El fantasma del pasado (Justin Bieber y tú)

"Debo advertir que esta historia está en un principio ambientada en el año mil quinientos cuarenta y dos."

______ abrió los ojos, nada de eso podía ser cierto. Su amado Justin la había abandonado a su suerte a la mitad del Bosque Saphire. ¿No le había dicho que la amaba?. Su mirada se paseó por el oscuro bosque, buscando alguna luz que le pudiera indicar el camino correcto.

Se lo habían advertido numerosas veces, el príncipe con la plebeya. ¿En qué estaba pensando?. Él nunca la amaría como ella esperaba, ni el hechizo más poderoso lo lograría.

Era simple, Marie Di Passo había ganado de nuevo. Venía de lejanas tierras buscando al hombre indicado para ella. Por supuesto, eso implicaba romper el corazón de numerosas jovencitas que creían estar viviendo en un cuento de hadas. No, nada de eso existe. Todas son tonterías, sí señor.

—¿Qué hice yo? ¿Por qué me abandonas, Justin? —gritó, con la esperanza de que su príncipe azul apareciera.
—El verdadero amor está al alcance de tus manos —dijo una voz, produciendo un grito ahogado de parte de la doncella.
—¿Quién anda ahí? Quiero remarcar que soy importante para el rey y si...
—¡No mientas! —respondió furiosa la voz—. A mí no me podrás engañar, ______ Collins.
—Justin, si eres tú no me agrada éste juego. Sabes que le tengo terror a los fantasmas o a cualquier cosa sobrenatural. Nos escaparíamos, para vivir juntos por siempre, ¿lo recuerdas?
—Tu amado Justin se ha ido. No volverá. Es el chico indicado para Marie, y tú no podrás hacer nada para cambiar el destino.
—¡Su destino es conmigo! —resolvió.
—No me hagas reír, niña inmadura. Justin Bieber, el príncipe de Mellow's Place nunca se fijaría en tí. Si acaso para asear su habitación. Alguien de la realeza nunca se unirá en matrimonio con una plebeya.
—Todo es posible, sobre todo mi amor con él.
—No pelearé contigo, necia. Si estás tan convencida de que es una jugarreta, ¿por qué no lo compruebas tú misma?
—No puedo salir de aquí, no sé donde me encuentro, por si no te has dado cuenta.
—¡Calla! Sólo observa —la fiereza de la voz la atemorizó, por lo que obedeció. Comenzó a observar a su alrededor. Los primeros rayos del sol no tardaron en aparecer por entre las ramas, iluminando el camino de regreso—. Supongo debo recalcar que llevas más de una semana dormida, el caballero te ha dado unos hongos especiales. No te impresiones si tu corazón se rompe, pues ya te lo he advertido. Y no te confíes, tal vez ella no es Marie.

Sin importar lo que la odiosa voz pudiera decir, corrió y corrió, deseando con todas sus fuerzas ver los arcos resplandecientes que daban la bienvenida al pueblo. Al llegar su rostro se iluminó, corrió aún más deprisa y se dirigió al castillo, lugar en el que habitaba con su madre.

—______, ¿dónde rayos te habías metido? —preguntó una preocupada Lisa Collins—. Todos en el pueblo pensaron que habías intentado huir junto al príncipe, pero al volver él realmente me preocupé, mi cielo.
—Lo siento, madre. No fue mi intención preocuparte de tal manera. Tus suposiciones y las del pueblo son ciertas, sí he intentado huir con el príncipe. Más él me ha abandonado a mi suerte en el bosque, milagrosamente ninguna fiera me ha devorado y he venido aquí apenas los rayos iluminaron el camino.
—Me alegro de que te encuentres bien. Querida, tengo un mal presentimiento, algo sucederá pronto y será mejor si no estás aquí para prensenciarlo.

Sabía perfectamente de lo que estaba hablando su madre, Justin Bieber y Marie Di Passo se casarían pronto.

—Deseo quedarme —sentenció.
—Es tu decisión, hija mía. Pero me preocupo por tí, será mejor si te vas del pueblo. ¿Por qué no le haces un poco de compañía a tu tía Geraldine?
—Madre, sé lo de la boda —suspiró—. Seré masoquista y me quedaré. Quiero saber si él realmente quiere renunciar a mi amor.
—______, todos te lo hemos advertido. Distinto a lo que muchos creen ningún príncipe se ha casado con alguna plebeya o habitante. Sólo sucedió una vez, y en tierras lejanas. ¡Ay, necia! Se te ha advertido, pero no has escuchado. Él sólo te hará daño por el resto de tu vida.

