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Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 14 de 27. • 1 ... 8 ... 13, 14, 15 ... 20 ... 27
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
aksdhkjashdkas Parecen niñitos!!
pero se aman..yo lo sé siguela pronto!!
pero se aman..yo lo sé siguela pronto!!
helado00
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
jajajajajs si ellos paracen niñitos
los amo
queiro maraton
los amo
queiro maraton
andreita
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
donde andas!!!!!!!!!
sube capppppp
pronto por favorrrrrrrrrrr
sube capppppp
pronto por favorrrrrrrrrrr
Julieta♥
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
CAPITULO 10 Parte III
Los recién casados consiguieron evitarse durante dos días y, seguramente, habrían podido seguir con sus vidas solitarias si no se hubiera producido un desastre.
_____ estaba desayunando cuando Helen entró en el comedor con una expresión de asco.
—¿Sucede algo, Helen? —preguntó, intentando ignorar el hecho de que la cocina todavía no había retomado el servicio de tostadas.
—¿Tienes idea de qué es ese olor tan asqueroso del ala sur? He estado a punto de desmayarme por el camino.
—Yo no he notado nada, pero he bajado por las escaleras laterales y... —se le detuvo el corazón. «El invernadero. Por favor, no. El invernadero, no.» Estaba en el ala sur—. Madre mía —murmuró, mientras se levantaba. Corrió por los pasillos, con Helen pisándole los talones. Si había pasado algo en el invernadero, no sabía qué haría. Era el único lugar de ese mausoleo dejado de la mano de Dios donde se sentía como en casa.
A medida que se iba acercando a su destino, le llegó un olor terrible a podrido.
—¡Dios mío! —gritó—. ¿Qué es esto?
—Es horrible, ¿verdad? —comentó Helen.
_____ entró en el invernadero y lo que vio le provocó ganas de llorar. Los rosales, de los que ya se había enamorado, estaban muertos, con las hojas casi chamuscadas. Los pétalos habían caídos todos al suelo y los esqueletos de los arbustos apestaban. Se tapó la nariz.
—¿Quién ha podido hacer algo así? —se volvió hacia Helen y repitió—. ¿Quién?
Helen se la quedó mirando unos segundos y luego dijo:
—______, eres la única que se pasa horas en el invernadero.
—¿No creerás que yo...? ¿Crees que lo he hecho yo?
—A propósito, no —respondió Helen, que estaba bastante incómoda—. Todos veíamos lo mucho que te gustaban las plantas y las flores. Quizá pusiste algo en la tierra o le echaste algo que no debías.
—¡Yo no he hecho nada! —insistió —. Yo...
—¡Por el amor de Dios! —Joe entró en el invernadero con un pañuelo encima de la boca y la nariz—. ¿Qué es ese olor?
—¡Mis rosales! —gritó _____—. Mira lo que les han hecho.
Él apoyó las manos en las caderas mientras observaba los daños y, accidentalmente, respiró por la nariz y tosió.
—Diablos, _____, ¿cómo has conseguido matar los rosales en apenas dos días? Mi madre siempre tardaba, al menos, un año.
—¡Yo no he tenido nada que ver! —gritó—. ¡Nada!
Demetria escogió ese instante para entrar en escena.
—¿Se ha muerto algo en el invernadero? —preguntó.
_____ entrecerró los ojos.
—No, pero mi marido está a punto de hacerlo si dice una palabra despectiva más sobre mí.
—_____ —dijo Joe en tono conciliador—. Sé que no lo has hecho a propósito. Pero es que...
—¡Aaah! —chilló ella, mientras levantaba las manos en el aire—. Si vuelvo a oír esa frase otra vez, gritaré.
—Ya estás gritando —dijo Demi.
_____ quería estrangular a esa niña.
—Hay personas a las que no se les da bien la jardinería —continuó Demi—. No tiene nada de malo. A mí se me da fatal. Por eso nunca me atrevería a pisar el invernadero. Para eso tenemos jardineros.
_____ miró a Joe, a Helen y a Demetria, y luego otra vez a Joe. Sus expresiones eran de lástima, como si se hubieran encontrado con una criatura que, aunque era agradable, también era completamente inepta.
