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Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
Capitulo once - Felices fiestas I
Un nuevo amanecer, un nuevo día.
__________ descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se recogió el largo cabello castaño oscuro en una coleta desarreglada antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.
«Navidad, Navidad, dulce Navidad…»
—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.
El señor Graham le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.
—Todas las navidades dices lo mismo, __________. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.
La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornada.
—¿No podrías bajar un poco el volumen?
—¡No! ¡Quiero que todos lo escuchéis y os llenéis del espíritu navideño! —Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.
La puerta contigua a la de __________ se abrió de golpe, y Nicholas salió como un huracán enfurecido, vestido con su ridículo pijama de raso. Miró con asco a la muchacha.
—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme?
—Villancicos.
—No me gustan los villancicos —aclaró.
—¿Y a mí qué me cuentas?
—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.
________ resopló, airada. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto; de lo contrario su padre la odiaría por toda la eternidad. Se preparó mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La señora Graham salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Nicholas en la cabeza afectuosamente.
—¿Qué tal has dormido, cielín? —preguntó melosa.
—Bien. —Le sonrió tímidamente, antes de que Abigail se marchase escaleras abajo a toda prisa.
__________ observó la divertida escena.
—¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo imaginaciones mías?
Nicholas la miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.
—¿Y yo noto que esta mañana eres aún más fea de lo habitual o será que hasta el momento no me había puesto las lentillas…? —replicó burlón.
—¿Llevas lentillas?
—¡Claro que no! Mis ojos son perfectos. —Pestañeó con afectación—. Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.
—¡Ja! Siento decirle, mi señor, que sus ojos son un tanto… repugnantes. Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh, caballeroso conde Nicholas de inigualable belleza! —_________ hizo una reverencia a modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar al inglés.
—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de elegancia. Eres puro vulgarismo, nena.
—¡NO ME LLAMES «NENA»!
Nicholas sonrió agudo, con sus ojos grises brillando en exceso.
—Lo que tú digas, nena.
—¡Uf…! ¡Cómo te odio!
—¡Quiéreme, nena, quiéreme! —exclamó dramáticamente, antes de escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe. ___________ le dio una patada a la pared, cabreada.
¿Por qué demonios siempre conseguía sacarla de quicio, si sabía de antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarle ganar. Tenía que encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que él la viese así, enfadada consigo misma. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.
Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada gris, la malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos, su forma de andar, de moverse… todo lo que superficialmente caracterizaba a Nicholas. Era más astuto de lo que ella jamás hubiese imaginado. Generalmente mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas veces se apoderaba de él. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que le rodeaba hacía que __________ se plantease numerosas cuestiones, como, por ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.
La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de ___________. No los soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesta a beber algo de café para aclarar sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el desayuno con parsimonia, aburrida. Nicholas apareció poco después, alegando que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el ambiente»; y __________ supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía a «villancicos». Observó soñolienta cómo él se preparaba unas tostadas con mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Graham entró agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.
—Buenos días —saludó alegremente—, ¿os vais acostumbrando a los villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades. —Tiró unas bolas rotas a la papelera, sin compasión—. Esta mañana hay que adornar la casa, colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en diferentes lugares, así que intentad no coincidir bajo ninguno, ya sabéis el dicho, ¡bajo el muérdago, beso de murciélago!
—Ese no es el dicho —le corrigió Nicholas, sin dejar de untar su tostada matinal.
—No importa, a veces me invento las cosas. —El señor Graham se encogió de hombros con despreocupación—. Os espero en el comedor, venid cuando acabéis de desayunar.
Y desapareció otra vez silbando animadamente.__________ resopló, al tiempo que Nicholas le apuntaba con el dedo índice, acusador.
—Ni de coña pienso decorar tu casa —afirmó—. No he venido aquí para servir a unos muertos de hambre.
—No es ningún servicio, idiota. —__________ no estaba de humor aquella mañana, más bien se encontraba abatida—. Se supone que debe ser un placer decorar la casa con adornos navideños.
—¿Un placer? —Rió a carcajadas—. Tú tienes serios problemas, _________. Ve a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante o… algo, cualquier cosa que te deje grogui.
Ella se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Nicholas le regaló una profunda mirada de repulsión. La joven sonrió.
—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces.
Él pestañeó sin comprender.
—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip. —Ladeó la cabeza sin dejar de observar a _________—. En América amanece un día asqueroso, sin novedad respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí queremos contactar con la señorita _________ Graham, apodada la Basurera a causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.
___________ tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su cocina y el chaval que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la plancha para desayunar, existía de verdad.
—Estás fatal, Nicholas. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a pensar que rozaran un grado tan elevado.
Él se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor, abriendo mucho los ojos.
—¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! —explotó, orgulloso.
___________ mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la intención de echarle una mano a su padre.
Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances. Nicholas expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces. Después se negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás, dando órdenes y consejos a sus empleados.
—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha —le exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.
____________ lo habría matado, de no ser porque estaba subida a una escalera colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesta, tiró de la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesto ayudante resopló.
—Y ahora, ¿qué narices te pasa? —preguntó ella; aumentaba su rabia por segundos.
—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la izquierda.
Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por todas.
—¿Estás contento?
—Podría estarlo más. —Sonrió—, pero me conformo. Ya puedes bajar.
____________ descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.
—Tú no me dices cuándo puedo bajar —le reprochó.
—Ya, bueno, no tenemos tiempo que perder en tonterías. —Agitó una mano con elegancia—. Es hora de terminar con el baño.
____________ cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se frotó la cara, acalorada. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se sentía terriblemente cansada.
—No hace falta decorar el baño, Nicholas. Así que olvídalo.
—¿Qué? —Él la siguió mientras ella se dirigía hacia el garaje para guardar la escalera—. ¿Te has vuelto loca? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.
__________ se giró hacia él, extrañada.
—¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho nada. —Se cruzó de brazos—. Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro, así disimularía su barriga», o añadiendo: «¡Menudo árbol de Navidad más pequeño, parece una esparraguera de monte común…!».
—¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? —se defendió, mirando con asco el garaje desordenado de la familia Graham.
—¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en colocar tú la estrella en la punta del árbol… ¡llevaba años esperando ese momento! No es justo que siendo el último mono de esta familia tengas más derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.
—¿Por pena?
—¡Estabas a punto de llorar, estúpido! No he visto cosa más tonta en mi vida.
Nicholas suspiró, algo abochornado. Era cierto. Se había encaprichado con poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en Londres, jamás habían adornado su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del comedor principal.
—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño. —Sonrió alegremente, cambiando de tema.
—He dicho que no.
______ cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al interior de la casa, hastiada. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante cinco míseros minutos.
