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Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 1 de 3. • 1, 2, 3
Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Autor:ana_pau
Adaptación:SI
Género:Drama, romance, hot un poco de todo
Advertencias:si alguns caps son un poco subidos de tono
Otras páginas:si
Argumento
El capitán Nick Jonas había luchado en muchas batallas como oficial de la marina. Pero hacer de padre fue la misión más dura de todas. Cuando dearon a un bebé en la puerta de su casa, Nick pidió refuerzos y la niñera _____ _____ apareció en su vida. De repente, la adorable ____ se puso al mando y nick quedó a sus órdenes. Entonces, el bebé les robó el coraz´n a ___ y a nick. Pero él nunca había planeado ser padre o marido. Aunque quizá sólo fuera asunto de tiempo que las reservas de nick se denilitaran y rindieran su corazón para siempre.
Última edición por ana_pau el Sáb 02 Feb 2013, 2:23 pm, editado 2 veces
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
-Malditos gatos -murmuró Nicholas Jonas sacando las dos piernas de la cama.
Tambaleándose para cruzar la habitación en la densa oscuridad, se golpeó el dedo gordo del pie contra la pata de una silla.
Levantó la pierna, maldijo con salvajismo, se agarró el dedo palpitante y saltó hasta la puerta cerrada. La abrió de par en par, posó el pie y recorrió el salón cojeando y parpadeó ante los destellos de sol que se filtraban por las persianas medio abiertas.
¿Qué le pasaba a la gente?, pensó. ¿Por qué no podían guardar a sus malditos gatos en casa en vez de dejarlos fuera de su puerta aullando como almas en pena?
Bueno, ya había tenido suficiente. Esa vez, atraparía a la pequeña bestia y la llevaría directamente al director de los apartamentos o al puente.
Con una irritación creciente, Nicholas corrió el pestillo y abrió la puerta para atrapar al gato.
Sólo se encontró con un pequeño problema.
No había ningún gato gritando en el pequeño cesto posado frente a su puerta.
¿Un bebé?
Al menos, se dijo a sí mismo al bajar la vista horrorizado hacia la cara roja, y la gritona masa de humanidad, él pensaba que era un bebé. Aunque en aquel momento, se parecía más a un alíen.
¿Qué estaba pasando allí? Alzó la cabeza para mirar a lo largo del pasillo como si esperara encontrar al culpable que había abandonado a un bebé como algo sacado de una película de los años treinta. Pero no había nadie allí.
Volvió a mirar al bebé, todavía alucinado de haberlo encontrado en su puerta.
Los brazos y piernas cortos y gordos se agitaban salvajemente en el aire mientras que las manos gordezuelas agarraron algo que no estaba allí. Y el aullido del bebé estaba hecho para romper los tímpanos.
-Eh, niño –dijo agachándose para agitar con torpeza la cesta-. Párate un poquito, ¿vale?
El niño esnifó, bufó, lo miró e inspiró con ganas antes de volver a chillar.
Y la gente se preguntaba por qué no había querido él tener nunca hijos.
Frunciendo el ceño con disgusto, Nicholas miró a lo largo del pasillo del tercer piso de nuevo. No había rastro de nadie. Debería haberlo esperado. ¿Dónde estaban sus ruidosos vecinos ahora que los necesitaba? Seguro, a las once de la mañana, no había nadie en el edificio. Pero que llegara él a las dos de la mañana con una cita y como mínimo, la vieja señora Butler asomaría la cabeza por su puerta abierta.
Volviendo la vista hacia la Máquina Gritadora, se fijó en un sobre que asomaba por el borde de la cesta medio oculto por una manta de punto de vivos colores.
A pesar de la oleada de preocupación que le había enfriado la sangre, Nicholas se agachó y tiró del sobre. Lentamente, con miedo a lo que podía encontrar, lo dio la vuelta.
Maldijo otra vez, en voz más alta, al ver su propio nombre en la cara del sobre.
Capitán Nicholas Jonas, Cuerpo de Marines de Estados Unidos.
¿Un bebé en su puerta? Esas cosas no pasaban en la realidad, ¿o sí? Con dedos repentinamente torpes, rasgó la solapa y sacó los papeles doblados. Los estiró y leyó la nota.
“Capitán Jonas. Siento haberle dejado al bebé de esta manera, pero no contestaba la puerta y me quedaban sólo cuarenta y cinco minutos para pillar el transporte a Guam.”