—______ —dijo Joseph—, quizá podamos hablarlo.
Después de dos días de tratamiento de silencio, la repentina disponibilidad para hablar sobre su supuesto fallo en el invernadero fue la gota que colmó el vaso.
—No tengo nada que hablar contigo —gruñó—. ¡Con ninguno de vosotros! —y se marchó.
Daai.Jonas.Lovato
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
maldita Demetria :caliente:
Estoy segura que fue ella
Y Joseph no hace nada mas que tratarla con lastima
Maldita tipa quiero matarla :enfadado:
Siguela!!
Estoy segura que fue ella
Y Joseph no hace nada mas que tratarla con lastima
Maldita tipa quiero matarla :enfadado:
Siguela!!
aranzhitha
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
ay que corto
otro otro
para mi es Demetria la que esta fastidiando a la rayis
otro otro
para mi es Demetria la que esta fastidiando a la rayis
JB&1D2
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
CAPITULO 10 Parte IV
Joseph dejó que _____ estuviera sola en la habitación hasta la noche, cuando decidió que era mejor subir y hablar con ella. Nunca la había visto tan enfadada como esa mañana; aunque también era cierto que hacía apenas una semana que la conocía, pero nunca se había imaginado que la mujer alegre y valiente con quien se había casado pudiera enfadarse tanto por algo.
Había tenido unos días para enfriar los ánimos desde la última pelea. Ahora se daba cuenta de que ella lo había estado poniendo a prueba. No conocía las costumbres de la aristocracia y se había defendido atacando. Se calmaría a medida que fuera acostumbrándose al matrimonio.
Llamó con suavidad a la puerta y, como no obtuvo respuesta, llamó un poco más fuerte. Al final, le pareció oír algo como «Adelante», así que se asomó.
______ estaba sentada en la cama, envuelta en una vieja manta que debía de haber traído de su casa. Era una pieza sencilla, blanca con pespuntes azules; algo que no encajaba con los opulentos gustos de sus antepasados.
—¿Querías algo? —preguntó ella en un tono neutro.
Joe la miró fijamente. Tenía los ojos rojos y, debajo de la voluminosa manta, parecía muy pequeña y joven. Tenía algo en la mano izquierda.
—¿Qué es eso? —preguntó él.
_____ bajó la mirada hasta las manos, como si hubiera olvidado que estaba sujetando algo.
—Ah, esto. Es el retrato de mi madre.
—Es muy especial para ti, ¿verdad?
Se produjo una larga pausa, como si ella estuviera decidiendo si quería compartir con él sus recuerdos familiares. Al final, dijo:
—Cuando supo que iba a morir, hizo dos. Uno para mí y otro para Victoria. La idea siempre fue que nos los lleváramos cuando nos casáramos.
—Para que no la olvidarais nunca.
Ella se volvió hacia él de golpe, con los ojos azules sorprendidos.
—Es exactamente lo que dijo. Lo mismo —se sorbió la nariz y se la limpió con la mano, un gesto muy poco elegante—. Como si pudiera olvidarla.
Miró las paredes de su habitación. Todavía no había descolgado todos aquellos horribles retratos y, en comparación con la dulce expresión de su madre, las condesas parecían todavía más imponentes.
—Siento mucho lo que ha pasado hoy en el invernadero —dijo con delicadeza.
—Yo también —respondió ella con amargura.
Joe intentó ignorar su dureza mientras se sentaba a su lado en la cama.
—Sé que adorabas esas plantas.
—Igual que todos.
—¿Qué quieres decir?
—Que alguien no quiere verme feliz. Alguien está arruinando, a propósito, mis esfuerzos por intentar que Jonas Abbey sea mi casa.
—_____, eres la condesa de Billington, y eso significa que Jonas Abbey es tu casa.
—Todavía no. Tengo que dejar mi marca. Tengo que hacer algo para que al menos un trocito sea mío. Intenté ayudar cuando arreglé el horno.
Joseph suspiró.
