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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"El diablo en Invierno " (nick & tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
2/4
capitulo 5
Ella apartó de golpe el pie y él, con una sonrisa, alargó la mano hacia el otro. Mientras dejaba que le quitara el zapato, ______ se obligó a relajarse, aunque el roce de aquellos dedos en su tobillo a través de la media le provocaba un extraño escalofrío.
—Debería aflojarse las cintas del corsé —aconsejó él—. Así el viaje le resultará más agradable.
—No llevo co... corsé —respondió ______ sin mirarlo.
—¿No? Vaya, vaya —comentó Nicholas a la vez que le repasaba el cuerpo con mirada experta—. ¡Una fulana muy bien proporcionada!
—No me gusta esa palabra.
—¿Fulana? Perdone... Es la fuerza de la costumbre. Siempre trato a las damas como fulanas y a las fulanas como damas.
—¿Y le da buen resultado esa táctica?
—Ya lo creo —respondió él con una arrogancia tan alegre que ______ no pudo evitar sonreír.
—Es usted te... terrible.
—Cierto. Pero es un hecho conocido que la gente terrible suele terminar mucho mejor de lo que se merece. Mientras que la buena, como usted... —Hizo un gesto dando a entender que su situación actual era un ejemplo perfecto de ello.
—Puede que no sea tan bu... buena como usted cree.
—La esperanza es lo último que se pierde. —Entornó los ojos, pensativo. ______ observó que tenía las pestañas, larguísimas para un hombre, un poco más oscuras que el pelo. A pesar de su corpulencia y su anchura de hombros, tenía un aire felino. Era como un tigre perezoso que a la primera podía resultar mortífero—. ¿Qué enfermedad padece su padre? He oído rumores, pero nada seguro.
—Tisis —murmuró ______—. Se la diagnosticaron hace seis meses y no lo he visto desde entonces. Es el ti... tiempo más largo que he estado sin visitarlo. Los Maybrick me lo prohibieron. Quieren que haga como que no existe.
—Me gustaría saber por qué —murmuró St. Jonas con ironía, y cruzó las piernas—. Así que no lo ve asiduamente. Entonces ¿por qué estas ganas repentinas de revolotear sobre su lecho de muerte? ¿Para asegurarse un lugar privilegiado en su testamento?
Sin tener en cuenta la maliciosa insinuación, ______ reflexionó y respondió con frialdad:
—Cuando era pequeña, me dejaban verlo una vez al mes. Entonces estábamos unidos. Era, y es, el único hombre que se ha preocupado por mí. Le quiero. Y no deseo que muera solo. Puede bu... burlarse de mí si eso le divierte. Me da igual. Su opinión no significa nada para mí.
—Tranquila, encanto. —Su voz reflejó cierta diversión—. Detecto indicios de un carácter sin duda heredado de su padre. He visto cómo le brillan los ojos cuando pierde los estribos por alguna insignificancia.
—¿Co... conoce a mi padre? —preguntó sorprendida.
—Claro. Todos los hombres amantes del placer han estado alguna vez en el Jenner's. Su padre es un buen tipo, aunque tan explosivo como un polvorín. Por cierto, ¿cómo diablos se casó una Maybrick con un don nadie?
—Entre otras cosas, mi madre debió de considerarlo un medio para escapar de su familia.
—Lo mismo que en nuestro caso. Existe cierta simetría, ¿no?
—Espero que la si... simetría termine ahí. Porque me concibieron poco después de casarse y mi madre murió en el parto.
—No la dejaré embarazada si no quiere —comentó él con desfachatez—. Es bastante fácil evitarlo: fundas, esponjas, irrigaciones, además de esos espléndidos dispositivos plateados que... —Se detuvo al ver su expresión y soltó una carcajada—. Dios mío, ha abierto unos ojos como platos. ¿La he alarmado? No me diga que sus amigas casadas no le han hablado de estas cosas.
______ meneó la cabeza. Aunque Annabelle Hunt a veces semostraba dispuesta a explicar algunos de los misterios de la vida conyugal, jamás había mencionado dispositivos para evitar el embarazo.
