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Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
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Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Val, lo siento sino he podido hacer tu firma |: la semana, mañana regresando del evento del servicio te la hago sin falta ;D y le pongo musica eh, ya se como :3 tenía pensado ponerte runaway
Vanellope
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Pues bale ;) no te preocupes cuando puedas yo entiendo sweetpea,don't sweat it (k)Vanellope escribió:Val, lo siento sino he podido hacer tu firma |: la semana, mañana regresando del evento del servicio te la hago sin falta ;D y le pongo musica eh, ya se como :3 tenía pensado ponerte runaway
Hakuna Matata Bitch
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Don't be scare (? Butt. Ya tengo mi primer capítulo de en llamas, sorry but not sorry (??. Catching Fire fever, CFF CFF Omg.
Vanellope
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Amores: he tenido unos problemitas (Problemones) con la uni , y estare bastante ocupada hasta nuevo aviso, obviamente chequeare en ustedes cada vez que me sea posible y en la nove tambien , sobre cuando podre subir no se , pero intetare que lo mas pronto a mi turno posible, don't forget me y cuidense mucho, SE LES ADORA
#withLoveVal
#withLoveVal
Hakuna Matata Bitch
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Vaya, que mal D: Te voy a echar muchísimo de menos Val, enserio. Pero no te preocupes, linda, tu suluciona lo que tengas que solucionar y ya nos veremos.
Con mucho amor, te quiere, la pequeña Noa.
Con mucho amor, te quiere, la pequeña Noa.
Thalassa Deméter.
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Playing God
Las caras de la pelirroja y el moreno del 12, aparecen en el cielo.
El viento corre entre nosotras mientras nos miramos fijamente a los ojos, pero entonces ella tira la primera flecha que esquivo de milagro, pero que consigue rasgarme la ropa y la piel. Me muerdo el labio y le tiro el cuchillo, apuntando a su pierna, pero lo esquiva completamente. Entonces empiezan los forcejeos, y siento que estoy a punto de perder, de ser asesinada por ella. No puedo morir, Aure…
Consigo tumbarla y sujetarla, para que deje de atacarme, para tenerla controlada y que me deje pensar. Es facilísimo, solo tengo que clavarle el cuchillo en su corazón, miro nerviosamente su pecho y sujeto con firmeza el cuchillo.
-Adelante, ¡Hazlo! -Sacudo la cabeza, concentrándome. No soporto escucharla hablar, solo consigue recordarme que es una persona.
-¡No hables! –Le grito, intentando volver a tomar el control de la situación y de mi misma, saber qué es lo que quiero hacer realmente con ella. Sé que es lo que debo hacer, lo que todos esperan que haga, pero… No soy capaz. Soy débil, como me dijo Evan, no soy nadie y no saldré de aquí.
-Solo hazlo de una vez si lo vas a hacer, cuatro... Tienes las cámaras a tu favor. –La miro con desprecio y rabia ¿las cámaras a mi favor? Y eso lo dice la favorita de estos Juegos. Realmente me da muchísima rabia y en un impulso levanto el brazo, pero clavo el cuchillo encima de su hombro, incapaz de hacerlo.
Empiezo a respirar agitadamente y a sudar sudor frío, acabo de firmar mi sentencia de muerte. Y así me lo confirma ella, tirándome al suelo y riéndose de mí.
-No debiste de haberte acobardado... ¿Cómo sabes que no lo haré yo? –Yo solo desvío la mirada. En ningún momento pensé que fuera a dejarme vivir, la gente fuerte intenta regresar a casa, los menos valientes morimos en la arena.
Su negativa me sorprende, haciendo que vuelva a mirarla un momento a los ojos antes de apoyar mi cabeza en el suelo, siguiendo con mi respiración agitada. Me levanto, me siento mareada y para nada bien, me giro y busco a tientas mi mochila, que ha caído en algún lugar. Desclavo el cuchillo del árbol y busco el otro, pero entonces ella se gira, espetándome que me vaya.
- Si quiero quedarme es cosa mía. –Le respondo fríamente volviendo a buscar mi cuchillo, no puedo pasar solo con uno, además es el que menos filo tiene. –Pues vete. –Digo tranquilamente, desesperándome porque no encuentro mi arma, pero dudo que me escuche.
Entonces levanto la cabeza del suelo y la miro fijamente, bastante contrariada. - ¿Esa es la faceta de la saeta de luz? –Pregunto casi sin pretenderlo, pero ella me responde.
- Yo no tengo facetas, yo soy como soy... Creí que eras toda una dama, ya veo que no… -Yo la sigo escrutando con la mirada, pasando de su comentario. Aquí la que es una dama que tiene el favor, no solo de la audiencia sino que también del Capitolio, es ella así que no me venga con tonterías.
Estoy decidida a largarme, ya he encontrado mi cuchillo y no tengo nada de que hablar con esta, porque sinceramente no me interesa, pero hay algo que sigue rondando en mi mente.
-¿Por qué no me mataste? –Pregunto mirándola fijamente.
-¿Por qué no lo hiciste tu tampoco? ¿Cobardía o Lastima? –Enarco una ceja, realmente es decepcionante, esperaba más de la Saeta de Luz, pero me acaba de dejar claro que no es más que un tributo profesional proveniente de un distrito marginal.
-Ninguna. -Digo, girándome y comenzando a andar, no me vale la pena perder el tiempo.
-Arrrg. Respuesta errónea. –Esto termina de hacerme hervir la sangre, ¿quién se ha creído que es? No tendré muchos seguidores y no me importa, pero ella no tiene el derecho de cuestionarme nada. Aunque ella se lo crea.
-¡¿Entonces cuál es la respuesta correcta?! –Le grito girándome un momento y mirándola con desprecio, antes de volver a girarme y seguir con mi camino.
La voz de Templesmith retumba en todo el estadio y me quedo quieta, escuchando la noticia. Es algo inédito, cambiar una regla de los Juegos, nunca antes había escuchado algo así y mucho menos de dejar sobrevivir más de un tributo. Enarco una ceja, no me hace ninguna gracia, y seguro que tienen motivos ocultos que no nos harán nada bien.
Escucho como ella susurra el nombre de su enamorado, o de lo que sea, pero yo solo me muerdo el labio, no hay nadie que quiera sacar de aquí. O eso me gusta pensar. Echo a andar, casi oyendo como mi cerebro trabaja a toda máquina, estoy confundida.
-¿Aliadas? –El impulso de mandarla a freír espárragos es demasiado fuerte, pero no tengo mejor opción que aceptar, sola no sobreviviré y soy consciente de ello. Pero no pienso soltar mis armas.
-Pero con una condición, aquí no manda nadie y mucho menos decide las cosas por si sola. –La miro fijamente y digo, pausada y claramente. –Yo no obedezco órdenes de nadie. –La miro y añado. –Y dudo que tú sí lo hagas.
Ella asiente sin añadir nada más y empieza a andar, yo la sigo unos metros detrás, en permanente vigilancia y con las armas bien empuñadas. De vez en cuando algún ruido me alerta pero nunca es nada por lo que deba alarmarme.
Estoy segura de a quién está buscando, no me cabe duda, pero yo no lo tengo tan claro. Si Adara no hubiera muerto, Ian tampoco estaría muerto y podríamos salir los tres, podríamos regresar a casa, dónde esperan los amables señores Egion y el pequeño hermano y la madre de Ian.
Suspiro apresumbrada y atrapo mi labio inferior entre los dientes, como suelo hacer siempre, es mi gran manía característica. Entonces, el ruido de un regalo por parte de patrocinadores, el típico paracaídas nos sorprende a ambas. Yo dejo que caiga al suelo. Dudo que sea mío, por lo que la Saeta de Luz se arrodilla y lo abre, sin mediar palabra conmigo.
Yo observo el regalo por encima de su hombro. Son dos preciosas dagas, acompañadas de dos elegantes rosas negras. Frunzo el entrecejo, confundida, es como si fuera para dos personas. La morena lee una tarjeta y dice.
-No es para mí. –Abre la otra y se levanta. –Y la otra tampoco. –La miro con tranquilidad.
-¿Entonces? –Pregunto, arrodillándome y sujetando el papel entre mis dedos, tan blanco tan puro y leo con atención varias veces el nombre. ¿Qué tiene que ver él con nosotras? -¿Qué hace un regalo para un profesional aquí? –Pregunto con amargura, más para mi misma que para la otra.
-Averígualo. –Contesta escuetamente. Yo abro la otra nota y en esta, escrita con elegantes letras veo mi nombre, junto a una daga plateada y de empuñadura azul en tono cristal, como si imitara el movimiento del mar, movimiento que confirmo cuando muevo el arma y esta se mueve.