—Quizá no deberíamos mencionar el horno.
—No coloqué mal la rejilla —dijo ella, desprendiendo fuego por los ojos—. Alguien arruinó mis esfuerzos.
Él soltó el aire muy despacio y la tomó de la mano.
—____, nadie piensa mal de ti. No es culpa tuya que seas un poco inepta cuando se trata de...
—¡Inepta! ¿Inepta? —exclamó con voz aguda—. No soy una... —pero aquí se hizo un lío porque, entre las prisas por levantarse de la cama y colocar los brazos en jarra, en gesto ofendido, olvidó que Joe estaba sentado sobre una esquina de la manta, con lo que cayó al suelo y aterrizó sobre las nalgas con poca delicadeza. Intentó levantarse, pero tropezó dos veces, una con la falda y la otra con la manta, hasta que al final gruñó—: No soy una inepta.
Él, a pesar de sus esfuerzos por ser sensible ante la angustia de su mujer, no pudo evitar dibujar una sonrisa.
—____, no quería decir...
—Te diré que siempre he sido muy epta.
—¿Epta?
—Siempre he sido extremadamente organizada y brillantemente capaz...
—¿Epta?
—No dejo las cosas para más tarde y no eludo mis responsabilidades. Termino lo que empiezo.
—¿Esa palabra existe?
—¿Qué palabra? —exclamó ella, que parecía muy enfadada con él.
—Epta.
—Por supuesto que no.
—Pues la has dicho —dijo Joe.
—Yo no he dicho eso.
—____, me temo que...
—Si lo he dicho —dijo, sonrojándose ligeramente—, eso demuestra lo furiosa que estoy. Utilizar palabras inexistentes. Ja. Muy poco propio de mí.
—_____, sé que eres una mujer muy inteligente —esperó a que ella dijera algo, pero como no fue así, añadió—: Por eso me casé contigo.
—Te casaste conmigo —respondió ella, ofendida—, porque necesitabas salvar tu fortuna y pensaste que haría la vista gorda con tus aventuras amorosas.
Él también se sonrojó.
—Es cierto que mi inestable situación económica tuvo que ver con la rapidez con que nos casamos, pero te aseguro que lo último que pensé cuando me casé contigo fue tener una aventura.
Ella soltó una femenina risita.
—Sólo tienes que mirar tu lista para ver que mientes.
—Ah, sí —dijo, muy mordaz—, la infame lista.
—Hablando de nuestro acuerdo matrimonial —dijo —, ¿te has encargado de mis asuntos financieros?
—Sí, en realidad, lo hice ayer.
—¿Ayer? —Ella parecía bastante sorprendida—. Pero...
—Pero ¿qué? —preguntó él, irritado de que ella no esperara que cumpliera su palabra.
—Nada —hizo una pausa, y luego añadió—: Gracias.
Joe asintió a modo de respuesta. Al cabo de unos instantes de silencio, él dijo:
—_____, tenemos que hablar de nuestro matrimonio. No sé de dónde has sacado tu pobre impresión sobre mí, pero...
—Ahora no —lo interrumpió ella—. Estoy muy cansada y no creo que pueda soportar tus comentarios sobre lo poco que sé de los matrimonios de la nobleza.
—Cualquier idea preconcebida que tuviera del matrimonio era anterior a conocerte —le explicó él.
—Ya te he dicho que no creo que sea tan increíblemente atractiva como para que olvides tus nociones sobre lo que debería ser un matrimonio.
Joe la miró fijamente y se fijó en la melena rojiza dorada que le caía encima de los hombros y decidió que la palabra «atractiva» se quedaba corta para describirla. Su cuerpo la pedía a gritos y el corazón... Bueno, no era un experto en temas del corazón, pero estaba bastante seguro de que el suyo estaba sintiendo algo.
—Entonces, enséñame —le dijo sin más—. Enséñame qué debería ser un matrimonio.
Ella lo miró atónita.
—¿Cómo iba a saberlo? Para mí, todo esto es tan nuevo como para ti.
—Entonces, quizá no deberías regañarme tan rápido.
