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MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Capitulo 7
PAPÁ, por favor, no llores. Su padre siempre se disgustaba cuando ella se marchaba. No había llegado a la residencia hasta las ocho de la tarde y no podía quedarse mucho. Pero Joe se marchaba a Sicilia al día siguiente, por fin había accedido a pasar unos días con su familia, por lo que ella dispondría de más tiempo para ver a su padre durante un par de días.
Valdría la pena... ¡a pesar de que su jefe apenas le hablaba! Joe se estaba dando por enterado por fin; a pesar del beso, ella había seguido negándose a acompañarle a la boda de su hermana.
-Es que la hecho de menos... —Frank estaba mirando una foto de su mujer y _____ no lo comprendía. De toda la vida recordaba que, prácticamente, en casa había estado casi prohibido hablar de su madre—. Sólo quiero estar con mi Gloria. ¿Por qué nos abandonó?
-Papá, no nos abandonó porque quisiera...
-¡Y por ese sinvergüenza que se las daba de artista! ¿Cómo pudo dejar a su familia?
A _____ se le heló la sangre en las venas.
-Papá, mamá no nos abandonó, murió en un accidente de coche.
-Ella por ahí con su novio y su niña pequeña llorando en casa —Frank sollozaba y la enfermera entró.
—_____, vamos a darle la pastilla para dormir, se tranquilizará enseguida.
— ¿Cómo pudo abandonar a sus cuatro hijos?
-¡Rory! —no le importaba que fuera tarde ni estar conduciendo cuando llamó por el móvil a su hermano—. ¿Mamá nos abandonó?
—_____...
—Dime qué pasó.
-Sabes lo que pasó —Rory suspiró—. Murió en un accidente de coche.
—¿Quién conducía el coche?
_____ sabía que su hermano estaba ocultándoselo, lo notó en la breve pausa de Rory antes de contestar.
—¿Te ha dicho algo papá?
-Que mamá nos abandonó.
Se hizo un prolongado silencio y, por fin, escuchó la verdad.
-Mamá nos abandonó un mes antes de morir —al oírla sollozar, Rory se mostró preocupado—. Oye, para el coche, no debes conducir...
—¡Nos abandonó!
—Quería «encontrarse a sí misma», dedicarse al arte, salir con ese tipo. ¡Oye, eso pasó hace veinte años! No comprendo por qué te estás poniendo así. Eso no cambia nada.
-Claro que sí.
_____ cortó la comunicación y tiró el teléfono al asiento contiguo.
Lo cambiaba todo.
No debía conducir en ese estado e hizo un esfuerzo por concentrarse, por calmarse, hasta que llegó a la casa de su familia, a la casa que su madre había abandonado... y fue entonces cuando le vio. El coche de Joe estaba allí, esperándola, y Joe salió del vehículo y caminó hacia ella. Tenía el rostro cenizo y ojeras.
_____ olió whisky en su aliento, oyó temor en las palabras de él, un temor que se hacía eco del suyo.
-Ven conmigo mañana —Joe no la tocó ni le exigió, ni siquiera le rogó, simplemente su estado se asemejaba al suyo.
-Sí.
Joe parpadeó, una sonrisa se dibujó en su rostro, alivio porque ahora podría soportarlo, enfrentarse a ello.
—¿Por qué has tardado tanto? —preguntó Joe.
Su madre les había dejado...
Su ídolo, la mujer perfecta, había dejado de existir. Estaba enfadada, pero también le alegraba la idea de vivir en vez de llorar una muerte, de olvidarse del pasado y lanzarse al futuro.
Y ahí estaba... si tenía coraje para abrazarlo.
-Nunca me he acostado con nadie —_____ observó su reacción, le vio abrir mucho los ojos y creyó ver casi miedo en su expresión—. No te preocupes, Joe, no es porque haya estado esperando al príncipe azul para que me quitase la virginidad.
—¡_____! —Joe no había contado con eso. Quería alivio, distracción, y a lo que se enfrentaba era a una gran responsabilidad. Pero _____ se echó a reír y le dio un beso en la mejilla. Parecía estar de un humor extraño, algo histérico—. Sabes que no quiero nada serio...
—Conozco las reglas del juego, Joe —dijo _____ con voz tranquila—, y estoy dispuesta a seguirlas. Y ahora, si me disculpas, tengo que hacer el equipaje.
Cuando el avión privado de Joe despegó por la mañana temprano, _____ sólo quería cerrar los ojos y dormir.
Había pasado la noche llorando por una mujer a la que no conocía, por un padre que quizá comenzaba a comprender.
Pero ella era fuerte, tenía que serlo, por lo que había protegido sus ojos con unas gafas de sol enormes y alegó otro dolor de cabeza cuando Joe hizo un comentario al respecto. Se alegraba de tener la oportunidad de pasar unos días lejos, de dejarlo todo atrás.
Les sirvieron un desayuno fabuloso acompañado de un espeso café; pero _____ no tenía hambre y él la observó juguetear con la comida en el plato.
Había algo diferente en ella. No era que no estuviera parlanchina y educada como siempre, pero parecía distraída, incluso inquieta.
Se había quedado perplejo la noche anterior cuando _____ accedió a acompañarle.
Había planeado el fin de semana, había esperado que la mutua atracción que existía entre ambos se saciara pronto, que ella le proporcionara el alivio que le permitiría soportar la difícil situación que se le presentaba.
Llevaba meses temiendo esa boda, el regreso al hogar paterno, ver a su padre y a sus tíos. _____ iba a haber sido su consuelo.
Pero ahora ya no, y sólo podía culparse a sí mismo. Romper corazones no le preocupaba.
Pero romper el de ella... eso le hacía dudar. Notó que _____ no estaba comiendo y, al recordar la bebida preferida de _____, se la pidió a una azafata.
Después, se recostó en el respaldo del asiento y la observó mientras bebía el espeso chocolate caliente.
—Tienes hermanos, ¿no? —preguntó Joe.
—Tres —respondió _____.
—¿Qué pasó con tu madre?
—No quiero hablar de eso...
—Tenemos que hacerlo —insistió él. Acababa de terminar su desayuno y le retiraron el plato al instante. La conversación continuó cuando la azafata, discretamente, se retiró—. Cuentas muy poco de tu vida personal.
-¡Mi horario casi no me deja tiempo para una vida personal! —protestó ella.
-_____, este fin de semana se supone que eres mi novia, te voy a llevar a casa de mis padres. Tienes que reconocer que debería saber algo de tu vida.
Joe tenía razón. En todo el tiempo que le conocía se había mostrado muy reservada respecto a su vida. Y como Joe acababa de decir, tenían que representar el papel convincentemente.
Pero, en ese momento, él dijo:
-Está bien, le diré a mi madre que no te gusta hablar de ello.
—¿De qué? —preguntó _____ sin comprender.
-De nada que yo no sepa la respuesta —contestó Joe, contento de haberla hecho sonreír—. Llevamos un par de meses saliendo juntos, desde que entraste a trabajar en mi empresa. Los dos hemos pensado que trabajar juntos es demasiado, así que pronto dejarás este trabajo.
—¿Y a qué voy a dedicarme?
Joe se encogió de hombros y pensó en lo que sus conquistas hacían.
—¿A modelo?
-¡Por favor! —_____ lanzó una carcajada—. Está bien, diré que, como estudio arte, tú vas a preparar un estudio para mí en tu casa, en la habitación grande que tienes en la parte de atrás y que no usas. Tú no me lo habías dicho porque querías darme una sorpresa, pero yo lo he adivinado.
—¿Se te da bien? —preguntó Joe—. Me refiero al arte.
-Acabo de empezar el curso de noche. Mi padre no quería que... —pero _____ se interrumpió al darse cuenta del porqué de que a su padre no le gustara la idea, pero se negó a divagar sobre ello—. Ah, y a propósito, lo digo por si sale en la conversación, hoy es mi cumpleaños.
-¿En serio? —Joe frunció el ceño—. Deberías habérmelo dicho.
-Acabo de hacerlo.
-Siento haberte chafado los planes que tuvieras para celebrarlo.
-No tenía planes —respondió _____—. No tiene gran importancia.
—¿Y qué edad tiene _____ hoy?
—¡Veinticinco! Y ahora, ¿qué tengo que saber yo de ti?
-Sabes suficiente.
—No sé nada sobre tu familia.
-Mi madre se llama Mia y mi padre Rico. Mi padre era policía. Y ya sabes de Daniela...
-Y tu padre... ¿está enfermo?
—Muy enfermo.
—¿Y no os lleváis bien?
Joe se encogió de hombros. Esa vez era Joe quien no quería hablar del asunto.
—¿Algo más que debería saber? —presionó ella.
—No, nada. Como acabo de decir, mi padre era el policía del pueblo. Yo fui a estudiar a un internado a partir de los diez años... —la vio fruncir el ceño—.
Es normal en el sitio en el que me crié, ya que la escuela del pueblo sólo es hasta esa edad. En serio, era completamente normal.
-Y el hijo se convirtió en multimillonario —_____ sonrió, pero después volvió a mostrarse seria—. ¿Por qué, Joe? ¿Por qué los detestas...?
-A Daniela no —la interrumpió él—. Y tampoco a mi madre. En fin, hagamos lo que tenemos que hacer, pasémoslo bien y se acabó.
Había un dormitorio en la cola del avión, pero como el vuelo era relativamente corto, Joe se conformó con reclinar el asiento y estirarse, y ella, quitándose las gafas de sol, hizo lo mismo.