Me levanto y guardo mi daga en el cinturón y la rosa en un bolsillo exterior de mi maleta. Miro una última vez la daga y la otra rosa en el suelo.
-No es mi problema. Se habrán equivocado. –Contesto fríamente, no voy a ir a buscar a ese sádico rubio, aunque algo en mi interior gruñe y me aprieta el pecho.
-No pierdes nada por intentarlo. –Dice ella, lo cual me pone bastante furiosa y nerviosa.
-La vida. ¿Te parece poco? Ese desgraciado dejo que murieran mis dos últimos aliados, ¿quieres ser la tercera? –Pregunto girándome y mirándola fijamente, con bastante rabia.
-Pero ella, -señala la rosa. –No lo habría hecho si supiera que nos iba la vida en ello, ¿no crees? –Dice ella en medio tono burlón, que me pone histérica. Pero tiene razón. Prudence Messer no hubiera enviado algo así si supiera que Cato nos mataría. Aunque, quién sabe en el fondo, el rubio es su tributo.
-¿Cómo lo sabes? –Pregunto recelosa. Ella se encoje de hombros y se gira, comenzando a caminar.
-Porque lo sé. Y ahora, yo iré a buscar a Peeta, mientras tú irás a entregar eso al profesional. Nos veremos aquí cuando el sol caiga.
Yo abro la boca, decidida a replicar, pero decido que prefiero no pelearme con ella, no me vale la pena. Aunque la única norma que teníamos se la acaba de pasar por el forro, lo cual me enfada. Y mucho.
Me agacho y observo la daga, la cual al levantarla en vez de tener la empuñadura como la mía, la tiene negra y también acristalada. Acaricio la rosa negra entre mis dedos y la suavidad de esta me acaricia la yema de los dedos. Suspiro y me pongo en pie, en dirección al campamento de los profesionales.
No sé cómo rayos voy a hacerlo, y sigo pensando que esa me ha enviado a una muerte segura. Un lastre menos del que ocuparse. Pateo una piedra, intentando pensar qué hacer, cuando una voz me sobresalta.
-No deberías revelar nunca tu presencia, Thalassa. –Me giro y observo al rubio, que me mira fijamente con sus ojos azules intensos. –Te podrían matar.
Una mezcla extraña entre rabia y alivio al verle me invade, y no entiendo porque. Le odio. Le odio mucho. Pero algo en mí, quizás la pequeña Assa, se alegra de verle vivo.
-Me podrían matar… ¿Por ejemplo, tu? –Pregunto ácidamente, y dando un paso atrás. No me puedo fiar de él, seguramente mis compañeros estarían vivos si me hubiera ayudado, si hubiera demostrado que el niño que conocí sigue ahí dentro.
-No. Yo no. –Río cínicamente, pero sin pizca de humor y empuño con más firmeza mis armas, aunque una voz desdeñosa dentro de mí me repite una y otra vez que no podría matarle. Y ambos lo sabemos.
-¿Ah no? ¿Cómo tampoco dejaste que murieran Adara e Ian? –El rostro de él se oscurece y todo su cuerpo se tensa, por un momento tengo realmente miedo y la impresión de que me clavara su lanza en el pecho.
-¿No fuiste capaz de darte cuenta? –Pregunta amargamente, dando un paso adelante, que provoca que yo de uno atrás. Entonces, es como si mi reacción le calmara y sus ojos vuelven a ser tan azules como siempre y sus músculos se relajan.
-¿Darme cuenta de qué? ¿De qué te habías convertido en un monstruo? Sí, tranquilo, me di cuenta. –Siseo venenosamente, empuñando con decisión un cuchillo. Él traga saliva pero no me quita los ojos de encima.
-No solo de eso. –Me mira con fijeza, y por algún motivo me relajo. Aunque no debería hacerlo, acaba de reconocer que en verdad es un monstruo. –Me he convertido en un monstruo sí, pero para protegerte, Assa.
Trago saliva pero me mantengo reacia a creerle. Aunque, una voz me dice que es cierto, que él intentaba sacarme de allí, y enumera las pistas: la mirada de advertencia justo antes de morir Adara; la ausencia de risas siempre que le había visto con los demás profesionales; sus torpes tiradas, que dejaban fuera de combate las armas de los demás.
Me acerco a él pero el rubio no dice nada ni hace nada, solo me mira, me observa, clava sus ojos en mí. Yo saco la daga de empuñadura negra y se la doy, alargando el brazo y manteniendo una distancia entre nosotros.
-De tu mentora. –Él la coge y sonríe sombríamente mirándola. Yo escojo una de las dos rosas y se la doy. –Esto también venía en el pack.
Nos quedamos mirando unos momentos a los ojos, antes de que me gire y comience a caminar. Cuando su voz me detiene, y por algún extraño motivo, estaba esperando que lo hiciera.
-Podemos sobrevivir ambos, Assa… -Yo me giro y me sorprende el tono de angustia que emplea, incluso me perturba su mirada de agotamiento. –No tienes por qué estar sola. Yo hoy he dejado a los profesionales, y creo que no les hará ninguna gracia.
Señala un punto detrás de él y veo provisiones suficientes para un buen grupo de personas, como lo son los profesionales. Por un momento, Cato sonríe divertido.
-Desde que nos volasteis las provisiones, esto es todo lo que nos enviaron los patrocinadores. Somos máquinas de matar, ninguno sabía cómo encontrar comida comestible. –Sonríe aún más divertido y yo no puedo evitar que la sombra de una sonrisa se asome por mis labios.
-Bueno, entonces tendrías que saber que no estoy precisamente sola. –Me acerco a él, caminando hacia las provisiones. Sé que no debería confiar en él, pero necesito hacerlo. –La creída Saeta de Luz y su amado, se han convertido en mis aliados.
Me giro a mirar a Cato quién no deja de sonreír, y también se acerca a las provisiones.
-Bueno, como podemos sobrevivir los cuatro, no veo ningún problema. –Comenta arrodillándose junto a mi.
-Deberíamos repartirnos la carga. –Hay varias cajas, por lo que, si las apiñamos podremos llevarlas en un solo viaje. Hago los montones y me levanto cargando uno.
-Ah no, de eso nada. Eso es demasiado para ti. –Yo lo fulmino con la mirada y él coge una caja de las de arriba, que me obstruía la vista. –Entendido, entendido. Pero al menos así verás. –Ríe y yo sonrío, contagiada.
Empezamos a caminar por el bosque, yo delante y yendo en dirección al punto de encuentro con la chica de peculiares ojos violetas.
Ya es por la tarde cuando llegamos, y todavía no han llegado los del 12, por lo que dejamos las cosas a un lado y nos sentamos en el suelo. Cato se acomoda en un árbol y yo me tumbo en el suelo, cerrando los ojos.
-¿Porqué, Assa? –Escucho que pregunta el rubio, yo abro los ojos y veo que me está observando, quizás hace tiempo que lo hace.
-¿Porqué, qué? –Pregunto a mi vez, sin entender nada.
-¿Por qué has confiado en mí? –Yo me incorporo, sentándome y lo miro fijamente.
-¿No tengo que hacerlo? –Pregunto de nuevo, ligeramente asustada.
-Claro que sí. Pero… -Suspira y niega con la cabeza, volviendo a recostarla en el tronco. –Nada, nada.
Lo miro pero él mantiene los ojos cerrados, así que suspiro y me dejo caer en el suelo.
La noche cae encima de la arena y los del 12 todavía no han llegado, y comienzo a preocuparme.
-¿Crees que estarán bien? –No hemos cruzado palabra de nuevo hasta este momento, y al abrir los ojos él me está mirando, ligeramente preocupado.
-Lo dudo. –Se levanta y me tiende la mano. Yo la agarro, y me levanto con su ayuda, él me mira un momento y va a por las cajas, que carga todas él solo.
-¡Eh! Dame eso. –Digo, estirando los brazos y alcanzando a duras penas la más alta, él ríe.
-No, pequeña Assa, déjalo en manos de los mayores. –Eso acaba de sonar tan Zale, que noto una punzada en el corazón.
-¿Sabes a quién acabas de parecerte? –Sonrío y le arrebato con dificultades la caja. –A Zale. –Él sonríe.
-Me acuerdo de él, sé que acabo de sonar muy hermano mayor. –Ríe y yo sonrío, sacándole la lengua como una niña pequeña. No creía que fuera a volver a estar así con él, pero le echaba de menos. Hacía años que habían cortado el envío de cartas entre ciudadanos de otros distritos, desde que murió mamá, por lo que hacía años que no sabíamos el uno del otro.
