Wingless | Harry Styles

La inocencia es el factor que define a una mujer según su actitud; muchas desean inocencia pura, otras tan solo rezan para removerla de su vida; algunas lo consideran una bendición, otros una pérdida de tiempo y, a su vez, una pérdida total de la vida, sin embargo, esta forma de ser es bastante tentativa para cualquier masculino con deseos de corromper la pureza de una linda y callada muchacha, como lo era Skyla; una adolescente de dieciocho años que nunca se había cansado de creer en los cuentos de hadas de los que su madre, a temprana edad, le solía platicar.
No obstante, aquel hombre que hacía lo posible por corromperla tenía nombre y apellido: Harry Styles, el mujeriego que cruza los pasillos del instituto, provocando suspiros provenientes hasta del personal.
Él tiene planes de agregarla a su lista de "conquistadas".
Ella ni siquiera sabe que es el amor hacia el ser humano.
Se le conoce como esa chica libre que no es propiedad de nadie; como un ave sin alas.

Phi, ¿por qué hay tanta gente gritando? ¿Por qué mi mamá me trata de alejar de este lugar como le es posible? Y lo más importante, ¿por qué te estás yendo lejos? He escuchado de tus amiguitos que hay algo peligroso en este lugar, y tal vez eso sea cierto... ¿pero qué era "eso"? Vaya, entendía cuán peligrosas eran las flamas avivándose en un bosque; en ese bosque al cual siempre te buscaba y tu siempre me traías una curiosidad nueva, sin embargo, no le tenía mucho miedo al fuego. Jamás le tuve pavor. No tanto como mi madre, Suzanne, que nunca paraba de gritarme lo dañino que era acercarme al menos más de dos centímetros a un elemento tan pero tan hermoso que siempre supe que me llamaba y me suplicaba que lo tocase cuanto antes. Y lo hacía. Pero esa rara figura de tonos cálidos me hacía daño, mientras que yo tan solo deseaba acatar sus órdenes como una fiel amiga a cualquier cosa que necesite mi ayuda..., así que, tan rápido como grité un "¡Malvado! ¡¿Por qué haces eso?!", me disculpé y comprendí su falta de amor; nadie se atreve a darle cariño. Debe sentirse solo.

—¡Skyla, no te alejes de mí en ningún momento!—me gritó Suzanne, aun corriendo contra el viento. Me enfadé con ella, porque todos saben que el viento, cuando te lleva la contraria, es por que no desea que te vayas y que quiere mostrarte algo; debes seguirlo. A veces no entendemos las cosas que se encuentran ante nosotros, haciendo lo posible para que las comprendamos y para que les regalemos un poco de nuestro tiempo. Odiaba que mi mamá no me entendiese, ni a mí, ni al señor fuego, y ni siquiera a ti.

No quería seguir sus pasos, por lo que me solté de inmediato y corrí hacia en donde el viento me guiaba, pues yo sí quería marcharme junto a él a toda costa. Confiaba ciegamente en él, es decir, ¿quién no lo haría?. Oí a mi mamá gritar mi nombre y mi segundo nombre, juntos, y me asusté porque ella solo hace eso cuando está molesta y me va a castigar una semana sin salir al jardín, y créanme, no hay castigo peor que ese.

Al fin me hallaba en nuestro lugar preferido, después de enredar fácilmente a mi madre entre los árboles llenos de fuego, que me pedían ayuda como nunca antes los había oído, pero les supliqué que aguantasen un poco más, porque necesitaba de ti para que me ayudases a darles un poco de agua para que sobrevivan en este lugar, sin dañarse más de lo que lo están. Silbé tu nombre -porque sólo tú y yo sabemos comunicarnos con silbidos-, pero el hecho de que tu no respondieses al tercer intento de llamado me preocupó mucho, ¿es que me habías abandonado? ¡Yo te quería mucho! y me dejaste plantada en medio de unas llamas avivadas que me amenazaban con matarme, después de que yo las haya acariciado sin querer queriendo. Me tentaba a hacerlo y no podía hacer nada al contrario; el fuego era hermoso y me sentía adicta a sentir como mis manos se calentaban con el contacto.

Todo a mi alrededor se quemaba, ¿y yo qué podía hacer? Nada, porque tú, mi querido azulejo, Phi, no viniste como amigo de la suerte. Porque eras el amigo que me daba suerte, compañía y cariño. Me hiciste enfadar, para serte sincera.

Comencé a acercarme a un lugar en donde las llamaradas se avivaban con más facilidad y quise tocarlas y decirles cuanto siento que los árboles les hayan llamado amargados; ellos querían un abrazo y estaba tan segura de dárselos como estoy segura de que mi nombre es Skyla. No obstante, un niño entrometido corrió y me tomó de la mano, para llevarme al lago que queda cerca y, según sus palabras, para ocultarnos de los males que asechaban el bosque.

—¿Qué males?—yo pregunté, sin quitar mi mirada de sus ojos tan verdes como el pasto. Seguramente, a mis amigos caballos les encantará porque ellos aman el pasto extremadamente verde porque eso les da sabor; probablemente, este niño les caiga bien.

Me miró con un rostro lleno de incredulidad, pero decía la verdad. Esos males no podían ser mis amigos calientes, porque ellos solo estaban molestos y necesitaban desahogarse. Quise cambiar de tema porque no me gustaba que se me quedase viendo como si tuviera algo malo en los ojos. Y así lo hice.

—¿Cuál es tu nombre?

Él sonrió y yo pude notar los huequitos que se hacían en sus mejillas, o como la gente adulta los llama, "hoyuelos".

—Mi nombre es Hazza—me dijo, a lo que me daba a parecer, un niño de doce años como yo, o tal vez trece. Lindo, a decir verdad.