______ despertó sudando frío, "¡qué pesadilla tan horrible!", pensó. Miró a su lado y ahí se encontraba su esposo, dormido profundamente. Su sueño era tan extraño, parecía de cuentos de hadas. Pero, lógicamente, sólo era un sueño. Ahí, en su hogar, más de doscientos años después nada, ninguna voz, podría separarla de él.

—______, ¿qué sucede? —preguntó el rubio observándola medio adormilado. Sonrió al verlo de esa manera, se veía tan tierno e inofensivo.
—Nada, cariño. Vuelve a dormir, ¿si?
—Duerme conmigo —dijo extendiendo sus brazos, atrayendo a su esposa con él.

Se acostó a su lado, más no pudo conciliar el sueño hasta una hora después. El sueño coincidía en tantos aspectos con la vida de Justin y ______, que realmente la aterraba.

Marie Di Passo era una empresaria realmente influyente, originaria de Italia. Al igual que Justin, tenía un gran poder sobre muchos de los habitantes de Chicago. Su madre, Lisa Collins, le había advertido muchas veces que el chico no era una buena elección.

Un ruido ensordecedor la hizo despertar de un salto. Justin se encontraba de pie junto a la cama, mirándola con una ira incontenible.

—¿Qué sucede, cariño?
—¿Cariño? ¿Aún tienes el valor de llamarme de esa manera? Hipócrita.
—Justin no me llames así, ¿qué diablos te sucede?
—No lo sé, ¿por qué no se lo preguntas a tu amado Max?
—¿Max? ¿Max Finnigan?
—Sí, ese bicho que ha sido tu amante cuando yo no me encuentro.
—¿De qué hablas? ¡No he hablado con Max en al menos un año!
—A mí no me engañas, preciosa. Marie me ha llamado ésta mañana y me ha contado todo.
—¿Confías en Marie más que en tu propia esposa?
—Por supuesto que lo hago, Marie siempre me fue fiel. ¿Y tú? Me engañaste durante nuestro noviazgo.
—Lo hice por tu propio bien, y lo sabes perfectamente, Bieber.
—¿Por mi bien? —dijo gritando—. ¿Para eso debías romperme el corazón?
—¡Te querían secuestrar, Justin!
—Por supuesto que no, tonta. ¡Nunca lo lograrían!
—Ah, entonces —dijo calmándose un poco y disminuyendo el tono de su voz—, ¿piensas que te engañé porque yo quise? ¿Piensas que fue bajo tu voluntad? —él asintió—. ¡Pues te equivocas! Si tanto confías en tu maldita ex esposa, ¿por qué no vas y te casas con ella?
—Fácil, viviendo conmigo corre un grave peligro.
—Entonces, ¿estás conmigo porque si estuvieras con ella, correría peligro? ¿Y qué hay de mí?
—Tú fuiste importante en algún momento, luego decidiste revolcarte con el tonto de Max Finningan.
—¡Te he dicho que nunca he estado con Max Finnigan! No sé de dónde Marie sacó la ridícula idea de que me acosté con Max. No seas tonto, Justin. ¡Max es tu mejor amigo! Y por si no has recibido la llamada, se fue hace un año a Marruecos para cuidar a su hermana Jamie.
—¿Desde cuándo sabes tanto de la vida de Max? —gruñó.
—Desde que dejé de ser como tú, desde el momento en que decidí que no quería seguir siendo una tipa fría y sin corazón. No importa cuánto dinero tengamos, no pienso ser como tú. Me preocupo por la gente, te recuerdo que su otra hermana Gabrielle es mi mejor amiga, ella me lo ha contado.
—Te prohíbo que vuelvas a ver a Gabrielle, ni a nadie que tenga que ver con ese ridículo círculo social que tienes.
—¡No puedes prohibirme nada! ¡No eres mi dueño!
—¿De verdad? —dijo mientras se acercaba amenazante—. A mí me parece que soy tu dueño desde el momento en que pronunciaste el "sí".
—Justin —gimió al ver cómo él se lanzaba con el puño en alto, dispuesto a golpearla.

De nuevo, sudor frío, y con un susto de muerte. Ya era de día, exactamente las ocho y treinta de la mañana. Justin no se encontraba a su lado, de seguro estaba desayunando. Era sábado, su día libre.

Salió de la cama y se dirigió al baño, luego de terminar allí bajó.

—Buenos días, princesa —la recibió un tierno y cariñoso Justin, contrario al Justin del sueño.
—Buenos días —sonrió sentándose frente a él—. ¡Martha!
—¿Si, señorita?
—No me llames así, Martha. ¿Me puedes traer un vaso de leche? No me siento muy bien.
—Sí, señorita.

