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Mensaje por Augustinesg Mar 10 Jul 2012, 2:58 pm

Hay chalaaaaaaaaaaay!
Dios pone la continuacion!, me muero, me muero!
Gracias por subir la novela!
Augustinesg
Augustinesg


http://www.twitter.com/AgustineSG

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Mensaje por chelis Mar 10 Jul 2012, 3:25 pm

TOOOOODOOOOOOOOO!!!
OOOYOOO TOOODOOOOO
ESE JOE ES UN BRUUUTOOOOOOOO!!!!
AAAARRRGGGGGG
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por misterygirl Mar 10 Jul 2012, 9:44 pm

No al puedes dejar así?!
por favor siguela!
misterygirl
misterygirl


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Mensaje por aranzhitha Mar 10 Jul 2012, 9:56 pm

siguela!!!
Has un maratooonnn siii :sad: creepygusta
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por aranzhitha Miér 11 Jul 2012, 3:30 pm

siguela!!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por chelis Miér 11 Jul 2012, 3:42 pm

PORFIIISSS
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por Julieta♥ Miér 11 Jul 2012, 6:38 pm

chicas lei esta nove y me pareció muy bonita
les dejo la sinopsis por si quieren que la suba

y ya les subo cap :)


FORGET YOU

Sinopsis

Por qué no se puede elegir lo que puedes olvidar.... y recordar?
Hay mucho que a ____ le gustaría olvidar. Como que su padre ha golpeado a su novia de veinticuatro años. Su miedo a que el pueblo entero averigüe la depresión nerviosa de su mamá. Como el oscuro muchacho apuesto se burla de ella en la escuela. Con su vida a punto de convertirse en un completo desastre, ____ se defiende de la única manera que sabe hacerlo, usando su famosa atención para detallar y asegurar que ella es la hija perfecta, estudiante perfecta, y la novia perfecta para Brandon, el ultra-popular jugador de fútbol. Pero entonces ____ tiene un accidente automovilístico, y al día siguiente hay una cosa que ella no puede recordar en absoluto—toda la noche anterior.
¿Fue ella al estacionamiento con Brandon, tal como lo había planeado? Y si es así, ¿por qué parece que Brandon la evita? ¿Y porqué es Joe—de toda la gente—quién de repente actúa como si hubiera sucedido algo importante entre ellos dos? ____ vagamente recuerda a Joe sacándola del accidente, pero sigue refiriéndose a lo sucedido esa noche como si fuera más, y le aterroriza admitir cuánto es un espacio en blanco para ella.
Controlada, meticulosamente ____ está perdiendo rápidamente el control sobre todo—los detalles importantes de su vida—una vida que parece extrañamente vacía de Brandon, y extrañamente llena de Joe.

Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por Julieta♥ Miér 11 Jul 2012, 6:40 pm