—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas sola con tus amigos. Tus padres se van a cenar, ¿verdad? —preguntó, recordando las palabras de la señora Graham a mitad de la jornada matinal—. Les diré que me llevaste contigo, pero me quedaré en casa.
La joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiría disfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes de que James pusiera un pie en su casa.
—Está bien. Me parece justo. —Estiró un brazo al frente, pues estaba acostumbrada a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.
Él frunció el ceño.
—Ni en broma toco tus dedos —musitó antes de subir las escaleras directo al baño—. ¡Vamos, no tenemos todo el día!
Nicholas se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo el escaparate algo recargado de una tienda. _________ se dejó caer sobre el retrete cuando terminaron, exhausta, mientras él le echaba un vistazo rápido a la estancia.
—¿Qué me dices de la jabonera? —objetó, examinándola—. ¿No podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos cubrirla con algo.
—¿Ni siquiera sabes anudar tú solo una cinta? —protestó __________ abatida.
—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno. —La miró malévolo—. Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.
____________ se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos, deseando poder ahogar a Nicholas con ella. Derrotada, la colocó alrededor de la jabonera.
—¿Contento?
Él se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.
—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda francamente mal.
—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.
Nicholas frunció el ceño y siguió a ____________ por el pasillo. Se separaron para entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza de la necesaria.
Un nuevo amanecer, un nuevo día.
__________ descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se recogió el largo cabello castaño oscuro en una coleta desarreglada antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.
«Navidad, Navidad, dulce Navidad…»
—¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.
El señor Graham le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.
—Todas las navidades dices lo mismo, __________. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.
La joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornada.
—¿No podrías bajar un poco el volumen?
—¡No! ¡Quiero que todos lo escuchéis y os llenéis del espíritu navideño! —Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.
La puerta contigua a la de __________ se abrió de golpe, y Nicholas salió como un huracán enfurecido, vestido con su ridículo pijama de raso. Miró con asco a la muchacha.
—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme?
—Villancicos.
—No me gustan los villancicos —aclaró.
—¿Y a mí qué me cuentas?
—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.
________ resopló, airada. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto; de lo contrario su padre la odiaría por toda la eternidad. Se preparó mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La señora Graham salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Nicholas en la cabeza afectuosamente.
—¿Qué tal has dormido, cielín? —preguntó melosa.
—Bien. —Le sonrió tímidamente, antes de que Abigail se marchase escaleras abajo a toda prisa.
__________ observó la divertida escena.
—¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo imaginaciones mías?
Nicholas la miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.
—¿Y yo noto que esta mañana eres aún más fea de lo habitual o será que hasta el momento no me había puesto las lentillas…? —replicó burlón.
—¿Llevas lentillas?
—¡Claro que no! Mis ojos son perfectos. —Pestañeó con afectación—. Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.
—¡Ja! Siento decirle, mi señor, que sus ojos son un tanto… repugnantes. Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh, caballeroso conde Nicholas de inigualable belleza! —_________ hizo una reverencia a modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar al inglés.
—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de elegancia. Eres puro vulgarismo, nena.
—¡NO ME LLAMES «NENA»!
Nicholas sonrió agudo, con sus ojos grises brillando en exceso.
—Lo que tú digas, nena.
—¡Uf…! ¡Cómo te odio!
—¡Quiéreme, nena, quiéreme! —exclamó dramáticamente, antes de escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe. ___________ le dio una patada a la pared, cabreada.
¿Por qué demonios siempre conseguía sacarla de quicio, si sabía de antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarle ganar. Tenía que encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que él la viese así, enfadada consigo misma. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.
Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada gris, la malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos, su forma de andar, de moverse… todo lo que superficialmente caracterizaba a Nicholas. Era más astuto de lo que ella jamás hubiese imaginado. Generalmente mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas veces se apoderaba de él. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que le rodeaba hacía que __________ se plantease numerosas cuestiones, como, por ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.
La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de ___________. No los soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesta a beber algo de café para aclarar sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el desayuno con parsimonia, aburrida. Nicholas apareció poco después, alegando que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el ambiente»; y __________ supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía a «villancicos». Observó soñolienta cómo él se preparaba unas tostadas con mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Graham entró agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.
—Buenos días —saludó alegremente—, ¿os vais acostumbrando a los villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades. —Tiró unas bolas rotas a la papelera, sin compasión—. Esta mañana hay que adornar la casa, colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en diferentes lugares, así que intentad no coincidir bajo ninguno, ya sabéis el dicho, ¡bajo el muérdago, beso de murciélago!
—Ese no es el dicho —le corrigió Nicholas, sin dejar de untar su tostada matinal.
—No importa, a veces me invento las cosas. —El señor Graham se encogió de hombros con despreocupación—. Os espero en el comedor, venid cuando acabéis de desayunar.
Y desapareció otra vez silbando animadamente.__________ resopló, al tiempo que Nicholas le apuntaba con el dedo índice, acusador.
—Ni de coña pienso decorar tu casa —afirmó—. No he venido aquí para servir a unos muertos de hambre.
—No es ningún servicio, idiota. —__________ no estaba de humor aquella mañana, más bien se encontraba abatida—. Se supone que debe ser un placer decorar la casa con adornos navideños.
—¿Un placer? —Rió a carcajadas—. Tú tienes serios problemas, _________. Ve a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante o… algo, cualquier cosa que te deje grogui.
Ella se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Nicholas le regaló una profunda mirada de repulsión. La joven sonrió.
—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces.
Él pestañeó sin comprender.
—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip. —Ladeó la cabeza sin dejar de observar a _________—. En América amanece un día asqueroso, sin novedad respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí queremos contactar con la señorita _________ Graham, apodada la Basurera a causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.
___________ tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su cocina y el chaval que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la plancha para desayunar, existía de verdad.
—Estás fatal, Nicholas. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a pensar que rozaran un grado tan elevado.
Él se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor, abriendo mucho los ojos.
—¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! —explotó, orgulloso.
___________ mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la intención de echarle una mano a su padre.
Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances. Nicholas expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces. Después se negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás, dando órdenes y consejos a sus empleados.
—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha —le exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.
____________ lo habría matado, de no ser porque estaba subida a una escalera colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesta, tiró de la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesto ayudante resopló.
—Y ahora, ¿qué narices te pasa? —preguntó ella; aumentaba su rabia por segundos.
—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la izquierda.
Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por todas.
—¿Estás contento?
—Podría estarlo más. —Sonrió—, pero me conformo. Ya puedes bajar.
____________ descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.
—Tú no me dices cuándo puedo bajar —le reprochó.
—Ya, bueno, no tenemos tiempo que perder en tonterías. —Agitó una mano con elegancia—. Es hora de terminar con el baño.
____________ cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se frotó la cara, acalorada. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se sentía terriblemente cansada.