La vena de la sien de _____ estuvo a punto de estallar antes de que dijera:
—Sé que los maridos y las mujeres deberían respetarse lo suficiente como para no reírse y poner la otra mejilla cuando la otra persona comete adulterio.
—¿Lo ves? Sabía que tenías algunas ideas sobre el matrimonio —sonrió y se reclinó en una almohada—. Y no te imaginas lo contento que estoy de saber que no pretendes serme infiel.
—Pues a mí me encantaría oír lo mismo de tus labios —respondió ella.
La sonrisa de Joe se convirtió en una amplia expresión de alegría.
—Los celos nunca acariciaron oídos más agradecidos.
—Joseph... —había un tono de advertencia en su voz.
Él chasqueó la lengua y dijo:
—_____, te aseguro que, desde que te conozco, la idea del adulterio ni se me ha pasado por la cabeza.
—Eso me tranquiliza —respondió ella con sarcasmo—. Has conseguido mantener tu mente centrada una semana entera.
Joe se planteó comentar que, en realidad, habían sido ocho días, pero le pareció muy infantil. En lugar de eso, dijo:
—En tal caso, me parece que tu papel como esposa está bastante claro.
—¿Cómo dices?
—Al fin y al cabo, no quiero extraviarme.
—Creo que esto no me gusta —dijo ella entre dientes.
—Nada me gustaría más que pasar la vida entre tus brazos.
Ella se rió.
—No quiero saber la de veces que has dicho esa frase, milord.
Joe se levantó de la cama y se colocó delante de ella con la agilidad de un gato. Aprovechó su desconcierto para tomarla de la mano y acercársela a los labios.
—Si intentas seducirme —dijo ella, inexpresiva—, no funcionará.
Él sonrió, una sonrisa endiablada.
—No intento seducirte, querida _____. Jamás intentaría llevar a cabo una tasca tan extraordinaria. Al fin y al cabo, eres noble, recta y fuerte.
Visto así, a ____ le daba la sensación de ser un tronco de un árbol.
—¿Dónde quieres llegar? —le preguntó.
—Es sencillo. Creo que deberías seducirme tú.
Daai.Jonas.Lovato
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
awwww me ce mal que Joseph piense que la rayiz es una inepta
Maldita Demetria la odio :caliente:
Pero ya vera
Siguela!!!
Maldita Demetria la odio :caliente:
Pero ya vera
Siguela!!!
aranzhitha
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
Por dios Demetria esta haciendo lo posible para que se peleen, pero Joe lo esta arreglando, sigue arreglandolo.
SIGUELAAA
SIGUELAAA
Creadora
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
También yo quisiera estrangular a Demetria ! ..
Me alegro de que la raya le diga a Joe que hay alguien allí que no quiere que esa sea su casa para siempre ..
y estoy segura que es Demetria ¬¬' ..
" Bueno, no era un experto en temas del corazón, pero estaba bastante seguro de que el suyo estaba sintiendo algo. " ..
AAAYYYYYYYYYY MORÍ *-* ..
si raya SEDÚCELO tu Jajaja xD ..
SI-GUE-LAA ! ..
Me alegro de que la raya le diga a Joe que hay alguien allí que no quiere que esa sea su casa para siempre ..
y estoy segura que es Demetria ¬¬' ..
" Bueno, no era un experto en temas del corazón, pero estaba bastante seguro de que el suyo estaba sintiendo algo. " ..
AAAYYYYYYYYYY MORÍ *-* ..
si raya SEDÚCELO tu Jajaja xD ..
SI-GUE-LAA ! ..
Jess Jonas ..
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
oh mi dios!!!
me encataron los caps!!
y pobre rayis...definitivamente alguien la esta fastidiando :x
Siguela pronto si?!
me encataron los caps!!
y pobre rayis...definitivamente alguien la esta fastidiando :x
Siguela pronto si?!
helado00
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
jumm estpy segura que es demetris la que esa todo eso en contra de la rayis ¬¬
arggg que rabia
ujuju que lo seduzca sii
arggg que rabia
ujuju que lo seduzca sii
andreita
Re: Mas brillante que el sol [Joe J. y tu]
CAPITULO 11 Parte I
Le golpeó el pecho con los talones de las manos y lo tiró a la cama.