Nicholas se detuvo. ¿Un compañero de los Marines le había hecho aquello?
“Me ofrecí voluntario para llevarle al bebé. El testamento del sargento va incluido, así que todo es legal. Una pena lo del sargento, pero todos sabemos que usted estará bien con su hijo. Firmado, Cabo Stanley Hubrick.”
¿El sargento?, se preguntó. ¿Sargento qué? ¿Y qué quería decir el cabo Hubrick con lo de que él estaría bien con su hijo?
Con el corazón agitado de los continuos llantos del bebé, ojeó el testamento una vez y después otra extrayendo sólo unas cuantas palabras significativas.
Horrorizado, bajó los papeles y miró con gesto acusador al niño.
-No te ofendas, bebé, pero yo no soy el guardián de nadie.
Diez minutos más tarde, Nicholas estaba al teléfono con el receptor entre la oreja y el hombro acunando al infeliz pequeño en sus brazos.
Al menos había dejado de gritar. Por el momento.
-No puedo creerlo -repitió su hermana por tercera vez.
-Eso ya lo has dicho.
-¿Eres el tutor del bebé?
-Según este testamento, sí.
–Alucinante.
-Kenia -intentó razonar con su hermana-. No lo entiendes. No puedo hacer esto. ¿Qué sé yo de niños?
-¿Aparte de no querer tenerlos?
-Muy divertido -contestó él sin pizca de humor-. Ahora, ¿vas a bajar aquí a ayudarme o no?
-No -dijo Kenia con cierto tono de diversión todavía en la voz.
-Kenia... -miró horrorizado cómo el bebé masticaba el borde de la manga de su camiseta. La saliva goteaba de la boca del bebé mojando la tela blanca-. Esto es asqueroso –murmuró.
-¿Qué?
Volviendo al problema principal, añadió: -No importa. Kenia, tienes que venir.
-Siempre he dicho que serías un padre estupendo.
Sí, lo había dicho, pero ella había sido la única que lo había pensado.
-Corta ya -en silencio maldijo a sus padres por haberle dado una hermana con aquel sentido del humor-. Esto es serio. Tengo que corregir esta situación. Y aprisa.
-¿Qué hay que corregir?
Nicholas oyó a unos de sus sobrinos al fondo intentando decapitar a su tío.
Nicholas pestañeó. Quizá hubiera llamado a la persona errónea para pedirle consejo sobre niños.
Con la mano tapando la mitad del auricular, Kenia dijo con calma:
-Adam, no le retuerzas el brazo a tu hermana, se lo vas a romper. Increíble. Adam. Un salvaje de nueve años.
-Sinceramente, Nicholas -habló Kenia con él de nuevo-. Vas a tener que enfrentarse a esto. ¿De quién es el bebé, de todas formas?
El nombre quedaría siempre grabado en su memoria.
-Del sargento Kevin Powell. Servimos juntos en el Golfo. Según la nota, Kevin y su mujer se han matado en accidente de coche.
-¡Oh! ¡Qué horror!
-Sí -murmuró mirando hacia la criatura que le observaba con enormes ojos azules.
Maldición, llevaba años sin ver a Kevin. ¿Qué le había hecho para que le odiara tanto como para encasquetarle a aquel chiquillo?
-Oh -exclamó su hermana de repente-. Tengo que dejarte. La lección de violín de Thomas empieza dentro de quince minutos. Entonces Tina tiene ballet y Adam...
-¿Karate?
Su hermana lanzó una carcajada.
-No, ¿crees que soy tonta? Percusión.
Dios bendito. Nicholas sintió una oleada de pánico al sentir que su hermana lo dejaba en la estacada.
-Kenia, por favor. Necesito ayuda. Al menos hasta que averigüe cómo salir de esto.
Su hermana suspiró con dramatismo. Después de un momento, pareció pensarlo mejor.
-¡Por supuesto! Llamaré a _____.
-¿_____? -repitió él-. ¿_____ qué?
-No sé cómo no pensé en ella en el primer momento -siguió Kenia hablando para sí misma-. Estoy segura de que estará encantada.
-¿Encantada de qué?
-De verdad, Nicholas-cortó Kenia de forma abrupta-. Tengo que darme prisa. Te llamaré más tarde para decirte a qué hora debes esperarla.
El pitido del cuelgue retumbó en su oído.