—Dudo que ellas los conozcan —dijo, y él rió de nuevo.
capitulo 5
Ella apartó de golpe el pie y él, con una sonrisa, alargó la mano hacia el otro. Mientras dejaba que le quitara el zapato, ______ se obligó a relajarse, aunque el roce de aquellos dedos en su tobillo a través de la media le provocaba un extraño escalofrío.
—Debería aflojarse las cintas del corsé —aconsejó él—. Así el viaje le resultará más agradable.
—No llevo co... corsé —respondió ______ sin mirarlo.
—¿No? Vaya, vaya —comentó Nicholas a la vez que le repasaba el cuerpo con mirada experta—. ¡Una fulana muy bien proporcionada!
—No me gusta esa palabra.
—¿Fulana? Perdone... Es la fuerza de la costumbre. Siempre trato a las damas como fulanas y a las fulanas como damas.
—¿Y le da buen resultado esa táctica?
—Ya lo creo —respondió él con una arrogancia tan alegre que ______ no pudo evitar sonreír.
—Es usted te... terrible.
—Cierto. Pero es un hecho conocido que la gente terrible suele terminar mucho mejor de lo que se merece. Mientras que la buena, como usted... —Hizo un gesto dando a entender que su situación actual era un ejemplo perfecto de ello.
—Puede que no sea tan bu... buena como usted cree.
—La esperanza es lo último que se pierde. —Entornó los ojos, pensativo. ______ observó que tenía las pestañas, larguísimas para un hombre, un poco más oscuras que el pelo. A pesar de su corpulencia y su anchura de hombros, tenía un aire felino. Era como un tigre perezoso que a la primera podía resultar mortífero—. ¿Qué enfermedad padece su padre? He oído rumores, pero nada seguro.
—Tisis —murmuró ______—. Se la diagnosticaron hace seis meses y no lo he visto desde entonces. Es el ti... tiempo más largo que he estado sin visitarlo. Los Maybrick me lo prohibieron. Quieren que haga como que no existe.
—Me gustaría saber por qué —murmuró St. Jonas con ironía, y cruzó las piernas—. Así que no lo ve asiduamente. Entonces ¿por qué estas ganas repentinas de revolotear sobre su lecho de muerte? ¿Para asegurarse un lugar privilegiado en su testamento?
Sin tener en cuenta la maliciosa insinuación, ______ reflexionó y respondió con frialdad:
—Cuando era pequeña, me dejaban verlo una vez al mes. Entonces estábamos unidos. Era, y es, el único hombre que se ha preocupado por mí. Le quiero. Y no deseo que muera solo. Puede bu... burlarse de mí si eso le divierte. Me da igual. Su opinión no significa nada para mí.
—Tranquila, encanto. —Su voz reflejó cierta diversión—. Detecto indicios de un carácter sin duda heredado de su padre. He visto cómo le brillan los ojos cuando pierde los estribos por alguna insignificancia.
—¿Co... conoce a mi padre? —preguntó sorprendida.
—Claro. Todos los hombres amantes del placer han estado alguna vez en el Jenner's. Su padre es un buen tipo, aunque tan explosivo como un polvorín. Por cierto, ¿cómo diablos se casó una Maybrick con un don nadie?
—Entre otras cosas, mi madre debió de considerarlo un medio para escapar de su familia.
—Lo mismo que en nuestro caso. Existe cierta simetría, ¿no?
—Espero que la si... simetría termine ahí. Porque me concibieron poco después de casarse y mi madre murió en el parto.
—No la dejaré embarazada si no quiere —comentó él con desfachatez—. Es bastante fácil evitarlo: fundas, esponjas, irrigaciones, además de esos espléndidos dispositivos plateados que... —Se detuvo al ver su expresión y soltó una carcajada—. Dios mío, ha abierto unos ojos como platos. ¿La he alarmado? No me diga que sus amigas casadas no le han hablado de estas cosas.
______ meneó la cabeza. Aunque Annabelle Hunt a veces semostraba dispuesta a explicar algunos de los misterios de la vida conyugal, jamás había mencionado dispositivos para evitar el embarazo.
—Dudo que ellas los conozcan —dijo, y él rió de nuevo.