—No hace falta decorar el baño, Nicholas. Así que olvídalo.
—¿Qué? —Él la siguió mientras ella se dirigía hacia el garaje para guardar la escalera—. ¿Te has vuelto loca? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.
__________ se giró hacia él, extrañada.
—¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho nada. —Se cruzó de brazos—. Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro, así disimularía su barriga», o añadiendo: «¡Menudo árbol de Navidad más pequeño, parece una esparraguera de monte común…!».
—¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? —se defendió, mirando con asco el garaje desordenado de la familia Graham.
—¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en colocar tú la estrella en la punta del árbol… ¡llevaba años esperando ese momento! No es justo que siendo el último mono de esta familia tengas más derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.
—¿Por pena?
—¡Estabas a punto de llorar, estúpido! No he visto cosa más tonta en mi vida.
Nicholas suspiró, algo abochornado. Era cierto. Se había encaprichado con poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en Londres, jamás habían adornado su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del comedor principal.
—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño. —Sonrió alegremente, cambiando de tema.
—He dicho que no.
______ cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al interior de la casa, hastiada. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante cinco míseros minutos.
—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas sola con tus amigos. Tus padres se van a cenar, ¿verdad? —preguntó, recordando las palabras de la señora Graham a mitad de la jornada matinal—. Les diré que me llevaste contigo, pero me quedaré en casa.
La joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiría disfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes de que James pusiera un pie en su casa.
—Está bien. Me parece justo. —Estiró un brazo al frente, pues estaba acostumbrada a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.
Él frunció el ceño.
—Ni en broma toco tus dedos —musitó antes de subir las escaleras directo al baño—. ¡Vamos, no tenemos todo el día!
Nicholas se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo el escaparate algo recargado de una tienda. _________ se dejó caer sobre el retrete cuando terminaron, exhausta, mientras él le echaba un vistazo rápido a la estancia.
—¿Qué me dices de la jabonera? —objetó, examinándola—. ¿No podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos cubrirla con algo.
—¿Ni siquiera sabes anudar tú solo una cinta? —protestó __________ abatida.
—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno. —La miró malévolo—. Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.
____________ se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos, deseando poder ahogar a Nicholas con ella. Derrotada, la colocó alrededor de la jabonera.
—¿Contento?
Él se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.
—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda francamente mal.
—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.
Nicholas frunció el ceño y siguió a ____________ por el pasillo. Se separaron para entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza de la necesaria.
FranJones.
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!
POBREEE DE NIIICCKKK!!!
ESA SE LO QUERIAAA COOOMEEERRRRR!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJA
..
YAAAAAA MEJOORR SUUBEE OTROOOO
AAMOOO ESTA NOOVEE
POBREEE DE NIIICCKKK!!!
ESA SE LO QUERIAAA COOOMEEERRRRR!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJA
..
YAAAAAA MEJOORR SUUBEE OTROOOO
AAMOOO ESTA NOOVEE
chelis
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
ahhhh me encantoooo siguelaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
margarita
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
hay pobre en navidad no hacen eso
en su casa :(
siguela me fascino el capitulo
quiero mas
en su casa :(
siguela me fascino el capitulo
quiero mas
ElitzJb
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
¡¡¡AMARAN ESTE CAP!!! kjhszkjfashfk <3
Capitulo doce - Felices fiestas II
Había empezado a nevar.
_________ tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.
Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Nicholas. Ciertamente, no estaba segura de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se imaginaba a un impulsivo Nicholas redecorando solo toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.
Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo volumen.
¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Marcus. Aquello la tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto, descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Nicholas y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.
Aquella primera imagen la dejó totalmente paralizada. Nicholas estaba arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinado. Los mechones rubios caían a los lados, anárquicos. Sus ojos grises se habían convertido en dos diminutas rendijas que parecían destilar fuego. Conservaba los pantalones intactos, pero estaba descalzo y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca desabrochados. Recordando que aquel muchacho era Nicholas, se preguntó si había estallado una revolución en el país sin que ella se enterase. Se acercó hasta él, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.
—¡Eeeh, ________! —saludó agitando una mano en el aire.
________ se arrodilló a su lado y lo examinó asombrada, sin comprender.
—¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?
Nicholas rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.
—¡Shoy felizzz…! Temedamete felizzz…
______________ quiso decir algo, pero se había quedado muda. Él se acercó más a ella, todavía riendo, y ella distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los ojos, alucinada, mirándole sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.
—¿Has bebido, Nicholas?
Él parecía pensativo. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.
—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu hemano, que es mu’ majo, mu’ simpático tamién…
________________ se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Marcus se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?
—¡Voy a matar a Marcus! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a conseguir dominar el conflicto.
Nicholas negó con la cabeza, cerrando los ojos.
—Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergto. —La miró sin siquiera pestañear—. Lo he vishto en el baño dabajo, tirado en el suelo. —Apuntó con un dedo al rostro de ___________—. Mírame atentamente: eshtaba ashí.
Nicholas se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había visto a Marcus. Después rió y se incorporó nuevamente. __________ resopló, furiosa. Ahora había pasado de estar asombrada a estar cabreada. Supuso que su hermano se había quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez que volvía de fiesta.
—Luego intercambiaré algunas palabras con él.
Nicholas se encogió de hombros.
—¡Pero si he disho que ta muerto, mu muerto! —repitió.
—Vamos, levántate, idiota —le exigió ella, al tiempo que le estiraba de un
brazo.
Él sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeco de trapo.
—¡Qué divedtido…! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con ayuda de __________.
—¿Te encuentras muy mal?
—¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos instantes—. Iba a fomitar, pero ya no.
__________ se acercó a él y se apartó instintivamente.
—Apestas a alcohol —le informó.
Él continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de__________ para no caerse.
—He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se llama… se llama… ¡joder, se llama como el chucho ese…!
—¿Whisky? ¿Has bebido whisky?
—¡Shi, eso!
La miró orgulloso. _________ se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A él le costó mantenerse en pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo. Se recostó sobre el lavabo, observándola con los ojos entrecerrados.
—Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó ____________.
Él volvió a encogerse de hombros.
—Puesh, bueno, tu hemano me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y despuesf me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo intentaba relacionarme mash con el Mendigo…
—¿Marihuana, te ha dado marihuana?
—¡Ah, sí, sip, él dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa prevenir enfermedadesh.
____________ respiró agitadamente, angustiada. Agradeció que sus padres no estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen llegado a encontrarlo en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Nicholas, tirándole de la camisa y él volvió a reír como si aquello fuese un juego divertidísimo. Sin demasiados miramientos le empujó para meterle en la bañera, enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Él se dejó caer en el agua.
—¡ESHTA FRÍA! —gritó.
