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Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Aqui les dejo el capitulo tres lo siento por noo subir toda la semana pero tenia examenes y necesito buenas calificaciones para estar en la prepa que quiero entonces necesito concentrarme si a eso se le llama estar con el celular en ves de estudiar :P Bss las AMO
Capítulo Tres
Una pesadilla.
En menos de veinticuatro horas, su vida se había convertido en una pesadilla.
Nicholas cruzó tambaleante el salón, tropezó con un parque infantil y gruñó cuando el dolor se le propagó de la espinilla al muslo.
-¿Estás bien? -preguntó _____ alzando la voz por encima de los gritos del bebé.
-Estupendo -murmuró él antes de sentarse a su lado en el sofá.
Al instante alzó una cadera para sacar un biberón goteante de debajo del trasero.
-¿Cómo puede un sólo niño necesitar tantas cosas? –preguntó tirando el biberón de plástico a la mesilla.
_____ tenía encendida sólo una lámpara y bajo la tenue luz, Nicholas contempló lo que hasta esa misma mañana había sido su santuario: mantas, pañales limpios, biberones, sonajeros, loción, polvos de talco. Había suficientes artilugios en aquella habitación como para satisfacer a un batallón de bebés. Entonces, ¿por qué no estaba contento el que tenían allí?
-¿Por qué está gritando de esa manera?
-Creo que es la dentición -dijo _____ alzando a Estrella por encima de su hombro.
–Perfecto. ¿Cuánto tiempo dura eso?
Bajo la suave luz, _____ le sonrió.
–Según mi reloj, debería terminar en tres minutos y medio.
Nicholas enarcó las cejas. Distinguía el sarcasmo en cuanto lo oía y si no hubiera estado tan malditamente cansado, le habría devuelto la puya. Pero estaba extenuado.
_____ susurró al bebé acariciándole la espalda con suaves y largos movimientos. Nicholas la observó, al principio por no tener nada mejor que hacer, pero después de un momento, porque no podía apartar la vista.
Y seguía sin saber por qué. Aquel camisón suyo desde luego no era nada sugerente. Se trataba de una enorme camiseta que le llegaba hasta la rodilla. Aunque las sorprendentes piernas que revelaba, no estaban nada mal. Mientras la observaba, ella se enderezó con rigidez y se tiró del dobladillo de forma inútil.
Su espeso pelo castaño le caía hasta los hombros y tenía que admitir que aquel estilo desenfadado le pegaba más a sus facciones que la tensa coleta que llevaba por la mañana. Sus altos pómulos quedaban mucho más definidos bajo la tenue luz. Las finas cejas marrones se arqueaban muy por encima de unos ojos profundos y misteriosos como una noche sin luna. Su generosa boca estaba arqueada en una media sonrisa incluso mientras el bebé intentaba alcanzarla con los puños. _____ sólo desenroscó uno de los puñitos, lo abrió y le besó en la palma gordezuela.
Nicholas apretó la mandíbula y algo dentro de él se contrajo. Una oleada de deseo le asaltó, pero la enterró deliberadamente. Cambiando de posición en el sofá, deseó haberse puesto la bata antes de salir de su habitación. Con sólo un par de pantalones cortos de deporte, Nicholas se sintió de repente incómodo.
Se encontró mirándola fijamente. En la tenue luz, _____ vio sus oscuros ojos marrones oscurecerse al mirarla. Deslizó la mirada desviándola por desgracia hacia su torso desnudo y musculoso.
El corazón se le aceleró y las palmas de las manos se le humedecieron. Inspiró para calmarse a pesar de convencerse de que hacía demasiado calor en el apartamento.
Lo único que necesitaba era bajar la calefacción.
Aquello no tenía nada que ver con lo atractivo que era aquel capitán de Marines.
Después de todo, ella ya no se fijaba en aquellas cosas.
La mirada de ______ se deslizó de nuevo sobre él y la apartó con rapidez.
Le dio un vuelco al estómago. ¿Por qué la estaría mirando de aquella forma tan extraña? Ella no era precisamente una top model, así que, ¿qué encontraba tan fascinante para no poder dejar de mirarla?
Estrella inspiró con fuerza, tosió, se atragantó de nuevo y empezó a llorar agitando sus piernas contra el pecho de _____. Inmediatamente _____ se olvidó de Nicholas Jonas y de las extrañas sensaciones que le producía en el estómago para concentrarse en el bebé.
–Está bien, corazón -susurró con tono cantarín.
-No, no lo está –masculló Nicholas–. ¿Va a callarse alguna vez para que pueda dormir algo esta noche?
_____ le frunció el ceño furiosa con su impaciencia. Con cuidado, cambió de posición a la niña y empezó a acunarla con suavidad.
–Bueno, ahora que le has dicho que te está molestando, estoy segura de que se tranquilizará. Después de todo ¿cómo se puede comparar el dolor de los dientes rasgando las encías a que estés tú cansado?
Nicholas frunció a su vez el ceño apoyando los brazos en los muslos.
–¿Sabes? –empezó a decir.
–Sí, lo sé –le cortó ella son rodeos–. Sé que te importa un... comino este bebé. Lo único que te importa eres tú mismo.
-Hasta las once de esta misma mañana, era de lo único que tenía que preocuparme.
–Bueno, pues las cosas han cambiado.
–Dímelo a mí –agitó una mano hacia las dos–. En menos de veinticuatro horas, he heredado un bebé y una niñera mandona.
–¿Mandona?
-Mandona.
Acunando al bebé más rápido sobre la rodilla, los movimientos de _____ se hicieron un poco más irregulares.
–Eres tú el que necesita mi ayuda –dijo con rigidez dolida por el comentario.
-Ayuda -aclaró él-, pero no acoso.
–¿Te estoy acosando yo?
–¿Cómo lo llamarías tú?
-Lo llamo cuidar a este bebé cuando nadie más parece hacerlo.
Estrella se frotó los ojos con los puños. Entonces, se estiró y agarró el dobladillo del camisón de _____ y lo levantó. Metiéndose la tela en la boca, la mordió con fuerza.
–Yo no he dicho que no quiera hacerlo -protestó Nicholas.
-Por supuesto que lo has dicho -contestó ______ sin prestar atención a la niña–. Ni cinco minutos después de que llegara yo aquí, dijiste algo acerca de buscar la forma de salir de esta situación.
A sus palabras le siguió un largo silencio sin que ninguno de los dos notara que Estrella estaba llorando. Por fin, Nicholas se levantó y se pasó una mano por la cabeza. Era algo que hacía a menudo cuando estaba irritado, había notado ya _____.
-Mira -dijo mirándola-. Quizá hayamos empezado con mal pie.
–¿Y cómo es eso?
_____ lo miró fijamente
-No soy ningún tipo de monstruo -comentó él con voz baja y distante-. Ni siquiera odio a los niños.
Olí. Un testimonio. _____ abrazó a Estrella de forma protectora.
-Es sólo que no... -sacudió la cabeza–. Maldición, no soy un modelo de padre para nadie.
¿Había un leve tono de deseo en su voz?
-Podrías serlo –aseguró ella vacilante-, sí lo intentaras.
Él lanzó un bufido estrangulado.
-Estás mucho más segura que yo, _____ Poppins.
_____ se levantó alzando al bebé en sus brazos. Obligándose a mirar a Nicholas a los ojos dijo:
–Pensé que los Marines no tenían miedo de los retos.
Él arqueó la comisura de los labios con una mueca sardónica. ____ se dijo a sí misma que era una suerte estar por encima de fijarse en cosas como aquel hoyuelo que se le formó en la mejilla.
-A los desafíos no. Pero a las carnicerías sí. Y tengo la sensación de que este bebé ya me ha vencido -se detuvo a escuchar un minuto-. Eh, se ha callado.
Estrella se había calmado por fin sin que ninguno de los dos se hubiera dado cuenta.
Nicholas miró al bebé que ella tenía en brazos y lanzó un fuerte suspiro al deslizar la mirada más abajo.
_____ notó que apretaba la mandíbula. Al bajar la vista para ver qué era lo que le había llamado la atención, abrió unos ojos como platos. El dobladillo de su camiseta de noche estaba alzado hasta debajo del seno izquierdo. Y expuesta a la vista de Nicholas, no había sólo una larga expansión de carne, sino también las bragas de encaje azul eléctrico que llevaba. Su única concesión a la feminidad había sido siempre su debilidad secreta por la lencería sugerente.
Bueno, pues ya no era ningún secreto.
–¡Oh, Dios mío! –exclamó tirando de la tela mientras le daba la espalda a Nicholas.
–¡Uau! –murmuró él.
_____ dio gracias en silencio de que el salón estuviera bastante oscuro porque sintió que las mejillas se le sonrojaban con intensidad.
-¿Quién hubiera pensado que usaras lencería de encaje bajo el camuflaje que llevabas puesto?
Había sido mucho esperar que él ignorara lo que acababa de ver. ¿Pero tenía también que hablar de ello?
–Creo que sería mejor aparentar que esto no ha sucedido -dijo mientras tiraba de la tela con la esperanza de restaurar su dignidad.
Pero el bebé seguía masticando feliz el suave algodón, inconsciente de los deseos de _____. Los diminutos dedos tenían apretada la tela con sorprendente fuerza.
-No ha pasado nada -aseguró Nicholas. _____ le dirigió una rápida mirada furtiva por encima del hombro. Un extraño brillo chispeaba en sus ojos, pero no supo si era efecto de la luz baja.
-Bien -dio ella con rapidez-. Ahora, si me perdonas -farfulló mientras le esquivaba sin darle la cara-. Creo que voy a acostar a Estrella. Ahora parece relajada.
Él se rió.
_____ le oyó, pero como no estaba decentemente tapada, no se dio la vuelta.
–¿Qué te resulta tan divertido? –preguntó parándose ante la puerta de su habitación.
-Nada -masculló él con voz grave e íntima-. Estaba pensando lo muy parecidos que somos Estrella y yo después de todo.
-¿Qué quieres decir? -preguntó ella aunque sabía que era un error.
-Quiere decir, que a mí me pone bastante contento también tirar del camisón de una mujer.
Ella, inspiró con intensidad. Enderezando los hombros, ignoró las profundas carcajadas y entró en su habitación. Cuando la puerta estuvo cerrada, se apoyó contra ella.
Estrella se rió, soltó el camisón y le dio en las mejillas.
–¡Sí, claro! –dijo sonriendo a la niña–. Tú ayúdale.
Nicholas apoyó la cabeza en las manos e inhaló el fuerte aroma del café que tenía delante. Sentía los ojos como si los hubiera tenido metidos en arena. Entre la primera agitada noche con el bebé en su apartamento y la imagen que había vislumbrado sin querer de _____, había pasado despierto la mayor parte de la noche.
Le habían acosado todo el tiempo imágenes de encaje azul y piel ligeramente bronceada.
Incluso ahora, todavía podía verla sonrojada y turbada cuando se había alejado de él.
¿Cuánto hacía que no veía a una mujer sonrojarse?
Inhaló con tuerza, lanzó un suspiro de frustración y se dijo a sí mismo que debía estar en pésima forma si se sentía atraído por una mujer como _____ _______.
Por suerte, no lo estaba.
Él prefería a una mujer sofisticada, profesional y bien vestida. El tipo maternal nunca le había seducido. Aunque apenas podía clasificar aquel tanga de encaje como maternal.
Gimió para sus adentros.
Debería tomar otro día libre, pensó. Un hombre no podía funcionar con dos horas de sueño.
A menos, por supuesto, que estuviera en un campo de batalla. La munición silbando sobre tu cabeza era un sistema estupendo para despertarte.
–¿Capitán?
Nicholas parpadeó adormilado y casi sorprendido de encontrarse en la oficina. Miró al soldado joven que había asomado la cabeza por el quicio de la puerta.
–¿Qué pasa, cabo Warren?
-Prívate Higgins está aquí. Dice que tiene esos archivos que le encargó.
–Dile que pase –ordenó con sequedad.
Llevaba toda la mañana esperando a que le llegaran aquellos archivos.
Un joven pelirrojo vestido de camuflaje y con expresión ansiosa entró en su oficina. Con los archivos bajo el brazo, se detuvo bruscamente frente al escritorio y esbozó un saludo perfecto. Asintiendo distraído, Nicholas alcanzó las carpetas.
-Esto es todo lo que he podido encontrar, señor. Si quiere, puedo hacer algunas llamadas para ver si hay algo más disponible.
Nicholas abrió los archivos y echó un rápido vistazo a las páginas del interior.
-No será necesario, Prívate. Gracias.
–A la orden, señor.
Otro saludo y el chico desapareció.
-¿Cabo Warren? -llamó Nicholas.
Su asistente apareció al instante.
-¿Señor?
-Cierre mi puerta, cabo. No quiero ninguna interrupción.
–A la orden, señor.
A los pocos segundos, la puerta estaba cerrada y Nicholas a solas. Alcanzando su café, empezó a leer la información acerca del hombre que le había dado a Estrella.
No era que no lo recordara, pero habían pasado más de cinco años desde la última vez que había visto al sargento. Y en el ejército, se trataba con tantos hombres que a veces las caras se borraban de la memoria.
Veinte minutos más tarde, Nicholas se reclinó contra el asiento tamborileando el archivo cerrado con los dedos.
Apoyando los codos en los brazos de la silla, miró a las ventanas que tenía enfrente.
Los recuerdos lo asaltaron. El sol del desierto, el calor que nublaba la mente y la constante descarga de adrenalina ante la inminente batalla. Días y noches pasados en la compañía de hombres deseando morir a la orden.
Bruscamente, alcanzó el teléfono y el archivo de tarjetas de la esquina del escritorio. Pasó las páginas hasta que encontró la tarjeta que buscaba. Marcó el número, apretó el receptor contra la oreja, se apoyó contra el respaldo y esperó.
_____ se despertó al instante y permaneció muy rígida.
Incluso antes de que su mente le asegurara que todo iba bien, escuchó su voz, un apremiante susurro en la oscuridad.
Volviendo la cabeza en la almohada hasta ver la cuna recién comprada enfrente, _____ vio a Nicholas, con los brazos apoyados en la barandilla superior mirando a la niña dormida.
–Ahora me acuerdo de tu padre, pequeña -estaba diciendo con voz extrañamente tensa-. Hoy he visto sus archivos.
La niña gimió en sueños Nicholas le dio unas torpes palmadas. _____ sonrió en la oscuridad.
-Era un buen hombre tu papá – dijo–. Le concedieron una medalla de bronce al valor.
Estrella pateó las mantas y Nicholas se las alzó con cuidado.
_____ sintió una oleada de calidez. Quizá le hubiera juzgado mal. Quizá le importara más el bebé de lo que él mismo pensara.
La luz de la luna, filtrándose entre las cortinas, bañaba la habitación oscura con un reflejo fantasmal. En la tenue luz, Nicholas no era más que una sombra y sin embargo, se podía notar la tensión en todas las líneas de su cuerpo.
-Luchamos juntos, ¿sabes? –suspiró pesadamente y sacudió la cabeza como perdido en los recuerdos-. Kevin evitó que hiciera el más completo de los ridículos en mi primera batalla. Y yo le salvé sus tripas de sargento cuando salió tras un general con más valor que cerebro.
_____ contuvo el aliento deseando decirle algo para que supiera que no estaba dormida. Pero al mismo tiempo, deseaba que continuara. Quería saber algo más acerca de él.
Se dijo a sí misma que era sólo porque estaba trabajando para él y porque viviría en su casa los siguientes tres meses.
Pero era algo más que eso y ella lo sabía.
De alguna manera, en las pasadas veinticuatro lloras, él había conseguido que se derritiera algo del hielo que le rodeaba a _____ el corazón. Del cómo y él por qué no estaba segura.
Quizá fuera la expresión de impotencia de su cara al mirar a Estrella. O quizá fuera lo que le provocaba con aquellos pantalones de deporte.
Frunció el ceño para sí misma disgustada ante el derrotero de sus pensamientos. _____ no quería preocuparse por ningún otro hombre. Ella ya había encontrado y perdido el amor de su vida. ¿De qué servía apostar por el segundo mejor?
-Tuviste un buen padre, Estrella -dijo Nicholas voz baja atrayendo la atención de _____ de nuevo-. Haré todo lo que pueda para que tengas a otro bueno -acarició con suavidad la cabeza del bebé–. Buenas noches, pequeña.
Había sido demasiado concederle el beneficio de la duda. Toda la calidez y sentimientos hacia él habían sido inútiles. Aparentemente, seguía teniendo toda la intención de buscar la forma de deshacerse de la niña.
_____ se mordió el labio inferior para no hablar. ¿Cómo podría sentirse atraída por un hombre que quería deshacerse de una niña confiada a su cuidado? Le siguió con la mirada hasta que desapareció. _____ apretó los dientes con frustración. No podía decir nada. Si lo hacía, él sabría que le había estado espiando.
-Y buenas noches a ti también, _____ -añadió con suavidad justo antes de cerrar la puerta a sus espaldas.
Ella se incorporó en la cama.
Maldito fuera. Había sabido todo el tiempo que estaba despierta. Debía estar riéndose de ella como un poseso en ese momento sabiendo lo que le había costado mantener la boca cerrada.
Bueno, pues no se reiría mucho más. Lo supiera él o no, le acababa de dar permiso para hacer algunos comentarios acerca de lo que le había dicho a Estella.
Con un rápido vistazo al bebé, ____ salió de la cama y se dirigió a la puerta. Se detuvo brevemente a agarrar la bata para ponérsela.
Si iban a hablar, se aseguraría que Nicholas se concentrara en lo que iba a decir. No en su ropa interior.
Capítulo Tres
Una pesadilla.
En menos de veinticuatro horas, su vida se había convertido en una pesadilla.
Nicholas cruzó tambaleante el salón, tropezó con un parque infantil y gruñó cuando el dolor se le propagó de la espinilla al muslo.
-¿Estás bien? -preguntó _____ alzando la voz por encima de los gritos del bebé.
-Estupendo -murmuró él antes de sentarse a su lado en el sofá.
Al instante alzó una cadera para sacar un biberón goteante de debajo del trasero.
-¿Cómo puede un sólo niño necesitar tantas cosas? –preguntó tirando el biberón de plástico a la mesilla.
_____ tenía encendida sólo una lámpara y bajo la tenue luz, Nicholas contempló lo que hasta esa misma mañana había sido su santuario: mantas, pañales limpios, biberones, sonajeros, loción, polvos de talco. Había suficientes artilugios en aquella habitación como para satisfacer a un batallón de bebés. Entonces, ¿por qué no estaba contento el que tenían allí?
-¿Por qué está gritando de esa manera?
-Creo que es la dentición -dijo _____ alzando a Estrella por encima de su hombro.
–Perfecto. ¿Cuánto tiempo dura eso?
Bajo la suave luz, _____ le sonrió.
–Según mi reloj, debería terminar en tres minutos y medio.
Nicholas enarcó las cejas. Distinguía el sarcasmo en cuanto lo oía y si no hubiera estado tan malditamente cansado, le habría devuelto la puya. Pero estaba extenuado.
_____ susurró al bebé acariciándole la espalda con suaves y largos movimientos. Nicholas la observó, al principio por no tener nada mejor que hacer, pero después de un momento, porque no podía apartar la vista.
Y seguía sin saber por qué. Aquel camisón suyo desde luego no era nada sugerente. Se trataba de una enorme camiseta que le llegaba hasta la rodilla. Aunque las sorprendentes piernas que revelaba, no estaban nada mal. Mientras la observaba, ella se enderezó con rigidez y se tiró del dobladillo de forma inútil.
Su espeso pelo castaño le caía hasta los hombros y tenía que admitir que aquel estilo desenfadado le pegaba más a sus facciones que la tensa coleta que llevaba por la mañana. Sus altos pómulos quedaban mucho más definidos bajo la tenue luz. Las finas cejas marrones se arqueaban muy por encima de unos ojos profundos y misteriosos como una noche sin luna. Su generosa boca estaba arqueada en una media sonrisa incluso mientras el bebé intentaba alcanzarla con los puños. _____ sólo desenroscó uno de los puñitos, lo abrió y le besó en la palma gordezuela.
Nicholas apretó la mandíbula y algo dentro de él se contrajo. Una oleada de deseo le asaltó, pero la enterró deliberadamente. Cambiando de posición en el sofá, deseó haberse puesto la bata antes de salir de su habitación. Con sólo un par de pantalones cortos de deporte, Nicholas se sintió de repente incómodo.
Se encontró mirándola fijamente. En la tenue luz, _____ vio sus oscuros ojos marrones oscurecerse al mirarla. Deslizó la mirada desviándola por desgracia hacia su torso desnudo y musculoso.
El corazón se le aceleró y las palmas de las manos se le humedecieron. Inspiró para calmarse a pesar de convencerse de que hacía demasiado calor en el apartamento.
Lo único que necesitaba era bajar la calefacción.
Aquello no tenía nada que ver con lo atractivo que era aquel capitán de Marines.
Después de todo, ella ya no se fijaba en aquellas cosas.
La mirada de ______ se deslizó de nuevo sobre él y la apartó con rapidez.
Le dio un vuelco al estómago. ¿Por qué la estaría mirando de aquella forma tan extraña? Ella no era precisamente una top model, así que, ¿qué encontraba tan fascinante para no poder dejar de mirarla?
Estrella inspiró con fuerza, tosió, se atragantó de nuevo y empezó a llorar agitando sus piernas contra el pecho de _____. Inmediatamente _____ se olvidó de Nicholas Jonas y de las extrañas sensaciones que le producía en el estómago para concentrarse en el bebé.
–Está bien, corazón -susurró con tono cantarín.
-No, no lo está –masculló Nicholas–. ¿Va a callarse alguna vez para que pueda dormir algo esta noche?
_____ le frunció el ceño furiosa con su impaciencia. Con cuidado, cambió de posición a la niña y empezó a acunarla con suavidad.
–Bueno, ahora que le has dicho que te está molestando, estoy segura de que se tranquilizará. Después de todo ¿cómo se puede comparar el dolor de los dientes rasgando las encías a que estés tú cansado?
Nicholas frunció a su vez el ceño apoyando los brazos en los muslos.
–¿Sabes? –empezó a decir.
–Sí, lo sé –le cortó ella son rodeos–. Sé que te importa un... comino este bebé. Lo único que te importa eres tú mismo.
-Hasta las once de esta misma mañana, era de lo único que tenía que preocuparme.
–Bueno, pues las cosas han cambiado.
–Dímelo a mí –agitó una mano hacia las dos–. En menos de veinticuatro horas, he heredado un bebé y una niñera mandona.
–¿Mandona?
-Mandona.
Acunando al bebé más rápido sobre la rodilla, los movimientos de _____ se hicieron un poco más irregulares.
–Eres tú el que necesita mi ayuda –dijo con rigidez dolida por el comentario.
-Ayuda -aclaró él-, pero no acoso.
–¿Te estoy acosando yo?
–¿Cómo lo llamarías tú?
-Lo llamo cuidar a este bebé cuando nadie más parece hacerlo.
Estrella se frotó los ojos con los puños. Entonces, se estiró y agarró el dobladillo del camisón de _____ y lo levantó. Metiéndose la tela en la boca, la mordió con fuerza.
–Yo no he dicho que no quiera hacerlo -protestó Nicholas.
-Por supuesto que lo has dicho -contestó ______ sin prestar atención a la niña–. Ni cinco minutos después de que llegara yo aquí, dijiste algo acerca de buscar la forma de salir de esta situación.
A sus palabras le siguió un largo silencio sin que ninguno de los dos notara que Estrella estaba llorando. Por fin, Nicholas se levantó y se pasó una mano por la cabeza. Era algo que hacía a menudo cuando estaba irritado, había notado ya _____.
-Mira -dijo mirándola-. Quizá hayamos empezado con mal pie.
–¿Y cómo es eso?
_____ lo miró fijamente
-No soy ningún tipo de monstruo -comentó él con voz baja y distante-. Ni siquiera odio a los niños.
Olí. Un testimonio. _____ abrazó a Estrella de forma protectora.
-Es sólo que no... -sacudió la cabeza–. Maldición, no soy un modelo de padre para nadie.
¿Había un leve tono de deseo en su voz?
-Podrías serlo –aseguró ella vacilante-, sí lo intentaras.
Él lanzó un bufido estrangulado.
-Estás mucho más segura que yo, _____ Poppins.
_____ se levantó alzando al bebé en sus brazos. Obligándose a mirar a Nicholas a los ojos dijo:
–Pensé que los Marines no tenían miedo de los retos.
Él arqueó la comisura de los labios con una mueca sardónica. ____ se dijo a sí misma que era una suerte estar por encima de fijarse en cosas como aquel hoyuelo que se le formó en la mejilla.
-A los desafíos no. Pero a las carnicerías sí. Y tengo la sensación de que este bebé ya me ha vencido -se detuvo a escuchar un minuto-. Eh, se ha callado.
Estrella se había calmado por fin sin que ninguno de los dos se hubiera dado cuenta.
Nicholas miró al bebé que ella tenía en brazos y lanzó un fuerte suspiro al deslizar la mirada más abajo.
_____ notó que apretaba la mandíbula. Al bajar la vista para ver qué era lo que le había llamado la atención, abrió unos ojos como platos. El dobladillo de su camiseta de noche estaba alzado hasta debajo del seno izquierdo. Y expuesta a la vista de Nicholas, no había sólo una larga expansión de carne, sino también las bragas de encaje azul eléctrico que llevaba. Su única concesión a la feminidad había sido siempre su debilidad secreta por la lencería sugerente.
Bueno, pues ya no era ningún secreto.
–¡Oh, Dios mío! –exclamó tirando de la tela mientras le daba la espalda a Nicholas.
–¡Uau! –murmuró él.
_____ dio gracias en silencio de que el salón estuviera bastante oscuro porque sintió que las mejillas se le sonrojaban con intensidad.
-¿Quién hubiera pensado que usaras lencería de encaje bajo el camuflaje que llevabas puesto?
Había sido mucho esperar que él ignorara lo que acababa de ver. ¿Pero tenía también que hablar de ello?
–Creo que sería mejor aparentar que esto no ha sucedido -dijo mientras tiraba de la tela con la esperanza de restaurar su dignidad.
Pero el bebé seguía masticando feliz el suave algodón, inconsciente de los deseos de _____. Los diminutos dedos tenían apretada la tela con sorprendente fuerza.
-No ha pasado nada -aseguró Nicholas. _____ le dirigió una rápida mirada furtiva por encima del hombro. Un extraño brillo chispeaba en sus ojos, pero no supo si era efecto de la luz baja.
-Bien -dio ella con rapidez-. Ahora, si me perdonas -farfulló mientras le esquivaba sin darle la cara-. Creo que voy a acostar a Estrella. Ahora parece relajada.
Él se rió.