-Me encantan estos asientos —comentó _____—. Ojalá tuviera uno así en casa.
Se arrellanó cómodamente mientras la azafata le echaba una manta por encima.
-Lo recordaré, por si algún día tengo que sobornarte. Dime, ¿estás bien?
-Sí, estoy bien.
-Porque si te preocupa lo que hablamos anoche... en fin, no tienes por qué hacerlo. Ya sabes que no quiero relaciones serias, y como has esperado tanto tiempo... lo comprendo.
-No estoy disgustada por eso.
—¿Qué es lo que te preocupa entonces? —estaban tumbados el uno cara al otro—. Tienes los ojos de haber llorado.
—No por ti —contestó ella.
-Bien. Toma esto —Joe se metió la mano en el bolsillo, sacó una caja negra y se la dio—. Póntelos. Si saliéramos juntos, te habría hecho regalos.
-¡Dios mío! —_____ contempló boquiabierta los pendientes, los dos enormes brillantes en forma de lágrima lanzaban destellos—. Parecen auténticos.
-Son auténticos —respondió Joe con una sonrisa burlona.
—En ese caso, será mejor que no los pierda —_____ trató de darle tan poca importancia como él, pero le resultaba extraño tener en las manos el regalo, estar tumbada a su lado y, sobre todo, no imaginar que aquello era...
De verdad.
Joe se alegraba de que _____ estuviera allí con él. Cerró los ojos...
Sintió la tensión agarrársele al estómago, la tensión que siempre sentía cuando volvía al hogar paterno, el miedo que siempre había sentido al salir del internado y volver a casa por vacaciones.
El mismo temor de todas las noches cuando era pequeño.
Joe respiró profundamente. El sudor le bañaba la frente. Necesitaba tragar.
Su padre estaba viejo, débil y moribundo. Ya no había por qué temerle.
Y entonces lo vio.
Intentó borrar la imagen de su mente, pero el puño de su padre estaba ahí, en el rostro de su madre. La imagen era tan violenta y tan real que le hizo sobresaltarse.
—Joe... —murmuró _____.
_____ estaba casi dormida, lo notó en su voz y en el hecho de que _____ le dio la mano, cosa que no habría hecho de estar despierta.
Le pareció una debilidad aceptarla.
Pero le ayudó. Realmente le ayudó.
kadita_lovatica
Capitulo 8
BIENVENIDA a nuestra casa. Después de aterrizar en Palermo, habían ido en helicóptero hasta el pequeño pueblo costero, y mirase a donde mirase la vista era espectacular. Casas en laderas de montañas mirando al mar, y la de la familia de Joe era la más bonita; a la casa original se le habían añadido unos anexos y todas las habitaciones tenían una vista del mar espectacular.
El recibimiento de la madre de Joe fue cálido y efusivo, la abrazó y la besó en las dos mejillas y luego la llevó a una terraza grande que recorría la fachada de la casa mientras hablaba en una mezcla de inglés e italiano.
—¡Joe! —el deleite de Daniela al ver a su hermano era visible.
Cuando Joe hizo las presentaciones, Daniela la observó con la misma mirada azul que su hermano, pero era una mirada reservada; no obstante, habló con ella cariñosamente y en un inglés perfecto antes de marcharse de vuelta a su habitación para seguir con los preparativos del gran día.
—Dove Pa? —preguntó Joe.
—Dorme —dijo Mia, y luego hizo la traducción—. Está durmiendo... ¡Oh!
Mia sonrió al ver a su marido aparecer en ese momento. Alto y delgado, con sus cabellos negros salpicados de gris, debía de haber sido muy guapo de joven.
-¡Joe! —Rico abrazó a su hijo y le besó en la mejilla. Joe le devolvió el abrazo, pero _____ sintió la tensión—. Comesta?
-Ésta es _____ —dijo Joe.
A pesar de su fragilidad, le estrechó la mano con firmeza al tiempo que la besaba en ambas mejillas y le daba la bienvenida.
-Joe está disgustado —explicó Mia a _____ mientras ésta la ayudaba a preparar café en la cocina—. No es fácil para él ver a su padre tan enfermo. Hace ya casi un año que Joe no venía por aquí, le resulta duro ver los cambios.
—Sí, claro —respondió _____ educadamente mientras preparaba las diminutas tazas con los platillos.
Hubo mucho ajetreo en la casa. Las bebidas y los aperitivos no sólo eran para Joe y _____, sino también para los numerosos invitados que se pasaron por allí para conocer a la novia de Joe y para desearle todo lo mejor a Daniela antes del gran día. Y Joe notó el cansancio en el rostro de _____ según transcurría la tarde, y se sintió orgulloso de ella, orgulloso de lo fácil que le estaba haciendo la visita a su familia, y quiso hacérselo fácil a ella también.
-He pensado en llevar a _____ a cenar por ahí. Estáis muy ocupadas y...
Mia protestó, por supuesto, pero no demasiado. Rico estaba cansado y quería acostarse. Daniela, en su cuarto, pidió ayuda. La típica familia dos días antes de una boda y, por agradable que hubiera sido el tiempo que había pasado allí, no le vendría mal salir un rato.
Recorrieron el pueblo a pie, el aroma del mar lo impregnaba todo, y Joe la llevó a un restaurante de la localidad. El restaurante ganaba en comparación con todos los que había visitado. La pasta era excelente, el vino sensacional, y cenaron fuera, respirando la fragancia del aire. Aunque habían cenado juntos en numerosas ocasiones, tanto en Londres como en el extranjero, aquello no se parecía en nada a una cena de trabajo porque no lo era.
Los ojos de _____ se le antojaron enormes, su risa era contagiosa, y por primera vez en su lugar de nacimiento, Joe se relajó... hasta que la conversación adquirió un tono personal.
-Así que trajiste aquí a Martha... —_____ prefirió beber un sorbo de vino a mirarle.
-Fue una mala idea —admitió Joe por fin—. Martha me aseguró que venir aquí no cambiaría nada.
—¿Y cambiaron las cosas?
—Mi familia creyó que íbamos en serio y... Martha acabó creyéndolo también.
—¿Tan imposible es? —_____ parpadeó—. Hablas como si no tuvieras intención de casarte nunca.
-Así es. Me aburriría, me sentiría atado... Prefiero divertirme —Joe sonrió—. Los hombres italianos mejoran con los años, así que no creo que me falte compañía.
Era una respuesta honesta. ¿Por qué le dolía tanto?
—Me sorprende que no hayas construido un hotel aquí, ya que no te gusta estar en la casa de tu familia —_____ se negó a sentirse abatida.
-Destruiría este lugar. Cerca hay unos manantiales, por lo que sería un paraíso para los turistas, pero... No —Joe sacudió la cabeza. No quería ir allí más de lo estrictamente necesario y no quería seguir hablando de su familia, por lo que pasó a traducirle el menú de los postres—. Hay tiramisú o tiramisú con nata...
Le gustaba la risa de _____, le gustaba que no rechazara el postre y que lo quisiera con nata, y le encantaban las mujeres que disfrutaban la comida.
—Hacen tiramisú una vez a la semana, y cada día le añaden un poco más de licor; así, cuando llega el viernes, el tiramisú ha alcanzado la perfección —le explicó él.
—En ese caso, me alegro de que sea viernes —_____ sonrió.
_____ había tomado tiramisú muchas veces; pero cuando se llevó aquél a la boca, se dio cuenta de que, realmente, nunca antes había tomado tiramisú.
-Es maravilloso —_____ cerró los ojos y disfrutó el momento.
«Igual que tú», pensó Joe observándola. _____ notó los ojos de Joe en ella. Aunque no fuera de verdad, estaba encantada de estar lejos, de olvidar, de cumplir veinticinco años ese día y de haber salido a cenar con el hombre más atractivo del mundo.
Joe pagó la cuenta y emprendieron el camino de vuelta, eligiendo la ruta arenosa. _____ se quitó las sandalias y se sintió a un millón de kilómetros de Londres, de todo, y sus pies se hundieron en la húmeda arena y el agua del mar bañó sus tobillos.
—No comprendo cómo soportas estar lejos de aquí —murmuró ella.
-Uno acaba cansándose de las vistas —dijo Joe—, por bonitas que sean.
-Me refiero a tu familia.
-Ya conoces mis horarios. Llamo por teléfono, envío dinero y vengo cuando puedo —sabía que era una excusa muy pobre y que ella le consideraba un egoísta, pero le daba igual—. Además, no es sólo la vista de lo que uno se cansa, sino del sitio, de la gente, de las reglas...
-¿Las reglas?
-«La familia». Las apariencias lo son todo. Por eso he venido y lo sabes. ¿Qué pensaría la gente si el hermano, el único hijo varón de la familia, sólo viniera unas horas a la boda? Ésa es la clase de pregunta que uno oye aquí toda la vida. Se pasan la vida pensando en lo que la gente piensa de ellos. Les avergüenza que su único hijo no se haya casado todavía. Cada vez que vengo me hacen las mismas preguntas...
— ¿Y eso es lo único por lo que no vienes? —_____ no le creía—. ¿Por unas cuantas preguntas?
-_____, tú has visto a un hombre débil a punto de morir. Y los del pueblo ven al patriarca de la familia Jonas a las puertas del fin de una buena y noble vida...
— ¿Y qué es lo que ves tú, Joe? —preguntó ella con voz queda.
-El miedo de mi madre. Cómo, a pesar de que mi padre apenas puede andar, ella sigue sobresaltándose cuando mi padre aparece, cómo sigue riéndole las gracias con estridencia...
