se cerraron alrededor de ella mientras su voz cuchicheaba en su oreja—. Dulce Señor, ______. No me aterrorices jamás así otra vez.
Ella lloraba y no podía parar. Podía sentir los sollozos sacudiendo su cuerpo mientras sus brazos se apretaban alrededor de su cuello.
Podía oír explicar a Joe la locura del ayudante mientras la sostenía cerca. De algún modo, había logrado recobrar el conocimiento y llamar a la policía, informándolos de quien estaba allí y que pasaba mientras se deslizaba por la escalera.
Estaban preparados, pero las preguntas tenían que ser respondidas. Kevin y Nick se recuperaban con los médicos y la casa continuaba llena de personas. Pero ______ se negaba a abandonar el lado de Joe. El se negaba a permitírselo.
Se agarró a él toda la tarde, contestando preguntas cuando tenía que hacerlo, pero de otro modo quedándose silenciosa mientras el conocimiento llenaba lentamente su mente hasta que se acabó. El acechador había sido John Barnes, y se había ido. Estaba muerto. Finalmente se había acabado.


Capítulo 18

______ miró fijamente alrededor del salón a la mañana siguiente, asombrada de que no hubiera nada, ni siquiera una gota de sangre, para demostrar que la noche anterior no había sido un sueño.
La única prueba eran los bollos del tamaño de un huevo dejados en las cabezas de Kevin, Nick y Joe. John Barnes no había venido por la puerta principal, había sabido de la puerta trasera de Kevin a través de su padre, que había pasado años espiando a los primos Jonas y la utilizó para deslizarse en la casa.
Había cogido a Kevin primero, mientras Nick estaba fuera sacando los últimos suministros de su camión. Cuándo entró, había visto lo mismo que _____, lo que parecía que Kevin dormitaba en el sofá.
Se movió a la cocina con los suministros donde el ayudante se movió detrás de él golpeándolo y dejándolo inconsciente también. Él había esperado hasta que _____ saliera del dormitorio de arriba, ocultándose en el otro cuarto hasta que ella comenzó a bajar la escalera antes de incapacitar a Joe. O pensó que lo había hecho.
Joe había estado saliendo de su siesta como fue golpeado, el golpe lo había aturdido, llevándole unos minutos preciosos orientarse lo bastante para salir de la cama.
El sheriff había llamado esa mañana después de investigar toda la noche sobre su ayudante muerto. Había sido verdaderamente el hijo de Loren Barnes, raptado por su padre varios años antes de que los primos Jonas hubieran llegado a ser sus amantes.
Había una larga historia de abuso infantiles, casas de acogida y desapariciones que no habían sido seguidas en aquel momento. Cuando la historia completa surgió, todos los que lo habían conocido en la fuerza policial se habían sorprendido. Su padre le había molestado durante años, castigándolo por los supuestos crímenes que su madre había cometido. Richard Barnes, el padre, había estado loco, y su locura había sido forzada sobre su hijo hasta que hubo retorcido su punto de vista sobre las mujeres.
Cuatro mujeres habían pagado por ese crimen.
— ¿Te sientes mejor? —Ella giró la cabeza cuando Kevin entró en la cocina, seguido por Joe y Nick.
Miró fijamente a los tres hombres, sintiendo la tensión que llenó de repente la habitación, la intensidad en sus ojos. Había sabido que esto llegaría, había sabido que los primos de Joe pronto pondrían su decisión a prueba. Podía verlo en la tensión de sus cuerpos. No había nada de la ira esperada en la expresión de Joe, sin embargo. Su cuerpo estaba relajado, tranquilo, su mirada hirviendo a fuego lento con diversión.
— ¿Tenemos algún problema? —Ella cruzó los brazos sobre los senos y les miró a los tres curiosamente.
—Joe está siendo codicioso —gruñó Kevin—. ¿Cómo te sientes acerca de eso?
—Soy bastante codiciosa yo misma, Kevin —le informó cariñosamente—. No puedo hacerlo.
—No te haríamos daño. —Podía ver la frustración en su cara—. Infierno, _____, nuestros primos en Texas han sobrevivido bien.
Los Miller. Ni siquiera vivían en Somerset y tenían una reputación aquí.
Aspiró profundamente.
—No soy Marly o sus otras mujeres —les informó mientras Joe se enderezaba, tensándose lentamente.
Kevin miro rápidamente a Joe entonces.
—Ni siquiera nos has dado una oportunidad…
—No la amas, Kevin —dijo bruscamente Joe andando a zancadas a través de la habitación hasta ______.