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
—Estaré encantado de ilustrarla cuando lleguemos a Escocia. —St. Jonas esbozó una sonrisa que a las hermanas Bowman les habría resultado encantadora, aunque no habrían advertido el brillo calculador de los ojos—. ¿Ha pensado que quizá disfrute lo suficiente de nuestra consumación como para desear repetir, cielo?
Con qué facilidad pronunciaba palabras cariñosas.
—No —contestó ______—. Eso no pasará.
—Mmm... —murmuró él con un sonido parecido al ronroneo de un gato—. Me gustan los retos.
—Pu... puede que me guste acostarme con usted —aclaró ______ mirándolo a los ojos, a pesar de que sostenerle la mirada la hizo sonrojar—. Espero que así sea. Pero no cambiaré de parecer. Porque sé cómo es usted y de lo que es capaz.
—Todavía no has visto lo peor, encanto —repuso él casi con ternura.
Para ______, que la semana anterior se había cansado en el viaje de doce horas desde la finca de Kevin en Hampshire, el trayecto de cuarenta y ocho horas a Escocia fue una tortura. Si hubieran ido a un ritmo moderado, habría sido más soportable. Pero, a insistencia de ella misma, irían directamente a Gretna Green y sólo se pararían para cambiar de cocheros y de tiros. ______ temía que sus parientes hubieran averiguado su plan y los persiguieran. Y, visto el resultado de la pelea de St. Jonas con lord Kevin la semana anterior, tenía pocas esperanzas de que pudiera salir airoso de un enfrentamiento a puñetazo limpio con su tío Peregrine.
Aunque el carruaje estaba bien equipado y tenía buena amortiguación, viajar a una velocidad incesante sacudía sin pausa al vehículo y ______ empezó a sentir náuseas. Estaba exhausta y no encontraba una postura cómoda para dormir. Cada poco, la cabeza le golpeaba contra el tabique. Y en cuanto conseguía dormirse, al parecer sólo pasaban unos minutos antes de que el cambio de caballos la despertara.
St. Jonas no parecía pasarlo tan mal, aunque también se le veía desaliñado y cansado. Hacía rato que los intentos de conversar se habían acabado, y viajaban en un silencio estoico. Sorprendentemente, St. Jonas no se quejó de este duro ejercicio de resistencia. ______ se dio cuenta de que tenía la misma prisa que ella por llegar a Escocia. Le interesaba tanto como a ella estar casado legalmente lo antes posible.
Y así siguieron, mientras el carruaje daba tumbos por el irregular camino, y en ocasiones casi lanzaba a ______ del asiento al suelo. Ella se las arreglaba para dar alguna que otra cabezadita. Cada vez que la puerta del carruaje se abría y St. Jonas bajaba para comprobar el nuevo tiro, una bocanada de aire gélido entraba en el vehículo. ______, entumecida y dolorida, se acurrucaba en el rincón.
Tras la noche, amaneció un día con temperaturas glaciales y una lluvia helada. St. Jonas la condujo a una posada, donde en una sala privada tomó un plato de sopa tibia y utilizó el orinal mientras él iba a supervisar el cambio de caballos y de cochero. La imagen de la cama casi le dolió en el alma. Pero ya dormiría más tarde, una vez estuviera en Gretna Green y fuera del alcance de su familia para siempre.
Al volver al carruaje media hora después, ______ trató de quitarse los zapatos mojados sin ensuciar la tapicería de terciopelo. St. Jonas subió al vehículo después que ella y se agachó para ayudarla. Mientras le retiraba los zapatos de los pies acalambrados, ______ le quitó en silencio el sombrero empapado y lo lanzó al asiento de enfrente. Tenía un pelo grueso y suave, y sus rizos exhibían todos los tonos entre el ámbar y el champán.
St. Jonas se sentó a su lado y, tras observar el aspecto tenso de su rostro, le tocó la mejilla helada.
—Hay que reconocerte algo —murmuró—. Cualquier otra mujer se estaría quejando a gritos.
—No... no pu... puedo quejarme —dijo ______ mientras se estremecía violentamente—. Fui yo quien pidió viajar di... directamente a Escocia.