— ¿Era violento con ella?
-Un poco —Joe volvió a subir la guardia—. Sin embargo, está débil y muy enfermo, ya no hay nada que temer.
— ¿Es por eso por lo que no vienes?
Joe se encogió de hombros, quizá algo avergonzado por haber hablado tanto.
-Al parecer, debería haberme casado con alguna dulce virgen y haber tenido ya varios hijos, tanto si me gusta como si no.
—Pero no lo has hecho —observó _____.
-Porque ya no quedan vírgenes; al menos, no guapas —Joe sonrió por su propia broma y entonces, avergonzado, se acordó—. ¡_____, lo siento! Se me había olvidado, ¿de acuerdo?
—Déjalo —respondió ella al borde de las lágrimas. —Eh —Joe la hizo detenerse, la agarró de un brazo y la obligó a volverse hacia él—. Siento haberte ofendido. Es que jamás hubiera creído que...
— ¡No, claro que no! —dijo ella furiosa.
—Tú no eres fea... eres preciosa. Y el tipo que te conquiste será un hombre muy afortunado —los enormes ojos verdes de _____ se clavaron en él—. Lo que pasa es que no creo que ése sea yo...
— ¿Aunque yo quisiera que lo fueras?
-_____...
Reemprendieron el camino en silencio y fue Joe quien, por fin, lo rompió.
—Venga, volvamos a casa. Le enviaré un mensaje a mi madre por el móvil para decirle que ya vamos.
A _____ le pareció extraño que un hombre de treinta y cuatro años hiciera eso, pero estaba disgustada por el rumbo que estaban tomando los acontecimientos y no le prestó más atención; sobre todo, cuando entraron en una casa toda a oscuras.
-Deben de haberse ido a la cama —dijo Joe. Y entonces, las luces se encendieron.
-¡Sorpresa! —_____ vio a Joe sonriendo por su perplejidad entre gritos de «feliz cumpleaños» y «tanti auguiri». Y entonces lo comprendió.
Joe no podía saber lo mucho que aquello significaba para ella, lo emocionada que estaba, porque había regalos envueltos en bonitos papeles y una mesa preparada con copas y licores; y en el centro, una tarta.
-Su primera tarta de cumpleaños, su primera fiesta de cumpleaños... al menos, la primera desde que tenía uso de razón.
-Siento que Rico no esté, pero se encontraba muy cansado —se disculpó Mia.
Y _____ comprobó que el ambiente, sin Rico, era más relajado.
—Joe no me lo dijo hasta ayer, así que no me ha dado tiempo a encargar una tarta... y... —Mia se interrumpió.
— ¿Ayer? —_____ volvió la cabeza hacia él. Joe sabía que era su cumpleaños antes de que ella se lo dijera y se había tomado la molestia de llamar para que prepararan todo aquello para ella...
— ¿En serio creías que iba a olvidar que era tu cumpleaños?
_____ abrió los regalos. Primero, un camisón de encaje blanco de Mia «para el ajuar», insinuó. Lociones para el cuerpo y un perfume de Daniela. De Joe recibió una pulsera de plata con un colgante, el horóscopo de Virgo con un brillante incrustado.
Joe le dio un beso en la boca y ella pensó que estaba representando el papel de novio de forma muy convincente.
Una tarta, regalos y el cariño, por parte de Mia, que su madre le había negado. Y lejos de su hogar y con una gente que no conocía. Y despertaron en ella unos sentimientos en los que no quiso ahondar, por lo que plantó una sonrisa en su rostro y continuó con la celebración.
Pero Joe notó su angustia.
—Bueno, es hora de acostarse ya... —anunció Joe.
Y hubo una interminable ronda de besos y buenas noches, por lo que en vez de estar nerviosa ante la idea de ir al dormitorio de él se sintió aliviada.
Aliviada cuando Joe cerró la puerta y se encontraron allí los dos solos.
— ¿Qué es lo que te pasa, _____? —esa vez, Joe estaba decidido a obtener una respuesta.
Y entonces el teléfono sonó.
-¡Feliz cumpleaños, hija!
-¡Papá! —no podía creerlo. Ni por un momento se le había pasado por la cabeza que su padre se hubiera acordado de su cumpleaños.
-Me han dejado ir al despacho de la enfermera para llamarte. Te quiero, hija. Feliz cumpleaños.
-Era mi padre —le dijo a Joe cuando colgó—. No sé lo que los de la residencia nos van a cobrar por la conferencia a Italia...
Joe frunció el ceño.
-Pero ha merecido la pena, ¿no?
—Sí —_____ se sentó en el borde de la cama y se cubrió el rostro con las manos—. He descubierto una cosa... sobre ella.
Le había costado admitirlo por fin.
— ¿Te refieres a tu madre?
Pero _____ no podía hablar. Las lágrimas que llevaba toda la vida conteniendo empezaron a resbalar por sus mejillas.
-Siempre he creído que, cuando murió en el accidente de coche, había salido de casa, que no quería abandonarnos.
Joe se dio cuenta de que, en esos momentos, era mejor no preguntar.
-Anoche mi padre me dijo una cosa y yo llamé a mi hermano para preguntarle. No debería importarme... —dijo, haciéndose eco de lo que su hermano le había dicho. Pero no funcionó—. Mi madre nos había abandonado un mes antes del accidente. ¡Al parecer, para encontrarse a sí misma! No sé qué sentir, no sé quién era mi madre realmente. Nos abandonó...
—_____, puedes seguir queriéndola. Quién sabe lo que habría pasado de no haber fallecido. Podría haber vuelto a casa, podría haber ido a por ti...
¿De qué serviría intentar explicárselo a Joe? Por eso, decidió ir al cuarto de baño; allí, se lavó los dientes y se puso el pijama.
Y cuando _____ regresó a la habitación, parecía tan joven y tan vulnerable que a Joe no le quedó ninguna duda.
Nada de sexo.
_____ estaba demasiado vulnerable y emocional en esos momentos. Dejar que se enamorase de él para luego abandonarla... no, no podía hacerle eso a _____.
Joe estaba tumbado bocarriba mirando al techo cuando ella se acostó a su lado.
Joe odiaba aquella casa. Quería refugiarse en el sexo, quería olvidarlo todo excepto el olor y el sabor de ella. La oyó llorar. Detestaba las lágrimas, pero no podía ignorar las de _____, no tenía escapatoria.
—_____, ¿quieres hablar? —preguntó él en la oscuridad.
—No —estaba harta de hablar, harta de pensar, y ahora no podía dejar de llorar.
Joe le puso una mano en el hombro. ¿Era eso lo que se suponía que debía hacer? Se encontraba muy incómodo.
_____ no podía dejar de pensar en la traición de su madre. Y, para colmo, estaba en un país extranjero, en una cama extraña, con un playboy.
De hecho, sintió pena por él.
En ese momento, Joe la hizo volverse de cara a él.
-¡_____, deja de llorar!
-¡No puedo! —era como un ataque de pánico, como si se estuviera ahogando.
Y Joe la besó entonces. Con la boca, con la lengua, transformó su sufrimiento en placer.
Pero Joe se detuvo.
-Lo siento —susurró él.
_____ no lo sentía. La habitación, de repente, se le antojó demasiado pequeña; la cama también era excesivamente pequeña y sus emociones muy grandes. No podía pensar, no podía soportar pensar, por eso le besó. Pegó su rostro al de él y le besó con pasión, abriéndole los labios con la lengua. Mejor ahora, mejor con ese playboy...
-¡Eh! —Joe le bajó las manos, que las tenía entrelazadas en su cuello, y sacudió la cabeza.
— ¿Te sientes utilizado? —preguntó ella.
-No es cuestión de lo que yo siento. Pero creo que no sabes lo que estás haciendo.
-Quiero esto, Joe —sí, quería consuelo, le deseaba a él.
-Y yo no quiero remordimientos luego...
-No los tendré —_____ le miró fijamente a los ojos—. No me arrepentiré, Joe. Quiero esto. Y era verdad.
-Quiero esto —repitió. Era de lo que estaba segura—. Ya sé que no va a conducir a ninguna parte, sé que no es lo que quieres de mí...
Joe se la quedó mirando y, de repente, él también lo quería.
—Un momento —Joe se levantó para ir al cuarto de baño, a por el neceser donde tenía los preservativos; pero ella le agarró por el brazo.
.-Estoy tomando la píldora.
Joe lanzó una maldición en italiano.
-_____... —la inocencia de ella le preocupaba. Y le preocupaba ser él quien le quitara la virginidad para que otros la disfrutaran—. No es sólo por la posibilidad de embarazo, es...
— ¿Siempre te pones un preservativo?
-Siempre —respondió Joe.
_____ le estaba ofreciendo acceso libre y, sin embargo, él tenía dudas, semejante intimidad le resultaba extraña.
El beso fue titubeante, ambos contenían sus emociones, ambos se negaban a entregarse por completo al disfrute del otro.
-Será mejor que nos quitemos esto —casi con timidez, Joe le desabrochó la chaqueta del pijama, después se quitó él la ropa interior y, a continuación, le quitó a _____ los pantalones del pijama.
Verle desnudo no ayudó a tranquilizar sus nervios. No tenía con quién compararle, pero sabía que Joe era espectacular.
—¿No deberíamos poner una toalla en la cama? —preguntó ella.
Joe se sintió como un cirujano a punto de operar.
—Tengo un poco de miedo —admitió _____—. No me siento mal, pero...