_____ le oyó, pero como no estaba decentemente tapada, no se dio la vuelta.
–¿Qué te resulta tan divertido? –preguntó parándose ante la puerta de su habitación.
-Nada -masculló él con voz grave e íntima-. Estaba pensando lo muy parecidos que somos Estrella y yo después de todo.
-¿Qué quieres decir? -preguntó ella aunque sabía que era un error.
-Quiere decir, que a mí me pone bastante contento también tirar del camisón de una mujer.
Ella, inspiró con intensidad. Enderezando los hombros, ignoró las profundas carcajadas y entró en su habitación. Cuando la puerta estuvo cerrada, se apoyó contra ella.
Estrella se rió, soltó el camisón y le dio en las mejillas.
–¡Sí, claro! –dijo sonriendo a la niña–. Tú ayúdale.
Nicholas apoyó la cabeza en las manos e inhaló el fuerte aroma del café que tenía delante. Sentía los ojos como si los hubiera tenido metidos en arena. Entre la primera agitada noche con el bebé en su apartamento y la imagen que había vislumbrado sin querer de _____, había pasado despierto la mayor parte de la noche.
Le habían acosado todo el tiempo imágenes de encaje azul y piel ligeramente bronceada.
Incluso ahora, todavía podía verla sonrojada y turbada cuando se había alejado de él.
¿Cuánto hacía que no veía a una mujer sonrojarse?
Inhaló con tuerza, lanzó un suspiro de frustración y se dijo a sí mismo que debía estar en pésima forma si se sentía atraído por una mujer como _____ _______.
Por suerte, no lo estaba.
Él prefería a una mujer sofisticada, profesional y bien vestida. El tipo maternal nunca le había seducido. Aunque apenas podía clasificar aquel tanga de encaje como maternal.
Gimió para sus adentros.
Debería tomar otro día libre, pensó. Un hombre no podía funcionar con dos horas de sueño.
A menos, por supuesto, que estuviera en un campo de batalla. La munición silbando sobre tu cabeza era un sistema estupendo para despertarte.
–¿Capitán?
Nicholas parpadeó adormilado y casi sorprendido de encontrarse en la oficina. Miró al soldado joven que había asomado la cabeza por el quicio de la puerta.
–¿Qué pasa, cabo Warren?
-Prívate Higgins está aquí. Dice que tiene esos archivos que le encargó.
–Dile que pase –ordenó con sequedad.
Llevaba toda la mañana esperando a que le llegaran aquellos archivos.
Un joven pelirrojo vestido de camuflaje y con expresión ansiosa entró en su oficina. Con los archivos bajo el brazo, se detuvo bruscamente frente al escritorio y esbozó un saludo perfecto. Asintiendo distraído, Nicholas alcanzó las carpetas.
-Esto es todo lo que he podido encontrar, señor. Si quiere, puedo hacer algunas llamadas para ver si hay algo más disponible.
Nicholas abrió los archivos y echó un rápido vistazo a las páginas del interior.
-No será necesario, Prívate. Gracias.
–A la orden, señor.
Otro saludo y el chico desapareció.
-¿Cabo Warren? -llamó Nicholas.
Su asistente apareció al instante.
-¿Señor?
-Cierre mi puerta, cabo. No quiero ninguna interrupción.
–A la orden, señor.
A los pocos segundos, la puerta estaba cerrada y Nicholas a solas. Alcanzando su café, empezó a leer la información acerca del hombre que le había dado a Estrella.
No era que no lo recordara, pero habían pasado más de cinco años desde la última vez que había visto al sargento. Y en el ejército, se trataba con tantos hombres que a veces las caras se borraban de la memoria.
Veinte minutos más tarde, Nicholas se reclinó contra el asiento tamborileando el archivo cerrado con los dedos.
Apoyando los codos en los brazos de la silla, miró a las ventanas que tenía enfrente.
Los recuerdos lo asaltaron. El sol del desierto, el calor que nublaba la mente y la constante descarga de adrenalina ante la inminente batalla. Días y noches pasados en la compañía de hombres deseando morir a la orden.
Bruscamente, alcanzó el teléfono y el archivo de tarjetas de la esquina del escritorio. Pasó las páginas hasta que encontró la tarjeta que buscaba. Marcó el número, apretó el receptor contra la oreja, se apoyó contra el respaldo y esperó.
_____ se despertó al instante y permaneció muy rígida.
Incluso antes de que su mente le asegurara que todo iba bien, escuchó su voz, un apremiante susurro en la oscuridad.
Volviendo la cabeza en la almohada hasta ver la cuna recién comprada enfrente, _____ vio a Nicholas, con los brazos apoyados en la barandilla superior mirando a la niña dormida.
–Ahora me acuerdo de tu padre, pequeña -estaba diciendo con voz extrañamente tensa-. Hoy he visto sus archivos.
La niña gimió en sueños Nicholas le dio unas torpes palmadas. _____ sonrió en la oscuridad.
-Era un buen hombre tu papá – dijo–. Le concedieron una medalla de bronce al valor.
Estrella pateó las mantas y Nicholas se las alzó con cuidado.
_____ sintió una oleada de calidez. Quizá le hubiera juzgado mal. Quizá le importara más el bebé de lo que él mismo pensara.
La luz de la luna, filtrándose entre las cortinas, bañaba la habitación oscura con un reflejo fantasmal. En la tenue luz, Nicholas no era más que una sombra y sin embargo, se podía notar la tensión en todas las líneas de su cuerpo.
-Luchamos juntos, ¿sabes? –suspiró pesadamente y sacudió la cabeza como perdido en los recuerdos-. Kevin evitó que hiciera el más completo de los ridículos en mi primera batalla. Y yo le salvé sus tripas de sargento cuando salió tras un general con más valor que cerebro.
_____ contuvo el aliento deseando decirle algo para que supiera que no estaba dormida. Pero al mismo tiempo, deseaba que continuara. Quería saber algo más acerca de él.
Se dijo a sí misma que era sólo porque estaba trabajando para él y porque viviría en su casa los siguientes tres meses.
Pero era algo más que eso y ella lo sabía.
De alguna manera, en las pasadas veinticuatro lloras, él había conseguido que se derritiera algo del hielo que le rodeaba a _____ el corazón. Del cómo y él por qué no estaba segura.
Quizá fuera la expresión de impotencia de su cara al mirar a Estrella. O quizá fuera lo que le provocaba con aquellos pantalones de deporte.
Frunció el ceño para sí misma disgustada ante el derrotero de sus pensamientos. _____ no quería preocuparse por ningún otro hombre. Ella ya había encontrado y perdido el amor de su vida. ¿De qué servía apostar por el segundo mejor?
-Tuviste un buen padre, Estrella -dijo Nicholas voz baja atrayendo la atención de _____ de nuevo-. Haré todo lo que pueda para que tengas a otro bueno -acarició con suavidad la cabeza del bebé–. Buenas noches, pequeña.
Había sido demasiado concederle el beneficio de la duda. Toda la calidez y sentimientos hacia él habían sido inútiles. Aparentemente, seguía teniendo toda la intención de buscar la forma de deshacerse de la niña.
_____ se mordió el labio inferior para no hablar. ¿Cómo podría sentirse atraída por un hombre que quería deshacerse de una niña confiada a su cuidado? Le siguió con la mirada hasta que desapareció. _____ apretó los dientes con frustración. No podía decir nada. Si lo hacía, él sabría que le había estado espiando.
-Y buenas noches a ti también, _____ -añadió con suavidad justo antes de cerrar la puerta a sus espaldas.
Ella se incorporó en la cama.
Maldito fuera. Había sabido todo el tiempo que estaba despierta. Debía estar riéndose de ella como un poseso en ese momento sabiendo lo que le había costado mantener la boca cerrada.
Bueno, pues no se reiría mucho más. Lo supiera él o no, le acababa de dar permiso para hacer algunos comentarios acerca de lo que le había dicho a Estella.
Con un rápido vistazo al bebé, ____ salió de la cama y se dirigió a la puerta. Se detuvo brevemente a agarrar la bata para ponérsela.
Si iban a hablar, se aseguraría que Nicholas se concentrara en lo que iba a decir. No en su ropa interior.
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
... esta genial el capitulo... no puedo creer que haya visto la ropa intima de la rayita... hay esa Estrellita :)... Nicholas se vuelve muy tierno al final del capitulo :3... espero la sigas pronto :D
Mar_Smile
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
LO SIENTO chicas en verdad pero he estado ocupada pero les voy a dejar maraton de 5 caps
Capítulo Cuatro
En la cocina, Nicholas sonrió para sí mismo cuando _____ abrió la puerta de la habitación y la volvió a cerrar despacio. Sabía que no se quedaría en su habitación. De hecho, contaba con ello. Por motivos que no quería explorar en ese momento, quería, no, deseaba, verla.
Agarrando la botella de vino helado sirvió dos copas y estaba dando la vuelta para pasarle una cuando entró en la cocina.
Sorprendida, _____ parpadeó y se paró en seco.
Al instante, el sugerente recuerdo de las bragas azules de encaje nació y murió en su fantasía. Mirándola, se preguntó los años que tendría aquel albornoz.
De toalla rosa descolorida, colgaba de su delgada figura con la misma gracia que un borracho agarrado a una farola. La desgastada tela estaba salpicada de lágrimas y leche. Algunos hilos deshilachados se movían perezosos al compás de sus pasos y el bolsillo frontal estaba atestado de pañuelos y Dios sabía qué cosas más.
–Bonito albornoz –comentó con sequedad.
Ella se apretó el cinturón y enarcó una ceja para mirarlo de arriba abajo con rapidez.
–Bonito camuflaje. ¿Has estado escondiéndote en la selva?
Nicholas sonrió. A pesar del albornoz viejo, sé alegraba de verla.
-Has sabido que estaba despierta todo el tiempo, ¿verdad?
Tenía las mejillas sonrosadas y el pelo parecía suave y revuelto, como si un hombre se hubiera pasado horas deslizando los dedos por él.
Nicholas inhaló con fuerza. Sería mejor no dejar que su mente vagara por aquellos derroteros. Deliberadamente echó otro vistazo al viejo albornoz antes de mirarla a los profundos ojos castaños. Aquellas sombrías profundidades brillaron con sospecha e impaciencia.
-No todo el tiempo –extendió una copa de cristal hacia ella-. ¿Vino?
_____ ignoró la invitación.
-¿Por qué no dijiste nada?
-Estaba hablando con Estrella. ¿Te apetece el vino o no?
-Oh -miró a la copa y después a él–. No.
_____ no soltó la copa.
-Es sólo media copa, _____.
-De acuerdo. Gracias.
Nicholas inclinó la cabeza levemente.
-De nada.
Tomando su copa, pasó por delante de ella en dirección al salón. Había dejado una sola lámpara encendida. La habitación estaba casi a oscuras con profundas sombras en las esquinas.
Tirando su gorra en la mesita, Nicholas se sentó en el sofá, apoyó la cabeza contra el respaldo y suspiró. Le sentaba bien relajarse. Apoyó un pie en la mesa v no movió un solo músculo cuando _____ pasó por encima de su pierna extendida para sentarse a su lado.
Volviendo un poco la cabeza, la miró. Ella lo estaba mirando con solemnidad.
-¿Mal día? -preguntó.
-Más bien un día largo.
Unos momentos de dulce silencio se extendieron entre ellos. Después de estar rodeado de gente y de ruidos todo el día, Nicholas siempre había buscado la paz y la calma de estar unos minutos solo. La soledad le ayudaba a pensar y le daba tiempo para considerar el pasado y el futuro.
Había estado solo durante tantos años, que aquel pequeño ritual era como una segunda naturaleza para él. Pero esa noche era diferente. Esa noche había alguien más susurrando en la oscuridad. En vez del silencio absoluto, escuchó el roce de la piel cuando ella cruzó las piernas al estilo indio.
Cuando _____ dio un sorbo de vino, el leve tintineo de sus dientes al rozar el cristal resonó como un eco.
Para su sorpresa, Nicholas disfrutó de compartir aquel momento con alguien que valoraba lo suficiente la paz como para saber que no debía hablar.
-¿Era verdad? -preguntó ella con suavidad.
Nicholas sonrió para sí mismo.
-¿Qué?
-Todo lo que dijiste sobre el padre de Estrella.
-Sí.
Asintió, dio un sorbo de vino y se incorporó más contra el respaldo medio volviéndose hacia ella.
-Pero ayer dijiste que ni siquiera te acordabas de él.
-Ya lo sé.
Había leído tres veces los archivos y se había preguntado cómo podría haberse olvidado de aquel hombre, pero la única respuesta que se le había ocurrido era una que _____ no entendería.
-No lo entiendo. ¿Cómo puedes olvidar a un amigo?
Nicholas sacudió la cabeza. –Yo no he dicho que fuera un amigo.
-Dijiste que te había salvado de hacer el ridículo más espantoso.
Él parpadeó. No era una historia que le gustara recordar.
-Lo hizo, pero no era mi amigo. Era mi sargento.-Bajo la tenue luz, Nicholas vio cómo ella sacudía la cabeza con confusión. Incapaz de seguir sentado, se levantó para acercarse a la ventana más próxima y tiró del cordón de nylon. Las persianas subieron con ruido. Cuando estuvieron aseguradas, Nicholas posó la copa en el alféizar, apoyó ambas manos a los dos lados y miró al pueblo que sé extendía debajo. Nicholas contempló los brillos de la civilización hasta que se desvanecieron en una bruma de luz y color. Lentamente, su mente reemplazó la familiar imagen por la que llevaba años intentando olvidar.
Un desierto bajo un sol abrasador se alzó en su recuerdo. Los hombres y la maquinaria moviéndose a través de interminables millas de arena y calima bajo un cielo tan ancho y vacío que resplandecía bajo el sol del medio día como un estilete de acero inmaculado.
Kevin Powell, un duro y serio sargento, había tenido el valor, conocimiento y frescura de decirle a un teniente a la cara que lo estaba haciendo mal.
Nicholas sonrió levemente ante el recuerdo de aquel momento vergonzoso y enfurecido. Ya había sido bastante difícil admitir ante sí mismo que no sabía lo que estaba haciendo, pero que el sargento se lo dijera había sido especialmente humillante. Había hecho todos los esfuerzos posibles desde entonces por olvidarlo.
-¿Qué pasó? -pregunto por detrás de él.
El desierto volvió al pasado, donde pertenecía. Nicholas se dio la vuelta para mirarla.
–Era mi primer turno. Yo era joven y un estúpido -sacudió la cabeza lentamente-. Pero por suerte, no lo bastante estúpido como para no aprender. Cometí un error que nos podría haber costado la vida a mí y a mis hombres.
-¿Qué? -preguntó ella con curiosidad.
-Eso no importa ahora. Lo único que importa es que Kevin Powell me lo impidió a tiempo –recogiendo la copa, Nicholas se apoyó en el alféizar de cara a ella-. Kevin era el tipo de Marine que haría parecer una nena a John Wayne.
-Un poco intimidante, ¿no?
-Desde luego.
–¿Te caía bien?
Nicholas pensó en eso durante un largo minuto.
-¿Que si me caía bien el primer sargento? Lo admiraba a muerte –dijo por fin aunque aquello no era suficiente para explicar su relación-. Me enseñó mucho.
–Y sin embargo, no le recordabas.
–Yo nunca he dicho que no lo recordara. Sabía su nombre, pero no le había vuelto a ver en cinco años.
-Sin embargo...
Nicholas apretó más el frágil cristal. Bajó la vista hacia sus nudillos blancos y deliberadamente se obligó a relajarse. Inspirando para calmarse, contestó:
-Me acuerdo muy bien de la gente, _____. Cada vez que cierro los ojos, veo las caras con toda claridad.
-¿Qué caras?
-Las de los muertos.
_____ tomó aliento. Incluso bajo aquella pobre luz, vio ensombrecerse sus ojos. Dio un sorbo a su vino para pasar el repentino nudo que sentía en la garganta.
¿Qué podía decir? Le contempló un largo instante y supo que ya no estaba con ella en la habitación. Con las facciones contraídas, estaba inmerso en sus recuerdos, unos recuerdos que ella le había obligado a revivir.
De repente, _____ deseó acercarse a él, deslizar las manos por sus hombros y consolarlo como a un niño perdido.
Pero él no era un niño.
Y los sentimientos que despertaba en ella no eran completamente altruistas. Ni maternales. Bajo el suave brillo de la lámpara, _____ contempló los duros rasgos de su cara como si estuviera en un sueño. Sus largos dedos estaban jugueteando con el cristal girándolo de forma lenta e hipnótica. Se preguntó qué sentiría si le tocaran aquellas manos tan delicadas.
Si explorara su cuerpo con la misma finura y cuidado que aquella copa.
Ser la mujer a la que él se volviera cuando sus sueños no le dejaran dormir.
El estómago le dio un vuelco y se le aceleró el pulso. Un minuto estaba deseando consolarlo y al siguiente estaba atrapada en una fantasía sensual que le dejaba el cuerpo palpitante de una necesidad que no hubiera creído posible.
Sin embargo, eran más inquietantes las sensaciones emocionales que despertaba en ella. Sentía deseos de dar, de consolar, de amar.
Mentalmente dio un paso atrás.
Cerrando los cansados ojos, intentó librarse de aquellas fantasías. Pero no pudo. Como en un sueño, Nicholas se inclinó hacia ella susurrando su nombre. _____ se arqueó hacia él alzando los brazos en un abrazo de bienvenida.
Él la apretó contra su pecho y _____ escuchó el regular latido de su corazón. En su estado medio adormilado, se acurrucó contra él.
–¿Adónde vamos? –murmuró.
–Vas –corrigió él en voz muy baja–. A la cama.
_____ apretó los brazos alrededor de su cuello y apoyó la cabeza contra el respaldo para mirarlo.
–Eres peligroso, capitán.
Nicholas bajó la vista hacia ella cuando se detuvo a la puerta de la habitación de invitados. Apretó los brazos ligeramente alrededor de su cuerpo.
–¿Yo? Yo soy un Marine. Somos los chicos buenos, recuerda.
Ella sacudió la cabeza lentamente sin saber si la estaba interpretando mal a propósito. Levantando una mano, deslizó los dedos a lo largo de
su mandíbula y sintió tensarse un músculo en respuesta. Oh, sí. Él sabía exactamente de lo que estaba hablando.
-No sería una buena idea-, le dijo.
-Probablemente no -acordó él volviendo la cara hacia su mano.
-No me interesa mantener ninguna relación, ¿sabes? –explicó _____.
–Ni a mí tampoco -dijo él rozándole la yema de los dedos con los dientes.
_____ sintió una descarga eléctrica por la piel.
–Nos arrepentiremos, Nicholas.
-Quizá, _____. Pero nunca lo olvidaremos.
Dios bendito, pensó ella. ¿En qué se había metido?
Sin decir una palabra más, Nicholas abrió la puerta, la guió por la oscuridad y cruzó la habitación hasta la cama. Como si fuera la flor más delicada del mundo, la tendió en el colchón. Apoyando los brazos a ambos lados de su cabeza, se inclinó y le rozó los labios con los suyos.
A _____ se le desbocó el corazón, se le paró y empezó a latir de nuevo mucho más aprisa. Al mirarlo, por primera vez en muchos años, no supo qué decir.
Nicholas se incorporó despacio y susurró:
-Que duermas bien.
Entonces abandonó la habitación como alma que lleva el diablo.
_____ permaneció en la oscuridad con los ojos muy abiertos escuchando los gorgoritos de Estrella y los salvajes latidos de su propio corazón.
Horas más tarde, el sol se filtró entre las cortinas de su habitación. Era de día. _____ se sentó, gimió y se frotó los ojos. Sin duda, una persona necesitaba más de dos horas de sueño.
Sacudió la cabeza con impotencia. Se había metido en un gran problema. Sólo conocía a Nicholas Jonas de un par de días y ya habían empezado a desplomarse las barreras que había levantado alrededor de su corazón.
De repente, los tres meses de verano que se avecinaban le parecieron una eternidad. ¿Cómo podría sobrevivir encerrada en un lugar tan pequeño con aquel hombre?
Esa noche frente a la pizza, Nicholas miró a la mujer que tenía delante. Con el pelo atado en una alta coleta, si nada de maquillaje y una camiseta grande de color lima, no era el tipo de mujer con las que uno construye sus sueños.
Entonces, se preguntó, ¿por qué en sus sueños le daba el papel estelar? Toda la noche le había acosado la imagen de su fina silueta enroscada contra él. El sabor de sus labios y el suave suspiro de su aliento.
Dios santo. Se estaba cavando su propia tumba.
-¿Has mirado los papeles de la custodia de Estrella? –preguntó ella de repente.
Agradecido de la distracción y de que no le hubiera recordado nada de la noche anterior, Nicholas asintió.
-Hablé ayer con mi abogado.
–No conocía a nadie que tuviera abogado propio.
Él se encogió de hombros.
–Lo cierto es que es el hermano de uno de los capitanes de la base. Todos acudimos a él con cuestiones legales.
-¿Y cuál fue tu cuestión?
Nicholas agarró un pedazo de pizza y se reclinó de nuevo. Casi con culpabilidad, miró al bebé.
-Le dije cómo la había encontrado y le expliqué la nota y el testamento que traía con ella.
–¿Y?
Nicholas perdió de repente el apetito.
-Y aunque ha sido una manera extraña de entregarla, la custodia puede ser legalizada... si yo acepto.
_____ asintió con los ojos clavados en él. Estaba casi temblando en su silla deseado recibir más información. Nicholas se compadeció de ella.
–Y no, no he llamado a Protección de Menores.
Ella lanzó un suspiro.
-Pero eso no quiere decir que no lo harás.
¿Por qué conseguía aquella mujer hacerle sentirse culpable?
Apenas la conocía. Aunque también le hacía sentir otras cosas.
-_____, es demasiado pronto para tomar una decisión.
-Lo entiendo -dijo ella con rigidez.
-Muy amable. No estoy seguro de entenderlo yo mismo.
-¿Qué quieres decir?
Nicholas miró a la niña, que estaba aplastando judías verdes en la bandeja de la silla alta. Su suave pelo rubio estaba salpicado de puré de patata y le corría un reguero de saliva por la barbilla.
Sólo mirar aquel desastre debería haberle hecho decidirse, pero por algún extraño motivo, no lo consiguió.
Nicholas sacudió la cabeza con debilidad.
-No entiendo por qué no consigo decidir qué hacer.
Durante los siguientes días, los tres entraron en una cómoda rutina. Mientras Nicholas estaba en la base, _____ se concentraba en Estrella para intentar apartar por completo al capitán de su mente. A veces conseguía que pasaran horas sin pensar en él.
Pero poco a poco, los recuerdos de él le asaltaban y _____ gemía para sus adentros intentando concentrarse en el bebé.
Nicholas subió al tercer piso del viejo edificio y se detuvo en el pasillo de su apartamento. La señora Butler, a uno o dos pasos delante de él, estaba tambaleándose bajo el peso de una enorme bolsa de la compra.
Al instante, se acercó a su lado y le quitó la bolsa de las manos.
–¿No me dijo hace un par de semanas que iban a empezar a enviarle la compra a casa?
Ella lo miró con furia.
–Por eso cobran más.
–¿Y no merecería la pena?
La anciana era más terca que una mula. En una ocasión, hasta le había ofrecido conseguirle un carro de supermercado y ella había dicho que sólo los viejos lo llevaban y que ella no era lo bastante vieja.
Cuando hubo abierto la última de sus cerraduras, empujó la puerta y entonces se volvió hacia él recogiendo la bolsa.
-Estoy muy atenta a usted y al bebé, señor –dijo con una voz cascada como un gozne oxidado.
-No lo he dudado ni por un minuto, señora Butler.
–¡Hump! Esa mujer que tiene en casa parece bastante agradable.
¿Un cumplido?
Las facciones de la mujer se suavizaron considerablemente.
–Las he visto a las dos hoy de paseo. Esa niña es una muñeca.
Nicholas sonrió para sí mismo. ¿Quién hubiera imaginado que aquella arpía tenía debilidad por los bebés?
Pero ella notó su sonrisa y sus facciones se endurecieron. Apretando la bolsa, entró y cerró la puerta de un golpe.
Sonriendo más, Nicholas escuchó cerrarse las cuatro cerraduras.
-De nada.
Apoyada en el borde de la bañera, _____ sonrió a la gordezuela cara vuelta hacia ella. Las dos manitas de Estrella sujetaban un brillante pato amarillo de goma que gritaba cuando lo apretaba con fuerza.
El bebé, parloteando feliz con su lenguaje propio, aplastó de repente el pato contra el agua salpicando la cara y el pecho de _____.
-Bueno, gracias -dijo ella pasándose una mano por los ojos antes de apartarse el pelo mojado de la frente.
Estrella se rió echando la cabecita hacia atrás y cerrando los ojos con deleite. Entonces, con las palmas abiertas empezó a golpear la superficie del agua y contempló al pato agitarse en las olas.
–¿Divirtiéndoos?
La voz profunda detrás suyo sorprendió a _____, que dio un respingo.
-Me has asustado.
Lo miró irritada por encima del hombro.
-Lo siento -se apoyó contra el marco de la puerta y bajó la vista hacia las dos-. Pensé que me habías oído entrar.
-No es fácil -dijo _____ haciendo un gesto en dirección al bebé.
Él esbozó un atisbo de sonrisa.
-Es un poco ruidosa, ¿verdad?
Entonces su mirada se posó en a la humedad de la camisa de _____ y en su pelo mojado.
–Pensé que estabas bañándola tú a ella, no al contrario.
Dios, estaba estupendo, pensó _____ antes de poder evitarlo.
Si los grandes diseñadores pudieran verlo en ese momento, diseñarían una línea de camuflaje. Inspiró despacio y con profundidad y se recordó que ella ya había dejado de fijarse en el atractivo de los hombres mucho tiempo atrás.
Seguro. Entonces, ¿por qué se le estaba acelerando el pulso como si acabara de recorrer una maratón?
–Ya que has llegado a casa pronto –anunció entonces levantándose,-puedes terminar de bañar a la niña mientras preparo algo de cena.
Nicholas se estiró como si le hubieran pegado un tiro. Contra el uniforme verde, su cara palideció. Deslizó la mirada de ella al bebé y la volvió a ella de nuevo.
-De ninguna manera -declaró alzando una mano–. El trato era que cuidaras tú del bebé.
Si no hubiera tenido tanta prisa por alejarse de él, aquella situación habría sido para reírse.
–También yo dije que no cocinaría -le recordó _____-. ¿Y quién ha estado haciéndolo últimamente?
Nicholas frunció el ceño.
-No te he pedido que cocines para mí.
–Ese no es el asunto -dijo ella echando un vistazo hacia Estrella, que seguía contenta agitando a su pato-. El asunto es que ya que estás aquí, podemos repartir el trabajo...
