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Perfect Chemistry (Harry Styles)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Mafe escribió:Saaaa jelou solo dos caps? Pff. Naaaa, ame cada uno de ellos! Wuuú son tan tontillos<3 Me fascinan
Síguelaaaa : )
JEJEJE no me metas presión pues :c se me viene mi examen de finanzas, pero ya la sigo ;)
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Chiaara escribió:Holiboni, dónde diantres te metes? Síguela NOW.
en los libros de finanzas 1313. Ya la sigo♥
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
LoveJuliet escribió:siguela!!!! porfavor!!!!!
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
Ya la sigo ;) Por cierto me gusta tu firma :D
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
22. Harry
Invitado me llamó. Si no fuera por el trozo de papel desgarrado con su nombre y su número garabateado por mi hermano Niall, nunca habría creído que Invitado realmente marcara mi número. De nada ha servido interrogar a Niall porque el niño tiene una memoria de pez y apenas recuerda haber cogido el recado. La única información que tengo es que ella quería que la llamara.
Eso fue ayer por la tarde, antes de que me echara la pota sobre los zapatos y se quedara dormida en mis brazos.
Cuando le dije que me mostrara a la verdadera Invitado, pude ver el miedo reflejado en sus ojos. ¿Pero a qué viene tanto miedo? Mi objetivo es conseguir derribar la pared de «perfección» tras la que se oculta. Sé que hay algo más en ella aparte de unos mechones rubios y un cuerpo de escándalo. Secretos que se llevará la tumba y que se muere por compartir. Es un misterio, y no puedo pensar en otra cosa que no sea resolver el enigma.
Cuando le dije que nos parecíamos, lo decía en serio. En lugar de desvanecerse, la conexión que nos une se está haciendo cada vez más fuerte. Porque cuanto más tiempo paso con ella, más cerca quiero estar.
Siento la necesidad de llamar a Invitado, tan solo para escuchar su voz, aunque esté llena de veneno. Abro el móvil, tomo asiento en el sofá del salón y grabo su número en la agenda.
- ¿A quién llamas? -me pregunta Louis colándose en mi casa sin llamar siquiera a la puerta. Isa lo acompaña.
- A nadie -digo, cerrando la tapa del teléfono.
- Pues entonces levanta el culo del sofá y vamos a jugar fútbol.
Jugar al fútbol me apetece mucho más que quedarme aquí sentado a pensar sobre Invitado y sus secretos, aunque todavía sienta los efectos de la fiesta de anoche. Nos dirigimos al parque donde ya hay un grupo de tíos calentando.
Mario, un compañero de clase a cuyo hermano dispararon desde un coche el año pasado, me da una manotada en la espalda.
- ¿Quieres jugar de portero, Harry?
- No -replico. Digamos que, tanto en el fútbol como en la vida, me gusta enfrentarme a las cosas como atacante.
- Louis, ¿qué dices tú?
Louis acepta y se coloca en posición, es decir, sentado delante de la línea de gol. Como de costumbre, el vago de mi amigo se queda sentado hasta que la pelota atraviesa la línea del mediocampo.
La mayoría de los chicos que están jugando son del vecindario. Hemos crecido juntos... hemos jugado en este campo desde que éramos críos e incluso nos iniciamos en los Latino Blood al mismo tiempo. Recuerdo el rollo que nos soltó Zayn antes de entrar en el círculo: «una banda es como una segunda familia... Una familia que estará allí si alguna vez les falla la suya». Ofrecían protección y seguridad. Sonaba perfecto para un chico que acababa de perder a su padre.
Con el paso de los años, he aprendido a alejarme de lo más chungo: de las palizas, del trapicheo de drogas o de los disparos. Y no me refiero solo a nuestros rivales. Conozco a varios chicos que han intentado dejar la pandilla y que han acabado tan acosados y apaleados por sus propios compañeros que probablemente preferirían estar muertos.
Para ser sincero, me he mantenido al margen porque tengo miedo. Se supone que soy lo suficientemente duro como para haberlo superado, pero en realidad me preocupa mucho.
Nos colocamos en posición en el campo. Imagino que la pelota es el premio gordo. Si consigo mantenerla alejada de cualquier otro y marco un gol, me transformaré por arte de magia en un tipo rico y poderoso y sacaré a mi familia (y a Louis) de este infernal agujero negro en el que vivimos.
Un montón de peña se ha apuntado al partido. Los del equipo contrario tienen ventaja sobre nosotros, ya que nuestro portero, Louis, solo está interesado en sus propias pelotas, que se rasca plácidamente al otro lado del campo.
- Louis, ¡deja de toquetearte de una vez! -le amonesta Mario.
La respuesta de Louis es contundente: se lleva las manos a las pelotas y se pone a hacer malabares con ellas. Chris aprovecha para disparar a puerta y abre el marcador.
Mario recoge el balón de la red y se lo lanza a Louis.
- Si estuvieras tan concentrado en el partido como en tus pelotas, no te hubieran metido ningún gol.
- No puedo evitar que me piquen, tío. Anoche tu novia debió de pegarme ladillas.
Mario estalla en carcajadas. No se cree ni por un momento que su novia pueda engañarlo con otro tío. Louis lanza la pelota a Mario y este se la pasa a Zayn, quien avanza con ella por el campo antes de pasármela a mí. Esta es mi oportunidad. Me arrastro por el campo improvisado, deteniéndome solo para medir la distancia que me separa de la portería contraria.
Finjo desviarme hacia la izquierda, pero solo es un truco, y le paso la pelota a Mario, quien me la devuelve. Con un veloz disparo, la pelota asciende y acabamos marcando.
- ¡Goooooool! -grita nuestro equipo mientras Mario choca los cinco conmigo.
Pero nuestra celebración no dura mucho. Un coche azul, un Escalade, baja sospechosamente por la calle.
- ¿Lo reconoces? -pregunta Mario con voz tensa.
El partido se detiene cuando nos damos cuenta de que esto no pinta bien.
- Quizás hayan venido a vengarse -le digo.
No aparto la mirada ni un momento de la ventanilla del coche. El vehículo se detiene y todos esperamos divisar a alguien o algo asomando por la ventanilla. Si sucede, estaremos preparados.
Pero, al final, parece ser que no estaba tan preparado como creía para lo que se avecina. Veo salir del coche a mi hermano Liam con un chico llamado Wil. La madre de este pertenece a los Latino Blood; es la encargada de reclutar a nuevos miembros. Más le vale a mi hermano no ser uno de ellos. Me ha costado mucho asegurarme de que Liam sepa que estoy metido en los Latino Blood y de hacerle entender que no debe seguir el mismo camino. Es suficiente con que un miembro de la familia esté dentro para que el resto disponga de protección. Yo estoy dentro. Liam y Niall no lo están, y haré cualquier cosa para asegurarme de que todo siga así.
Adopto una expresión muy seria y me acerco a Wil, olvidándome completamente del fútbol.
- ¿Coche nuevo? -le pregunto mientras inspecciono las ruedas.
- Es de mi madre.
- Genial -replico antes de volverme hacia mí hermano-. ¿Dónde han estado, chicos?
Liam se apoya en el coche, como si salir con Wil no fuera para tanto. Wil acaba de iniciarse en los Latino Blood y se cree un tipo duro.
- Hemos dado una vuelta por el centro comercial. Han abierto una tienda genial de guitarras. Hemos quedado allí con Héctor...
¿He oído bien?
- ¿Héctor?
Lo último que quiero es que mi hermano se codee con Héctor.
Wil, con su enorme camiseta por encima de los pantalones, le da un golpe en el hombro a Liam para que se calle. Mi hermano cierra la boca como si una mosca estuviera a punto de colarse dentro. Juro que le mandaré de una patada a México si se le pasa por la cabeza entrar en los Latino Blood.
- Styles, ¿juegas o no? -grita alguien desde el campo.
Intentando ocultar la rabia, me giro hacia mi hermano y su amigo, quien es muy capaz de atraerlo al lado oscuro con todo tipo de engaños.
- ¿Quieren jugar?
- No. Vamos a mi casa a pasar el rato -dice Wil.
Me encojo de hombros con despreocupación pese a no sentir ni una pizca de ella. ¡No importa!
Regreso al campo, aunque lo que me apetece es coger a Liam por la oreja y arrastrarlo hasta casa. No puedo permitirme montar una escena. Podría llegar a oídos de Héctor y que este empezara a cuestionarse mi lealtad.
A veces siento que mi vida es una gran mentira.
Liam se va con Wil. Eso, y el hecho de no poder sacarme a Invitado de la cabeza, me esta volviendo loco. Retomo mi posición en el campo y se reanuda el partido, pero no puedo deshacerme de la inquietud. De repente, tengo la sensación de que el equipo contrario no está formado por tipos que conozco, sino por enemigos que se interponen a todo aquello a lo que aspiro en la vida. Corro hacia la pelota.
- ¡Falta! -protesta uno de los primos de mis amigos cuando le golpeo.
- Eso no ha sido falta -replico, levantando las manos.
- Me has empujado.
- No seas gilipollas -le digo, aunque soy consciente de que estoy haciendo una montaña de un grano de arena.
Me apetece pelearme. Estoy pidiéndolo a gritos, y él lo sabe. El chico es más o menos de mi misma estatura y peso. Siento cómo me corre la adrenalina por las venas.
- ¿Quieres que te parta la cara, capullo? -me pregunta, extendiendo los brazos como un pájaro a punto de echar a volar.
La intimidación no funciona conmigo.
- Venga, adelante.
Louis se interpone entre los dos.
- Harry, cálmate, tío.
- ¡Peleen ya o a jugar! -grita alguien.
- Dice que le he hecho falta -le digo a mi amigo hecho una furia.
- Es que ha sido falta -admite Louis, encogiéndose de hombros con aire despreocupado.
Vale, ahora que mi mejor amigo no me apoya, comprendo que he perdido los papeles. Echo un vistazo a mí alrededor. Todos esperan mi reacción. Yo tengo un subidón de adrenalina, y ellos de expectación. ¿Tengo ganas de pelea? Sí, aunque solo me sirva para canalizar la energía que fluye por mi cuerpo. Y también para olvidar, durante un minuto, que el teléfono de mi compañera de clase de química está grabado en mi móvil. Y que mi hermano se ha convertido en un posible recluta de los Latino Blood.
Mi mejor amigo me aparta de un empujón y me arrastra hasta un lateral del campo, pidiendo, de camino, que los reservas entren a sustituirnos.
- ¿Por qué has hecho eso? -le pregunto.
- Para salvarte el culo, tío. Harry, se te ha ido la olla. Del todo.
- Puedo con ese tío.
Louis me mira fijamente y añade:
- Te estás comportando como un gilipollas.
Le aparto las manos de mi camiseta y me alejo de él sin entender cómo, en cuestión de pocas semanas, he llegado a joderme tanto la vida. Necesito arreglar las cosas. Me encargaré de Liam en cuanto llegue a casa esta noche. Le cantaré las cuarenta. Y en cuanto a Invitado...
Se negó a que la acompañara en coche desde casa de Isa porque no quería que nadie nos viera juntos. A la mierda. Liam no es el único que necesita que le canten las cuarenta.
Saco el móvil y marco el número de Invitado.
- ¿Sí?
- Soy Harry -le digo, pese a saber que lo habrá visto en la llamada entrante-. Nos vemos en la biblioteca. Ahora.
- No puedo.
Ya no estamos en el show de Invitado Ellis, sino en el show de Harry Styles.
- Este es el trato, nena -matizo mientras llego a mi casa y me monto en la moto-. O apareces en la biblioteca en quince minutos o me llevo a cinco amigos a tu casa y acampamos delante de tu jardín esta noche.
- ¿Cómo te atreves...? - empieza a decir ella. Cuelgo antes de que pueda terminar la frase.
Circulo a toda velocidad para apartar de mi mente la imagen de la noche anterior, Invitado acurrucada en mi regazo, y me doy cuenta de que no tengo ningún plan.
Me pregunto sí el show de Harry Styles acabará siendo una comedia, o lo que es más probable, una tragedia. Sea cual sea el resultado, será un reality show que merece la pena no perderse.
Invitado me llamó. Si no fuera por el trozo de papel desgarrado con su nombre y su número garabateado por mi hermano Niall, nunca habría creído que Invitado realmente marcara mi número. De nada ha servido interrogar a Niall porque el niño tiene una memoria de pez y apenas recuerda haber cogido el recado. La única información que tengo es que ella quería que la llamara.