-A mí me pasa lo mismo —Joe sonrió traviesamente con los ojos fijos en la escasa reacción de su miembro, y entonces se echó a reír porque era extraño hablar de ello, del sexo, que ocurría de por sí, sin más. Y se dio cuenta de que tenía que ser bueno... por ella.
Volvió la cabeza y la miró sintiendo una extraña responsabilidad, porque quería que _____ disfrutara. El último beso había sido tímido, por lo que le acarició las mejillas, los brazos, y se quedó mirando a los llenos senos que esperaban ser besados. Le cubrió una encantadora nalga con la mano y ella pudo sentir la húmeda calidez de su boca en los pechos, la ternura con que le chupó los pezones, y sintió calor en el vientre. Y ella también le acarició, sorprendida por la creciente longitud del miembro contra su muslo. Nerviosa, curiosa y valiente, bajó la mano y le tocó, y Joe cerró los ojos.
-¿Es esto normal?
Joe no podía hablar, por lo que se limitó a asentir y a besarla; esa vez, el beso no fue tímido, sino tierno y lento, un beso que conducía a más. Y llevó la mano al lugar más íntimo del cuerpo de _____, cálido y húmedo. La acarició ahí hasta que la oyó gemir involuntariamente; entonces, le introdujo los dedos, metiéndolos y sacándolos hasta hacerla estremecerse y gemir en sus brazos.
Para _____ era el paraíso, sobrepasaba sus sueños y no se parecía en nada a lo que había leído, nada de dolor, sólo placer mientras él obraba magia...
De repente, sintió la necesidad de un mayor contacto y, como si él le hubiera leído el pensamiento, la empujó con el cuerpo hasta tumbarla y la besó, no sólo con la boca, sino también con la piel, todo él aplastándola contra la cama, deleitándola. Entonces, Joe se incorporó apoyándose en los codos y ella abrió las piernas para permitirle la entrada. Ya no estaba asustada, estaba preparada.
Nunca había estado tan preparada para nada.
Joe la miraba con sorprendente ternura en los ojos, una ternura que ella jamás había visto. Y sintió como si fueran a iniciar algo juntos, como si estuvieran a punto de ir juntos a alguna parte. Y en ese momento le dejó entrar y pudo sentir las primeras y lentas arremetidas, sintió su cuerpo tensarse, y la barrera de resistencia, y se dijo a sí misma una y otra vez que tenía que acordarse de no enamorarse de él.
Le dolió y, al momento, el dolor desapareció, y lo que ganó compensó lo que había perdido.
Sentía calor en el vientre y entre las piernas. No podía mantener los ojos abiertos, estaba perdida con él en la oscuridad...
Joe se estaba moviendo con más dureza y, sin embargo, le sintió contenerse, pero no tenía necesidad de hacerlo. Le pasó las manos por la espalda, le agarró las nalgas y tiró de él hacia sí, y Joe jamás se había sentido tan cerca de nadie, tan cerca de sí mismo, como en ese momento.
_____ estaba llorando y él la besó, le lamió las lágrimas y sintió la contracción de ella, urgiéndole. Profundizó la penetración, sintiéndola como nunca había sentido a otra mujer, las primeras palpitaciones de su orgasmo como las primeras gotas de una tormenta. Sintió la boca de ella en su pecho y sus gemidos de éxtasis le llegaron al corazón. Ella estaba en medio del clímax y ahora él también podía, y se vació dentro de ella mientras los espasmos la sacudían y tiraban de él hacia dentro.
Joe quería permanecer en ese lugar con ella durante el resto de su vida. Entonces hizo algo que no había hecho jamás: saciado, repleto y completamente agotado, la miró, bajó la cabeza y la besó.
kadita_lovatica
Capitulo 9
_____ no sabía cómo se sentía cuando se despertó a la mañana siguiente, sola. Todos se habían levantado, podía oír sus voces y los ruidos de la actividad del día antes de la boda. Se reuniría con ellos pronto, se ducharía y bajaría para representar el papel de novia de Joe y ayudar con los preparativos... pero todavía no.
Estaba en la cama, desnuda bajo la sábana, con el cuerpo sensible y la mente sorprendentemente tranquila, aceptando lo inevitable.
Al haber hecho el amor con Joe, la cuenta atrás había comenzado.
Lo había visto muchas veces: con su padre, con sus hermanos y ahora con Joe.
La intriga de la caza, el entusiasmo de la captura, la intensa pasión de una nueva relación; y después, siempre, la retirada.
Al verle entrar en la habitación con una bandeja en las manos, mirándola y sonriendo, había casi miedo en la mirada que le devolvió, porque no había esperado el efecto que le produjo.
Joe iba vestido con pantalones vaqueros y nada más. Descalzo y con el torso desnudo, cruzó la habitación hasta llegar a ella, y era un Joe que nunca había visto.
Era un Joe sin afeitar, con el pelo mojado después de la ducha, el que se agachó a su lado. Entonces, Joe levantó la cafetera de la bandeja y la puso en la mesilla antes de dejar la bandeja sobre sus piernas. Parecía más joven, menos serio y peligrosamente bello.
-Es un caos ahí abajo —Joe señaló la puerta—. Será mejor que nos quedemos aquí escondidos durante un par de horas.
-¿No debería bajar a ayudar? —preguntó _____ al tiempo que extendía el brazo para agarrar la cafetera, pero Joe se le adelantó.
-Déjalo, yo serviré el café —dijo Joe antes de contestar a su pregunta—. No, como acabo de decirle a mi madre, sólo estorbaríamos.
Pero ella no le estaba escuchando, estaba contemplando la taza de café. Parecía un gesto sin importancia, pero para ella tenía un gran significado.
Joe le había llevado el desayuno a la cama.
Le asustó lo agradable que era que alguien tuviera semejante atención con ella, a pesar de tratarse de tan poca cosa.
-Esto son pizelles. Son como tortitas... —untó una con miel y se la dio.
Después, se tumbó en la cama, a su lado, apoyándose en un brazo y sujetando una taza de café con la otra mano, mirándola intensamente, buscando en su rostro la huella del remordimiento.
— ¿Cómo te encuentras? —preguntó Joe por fin.
—-Bien —respondió ella con la boca llena de pizelle. — ¿Sientes lo que ha pasado?
—-No. ¿Y tú?
—-No... Siempre y cuando tú estés bien.
-Se supone que la primera vez es horrible —murmuró ella traviesamente.
—-¿Y eso quién lo dice? —preguntó Joe, indignado.
—-Lo he leído en una revista.
Joe alzó los ojos al cielo.
-¡Si eso ha sido horrible... estoy deseando ver qué pasa cuando es sólo malo! —_____ se rió.
—-Cielo, tira las revistas a la basura —Joe le quitó la taza de café y la pizelle y se puso sobre ella en la cama—. Voy a enseñarte todo lo que sé.
Era un Joe muy diferente, pensó mirándole. Más despreocupado, más divertido, incluso más atractivo... si eso era posible.
Desayunaron y se disfrutaron el uno al otro, y luego se marcharon de aquella caótica casa y se fueron de picnic a la playa.
Esa vez, _____ no se apartó para hablar con su padre por teléfono, lo hizo allí sentada en la manta y se rió y le escuchó, y le resultó mucho más fácil con Joe tumbado a su lado.
-Yo me encargaré de las deudas con la residencia —dijo Joe cuando ella apagó el móvil.
_____ se volvió hacia él, atónita.
—-¿Cómo te has enterado?
—Leí la carta que te dieron los de la residencia —admitió Joe sin avergonzarse.
-¡Qué descaro!
_____ estaba furiosa y avergonzada... y entonces Joe la besó.
-Arreglado —dijo Joe, capturándole la mirada—. Tú me has ayudado a mí y ahora me toca ayudarte a ti. Insisto.
Quizá para él no tuviera importancia, pero para ella sí.
Seis meses de angustia desaparecieron de repente, sintió entusiasmo mientras corrían por la playa al comenzar la tarde, estaba feliz de formar parte de una pareja, de tener alguien en quien apoyarse, de que se ayudaran mutuamente.
Y _____ hizo una tontería.
Cuando Joe la besó en el mar, con las olas acariciándole el cuerpo y la lengua de él dentro de su boca, comenzó a soñar.
Comenzó a albergar esperanzas.
Su piel había adquirido brillo tras el día en la playa y, la mañana del día de la boda, _____ se pasó un aceite por el cuerpo, contenta de la tranquilidad que disfrutaba y de la oportunidad de disponer de tiempo para arreglarse, sin Joe metiéndole prisa y diciéndole que estaba bien como estaba y que acabara ya.
Como Rico se encontraba muy débil, Joe estaba sustituyéndole en sus deberes, por eso _____ tuvo tiempo de arreglarse bien el cabello y los resultados le complacieron.
El caluroso septiembre la hizo desistir de ponerse maquillaje, por lo que se dio una sombra plateada en los párpados, rímel, un poco de colorete y carmín de labios.
El vestido gris plateado que se había comprado para la boda a primera vista parecía soso y algo corto, pero la dependienta le había asegurado que le quedaría maravilloso con los zapatos y el maquillaje apropiados.
Y no le había engañado.
El vestido tenía un corte excelente que transformaba en voluptuosas curvas las partes de su cuerpo que más odiaba.
Al mirarse al espejo se sorprendió de lo que vio. Era como si hubiera madurado en dos días, como si se hubiera transformado de chica en mujer, y se dio cuenta de que eso tenía mucho que ver con el hombre que en ese momento estaba entrando en la habitación.