-Bien –Nicholas se dio la vuelta para irse–. Yo cocinaré.
-¡Dios mío, no! -exclamó ella recordando el salmón que había quemado dos noches atrás-. ¡Vamos Marine! -dijo ella despacio y con sarcasmo-. Podrás manejar a un bebé unos pocos minutos, ¿no?
Maldición, Pensó Nicholas ¡Si apenas podía aguantar estar en la misma habitación que _____ unos pocos minutos! Sus mejillas estaban sonrosadas del vapor y los mechones de fino pelo castaño se enroscaban alrededor de su cara. Sus ojos estaban acuosos a pesar del brillo de desafío que despedían.
Se le contrajeron las entrañas con un inesperado tirón. Evidentemente, pensó disgustado, su atracción por ella no se había debilitado ni un ápice a pesar de sus esperanzas.
Desvió la mirada hacia la niña, que estaba intentando atrapar las burbujas y algo se le encogió en el interior.
Había hecho todo lo posible por mantener las distancias entre él y la pequeña, pero cada vez que entraba en el apartamento, su presencia invadía todo.
Él ya no caminaba descalzo por la casa más desde la noche en que había tropezado con un sonajero. Ya no dormía hasta tarde en sus días libres y quedarse hasta tarde estaba fuera de cuestión porque no podía poner la música ni la televisión.
Una pequeña porción de humanidad había alterado toda su vida.
¡Diablos, si hasta la señora Butler le había sonreído!
En ese momento, Estrella alzó la vista hacia él y esbozó una radiante sonrisa. Se le formaron dos preciosos hoyuelos y los ojos azules brillaron de vida.
Algo cálido y suave se instaló en su pecho. Y no quería que le gustara. Intentó ignorarlo y aparentar que no sentía nada cuando miró al bebé.
Pero en el fondo, le estaba afectando como ningún ser femenino en toda su vida.
Y eso lo asustaba a muerte.
–¿Y bien? –pregunto _____–. ¿Te vas a encargar o no?
Podría hacerlo, se dijo a sí mismo. Él era un capitán del cuerpo de los Marines americano. Bien podía bañar a una niña de seis meses. En su carrera había sobrevivido al fuego enemigo, a los ansiosos novatos y a los resabiados oficiales viejos.
Una niña pequeña no iba a derrotarlo. -De acuerdo -aceptó entrando en el cuarto-. Lo haré.
-Arrodíllate aquí -dijo _____ inclinándose un poco.
Nicholas no deseaba estar tan cerca de _____ en ese preciso instante. Si Estrella le tocaba el corazón, _____ le afectaba de otra forma mucho más básica. Y conseguía asustarlo tanto como la pequeña.
-¿No sería más fácil si te apartaras tú primero?
Ella le dirigió la misma mirada que a un perro que acabara de hacer sus necesidades en la moqueta.
-Nunca dejes a un bebé solo en la bañera.
-No está sola -protestó mientras se arrodillaba-. Estoy aquí mismo.
-Puede pasar cualquier cosa. En unos segundos, un bebé se puede ahogar en unos pocos centímetros de agua.
-Por Dios bendito. No voy a tirarla a un lago y decirle que nade sola.
_____ apoyó una mano en la de él. Una corriente eléctrica pareció correr entre los dos.
Nicholas sabía que estar cerca de ella era una mala idea.
Y ella debió sentir lo mismo, porque se separó al instante. Cuando habló de nuevo, la voz le tembló un poco.
Nicholas no podía culparla. Él mismo se sentía tembloroso.
-Lo digo en serio, Nicholas. No apartes los ojos de ella ni por un instante.
-Creo que puedo aceptar la responsabilidad -le aseguró con un sarcasmo que ella no pareció notar.
-Volveré a echar un vistazo en un minuto.
-No hace falta.
-No importa. Sólo meteré la carne en el horno. Si necesitas ayuda...
-Cuando la gente necesita ayuda, normalmente acude a los Marines.
-¿Sí? ¿Y a quién le pedís vosotros ayuda?
Nicholas dijo con orgullo:
-Sólo hay una fuerza superior a la nuestra.
Ella se detuvo en el umbral con cara de curiosidad.
-¿Y quién es?
-Están los Marines de los Estados Unidos... y después está Dios.
1/5
Capítulo Cuatro
En la cocina, Nicholas sonrió para sí mismo cuando _____ abrió la puerta de la habitación y la volvió a cerrar despacio. Sabía que no se quedaría en su habitación. De hecho, contaba con ello. Por motivos que no quería explorar en ese momento, quería, no, deseaba, verla.
Agarrando la botella de vino helado sirvió dos copas y estaba dando la vuelta para pasarle una cuando entró en la cocina.
Sorprendida, _____ parpadeó y se paró en seco.
Al instante, el sugerente recuerdo de las bragas azules de encaje nació y murió en su fantasía. Mirándola, se preguntó los años que tendría aquel albornoz.
De toalla rosa descolorida, colgaba de su delgada figura con la misma gracia que un borracho agarrado a una farola. La desgastada tela estaba salpicada de lágrimas y leche. Algunos hilos deshilachados se movían perezosos al compás de sus pasos y el bolsillo frontal estaba atestado de pañuelos y Dios sabía qué cosas más.
–Bonito albornoz –comentó con sequedad.
Ella se apretó el cinturón y enarcó una ceja para mirarlo de arriba abajo con rapidez.
–Bonito camuflaje. ¿Has estado escondiéndote en la selva?
Nicholas sonrió. A pesar del albornoz viejo, sé alegraba de verla.
-Has sabido que estaba despierta todo el tiempo, ¿verdad?
Tenía las mejillas sonrosadas y el pelo parecía suave y revuelto, como si un hombre se hubiera pasado horas deslizando los dedos por él.
Nicholas inhaló con fuerza. Sería mejor no dejar que su mente vagara por aquellos derroteros. Deliberadamente echó otro vistazo al viejo albornoz antes de mirarla a los profundos ojos castaños. Aquellas sombrías profundidades brillaron con sospecha e impaciencia.
-No todo el tiempo –extendió una copa de cristal hacia ella-. ¿Vino?
_____ ignoró la invitación.
-¿Por qué no dijiste nada?
-Estaba hablando con Estrella. ¿Te apetece el vino o no?
-Oh -miró a la copa y después a él–. No.
_____ no soltó la copa.
-Es sólo media copa, _____.
-De acuerdo. Gracias.
Nicholas inclinó la cabeza levemente.
-De nada.
Tomando su copa, pasó por delante de ella en dirección al salón. Había dejado una sola lámpara encendida. La habitación estaba casi a oscuras con profundas sombras en las esquinas.
Tirando su gorra en la mesita, Nicholas se sentó en el sofá, apoyó la cabeza contra el respaldo y suspiró. Le sentaba bien relajarse. Apoyó un pie en la mesa v no movió un solo músculo cuando _____ pasó por encima de su pierna extendida para sentarse a su lado.
Volviendo un poco la cabeza, la miró. Ella lo estaba mirando con solemnidad.
-¿Mal día? -preguntó.
-Más bien un día largo.
Unos momentos de dulce silencio se extendieron entre ellos. Después de estar rodeado de gente y de ruidos todo el día, Nicholas siempre había buscado la paz y la calma de estar unos minutos solo. La soledad le ayudaba a pensar y le daba tiempo para considerar el pasado y el futuro.
Había estado solo durante tantos años, que aquel pequeño ritual era como una segunda naturaleza para él. Pero esa noche era diferente. Esa noche había alguien más susurrando en la oscuridad. En vez del silencio absoluto, escuchó el roce de la piel cuando ella cruzó las piernas al estilo indio.
Cuando _____ dio un sorbo de vino, el leve tintineo de sus dientes al rozar el cristal resonó como un eco.
Para su sorpresa, Nicholas disfrutó de compartir aquel momento con alguien que valoraba lo suficiente la paz como para saber que no debía hablar.
-¿Era verdad? -preguntó ella con suavidad.
Nicholas sonrió para sí mismo.
-¿Qué?
-Todo lo que dijiste sobre el padre de Estrella.
-Sí.
Asintió, dio un sorbo de vino y se incorporó más contra el respaldo medio volviéndose hacia ella.
-Pero ayer dijiste que ni siquiera te acordabas de él.
-Ya lo sé.
Había leído tres veces los archivos y se había preguntado cómo podría haberse olvidado de aquel hombre, pero la única respuesta que se le había ocurrido era una que _____ no entendería.
-No lo entiendo. ¿Cómo puedes olvidar a un amigo?
Nicholas sacudió la cabeza. –Yo no he dicho que fuera un amigo.
-Dijiste que te había salvado de hacer el ridículo más espantoso.
Él parpadeó. No era una historia que le gustara recordar.
-Lo hizo, pero no era mi amigo. Era mi sargento.-Bajo la tenue luz, Nicholas vio cómo ella sacudía la cabeza con confusión. Incapaz de seguir sentado, se levantó para acercarse a la ventana más próxima y tiró del cordón de nylon. Las persianas subieron con ruido. Cuando estuvieron aseguradas, Nicholas posó la copa en el alféizar, apoyó ambas manos a los dos lados y miró al pueblo que sé extendía debajo. Nicholas contempló los brillos de la civilización hasta que se desvanecieron en una bruma de luz y color. Lentamente, su mente reemplazó la familiar imagen por la que llevaba años intentando olvidar.
Un desierto bajo un sol abrasador se alzó en su recuerdo. Los hombres y la maquinaria moviéndose a través de interminables millas de arena y calima bajo un cielo tan ancho y vacío que resplandecía bajo el sol del medio día como un estilete de acero inmaculado.
Kevin Powell, un duro y serio sargento, había tenido el valor, conocimiento y frescura de decirle a un teniente a la cara que lo estaba haciendo mal.
Nicholas sonrió levemente ante el recuerdo de aquel momento vergonzoso y enfurecido. Ya había sido bastante difícil admitir ante sí mismo que no sabía lo que estaba haciendo, pero que el sargento se lo dijera había sido especialmente humillante. Había hecho todos los esfuerzos posibles desde entonces por olvidarlo.
-¿Qué pasó? -pregunto por detrás de él.
El desierto volvió al pasado, donde pertenecía. Nicholas se dio la vuelta para mirarla.
–Era mi primer turno. Yo era joven y un estúpido -sacudió la cabeza lentamente-. Pero por suerte, no lo bastante estúpido como para no aprender. Cometí un error que nos podría haber costado la vida a mí y a mis hombres.
-¿Qué? -preguntó ella con curiosidad.
-Eso no importa ahora. Lo único que importa es que Kevin Powell me lo impidió a tiempo –recogiendo la copa, Nicholas se apoyó en el alféizar de cara a ella-. Kevin era el tipo de Marine que haría parecer una nena a John Wayne.
-Un poco intimidante, ¿no?
-Desde luego.
–¿Te caía bien?
Nicholas pensó en eso durante un largo minuto.
-¿Que si me caía bien el primer sargento? Lo admiraba a muerte –dijo por fin aunque aquello no era suficiente para explicar su relación-. Me enseñó mucho.
–Y sin embargo, no le recordabas.
–Yo nunca he dicho que no lo recordara. Sabía su nombre, pero no le había vuelto a ver en cinco años.
-Sin embargo...
Nicholas apretó más el frágil cristal. Bajó la vista hacia sus nudillos blancos y deliberadamente se obligó a relajarse. Inspirando para calmarse, contestó:
-Me acuerdo muy bien de la gente, _____. Cada vez que cierro los ojos, veo las caras con toda claridad.
-¿Qué caras?
-Las de los muertos.
_____ tomó aliento. Incluso bajo aquella pobre luz, vio ensombrecerse sus ojos. Dio un sorbo a su vino para pasar el repentino nudo que sentía en la garganta.
¿Qué podía decir? Le contempló un largo instante y supo que ya no estaba con ella en la habitación. Con las facciones contraídas, estaba inmerso en sus recuerdos, unos recuerdos que ella le había obligado a revivir.
De repente, _____ deseó acercarse a él, deslizar las manos por sus hombros y consolarlo como a un niño perdido.
Pero él no era un niño.
Y los sentimientos que despertaba en ella no eran completamente altruistas. Ni maternales. Bajo el suave brillo de la lámpara, _____ contempló los duros rasgos de su cara como si estuviera en un sueño. Sus largos dedos estaban jugueteando con el cristal girándolo de forma lenta e hipnótica. Se preguntó qué sentiría si le tocaran aquellas manos tan delicadas.
Si explorara su cuerpo con la misma finura y cuidado que aquella copa.
Ser la mujer a la que él se volviera cuando sus sueños no le dejaran dormir.
El estómago le dio un vuelco y se le aceleró el pulso. Un minuto estaba deseando consolarlo y al siguiente estaba atrapada en una fantasía sensual que le dejaba el cuerpo palpitante de una necesidad que no hubiera creído posible.
Sin embargo, eran más inquietantes las sensaciones emocionales que despertaba en ella. Sentía deseos de dar, de consolar, de amar.
Mentalmente dio un paso atrás.
Cerrando los cansados ojos, intentó librarse de aquellas fantasías. Pero no pudo. Como en un sueño, Nicholas se inclinó hacia ella susurrando su nombre. _____ se arqueó hacia él alzando los brazos en un abrazo de bienvenida.
Él la apretó contra su pecho y _____ escuchó el regular latido de su corazón. En su estado medio adormilado, se acurrucó contra él.
–¿Adónde vamos? –murmuró.
–Vas –corrigió él en voz muy baja–. A la cama.
_____ apretó los brazos alrededor de su cuello y apoyó la cabeza contra el respaldo para mirarlo.
–Eres peligroso, capitán.
Nicholas bajó la vista hacia ella cuando se detuvo a la puerta de la habitación de invitados. Apretó los brazos ligeramente alrededor de su cuerpo.
–¿Yo? Yo soy un Marine. Somos los chicos buenos, recuerda.
Ella sacudió la cabeza lentamente sin saber si la estaba interpretando mal a propósito. Levantando una mano, deslizó los dedos a lo largo de
su mandíbula y sintió tensarse un músculo en respuesta. Oh, sí. Él sabía exactamente de lo que estaba hablando.
-No sería una buena idea-, le dijo.
-Probablemente no -acordó él volviendo la cara hacia su mano.
-No me interesa mantener ninguna relación, ¿sabes? –explicó _____.
–Ni a mí tampoco -dijo él rozándole la yema de los dedos con los dientes.
_____ sintió una descarga eléctrica por la piel.
–Nos arrepentiremos, Nicholas.
-Quizá, _____. Pero nunca lo olvidaremos.
Dios bendito, pensó ella. ¿En qué se había metido?
Sin decir una palabra más, Nicholas abrió la puerta, la guió por la oscuridad y cruzó la habitación hasta la cama. Como si fuera la flor más delicada del mundo, la tendió en el colchón. Apoyando los brazos a ambos lados de su cabeza, se inclinó y le rozó los labios con los suyos.
A _____ se le desbocó el corazón, se le paró y empezó a latir de nuevo mucho más aprisa. Al mirarlo, por primera vez en muchos años, no supo qué decir.
Nicholas se incorporó despacio y susurró:
-Que duermas bien.
Entonces abandonó la habitación como alma que lleva el diablo.
_____ permaneció en la oscuridad con los ojos muy abiertos escuchando los gorgoritos de Estrella y los salvajes latidos de su propio corazón.
Horas más tarde, el sol se filtró entre las cortinas de su habitación. Era de día. _____ se sentó, gimió y se frotó los ojos. Sin duda, una persona necesitaba más de dos horas de sueño.
Sacudió la cabeza con impotencia. Se había metido en un gran problema. Sólo conocía a Nicholas Jonas de un par de días y ya habían empezado a desplomarse las barreras que había levantado alrededor de su corazón.
De repente, los tres meses de verano que se avecinaban le parecieron una eternidad. ¿Cómo podría sobrevivir encerrada en un lugar tan pequeño con aquel hombre?
Esa noche frente a la pizza, Nicholas miró a la mujer que tenía delante. Con el pelo atado en una alta coleta, si nada de maquillaje y una camiseta grande de color lima, no era el tipo de mujer con las que uno construye sus sueños.
Entonces, se preguntó, ¿por qué en sus sueños le daba el papel estelar? Toda la noche le había acosado la imagen de su fina silueta enroscada contra él. El sabor de sus labios y el suave suspiro de su aliento.
Dios santo. Se estaba cavando su propia tumba.
-¿Has mirado los papeles de la custodia de Estrella? –preguntó ella de repente.
Agradecido de la distracción y de que no le hubiera recordado nada de la noche anterior, Nicholas asintió.
-Hablé ayer con mi abogado.
–No conocía a nadie que tuviera abogado propio.
Él se encogió de hombros.
–Lo cierto es que es el hermano de uno de los capitanes de la base. Todos acudimos a él con cuestiones legales.
-¿Y cuál fue tu cuestión?
Nicholas agarró un pedazo de pizza y se reclinó de nuevo. Casi con culpabilidad, miró al bebé.
-Le dije cómo la había encontrado y le expliqué la nota y el testamento que traía con ella.
–¿Y?
Nicholas perdió de repente el apetito.
-Y aunque ha sido una manera extraña de entregarla, la custodia puede ser legalizada... si yo acepto.
_____ asintió con los ojos clavados en él. Estaba casi temblando en su silla deseado recibir más información. Nicholas se compadeció de ella.
–Y no, no he llamado a Protección de Menores.
Ella lanzó un suspiro.
-Pero eso no quiere decir que no lo harás.
¿Por qué conseguía aquella mujer hacerle sentirse culpable?
Apenas la conocía. Aunque también le hacía sentir otras cosas.
-_____, es demasiado pronto para tomar una decisión.
-Lo entiendo -dijo ella con rigidez.
-Muy amable. No estoy seguro de entenderlo yo mismo.
-¿Qué quieres decir?
Nicholas miró a la niña, que estaba aplastando judías verdes en la bandeja de la silla alta. Su suave pelo rubio estaba salpicado de puré de patata y le corría un reguero de saliva por la barbilla.
Sólo mirar aquel desastre debería haberle hecho decidirse, pero por algún extraño motivo, no lo consiguió.
Nicholas sacudió la cabeza con debilidad.
-No entiendo por qué no consigo decidir qué hacer.
Durante los siguientes días, los tres entraron en una cómoda rutina. Mientras Nicholas estaba en la base, _____ se concentraba en Estrella para intentar apartar por completo al capitán de su mente. A veces conseguía que pasaran horas sin pensar en él.
Pero poco a poco, los recuerdos de él le asaltaban y _____ gemía para sus adentros intentando concentrarse en el bebé.
Nicholas subió al tercer piso del viejo edificio y se detuvo en el pasillo de su apartamento. La señora Butler, a uno o dos pasos delante de él, estaba tambaleándose bajo el peso de una enorme bolsa de la compra.
Al instante, se acercó a su lado y le quitó la bolsa de las manos.
–¿No me dijo hace un par de semanas que iban a empezar a enviarle la compra a casa?
Ella lo miró con furia.
–Por eso cobran más.
–¿Y no merecería la pena?
La anciana era más terca que una mula. En una ocasión, hasta le había ofrecido conseguirle un carro de supermercado y ella había dicho que sólo los viejos lo llevaban y que ella no era lo bastante vieja.
Cuando hubo abierto la última de sus cerraduras, empujó la puerta y entonces se volvió hacia él recogiendo la bolsa.
-Estoy muy atenta a usted y al bebé, señor –dijo con una voz cascada como un gozne oxidado.
-No lo he dudado ni por un minuto, señora Butler.
–¡Hump! Esa mujer que tiene en casa parece bastante agradable.
¿Un cumplido?
Las facciones de la mujer se suavizaron considerablemente.
–Las he visto a las dos hoy de paseo. Esa niña es una muñeca.
Nicholas sonrió para sí mismo. ¿Quién hubiera imaginado que aquella arpía tenía debilidad por los bebés?
Pero ella notó su sonrisa y sus facciones se endurecieron. Apretando la bolsa, entró y cerró la puerta de un golpe.
Sonriendo más, Nicholas escuchó cerrarse las cuatro cerraduras.
-De nada.
Apoyada en el borde de la bañera, _____ sonrió a la gordezuela cara vuelta hacia ella. Las dos manitas de Estrella sujetaban un brillante pato amarillo de goma que gritaba cuando lo apretaba con fuerza.
El bebé, parloteando feliz con su lenguaje propio, aplastó de repente el pato contra el agua salpicando la cara y el pecho de _____.
-Bueno, gracias -dijo ella pasándose una mano por los ojos antes de apartarse el pelo mojado de la frente.
Estrella se rió echando la cabecita hacia atrás y cerrando los ojos con deleite. Entonces, con las palmas abiertas empezó a golpear la superficie del agua y contempló al pato agitarse en las olas.
–¿Divirtiéndoos?
La voz profunda detrás suyo sorprendió a _____, que dio un respingo.
-Me has asustado.
Lo miró irritada por encima del hombro.
-Lo siento -se apoyó contra el marco de la puerta y bajó la vista hacia las dos-. Pensé que me habías oído entrar.
-No es fácil -dijo _____ haciendo un gesto en dirección al bebé.
Él esbozó un atisbo de sonrisa.
-Es un poco ruidosa, ¿verdad?
Entonces su mirada se posó en a la humedad de la camisa de _____ y en su pelo mojado.
–Pensé que estabas bañándola tú a ella, no al contrario.
Dios, estaba estupendo, pensó _____ antes de poder evitarlo.
Si los grandes diseñadores pudieran verlo en ese momento, diseñarían una línea de camuflaje. Inspiró despacio y con profundidad y se recordó que ella ya había dejado de fijarse en el atractivo de los hombres mucho tiempo atrás.
Seguro. Entonces, ¿por qué se le estaba acelerando el pulso como si acabara de recorrer una maratón?
–Ya que has llegado a casa pronto –anunció entonces levantándose,-puedes terminar de bañar a la niña mientras preparo algo de cena.
Nicholas se estiró como si le hubieran pegado un tiro. Contra el uniforme verde, su cara palideció. Deslizó la mirada de ella al bebé y la volvió a ella de nuevo.
-De ninguna manera -declaró alzando una mano–. El trato era que cuidaras tú del bebé.
Si no hubiera tenido tanta prisa por alejarse de él, aquella situación habría sido para reírse.
–También yo dije que no cocinaría -le recordó _____-. ¿Y quién ha estado haciéndolo últimamente?
Nicholas frunció el ceño.
-No te he pedido que cocines para mí.
–Ese no es el asunto -dijo ella echando un vistazo hacia Estrella, que seguía contenta agitando a su pato-. El asunto es que ya que estás aquí, podemos repartir el trabajo...
-Bien –Nicholas se dio la vuelta para irse–. Yo cocinaré.
-¡Dios mío, no! -exclamó ella recordando el salmón que había quemado dos noches atrás-. ¡Vamos Marine! -dijo ella despacio y con sarcasmo-. Podrás manejar a un bebé unos pocos minutos, ¿no?
Maldición, Pensó Nicholas ¡Si apenas podía aguantar estar en la misma habitación que _____ unos pocos minutos! Sus mejillas estaban sonrosadas del vapor y los mechones de fino pelo castaño se enroscaban alrededor de su cara. Sus ojos estaban acuosos a pesar del brillo de desafío que despedían.
Se le contrajeron las entrañas con un inesperado tirón. Evidentemente, pensó disgustado, su atracción por ella no se había debilitado ni un ápice a pesar de sus esperanzas.
Desvió la mirada hacia la niña, que estaba intentando atrapar las burbujas y algo se le encogió en el interior.
Había hecho todo lo posible por mantener las distancias entre él y la pequeña, pero cada vez que entraba en el apartamento, su presencia invadía todo.
Él ya no caminaba descalzo por la casa más desde la noche en que había tropezado con un sonajero. Ya no dormía hasta tarde en sus días libres y quedarse hasta tarde estaba fuera de cuestión porque no podía poner la música ni la televisión.
Una pequeña porción de humanidad había alterado toda su vida.
¡Diablos, si hasta la señora Butler le había sonreído!
En ese momento, Estrella alzó la vista hacia él y esbozó una radiante sonrisa. Se le formaron dos preciosos hoyuelos y los ojos azules brillaron de vida.
Algo cálido y suave se instaló en su pecho. Y no quería que le gustara. Intentó ignorarlo y aparentar que no sentía nada cuando miró al bebé.
Pero en el fondo, le estaba afectando como ningún ser femenino en toda su vida.
Y eso lo asustaba a muerte.
–¿Y bien? –pregunto _____–. ¿Te vas a encargar o no?
Podría hacerlo, se dijo a sí mismo. Él era un capitán del cuerpo de los Marines americano. Bien podía bañar a una niña de seis meses. En su carrera había sobrevivido al fuego enemigo, a los ansiosos novatos y a los resabiados oficiales viejos.
Una niña pequeña no iba a derrotarlo. -De acuerdo -aceptó entrando en el cuarto-. Lo haré.
-Arrodíllate aquí -dijo _____ inclinándose un poco.
Nicholas no deseaba estar tan cerca de _____ en ese preciso instante. Si Estrella le tocaba el corazón, _____ le afectaba de otra forma mucho más básica. Y conseguía asustarlo tanto como la pequeña.
-¿No sería más fácil si te apartaras tú primero?
Ella le dirigió la misma mirada que a un perro que acabara de hacer sus necesidades en la moqueta.
-Nunca dejes a un bebé solo en la bañera.
-No está sola -protestó mientras se arrodillaba-. Estoy aquí mismo.
-Puede pasar cualquier cosa. En unos segundos, un bebé se puede ahogar en unos pocos centímetros de agua.
-Por Dios bendito. No voy a tirarla a un lago y decirle que nade sola.
_____ apoyó una mano en la de él. Una corriente eléctrica pareció correr entre los dos.
Nicholas sabía que estar cerca de ella era una mala idea.
Y ella debió sentir lo mismo, porque se separó al instante. Cuando habló de nuevo, la voz le tembló un poco.
Nicholas no podía culparla. Él mismo se sentía tembloroso.
-Lo digo en serio, Nicholas. No apartes los ojos de ella ni por un instante.
-Creo que puedo aceptar la responsabilidad -le aseguró con un sarcasmo que ella no pareció notar.
-Volveré a echar un vistazo en un minuto.
-No hace falta.
-No importa. Sólo meteré la carne en el horno. Si necesitas ayuda...
-Cuando la gente necesita ayuda, normalmente acude a los Marines.
-¿Sí? ¿Y a quién le pedís vosotros ayuda?
Nicholas dijo con orgullo:
-Sólo hay una fuerza superior a la nuestra.
Ella se detuvo en el umbral con cara de curiosidad.
-¿Y quién es?
-Están los Marines de los Estados Unidos... y después está Dios.