Eso fue ayer por la tarde, antes de que me echara la pota sobre los zapatos y se quedara dormida en mis brazos.
Cuando le dije que me mostrara a la verdadera Invitado, pude ver el miedo reflejado en sus ojos. ¿Pero a qué viene tanto miedo? Mi objetivo es conseguir derribar la pared de «perfección» tras la que se oculta. Sé que hay algo más en ella aparte de unos mechones rubios y un cuerpo de escándalo. Secretos que se llevará la tumba y que se muere por compartir. Es un misterio, y no puedo pensar en otra cosa que no sea resolver el enigma.
Cuando le dije que nos parecíamos, lo decía en serio. En lugar de desvanecerse, la conexión que nos une se está haciendo cada vez más fuerte. Porque cuanto más tiempo paso con ella, más cerca quiero estar.
Siento la necesidad de llamar a Invitado, tan solo para escuchar su voz, aunque esté llena de veneno. Abro el móvil, tomo asiento en el sofá del salón y grabo su número en la agenda.
- ¿A quién llamas? -me pregunta Louis colándose en mi casa sin llamar siquiera a la puerta. Isa lo acompaña.
- A nadie -digo, cerrando la tapa del teléfono.
- Pues entonces levanta el culo del sofá y vamos a jugar fútbol.
Jugar al fútbol me apetece mucho más que quedarme aquí sentado a pensar sobre Invitado y sus secretos, aunque todavía sienta los efectos de la fiesta de anoche. Nos dirigimos al parque donde ya hay un grupo de tíos calentando.
Mario, un compañero de clase a cuyo hermano dispararon desde un coche el año pasado, me da una manotada en la espalda.
- ¿Quieres jugar de portero, Harry?
- No -replico. Digamos que, tanto en el fútbol como en la vida, me gusta enfrentarme a las cosas como atacante.
- Louis, ¿qué dices tú?
Louis acepta y se coloca en posición, es decir, sentado delante de la línea de gol. Como de costumbre, el vago de mi amigo se queda sentado hasta que la pelota atraviesa la línea del mediocampo.
La mayoría de los chicos que están jugando son del vecindario. Hemos crecido juntos... hemos jugado en este campo desde que éramos críos e incluso nos iniciamos en los Latino Blood al mismo tiempo. Recuerdo el rollo que nos soltó Zayn antes de entrar en el círculo: «una banda es como una segunda familia... Una familia que estará allí si alguna vez les falla la suya». Ofrecían protección y seguridad. Sonaba perfecto para un chico que acababa de perder a su padre.
Con el paso de los años, he aprendido a alejarme de lo más chungo: de las palizas, del trapicheo de drogas o de los disparos. Y no me refiero solo a nuestros rivales. Conozco a varios chicos que han intentado dejar la pandilla y que han acabado tan acosados y apaleados por sus propios compañeros que probablemente preferirían estar muertos.
Para ser sincero, me he mantenido al margen porque tengo miedo. Se supone que soy lo suficientemente duro como para haberlo superado, pero en realidad me preocupa mucho.
Nos colocamos en posición en el campo. Imagino que la pelota es el premio gordo. Si consigo mantenerla alejada de cualquier otro y marco un gol, me transformaré por arte de magia en un tipo rico y poderoso y sacaré a mi familia (y a Louis) de este infernal agujero negro en el que vivimos.
Un montón de peña se ha apuntado al partido. Los del equipo contrario tienen ventaja sobre nosotros, ya que nuestro portero, Louis, solo está interesado en sus propias pelotas, que se rasca plácidamente al otro lado del campo.
- Louis, ¡deja de toquetearte de una vez! -le amonesta Mario.
La respuesta de Louis es contundente: se lleva las manos a las pelotas y se pone a hacer malabares con ellas. Chris aprovecha para disparar a puerta y abre el marcador.
Mario recoge el balón de la red y se lo lanza a Louis.
- Si estuvieras tan concentrado en el partido como en tus pelotas, no te hubieran metido ningún gol.
- No puedo evitar que me piquen, tío. Anoche tu novia debió de pegarme ladillas.
Mario estalla en carcajadas. No se cree ni por un momento que su novia pueda engañarlo con otro tío. Louis lanza la pelota a Mario y este se la pasa a Zayn, quien avanza con ella por el campo antes de pasármela a mí. Esta es mi oportunidad. Me arrastro por el campo improvisado, deteniéndome solo para medir la distancia que me separa de la portería contraria.
Finjo desviarme hacia la izquierda, pero solo es un truco, y le paso la pelota a Mario, quien me la devuelve. Con un veloz disparo, la pelota asciende y acabamos marcando.
- ¡Goooooool! -grita nuestro equipo mientras Mario choca los cinco conmigo.
Pero nuestra celebración no dura mucho. Un coche azul, un Escalade, baja sospechosamente por la calle.
- ¿Lo reconoces? -pregunta Mario con voz tensa.
El partido se detiene cuando nos damos cuenta de que esto no pinta bien.
- Quizás hayan venido a vengarse -le digo.
No aparto la mirada ni un momento de la ventanilla del coche. El vehículo se detiene y todos esperamos divisar a alguien o algo asomando por la ventanilla. Si sucede, estaremos preparados.
Pero, al final, parece ser que no estaba tan preparado como creía para lo que se avecina. Veo salir del coche a mi hermano Liam con un chico llamado Wil. La madre de este pertenece a los Latino Blood; es la encargada de reclutar a nuevos miembros. Más le vale a mi hermano no ser uno de ellos. Me ha costado mucho asegurarme de que Liam sepa que estoy metido en los Latino Blood y de hacerle entender que no debe seguir el mismo camino. Es suficiente con que un miembro de la familia esté dentro para que el resto disponga de protección. Yo estoy dentro. Liam y Niall no lo están, y haré cualquier cosa para asegurarme de que todo siga así.
Adopto una expresión muy seria y me acerco a Wil, olvidándome completamente del fútbol.
- ¿Coche nuevo? -le pregunto mientras inspecciono las ruedas.
- Es de mi madre.
- Genial -replico antes de volverme hacia mí hermano-. ¿Dónde han estado, chicos?
Liam se apoya en el coche, como si salir con Wil no fuera para tanto. Wil acaba de iniciarse en los Latino Blood y se cree un tipo duro.
- Hemos dado una vuelta por el centro comercial. Han abierto una tienda genial de guitarras. Hemos quedado allí con Héctor...
¿He oído bien?
- ¿Héctor?
Lo último que quiero es que mi hermano se codee con Héctor.
Wil, con su enorme camiseta por encima de los pantalones, le da un golpe en el hombro a Liam para que se calle. Mi hermano cierra la boca como si una mosca estuviera a punto de colarse dentro. Juro que le mandaré de una patada a México si se le pasa por la cabeza entrar en los Latino Blood.
- Styles, ¿juegas o no? -grita alguien desde el campo.
Intentando ocultar la rabia, me giro hacia mi hermano y su amigo, quien es muy capaz de atraerlo al lado oscuro con todo tipo de engaños.
- ¿Quieren jugar?
- No. Vamos a mi casa a pasar el rato -dice Wil.
Me encojo de hombros con despreocupación pese a no sentir ni una pizca de ella. ¡No importa!
Regreso al campo, aunque lo que me apetece es coger a Liam por la oreja y arrastrarlo hasta casa. No puedo permitirme montar una escena. Podría llegar a oídos de Héctor y que este empezara a cuestionarse mi lealtad.
A veces siento que mi vida es una gran mentira.
Liam se va con Wil. Eso, y el hecho de no poder sacarme a Invitado de la cabeza, me esta volviendo loco. Retomo mi posición en el campo y se reanuda el partido, pero no puedo deshacerme de la inquietud. De repente, tengo la sensación de que el equipo contrario no está formado por tipos que conozco, sino por enemigos que se interponen a todo aquello a lo que aspiro en la vida. Corro hacia la pelota.
- ¡Falta! -protesta uno de los primos de mis amigos cuando le golpeo.
- Eso no ha sido falta -replico, levantando las manos.
- Me has empujado.
- No seas gilipollas -le digo, aunque soy consciente de que estoy haciendo una montaña de un grano de arena.
Me apetece pelearme. Estoy pidiéndolo a gritos, y él lo sabe. El chico es más o menos de mi misma estatura y peso. Siento cómo me corre la adrenalina por las venas.
- ¿Quieres que te parta la cara, capullo? -me pregunta, extendiendo los brazos como un pájaro a punto de echar a volar.
La intimidación no funciona conmigo.
- Venga, adelante.
Louis se interpone entre los dos.
- Harry, cálmate, tío.
- ¡Peleen ya o a jugar! -grita alguien.
- Dice que le he hecho falta -le digo a mi amigo hecho una furia.
- Es que ha sido falta -admite Louis, encogiéndose de hombros con aire despreocupado.
Vale, ahora que mi mejor amigo no me apoya, comprendo que he perdido los papeles. Echo un vistazo a mí alrededor. Todos esperan mi reacción. Yo tengo un subidón de adrenalina, y ellos de expectación. ¿Tengo ganas de pelea? Sí, aunque solo me sirva para canalizar la energía que fluye por mi cuerpo. Y también para olvidar, durante un minuto, que el teléfono de mi compañera de clase de química está grabado en mi móvil. Y que mi hermano se ha convertido en un posible recluta de los Latino Blood.
Mi mejor amigo me aparta de un empujón y me arrastra hasta un lateral del campo, pidiendo, de camino, que los reservas entren a sustituirnos.
- ¿Por qué has hecho eso? -le pregunto.
- Para salvarte el culo, tío. Harry, se te ha ido la olla. Del todo.
- Puedo con ese tío.
Louis me mira fijamente y añade:
- Te estás comportando como un gilipollas.
Le aparto las manos de mi camiseta y me alejo de él sin entender cómo, en cuestión de pocas semanas, he llegado a joderme tanto la vida. Necesito arreglar las cosas. Me encargaré de Liam en cuanto llegue a casa esta noche. Le cantaré las cuarenta. Y en cuanto a Invitado...
Se negó a que la acompañara en coche desde casa de Isa porque no quería que nadie nos viera juntos. A la mierda. Liam no es el único que necesita que le canten las cuarenta.
Saco el móvil y marco el número de Invitado.
- ¿Sí?
- Soy Harry -le digo, pese a saber que lo habrá visto en la llamada entrante-. Nos vemos en la biblioteca. Ahora.
- No puedo.
Ya no estamos en el show de Invitado Ellis, sino en el show de Harry Styles.
- Este es el trato, nena -matizo mientras llego a mi casa y me monto en la moto-. O apareces en la biblioteca en quince minutos o me llevo a cinco amigos a tu casa y acampamos delante de tu jardín esta noche.
- ¿Cómo te atreves...? - empieza a decir ella. Cuelgo antes de que pueda terminar la frase.
Circulo a toda velocidad para apartar de mi mente la imagen de la noche anterior, Invitado acurrucada en mi regazo, y me doy cuenta de que no tengo ningún plan.
Me pregunto sí el show de Harry Styles acabará siendo una comedia, o lo que es más probable, una tragedia. Sea cual sea el resultado, será un reality show que merece la pena no perderse.
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
23. Invitado
Llego al aparcamiento de la biblioteca echando humo y me detengo junto a los árboles situados al fondo. Lo último que me preocupa ahora es el proyecto de química.
Harry está esperándome, apoyado contra su moto. Saco las llaves del contacto y me acerco a él hecha una furia.
- ¿Cómo te atreves a darme órdenes? -le grito. Me siento completamente rodeada de personas que intentan controlarme. Mi madre..., Nick. Y ahora Harry. Ya es suficiente-. Si crees que puedes amenazarme para...
Sin decir una palabra, Harry me quita las llaves de las manos y se acomoda en el asiento del conductor de mi Beemer.
- Harry, ¿qué crees que estás haciendo?
- Sube.
Enciende el motor. Va a largarse de aquí y a dejarme plantada en el aparcamiento de la biblioteca.
Aprieto los puños y me desplomo en el asiento del pasajero. Una vez dentro, Harry hace rugir el motor.
- ¿Dónde está mi foto con Nick? —le pregunto, mirando el salpicadero. Estaba ahí hace un minuto.
- No te preocupes, te la devolveré. No estoy de humor para tenerlo delante mientras conduzco.
- ¿Sabes por lo menos como conducir un coche de marchas? -le pregunto con tono cortante.
Sin parpadear ni bajar la vista un segundo, mete la primera y el coche sale del aparcamiento con un chirrido de ruedas. Mi Beemer sigue sus indicaciones como si estuviera totalmente sincronizado con él.