Abandonado, Nicholas colgó y bajó la vista hacia el silencioso niño acurrucado contra su brazo. La verdad era que ahora que estaba callado, tenerlo en brazos no era una sensación tan desagradable. Una expresión pacífica surcaba la cara del bebé y Nicholas lanzó un suspiro de alivio. Quizá lo peor hubiera pasado ya.
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Hola chicas..... soy nueva en este foro y esta es la primera novela que subo al foro realmente me gutaria que me dijieran si estan interesadas en leera o la dejo porque realmente no me gustaria subir y que nadie la leea... asi que bueno espero y les haya gustado Bss
Pd: recomiendenla
ATTE: Ana
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
jajajajajja me encanto siguela plis!!!!!!!!!!!!
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Capítulo 1 Parte 2
Abandonado, Nicholas colgó y bajó la vista hacia el silencioso niño acurrucado contra su brazo. La verdad era que ahora que estaba callado, tenerlo en brazos no era una sensación tan desagradable. Una expresión pacífica surcaba la cara del bebé y Nicholas lanzó un suspiro de alivio. Quizá lo peor hubiera pasado ya.
Un momento después, frunció el ceño ante la repentina sensación de humedad que le traspasó la cadera y el muslo. Apartó como una bala al bebé y bajó la vista hacia sus pantalones de deporte verdes de militar. Empapados.
Y de una forma mucho más asquerosa que la manga de la camiseta.
Lentamente desvió la mirada con asombro hacia el bebé.
El niño pareció reírse de él.
A juzgar por los gritos que venían del otro lado de la puerta, el hermano de Kenia estaba muy ocupado.
_____ ________ parpadeó levemente ante un chillido especialmente agudo.
Se obligó a no girar el pomo. Todos sus instintos le ordenaban que entrara, que recogiera a aquel bebé y que lo consolara. Pero tenía que estar segura antes de hacer tal cosa.
_____ se rió para sí misma. Un poco tarde para cambiar de idea. Si no hubiera estado segura, ¿habría tomado un vuelo desde Santa Barbara a San Diego casi nada más hablar con Kenia? ¿Estaría siquiera en la puerta del apartamento del capitán Nicholas Jonas con casi toda su vida metida en tres maletas?
De acuerdo. Bien. Entonces quería el trabajo. Hasta le había parecido un reglo de los dioses en cuanto Kenia se lo había mencionado. _____ adoraba a los bebés. Había planeado tener varios propios a esas alturas. Frunció el ceño levemente.
Tantos planes...
Y ahora, allí estaba, con treinta años, soltera y esperando que el hermano de su mejor amiga la contratara para el verano. Porque la única manera de atenuar la fiebre que sentía por los niños era cuidar a los de los demás. No había marido ni hijos para ella en el futuro. Todos esos sueños habían muerto con Hector ocho años atrás.
Bueno, eso es un buen comienzo para el verano, se dijo a sí misma. Ahógate en la autocompasión.
-Sss.
_____ frunció el ceño y miró a su derecha, pero no vio a nadie.
-Sss.
La voz sonó más alta esa vez. Examinando el pasillo con cuidado, _____ divisó por fin una de las puertas de los apartamentos abierta poco más de unos centímetros. Asomado por la ranura, la miraba un brillante ojo azul.
-¿Está hablando conmigo? -preguntó _____ vacilante.
La puerta se abrió un poco más mostrando un poco de la cara a quien pertenecía el ojo. Una mujer. Baja, con facciones rapaces y con pelo canoso.
– ¿Vas a entrar ahí? –preguntó la mujer.
-Sí -contestó _____ con una sonrisa amistosa. Quizá la mujer tuviera miedo de salir al pasillo-. He venido a cuidar al bebé.
-Tú cuídate a ti misma, señorita –dijo la mujer con suavidad-. Ése de ahí, es un mujeriego.
–¿De verdad? -_____ dirigió una mirada especulativa a la puerta tras la que se oían los gritos del bebé.
-No pareces su tipo habitual -prosiguió la mujer–. Pero pensé que debías saberlo. Quien avisa no es traidor.
Con aquel refrán intrigante, la mujer cerró la puerta. En rápida sucesión, _____ escuchó cuatro cerrojos correrse.
Interesante comienzo de su nuevo trabajo, pensó. Sin embargo, no pudo evitar pensar qué tipo de mujer le gustaría al capitán Jonas.
Entonces rechazó las advertencias de la anciana, hizo acopio de valor y alzó la mano derecha para llamar. Se detuvo a mitad de camino al escuchar a un hombre gritar por encima de los lloros del bebé.