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
2/5[
Capítulo Cinco
Nicholas empezó a pedir ayuda a aquel otro alto poder desesperado ya.
-Vamos, Estrella -suplicó–. Si no te estás quieta, no puedo terminar el trabajo.
La niña se rió de él y se escurrió de sus manos como un jabón.
Nicholas puso su tono autoritario de capitán de Marines.
–De acuerdo, tropa. Firmes.
La niña se volvió sobre el vientre y empezó a trepar por el fondo de la bañera.
Exasperado, Nicholas intentó pescarla. En cuanto la tuvo y le dio la vuelta, Estrella le dio palmadas en las mejillas con las dos manos. Nicholas se quitó el agua jabonosa de los labios y cerró los ojos a punto de evitar la salpicadura que le mandó.
Las burbujas le cayeron por la cara y empaparon el frontal de su camisa. Las rodillas le resbalaron en el suelo y golpeó el borde de la bañera con el pedio. Sin embargo, no soltó a la niña. Maldiciendo entre dientes, la posó de nuevo y estiró la mano en busca de la toalla doblada.
–Tú y yo tenemos que llegar a un entendimiento, nena.
Estrella agitó las piernas en el agua salpicándolo de nuevo.
Nicholas suspiró resignado. Alcanzándole un pie rosado, se lo frotó con la toalla antes de alcanzarle el otro.
-Si vas a quedarte aquí por una temporada, tendrás que entender que tú eres el soldado y yo el capitán.
Estrella se rió de nuevo e intentó zafarse los pies de él.
-Haremos las cosas a mi manera -prosiguió él frotándola otra vez para poder escuchar aquella carcajada.
La niña no le decepcionó, sino que se inclinó y sus pequeños dedos aprisionaron sus grandes manos.
-Tienes cosquillas, ¿eh? -preguntó con una sonrisa.
La niña se volvió sobre el trasero esbozando otra sonrisa radiante.
Nicholas extendió la toalla hacia el agua jabonosa y la levantó en ella con las manos bajo los bracitos gordos.
Estrella agitó las piernas y dio palmadas, pero él había tomado la precaución de alejarla lo bastante como para que no le salpicara de nuevo.
–Lo conseguimos –exclamó–. Hemos terminado el baño sin problemas. ¿Lo ves? Lo único que tienes que recordar es quién está al mando aquí y nos llevaremos bien.
En respuesta, Nicholas escuchó el distintivo sonido del agua salpicando sobre el agua.
Mirando a la niña con ojos acuosos, vio la sonrisa de satisfacción y al instante supo lo que había hecho.
-¡Oh, marra...!
Entonces lanzó un suspiro de derrota.
El parque de la ciudad estaba atestado los sábados.
El sol brillaba en un cielo tan azul que casi hacía daño mirarlo. Unas pocas nubes algodonosas bailaban en la brisa que agitaba las ramas de las copas de los árboles.
Sin apartar la vista de Estrella, _____ se sentó en la manta que Nicholas había extendido sobre el césped bajo un antiguo roble y observó a la gente que pasaba por delante.
Ciclistas con cascos y trajes ajustados recorrían el camino que serpenteaba por el parque pasando por delante de orgullosos padres y cansadas madres. Los niños se reían trepando las estatuas de dinosaurios de cemento y los ponies de fibra de vidrio que hacían de columpios.
_____ suspiró y sonrió. Había sido una tarde preciosa, pensó con pereza. Le había sorprendido y conmovido que Nicholas hubiera propuesto una merienda. Quizá se estuviera acostumbrando a la idea de tener un bebé en su vida. Echó un vistazo a la pequeña que gateaba por la manta con resueltos movimientos.
_____ se indinó hacia adelante, la alcanzó y la sentó de nuevo, esta vez atrapándola entre sus piernas.
Durante los días anteriores, Nicholas no había vuelto a mencionar buscar otro hogar para la niña y a _____ le parecía una buena señal. Con suficiente tiempo, aquella dulce criatura calentaría el corazón hasta de un ogro. Y Nicholas Jonas no era ningún ogro. Estrella contempló a los niños jugar. Dio palmadas e intentó zafarse de las piernas de _____, pero con una galleta en la boca se pacificó.
Cansada, _____ miró hacia el aparcamiento, donde pudo ver a Nicholas cerrar el coche de nuevo para dirigirse hacia ellas con el jersey de la niña en las manos.
Sinceramente, aquel hombre era tan atractivo como para ser ilegal. Incluso desde la distancia, podía notar lo bien que le quedaban los vaqueros. Y el polo rojo que llevaba le hacía parecer más guapo a la vez que le daba a la piel un tono más bronceado.
Y allí estaba ella, bajo un árbol porque el mínimo rayo de sol le ponía como un cangrejo.
El corazón se le desbocó y con un gemido para sus adentros, _____ intentó ignorar la sensación que le asaltaba con demasiada frecuencia últimamente. Dos semanas, pensó. Dos semanas con Estrella y con Nicholas y ya estaba perdida. Desde luego, ya había sabido que no podría resistirse al bebé, pero Nicholas era otro asunto.
Se había jurado a sí misma no volver a amar a nadie hacía mucho tiempo. Y en los años que habían pasado, ni siquiera se había sentido tentada. Hasta ahora.
Mientras se acercaba, _____ lo estudió. ¿Qué tenía aquel hombre que le provocaba aquella salvaje mezcla de emociones?
Nicholas sonrió y alzó la mano a un patinador que pasó a su lado y fue como si le hubieran apretado el corazón con un puño. Que Dios la ayudara. Si no se hubiera rechazado para siempre el amor.
Nicholas Jonas sería un hombre para tener en cuenta.
Nicholas también la estudió al acercarse. En un parque lleno de mujeres en pantalones cortos y camisetas ajustadas, ¿por qué se sentía atraído por una con unos pantalones enormes y una camiseta que le quedaría grande hasta a él?
Llevaba el pelo atado en una coleta y le caían unos pocos mechones sobre las mejillas.
Sus miradas se encontraron cuando _____ se apartó un mechón tras la oreja, Nicholas notó que parecía enferma de repente. Se sentó a su lado en la sombra, dejó el jersey de Estrella sobre la manta y le preguntó:
–¿Te encuentras bien?
–Sí -contestó ella con demasiada rapidez-, -¿Por qué no iba a estarlo?
-Parecías un poco...
–¿Un poco qué? –
-Nada.
Nicholas no estaba de humor para pelear y parecía que ella sí. Y el día era demasiado bonito.
-¿Quién hubiera pensado que este sitio se llenaría el fin de semana?
-Es el primer día que ha hecho bueno en toda la semana.
Él le dirigió una rápida mirada y se dio la vuelta frunciendo el ceño. ¿Por qué estaban hablando del tiempo? Había tantas cosas que quería saber acerca de ella. Como, ¿por qué se había hecho profesora de jardín de infancia? ¿Por qué no
estaba casada? Y si le gustaban tanto los niños, ¿por qué no tenía uno o dos propios?
Pero sobre todo, ¿le deseaba ella tanto como él a ella?
Sin embrago, no hizo ninguna pregunta. Por algún motivo, no pudo encontrar la forma de empezar. Maldición, él nunca había tenido problemas para empezar una conversación con una mujer antes. ¿Qué tenía aquella que le inquietaba tanto?
Estrella se escurrió de entre las piernas de _____ y gateó hasta él. Agradecido por la distracción, Nicholas bajó la mirada. Agarrándose a su manga, el bebé trepó con torpeza sobre los pies desnudos. Sus deditos se enroscaron sobre la manta intentando sujetarse.
-¡Eh! -exclamó él con miedo a que perdiera el equilibrio-. ¡Mírate!
Sintió una irracional oleada de orgullo. La niña parecía tan contenta consigo misma que de repente deseó haber tenido una cámara. Dios bendito, ¿qué le estaba pasando? Entonces Estrella le lanzó un gorgorito y algo se le caldeó en el corazón.
-¡Qué chica tan grande eres! -Estrella se rió mirándolo y le dio una palmada en el pecho.
Entre carcajadas, Nicholas la levantó en un brazo y la alzó sobre él. El familiar peso de la pequeña era reconfortante. Olía a burbujas y a polvos de talco. Era un aroma que recordaría siempre.
Le frotó una mancha de la barbilla recordando que sólo dos semanas atrás, se la hubiera secado con una servilleta.
–Eres algo, muñeca –dijo con una sonrisa–. ¿No sabes que eres demasiado pequeña como para andar? –miró en dirección a _____ de repente inseguro-. Lo es, ¿verdad?
-Sí –confirmó ella sacudiendo levemente la cabeza-. Pero no demasiado como para intentarlo.
-¡Bien, Estrella! Tú siempre ponte metas altas, nena.
–¡Cuidado! -gritó alguien antes de que una pelota azul botara hacia ellos.
_____ la alcanzó justo cuando llegó corriendo una madre sonriendo con gesto de disculpa. Era la típica madre californiana de anuncio. Pelo corto rubio, un bronceado saludable y un cuerpo bien formado con pantalones cortos blancos y una camiseta ajustada de color amarillo claro.
-Perdonad –dijo recogiendo la pelota que le pasó _____-. Mi hijo de cinco años es incansable. Su padre ya está pensando meterló a futbolista -inspiró con intensidad, y miró a Estrella con atención. Estiró una mano y suspiró al acariciar la mejilla de la niña-. ¡Qué niña tan preciosa!
-Sí, lo es –admitió Nicholas sin saber cómo reaccionar.
Le dirigió una rápida mirada a _____ y notó su sonrisa de orgullo.
-Tiene tus ojos -comentó la mujer mirando a Nicholas.
El frunció levemente el ceño con una mezcla de emociones.
–No es mía.-La mujer parpadeó.
–Perdona mi error. Pero es preciosa de todas formas –continuó hablando la mujer para aliviar la tensión-. Yo siempre he querido tener una niña y en vez de eso, tengo cuatro chicos. Si alguien me garantizara que tendría una como ésta, iría a por ella.
–¡Eh, mamá!
-Ya voy. Perdonad de nuevo.
Nicholas la observó alejarse con placer. Si no hubiera interrumpido una tarde perfecta, él no se sentiría tan... ¿tan qué? ¿Culpable?
-¿Por qué le has dicho que Estrella no era tuya? –preguntó _____ en cuanto estuvieron solos de nuevo.
–Porque no lo es.
–Puede que no lo sea biológicamente, pero legalmente...
Las facciones de Nicholas se contrajeron y _____ se preguntó en qué estaría pensando. ¿Cómo podría abrazar a aquella pequeña, enorgullecerse de sus avances y todavía no querer conservarla?
–¿Sabes? –dijo _____ apretando los dientes–. Para ti es muy fácil decir: es tuya, cuídala. Pero no veo yo que tú tengas ningún niño. ¿Y por qué si te gustan tanto?
_____ palideció.
–No estoy casada.
-Ni yo tampoco, por si no lo habías notado.
–Esto no se trata de mí –se defendió _____ sabiendo que era un argumento muy débil.
–¿Por qué no? No pareces tener mucho problema en decirme a mí lo que debo hacer con mi vida.
-Nicholas...
Horrorizada, _____ sintió que se le empañaban los ojos de lágrimas y sacudió la cabeza.
–Vamos, _____. Cuéntamelo. ¿Cómo es que alguien a quien le vuelven loca los niños sigue soltera?
Cuando _____ pensó que podía alzar la cabeza sin ponerse a llorar, lo miró.
-Estuve prometida una vez. Se murió.
-¡Oh, Dios! -Nicholas suspiró, alargó una mano y le tomó la suya para apretarla con suavidad–. Lo siento. No debería haber dicho nada.
-No. Tenías razón. Es fácil para mí decirle a alguien que críe a un niño que no contaba tener -deslizó la mirada hacia la niña que estaba jugando feliz con el dedo de Nicholas–. Pero es que no entiendo cómo no puedes quererla.
-Querer algo o a alguien es una cosa... Decidir que es mejor para cada uno es otra.
El silencio entre ellos pareció hacerse eterno. Por fin Nicholas preguntó en voz muy baja:
–¿Le sigues amando?
_____ inspiró con intensidad. Unas semanas atrás su respuesta hubiera sido una rápida afirmación. Ahora, si tenía que ser sincera consigo misma, era otra historia. Dios, ¿qué le estaba pasando?
-Siempre tendrá un sitio en mi corazón.
Nicholas asintió despacio.
-Eso no responde a la pregunta.
_____ lo miró a los ojos.
–Es la única respuesta que tengo.
Nicholas la miró con intensidad.
-¡Eh! -dijo de forma abrupta-. Sujétala tú mientras me voy a cargar el coche.
-¿Nos vamos ya?
–Sí –asintió recogiendo la cesta y un par de servilletas-. Tengo que hacer algunas cosas en la base.
-¿Qué cosas? Pensé que tenías el día libre.
-Sólo unas cosas, ¿de acuerdo? Prepara a la niña. Ahora vuelvo.
Nicholas se alejó por el camino como un soldado, sin mirar a derecha ni izquierda sólo al frente. ¿Qué acababa de pasar allí? ¿Es que le molestaba tanto que ella siempre se acordara de Bill?
-¿Y por qué se resiste tanto a ti? -preguntó _____ al bebé-. ¿Por qué no puede admitir que te quiere? ¿Le cuesta de verdad tanto?
La niña escupió una burbuja de mora.
_____ enarcó una ceja.
–Eso mismo pienso yo.
Esa noche, Nicholas puso la música con necesidad de escuchar sus acordes favoritos. En consideración al bebé, puso el volumen bastante bajo.
Apenas se acababa de recostar en el sofá cuando _____ salió de su habitación. Aquella estúpida camiseta suya era ridículamente sexy, lo que significaba que llevaba demasiado tiempo sin una mujer. Después de mirarlo enfadada por un momento, se dirigió al aparato de música y lo desconectó.
El silencio se extendió como una manta.
–¿Qué estás haciendo?
-Escuchando música -contestó Nicholas levantándose del sofá-. Como solía hacer todas las malditas noches.
Nicholas se acercó al estéreo y lo conectó de nuevo. Al instante, las guitarras volvieron a la vida.
En menos de un respiro, _____ repitió la operación y permaneció de pie, con los brazos cruzados y la barbilla alzada.
En el tenso silencio, Nicholas la miró con furia y frustración. Se había pasado toda la velada en su oficina intentando mantenerse ocupado para no pensar en aquella mujercita que le había trastocado la vida por completo.
Pero no le había servido de nada. Incluso ahora, cuando deseaba gritar y descargar con ella, sólo tenía una pregunta en la mente: ¿de qué color llevaría la ropa interior?
Con un gemido, entrecruzó las manos por encima de la cabeza para acallar las fantasías que le asaltaban todas las noches.
Maldición, si no estuviera allí el bebé, todo estaría bien. No estaría soñando todas las noches con lencería ni tendría que darse duchas frías por la mañana ni pasear de puntillas por su casa cada vez que dormía el bebé.
Y la señora Butler no le sonreiría cada vez que pasaba a su lado.
Podría recuperar su vida. La vida simple y sin complicaciones que había llevado y que tanto apreciaba.
Ya nunca volvería a tener verdadera soledad. Apretando los dientes ante la idea, volvió a poner la música y asió a _____ por el brazo antes de que pudiera apretar el botón.
-Déjala puesta -gruñó.
-Despertará a la niña.
–Ya se volverá a dormir.
-Cuando llegué aquí, ya dejé claras mis normas –dijo zafándose de su mano para frotarse la muñeca al instante.
–Tus normas –repitió él con sorna.
–Exacto. Y tú las aceptaste.
-Estaba desesperado -discutió él.
–A pesar de eso, las aceptaste.
-Aquel día hubiera aceptado hasta un sacrificio humano y lo sabes muy bien.
Apartó la mirada de ella con un nudo de ansiedad en la garganta.
-¿Por qué estás tan disgustado?
Nicholas volvió la vista hacia ella al instante mientras los familiares acordes de una antigua canción de rock inundaban el aire. Pasaron unos interminables segundos y al final, cruzó la habitación para dirigirse a las ventanas.
-¿Qué pasa?
Él la sintió acercarse a sus espaldas.
–¿Nicholas? –preguntó ella más cerca ahora.
Él inspiró con fuerza contemplando el paisaje de neón que se extendía a sus pies.
_____se detuvo detrás de él. El calor de su cuerpo irradiaba hasta él llegándole hasta los huesos y el alma. Sintió su mirada clavada en él y mantuvo la vista apartada a propósito.
–Esto no va a salir bien –dijo por fin.
–¿Qué es lo que no va a salir bien?
–Nada está saliendo bien, _____. Ni lo del bebé... –se detuvo para mirarla brevemente–. Ni lo tuyo.
–No sabes cómo saldrán las cosas. Han pasado sólo dos semanas y eso no es casi tiempo. No has intentado...
Con un gemido de frustración, Nicholas se dio la vuelta. Asiéndola por los hombros, la sacudió con suavidad. No había salida.
-¿Es que no lo entiendes? Quizá no quiera intentarlo.
_____ se zafó de sus manos. La rabia brilló en sus ojos y Nicholas se sintió casi aliviado. Era más fácil enfrentarse a la rabia que al disgusto.
-Así que ¿es así como te enfrentas a las responsabilidades? ¿Escapando de ellas? ¿Buscando a alguien que se encargue de Estrella?
-No estoy hablando de que la críen lo lobos, por Dios bendito.
-¿Y por qué no los lobos? Mientras no lo hagas tú, ¿qué más te da quién lo haga?
-Quiero lo mejor para ella. Se merece una familia. Gente que sepa cuidar a un niño. Qué hacer por él -sacudió la cabeza–. Y tú sabes tan bien como yo, que yo no soy esa persona.
_____ plantó las dos manos en su pecho y lo empujó con todas sus fuerzas. Nicholas no se movió. Sin inmutarse, se frotó el cuello.
-Tengo treinta y cinco años, _____. Soy demasiado mayor para aprender esas cosas y demasiado viejo para convertirme en padre de la noche a la mañana.
En cuanto lo dijo, Nicholas sintió como si se hubiera quitado un gran peso de encima. Quizá ahora le entendiera.
Pero debería haberlo sabido mejor.
-Eso es sólo una excusa. Estás buscando la forma fácil de escapar.
-; ¿Y no debería hacerlo?
–El sargento Powell confió en ti –defendió ella con ardor–. Te dejó a su hija. Eso debería significar algo para ti.
-¿Por qué? ¿Por qué lo significaría para ti?
_____ echó la cabeza hacia atrás como si hubiera recibido una bofetada.
Maldición. Nada de aquello era culpa de ella. No se merecía que le gritara sólo por estar a mano. Ladeó la cabeza hacia atrás y se concentró en recuperar el control. Pero no fue fácil. En ese momento le hubiera gustado ser bebedor para poder aliviarse con una copa.
Nicholas sintió que _____ lo estaba mirando fijamente y también que estaba dolida. Se movió para poder mirarla a la cara y lo intentó.
–Mira –explicó con tensión–. Yo nunca he querido tener hijos. No es que no me gusten. Los de mi hermana me parecen bien.
–Es una maravilla entonces que sólo la hayas visitado una vez al año.
Nicholas tragó porque el enfado casi le estaba atragantando.
–Maldita sea, _____. Decidí hace mucho tiempo que no iba a tener una familia. Quería una carrera y pensé que en vez de hacer dos cosas a medias, podría hacer una bien.
Sus ojos marrones brillaron con un velo de lágrimas.
En un tono más suave, añadió.
-No todo el mundo quiere hijos, ¿sabes?
Ella asintió levemente.
-Yo tengo mis propios planes. Planes que no incluyen niños -apartó la mirada de ella hacia la oscuridad de nuevo–. No sabía que Hank me había dado la custodia de Estrella. Si lo hubiera sabido, me habría negado.
-Todo el mundo hace planes, Nicholas.
-¿Tú también?
-Por supuesto, yo también.
-¿Planeaste tú ser una niñera temporal?
_____ se rió y eso le hizo sentirse un poco mejor.
-No.
-¿Y qué pasó?
Maldición. No quería saber más de ella y a la vez sí quería. Nada tenía ya sentido.
-Lo mismo que te ha pasado a ti –se encogió de hombros–. La vida. Y cuando la vida te cambia los planes, tienes que adaptarte. Y aceptarlos.
Nicholas la miró pensativo. Ella podría haber aceptado, pero no se había adaptado.
-No es fácil -prosiguió ella en voz más baja-. Pero lo haces, de todas formas.
-No lo sé. Lo único que sé es que en el parque, cuando esa mujer dijo que Estrella se parecía a mí... mi primer instinto fue negarlo. Sabía que si no lo hacía en ese momento, hubiera tomado una decisión para siempre. Y no estaba preparado para tomar esa decisión. ¿Qué tipo de padre es ése?
El enfado de _____ se desvaneció por completo al escuchar la pena y la confusión en su voz. Sabía que estaba avergonzado de su reacción ante aquella mujer y que estaba intentando superarlo.
-Es completamente natural -dijo con suavidad.
Él se rió y le dirigió una larga mirada de soslayo.
-¿Natural decir: no, no, éste no es mi bebé?
-Todavía no estás acostumbrado a ello.
-¿Y si nunca me acostumbro?
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
3/5
Capítulo Seis
_____ inspiró y apoyó una mano en su brazo. Al instante sintió una oleada de calor extenderse por su brazo.
Los músculos de Nicholas se estremecieron bajo su palma.
-¿Es justo para Estrella, ser criada por un hombre que quizá no sea nunca el padre que se merece?
_____ sintió una oleada de calidez en el corazón que no tenía nada que ver con la química entre ellos. Había creído que a él no le importaba la niña, pero se había equivocado.
-Lo siento –dijo de repente.
-¿El qué?
-Pensé que no te importaba el bebé, pero debería haber sabido que sí. Te he observado con ella. Sientes algo por Estrella.
–No es fácil de ignorar –dijo él con una sonrisa.
–Ya, pero siento haber pensado mal de ti.
-Una afirmación intrigante.
Ahora le tocó a ella esbozar una sonrisa a regañadientes.
-Tienes razón. Esperaba que tú quisieras al bebé porque yo lo hubiera querido si estuviera en tu piel -sacudió la cabeza levemente–. Es que yo siempre he querido tener hijos propios. Supongo que te estaba juzgando por mis sentimientos. Una arrogancia, ya lo sé. Tienes todo el derecho a no querer tener niños. Además, sé que es una responsabilidad enorme para un hombre como tú.
-¿Cómo yo?
-Soltero. Orientado a tu carrera.
-Ah...
-Lo único que quería decir es que lo siento. Yo, mejor que nadie, debería saber lo que es que los planes de tu vida salgan volando por los aires en un solo segundo.
_____ no había querido darle tanta información.
–¿Y qué pasó con tu mundo tan planificado, _____? -su grave voz se mezcló con los profundos y fluidos acordes que flotaba a su alrededor-. ¿Qué bomba te tiró el destino?
-No importa -_____ no quería hablar de Bill.
Por alguna razón, sentía que aquella noche, aquel momento, sólo les pertenecía a Nicholas y a ella-. Esto trata de ti, no de mí.
Por las facciones tensas y las líneas de la frente marcadas de preocupación, _____ supo que quería saber más, pero volvió al tema de conversación con la esperanza de dejar el pasado donde debía estar.
-Serías un buen padre -aseguró con firmeza.
Nicholas frunció el ceño al notar el giro de la conversación.
-¿Sí? ¿Y por qué estás tan segura?
–Porque ya te preocupa hacer el trabajo bien. Un mal padre ni siquiera se molestaría.
-Quizá -dijo acariciándola con la mirada -. No lo sé.
-Lo verás.
Nicholas levantó una mano y le apartó un mechón de la cara provocando una temblorosa respuesta en su cuerpo.
-No me mal interpretes -dijo con voz tan suave como su caricia-. No estoy diciendo que nada haya cambiado. Todavía no estoy convencido de que sea bueno para Estrella que esté conmigo. O para mí.
_____ lo miró confundida. ¿No acababan de discutir aquello mismo?
–Pero yo pensaba...
-Ya lo sé -dijo deslizando los dedos a lo largo de su cuello-. Y te agradezco lo que has dicho. Pero esto es una gran decisión, _____. Una que no puedo tomar de la noche a la mañana.
No era justo que la estuviera tocando mientras hablaban de un asunto tan serio. _____ no podía concentrarse. Lo único que podía hacer era sentir. Había pasado tanto tiempo... pensó cerrando los ojos. Tanto desde que nadie la tocaba de aquella manera. Tanto desde que ella había deseado la caricia de un hombre...
Pero no era a cualquier hombre al que deseaba, admitió en silencio.
Era aquel hombre.
Gimió para sus adentros ante la idea.
Durante ocho largos años, había mantenido su corazón y sus emociones cuidadosamente cerrados. Después de la muerte de Bill, había enterrado sus deseos y pasiones y se había dedicado en cuerpo y alma al trabajo satisfecha con enseñar v amar a los hijos de otra gente.
Y ahora, de repente, ya no era suficiente.
Quizá nunca lo hubiera sido. Nicholas se acercó más a ella como sintiendo su rendición.
Sus manos se deslizaron sobre sus hombros y _____ sintió el calor de su caricia hasta en lo más hondo del alma. Los oscuros rincones de su corazón estaban llenándose de una luz de deseo que borraba las sombras.
La luz de la luna se filtraba a través de la ventana bañándolos a los dos en un brillo de marfil. Sonó una nueva canción en el aparato. Las guitarras habían dado paso a un lento jazz con piano y saxofón. La melodía era puramente sexual. Caliente, lenta y hechizadora. _____ tragó saliva cuando la mano derecha de Nicholas le rodeó la cintura. –Baila conmigo –susurró. _____ sabía que debía negarse. Tan vulnerable se sentía en ese momento, que el lugar más seguro era cualquiera menos a su lado. Pero no pudo negarse. Su cuerpo ya se estaba rindiendo a la seductora música.
Deslizando la mano izquierda por encima de su hombro, se abandonó a su abrazo y el roce de sus palmas fue una sensación de lo más erótica.
Nicholas empezó a moverse en un lento y apretado círculo. Se balanceó despacio al ritmo de la música y ella se movió con él. La mano alrededor de su cintura la atrajo más hacia sí y sus senos se aplastaron contra su torso. A _____ se le desbocó el corazón.
Con las rodillas temblorosas, se quedó sin aliento cuando sus muslos envueltos en el vaquero apretado frotaron sus piernas desnudas. La mano derecha de Nicholas se deslizó hasta abarcarle el trasero apretándola tanto contra él que sintió la inflamación de su necesidad y supo que era tan potente como las llamas sexuales que la estaban lamiendo a ella hasta el centro de su ser.
La sensual música se alzó a un crescendo junto con el deseo que hervía en ellos. Las sombras y la luz de la luna danzaban a su alrededor cuando _____ lo miró a los ojos. Con la respiración jadeante, supo el momento en que había decidido besarla. Supo que aquella era su última oportunidad de escapar. Pero en el mismo instante admitió que no quería hacerlo.