- Esto puede considerarse un robo, ¿sabes? -Al ver que no obtengo respuesta, añado- Y un secuestro.
Nos detenemos en un semáforo. Miro los coches que nos rodean y doy gracias por tener uno alto, porque así nadie pueda vernos.
- Has subido voluntariamente -dice Harry.
- Es mi coche. ¿Y si nos ve alguien?
Sé que mis palabras lo han sacado de quicio porque cuando el semáforo se pone en verde los neumáticos chirrían con fuerza. Va a romperme el motor a propósito.
- ¡Para! -le ordeno-. Llévame a la biblioteca.
Pero no me hace caso. Guarda silencio mientras nos deslizamos a través de barrios desconocidos y carreteras desiertas, tal y como hacen los protagonistas de las películas cuando van al encuentro de peligrosos traficantes de drogas.
Genial. Voy a presenciar mi primer trapicheo. Si me detienen, ¿vendrán mis padres a pagar la fianza? Me pregunto cómo le explicaría mi madre algo así a una de sus amigas.
Tal vez me envíe a un campamento militar para delincuentes. Apuesto a que así se cumplirían todos sus deseos: mandar a Shelley a una residencia y a mí a un campamento militar.
Mi vida sería una mierda, más de lo que ya lo es.
No pienso meterme en ningún rollo ilegal. Soy yo quien decide mi destino, no Harry. Me agarro a la manija de la puerta.
- Déjame salir de aquí o te juro que salto.
- Llevas puesto el cinturón de seguridad -me dice, haciendo una mueca- Relájate. Llegaremos en dos minutos.
Reduce una marcha y aminora la velocidad al entrar en una especie de aeropuerto abandonado y desierto.
- Vale, hemos llegado -dice mientras levanta el freno de mano.
- Sí, muy bien. ¿Y dónde estamos? Odio tener que decírtelo, pero el último lugar habitable que hemos pasado está a unos cinco kilómetros. No voy a salir del coche, Harry. Puedes ir a hacer tus trapicheos tú solo.
- Si me quedaba alguna duda de que fueras rubia natural, acabas de disiparla -me dice-. Como si fuera a llevarte a ver a un camello. Sal del coche.
- Dame una buena razón por la que debería hacerlo.
- Porque si no lo haces, voy a sacarte a rastras. Confía en mí, nena.
Se guarda las llaves en el bolsillo trasero de los pantalones y sale del coche. Al comprender que no tengo muchas opciones, le sigo.
- Escucha, si querías hablar de nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, podríamos haberlo hecho por teléfono.
Nos encontramos en la parte posterior del coche. De pie, uno frente al otro, en mitad de ninguna parte.
Hay algo que ha estado corroyéndome todo el día. Ya que no tengo más remedio que estar aquí con él, le pregunto:
- ¿Nos besamos anoche?
- Sí.
- Pues parece que no fue muy memorable, porque no recuerdo nada.
Harry estalla en carcajadas.
- Estaba de coña. No nos besamos -dice, acercándose a mí-. Cuando lo hagamos, lo recordarás. Toda la vida.
Ay, madre. Ojalá sus palabras no me provocaran este temblor en las rodillas. Sé que debería estar asustada, sola con un pandillero en medio de un lugar desierto y hablando de besos. Sin embargo, no tengo miedo. En lo más profundo de mi ser sé que Harry no sería capaz de hacerme daño, ni de obligarme a hacer nada que yo no quiera.
- ¿Por qué me has secuestrado? -le pregunto.
Me coge de la mano y me lleva al asiento del conductor.
- Sube.
- ¿Por qué?
- Voy a enseñarte a conducir como es debido, antes de que destroces el motor de tanto maltratarlo.
- Pensaba que estabas enfadado conmigo. ¿Por qué me ayudas?
- Porque quiero.
Vaya. Aquello era lo último que esperaba. Se me está empezando a derretir el corazón.
Hace mucho tiempo que nadie se preocupa lo suficiente por mí como para hacer algo desinteresadamente. Aunque...
- No lo harás porque quieres que te lo devuelva con otro tipo favores, ¿verdad?
Harry niega con la cabeza.
- ¿De veras?
- De veras.
- ¿Y no estás enfadado conmigo por nada de lo que he hecho o he dicho?
- Me siento frustrado. Contigo. Con mi hermano. Con un montón de cosas.
- Entonces, ¿por qué me has traído aquí?
- No preguntes si no estás preparada para escuchar la respuesta, ¿vale?
- Vale -contesto antes de acomodarme en el asiento del conductor y esperar a que se siente a mi lado.
- ¿Estás preparada? -pregunta en cuanto se instala y se abrocha el cinturón del asiento del copiloto.
- Sí.
Se inclina e introduce las llaves en el contacto. Bajo el freno de mano, enciendo el motor y se trae cala el coche.
- No lo has puesto en punto muerto. Si no pisas bien el embrague cuando metas una marcha, el coche se te calará.
- Ya lo sé -digo, sintiéndome completamente estúpida-. Es que me estás poniendo nerviosa.
Harry lo pone en punto muerto.
- Pisa el embrague con el pie izquierdo, coloca el derecho sobre el freno y mete la primera -me ordena.
Aprieto el acelerador y, cuando suelto el embrague, el coche empieza a avanzar a trompicones.
Harry apoya la mano en el salpicadero para sujetarse.
- Frena.
Detengo el coche y pongo el punto muerto.
- Tienes que encontrar el punto de fricción.
- ¿El punto de qué? -pregunto mirándole.
- Si, ya sabes, cuando el embrague encaja -dice y mientras habla, utiliza las manos como si fueran dos pedales-. Lo sueltas demasiado rápido. Consigue el equilibrio y quédate ahí... siéntelo. Inténtalo de nuevo.
Vuelvo a meter la primera y suelto el embrague mientras piso con suavidad el acelerador.
- Mantenlo... -dice-. Siente el punto de fricción y permanece ahí.
Suelto el embrague un poco más y piso el acelerador, pero no del todo.
- Creo que lo tengo.
- Ahora suelta el embrague y no presiones el acelerador hasta el fondo.
Lo intento, pero el coche avanza a trompicones y se vuelve a calar.
- Has soltado el embrague demasiado rápido. Debes hacerlo más despacio. Inténtalo de nuevo -ruega, como si tal cosa. No está enfadado, ni frustrado, ni a punto de darse por vencido-. Tienes que pisar más el acelerador. No lo machaques, solo dale un poco de juego para que empiece a moverse.
Sigo las indicaciones de Harry y esta vez el coche avanza con suavidad. Estamos en la pista de aterrizaje, y no avanzamos a más de quince kilómetros por hora.
- Pisa el embrague -me ordena, y entonces pone la mano sobre la mía y me ayuda a meter la segunda. Intento no pensar en la suave caricia y en el calor que desprende su mano.
Aquello no va mucho con su personalidad. Intento concentrarme en la tarea que me ocupa.
Harry es muy paciente, y me da instrucciones detalladas acerca de cómo cambiar a un engranaje menor hasta detenernos al final de la pista de aterrizaje. Sus dedos siguen rodeándome la mano.
- ¿Fin de la lección? -pregunto.
Harry se aclara la garganta antes de responder:
- Sí.
Aparta la mano de la mía y, acto seguido, se pasa los dedos por su oscuro cabello, haciendo que los mechones le caigan sueltos sobre la frente.
- Gracias -le digo.
- Sí, bueno, así no me sangrarán los oídos cada vez que enciendes el motor en el aparcamiento del instituto. No lo he hecho para quedar como un buen tipo.
Ladeo la cabeza e intento hacer que me mire. Pero no lo consigo.
- ¿Por qué es tan importante que los demás te vean como a un mal tipo? Dime.
Llego al aparcamiento de la biblioteca echando humo y me detengo junto a los árboles situados al fondo. Lo último que me preocupa ahora es el proyecto de química.
Harry está esperándome, apoyado contra su moto. Saco las llaves del contacto y me acerco a él hecha una furia.
- ¿Cómo te atreves a darme órdenes? -le grito. Me siento completamente rodeada de personas que intentan controlarme. Mi madre..., Nick. Y ahora Harry. Ya es suficiente-. Si crees que puedes amenazarme para...
Sin decir una palabra, Harry me quita las llaves de las manos y se acomoda en el asiento del conductor de mi Beemer.
- Harry, ¿qué crees que estás haciendo?
- Sube.
Enciende el motor. Va a largarse de aquí y a dejarme plantada en el aparcamiento de la biblioteca.
Aprieto los puños y me desplomo en el asiento del pasajero. Una vez dentro, Harry hace rugir el motor.
- ¿Dónde está mi foto con Nick? —le pregunto, mirando el salpicadero. Estaba ahí hace un minuto.
- No te preocupes, te la devolveré. No estoy de humor para tenerlo delante mientras conduzco.
- ¿Sabes por lo menos como conducir un coche de marchas? -le pregunto con tono cortante.
Sin parpadear ni bajar la vista un segundo, mete la primera y el coche sale del aparcamiento con un chirrido de ruedas. Mi Beemer sigue sus indicaciones como si estuviera totalmente sincronizado con él.
- Esto puede considerarse un robo, ¿sabes? -Al ver que no obtengo respuesta, añado- Y un secuestro.
Nos detenemos en un semáforo. Miro los coches que nos rodean y doy gracias por tener uno alto, porque así nadie pueda vernos.
- Has subido voluntariamente -dice Harry.
- Es mi coche. ¿Y si nos ve alguien?
Sé que mis palabras lo han sacado de quicio porque cuando el semáforo se pone en verde los neumáticos chirrían con fuerza. Va a romperme el motor a propósito.
- ¡Para! -le ordeno-. Llévame a la biblioteca.
Pero no me hace caso. Guarda silencio mientras nos deslizamos a través de barrios desconocidos y carreteras desiertas, tal y como hacen los protagonistas de las películas cuando van al encuentro de peligrosos traficantes de drogas.
Genial. Voy a presenciar mi primer trapicheo. Si me detienen, ¿vendrán mis padres a pagar la fianza? Me pregunto cómo le explicaría mi madre algo así a una de sus amigas.
Tal vez me envíe a un campamento militar para delincuentes. Apuesto a que así se cumplirían todos sus deseos: mandar a Shelley a una residencia y a mí a un campamento militar.
Mi vida sería una mierda, más de lo que ya lo es.
No pienso meterme en ningún rollo ilegal. Soy yo quien decide mi destino, no Harry. Me agarro a la manija de la puerta.
- Déjame salir de aquí o te juro que salto.
- Llevas puesto el cinturón de seguridad -me dice, haciendo una mueca- Relájate. Llegaremos en dos minutos.
Reduce una marcha y aminora la velocidad al entrar en una especie de aeropuerto abandonado y desierto.
- Vale, hemos llegado -dice mientras levanta el freno de mano.
- Sí, muy bien. ¿Y dónde estamos? Odio tener que decírtelo, pero el último lugar habitable que hemos pasado está a unos cinco kilómetros. No voy a salir del coche, Harry. Puedes ir a hacer tus trapicheos tú solo.
- Si me quedaba alguna duda de que fueras rubia natural, acabas de disiparla -me dice-. Como si fuera a llevarte a ver a un camello. Sal del coche.
- Dame una buena razón por la que debería hacerlo.
- Porque si no lo haces, voy a sacarte a rastras. Confía en mí, nena.
Se guarda las llaves en el bolsillo trasero de los pantalones y sale del coche. Al comprender que no tengo muchas opciones, le sigo.
- Escucha, si querías hablar de nuestro proyecto sobre los calentadores de manos, podríamos haberlo hecho por teléfono.
Nos encontramos en la parte posterior del coche. De pie, uno frente al otro, en mitad de ninguna parte.
Hay algo que ha estado corroyéndome todo el día. Ya que no tengo más remedio que estar aquí con él, le pregunto:
- ¿Nos besamos anoche?
- Sí.
- Pues parece que no fue muy memorable, porque no recuerdo nada.
Harry estalla en carcajadas.
- Estaba de coña. No nos besamos -dice, acercándose a mí-. Cuando lo hagamos, lo recordarás. Toda la vida.
Ay, madre. Ojalá sus palabras no me provocaran este temblor en las rodillas. Sé que debería estar asustada, sola con un pandillero en medio de un lugar desierto y hablando de besos. Sin embargo, no tengo miedo. En lo más profundo de mi ser sé que Harry no sería capaz de hacerme daño, ni de obligarme a hacer nada que yo no quiera.