Cualquier pensamiento sobre Juliana desapareció de su mente, ____* paseó la mirada de un hermano a otro con la boca abierta para hablar mientras consideraba qué decir.
Por supuesto, no quedaba nada por decir. Joseph había dicho más que suficiente.
Respiró hondo y pareció como si las palabras que acababa de oír resonaran a su alrededor. «¿Para qué diantres iría detrás de una criatura tan corriente e insulsa?» Bueno, al menos ya sabía la verdad. Seguramente habría una cierta satisfacción en ello.
Aunque, de momento, no la encontraba; el dolor que le habían provocado esas palabras había sido casi físico. Pero quizá algún día… en el futuro…
Entonces una intensa cólera comenzó a cubrirla como una oleada cruel pero bienvenida.
Y no quiso otra cosa que decir la última palabra ante aquel hombre arrogante y presumido que, sin duda, era cualquier cosa menos un caballero.
—Bueno —dijo, en un tono profundamente sarcástico, mientras atravesaba el umbral para enfrentarse a él—, parece que tiene una opinión muy elevada de sí mismo, milord.
El mellizo de Joseph casi se atragantó al oír aquellas palabras y arqueó las cejas oscuras con sorpresa.
—Creo que iré a buscar a Juliana. —Oyó que decía Nick. Ella mantuvo la mirada clavada en el marqués—. Es imposible que sea peor compañía que mi otro hermano.
Se inclinó en una profunda reverencia, a pesar de que ____* lo ignoró olímpicamente, y salió del estudio, cerrando la puerta con un suave «clic».
El sonido sacó a ____* del trance en que se encontraba.
—¿Cómo te atreves?
Joe se acercó a ella.
—No quería decir que…
Ella alzó una mano para interrumpir sus palabras.
—Le has arruinado la lección de baile a tu hermana, por no hablar del resto de la tarde.
Él se mantuvo en silencio, sorprendido por el cambio de tema.
—Más bien se la ha arruinado ella sola, ¿no crees? —dijo finalmente.
—No. Creo que has sido tú. A ella y al resto de nosotros. —Se irguió en toda su altura y enderezó los hombros—. Y te agradecería que recordaras que, dado que me necesitas por el bien de Juliana, no debes interrumpir ni arruinar nuestras lecciones.
Él parpadeó ante aquellas gélidas palabras antes de decir con serenidad:
—Parecías pasar un buen rato.
Ella alzó la barbilla, desafiante.
—En efecto, así era. Es una pena que la tarde haya acabado tan mal. —Lo miró por encima de la nariz con insolencia durante un buen rato, antes de girar sobre los talones para salir de la habitación. Apenas había tocado la manilla cuando se giró hacia él—. Por cierto, le debes una disculpa a tu hermana.
—¿Por qué? —se burló él.
—Porque es joven y se siente sola. Porque tiene miedo de decepcionarte, Ralston. Puedes decir lo que quieras sobre mí, pero intenta recordar que ella es mucho más sensible. Y te necesita.
—No soy un monstruo.
Ella sonrió, pero la sonrisa no se reflejó en su mirada.
—No. Claro que no.
A él le dio la impresión de que ella no creía lo que acababa de decir.
____* se volvió hacia la puerta, dispuesta a salir cuando él habló de nuevo.
—¿Es él uno de los puntos de tu lista?
—¿Perdón? —preguntó ella con rigidez, dándose la vuelta con regio desdén.
—Nicholas, ____*. Mi hermano. —Le aclaró él, como si estuviera hablando con alguien corto de entendederas—. ¿Es él uno de los puntos de tu lista? Ya sabes: «Número tres: pescar a St. Jonas.»
____* agrandó los ojos.
—¿Piensas que he incluido a tu hermano en mi lista?
—Es exactamente lo que pienso. —En los ojos de Joe llameó una emoción apenas contenida que ella no fue capaz de identificar—. ¿Lo has hecho?
Ella no pudo contener la risa ante aquella pregunta tan ridícula.
—No, Ralston. No lo he hecho. Te aseguro que si quisiera incluir una conquista a mi lista, no sería a tu hermano.
—¿A quién incluirías?
«En contra de mi buen juicio, a ti. A ti, imbécil.»
—Esta conversación ha finalizado. —____* se volvió hacia la puerta. En menos que canta un gallo él se plantó a su lado y la agarró firmemente de la mano para hacerla girar hacia él. La ardiente calidez de su piel le hizo estremecerse, aunque intentó ignorarlo.
—Yo no he terminado.
—Lord Ralston —dijo ____*, con los ojos brillantes de furia—, me parece que sufre un malentendido y piensa que me tengo que plegar a sus caprichos. Déjeme informarle de que no es así. Puede dirigir a sus sirvientes y a su familia como se le antoje, pero yo no estoy incluida en ninguna de esas categorías. Y, aunque puedo ser una criatura corriente, insulsa y pasiva, no acepto órdenes de usted. Me voy.
Él bajó la cabeza ante la ira de ____*.
—Jamás he dicho que seas pasiva. No hay nada pasivo en ti.
Ella dio un tirón para zafarse de su agarre. Levantó la vista y le lanzó una mirada tan llena de furia que, por un momento, Joe llegó a pensar que le golpearía.
Cuando la joven se volvió a girar sobre sus talones para abrir la puerta, él apretó la palma de su mano contra la fría caoba, impidiéndole salir.
—Puede que no seas ni mi criada ni nadie de mi familia, _____, pero tenemos un trato.
Ella se quedó paralizada ante esas palabras sin poder hacer otra cosa que mirar fijamente la mano aplastada contra la puerta.
—He cumplido mi parte del trato. Ya he terminado.
—El comportamiento de Juliana esta tarde indica otra cosa.
—Oh, por favor —se burló ____*—. Los dos sabemos que ya está preparada.
—No lo creo. Seré yo quien juzgue cuándo está preparada.
—Esa no es una de las condiciones que pusimos cuando hicimos el trato.
—No explícitamente. Pero la pongo ahora. Tú has recibido lo que pediste. ¿O se te ha olvidado? —Aquellas palabras hicieron que le bajara un escalofrío por la espalda. Joe estaba detrás de ella, y ____* notaba el aire que desplazaban sus palabras en la nuca desnuda, enviando una oleada de calor por todo su cuerpo.
—No se me ha olvidado —dijo sin pensar, y cerró los ojos.
Joe le puso la mano sobre el brazo y, sin apenas fuerza, le hizo girarse hacia él. Cuando la miró a los ojos, la cólera había desaparecido, reemplazada por algo mucho más complejo.
—Ni a mí. Y no será por no intentarlo.
Antes de que ella pudiera adivinar el significado de esas palabras, él le cubrió la boca con la suya y le hizo borrar cualquier pensamiento.
—He intentado olvidarme de esto… De que te besé en el carruaje… De lo que ocurrió en el club de esgrima…, pero parece que te has apoderado de… mi mente —enumeró él al tiempo que le iba dando unos besos largos y seductores que consumían sus sentidos.
La guió a través del estudio hasta un enorme sillón frente a la chimenea. Se arrodilló ante ella y le ahuecó la mejilla con una mano firme y caliente mientras la mantenía inmovilizada con una mirada abrasadora. Joe meneó la cabeza, como si realmente no pudiera comprender lo que le sucedía, y la besó otra vez, emitiendo un gruñido de placer. Le metió los dedos entre los cabellos al tiempo que le cogía el labio inferior con los dientes, mordisqueándolo y lamiéndolo hasta que ella pensó que se moriría por la intensidad de las sensaciones. ____* gimió, y él la recompensó profundizando el beso para darle todo lo que ella ansiaba.
Joe se apartó para deslizar una mano debajo de las faldas y acariciarle el interior de la pierna. Se acercó a ella y le recorrió la mejilla con los labios hasta llegar al lóbulo de la oreja, que chupó y acarició con los dientes y la lengua mientras le decía las palabras más escandalosas del mundo.
—Tienes la piel tan suave —susurró mientras le rozaba el interior del muslo, volviéndola loca con el deseo que crecía como una ardiente oleada en su vientre—. Me preguntaba cómo serías aquí… —Deslizó los dedos más arriba entre las piernas, cada vez más cerca del punto donde ella lo necesitaba—. Ahora sé que… me veré consumido, que no haré más que imaginar cómo se sentiría esta piel tan suave y preciosa contra la mía… —Le dio un tierno y anhelante beso en la garganta mientras seguía subiendo la mano, acercándola cada vez más al centro de su placer.
Ella le pasó las manos por el pecho y los hombros, ansiosa por tocarlo. ____* suspiró y se retorció contra él, necesitando sentir sus dedos en aquel lugar secreto y oculto que había empezado a conocer hacía tan poco tiempo. Joe sonrió contra su cuello, retirándose para ubicar los dedos debajo de sus piernas. Cuando él se alejó, ella abrió los ojos.
—No voy a ningún sitio, emperatriz —le aseguró con una pícara sonrisa—. Solo quiero verte mejor.
Él le había levantado las faldas antes de que ella comprendiera el significado de sus palabras e intentara incorporarse.
—No… —dijo ____*, avergonzada ante la idea de que él quisiera ver un lugar tan íntimo.
Joe se estiró sobre ella y le colocó la mano en la nuca, obligándola a acercarse para darle otro beso abrasador. Cuando ____* se apoyó de nuevo contra él, la soltó.
—Oh, sí, emperatriz.
Alzó las faldas sobre sus piernas y le separó suavemente los muslos otra vez, deslizando las manos con firme destreza a lo largo de la piel.
—Tan suave y perfecta —susurró, dándole tiernos y húmedos besos en el interior de la rodilla antes de trazar un ardiente e indecente camino por su pierna, seduciéndola sin remedio. ____* cerró los ojos para no ser testigo de la escena, para no verlo en una posición tan indecente… Estaba completamente bajo su control, era una víctima voluntaria de aquel apasionado asalto.
