Peppermint Winter {James Maslow & Tú}

Toda la vida viviendo en este pequeño pueblo de Canadá, aburrida, pasando frío a todas horas... Un infierno helado se podría decir. Insoportable.
Desde que cumplí los once años he deseado irme a un lugar cálido al sur de Los Estados Unidos...
Ya llevo cinco años con ese sueño tatuado en mi corazón.
Quien iba a decir que un chico arrancaría ese sueño de mi corazón con un simple soplido.
Nunca me habían interesado los chicos... Siempre me habían parecido... Como decirlo... Primates sin cerebro y sin corazón, a excepción de mi mejor amigo Carlos.
El invierno que tanto odiaba... Lo amaré con toda mi alma y odiare el calor, no lo podré ni sentir, solo quiero sentir como mi cuerpo se congela... Y todo por culpa de un chico imbécil maravilloso.

Me recojo mi pelo rubio oscuro en una coleta dejando mechones sueltos, me pongo una chaqueta azul y cojo mi mochila. Salgo por la puerta de mi casa y me dirijo al instituto.
El frío me ataca las mejillas y las manos. Me subo el cuello de la chaqueta hasta arriba tapándome la boca y parte de la cara y resguardo mis manos en los bolsillos de la chaqueta.
Alzo la vista al cielo. Esta cubierto por nubes enegrezidas, lloverá y habrá tormenta pronto.
Suspiro y sigo caminando tranquilamente. Veo el autobús pasar a mi lado cargado de estudiantes. Varios van a mi clase.
Mi madre casi no tiene para pagarme el instituto... No debo gastar dinero en el autobús cuando puedo hacer un esfuerzo en ayudarla e ir andando todos los días a clase.
Aparto la mirada del autobús ya lejano al oír unos gemidos agudos. Miro a mi derecha y veo a un perro pequeño muy flaco de pelo negro y sucio escondido entre unos cubos de basura. Me fijo bien en el, tiene la pata izquierda herida. Me agacho junto a el y el pequeño animal me mira con sus ojos negros y brillantes como suplicando ayuda. Le doy una caricia en la cabeza ignorando lo sucio que debe estar. Miro a mi al rededor buscando alguna solución, veo tirado al lado de un cubo un rollo de papel sin usar. Enrollo el papel con cuidado en la pata del perro y le hago un pequeño nudo no muy apretado. Cuando acabo tiro el papel aun lado y observo al perro. Se esta oliendo el "vendaje" que le he puesto. Acaba de examinarlo y vuelve a mirarme con los mismos ojos.
-No puedo dejarte aquí así por las buenas-murmuro.
Sin pensarlo cojo al pequeño perro en mis brazos y me dirijo a mi casa con paso acelerado intentando no hacer ningún movimiento brusco que le haga daño.
Entro en casa y le llevo a mi habitación, le poso en mi cama otra vez ignorando lo sucio que esta... Le miro durante unos instantes antes de salir de casa dejandole solo. Esta en los huesos. Corro a la cocina, abro la nevera y encuentro varias lochas de jamón. Las cojo y vuelvo a mi habitación. Pongo las lonchas delante del perro que se ha tumbado y este nada más olerlas las empieza a devorar.
Sonrío para mis adentros.
Miro la hora por casualidad y me obligo a salir corriendo de casa no sin antes cerrar la puerta de mi habitación para que el perro no salga.
Corro durante todo el trayecto al instituto. Al llegar las piernas me están matando y estoy acalorada. Me quedo unos segundos quieta tratando de recuperar el aliento.
Me dirijo a mi clase, el profesor aun no ha llegado y todos los estudiantes están de pie hablando todos a la vez. Entro en clase, como era de esperar nadie nota mi presencia. Me siento en mi sitio al final de la clase donde al lado debería estar Carlos esperándome como suele hacer pero el primer día de clases o llega tarde o no va a venir. Espero que venga, con él el instituto es menos infierno.
Al dejar mi mochila miro hacia la puerta y veo a Carlos con la respiración agitada. Me mira pero pasa la mirada como si yo no fuera nadie. Frunzo el ceño. Carlos entra en la clase y cuando pienso que va a venir a sentarse a mi lado como siempre se sienta en una mesa vacía.
¿Pero qué le pasa?
-Carlos...-le llamo y al instante me arrepiento. El mira hacia mi con el ceño fruncido.
-¿Te conozco?-en ese momento noto como me cae el alma a los pies.