—Te jodes. —_________ le miró enfadada—. Todo esto es por tu culpa. No puedo dejarte solo ni unas horas; mira cómo has acabado… borracho perdido.
—Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasho, eh…
___________ resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Nicholas, que ahora jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo hecho un niño de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía ágilmente golpeando a la izquierda—. ___________ comenzó a frotarle con más ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Él se quejó.
—¡Pican los ojosh!
—¡Cállate!
—Jopeta…
Permaneció quieto unos instantes, dejando que ella terminase de enjuagarle el pelo.
—Navidá, navidá, duuulceee navidá… —canturreó sin ningún tipo de vergüenza.
____________ arrugó la nariz.
—¿No odiabas los villancicos?
—No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé…!
__________ negó con la cabeza en silencio.
—¡Vamos, sal de una vez de la bañera!
Él se miró de arriba abajo, extrañado. Frunció el ceño.
—¡Pero shi todavía estoy vestido!
—¿Y qué quieres que haga yo al respecto, yonki?
—¿Yonki? ¿Me hash llamado yonki? ¡Ya me eshtásh desnudando! —ordenó.
Ella rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer. Sintió pena por él, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Nicholas conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.
—¡Me hashes coshquillash, Kelshey! —dijo alegre.
__________ le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus
hombros, que eran suaves y fuertes. Intentó no admirar demasiado la musculatura de su torso, pero tuvo que reconocer que estaba de toma pan y moja.
La risa de Nicholas aumentó. Ella comenzó a cabrearse, más consigo misma que con él.
—¿De qué te ríes, estúpido?
—¡Ja, ja, ja…! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh… y ahí no veash cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.
___________ dio un paso hacia atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos de Nicholas se clavaron fijamente en la puerta del baño.
—¡____________! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago tocaba besho de murciédago?
Ella no pudo reprochar nada, porque las manos de James atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre _____________, todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y la besó. ____________ dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir que Nicholas besaba de un modo francamente extraordinario. Él se separó un poco, mientras ella se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole un último beso en la comisura de los labios. _______________, asombrada, notó cómo sus mejillas comenzaban a arder.
—Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló él, sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón?
_____________, aterrada, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero ¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Ella no lo recordaba. Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que Nicholas le diese aquel delicioso beso de príncipe… ¿Delicioso? No, no, ¡para nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. _____________ se tanteó los labios con los dedos y suspiró avergonzada. Todavía creía sentir calor que le había subido a las mejillas.
Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de que el sueño la invadiese pronto.
Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta, golpeándola con el puño cerrado.
—¡Eh, _________! ¡Soy Nicholas!
Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.
—¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro…
Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Nicholas, aturdido, con el pijama puesto del revés y el cabello rubio despeinado y todavía húmedo.
Él sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso alguno, entró en la habitación con paso descarado. Ella se interpuso en su camino.
—¡Lárgate de aquí! De verdad, Nicholas, es hora de dormir; he tenido suficiente por hoy, créeme.
Él la miró apenado.
—Es que, ___________, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash… Me he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar, balbuceando. Ahora, más que divertido, parecía algo contrariado.
—Es normal que dé vueltas. Estás borracho y tu imaginación te juega malas pasadas.
—No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.
___________ abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas, como si así fuese a proteger su espacio vital. Él sonrió, antes de perder el equilibiro y dejarse caer sobre ella. El rostro de Nicholas quedó sobre su estómago.
—¡Oye, apártate de mí, imbécil! —chilló, intentando hacerse a un lado.
Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Nicholas. Tenía los ojos cerrados. Completamente cerrados. Se había quedado dormido sin poder tenerse ni un solo minuto más en pie. ____________ suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia… su bondad en general.
Empujó a Nicholass contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias toneladas. Él sonrió en sueños apoderándose de la almohada; _____________ resopló, pensando que ni dormido dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre él antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.
Escuchaba la respiración de Nicholas, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas podría descansar.
Capitulo doce - Felices fiestas II
Había empezado a nevar.
_________ tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.
Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Nicholas. Ciertamente, no estaba segura de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se imaginaba a un impulsivo Nicholas redecorando solo toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.
Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo volumen.
¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Marcus. Aquello la tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto, descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Nicholas y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.
Aquella primera imagen la dejó totalmente paralizada. Nicholas estaba arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinado. Los mechones rubios caían a los lados, anárquicos. Sus ojos grises se habían convertido en dos diminutas rendijas que parecían destilar fuego. Conservaba los pantalones intactos, pero estaba descalzo y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca desabrochados. Recordando que aquel muchacho era Nicholas, se preguntó si había estallado una revolución en el país sin que ella se enterase. Se acercó hasta él, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.
—¡Eeeh, ________! —saludó agitando una mano en el aire.
________ se arrodilló a su lado y lo examinó asombrada, sin comprender.
—¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?
Nicholas rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.
—¡Shoy felizzz…! Temedamete felizzz…
______________ quiso decir algo, pero se había quedado muda. Él se acercó más a ella, todavía riendo, y ella distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los ojos, alucinada, mirándole sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.
—¿Has bebido, Nicholas?
Él parecía pensativo. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.
—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu hemano, que es mu’ majo, mu’ simpático tamién…
________________ se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Marcus se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?
—¡Voy a matar a Marcus! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a conseguir dominar el conflicto.
Nicholas negó con la cabeza, cerrando los ojos.
—Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergto. —La miró sin siquiera pestañear—. Lo he vishto en el baño dabajo, tirado en el suelo. —Apuntó con un dedo al rostro de ___________—. Mírame atentamente: eshtaba ashí.
Nicholas se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había visto a Marcus. Después rió y se incorporó nuevamente. __________ resopló, furiosa. Ahora había pasado de estar asombrada a estar cabreada. Supuso que su hermano se había quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez que volvía de fiesta.
—Luego intercambiaré algunas palabras con él.
Nicholas se encogió de hombros.
—¡Pero si he disho que ta muerto, mu muerto! —repitió.
—Vamos, levántate, idiota —le exigió ella, al tiempo que le estiraba de un
brazo.
Él sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeco de trapo.
—¡Qué divedtido…! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con ayuda de __________.
—¿Te encuentras muy mal?
—¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos instantes—. Iba a fomitar, pero ya no.
__________ se acercó a él y se apartó instintivamente.
—Apestas a alcohol —le informó.
Él continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de__________ para no caerse.
—He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se llama… se llama… ¡joder, se llama como el chucho ese…!
—¿Whisky? ¿Has bebido whisky?
—¡Shi, eso!
La miró orgulloso. _________ se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A él le costó mantenerse en pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo. Se recostó sobre el lavabo, observándola con los ojos entrecerrados.
—Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó ____________.
Él volvió a encogerse de hombros.
—Puesh, bueno, tu hemano me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y despuesf me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo intentaba relacionarme mash con el Mendigo…
—¿Marihuana, te ha dado marihuana?