- ¿Por qué me has secuestrado? -le pregunto.
Me coge de la mano y me lleva al asiento del conductor.
- Sube.
- ¿Por qué?
- Voy a enseñarte a conducir como es debido, antes de que destroces el motor de tanto maltratarlo.
- Pensaba que estabas enfadado conmigo. ¿Por qué me ayudas?
- Porque quiero.
Vaya. Aquello era lo último que esperaba. Se me está empezando a derretir el corazón.
Hace mucho tiempo que nadie se preocupa lo suficiente por mí como para hacer algo desinteresadamente. Aunque...
- No lo harás porque quieres que te lo devuelva con otro tipo favores, ¿verdad?
Harry niega con la cabeza.
- ¿De veras?
- De veras.
- ¿Y no estás enfadado conmigo por nada de lo que he hecho o he dicho?
- Me siento frustrado. Contigo. Con mi hermano. Con un montón de cosas.
- Entonces, ¿por qué me has traído aquí?
- No preguntes si no estás preparada para escuchar la respuesta, ¿vale?
- Vale -contesto antes de acomodarme en el asiento del conductor y esperar a que se siente a mi lado.
- ¿Estás preparada? -pregunta en cuanto se instala y se abrocha el cinturón del asiento del copiloto.
- Sí.
Se inclina e introduce las llaves en el contacto. Bajo el freno de mano, enciendo el motor y se trae cala el coche.
- No lo has puesto en punto muerto. Si no pisas bien el embrague cuando metas una marcha, el coche se te calará.
- Ya lo sé -digo, sintiéndome completamente estúpida-. Es que me estás poniendo nerviosa.
Harry lo pone en punto muerto.
- Pisa el embrague con el pie izquierdo, coloca el derecho sobre el freno y mete la primera -me ordena.
Aprieto el acelerador y, cuando suelto el embrague, el coche empieza a avanzar a trompicones.
Harry apoya la mano en el salpicadero para sujetarse.
- Frena.
Detengo el coche y pongo el punto muerto.
- Tienes que encontrar el punto de fricción.
- ¿El punto de qué? -pregunto mirándole.
- Si, ya sabes, cuando el embrague encaja -dice y mientras habla, utiliza las manos como si fueran dos pedales-. Lo sueltas demasiado rápido. Consigue el equilibrio y quédate ahí... siéntelo. Inténtalo de nuevo.
Vuelvo a meter la primera y suelto el embrague mientras piso con suavidad el acelerador.
- Mantenlo... -dice-. Siente el punto de fricción y permanece ahí.
Suelto el embrague un poco más y piso el acelerador, pero no del todo.
- Creo que lo tengo.
- Ahora suelta el embrague y no presiones el acelerador hasta el fondo.
Lo intento, pero el coche avanza a trompicones y se vuelve a calar.
- Has soltado el embrague demasiado rápido. Debes hacerlo más despacio. Inténtalo de nuevo -ruega, como si tal cosa. No está enfadado, ni frustrado, ni a punto de darse por vencido-. Tienes que pisar más el acelerador. No lo machaques, solo dale un poco de juego para que empiece a moverse.
Sigo las indicaciones de Harry y esta vez el coche avanza con suavidad. Estamos en la pista de aterrizaje, y no avanzamos a más de quince kilómetros por hora.
- Pisa el embrague -me ordena, y entonces pone la mano sobre la mía y me ayuda a meter la segunda. Intento no pensar en la suave caricia y en el calor que desprende su mano.
Aquello no va mucho con su personalidad. Intento concentrarme en la tarea que me ocupa.
Harry es muy paciente, y me da instrucciones detalladas acerca de cómo cambiar a un engranaje menor hasta detenernos al final de la pista de aterrizaje. Sus dedos siguen rodeándome la mano.
- ¿Fin de la lección? -pregunto.
Harry se aclara la garganta antes de responder:
- Sí.
Aparta la mano de la mía y, acto seguido, se pasa los dedos por su oscuro cabello, haciendo que los mechones le caigan sueltos sobre la frente.
- Gracias -le digo.
- Sí, bueno, así no me sangrarán los oídos cada vez que enciendes el motor en el aparcamiento del instituto. No lo he hecho para quedar como un buen tipo.
Ladeo la cabeza e intento hacer que me mire. Pero no lo consigo.
- ¿Por qué es tan importante que los demás te vean como a un mal tipo? Dime.
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Subiría más, pero tengo que estudiar. Espero que desfruten estos caps, ya empieza lo buenito :B
Besos c:
Besos c:
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Y quién no mataría por una cosa así? :3Catherine escribió:Chiaara escribió:Ahhhh Harry es un amor, son unos tontos hermosos! Síguela prontoooooooooooooooooooo :D
Mataría por alguien así :B Ya la sigo ;)
JAJAJAJ que hablas, tanto así? Bueno vibras <3Catherine escribió:Chiaara escribió:Holiboni, dónde diantres te metes? Síguela NOW.
en los libros de finanzas 1313. Ya la sigo
Catherine escribió:Subiría más, pero tengo que estudiar. Espero que desfruten estos caps, ya empieza lo buenito :B
Besos c:
Asdfgkasb xa eso fue asdfghj y más moashfayw ahhhh amé los dos caps, síguela prontoooo!!!!
Pd: Que post tan lindo el mio eh :D
Chiaara
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
A)! Que lindos que son en serio muero por leer lo que sigue con HARREEEEH! Son tan asdfg. Adoro esta nove
Pd: vibras es tus exámenes :3
Besos.
Pd: vibras es tus exámenes :3
Besos.
Mafe
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Chiaara escribió:Y quién no mataría por una cosa así? :3Catherine escribió:Chiaara escribió:Ahhhh Harry es un amor, son unos tontos hermosos! Síguela prontoooooooooooooooooooo :D
Mataría por alguien así :B Ya la sigo ;)JAJAJAJ que hablas, tanto así? Bueno vibras <3Catherine escribió:Chiaara escribió:Holiboni, dónde diantres te metes? Síguela NOW.
en los libros de finanzas 1313. Ya la sigoCatherine escribió:Subiría más, pero tengo que estudiar. Espero que desfruten estos caps, ya empieza lo buenito :B
Besos c:
Asdfgkasb xa eso fue asdfghj y más moashfayw ahhhh amé los dos caps, síguela prontoooo!!!!
Pd: Que post tan lindo el mio eh :D
Hahahah que linda Chiari!! AMÉ tu post, y sí todas mataríamos por Harry :B
Ya la sigo ;)
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Mafe escribió:A)! Que lindos que son en serio muero por leer lo que sigue con HARREEEEH! Son tan asdfg. Adoro esta nove
Pd: vibras es tus exámenes :3
Besos.
Mafeeeee bella ya la sigo :) UFF los que siguen son adorablemente geniales!!!
Gracias, me fue más que bien estoy muy MUY emocionada!! JIJIJ
Última edición por Catherine el Vie 07 Sep 2012, 9:54 pm, editado 1 vez
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
Chiaara escribió:Síguelaaa!
Solo porque estoy demasiado feliz por mi exanen de finanzas subiré :B
Última edición por Catherine el Sáb 08 Sep 2012, 6:12 pm, editado 1 vez
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
24. Harry
Por primera vez, estamos manteniendo una conversación civilizada. Ahora debería introducir un tema con el que pueda romper la pared defensiva que ha erigido frente a ella.
Pero antes he de mostrarle algo que me haga vulnerable. Si me ve como a un chico vulnerable en lugar de como a un gilipollas, tal vez podamos avanzar un poco. Y, en cierto modo, tengo la sensación de que me pillará si no le cuento la verdad.
No tengo muy claro si estoy haciendo esto por la apuesta, por el proyecto de química, o por mí. En realidad, me siento genial sin tener que analizar la razón por la que nos encontramos aquí.
- Asesinaron a mi padre delante de mí, cuando tenía seis años -le confieso.
- ¿En serio? -pregunta ella con los ojos abiertos de par en par
Asiento con la cabeza. No me gusta hablar de ello, ni siquiera tengo la certeza de que pueda hacerlo aunque quiera.
Se cubre la boca con sus manos perfectamente arregladas.
- No lo sabía. Oh, Dios mío, lo siento. Debió de ser horrible.
- Sí.
Me siento bien tras soltarlo. Me alegro de haberme obligado a hablar de ello en voz alta. La nerviosa sonrisa de mi padre se transformó en una de conmoción justo antes de que le dispararan.
Qué fuerte, no puedo creer que recuerde la expresión de su rostro. ¿A qué se debió aquella repentina transformación? Había olvidado completamente aquel detalle hasta ahora. Me siento confuso cuando me vuelvo hacia Invitado.
- Si me involucro demasiado en las cosas y me las arrebatan, me sentiré como mi padre cuando murió. No quiero sentirme así nunca, así que me obligo a que las cosas no me importen demasiado.
Su expresión es una mezcla de arrepentimiento, tristeza y compasión. Estoy convencido de que no está representando ningún papel. Sin mudar el semblante, dice:
- Gracias por... ya sabes, contármelo. Lo que no entiendo es cómo puedes conseguir que las cosas no te afecten. No puedes programarte de ese modo.
- ¿Quieres apostar? -pregunto, pero de repente comprendo que no quiero cambiar de tema, de modo que añado-: Ahora te toca sincerarte a ti.
Ella aparta la mirada. No insisto por miedo a que cambie de opinión y decida marcharse.
¿Tan difícil le resulta compartir una pequeña parte de su mundo? Mi vida ha sido tan jodida que me resulta condenadamente difícil pensar que su vida pueda ser peor. Una solitaria lágrima resbala por su mejilla y se apresura a enjugársela.
- Mi hermana... –empieza-. Mi hermana tiene parálisis cerebral. Y está mentalmente discapacitada. «Retrasada» es el término que utiliza la mayoría de la gente. No puede caminar, se vale de lo que llamamos aproximaciones verbales y gestos en lugar de palabras porque no puede hablar... -Al contar esto, se le escapa otra lágrima. Esta vez deja que se deslice por su rostro. Siento la necesidad de enjuagársela, pero me doy cuenta de que no quiere que nadie la toque. Aspira profundamente-. Shelley está enfadada por algo, pero no sé por qué. Le ha dado por tirar del pelo a la gente, y ayer lo hizo con tanta fuerza que me arrancó todo un mechón. Me sangraba la cabeza y mi madre se puso hecha una furia conmigo.
De ahí la misteriosa zona calva. No era por un análisis de drogas.
Sin embargo, por primera vez siento lástima por ella. Me imaginaba que su vida era un cuento de hadas. De hecho, creía que solo podía quitarle el sueño una tontería como equivocarse de tinte o pintarse mal las uñas. Supongo que no es el caso.
Algo está ocurriendo. Puedo sentir el cambio en el ambiente... una complicidad mutua. Nunca me había sentido de este modo. Carraspeo antes de decir:
- Probablemente, tu madre arremete contra ti porque sabe que puedes soportarlo.
- Sí, puede que tengas razón. Mejor pagarla conmigo que con mi hermana.
- Aunque no es excusa -continúo, y ahora estoy siendo yo. Espero que ella también lo sea-. No quiero comportarme como un gilipollas contigo -añado. Se acabó el show de Harry Styles.
- Lo sé. Harry Styles es tan solo una fachada. Es tu marca, tu logotipo... un chicano peligroso y terriblemente sexy y seductor. Créeme, soy toda una experta en eso de crearse una imagen. Aunque no pretendo aparentar ser una rubia guapa y tonta. Prefiero transmitir algo así como un aspecto perfecto e intocable.
Vaya. Rebobinemos. Invitado acaba de decir que soy sexy y seductor...
No esperaba en absoluto oír algo así. Tal vez aún tenga alguna posibilidad de ganar la estúpida apuesta.
- ¿Te das cuenta de que me has llamado seductor?
- Como si no lo supieras.
No sabía que Invitado Ellis me considerara seductor.
- Y yo que pensaba que eras intocable. Pero ahora que he descubierto que para ti soy un dios chicano, guapo y sexy...
- No he mencionado la palabra «dios».
Me llevo un dedo a los labios.
- Shh, déjame solo un minuto para disfrutar de esta fantasía.
Cierro los ojos y la oigo reír. Emite un dulce sonido que me resuena en los oídos.
- Creo que te entiendo, aunque sea de un modo irracional. Pero me cabrea que seas tan Neandertal -confiesa, y cuando abro los ojos, descubro que me está mirando-. No le cuentes a nadie lo de mi hermana. No quiero que la gente lo sepa.