–¿Sí? –Hablaba con el bebé–. Si esa _____ _______ es tan estupenda, ¿cómo es que no está ya aquí? ¡He tenido que llevar al bebé a la tienda! Y no ha sido nada agradable.
_____ apartó la mano y miró a la puerta cerrada como si pudiera ver a través de la gruesa madera al hombre enfadado que había dentro.
–¡Kenia! –gritó–. ¡Esto no es divertido!
_____ tuvo que sonreír. El sentido del humor de Kenia Jonas era una de las cosas que más le gustaban de su amiga.
-Necesito ayuda. ¿Dónde diablos está esa amiga tuya?
La ocasión era demasiado buena como para dejarla pasar. Con rapidez, llamó con los nudillos.
La puerta se abrió inmediatamente.
El irritado hombre que llevaba un teléfono inalámbrico en la mano, la miró fijamente. Bueno, no encajaba con la descripción de él que había hecho su hermana. Kenia lo había descrito como «atractivo, meticulosamente aseado y con más confianza en sí mismo que tres millonarios.»
Sin embargo el hombre que tenía delante parecía un salvaje. Con el pelo casi rapado llevaba una camiseta blanca salpicada de diferentes tipos de comida infantil y en los pantalones arrugados tenía una sospechosa mancha de humedad.
Los pies descalzos, sólo aumentaban su imagen de un hombre al borde de un ataque de nervios.
Si embargo, nada de aquello le restaba atractivo. Sus agudas facciones definidas, su fuerte mandíbula, recta nariz y labios levemente jugosos, constituían a un hombre demasiado atractivo para su propio bien. Kenia no había mentido. Estaba como un tren. Sin embargo, no era sólo su cara la que resultaba atractiva. Era la fuerza que parecía emanar. _____ sintió una oleada de ardor en el estómago que se extendió hasta sus piernas. Inspiró con intensidad alzando la mirada para encontrarse con sus ojos. De un café chocolatoso, parecían mirarla directamente al alma y escudriñar sus secretos más profundos.
_____ sacudió la cabeza levemente y apartó la vista de su deliberada mirada. Lo único que no necesitaba era empezar a ponerse nerviosa.
-Creo que está aquí -dijo por teléfono-. Llámame más tarde.
Apretó el botón de conexión y posó el teléfono en una mesilla cerca de la puerta.
-¿Eres _____? -preguntó deslizando sus ojos café por su cuerpo un segundo.
Instintivamente, se puso rígida olvidándose de aquella momentánea oleada de atracción. Enderezando los hombros, alzó la barbilla ligeramente. Tenía que hacerlo de todas formas para poder mirarlo a los ojos, pero esperaba que el gesto no le pareciera desafiante. _____ sabía exactamente lo que él estaba viendo cuando la miraba.
Una mujer de treinta años, sin maquillaje, con enormes ojos castaños y pelo castaño atado en una coleta. Llevaba unos cómodos mocasines, vaqueros flojos y una camiseta demasiado grande con la inscripción: «¿No es estupenda la vida?»
Quizá no muy impresionante. Y según su vecina había señalado, probablemente no fuera su tipo para nada. Pero al menos podría cuidar al bebé sin parecer que acababa de atravesar un campo de batalla como él.
–Sí –respondió con rigidez dirigiéndole la misma lenta mirada con que él la había recibido-. ¿Nicholas Jonas?
Él asintió de forma brusca, pasó por delante de ella para salir al pasillo y recogió sus maletas. Posándolas cerca de la pared, cerró la puerta principal antes de mirarla.
-¿Dónde diablos estabas? -preguntó-. Té esperaba hace media hora.
_____ parpadeó ante el ruido de la televisión mezclado con los gritos del bebé.
Alzando la voz un poco más de lo normal, contestó:
-El vuelo ha venido con retraso.
Antes de que pudiera hacer ningún comentario, _____ pasó por delante de Nicholas al desordenado apartamento. Se pasó delante de la televisión lo justo para bajarle el volumen y se acercó hasta la cesta que había en el suelo. Dentro, el bebé descansaba bajo una manta tejida a mano y agitaba sin cesar los brazos y piernas gordezuelas.
A _____ se le derritió el corazón.
Olvidándose por completo del hombre que tenía detrás, se agachó para recoger al bebé y acurrucado contra sus brazos.
