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Mensaje por chelis Vie 05 Oct 2012, 7:58 pm

OOOTROOOOOO
chelis
chelis


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Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada. - Página 3 Empty Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.

Mensaje por FranJones. Vie 05 Oct 2012, 8:32 pm

Chicas como pude les adapté el cap xd mañana maratón :D para llegar pronto al cap que yo sé que esperan ;)

*********************************************

Capitulo seis - Excursión al supermercado II



_________ carraspeó, para aclararse la garganta antes de hablar. Después miró al chico que la acompañaba, sosteniendo un bote de mostaza entre las manos mientras leía la etiqueta. Su ridículo traje de chaqueta llamaba tanto la atención dentro del supermercado de una modesta urbanización que todos los clientes se giraban para echarle una detallada ojeada.
—Nicholas, siento tener que decirte esto, pero deberás darte un poco de prisa con la compra —dijo, cruzándose de brazos a la defensiva—. Sé que te encantaría, pero no podemos acampar y pasar la noche aquí; cierran a las ocho.
—Perfecto. —Sonrió satisfecho—. Entonces aún nos quedan unas horas.
Ella se detuvo y soltó el carrito de la compra en mitad del largo pasillo de salsas.
—¿Te has vuelto loco? —gritó—. Bueno, ¡qué pregunta más estúpida por mi parte!
—Sí, la verdad es que sí —afirmó él, distraído—. ¡Pero cuántos conservantes tiene esto!
—¡Es que siempre has estado loco!
Nicholas se volvió y la miró con curiosidad.
—Nos conocemos desde hace veinticuatro horas, basurera, así que no entiendo qué quieres decir cuando dices «siempre».
—Esa es la peor parte: recordar que aún nos quedan veintinueve días por delante. Tendré que comprarme pastillas antiestrés o tapones para los oídos.
Nicholas se encogió de hombros. En realidad le daba igual. Por él como si terminaba metiéndose esas pastillas por vena. Bajo su punto de vista, aquella chica desarreglada cumplía todos los requisitos para terminar muriendo por sobredosis. No le extrañaría en absoluto encontrársela dentro de unos años en cualquier esquina, pidiendo limosna. Limosna que él no le daría, por supuesto.
—Mira, enfermo, tenemos que irnos —se quejó—. No pienso pasar mi primer día de vacaciones en un supermercado. Existen cosas más interesantes en la vida.
—¿Como qué? —Nicholas alzó una ceja, intrigado.
—Oh, ¿es que jamás haces nada divertido?
—Bueno, da igual, si así fuese tampoco sería asunto tuyo —farfulló con un delirante desinterés—. Y ahora, si no te importa, deja que termine de leer los componentes de la salsa roquefort.
________ murmuró algo por lo bajo, irritada. Se despidió de Nicholas indicándole que le esperaría en las cajas y le dejó a solas en mitad del pasillo. Aguardó mientras observaba cómo una muchacha rubia cobraba la compra de los clientes sin demasiada amabilidad. Desesperada, terminó rezando y pidiendo que Nicholas llegara pronto. Si no lo hacía, pensaba marcharse sin miramientos; poco le importaba lo mucho que su madre la reñiría. En todo caso, lo único que la asustaba levemente era que la señora Graham la castigara sin salir con sus amigos, teniendo en cuenta que acababan de empezar las vacaciones.
Media hora después, el inglés apareció por el pasillo de la derecha, con el carro repleto de comida como si se acabase de declarar la tercera guerra mundial y tuviesen que recolectar suministros para medio continente americano. __________ le miró intrigada.
—¿Se puede saber cómo vamos a pagar todo eso? —preguntó, señalando las extrañas hamburguesas sin carne, algo que le pareció totalmente contradictorio.
—¿Es que tu madre no te ha dado dinero? —Nicholas se encogió de hombros.
—Sí, pero lo que me ha dado no llega para pagar todas estas pijerías —se quejó, consternada—. Vuelve a dejarlas en su sitio —añadió, al tiempo que reparaba en un desagradable trozo de queso sin sal que yacía al lado de un paquete de algas marinas ricas en vitaminas.
Nicholas la miró hosco, sin ninguna intención de devolver nada a su lugar.
—Pues ve al banco a sacar dinero —le ordenó, con aire diplomático.
—Pero ¿qué demonios te has creído? ¡No somos ricos, no podemos permitirnos todos estos caprichos, somos una familia de clase media!
—No hace falta que medio supermercado se entere de vuestra situación económica. A nadie le interesa —objetó, ante los gritos de ________.
La muchacha respiró hondo, intentando calmarse. Era agotador mediar con aquel imbécil. Se armó de paciencia, procurando que entrase en razón.
—El problema es que no tenemos suficiente dinero —dijo, hablando claro, despacio y alto—. Así que algo tendremos que hacer.
Él la miró sin comprender. En la vida de Nicholas jamás se había presentado ningún contratiempo que tuviese que ver con el dinero. Nunca le habían negado nada, mucho menos si se trataba de comida, algo absolutamente necesario para vivir. Por lo tanto, la familia Graham le estaba negando la vida.
Suspiró, frustrado.
—Le pediremos a la chica de la caja que sea solidaria con nosotros —concluyó, sonriente.
—Pero ¿tú en qué mundo vives? —________ le miró extrañada—. Aquí nadie regala nada. Tienes que pagar todo lo que compras.
Nicholas, pensativo, observó a la muchacha rubia de la caja. _________ siguió el eje de su mirada, advirtiendo a dos chicas de su edad, de aspecto delicado, que cuchicheaban con la vista clavada en el inglés.
—Te están mirando fijamente —objetó _________, extrañada.
Él sonrió ampliamente, mostrándole su blanca dentadura.
—Claro que me miran, todo el mundo lo hace.
—¿Qué?
—Es por mi cara —dijo señalándose el rostro—. Siempre les resulto atractivo.
—Estás demente.
Nicholas, con gesto seductor, les guiñó uno ojo a ambas jóvenes, que terminaron riendo tontamente mientras se ruborizaban. __________ pestañeó, sorprendida. No comprendía que alguien tan insoportable como él pudiese resultar atractivo. Le miró fijamente, intentando encontrar aquel punto de belleza. Sí, bueno, tenía el cabello de un rubio dorado; bien, aquello podía pasar por aceptable. Lo ojos también, grisáceos. Su forma de mirar anunciaba a leguas de distancia que era un cabrón en toda regla. Y, supuso, aquello solía atraer a chicas de cabeza hueca. Resopló, molesta por la repentina atención que había despertado el inglés.
—No es momento para firmar autógrafos —le indicó, señalando el abarrotado carro de la compra—, tenemos problemas más serios de los que ocuparnos.
Él enarcó una ceja, divertido.
—¿Estás celosa?
__________ sintió verdaderas ganas de estrangularle, de apretar con fuerza aquel delicado cuello de cisne señorial. Le dirigió una mueca burlona.
—¿Es que existe alguna razón por la cual pueda sentir celos? ¿Celos de qué, exactamente? ¿De tener que convivir bajo el mismo techo que un pirado? No, te aseguro que no —puntualizó—. Si ahora mismo esas chicas me diesen tres dólares por ti, te vendería sin lugar a dudas.
Nicholas sobreactuó haciéndose el dolido, abriendo desmesuradamente los ojos al tiempo que se llevaba una mano al corazón.
—¿Tres dólares? ¿Eso crees que valgo? —protestó.
Ella sonrió de lado, satisfecha.
—No es lo que vales tú, idiota, cobraría tres dólares porque te vendería con el traje incluido. Y, ciertamente, tiene pinta de ser caro.
Los fulminantes ojos grises de Nicholas se convirtieron en dos pequeñas rendijas brillantes. Aquel punto irónico de ___________ no le había gustado en absoluto. Lo consideraba bueno, sí, era una magnífica salida. Y eso, obviamente, desestabilizaba la situación. Suspiró, con una idea divagando en la cabeza.
—Es una pena que no pueda decir lo mismo de ti —musitó, con falso gesto apenado—. No podría venderte, tendría que regalarte. Dudo que nadie fuese a darme nada por tu ropa. Es más, dudo que nadie aceptase mi regalo, por mucho que insistiese. Yo no lo haría si estuviese en su pellejo.
_________ cerró con fuerza los ojos, tranquilizándose mentalmente. No soportaba más el simple hecho de oír su suave vocecilla inocente. Se apartó el pelo de la cara, abrumada, antes de volver a señalar por cuarta vez consecutiva el carrito de la compra.
—Tenemos que pagar eso, desgraciado —le recordó.
—¿«Tenemos»? —Simuló mirar a su alrededor—. Querrás decir «tienes que pagar».
—¿Qué? ¡Pero si has sido tú quien ha cogido todo lo que hay ahí dentro!
Las dos muchachas que minutos atrás miraban embelesadas a James ahora se habían girado, y prestaba mayor atención a la situación, como si se tratase de un culebrón.
—Pero ¿a mí qué me estás contando? —Él se encogió de hombros—. Tú madre te ha responsabilizado a ti de comprar la comida, yo solo te acompañaba. Si no has sabido apañártelas no me eches ahora la culpa. —Sonrió malévolo—. Va siendo hora de que empieces a madurar, _____________.
Le miró anonadada. Estaba de broma, ¿no? Porque, de no ser así, terminaría por volverse loca. Algo se encogió en su estómago cuando volvió a recordar que todavía le quedaban veintinueve días por delante junto a Nicholas. Era la peor de las pesadillas.
—¿No llevas nada de dinero encima? —preguntó; comenzaba a sentirse débil y maltrecha. Tenía ganas de llorar, pero logró reponerse alzando con firmeza el rostro, orgullosa.
—No. Absolutamente nada. Cero.
—Genial. —Suspiró pesadamente.
Entonces se acercó decidida hasta el carrito de la compra, se lo arrebató a Nicholas de las manos y se dirigió hacia los pasillos del supermercado.
—Pero ¿qué haces? —preguntó él, atónito.
—Ya que tú no quieres colaborar, lo haré sola: voy a dejar toda esta mierda light en su lugar —anunció satisfecha.
Él la alcanzó corriendo. Extendió las manos frente a ella para impedirle avanzar.
—¡No lo harás, rata inmunda! —masculló con voz áspera.
—Ya lo creo que sí. —__________ comenzó a silbar animadamente con la finalidad de sacar de quicio al joven.
Cogió un cogollo de lechuga y, tras leer la enorme etiqueta en la que se especificaba que había sido cultivada en un invernadero ecológico, la dejó en el estante con el resto de las lechugas.
—¡No! —gritó él, llevándose las manos a la cabeza.
—Tranquilo, sobrevivirás sin tu lechuga.
Nicholas lo recogió y la siguió contrariado, sosteniendo el cogollo entre las manos como si fuese un bebé recién nacido que necesitase mimos.
—¡Está bien! Iré al banco —dijo al fin, rindiéndose ante la satisfecha risita de __________ —. Yo pagaré la compra.
—Así me gusta. —Ella asintió orgullosa—. Veo que vas mejorando.
FranJones.
FranJones.