—¿Te has vuelto loco? —chilló.
Joseph sonrió.
—Te aseguro que no tenías que recurrir a la fuerza para atraerme a tu cama, querida esposa.
—¡Esto es sólo un juego para ti!
—No, _____. Es el matrimonio.
—No sabes qué es el matrimonio.
—Ya, pero tú misma has admitido que tú tampoco —alargó el brazo para tomarla de la mano—. Sugiero que aprendamos juntos.
Ella apartó la mano.
—No me toques. No puedo pensar cuando me tocas.
—Una realidad muy alentadora —murmuró él.
Ella le lanzó una mirada mordaz.
—No voy a intentar seducirte.
—No sería tan complicado. Y siempre es agradable conseguir los objetivos que uno se propone.
—Sería increíblemente complicado —respondió ella, ofendida—. Sería incapaz de reunir el deseo suficiente para hacerlo bien.
—Ah. Un buen golpe, milady, pero claramente falso.
_____ quería responder algo agudo, pero no se le ocurrió nada. El problema era que ella también sabía que sus palabras eran falsas. Joe sólo tenía que mirarla y a ella se le doblaban las rodillas. Cuando alargaba la mano y la tocaba, apenas podía mantenerse en pie.
—_____ —dijo con suavidad—, ven a la cama.
—Voy a tener que pedirte que te marches —respondió ella con remilgo.
—¿Ni siquiera piensas darle una oportunidad a mi plan? No me parece justo que descartes mis ideas de buenas a primeras.
—¿Justo? ¡Justo! ¿Estás loco?
—A veces yo también me lo pregunto —dijo él entre dientes.
—¿Lo ves? Sabes tan bien como yo que esto es una locura.
Joe maldijo para sí mismo y farfulló algo sobre que ella tenía mejor oído que un conejo. ___a se aprovechó de aquel relativo silencio para seguir a la ofensiva y dijo:
—¿Qué podría ganar seduciéndote?
—Te lo explicaría —dijo él con picardía—, pero no estoy seguro de que tus tiernos oídos estén listos para eso.
Ella se sonrojó de golpe e intentó decir:
—Sabes que no me refería a eso —pero tenía los dientes tan apretados que sólo se oyó silbido.
—Ah, mi mujer reptil —suspiró.
—Estoy perdiendo los nervios, milord.
—¿De veras? No me había dado cuenta.
_____ nunca había querido abofetear a nadie en su vida, pero estaba comenzando a pensar que aquél era un buen momento para empezar. La actitud burlona y segura de su marido era casi insoportable.
—Joseph...
—Antes de que continúes —la interrumpió él—, permíteme que te explique por qué deberías considerar seriamente seducirme.
—¿Has hecho una lista? —preguntó ella, arrastrando las palabras.
Él agitó la mano en el aire como si nada.
—Te aseguro que no es algo tan formal. Pero tiendo a pensar en listas, es una costumbre que compartimos los escritores de listas compulsivos, y naturalmente tengo algunos motivos organizados en mi cabeza.
—Naturalmente.
Él sonrió ante su intento de sarcasmo.
—No siguen ningún orden, claro —cuando ella no dijo nada, él añadió—: Lo digo para que no haya malentendidos sobre la seguridad de Inglaterra, la posibilidad de que el cielo caiga sobre la tierra y todo eso.
_____ quería echarlo de la habitación con todas sus fuerzas. Y, si contra su propio criterio, dijo:
—Adelante.
—Está bien, veamos.
Joe colocó las manos en posición de oración mientras intentaba ganar tiempo. No se le había ocurrido hacer una lista hasta que _____ lo mencionó. Miró a su mujer, que estaba golpeando el suelo con la punta del pie, impaciente.
—Está bien, empecemos, pero primero tenemos que buscar un título.
Ella lo miró con recelo y él supo que sospechaba que se lo estaba inventando todo sobre la marcha. Ningún problema, se dijo. No debería ser tan complicado.