Justin tenía acostumbrados a los criados a llamarlos señor y señorita. Lo último que le gustaba eran las formalidades, venía de un lugar donde todos tenían un lenguaje vulgar y despreocupado.

—Lo he estado pensado —comentó Justin— y me gustaría que nos fuéramos por unas semanas a Italia. ¿Te gustaría?
—¡Por supuesto! ¡Adoro Italia!
—Lo sé, por eso nos iremos mañana. Así podremos estar allá para el día de tu cumpleaños.
—¡Vaya, Justin!
—Sólo hay un problema —lo veía, otro tonto viaje de negocios—, éste será un viaje de amigos. Irán Lucas Scottfield, Marie Di Passo, Gabrielle y Max Finnigan y Humberto Holligan.
—Justin —se quejó—, sabes que tus amigos no me agradan, en especial Marie.
—También irá Gabrielle, ¿no es tu mejor amiga?
—Sí, pero eso no evitará que Marie sea desagradable. Creo que paso.
—¿Qué? ¡Por supuesto que no! Irás, está decidido. Les he dejado el mes libre a todos nuestros empleados, incluyendo los de seguridad.

No podía protestar, sabía que desde el momento en que aceptó ser la novia de Justin ponía en peligro su vida. Sabía que le esperaban numerosas amenazas.

—Bien. Iré, pero sólo con una condición.
—¿Cuál?
—No quiero que Marie se acerque a tí.
—______, no seas paranoica. Si me divorcié de Marie es por algo.
—Usualmente cuando alguien se divorcia no son tan amistosos como ustedes.
—No seas tonta, cariño. Sabes que nunca te engañaría.
—Lo sé —suspiró. Sin embargo no estaba segura, siempre le habían dicho que Justin era un mujeriego, y ella no era muy fanática a la hora de tener relaciones.
—Debo irme —respondió levantándose bruscamente luego de revisar su teléfono móvil—. Tenía unos compromisos con el trabajo, debo terminarlo todo antes de irnos. Te quiero —dijo dándole un pequeño beso en los labios.

Martha le entregó su vaso de leche, y ______ subió a su habitación. Marie Di Passo no era la persona más agradable, ni la menos desagradable. Siempre que tenía oportunidad seducía a Justin, pero él nunca se daba cuenta, o no lo aparentaba. Gabrielle y ______ compartían un odio mutuo por Marie y toda la familia Di Passo.

Todos ellos estaban empeñados en tener un poder máximo, y trataban a todos como insectos sin valor. Sólo tenían respeto por las familias de sus yernos. Entre ellos se contaba Justin, el ex de Marie. Por supuesto, todos odiaban a ______.

¿Por qué se divorciaron? Nunca se lo dijo, siempre fue un misterio para todos. Aparentemente sólo ellos, sus abogados y el juez sabían qué había sucedido, qué los había llevado a tomar tal decisión.

Estuvo un buen rato tratando de conciliar el sueño, sus párpados pesaban como nunca, pero se rehusaban a cerrarse. Decidió salir a caminar un rato.

Estaban en pleno invierno, su estación favorita. Sonriente caminó hasta el parque más cercano, lleno de jóvenes parejas enamoradas.

Se sentó en una pequeña banca y observó a los niños jugar en la nieve e imaginó su vida si tuviera hijos. Justin se rehusaba a tenerlos, a pesar de que para ella era un deseo ferviente.

Su mirada se posó en dos personas extrañamente familiares, debían ser cosas de su imaginación. Sacudió la cabeza algunas veces con los ojos cerrados, y al abrirlos sintió cómo su corazón se rompía en pedacitos. Eran Justin y Gabrielle Finnigan, muy cómodos besuqueándose bajo la nieve.

—¡Justin Drew Bieber! —gritó.
—______ —murmuraron los dos dando un pequeño saltito.
—¿Cosas de la empresa? ¿Realmente, Justin?
—Yo... —dijo en busca de una excusa.
—No, cállate. No lo puedo creer, ya entendí. ¿Cómo alguien como tú podría fijarse en una chica como yo? ¿Tú? Un tonto chico rico. ¿Yo? La hija de la empleada de tus padres. ¿Gabrielle? La mejor amiga de la tonta, la que se aprovecha de su ignorancia.
—Lo lamento, ______. Pero tú y yo no somos compatibles, como pensábamos.
—Sí, ya lo entendí. Los cuentos de hadas no son reales, y tú tampoco. "Él sólo te hará daño por el resto de tu vida", eso explica mucho.

Dando media vuelta se fue con todo el orgullo que le quedaba, su mejor amiga y su esposo.

—Nunca te dejes engañar por un tonto en busca de un títere con el cuál jugar. Los cuentos de hadas no existen, y nunca existirán.