Por primera vez en ocho largos años, sólo deseaba sentir. Aunque fuera sólo esa noche.
Entonces Nicholas inclinó la cabeza hacia ella y todo pensamiento se esfumó.
Su boca rozó sus labios como la caricia de una pluma. Apartando al cabeza, Nicholas la miró con las facciones contraídas por una emoción que ella no quería explorar demasiado.
Acabó un baile y empezó otro.
Nicholas se detuvo y levantó las manos para rodearle la cara. Entonces la besó de nuevo y con los ojos cerrados, _____ vio un brillo de explosión de estrellas.
Le entreabrió entonces los labios con la lengua y su aliento invadió su boca mientras su beso conquistaba su alma. _____ gimió y se abandonó a él. Un velo de lágrimas le nubló los ojos mientras un suave ardor empezaba a crecer dentro de ella.
Nicholas la atrajo con fuerza contra su cuerpo. _____ le rodeó el cuello con las manos y se apretó contra él tanto como pudo. Sus pezones endurecidos ansiaban la caricia de sus manos. Con las rodillas temblorosas, se fundió en él mientras su lengua seguía derrumbando las defensas que había mantenido demasiado tiempo.
Nicholas rompió el beso e inclinó aún más la cabeza, deslizando la lengua por la línea de su cuello. Cuando ella suspiró y ladeó la cabeza hacia un lado para permitirle acceso, él lanzó un gemido gutural contra su pecho. Con el cuerpo palpitante de deseo, Nicholas inhaló su aroma y supo que lo llevaría siempre con él.
La magia de sus besos era algo que él nunca había conocido.
Su piel era tan suave como se había imaginado que sería. _____ le apretó los hombros con fuerza apremiándolo en silencio.
Estirándose un poco, Nicholas bajó la vista con una sonrisa de sorpresa.
–Estaba intentando imaginar qué tipo de delicia de encaje llevarías puesta esta noche –sacudió la cabeza con sorpresa-, y no llevas ninguna.-_____ pareció indignada.
–Por supuesto que llevo ropa interior.
–Pero... –Nicholas deslizó los dedos por su espalda y fue entonces cuando notó la estrecha tira de tela entre sus nalgas–. ¿Un tanga?
Ella se estremeció ante la exploración de sus dedos, pero por fin asintió.
–Dios santo –murmuró con voz ronca ante la imagen que se formó en su mente. Se excitó de tal manera que pensó que podría explotar-. ;¿De qué color?
Ella se puso de puntillas para susurrarle al oído:
-Rojo.
-Me estás matando, _____ –gimió antes de reclamar su boca con ansia creciente.
Levantándola en brazos, la llevó hasta el sofá y se sentó con ella en el regazo. Besando, paladeando, mordisqueando su labio inferior, Nicholas exploró su cuerpo como llevaba soñando hacer durante días.
Deslizando la mano bajo el dobladillo de la camiseta, sus dedos encontraron la tira de color rojo que fue su perdición. No necesitaba verla. Lo único que necesitaba en aquel momento era tocarla.
Ella se arqueó en sus brazos y entreabrió ligeramente las piernas para él.
Devorando sus labios, Nicholas deslizó la mano bajo aquel pedazo diminuto de encaje hasta la ardiente humedad del centro de su ser. _____ tembló en sus brazos cuando su mano la abarcó.
Excitado por su respuesta, _____ apartó la cabeza para mirarla mientras sus dedos penetraban más en los secretos escondidos por la barrera de encaje.
-Nicholas-susurró ella con la voz quebrada lamiéndose los labios.
Algo dentro de él explotó, pero se tragó la punzada de deseo que rugía en su interior.
_____ arqueó las caderas cuando él enterró primero un dedo y después otro en lo más profundo de ella.
Con la respiración jadeante, Nicholas se abandonó a ella. A pesar de la corriente de desnudo deseo que le recorría la sangre, la exploró lenta y perezosamente. El ardor de ella lo quemaba y su pasión alimentaba la suya propia. Contuvo otro gemido cuando observó que el placer endurecía sus facciones.
Una y otra vez, sus dedos se movieron dentro de ella cada vez más rápidos y profundos.
Ladeando la cabeza, la besó con necesidad de saborear su boca y sentir el contacto íntimo de sus lenguas tocándose.
La respuesta de _____ fue instantánea. Su lengua se enroscó en la de él y le frotó en una silenciosa danza erótica. Ella daba y recibía, conquistaba y se sometía.
Con suavidad, pero con firmeza, Nicholas deslizó el dedo pulgar hasta el sensible botón de su placer y el cuerpo de ella se arqueó en sus brazos. _____ rompió el beso susurrando su nombre jadeante.
_____ le apretó los hombros y su cuerpo se retorció en sus brazos cuando los primeros temblores violentos la sacudieron. Nicholas sintió su fuerza mientras contemplaba cómo se le empañaban los ojos de lágrimas y sus caderas se agitaban con frenesí contra su mano. Él buscó entonces su boca con desesperación tragándose sus últimos gritos y ahogando los suyos propios contra sus labios.
_____ quedó inmóvil en su regazo sin fuerzas. El alivio la inundó incluso aunque todavía sentía pequeños temblores en el centro de su ser. Nunca había experimentado una cosa así antes. ¿Habría sido el clímax tan salvaje por haber pasado tanto tiempo?
No, decidió con una punzada de culpabilidad. Era más que eso. Por mucho que hubiera amado a Bill, nunca la había llevado tan alto ni le había hecho sentir tanto como acababa de hacer Nicholas.
Al instante creció su sensación de culpabilidad.
¿Cómo podía comparar lo que había tenido con su prometido con lo que acababa de experimentar? Ella había amado a Bill, ¿o no?
Por supuesto. Si no se hubiera muerto, se habrían casado ocho años atrás. Y sin duda, ahora sería la madre que siempre había deseado ser y tendría una vida sexual regular con su marido.
Y sin duda, con la práctica, el sexo hubiera acabado siendo tan estimulante como... aquella primera vez con Nicholas.
Oh, Dios, pensó ton una sensación de ahogo. Si sólo sus manos podían llevarla a aquellas alturas de placer, ¿cómo sería cuando le hiciera el amor?
Lentamente intentó incorporarse en el regazo de Nicholas. Tirando del dobladillo de la camiseta, enderezó las caderas para gemir al instante al sentir una nueva oleada de placer. Nicholas no la había soltado y sus dedos estaban profundamente enraizados dentro de ella.
–_____ –susurró él con la respiración abanicándole la mejillas–. Esto ha sido...
-Por favor, no digas nada.
–Tengo que hacerlo –continuó él dándole un beso en la comisura de los labios.
En lo más profundo, _____ sintió la fuerza de sus dedos en el interior de su cuerpo. Sus músculos se contrajeron alrededor de su mano atrayéndolo hacia ella. Era como si no tuviera resistencia frente a él.
-Nicholas-consiguió decir asiéndole la mano para detenerlo–. Esto ha sido un error.
El alzó la cabeza v sonrió con suavidad.
-El único error ha sido esperar tanto tiempo para probarlo.
-No -dijo ella cuando él le frotó el botón sensibilizado con el pulgar–. ¡Oh!-Se quedó sin aliento cuando la necesidad explotó de nuevo en su interior. No, no podía ser. No tan pronto. No después de lo que acababa de experimentar.
–_____ –susurró él besándola con cada palabra.-Esto es especial. Esto está bien.
-No.
Aquello no podía estar bien. Porque entonces, ¿qué era lo que había sentido por Bill años atrás?
–Sí –insistió él moviendo los dedos dentro de ella, rozando, frotando...
Sus caderas se apretaron contra su mano. Bajo el trasero, sentía la sólida y dura presión de su necesidad. Él le había dado alivio y la había llevado a alturas inconcebibles ignorando su propio deseo.
_____, aunque sabía que se arrepentiría después, buscó el botón de su cintura.
Él se quedó completamente inmóvil con la mirada clavada en ella.
-No tienes por qué hacerlo, _____.
Pero ella lo hizo. Al día siguiente ya se enfrentaría a las consecuencias. Esa noche, sólo quería sentir lo que se había negado a sí misma durante ocho largos y solitarios años.
Apoyándose contra él, le cubrió los labios con los suyos mientras le acababa de desabrochar la cremallera.
Nicholas suspiró contra su boca cuando ella abarcó su sexo con la mano. Los dedos de _____ acariciaron y frotaron su excitación. El cuerpo de Nicholas se tensó bajo ella y sus dedos se movieron en el calor de su feminidad.
Cuando por fin él lanzó un gemido, apartó los dedos de ella con un rápido movimiento y la volvió sobre su regazo para montarla sobre sus piernas.
Arrodillada en el sofá, con las manos apoyadas en sus hombros, _____ bajó lentamente el cuerpo hacia él. Pulgada a pulgada, lo tomó en su interior. Nicholas la apretó por la cintura y ella suspiró y se movió contra él de nuevo, agitando levemente las caderas hasta recibirlo en lo más profundo de su interior.
_____ echó la cabeza hacia atrás. Con los ojos cerrados, se concentró en la increíble sensación de sentirlo encerrado en ella. Giró las caderas en un lento y tortuoso movimiento gimiendo con suavidad ante las desbordantes sensaciones que la asaltaron.
Nicholas susurró su nombre y deslizó las manos bajo su camiseta, para quitársela por la cabeza. La tiró a un lado y le abarcó los senos con las dos manos. Con los pulgares, le frotó los duros pezones hasta que la respiración se le entrecortó.
Mientras frotaba las rígidas crestas, _____ se movió sobre él. Sus caderas subían y bajaban mientras la necesidad crecía en su vientre. Sabía que estaba llegando y sabía lo desbordante que sería. Y se lanzó a conseguirlo, ansiosa por sentir de nuevo las oleadas de satisfacción que la estremecieron.
Nicholas la observaba. La luz de la luna sobre su piel producía una imagen fantasmal. Pero si aquello era un sueño, él no quería despertar nunca.
Con desgana, apartó las manos de sus magníficos senos. Asiéndole las caderas la condujo a un ritmo más rápido. Cada vez que ella lo tomaba dentro, la sentía como si fuera la primera vez y cada vez que se separaba de él, se sentía morir un poco.
_____ alzó la cabeza para mirarlo. Nicholas vio la pasión brillar en sus ojos, en su espalda arqueada, en sus labios abiertos... Y ella gritó su nombre cuando un estremecedor clímax la sacudió.
Nicholas gimió y la apretó las caderas mientras explotaba contra su calor.
Cuando pasó todo, _____ se desplomó contra su pecho. Sintió los brazos de él alrededor de su cintura y agradeció aturdida su apoyo.
Sentía todos los músculos del cuerpo casi líquidos. Y sin embargo, al mismo tiempo, se sentía más viva que nunca. Con la cabeza contra su hombro, _____ escuchó su respiración jadeante y supo que no era la única afectada por haber hecho el amor.
¿Hacer el amor?
No, aquello era sexo. Puro, simple y glorioso sexo. Hacer el amor había sido lo que había hecho con Bill, el hombre que hubiera sido su marido.
La pasión que acababa de compartir con aquel hombre no tenía nada que ver con el amor. Era algo mucho más básico y elemental. Lujuria, supuso.
Sintiéndose de repente incómoda, se apartó de Nicholas y buscó en la oscuridad su camiseta. Cuando la encontró, se la puso en el acto.
-_____ -dijo Nicholas con suavidad-. Creo que deberíamos hablar de esto.
Ella estaba profundamente agradecida a las sombras que la envolvían. De momento, no quería verle la cara con demasiada claridad. Apartándose el pelo de la cara, buscó con la mirada el tanga que había llevado puesto.
-No creo que haga falta -dijo al divisar el diminuto triángulo sobre el brazo del sofá.
Tenía las rodillas débiles y el cuerpo palpitante en sitios donde no lo había estado en años. Se tambaleó un poco al levantarse, pero alcanzó el encaje rojo y lo arrebujó en la mano.
Su ropa interior, tirada por la habitación en el arrebato de la pasión. Dios bendito, ¿en qué había estado pensando? ¿Habría estado pensando siquiera?
Nicholas se levantó y rodeó la mesita para acercarse a ella. Él ya se había colocado la ropa. Al mirarlo, nadie hubiera adivinado lo que acababa de pasar entre ellos.
_____ envidió su capacidad de control.
-No había planeado esto -dijo él al llegar a su lado.
-Ninguno de los dos lo había planeado. Pero los dos somos adultos. Podremos olvidarlo.
-¿Olvidarlo?
El encaje rojo le rozaba la palma de la mano. _____ sabía que no podría volver a ponerse aquellas bragas sin recordar aquella noche en que la pasión había encendido algo dentro de ella. Algo que ni siquiera había sabido que existía.
Tragó saliva antes de decir:
-Nicholas, sé que estás intentando ser amable, pero preferiría no hablar ahora.
Ni nunca, pensó para sus adentros.
-_____...
Por suerte, Estrella escogió aquel momento para empezar a llorar. Eran más gemidos que lloros y a _____ le pareció música celestial.
Se acercó apresurada a la puerta de su habitación cuando la voz de Nicholas la detuvo en sus pasos. Cerrando los ojos y conteniendo el aliento, suplicó que la dejara irse.
-Esta noche no, pero hablaremos de lo que ha ocurrido, _____. Yo soy demasiado mayor para jugar con cosas como ésta. Y también tú.
_____ no respondió. No podría haber hablado ni aunque le fuera la vida en ello.
Giró el pomo, entró en la habitación oscura y cerró la puerta con firmeza.
Se apoyó entonces contra la puerta pensando en el hombre del otro lado de ella.
¿Cómo se había vuelto todo tan confuso?, pensó, ¿Y cómo sobreviviría ella todo el verano allí?
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
4/5
Capítulo Siete
Nicholas se estiró en la cama y volvió la cabeza hacia la puerta de su habitación. La oyó moverse por la habitación de al lado y escuchó el suave murmullo de su voz calmando a Estrella.
Lanzó un gemido y dio un puñetazo al colchón. ¿Qué tipo de hombre era para que lo excitara la voz de una mujer arrullando a un bebé?
Le costó toda la fuerza de voluntad que poseía quedarse donde estaba y no ir a su lado. Deseaba una explicación. Quería saber por qué había habido aquel ardor tan increíble entre ellos. Y quería sentirlo de nuevo.
Básicamente, pensó sombrío, la deseaba.
Una y otra vez.
Inhalando con fuerza, arrellenó las almohadas bajo la cabeza y alzó la mirada hacia el techo.
Maldición. Él no necesitaba aquella complicación. Recordó entonces la primera imagen del encaje rojo envolviendo apenas sus pequeñas curvas. Bajo aquella ropa que se obstinaba en llevar, había un cuerpo que podría volver loco a cualquier hombre. Y encima era cálida, delicada y gentil. Todo lo que él había intentado evitar en las mujeres desde hacía tiempo.
Maldición. Debería sentirse mejor, acababa de hacer el amor con ella y satisfecho la necesidad que le llevaba atormentando semanas. Y en vez de eso, sentía el cuerpo tenso de necesidad. Hacer el amor, sólo le había despertado más el apetito.
Las imágenes le asaltaron. Sus cuerpos bañados por la luz de la luna y cómo se habían abandonado al amor en la oscuridad.
Abandonado.
Maldición. Se incorporó en el acto. ¿Cómo podría haber sido tan descuidado?
Saltó de la cama al instante y cruzó la habitación para dar tres suaves golpes en la puerta de la de ella.
_____ abrió al instante con un dedo en los labios. Pasando por delante de él, cerró la puerta tras ella.
–Silencio o la despertarás de nuevo.
-_____, me acabo de acordar de una cosa.
Se maldijo otra vez por haber sido tan estúpido.
-Nicholas. Estoy cansada y preferiría no hablar ahora...
-¿Estás tomando por casualidad la píldora? -preguntó él sin rodeos.
_____ frunció el ceño con expresión de incredulidad.
-Supongo que eso quiere decir que no.
Nicholas se pasó la mano por el cuello. Más complicaciones. Como si ya no hubiera suficientes.
-Por supuesto que no. No las había necesitado hasta esta noche.
–Maldición –susurró él.
–Eso no tiene por qué querer decir nada –dijo ella como para darse confianza a sí misma-.Ahora mismo no tengo muchas posibilidades de concebir.
Pero ése era el argumento con el que se habían engañado miles de parejas a lo largo de la historia.
-Debería haber tenido cuidado.-Él siempre tenía cuidado. Nunca había confiado en que la otra persona se encargara del control de natalidad.
Pero esa noche, por primera vez en su vida, no se había tomado el tiempo de pensarlo. En vez de eso, habían actuado como una pareja de chiquillos en el asiento trasero de un coche.
-Es culpa mía. Lo siento, _____.
-Déjalo. Yo ya soy una mujer. Debería haber tenido cuidado yo misma.
Entonces, ¿por qué se sentía él tan torpe? –Esto no va a llevarnos a ningún sitio –dijo Nicholas-. De todas formas, ahora no podemos hacer nada. ¿Cuándo lo sabremos?
-¿Hum? Oh. En un par de semanas.-Él asintió con rigidez. Dos semanas se le antojaba una eternidad teniendo en cuenta todo lo que había pasado en las dos anteriores. Ahora tenía una niñera, un bebé y quizá otro en camino. Dios bendito.
-Buenas noches, Nicholas -se despidió ella antes de darle tiempo a decir nada más.
Entonces abrió la puerta y se cerró en su habitación. Nicholas apoyó las dos manos contra el marco de la puerta con el ceño fruncido. Vaya desastre. Suspiró y recordó la expresión de sus ojos antes de cerrar la puerta.
A juzgar por ella, aquello no se repetiría más.
Muy disgustado consigo mismo, dirigió una última mirada a la puerta cerrada y se fue a su cama vacía.
A la mañana siguiente, _____ consiguió permanecer en su habitación hasta que Nicholas se fue al trabajo.
En cuanto no hubo moros en la costa, se apresuró a preparar el desayuno de Estrella.
Estaba tan cansada que le costaba mantener los ojos abiertos. No era de extrañar. Apenas había pegado ojo en toda la noche con las imágenes de Nicholas asaltándola igual que la preocupación por un posible embarazo.
_____ gimió para sus adentros. Sólo los tontos y los niños cometerían un error como aquél.
Y ella no era ya una niña.
Un niño. Apoyó la frente contra el armario. Por favor, suplicó en silencio. No podía quedarse embarazada. ¿Cómo podía enfrentarse a sus compañeros de trabajo al otoño siguiente? Una profesora de jardín de infancia soltera y embarazada. No, estaba segura de que el director no lo consentiría.
No era justo. ¿Cuántas veces había soñado con tener niños? Y ahora que podría estar embarazada, deseaba con todas sus fuerzas no estarlo.
¿Hacer el amor en un sofá con un hombre al que apenas conocía? Desde luego, eso no era nada propio de la vieja _____ _______.
Le rodó una lágrima por la mejilla. Apartándose del armario, echó un vistazo a Estrella que estaba feliz mordisqueando un juguete de plástico y sonreía encantada.
El teléfono sonó mientras le estaba preparando la comida. _____ lo descolgó, lo apretó entre el hombro y la oreja y siguió diluyendo la papilla.
–Hola, _____. Soy Kenia.
–¡Kenia! -_____ agradeció la distracción de la voz de su amiga–. ¿Cómo estás?
-Yo bien. Quería saber qué tal estabas tú.
-Lo siento –dijo _____ dándole una cucharada de cereal a Estrella-. Debería haberte llamado.
–No es para tanto. Habrás estado ocupada. Bueno, ¿cómo está mi nueva sobrina?
_____ no pudo evitar sonreír.
-Ahora mismo llenándose la cara de papilla.
Estrella se rió como si supiera que estaban hablando de ella. Dando palmadas contra la bandeja de la silla, abrió la boca para recibir otra cucharada.
-Dile a ese hermano mío que la traiga para verla, ¿de acuerdo?
-Lo haré. ¿Sabes? Todavía no ha decidido si va a quedarse con ella o no.
–Se quedará con ella –aseguró Kenia.
–¿Cómo lo sabes?
-Porque conozco a mi hermano -contestó antes de hablar con uno de sus hijos–. He dicho una galleta. Bueno, ¿qué piensas de Nicholas?
La pregunta que tanto había temido.
–Bueno, es... agradable.
–¿Agradable? ¿Eso es todo?
–¿Qué esperabas?
–Esperar no es la palabra adecuada. Más bien deseaba.
_____ limpió a Estrella con el babero.
-Kenia...
-No puedes culparme por intentarlo -interrumpió su amiga–. Había pensado que sería perfecto que Nicholas y tú estuvierais juntos.
_____ se sonrojó y dio gracias a que su amiga no pudiera verle la cara. Había sido perfecto. Más que perfecto. Pero el sexo no lo era todo.
–Olvídalo, Kenia.
Pero se lo decía más a sí misma que a su amiga. No podía engañarse pensando que Nicholas y ella estaban locamente enamorados. Aunque se sintiera más atraída hacia él de lo que le gustaría admitir, nadie salvo ella tenía por qué saberlo.
-Yo ya tuve mi oportunidad con el amor.
–Por favor. No empieces a contarme lo de santo Bill de nuevo.
–Era un hombre maravilloso –le defendió _____ con más ardor que nunca.
-Lo siento. Estoy segura de que lo era -Kenia tardó un largo minuto en seguir–. Pero ya no está, cariño. Y tú sigues viva. ¿Es justo que te entierres con su memoria? Bueno, cuéntame cómo está Nicholas con la niña. ¿Se le cae la baba ya?
Agradecida del cambio de tema, sonrió.
–Es muy bueno con ella, pero él mismo no se lo cree. Es como si ni se hubiera dado cuenta del tiempo que pasa con ella. Y lo mucho que lo disfruta.
-Entonces quizá deberías enseñárselo tú.
-¿Qué quieres decir?
–Quiero decir que le apartes del bebé. Que esté dormida cuando él llegue a casa. Haz que la eche de menos.
No era una mala idea, pensó _____.
-De acuerdo. Lo haré. Pero sólo porque sé lo estupendo que sería tomo padre.
-Por supuesto. Es mi hermano, ¿no te acuerdas? ¡Adam, deja esas tijeras ahora mismo! Ni se te ocurra cortarle la coleta a tu hermana.
_____ se rió y no le sorprendió que Kenia tuviera que despedirse.
Cuando colgó, _____ se levantó y sacó a Estrella de la silla para posarla en su regazo.
–Recuerda, Estrella, cuando vayas a ver a tus primos mantente alejada de Adam.
Estrella sonrió con el biberón en la boca y una cascada de papilla se le deslizó por la barbilla.
Nicholas abrió la puerta del apartamento sin saber cómo le recibirían.
Llevaba todo el día pensando en _____ e intentando borrar las imágenes de la noche anterior. _____ en sus brazos. _____ gimiendo. _____ gritando su nombre.
Por no mencionar la imagen de _____ embarazada.
A él nunca le había afectado así ninguna mujer. Nunca había permitido que una relación invadiera otros aspectos de su vida. Siempre había podido separar su profesión de su vida personal.
Hasta aquel momento.
Y no podía permitir que _____ afectara a su trabajo. Tendrían que hablar, lo quisiera ella o no. Apretó los dientes y cerró la puerta en silencio. Echó un vistazo al interior, pero no encontró rastros de _____ o del bebé. Sintió un vacío irracional en el pecho. ¿Y si se hubiera ido?
Pero sabía que era una estupidez. _____ no haría una cosa así.
Sin embargo, le asombró la oleada de alivio que sintió al verla salir de la habitación. Cuando ella lo vio se detuvo de golpe, lo miró y desvió enseguida la vista.
Llevaba otra de sus enormes camisetas y unos pantalones cortos azules que desvelaban sus piernas morenas. De nuevo se preguntó qué llevaría debajo.
Durante un largo minuto, sólo pudo mirarla mudo.
Era ridículo sentirse de repente con la lengua atada.
Nicholas tiró su uniforme de camuflaje en la mesa más próxima y alzó la mirada hacia ella deseando que lo mirara. Pero no funcionó. Por fin preguntó:
–¿Dónde está Estrella?
–Dormida –contestó ella encaminándose a la cocina.
-¿Dormida? ¿A la seis de la tarde? ¿Y por qué tan pronto?
_____ se encogió de hombros.
–Parecía muy cansada. Quizá no durmiera bastante anoche.
-Entonces sé lo que siente.
_____ le ignoró, se agachó y sacó una sartén del armario inferior.
–¿Te apetece una sopa? La verdad es que yo no tengo mucha hambre.
-Pensé que habías dicho que no cocinarías para mí.
–Voy a cocinar para mí –aclaró ella–. Simplemente hay bastante para los dos.
-Bien. _____...
Ella ni siquiera se dio la vuelta. Sólo empezó a abrir la lata de sopa como si fuera la cosa más importante del mundo.
-_____, deberíamos hablar de lo de anoche.
-¿Me puedes pasar ese cazo? -Maldiciendo para sí, Nicholas obedeció. -Gracias.
-De nada. Acerca de lo de anoche...
-Creo que sería mejor que intentemos aparentar que nunca sucedió -dijo volcando la sopa condensada en el cazo antes de llenarlo de agua-. Fue un accidente. Algo de lo que estoy segura que los dos nos arrepentiremos. Vamos a pasar de ello, ¿de acuerdo? -¿Pasar?
Nicholas miró su espalda deseando poder verla los ojos.
-Creo que eso sería lo mejor.
-Ah, bueno...
Nicholas asintió con fuerza aunque ella no pudiera verle. Había querido una discusión razonable. Le hubiera gustado explicar que sólo porque el sexo hubiera sido increíble no quería decir que fueran a mantener una relación.
Y ella se le había adelantado. Entonces, ¿por qué estabas tan disgustado? Llevaba todo el día pensando en la discusión y ya habían acabado, en menos de cinco frases.
Maldición. ¿Quién se creía que era, decidiendo ella sola algo que podía ser importante para los dos?
-¿Y si estuvieras embarazada? ¿También pasaríamos?
_____ se quedó completamente rígida.
-Nos preocuparemos por eso cuando haya que preocupase.
–No podrás evitar mirarme para siempre.
Muy despacio, _____ se dio la vuelta. Tenía las mejillas sonrosadas y los ojos le brillaban con una emoción que Nicholas no pudo definir.
-¿Ya estás contento?
-Deleitado -no estaba seguro de cómo llegar hasta ella. Estaba más distante que el día que había llegado–. Maldita sea, ¿dónde está la mujer con la que estuve ayer?
El color de sus mejillas se acentuó.
–Se ha ido –dijo–. Déjala que se vaya.