Cuando llegó a la unión de sus muslos, Joe se detuvo, recreándose en los oscuros y brillantes rizos que protegían el sexo de ____*. Acarició ligeramente el suave vello y le hizo estremecerse de pies a cabeza. Ella abrió los ojos y lo miró con los párpados entrecerrados.
—He imaginado este momento por la noche, en la privacidad de mi dormitorio —confesó él con la voz ronca mientras pasaba los dedos alrededor de la entrada de su cuerpo—. Te he imaginado así, abierta para mí… Mía por completo.
La voz provocó una incendiaria oleada en las venas de ____*.
—He soñado con tocarte de esta manera… Iniciándote, acariciándote… —Mientras hablaba, llevó sus palabras a la práctica. Separó los delicados pétalos de su sexo y acarició aquella resbaladiza humedad. ____* contuvo el aliento ante las sensaciones y arqueó las caderas hacia él, implorando más en muda elocuencia. Él le rodeó el vértice de su sexo con la punta del dedo y observó cómo se estremecía.
____* se contorsionó de nuevo, pero esta vez, él apartó las manos de aquel lugar que parecía el origen y el fin del mundo, y ella gimió con desesperación. Por un momento, la joven pensó que él se alejaría, pero, sin embargo, Joe se inclinó y posó los labios suavemente en el punto donde se unían el muslo y la cadera.
—¿Te tocas aquí, preciosa? —indagó él, alzando la cabeza mientras le pasaba el dedo por aquel punto húmedo y caliente.
____* apretó los ojos ante la pregunta… No podía hablar… No podía contestar… No podía mirarlo a los ojos, oscurecidos por la pasión contenida. Pero él no la dejó escapar.
—Emperatriz… —la persuadió con aquel apodo al tiempo que deslizaba un solo dedo en la entrada de su cuerpo—. Dime, ¿lo haces? —Su voz era apenas un susurro, un exuberante y licencioso sonido del que ella no podía huir. Al que no podía responder.
____* asintió con la cabeza, mordisqueándose el labio inferior al tiempo que emitía un gemido. Las mejillas le ardieron con una mezcla de pasión y vergüenza cuando los dientes y los dedos de Joe reanudaron aquellas insoportables caricias.
—¿Aquí? —Fue más un suspiro que un sonido lo que le rozó la sensible piel de los muslos mientras él introducía un dedo profundamente en su interior sin dejar de frotar con el pulgar aquel tenso punto, envolviéndola en llamas—. ¿Te tocas aquí?
—¡Sí! —jadeó ella.
Un segundo dedo se unió al primero, y Joe movió los dos en su interior consiguiendo que se estremeciera de placer sin poder controlarse. Su cuerpo ya no era suyo. Era de él. Como ella siempre había sabido que sería.
—¿En qué piensas cuando te tocas aquí? —Le susurró contra la piel mientras le besaba el abdomen, avanzando poco a poco hacia el lugar donde sus manos la despojaban de cualquier pensamiento. ____* se mordió los labios; no podía hablarle de eso, no podía responderle.
Le besó la suave curva del vientre, contemplándola.
—Emperatriz… —La aduló con su tono, haciendo que ella deseara decirle cualquier cosa que él quisiera… Absolutamente todo.
Mientras tanto, seguía explorándola profunda y minuciosamente con los dedos, acariciando y rozando aquel pequeño botón de una manera que le calentaba la sangre. ____* se ofreció a él con anhelo cuando retiró la mano. Separó las piernas todavía más y gimió ante la intensa sensación de vacío, solo para quedarse sin aliento cuando Joe sopló sobre el suave vello que le cubría el monte de Venus, haciendo desaparecer cualquier pensamiento coherente de su cabeza.
—Cariño… —Su tono era tan tranquilo que, si no hubiera sido por su jadeante respiración, ella habría pensado que no estaba afectado en absoluto.
Entonces él le separó los pliegues henchidos que protegían el centro de su cuerpo y, por un momento, luchó contra él, muerta de vergüenza por lo que le estaba haciendo, mortificada por el interés que leyó en su mirada cuando levantó la cabeza para mirarla con aquellos ojos avellana y penetrantes que prometían algo que ella no comprendía, pero que ansiaba con desesperación.
—____*… —Su aliento le golpeó, cálido e intenso.
—Yo… —dijo ella justo en el mismo momento en el que él sopló con fuerza, enviando una corriente de aire al lugar exacto donde el placer era cada vez más insoportable. ____* contuvo la respiración… la estaba matando.
—¿En quién piensas?
____* no podía soportarlo más.
—En ti.
La palabra terminó en un gemido cuando la boca de Joe la recompensó por su honradez. La sensación que provocaron aquellos labios hizo que ____* perdiera el sentido. Se aferró a los cabellos masculinos mientras él la acariciaba con la lengua, lamiéndole la suave y húmeda carne de sus pliegues interiores, saboreándola con lentos movimientos circulares que amenazaban con despojarla de cualquier rastro de cordura. Ella suspiró de placer y se arqueó hacia él, suplicándole más a pesar de la vergüenza que inundaba su cuerpo.
Él encontró el hinchado y dolorido nudo de nervios con la lengua y lo rodeó firmemente, haciéndole sentir un ramalazo de placer y gemir su nombre. Ella se aferró a sus hombros sin saber muy bien si para atraerlo o empujarlo. En respuesta, él la cogió por las caderas con fuerza y la inmovilizó mientras cerraba los labios sobre aquel lugar secreto y succionaba. La llevó hasta el borde del placer con aquella experimentada y lujuriosa boca.
—No… —jadeó ____*, negando con la cabeza a pesar de las poderosas sensaciones que la recorrían—. Joe… para…
Él la ignoró, lamiendo con más fuerza, chupando con más intensidad, moviendo la mano para introducir un dedo más profundamente en su interior y obtener más de aquel dulce néctar femenino. Y entonces, como si supiera justo lo que su cuerpo necesitaba, Joe comenzó a mover los dedos y la lengua con rapidez en una sincronía perfecta y, tras hacer que desapareciera de su mente cualquier pensamiento racional, la ayudó a surcar una ola de placer insoportable. Justo cuando ____* pensó que no podría soportarlo más, explotó en mil pedazos y solo fue capaz de dejarse llevar por las sensaciones, palpitando contra él, gimiendo su nombre mientras el mundo se derrumbaba a su alrededor.
Joe suavizó los labios y detuvo los dedos para dejarla recobrar la consciencia lentamente, para que recordara dónde estaba. Entonces levantó la cabeza y la observó fijamente mientras ella abría los ojos, sosteniéndole la mirada con las pupilas llenas de pasión, satisfacción y otra cosa que ____* no pudo identificar. Entonces, se alzó sobre ella y aprisionó su boca con una oscura intensidad que la joven no reconoció; un beso que parecía más una marca que una caricia.
—Me deseas —afirmó con voz dura mientras se apartaba de ella.
Las palabras atravesaron la neblina de sensaciones que la había consumido y se puso rígida al instante. Con vivida claridad, ____* entendió el significado de sus palabras. No era la pasión lo que le había llevado a hacerle el amor en el estudio a plena luz del día, sino más bien la necesidad de demostrarse a sí mismo que era capaz de realizar tal proeza. Aquello no era nada más que una competición, y ella no quería ser un trofeo que ganar.
Joe no la deseaba… «Por supuesto que no. Ella no era más que una criatura corriente e insulsa.»
Aquel pensamiento le hizo estremecerse y dar un brinco en el sillón, empujándolo con todas sus fuerzas y haciéndole caer, presa de la repentina y desesperada necesidad de apartarse de su boca, de sus manos, de su calor… Se puso en pie y se alisó las faldas; luego, sorteándolo, se apresuró hacia la puerta para poner entre ellos toda la distancia posible.
—____*… —dijo él, levantándose y siguiéndola.
La joven se dio la vuelta al oír su nombre y se sorprendió al verlo tan cerca. Levantó la mano como si así pudiera evitar que se acercara. Como si así pudiera impedir que se adueñara de su corazón. «Como si no fuera ya demasiado tarde.»
Joe estaba despeinado, tenía el nudo de la corbata deshecho y el chaleco desabrochado. Parecía la viva imagen de la depravación. En ese momento no cabía duda alguna de que Joseph St. Jonas, marqués de Ralston, era un libertino de primer orden. Lo más seguro es que hubiera tenido interludios semejantes a aquel con infinidad de mujeres, probablemente para demostrarse lo mismo. ____* negó con la cabeza, decepcionada consigo misma. Era demasiado evidente que no significaba nada para él. ¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta antes?
«Porque no has querido. Eres como Selene, que estaba condenada a amar a un mortal eternamente dormido.» Cerró los ojos ante ese pensamiento mientras suplicaba que no le cayeran las lágrimas. Tenía que aguantar por lo menos hasta estar fuera de allí. Lejos de aquella casa.
Él arqueó una ceja con arrogancia, jadeando de una manera ostensible.
—¿Lo niegas?
El dolor era demasiado intenso y ella ya no pudo ocultarlo más.
—No lo niego —susurró con un hilo de voz—. Siempre has sido tú.
Lo observó reaccionar ante la confesión, darse cuenta de la realidad que encerraba.
—Pero desearía que fuera cualquier otro —afirmó, antes de darse la vuelta y huir con el orgullo hecho trizas.
La observó marchar, paralizado. Cuando oyó el portazo de la puerta principal, indicando que ella había salido, comenzó a maldecir sin contenerse, y los sonidos retumbaron con fiereza a su alrededor.