Empezamos a andar, y extrañamente él parecía saber muy bien a dónde ir, lo cual, era como mínimo, sumamente sospechoso.
-¿Cómo estás tan segura de dónde están? –Pregunto, avanzando para colocarme a su lado. Pero él sigue con la vista al frente.
-Porqué el enamorado está herido, y sé a dónde fue. –Dice él, y yo me estremezco, deteniéndome.
-¿Cato…? ¿Qué has hecho? –Pero él no dice nada más y empieza a trepar por unas piedras al lado del río. Yo me quedo parada, con el corazón latiéndome de angustia y poco después le sigo, con dificultad por la caja, aunque él parece que no le estorban para nada.
Metros después, vemos dos cuerpos y yo me muerdo le labio, preocupada y dejo la caja en el suelo.
-Tú quédate aquí. –Digo, acercándome a los del 12.
La pálida luz de la luna artificial de la arena alumbra a la Saeta de Luz y al enamorado, el último tiene muy al aspecto y la herida de su pierna tiene muy mala pinta. Al escucharme se giran a mirar, Electra tiene la cabeza de Peeta entre las piernas y segundos antes le estaba diciendo algo.
-¿Cómo nos has encontrado? –Señalo a la figura alta y musculosa de Cato y Peeta se horroriza. –Tranquilo, le conozco y dudo que haga algo.
Mi tono es lo más seguro que puedo, pero una no puede estar tan segura de algo así, después del historial de este.
-Entonces, si él nos ha encontrado, los demás profesionales lo harán también. –Comenta la Saeta de Luz, cuando escuchamos la voz de Cato justo detrás de mí.
-Yo soy el único de todos esos que sé dónde estaba el herido. Era yo el que te pasaba comida mientras dormías. –Comenta mirando al rubio el cual parece relajarse ligeramente. –Pero ahora lo primero es encontrar un lugar de refugio. -Anuncia el rubio y la morena enseguida se pone a la defensiva.
-Eso le estaba diciendo a Peeta segundos antes de que llegarais. –Se pone en pie y Cato se adelanta para levantar a Peeta del suelo y cargarlo a su espalda.
-¿A qué esperas entonces? –Pregunta mirándola a los ojos y estoy segura que eso a ella, no le ha hecho ni pizca de gracia.
Echamos a andar, dejando las cajas dónde las dejó Cato, ya iremos a buscarlas después, ahora lo principal es llevar a Peeta a lugar seguro. La Saeta de Luz consigue encontrar una cueva que está bastante bien, desde la que se ve perfectamente lo que está debajo, ya que queda ligeramente elevada, lo malo es que la entrada es muy grande y se ve desde lejos.
-Ya nos encargaremos de camuflar la entrada mañana, ahora que entre en calor. –Dice Cato dejando al rubio en el suelo y sale, en busca de las cajas.
Yo me encargo de sacar el saco de Ian y ayudar al chico a meterse en él. Electra va junto a él y entonces, el cielo se ilumina para anunciarnos las muertes.
Las caras de la pelirroja y el moreno del 12, aparecen en el cielo.
Consigo tumbarla y sujetarla, para que deje de atacarme, para tenerla controlada y que me deje pensar. Es facilísimo, solo tengo que clavarle el cuchillo en su corazón, miro nerviosamente su pecho y sujeto con firmeza el cuchillo.
-Adelante, ¡Hazlo! -Sacudo la cabeza, concentrándome. No soporto escucharla hablar, solo consigue recordarme que es una persona.
-¡No hables! –Le grito, intentando volver a tomar el control de la situación y de mi misma, saber qué es lo que quiero hacer realmente con ella. Sé que es lo que debo hacer, lo que todos esperan que haga, pero… No soy capaz. Soy débil, como me dijo Evan, no soy nadie y no saldré de aquí.
-Solo hazlo de una vez si lo vas a hacer, cuatro... Tienes las cámaras a tu favor. –La miro con desprecio y rabia ¿las cámaras a mi favor? Y eso lo dice la favorita de estos Juegos. Realmente me da muchísima rabia y en un impulso levanto el brazo, pero clavo el cuchillo encima de su hombro, incapaz de hacerlo.
Empiezo a respirar agitadamente y a sudar sudor frío, acabo de firmar mi sentencia de muerte. Y así me lo confirma ella, tirándome al suelo y riéndose de mí.
-No debiste de haberte acobardado... ¿Cómo sabes que no lo haré yo? –Yo solo desvío la mirada. En ningún momento pensé que fuera a dejarme vivir, la gente fuerte intenta regresar a casa, los menos valientes morimos en la arena.
Su negativa me sorprende, haciendo que vuelva a mirarla un momento a los ojos antes de apoyar mi cabeza en el suelo, siguiendo con mi respiración agitada. Me levanto, me siento mareada y para nada bien, me giro y busco a tientas mi mochila, que ha caído en algún lugar. Desclavo el cuchillo del árbol y busco el otro, pero entonces ella se gira, espetándome que me vaya.
- Si quiero quedarme es cosa mía. –Le respondo fríamente volviendo a buscar mi cuchillo, no puedo pasar solo con uno, además es el que menos filo tiene. –Pues vete. –Digo tranquilamente, desesperándome porque no encuentro mi arma, pero dudo que me escuche.
Entonces levanto la cabeza del suelo y la miro fijamente, bastante contrariada. - ¿Esa es la faceta de la saeta de luz? –Pregunto casi sin pretenderlo, pero ella me responde.
- Yo no tengo facetas, yo soy como soy... Creí que eras toda una dama, ya veo que no… -Yo la sigo escrutando con la mirada, pasando de su comentario. Aquí la que es una dama que tiene el favor, no solo de la audiencia sino que también del Capitolio, es ella así que no me venga con tonterías.
Estoy decidida a largarme, ya he encontrado mi cuchillo y no tengo nada de que hablar con esta, porque sinceramente no me interesa, pero hay algo que sigue rondando en mi mente.
-¿Por qué no me mataste? –Pregunto mirándola fijamente.
-¿Por qué no lo hiciste tu tampoco? ¿Cobardía o Lastima? –Enarco una ceja, realmente es decepcionante, esperaba más de la Saeta de Luz, pero me acaba de dejar claro que no es más que un tributo profesional proveniente de un distrito marginal.
-Ninguna. -Digo, girándome y comenzando a andar, no me vale la pena perder el tiempo.
-Arrrg. Respuesta errónea. –Esto termina de hacerme hervir la sangre, ¿quién se ha creído que es? No tendré muchos seguidores y no me importa, pero ella no tiene el derecho de cuestionarme nada. Aunque ella se lo crea.
-¡¿Entonces cuál es la respuesta correcta?! –Le grito girándome un momento y mirándola con desprecio, antes de volver a girarme y seguir con mi camino.
La voz de Templesmith retumba en todo el estadio y me quedo quieta, escuchando la noticia. Es algo inédito, cambiar una regla de los Juegos, nunca antes había escuchado algo así y mucho menos de dejar sobrevivir más de un tributo. Enarco una ceja, no me hace ninguna gracia, y seguro que tienen motivos ocultos que no nos harán nada bien.
Escucho como ella susurra el nombre de su enamorado, o de lo que sea, pero yo solo me muerdo el labio, no hay nadie que quiera sacar de aquí. O eso me gusta pensar. Echo a andar, casi oyendo como mi cerebro trabaja a toda máquina, estoy confundida.
-¿Aliadas? –El impulso de mandarla a freír espárragos es demasiado fuerte, pero no tengo mejor opción que aceptar, sola no sobreviviré y soy consciente de ello. Pero no pienso soltar mis armas.
-Pero con una condición, aquí no manda nadie y mucho menos decide las cosas por si sola. –La miro fijamente y digo, pausada y claramente. –Yo no obedezco órdenes de nadie. –La miro y añado. –Y dudo que tú sí lo hagas.
Ella asiente sin añadir nada más y empieza a andar, yo la sigo unos metros detrás, en permanente vigilancia y con las armas bien empuñadas. De vez en cuando algún ruido me alerta pero nunca es nada por lo que deba alarmarme.
Estoy segura de a quién está buscando, no me cabe duda, pero yo no lo tengo tan claro. Si Adara no hubiera muerto, Ian tampoco estaría muerto y podríamos salir los tres, podríamos regresar a casa, dónde esperan los amables señores Egion y el pequeño hermano y la madre de Ian.