-Ahora ya estás bien. _____ está contigo.
Los gritos se detuvieron y el bebé se relajó contra ella con el cuerpo tembloroso de los hipos y los sollozos.
-Es sorprendente -dijo Nicholas con suavidad por miedo a romper el hechizo que _____ había creado con el bebé.
La verdad es que no -dijo ella dirigiéndole una mirada de soslayo–. Un poco de consuelo consigue milagros.
El se pasó una mano por el corto pelo que le permitían las normas militares y sacudió la cabeza antes de mirar el desastre que había a su alrededor.
-A mí tampoco me vendría nada mal -admitió Nicholas-. Esta niña no se ha callado en todo el día.
-¿Niña? ¿Cómo se llama?
-Según los papeles, Estrella Powell.
-Bueno, hola, Estrella Powell -susurró _____. Besó la pequeña cabeza que tenía acurrucada justo bajo la barbilla.
Los dedos del bebé tiraron de la tela de su camiseta, pero _____ sentía los pequeños tirones en el corazón.
Nicholas se desplomó en el sofá, entonces parpadeó, alzó una cadera y metió la mano por debajo para sacar un biberón vacío. Tirándolo al suelo con un encogimiento de hombros fatalista, volvió la mirada hacia _____.
-No eres lo que había esperado. El hecho de no parecerse en nada a lo que nadie esperaba, había dejado de preocuparla hacía mucho tiempo. Pero _____ necesitaba el trabajo lo suficiente: como para mostrarse agradable.
-¿De verdad? ¿Por qué?
Nicholas se encogió de hombros deslizando la mirada sobre ella sin disimulo.
-Kenia me dijo que eras maestra, pero casi pareces una niña.
Traducción: era baja. No era culpa suya que en su familia no hubiera genes de altura.
-Tengo treinta años y soy maestra de jardín de infancia. Tengo referencias si necesitas pruebas.
Él alzó una mano y sacudió la cabeza.
-La palabra de Kenia es suficiente para mí. Además... no estoy en posición de discutir. Necesito ayuda hasta decidir lo que voy a hacer con ella.
_____ enarcó una fina ceja. ¿Qué era lo que tenía que decidir? Sólo había una cosa que se podía hacer con un bebé.
Quererlo.
Él debió leer su expresión porque torció levemente la comisura de los labios. No quería admitir lo que incluso un atisbo de sonrisa podía hacer en sus atractivas facciones. Pero lo hizo.
-Bueno -preguntó él-. ¿Todavía quieres el puesto?
No debería. El cosquilleo que sentía cada vez que posaba los ojos en ella no era buena señal. Pero _____ no podía negarse incluso aunque quisiera.
No con el caliente cuerpo de Estrella apretado contra ella.
-Sí.
-¿Comprendes que podría durar todo el verano? Quiero decir, que si puedo solucionarlo todo bien, la niña no estará aquí más de un mes o así. Pero nunca se sabe.
Cualquier interés que _____ hubiera podido tener en él, se disolvió ante su prisa por deshacerse del bebé. Lo que le parecía bien. Ella ya había tenido su dosis de amor y había perdido. Además, nunca se podría sentir atraída por un hombre al que no le gustaban los niños. Sin embargo, se preguntó, qué tipo de hombre podría darle la espalda a una cosa tan diminuta y tan indefensa.
-Lo entiendo perfectamente-Nicholas asintió con satisfacción.
–Bien -Nicholas se levantó del sofá-. Esta noche podremos hablar del sueldo si te parece bien. Mis normas son simples. Te encargas de la niña. ¿De acuerdo?
-De acuerdo-Nicholas asintió con rapidez y pasó por delante de ella hacia una de las puertas cerradas en el otro extremo de la habitación. Pero se detuvo en sus pasos cuando ella lo llamó:
-Espere un minuto, capitán. Yo también quiero que usted oiga mis normas.
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
nueva lectora
seguila pronto
xoxo
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Karliss escribió:holis soy Karliss jasdghasdgs me encanto debes seguirla kjhdfcdsf besote
Hola Karliss muchas gracias por leerla y bienvenida
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Ashley Cascones. escribió:Nueva y Segunda Lectora!!
jajajajajja me encanto siguela plis!!!!!!!!!!!!