Cuándo giró para encarar a Kevin y Nick, curvó el brazo alrededor de sus hombros, atrayéndola más cerca a su duro cuerpo.
—La queremos lo suficiente —protestó Nick, su mandíbula latiendo con tensión.
— ¡Oh déjalo! —______ dio un paso lejos de su amante, mirando a los tres hombres con incredulidad, la risa burbujeaba en su garganta antes sus fieras expresiones—. Por dios, ¿parezco un hueso entre vosotros tres?
La miraron con sorpresa.
—Kevin, ¿cuantas veces he coqueteado contigo, porque si, mientras Joe no estaba?
— ¿Hiciste que? —Joe giró hacia ella con sorprendida irritación.
—Supéralo. —Puso los ojos en blanco—. Te habías ido así que los celos vienen un poco tarde. —Se volvió hacia Kevin—. ¿Y espero una respuesta, Kevin?
Kevin se movió nerviosamente, más como un niño atrapado en una mentirijilla.
Carraspeó, mirando a Joe con una mueca.
—Le pertenecías a él primero.
—Soy suya siempre, Kevin —le informó ella suavemente—. Ahora, siempre y para siempre. Y esa es mi decisión. No la de Joe. Y es una que no cambiareis.
—Te dije que ella era un problema —se quejó Nick—. Maldita sea, _____, no te pedimos que desordenaras las cosas así. —Le lanzó una mirada melancólica.
—De nada. —Sonrió plácidamente.
No estaban enojados, lo podía ver en sus ojos, lo sentía en el cariño de sus miradas.
Nick giró hacia Kevin y levantó el puño.
—Somos los últimos.
Kevin levantó el puño también, tocando el de su primo.
—Los últimos.
Parecía firme, decisivo. ______ inclinó la cabeza y miró a ambos hombres curiosamente. Nick nunca se permitía dejarse ir más que en sus necesidades extremas, pero había algo ahí en la expresión de Kevin. Algo vacilante. Algo incierto.
—Vamos. —El brazo de Joe se enganchó alrededor de su cintura, arrastrándola hacia la escalera.
— ¿Adónde?
—A la cama —gruñó.
—Pero, Joe, no tengo sueño.
—Lo prometo, lo tendrás. Más tarde…
Ella se reía mientras la metía rápidamente en el dormitorio. El hambre era una fuerza física que la golpeaba. Sexual, caliente, insistente. Emanando de Joe en ondas.
Cuando se giró hacia él, sintió las manos de Joe en el dobladillo de la camisa supergrande que llevaba, levantándola despacio sobre las caderas. Levantó los brazos silenciosamente, dejándole desnudarla antes de que los dedos se engancharan en la pretina de los pantalones cortos y tiraran hacia abajo. No paró allí. Tan pronto como la tela estuvo en los pies, se arrodilló delante de ella, apartándole los muslos y lamiendo los ya húmedos pliegues de su sexo.
— ¡Oh Dios! —Ella dio un tirón, abriendo los ojos ante el deseo hambriento de las caricias mientras las manos de Joe se doblaban en los muslos. No iba a poder soportarlo mucho más. El placer era tan caliente, tan intenso. Le robaba la fuerza de las piernas y la dejaba sintiéndose impotente, débil. Fue un ataque sensual, una emboscada a los sentidos. Joe la sostuvo quieta delante de él, su lengua un conquistador diabólico mientras golpeaba, saboreaba y atraía los jugos resbaladizos de la dolorida vagina.
—Ahí vas —susurró antes de depositar un suave beso en su clítoris antes de mirarla otra vez—. Tus ojos están tormentosos, ______, tan grandes y oscuros. ¿Estás disfrutando?
No podía hablar. El placer era abrumador, diferente. Había una diferencia en su tono de voz, en su toque. Una actitud posesiva, una dominación de la que ella disfrutaba.
—Apuesto a que lo estás —contestó él a su propia pregunta mientras uno suaves dedos apartaban los pliegues de su sexo y empezaban a presionar dentro, acariciándola, añadiéndose a las sensaciones que rompían por ella—. ¿Sabes cuan jodidamente sexy pareces, _______? ¿Cuan dulce y caliente sabes?
Las manos se apretaron en su pelo, aunque no estaba segura de si recordaba como habían llegado allí, acercándole a ella otra vez mientras su lengua se arremolinaba alrededor de su clítoris, empujándola hacia su clímax mientras los dedos empujaban lenta y suavemente dentro de su sexo, llenándola, estirándola, preparándola.