- Somos como actores en nuestras propias vidas. Fingimos ser lo que queremos que la gente crea que somos.
- ¿Entiendes ahora por qué me obsesiona la idea de que mis padres no se enteren de que somos... amigos?
- ¿Porque te causaría problemas? Mierda, Invitado, tienes dieciocho años. ¿No crees que a estas alturas puedes ser amiga de quien te apetezca? Hace mucho tiempo que te cortaron el cordón umbilical, ¿sabes?
- No lo entiendes.
- Pues explícamelo.
- ¿Por qué quieres saberlo?
- ¿No se supone que los compañeros de laboratorio deben saber cosas el uno del otro?
Invitado suelta una risotada corta.
- Espero que no.
La verdad es que esta chica no es en absoluto como pensaba. Desde el momento en que le he contado lo de mi padre, ha sido como si todo su cuerpo exhalara un suspiro de alivio. Como si el sufrimiento de otro la reconfortara, como si le hiciera sentir que no está sola. Aun no comprendo por qué le importa tanto, por qué ha elegido una fachada de perfección para mostrarse al mundo.
En mí cabeza aparece amenazante el recuerdo de La Apuesta. Tengo qué conseguir que esta chica se enamore de mí. Aunque mientras mi cuerpo dice «adelante», el resto piensa «eres un cabrón, ¿no ves que es vulnerable?».
- Deseo las mismas cosas que tú. Pero yo intento conseguirlas de otro modo. Tú te adaptas a tu ambiente y yo al mío -admito, poniendo una mano sobre la de ella-. Déjame demostrarte que soy diferente. Oye, ¿saldrías con un tipo que no puede permitirse llevarte a restaurantes caros ni comprarte oro y diamantes?
- Claro que sí -confiesa ella, aunque desliza la mano por debajo de la mía-. Pero tengo novio.
- Si no lo tuvieras, ¿le darías una oportunidad a un chicano como yo?
Su semblante adopta un tono rosa oscuro. Me pregunto si Nick ha conseguido alguna vez que se ruborice de ese modo.
- No voy a responder a eso -admite.
- ¿Por qué no? Es una pregunta sencilla.
- Venga ya. No hay nada de sencillo en ti, Harry. No quiero cruzar esa línea -suelta, metiendo la primera marcha-. ¿Podemos irnos ya?
- Si quieres. ¿Amigos?
- Creo que sí.
Le tiendo la mano. Invitado mira los tatuajes de mis dedos, luego extiende la suya y me la estrecha con aparente entusiasmo.
- Por los calentadores de manos -dice con una sonrisa en los labios.
- Por los calentadores de manos -repito. «Y por el sexo», añado en silencio.
- ¿Quieres conducir hasta casa? No conozco el camino.
La llevo de vuelta en un cómodo silencio mientras se pone el sol. Nuestra tregua me acerca a mis objetivos: graduarme, la apuesta... y algo más que no estoy preparado para admitir...
Cuando entro con su cochazo en el aparcamiento de la biblioteca, le digo:
- Gracias por, ya sabes, dejar que te secuestre. Supongo que nos veremos por ahí.
Saco las llaves de la moto del bolsillo delantero de los pantalones mientras me pregunto si alguna vez podré permitirme un coche que no sea de segunda mano, esté oxidado o sea muy viejo. Una vez fuera del vehículo, saco la foto de Nick del bolsillo trasero del pantalón y la lanzo al asiento que acabo de dejar libre.
- ¡Espera! -grita Invitado cuando me alejo.
Me doy la vuelta y la veo delante de mí.
-¿Qué?
Me regala una sonrisa seductora, como si deseara algo más que una tregua. Mucho más. Joder, ¿va a besarme? He bajado la guardia, lo que no suele pasarme a menudo. Se muerde el labio inferior, como si estuviera considerando SU próximo movimiento.
Estoy completamente dispuesto a darme el lote allí mismo.
Mientras mí cerebro imagina todos los escenarios posibles, ella se acerca más.
Y me quita las llaves de las manos.
- ¿Qué estás haciendo? -le pregunto.
-Devolverte la jugada por haberme raptado -dice, retrocediendo y lanzado las llaves en dirección a los árboles con todas sus fuerzas.
- No puedo creer lo que acabas de hacer.
Ella se echa hacia atrás, sin apartar la mirada ni un momento, mientras avanza hacia su coche.
- No me guardes rencor. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina, ¿verdad? -se mofa, intentando mantener una expresión seria.
Me la quedo mirando sin dar crédito mientras mi compañera de química se mete en su Beemer. El coche sale del aparcamiento sin traqueteos, movimientos bruscos ni problemas. Un arranque perfecto.
Estoy cabreado porque tengo dos opciones: o arrastrarme por el bosque en busca de las llaves o llamar a Enrique para que venga a recogerme.
Aunque en el fondo me hace gracia que Invitado Ellis me la haya devuelto.
- Sí -digo, pese a ser consciente de que probablemente esté a dos kilómetros de distancia y no pueda oírme-. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina.
Joder si lo es
Por primera vez, estamos manteniendo una conversación civilizada. Ahora debería introducir un tema con el que pueda romper la pared defensiva que ha erigido frente a ella.
Pero antes he de mostrarle algo que me haga vulnerable. Si me ve como a un chico vulnerable en lugar de como a un gilipollas, tal vez podamos avanzar un poco. Y, en cierto modo, tengo la sensación de que me pillará si no le cuento la verdad.
No tengo muy claro si estoy haciendo esto por la apuesta, por el proyecto de química, o por mí. En realidad, me siento genial sin tener que analizar la razón por la que nos encontramos aquí.
- Asesinaron a mi padre delante de mí, cuando tenía seis años -le confieso.
- ¿En serio? -pregunta ella con los ojos abiertos de par en par
Asiento con la cabeza. No me gusta hablar de ello, ni siquiera tengo la certeza de que pueda hacerlo aunque quiera.
Se cubre la boca con sus manos perfectamente arregladas.
- No lo sabía. Oh, Dios mío, lo siento. Debió de ser horrible.
- Sí.
Me siento bien tras soltarlo. Me alegro de haberme obligado a hablar de ello en voz alta. La nerviosa sonrisa de mi padre se transformó en una de conmoción justo antes de que le dispararan.
Qué fuerte, no puedo creer que recuerde la expresión de su rostro. ¿A qué se debió aquella repentina transformación? Había olvidado completamente aquel detalle hasta ahora. Me siento confuso cuando me vuelvo hacia Invitado.
- Si me involucro demasiado en las cosas y me las arrebatan, me sentiré como mi padre cuando murió. No quiero sentirme así nunca, así que me obligo a que las cosas no me importen demasiado.
Su expresión es una mezcla de arrepentimiento, tristeza y compasión. Estoy convencido de que no está representando ningún papel. Sin mudar el semblante, dice:
- Gracias por... ya sabes, contármelo. Lo que no entiendo es cómo puedes conseguir que las cosas no te afecten. No puedes programarte de ese modo.
- ¿Quieres apostar? -pregunto, pero de repente comprendo que no quiero cambiar de tema, de modo que añado-: Ahora te toca sincerarte a ti.
Ella aparta la mirada. No insisto por miedo a que cambie de opinión y decida marcharse.
¿Tan difícil le resulta compartir una pequeña parte de su mundo? Mi vida ha sido tan jodida que me resulta condenadamente difícil pensar que su vida pueda ser peor. Una solitaria lágrima resbala por su mejilla y se apresura a enjugársela.
- Mi hermana... –empieza-. Mi hermana tiene parálisis cerebral. Y está mentalmente discapacitada. «Retrasada» es el término que utiliza la mayoría de la gente. No puede caminar, se vale de lo que llamamos aproximaciones verbales y gestos en lugar de palabras porque no puede hablar... -Al contar esto, se le escapa otra lágrima. Esta vez deja que se deslice por su rostro. Siento la necesidad de enjuagársela, pero me doy cuenta de que no quiere que nadie la toque. Aspira profundamente-. Shelley está enfadada por algo, pero no sé por qué. Le ha dado por tirar del pelo a la gente, y ayer lo hizo con tanta fuerza que me arrancó todo un mechón. Me sangraba la cabeza y mi madre se puso hecha una furia conmigo.
De ahí la misteriosa zona calva. No era por un análisis de drogas.
Sin embargo, por primera vez siento lástima por ella. Me imaginaba que su vida era un cuento de hadas. De hecho, creía que solo podía quitarle el sueño una tontería como equivocarse de tinte o pintarse mal las uñas. Supongo que no es el caso.
Algo está ocurriendo. Puedo sentir el cambio en el ambiente... una complicidad mutua. Nunca me había sentido de este modo. Carraspeo antes de decir:
- Probablemente, tu madre arremete contra ti porque sabe que puedes soportarlo.
- Sí, puede que tengas razón. Mejor pagarla conmigo que con mi hermana.
- Aunque no es excusa -continúo, y ahora estoy siendo yo. Espero que ella también lo sea-. No quiero comportarme como un gilipollas contigo -añado. Se acabó el show de Harry Styles.
- Lo sé. Harry Styles es tan solo una fachada. Es tu marca, tu logotipo... un chicano peligroso y terriblemente sexy y seductor. Créeme, soy toda una experta en eso de crearse una imagen. Aunque no pretendo aparentar ser una rubia guapa y tonta. Prefiero transmitir algo así como un aspecto perfecto e intocable.
Vaya. Rebobinemos. Invitado acaba de decir que soy sexy y seductor...
No esperaba en absoluto oír algo así. Tal vez aún tenga alguna posibilidad de ganar la estúpida apuesta.
- ¿Te das cuenta de que me has llamado seductor?
- Como si no lo supieras.
No sabía que Invitado Ellis me considerara seductor.
- Y yo que pensaba que eras intocable. Pero ahora que he descubierto que para ti soy un dios chicano, guapo y sexy...
- No he mencionado la palabra «dios».
Me llevo un dedo a los labios.
- Shh, déjame solo un minuto para disfrutar de esta fantasía.
Cierro los ojos y la oigo reír. Emite un dulce sonido que me resuena en los oídos.
- Creo que te entiendo, aunque sea de un modo irracional. Pero me cabrea que seas tan Neandertal -confiesa, y cuando abro los ojos, descubro que me está mirando-. No le cuentes a nadie lo de mi hermana. No quiero que la gente lo sepa.
- Somos como actores en nuestras propias vidas. Fingimos ser lo que queremos que la gente crea que somos.
- ¿Entiendes ahora por qué me obsesiona la idea de que mis padres no se enteren de que somos... amigos?
- ¿Porque te causaría problemas? Mierda, Invitado, tienes dieciocho años. ¿No crees que a estas alturas puedes ser amiga de quien te apetezca? Hace mucho tiempo que te cortaron el cordón umbilical, ¿sabes?
- No lo entiendes.
- Pues explícamelo.
- ¿Por qué quieres saberlo?
- ¿No se supone que los compañeros de laboratorio deben saber cosas el uno del otro?
Invitado suelta una risotada corta.
- Espero que no.
La verdad es que esta chica no es en absoluto como pensaba. Desde el momento en que le he contado lo de mi padre, ha sido como si todo su cuerpo exhalara un suspiro de alivio. Como si el sufrimiento de otro la reconfortara, como si le hiciera sentir que no está sola. Aun no comprendo por qué le importa tanto, por qué ha elegido una fachada de perfección para mostrarse al mundo.
En mí cabeza aparece amenazante el recuerdo de La Apuesta. Tengo qué conseguir que esta chica se enamore de mí. Aunque mientras mi cuerpo dice «adelante», el resto piensa «eres un cabrón, ¿no ves que es vulnerable?».
- Deseo las mismas cosas que tú. Pero yo intento conseguirlas de otro modo. Tú te adaptas a tu ambiente y yo al mío -admito, poniendo una mano sobre la de ella-. Déjame demostrarte que soy diferente. Oye, ¿saldrías con un tipo que no puede permitirse llevarte a restaurantes caros ni comprarte oro y diamantes?
- Claro que sí -confiesa ella, aunque desliza la mano por debajo de la mía-. Pero tengo novio.
- Si no lo tuvieras, ¿le darías una oportunidad a un chicano como yo?
Su semblante adopta un tono rosa oscuro. Me pregunto si Nick ha conseguido alguna vez que se ruborice de ese modo.
- No voy a responder a eso -admite.
- ¿Por qué no? Es una pregunta sencilla.