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Mensaje por Belencita Vie 05 Oct 2012, 8:51 pm

hhahahhaha pelea ya queria imaginar viendo volar la comida por los techos del super jajajja
par de tontillos...
a esperar maraton eehehheheh


xoxo
Belencita
Belencita


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Mensaje por FranJones. Sáb 06 Oct 2012, 10:30 am

Capitulo siete - Viaje en limusina

Desgraciadamente, de camino a casa, Nicholas vislumbró el enorme cartel de una pequeña tienda donde anunciaban la fabulosa oferta de cuarenta Tupperware por cien dólares.
—Entremos —ordenó.
—¡Tú estás pirado! —se quejó _________, cargada con gran cantidad de bolsas. Tenía los dedos entumecidos por el peso y le dolían las manos.
—Luego cogemos un taxi —objetó él, al tiempo que sus correspondientes bolsas en mitad de la calle—. Necesito esos envases para administrar mi comida.
—¡No, no hagas eso Nicholas, por Dios! —gritó ________, pero fue demasiado tarde. Él le había sacado varios metros de distancia y se dirigió a una velocidad descomunal hacia la tienda, como si fuese una droga para él.
Salió poco después, cargado con dos cajas de cartón y una estúpida sonrisilla surcando su rostro. Gracias a la compra de última hora, llegaron a la conclusión de que no podían continuar su camino con quince bolsas de comida y aquellas enormes cajas de cartón que parecían a punto de reventar.
—Pero ¿qué has hecho, estúpido?
Él la miró con una cara extraña: algo de pena mezclada con un deje de profunda satisfacción.
—He visto la oferta y no he podido resistirme —explicó él, orgulloso—, además, ¿dónde piensas que va a caber toda esta comida? Claro, ¡es verdad! Podríamos utilizar tu cuarto como despensa, yo creo que hasta parecería más ordenado; y como el suelo es tu ropero, el armario queda completamente libre para guardar alimentos —dijo, con gesto reflexivo imitando a uno de aquellos filósofos de la Ilustración.
—¡No puedo creer que estés hablando en serio! —explotó ella—. Eres tú quien ha ocupado mi casa, un inquilino indeseable. Lo más normal sería que utilizases tu habitación, y vaciases tu ridículo armario lleno de cajas de bastoncillos para los oídos, cremitas para la cara y potingues y medicamentos varios —replicó ___________.
Nicholas abrió la boca para protestar, pero ella le interrumpió dirigiéndole una mirada que cortaba la respiración.
—Cogeremos el autobús —anunció ________ dirigiéndose hacia la parada
que tenían a apenas tres metros de distancia.
—¿El autobús? —preguntó James intrigado.
—Sí, ese coche grande, con ruedas, que lo maneja un conductor… —explicó ___________.
Nicholas sonrió orgulloso.
—¡Ah! Yo tengo uno de esos, pero nosotros lo llamamos «limusina» —aclaró contento.
__________ le miró consternada. ¿De verdad Nicholas hablaba en serio? ¿Era cierto que jamás había entrado en un supermercado y ni siquiera tenía claro lo que era un autobús? ___________ preguntaba en qué mundo se habría criado aquel excéntrico muchacho; desde luego, en ninguno demasiado realista. Decidió aprovechar aquella oportunidad.
—¡Oh, sí, sí! Es eso, una especie de limusina, pero más popular —le dijo, deseosa de ver su reacción cuando el autobús parase frente a ellos.
—¿A qué te refieres con eso de «más popular»? —Nicholas frunció el entrecejo, inseguro.
—¡Ya lo verás! —Sonrió ella malévola—. ¡Mira, ahí llega!
Nicholas observó la enorme limusina que se acercaba hacia ellos, abrumado por la emoción. Aquella era más grande que la que él utilizaba para acudir cada día a sus clases en Londres. Soltó un silbido de asombro, sonriente. Entonces el majestuoso carruaje frenó secamente frente a ellos, y comenzó a distinguir algunas cabecillas curiosas que se asomaban por las ventanas. Gente desconocida.
—Pero ¿qué coño…?
—¡Vamos, sube!
Siguió a ________, consternado.
—¡Dios mío, es el Apocalipsis! —gimió en cuanto puso un pie en el autobús. Agarró a __________ de la manga de la chaqueta y tiró de ella insistentemente. Después reaccionó y la soltó asqueado—. Yo prefiero ir andando.
Ella sonrió ampliamente, tras dejar las bolsas de la compra en el suelo mientras comenzaba a abrir su colorido monedero de tela. Dejó caer tres dólares en la repisa del conductor.
—De ningún modo —objetó—, la culpa es tuya por decidir comprar cien Tuperwares.
—Siempre podría devolverlos…
___________ se volvió, dándole la espalda al conductor.
—Mala suerte, ya he pagado los billetes.
—¿Y a mí qué me importa? Eres tú quien ha perdido dinero estúpidamente.
Las puertas del autobús se cerraron con un sonido chirriante y esponjoso. El conductor se puso en marcha dirigiéndole media sonrisa.
—Lo siento muchacho —le dijo al tiempo que se encogía de hombros—, las mujeres mandan.
—Esto no es una mujer —le corrigió Nicholass, señalando a __________-.
—Pero ¿cómo te atreves?
_____________ le habría abofeteado gustosamente de no ser porque sus manos estaban ocupadas sosteniendo las enormes bolsas de la compra.
—Solo te mantengo en contacto con la realidad.
—Te diré una cosa, Nicholas —puntualizó _________, enfadada—. Puede que no sea la chica más guapa del mundo…
—No, no lo eres, desde luego.
—… pero comprendo el significado de la palabra «respeto», algo que tú desconoces.
Nicholas parpadeó con indiferencia.
—Bien, quédate con tu respeto —farfulló—. Yo prefiero quedarme con las mujeres guapas.
—Eres un ignorante sin remedio —concluyó ella—. Me das pena.
—¡Oh, no sé si podré soportarlo! —exclamó burlón, y se llevó una mano al pecho dramatizando exageradamente.
—Que te den.
______________ echó a andar hacia el interior del autobús, mientras oía al fondo las carcajadas del conductor. Estaba tremendamente cabreada. Y lo estuvo aún más cuando distinguió las coquetas miradas que le dirigían al idiota de Nicholas un grupo de chicas apoyadas en el cristal derecho del autobús.
—Ciegas… —susurró ella por lo bajo.
Él buscó su mirada antes de contestar.
—¿Ciegas? —Sonrió ampliamente—. Querrás decir afortunadas. Afortunadas por poder gozar de mi exquisito rostro.
_________ arrugó la nariz, molesta.
—Tú jamás te has puesto delante de un espejo, ¿verdad?
Él sacudió las manos, despreocupado.
—¿Para qué iba a hacerlo? No lo necesito —aclaró—. Puedo ver mi reflejo en las reacciones satisfechas de todos los que me rodean.