—Joe… —Podía sentir el orgasmo construyéndose en su matriz, supo que no duraría mucho tiempo.
—Todavía no, nena. —Su sonrisa estaba llena de lujuria—. Pronto, pero todavía no.
Relajó la fricción, haciéndola lloriquear y arquearse en su boca mientras retrocedía lentamente.
—Vamos, nena, a la cama. Te quiero debajo de mí cuando te corras para mí —gruñó Joe. Ella jadeó cuando de repente él la columpió en sus brazos y la movió a la cama.
—Vamos, nena —susurró Joe mientras la colocaba en el centro de la cama, de espaldas y extendida. Volvió a su coño, tendiéndose debajo de ella y abriendo con cuidado sus muslos antes de hundir la lengua en las profundidades necesitadas de su sexo.
Oh Dios, ella estaba tan cerca. Podía sentir los pulsos de advertencia tensarse en su matriz, arrastrándose a través de sus terminaciones nerviosas. Y estaba perdida. Un ronco grito salió de sus labios mientras el orgasmo explotaba por ella, quemando a través de su cuerpo y mente, se arqueó, cerrando los ojos, las luces brillaban por su mente.
Dejó de respirar cuando sintió a Joe moverse, sintió a su miembro introducirse en las apretadas profundidades de su sexo mientras se retorcía bajo él. Su liberación rompía todavía por ella, negándose a calmarse mientras él empezaba un ritmo duro e intenso.
Joe estaba perdido dentro de ______. Las contracciones duras del coño en su orgasmo alrededor de la gruesa longitud de su polla le ordeñaron directo al paraíso. Pero era el conocimiento de que solo era él el que la conducía a eso, que ningún hombre había conocido su cuerpo perfecto, había sentido las contracciones duras de su sexo, o sus gritos dulces de liberación lo que le empujaban más alto, lo que le condujo más profundamente al placer que corría por su sangre. Estaba encerrado en la sensación que se construía por segundos, un placer que le tensaba no solo los músculos sino su alma.
Podía sentirlo. En el fondo de ella, no solo con la parte de su cuerpo que la follaba como un loco, sino con su alma. Podía sentirla envolverse alrededor de él, enhebrándose por su corazón con la precisión de un cirujano y atando heridas que no tenía la menor idea que existían.
Dentro del placer había consuelo, bienestar, eternidad y éxtasis.
—Sostenme, Joe. —Su voz era desesperada, ronca mientras los brazos se apretaban alrededor de su cuello, su súplica cuchicheada rompiéndole el corazón.
Con los codos se apoyó en el colchón, los antebrazos se deslizaron bajo ella, empujándola mas fuerte contra el pecho, sosteniéndola tan cerca de su corazón como podía. La energía eléctrica pulsó de su escroto, por su espina dorsal. El placer crepitó por su miembro, y mientras la sentía tensarse a su alrededor una vez mas, sus gritos jadeantes en el oído, se derramó dentro de ella. Pulsos violentos de semen salieron a chorros hasta el fondo de su coño mientras golpeaba sus caderas contra ella, un gemido gutural y áspero desgarrándole mientras sus liberaciones se unían.
—Mía, mía. —Los labios estaban en su cuello, besando, pellizcando, saboreando cada toque, cada sensación.
—Siempre… tuya… —Un último grito agudo la desgarró antes de que colapsara finalmente bajo el.
Temblando, sudando, Joe rodó en la cama, arrastrando su cuerpo débil con él mientras el contento y la saciedad le invadían.
Ella era suya. Siempre. Sólo suya.

Epílogo

—Bien quizá somos los únicos raros en la familia.
La profunda y divertida voz masculina hizo que los ojos de ______ se abrieran de repente sorprendidos mientras Joe luchaba por tirar la retorcida sabana desde abajo de la cama sobre su cuerpo desnudo.
Ella se asomó sobre el hombro de Joe mientras él se retorcía para ver a los tres hombres que habían entrado en la habitación y a las mujeres paradas a su lado.
Los chicos Miller, primos lejanos de los Jonas, habían estado amenazando con una visita durante más de un año. Cade, el mayor, miraba la enredada escena de la cama con entrecerrados ojos grises, mientras Brock y Sam estaban francamente divertidos por el hecho de que sólo Joe compartía la cama con ______. Ella conocía las relaciones que los otros hombres compartían con las mujeres de los otros.