Muchas gracias y claro que me pasare por tu novela espero que te guste la mia :D
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Belencita escribió:ohhhh me encanto
nueva lectora
seguila pronto
xoxo
Hola gracias por pasarte por aqui y bienvenida ya subo el cap
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Mar_Smile escribió:Hola.. soy nueva en este apartado del foro me llamo Marianella pero me dicen Mar :)... me encanto tu novela e imaginar a Nick con un bebe se me hace muy tierno :3... espero la sigas pronto :D
Lo se es tan tierno y BIENVENIDA al foro ya la sigo
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
A mi mer encanta tu novela!!!!!!!!!!!!!!!!!ana_pau escribió:Ashley Cascones. escribió:Nueva y Segunda Lectora!!
jajajajajja me encanto siguela plis!!!!!!!!!!!!
Muchas gracias y claro que me pasare por tu novela espero que te guste la mia :D
Tienes que seguirla y nunca la dejas porfa!!!!!!!!!!!!!
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
Nicholas se volvió despacio para mirarla.
Lo único que deseaba en aquel momento era darse una ducha, echar una siesta y cambiarse de ropa. El campo de entrenamiento de los Marines no le había parecido nunca tan duro como una mañana con aquella pequeña niña. Y sin embargo, pensó al mirar aquellos ojos castaños distantes, tenía la sensación de que sus problemas estaban sólo empezando.
–¿Tus normas? –Preguntó resuelto a mantener la autoridad antes de que soltara sus argumentos–. ¿Desde cuándo los empleados ponen normas?
-Desde ahora mismo -declaró ella con firmeza. Nicholas se frotó la nuca. Debería haber imaginado que no iba a ser fácil. Cualquier amigo de su hermana sería tan obstinado e independiente como ella. Miró fijamente a aquellos ojos castaños y sintió algo profundo despertar en él. A pesar de que fuera vestida como una refugiada, se encontró preguntándose cómo serían sus piernas cuando no estuvieran tapadas por tanta tela vaquera.
¿Por qué se vestía tan desgarbada? ¿Qué estaría ocultando? ¿Y por qué le importaba a él?
No le importaba en absoluto, se aseguró Nicholas. No se podía permitir aquella sensación que le asaltaba. _____ _______ iba a vivir en su casa para cuidar a aquel bebé. No pensaba estropearlo todo permitiendo que sus hormonas se desataran.
Sin embargo, se dijo a sí mismo, debía estar más solo de lo que había creído para sentirse intrigado por una pequeña mujer vestida con ropa dos tallas mayor que la suya.
La mirada de los ojos que estaban clavados en él se hizo más helada. Nicholas hubiera apostado que, aparte de la ropa, aquella mujer no había encontrado nada grande en la vida durante años.
Pero como el bebé gorgoriteaba feliz, prefería aceptar lo que dijera la pobre _____ Poppins. Y en cuanto a sus hormonas, parecía que debía pasar algún tiempo con una o dos amigas. Eso le quitaría aquel extraño interés por _____ _______.
-De acuerdo -dijo por fin cruzándose de brazos–. ¿Cuáles son esas normas?-Ella asintió.
–Me quedaré a cuidar al bebé durante el verano, pero...
-¿Sí?
_____ inhaló con fuerza e intentó estirarse hasta su formidable altura. A Nicholas le divirtió. Con su altura nunca podría resultar intimidante.
-No me vas a contratar para ser tu ama de llaves -se detuvo un momento para mirar el desorden a su alrededor-. O tu cocinera o sirvienta.-Insultado, Nicholas intentó defenderse.
-Mira, hasta esta mañana, todo estaba controlado.
-También -le interrumpió ella con tranquilidad-, nadie se paseará por aquí desnudo, no entrará ninguna mujer al apartamento ni...
-¿Qué estás...?
–Una de tus vecinas ha creído prudente advertirme de que eres lo que se llama un mujeriego.
Nicholas sacudió la cabeza con un suspiro de resignación.
-Déjame adivinar. ¿Pelo blanco y ojos grandes azules?
Ella asintió, pero Nicholas notó la sombra de una sonrisa.
-Alba Butler. Como no tiene nada que hacer, se dedica a espiarme.
Ella enarcó las diminutas cejas.
–¿Espiar? Suena un poco paranoico.
Brevemente, Nicholas recordó la cantidad de veces que había recorrido el pequeño pasillo para encontrarse el ojo azul de su vecina pegado a la puerta entreabierta.
Sí, espiar era la palabra adecuada.
-No es paranoia si de verdad te espían.