—El título —le recordó ella.
—Ah, sí. «Motivos por los que _____ debería seducir a Joseph.» La habría llamado «Motivos por los que _____ debería intentar seducir a Joseph» —añadió él—, pero la primera me parece más acertada.
Ella sólo lo miró fijamente, así que él continuó:
—Quería decir que no hay motivo para temer que fracases en el intento.
—Ya sé lo que querías decir.
Él sonrió con travesura.
—Sí, claro. ¿Pasamos al primer motivo?
—Por favor.
—Empezaré por el más elemental. Número uno: lo disfrutarás.
Ella quería contradecirlo, pero tenía la sensación de que sería otra mentira.
—Número dos: lo disfrutaré—la miró y sonrió—. Estoy convencido.
Se apoyó en la pared porque notaba que las rodillas empezaban a fallarle.
Joe se aclaró la garganta.
—Lo que enlaza directamente con el número tres: como lo disfrutaré, no tendré ningún motivo para buscar cariño en otra parte.
—¡El hecho de estar casado conmigo debería bastar!
—Es cierto —asintió él—. Pero soy el primero en reconocer que no soy el hombre más noble y temeroso de Dios. Tendré que aprender lo placentero y satisfactorio que puede ser el matrimonio.
_____ soltó una risa desdeñosa y burlona.
—Cuando lo haga —continuó—, estoy seguro de que seré un marido modelo.
—En la otra lista escribiste que querías un matrimonio sofisticado y abierto, uno en el que fueras libre de extraviarte.
—Eso fue antes de conocerte —respondió él, muy jovial.
Ella colocó las manos en las caderas.
—Ya te he dicho que no me creo ese argumento.
—Pero es verdad. Para ser sincero, jamás hubiera pensado encontrar a una mujer a la que quisiera ser fiel. No voy a decirte que estoy enamorado de ti...
El corazón de _____ la sorprendió y se encogió.
—... pero creo que, con el tiempo y el estímulo necesarios, puedo llegar a quererte.
Ella se cruzó de brazos.
—Dirías cualquier cosa para seducir a una mujer, ¿verdad?
Joes hizo una mueca. Sus palabras habían sonado mucho peor de lo que él pretendía.
—Esto no va bien —dijo entre dientes.
Ella arqueó una ceja, y le regaló una expresión que era increíblemente igual a la de su difunta niñera... cuando estaba enfadada con él. De repente, él se sintió como un niño al que estaban regañando..., una sensación muy desagradable para alguien de su posición.
—Demonios, _____ —dijo mientras saltaba de la cama y se ponía de pie—, quiero hacer el amor con mi mujer. ¿Acaso es un crimen?
—Lo es cuando no sientes cariño por ella.
—¡Siento cariño por ti! —se echó el pelo hacia atrás con las manos y su expresión reflejó lo agotado que estaba—. Me gustas más que cualquier otra mujer que haya conocido. ¿Por qué diantres crees que me casé contigo?
—Porque, sin mí, toda tu fortuna habría ido a parar a tu odioso primo Cecil.
—Phillip —la corrigió automáticamente—, y para salvar mi fortuna me habría podido casar con cualquiera. Créeme, podía elegir entre las mejores carnadas de Londres.
—¿Carnadas? —repitió ella, atónita—. Es horrible. ¿Acaso no respetas a las mujeres?
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste a Londres y te diste una vuelta por la escena social?
—Sabes que nunca he...
—Exacto. Confía en mí, si tuvieras la oportunidad de conocer a la mayoría de las debutantes, sabrías de qué hablo. El año pasado, sólo encontré a una con más de medio cerebro en la cabeza, y ya estaba enamorada de otro.
—Un testamento para el hecho de que tuviera más de medio cerebro.
Joe le perdonó la indirecta.
—_____ —dijo en un tono suave y alentador—, ¿qué motivo puede haber para evitar que hagamos realidad nuestro matrimonio?