—Sam, eres una amenaza —gruñó Joe soñolientamente mientras _____ sostenía la sabana sobre los senos y miraba como él salía tropezando de la cama y buscaba sus vaqueros.
— ¡Aquí tienes! —Los vaqueros fueron tirados a través de la habitación mientras Brock le guiñaba a ______—. Viste tu perezoso trasero y nosotros prepararemos el café. Kevin amenaza con preparar el desayuno, y ese chico me asusta cuando empieza a cocinar.
—Podrías haber llamado —dijo bruscamente Joe mientras se pasaba las manos por la cara antes de echar un vistazo a ______—. ¿Y por qué cocina Kevin?
—Porque es la única opción presente. No vi ninguna Casa del Barquillo en el camino de entrada, tío, y Heather se niega a cocinar para todos nosotros.
—No podría hacer suficiente comida en una semana para alimentar a seis de vosotros —rió Heather, guiñándole a _____ con diversión—. Vamos, _____. Vístete y quizás te ayude a cocinar.
—Puedo manejar eso mejor que la cocina de Kevin —bufó ______—. Ayudaré definitivamente.
Los miró salir curiosamente. Había una intimidad y comodidad entre las tres parejas que ______ se prometió que no hurgar en el asunto. Algunas cosas sobre la gente no necesitabas saberlas, pensó.
— ¿Estás bien, nena? —Joe se sentó en la cama al lado de ella, mirándola fijamente, sus ojos cálidos, llenos de amor.
El amor que llenaba su mirada la humilló, la dejó impresionada. En sus ojos, podía ver cada sueño por el que había rezado.
—Te amo, Joseph Jonas —susurró—. Con todo dentro de mí.
Y él no protestó por el nombre. Sus labios se levantaron con tierno humor mientras su mano le acunaba la cara con calor.
—Y te amo, ______. Más de lo que supe jamás que fuera posible amar… Ahora, vístete, nena —rió entre dientes—. Vamos a ver si los chicos Miller se han tranquilizado con el matrimonio.
______ sacudió la cabeza cuando Joe salió del dormitorio, dejándola sola para levantarse de la cama y deslizarse al cuarto de baño para una ducha rápida. Tenía la sensación de que Cade, Brock y Sam nunca se tranquilizarían completamente.
Casi una hora más tarde, vestida con pantalones cortos y una camiseta, volvió al salón, captando el final de la explicación de Joe de lo que había sucedido la noche antes.
Todos los ojos se giraron hacia ella mientras daba un paso en la habitación.
Los seis hombres tomaron asiento en la habitación, mientras las tres mujeres estaban encaramadas en las rodillas de sus maridos.
—La mantuviste a salvo, Joe, eso es todo lo de debe importar —murmuró Cade mientras su mujer de cabello negro se levantaba, sonriendo hacia _______ simpáticamente.
—Ya hemos hecho café para estos pervertidos, ______. —Sonrió mientras extendía la mano hacia ella—. Ven a la cocina y conseguiremos los nuestros mientras te ayudamos y Heather cocina.
La sonrisa de Joe era de pura diversión malvada cuando dio un paso adelante, curvando el brazo alrededor de su cintura y besándole la mejilla.
Ella saltó cuando su mano aterrizó en su trasero, una risa suave salió de sus labios mientras seguía a las otras mujeres a la cocina.
La picaruela de cabello negro que se había sentado en el regazo de Cade, lo sabía bastante bien. Marly había acompañado a los hermanos años antes durante su primera visita. Era varios años mayor que ______ pero había enseñado, a través del ejemplo, mucho a ______ acerca de volver a Joe loco. Había mantenido a los hermanos Miller en alerta desde entonces.
Sarah, la mujer de Brock, y Heather, la mujer de Sam, se presentaron a sí mismas fácilmente mientras empezaban a buscar y reunían bocadillos y café. Los hombres Miller, como los Jonas, siempre habían compartido a sus mujeres. Después del comentario de Cade más temprano, ______ tenía una idea bastante buena de que el matrimonio no había cambiado eso.
Mientras preparaban juntas una comida rápida, ______ conoció al hijo de Marly, que actualmente dormía hasta tarde en el dormitorio extra de abajo. Heather estaba embarazada de varios meses, y Sarah y Brock estaban esperanzados de que ella lo estuviera. Todos eran seguros y cercanos. Sorprendiendo tanto a _______, teniendo en cuenta los hechos de su relación con cada uno de los hombres en el otro cuarto.