—Tengo que cambiarme... —Joe se interrumpió cuando _____ se volvió de cara a él, y de repente sintió que entrar en su habitación y encontrarla allí era como entrar en un paraíso de paz dentro de una casa de locos.
Reconocía lo que _____ había hecho aquella mañana, respetando que estuviera ocupado, sin exigirle nada y encargándose de sus cosas sin protestas, únicamente esa encantadora sonrisa y ahora ese recibimiento. Y aunque la había visto vestida formalmente cuando la ocasión lo requería, esa vez era distinto: una boda, un asunto de familia...
Los brillantes que le había regalado brillaban tanto como sus ojos, y vislumbró ligeramente la posibilidad de cómo podía ser la vida si no hubiera tomado las decisiones que había tomado.
De cómo podía ser la vida con ella.
-Tenemos que marcharnos en diez minutos —dijo él con la voz enronquecida por la emoción contenida.
Joe ya se había afeitado y se había duchado, por lo que sólo tuvo que ponerse el oscuro traje y la corbata gris metálico que habían elegido para los hombres de la boda; mejor dicho, que _____ había elegido. Se había negado completamente a considerar ponerse las horrorosas monstruosidades color granate que, según su hermana, harían juego con los vestidos de las damas de honor de la boda. Y _____ había encontrado la corbata perfecta.
No una corbata, sino la perfecta.
Se peinó y se echó agua de colonia. Se llenó los bolsillos con unos sobres para el cura y los anillos, y cuando logró pensar más racionalmente, dijo:
—Estás encantadora.
-Gracias —_____ sonrió brevemente, preocupada por el tono inseguro de él, creyendo que, en realidad, Joe pensaba que estaba horrible.
-Voy a estar muy ocupado hoy con la familia y demás. Con mi padre enfermo, me toca a mí el deber de...
—No te preocupes, no hay problema.
_____ sonrió, metió unos pañuelos de celulosa en su bolso y el perfume, igual que había hecho la última vez que salieron juntos. Notaba esas cosas, pensó Joe, esos pequeños detalles que la hacían ser _____. Su perfume le alcanzó... y toda ella. ¡Cómo no iba a besarla!
Bajó la cabeza y encontró esos suculentos labios, presionó un poco y sintió el hormigueo de algo dulce y bueno.
Sólo sus labios entraron en contacto, rozándose apenas, apenas moviéndose. Y fue un beso como ningún otro, la ternura de Joe la hizo sentirse hermosa, deseada y, en cierta forma, algo triste también.
—Haces que me sienta mucho mejor aquí.
_____ no sabía por qué algo tan bonito hacía que le dieran ganas de llorar.
—Podría ser siempre —_____ se había pasado de la raya y lo sabía. Había hecho una insinuación respecto al futuro.
Joe se puso tenso al instante y ella dejó de sentir su aliento en la mejilla. Se ignoró lo que acababa de decir, pero quedó en el aire.
—-Tenemos que irnos.
Fue una ceremonia maravillosa.
—-¡Estos dos van a ser los próximos! —bromeó Mia de la mano de su marido, riendo y charlando con sus parientes al salir de la iglesia.
—-¿Cuándo? —los ojos de Rico se clavaron en su hijo.
—-Vamos a dejarlo, papá —respondió Joe, pero Rico se negó.
—¿Qué va a pasar con el apellido Jonas? —insistió.
-¡Pronto, Rico! —interpuso Mia—. Estoy segura de que será pronto.
Rinaldo, el hermano de Rico, intervino entonces, diluyendo ese momento embarazoso.
-Ahora la gente se casa mucho más tarde —le dio un apretón en la cintura a su esposa y un sonoro beso en la mejilla—. Pero yo de eso nada, no iba a dejar que te me escaparas.
Cuando Rico estaba saludando a otros invitados y Rinaldo y su esposa se alejaron, Mia censuró en italiano a su hijo por estar tan serio; después, le dio a _____ la versión reducida en inglés.
—-Joe quería mucho a Zia Maria, la primera esposa de Rinaldo —le explicó, y luego miró a Joe—. No es posible que pensaras que se iba a quedar solo.
-No esperó ni un año siquiera —contestó Joe con frialdad.
—-Joe, aquí no —rogó Mia, y entonces se volvió a _____—. Ven, voy a presentarte a mi hermana.
_____, entre charlas con las tías y felicitaciones a Daniela, perdió a Joe. Lo volvió a encontrar detrás de la iglesia, cuando los novios estaban empezando a hacerse fotos con los familiares, caminando entre las tumbas con la espalda rígida, casi como si estuviera en un funeral en vez de en una boda.
—-Te estaban buscando para las fotos —dijo ella con voz suave, clavando los ojos en la inscripción que Joe estaba leyendo en una tumba.
-Mi abuela —aclaró Joe.
-Murió muy joven —comentó _____, leyendo la inscripción.
-Me acuerdo de ella muy poco —Joe se encogió de hombros—. Y ésa es Zia Maria. De ella sí me acuerdo.
_____ se pasó la lengua por los labios al ver lo joven que era también la tía de Joe cuando murió.
—La primera mujer de Rinaldo...
—Era una mujer encantadora —dijo Joe con ternura en la voz.
-Comprendo lo que has dicho de Rinaldo, eso de que ni siquiera esperó un año para casarse otra vez —Joe cerró los ojos con gesto de que ella no podía comprenderlo, pero sí que lo comprendía—. Yo no soportaba la cantidad de novias que tenía mi padre. Ahora sé que mi madre le abandonó, pero él empezó a salir con otras mujeres al poco tiempo de que ella...
—En fin, dejémoslo.
Y _____ así lo hizo, porque realmente no era el momento apropiado.
—Deberíamos volver con los demás —dijo ella.
_____ se volvió, pero Joe seguía plantado delante de la tumba de su tía, y pensó que debía de resultarle doloroso saber que en cuestión de días o semanas tendría que volver allí para enterrar a su padre. Sin embargo, no comprendía qué hacía Joe allí en esos momentos, cuando debería estar celebrando contento lo boda de su hermana y olvidarse de todo lo demás.
-Joe...
-Ve tú. Yo iré enseguida.
-Joe, es la boda de tu hermana, tu familia te está esperando para las fotos. ¿No deberías olvidarte de lo demás? —preguntó ella con vacilación.
-Yo jamás olvido —fue una declaración y la hizo mirándola a los ojos, pero sin el cariño y la ternura de por la mañana. No, no había cariño ninguno en él en esos momentos—. Vamos, tenemos trabajo.
Y con esa pequeña frase, Joe la puso en su lugar. Para él, aquél era un fin de semana más que iba a pasar fuera, un trato con ella, un pacto, una ayuda que ella había aceptado prestarle. Era ella quien lo había olvidado, pero Joe no.
Al reunirse con el resto de la familia, de la mano de Joe, a _____ le costó sonreír más que nunca.
BUENO AHI LES DEJO 3 CAPITULOS ESPERO K LOS DISFRUTEN
COMENTEN ;)
xox
kadita_lovatica
Re: MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
awww pobre rayiz :(
Primero lo de su mama
Y ahora el rechazo de Joe
Aunque tambien Joe ha sufrido
Siguela pronto!!! Me encanto
Primero lo de su mama
Y ahora el rechazo de Joe
Aunque tambien Joe ha sufrido
Siguela pronto!!! Me encanto
aranzhitha
Re: MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
Wooow!!
me encanta de verdad tu nove!!
pobre de Joe!!
porfa siguelaa!! =D[b]
me encanta de verdad tu nove!!
pobre de Joe!!
porfa siguelaa!! =D[b]
Ximelove
Re: MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
Nuevaa Lectora! Siguelaa... Me Gustaaaa
~SilviJB~
Re: MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
Nueva lectora.. Esta nove me encanta.. S I G U E L A
MaleeJonas
Re: MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
ahahahahahahahahahhah
ame los 3 capítulos siguela por favor esta
increíble me fascino
coloca pronto mas capítulos please :)
ame los 3 capítulos siguela por favor esta
increíble me fascino
coloca pronto mas capítulos please :)
ElitzJb
Capitulo 10
HABÍA sido un día agotador, propio de cualquier boda. Rico consiguió aguantar hasta después de la cena e incluso bailó con su hija. A continuación, visiblemente incapaz de seguir participando en los festejos, se sentó a descansar y Joe ocupó su lugar.
En un momento en el que _____ se le acercó, alguien le dio una palmada a Joe en la espalda y le felicitó por la mujer que había elegido.
—El apellido Jonas continuará —declaró el tío Rinaldo—. Salute!
Pero había algo en el ambiente...
Algo que lo empañaba todo mientras se despedían de los novios y conducían a los padres de Joe al coche para que les llevara a casa mientras ellos se quedaban para despedir a los últimos invitados.
Algo que continuó acompañándoles cuando entraron en la casa a oscuras.
Joe se metió en la cama a su lado.
Un grito hizo que, alarmada, _____ abriera los ojos e hiciera ademán de ir a ver qué pasaba, pero Joe le agarró la muñeca.
-Es mi padre gritando para que le den un calmante.
Pero _____ sintió la tensión de él...
¿Había sido así también cuando Joe era pequeño?
-Joe... ¿tan mala fue tu infancia?
-Déjalo, _____.
-Sabes que puedes contármelo.
-No quiero hacerlo.
_____ supuso que Joe se iba a dar media vuelta, de espaldas a ella, y así zanjar la cuestión. Sin embargo, Joe se puso de cara a ella.
-_____, por favor...