Suspiro apresumbrada y atrapo mi labio inferior entre los dientes, como suelo hacer siempre, es mi gran manía característica. Entonces, el ruido de un regalo por parte de patrocinadores, el típico paracaídas nos sorprende a ambas. Yo dejo que caiga al suelo. Dudo que sea mío, por lo que la Saeta de Luz se arrodilla y lo abre, sin mediar palabra conmigo.
Yo observo el regalo por encima de su hombro. Son dos preciosas dagas, acompañadas de dos elegantes rosas negras. Frunzo el entrecejo, confundida, es como si fuera para dos personas. La morena lee una tarjeta y dice.
-No es para mí. –Abre la otra y se levanta. –Y la otra tampoco. –La miro con tranquilidad.
-¿Entonces? –Pregunto, arrodillándome y sujetando el papel entre mis dedos, tan blanco tan puro y leo con atención varias veces el nombre. ¿Qué tiene que ver él con nosotras? -¿Qué hace un regalo para un profesional aquí? –Pregunto con amargura, más para mi misma que para la otra.
-Averígualo. –Contesta escuetamente. Yo abro la otra nota y en esta, escrita con elegantes letras veo mi nombre, junto a una daga plateada y de empuñadura azul en tono cristal, como si imitara el movimiento del mar, movimiento que confirmo cuando muevo el arma y esta se mueve.
Me levanto y guardo mi daga en el cinturón y la rosa en un bolsillo exterior de mi maleta. Miro una última vez la daga y la otra rosa en el suelo.
-No es mi problema. Se habrán equivocado. –Contesto fríamente, no voy a ir a buscar a ese sádico rubio, aunque algo en mi interior gruñe y me aprieta el pecho.
-No pierdes nada por intentarlo. –Dice ella, lo cual me pone bastante furiosa y nerviosa.
-La vida. ¿Te parece poco? Ese desgraciado dejo que murieran mis dos últimos aliados, ¿quieres ser la tercera? –Pregunto girándome y mirándola fijamente, con bastante rabia.
-Pero ella, -señala la rosa. –No lo habría hecho si supiera que nos iba la vida en ello, ¿no crees? –Dice ella en medio tono burlón, que me pone histérica. Pero tiene razón. Prudence Messer no hubiera enviado algo así si supiera que Cato nos mataría. Aunque, quién sabe en el fondo, el rubio es su tributo.
-¿Cómo lo sabes? –Pregunto recelosa. Ella se encoje de hombros y se gira, comenzando a caminar.
-Porque lo sé. Y ahora, yo iré a buscar a Peeta, mientras tú irás a entregar eso al profesional. Nos veremos aquí cuando el sol caiga.
Yo abro la boca, decidida a replicar, pero decido que prefiero no pelearme con ella, no me vale la pena. Aunque la única norma que teníamos se la acaba de pasar por el forro, lo cual me enfada. Y mucho.
Me agacho y observo la daga, la cual al levantarla en vez de tener la empuñadura como la mía, la tiene negra y también acristalada. Acaricio la rosa negra entre mis dedos y la suavidad de esta me acaricia la yema de los dedos. Suspiro y me pongo en pie, en dirección al campamento de los profesionales.
No sé cómo rayos voy a hacerlo, y sigo pensando que esa me ha enviado a una muerte segura. Un lastre menos del que ocuparse. Pateo una piedra, intentando pensar qué hacer, cuando una voz me sobresalta.
-No deberías revelar nunca tu presencia, Thalassa. –Me giro y observo al rubio, que me mira fijamente con sus ojos azules intensos. –Te podrían matar.
Una mezcla extraña entre rabia y alivio al verle me invade, y no entiendo porque. Le odio. Le odio mucho. Pero algo en mí, quizás la pequeña Assa, se alegra de verle vivo.
-Me podrían matar… ¿Por ejemplo, tu? –Pregunto ácidamente, y dando un paso atrás. No me puedo fiar de él, seguramente mis compañeros estarían vivos si me hubiera ayudado, si hubiera demostrado que el niño que conocí sigue ahí dentro.
-No. Yo no. –Río cínicamente, pero sin pizca de humor y empuño con más firmeza mis armas, aunque una voz desdeñosa dentro de mí me repite una y otra vez que no podría matarle. Y ambos lo sabemos.
-¿Ah no? ¿Cómo tampoco dejaste que murieran Adara e Ian? –El rostro de él se oscurece y todo su cuerpo se tensa, por un momento tengo realmente miedo y la impresión de que me clavara su lanza en el pecho.
-¿No fuiste capaz de darte cuenta? –Pregunta amargamente, dando un paso adelante, que provoca que yo de uno atrás. Entonces, es como si mi reacción le calmara y sus ojos vuelven a ser tan azules como siempre y sus músculos se relajan.
-¿Darme cuenta de qué? ¿De qué te habías convertido en un monstruo? Sí, tranquilo, me di cuenta. –Siseo venenosamente, empuñando con decisión un cuchillo. Él traga saliva pero no me quita los ojos de encima.
-No solo de eso. –Me mira con fijeza, y por algún motivo me relajo. Aunque no debería hacerlo, acaba de reconocer que en verdad es un monstruo. –Me he convertido en un monstruo sí, pero para protegerte, Assa.
Trago saliva pero me mantengo reacia a creerle. Aunque, una voz me dice que es cierto, que él intentaba sacarme de allí, y enumera las pistas: la mirada de advertencia justo antes de morir Adara; la ausencia de risas siempre que le había visto con los demás profesionales; sus torpes tiradas, que dejaban fuera de combate las armas de los demás.
Me acerco a él pero el rubio no dice nada ni hace nada, solo me mira, me observa, clava sus ojos en mí. Yo saco la daga de empuñadura negra y se la doy, alargando el brazo y manteniendo una distancia entre nosotros.
-De tu mentora. –Él la coge y sonríe sombríamente mirándola. Yo escojo una de las dos rosas y se la doy. –Esto también venía en el pack.
Nos quedamos mirando unos momentos a los ojos, antes de que me gire y comience a caminar. Cuando su voz me detiene, y por algún extraño motivo, estaba esperando que lo hiciera.
-Podemos sobrevivir ambos, Assa… -Yo me giro y me sorprende el tono de angustia que emplea, incluso me perturba su mirada de agotamiento. –No tienes por qué estar sola. Yo hoy he dejado a los profesionales, y creo que no les hará ninguna gracia.
Señala un punto detrás de él y veo provisiones suficientes para un buen grupo de personas, como lo son los profesionales. Por un momento, Cato sonríe divertido.
-Desde que nos volasteis las provisiones, esto es todo lo que nos enviaron los patrocinadores. Somos máquinas de matar, ninguno sabía cómo encontrar comida comestible. –Sonríe aún más divertido y yo no puedo evitar que la sombra de una sonrisa se asome por mis labios.
-Bueno, entonces tendrías que saber que no estoy precisamente sola. –Me acerco a él, caminando hacia las provisiones. Sé que no debería confiar en él, pero necesito hacerlo. –La creída Saeta de Luz y su amado, se han convertido en mis aliados.
Me giro a mirar a Cato quién no deja de sonreír, y también se acerca a las provisiones.
-Bueno, como podemos sobrevivir los cuatro, no veo ningún problema. –Comenta arrodillándose junto a mi.
-Deberíamos repartirnos la carga. –Hay varias cajas, por lo que, si las apiñamos podremos llevarlas en un solo viaje. Hago los montones y me levanto cargando uno.
-Ah no, de eso nada. Eso es demasiado para ti. –Yo lo fulmino con la mirada y él coge una caja de las de arriba, que me obstruía la vista. –Entendido, entendido. Pero al menos así verás. –Ríe y yo sonrío, contagiada.
Empezamos a caminar por el bosque, yo delante y yendo en dirección al punto de encuentro con la chica de peculiares ojos violetas.
Ya es por la tarde cuando llegamos, y todavía no han llegado los del 12, por lo que dejamos las cosas a un lado y nos sentamos en el suelo. Cato se acomoda en un árbol y yo me tumbo en el suelo, cerrando los ojos.
-¿Porqué, Assa? –Escucho que pregunta el rubio, yo abro los ojos y veo que me está observando, quizás hace tiempo que lo hace.
-¿Porqué, qué? –Pregunto a mi vez, sin entender nada.
-¿Por qué has confiado en mí? –Yo me incorporo, sentándome y lo miro fijamente.
-¿No tengo que hacerlo? –Pregunto de nuevo, ligeramente asustada.
-Claro que sí. Pero… -Suspira y niega con la cabeza, volviendo a recostarla en el tronco. –Nada, nada.
Lo miro pero él mantiene los ojos cerrados, así que suspiro y me dejo caer en el suelo.
La noche cae encima de la arena y los del 12 todavía no han llegado, y comienzo a preocuparme.