Mucho más tarde, Joe se sentó ante el piano, deseando que el instrumento realizara la misma tarea que había cumplido a lo largo de toda su vida… ayudarle a olvidar. Tocó con rigor… Con una fuerza que arrancó un desgarrador sonido del teclado. Las notas acudieron rápidas y furiosas, los dedos volaron sobre las teclas mientras cerraba los ojos y esperaba que la música arrancara a ____* de su mente. «Siempre has sido tú.»
La melodía lo envolvió, sombría y venenosa, escociéndole en los sentidos mientras se demoraba en las notas más bajas, derramando sus emociones en la manera en que tocaba. El sonido, doloroso y lírico, lo castigó, recordándole una y otra vez la expresión de ____*, herida y lastimada, poco antes de huir de su casa. Antes de huir de él.
«Pero desearía que fuera cualquier otro.»
Maldijo, y el sonido fue tragado por los arpegios del piano. Las frías palabras de ____* —por otro lado muy merecidas—, lo habían dejado consumido en el deseo por poseerla. Por marcarla como suya.
Sabía que la había presionado hasta los límites de su conciencia, de su cuerpo, de sus emociones. Supo en todo momento lo que estaba haciendo y que estaba yendo demasiado lejos. Pero no habría podido detenerse ni aunque hubiera querido. Había estado tan capturado por el momento como ella. Podría haber entrado el propio rey en el estudio, y ni siquiera lo habría mirado.
Aquella certeza lo conmocionó, y detuvo los dedos sobre el teclado. Negó con la cabeza, como si así la pudiera borrar de su memoria. ¿Qué tenía esa mujer? ¿Aquella mujer corriente y sin pretensiones a la que jamás había percibido antes? «No hay nada corriente y sin pretensiones en ella.»
Y se odiaba a sí mismo por describirla como tal.
No… Lady _____ Hartwell era ella misma de una manera única, absolutamente nueva y diferente de todas las mujeres que había conocido antes. Y era esa intoxicante mezcla de curiosidad inocente y voluntad femenina lo que le había llevado a comportarse de la manera en que lo había hecho.
La deseaba. Con todo su ser. De una manera en que no había deseado a ninguna mujer.
Pero, por supuesto, no la podía tener.
Nick tenía razón; ____* quería amor. Él mismo lo había sabido desde el principio. Ella no ocultaba que creía en el poder de ese sentimiento ni la fe inquebrantable que tenía en él. Detuvo la melodía, preguntándose qué se sentiría al creer con tanta convicción en la fuerza del amor para hacer el bien. Para alcanzar la felicidad.
Negó con la cabeza, inclinándose sobre las teclas. Él nunca había visto esa cara del amor. Solo el dolor que provocaba, la devastación en la que se sumía el alma cuando acababa. Un recuerdo inundó su mente, su padre jurándole amor eterno a su madre. Una mujer que abandonó sus deberes como esposa y madre sin volver la vista atrás. Dos veces.
Así era el amor eterno.
Maldijo sin contenerse. No podía creer en la misma clase de amor en que creía ____*, pero eso no le daba derecho a tratarla con semejante falta de escrúpulos. No negaba el placer que había sentido al tenerla entre sus brazos esa tarde, pero admitía que su comportamiento había sido inaceptable. Ella se merecía algo mejor.
Se disculparía. Incluso aunque no lamentaba en lo más mínimo lo que había hecho.
Continuó tocando, notas cada vez más lentas, más contemplativas, que reflejaban a la perfección su estado de ánimo.
Unos minutos después, sonó un golpe seco y dejó de tocar, girándose en el banco para mirar hacia la puerta. Por un fugaz momento, se preguntó si sería posible que ____* hubiera regresado, si sería ella la que aguardaría detrás de la puerta, esperando a que le diera permiso para entrar.
—Adelante.
La puerta se abrió y vio la silueta de una mujer a contraluz en el pasillo. Su hermana.
Al parecer, estaba rodeado de hembras que merecían sus disculpas.
—Juliana, entra. —Se puso en pie y cogió una cerilla para prender un candelabro cercano y llevarlo hacia la lámpara—. No me había dado cuenta de que estuviera tan oscuro.
—Es bastante tarde —señaló Juliana con voz queda, sentándose y esperando a que él encendiera varias velas más y se sentara enfrente. Cuando ella comenzó a hablar, él la interrumpió levantando la mano.
—Por favor, deja que me disculpe. —La joven agrandó los ojos cuando él añadió—: No debería haber perdido la calma.
Ella sonrió.
—Parece que además de otras cosas, tenemos en común un temperamento volátil, hermano.
Él curvó los labios.
—Eso parece, sí.
Juliana suspiró y se relajó en la silla.
—He venido a fare la pace.
Joe estiró las piernas y se reclinó mientras esbozaba una sonrisa ante la expresión italiana de su hermana.
—A mí también me encantaría hacer las paces.
Ella le ofreció un enorme paquete envuelto en papel de regalo.
—En Italia tenemos una expresión, una costumbre. Ofrecer un regalo tras una discusión… como gesto de paz.
Él cogió el paquete.
—Es una costumbre que también tenemos los ingleses.
Juliana sonrió ampliamente.
—Me alegra ver que algunas cosas son iguales en todas partes.
—Comienzo a pensar que has sufrido demasiados cambios últimamente.
Ella inclinó la cabeza.
—Si tú lo dices… —Miró el regalo—. ¿No quieres saber lo que es?
Joe bajó la vista al paquete, cuidadosamente envuelto para proteger el contenido, y se sintió lleno de curiosidad. ¿Cuánto tiempo hacía que no recibía un regalo? ¿Un regalo de alguien que no esperaba nada a cambio? Observó a su hermana. Tenía una expresión de expectante excitación en la cara; evidentemente, esperaba que él disfrutara de lo que hubiera dentro del paquete.
Y él se moría de intriga.
Se inclinó sobre el regalo y rompió la cuerda que lo sujetaba antes de desenvolverlo. Luego giró el libro entre las manos y la miró, parecía ensimismada.
—¿Cómo has sabido que tengo pasión por Mozart?
Ella sonrió.
—Yo también duermo aquí, no es difícil adivinar quién es tu compositor favorito.
Joe pasó los dedos con reverencia sobre la cubierta de piel.
—Comenzaré a leerlo esta noche. —Le sostuvo la mirada con una expresión seria—. Gracias, Juliana.
Ella esbozó una tímida sonrisa.
—De nada. Me alegro de que te haya gustado.
—Pues me ha encantado.
Se maravilló de que la chica hubiera descubierto sus preferencias con tanta precisión. De que a alguien que solo unas semanas atrás era una extraña para él, se le hubiera ocurrido comprarle un regalo.
—No tengo nada para ti.
Ella se rió.
—Claro que no. ¿Por qué ibas a tenerlo? —Como pareció que él era incapaz de responder con acierto, ella añadió—: Somos familia. Esto es lo que hacen los hermanos ¿verdad?
Él se quedó un momento pensándolo.
—La verdad es que no sé demasiado bien lo que hace la familia. Hace mucho tiempo que solo tengo a Nick.
Juliana consideró sus palabras.
—En efecto. Bueno, ¿acordamos ahora que esto es una familia? ¿Al menos, nuestra familia?
—Me parece una idea fantástica.
Juliana aplaudió enseguida al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa.
—¡Excelente! —Y añadió en tono casual—: ¿Sabías, milord, que siempre he querido tener un hermano que me malcriara?
Él se rió de aquella fingida inocencia.
—¿De veras? ¿Puedo sugerirte que trates ese tema con Nick?
Ella agrandó los ojos ante la broma antes de estallar en carcajadas.
—¡Creo que es un plan maravilloso! —Bajando la voz hasta convertirla en un susurro conspirador, dijo—: ¿Crees que será muy extravagante?
—No debes esperar otra cosa.
—¡Por supuesto!
Se acomodaron en un agradable silencio durante unos minutos mientras Juliana observaba cómo Joe hojeaba su libro nuevo. Por fin, él levantó la mirada.
—¿Cuándo encontraste tiempo para comprarlo?
Juliana movió la mano en el aire.
—Oh, hace varias semanas ____*, Mariana y yo estábamos en Bond Street y vimos una librería. Ese libro fue muy bien recomendado y ____* pareció pensar que sería un regalo excelente para ti.
Joe se puso rígido al oír mencionar a ____*.
—¿De veras?
Juliana asintió con la cabeza.
—Suele dar muy buenos consejos. —Cuando lo vio cambiar de posición en el sillón sin añadir nada, Juliana entrecerró los ojos—. Parece que te sientes culpable, hermano.
Joe apartó la mirada, centrando su atención en el candelabro que había encendido antes.
—Me parece que me las he arreglado la mar de bien para que se fuera enfadada esta tarde. Creo que en estos momentos está muy furiosa conmigo.
—Ah —se burló ella, en un tono divertido y serio a la vez—. Quieres decir que monsieur Latuffe no ha sido el único idiota esta tarde.
Joe curvó los labios antes de ponerse serio.
—No. Parece que no. —Se relajó en el sillón—. ¿Sabes? Creo que nunca me habían hablado así.
Ella sonrió.
—Eso es porque nunca has tenido una hermana, Joe.
Él consideró sus palabras.
—Creo que tienes razón.
—Fue ____* quien me hizo caer en la cuenta. Es diferente a otras mujeres —confesó Juliana, extralimitándose un poco—. Está dispuesta a hacer lo que sea necesario para que una situación se resuelva como es debido.
Una imagen parpadeó en su mente: ____* en el umbral del estudio, dolida por las palabras que había oído sin querer y aun así dispuesta a defender a Juliana ante él, a decirle que se había sobrepasado con ella. Como si su orgullo fuera, de alguna manera, menos importante que la felicidad de Juliana.
Cuando volvió a prestarle atención a su hermana, observó que lo miraba con entendimiento.
—Veo que has notado lo mismo.
—Sí. ____* es notable.
—Quizá deberías disculparte con ella por tu… —Agitó la mano, buscando la palabra.
—¿Idiotez?
Ella sonrió.
—Tú lo has dicho.
Joe se removió en la silla, cruzando las piernas antes de que se quedaran callados de nuevo, cada uno ensimismado en sus pensamientos.
—¿Te gusta el arte? —Joe fue el primero en hablar.
Ella levantó la mirada con curiosidad.
—Sí.
—Me encantaría llevarte a la exposición de la Royal Art. —Alzó el libro—. Para agradecerte el regalo.
—No tienes que agradecérmelo, ¿recuerdas? Esto es lo que se hace en nuestra familia.
Él asintió con la cabeza.
—Entonces, me gustaría que nuestra familia visitara la exposición.
—Ah, muy bien. Si vas a convertirlo en una regla, supongo que no me queda más remedio que aceptar la invitación.
Él se rió.
—Qué magnánima eres.
—Eso creo.
Joe se inclinó hacia delante con una sonrisa.
—¿Sabes, Juliana? Creo que deberías haber tenido un hermano hace mucho tiempo.
Juliana ladeó la cabeza otra vez, en un gesto que él comenzaba a considerar cautivador.
—Creo que es posible que tengas razón.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por aranzhitha Miér 11 Jul 2012, 7:24 pm