Ella pestañeó más de lo necesario, intentando asimilar sus palabras. Se preguntó si estaría bromeando, pero Nicholas tenía el rostro serio aunque levemente tenso mientras miraba a su alrededor.
—Oye, aquí hay muchos gérmenes… —murmuró—. No me gusta esta limusina, la mía es mejor.
—Sujétate o te caerás cuando frene —le avisó ella, girándose hacia la ventanilla con la intención de ignorarlo.
El inglés farfulló algo.
—Pero ¿qué dices? Estas barras de metal han sido tocadas por muchas personas. No pienso posar mis delicadas manos sobre ellas —Alzó una mano frente al rostro de _________—. ¿Ves? Mi madre siempre me ha dicho que tengo dedos de pianista.
—Tu madre miente.
—¿Por qué iba a hacer algo así?
—Para que te callaras y la dejaras en paz, seguramente —le explicó, todavía enfurruñada—. La gente te cubre de halagos sin ton ni son con la intención de perderte de vista.
—Eso no es cierto. —Sonrió tímidamente—. Yo nunca te he halagado, pero sí deseo que te pierdas de mi vista. Y de la vista del resto del mundo, a ser posible.
_________ bufó de forma pesada, cansada de escuchar su voz de algodón, que lograba sacarla de quicio. Entonces el autobús frenó en seco cuando un semáforo se puso en rojo. Nicholas, que seguía de pie sin sujetarse a nada, se deslizó bruscamente hacia delante, precipitándose sin control sobre el cuerpo de ella, que gimió dolorida cuando se golpeó contra el suelo.
—¡Levanta, imbécil! —ordenó, al tiempo que sacudía el cuerpo del muchacho—. ¿Quieres apartarte?
—¡Por todas las vírgenes, debo estar lleno de microbios! —se quejó él, haciéndose a un lado.
—Espero que te coman vivo.
____________ logró levantarse del suelo a duras penas y se frotó la espalda.
—La próxima vez intenta resistir la tentación de tirarte sobre mí. Gracias —aclaró la joven, dolorida.
Nicholas consiguió ponerse en pie y, tras sacarse un pañuelo blanco de tela del bolsillo, comenzó a sacudirse las ropas, como ejecutando una especie de ritual para invocar al demonio. Ella le observó aterrorizada.
—¿Quieres dejar de hacer eso? Todo el mundo nos está mirando.
—Nunca me ha molestado que la gente me mire, al contrario —explicó él—, resulta satisfactorio ver sus brillantes ojitos de deseo.
La chica tosió, y dio un paso atrás; intentaba fingir que el rubio del pañuelo no era su acompañante ni tenía ningún tipo de relación con ella. Desgraciadamente, le era del todo imposible e inhumano no advertirle.
—¡Quieres cogerte a la barra de una maldita vez!
Él negó con la cabeza.
—Lo que necesito es sentarme —objetó, cual consejero de la Corte. Entonces se giró hacia una anciana enclenque y le dirigió una mirada acusadora y penetrante, como queriéndole decir que aquel era su sitio. Reservado. ___________ le dio un suave puntapié.
—Deja de mirarla así, ¿es que no tienes vergüenza?
Nicholas carraspeó y se acercó al oído de __________, que percibió su aroma cítrico y mentolado.
—Es que no es justo. Yo tengo una vida por delante, y esa mujer es obvio que no. Dile que se levante.
__________ se volvió de nuevo hacia la ventanilla, anhelando salir de allí y sintiendo cómo algunas lágrimas de pura crispación y rabia se agolpaban en sus ojos. Pestañeó inmediatamente, con lo que logró que ninguna de ellas se derramase.
No podía ser real. Necesitaba cerciorarse de que no era cierto.
—Bueno, ¿piensas decírselo algún día?
—No, claro que no —contestó secamente—. ¿Por qué no te sientas en ese otro sitio? —le preguntó, señalando un asiento libre.
Nicholas sonrió satisfecho y caminó a trompicones hacia el asiento libre. ____________ le siguió: quería perderle de vista, pero temía dejarle solo y que montase algún espectáculo. El inglés extendió su pañuelo blanco sobre la silla antes de sentarse, ante la atónita mirada de todos los pasajeros. A su lado iba una mujer de mediana edad con un niño de apenas un año sentado sobre las rodillas. Nicholas le dirigió una mirada acusadora al chiquillo, como avisándole de que no quería problemas.
Apenas pasaron cinco minutos cuando una imprevisible ráfaga azotó su nariz. El olor era fuerte e insistente, como si se hubiese sentado al lado de un cesto lleno de huevos podridos. ___________ no tuvo tiempo de detenerle cuando Nicholas giró lentamente la cabeza hacia la distraída mujer.
—Perdone… —le dijo—, pero su hijo huele a materia orgánica sucia. Muy sucia.
—¿Qué? —preguntó la mujer, confundida.
—Excremento —aclaró, tapándose la nariz con los dedos—, desecho, caca, mierda. El niño huele a mierda, señora.
La mujer abrió los ojos, alarmada. ___________ bajó la mirada y la clavó en el suelo, deseando que aquel autobús fuese como los coches de los Picapiedra, abiertos, para poder escapar de él. Sentía una vergüenza ajena tan profunda que no fue capaz de interrumpir la conversación de los otros dos. Sus mofletes se habían tornado de color ciruela.
—¡Es un niño, es normal que pasen esas cosas! —exclamó la madre, que abrazó con más fuerza a su hijo—. Tú también hiciste ese tipo de cosas cuando tenías un año.
James sonrió orgulloso, sin dejar de taparse la nariz en ningún momento, de forma que su voz sonaba radiofónica.
—Lo siento, pero eso jamás me ocurrió a mí. Mi asistenta tenía la orden de cambiarme cada media hora —le informó—. Es que, ¿sabe?, mi piel es increíblemente sensible.
—Este chico está pirado… —susurró la madre del niño.
—¡Y que lo diga! —la apoyó Kelsey que había encontrado el suficiente valor para hablar, abochornada.
Afortunadamente bajaron en la siguiente parada. Nicholas se levantó al instante, satisfecho de salir del autobús. La mujer, con el niño todavía sobre las rodillas, le dirigió a _________ una mirada caritativa.
—¡Qué Dios se apiade de ti! —le dijo, en referencia a la infinita paciencia de la chica, después de que esta le contase que Nicholas era su inquilino de intercambio.
—Eso espero —replicó ella, al tiempo que se santiguaba.
Nicholas bufó exasperado, empujándola del autobús. ________ estuvo a punto de caer sobre un charco del arcén de la carretera, pero él la sujetó del codo.
—Llevas mi comida en tus manos —le dijo—. Así que deja de lanzarte felizmente en busca de microbios.
—¡Me he tropezado!
—Eres pura imperfección.
__________ pataleó en el suelo, desesperada. Después le siguió calle abajo; deseando tumbarse en su sofá. Últimamente la idea de dormir se le antojaba el mejor de los planes: era el único momento de calma en su vida. Suspiró agotada, asiendo fuertemente las bolsas con las manos.