–Todavía no –lo único que sabía era que quería volver a la otra _____ de nuevo-. Llevo todo el día pensando en ti. Ni siquiera he podido trabajar. Llevo todo el día viendo tu cara, escuchando tu voz.
-Lo siento.
Nicholas se acercó a ella de dos largas zancadas y la sacudió levemente por los hombros.
–No quiero una disculpa. Quiero...
-¿Qué? -exclamó ella zafándose de sus manos-. ¿Qué es lo que quieres?
Su voz sonó hueca, vacía.
Nicholas bajó la mirada hacia sus manos y sacudió la cabeza.
-No lo sé. Pero sé que no quiero aparentar que lo de anoche no pasó. Meterlo bajo la alfombra no cambia nada. Y creo que tú sentiste la misma magia que yo.
-¿Magia?
–Sí –dijo él dando un paso cauteloso en dirección a ella.
-No fue magia, Nicholas. Fue lascivia, pura y simple.
–¿Lascivia?
Había pasado mucho tiempo desde que no escuchaba aquella palabra.
-No me interpretes mal. Yo lo disfruté.
Eso ya lo sabía él.
-Pero no puede volver a suceder.
Eso mismo llevaba diciéndose él todo el día. Era extraño que oírselo decir a ella sonara tan terminante.
–_____...
-Ya no tengo hambre –dijo ella con tensión-. Puedes tomar tú la sopa.
Entonces se dio la vuelta y se fue a su habitación.
Solo, no se movió de donde estaba hasta que oyó la sopa hervir al fuego.
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
5/5 ULTIMO
Capítulo Ocho
Tres días más tarde, _____ se apresuraba por el pasillo enmoquetado que conducía al apartamento. Eran casi las cinco, pensó al mirar con ansiedad a su reloj.
No debería haberse quedado tanto tiempo en el parque, pero Estrella se lo había estado pasando tan bien en el columpio de bebés que no había podido apartarla de él.
Ahora corría el riesgo de tropezarse con Nicholas.
Durante los días anteriores, la idea de Kenia de apartar a la niña de él había salido bien. Para cuando él llegaba de trabajar, Estrella ya había comido y estaba metida en la cama. Por las mañanas, la bañaba después de que él abandonara la casa.
La consecuencia del plan de Kenia era que ahora, cuando estaban a solas, Nicholas no había vuelto a hablar de aquella noche. En vez de eso, sólo preguntaba por la comida o los dientes de la niña.
Hasta había vuelto pronto a casa la noche anterior con la idea de pillar a Estrella antes de irse a la cama. Pero como no lo había conseguido, _____ esperaba que esa noche regresara incluso antes.
A mitad del pasillo, se apresuró más cuando vio que una puerta se abría a su izquierda. Alba Butler salió de su apartamento. No, ahora no, pensó _____.
Simplemente no tenía tiempo de escuchar otra parrafada acerca de los peligros de vivir con Nicholas Jonas.
La otra mujer frunció levemente el ceño antes de agacharse hacia la pequeña
-Hola, dulzura –Estrella agitó las piernas encantada-. Mira lo que tiene Alba para ti.
Sacando la mano de detrás de la espalda, le ofreció al bebé un conejo de ganchillo de color rosa.
Estrella balbuceó, lo agarró y se lo llevó a la boca.
_____ miró asombrada al feliz bebé antes de desviar la mirada hacia la mujer.
Tenía las profundas arrugas suavizadas y un brillo de emoción en los ojos.
-Alba Butler. Es usted un fraude.
La otra mujer le dirigió una mirada por el rabillo del ojo.
-No sabes de lo que estás hablando.
_____ sonrió y sacudió la cabeza.
-Tienes engañado a Nicholas, ¿sabes? -la anciana bajó las cejas blancas–. Y a mí también... hasta ahora. Vigilas y regañas a todo el mundo y de repente dedicas varios días a hacer algo como esto para un bebé al que apenas conoces –le dio una palmada a la anciana en la mano–. ¿Sabes que eres muy amable, Alba?
–¿Amable? -Alba sacudió la mano–. Nada de eso. Me sienta bien tener a alguien para quien hacerlo. Es egoísmo solamente.
-Si eso es egoísmo, no sé cuál será tu definición de generosidad.
Alba apartó la mano.
-Eres una chica muy agradable -dijo mirando a _____ de arriba abajo-. Y yo diría que una mejora considerable comparada con el tipo de mujeres que él solía traer a su casa.
_____ sintió una punzada de celos. Aquello no tenía sentido. Ella no estaba enamorada de Nicholas.
–¿Qué tipo de mujeres? –preguntó antes de pensarlo.
–¡Oh, de esas modelos! Delgadas como espátulas, con sonrisas falsas y vestidos de seda.
Deprimida de repente, _____ bajó la vista hacia su atuendo y puso una mueca sombría.
–Pero llevo meses sin ver a ninguna –estaba diciendo Alba.
-¿Meses?
¿Por qué aquella noticia le traía un rayo de esperanza?
-Sí. Al menos desde que tú viniste, espiarlo es tan interesante como ver al césped crecer.
–Intentaré hacerlo mejor a partir de ahora -dijo una profunda voz detrás de ellas.
En vez de darse la vuelta, _____ observó las relajadas y casi amistosas facciones de Alba contraerse en un gesto de desaprobación.
-¿Te ha dicho alguien que está mal escuchar las conversaciones ajenas?
-Nadie, señora.
–Eso me parecía.
_____ se volvió y vio que tenía casi una sonrisa en los labios mientras discutía con Alba.
–Podría enseñarme usted modales.
–No viviría tanto tiempo como para conseguirlo –dijo la mujer con un bufido antes de darse la vuelta hacia su puerta.
-Usted vivirá para siempre -le aseguró Nicholas.
Alba se detuvo, ladeó la cabeza y lo miró con recelo.
-¿Y cómo lo sabes?
Nicholas sonrió.
-Sólo los buenos mueren jóvenes.
Alba bufó, pero _____ notó un brillo de humor en sus ojos.
-Rudo, ya te lo he dicho. Simplemente rudo.
La mujer cerró entonces la puerta y echó los cuatro cerrojos.
Todavía sorprendida por el intercambio, _____ miró un momento a la puerta cerrada antes de mirar a Nicholas.
-Le caes bien, ¿verdad?
-Bueno, ésa es una palabra muy fuerte. Que no me odia, se parece más a la verdad.
Después de agitar el pelo de Estrella, Nicholas se estiró y miró a la mujer que seguía invadiendo sus sueños.
-Has vuelto pronto.
-Tengo que hacerlo estos días. Si quiero verte a ti o a Estrella –ella apartó la vista, pero Nicholas notó un destello de culpabilidad en sus ojos–. No sé lo que pretendes últimamente, pero, ¿te das cuenta de que no he visto a Estrella en varios días?
_____ empujó el cochecito hacia el apartamento.
-¿No era eso lo que querías?
-¿Querer qué?
-No querías que te molestara el bebé -se metió la mano al bolsillo para buscar las llaves-. Me estoy encargando de que no te moleste.
-¿Y quién te ha encargado hacer invisible a Estrella?
Nicholas la apartó a un lado, abrió la puerta y se apartó para que metiera la silla.
-Tú mismo.
-Tonterías. Yo nunca he dicho que quisiera que la escondieras en el desván.
-Tú no tienes desván. Pero dijiste que nunca habías querido niños y que si hubieras sabido que Kevin te encargaría la custodia, lo habrías impedido.
-Eso es diferente. Eso es lo que sentía antes.
-¿Y qué ha cambiado?
Nicholas no respondió. No sabía qué contestar.
Dirigiendo una mirada rápida al bebé, sintió que algo se le encogía dentro. Parecía que había crecido en los últimos días. Pero aquello era una tontería. No podía haber crecido en dos días.
Pero le sentaba bien verla. Mejor de lo que hubiera pensado.
Le había costado admitirlo y no quería pensar que lo mismo le pudiera ocurrir con _____. Todavía no.
En silencio, cerró la puerta.
-¿Y qué pasa contigo?
–¿Conmigo?
–Tú también te has mantenido fuera de la vista.
–He estado con el bebé.
Una respuesta demasiado rápida.
-Es algo más que eso. Has estado evitándome. A propósito.
Ella lo miró de soslayo antes de acariciarle a Estrella la cabeza.
-¿Y no debería?
-Yo nunca he dicho que no quisiera una niñera en mi vida.
_____ se puso rígida. Entre ellos se estableció una corriente eléctrica y el aire casi vibró de intensidad.
-Yo no estoy en tu vida -dijo ella cruzando la habitación a rápidos pasos.
Cada paso que daba le dolía. Era como si estuviera saliendo de su apartamento, distanciándose de él. Nicholas no podía soportar la idea.
Entonces la alcanzó antes de que pudiera abrir la puerta. _____ mantuvo a Estrella apretada contra su pecho.
-Tú estás aquí, _____ -dijo apretando los puños para no tocarla–. En mi casa. En mi vida.
Las palabras en mi corazón casi asomaron a sus labios, pero las contuvo.
-Temporalmente.
-Ahora -corrigió él.
–No hagas esto -le rogó _____ con la voz un poco quebrada.
-¿Hacer qué? ¿Decirte que te he echado de menos? ¿Qué sueño contigo todas las noches y no dejo de pensar en ti todo el día?
_____ lanzó un gemido antes de suspirar.
–No puedo concentrarme en el trabajo -prosiguió él-. Sólo consigo ver un par de ojos castaños –se acercó y posó un dedo con suavidad en aquellos labios-, en esos labios tan tentadores y en esa piel cubierta de encaje.
_____ se estremeció, Nicholas hubiera querido gritar. Sabía que ella lo deseaba con la misma desesperación que él. Lo sentía. Sentía ya el ardor crecer entre ellos.
-Nicholas-susurró dando un paso atrás-. Yo...
Estaba buscando algo que decir, algo para mantener la distancia de él, pero Nicholas no tenía intención de ayudarla.
_____ inspiró con fuerza para calmarse.
-Tendrás que disculparme -dijo con rigidez-. Tengo que bañar a la niña, darle de comer y...
-Lo haré yo esta noche -dijo alargando los brazos hacia Estrella que se tiró ansiosa a por él.
Los días anteriores casi había podido sentir que estaba solo en el apartamento. En silencio y en paz.
Aquello debería haberle hecho feliz y sin embargo, ahora que había recordado un poco lo que había sido su vida antes de la llegada del bebé, comprendía que no le gustaba ni un poco. Se había acostumbrado a la presencia de Estrella en su vida y su ausencia le dejaba un vacío insoportable.
La sonrisa de aquella niña le hacía sentir que podía conquistar el mundo y sus lágrimas le rompían el corazón.
La niña se rió y le palmeó la mejilla con sus dedos gordezuelos. Nicholas sonrió y alzó la mirada hacia _____.
Sí, había echado de menos a Estrella.
Pero se moría por _____.
Todas las noches permanecía echado en la cama escuchando los sonidos de la otra habitación. En el trabajo fantaseaba sobre sus enormes camisetas y los perfectos senos que escondían. Sus sueños estaban invadidos de imágenes de ella y de la ropa interior de encaje que sabía que llevaba siempre. Recordaba cada instante de la noche que habían pasado juntos y aquellos recuerdos lo excitaban y le ponían de mal humor con sus compañeros.
Tenía que hacer algo.
-La he echado de menos -dijo con suavidad _____ asintió con un brillo acuoso en los ojos–. Y a ti también.
Ella alzó la mirada. –Eso no ayuda en nada.
-¿Y qué ayudaría, _____? -preguntó dando un paso hacia ella.
-No lo sé.
-¡Maldita sea! ¿Por qué me lo estás poniendo tan difícil? -Nicholas le alcanzó la barbilla y se la alzó para que lo mirara-. No tendría por qué ser así.
-Por supuesto que sí -dijo ella con un leve vaivén de cabeza-. Ninguno de los dos había planeado que sucediera esto.
Planes. Seguro que ella lo planificaba todo. Aunque él también había sido así antes.
Entonces recordó algo que _____ había dicho la noche en que habían hecho el amor.
-¿No me dijiste que los planes no siempre salían bien? ¿Qué es la vida la que a veces manda? Tú misma me dijiste que tenía que adaptarme.
-Eso es diferente -protestó ella con voz ronca.
-¿Por qué?
_____ sacudió la cabeza sin encontrar ningún argumento válido.
-Te he deseado mucho, _____. Sueño con abrazarte de nuevo. Enterrarme dentro de ti. Sentir los latidos de tu corazón bajo mi pecho.
Ella lanzó un largo suspiro y alzó despacio la mirada.
Se estaba debilitando. Nicholas lo sintió y el deseo bramó en su cuerpo.
-Esta noche _____ -pidió él-. Dame esta noche y mañana nos enfrentaremos a lo que sea.
A _____ se le aceleró la respiración y se mordió el labio inferior con nerviosismo.
Pasó un largo momento y Nicholas se preguntó si habría ido demasiado lejos. Pero sólo estaba seguro de una cosa. No podía pasar otra larga y solitaria noche con ella tan cerca y a la vez tan lejos.
La necesitaba, maldita fuera.
-Es un error -susurró ella.
-Es inevitable.
-No deberíamos.
-¿Pero lo haremos?
-Sí -asintió ella con impotencia-. Lo haremos.
Para cuando Estrella estuvo bañada, alimentada y dormida, _____ tenía los nervios a flor de piel. Tenía un nudo en el estómago y un ardor en el vientre por lo que estaba a punto de pasar.
Abrió los grifos hasta ajustar la temperatura de la ducha.
El pequeño cuarto de baño se llenó de vapor lentamente. Salía del borde de la bañera y se elevaba en una danza arremolinada como una bruma caliente.
_____ se miró al espejo mientras se sujetaba el pelo en la coronilla. Deslizó con pereza la mirada por su imagen y no pudo evitar preguntarse qué encontraría Nicholas tan atractivo en su figura. Sus senos eran demasiado pequeños como para ser voluptuosos, sus caderas demasiado redondeadas para estar a la moda y nunca tendría una cintura pequeña. Las piernas era lo que tenía mejor y aún así, eran demasiado cortas.
Un poco avergonzada, se rodeó la cintura con los brazos y le sorprendió que sus manos estuvieran frías.
No debería haber aceptado aquello, se dijo a sí misma con consternación. Debería haber sido fuerte. Debería haberle dicho que repetir un error sólo aumentaría el problema.
Pero al instante le asaltaron las imágenes de ellos dos en el sofá y se le endurecieron los pezones. La atracción que existía entre ellos, era demasiado fuerte como para ignorarla.
Suspirando, se dio la vuelta, entró en la bañera v corrió la cortina. Se quedó bajo el agua caliente un rato con la esperanza de que calmara sus nervios. Alcanzó entonces la barra de jabón y la frotó entre las palmas antes de enjabonarse los hombros y el cuello.
-¿Puedo ayudarte con la espalda? -la sobresaltó una voz grave y profunda a sus espaldas.
–Vete -ordenó mientras él corría la cortina y subía sobre el borde de la bañera para unirse a ella.
Una de sus manos le rozó el hombro y lentamente descendió por su columna hasta su trasero. _____ se estremeció.
-Los dos queremos ducharnos, así que ¿por qué no ahorrar agua?
_____ gimió para sus adentros. Una cosa era hacer el amor con un hombre en la oscuridad de una habitación y otra bajo la luz fluorescente de un baño cuya bañera parecía encogerse a cada minuto.
-¿_____? –la llamó él con suavidad.
Dirigió un rápido vistazo por encima del hombro y al instante supo que estaba perdida.
Las nubes de vapor le envolvían la cabeza. Los ojos chocolatados que la miraban brillaban con el ardor del deseo. Las gotas de agua pendían del suave vello rubio de su torso. _____ bajó aún más la mirada para posarla sobre su sexo excitado.
-Pásame el jabón -insistió.
Sin decir una palabra, hizo lo que le pedía. Le observó frotarse las manos con la barra y contuvo el aliento cuando la alcanzó.
Sus fuertes manos se posaron en sus hombros.
Sus dedos frotaron cada lado de su cuello y _____ sintió que los músculos se le derretían mientras él le deshacía con delicadeza los nudos de tensión.
_____ se inclinó hacia adelante y apoyó la frente en los fríos y húmedos azulejos para concentrarse en la sensación de sus manos. Sintió la piel jabonosa de él deslizarse a lo largo de su columna hasta la curva de su trasero.
Sus palmas le abarcaron las nalgas acariciando y frotando la sensible piel hasta que ella gimió de placer y se apoyó con más fuerza contra la pared. Con la mano derecha, alcanzó la bandeja de porcelana del jabón encastrada en la pared y la asió con fuerza mientras él continuaba explorando su cuerpo.
-Adorable -murmuró él con voz ronca de deseo-. Es tan adorable...
A _____ le temblaron las rodillas y se puso rígida. Se negaba a disolverse en una masa de sensaciones a sus pies.
Entonces, una de las manos jabonosas se introdujo entre sus piernas apremiándola a que las abriera para él. La suave y deslizante sensación de sus dedos en sus muslos le hizo soltar otro gemido gutural. _____ se apretó por completo contra los azulejos azules y blancos, volvió la cara de medio lado y cerró los ojos.
–Déjame tocarte, _____ –susurró él.
Al instante ella abrió más los muslos con la respiración jadeante. El estómago se le comprimió y la boca se le secó. Agarrándose a la bandeja del jabón como si le fuera la vida en ello, esperó por la íntima caricia que estaba a punto de llegar.
Entonces él la besó en la parte posterior del cuello.
_____ dio un respingo a sentir una corriente eléctrica. Sus labios y su lengua juguetearon con su nuca antes de descender por su espina dorsal.
-Nicholas -murmuró.
Sintió entonces que él se arrodillaba tras ella y quiso protestar, pero no le salió una sola palabra. Sus largos dedos enjabonados frotaron y acariciaron la piel que a cada momento se estaba volviendo más sensible.
Una de sus manos se deslizó entre sus muslos desde atrás y ella se arqueó de anticipación. Nicholas enterró dos dedos en su húmedo ardor apretando y frotando sus músculos internos hasta que su cuerpo fue una masa temblorosa de sensaciones.
_____ gimió y abrió las piernas aún más en un ansioso intento de sentirlo más. El vapor cegaba todo menos las caricias de Nicholas.
Entonces la besó en el trasero mordisqueándola con suavidad. Lentamente Nicholas se levantó frotando su cuerpo contra el de ella. Su sexo excitado le recordó que quedaba más por llegar.
_____ se quedó sin aliento. El corazón le golpeaba la caja torácica con un ritmo frenético.
Las rodillas le temblaron y tuvo que agarrarse a la bandeja con más fuerza.
Cuando Nicholas se apretó con firmeza contra su espalda, apartó la mano de sus piernas a pesar del gemido de protesta de ella.
Pero no se apartó. En vez de hacerlo, deslizó la mano derecha por delante bajándola por su vientre hasta llegar al rizoso vértice del final de sus muslos.
Agradecida y ansiosa, _____ murmuró:
-Sí, Nicholas. ¡Oh, por favor, ahora!
Nicholas bajó la cabeza para besarla en la mejilla y en la comisura de los labios. _____ no podía moverse ni se atrevía a apartarse un milímetro de la pared alicatada que era su único soporte.
Cuando su mano se deslizó por su piel mojada hasta llegar a su palpitante centro, ella se estremeció con violencia. Su dedo pulgar frotó el endurecido botón de su deseo. Nicholas susurró, pero sus palabras se perdieron entre el murmullo del agua y los latidos de su corazón. Sus caderas se arquearon con frenesí mientras él la acariciaba sin cesar.
Con el cuerpo agitado contra sus masculinas manos, _____ se retorció buscando alivio con desesperación. Nicholas se apretó aún más contra ella hasta que sus cuerpos quedaron pegados.
Con la respiración jadeante, _____ buscó aire en el diminuto receptáculo. Impotente para hacer nada que no fuera abandonarse a la oleada de deseo que estaba creciendo dentro de ella, _____ gritó su nombre cuando la primera explosión la llevó al límite.
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Les dejo estos cinco capitulos ya les subire mas seguido la semana que viene ya salgo de vacaciones y el lunes cumplo años pero bueno Bss espero que los hayan disfrutado
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
me encantaron...yeii!!! Nick ya quiere a Estrella y hay una gran admosfera romántica :love: ... SÍGUELA!!!
Mar_Smile
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
HELLOOOO!!! ana_pau!! NEW, FIEL & PESADA READER!! ME ENCANTA TU NOVEEE!!!!! plisss!! Seguilaaa!!!!!!! :D
Me fascinaa!! e.e
TKMMMM!! BESOS!! Y ABRAZOS!! :love: :hug:
P. D: PLIS! PASATE POR MI NOVEE!!
Me fascinaa!! e.e
TKMMMM!! BESOS!! Y ABRAZOS!! :love: :hug:
P. D: PLIS! PASATE POR MI NOVEE!!
Melisa-Love 4ever-Jonas
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
HOLAAAAAAAAAA :P lo siento se que las he tenido medio abandonadas pero esque hasta esta semana sali de vacaciones estupida escuela :wut: y entobnces no he tenido tiemppo pero prometo pasarme mas seguido ha y tambien para decirles que quedan como cinco capitulos de la novela asi que pronto van a tener una nueva Bss y ¡FELICES FIESTAS!
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Capítulo Nueve
Con manos temblorosas, Nicholas cerró el agua y salió de la bañera. Se dio la vuelta y recogió a _____ en brazos. Ella se apretó contra él con el cuerpo todavía tembloroso mientras susurraba su nombre. Nicholas no se molestó en agarrar toallas. La deseaba ya. Húmeda y sonrojada del vapor. En silencio, se encaminó a la habitación.
Hubiera deseado hacerle el amor en la ducha. Mirarla mientras el clímax la sacudía, le había hecho llegar hasta el límite.
Pero no cometería otro error con ella. Esa vez tendría el cuidado que debían haber tenido la primera vez.
Entrando en la habitación oscura, se dirigió directamente a la cama y le tendió sobre las sábanas blancas. _____ se estremeció con languidez, abrió los ojos y sonrió. Los mechones mojados le enmarcaban la cara y tenía los ojos turbios de pasión.
Susurró su nombre y extendió los brazos hacia él.
Nicholas apretó los dientes, abrió el cajón de la mesilla y revolvió a ciegas su contenido. Cuando encontró lo que buscaba, cerró de golpe.
Sus dedos, de repente torpes, rasgaron el envoltorio.
-Nicholas-susurró ella con suavidad incorporándose sobre un codo y extendiendo la mano libre hacia él-. Déjame hacerlo a mí.
Nicholas le pasó el paquete increíblemente excitado ante la idea de sus manos sobre él.
_____ se sentó y se acercó al borde de la cama. Nicholas tenía la respiración entrecortada mientras la observaba sacar el preservativo y acercarse a él.
Los dedos de ella se cerraron con fuerza alrededor de él. Con el pulgar lo acarició y frotó hasta que le oyó gemir.
-_____. Estoy al borde del límite.
_____ esbozó una femenina sonrisa de satisfacción. Inclinándose hacia él, le besó en el estómago y Nicholas lanzó una maldición cuando sintió que perdía el control.
-Pues traspasa ese límite-Nicholas le apremió con suavidad
Nicholas bajó la vista hacia ella y sintió que el corazón se le paraba, con su boca a unos milímetros de su excitación, se acercó aún más. Nicholas apretó los dientes y los puños. Sólo podía cerrar los ojos para no perder el control.
Pero no pudo apartar la mirada.
Observó cómo sus labios lo tocaban y sintió el suave aliento contra su ardiente piel.
Un ronco murmullo de necesidad se escapó de sus labios. Él pelo mojado de _____ contra sus muslos era un dramático contraste del ardor que sentía por dentro. Un momento. Se abandonó a la íntima caricia mientras se moría por estar dentro de ella, por enterrarse en ella para que nunca más estuvieran separados.
De repente. Nicholas no puso soportar más. Alcanzándola, le apartó las manos a ambos lados de la cabeza y le alzó la cara hacia él. Cuando sus ojos se encontraron, se sintió conmovido hasta la médula al ver la oscura pasión en la mirada de ella.
–Ponme el preservativo, _____. Necesito estar dentro de ti y no podré aguantar más tiempo.
–Yo también lo necesito, Nicholas. Más de lo que hubiera creído posible.
–Date prisa, _____. Date prisa.
_____ se lo puso lenta y cuidadosamente. Entonces se tendió en el colchón y estiró los brazos hacia él en gesto de bienvenida. Ya no podía esperar ni un segundo. El dulce tormento ya había durado demasiado. Una salvaje necesidad le quemaba con una energía que no podía ser negada.
_____ se arrodilló entre sus muslos, deslizó las manos bajo su trasero y le alzó un poco las caderas para permitir la entrada. Cuando avanzó dentro de su calor, se detuvo abandonándose a la sensación de su cuerpo cerrándose alrededor de él. Y experimentó la misma sensación de la primera vez.
Era como volver a casa.
Con el siguiente aliento, empujo para entrar en lo más profundo de ella y en segundos empezó el ritmo ancestral que los desbordó sin remedio.
_____ le apretó los hombros y los antebrazos. Nicholas sintió sus uñas y agachó la cabeza para devorarle primero un pezón y después el otro. Deslizó la lengua y la lamió hasta que ella empezó a retorcerse bajo su cuerpo.
_____ subió las manos hasta su torso y él sintió sus dedos en sus pezones como un relámpago. Redobló sus esfuerzos en acariciar sus senos uno cada vez.
-Por favor Nicholas–susurró ella-. Esto es tan delicioso -sacudió la cabeza contra la almohada y el pelo se derramó contra la tela-. No puedo hacerlo de nuevo. Es demasiado pronto.
-Otra vez –murmuró él con voz espesa.
A pesar de sus protestas, _____ arqueó las caderas y se acopló a su compás. Nicholas sintió el cambio en ella mientras se acercaba otro clímax. La respiración se le aceleró y _____ le clavó las uñas en la espalda.
Nicholas alzó la cabeza y la penetró de nuevo hasta que ella alzó las piernas y las enroscó alrededor de su cintura. La penetración fue más profunda. Con la espalda arqueada, _____ ladeó la cabeza y gritó en alto.
Nicholas apoyó las dos manos a ambos lados de su cabeza y le tomó los labios cuando el placer la sacudió y la arrastró.
Cuando los temblores se suavizaron, Nicholas sintió las oleadas de alivio sacudirle a él. La entreabrió la boca con la lengua y le absorbió el aliento mientras se estremecía en sus brazos.
Nicholas rodó después de medio lado sin soltarla y la atrajo con un brazo. Ella se acurrucó contra su hombro mientras escuchaba los regulares latidos de su corazón. Inspiró con fuerza para recuperar el aliento. En aquel momento, no podría correr aunque le fuera la vida en ello. Tenía todos los músculos del cuerpo abotargados.