awwww fue tan lindo todo lo que le hizo Joe :twisted:
Pero Joseph es un estupido primero la insulta y despues casi casi le dice zorra con sus actos :caliente:
Pobre rayita siempre sufre porque Joe no la quiere y ella lo ama :sad:
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por chelis Miér 11 Jul 2012, 7:47 pm

WWUUUAAUU JOOEE ES UN BRUUTOOOOOO!!
PERO YA SE ENAAMOOOROOOOO
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por Julieta♥ Jue 12 Jul 2012, 5:59 pm

NO E SMARATON PERO ES UN CAP LARGUITO
ESPERO Y LO DISFRUTEN ;)




Capítulo 24




____* se bajó del carruaje del duque de Rivington delante de Somerset House y se giró con una sonrisa hacia su hermana, que descendió detrás de ella. Al instante, ambas jóvenes se vieron rodeadas por una multitud que se peleaba por participar en la visita privada a la exposición de arte que había organizado la Royal Academy, cuyas invitaciones eran las más buscadas de la temporada.
Observó cómo Mariana se colgaba del brazo de Rivington con una mirada cariñosa y permitía que el duque la guiara para subir los anchos escalones de mármol de Somerset House, donde habían instalado la exposición en esa ocasión. ____* contuvo un suspiro ante la evidente adoración que se profesaban su hermana y su prometido.
—¿Milady? —Al oír esas palabras, ____* se volvió hacia su pareja, el barón de Oxford—. ¿Vamos?
____* forzó una brillante sonrisa y se apoyó en el brazo que él le ofrecía.
—Por supuesto, milord.
Siguieron a Mariana y a Rivington hacia la amplia entrada de la galería. La joven no estaba dispuesta a permitir que el extraño comportamiento de Oxford arruinara aquella salida. Aquella exposición anual, conocida como la Royal Exhibition, había sido siempre una de las actividades favoritas de ____*, pues ofrecía la inigualable oportunidad de que los londinenses disfrutaran del trabajo de los artistas contemporáneos más cotizados del país. ____* adoraba el arte y tenía por costumbre no perderse ninguna exposición.
—He oído que hoy podremos admirar los últimos aguafuertes de Blake, milord —le dijo mientras subían las escaleras.
—No habrá venido a ver los cuadros, ¿verdad? —exclamó Oxford con una mirada de incrédula extrañeza.
—Pues sí —respondió ____*, confundida—. Me gusta mucho el arte, ¿a usted no?
—Disfruto de un cuadro bonito tanto como el que más —aseguró Oxford—, pero nadie asiste a una visita privada para ver las pinturas, lady _____. Solo para presumir de haber conseguido una entrada.
____* inclinó la cabeza para que el barón no la viera poner los ojos en blanco.
—Oh, sí. Eso también es una hazaña impresionante.
—¿Ha asistido antes a una visita privada? —preguntó Oxford en tono presuntuoso.
____* sopesó la respuesta, insegura de sí debía responder o no con la verdad, pero no tuvo que contestar.
Lo hizo Mariana, que estaba esperando con Rivington a que ____* y Oxford se acercaran a ellos.
—Nuestro padre fue fideicomisario de la Royal Academy, barón. Este acontecimiento anual es uno de los favoritos de ____*.
—¿De veras? No había supuesto que usted fuera tan… intelectual. —La palabra sonó extraña en su boca.
—Oh, ____* es toda una entendida en arte. Debería oírle hablar de la pintura del Renacimiento. —Mariana le brindó al barón una brillante sonrisa antes de continuar—. No le importa si me llevo a mi hermana, ¿verdad? Acabo de descubrir un Pearce al que deseábamos echarle un vistazo.
Dicho eso, Mariana enlazó su brazo con el de ____* y la condujo al interior, guiándola entre la multitud como si fuera su escolta.
—Uf. ¡Qué hombre tan insufrible! ¿Cómo se te ha ocurrido aceptar su invitación?
—Reiteró la invitación, Mari. Por si no te habías fijado, no estoy en disposición de rechazar ninguna. —Hizo una pausa—. Además, no es tan malo como parece.
—Es imbécil. Y además bebe —afirmó Mariana antes de sonreír ampliamente para devolverle el saludo al vizconde Longwell, que las saludó con un gesto de cabeza cuando las dejó pasar—. Por el amor de Dios, ¿eres capaz de vestirte de hombre para colarte en el club de esgrima de Benedick pero no de rechazar a Oxford?
—¡Shhh! —____* miró a su alrededor para asegurarse de que nadie había oído a su hermana—. ¿Es que te has vuelto loca? ¿Cómo se te ocurre decir eso aquí? Lo cierto es que acepté la invitación de Oxford. Y ahora nos estamos portando como unas maleducadas.
—Bah, Rivington lo entretendrá —aseguró Mariana con aire distraído, poniéndose de puntillas y estirando el cuello para ver por encima de la gente—. No habrás visto a Juliana, ¿verdad?
____* se quedó paralizada.
—¿Juliana Fiori?
Mariana la miró extrañada.
—Sí, _____. Juliana Fiori. ¿Conoces a alguna otra Juliana?
—No sabía que vendría.
—Mmmm —dijo Mariana, mirando a su alrededor—. Al parecer Ralston la invitó a venir. Le prometí que la esperaríamos para admirar el Jerusalén de Blake.
____* abrió la boca para hablar, pero no supo qué decir; solo esperaba haber terminado de recorrer la exposición antes de encontrarse con Joseph. No podía verlo. No podía estar en la misma habitación que él. No le importaba que medio Londres estuviera allí. Se sintió inundada por el pánico.
—Ah… aquí están las damas que buscábamos. —____* y Mariana se giraron con rapidez hacia Oxford y Rivington. El barón captó la mirada de ____* y le brindó una brillante sonrisa—. Aunque nos hayan abandonado, sabemos muy bien cómo rastrear a nuestras presas.
—En efecto, eso parece, milord. —La tarde cada vez tomaba peor cariz. Debería haberse quedado en casa. Estaba claro.
—Lady _____, ¿quiere que la acompañe a ver algunos cuadros en la galería norte?
—Yo… —Por un fugaz momento, ____* consideró negarse, pero luego se dio cuenta de que compartir la tarde con Oxford sería muchísimo mejor que pasársela intentando evitar a Joseph—. Me encantaría, milord.
—Estupendo. —Le ofreció el brazo a ____*. Ella se apoyó en él y atravesaron la galería principal en dirección al ala norte. Mientras caminaban, él añadió—: Tendremos que buscar los artistas del Renacimiento, ¿no cree?
La joven se mordió la lengua, negándose a explicarle que aquella era una exposición de pintura contemporánea y no había artistas renacentistas. Se limitó a reírse para sus adentros y a dejar que el barón la guiara. Cuando llegaron a la galería norte, que estaba algo menos abarrotada, Oxford volvió su brillante sonrisa hacia ella.
—¿Qué opina? —le preguntó haciendo un gesto con la mano.
____* le devolvió la sonrisa.
—Este año podemos disfrutar de una exposición excelente —aseguró cortésmente—. Muchas gracias por invitarme, milord.
Él se inclinó hacia ella.
—Vamos, lady _____. Sin duda alguna tiene una opinión distinta de esto —preguntó, señalando un enorme retrato—. ¿Qué opina?
____* estudió la pintura, de un misericordioso parecido con el rey, antes de hablar.
—Creo que al rey Jorge le ha debido de gustar mucho.
Oxford se rió.
—Qué diplomática es usted.
____* también se rió y observó al barón. Sin duda se trataba de un dandi más bien insípido, pero parecía poseer un buen sentido del humor y era bastante atractivo. Le sorprendió darse cuenta de que estaba pasando un buen rato.
Oxford se inclinó para hablarle al oído.
—Esperaba la oportunidad de que nos deshiciéramos de su hermana y de Rivington.
Ella arqueó las cejas.
—¿Milord?
—Lo sé —convino él, entendiendo mal su reticencia—. Es increíble lo que está ocurriendo. —Le pasó un dedo disimuladamente por el antebrazo, y ensanchó la sonrisa para inclinarse una vez más—: Pero sí. ¿Le ocurre a usted, lady ____*?
—Barón… —intervino ella con rapidez, buscando cualquier distracción que les evitara a ambos la vergüenza—. ¿No íbamos a buscar las pinturas del Renacimiento? No las veo por aquí.
—Quizá estén en un lugar más tranquilo… Más íntimo —respondió él en voz baja. «¿Le olía el aliento a whisky?»
____* calibró los riesgos.
—Me pregunto si estarán en la galería principal.
Él hizo una pausa, considerando su pregunta.
—Entiendo. Le preocupa que puedan vernos.
Ella se aferró a esas palabras.
—En efecto, eso es lo que me preocupa.
Él le mostró sus blancos dientes.
—Por supuesto. Regresemos a la galería principal y echemos allí un vistazo.
«¿Quién habría pensado que Oxford sería tan comprensivo?»