—¡Ah, sí, sip, él dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa prevenir enfermedadesh.
____________ respiró agitadamente, angustiada. Agradeció que sus padres no estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen llegado a encontrarlo en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Nicholas, tirándole de la camisa y él volvió a reír como si aquello fuese un juego divertidísimo. Sin demasiados miramientos le empujó para meterle en la bañera, enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Él se dejó caer en el agua.
—¡ESHTA FRÍA! —gritó.
—Te jodes. —_________ le miró enfadada—. Todo esto es por tu culpa. No puedo dejarte solo ni unas horas; mira cómo has acabado… borracho perdido.
—Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasho, eh…
___________ resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Nicholas, que ahora jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo hecho un niño de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía ágilmente golpeando a la izquierda—. ___________ comenzó a frotarle con más ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Él se quejó.
—¡Pican los ojosh!
—¡Cállate!
—Jopeta…
Permaneció quieto unos instantes, dejando que ella terminase de enjuagarle el pelo.
—Navidá, navidá, duuulceee navidá… —canturreó sin ningún tipo de vergüenza.
____________ arrugó la nariz.
—¿No odiabas los villancicos?
—No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé…!
__________ negó con la cabeza en silencio.
—¡Vamos, sal de una vez de la bañera!
Él se miró de arriba abajo, extrañado. Frunció el ceño.
—¡Pero shi todavía estoy vestido!
—¿Y qué quieres que haga yo al respecto, yonki?
—¿Yonki? ¿Me hash llamado yonki? ¡Ya me eshtásh desnudando! —ordenó.
Ella rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer. Sintió pena por él, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Nicholas conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.
—¡Me hashes coshquillash, Kelshey! —dijo alegre.
__________ le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus
hombros, que eran suaves y fuertes. Intentó no admirar demasiado la musculatura de su torso, pero tuvo que reconocer que estaba de toma pan y moja.
La risa de Nicholas aumentó. Ella comenzó a cabrearse, más consigo misma que con él.
—¿De qué te ríes, estúpido?
—¡Ja, ja, ja…! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh… y ahí no veash cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.
___________ dio un paso hacia atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos de Nicholas se clavaron fijamente en la puerta del baño.
—¡____________! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago tocaba besho de murciédago?
Ella no pudo reprochar nada, porque las manos de James atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre _____________, todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y la besó. ____________ dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir que Nicholas besaba de un modo francamente extraordinario. Él se separó un poco, mientras ella se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole un último beso en la comisura de los labios. _______________, asombrada, notó cómo sus mejillas comenzaban a arder.
—Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló él, sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón?
_____________, aterrada, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero ¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Ella no lo recordaba. Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que Nicholas le diese aquel delicioso beso de príncipe… ¿Delicioso? No, no, ¡para nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. _____________ se tanteó los labios con los dedos y suspiró avergonzada. Todavía creía sentir calor que le había subido a las mejillas.
Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de que el sueño la invadiese pronto.
Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta, golpeándola con el puño cerrado.
—¡Eh, _________! ¡Soy Nicholas!
Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.
—¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro…
Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Nicholas, aturdido, con el pijama puesto del revés y el cabello rubio despeinado y todavía húmedo.
Él sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso alguno, entró en la habitación con paso descarado. Ella se interpuso en su camino.
—¡Lárgate de aquí! De verdad, Nicholas, es hora de dormir; he tenido suficiente por hoy, créeme.
Él la miró apenado.
—Es que, ___________, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash… Me he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar, balbuceando. Ahora, más que divertido, parecía algo contrariado.
—Es normal que dé vueltas. Estás borracho y tu imaginación te juega malas pasadas.
—No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.
___________ abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas, como si así fuese a proteger su espacio vital. Él sonrió, antes de perder el equilibiro y dejarse caer sobre ella. El rostro de Nicholas quedó sobre su estómago.
—¡Oye, apártate de mí, imbécil! —chilló, intentando hacerse a un lado.
Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Nicholas. Tenía los ojos cerrados. Completamente cerrados. Se había quedado dormido sin poder tenerse ni un solo minuto más en pie. ____________ suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia… su bondad en general.
Empujó a Nicholass contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias toneladas. Él sonrió en sueños apoderándose de la almohada; _____________ resopló, pensando que ni dormido dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre él antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.
Escuchaba la respiración de Nicholas, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas podría descansar.
FranJones.
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
ahhhhh como la dejas asi? me muerooooo sigue!!!1
margarita
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!!!!!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
NO PARE DE RRREEEEIIIRR CON EL CAAAAPIISSSS!!!
YA ME IMAGIINOO CUANDO SE DESPIERTEEEEE!!!
AAAII SIGUELA PORFIISSS
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
NO PARE DE RRREEEEIIIRR CON EL CAAAAPIISSSS!!!
YA ME IMAGIINOO CUANDO SE DESPIERTEEEEE!!!
AAAII SIGUELA PORFIISSS
chelis
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
y a dejas ahi??????????????? que mala que eres eso no se vale, se han besado ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh sigue pronto ... quiero ver la reaccion de nicholas cuando despierte ....cuidate
haydeejOnaz
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
JJAJAJA
PASTELITO
NICHOLAS BORRACHO Y DROGADO !! UFF LO QUE FALTABA
Y ESO DE IR A METERSE A LA CAMA
Y EL BESO??? SE ACORDARA NO LO CREO?
Y EN LA MAÑANA CUANDO DESPIERTE ?? AHHHH
EL GRITO SE ESCUCHARA HASTA EN LA ANTARTIDA CIERTO??
HAHAH XOXO
PASTELITO
NICHOLAS BORRACHO Y DROGADO !! UFF LO QUE FALTABA
Y ESO DE IR A METERSE A LA CAMA
Y EL BESO??? SE ACORDARA NO LO CREO?
Y EN LA MAÑANA CUANDO DESPIERTE ?? AHHHH
EL GRITO SE ESCUCHARA HASTA EN LA ANTARTIDA CIERTO??
HAHAH XOXO
Belencita
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
Capitulo 13 -¡Señorita enfermera!
—¡____________, no te vas a creer lo que pasó anoche! Estuve con tu amigo, el inglés que…
Marcus dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendido. Una risita tonta escapó de sus labios.
—¡Oh, vaya! Veo que Nicholas se lo siguió pasando en grande después… —Sonrió pícaro, ladeando la cabeza—. ¡Qué marcha lleva el chaval! Es todo un semental.
Nicholas parpadeó confundido, mirando como loco a su alrededor. Le escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta del Mendigo.
—¡Marcus ha resucitado! —explotó el rubio, admirado.
—¿Eh? —Marcus enarcó las cejas.
—Por cierto… —Nicholass parecía confundido—. ¿Qué narices hacéis en MI cuarto?