______ los miró, buscando cualquier insinuación de confusión o celos, preguntándose cómo habían logrado formar una amistad tan cercana. No podía imaginarse estar tan cómoda alrededor de una mujer que sabía que Joe tocaba, sostenía.
Los bocadillos y el café fueron tomados en el salón donde los hombres discutían los detalles de la vida de John Barnes. ______ volvió a la cocina, no dispuesta a oír más. Quería olvidar lo que había sucedido, al menos por un rato, antes de intentar darle sentido.
—Tienes más café. —Marly puso una humeante taza en frente de ella mientras se sentaban a la mesa de cocina—. Pareces que tienes neurosis de guerra.
Y era verdad.
—Creo que todavía está tratando de resolver el comentario anterior de Sam. —Heather rió entre dientes cuando se sentó enfrente de ella, los ojos verdes sonriendo con calor.
—Oh, pienso que ella es lo suficientemente lista para resolver eso —murmuró Sarah, más callada, de modo más confiable que las otras dos mujeres, aunque todos parecían bastante seguras de sí mismas.
—Normalmente no soy estúpida —les aseguró _______ mientras levantaba la taza a sus labios y tomaba un tentativo sorbo.
—Y te preguntas cómo logramos permanecer tan cercanas, mientras hemos compartido a los hombres que amamos con las otras —terminó Marly por ella.
_______ la miró fijo mientras respiraba pesadamente.
—Sí, ese pequeño pensamiento ha estado corriendo por mi cabeza —admitió.
—El amor no siempre tiene fronteras, ______. —Sarah se inclinó hacia delante—. Nosotras tres, supimos que nuestros amantes tenían demonios contra los que luchar y que sólo había un solo modo de ayudarles a luchar contra ellos. Por lo que he visto sin embargo, Joe es un poco más posesivo. —Sarah sonrió malvadamente, sin censura o celos.
Eso era una verdad como un templo.
—No es el único —dijo ______ suavemente, una sonrisa curvándole los labios.
—Y eso obviamente funciona para ti —Marly se estiró, agarrando la mano de _______ mientras esta le miraba fijamente—. Pero un día, cuando Nick o Kevin encuentran a la mujer a la que aman, esa necesidad podría ser transmitida a Joe, _____. No importa su decisión ahora, el pasado y los vínculos que han compartido, podrían dar la vuelta y golpearte. Entonces… si necesitas hablar…
La oferta fue colocada sobre la mesa. _______ suspiró profundamente.
—Cruzaré ese puente cuando llegue —dijo calladamente.
—Eso es suficiente bueno. —Heather se estiró, seguida por Sarah.
______ miró fijamente hacia abajo, a las tres manos, agarradas una encima de la otra, y se dio cuenta del indeciso vínculo que había formado en ese momento.
Miró a las otras tres mujeres.
—Llamaré —susurró, sabiendo que cuando el tiempo llegara, podría necesitar muy bien el consejo que sólo estas tres mujeres podrían darle.
—Bien —asintió Marly—. Ahora, quiero ir de compras. Vi la tiendecita más mona de ropa en el pueblo. Dime por favor que el propietario hace a medida…
La conversación cambió, se movió y fluyó hasta que los hombres entraron en la habitación. ______ giró su mirada hacia Joe mientras él venía a su lado, inclinándose para besarla suavemente mientras ella le sonreía con tranquilidad.
Le amaba más de lo que jamás había imaginado que fuera posible y mientras las conversaciones continuaban, las risas de las mujeres se unieron a los tonos más fuertes de los hombres, se sintió en paz, cómoda y extrañamente despreocupada por el futuro. Joe siempre estaría allí, lo sabía. El amor que sentían el uno por el otro no era un amor en ciernes, había estado allí durante años, creciendo, reforzándose. Con él, las respuestas serían encontradas. Quizás no fueran respuestas fáciles, pero saldría bien. Y al final, supo, eso era todo lo que importaba.


Dos Semanas después...

Medianoche era la hora de las brujas. La luna se alzaba llena y brillante sobre el puerto deportivo, flotando con dedos resplandecientes sobre la superficie del lago, transformando la ligera niebla en una aureola de misterio cuando vagaba por los árboles que rodeaban la casa de una sola planta asentada bajo ellos.
Las montañas circundantes resonaban con la llamada de la noche. La canción de los grillos, el ulular de un búho solitario, y de la serenata de las ranas. La música calmante de una montaña nocturna no hacía nada para tranquilizar las sombras que alimentaban el alma de Kevin.