-¿Crees que estarán bien? –No hemos cruzado palabra de nuevo hasta este momento, y al abrir los ojos él me está mirando, ligeramente preocupado.
-Lo dudo. –Se levanta y me tiende la mano. Yo la agarro, y me levanto con su ayuda, él me mira un momento y va a por las cajas, que carga todas él solo.
-¡Eh! Dame eso. –Digo, estirando los brazos y alcanzando a duras penas la más alta, él ríe.
-No, pequeña Assa, déjalo en manos de los mayores. –Eso acaba de sonar tan Zale, que noto una punzada en el corazón.
-¿Sabes a quién acabas de parecerte? –Sonrío y le arrebato con dificultades la caja. –A Zale. –Él sonríe.
-Me acuerdo de él, sé que acabo de sonar muy hermano mayor. –Ríe y yo sonrío, sacándole la lengua como una niña pequeña. No creía que fuera a volver a estar así con él, pero le echaba de menos. Hacía años que habían cortado el envío de cartas entre ciudadanos de otros distritos, desde que murió mamá, por lo que hacía años que no sabíamos el uno del otro.
Empezamos a andar, y extrañamente él parecía saber muy bien a dónde ir, lo cual, era como mínimo, sumamente sospechoso.
-¿Cómo estás tan segura de dónde están? –Pregunto, avanzando para colocarme a su lado. Pero él sigue con la vista al frente.
-Porqué el enamorado está herido, y sé a dónde fue. –Dice él, y yo me estremezco, deteniéndome.
-¿Cato…? ¿Qué has hecho? –Pero él no dice nada más y empieza a trepar por unas piedras al lado del río. Yo me quedo parada, con el corazón latiéndome de angustia y poco después le sigo, con dificultad por la caja, aunque él parece que no le estorban para nada.
Metros después, vemos dos cuerpos y yo me muerdo le labio, preocupada y dejo la caja en el suelo.
-Tú quédate aquí. –Digo, acercándome a los del 12.
La pálida luz de la luna artificial de la arena alumbra a la Saeta de Luz y al enamorado, el último tiene muy al aspecto y la herida de su pierna tiene muy mala pinta. Al escucharme se giran a mirar, Electra tiene la cabeza de Peeta entre las piernas y segundos antes le estaba diciendo algo.
-¿Cómo nos has encontrado? –Señalo a la figura alta y musculosa de Cato y Peeta se horroriza. –Tranquilo, le conozco y dudo que haga algo.
Mi tono es lo más seguro que puedo, pero una no puede estar tan segura de algo así, después del historial de este.
-Entonces, si él nos ha encontrado, los demás profesionales lo harán también. –Comenta la Saeta de Luz, cuando escuchamos la voz de Cato justo detrás de mí.
-Yo soy el único de todos esos que sé dónde estaba el herido. Era yo el que te pasaba comida mientras dormías. –Comenta mirando al rubio el cual parece relajarse ligeramente. –Pero ahora lo primero es encontrar un lugar de refugio. -Anuncia el rubio y la morena enseguida se pone a la defensiva.
-Eso le estaba diciendo a Peeta segundos antes de que llegarais. –Se pone en pie y Cato se adelanta para levantar a Peeta del suelo y cargarlo a su espalda.
-¿A qué esperas entonces? –Pregunta mirándola a los ojos y estoy segura que eso a ella, no le ha hecho ni pizca de gracia.
Echamos a andar, dejando las cajas dónde las dejó Cato, ya iremos a buscarlas después, ahora lo principal es llevar a Peeta a lugar seguro. La Saeta de Luz consigue encontrar una cueva que está bastante bien, desde la que se ve perfectamente lo que está debajo, ya que queda ligeramente elevada, lo malo es que la entrada es muy grande y se ve desde lejos.
-Ya nos encargaremos de camuflar la entrada mañana, ahora que entre en calor. –Dice Cato dejando al rubio en el suelo y sale, en busca de las cajas.
Yo me encargo de sacar el saco de Ian y ayudar al chico a meterse en él. Electra va junto a él y entonces, el cielo se ilumina para anunciarnos las muertes.
Las caras de la pelirroja y el moreno del 12, aparecen en el cielo.
Thalassa Deméter.
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Hola!
siento haber desaparecido es que la preparatoria me tiene hasta el cuello ademas tengo otras novelas, y por eso no me pude aparecer
Me han encantado todos los cap, principalmente en el que assa busca a Cato es tan hermoso juro que lo amo!
me alegro de que el maldito de Evan haya muerto lo odiaba a el y a la pelirroja. llore cuando murio shesho y Nick, es tan trizte, pobre Prue no tiene suerte me pregunto en donde esta?
PD_muchos besos espero que le sigan esta muy buena!
siento haber desaparecido es que la preparatoria me tiene hasta el cuello ademas tengo otras novelas, y por eso no me pude aparecer
Me han encantado todos los cap, principalmente en el que assa busca a Cato es tan hermoso juro que lo amo!
me alegro de que el maldito de Evan haya muerto lo odiaba a el y a la pelirroja. llore cuando murio shesho y Nick, es tan trizte, pobre Prue no tiene suerte me pregunto en donde esta?
PD_muchos besos espero que le sigan esta muy buena!
Leyre
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
mis hermosass! i'm still kinda full pero tuve un tiempito de leer
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOO ASDFGHJKL DAGAS!! ASDFGHJKL CATO Y ASSA ASDFGHJKL PEETA Y ELECTRAAAAAAAAA ASDFGHJKL LO AME
aunque a prue le decepcionaria que assa la dudo , pero AAAAANYWAY HERMOSO PERFECTO
PD: A quien carajo le toca? love always VAL
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOOOOO ASDFGHJKL DAGAS!! ASDFGHJKL CATO Y ASSA ASDFGHJKL PEETA Y ELECTRAAAAAAAAA ASDFGHJKL LO AME
aunque a prue le decepcionaria que assa la dudo , pero AAAAANYWAY HERMOSO PERFECTO
PD: A quien carajo le toca? love always VAL
Hakuna Matata Bitch
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOOO NOA, LO AMEEEEEEEEEEEEEE
Ya subire pronto, lo prometo.
asjadcladnlaje cato y assa, MYGOD.
omg, omg, omg.
MAS MAS MAS.
Subire pronto, escribo rapidito, las quiero a todash.
Ya subire pronto, lo prometo.
asjadcladnlaje cato y assa, MYGOD.
omg, omg, omg.
MAS MAS MAS.
Subire pronto, escribo rapidito, las quiero a todash.
Vanellope
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
hellouuu, nueva lecyoraa, me encanta demasiado esta novelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, cuando la empece a leer y no vi el nombre de Arion me quede: pero por que no sale?, what the hell is going on?, y asi, despues me fui imaginando que su historia de amor se va a ir desarrollando al final de los juegos, ok, pasando a otro tema, lo que ha tenido que pasar Electra es demasiado duro, simplemente omg, tan fuerte, siguel pronto pofisssss
kylie
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
¡Hey, guapa! Bienvenida a la novela, oh Arión es una larga historia omg hahaha :B Ya lo sabrás si continuas leyendo jsjsjsjs, que genial que te haya gustado nuestra novela, Val y Noa estaran encantadas de tener otra lectora :D un besototote.kylie escribió:hellouuu, nueva lecyoraa, me encanta demasiado esta novelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, cuando la empece a leer y no vi el nombre de Arion me quede: pero por que no sale?, what the hell is going on?, y asi, despues me fui imaginando que su historia de amor se va a ir desarrollando al final de los juegos, ok, pasando a otro tema, lo que ha tenido que pasar Electra es demasiado duro, simplemente omg, tan fuerte, siguel pronto pofisssss
Vanellope
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
siii, seguiré leyendo, me encanta como escriben
kylie
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
Love is our resistance.
Comencé a caminar tratando de encontrar a Peeta, las suelas de mis botas estaban cubiertas de lodo, las piernas me atormentaban a cada zancada que daba, me paso el dorso de la mano por la frente quitándome el sudor. Debo tomar las precauciones posibles, los profesionales sabrán que estoy intentando encontrar a Peeta. Si se encuentra herido como creen, debe de estar bien escondido como para seguir con vida.
Entonces es allí cuando reacciono, él no podría haber sobrevivido sin agua, esta en el lago, pero es una opción poco probable, teniendo en cuenta que se encuentra demasiado cerca del campamento de los profesionales, allí seria una presa fácil.