- Venga ya. No hay nada de sencillo en ti, Harry. No quiero cruzar esa línea -suelta, metiendo la primera marcha-. ¿Podemos irnos ya?
- Si quieres. ¿Amigos?
- Creo que sí.
Le tiendo la mano. Invitado mira los tatuajes de mis dedos, luego extiende la suya y me la estrecha con aparente entusiasmo.
- Por los calentadores de manos -dice con una sonrisa en los labios.
- Por los calentadores de manos -repito. «Y por el sexo», añado en silencio.
- ¿Quieres conducir hasta casa? No conozco el camino.
La llevo de vuelta en un cómodo silencio mientras se pone el sol. Nuestra tregua me acerca a mis objetivos: graduarme, la apuesta... y algo más que no estoy preparado para admitir...
Cuando entro con su cochazo en el aparcamiento de la biblioteca, le digo:
- Gracias por, ya sabes, dejar que te secuestre. Supongo que nos veremos por ahí.
Saco las llaves de la moto del bolsillo delantero de los pantalones mientras me pregunto si alguna vez podré permitirme un coche que no sea de segunda mano, esté oxidado o sea muy viejo. Una vez fuera del vehículo, saco la foto de Nick del bolsillo trasero del pantalón y la lanzo al asiento que acabo de dejar libre.
- ¡Espera! -grita Invitado cuando me alejo.
Me doy la vuelta y la veo delante de mí.
-¿Qué?
Me regala una sonrisa seductora, como si deseara algo más que una tregua. Mucho más. Joder, ¿va a besarme? He bajado la guardia, lo que no suele pasarme a menudo. Se muerde el labio inferior, como si estuviera considerando SU próximo movimiento.
Estoy completamente dispuesto a darme el lote allí mismo.
Mientras mí cerebro imagina todos los escenarios posibles, ella se acerca más.
Y me quita las llaves de las manos.
- ¿Qué estás haciendo? -le pregunto.
-Devolverte la jugada por haberme raptado -dice, retrocediendo y lanzado las llaves en dirección a los árboles con todas sus fuerzas.
- No puedo creer lo que acabas de hacer.
Ella se echa hacia atrás, sin apartar la mirada ni un momento, mientras avanza hacia su coche.
- No me guardes rencor. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina, ¿verdad? -se mofa, intentando mantener una expresión seria.
Me la quedo mirando sin dar crédito mientras mi compañera de química se mete en su Beemer. El coche sale del aparcamiento sin traqueteos, movimientos bruscos ni problemas. Un arranque perfecto.
Estoy cabreado porque tengo dos opciones: o arrastrarme por el bosque en busca de las llaves o llamar a Enrique para que venga a recogerme.
Aunque en el fondo me hace gracia que Invitado Ellis me la haya devuelto.
- Sí -digo, pese a ser consciente de que probablemente esté a dos kilómetros de distancia y no pueda oírme-. Es duro que te den a probar un trago de tu propia medicina.
Joder si lo es
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
25. Invitado
El sonido de la profunda respiración de mi hermana junto a mí es lo primero que oigo cuando los primeros rayos de la mañana se cuelan en su habitación. Anoche fui a su cuarto para tumbarme a su lado, y la observé durante horas mientras ella dormía tranquilamente antes de quedarme yo también dormida.
Cuando era pequeña y estallaba una tormenta salía corriendo a la habitación de mi hermana. No para tranquilizar a Shelley sino para que ella pudiera tranquilizarme a mí. La cogía de la mano, y de algún modo, mis miedos se desvanecían.
Observo a mi hermana mayor durmiendo profundamente y no logro entender el motivo por el que mis padres quieren llevarla a otro lugar. Shelley forma parte de lo que soy y la idea de vivir sin ella me parece... intolerable. A veces, siento que mi hermana y yo estamos conectadas de un modo que poca gente puede comprender. Incluso cuando mis padres intentan adivinar lo que Shelley quiere decir, o la razón por la que está enfadada, yo suelo saberlo de antemano.
Por eso me quedé tan hecha polvo cuando me tiró del pelo. Nunca pensé que pudiera hacérmelo a mí.
Y, no obstante, lo hizo.
- No permitiré que te alejen de mí -le digo en voz baja-. Siempre te protegeré.
Me levanto de la cama de Shelley. Es imposible estar a su lado y que no sospeche que estoy triste. De modo que me visto y me marcho de casa antes de que despierte.
Ayer me confesé a Harry y no fue el fin del mundo. En realidad, me siento mucho mejor después de haberle contado lo de mi hermana. Si lo he logrado con Harry, seguro que puedo intentarlo con Sierra y Darlene.
Mientras espero sentada en el coche frente a la casa de Sierra, me pongo a divagar sobre mi vida. En estos momentos, nada va bien. Se suponía que el último curso iba a ser un año genial, fácil y divertido. Hasta ahora no ha sido nada de eso. Nick no deja de presionarme, un chico de una banda se ha convertido en algo más que en un compañero de laboratorio y mis padres van a llevarse a mi hermana lejos de Chicago. ¿Qué más puede salir mal?
Me doy cuenta de que algo se mueve en la ventana de la habitación de Sierra, en el segundo piso. Primero unas piernas, luego un trasero. Ay, madre, Doug Thompson intenta saltar el enrejado.
Doug debe de haberme visto porque la cabeza de Sierra asoma por la ventana. Me hace gestos indicándome que la espere.
El pie de Doug aún no ha tocado el enrejado. Sierra lo coge de la mano para ayudarlo a equilibrarse. Al final consigue hacerlo, pero le distraen las flores y acaba cayendo, sacudiendo el cuerpo de un lado a otro. Aunque está bien, observo que antes de salir corriendo le hace un gesto a Sierra para confirmar que no tiene nada roto.
Me pregunto si Nick sería capaz de trepar enrejados por mí.
La puerta principal de la casa se abre tres minutos después y Sierra ella aparece en braguitas y camiseta de tirantes.
- Invitado, ¿qué estás haciendo aquí? Son las siete de la mañana. ¿No sabes que hoy es el día de formación del profesorado y que no tenemos clase?
- Lo sé, pero mi vida está fuera de control.
- Entra y hablamos -dice, abriendo la puerta de mi coche-. Se me está helando el culo aquí fuera. Demonios, ¿por qué durará tan poco el verano en Chicago?
Al entrar en su casa, me descalzo para no despertar a los padres de Sierra.
- No te preocupes, se marcharon al gimnasio hace una hora.
- Entonces, ¿por qué ha salido Doug por la ventana?
Sierra hace una mueca.
- Ya sabes, para mantener la emoción de la relación. A los chicos les encanta la aventura.
Sigo a mi amiga hasta su gigantesca habitación. Está pintada de fucsia y verde manzana, los colores que el decorador de su madre eligió para ella. Me desplomo sobre el sofá mientras Sierra llama a Darlene.
- Darlene, pásate por mi casa. Invitado tiene una crisis.
Darlene vive solo dos casas más abajo, de modo que aparece en pocos minutos en pijama y zapatillas.
- Vale, suéltalo ya -dice Sierra cuando estamos las tres juntas.
De repente, con todas las miradas recayendo sobre mí, no estoy muy segura de que compartir aquello sea una buena idea.
- En realidad no es nada.
Darlene se pone recta.
- Escucha. Invitado. Me has sacado de la cama a las siete de la mañana. Suelta el bombazo.
- Sí -insiste Sierra-. Somos tus amigas. Si no puedes contárnoslo a nosotras, ¿con quién vas a hacerlo?
Con Harry Styles, Pero nunca les confesaría eso.
- ¿Por qué no vemos alguna peli clásica? -sugiere Sierra-. Si Audrey Hepburn no consigue que lo sueltes todo, nada lo hará.
Darlene suelta un gemido.
- No puedo creerme que me hayáis despertado por una falsa crisis y para ver películas antiguas. En serio, tienen que sentar la cabeza. Lo mínimo que pueden hacer es compartir algún cotilleo conmigo, ¿Alguien tiene uno?
Sierra nos lleva al salón y las tres nos sentamos sobre los cojines del sofá de sus padres.
- He oído que el martes pillaron a Samantha Jacoby besándose con alguien en el cuarto del vigilante.
- Pues vaya novedad -dice Darlene, poco impresionada.
- ¿He mencionado que fue con Chuck, uno de los vigilantes?
- Eso sí que es un buen cotilleo, Sierra.
¿Sucederá lo mismo si comparto mis penas? ¿Acabaré transformándolas en un cotilleo del que todos puedan reírse?
Después de pasar varias horas en el salón de Sierra, viendo dos películas, comiendo palomitas y helado Ben & Jerry's, me siento mucho mejor. Quizás haya sido por ver a Audrey Hepburn en Sabrina, pero ahora creo que todo es posible. Lo que me hace pensar en...
- ¿Qué piensan de Harry Styles? -les pregunto.
- ¿A qué te refieres con «qué piensan»? -dice Sierra, metiéndose una palomita en la boca.
- No sé -contesto, sin querer darle muchas vueltas a la intensa e innegable atracción que siempre ha existido entre nosotros-. Es mi compañero de laboratorio.
- ¿Y...? -insiste Sierra, agitando las manos en alto como si no supiera a dónde quiero llegar.
Cojo el mando del vídeo y detengo la película
- Está bueno. Admítelo.-Digo un poco nerviosa.
- Puaj, Invitado -dice Darlene, metiéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar.
- Vale, admito que es mono. Pero nunca saldría con alguien así. Ya sabes, es un pandillero.-Me dice Sierra.
- La mitad del tiempo viene a clase drogado -interviene Darlene.
- Darlene, me siento justo a su lado, y nunca he notado que venga drogado a clase.
- ¿Estás de coña, Invitado? Harry consume antes de venir al instituto y en el aseo de los tíos cuando sale de la sala de estudios. Y no hablo solo de marihuana. Está metido en cosas más fuertes -dice Darlene como si fuera un hecho.
- ¿Lo has visto tomar drogas? -le pregunto, desafiante.
- Invitado, no tengo que estar en una habitación con él para saber que esnifa o que se chuta. Harry es peligroso. Además, las chicas como nosotras no se codean con los Latino Blood.
- Sí, lo sé -admito, recostándome sobre los mullidos cojines del sofá.
- Nick te quiere -suelta Sierra, cambiando de tema.
Tengo la sensación de que el amor es algo que se aleja bastante de lo que Nick me demostró ayer en la playa, pero ni siquiera me apetece hablar de eso.
Mi madre ha intentando hablar conmigo tres veces. Primero a través del teléfono móvil, aunque al parecer, no he conseguido eludirla apagándolo, porque ha llamado dos veces a casa de Sierra.
- Tu madre dice que si no hablas con ella vendrá para acá -me advierte Sierra con el teléfono entre los dedos.
- Si lo hace, me iré de aquí.
- Darlene y yo saldremos para dejarte algo de intimidad. No sé de qué va todo esto, pero tienes que hablar con ella -sugiere Sierra pasándome el teléfono.
Me llevo el auricular al oído.
- Hola, mamá.
- Escucha, Invitado. Sé que estás enfadada. Anoche tomamos una decisión respecto a Shelley. Sé que esto es muy duro para ti, pero, últimamente, tu hermana se comporta con demasiada agresividad.
- Mamá, tiene veinte años y se cabrea cuando la gente no la entiende. ¿No crees que sea algo normal?
- El año que viene irás a la universidad. No es justo retener a Shelley en casa por más tiempo. Deja de ser tan egoísta.
Tengo la culpa de que se lleven a Shelley porque voy a ir a la universidad.
- Vais a seguir adelante con esto sin tener en cuenta mi opinión, ¿verdad? -le pregunto.
- Sí. Ya está decidido
El sonido de la profunda respiración de mi hermana junto a mí es lo primero que oigo cuando los primeros rayos de la mañana se cuelan en su habitación. Anoche fui a su cuarto para tumbarme a su lado, y la observé durante horas mientras ella dormía tranquilamente antes de quedarme yo también dormida.
Cuando era pequeña y estallaba una tormenta salía corriendo a la habitación de mi hermana. No para tranquilizar a Shelley sino para que ella pudiera tranquilizarme a mí. La cogía de la mano, y de algún modo, mis miedos se desvanecían.
Observo a mi hermana mayor durmiendo profundamente y no logro entender el motivo por el que mis padres quieren llevarla a otro lugar. Shelley forma parte de lo que soy y la idea de vivir sin ella me parece... intolerable. A veces, siento que mi hermana y yo estamos conectadas de un modo que poca gente puede comprender. Incluso cuando mis padres intentan adivinar lo que Shelley quiere decir, o la razón por la que está enfadada, yo suelo saberlo de antemano.