Y entonces se le acercó y la besó. Fue un beso frenético y apasionado que provocó una respuesta instantánea. Habían hecho el amor una y otra vez; pero esa vez, no fue con la misma ternura. No, esa vez le reveló una nueva y excitante faceta. La besó con pasión y ardor, y ella respondió con la misma pasión. Joe la aplastó con su cuerpo y ella le acarició con frenesí...
_____ separó las piernas, anhelando el primer envite con el deseo de una adicta. Y cuando le sintió dentro, no le satisfizo, quería más y más... hasta que se vio arrollada por un ciclón mientras Joe la besaba y repetía su nombre una y otra vez.
Hasta ahora, sus orgasmos habían sido provocados con lentitud. Pero esa noche, se vio atrapada en un remolino de sensaciones que se hizo eco del deseo de Joe.
Las sacudidas de Joe dentro de su cuerpo acompañaron a los estremecimientos de ella y la intensidad del orgasmo la dejó sumida en la perplejidad.
Durmieron juntos, la tercera noche. Y esa vez durmieron juntos de verdad, abrazados el uno al otro.
A la mañana siguiente, Joe no se limitó a mirar a su madre.
Jamás había podido aceptar el café que ella le daba sin preguntarse si la había hecho daño.
La examinaba siempre.
Y a pesar de los años, Joe seguía haciéndolo porque para él era tan natural como el respirar.
— ¿Cómo estaba anoche? —preguntó él, y enseguida notó la tensión de su madre.
—Estuvo todo estupendo —respondió ella evasivamente.
-Me refería a qué tal cuando volvisteis a casa. ¿Cómo estaba papá?
-Cansado —respondió Mia brevemente—. ¿Dónde está _____?
—Durmiendo todavía.
Al levantarse, _____ se había movido y él la había besado y le había dicho que siguiera durmiendo; después, se la había quedado observando mientras dormía. Joven, inocente, confiada... No, no podía hacerle daño, no podía darle la mano y llevarla al infierno. Los cimientos de esa casa eran un sumidero, casi podía oler la porquería en la que se sustentaba mientras estaba allí sentado a la mesa acompañado de las mentiras de su madre.
-Ayer estuvo muy bien, incluso bailó con Daniela... Leo va a venir hoy por la mañana y también su enfermera, Rosa. Estoy un poco preocupada porque se ha pasado la noche tosiendo... Ayer fue un día agotador para él.
-Y para ti —observó Joe—. Anoche le oí gritar.
—Sólo grita, Joe, nada más —Mia cerró los ojos—. Está viejo, débil y cansado...
-Y sigue tratándote mal.
-Las palabras no me hacen daño, Joe —dijo Mia—, Por favor, deja las cosas como están. Me alegro de que estés aquí.
El café le supo amargo, las palabras de su madre le dejaron indefenso.
Una vez más.
—Déjale —Joe se puso en pie y miró a su madre a los ojos, aunque sabía que era inútil.
-¡No, no puedo abandonarle!
—Puedes... —se le quebró la voz y su madre se dio cuenta de que estaba al borde de las lágrimas. El sufrimiento, el miedo, la impotencia... el dolor que había sentido de pequeño seguía ahí con él—. Déjale, mamá.
—Está muriéndose, Joe. ¿Cómo voy a abandonar a un moribundo? ¿Qué pensaría la gente?
— ¿Qué importa eso? —gritó Joe.
— ¡Claro que importa! —Mia ahogó un sollozo—. Y él también importa. Está enfermo y asustado...
— ¡No siempre estuvo enfermo! Y se le puede llevar a un hospital.
—Joe, por favor, dejemos esto.
Su madre no quería su ayuda, pero él no podía aceptarlo.
—Es un sinvergüenza y siempre lo ha sido —insistió Joe—. Y el hecho de que se esté muriendo no cambia nada.
—Es mi marido.
Esas tres palabras la habían condenado a una cadena perpetua de sufrimiento y dolor.
La vergüenza de abandonarle, el escándalo que hubiera acompañado a semejante acción por su parte y que la había hecho guardar silencio... y a él también.
A los doce años trató de intervenir y su padre le dio una paliza que le dejó a las puertas de la muerte. Y su madre siempre sollozando, siempre pidiéndole que ignorara lo que su padre hacía porque, de lo contrario, sólo conseguiría empeorar la situación.
Y él había esperado...
Hasta los dieciocho años, cuando era más alto y más fuerte. Y entonces una noche ocurrió lo inevitable, un chico de dieciocho años con el cuerpo de un hombre había intervenido.
Sin embargo, a la mañana siguiente, con las magulladuras y la sangre seca después de la pelea con su padre, algo dentro de él murió en el momento en que su madre entró a la cocina con hematomas en el rostro y en los brazos y un ojo morado. Pero lo peor fue su mirada, una mirada acusatoria, una mirada que le decía que había empeorado todo, que no la había ayudado en nada.
Y fue esa mañana cuando su madre dijo lo que Joe llevaba toda la vida temiendo oír: «Siete no migliore del vostro padre». «No eres mejor que tu padre», le había dicho su madre. «Eres como temía que fueras, igual que él».
-No empeores las cosas, Joe —le dijo su madre ahora, arrastrándole del infierno del pasado al infierno del presente—. Tú no puedes hacer nada.
Su madre suspiró e intentó cambiar de conversación con una sonrisa cansada:
-Me alegro de que _____ haya venido. Es una chica estupenda, estoy muy contenta de veros tan bien. Pero, por favor, Joe, cuida de ella y no dejes que tu pasado... —las palabras se ahogaron en su garganta y él cerró los ojos—. Un día, pronto, te diré algo que tengo que decirte sobre tu pasado, tu historia...
Pero Joe ya sabía lo que quería decirle, lo había dilucidado.
Y ahora, esa mañana, un nuevo tormento al descubrir que su madre le creía capaz de la misma violencia que su padre, al descubrir que su madre temía por _____.
—Hay cosas que tienes que saber, cosas a las que nos tenemos que enfrentar —añadió Mia.
No, si él podía evitarlo.
No, el apellido Jonas, al contrario de lo que Rinaldo había dicho, no continuaría.
No si estaba en sus manos.
Él era el último Jonas. Lo había jurado delante de la tumba de su tía Maria, esa noche a los dieciocho años. Había jurado que la dinastía Jonas acabaría con él.
Si cerraba su corazón, si no se enamoraba nunca, jamás podría hacer sufrir a nadie.
Era así de sencillo.
En un momento en el que _____ se le acercó, alguien le dio una palmada a Joe en la espalda y le felicitó por la mujer que había elegido.
—El apellido Jonas continuará —declaró el tío Rinaldo—. Salute!
Pero había algo en el ambiente...
Algo que lo empañaba todo mientras se despedían de los novios y conducían a los padres de Joe al coche para que les llevara a casa mientras ellos se quedaban para despedir a los últimos invitados.
Algo que continuó acompañándoles cuando entraron en la casa a oscuras.
Joe se metió en la cama a su lado.
Un grito hizo que, alarmada, _____ abriera los ojos e hiciera ademán de ir a ver qué pasaba, pero Joe le agarró la muñeca.
-Es mi padre gritando para que le den un calmante.
Pero _____ sintió la tensión de él...
¿Había sido así también cuando Joe era pequeño?
-Joe... ¿tan mala fue tu infancia?
-Déjalo, _____.
-Sabes que puedes contármelo.
-No quiero hacerlo.
_____ supuso que Joe se iba a dar media vuelta, de espaldas a ella, y así zanjar la cuestión. Sin embargo, Joe se puso de cara a ella.
-_____, por favor...
Y entonces se le acercó y la besó. Fue un beso frenético y apasionado que provocó una respuesta instantánea. Habían hecho el amor una y otra vez; pero esa vez, no fue con la misma ternura. No, esa vez le reveló una nueva y excitante faceta. La besó con pasión y ardor, y ella respondió con la misma pasión. Joe la aplastó con su cuerpo y ella le acarició con frenesí...
_____ separó las piernas, anhelando el primer envite con el deseo de una adicta. Y cuando le sintió dentro, no le satisfizo, quería más y más... hasta que se vio arrollada por un ciclón mientras Joe la besaba y repetía su nombre una y otra vez.
Hasta ahora, sus orgasmos habían sido provocados con lentitud. Pero esa noche, se vio atrapada en un remolino de sensaciones que se hizo eco del deseo de Joe.
Las sacudidas de Joe dentro de su cuerpo acompañaron a los estremecimientos de ella y la intensidad del orgasmo la dejó sumida en la perplejidad.
Durmieron juntos, la tercera noche. Y esa vez durmieron juntos de verdad, abrazados el uno al otro.
A la mañana siguiente, Joe no se limitó a mirar a su madre.
Jamás había podido aceptar el café que ella le daba sin preguntarse si la había hecho daño.
La examinaba siempre.
Y a pesar de los años, Joe seguía haciéndolo porque para él era tan natural como el respirar.
— ¿Cómo estaba anoche? —preguntó él, y enseguida notó la tensión de su madre.
—Estuvo todo estupendo —respondió ella evasivamente.
-Me refería a qué tal cuando volvisteis a casa. ¿Cómo estaba papá?
-Cansado —respondió Mia brevemente—. ¿Dónde está _____?
—Durmiendo todavía.
Al levantarse, _____ se había movido y él la había besado y le había dicho que siguiera durmiendo; después, se la había quedado observando mientras dormía. Joven, inocente, confiada... No, no podía hacerle daño, no podía darle la mano y llevarla al infierno. Los cimientos de esa casa eran un sumidero, casi podía oler la porquería en la que se sustentaba mientras estaba allí sentado a la mesa acompañado de las mentiras de su madre.