Trato de hacer una trampa con una fogata, tal ves decidan buscar aquí en lugar de otro lado; paso u buen rato caminando, el cielo comienza a ponerse rojo anaranjado, eso significa que el tiempo que me queda es poco. Me pongo a pensar en que este pensando en que es lo que estará pensando Peeta en estos momentos, quizás este pensando en que lo voy a buscar ¿no? Espero que su opinión de mi no sea tan mala como para pensar en que ignorare la regla, él es una persona difícil de predecir, lo que resultaría interesante en otras circunstancias, en este momento solo sirve para añadir otro obstáculo.
No hay ni rastro de Peeta, aunque no me sorprende porque he recorrido el lugar tres veces desde el incidente del gas toxico. El arroyo comienza a doblarse hacia la izquierda para introducirse en una parte del bosque que no conozco. Una orilla embarrada y cubierta de plantas acuáticas enredadas lleva comienzo a sentirme algo atrapada. Entonces veo el reguero de sangre que rodea una roca. Hace tiempo que se ha secado, pero las manchas hacen un camino, alguien había intentado limpiarse la sangre.
Abrazándome a las rocas comienzo a moverme lentamente hacia la sangre, buscando a Peeta. Encuentro mas manchas, una con trozos de tela pegados, pero no lo encuentro.
─ ¡Peeta! -susurró su nombre- ¡Peeta!
Meto mi pie en el agua cuando oigo una voz.
─ ¿Has venido a rematarme, preciosa?
Me vuelvo de golpe, trato de encontrar el lugar de donde escuche esa voz, recorro la orilla con la mirada, pero no lo veo.
─ ¿Peeta? ¿Dónde estas? ¿Peeta?
─ No me pises, duele.
Retrocedo rápidamente volviendo la vista hacia el suelo, entonces abre los ojos, de un azul inconfundible entre el lodo marrón y las hojas verdes. Me quedo helada y el sonríe con la fugaz visión de sus dientes blancos. Me arrodillo delante de el y con mis manos lo ayudo a levantarse un poco.
─ De algo ha servido decorar todos esos pasteles
─ Si, el glaseado, la última defensa de los moribundos
─ No te vas a morir -lo reclino sobre mi regazo y le quito un poco de lodo del rostro, él me mira directamente a los ojos.
─ ¿Y quién lo dice?
─ Yo lo digo, ahora estamos juntos en esto.
─ Muy amable de tu parte venir por lo que queda de mí.
─ ¿Quién lo hizo? -pregunto, ambos escuchamos un crujido y levanto la mirada en alerta, al parecer nos han encontrado y Peeta parece alarmado, entonces allí me doy cuenta del responsable de su herida. Miró desconfiadamente hacía el rubio, y él ha dicho que sabe donde estaba Peeta.
─ Entonces, si él nos ha encontrado, los demás profesionales lo harán también. –Comento inmediatamente.
─ Yo soy el único de todos esos que sé dónde estaba el herido. Era yo el que te pasaba comida mientras dormías. –Dice Cato, y es cuando Peeta parece relajarse.–Pero ahora lo primero es encontrar un lugar de refugio. -Anuncia el rubio.
─ Déjame limpiar su ropa, si quiera... Vayan a buscar algún refugio, ahora los alcanzamos.
Después de que ellos se van, la noche parece a punto de caer, Cato ha dicho que hay un refugio cerca, entonces me dispongo a limpiar a Peeta de todo ese fango. Con ayuda de Cato lo levantamos para meterlo dentro del arroyo, Cato se va con Thlassa y me quedo sola con Peeta.
─ ¿Electra?
Ya he comenzado a tallar el fango de su ropa.
─ ¿Hmm?
Le desabrocho la chaqueta y se la quito junto con la camisa. Entonces veo cuan mallugado esta, tiene una larga quemadura en el pecho y algunas picaduras y cortadas.
─ ¿Puedes acercarte?
Hago caso a su petición e inclino mi cabeza a un lado de la suya, pegando mi oído a sus labios.
─ Recuerda que aun estamos enamorados.
Aquello saca una pequeña sonrisa de mi rostro y entonces asiento.
─ Aun lo recuerdo, tranquilo.
Le lavo la tierra del cabello, después le aplico la pomada contra las quemaduras haciendo que ponga un rostro e alivio, paso mi mano por su mejilla notando lo pálido y enfermo que se ve, y me doy cuenta de lo caliente que tiene la piel, trato de rebuscar entre la mochila de Nyx, y encuentro unas píldoras.
─ Tragatelas -le digo y el no protesta.
─ ¿Puedo dormir un poco?
─ En cuanto te mire la pierna.
Con todo el cuidado del mundo, le quito las botas, los calcetines y después, poco a poco los pantalones. Veo el corte que ha hecho la espada de Cato en la tela sobre su muslo, pero lo que hay debajo, en el profundo tajo inflamado supura sangre y pus, la pierna esta hinchada, y lo peor de todo, huele a carne podrida.
─ Te llevaré a descanzar, y allí te curare la herida ¿Bien?
─ Bien.
Entonces veo cuando Cato se acerca hacia nosotros, yo lo miró con enojo por haberle hecho esto a Peeta.
─ Te llevaré a la guarida ¿Bien?
Cato carga a Peeta sobre su espalda y ambos comenzamos a caminar hacia una parte del bosque, llevo las cosas mías y de Peeta cargando.
─ Hallamos una cueva -dice Cato tratando de quitar ese silencio, ero aun me parece completamente abominable, así que no le contesto- Esta bien, lo entiendo, no tienes que confiar en mi todavía.
El suspira rindiéndose, hasta que llegamos por una bajada de piedras pequeñas donde Thalassa se encontraba.
─ Estaremos seguros aquí, por ahora.
Asiento, Cato baja a Peeta y pone su brazo sobre su espalda para ayudarlo a meterlo, pero antes de entrar el himno del capitolio nos aturde y entonces miro el cielo. El primer rostro en aparecer es el fino rostro de porcelana y el cabello de fuego de Altair, trago saliva y aquellos ojos me escrutan fríamente, sus delgados labios se curvan en una media sonrisa, me quedo helada, los verdes y felinos ojos de Altair cambian a los azules, se me crispan los labios inesperadamente, empuño las manos, sentí un ardor en la garganta, un vuelco en el corazón, algo que me impedía respirar.
Nyx me miraba con aquellos ojos, y me hacía responsable de su muerte.
Estoy enamorado de ti, Lec. Siempre lo estuve.
Estruje mas su chaqueta, y las lágrimas silenciosas se desbordaban por mis ojos deslizandose por mis mejillas, me las seque y la imagen de él había desaparecido, quería echarme a llorar, porque lo echaba de menos y sabía muy bien que si el estuviera vivo ahora, me diría que eso no me ayudaría a vivir, que eso no me haría regresar a casa y eso era lo que el quería, que regresara.
Ladeo la cabeza reaccionando y dandome cuenta de que no estaba sola, de que todos estaban mirandome, carraspeo la garganta y me vuelvo hacia ellos.
─ Venga, entremos -digo indiferentemente, tratando de olvidar aquello que me hacía vulnerable.
Había puesto a Peeta encima del saco de dormir de Nyx, y había comenzado a escrutar su herida mas tranquilamente, por mas alterada que estuviese por dentro.
─ Se ve muy ma -Dijo Thalassa- iré a ver que tengo dentro de mi mochila -se puso de pie y se alejo. Me quede un momento en silencio sin mirar a Peeta a los ojos, hago todo para no intentar vomitar al ver su herida.
─ ¿Estas bien, Electra?
─ Yo tendría que preguntarte eso -ataqué en otra pregunta.
─ Gracias por encontrarme.
Nuestros ojos se cruzaron, y trato de no decir nada, solo suspiro.
─ Habrías hecho lo mismo... -respondo. Thalassa trae vendas limpias consigo, y algunas hojas, al aplicarlas el pus desaparece por completo, después le pongo pomada para las quemaduras, es hace que baje la hinchazón y por último le pongo las vendas.
─ Bueno esta mejor ¿No? -la rubia enarca una ceja, pero ambas sabemos que Peeta no se encuentra mejor.
─ Esto no va a funcionar -murmuro, revisando dentro de mi mochila, cuando algo me punza y saco la mano rápidamente, del dedo indice me salpican gotas de sangre y meto el dedo dentro de mi boca saboreando aquel sabor a oxido- Demonios... -gruñó. Trato de encontrar el causante de la herida, cuando aquello me hace recordar que era, con mucho cuidado saco el pañuelo y lo pongo sobre mi palma, lo descubro y me encuentro con algo que me rompe el corazón en pedazos los lentes hechos añicos del pequeño Letha.
─ Lo siento mucho, Lec -Peeta lo lamenta.
─ No tienes que sentirlo -contesto bruscamente.