FranJones.
FranJones.


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Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada. - Página 3 Empty Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.

Mensaje por FranJones. Sáb 06 Oct 2012, 10:33 am

Capitulo ocho- Cómo comportarse con desconocidos.

Abigail estrechó al joven en un fuerte abrazo que por poco le deja sin respiración. Se limpió una lagrimilla que le rodaba por la mejilla izquierda y volvió a abrazarle.
—¡Oh, Nicholas, eres un regalo caído del cielo! —gimoteó con afectación—. Pero ¿cómo se te ocurre pagar la compra?
Logró escapar de los brazos de la señora Graham cuando esta se distrajo por el pitido del microondas. Se sacudió la ropa. __________ resopló a su espalda, consternada por el comportamiento nada apropiado de su madre. Se dijo que desde luego no tenía ni idea de con quién estaba hablando: con el demonio. Un demonio despiadado e insufrible.
—He decidido encargarme de la compra durante el mes que pase aquí —informó Nicholas—. Creo que es lo menos que puedo hacer. Y, como usted sabe que mi alimentación es algo compleja, será mejor que me haga responsable de ella. El supermercado me ha fascinado.
Aquello fue suficiente para Abigail, que parecía a punto de explotar de alegría. Ella prometió darle más presupuesto para la compra semanal y añadió que __________ le acompañaría cada vez que tuviese que salir, sin siquiera preguntar a la aludida.
—¿Sabes? Serías el hombre perfecto para mi hija. —La señora Graham señaló a la chica, apoyada en el dintel de la puerta de brazos cruzados—. Es tan desorganizada… tú equilibrarías su desorden.
James tosió. _________ también. Se dirigieron una mirada afilada que podría haberse traducido por «Ni en tus mejores sueños seríamos pareja». La madre no pareció reparar en la tensión en los hombros de ambos jóvenes.
—Yo guardaré todo esto —se apresuró a ofrecerse él—. He comprado cien Tuperwares para poder organizar adecuadamente la comida.
—Oh, increíble. Nicholas, eres increíble…
___________ cerró los ojos con fuerza y se largó de la cocina. Si su madre continuaba halagándole de aquel modo, solo conseguiría que su ego aumentase más y más —si es que aquello era humanamente posible—. Tenía que encontrar algún modo de fijar un límite, unas reglas de comportamiento que equilibrasen la situación. Aprovechó el resto de la tarde para darse un baño relajante, ya que supuso que Nicholas se encontraría ocupado con la distribución de los nutrientes por orden alfabético.
Sumergió la cabeza en el agua. Después, cuando salió a la superficie, respiró con fuerza. Tenía ganas de ver a sus amigos. Echaba de menos pasar las tardes sentada en un parque cualquiera charlando. Llevarse a Nicholas con ella y presentárselo a sus colegas no le hacía ninguna gracia. Temía que acabasen apedreándolo. Aunque Matt, un chico que llevaba tras ella desde que tenían catorce años y que incluso había escrito un libro autobiográfico, se parecía a Nicholas en ciertos aspectos. Cabía la posibilidad de que se llevasen bien. Por otro lado, también era probable que, tras conocerse, surgiese entre ambos una especie de competitividad: la lucha por el poder de la estupidez.
Se vistió lentamente antes de dirigirse de nuevo hacia la cocina. La nevera estaba repleta de Tupperwares transparentes, amontonados unos sobre otros como si fuesen una exposición de arte moderno. En casi todos ellos estaba escrito el nombre de Nicholas seguido de una fecha. __________ supuso que había organizado qué comería cada día de la semana siguiente. Y se preguntó cómo alguien podía tener tanta paciencia para administrar al detalle todo aquello. Cerró la nevera bruscamente.
—¿Te gusta cómo ha quedado? —preguntó Nicholas, al tiempo que se sentaba en una de las sillas.
—Ha quedado ridículo —espetó ________ , sirviéndose un poco de café.
—Pero ¿qué dices? Tu madre me ha felicitado varias veces por ello. —Sonrió abiertamente, orgulloso de su hazaña—. Por cierto, me he tomado la molestia de organizar también tu comida. Esta noche te toca ensalada. Ya va siendo hora de que dejes de comer fritos a todas horas —agregó.
___________ se atragantó con el café.
—Espero que no estés hablando en serio. No eres nadie para decidir cómo debo alimentarme.
—¡Encima de que me preocupo por ti! Deberías arrodillarte, besar mis pulcros zapatos y agradecérmelo.
—Pero ¿tú quién te crees que eres? ¿El príncipe de Inglaterra?
—No, pero trátame como si lo fuese. Así marcamos nuestras diferencias sociales.
_________ arrugó la nariz, furiosa.
—Esta tarde he quedado con mis amigos.
—¿Crees que me importa? Guárdate tus culebrones rosas. —Pestañeó con afectación.
—Debería importarte, Nicholas, porque vendrás conmigo —le informó, entusiasmada al percibir el sufrimiento que ensombrecía su rostro.
—No se te da nada bien eso de contar chistes.
—Tienes dos opciones —le explicó _______ —. Puedes venir conmigo o quedarte en casa con Marcus. A solas.
Nicholas abrió desmesuradamente los ojos.
—Soy joven para morir —dijo—. Ni en broma me quedaría a solas con ese mendigo harapiento. Si llego a saber que conviviría con alguien como Marcus habría pedido a mis guardaespaldas que me acompañasen.
______________ le miró fijamente, asombrada. Negó con la cabeza, intentando convencerse de que todo aquello no era cierto.
—¿Tenías guardaespaldas en Londres?
—Pues claro, ¿quién si no iba a protegerme? —Se limpió las uñas distraído, observando la perfección de estas bajo la luz que entraba por la ventana de la cocina—. Ellos siempre iban detrás de mí. Y, en casa, se quedaban quietos como estatuas a la espera de recibir mis órdenes.
—Empiezo a comprender de dónde viene tu estupidez —objetó ella, consternada al escuchar todo aquello—. Creo que tus padres te han malcriado.
—¿Mis padres? —Nicholas la miró sin comprender—. Casi nunca están en casa; así que no han tenido la oportunidad de malcriarme. Pero no importa, tengo a todo un equipo profesional bajo mi supervisión. Son realmente eficientes, tendrías que verlos algún día.
—No sabes la ilusión que me hace —terció ella irónica, poniendo los ojos en blanco.
—Tranquila, era un decir, por pura cortesía. —Sonrió—. Tú jamás pondrás un pie en mi mansión. Antes de que entrases, soltaría a los perros y terminarías corriendo calle abajo como una punki cualquiera.
____________ resopló, se terminó el café y dejó la taza en la pila con un golpe seco. James la señaló.
—¿Es que no piensas fregarla? —preguntó consternado.
—No, lo haré más tarde —respondió ella mientras se abrochaba la chaqueta.
—Pero si la dejas ahí demasiado tiempo se llenará de moho —explicó Nicholas sin dar su brazo a torcer—. Y los bichos acudirán a ella.
—¡Límpiala tú si tanto te importa!
—Lo siento, yo jamás he hecho eso. —Sonrió y se levantó—. Mis manos no están preparadas para enfrentarse a cualquier jabón doméstico. Tengo la piel sensible.
__________ se llevó una mano a la frente.
—¡Ya me lo has dicho un millón de veces! —gritó cabreada—. Y no me importa en absoluto cuán sensible llegue a ser tu piel. —Negó con la cabeza en silencio—. ¡Dios mío! Seguro que incluso utilizas toallitas de bebé para limpiarte el culo. Si es que no se encarga de eso alguna de tus criadas.
Él asintió lentamente.
—Sí, has acertado. Es curioso. Me lo limpio con toallitas de bebé con olor a lavanda —detalló—. Deberías probarlas. He traído unos veinte paquetes, seguro que me sobrará alguna. Ya verás qué bien huelen.
—Pero ¿tú de dónde has salido? ¿Me puedes decir quién es el malvado ser que te ha metido tantas tonterías en la cabeza?
—Nadie. Yo solito.
—Imposible. Esas cosas no nacen de uno mismo —replicó ella, y casi sintió pena por Nicholas—. La gente no tiene esos instintos hipocondríacos.
—¿Qué tiene de malo?
—¡Todo! No se puede vivir así; estás totalmente limitado.
—__________, a ti te limita tu cara frente a la sociedad y, ¿ves?, no es ningún problema. Incluso diría que pareces ligeramente feliz. Obviamente eres un ser demasiado conformista para mi gusto, pero…
—Basta. De verdad. No me interesa seguir escuchando tus tonterías. Es hora de irnos.
Nicholas la siguió hasta la calle. Se preguntaba si los amigos serían mucho peor que ella. No estaba seguro de cómo debía comportarse. Hasta el momento jamás había conocido a nadie fuera de su acomodado colegio, donde todos seguían su mismo estilo de vida. Temía encontrarse con varios clones de Marcus, rodeándole sin piedad. Se frotó las manos, temeroso de tener que enfrentarse ante lo desconocido. No le gustaba aquello de no llevar las riendas de la situación. Mientras que en su casa había sido todo un rey, allí el nivel había bajado al de patético príncipe.
FranJones.
FranJones.