Se sintió tan sorprendida por su rápida aceptación que no pudo contener una radiante sonrisa. Se abrieron paso entre la gente hacia la galería principal y se mezclaron con la multitud. Una vez entre el gentío, ____* no pudo impedir verse apretada contra Oxford y, cuando eso ocurrió, notó que él le deslizaba una mano por la espalda con demasiada familiaridad. La joven se apartó y lo miró, con una mano en la garganta.
—Estoy muerta de sed, ¿podría ir a buscar un poco de limonada mientras localizo a mi hermana?
—Por supuesto —dijo Oxford, y entrecerró los ojos como si estuviera preocupado.
—Oh, gracias, milord —respondió la joven con coquetería.
Lo observó perderse entre la multitud como si la gente se lo tragara, y respiró hondo varias veces. Aquella tarde no podía ir a peor.
—Observo que tienes a Oxford comiendo en la palma de la mano. —Aquellas secas palabras, susurradas en su oído, le hicieron dar un respingo. Se puso rígida al reconocer la voz.
Intentando mantener la calma, se giró hacia su interlocutor.
—Lord Ralston, ¡qué sorpresa! —exclamó, en un tono que contradecía sus palabras. De repente, se sintió extenuada. Harta de discutir con Joseph, cansada de tener que ser más astuta que Oxford, hasta las narices de estar en medio de las personas más hermosas de Londres. Quería irse a casa.
—Lady _____ —dijo Joseph en voz alta, haciendo una reverencia—, albergaba la esperanza de encontrarla aquí.
Las palabras, que implicaban que él había acudido allí buscándola a ella, la habrían llenado de gozo unos meses antes. Sin embargo, ahora no quería otra cosa que dar la vuelta y escapar de él. Enfrentarse a aquellos ojos avellana solo servía para recordarle la vergüenza y el dolor que había sufrido durante su último encuentro. Se le puso el corazón en un puño al pensar en tener que conversar con él, segura de que ella no era más que un peón en un juego que no entendía.
No pudo mostrarse educada.
—No sé a qué viene esto. Sabías de sobra que me encontraría aquí. Estabas presente cuando Oxford me invitó —siseó.
—Cierto. —Él ladeó la cabeza como si le estuviera otorgando un punto en un juego verbal—. No obstante, no estaba seguro de si vendrías esta tarde. Aunque confieso que me he sentido muy desanimado al ver que le sonreías a Oxford como si fuera el único hombre de tu vida.
____* se negó a darle el placer de conocer la verdad.
—El barón ha sido muy servicial.
—Servicial… —Joseph deletreó la palabra—. Suena como si nos refiriéramos a un lacayo, ¿no crees?
Ella no ocultó su exasperación.
—¿Quieres algo, Ralston?
—Intrigante pregunta —respondió él con aire enigmático—. Me gustaría hablar contigo.
De repente, Oxford le pareció el menor de los dos males.
—Ahora no es el momento oportuno. ¿Quizá otro día? He venido acompañada. —____* se dio la vuelta con decisión, dispuesta a hacer una salida rápida.
—Me parece que tu acompañante te ha abandonado —señaló Joseph con una mueca—. No puedo permitir que atravieses sola esta multitud, no sería caballeroso.
____* se sintió frustrada. «¿Por qué no la dejaba en paz?»
—Sí, bueno —convino, entrecerrando los ojos—, no querrás parecer poco caballeroso. —El leve énfasis que imprimió a la palabra fue muy evidente—. No te preocupes. Tengo la seguridad de que el barón está a punto de regresar.
—¿En medio de tanta gente? No apostaría por ello —dijo él, en tono seco.
Aquel hombre era exasperante. ____* intentó escabullirse de él, pero no pudo, debido al gentío que los rodeaba. Golpeó el suelo con el pie, irritada, y se volvió hacia él.
—Lo has hecho a propósito —afirmó de mal humor.
—¿Crees que he traído a toda esta gente para que no pudieras marcharte?
—No lo dudo.
—Sobrevaloras el poder que tengo en la sociedad, emperatriz.
Ella se recreó en aquel íntimo apodo antes de susurrar:
—No me llames así.
La cogió del codo y la guió hacia la galería oeste. Ella protestó, aunque al final le acompañó, al darse cuenta de que si intentaba zafarse de él, corrían el riesgo de ser blanco de las murmuraciones.
Una vez en la galería lateral, él la soltó, pero la condujo hasta el extremo más alejado, eludiendo los corrillos de personas que observaban las pinturas que colgaban sobre la inmensa cortina que cubría las paredes.
—¿Adónde me llevas? —susurró ____*, mirando de reojo a su alrededor y observando que nadie parecía fijarse en ellos.
Él la empujó tras la cortina. Luego la siguió a aquel lugar tranquilo, donde se encontraron solos de nuevo. ____* se vio consumida a partes iguales por la emoción, la excitación y el miedo. Habían colocado una enorme pantalla de caoba a varios metros de los ventanales, orientados al oeste, para impedir que los rayos de sol incidieran sobre los cuadros. La pantalla se elevaba muy por encima de sus cabezas, creando una piscina de brillante luz solar donde los sonidos de la exposición llegaban muy amortiguados.
«Es el lugar perfecto para una cita de amantes.» ____* apartó aquel pensamiento de su cabeza e intentó revivir la cólera y el dolor que había sentido desde su último encuentro con Joseph. No podía permitir que hiciera lo que le diera la gana. No allí.
—¿Te has vuelto loco? —susurró, irritada.
—Nadie nos ha visto —le aseguró Joseph.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque lo sé. —Estiró la mano para acariciarle la cara.
—No me toques —protestó ella, sorprendida por el roce.
Una extraña emoción brilló en los ojos masculinos, pero desapareció antes de que ella pudiera identificarla.
—Jamás haría nada que perjudicara tu reputación, ____* —dijo con sinceridad.
—Perdóname, Ralston, pero me parece que tenerte cerca ya es demasiado peligroso para mi reputación —espetó, desesperada por hacerle daño; ansiosa por hacerle sentir el mismo dolor que ella había sentido la última vez que lo vio.
—Me lo merezco. —Joe curvó los labios.
—Eso, y mucho más. —Ella le sostuvo la mirada con firmeza—. Te lo dije hace unos días en tu casa, Ralston, no quiero seguir teniendo estos encuentros contigo. Has interpretado mal mi interés. Ahora, si me disculpas, el barón de Oxford me estará buscando.
—No puedes ir en serio con Oxford.
Ella lo ignoró y pasó junto a él para bordear el extremo de la pantalla. Él la cogió de la mano, deteniéndola con su tacto. No la sujetó con la suficiente firmeza como para que no pudiera soltarse, pero el calor de la mano enguantada de Joe contra la suya hizo que lo mirara, que buscara sus ojos.
En ese momento, lo único que Joe quería era que ____* se quedara con él. Que lo perdonara. Había llegado acompañando a Juliana dispuesto a buscar a ____* para disculparse por su grosero comportamiento, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para reparar el evidente daño que le había causado. La había localizado casi al instante; estaba sonriéndole a Oxford, con quien se había perdido durante un tiempo antes de regresar a la galería principal. Verla con él lo había enfurecido… ____*, preciosa y feliz; Oxford, emperifollado y simple.
Nunca le había sonreído a él de una manera tan brillante. Y si lo hiciera, él, por supuesto, no respondería como el imbécil de Oxford, alejándose de ella. No. Si alguna vez lo mirase así, la tomaría entre sus brazos y la besaría hasta dejarla sin sentido. Le importaría muy poco estar en una exposición de arte.
Maldición. Incluso en ese momento quería besarla hasta dejarla sin sentido y, desde luego, no estaba sonriéndole.
Encontraría la manera de hacerle olvidar el dolor que le había hecho sentir. Pero primero tenía que eliminar a Oxford de la ecuación. Aquella absurda apuesta con ese ridículo barón era una… estupidez. Ahora comprendía que no había hecho otra cosa que espolear a Oxford para que demostrara su habilidad para conquistar a ____*, y no quería que tuviera la mínima oportunidad con ella. En particular, si había dinero de por medio.
—No le cojas cariño a Oxford —advirtió Joe.
—¿Por qué no? —se burló ella.
—Es un cazadotes con menos inteligencia que una cabra.
—Eso ya lo sé —convino ella, como si él se hubiera limitado a anunciar que el cielo es azul.
Él arqueó una ceja.
—Entonces ¿por qué estás aquí con él?
—Porque me invitó.