______________ se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después observó a Nicholas de reojo, sin demasiado interés.
—Perdona, idiota, pero este es mi cuarto —aclaró.
Él se destapó rápidamente, mirándose a sí mismo de arriba abajo. Marcus reía en el otro extremo de la habitación.
—¡Y llevo el pijama puesto del revés! ¿Qué me has hecho, _______?, ¿qué me has hecho?
La joven resopló, molesta, mientras se ponía unos coloridos calcetines.
—Pero ¿qué dices, atontao? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí, y me miraste con esa cara de chino feliz; dijiste que te daba miedo dormir solo.
La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Marcus rompió sin miramientos.
—Bueno, vamos al grano… ¿te la tiraste o no?
—¿Tirar?
—¿No recuerdas si mojaste? —Se tocó una rasta distraído, y James torció
el gesto.
—¿Mojar?
________ se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.
—Marcus, no pasó nada. —Se frotó la frente—. ¿Se puede saber que hiciste ayer? Eres un irresponsable.
Su hermano se encogió de hombros.
—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Nicholas, don Alcohol, mister Wisky y yo —Sonrió orgulloso—; el perro se lo pasó en grande.
—¿Qué? —________alzó los brazos alarmada.
—¡Pero no te preocupes! Mister Wisky está ahí, tirao en el pasillo. Le he tomao el pulso y sigue vivo. O eso parece.
—¡Uuuh, mi cabeza…!
_______ se giró y reparó por primera vez en Nicholas, que se tambaleaba intentando levantarse de la cama como si fuese un niño de un año aprendiendo a caminar. Nicholas estaba más pálido de lo habitual, tenía el cabello revuelto y despuntado y sus ojos grises ya no se mostraban malévolos, sino más bien tristones.
—Veo la luz… la luz… —gimoteó—. Es el fin. Me muero —añadió, a punto de sollozar.
—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, imbécil; no tienes más que resaca.
—¿Qué? ¡Estoy enfermo!
—No es una enfermedad, es un efecto secundario.
—¡Tengo un efecto secundario! —exclamó, preocupado—. ¿Dónde están mis analgésicos? ¡_________, muévete!, ¡haz algo!
Marcus rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermana le tendía para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo al inglés.
—¡No pasa nada, tronco! —le animó—. Yo he pasado muchas de esas, al final te acostumbras. Eso no es na.
Nicholas agradeció que el Mendigo desapareciese escaleras abajo. Volvió a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno. Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras ___________ reía al tiempo que ordenaba su habitación.
—¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? —insistió él—. Mira, los medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo derecho.
____________ le miró desde arriba, de brazos cruzados.
—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado. Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solito.
—¿Yo solito…? ¿Te has vuelto loca o qué? —La miró apenado, como un perro abandonado en una carretera desierta—. Voy a necesitar tus servicios a lo largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.
___________arrugó la nariz. Odiaba que la chantajeasen. Pero, ciertamente, si sus padres llegaban a estar al tanto de la situación… la castigarían de por vida; jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreada, se dirigió a la habitación del inglés arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.
La puerta estaba entreabierta, tal como ella la había dejado el día anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que el nuevo inquilino la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de suciedad… era la habitación más pulcra que _________ había visto en toda su vida. Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Nicholass, correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras ella cerró la puerta del cuarto, deseosa de cotillear un poco. Solo un poco…
Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul oscuro, un monedero de un azul más claro… y así hasta llegar a los colores más calidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de una caja granate.
Rió sola, dada la ridiculez de Nicholas. Ella jamás hubiese tenido la suficiente paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde solo había una fotografía. La imagen lo mostraba sonriente rodeado por lo que parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que le pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era el niño mimado de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que tenía pinta de mayordomo. _________ dejó la foto en su lugar, confundida, preguntándose si no hubiese sido más normal que Nicholas guardase una instantánea de él con sus padres y no con el servicio de la casa.
Como era de esperar, la ropa del joven inglés se encontraba impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. ___________ supuso que él se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Nicholas gimoteó afectado, para llamar su atención.
—¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? —espetó hostilmente, para no perder la costumbre.
—No te pases, inválido borracho —Le señaló con aire amenazador—, podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú solo ante una resaca.
En eso tenía razón, de modo que Nicholas procuró mantener la boca cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el salón con la ayuda de _________.
—Pondré alguna película —dijo __________, tras acomodarlo en el sofá y ponerle sobre la frente un paño mojado—.El rey león, por ejemplo, hace tiempo que no la veo.
—¿Es de dibujos animados? —preguntó Nicholas, al tiempo que miraba la carátula.
—Sí. —Le observó con curiosidad—. ¿Es que no la has visto?
—Yo no veo memeces.
—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.
Kelsey se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play» mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras imágenes de la película.
—Presiento que va a ser un tostón —dijo James. ¡Como si a alguien le importase su opinión! __________ puso los ojos en blanco.
Justo durante el nacimiento de Simba, Nicholas comentó que, si tuviese que elegir a un personaje de la película, él sería, obviamente, Mufasa, el líder del clan. _________ rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.
Para no gustarle la película, Nicholas lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos grises estaban fijos en la pantalla del televisor como si lo hubiera abducido. Tenía los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.
—Pero ¿por qué? —Miró a __________ apenado, casi sin pestañear. Y ella temió que llorase—. ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo…
Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A Nicholas no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor, Nicholas se giró hacia ___________ sonriente.
—¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan! —Alzó una mano—: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa leona, aun siendo de dibujos, es más mona que tú.
—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la boca —le reprochó ___________.
Wisky apareció en el salón meneando la colita. __________ lo cogió entre los brazos para subirlo al sofá.
—Quita a ese chucho de mi vista —exigió Nicholas.
—Tiene los mismos derechos que tú.
___________ lo posó sobre el sofá, y el inglés clavó sus ojos amenazadores en el animal.
—… Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él —añadió __________.
—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo —aclaró Nicholas, contrariado.
Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la mente de Nicholas, dejándolo anonadado. Sentado sobre el sofá, rígido, con los hombros tensos, giró su rostro hacia ____________ a cámara lenta y la señaló con el dedo. Su dedo temblaba mientras él lo sostenía en alto.
—¡Tú! —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva—. ¡Tú… me besaste anoche! —gritó, fuera de sí.
____________ sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a sudarle las palmas de las manos. Nicholas lo vio todo claro. Jamás se había sentido tan furioso.
—¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracho! ¿Cómo pudiste, ___________…? ¡Qué bajo has caído! —la acusó.
Ella se volvió furiosa hacia él, dispuesta a afrontar la situación.
—¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que fue. Besas mal, muy mal —mintió descaradamente—. Y por si eso fuese poco, después te empeñaste en dormir conmigo.