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Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada. - Página 3 Empty Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.

Mensaje por FranJones. Sáb 06 Oct 2012, 10:36 am

Capitulo nueve -Colegas


En cuanto los vio a lo lejos, Nicholas reprimió el vehemente impulso de huir. Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de seres extraños. Le miraban de forma rara. Le miraban demasiado, a decir verdad; como si le estuviesen estudiando para describirlo después en un importante examen. Asió del codo a _________ y se inclinó para hablarle al oído.
—Dime que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra ciudad.
____________- sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos. Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Nicholas, cuyo rostro estaba ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviese cubierto de deliciosa nata montada.
—Son simpáticos, tranquilo.
—Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió él en voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciego para no ver a esos elementos.
Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A Nicholas se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en la curvatura de los labios. Uno de los chicos, de aspecto macarra, se abrochó la chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba al rubio un vistazo rápido, como si estuviera decidiendo si lo mataba allí mismo o esperaba un poco antes del derramamiento de sangre.
—¿Tu amigo nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué?
—Charles, él es Nicholas, el chico que va a pasar un mes en mi casa —los presentó __________ , ignorando el comentario del primero.
—Encantado de conoceros —dijo Nicholas.
Todos rieron.
—¡Qué chico tan formal! — explotó Cloe, que le dedicó un seductor pestañeo antes de mirar a sus amigos—. No como estos, que solo saben comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte, guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla.
Nicholas torció el rostro dibujando una mueca de asco. ___________ se inclinó con disimulo hacia él.
—Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.
Él la miró apenado.
—Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un espectáculo.
__________ aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban entretenidos entre ellos para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas y le libró de la pesada carga de gérmenes que tanto le preocupaban. Él sonrió divertido.
—Gracias, sirvienta. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.
Ella le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no estaba dispuesta a soportar sus juegos en ese momento. Nicholas suspiró y comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de ________ eran incluso más raros que ella. El tal Charles le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo. Otros dos se dedicaban a ignorarlo, hablando entre ellos. El resto eran chicas. Todas ellas le observaban expectantes, haciéndole a ___________ preguntas sin sentido sobre él, especialmente Cloe.
—¿Y cómo se lleva con tu hermano? —preguntó una de ellas, Nixie.
—Oh, pues… bien —balbució ______, sin estar segura de qué decir al respecto.
—Hum… —Nixie sonrió, mordiéndose el labio inferior—. ¡Marcus es tan sexy!
Nicholas parpadeó confundido. ¿Aquello era sarcasmo? Estaba a punto de reír tontamente para quedar bien cuando advirtió que el comentario sobre la sensualidad del Mendigo iba en serio.
—Espero que no decida nunca cortarse las rastas, perdería todo su atractivo salvaje —añadió la chica.
—¡Tía, que es mi hermano, córtate! —se quejó _________.
Nicholas iba a protestar a su vez, diciéndole «¡Tía, no estoy sordo! Y tus comentarios duelen», pero se contuvo. Quería estudiar a aquellos individuos. Eran realmente curiosos, algo estrambóticos también. Rápidamente dejó a un lado al grupo de chicos, que no le hacían ningún caso, y se acercó más a ellas, como un felino sigiloso que acaba de descubrir que la carne existe.
—¿Te está gustando América, Nicholas? —le preguntó Cloe, mientras se retocaba el pintalabios, de un rojo ciruela.
—Sí, mucho. El supermercado es genial —contestó.
Cloe lo miró extrañada. Después se sacudió la larga melena rubia hacia atrás con soltura. Nicholas dedujo que no le llegaba a él ni a la suela de los zapatos en cuanto a elegancia.
—¿Te gustaría venir esta noche a mi casa? —preguntó la chica, sin ningún tipo de vacilación en la voz. Nicholas tragó saliva despacio, sintiendo cómo el miedo le revolvía el estómago—. He pensado que podríamos reunirnos todos allí, para ver películas y… lo que surja.
«Y… lo que surja.» Nicholas miró a _________ desesperado, deseoso de que ella le defendiese, ¡tenía que hacer algo! Era demasiado guapo como para pasar desapercibido, eso lo entendía sin problemas. Y lo aceptaba, vaya que sí. Pero, ciertamente, no estaba preparado para enfrentarse a aquella devoradora de hombres, que parecía realmente hambrienta. Tragó saliva despacio.
—No creo. Me gusta acostarme pronto, siempre lo hago —se excusó. Y era cierto.
Cloe sonrió con malicia, Nicholas lo notó en el brillo inhumano de sus ojos claros, que se encendieron como una linterna en medio de la oscuridad.
—No importa —se acercó más a él—, puedes quedarte a dormir en mi casa si quieres. Mis padres no estarán…
Él palidecía por instantes. ________ le miró divertida, mientras Nixie continuaba halagando al piojoso de Marcus. Intentó pensar en algo que lograse fastidiar a las dos chicas: tanto a la insaciable de Cloe como a la idiota de ________, que no se dignaba sacarlo de aquel apuro. Sonrió con gesto malévolo cuando una idea cruzó su mente como una estrella fugaz.
—Si me quedase a dormir en tu casa, __________ se pondría realmente celosa. Es bastante posesiva —explicó, señalando a la aludida, que le miraba con la boca abierta.
____________ apretó los puños con fuerza, furiosa. ¿Cómo podía mentir tan vilmente? ¡Ella hubiese estado encantada de que se quedase a dormir en casa de Cloe! ¡Y no solo un día, sino hasta que tuviese que regresar a Londres, a ser posible! Perderle de vista sería un regalo divino.
—Cloe, no te lo aconsejo —le dijo a su amiga—. Tiene ladillas —añadió.
Nicholas pensó que iba a desfallecer. ¿Ladillas? Sí, las conocía bien. Había estudiado todas las enfermedades existentes en el mundo por su cuenta con el objeto de evitarlas. Recordó que se trasmitían mediante las relaciones sexuales y le dirigió a _________ una mirada de ternura antes de hablar.
—Me las habrás pegado tú, cariño… —susurró delicadamente.
—¿Os habéis acostado? —preguntó Cloe, visiblemente molesta y decepcionada.
—¡No, claro que no! —se defendió ___________, consternada. Aquello estaba yendo demasiado lejos. Los chicos habían dejado de hablar de sus cosas para mirarles, pendientes de la conversación.
—Ahora dice eso —farfulló Nicholas, mientras negaba con la cabeza con dramatizada indiferencia—. Es curioso. Pero anoche solo decía «Sí, más, sí, sigue».
Los chicos, liderados por Charles, rieron al unísono. Mientras exclamaban «¡Este es de los nuestros!» y se tronchaban a carcajadas. _________ se cruzó de brazos, arrepintiéndose al instante de haber llevado a Nicholas consigo.
—Solo hubiese dicho esas palabras en otro contexto, como «Sí, más, sí, sigue ahorcándote, imbécil» —aclaró furiosa. Sus ojos destellaban rabia.
Nicholas se molestó. Deseaba con todas sus fuerzas que ______ quedase mal delante de sus amigos. Se aburría. Y no soportaba que ella le tratase con esa superioridad desmesurada, sin aceptar cuál era su lugar en aquel dúo. Su lugar era, desde luego, el de más abajo.
—¡Mujeres! ¿Quién las entiende? —añadió Nicholas, y no supo qué más decir para salir de aquel embrollo.
Charles asintió pensativo, al compás de los otros dos, que parecían imitarle en todo momento.
—Tienes razón, tío, son complicadas, ¿eh? —Le dio una palmada en la espalda.
Nicholas se encogió de hombros.
Entonces oyó a lo lejos un silbido suave, empalagoso… que le molestó de inmediato. Se giró bruscamente cuando Nixie dijo: «Ahí llega Matt». El susodicho vestía bien. Bastante bien. Llevaba unos vaqueros pulcros, combinados con un suéter marrón, y aun a distancia Nicholas pudo apreciar la buena calidad del tejido. Frunció el ceño, conforme este se acercaba más, y advertía su cabello castaño, cuidado y repeinado. Se fijó en sus manos, en la perfecta curvatura del corte de sus uñas, en la suave piel de su rostro hidratado, la elegante forma de andar y los danzantes movimientos que le acompañaban descaradamente. Matt no le gustó. Matt era pura competencia. El príncipe falso, de plástico, que pretendía robarle el trono. No estaba dispuesto a permitir que aquello sucediese.
—¿Cómo va todo? —preguntó al llegar, dirigiéndole a _________ una mirada repleta de interés. Interés que Nicholas no entendió, pero que sí le molestó.
—Bien, tío —dijo Charles—. Oye, mira, este de aquí es Nicholas, el chico de intercambio que está en casa de __________. Es la monda.
Se dieron la mano. Sus miradas chocaron al instante emanando odio. Odio porque ambos pudieron distinguir la suavidad resbaladiza de las manos del contrario. Nicholas se cabreó aún más cuando descubrió que Matt llevaba la misma colonia que él: una colonia casi exclusiva que debía pedir por encargo para que se la trajesen desde Francia.
—Me llamo Matt Kresel —saludó el otro, frunciendo el entrecejo—. Quizá me conozcas por mi libro.
—¿Qué libro? —Nicholas soltó rápidamente su mano. Se limpió en una servilleta.
—¿No te lo ha contado __________? —Se giró hacia ella, que escondió el rostro entre las manos—. He escrito un libro con solo dieciocho años. Tuve una vida difícil, una infancia terriblemente dolorosa —explicó, dramatizando en exceso para el gusto de Nicholas—. Así que terminé escribiendo mi biografía, que se ha vendido muchísimo y me ha hecho rico.
—Me alegra no ser entonces el único rico de aquí —siseó Nicholas.
__________ resopló. El resto de sus amigos parecían divertidos. Ella había esperado aquello. La competencia por el poder de la estupidez había surgido, desatándose con una ferocidad abrumadora. _________ se pasó una mano por la frente, recordando que lo único por lo que no competirían sería por ella, afortunadamente. Matt llevaba desde los catorce años persiguiéndola e intentando que saliesen juntos, algo a lo que ella se había negado constantemente. Aunque parecido a Nicholas, era más respetuoso que él. Igual de aristocrático, pero menos espabilado e irónico que el otro.
—No, no lo eres. —Matt sonrió forzado—. Así compartiremos el puesto. Por cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte en casa de _________?
—Un mes —contestó Nicholas, incómodo.
—Oh, ¡qué barbaridad! —explotó—. Los intercambios de hoy en día duran demasiado. La educación está fatal. ¿No echarás de menos a tu familia?
—No —respondió el otro, contundente.
—Qué poco sentimental.
—Matt, déjale en paz —dijo ________ para apaciguar los ánimos.
Cloe parecía visiblemente cabreada por no poder seguir hablando con Nicholass sobre el asunto de dormir en su casa.
—Entonces, ¿vendrás esta noche? —insistió poniendo morritos.
—¿Adónde tiene que ir? —preguntó el recién llegado con curiosidad.
—A mi casa, para ver unas películas —aclaró Cloe, deseosa de que no volviesen a interrumpir su conversación.
—Yo me apunto —contestó Matt, sonriente.
Nicholas se disponía a responder que no, pero la seguridad de su contrincante le hizo dudar. Miró a ______, quien se encogió de hombros deseando huir de allí.
—Yo también iré —contestó entonces, alzando la cabeza con orgullo—. Con ______ —añadió. Y sonrió tímidamente al notar el malestar en el rostro de Matt.
—Gracias por preguntarme si me apetece ir —se quejó ella.
—Oh, vamos, lo pasaremos bien —intervino Charles—. Tiene razón tu amigo, las mujeres sois incomprensibles.
Los otros dos asintieron mecánicamente. Cloe se levantó irritada, sacudiendo su melena. Había pensado en una velada íntima con aquel apuesto rubio, no en una reunión de amigotes. Ya se las apañaría para lograr estar a solas con él.
FranJones.
FranJones.