Cuando Nicholas deslizó los dedos por su espalda, _____ sonrió con tristeza. Su delicada caricia fue como un nudo alrededor del corazón. No quería
reconocerlo. No podía admitir ningún sentimiento aparte del placer. Hacerlo le conduciría al desastre.
Sintió que se le comprimía el pecho con una desbordante emoción a la que se negaba a dar nombre.
Entonces un velo de lágrimas le nubló la vista y cerró los ojos contra el dolor que la asaltaría. Por el momento, sólo deseaba reposar en sus brazos y escuchar los latidos del corazón del hombre que se había vuelto tan importante para ella.
Un suave sonido de disgusto le despertó de un profundo sueño. Nicholas miró al techo intentando averiguar qué era lo que le había despertado.
_____ suspiró y se acurrucó más contra él. Con la cabeza en su pecho, su aliento era cálido como un susurro contra su piel. Nicholas sonrió en la oscuridad y atesoró aquel momento en su memoria. La sedosa textura de su piel y el calor de su cuerpo enroscado contra el de él. La sensual cortina de su pelo derramado por su brazo. Le gustaría estar sintiendo aquello dentro de cincuenta años.
Se detuvo asombrado ante aquella idea y la sonrisa se desvaneció de sus labios. Pero ya era demasiado tarde. Era como si su subconsciente ya hubiera aceptado que _____ y él estarían juntos para siempre.
Antes de poder enfrentarse a sus propios sentimientos, oyó otra vez el ruido que lo había despertado. Un débil y agudo grito que le rompió el corazón.
Estrella.
Bajó la vista hacia la mujer que dormía en sus brazos. No la despertaría. Se deslizó con cuidado de la cama, recogió la bata de la silla y se fue a la otra habitación.
Los reflejos de la luna penetraban en la oscuridad iluminando la cuna donde Estrella se removía agitada con la manta enroscada entre las piernas, Nicholas la miró durante un largo minuto. La niña se frotó los ojos con los puños y lanzó un grito de disgusto.
Nicholas le liberó de las mantas y la niña se dio la vuelta al instante, agarró su conejito y volvió a dormirse.
Sacudiendo la cabeza con suavidad, Nicholas comprendió lo indefensa que era aquella criatura.
Algo se le contrajo en el pecho amenazando con estrangularlo. Había tantas cosas en el mundo que todavía debía explorar: alegría, dolor, amor...
Agarrando el borde de la cuna, le acarició la mejilla y los ojos del conejito brillaron bajo la luz de la luna. ¿Quién hubiera pensado que Alba Butler tendría aquella debilidad por los bebés?
Sacudió la cabeza, se encogió de hombros y se rió en bajo.
-¿Y por qué debería sorprenderme? –susurró-. Mira lo que has conseguido hacer conmigo. Yo nunca quise niños, ¿sabes? –confesó–. Pero seguro que tú ya lo habías adivinado. Y eso no te detuvo. Seguiste ganándote mi corazón a fuerza de sonrisas. Igual que una mujer. Tiran por los suelos las defensas de un hombre hasta que ya no sabe lo que sería la vida sin ellas.
Sintió una punzada en el corazón. Aquella diminuta criatura se había convertido en una parte integral de su vida. Ya no podía concebir no verla dar sus primeros pasos o escuchar su primera palabra.
Tragó saliva y susurró de nuevo:
-No creas que yo soy ninguna panacea, Estrella. No sé nada de ser padre. Y probablemente cometa muchos errores. Pero te prometo que lo intentaré.
Metió la mano en la cuna y le acarició la cabeza con mucha suavidad.
Inspirando con fuerza añadió:
-Te quiero, Estrella. Créeme, estoy tan sorprendido como tú. No contaba con que pasara esto. Pero algo me habéis enseñado _____ y tú. Que la vida cambia cuando menos se lo espera uno. Y ahora no me puedo imaginar la mía sin vosotras dos. Pero te quiero, pequeña. Mi pequeña.
_____ se secó las lágrimas que le caían por las mejillas.
De pie en las sombras del comedor con una camisa de Nicholas, se quedó en el umbral de la puerta desde donde podía escucharle sin que la viera.
Desde allí le escuchó hacer promesas con una oleada de ternura. Se moría de ganas de acercarse a él, apoyar la cabeza contra su pecho y sentir sus brazos alrededor de ella.
Pero no se movió pensando en lo que había dicho de ella.
Que no se podía imaginar la vida sin ella.
¿Querría eso decir que también la amaba?
Sintió una oleada de pánico y se cruzó de brazos al sentir un escalofrío.
Aquello no podría funcionar. Sus propios miedos la derrotarían. Lo que quiera que hubiera entre ellos estaba abocado al fracaso. Eso lo había sabido desde el principio. Desde la primera vez que la había besado.
Otra lágrima se le derramó por el rabillo del ojo y la secó con rapidez.
No podría quedarse allí mucho más tiempo, se dijo a sí misma. No podía estar a su lado mientras hacía planes para el futuro de Estrella. Un futuro en el que _____ no tomaría parte.
Brevemente, imaginó los largos y solitarios años que se extendían por delante de ella. Se imaginó a la mujer sin cara que la sustituiría en la vida de Estrella.
¿Ocuparía aquella extraña su lugar con Nicholas también?
¿Se olvidarían él y Estrella de ella en cuanto se fuera?
Una fuerte punzada de dolor le atenazó ante la idea.
Pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Nada de nada, aparte de disfrutar del tiempo que le quedara con las dos personas que habían llegado a significar tanto para ella.
Inspirando varias veces, volvió a su habitación v se echó en la cama. Se quitó con desgana la camisa de camuflaje y se cubrió con la sábana. Si tenía suerte, para cuando él volviera, ya estaría dormida de nuevo.
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Capítulo Nueve
Con manos temblorosas, Nicholas cerró el agua y salió de la bañera. Se dio la vuelta y recogió a _____ en brazos. Ella se apretó contra él con el cuerpo todavía tembloroso mientras susurraba su nombre. Nicholas no se molestó en agarrar toallas. La deseaba ya. Húmeda y sonrojada del vapor. En silencio, se encaminó a la habitación.
Hubiera deseado hacerle el amor en la ducha. Mirarla mientras el clímax la sacudía, le había hecho llegar hasta el límite.
Pero no cometería otro error con ella. Esa vez tendría el cuidado que debían haber tenido la primera vez.
Entrando en la habitación oscura, se dirigió directamente a la cama y le tendió sobre las sábanas blancas. _____ se estremeció con languidez, abrió los ojos y sonrió. Los mechones mojados le enmarcaban la cara y tenía los ojos turbios de pasión.
Susurró su nombre y extendió los brazos hacia él.
Nicholas apretó los dientes, abrió el cajón de la mesilla y revolvió a ciegas su contenido. Cuando encontró lo que buscaba, cerró de golpe.
Sus dedos, de repente torpes, rasgaron el envoltorio.
-Nicholas-susurró ella con suavidad incorporándose sobre un codo y extendiendo la mano libre hacia él-. Déjame hacerlo a mí.
Nicholas le pasó el paquete increíblemente excitado ante la idea de sus manos sobre él.
_____ se sentó y se acercó al borde de la cama. Nicholas tenía la respiración entrecortada mientras la observaba sacar el preservativo y acercarse a él.
Los dedos de ella se cerraron con fuerza alrededor de él. Con el pulgar lo acarició y frotó hasta que le oyó gemir.
-_____. Estoy al borde del límite.
_____ esbozó una femenina sonrisa de satisfacción. Inclinándose hacia él, le besó en el estómago y Nicholas lanzó una maldición cuando sintió que perdía el control.
-Pues traspasa ese límite-Nicholas le apremió con suavidad
Nicholas bajó la vista hacia ella y sintió que el corazón se le paraba, con su boca a unos milímetros de su excitación, se acercó aún más. Nicholas apretó los dientes y los puños. Sólo podía cerrar los ojos para no perder el control.
Pero no pudo apartar la mirada.
Observó cómo sus labios lo tocaban y sintió el suave aliento contra su ardiente piel.
Un ronco murmullo de necesidad se escapó de sus labios. Él pelo mojado de _____ contra sus muslos era un dramático contraste del ardor que sentía por dentro. Un momento. Se abandonó a la íntima caricia mientras se moría por estar dentro de ella, por enterrarse en ella para que nunca más estuvieran separados.
De repente. Nicholas no puso soportar más. Alcanzándola, le apartó las manos a ambos lados de la cabeza y le alzó la cara hacia él. Cuando sus ojos se encontraron, se sintió conmovido hasta la médula al ver la oscura pasión en la mirada de ella.
–Ponme el preservativo, _____. Necesito estar dentro de ti y no podré aguantar más tiempo.
–Yo también lo necesito, Nicholas. Más de lo que hubiera creído posible.
–Date prisa, _____. Date prisa.
_____ se lo puso lenta y cuidadosamente. Entonces se tendió en el colchón y estiró los brazos hacia él en gesto de bienvenida. Ya no podía esperar ni un segundo. El dulce tormento ya había durado demasiado. Una salvaje necesidad le quemaba con una energía que no podía ser negada.
_____ se arrodilló entre sus muslos, deslizó las manos bajo su trasero y le alzó un poco las caderas para permitir la entrada. Cuando avanzó dentro de su calor, se detuvo abandonándose a la sensación de su cuerpo cerrándose alrededor de él. Y experimentó la misma sensación de la primera vez.
Era como volver a casa.
Con el siguiente aliento, empujo para entrar en lo más profundo de ella y en segundos empezó el ritmo ancestral que los desbordó sin remedio.
_____ le apretó los hombros y los antebrazos. Nicholas sintió sus uñas y agachó la cabeza para devorarle primero un pezón y después el otro. Deslizó la lengua y la lamió hasta que ella empezó a retorcerse bajo su cuerpo.
_____ subió las manos hasta su torso y él sintió sus dedos en sus pezones como un relámpago. Redobló sus esfuerzos en acariciar sus senos uno cada vez.
-Por favor Nicholas–susurró ella-. Esto es tan delicioso -sacudió la cabeza contra la almohada y el pelo se derramó contra la tela-. No puedo hacerlo de nuevo. Es demasiado pronto.
-Otra vez –murmuró él con voz espesa.
A pesar de sus protestas, _____ arqueó las caderas y se acopló a su compás. Nicholas sintió el cambio en ella mientras se acercaba otro clímax. La respiración se le aceleró y _____ le clavó las uñas en la espalda.
Nicholas alzó la cabeza y la penetró de nuevo hasta que ella alzó las piernas y las enroscó alrededor de su cintura. La penetración fue más profunda. Con la espalda arqueada, _____ ladeó la cabeza y gritó en alto.
Nicholas apoyó las dos manos a ambos lados de su cabeza y le tomó los labios cuando el placer la sacudió y la arrastró.
Cuando los temblores se suavizaron, Nicholas sintió las oleadas de alivio sacudirle a él. La entreabrió la boca con la lengua y le absorbió el aliento mientras se estremecía en sus brazos.
Nicholas rodó después de medio lado sin soltarla y la atrajo con un brazo. Ella se acurrucó contra su hombro mientras escuchaba los regulares latidos de su corazón. Inspiró con fuerza para recuperar el aliento. En aquel momento, no podría correr aunque le fuera la vida en ello. Tenía todos los músculos del cuerpo abotargados.
Cuando Nicholas deslizó los dedos por su espalda, _____ sonrió con tristeza. Su delicada caricia fue como un nudo alrededor del corazón. No quería
reconocerlo. No podía admitir ningún sentimiento aparte del placer. Hacerlo le conduciría al desastre.
Sintió que se le comprimía el pecho con una desbordante emoción a la que se negaba a dar nombre.
Entonces un velo de lágrimas le nubló la vista y cerró los ojos contra el dolor que la asaltaría. Por el momento, sólo deseaba reposar en sus brazos y escuchar los latidos del corazón del hombre que se había vuelto tan importante para ella.
Un suave sonido de disgusto le despertó de un profundo sueño. Nicholas miró al techo intentando averiguar qué era lo que le había despertado.
_____ suspiró y se acurrucó más contra él. Con la cabeza en su pecho, su aliento era cálido como un susurro contra su piel. Nicholas sonrió en la oscuridad y atesoró aquel momento en su memoria. La sedosa textura de su piel y el calor de su cuerpo enroscado contra el de él. La sensual cortina de su pelo derramado por su brazo. Le gustaría estar sintiendo aquello dentro de cincuenta años.
Se detuvo asombrado ante aquella idea y la sonrisa se desvaneció de sus labios. Pero ya era demasiado tarde. Era como si su subconsciente ya hubiera aceptado que _____ y él estarían juntos para siempre.
Antes de poder enfrentarse a sus propios sentimientos, oyó otra vez el ruido que lo había despertado. Un débil y agudo grito que le rompió el corazón.
Estrella.
Bajó la vista hacia la mujer que dormía en sus brazos. No la despertaría. Se deslizó con cuidado de la cama, recogió la bata de la silla y se fue a la otra habitación.
Los reflejos de la luna penetraban en la oscuridad iluminando la cuna donde Estrella se removía agitada con la manta enroscada entre las piernas, Nicholas la miró durante un largo minuto. La niña se frotó los ojos con los puños y lanzó un grito de disgusto.
Nicholas le liberó de las mantas y la niña se dio la vuelta al instante, agarró su conejito y volvió a dormirse.
Sacudiendo la cabeza con suavidad, Nicholas comprendió lo indefensa que era aquella criatura.
Algo se le contrajo en el pecho amenazando con estrangularlo. Había tantas cosas en el mundo que todavía debía explorar: alegría, dolor, amor...
Agarrando el borde de la cuna, le acarició la mejilla y los ojos del conejito brillaron bajo la luz de la luna. ¿Quién hubiera pensado que Alba Butler tendría aquella debilidad por los bebés?
Sacudió la cabeza, se encogió de hombros y se rió en bajo.
-¿Y por qué debería sorprenderme? –susurró-. Mira lo que has conseguido hacer conmigo. Yo nunca quise niños, ¿sabes? –confesó–. Pero seguro que tú ya lo habías adivinado. Y eso no te detuvo. Seguiste ganándote mi corazón a fuerza de sonrisas. Igual que una mujer. Tiran por los suelos las defensas de un hombre hasta que ya no sabe lo que sería la vida sin ellas.
Sintió una punzada en el corazón. Aquella diminuta criatura se había convertido en una parte integral de su vida. Ya no podía concebir no verla dar sus primeros pasos o escuchar su primera palabra.
Tragó saliva y susurró de nuevo:
-No creas que yo soy ninguna panacea, Estrella. No sé nada de ser padre. Y probablemente cometa muchos errores. Pero te prometo que lo intentaré.
Metió la mano en la cuna y le acarició la cabeza con mucha suavidad.
Inspirando con fuerza añadió:
-Te quiero, Estrella. Créeme, estoy tan sorprendido como tú. No contaba con que pasara esto. Pero algo me habéis enseñado _____ y tú. Que la vida cambia cuando menos se lo espera uno. Y ahora no me puedo imaginar la mía sin vosotras dos. Pero te quiero, pequeña. Mi pequeña.
_____ se secó las lágrimas que le caían por las mejillas.
De pie en las sombras del comedor con una camisa de Nicholas, se quedó en el umbral de la puerta desde donde podía escucharle sin que la viera.
Desde allí le escuchó hacer promesas con una oleada de ternura. Se moría de ganas de acercarse a él, apoyar la cabeza contra su pecho y sentir sus brazos alrededor de ella.
Pero no se movió pensando en lo que había dicho de ella.
Que no se podía imaginar la vida sin ella.
¿Querría eso decir que también la amaba?
Sintió una oleada de pánico y se cruzó de brazos al sentir un escalofrío.
Aquello no podría funcionar. Sus propios miedos la derrotarían. Lo que quiera que hubiera entre ellos estaba abocado al fracaso. Eso lo había sabido desde el principio. Desde la primera vez que la había besado.
Otra lágrima se le derramó por el rabillo del ojo y la secó con rapidez.
No podría quedarse allí mucho más tiempo, se dijo a sí misma. No podía estar a su lado mientras hacía planes para el futuro de Estrella. Un futuro en el que _____ no tomaría parte.
Brevemente, imaginó los largos y solitarios años que se extendían por delante de ella. Se imaginó a la mujer sin cara que la sustituiría en la vida de Estrella.
¿Ocuparía aquella extraña su lugar con Nicholas también?
¿Se olvidarían él y Estrella de ella en cuanto se fuera?
Una fuerte punzada de dolor le atenazó ante la idea.
Pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Nada de nada, aparte de disfrutar del tiempo que le quedara con las dos personas que habían llegado a significar tanto para ella.
Inspirando varias veces, volvió a su habitación v se echó en la cama. Se quitó con desgana la camisa de camuflaje y se cubrió con la sábana. Si tenía suerte, para cuando él volviera, ya estaría dormida de nuevo.
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
por que no entenderán que están hechos el uno para el otro... no puedo esperar a verlos juntos :).... no puedo creer que solo queden 5 capítulos.... SÍGUELA!!!
Mar_Smile
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
NUUUEEEVVVAAA LEEECTOORAAAAA!!!
AAIII CREO QUE NICK ESTA ENAMORADO DE ______!!!!!
PERO SE LO TIENE QUE DECIR ANTES DE QUE ELLA SE VALLAAAA!!!
AAIII CREO QUE NICK ESTA ENAMORADO DE ______!!!!!
PERO SE LO TIENE QUE DECIR ANTES DE QUE ELLA SE VALLAAAA!!!
chelis
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Antes del capitulo les quiero decir que FELIZ NAVIDAD y que quedan este y dos capitulos para que finalice la novela, les voy a subir otra pero no se si quieren que suba una romantica o una hot les dejo la decision a ustedes dejen el comentario sobre que la quieren bueno ya les dejo el capitulo Bss
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Capítulo Diez
Pero no tuvo la buena estrella.
Podría haber aparentado estar dormida, pero no quiso. Lo que deseaba era sentir los brazos de Nicholas alrededor de su cuerpo, escuchar los latidos de su corazón y contentarse con el momento.
Nicholas se recostó sobre los almohadones y cuando ella se acercó a él, le pasó un brazo por encima y la atrajo hacia sí.
–¿Todo bien?
-Sí -susurró él-. Ya se ha vuelto a dormir.
–Bien.
-Voy a quedármela, _____. Voy a criarla como a mi propia hija.
A pesar de la situación, _____ sonrió y le dio un beso en el pecho.
–Sabía que lo harías.
Nicholas se rió y el eco retumbó bajo su mejilla.
–Pues sabías más que yo mismo.
-Eso recuérdalo siempre -dijo buscando aligerar el ambiente con la broma.
-_____... -la apretó más contra sí corno si pensara que pudiera escapar-. Hay algo más. Algo de lo que quiero hablar contigo.
El pánico la asaltó. La oscuridad pareció acercarse más amenazando con tragarla. No podía dejarle hablar. El tono serio de su voz le advertía de que no podía escuchar lo que iba a decirle.
Alzó la cabeza y lo miró. La mirada de Nicholas, suave y cálida, estaba clavada en ella.
-Esta noche no -susurró suplicante–. No hablemos más esta noche.
-Pero...
Nicholas levantó una mano y le apartó el pelo de la cara.
-Por favor -susurró ella dándose la vuelta para darle un beso en el centro de la palma de la mano.
Deslizándose sobre él, _____ bajó la cabeza para besarlo dándole todo lo que pudo.
Todo lo que se arriesgaba a dar.
Nicholas rodó de medio lado tendiéndola de espaldas. Sus manos se deslizaron por su piel y trazaron sus curvas con dedos exploradores. La magia que había entre ellos ardió en gloriosa vida, iluminando la oscuridad con brillantes destellos de color y luz.
Al mirar a sus líquidos ojos castaños, Nicholas comprendió por fin la profundidad del amor que sentía por ella. Le sorprendió tanto como le aterrorizó.
No estaba seguro de lo que había sucedido, aunque eso ya no importaba. Lo único que importaba era que había recibido algo que hacía tiempo había decidido que nunca sería suyo.
La pasión, el deseo, el amor le inundaron arrastrándole a un lugar cercano a la locura. Deseaba decir en voz alta las palabras y paladear su sabor. Y quería que ella admitiera que también lo amaba. Porque sabía que lo amaba. Lo sentía. Lo escuchaba en su voz y lo sentía en sus caricias.
Pero mientras continuaba mirando a aquellos increíbles ojos suyos, aceptó con desgana el hecho de que ella todavía no estaba preparada. ¿No se había escondido de él varios días después de haber hecho el amor la primera vez? ¿Por qué motivo tendría que ocultarse si no era para esconder la profundidad de sus emociones?
Tendría que esperar. Esperar hasta que ella estuviera tan segura de su nuevo amor como lo estaba él.
La decepción fue aliviada por el conocimiento de que todavía disponía hasta el final del verano para convencerla.
Y no la perdería.
Ahora no. No, después de comprender por fin lo que había encontrado en ella.
_____ levantó una mano y le atrajo la cabeza hacia la suya.
Los planes e ideas para el futuro se disolvieron mientras Nicholas se abandonaba al presente y al placer de amarla.
En un esfuerzo por mantener la cordura y la paz mental, _____ se fue de compras a la mañana siguiente.
No era que necesitara o quisiera nada en particular, pero no podía quedarse encerrada en el apartamento todo el día. Necesitaba espacios abiertos y sentir el viento en la cara.
Desde que la noche anterior había oídos los planes de futuro de Nicholas y había comprendido que ella no formaría parte de ellos.
Al instante, recordó su cara de determinación cuando había vuelto a la cama. Todos sus instintos le decían que estaba a punto de hacerle una proposición. Una proposición que tendría que rechazar. No podía arriesgarse a amar de nuevo. El dolor de la pérdida sería demasiado profundo. Por suerte, había conseguido evitar que dijera las palabras que hubieran acabado su tiempo juntos. De momento.
_____ apretó la barra de la sillita del bebé. No estaba segura de cuánto tiempo más aguantaría, pero no creía poder durar todo el verano.
El dormido pueblo costero era pequeño y tenía más tiendas para turismo que para los habitantes, pero _____ apenas se enteró. Estuvo viendo tiendas de artesanía y entró en una de bebés donde compró un gorro para el sol para Estrella.
Después se metió en un café a disfrutar de un merecido descanso y a darle el biberón a la niña.
Por fin. Sin dejar de mirar escaparates en el camino de vuelta, _____ se detuvo en seco frente al a la una boutique de señoras.
El sol brillaba en el cristal resplandeciente, pero _____ no estaba admirado el maniquí muy bien ataviado.
Su mirada quedó atrapada por su propio reflejo. Apretó la barra de la silla y estudió reflexiva a la mujer en la que se había convertido.
De alguna manera, hasta ese momento no se había prestado mucha atención. La mujer del cristal parecía diez años mayor de los treinta. El pelo en una desarreglada coleta y la figura escondida en una camisa túnica de color amarillo y una falda hasta los tobillos que flotaba a su alrededor. Hasta los zapatos eran un poco de matrona.
Alzó la vista para mirarse a los ojos y se apartó un mechón de la cara.
–¿Qué te has hecho a ti misma? –susurró.
Antes solía ir elegante.
De acuerdo, quizá no elegante, pero tenía un aspecto interesante. ¿Qué había pasado?
Había pasado que se había muerto Bill.
Mordiéndose el labio inferior, reconoció que desde la muerte de su prometido, se había escondido. Había construido una torre alrededor de sí misma y había creído que vistiéndose como una vagabunda no atraería la atención de los hombres. No había querido arriesgarse de nuevo a amar.
¡Menuda broma! No había servido de nada.
Nicholas había visto a través del exterior desarreglado a la mujer que realmente era. De alguna manera, le había tocado el alma a pesar de las barreras que ella había levantado con tanto cuidado.
Ahora, aquella ropa sólo representaba mal gusto, aunque no podía permitirse enamorarse de nuevo, ya no había motivos para esconderse tras aquella ropa que le quedaba tan mal.
-Bueno -dijo pensativa mirando a la sillita-. Ya que la ropa no sirvió de nada, ¿por qué no entramos a ver si encontramos algo que me quede mejor?
Estrella pataleó y gritó excitada.
-Tienes razón. Creo que ya es hora de que vuelva al mundo. Un paso de cada vez.
Nicholas entró en el apartamento y se detuvo a aspirar el delicioso aroma que provenía de la cocina.
Dios, cómo habían cambiado las cosas. Sólo unas semanas atrás, hubiera vuelto a un apartamento vacío a cenar algo calentado en el micro-ondas v quizá a ver un vídeo.
Las bendiciones domésticas. ¿Quién sabía que podían sentar tan bien?
Desde la cocina, le llegaron los torpes intentos de hablar de Estrella y el arrullo del canto de _____.
Sonriendo, tiró el sombrero a la mesa y empezó a cruzar la habitación. En la entrada, se paró en seco.
-Hola -saludo _____-. No te había oído entrar.
Asombrado, Nicholas la miró de arriba abajo. La transformación empezaba en su pelo. Se lo había cortado y ahora caía limpiamente sobre los hombros en una suave onda que tentaba a acariciarlo. Pero no se había quedado sólo en el corte de pelo. Llevaba una camiseta ajustada de color melocotón que le dejaba el vientre al aire y unos pantalones cortos de color pastel que se ajustaban a sus caderas y muslos como las manos de un amante, mostrando cada una de sus curvas con detallada precisión.
Sacudiendo la cabeza, Nicholas se frotó el cuello y exclamó con fervor: -¡Uau!
La sonrisa de _____ le produjo calidez.
-¿Cuál ha sido la ocasión para ir de compras?
-No ha habido ocasión. Pensé que ya era hora.
-Me parece muy bien.
–Bueno. Ahora has llegado a tiempo de poner la mesa.
Sonriendo, Nicholas se inclinó, besó a Estrella en la cabeza y se acercó al armario de los platos.
Nicholas no había apartado los ojos de ella en toda la cena. Si le hubieran preguntado que qué había comido, no habría podido decirlo.
Desde el momento en que la había visto con aquella ropa nueva, había sentido la esperanza renacer en él. Tenía que haber habido algún motivo para aquel cambio repentino. Quizá el deseo de una nueva vida.
Una vida con él.
-¿Hueles algo? -preguntó de repente _____ arrugando la nariz.
–¿Qué? –le costó un momento volver al presente. Olisqueó el aire y frunció el ceño. Definitivamente algo se estaba quemando-. ¿Dejaste alguna cazuela al fuego?
-No.
Pero _____ se levantó y se fue a comprobarlo. Sacudió la cabeza y volvió a mirarlo.
Nicholas se levantó aprisa y recorrió con rapidez el apartamento. Era extraño. El olor se hizo más fuerte cuando se acercó a la puerta de salida.