-Ayer estuvo muy bien, incluso bailó con Daniela... Leo va a venir hoy por la mañana y también su enfermera, Rosa. Estoy un poco preocupada porque se ha pasado la noche tosiendo... Ayer fue un día agotador para él.
-Y para ti —observó Joe—. Anoche le oí gritar.
—Sólo grita, Joe, nada más —Mia cerró los ojos—. Está viejo, débil y cansado...
-Y sigue tratándote mal.
-Las palabras no me hacen daño, Joe —dijo Mia—, Por favor, deja las cosas como están. Me alegro de que estés aquí.
El café le supo amargo, las palabras de su madre le dejaron indefenso.
Una vez más.
—Déjale —Joe se puso en pie y miró a su madre a los ojos, aunque sabía que era inútil.
-¡No, no puedo abandonarle!
—Puedes... —se le quebró la voz y su madre se dio cuenta de que estaba al borde de las lágrimas. El sufrimiento, el miedo, la impotencia... el dolor que había sentido de pequeño seguía ahí con él—. Déjale, mamá.
—Está muriéndose, Joe. ¿Cómo voy a abandonar a un moribundo? ¿Qué pensaría la gente?
— ¿Qué importa eso? —gritó Joe.
— ¡Claro que importa! —Mia ahogó un sollozo—. Y él también importa. Está enfermo y asustado...
— ¡No siempre estuvo enfermo! Y se le puede llevar a un hospital.
—Joe, por favor, dejemos esto.
Su madre no quería su ayuda, pero él no podía aceptarlo.
—Es un sinvergüenza y siempre lo ha sido —insistió Joe—. Y el hecho de que se esté muriendo no cambia nada.
—Es mi marido.
Esas tres palabras la habían condenado a una cadena perpetua de sufrimiento y dolor.
La vergüenza de abandonarle, el escándalo que hubiera acompañado a semejante acción por su parte y que la había hecho guardar silencio... y a él también.
A los doce años trató de intervenir y su padre le dio una paliza que le dejó a las puertas de la muerte. Y su madre siempre sollozando, siempre pidiéndole que ignorara lo que su padre hacía porque, de lo contrario, sólo conseguiría empeorar la situación.
Y él había esperado...
Hasta los dieciocho años, cuando era más alto y más fuerte. Y entonces una noche ocurrió lo inevitable, un chico de dieciocho años con el cuerpo de un hombre había intervenido.
Sin embargo, a la mañana siguiente, con las magulladuras y la sangre seca después de la pelea con su padre, algo dentro de él murió en el momento en que su madre entró a la cocina con hematomas en el rostro y en los brazos y un ojo morado. Pero lo peor fue su mirada, una mirada acusatoria, una mirada que le decía que había empeorado todo, que no la había ayudado en nada.
Y fue esa mañana cuando su madre dijo lo que Joe llevaba toda la vida temiendo oír: «Siete no migliore del vostro padre». «No eres mejor que tu padre», le había dicho su madre. «Eres como temía que fueras, igual que él».
-No empeores las cosas, Joe —le dijo su madre ahora, arrastrándole del infierno del pasado al infierno del presente—. Tú no puedes hacer nada.
Su madre suspiró e intentó cambiar de conversación con una sonrisa cansada:
-Me alegro de que _____ haya venido. Es una chica estupenda, estoy muy contenta de veros tan bien. Pero, por favor, Joe, cuida de ella y no dejes que tu pasado... —las palabras se ahogaron en su garganta y él cerró los ojos—. Un día, pronto, te diré algo que tengo que decirte sobre tu pasado, tu historia...
Pero Joe ya sabía lo que quería decirle, lo había dilucidado.
Y ahora, esa mañana, un nuevo tormento al descubrir que su madre le creía capaz de la misma violencia que su padre, al descubrir que su madre temía por _____.
—Hay cosas que tienes que saber, cosas a las que nos tenemos que enfrentar —añadió Mia.
No, si él podía evitarlo.
No, el apellido Jonas, al contrario de lo que Rinaldo había dicho, no continuaría.
No si estaba en sus manos.
Él era el último Jonas. Lo había jurado delante de la tumba de su tía Maria, esa noche a los dieciocho años. Había jurado que la dinastía Jonas acabaría con él.
Si cerraba su corazón, si no se enamoraba nunca, jamás podría hacer sufrir a nadie.
Era así de sencillo.
kadita_lovatica
Capitulo 11
_____ se vistió con unos pantalones cortos, una camiseta blanca y unas sandalias, se maquilló ligeramente, se recogió el pelo en una cola de caballo y bajó a la cocina.
—Buenos días —Joe se levantó y le dio un beso; y evitando sus ojos, le presentó a un hombre imponente que estaba sentado a la mesa—. Éste es Leo, el doctor Calista. Ayer no pudo venir a la boda porque le llamaron para una urgencia. Y ésta es Rosa, la enfermera.
Rosa estaba delante de la encimera de la cocina preparando unas medicinas y, tras sonreírle a modo de saludo, volvió a su tarea. El doctor Leo Calista se mostró más formal que el resto de la gente a la que había conocido hasta el momento; en vez de besarla en las mejillas, se puso en pie y le dio la mano. A ella aquel rostro le resultó familiar y trató de acordarse de dónde le había visto antes.
—Hace poco estuve en el Reino Unido asistiendo a una conferencia —el médico sonrió al ver la confusión de ella—. Me pasé a ver a Joe para informarle sobre el estado de su padre...
—No, no le he visto en la oficina —_____ frunció el ceño, segura de que de haber sido así se acordaría.
—Hemos hablado por teléfono.
Debía de ser eso.
-Bueno, encantada de conocerle.
—Lo mismo digo. ¡Y ahora casi eres de aquí! Me alegro de verte con Joe, bienvenida.
—Gracias.
Mia invitó al doctor Calista a desayunar, pero él rechazó la invitación y pidió ver a Rico.
—Parece muy agradable —comentó _____ cuando Mia, el médico y la enfermera salieron de la cocina.
—Es un buen médico. Es del pueblo, estudió Medicina en Roma y luego volvió, pero continúa estudiando e investigando para seguir al día. Siempre ha sido muy bueno con nuestra familia. Sus cuidados son los que han permitido que mi padre continúe en casa en vez de en el hospital.
—Eso debe de ser muy importante.
—Lo es para mi madre, pero yo creo que mi padre debería estar en el hospital ahora que la boda ya ha pasado. He hablado con Leo...
— ¿Y qué ha dicho? —preguntó ella.
-Que no es asunto mío. Que mi padre quiere morir en casa y que mi madre quiere cuidarle.
—En ese caso, debes respetar sus deseos...
-No te creas con derecho a decirme cómo tengo que tratar con mi familia, _____. Y no es necesario que finjas preocupación ahora que estamos solos.
— ¿Que finja? —_____ no había sido testigo del cambio de actitud de Joe, ella seguía en el ayer. Un ayer en el que Joe la había abrazado, la había besado, la había adorado...—. Ayer también estábamos solos en el dormitorio, pero eso no te impidió hacerme el amor.
— ¿Hacerte el amor? —Joe la miró burlonamente—. ¿Por qué insisten las mujeres en llamarlo así?
_____ sintió las lágrimas agolparse tras sus ojos, pero se negó a llorar.
—Lo he llamado así porque me parece que eso era lo que estábamos haciendo, Joe.
—Sexo, eso es lo que fue. Y para eso te pago, _____, será mejor que no lo olvides. Dime, ¿cuánto dinero se debe a la residencia donde está tu padre? —y con eso la silenció—. Vamos, dime, ¿cuánto dinero?
-Lo de anoche no fue una cuestión de dinero —protestó ella, porque la oferta de pagar las deudas a la residencia había sido después de acostarse con él.
Y en esos momentos le odió, le odió por lo que le estaba haciendo y no comprendía por qué lo hacía.
-¡Te odio! —gritó ella.
-Estupendo —dijo Joe con calma—. Ódiame, _____. Es mucho mejor a que me ames, porque yo jamás te amaré, _____. Te lo dije desde el principio. Te lo dejé muy claro. No te quejes ahora sólo porque te gusta el sexo.
En ese momento, el doctor Calista entró de nuevo en la cocina.
-Mi madre está agotada. ¿Cuánto tiempo más va a tener que seguir cuidándole? ¿No te parece que deberías enviarle ya al hospital?
—Joe, estoy haciendo lo que puedo por respetar los deseos de tus padres.
—Querrás decir de mi padre, que es lo único que hace mi madre, respetar sus deseos —entonces, Joe se volvió a ella—. ¿Podrías dejamos solos, por favor?
Cuando _____ les dejó solos, ambos hombres se miraron.
—No voy a marcharme hasta que mi padre no ingrese en el hospital —dijo Joe.
—En ese caso, vas a tener que esperar —dijo Leo con exasperación—. Joe, ¿qué es lo que pasa?
—Nada.
—Me preocupas, Joe.
—Preocúpate por mi madre.
—También lo hago —contestó Leo—. Y también por _____.
— ¿Por _____? —Preguntó Joe con incredulidad—, ¿por qué te preocupa _____?
—Os he oído discutir. Sé que estás nervioso. Joe abrió la boca para disculparse, pero no lo hizo. Sabía que la maldición de los Jonas le acompañaría toda la vida.
Y sabía qué tenía que hacer.