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Mensaje por ElitzJb Sáb 06 Oct 2012, 8:52 pm

que ingreido es este nick ...jeje
pero me fascinan sus discuciones .....
oh dios mio esto se pondrá cada vez mejor
siguela por favor
ya quiero maaaaas adore estos capitulos
ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por HeyItsLupitaNJ Dom 07 Oct 2012, 1:27 pm

Esta nove es tan divertida!
me matan las peleas tontas que tienen estos dos! :)
Esperando el próximo capitulo! ;)
veremos que tal se comportan Matt & el Nicho! :D
X
HeyItsLupitaNJ
HeyItsLupitaNJ


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Mensaje por Belencita Dom 07 Oct 2012, 1:53 pm

hahhahha
que peleas
y Nick que ser tan especial
y ahora le salio competencia peor ahhaha
nos leemos

xoxo
Belencita
Belencita


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Mensaje por ElitzJb Dom 07 Oct 2012, 6:04 pm

siguelaaaa
ElitzJb
ElitzJb


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Mensaje por chelis Dom 07 Oct 2012, 7:14 pm

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!!!
SIII TIENE ALGUNAS COOOSAAS PARECIIIDAAAS A MI HERMAAANOOO!!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJJA
NOO SE .. EROO ME FAAACIINAAA ESTA NOVEEEEAAAAII SIGUELAA PORFIISSS
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por margarita Dom 07 Oct 2012, 10:49 pm

ohh me encanto esta nueva nove !!!! soy tu nueva lectora . jijiji
margarita
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Mensaje por FranJones. Lun 08 Oct 2012, 8:00 am

Perdón chicas por no subir ayer, lo iba a hacer anoche pero tuve un problema y no pude hacerlo. Bienvenida Margarita :) Mas tarde les subo otro.