Entonces lo escuchó.
Un sonido estridente, ahogado, pero claro.
Reaccionando como una bala, gritó:
-¡La alarma de humo ha saltado! Hay fuego abajo -llegó a la cocina a rápidas zancadas y sacó a Estrella de la silla alta de comer. La niña gritó ante aquel brusco trato, pero no dedicó tiempo a calmarla.
Extraños sentimientos no olvidados lo asaltaron. Una mezcla de terror y calma, pánico y lógica. Como si estuviera de nuevo en el campo de batalla, se puso al mando planeando ya lo mejor para que sus tropas, ahora su familia, sobrevivieran.
Dirigió la mirada hacia _____. Tenía las mejillas pálidas y los ojos muy abiertos de alarma.
-¡No te asustes! -esperó hasta que la vio tranquilizarse-. Probablemente nos sobre mucho tiempo. Vamos fuera. Ahora mismo.
Ella asintió con rigidez y se dio la vuelta, pero hacia su habitación.
–¿A dónde diablos vas?
-A buscar la chaqueta de Estrella.
-Olvida la maldita chaqueta -dijo él dando los pocos pasos que la separaban de ella para asirla por la muñeca-. Vamos fuera del edificio. Eso es lo único importante ahora.
Apretando a Estrella contra su pecho a pesar de sus esfuerzos por liberarse de él, Nicholas se detuvo en la puerta y pasó la palma de la mano por el panel. Estaba frío. Lanzó un suspiro de alivio para sus adentros. Al menos sabía que no había fuego en el pasillo esperando para envolverlos.
Giró el pomo, asomó la cabeza para examinar la situación y salió.
-Vamos -le apremió a _____.
Ella se acercó a su lado e intentó agarrar al bebé.
-Yo la llevaré. Tú mantente detrás de mí. Agárrame por el cinturón y no lo sueltes.
Pasara lo que pasara no quería correr el riesgo de perderla.
Pasaron por delante de la puerta de Alba y Nicholas se detuvo y llamó con el puño.
-¡Alba! -gritó.
Como nadie contestó, Nicholas se convenció de que estaría ya fuera. No podía esperar. Todos sus instintos le apremiaban a que dejara a _____ y a Estrellla a salvo.
La puerta del otro único apartamento estaba abierta. Aparentemente, el otro inquilino ni se había molestado en cerrarla con las prisas.
Nicholas siguió avanzando por el pasillo enmoquetado. Era raro, ahora le parecía mucho más largo.
Al llegar al final, entrecerró los ojos. Justo pasado el ascensor, un tentáculo de humo llegaba hasta lo alto de las escaleras.
El pecho se le contrajo y se le secó la boca.
La cinta de neblina gris se enroscaba y caracoleaba hasta el techo antes de avanzar hacia el pasillo, en dirección a ellos. El estridente sonido de la alarma sonaba como los gritos de los condenados.
Ignorando el susurro del miedo, Nicholas apresuró el paso obligándose a dirigir a su familia hacia el humo. No había otra salida. No podían tomar el ascensor. Tenían que usar las escaleras.
-Nicholas –susurró _____ con tensión–. La niña. Se ahogará.
El humo les llegaba al nivel de los ojos en ese momento y seguía descendiendo a cada segundo. Pronto no podrían respirar sin jadear.
–Estará bien –respondió girando la cabeza de Estrella contra su pecho–. Agáchate. Mantente lo más baja que puedas.
-De acuerdo. Vamos.
Se lanzaron escaleras abajo entre las ráfagas de humo que parecían cuerdas fantasmales intentando retenerlos. Mantenerlos dentro.
La puerta principal estaba abierta y Nicholas se lanzó hacia ella.
En la pradera, gente de toda la calle se arremolinaba. Un surfista y una mujer de mediana edad tenían mangueras domésticas en la mano dirigidas a una de las ventanas de los tres apartamentos del piso bajo.
Nicholas bajó los escalones, pero tampoco se detuvo. No hasta que Estrella y _____ estuvieran a salvo a una distancia prudencial del fuego.
Bajo las gruesas ramas de un arce, Nicholas soltó a Estrella y lanzó una carcajada al ver su mueca de disgusto. Al momento siguiente se volvió para tomar a _____ en sus brazos.
-¿Estás bien? -preguntó dándole un beso en la frente.
-Sí -respondió ella alzando la cabeza hacia él con una sonrisa asustada.
Tenía la respiración jadeante, pero por lo demás estaba bien. Nicholas dirigió una oración de gracias y alzó la mirada hacia el grupo de gente.
Ausente, escuchó acercarse el sonido de las sirenas de los bomberos.
Nicholas frunció el ceño y barrió con la mirada las caras de la multitud.
-Alba –murmuró con una sensación de vacío en el estómago.
–¿Qué? ¿Qué pasa con ella?
-No está aquí -le pasó al bebé a _____ y se dirigió hacia la puerta-. No ha salido.
-¿Estás seguro? -dijo _____ siguiendo sus pasos.
-No. Pero no la veo por ninguna parte.
_____ apretó al bebé con fuerza.
-¡Oh, Dios! Nicholas...
Tenía que comprobarlo. Tenía que asegurarse de que la anciana había conseguido ponerse a salvo.
-Quédate aquí -ordenó en un tono que no admitía réplica.
Se detuvo lo justo para acariciarle la mejilla y salió corriendo hacia la puerta abierta de donde salía el humo.
_____ contempló cómo desaparecía en la espesa neblina y mantuvo la mirada clavada en el sitio por el que había desaparecido. No podía apartar la vista. Ni podía respirar.
Dios. Había estado a su lado y ahora había desaparecido. Quizá para siempre. ¿Y si le mataba el humo? ¿Y si el fuego se extendía a pesar de los esfuerzos de los vecinos? ¿Y si los bomberos llegaban demasiado tarde?
Demasiados riesgos. Demasiados peligros.
Con el corazón desbocado se dijo a sí misma que era un soldado entrenado. Estaría bien. Era un Marine profesional. Un hombre entrenado para luchar en cualquier sitio del mundo en cualquier momento.
El peligro y el riesgo formaban parte de su vida. La muerte nunca estaba lejos de sus misiones.
Pero el terror la asaltó. ¿Cómo se había permitido involucrarse con Nicholas?
Oh, Dios, murmuró atemorizada. Nicholas no. Ahora no. Todavía no. ¿Todavía no? ¿Entonces cuando? ¿Después de que vivieran juntos y se amaran y tuviera más hijos? ¿Sería entonces el momento de perderle como a Bill?
Las lágrimas le empañaron los ojos.
No podía pasarle aquello otra vez.
Otra vez no. Nunca más.
No se dio cuenta de lo apretado que tenía al bebé hasta que Estrella se retorció en sus brazos. _____ aflojó un poco el abrazo intentando controlar a la vez sus miedos. Los gritos de la niña continuaron y se intensificaron cuando los camiones de emergencia aparcaron tras ellas.
En unos segundos, los bomberos estaban corriendo por el césped. Apartando a la multitud, se pusieron al trabajo de apagar el fuego.
Un paramédico quiso examinarlas a Estrella y a ella, pero _____ sólo sacudió la cabeza. De momento tenía que concentrarse en enfocar sus plegarias hacia aquella puerta.
Nicholas, pensó frenética. ¿Por qué tardaba tanto? ¿Por qué no había salido ya? ¿Por qué no estaba allí, a su lado?
Los antiguos miedos la asaltaron amenazando con ahogarla. Se le cerró la garganta y tuvo que hacer un esfuerzo para respirar.
«Por favor, Dios, no dejes que se muera el hombre al que amo, suplicó. Otra vez no».
Lanzó un gemido de miedo y dolor. No tenía sólo una aventura con aquel hombre. Era peor que eso. Dios bendito, lo amaba. De forma mucho más profunda y completa de lo que había amado a Bill.
Las lágrimas se derramaron por sus mejillas al comprender que sus sentimientos por Bill no podían compararse a los que le producía Nicholas.
Nada podría comparársele.
¿Dónde se había metido?
¿Por qué no había salido?
El miedo le paralizó la espina dorsal. El terror le repetía la misma palabra una y otra vez: muerto, muerto, muerto...
_____ ahogó un sollozo. No. No podía pasar por aquello de nuevo.
Nunca sobreviviría al dolor.
Inspiró con fuerza y se recordó a sí misma que era por aquello por lo que se había escondido tanto tiempo. Por lo que había decidido no volver a amar de nuevo. Aquella era la agonía que había esperado evitar.
Para nada.
Las lágrimas de desesperación le empañaron los ojos mientras los segundos se hacían eternos.
Y entonces apareció. Con Alba Butler firmemente abrazada contra su pecho, Nicholas, con la cara tiznada, salió de la neblina espesa.
Su mirada se clavó en ella al instante.
Y _____ vivió de nuevo.
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Capítulo Diez
Pero no tuvo la buena estrella.
Podría haber aparentado estar dormida, pero no quiso. Lo que deseaba era sentir los brazos de Nicholas alrededor de su cuerpo, escuchar los latidos de su corazón y contentarse con el momento.
Nicholas se recostó sobre los almohadones y cuando ella se acercó a él, le pasó un brazo por encima y la atrajo hacia sí.
–¿Todo bien?
-Sí -susurró él-. Ya se ha vuelto a dormir.
–Bien.
-Voy a quedármela, _____. Voy a criarla como a mi propia hija.
A pesar de la situación, _____ sonrió y le dio un beso en el pecho.
–Sabía que lo harías.
Nicholas se rió y el eco retumbó bajo su mejilla.
–Pues sabías más que yo mismo.
-Eso recuérdalo siempre -dijo buscando aligerar el ambiente con la broma.
-_____... -la apretó más contra sí corno si pensara que pudiera escapar-. Hay algo más. Algo de lo que quiero hablar contigo.
El pánico la asaltó. La oscuridad pareció acercarse más amenazando con tragarla. No podía dejarle hablar. El tono serio de su voz le advertía de que no podía escuchar lo que iba a decirle.
Alzó la cabeza y lo miró. La mirada de Nicholas, suave y cálida, estaba clavada en ella.
-Esta noche no -susurró suplicante–. No hablemos más esta noche.
-Pero...
Nicholas levantó una mano y le apartó el pelo de la cara.
-Por favor -susurró ella dándose la vuelta para darle un beso en el centro de la palma de la mano.
Deslizándose sobre él, _____ bajó la cabeza para besarlo dándole todo lo que pudo.
Todo lo que se arriesgaba a dar.
Nicholas rodó de medio lado tendiéndola de espaldas. Sus manos se deslizaron por su piel y trazaron sus curvas con dedos exploradores. La magia que había entre ellos ardió en gloriosa vida, iluminando la oscuridad con brillantes destellos de color y luz.
Al mirar a sus líquidos ojos castaños, Nicholas comprendió por fin la profundidad del amor que sentía por ella. Le sorprendió tanto como le aterrorizó.
No estaba seguro de lo que había sucedido, aunque eso ya no importaba. Lo único que importaba era que había recibido algo que hacía tiempo había decidido que nunca sería suyo.
La pasión, el deseo, el amor le inundaron arrastrándole a un lugar cercano a la locura. Deseaba decir en voz alta las palabras y paladear su sabor. Y quería que ella admitiera que también lo amaba. Porque sabía que lo amaba. Lo sentía. Lo escuchaba en su voz y lo sentía en sus caricias.
Pero mientras continuaba mirando a aquellos increíbles ojos suyos, aceptó con desgana el hecho de que ella todavía no estaba preparada. ¿No se había escondido de él varios días después de haber hecho el amor la primera vez? ¿Por qué motivo tendría que ocultarse si no era para esconder la profundidad de sus emociones?
Tendría que esperar. Esperar hasta que ella estuviera tan segura de su nuevo amor como lo estaba él.
La decepción fue aliviada por el conocimiento de que todavía disponía hasta el final del verano para convencerla.
Y no la perdería.
Ahora no. No, después de comprender por fin lo que había encontrado en ella.
_____ levantó una mano y le atrajo la cabeza hacia la suya.
Los planes e ideas para el futuro se disolvieron mientras Nicholas se abandonaba al presente y al placer de amarla.
En un esfuerzo por mantener la cordura y la paz mental, _____ se fue de compras a la mañana siguiente.
No era que necesitara o quisiera nada en particular, pero no podía quedarse encerrada en el apartamento todo el día. Necesitaba espacios abiertos y sentir el viento en la cara.
Desde que la noche anterior había oídos los planes de futuro de Nicholas y había comprendido que ella no formaría parte de ellos.
Al instante, recordó su cara de determinación cuando había vuelto a la cama. Todos sus instintos le decían que estaba a punto de hacerle una proposición. Una proposición que tendría que rechazar. No podía arriesgarse a amar de nuevo. El dolor de la pérdida sería demasiado profundo. Por suerte, había conseguido evitar que dijera las palabras que hubieran acabado su tiempo juntos. De momento.
_____ apretó la barra de la sillita del bebé. No estaba segura de cuánto tiempo más aguantaría, pero no creía poder durar todo el verano.
El dormido pueblo costero era pequeño y tenía más tiendas para turismo que para los habitantes, pero _____ apenas se enteró. Estuvo viendo tiendas de artesanía y entró en una de bebés donde compró un gorro para el sol para Estrella.
Después se metió en un café a disfrutar de un merecido descanso y a darle el biberón a la niña.
Por fin. Sin dejar de mirar escaparates en el camino de vuelta, _____ se detuvo en seco frente al a la una boutique de señoras.
El sol brillaba en el cristal resplandeciente, pero _____ no estaba admirado el maniquí muy bien ataviado.
Su mirada quedó atrapada por su propio reflejo. Apretó la barra de la silla y estudió reflexiva a la mujer en la que se había convertido.
De alguna manera, hasta ese momento no se había prestado mucha atención. La mujer del cristal parecía diez años mayor de los treinta. El pelo en una desarreglada coleta y la figura escondida en una camisa túnica de color amarillo y una falda hasta los tobillos que flotaba a su alrededor. Hasta los zapatos eran un poco de matrona.
Alzó la vista para mirarse a los ojos y se apartó un mechón de la cara.
–¿Qué te has hecho a ti misma? –susurró.
Antes solía ir elegante.
De acuerdo, quizá no elegante, pero tenía un aspecto interesante. ¿Qué había pasado?
Había pasado que se había muerto Bill.
Mordiéndose el labio inferior, reconoció que desde la muerte de su prometido, se había escondido. Había construido una torre alrededor de sí misma y había creído que vistiéndose como una vagabunda no atraería la atención de los hombres. No había querido arriesgarse de nuevo a amar.
¡Menuda broma! No había servido de nada.
Nicholas había visto a través del exterior desarreglado a la mujer que realmente era. De alguna manera, le había tocado el alma a pesar de las barreras que ella había levantado con tanto cuidado.
Ahora, aquella ropa sólo representaba mal gusto, aunque no podía permitirse enamorarse de nuevo, ya no había motivos para esconderse tras aquella ropa que le quedaba tan mal.
-Bueno -dijo pensativa mirando a la sillita-. Ya que la ropa no sirvió de nada, ¿por qué no entramos a ver si encontramos algo que me quede mejor?
Estrella pataleó y gritó excitada.
-Tienes razón. Creo que ya es hora de que vuelva al mundo. Un paso de cada vez.
Nicholas entró en el apartamento y se detuvo a aspirar el delicioso aroma que provenía de la cocina.
Dios, cómo habían cambiado las cosas. Sólo unas semanas atrás, hubiera vuelto a un apartamento vacío a cenar algo calentado en el micro-ondas v quizá a ver un vídeo.
Las bendiciones domésticas. ¿Quién sabía que podían sentar tan bien?
Desde la cocina, le llegaron los torpes intentos de hablar de Estrella y el arrullo del canto de _____.
Sonriendo, tiró el sombrero a la mesa y empezó a cruzar la habitación. En la entrada, se paró en seco.
-Hola -saludo _____-. No te había oído entrar.
Asombrado, Nicholas la miró de arriba abajo. La transformación empezaba en su pelo. Se lo había cortado y ahora caía limpiamente sobre los hombros en una suave onda que tentaba a acariciarlo. Pero no se había quedado sólo en el corte de pelo. Llevaba una camiseta ajustada de color melocotón que le dejaba el vientre al aire y unos pantalones cortos de color pastel que se ajustaban a sus caderas y muslos como las manos de un amante, mostrando cada una de sus curvas con detallada precisión.
Sacudiendo la cabeza, Nicholas se frotó el cuello y exclamó con fervor: -¡Uau!
La sonrisa de _____ le produjo calidez.
-¿Cuál ha sido la ocasión para ir de compras?
-No ha habido ocasión. Pensé que ya era hora.
-Me parece muy bien.
–Bueno. Ahora has llegado a tiempo de poner la mesa.
Sonriendo, Nicholas se inclinó, besó a Estrella en la cabeza y se acercó al armario de los platos.
Nicholas no había apartado los ojos de ella en toda la cena. Si le hubieran preguntado que qué había comido, no habría podido decirlo.
Desde el momento en que la había visto con aquella ropa nueva, había sentido la esperanza renacer en él. Tenía que haber habido algún motivo para aquel cambio repentino. Quizá el deseo de una nueva vida.
Una vida con él.
-¿Hueles algo? -preguntó de repente _____ arrugando la nariz.
–¿Qué? –le costó un momento volver al presente. Olisqueó el aire y frunció el ceño. Definitivamente algo se estaba quemando-. ¿Dejaste alguna cazuela al fuego?
-No.
Pero _____ se levantó y se fue a comprobarlo. Sacudió la cabeza y volvió a mirarlo.
Nicholas se levantó aprisa y recorrió con rapidez el apartamento. Era extraño. El olor se hizo más fuerte cuando se acercó a la puerta de salida.
Entonces lo escuchó.
Un sonido estridente, ahogado, pero claro.
Reaccionando como una bala, gritó:
-¡La alarma de humo ha saltado! Hay fuego abajo -llegó a la cocina a rápidas zancadas y sacó a Estrella de la silla alta de comer. La niña gritó ante aquel brusco trato, pero no dedicó tiempo a calmarla.
Extraños sentimientos no olvidados lo asaltaron. Una mezcla de terror y calma, pánico y lógica. Como si estuviera de nuevo en el campo de batalla, se puso al mando planeando ya lo mejor para que sus tropas, ahora su familia, sobrevivieran.
Dirigió la mirada hacia _____. Tenía las mejillas pálidas y los ojos muy abiertos de alarma.
-¡No te asustes! -esperó hasta que la vio tranquilizarse-. Probablemente nos sobre mucho tiempo. Vamos fuera. Ahora mismo.
Ella asintió con rigidez y se dio la vuelta, pero hacia su habitación.
–¿A dónde diablos vas?
-A buscar la chaqueta de Estrella.
-Olvida la maldita chaqueta -dijo él dando los pocos pasos que la separaban de ella para asirla por la muñeca-. Vamos fuera del edificio. Eso es lo único importante ahora.
Apretando a Estrella contra su pecho a pesar de sus esfuerzos por liberarse de él, Nicholas se detuvo en la puerta y pasó la palma de la mano por el panel. Estaba frío. Lanzó un suspiro de alivio para sus adentros. Al menos sabía que no había fuego en el pasillo esperando para envolverlos.
Giró el pomo, asomó la cabeza para examinar la situación y salió.
-Vamos -le apremió a _____.
Ella se acercó a su lado e intentó agarrar al bebé.
-Yo la llevaré. Tú mantente detrás de mí. Agárrame por el cinturón y no lo sueltes.
Pasara lo que pasara no quería correr el riesgo de perderla.
Pasaron por delante de la puerta de Alba y Nicholas se detuvo y llamó con el puño.
-¡Alba! -gritó.
Como nadie contestó, Nicholas se convenció de que estaría ya fuera. No podía esperar. Todos sus instintos le apremiaban a que dejara a _____ y a Estrellla a salvo.
La puerta del otro único apartamento estaba abierta. Aparentemente, el otro inquilino ni se había molestado en cerrarla con las prisas.
Nicholas siguió avanzando por el pasillo enmoquetado. Era raro, ahora le parecía mucho más largo.
Al llegar al final, entrecerró los ojos. Justo pasado el ascensor, un tentáculo de humo llegaba hasta lo alto de las escaleras.
El pecho se le contrajo y se le secó la boca.
La cinta de neblina gris se enroscaba y caracoleaba hasta el techo antes de avanzar hacia el pasillo, en dirección a ellos. El estridente sonido de la alarma sonaba como los gritos de los condenados.
Ignorando el susurro del miedo, Nicholas apresuró el paso obligándose a dirigir a su familia hacia el humo. No había otra salida. No podían tomar el ascensor. Tenían que usar las escaleras.
-Nicholas –susurró _____ con tensión–. La niña. Se ahogará.
El humo les llegaba al nivel de los ojos en ese momento y seguía descendiendo a cada segundo. Pronto no podrían respirar sin jadear.
–Estará bien –respondió girando la cabeza de Estrella contra su pecho–. Agáchate. Mantente lo más baja que puedas.
-De acuerdo. Vamos.
Se lanzaron escaleras abajo entre las ráfagas de humo que parecían cuerdas fantasmales intentando retenerlos. Mantenerlos dentro.
La puerta principal estaba abierta y Nicholas se lanzó hacia ella.
En la pradera, gente de toda la calle se arremolinaba. Un surfista y una mujer de mediana edad tenían mangueras domésticas en la mano dirigidas a una de las ventanas de los tres apartamentos del piso bajo.
Nicholas bajó los escalones, pero tampoco se detuvo. No hasta que Estrella y _____ estuvieran a salvo a una distancia prudencial del fuego.
Bajo las gruesas ramas de un arce, Nicholas soltó a Estrella y lanzó una carcajada al ver su mueca de disgusto. Al momento siguiente se volvió para tomar a _____ en sus brazos.
-¿Estás bien? -preguntó dándole un beso en la frente.
-Sí -respondió ella alzando la cabeza hacia él con una sonrisa asustada.
Tenía la respiración jadeante, pero por lo demás estaba bien. Nicholas dirigió una oración de gracias y alzó la mirada hacia el grupo de gente.
Ausente, escuchó acercarse el sonido de las sirenas de los bomberos.
Nicholas frunció el ceño y barrió con la mirada las caras de la multitud.
-Alba –murmuró con una sensación de vacío en el estómago.
–¿Qué? ¿Qué pasa con ella?
-No está aquí -le pasó al bebé a _____ y se dirigió hacia la puerta-. No ha salido.
-¿Estás seguro? -dijo _____ siguiendo sus pasos.
-No. Pero no la veo por ninguna parte.
_____ apretó al bebé con fuerza.
-¡Oh, Dios! Nicholas...
Tenía que comprobarlo. Tenía que asegurarse de que la anciana había conseguido ponerse a salvo.
-Quédate aquí -ordenó en un tono que no admitía réplica.
Se detuvo lo justo para acariciarle la mejilla y salió corriendo hacia la puerta abierta de donde salía el humo.
_____ contempló cómo desaparecía en la espesa neblina y mantuvo la mirada clavada en el sitio por el que había desaparecido. No podía apartar la vista. Ni podía respirar.
Dios. Había estado a su lado y ahora había desaparecido. Quizá para siempre. ¿Y si le mataba el humo? ¿Y si el fuego se extendía a pesar de los esfuerzos de los vecinos? ¿Y si los bomberos llegaban demasiado tarde?
Demasiados riesgos. Demasiados peligros.
Con el corazón desbocado se dijo a sí misma que era un soldado entrenado. Estaría bien. Era un Marine profesional. Un hombre entrenado para luchar en cualquier sitio del mundo en cualquier momento.
El peligro y el riesgo formaban parte de su vida. La muerte nunca estaba lejos de sus misiones.
Pero el terror la asaltó. ¿Cómo se había permitido involucrarse con Nicholas?
Oh, Dios, murmuró atemorizada. Nicholas no. Ahora no. Todavía no. ¿Todavía no? ¿Entonces cuando? ¿Después de que vivieran juntos y se amaran y tuviera más hijos? ¿Sería entonces el momento de perderle como a Bill?
Las lágrimas le empañaron los ojos.
No podía pasarle aquello otra vez.
Otra vez no. Nunca más.
No se dio cuenta de lo apretado que tenía al bebé hasta que Estrella se retorció en sus brazos. _____ aflojó un poco el abrazo intentando controlar a la vez sus miedos. Los gritos de la niña continuaron y se intensificaron cuando los camiones de emergencia aparcaron tras ellas.
En unos segundos, los bomberos estaban corriendo por el césped. Apartando a la multitud, se pusieron al trabajo de apagar el fuego.
Un paramédico quiso examinarlas a Estrella y a ella, pero _____ sólo sacudió la cabeza. De momento tenía que concentrarse en enfocar sus plegarias hacia aquella puerta.
Nicholas, pensó frenética. ¿Por qué tardaba tanto? ¿Por qué no había salido ya? ¿Por qué no estaba allí, a su lado?
Los antiguos miedos la asaltaron amenazando con ahogarla. Se le cerró la garganta y tuvo que hacer un esfuerzo para respirar.
«Por favor, Dios, no dejes que se muera el hombre al que amo, suplicó. Otra vez no».
Lanzó un gemido de miedo y dolor. No tenía sólo una aventura con aquel hombre. Era peor que eso. Dios bendito, lo amaba. De forma mucho más profunda y completa de lo que había amado a Bill.
Las lágrimas se derramaron por sus mejillas al comprender que sus sentimientos por Bill no podían compararse a los que le producía Nicholas.
Nada podría comparársele.
¿Dónde se había metido?
¿Por qué no había salido?
El miedo le paralizó la espina dorsal. El terror le repetía la misma palabra una y otra vez: muerto, muerto, muerto...
_____ ahogó un sollozo. No. No podía pasar por aquello de nuevo.
Nunca sobreviviría al dolor.
Inspiró con fuerza y se recordó a sí misma que era por aquello por lo que se había escondido tanto tiempo. Por lo que había decidido no volver a amar de nuevo. Aquella era la agonía que había esperado evitar.
Para nada.
Las lágrimas de desesperación le empañaron los ojos mientras los segundos se hacían eternos.
Y entonces apareció. Con Alba Butler firmemente abrazada contra su pecho, Nicholas, con la cara tiznada, salió de la neblina espesa.
Su mirada se clavó en ella al instante.
Y _____ vivió de nuevo.
ana_pau
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
AAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!!!
QUE SUSTOOOOOOO!!!!
CIELOOSSS SIGUELAAA PORFIISSS PORFIIISSS
Y LA NOVE QUE QUIERAS SUUIIRRR YO LA LEEEREEE
QUE SUSTOOOOOOO!!!!
CIELOOSSS SIGUELAAA PORFIISSS PORFIIISSS
Y LA NOVE QUE QUIERAS SUUIIRRR YO LA LEEEREEE
chelis
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