Aquella respuesta tan evidente le frustró. Se pasó la mano por el pelo antes de hablar.
—Eso no debería ser suficiente, ____* —señaló—. Por el amor de Dios.
Ella sonrió. Fue una sonrisa tensa y llena de amargura que casi le hizo perder el control.
—Tienes razón. No debería ser suficiente.
Joe sintió una extraña opresión en el pecho ante esas palabras y, justo en ese instante, tomo una decisión. Oxford no la tendría. Él no lo permitiría.
Se sostuvieron la mirada durante un buen rato antes de que ____* tirara de su mano, y Joe supo que no podía dejarla marchar. Cerró los dedos en torno a los de ella con una fuerza inquebrantable. Ella lo miró con sorpresa.
—Deja que te lleve a algún sitio —pidió él.
—¿Perdón?
—¿Adónde te gustaría ir? Sin duda alguna me ofrecerás la misma oportunidad que a Oxford.
—No es una competición —susurró en voz baja, y Joe tuvo la sospecha de que había un significado oculto en aquella frase que él no comprendía.
—Deja que te lleve a algún lado —repitió, ignorando la sensación—. Elige. Otra vez al teatro. Un picnic con Mariana y Rivington. Un maldito paseo en carruaje.
Ella se lo pensó durante un rato.
—No quiero que me lleves a ninguno de esos lugares.
—¿Por qué no?
—Estoy empezando una nueva vida. No quiero ir a un sitio corriente e insulso.
Aquellas palabras fueron como un golpe e, inmediatamente, reconoció que eran las mismas que él había dicho. Maldita sea. «¿Cómo podía arreglar las cosas?» Joe se pasó la mano por el pelo, despeinándose todavía más. De repente, aquella conversación se había convertido en la más importante de su vida.
—Dios, ____*, lo siento. Dame la oportunidad de demostrarte que no soy un canalla y un imbécil redomado.
—No creo que seas imbécil.
—Observo que no has refutado lo otro —indicó él, con una sonrisa irónica—. Venga, pídeme lo que quieras.
Ella emitió un suspiro frustrado, clavando los ojos en cualquier parte menos en él. Al final, observó fijamente sus dedos entrelazados antes de mirarlo a los ojos.
—¿Cualquier cosa?
Él entrecerró los ojos al comprender por dónde iban los tiros.
—Estás pensando en esa condenada lista, ¿verdad?
—Bueno, me dijiste que no se me ocurriera poner en práctica ninguno de esos puntos sin tu protección.
—En efecto, lo hice.
—Siempre puedo pedírselo a Oxford —le provocó, arrancándole una sonrisa.
—Estás aprendiendo a ser tan ladina como yo, picaruela. De acuerdo. Completaremos otra de las tareas de tu lista. ¿Qué eliges?
Ella se lo pensó un rato mientras se mordisqueaba el labio inferior. Algo que solo sirvió para hacer que Joe centrara la atención en su boca y no en la conversación, y que durante un instante llegara a considerar besarla para que dejara de hacerlo. Entonces, él se perdió en el recuerdo de la dulzura de la boca de ____*, en la suavidad de sus labios, en el salvaje abandono con que se dejaba llevar por la pasión. Notó que se excitaba con esos pensamientos y le llevó unos segundos comprender las palabras que ella dijo.
—Jugar a las cartas.
Él arqueó las cejas y meneó la cabeza como si hubiera oído mal.
—Estoy seguro de que no has dicho… ¿jugar a las cartas?
Ella asintió con la cabeza.
—Sí. Jugar a las cartas. En un club de caballeros.
Joe se rió.
—¿No hablarás en serio?
—Sí, lo hago, milord.
—Me estás pidiendo que te cuele en Brook's, ____*. Creo que hemos llegado a un punto en el que necesitas reflexionar.
Ella esbozó una sonrisa.
—De acuerdo, Joe. Me gustaría que me llevaras a jugar a las cartas. A tu club.
—Ninguna mujer ha traspasado las puertas de Brook's, ____*…
Ella le interrumpió.
—Me cuesta mucho creerlo.
—De acuerdo, ninguna mujer decente ha traspasado las puertas. Sería expulsado si nos descubrieran. —Negó con la cabeza antes de continuar—. ¿Qué te parece si jugamos al vingt-et-un en Ralston House? Apostando dinero. Te aseguro que la experiencia será exactamente igual de satisfactoria.
—No creo que sea lo mismo, la verdad —especuló ____*—. Parte del encanto de esa prueba es la propia experiencia de entrar en un club.
—¿Parte del encanto? —Joe estaba absolutamente perplejo.
Ella hizo una pausa y cambió de táctica.
—¿Te has preguntado alguna vez qué hacen las mujeres en los tés y después de las cenas? ¿Sobre qué hablamos? ¿Cómo es nuestra vida sin vosotros?
—No.
—Claro que no. Porque nuestras vidas son transparentes. Podemos estar solas en una habitación, aisladas de los hombres, pero sois vosotros los propietarios de las casas en las que nos reunimos; ya habéis estado en los sitios en los que estamos. Siempre podéis entrar y enteraros de qué labores hacemos o sobre qué chismes hablamos, y sin embargo a nosotras nunca se nos permite saltarnos las reglas de la conveniencia, por miedo al qué dirán.
»Es diferente para ti —continuó ella, cada vez con más pasión—. Los hombres tenéis esas tabernas secretas, y los clubes… Y allí podéis hacer, sentir, experimentar cualquier cosa que deseéis. Lejos de los ojos indiscretos de las mujeres.
—Exactamente —confirmó él—. Por eso no puedo llevarte a Brook's.
—¿Por qué tenéis que ser los únicos que disfruten tal libertad? ¿Por qué crees que he hecho esa lista? Quiero experimentar esa libertad. Quiero ver esos lugares secretos… Esos santuarios donde los hombres pueden ser realmente hombres.
Él no respondió; no estaba seguro de cómo manejar aquella nueva y fuerte voluntad que ella mostraba.
—____*… —dijo Joe en voz baja y firme, intentando hacerle razonar—. Si te pillaran, sería tu fin. Jugar a las cartas es una cosa, pero… ¿en Brook's?
—¿Le da miedo al gran marqués de Ralston lo que le podría ocurrir si corre ese riesgo? ¿Al mismo hombre que comprometió a una princesa prusiana en Hyde Park?
Él parpadeó.
—Yo no hice tal cosa.
____* no pudo evitar la sonrisa.
—Ah, por fin descubro que una de las leyendas que te envuelven no se corresponde con la realidad. —Joe estrechó los ojos cuando ella se irguió en toda su altura antes de continuar hablando con el orgullo de una reina—. Lo cierto es que no te necesito, ¿sabes? Puedo colarme en White's yo sola. Únicamente necesito una invitación de Benedick.
Joe la miró sin dar crédito.
—Jamás la escribirá.
—No tiene por qué hacerlo —le aseguró tan ufana—. Me colé en su club de esgrima y no necesité su intervención.
—¡Me necesitaste para salir de allí! —exclamó él en un tono más elevado del que era prudente, dada la clandestina posición que ocupaban.
—¿Estás diciéndome que no me ayudarás?
—Sí.
—Qué lástima. Me habría gustado contar con tu compañía.
Él negó con la cabeza, atónito.
—No puedes hacerlo.
—¿Por qué? ¿Porque soy una mujer?
—¡No! ¡Porque estás loca! ¡Te descubrirán!
—No me han descubierto aún.
—¡Yo lo he hecho! ¡Dos veces!
—Como te he dicho con anterioridad —se burló ella—, tú eres diferente.
—¿Cómo que soy diferente? —preguntó con evidente exasperación.
—Bueno, parece que te has convertido en mi compañero de aventuras. —Entonces, ____* sonrió. Fue una sonrisa luminosa, no muy diferente de aquella que le había visto ofrecerle antes a Oxford.
Él perdió fuerza ante esas palabras, pues supo que proporcionarle ese placer a ____* era imprescindible, y una absurda oleada de orgullo lo atravesó. Orgullo de ser él quien le hacía sentir esa excitación, de ser a él a quién ella había elegido para ser su compañero de aventuras… Y, en ese preciso momento, con los miembros más importantes de la sociedad de Londres a solo unos metros, Joe se sintió impactado por la belleza de ____*; por los brillantes ojos caoba; por el reluciente pelo castaño, rojizo bajo la luz; por su boca, ancha y receptiva, capaz de poner de rodillas a un hombre.
Ella era, en realidad, extraordinaria.
Aquella intensa revelación lo dejó sin respiración.
—Santo Dios. Eres preciosa.
Ella abrió los ojos como platos por la sorpresa mientras procesaba el sentido de sus palabras, luego los entrecerró con suspicacia.
—No intentes camelarme con cumplidos.
—No es esa mi intención.
—Porque voy a hacerlo. Pienso jugar a las cartas y nada lo impedirá.
—Claro que no.
—Te aseguro que diciéndome que soy… bueno, que soy…
—Preciosa.
—Sí, eso, no me vas a disuadir.
—Ya te he dicho que no es esa mi intención.
—No me chupo el dedo, ¿sabes?
Él se acercó a ella.
—Lo sé. Te acompañaré.