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Capitulo diez - El grupo circense

Caminaron por la solitaria avenida de la urbanización hasta la casa de Cloe. ______________ estaba a punto de llamar al timbre cuando Nicholas alzó una mano para detenerla.
—Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme me defenderás. No puedes dejarme solo.
—¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?
—¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó Nicholas, señalándose el rostro.
—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.
El inglés se inclinó hacia ella peligrosamente.
—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—. Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que obedecer a la señora Graham.
—¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre diga.
Él insistió, contrariado.
—¡Pero soy tu protegido, ___________! —explotó, con gesto apenado—. No puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Cloe, ¿acaso no te has fijado en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis partes bajas como cuchillos; apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo.
—No exageres, Cloe es una buena chica. No te pasará nada —concluyó ella, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».
—Son las campanas de mi funeral —susurró Nicholas.
Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Matt. Él no quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentito en su cama, lejos de todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Cloe abrió la puerta, ignoró totalmente a ___________ y fijó sus ojillos azules en los ojos grises de Nicholas, que dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.
—¡Nicholas! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegaríais! Pasad, pasad… —les indicó, haciéndose a un lado.
Él se inclinó hacia _________. Dentro de lo malo malísimo, ella era lo menos malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de lo humano.
—Conviértete en mi hermana siamesa durante el resto de la noche —le rogó.
—Como no te calles, me convertiré en tu hermana perdida —amenazó __________, aunque disimuló ante la atenta Cloe, que les observaba cruzada de brazos.
En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Nicholas, que la miró aterrorizado como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles. __________ rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañero tenía verdaderas razones para estar asustado.
Dentro se encontraban los demás. Nicholas clavó su mirada en la de Matt, que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí estaba él, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a arrebatarle su falsa corona.
—¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.
Charles jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó levantando la mano. Nixie, acompañada por otra chica llamada Agathé, también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Matt, que solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de estar bien consideradas, a James nunca le habían gustado las chaquetas de piel. No le agradaba eso de llevar animales encima como en la Edad de Piedra. Obviamente, el neandertal de Matt no opinaba lo mismo.
Cloe se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Nicholas sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que quedaba libre a su lado.
—Nicholas, cielo, siéntate aquí —le indicó.
Él miró fijamente a _________, esperando que ella dijese algo. Lo que fuese. Sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida sonrisa casi imperceptible. El joven se dirigió resignado hacia el sofá.
—¿Qué vamos a cenar? —preguntó Charles, distraído, sin dejar de apretar todos los botones del mando de la PlayStation.
—He pedido ternera con salsa. La traerán enseguida —contestó Cloe, resuelta.
Nicholas tosió afectado.
—Yo no como carne.
—No todos los paladares pueden apreciar algo tan sabroso —añadió Matt, sonriendo de lado.
—Exacto. Mi paladar no está preparado para degustar mierda —aclaró Nicholas, sin darse por vencido.
—No te preocupes. —Cloe se levantó enseguida—. Llamaré ahora mismo para pedir que traigan una ensalada, ¿te parece bien?
Nicholas asintió. La idea de que otros se moviesen por él no terminó de disgustarle. Estaba bien aquello de que todos estuviesen a sus pies, abiertos a sugerencias. Suspiró hondo, preparándose mentalmente para soportar la desastrosa noche. Le dirigió a _________ una mirada dramática; parecía uno de los violinistas del Titanic justo antes de morir. El último vals de su vida había llegado. La joven pareció ablandarse y, sin perder la sonrisilla malévola de su rostro, se sentó a su lado en el sofá. Matt la siguió y se hizo hueco donde no lo había.
—¿Pretendes tirarnos a todos del sofá? —preguntó Nicholas, molesto.
Matt le ignoró, acomodándose, pegándose al cuerpo de _________ como lo haría un crustáceo a un acantilado. Nicholas, todavía más cabreado, también se acercó a su compañera, que, a esas alturas, apenas si podía seguir respirando.
—Me estáis aplastando —masculló.
—Díselo a tu amigo —se quejó Nicholas—, que sería capaz de ametrallarnos a todos con tal de sentarse. Menudo egoísta.
—No me hables precisamente tú de egoísmo, Nicholas. Mi mente no está preparada para aceptar algo así —le reprochó _________.
Nicholas bufó. Charles gritó cuando ganó una partida del videojuego y alzó los brazos como si aquello fuese el más grande de todos los acontecimientos posibles. Se giró después hacia ellos.
—¿Queréis jugar? —preguntó.
Matt negó lentamente con la cabeza. Nicholas sonrió, curioso.
—Vale —murmuró, encogiéndose de hombros.
Charles dejó el mando en sus manos.
—Pensándolo bien yo también me apunto —rectificó Matt.
___________ resopló. Aquello era agotador. ¿Cómo podían llegar a ser tan sumamente estúpidos? ¿Dónde estaba el límite, tendrían algún tope? Apostaba lo que fuese a que no. Se dejó caer sobre el respaldo del sofá, cuando llegó Cloe.
—Ya he pedido tu ensalada, Nicholas —informó, sonriente. Su rostro se volvió algo agrio cuando descubrió que habían ocupado su lugar en el sofá—. Bueno, será mejor que dejemos de jugar —añadió rápidamente—. Podríais echar una mano para poner la mesa.
Cloe apagó la PlayStation sin miramientos. Charles resopló consternado. Les indicó que la siguiesen hasta la cocina para darles cubiertos, vasos y demás. Una vez allí, puso en las manos de Nicholas la jarra de agua. Este, con el ceño fruncido, se volvió hacia ___________.
—Yo no hago estas cosas —se quejó—. ¡Pero si somos sus invitados! ¿Cómo puede ser tan maleducada?
—Somos invitados, Nicholas, pero esto no es una cena presidencial —le recordó ________, mientras caminaban hacia el comedor—. Cuando se juntan los amigos no existen los anfitriones, todos colaboran por igual.
A __________ le llamaba la atención tener que explicarle todo aquello. Tenía curiosidad por saber quién era realmente Nicholas, pero temía que si se lo preguntaba su ego creciese aún más al proporcionarle insospechados detalles sobre su fantástica vida en la mansión de Londres.
Observó cómo Nicholas dejaba la jarra de agua delicadamente sobre el mantel tras recolocarlo, ya que estaba un tanto torcido hacia la izquierda. Se preguntaba por qué todo a su alrededor debía estar tan sumamente perfecto. Alguien tenía que haberle enseñado a ser así, ese tipo de cosas no salían de uno mismo. Suspiró, resignada, al advertir que Nicholas llenaba todas las copas con la misma cantidad de agua y las comparaba entre sí. Matt enarcó una ceja.
—Este tío está pirado —dijo.
—Y tú acabado —contestó Nicholas—, estás acabado.
—¿Acabado de qué? No sabes ni lo que dices.
Se acercó hasta él, cuando ________ estaba distraída, y le habló en susurros.
—Tienes la esperanza de que _________ termine enamorándose de ti. Sueñas con vivir a su lado en una gran casa con un enorme jardín, veinte gatos, diez perros y trescientos niños chillando y corriendo de un lado a otro —le dijo—. Bien, pues te lo adelanto: eso jamás ocurrirá.
Matt le dirigió una mirada de profundo odio que parecía llamear en el interior de sus pupilas almendradas. Apretó los puños con fuerza, furioso.
—… No ocurrirá, porque, para empezar, tu querida Julieta sería más feliz viviendo debajo de un puente. Y, como segundo apunte, te diré que nadie quiere a un Romeo como tú. Eres un tostón. Puedes ponerte toda la colonia francesa que quieras, pero seguirás oliendo a puro aburrimiento —concluyó, sin piedad.
Matt permaneció quieto. Tenía verdaderas ganas de golpearle. Pero ¿quién se creía que era? Él llevaba muchísimos años detrás de __________ como para que ahora un recién llegado se la arrebatase. Claro, el inglés tenía ventaja por vivir en su casa. Nicholas le miró divertido, señalándole con el dedo índice.