—Ya estamos a medio camino. Otra noche y un día más, y mañana por la noche estaremos casados —comentó. Y añadió con una sonrisa—: Seguro que nunca ha habido una novia tan ansiosa por llegar a la cama.
Los labios temblorosos de ______ esbozaron una sonrisa por la ironía: ella ansiaba dormir, no hacer el amor. Al mirarlo a la cara, tan cerca de la suya, se preguntó cómo las ojeras y los signos de cansancio que mostraba podían resultar tan atractivos. Quizá porque así parecía humano y no un hermoso dios romano sin corazón. Había perdido gran parte de su altivez aristocrática, que sin duda reaparecería más tarde, cuando hubiera descansado. Pero de momento estaba relajado y accesible. Durante ese viaje horroroso parecía haberse establecido entre ellos un frágil vínculo.
Una llamada a la puerta del carruaje interrumpió sus reflexiones. St. Jonas la abrió, y apareció una camarera empapada bajo la lluvia.
—Aquí tiene, milord —dijo, y se sacó dos objetos de debajo de la capa chorreante y se los entregó—. Un grog y un ladrillo, como pidió.
St. Jonas buscó una moneda en el chaleco y se la dio. La mujer le sonrió y volvió corriendo a refugiarse en la posada. ______ parpadeó sorprendida cuando él le entregó un tazón de barro lleno de un líquido humeante.
—¿Qué es? —preguntó.
—Algo para calentarte por dentro. —Sopesó el ladrillo envuelto en franela gris—. Y esto es para los pies. Pon las piernas en el asiento.
En otras circunstancias, ______ habría impedido que le tocara las pantorrillas, pero guardó silencio mientras él le arreglaba la falda y le ponía el ladrillo caliente bajo los pies.
—¡Oh, qué delicia! —Se estremeció de placer al notar cómo el calorcillo le reanimaba los dedos helados—. ¡Oh! Es lo me... mejor que he sentido nunca...
—Las mujeres suelen decirme eso —afirmó St. Jonas con una sonrisa—. Ven, apóyate en mí.
Aprensiva y temblorosa, ______ vaciló un momento. Luego, obedeció despacio y se obligó a relajarse entre sus brazos. Hasta entonces sólo la había abrazado su padre, y la sensación le suscitó recuerdos de la infancia. St. Jonas la estrechó hasta que se recostó contra él, y la firmeza de su sujeción contribuyó a contener los temblores de sus doloridas extremidades. Su pecho era firme y duro, pero le servía de apoyo perfecto para la parte posterior de la cabeza.
______ se acercó el tazón a los labios y sorbió vacilante la bebida caliente. Era alguna clase de licor, mezclado con agua y sazonado con azúcar y limón. A medida que bebía, el cuerpo le fue entrando en calor. Soltó un largo suspiro de alivio. El carruaje arrancó de golpe, pero St. Jonas se ocupó de mantenerla cómodamente apoyada en su pecho. ______ no alcanzaba a entender cómo diablos podía sentirse en el séptimo cielo tan de repente.
Con qué facilidad pronunciaba palabras cariñosas.
—No —contestó ______—. Eso no pasará.
—Mmm... —murmuró él con un sonido parecido al ronroneo de un gato—. Me gustan los retos.
—Pu... puede que me guste acostarme con usted —aclaró ______ mirándolo a los ojos, a pesar de que sostenerle la mirada la hizo sonrojar—. Espero que así sea. Pero no cambiaré de parecer. Porque sé cómo es usted y de lo que es capaz.
—Todavía no has visto lo peor, encanto —repuso él casi con ternura.
Para ______, que la semana anterior se había cansado en el viaje de doce horas desde la finca de Kevin en Hampshire, el trayecto de cuarenta y ocho horas a Escocia fue una tortura. Si hubieran ido a un ritmo moderado, habría sido más soportable. Pero, a insistencia de ella misma, irían directamente a Gretna Green y sólo se pararían para cambiar de cocheros y de tiros. ______ temía que sus parientes hubieran averiguado su plan y los persiguieran. Y, visto el resultado de la pelea de St. Jonas con lord Kevin la semana anterior, tenía pocas esperanzas de que pudiera salir airoso de un enfrentamiento a puñetazo limpio con su tío Peregrine.