─ Si lo hago, porque se que significaba mucho.
Miro los lentes y suspiro, porque se que no tienen arreglo.
─ Están rotos... yo creía que podía cuidarlos pero se rompieron por mi culpa, traté de repararlos... fue inútil.
─ Lo intentaste... -La trato de animar.
─ No se trata de solo intentarlo, no aquí.
Sintió una cálida mano sobre su mejilla, y puso su mano sobre la de él.
─ ¿Lo extrañas?
─ ¿A quién?
─ Al dueño de esa chaqueta.
Peeta sabía muy bien, aquello me hizo tragarme las palabras de un tiro.
─ Mucho -susurro a una distancia que solo el puede escuichar.
─ Escucha, si algo me pasa...
─ No te pasara nada, estaras bien
─ Pero, Electra...
─ ¡No! Callate, no te pasara nada.
─ ¿Por qué estas tan segura?
─ Porque no dejare que te pase nada... no lo haré, no más.
Aquello lo hace quedarse callado, lo miro francamente y le quito algunos mechones de cabello de su frente, entonces me inclino, sintiendo su calor irradiar a mi piel y aprieto mis labios contra su mejilla.
─ No te dejare morir, te lo prometo.
Lo dejó descansar un momento, y salgo de la cueva donde esta Thalassa y Cato en su guardia.
─ Tenemos que hacer algo para curar su pierna.
─ Lo mas probable sería encontrar alguna medicina en la cornucopía, pero lo dudo, no hay nada -respondió Cato.
─ Puede resistir por algunos días con tu pomada y mis platas -Dijo Thalassa.
─ Si, pero no por mucho.
─ Deberías quedarte con él.
─ No quiere comer.
─ La enfermedad esta poniendose peor -dijo Cato culpablemente.
─ Solo nos hace falta algo...
─ ¿Qué cosa?
─ Un milagro -Respondí.
Los tres nos quedamos en silencio, trato de asimilar lo que he dicho, le digo a los demás que haré guardía.
─ Yo me quedo también -Dice Cato mirando a Thalassa- descanza.
─ Bien -Ella entra a la cueva y yo no me siento muy comoda allí. Trato de hacer mas mezcla para la punta de las flechas, en completo silencio.
─ Ya veo porque los demás te veían como una amenaza.
─ Bueno, En realidad solo pasaba por desapercibida -Murmuró sin tener contacto visual con él.
─ Lo lamento por el niño y por el chico -Y de verdad parece sentirlo, aunque prefiero no creerle.
─ ¿Sabes? ─Evito continuar con el tema de Letha y de Nyx- Si iré a la cornucopía, tendras que marcarme los lugares que tengo que evitar.
─ ¿Estas demente? -exclamo- esta bien si pasas, pero Deo, Marvel, Thera y Clove aun estan alertas desde la explosión de las provisiones.
─ No tengo mas opción, tengo que hallar una medicina o algo que mantengan a Peeta con vida.
─ ¿Y morirías? Eso es un suicidio, Crown.
─ ¡No quiero que muera, Ya deje morir a Letha, ya deje morir a Nyx, no dejare que Peeta muera, no lo permitiré!
Entonces un sonido me silencia, y noto que algo parpadea en la rama de un árbol, es un regalo de un patrocinador, extrañamente va dirigida hacía el doce, pero no tiene ninguna nota, lo abro y el aroma me indica que se trata de caldo de pollo. Miro a Cato quien entiende el significado de mi mirada.
─ Adelante, daselo -Dice Cato.
─ ¡Peeta! ¡Recibiste un regalo!
Una nota cae de la chaqueta y me detengo a verla, la leo y me paralizo, reconozco un poco la letra, Nyx la había guardado en su chaqueta, dejo la sopa a un lado y empalidezco.
La nota pertenece a Prudence Messer, y va dirigida hacia mi.
Entonces es allí cuando reacciono, él no podría haber sobrevivido sin agua, esta en el lago, pero es una opción poco probable, teniendo en cuenta que se encuentra demasiado cerca del campamento de los profesionales, allí seria una presa fácil.
Trato de hacer una trampa con una fogata, tal ves decidan buscar aquí en lugar de otro lado; paso u buen rato caminando, el cielo comienza a ponerse rojo anaranjado, eso significa que el tiempo que me queda es poco. Me pongo a pensar en que este pensando en que es lo que estará pensando Peeta en estos momentos, quizás este pensando en que lo voy a buscar ¿no? Espero que su opinión de mi no sea tan mala como para pensar en que ignorare la regla, él es una persona difícil de predecir, lo que resultaría interesante en otras circunstancias, en este momento solo sirve para añadir otro obstáculo.
No hay ni rastro de Peeta, aunque no me sorprende porque he recorrido el lugar tres veces desde el incidente del gas toxico. El arroyo comienza a doblarse hacia la izquierda para introducirse en una parte del bosque que no conozco. Una orilla embarrada y cubierta de plantas acuáticas enredadas lleva comienzo a sentirme algo atrapada. Entonces veo el reguero de sangre que rodea una roca. Hace tiempo que se ha secado, pero las manchas hacen un camino, alguien había intentado limpiarse la sangre.
Abrazándome a las rocas comienzo a moverme lentamente hacia la sangre, buscando a Peeta. Encuentro mas manchas, una con trozos de tela pegados, pero no lo encuentro.
─ ¡Peeta! -susurró su nombre- ¡Peeta!
Meto mi pie en el agua cuando oigo una voz.
─ ¿Has venido a rematarme, preciosa?
Me vuelvo de golpe, trato de encontrar el lugar de donde escuche esa voz, recorro la orilla con la mirada, pero no lo veo.
─ ¿Peeta? ¿Dónde estas? ¿Peeta?
─ No me pises, duele.
Retrocedo rápidamente volviendo la vista hacia el suelo, entonces abre los ojos, de un azul inconfundible entre el lodo marrón y las hojas verdes. Me quedo helada y el sonríe con la fugaz visión de sus dientes blancos. Me arrodillo delante de el y con mis manos lo ayudo a levantarse un poco.
─ De algo ha servido decorar todos esos pasteles
─ Si, el glaseado, la última defensa de los moribundos
─ No te vas a morir -lo reclino sobre mi regazo y le quito un poco de lodo del rostro, él me mira directamente a los ojos.
─ ¿Y quién lo dice?
─ Yo lo digo, ahora estamos juntos en esto.
─ Muy amable de tu parte venir por lo que queda de mí.
─ ¿Quién lo hizo? -pregunto, ambos escuchamos un crujido y levanto la mirada en alerta, al parecer nos han encontrado y Peeta parece alarmado, entonces allí me doy cuenta del responsable de su herida. Miró desconfiadamente hacía el rubio, y él ha dicho que sabe donde estaba Peeta.
─ Entonces, si él nos ha encontrado, los demás profesionales lo harán también. –Comento inmediatamente.
─ Yo soy el único de todos esos que sé dónde estaba el herido. Era yo el que te pasaba comida mientras dormías. –Dice Cato, y es cuando Peeta parece relajarse.–Pero ahora lo primero es encontrar un lugar de refugio. -Anuncia el rubio.
─ Déjame limpiar su ropa, si quiera... Vayan a buscar algún refugio, ahora los alcanzamos.
Después de que ellos se van, la noche parece a punto de caer, Cato ha dicho que hay un refugio cerca, entonces me dispongo a limpiar a Peeta de todo ese fango. Con ayuda de Cato lo levantamos para meterlo dentro del arroyo, Cato se va con Thlassa y me quedo sola con Peeta.
─ ¿Electra?
Ya he comenzado a tallar el fango de su ropa.
─ ¿Hmm?
Le desabrocho la chaqueta y se la quito junto con la camisa. Entonces veo cuan mallugado esta, tiene una larga quemadura en el pecho y algunas picaduras y cortadas.
─ ¿Puedes acercarte?
Hago caso a su petición e inclino mi cabeza a un lado de la suya, pegando mi oído a sus labios.
─ Recuerda que aun estamos enamorados.
Aquello saca una pequeña sonrisa de mi rostro y entonces asiento.
─ Aun lo recuerdo, tranquilo.
Le lavo la tierra del cabello, después le aplico la pomada contra las quemaduras haciendo que ponga un rostro e alivio, paso mi mano por su mejilla notando lo pálido y enfermo que se ve, y me doy cuenta de lo caliente que tiene la piel, trato de rebuscar entre la mochila de Nyx, y encuentro unas píldoras.
─ Tragatelas -le digo y el no protesta.
─ ¿Puedo dormir un poco?
─ En cuanto te mire la pierna.