—Incluso aunque no me acompañaras… —Se interrumpió—. ¿Perdón?
—He dicho que te acompañaré.
—Oh, bueno. De acuerdo…
—Sí, he pensado que es lo mejor que puedo hacer. —Joe le puso detrás de la oreja un mechón de pelo que se le había desprendido del recogido.
—Y no soy preciosa —farfulló ella.
Él curvó los labios.
—Bueno, pues en eso precisamente… —susurró Joe, mirándola como si quisiera aprenderse de memoria a esa nueva ____* que acababa de descubrir—, tengo que disentir.
Y entonces le cubrió los labios con los suyos y ella se vio arrastrada por su caricia y sus palabras, ambas igual de embriagadoras. Aquel beso fue distinto a los que habían compartido antes… Más suave e indagador, como si los dos descubrieran algo totalmente nuevo. Aquello era una sinfonía de lenguas acariciadoras y labios tiernos. Joe alzó la cabeza y esperó a que ella abriera los ojos; cuando lo hizo, volvió a verse obnubilado por su belleza. La observó regresar del sensual lugar a donde la había llevado.
—Dijiste que soy corriente e insulsa.
Él negó con la cabeza lentamente, maravillándose ante las insondables profundidades caoba de sus ojos.
—No hay nada corriente en ti. —Y la volvió a besar.
La boca de ____* era un festín. Le sorbió los labios, saboreándola con ternura. Ella le rodeó el cuello con los brazos y le metió los dedos entre los cabellos, acariciando los sedosos mechones oscuros. La caricia le hizo sentir un escalofrío de placer. Le devoró la boca, mordisqueándole los labios antes de lamérselos con la lengua. Cuando se apartó y buscó de nuevo su mirada, los dos respiraban entrecortadamente, y él deseó que estuvieran en cualquier lugar que no fuera aquel, donde podían ser descubiertos por la más importante representación de la sociedad londinense.
Tenía que detenerse. Estaba a punto de hacer exactamente lo que había decidido no hacer. ¿No se había prometido a sí mismo que no la comprometería otra vez? Se lo debía. Sería lo mejor.
Una imagen apareció en su mente: ____* desnuda, ofreciéndose a él en medio de una piscina de luz solar; la apartó a un lado. Aquel no era el mejor momento de permitirse fantasías que despertaran su excitación. Ja, como si no estuviera ya excitado, como si su deseo no fuera vergonzosamente obvio bajo los pantalones. Estiró los brazos y se deshizo del abrazo de ____*, que lo tenía cogido por el cuello, besándole ambos nudillos antes de volver a mirarla a los ojos.
—Te debo una disculpa.
Ella arqueó una ceja.
—¿Perdón?
La besó en la frente, alisando las líneas que se habían formado allí, aprisionándola entre sus brazos antes de continuar.
—Una disculpa. Por todo. Por lo que pasó en Ralston House, por lo que ocurrió en el club de esgrima… Santo Dios, ____*, por esta misma tarde. Te he tratado de una manera abominable, no hago más que comprometerte. Y tengo que… disculparme.
____* parpadeó, y alzó la cabeza hacia él, con los rayos de sol a su espalda envolviéndola como un halo, haciendo que su piel ruborizada adquiriera un perfecto matiz rosado.
—Me gustaría compensártelo todo —siguió diciendo él cuando ella no habló—. Creo que llevarte a Brook's podría ser el principio.
Una sombra atravesó la cara de ____* a toda velocidad —algo que parecía desilusión—, pero desapareció al instante.
—Te llevaré esta misma noche —continuó Joe.
—¿Esta noche?
—¿Tienes planes de pasar también la velada con Oxford? —le preguntó con serenidad.
—No… Sin embargo, tenía pensado ir al baile de los Cavendish. Tendré que disculparme —dijo, evitando su mirada.
—Sería lo mejor. Si vamos a Brook's mientras el baile está en su apogeo, las cosas resultarán mucho más fáciles.
—¿Qué me pongo? —le preguntó en voz baja.
Un recuerdo brilló en la mente de Joe y vio a ____* vestida con ropa masculina, unos ceñidos pantalones, los pechos desnudos y entregada a él con la piel sonrojada de placer. Sintiendo una intensa presión en sus pantalones, se movió antes de hablar.
—Supongo que tendrás que usar ropa de hombre. ¿Tienes algo apropiado para ir a un club? ¿O te pondrás el uniforme de esgrima?
Ella se ruborizó ante su broma antes de negar con la cabeza.
—No. Dispongo de otras prendas.
Por supuesto que las tenía. Joe se contuvo para no preguntarle cuándo había tenido que usar esa ropa. Se le ocurrían un montón de ideas terribles.
No obstante, le había dado su palabra. Era mejor que la acompañara él y no otra persona. Mejor él que Oxford. Pensar que el barón podía verla vestida con ropa masculina fue suficiente como para querer estampar el puño en la cara del dandi.
Ansioso por librarse de la imagen de ____* y Oxford juntos, Joe se movió hacia el borde de la pantalla, desde donde lanzó una rápida ojeada a la galería para cerciorarse de que no los vería nadie cuando abandonaran su escondite. Cuando estuvo seguro de que pasarían inadvertidos, le ayudó a atravesar la pantalla y caminaron por la galería a paso lento, aparentando que conversaban casualmente mientras regresaban a la galería principal.
—¿Te recojo en Allendale House a las doce y media? —musitó él, sin mirarla, en voz tan baja que solo ella pudo oírle.
Ella asintió con la cabeza.
—Es la hora perfecta. Lo suficientemente tarde como para que todo el mundo esté en el baile y lo suficientemente temprano como para no cruzarnos con nadie de regreso a casa. —Lo miró con sorpresa—. Se te da bien esto.
Él ladeó la cabeza para aceptar el cumplido.
—No es la primera vez que planeo una excursión clandestina.
Ella lo miró de reojo.
—No, ya supongo que no —convino ella quedamente antes de detenerse ante un retrato enorme del spaniel del rey Carlos. Respiró hondo—. Recógeme frente a la entrada trasera.
Joe asintió con la cabeza.
—He hecho las paces con Juliana. —No sabía por qué tenía que decírselo, pero era necesario.
La cara de ____* reflejó sorpresa, pero desapareció con tanta rapidez que él no estuvo seguro de haberla visto.
—Me alegra oírlo. Es una buena chica. Y creo que le importas mucho. —Aquellas palabras le hicieron sentirse incómodo, aunque no supo por qué. ____* pareció darse cuenta y repitió—: Me alegro.
Él asintió otra vez con la cabeza.
—¿Qué opinas de este cuadro? —le preguntó, señalando una pintura cercana.
Ella le lanzó una mirada de extrañeza.
—Creo que es un cuadro enorme de un perro.
Joe simuló estudiar el cuadro y asintió con la cabeza.
—Una certera observación. —____* soltó una risita antes de que él continuara—. Las artes plásticas jamás se me han dado bien. Prefiero considerarme un experto en música, como ya sabes. —La última frase se la susurró al oído. Quería ponerla nerviosa, recordarle la noche en su dormitorio, cuando le dio su primer beso. La estrategia funcionó, y él apenas pudo contener el placer que le atravesó como un relámpago al oírla contener la respiración.
—Creo que será mejor que regrese con mi hermana —dijo ____*, con voz temblorosa.
—Te acompañaré.
—¡No! —exclamó ella, en voz un poco más alta de lo que quería. Se detuvo y luego añadió—: Creo que será mejor que vaya sola.
Durante un momento, él consideró forzarla a aceptar su compañía. Pero sabía de sobra cuándo dar por perdida una batalla.
—De acuerdo —claudicó, inclinándose sobre su mano antes de añadir en un susurro—: ¿Esta noche, entonces?
____* buscó sus ojos y le sostuvo la mirada durante un momento eterno antes de asentir con la cabeza.
—Esta noche.
Y se alejó, tragada por la multitud.
Julieta♥
Julieta♥


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Mensaje por aranzhitha Jue 12 Jul 2012, 6:44 pm

awwww me encanta Joe es tan sexy
Me cae mal el Baron, no me gusta :pale:
Ya quiero que vayan a ese club :)
Tengo una pregunta como se llama la rayiz?? Me da curiosidad :¬w¬:
Siguela!!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por Julieta♥ Jue 12 Jul 2012, 7:06 pm

aranzhitha escribió:awwww me encanta Joe es tan sexy
Me cae mal el Baron, no me gusta :pale:
Ya quiero que vayan a ese club :)
Tengo una pregunta como se llama la rayiz?? Me da curiosidad :¬w¬:
Siguela!!!

es que enserio si tiene un nombre feo jajajja
se llama calpurnia y ps su diminutivo y como todo mundo la llama o sea la rayita con * es callie :D
Julieta♥
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