Por eso me quedé tan hecha polvo cuando me tiró del pelo. Nunca pensé que pudiera hacérmelo a mí.
Y, no obstante, lo hizo.
- No permitiré que te alejen de mí -le digo en voz baja-. Siempre te protegeré.
Me levanto de la cama de Shelley. Es imposible estar a su lado y que no sospeche que estoy triste. De modo que me visto y me marcho de casa antes de que despierte.
Ayer me confesé a Harry y no fue el fin del mundo. En realidad, me siento mucho mejor después de haberle contado lo de mi hermana. Si lo he logrado con Harry, seguro que puedo intentarlo con Sierra y Darlene.
Mientras espero sentada en el coche frente a la casa de Sierra, me pongo a divagar sobre mi vida. En estos momentos, nada va bien. Se suponía que el último curso iba a ser un año genial, fácil y divertido. Hasta ahora no ha sido nada de eso. Nick no deja de presionarme, un chico de una banda se ha convertido en algo más que en un compañero de laboratorio y mis padres van a llevarse a mi hermana lejos de Chicago. ¿Qué más puede salir mal?
Me doy cuenta de que algo se mueve en la ventana de la habitación de Sierra, en el segundo piso. Primero unas piernas, luego un trasero. Ay, madre, Doug Thompson intenta saltar el enrejado.
Doug debe de haberme visto porque la cabeza de Sierra asoma por la ventana. Me hace gestos indicándome que la espere.
El pie de Doug aún no ha tocado el enrejado. Sierra lo coge de la mano para ayudarlo a equilibrarse. Al final consigue hacerlo, pero le distraen las flores y acaba cayendo, sacudiendo el cuerpo de un lado a otro. Aunque está bien, observo que antes de salir corriendo le hace un gesto a Sierra para confirmar que no tiene nada roto.
Me pregunto si Nick sería capaz de trepar enrejados por mí.
La puerta principal de la casa se abre tres minutos después y Sierra ella aparece en braguitas y camiseta de tirantes.
- Invitado, ¿qué estás haciendo aquí? Son las siete de la mañana. ¿No sabes que hoy es el día de formación del profesorado y que no tenemos clase?
- Lo sé, pero mi vida está fuera de control.
- Entra y hablamos -dice, abriendo la puerta de mi coche-. Se me está helando el culo aquí fuera. Demonios, ¿por qué durará tan poco el verano en Chicago?
Al entrar en su casa, me descalzo para no despertar a los padres de Sierra.
- No te preocupes, se marcharon al gimnasio hace una hora.
- Entonces, ¿por qué ha salido Doug por la ventana?
Sierra hace una mueca.
- Ya sabes, para mantener la emoción de la relación. A los chicos les encanta la aventura.
Sigo a mi amiga hasta su gigantesca habitación. Está pintada de fucsia y verde manzana, los colores que el decorador de su madre eligió para ella. Me desplomo sobre el sofá mientras Sierra llama a Darlene.
- Darlene, pásate por mi casa. Invitado tiene una crisis.
Darlene vive solo dos casas más abajo, de modo que aparece en pocos minutos en pijama y zapatillas.
- Vale, suéltalo ya -dice Sierra cuando estamos las tres juntas.
De repente, con todas las miradas recayendo sobre mí, no estoy muy segura de que compartir aquello sea una buena idea.
- En realidad no es nada.
Darlene se pone recta.
- Escucha. Invitado. Me has sacado de la cama a las siete de la mañana. Suelta el bombazo.
- Sí -insiste Sierra-. Somos tus amigas. Si no puedes contárnoslo a nosotras, ¿con quién vas a hacerlo?
Con Harry Styles, Pero nunca les confesaría eso.
- ¿Por qué no vemos alguna peli clásica? -sugiere Sierra-. Si Audrey Hepburn no consigue que lo sueltes todo, nada lo hará.
Darlene suelta un gemido.
- No puedo creerme que me hayáis despertado por una falsa crisis y para ver películas antiguas. En serio, tienen que sentar la cabeza. Lo mínimo que pueden hacer es compartir algún cotilleo conmigo, ¿Alguien tiene uno?
Sierra nos lleva al salón y las tres nos sentamos sobre los cojines del sofá de sus padres.
- He oído que el martes pillaron a Samantha Jacoby besándose con alguien en el cuarto del vigilante.
- Pues vaya novedad -dice Darlene, poco impresionada.
- ¿He mencionado que fue con Chuck, uno de los vigilantes?
- Eso sí que es un buen cotilleo, Sierra.
¿Sucederá lo mismo si comparto mis penas? ¿Acabaré transformándolas en un cotilleo del que todos puedan reírse?
Después de pasar varias horas en el salón de Sierra, viendo dos películas, comiendo palomitas y helado Ben & Jerry's, me siento mucho mejor. Quizás haya sido por ver a Audrey Hepburn en Sabrina, pero ahora creo que todo es posible. Lo que me hace pensar en...
- ¿Qué piensan de Harry Styles? -les pregunto.
- ¿A qué te refieres con «qué piensan»? -dice Sierra, metiéndose una palomita en la boca.
- No sé -contesto, sin querer darle muchas vueltas a la intensa e innegable atracción que siempre ha existido entre nosotros-. Es mi compañero de laboratorio.
- ¿Y...? -insiste Sierra, agitando las manos en alto como si no supiera a dónde quiero llegar.
Cojo el mando del vídeo y detengo la película
- Está bueno. Admítelo.-Digo un poco nerviosa.
- Puaj, Invitado -dice Darlene, metiéndose los dedos en la boca como si fuera a vomitar.
- Vale, admito que es mono. Pero nunca saldría con alguien así. Ya sabes, es un pandillero.-Me dice Sierra.
- La mitad del tiempo viene a clase drogado -interviene Darlene.
- Darlene, me siento justo a su lado, y nunca he notado que venga drogado a clase.
- ¿Estás de coña, Invitado? Harry consume antes de venir al instituto y en el aseo de los tíos cuando sale de la sala de estudios. Y no hablo solo de marihuana. Está metido en cosas más fuertes -dice Darlene como si fuera un hecho.
- ¿Lo has visto tomar drogas? -le pregunto, desafiante.
- Invitado, no tengo que estar en una habitación con él para saber que esnifa o que se chuta. Harry es peligroso. Además, las chicas como nosotras no se codean con los Latino Blood.
- Sí, lo sé -admito, recostándome sobre los mullidos cojines del sofá.
- Nick te quiere -suelta Sierra, cambiando de tema.
Tengo la sensación de que el amor es algo que se aleja bastante de lo que Nick me demostró ayer en la playa, pero ni siquiera me apetece hablar de eso.
Mi madre ha intentando hablar conmigo tres veces. Primero a través del teléfono móvil, aunque al parecer, no he conseguido eludirla apagándolo, porque ha llamado dos veces a casa de Sierra.
- Tu madre dice que si no hablas con ella vendrá para acá -me advierte Sierra con el teléfono entre los dedos.
- Si lo hace, me iré de aquí.
- Darlene y yo saldremos para dejarte algo de intimidad. No sé de qué va todo esto, pero tienes que hablar con ella -sugiere Sierra pasándome el teléfono.
Me llevo el auricular al oído.
- Hola, mamá.
- Escucha, Invitado. Sé que estás enfadada. Anoche tomamos una decisión respecto a Shelley. Sé que esto es muy duro para ti, pero, últimamente, tu hermana se comporta con demasiada agresividad.
- Mamá, tiene veinte años y se cabrea cuando la gente no la entiende. ¿No crees que sea algo normal?
- El año que viene irás a la universidad. No es justo retener a Shelley en casa por más tiempo. Deja de ser tan egoísta.
Tengo la culpa de que se lleven a Shelley porque voy a ir a la universidad.
- Vais a seguir adelante con esto sin tener en cuenta mi opinión, ¿verdad? -le pregunto.
- Sí. Ya está decidido
Catherine
Re: Perfect Chemistry (Harry Styles)
26. Harry
Cuando llega el viernes y Invitado entra en clase de la señora P., todavía estoy pensando en el modo de devolvérsela por haberme tirado las llaves en los arbustos el fin de semana pasado. Tardé cuarenta y cinco minutos en encontrar las jodidas llaves, y durante todo ese tiempo, no dejé de maldecirla. Vale, fui yo quién lo empezó todo. Y también tengo que darle las gracias por ayudarme a hablar de la noche en la que murió mi padre porque, después de hacerlo, llamé a los miembros más antiguos de los Latino Blood para preguntarles si sabían quién podría guardarle tanto rencor.
Invitado lleva toda la semana muy desconfiada. Está esperando que le gaste alguna broma por el incidente de las llaves. Después de ciase, cuando estoy en la taquilla cogiendo los libros para regresar a casa, se acerca a mí hecha una furia enfundada en su uniforme de animadora.
- Sígueme a la clase de lucha libre.
Tengo dos opciones: seguirla hasta donde me pide o marcharme del instituto. Cojo los libros y entro en el pequeño gimnasio. Invitado me espera, con su llavero sin llaves en la mano.
- Mis llaves han desaparecido por arte de magia, ¿dónde están?–pregunta-. Voy a llegar tarde al partido si no me lo dices. La señora Small me echará a patadas del equipo si no aparezco.
- Las he tirado por ahí. Deberías comprarte un bolso con cremallera. Nunca sabes cuándo pueden meter la mano y quitarte algo.
- Me alegra descubrir que eres un cleptómano. ¿Puedes darme una pista de dónde las has escondido?
Me apoyo contra la pared de la clase de lucha libre, pensando en lo que la gente diría si nos encontrara aquí juntos.
- Es un lugar mojado. Muy, muy mojado -digo, dándole la pista que exige.
- ¿En la piscina?
- ¿Creativo, verdad? -digo, asintiendo con la cabeza.
Ella intenta empujarme contra la pared.
- Voy a matarte. Será mejor que vayas por ellas.
Si no la conociera, diría que está intentando ligar conmigo. Creo que le gusta el jueguecito que nos traemos entre manos.
- Cariño, a estas alturas deberías conocerme mejor. Tendrás que encontrarlas sola, como hice yo cuando me dejaste tirado en el aparcamiento.
Invitado ladea la cabeza, me lanza una mirada triste y hace un puchero. No debería concentrarme en la expresión de sus labios; es peligroso. Pero no puedo evitarlo.
- Dime dónde están, Harry, por favor.
La dejo en ascuas un minuto antes de darme por vencido. Ahora mismo, el instituto está casi vacío. La mitad de los estudiantes están de camino al partido de fútbol. Y la otra mitad se alegra de no estar de camino al partido de fútbol.
Caminamos hasta la piscina. Las luces están apagadas, pero los rayos del sol que aún atraviesan las ventanas la iluminan lo suficiente. Las llaves de Invitado están justo donde las he lanzado, en mitad de la zona más profunda. Señalo las brillantes llaves bajo el agua.
- Ahí las tienes. A por ellas.
Invitado se queda inmóvil, con las manos sobre su falda corta, reflexionando sobre el modo de hacerse con ellas. Se acerca pavoneándose al largo palo que cuelga de la pared y que se utiliza para sacar a la gente del agua.
- Muy fácil -dice.
Pero cuando introduce el palo en el agua, comprende que no le va a resultar tan sencillo. Reprimo una carcajada mientras la observo intentar lo imposible desde el borde de la piscina
- Siempre puedes quitarte la ropa y lanzarte desnuda. Vigilaré por si viene alguien.
Ella se acerca a mí con el palo firmemente agarrado entre las manos.
- ¿Te gustaría que lo hiciera, verdad?
- Pues claro -replico, aunque no hace falta que lo haga-. Aunque he de advertirte que si llevas braguitas de abuela, se me caerá un mito.
- Para que lo sepas, son de seda rosa. Y ya que estamos compartiendo información personal, ¿tú llevas bóxers o calzoncillos cortos?
- Ninguna de las dos cosas. Llevo a los chicos al aire, ya sabes a qué me refiero. -En realidad, no los llevo al aire, pero eso tendrá que averiguarlo por sí misma.
- ¡Qué asco, Harry!
- No digas eso hasta que no lo pruebes -sugiero, antes de encaminarme hacia la puerta.
- ¿Te vas?
- Pues... si.
- ¿No vas a ayudarme a recuperar las llaves?
- Pues... no.