—¡Ah, y una cosa más! Si piensas que a mí me puede llegar a gustar tu bella doncella, te contestaré que no. Jamás de los jamases. Nunca. Tengo más clase, así que mi listón está más alto.
—Mejor, no sabes lo que te pierdes.
—… ¿Me pierdo pasar horas buscando restos entre los contenedores? Prefiero cederte el puesto. Gracias.
—No importa, nadie sería capaz aguantar a alguien como tú. Así que dudo que cualquier otro ser humano pueda llegar a quererte —siseó Matt.
Nicholas torció el gesto. Furioso. Ahora estaba furioso. ¿Cómo que nadie podría quererle? Claro que sí, todos en su casa le querían. Arrugó la nariz. _________ los llamó para que se sentaran. Hacía rato que había sonado el timbre de la puerta, cuando habían traído la ternera en salsa y la ensalada. Se sentaron mientras se dedicaban mutuamente miradas de odio. Comenzaron a cenar.
—Tío, ¿en Londres hay mucha marcha? —le preguntó Charles, animado.
—¿Marcha?
________ se acercó a su oreja.
—Fiesta, ajetreo, movida… —susurró.
—Ah, ¡marcha, claro, claro! Pues, eh… supongo que sí —aclaró, dudoso—. Yo solo salgo por la urbanización. Es más segura.
—¿Tus papis no te dejan ir muy lejos? —intervino Matt.
—Mis padres me dejan hacer lo que quiera —informó, con aire señorial.
Cloe estaba cabreada. No le gustaba el ritmo que tomaba la noche. No le gustaba tampoco, en absoluto, que surgiesen rivalidades entre Matt y Nicholas, porque eso significaba que _________ —y no ella— estaba dentro del juego de competencia. Se apartó el pelo de la cara.
—No tienes novia por allí, ¿verdad? —preguntó, con una ancha sonrisa.
Nicholas pareció dudar, pero luego se mostró serio.
—No.
—¿Y no te cansas de comer tanto verde? —insistió Matt, señalando su ensalada.
Nicholas le miró extrañado.
—¿Tú te cansas acaso de comer sangre?
—No es lo mismo. Yo sigo una dieta variadísima.
—Pues no se te nota en la piel.
__________ resopló, dando a entender que no deseaba seguir escuchándoles. La noche continuó sin más percances, hasta que Cloe se decidió a poner una película.
—Tengo las películas en mi habitación —explicó, cuando todos se sentaron alrededor de la televisión—. Nicholas, ¿quieres acompañarme y ayudarme a elegirla?
Nicholas tragó saliva despacio, temeroso.
—No importa, escoge la que más te guste a ti —respondió entrecortadamente.
Matt sonrió de lado.
—Qué poca educación… —susurró.
Cloe pareció ofendida, asió del brazo a Nicholas y casi lo arrastró hacia su habitación. Y, por primera vez, ___________ sintió auténtica pena, Nicholas no imaginaba lo que le esperaba allí dentro.
El inglés respiró hondo cuando llegaron al cuarto, sacudiéndose la manga de la fina camisa que Cloe había tocado con sus afiladas uñas rojizas. Miró alrededor. Detestaba las habitaciones rosas, repletas de flores, corazones y artilugios diversos de colorines. Se giró consternado buscando los DVD.
—¿Dónde están las películas? —preguntó, y sintió que un nudo le presionaba la garganta.
Cloe se acercó peligrosamente hacia él, pestañeando en exceso, como si se le hubiese metido una mota de polvo en los ojos. Entonces Nicholas comenzó a comprender la situación. Y se contuvo para no gritar.
—La película podríamos montarla nosotros mismos… —le susurró Cloe, al tiempo que le pasaba un dedo por el cuello.
No le gustó aquel primer contacto con su piel; no era lo suficientemente suave.
—No se me da bien actuar —repuso Nicholas, con la vista fija en la puerta cerrada de la habitación.
—Yo podría enseñarte.
—Tampoco me interesa demasiado. Gracias, pero tengo otras expectativas en la vida —se excusó; su rostro se tornó más pálido de lo habitual—. Creo que deberíamos volver con los demás. __________ estará preocupada por mí —mintió.
Cloe se inclinó hacia él, de puntillas. Nicholas dio un paso atrás y tropezó.
—Te gusta hacerte el duro, ¿verdad? —preguntó la chica, con voz melosa—. Te gusta… poner las cosas difíciles. Mejor. Sabes sacar partido a todo tu atractivo. A mí me encanta que me pongan nuevos retos…
—No finjo nada. Soy así de forma natural —admitió él, contrariado.
—Ya, claro, claro…
—Oye, me das miedo. Quiero irme de aquí —exigió finalmente.
Cloe lo ignoró. Sus manos se dirigieron hacia el cuello de la camisa de Nicholas y empezaron a desabrochar los primeros botones.
—Pero ¿qué haces, loca? —gritó él, consternado.
—No te resistas más, Nicholas —insistió; comenzaba a enfadarse.
Nunca un chico se le había negado durante más de cinco minutos; todos terminaban cayendo a sus pies tarde o temprano. Sonrió tontamente. Él intentó escapar. Ella tiró de la camisa hacia abajo, arrancando todos los botones de un tirón.
—Niña, tú tienes que ir directa a un psiquiátrico —dijo Nicholas, en dirección hacia la puerta—. Si quieres contribuiré a pagar los gastos de la clínica.
—¿Adónde crees que vas? —Cloe se cruzó de brazos, cabreada.
—Lejos, muy lejos… de ti —contestó, antes de salir volando de allí.
Nicholas corrió por el pasillo como alma que lleva el diablo, como si hubiera visto un fantasma.
—¡__________! —gritó, fuera de sí—. ¡__________, VEN!
___________ salió de la sala alarmada por la llamada. Estudió a Nicholas. Llevaba la camisa desabrochada dejando a la vista la suave y blanca piel de su bien trabajado torso. Ladeó la cabeza, puntuando mentalmente su cuerpo con un merecido 8. Después observó su aterrorizado rostro.
—¿Se puede saber qué te ocurre?
Nicholas se apoyó en su hombro, como si fuese a desfallecer, casi abrazándola.
—Ha intentado matarme, __________ —dijo, hablando atropelladamente—. Tu amiga está completamente loca; quería que hiciéramos nosotros una película, y no apta para todos los públicos, precisamente. Me habías prometido que no me dejarías solo. Tenías que protegerme. No volveré a confiar en ti.
—¿Qué?, pero ¿qué estás diciendo? —Le levantó la cabeza—. No te he prometido nada. —Suspiró, y reparó en Cloe que les miraba enfadada desde la puerta, apoyada en el dintel con los brazos en jarras—. Bueno, no importa. Está bien, volvamos a casa.
_________ se despidió de sus amigos mientras Nicholas la esperaba en la calle. Después caminaron en silencio, bajo el oscuro manto estrellado de la noche.
—Ha sido una día duro, ¿eh? —_________ le miró divertida, de reojo.
Él suspiró abrumado.
—Lo resumiré de esta forma —explicó él—. Tu casa es un paraíso divino e inigualable en comparación con lo que hoy he conocido.
___________ rió.
—Empiezo a ver a Marcus como a un ser inofensivo y tremendamente delicado. Imagínate. —Torció el gesto, tras escucharse a sí mismo—. Bueno, no me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como siempre. Tu casa será un estercolero y tu hermano el rey de los mendigos.
—Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad… —__________ puso los ojos en blanco.
Llegaron a casa. Nicholas se excusó rápidamente y se dirigió a su habitación. Deseaba dormir. Se tumbó en la cama y reparó en el teléfono móvil que reposaba sobre su mesilla de noche. Pulsó el botón de encendido. Cero llamadas. Suspiró. Buscó en la lista el teléfono de su madre y llamó. Respondieron al quinto tono.
—¿Diga?
—¿Mamá? Soy Nicholas.
—¡Hola, Nicholas, cariño! Lo siento, tu madre está en una reunión importante. Soy su nueva secretaria, Helen —dijo una alegre voz al otro lado del teléfono—. La señora Kellen me ha hablado muchísimo de ti, ¿quieres que le diga que te llame en cuanto termine?
—Eh… no, no hace falta. Aquí, en América, es tarde.
—¡Es verdad, olvidaba el cambio horario! No te preocupes. Le comentaré que has llamado de todos modos.
—Gracias.
Nicholas frunció el ceño cuando colgó. Se dio la vuelta en la cama, tras destapar el colchón por la parte de abajo. Siempre dormía con los pies fuera, no soportaba tenerlos tapados. Otra de sus manías. Hundió el rostro en la almohada y cerró los ojos con fuerza, deseando quedarse dormido cuanto antes. Mañana le esperaría otro largo día.
FranJones.
FranJones.


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Mensaje por margarita Lun 08 Oct 2012, 8:58 am

ohh dios me encantoo siguela porfavor !!!!
margarita
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Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada. - Página 3 Empty Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.

Mensaje por Belencita Lun 08 Oct 2012, 1:06 pm

HAHAHHA POOBRE Nick
pense que la _________ lo salvaria
definitivamente estar en la casa de ella es mejor que en la casa de la loca
espero el siguiente cap xoxo
Belencita
Belencita


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