Hubo un momento de silencio. Por fin, ella asintió y dijo:
-Sí, bueno, el resto de las normas son muy simples.
-¿Todavía hay más?
Ella sonrió.
-Nada de lenguaje malsonante...
–Espera un minuto –intentó interrumpirla.
-Nada de hablar antes del café de la mañana y nada de televisión ni radio altas a partir de las once de la noche.
Nicholas la miró asombrado. ¿Habría terminado? ¿O sólo se había detenido para tomar aliento?
Después de unos segundos sin que siguiera, Nicholas pensó que ya era su turno.
Le diría lo que pensaba hacer con sus normas. ¿Quién se creía que era para decirle cuándo podía ver la televisión? ¿Y lo de las mujeres? No es que tuviera exactamente a una tropa de mujeres entrando y saliendo a diario de su apartamento, pero si quería hacerlo, no iba a permitir que ella lo detuviera.
-Escuche, señora... No sé quién diablos se cree que es, pero...
_____ se paralizó preparándose para la discusión.
Notando que el bebé empezaba a agitarse de nuevo, Nicholas bajó la voz y habló en tono bajo y razonable.
-No puedes darme órdenes. Aquí soy yo el jefe, ¿sabes?
-Puedo decirte lo que espero -contestó _____ con el mismo tono de voz que él-. Y si no te gusta, puedes buscar a cualquier otra.
Nicholas no podía creer que le estuviera amenazando. Incluso mientras lo decía, _____ había apretado los brazos alrededor del bebé como si temiera que le quitaran a Estrella por la fuerza. De eso no debía preocuparse. Pero en la posición en que se encontraba, no podía arriesgarse. Si le dejaba quedaría en la misma situación en que había estado por la mañana. En un serio apuro y rogando a su hermana que lo ayudara.
De acuerdo, se podía tragar un poco el orgullo por el bien de su salud mental. Y hasta podía aprender a vivir con sus ridículas normas. Cualquier cosa con tal de que se quedara y mantuviera al bebé callado. Después de todo, no iba a ser para siempre. Al final de los tres meses, habría encontrado a una niñera adecuada para ayudarle a criar a la hija de Kevin Powell.
Bruscamente respondió:
–Bien. De acuerdo.
-Gracias -aceptó ella su derrota con gracia-. Pero ya que estamos discutiendo esta situación, quiero añadir una norma más a mi lista.
Él bufó con incredulidad.
-¿Qué falta?
-Quiero dejarlo claro desde el principio: no estoy interesada en ti de forma romántica, así que te agradecería que mantuvieras las distancias.
Nicholas lanzó una carcajada, la primera genuina de toda la mañana. Deslizando a propósito la mirada sobre ella, sacudió la cabeza y dijo:
–Ningún problema.
En cuanto Nicholas salió de la ducha, mientras que _____ había puesto la televisión para no escuchar el sonido del agua e imaginar desnudo su cuerpo sin duda fantástico, los dos se pusieron a ordenar las cosas.
El salón estaba hecho un desastre.
Con Estrella cambiada y alimentada y mirándolos feliz desde el cesto, entre los dos sé pusieron a ordenar la habitación. Ya había transgredido su propia norma de no ser su sirvienta. En cuanto estuvo recogido, _____ se fijó en que el apartamento era muy poco acogedor. De hecho, era bastante impersonal.
Había una serie de fotos y diplomas honoríficos enmarcados, pero ningún cuadro. El sofá y las sillas estaban tapizados de un tweed bastante anodino, había un enorme estéreo y una chimenea que parecía no haber sido utilizada nunca. Al final de la cocina había una mesa para dos personas y el apartamento tenía dos habitaciones, una a cada lado del cuarto de baño.
Intentó no pensar en tener que compartir el baño con Nicholas Jonas durante los siguientes tres meses. Por suerte para ella, ya no se fijaba en cosas como lo atractivo que era Nicholas Jonas. Si hubiera tenido el mínimo interés en encontrar un hombre, los siguientes meses hubieran sido una tortura.
Por supuesto, pertenecía ya al pasado el fijarse en el fresco y limpio aroma a loción de afeitar masculina.
-Entonces –dijo él mientras doblaba otra bolsa marrón de papel-. ¿Cómo es que una maestra de jardín de infancia no tenía ya un trabajo para el verano?
_____ metió el último tarro del bebé en un armario vacío, cerró la puerta y se estiró.
-Lo tenía. Pero éste parecía más divertido.