—¿Te has vuelto completamente loca? Veo que has tocado fondo. Eso es imposible. Yo nunca haría algo así.
—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y mira cómo acabaste anoche.
—Fue culpa de tu hermano.
—Marcus no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber. Empinaste el codo tú solito.
Nicholas se removió incómodo en el sofá, alternando su mirada entre el perro y __________, que estaba cruzada de brazos. Realmente no estaba muy seguro de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche anterior. Pero, si era cierto que había besado a ____________, debería odiarse por toda la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería la mancha negra sobre su pulcro expediente.
—Te odio —dijo, como conclusión—. Y encima, por tu culpa, no he podido terminar de ver cómo me coronaban.
—Tú no eres Simba, métetelo en la cabeza, imbécil.
—Estás celosa porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua, tengo la garganta seca.
—¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.
Nicholas bufó, hastiado.
—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques, ¡que buena falta te hacen!
___________ se estaba poniendo furiosa. Detestaba aquel tono de superioridad con el que hablaba el inglés. Era repugnantemente aristocrático.
—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.
Nicholas cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel modo tan… sucio. Él estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatido. Era duro soportar aquella tortura.
Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a __________ como a Whisky, una mirada de profundo odio contenido, antes de dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se había quedado en la cama, calentito, sin meterse en problemas? Ahora _____________ podría burlarse de él eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era horrible.
En su perfecta vida en Londres no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo bajo control. Jamás le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no dejaba de girar, y él no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se sentía perdido y hundido. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el control. El rostro sonriente de ____________ acudió a su mente como un huracán.
En realidad no era tan fea; no, más bien pasaba por ser una chica normalita tirando a guapa. Bastante guapa. Tenía una nariz graciosa y los ojos grandes, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a él le gustaba. Las pieles suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una cosa: que era delgada. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse besado con ella. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir —como si los relojes no existiesen— y aquel modo desvergonzado e imperturbable que tenía de hablar.
Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que ______________ le había cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un ladrido detrás de él y se giró bruscamente. El perro y Nicholas se miraron fijamente durante unos segundos.
—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.
—¡Guau, guau!
Whisky meneó la colita despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a él a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar el pijama de raso de Nicholas.
—Pero ¿qué…? ¡Ah, quita, chucho, quita! ¡Hijo de putifer!
Nicholas dio un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El perro acabó de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.
—¡________, ________!
___________ entró asustada en la cocina. Se esperaba lo peor.
—¿Qué te pasa ahora, borracho?
—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna.
_____________ no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.
—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso—, ahora eres suyo, Nicholas, eres suyo.
PD: recuerden que si leen James o Kelsey por ahí hagan como que es ________ y Nicholas e.e jajajaja tengo sueño >:c Besines!
—¡____________, no te vas a creer lo que pasó anoche! Estuve con tu amigo, el inglés que…
Marcus dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendido. Una risita tonta escapó de sus labios.
—¡Oh, vaya! Veo que Nicholas se lo siguió pasando en grande después… —Sonrió pícaro, ladeando la cabeza—. ¡Qué marcha lleva el chaval! Es todo un semental.
Nicholas parpadeó confundido, mirando como loco a su alrededor. Le escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta del Mendigo.
—¡Marcus ha resucitado! —explotó el rubio, admirado.
—¿Eh? —Marcus enarcó las cejas.
—Por cierto… —Nicholass parecía confundido—. ¿Qué narices hacéis en MI cuarto?
______________ se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después observó a Nicholas de reojo, sin demasiado interés.
—Perdona, idiota, pero este es mi cuarto —aclaró.
Él se destapó rápidamente, mirándose a sí mismo de arriba abajo. Marcus reía en el otro extremo de la habitación.
—¡Y llevo el pijama puesto del revés! ¿Qué me has hecho, _______?, ¿qué me has hecho?
La joven resopló, molesta, mientras se ponía unos coloridos calcetines.
—Pero ¿qué dices, atontao? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí, y me miraste con esa cara de chino feliz; dijiste que te daba miedo dormir solo.
La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Marcus rompió sin miramientos.
—Bueno, vamos al grano… ¿te la tiraste o no?
—¿Tirar?
—¿No recuerdas si mojaste? —Se tocó una rasta distraído, y James torció
el gesto.
—¿Mojar?
________ se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.
—Marcus, no pasó nada. —Se frotó la frente—. ¿Se puede saber que hiciste ayer? Eres un irresponsable.
Su hermano se encogió de hombros.
—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Nicholas, don Alcohol, mister Wisky y yo —Sonrió orgulloso—; el perro se lo pasó en grande.
—¿Qué? —________alzó los brazos alarmada.
—¡Pero no te preocupes! Mister Wisky está ahí, tirao en el pasillo. Le he tomao el pulso y sigue vivo. O eso parece.
—¡Uuuh, mi cabeza…!
_______ se giró y reparó por primera vez en Nicholas, que se tambaleaba intentando levantarse de la cama como si fuese un niño de un año aprendiendo a caminar. Nicholas estaba más pálido de lo habitual, tenía el cabello revuelto y despuntado y sus ojos grises ya no se mostraban malévolos, sino más bien tristones.
—Veo la luz… la luz… —gimoteó—. Es el fin. Me muero —añadió, a punto de sollozar.
—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, imbécil; no tienes más que resaca.
—¿Qué? ¡Estoy enfermo!
—No es una enfermedad, es un efecto secundario.
—¡Tengo un efecto secundario! —exclamó, preocupado—. ¿Dónde están mis analgésicos? ¡_________, muévete!, ¡haz algo!
Marcus rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermana le tendía para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo al inglés.
—¡No pasa nada, tronco! —le animó—. Yo he pasado muchas de esas, al final te acostumbras. Eso no es na.
Nicholas agradeció que el Mendigo desapareciese escaleras abajo. Volvió a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno. Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras ___________ reía al tiempo que ordenaba su habitación.
—¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? —insistió él—. Mira, los medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo derecho.
____________ le miró desde arriba, de brazos cruzados.
—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado. Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solito.
—¿Yo solito…? ¿Te has vuelto loca o qué? —La miró apenado, como un perro abandonado en una carretera desierta—. Voy a necesitar tus servicios a lo largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.
___________arrugó la nariz. Odiaba que la chantajeasen. Pero, ciertamente, si sus padres llegaban a estar al tanto de la situación… la castigarían de por vida; jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreada, se dirigió a la habitación del inglés arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.
La puerta estaba entreabierta, tal como ella la había dejado el día anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que el nuevo inquilino la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de suciedad… era la habitación más pulcra que _________ había visto en toda su vida. Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Nicholass, correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras ella cerró la puerta del cuarto, deseosa de cotillear un poco. Solo un poco…
Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul oscuro, un monedero de un azul más claro… y así hasta llegar a los colores más calidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de una caja granate.