Con todo el cuidado del mundo, le quito las botas, los calcetines y después, poco a poco los pantalones. Veo el corte que ha hecho la espada de Cato en la tela sobre su muslo, pero lo que hay debajo, en el profundo tajo inflamado supura sangre y pus, la pierna esta hinchada, y lo peor de todo, huele a carne podrida.
─ Te llevaré a descanzar, y allí te curare la herida ¿Bien?
─ Bien.
Entonces veo cuando Cato se acerca hacia nosotros, yo lo miró con enojo por haberle hecho esto a Peeta.
─ Te llevaré a la guarida ¿Bien?
Cato carga a Peeta sobre su espalda y ambos comenzamos a caminar hacia una parte del bosque, llevo las cosas mías y de Peeta cargando.
─ Hallamos una cueva -dice Cato tratando de quitar ese silencio, ero aun me parece completamente abominable, así que no le contesto- Esta bien, lo entiendo, no tienes que confiar en mi todavía.
El suspira rindiéndose, hasta que llegamos por una bajada de piedras pequeñas donde Thalassa se encontraba.
─ Estaremos seguros aquí, por ahora.
Asiento, Cato baja a Peeta y pone su brazo sobre su espalda para ayudarlo a meterlo, pero antes de entrar el himno del capitolio nos aturde y entonces miro el cielo. El primer rostro en aparecer es el fino rostro de porcelana y el cabello de fuego de Altair, trago saliva y aquellos ojos me escrutan fríamente, sus delgados labios se curvan en una media sonrisa, me quedo helada, los verdes y felinos ojos de Altair cambian a los azules, se me crispan los labios inesperadamente, empuño las manos, sentí un ardor en la garganta, un vuelco en el corazón, algo que me impedía respirar.
Nyx me miraba con aquellos ojos, y me hacía responsable de su muerte.
Estoy enamorado de ti, Lec. Siempre lo estuve.
Estruje mas su chaqueta, y las lágrimas silenciosas se desbordaban por mis ojos deslizandose por mis mejillas, me las seque y la imagen de él había desaparecido, quería echarme a llorar, porque lo echaba de menos y sabía muy bien que si el estuviera vivo ahora, me diría que eso no me ayudaría a vivir, que eso no me haría regresar a casa y eso era lo que el quería, que regresara.
Ladeo la cabeza reaccionando y dandome cuenta de que no estaba sola, de que todos estaban mirandome, carraspeo la garganta y me vuelvo hacia ellos.
─ Venga, entremos -digo indiferentemente, tratando de olvidar aquello que me hacía vulnerable.
Había puesto a Peeta encima del saco de dormir de Nyx, y había comenzado a escrutar su herida mas tranquilamente, por mas alterada que estuviese por dentro.
─ Se ve muy ma -Dijo Thalassa- iré a ver que tengo dentro de mi mochila -se puso de pie y se alejo. Me quede un momento en silencio sin mirar a Peeta a los ojos, hago todo para no intentar vomitar al ver su herida.
─ ¿Estas bien, Electra?
─ Yo tendría que preguntarte eso -ataqué en otra pregunta.
─ Gracias por encontrarme.
Nuestros ojos se cruzaron, y trato de no decir nada, solo suspiro.
─ Habrías hecho lo mismo... -respondo. Thalassa trae vendas limpias consigo, y algunas hojas, al aplicarlas el pus desaparece por completo, después le pongo pomada para las quemaduras, es hace que baje la hinchazón y por último le pongo las vendas.
─ Bueno esta mejor ¿No? -la rubia enarca una ceja, pero ambas sabemos que Peeta no se encuentra mejor.
─ Esto no va a funcionar -murmuro, revisando dentro de mi mochila, cuando algo me punza y saco la mano rápidamente, del dedo indice me salpican gotas de sangre y meto el dedo dentro de mi boca saboreando aquel sabor a oxido- Demonios... -gruñó. Trato de encontrar el causante de la herida, cuando aquello me hace recordar que era, con mucho cuidado saco el pañuelo y lo pongo sobre mi palma, lo descubro y me encuentro con algo que me rompe el corazón en pedazos los lentes hechos añicos del pequeño Letha.
─ Lo siento mucho, Lec -Peeta lo lamenta.
─ No tienes que sentirlo -contesto bruscamente.
─ Si lo hago, porque se que significaba mucho.
Miro los lentes y suspiro, porque se que no tienen arreglo.
─ Están rotos... yo creía que podía cuidarlos pero se rompieron por mi culpa, traté de repararlos... fue inútil.
─ Lo intentaste... -La trato de animar.
─ No se trata de solo intentarlo, no aquí.
Sintió una cálida mano sobre su mejilla, y puso su mano sobre la de él.
─ ¿Lo extrañas?
─ ¿A quién?
─ Al dueño de esa chaqueta.
Peeta sabía muy bien, aquello me hizo tragarme las palabras de un tiro.
─ Mucho -susurro a una distancia que solo el puede escuichar.
─ Escucha, si algo me pasa...
─ No te pasara nada, estaras bien
─ Pero, Electra...
─ ¡No! Callate, no te pasara nada.
─ ¿Por qué estas tan segura?
─ Porque no dejare que te pase nada... no lo haré, no más.
Aquello lo hace quedarse callado, lo miro francamente y le quito algunos mechones de cabello de su frente, entonces me inclino, sintiendo su calor irradiar a mi piel y aprieto mis labios contra su mejilla.
─ No te dejare morir, te lo prometo.
Lo dejó descansar un momento, y salgo de la cueva donde esta Thalassa y Cato en su guardia.
─ Tenemos que hacer algo para curar su pierna.
─ Lo mas probable sería encontrar alguna medicina en la cornucopía, pero lo dudo, no hay nada -respondió Cato.
─ Puede resistir por algunos días con tu pomada y mis platas -Dijo Thalassa.
─ Si, pero no por mucho.
─ Deberías quedarte con él.
─ No quiere comer.
─ La enfermedad esta poniendose peor -dijo Cato culpablemente.
─ Solo nos hace falta algo...
─ ¿Qué cosa?
─ Un milagro -Respondí.
Los tres nos quedamos en silencio, trato de asimilar lo que he dicho, le digo a los demás que haré guardía.
─ Yo me quedo también -Dice Cato mirando a Thalassa- descanza.
─ Bien -Ella entra a la cueva y yo no me siento muy comoda allí. Trato de hacer mas mezcla para la punta de las flechas, en completo silencio.
─ Ya veo porque los demás te veían como una amenaza.
─ Bueno, En realidad solo pasaba por desapercibida -Murmuró sin tener contacto visual con él.
─ Lo lamento por el niño y por el chico -Y de verdad parece sentirlo, aunque prefiero no creerle.
─ ¿Sabes? ─Evito continuar con el tema de Letha y de Nyx- Si iré a la cornucopía, tendras que marcarme los lugares que tengo que evitar.
─ ¿Estas demente? -exclamo- esta bien si pasas, pero Deo, Marvel, Thera y Clove aun estan alertas desde la explosión de las provisiones.
─ No tengo mas opción, tengo que hallar una medicina o algo que mantengan a Peeta con vida.
─ ¿Y morirías? Eso es un suicidio, Crown.
─ ¡No quiero que muera, Ya deje morir a Letha, ya deje morir a Nyx, no dejare que Peeta muera, no lo permitiré!
Entonces un sonido me silencia, y noto que algo parpadea en la rama de un árbol, es un regalo de un patrocinador, extrañamente va dirigida hacía el doce, pero no tiene ninguna nota, lo abro y el aroma me indica que se trata de caldo de pollo. Miro a Cato quien entiende el significado de mi mirada.
─ Adelante, daselo -Dice Cato.
─ ¡Peeta! ¡Recibiste un regalo!
Una nota cae de la chaqueta y me detengo a verla, la leo y me paralizo, reconozco un poco la letra, Nyx la había guardado en su chaqueta, dejo la sopa a un lado y empalidezco.
La nota pertenece a Prudence Messer, y va dirigida hacia mi.
Última edición por Vanellope el Jue 02 Mayo 2013, 8:57 pm, editado 1 vez
Vanellope
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
¡Val, sé que no es mi turno! Pero si no dejaba mi cap ahora, no iba a poder después y sé que no quiero atrasarnos tanto por mi culpa, ya dejo el capitulo, espero les guste. A ver cuando puedo aparecerme, las amo.
Vanellope
Re: Safe & Sound (Novela colectiva de los Juegos del Hambre)
me encantoooo el capituloooo, quiero saber que es l uqe dice la nota, eso me carcome, porfaaa apurenceee y suban
besosss
besosss
kylie
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