Nicholas lanzó una carcajada.
-¿Más divertido que qué?
-Que catalogar fichas en el ordenador de la biblioteca local.
Nicholas lanzó un silbido bajo y largo.
-Tienes razón. No parece nada divertido –miró al bebé a pocos metros de él–. ¿Pero esto?
-Seguro.
-Señora, tiene usted un curioso sentido del humor.
Kenia le había dicho a _____ que su hermano no tenía ninguna experiencia con los niños y además que ni siquiera le gustaban.
Ella le frunció el ceño.
-Tu hermana tiene tres niños. ¿No te acuerdas de lo ricos que eran de pequeños?
Nicholas se encogió de hombros y se inclinó para meter las bolsas dobladas en el compartimento de la basura.
-Recuerdo que lloraban. Y mucho -dijo incorporándose y cerrando la puerta–. Olían mal y ni siquiera te podían contar por qué lloraban todo el tiempo.
-No me extraña que nunca hayas visitado a Kenia y a su familia.
Él la miró.
–¿Es eso lo que te ha contado ella?
¿Estaba ofendido?
-Es verdad, ¿no? ¿Qué los veías, una vez al año?
–Sí, eso es verdad –se cruzó de brazos y apoyó la cadera contra la encimera de madera clara-. ¿Te dijo por qué?
-Me dijo que te molestaban los niños
_____ no le contó el resto. ¿Necesitaba saber, que su propia hermana, aunque lo quería, pensaba que era demasiado egoísta como para ocuparse de una familia?
-En parte sí -admitió deslizando la mirada de _____ al bebé-, pero sobre todo es porque ni siquiera puedo hablar con Kenia y su marido ya.
-¿Por qué no?
Kenia y Joseph Cummings eran dos de las personas más agradables que había conocido en su vida.
Nicholas sacudió la cabeza sin ningún humor.
-Antes de que tuvieran esos niños. Kenia, Joseph y yo pasamos muy buenos ratos juntos. Íbamos a esquiar, a pescar e hicimos algunos viajes juntos.
-¿Y?
–Y en cuanto nació el primer niño, se acabó todo –se apartó de la encimera, se acercó a la cesta y bajó la vista hacia el bebé–. Se convirtieron en padres en el peor sentido de la palabra. De lo único que hablaban era de Thomas. Sus dientes, su estómago. Sus primeros pasos. La primera vez que usó una cuchara por sí solo. Hubieras creído que estaban hablando de Einstein reencarnado.
_____ sonrió al mirar la ancha espalda de Nicholas. Su hermana seguía siendo así.
–Pero eso es perfectamente natural –dijo _____ acercándose a su lado. Bajó la vista hacia Estrella y sonrió-. Están orgullosos de sus hijos.
-Son muy aburridos -dijo él volviéndose a mirarla-. Antes tenían planes y ambiciones. Ahora esas ambiciones son para los niños.
Una emoción que _____ no pudo identificar destelló en sus ojos chocolatados un segundo antes de desaparecer.
-Todos los padres quieren cosas buenas para sus hijos -murmuró ella en voz baja.
–Claro, pero ¿tienen que dejar de ser ellos mismos para ser buenos padres?
-Kenia y Joseph son gente estupenda –defendió ella a sus amigos.
Él sacudió la cabeza y la miró. Una vez más, _____ sintió un cosquilleo por la piel.
–¿Es tan malo tener ambiciones y sueños para tus hijos? -prosiguió ella resuelta a que siguiera la conversación, aunque sólo fuera para mantener la mente ocupada.
Él pareció pensarlo durante un largo minuto y entonces se encogió de hombros.
-No para Kenia y Joseph -dijo desviando la mirada hacia el bebé, que observaba con intensidad a los dos adultos–. Pero sí para mí. Yo tengo planes para mi carrera. Planes a los que he dedicado mucho tiempo y energía.
-Todo el mundo hace planes.
Él pareció no escucharla.
-Pienso ser el general más joven del cuerpo –entonces miró al cesto–. Y no voy a permitir que nada me lo impida.
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Bueno chicas primero que nada gracias por leer la novela y que bueno que les este gustano y segundo no estoy segura de poderles subir capitulo esta semana porque tengo examenes y tengo que estudiar aunque voy a hacer un intento para no dejarlas toda la semana sin cap Bss
Re: Un regalo a su puerta (Nick y tu) TERMINADA
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