Abro la boca levemente fulminandole con la mirada.
-¿Ahora te da vergüenza ser amigo mío?-Carlos mira a todos lados como confuso. Coge su mochila y se sienta a mi lado.
-No, es que... A ver es que no recuerdo nada-le miro frunciendo el ceño-No se quien eres... No conozco a nadie... Tuve un accidente este verano de coche y debido a un golpe de cabeza se me borro la memoria.
Me lo habría creído, me lo habría creído si no fuera por la pequeña sonrisa que le salio al final. Le doy un golpe en toda la cabeza.
-Tu eres idiota-dejo de mirarle. Carlos suelta una carcajada.
-¡Pero no te enfades! Era una broma Hope-hago como si no le escuchara y me miro las manos-Hope-el profesor entra al aula y todo se queda en silencio-Hope-susurra Carlos.
-Cállate ya-le digo sin mirarle.
La clase empieza con el profesor de tecnología, Fred. Debe tener cuarenta y nueve años, tiene el pelo negro rizado, es bajo y lleva una ropa que le hace parecer un vaquero. Es serio en clase, pero si le conoces en la calle resulta muy agradable y muy buena persona.
Le echa la bronca varias veces a Carlos por no parar de hablarme.
A la hora de descanso salgo corriendo de clase para que Carlos no me venga otra vez con sus disculpas. No estoy enfadada, pero pensé de verdad que no se acordaba de mi y lo pase mal, ahora que lo pase mal el.
Me quedo en las escaleras del piso de arriba, nadie viene nunca por aquí.
Me siento en ellas.
Espero que el perro no se haya movido de la cama... Se podría hacer daño.
-Hola-pego un brinco y miro hacia atrás. Veo una chica sonriendo y se sienta a mi lado.
-Hola-digo con un tono de voz muy bajo.
-¿Qué haces aquí? ¿Sabes que esta prohibido?-me dice en tono divertido.
-Pues que me echen-digo con una mueca.
-Eso pienso yo. No va a pasar nada porque alguien le de por venir a relajarse un poco, ¿no?-sonrío y asiento-¿Como te llamas?
-Hope Summers ¿Y tu?
-Katherine Ridder. Acabo de mudarme.
-¿Eres nueva?-asiente sonriente-¿Y ya viniste aquí arriba?
-Si, me apetecía ver el instituto.
-¿No pediste a nadie que te lo enseñara?
-No-se limita a decir-me lo podrías enseñar tu-añade con otra sonrisa.
-Bueno-no puedo evitar sonreír-Vale.
-Vamos-nos levantamos a la vez y bajamos.
Le enseñe del instituto todo lo que me dio tiempo. Hacía tiempo que nadie se me acercaba para hablarme o para tratar de trabar una amistad conmigo. La razón por la cual casi nadie quiere tenerme cerca no la voy a decir, con el tiempo se sabrá.
Me siento en mi sitio ignorando a Carlos. Pero soy incapaz de ocultar la alegría que me invade ahora el cuerpo.
-Perdóname-le miro. Soy incapaz de resistirme a esos ojos y esa cara.
-Carlos...-le miro directamente a los ojos y una sonrisa escapa de mis labios-Te perdono-nos damos un abrazo-No lo vuelvas a hacer que ni te imaginas lo que soy capaz de hacerte-reímos y noto varias miradas en nosotros pero nos ignoran y los ignoramos.
La clase de matemáticas comienza. Odio las mates. ¿De qué me va a servir saber la fórmula de kepler o como sea? ¿De que me sirve saber pasar decimales a fracciones? Yo no pienso estudiar matemáticas, es todo una pérdida de tiempo.
El profesor entra. Durante toda la clase no presto atención, y no porque yo no quiera... Si no porque me resulta imposible concentrarme en algo tan tonto y tan difícil a la vez.
Pasan las horas hasta que llega la hora de salir.
Me despido de Carlos en clase y salgo la primera.
Debo volver rápido para ver como esta el perro. Estoy algo preocupada.
Justo cuando estoy llegando choco contra una caja con piernas. Caemos los dos.
-¡Ayy!-me llevo la mano a la parte de atrás la cabeza donde me he dado un buen golpe.
-¿Estas bien?-miro hacia en frente. Un chico con expresión de dolor me mira fijamente.
No es una caja con piernas al fin y al cabo.