Rió sola, dada la ridiculez de Nicholas. Ella jamás hubiese tenido la suficiente paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde solo había una fotografía. La imagen lo mostraba sonriente rodeado por lo que parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que le pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era el niño mimado de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que tenía pinta de mayordomo. _________ dejó la foto en su lugar, confundida, preguntándose si no hubiese sido más normal que Nicholas guardase una instantánea de él con sus padres y no con el servicio de la casa.
Como era de esperar, la ropa del joven inglés se encontraba impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. ___________ supuso que él se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Nicholas gimoteó afectado, para llamar su atención.
—¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? —espetó hostilmente, para no perder la costumbre.
—No te pases, inválido borracho —Le señaló con aire amenazador—, podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú solo ante una resaca.
En eso tenía razón, de modo que Nicholas procuró mantener la boca cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el salón con la ayuda de _________.
—Pondré alguna película —dijo __________, tras acomodarlo en el sofá y ponerle sobre la frente un paño mojado—.El rey león, por ejemplo, hace tiempo que no la veo.
—¿Es de dibujos animados? —preguntó Nicholas, al tiempo que miraba la carátula.
—Sí. —Le observó con curiosidad—. ¿Es que no la has visto?
—Yo no veo memeces.
—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.
Kelsey se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play» mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras imágenes de la película.
—Presiento que va a ser un tostón —dijo James. ¡Como si a alguien le importase su opinión! __________ puso los ojos en blanco.
Justo durante el nacimiento de Simba, Nicholas comentó que, si tuviese que elegir a un personaje de la película, él sería, obviamente, Mufasa, el líder del clan. _________ rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.
Para no gustarle la película, Nicholas lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos grises estaban fijos en la pantalla del televisor como si lo hubiera abducido. Tenía los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.
—Pero ¿por qué? —Miró a __________ apenado, casi sin pestañear. Y ella temió que llorase—. ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo…
Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A Nicholas no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor, Nicholas se giró hacia ___________ sonriente.
—¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan! —Alzó una mano—: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa leona, aun siendo de dibujos, es más mona que tú.
—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la boca —le reprochó ___________.
Wisky apareció en el salón meneando la colita. __________ lo cogió entre los brazos para subirlo al sofá.
—Quita a ese chucho de mi vista —exigió Nicholas.
—Tiene los mismos derechos que tú.
___________ lo posó sobre el sofá, y el inglés clavó sus ojos amenazadores en el animal.
—… Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él —añadió __________.
—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo —aclaró Nicholas, contrariado.
Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la mente de Nicholas, dejándolo anonadado. Sentado sobre el sofá, rígido, con los hombros tensos, giró su rostro hacia ____________ a cámara lenta y la señaló con el dedo. Su dedo temblaba mientras él lo sostenía en alto.
—¡Tú! —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva—. ¡Tú… me besaste anoche! —gritó, fuera de sí.
____________ sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a sudarle las palmas de las manos. Nicholas lo vio todo claro. Jamás se había sentido tan furioso.
—¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracho! ¿Cómo pudiste, ___________…? ¡Qué bajo has caído! —la acusó.
Ella se volvió furiosa hacia él, dispuesta a afrontar la situación.
—¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que fue. Besas mal, muy mal —mintió descaradamente—. Y por si eso fuese poco, después te empeñaste en dormir conmigo.
—¿Te has vuelto completamente loca? Veo que has tocado fondo. Eso es imposible. Yo nunca haría algo así.
—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y mira cómo acabaste anoche.
—Fue culpa de tu hermano.
—Marcus no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber. Empinaste el codo tú solito.
Nicholas se removió incómodo en el sofá, alternando su mirada entre el perro y __________, que estaba cruzada de brazos. Realmente no estaba muy seguro de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche anterior. Pero, si era cierto que había besado a ____________, debería odiarse por toda la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería la mancha negra sobre su pulcro expediente.
—Te odio —dijo, como conclusión—. Y encima, por tu culpa, no he podido terminar de ver cómo me coronaban.
—Tú no eres Simba, métetelo en la cabeza, imbécil.
—Estás celosa porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua, tengo la garganta seca.
—¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.
Nicholas bufó, hastiado.
—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques, ¡que buena falta te hacen!
___________ se estaba poniendo furiosa. Detestaba aquel tono de superioridad con el que hablaba el inglés. Era repugnantemente aristocrático.
—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.
Nicholas cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel modo tan… sucio. Él estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatido. Era duro soportar aquella tortura.
Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a __________ como a Whisky, una mirada de profundo odio contenido, antes de dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se había quedado en la cama, calentito, sin meterse en problemas? Ahora _____________ podría burlarse de él eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era horrible.
En su perfecta vida en Londres no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo bajo control. Jamás le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no dejaba de girar, y él no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se sentía perdido y hundido. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el control. El rostro sonriente de ____________ acudió a su mente como un huracán.
En realidad no era tan fea; no, más bien pasaba por ser una chica normalita tirando a guapa. Bastante guapa. Tenía una nariz graciosa y los ojos grandes, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a él le gustaba. Las pieles suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una cosa: que era delgada. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse besado con ella. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir —como si los relojes no existiesen— y aquel modo desvergonzado e imperturbable que tenía de hablar.
Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que ______________ le había cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un ladrido detrás de él y se giró bruscamente. El perro y Nicholas se miraron fijamente durante unos segundos.
—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.
—¡Guau, guau!
Whisky meneó la colita despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a él a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar el pijama de raso de Nicholas.
—Pero ¿qué…? ¡Ah, quita, chucho, quita! ¡Hijo de putifer!
Nicholas dio un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El perro acabó de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.
—¡________, ________!
___________ entró asustada en la cocina. Se esperaba lo peor.
—¿Qué te pasa ahora, borracho?
—¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna.
_____________ no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupada.
—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso—, ahora eres suyo, Nicholas, eres suyo.
PD: recuerden que si leen James o Kelsey por ahí hagan como que es ________ y Nicholas e.e jajajaja tengo sueño >:c Besines!
FranJones.
Re: Besos de Murciélago {Nick&tú}Terminada.
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!
ESE NIIICCKK ES UNN TIERNOOO DESESPERAADOOOOO!!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ
ME ENCANTOO EL CAAAPIISSSS!!!!!
Y WISKY SE NOS ADELANOOO
JAJAJAJAJAJAJAJA YA LO MAAARCOO
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Y DULCE SUEÑOOSSS
ESE NIIICCKK ES UNN TIERNOOO DESESPERAADOOOOO!!!!!
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ
ME ENCANTOO EL CAAAPIISSSS!!!!!
Y WISKY SE NOS ADELANOOO
JAJAJAJAJAJAJAJA YA LO MAAARCOO
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Y DULCE SUEÑOOSSS
chelis
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