—Voy a quedarme unos días —dijo Joe al entrar en el dormitorio, donde _____ estaba tumbada en la cama. Podía sentir su dolor y confusión—. Será mejor que hagas tu maleta. Lo arreglaré para que te lleven al aeropuerto y llamaré a Evelyn para que cancele todas mis citas de la semana que viene. Cuando vuelvas, me gustaría que te pusieras en contacto con Kasumi...
Y Joe continuó dando órdenes, hablando sólo de trabajo.
-¿Quiere esto decir que, a partir de ahora, es como si nada hubiera pasado?
-Así es. Te aseguro que no hay motivos para que pierdas tu trabajo. Por supuesto, si prefirieras dejar la empresa, te daría unas referencias excelentes. Tengo algunos contactos...
Joe quería que dejara la empresa. Sí, eso era.
— ¿Qué ha pasado, Joe? —_____ necesitaba saberlo, no comprendía nada—. Todo era maravilloso...
-Por un breve tiempo, sí, lo admito —contestó Joe—. Pero ya me he cansado de ti.
— ¿Quieres que me envíe a mí misma un ramo de flores de tu parte? —dijo _____ burlonamente—. Eso es lo que sueles encargarme.
—Cómprate un regalo de despedida —sugirió Joe.
-Yo no he dicho que voy a dejar el trabajo, ¿de dónde te has sacado eso? Estoy encantada con mi trabajo; aunque claro, si tú tienes alguna queja...
Le vio apretar los labios antes de contestar:
-No, ninguna.
-Bien. En ese caso, te veré cuando vuelvas.
_____ se quitó los pendientes y, con la dignidad que pudo, se los ofreció. Pero él se encogió de hombros.
—Considéralos una bonificación.
Y así sin más la apartó de sí, ignorando lo que habían compartido.
—Para que lo sepas, te odio —dijo ella.
—Te estás repitiendo.
—Es sólo para que lo sepas. Cuando sonría y te lleve el café o té ría alguna gracia... no olvides que te odio.
BUENO CHICAS AHI LES DEJO 2 CAPITULO
COMENTEN ;)
xox
—Buenos días —Joe se levantó y le dio un beso; y evitando sus ojos, le presentó a un hombre imponente que estaba sentado a la mesa—. Éste es Leo, el doctor Calista. Ayer no pudo venir a la boda porque le llamaron para una urgencia. Y ésta es Rosa, la enfermera.
Rosa estaba delante de la encimera de la cocina preparando unas medicinas y, tras sonreírle a modo de saludo, volvió a su tarea. El doctor Leo Calista se mostró más formal que el resto de la gente a la que había conocido hasta el momento; en vez de besarla en las mejillas, se puso en pie y le dio la mano. A ella aquel rostro le resultó familiar y trató de acordarse de dónde le había visto antes.
—Hace poco estuve en el Reino Unido asistiendo a una conferencia —el médico sonrió al ver la confusión de ella—. Me pasé a ver a Joe para informarle sobre el estado de su padre...
—No, no le he visto en la oficina —_____ frunció el ceño, segura de que de haber sido así se acordaría.
—Hemos hablado por teléfono.
Debía de ser eso.
-Bueno, encantada de conocerle.
—Lo mismo digo. ¡Y ahora casi eres de aquí! Me alegro de verte con Joe, bienvenida.
—Gracias.
Mia invitó al doctor Calista a desayunar, pero él rechazó la invitación y pidió ver a Rico.
—Parece muy agradable —comentó _____ cuando Mia, el médico y la enfermera salieron de la cocina.
—Es un buen médico. Es del pueblo, estudió Medicina en Roma y luego volvió, pero continúa estudiando e investigando para seguir al día. Siempre ha sido muy bueno con nuestra familia. Sus cuidados son los que han permitido que mi padre continúe en casa en vez de en el hospital.
—Eso debe de ser muy importante.
—Lo es para mi madre, pero yo creo que mi padre debería estar en el hospital ahora que la boda ya ha pasado. He hablado con Leo...
— ¿Y qué ha dicho? —preguntó ella.
-Que no es asunto mío. Que mi padre quiere morir en casa y que mi madre quiere cuidarle.
—En ese caso, debes respetar sus deseos...
-No te creas con derecho a decirme cómo tengo que tratar con mi familia, _____. Y no es necesario que finjas preocupación ahora que estamos solos.
— ¿Que finja? —_____ no había sido testigo del cambio de actitud de Joe, ella seguía en el ayer. Un ayer en el que Joe la había abrazado, la había besado, la había adorado...—. Ayer también estábamos solos en el dormitorio, pero eso no te impidió hacerme el amor.
— ¿Hacerte el amor? —Joe la miró burlonamente—. ¿Por qué insisten las mujeres en llamarlo así?
_____ sintió las lágrimas agolparse tras sus ojos, pero se negó a llorar.
—Lo he llamado así porque me parece que eso era lo que estábamos haciendo, Joe.
—Sexo, eso es lo que fue. Y para eso te pago, _____, será mejor que no lo olvides. Dime, ¿cuánto dinero se debe a la residencia donde está tu padre? —y con eso la silenció—. Vamos, dime, ¿cuánto dinero?
-Lo de anoche no fue una cuestión de dinero —protestó ella, porque la oferta de pagar las deudas a la residencia había sido después de acostarse con él.
Y en esos momentos le odió, le odió por lo que le estaba haciendo y no comprendía por qué lo hacía.
-¡Te odio! —gritó ella.
-Estupendo —dijo Joe con calma—. Ódiame, _____. Es mucho mejor a que me ames, porque yo jamás te amaré, _____. Te lo dije desde el principio. Te lo dejé muy claro. No te quejes ahora sólo porque te gusta el sexo.
En ese momento, el doctor Calista entró de nuevo en la cocina.
-Mi madre está agotada. ¿Cuánto tiempo más va a tener que seguir cuidándole? ¿No te parece que deberías enviarle ya al hospital?
—Joe, estoy haciendo lo que puedo por respetar los deseos de tus padres.
—Querrás decir de mi padre, que es lo único que hace mi madre, respetar sus deseos —entonces, Joe se volvió a ella—. ¿Podrías dejamos solos, por favor?
Cuando _____ les dejó solos, ambos hombres se miraron.
—No voy a marcharme hasta que mi padre no ingrese en el hospital —dijo Joe.
—En ese caso, vas a tener que esperar —dijo Leo con exasperación—. Joe, ¿qué es lo que pasa?
—Nada.
—Me preocupas, Joe.
—Preocúpate por mi madre.
—También lo hago —contestó Leo—. Y también por _____.
— ¿Por _____? —Preguntó Joe con incredulidad—, ¿por qué te preocupa _____?
—Os he oído discutir. Sé que estás nervioso. Joe abrió la boca para disculparse, pero no lo hizo. Sabía que la maldición de los Jonas le acompañaría toda la vida.
Y sabía qué tenía que hacer.
—Voy a quedarme unos días —dijo Joe al entrar en el dormitorio, donde _____ estaba tumbada en la cama. Podía sentir su dolor y confusión—. Será mejor que hagas tu maleta. Lo arreglaré para que te lleven al aeropuerto y llamaré a Evelyn para que cancele todas mis citas de la semana que viene. Cuando vuelvas, me gustaría que te pusieras en contacto con Kasumi...
Y Joe continuó dando órdenes, hablando sólo de trabajo.
-¿Quiere esto decir que, a partir de ahora, es como si nada hubiera pasado?
-Así es. Te aseguro que no hay motivos para que pierdas tu trabajo. Por supuesto, si prefirieras dejar la empresa, te daría unas referencias excelentes. Tengo algunos contactos...
Joe quería que dejara la empresa. Sí, eso era.
— ¿Qué ha pasado, Joe? —_____ necesitaba saberlo, no comprendía nada—. Todo era maravilloso...
-Por un breve tiempo, sí, lo admito —contestó Joe—. Pero ya me he cansado de ti.
— ¿Quieres que me envíe a mí misma un ramo de flores de tu parte? —dijo _____ burlonamente—. Eso es lo que sueles encargarme.
—Cómprate un regalo de despedida —sugirió Joe.
-Yo no he dicho que voy a dejar el trabajo, ¿de dónde te has sacado eso? Estoy encantada con mi trabajo; aunque claro, si tú tienes alguna queja...
Le vio apretar los labios antes de contestar:
-No, ninguna.
-Bien. En ese caso, te veré cuando vuelvas.
_____ se quitó los pendientes y, con la dignidad que pudo, se los ofreció. Pero él se encogió de hombros.
—Considéralos una bonificación.
Y así sin más la apartó de sí, ignorando lo que habían compartido.
—Para que lo sepas, te odio —dijo ella.
—Te estás repitiendo.
—Es sólo para que lo sepas. Cuando sonría y te lleve el café o té ría alguna gracia... no olvides que te odio.
BUENO CHICAS AHI LES DEJO 2 CAPITULO
COMENTEN ;)
xox
kadita_lovatica
Re: MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
ahhh Joe que maldito :(
Solo porque tu padre es asi no deberias de seguir sus pasos :¬¬:
Pobre rayiz :crybaby:
Siguela!!!!
Solo porque tu padre es asi no deberias de seguir sus pasos :¬¬:
Pobre rayiz :crybaby:
Siguela!!!!
aranzhitha
Re: MI JEFE APASIONADO (ADAPTACION) Joe y Tu "TERMINADA"
nah
me da tristeza
:'(
casi lloro
joe te odio..... q frustración
siguela
coloca mas capítulos por favor
me da tristeza
:'(
casi lloro
joe te odio..... q frustración
siguela
coloca mas capítulos por favor
ElitzJb
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