Ella abrió la boca, pero no encontró las palabras. Lo que se le ocurría parecía pobre. ¿Cómo iba a explicarle que no creía que estuviera preparada para intimar por una sensación que tenía? No tenía argumentos racionales, ni motivos sensatos y razonados, sólo una sensación.
Y, aunque pudiera transmitirle esa sensación, sospechaba que no resultaría terriblemente convincente. No cuando su constante ataque sensual empezaba a hacer mella en ella y empezaba a desearlo.
—_____ —dijo—. Algún día vas a tener que enfrentarte al hecho de que me quieres.
Ella lo miró sorprendida. ¿Acaso le había leído la mente?
—¿Quieres que te lo demuestre? —murmuró él. Se levantó y se acercó a ella—. ¿Qué sientes cuando hago... —alargó la mano y le acarició suavemente la mejilla— esto?
—Nada —susurró ella que, de repente, se quedó paralizada.
—¿En serio? —dibujó una sonrisa lenta y perezosa—. Pues yo siento muchas cosas.
—Joe...
—Chisss. ¿Qué sientes cuando hago... —se inclinó y le tomó el lóbulo de la oreja entre los dientes— esto?
_____ tragó saliva e intentó ignorar cómo su cálido aliento le acariciaba la piel.
Joe la rodeó con un brazo y la atrajo todavía más a su cálido cuerpo.
—¿Y si hago... —se aferró a sus nalgas y las apretó— esto?
—Joseph —dijo ella, sorprendida.
—¿Joseph, sí —murmuró él—, o Joseph, no?
Ella no dijo nada y, aunque le hubiera ido la vida en ello, habría sido incapaz de articular palabra.
Él sonrió.
—Me lo tomaré como un sí.
Sus labios se apoderaron de los de ella en un hambriento movimiento y _____ tuvo que aferrarse a él para no caerse. Odiaba que pudiera hacerle eso, y se odiaba a sí misma por desear tanto aquellas sensaciones. Era un mujeriego de la peor calaña y prácticamente había admitido que pretendía tener aventuras paralelas durante el matrimonio, pero con sólo tocarla, ella se derretía más deprisa que la mantequilla.
Suponía que por eso tenía tanto éxito entre las mujeres. Le había dicho que quería serle fiel, pero ¿cómo iba a creerlo? Seguro que las mujeres caían en su cama en efecto dominó; ella misma era un claro ejemplo. ¿Cómo iba a poder resistirse a todas?
—Sabes a miel —le dijo con voz ronca mientras le mordisqueaba la comisura de los labios—. Tienes un sabor único, incomparable.
_____ notó cómo se la llevaba a la cama, y luego sintió el fuerte cuerpo de su esposo encima del suyo. Estaba muy excitado; tenía unas ganas salvajes de ella y su corazón femenino disfrutó de esa sensación y ese poder. Con cautela, alargó la mano y la posó en las fuertes cuerdas de su cuello. Los músculos de Joe se tensaron ante el contacto y ella apartó la mano.
—No —dijo él colocándole otra vez la mano—. Más.
Ella volvió a tocarlo y se maravilló de lo cálida que estaba su piel.
—Joseph —susurró—, no debería...
—Deberías —respondió él con fervor—. Definitivamente, deberías.
—Pero...
La silenció con otro beso, y _____ lo dejó hacer. Si no podía hablar, no podía protestar y, de repente, se dio cuenta de que no quería protestar. Arqueó la espalda, moviéndose instintivamente hacia su calidez y se sorprendió cuando notó sus senos aplastados contra su pecho.
Él pronunció su nombre, lo murmuró una y otra vez. Se estaba perdiendo en él, estaba perdiendo la capacidad de pensar. Sólo existía ese hombre, y las cosas que le estaba haciendo sentir y... sus oídos despertaron de golpe. Y oyó un ruido en la puerta.
—Joe —susurró—, me parece que...
—No pienses.
Los golpes se intensificaron.
—Alguien llama a la puerta.
—Nadie sería tan cruel —murmuró él, mientras sus palabras se perdían en su cuello—. O tan estúpido.
—¡_____! —los dos lo oyeron y enseguida reconocieron la voz de Judith.
Daai.Jonas.Lovato
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