Se detuvo en la puerta de la casa, los ojos se estrecharon ante el resplandor débil de una luz a través la ventana teñida. Se estiró, agarró el pomo de la puerta y lo giró lentamente, una tensa sonrisa curvó los labios mientras abría la puerta y daba un paso dentro de la ensombrecida sala.
Le estaba esperando, justo como le había advertido que estuviera. Sus ojos estaban abiertos con aprensión, su cuerpo metido en una larga silla a través de la habitación. Él cerró la puerta detrás de él, viendo el pequeño estremecimiento que traicionó el nerviosismo de ella.
Estaba vestida con un vestido largo que fluía, la tela de algodón envolvía su ligero cuerpo pero poco hacía para ocultar los pezones apretados y duros que se resaltaban contra ella.
Su polla rabiaba bajo sus vaqueros, presionando contra la tela dolorosamente mientras pedía su liberación. Miró como su mirada iba rápidamente a sus muslos, su tentadora lengua rosa salió rápidamente sobre sus labios antes de que su mirada retrocediera a la suya.
—No hagas esto —susurró, su voz temblorosa con temor y excitación mientras sus ojos brillaban con lágrimas.
Kevin sintió su pecho apretarse ante la vulnerabilidad en esos ojos, el recuerdo de la noche que no podía olvidar golpeando en su cabeza, así como supo que a ella le obsesionaba también. Una noche que se negaba a olvidar.
Los dedos fueron a los botones de su camisa y comenzó a deshacerse de ellos, mirándola despiadadamente mientras los dedos se apretaban a la tela de su bata.
—Quítate el vestido, Crista. —Odió la dureza de su voz, la ira que alimentaba su lujuria.
—Por favor, Kevin… —Lágrimas eran gruesas en su voz mientras lo miraba.
—Tenemos un trato, nena. —Se apartó la camisa de los hombros, mirando su reacción impotente ante su desnudo pecho, la respuesta hambrienta en sus ojos—. Quítate el vestido. —Sus manos fueron a su cinturón, soltándolo lentamente.
Ella estaba temblando, mientras respiraba con dificultad y se ponía de pie. Sus manos temblorosas agarraron el vestido, pasándolo sobre la cabeza y sosteniéndolo ante ella mientras él terminaba de desnudarse.
Dios, él odiaba esto. Odiada el hambre que no podía controlar, la necesidad contra la que no podía luchar. Había estado así durante años, demasiados años, parecía que desde siempre. Ella cambió las reglas que él había conocido del sexo y el amor, y le mantuvo completamente desequilibrado.
—Deja caer el vestido —Avanzó hacia ella, envolviendo los dedos alrededor de su polla y acariciándose lentamente mientras luchaba por el control.
—Kevin… —Estaba temblando, los ojos tan grandes que él sintió la mordedura de la culpa aún cuando vio el calor que acechaba de la ira y el temor.
—Tenemos un trato —susurró mientras daba un paso delante de ella—. ¿Recuerda eso, Crista? —Ignoró las lágrimas—. Maté por ti. Moriría por ti. Te pedí sólo una cosa en pago. ¿Vas a echarte para atrás?
Sus labios temblaron.
—Ahora —dijo bruscamente—. He esperado tanto como he podido, maldición. Ahora dame lo que me prometiste.
Ella dejó caer el vestido al suelo antes de ponerse lentamente de rodillas. Él miró, los ojos estrechándose, ignorando su necesidad de un beso, sabiendo que no iba a suceder todavía, quizá nunca.
Pero podría tener esto. Se quedó sin respiración cuando sus dedos esbeltos se envolvieron alrededor del grueso miembro de su polla, su cuerpo se tensó con un hambre que había conocido sólo con esta mujer mientras ella se inclinaba hacia delante, abriendo los labios antes de que pequeña lengua caliente asomara para lamer la cabeza de su polla.
Cerró las manos en puños a los costados. No la tocaba. Había prometido que no lo haría. Se quedó de pie con las piernas separadas, los dientes apretados mientras la boca le rodeaba, el caliente terciopelo y hambre se traspasaron a sus pelotas mientras un gemido tembloroso salía de los labios de ella.
—Chúpalo, nena —susurró—. Envuelve ésos bonitos labios alrededor de mi polla y muéstrame otra vez por qué mentí para proteger tu bonito trasero.
Porque la amaba. Porque siempre la había amado. Sabía por qué, pero maldición si permitiría que ella lo supiera…

Fin