Si me quedo, me veré tentado a pedirle que no vaya al partido de fútbol y que se quede conmigo. No estoy preparado para oír la respuesta a esa pregunta. Jugar con ella no me hace ningún daño. Demostrarle de qué estoy hecho en realidad, como hice el otro día, me hizo bajar la guardia. No estoy dispuesto a hacerlo otra vez. Abro la puerta de un empujón después de mirar a Invitado por última vez, preguntándome si dejarla plantada ahora me convierte en un idiota, un capullo, un cobarde o todo a la vez.
Una vez en casa, lejos de Invitado y de las llaves de su coche, busco a mi hermano. Me prometí que hablaría con Liam esta semana y ya lo he retrasado mucho. Antes de que pueda evitarlo, habrá entrado en la banda y recibirá la paliza de iniciación en los Latino Blood, tal y como me ocurrió a mí.
Encuentro a Liam en nuestra habitación, intentando ocultar algo bajo la cama.
- ¿Qué es eso? -le pregunto.
- Nada -contesta. Se sienta en la cama y se cruza de brazos.
- No me digas que no es nada, Liam -grito, apartándolo de un empujón y mirando bajo la cama. Tal y como esperaba, encuentro una resplandeciente Beretta 25 (http://www.tjbd.co.uk/images/beretta.jpg) devolviéndome la mirada. Riéndose de mí. La cojo y la sujeto en una mano-. ¿De dónde la has sacado?
- No es asunto tuyo.
Por primera vez en mi vida quiero darle un susto de muerte a Liam. Me apetece ponerle el arma entre los ojos y mostrarle a qué deben enfrentarse los miembros de una banda a todas horas, qué se siente al sentirte amenazado o inseguro, preguntándote qué día será el último.
- Soy tu hermano mayor, Liam. Papá ya no está aquí, de modo que me toca a mí hacerte entrar en razón.
Vuelvo a mirar el arma. Por el peso diría que está cargada. Joder, si se dispara accidentalmente, Liam podría acabar muerto. Si Niall la encontrara... mierda, esto no pinta nada bien.
Liam intenta levantarse pero le obligo a sentarse de nuevo de un empujón.
- Tú vas por ahí armado –protesta-. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
- Ya sabes por qué. Yo soy miembro de una banda. Tú no. Tú estudiarás, irás a la universidad y tendrás una vida normal.
- Crees que puedes planificar nuestras vidas, ¿verdad? -suelta Liam-. Bueno, pues yo también tengo planes.
- Pues mejor será que esos planes no incluyan entrar en la banda.
Liam guarda silencio Tengo la sensación de que ya le he perdido. Se me tensan los músculos. Puedo evitar que entre en los Latino Blood, pero solo si me deja ayudarle. Miro la fotografía de Destiny que hay encima de la cama de mi hermano. La conoció este verano en Chicago, cuando fuimos a ver los fuegos artificiales al Navy Pier, el cuatro de Julio. Su familia vive en Gurnee y, desde que la conoció, Liam ha estado obsesionado con ella. Hablan por teléfono todas las noches. Es inteligente, chicana, y cuando Liam intentó presentarnos y ella reparó en mí y en mis tatuajes, su rostro se transformó, como si fueran a dispararle solo por estar a un metro y medio de mí.
- ¿Crees que Destiny querrá salir contigo si te conviertes en un pandillero? -le pregunto.
No hay respuesta, lo que es buena señal. Está reflexionando.
- Te dará una patada en el culo tan rápido que ni lo notarás.
Liam desvía la mirada hacia la foto colgada en la pared.
- Liam, pregúntale a qué universidad irá. Estoy seguro de que ya ha pensado en eso. Si quieres, tú puedes hacer lo mismo.
Mi hermano me mira. En su interior está librándose una batalla: intenta elegir entre lo que parece más fácil (la vida de gánster) y las cosas por las que quiere luchar (Destiny).
- No salgas más con Wil. Búscate nuevos amigos y entra en el equipo de fútbol del instituto o algo así. Empieza a comportarte como un chico normal y deja que yo me ocupe del resto.
Me meto la pistola en la cinturilla de los vaqueros y salgo de casa. Me dirijo al almacén.
Cuando llega el viernes y Invitado entra en clase de la señora P., todavía estoy pensando en el modo de devolvérsela por haberme tirado las llaves en los arbustos el fin de semana pasado. Tardé cuarenta y cinco minutos en encontrar las jodidas llaves, y durante todo ese tiempo, no dejé de maldecirla. Vale, fui yo quién lo empezó todo. Y también tengo que darle las gracias por ayudarme a hablar de la noche en la que murió mi padre porque, después de hacerlo, llamé a los miembros más antiguos de los Latino Blood para preguntarles si sabían quién podría guardarle tanto rencor.
Invitado lleva toda la semana muy desconfiada. Está esperando que le gaste alguna broma por el incidente de las llaves. Después de ciase, cuando estoy en la taquilla cogiendo los libros para regresar a casa, se acerca a mí hecha una furia enfundada en su uniforme de animadora.
- Sígueme a la clase de lucha libre.
Tengo dos opciones: seguirla hasta donde me pide o marcharme del instituto. Cojo los libros y entro en el pequeño gimnasio. Invitado me espera, con su llavero sin llaves en la mano.
- Mis llaves han desaparecido por arte de magia, ¿dónde están?–pregunta-. Voy a llegar tarde al partido si no me lo dices. La señora Small me echará a patadas del equipo si no aparezco.
- Las he tirado por ahí. Deberías comprarte un bolso con cremallera. Nunca sabes cuándo pueden meter la mano y quitarte algo.
- Me alegra descubrir que eres un cleptómano. ¿Puedes darme una pista de dónde las has escondido?
Me apoyo contra la pared de la clase de lucha libre, pensando en lo que la gente diría si nos encontrara aquí juntos.
- Es un lugar mojado. Muy, muy mojado -digo, dándole la pista que exige.
- ¿En la piscina?
- ¿Creativo, verdad? -digo, asintiendo con la cabeza.
Ella intenta empujarme contra la pared.
- Voy a matarte. Será mejor que vayas por ellas.
Si no la conociera, diría que está intentando ligar conmigo. Creo que le gusta el jueguecito que nos traemos entre manos.
- Cariño, a estas alturas deberías conocerme mejor. Tendrás que encontrarlas sola, como hice yo cuando me dejaste tirado en el aparcamiento.
Invitado ladea la cabeza, me lanza una mirada triste y hace un puchero. No debería concentrarme en la expresión de sus labios; es peligroso. Pero no puedo evitarlo.
- Dime dónde están, Harry, por favor.
La dejo en ascuas un minuto antes de darme por vencido. Ahora mismo, el instituto está casi vacío. La mitad de los estudiantes están de camino al partido de fútbol. Y la otra mitad se alegra de no estar de camino al partido de fútbol.
Caminamos hasta la piscina. Las luces están apagadas, pero los rayos del sol que aún atraviesan las ventanas la iluminan lo suficiente. Las llaves de Invitado están justo donde las he lanzado, en mitad de la zona más profunda. Señalo las brillantes llaves bajo el agua.
- Ahí las tienes. A por ellas.
Invitado se queda inmóvil, con las manos sobre su falda corta, reflexionando sobre el modo de hacerse con ellas. Se acerca pavoneándose al largo palo que cuelga de la pared y que se utiliza para sacar a la gente del agua.
- Muy fácil -dice.
Pero cuando introduce el palo en el agua, comprende que no le va a resultar tan sencillo. Reprimo una carcajada mientras la observo intentar lo imposible desde el borde de la piscina
- Siempre puedes quitarte la ropa y lanzarte desnuda. Vigilaré por si viene alguien.
Ella se acerca a mí con el palo firmemente agarrado entre las manos.
- ¿Te gustaría que lo hiciera, verdad?
- Pues claro -replico, aunque no hace falta que lo haga-. Aunque he de advertirte que si llevas braguitas de abuela, se me caerá un mito.
- Para que lo sepas, son de seda rosa. Y ya que estamos compartiendo información personal, ¿tú llevas bóxers o calzoncillos cortos?
- Ninguna de las dos cosas. Llevo a los chicos al aire, ya sabes a qué me refiero. -En realidad, no los llevo al aire, pero eso tendrá que averiguarlo por sí misma.
- ¡Qué asco, Harry!
- No digas eso hasta que no lo pruebes -sugiero, antes de encaminarme hacia la puerta.
- ¿Te vas?
- Pues... si.
- ¿No vas a ayudarme a recuperar las llaves?
- Pues... no.
Si me quedo, me veré tentado a pedirle que no vaya al partido de fútbol y que se quede conmigo. No estoy preparado para oír la respuesta a esa pregunta. Jugar con ella no me hace ningún daño. Demostrarle de qué estoy hecho en realidad, como hice el otro día, me hizo bajar la guardia. No estoy dispuesto a hacerlo otra vez. Abro la puerta de un empujón después de mirar a Invitado por última vez, preguntándome si dejarla plantada ahora me convierte en un idiota, un capullo, un cobarde o todo a la vez.
Una vez en casa, lejos de Invitado y de las llaves de su coche, busco a mi hermano. Me prometí que hablaría con Liam esta semana y ya lo he retrasado mucho. Antes de que pueda evitarlo, habrá entrado en la banda y recibirá la paliza de iniciación en los Latino Blood, tal y como me ocurrió a mí.
Encuentro a Liam en nuestra habitación, intentando ocultar algo bajo la cama.
- ¿Qué es eso? -le pregunto.
- Nada -contesta. Se sienta en la cama y se cruza de brazos.
- No me digas que no es nada, Liam -grito, apartándolo de un empujón y mirando bajo la cama. Tal y como esperaba, encuentro una resplandeciente Beretta 25 (http://www.tjbd.co.uk/images/beretta.jpg) devolviéndome la mirada. Riéndose de mí. La cojo y la sujeto en una mano-. ¿De dónde la has sacado?
- No es asunto tuyo.
Por primera vez en mi vida quiero darle un susto de muerte a Liam. Me apetece ponerle el arma entre los ojos y mostrarle a qué deben enfrentarse los miembros de una banda a todas horas, qué se siente al sentirte amenazado o inseguro, preguntándote qué día será el último.
- Soy tu hermano mayor, Liam. Papá ya no está aquí, de modo que me toca a mí hacerte entrar en razón.
Vuelvo a mirar el arma. Por el peso diría que está cargada. Joder, si se dispara accidentalmente, Liam podría acabar muerto. Si Niall la encontrara... mierda, esto no pinta nada bien.
Liam intenta levantarse pero le obligo a sentarse de nuevo de un empujón.
- Tú vas por ahí armado –protesta-. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?
- Ya sabes por qué. Yo soy miembro de una banda. Tú no. Tú estudiarás, irás a la universidad y tendrás una vida normal.
- Crees que puedes planificar nuestras vidas, ¿verdad? -suelta Liam-. Bueno, pues yo también tengo planes.
- Pues mejor será que esos planes no incluyan entrar en la banda.
Liam guarda silencio Tengo la sensación de que ya le he perdido. Se me tensan los músculos. Puedo evitar que entre en los Latino Blood, pero solo si me deja ayudarle. Miro la fotografía de Destiny que hay encima de la cama de mi hermano. La conoció este verano en Chicago, cuando fuimos a ver los fuegos artificiales al Navy Pier, el cuatro de Julio. Su familia vive en Gurnee y, desde que la conoció, Liam ha estado obsesionado con ella. Hablan por teléfono todas las noches. Es inteligente, chicana, y cuando Liam intentó presentarnos y ella reparó en mí y en mis tatuajes, su rostro se transformó, como si fueran a dispararle solo por estar a un metro y medio de mí.
- ¿Crees que Destiny querrá salir contigo si te conviertes en un pandillero? -le pregunto.
No hay respuesta, lo que es buena señal. Está reflexionando.
- Te dará una patada en el culo tan rápido que ni lo notarás.
Liam desvía la mirada hacia la foto colgada en la pared.
- Liam, pregúntale a qué universidad irá. Estoy seguro de que ya ha pensado en eso. Si quieres, tú puedes hacer lo mismo.
Mi hermano me mira. En su interior está librándose una batalla: intenta elegir entre lo que parece más fácil (la vida de gánster) y las cosas por las que quiere luchar (Destiny).
- No salgas más con Wil. Búscate nuevos amigos y entra en el equipo de fútbol del instituto o algo así. Empieza a comportarte como un chico normal y deja que yo me ocupe del resto.
Me meto la pistola en la cinturilla de los vaqueros y salgo de casa. Me dirijo al almacén.
Catherine
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