Aunque el carruaje estaba bien equipado y tenía buena amortiguación, viajar a una velocidad incesante sacudía sin pausa al vehículo y ______ empezó a sentir náuseas. Estaba exhausta y no encontraba una postura cómoda para dormir. Cada poco, la cabeza le golpeaba contra el tabique. Y en cuanto conseguía dormirse, al parecer sólo pasaban unos minutos antes de que el cambio de caballos la despertara.
St. Jonas no parecía pasarlo tan mal, aunque también se le veía desaliñado y cansado. Hacía rato que los intentos de conversar se habían acabado, y viajaban en un silencio estoico. Sorprendentemente, St. Jonas no se quejó de este duro ejercicio de resistencia. ______ se dio cuenta de que tenía la misma prisa que ella por llegar a Escocia. Le interesaba tanto como a ella estar casado legalmente lo antes posible.
Y así siguieron, mientras el carruaje daba tumbos por el irregular camino, y en ocasiones casi lanzaba a ______ del asiento al suelo. Ella se las arreglaba para dar alguna que otra cabezadita. Cada vez que la puerta del carruaje se abría y St. Jonas bajaba para comprobar el nuevo tiro, una bocanada de aire gélido entraba en el vehículo. ______, entumecida y dolorida, se acurrucaba en el rincón.
Tras la noche, amaneció un día con temperaturas glaciales y una lluvia helada. St. Jonas la condujo a una posada, donde en una sala privada tomó un plato de sopa tibia y utilizó el orinal mientras él iba a supervisar el cambio de caballos y de cochero. La imagen de la cama casi le dolió en el alma. Pero ya dormiría más tarde, una vez estuviera en Gretna Green y fuera del alcance de su familia para siempre.
Al volver al carruaje media hora después, ______ trató de quitarse los zapatos mojados sin ensuciar la tapicería de terciopelo. St. Jonas subió al vehículo después que ella y se agachó para ayudarla. Mientras le retiraba los zapatos de los pies acalambrados, ______ le quitó en silencio el sombrero empapado y lo lanzó al asiento de enfrente. Tenía un pelo grueso y suave, y sus rizos exhibían todos los tonos entre el ámbar y el champán.
St. Jonas se sentó a su lado y, tras observar el aspecto tenso de su rostro, le tocó la mejilla helada.
—Hay que reconocerte algo —murmuró—. Cualquier otra mujer se estaría quejando a gritos.
—No... no pu... puedo quejarme —dijo ______ mientras se estremecía violentamente—. Fui yo quien pidió viajar di... directamente a Escocia.
—Ya estamos a medio camino. Otra noche y un día más, y mañana por la noche estaremos casados —comentó. Y añadió con una sonrisa—: Seguro que nunca ha habido una novia tan ansiosa por llegar a la cama.
Los labios temblorosos de ______ esbozaron una sonrisa por la ironía: ella ansiaba dormir, no hacer el amor. Al mirarlo a la cara, tan cerca de la suya, se preguntó cómo las ojeras y los signos de cansancio que mostraba podían resultar tan atractivos. Quizá porque así parecía humano y no un hermoso dios romano sin corazón. Había perdido gran parte de su altivez aristocrática, que sin duda reaparecería más tarde, cuando hubiera descansado. Pero de momento estaba relajado y accesible. Durante ese viaje horroroso parecía haberse establecido entre ellos un frágil vínculo.
Una llamada a la puerta del carruaje interrumpió sus reflexiones. St. Jonas la abrió, y apareció una camarera empapada bajo la lluvia.
—Aquí tiene, milord —dijo, y se sacó dos objetos de debajo de la capa chorreante y se los entregó—. Un grog y un ladrillo, como pidió.
St. Jonas buscó una moneda en el chaleco y se la dio. La mujer le sonrió y volvió corriendo a refugiarse en la posada. ______ parpadeó sorprendida cuando él le entregó un tazón de barro lleno de un líquido humeante.
—¿Qué es? —preguntó.
—Algo para calentarte por dentro. —Sopesó el ladrillo envuelto en franela gris—. Y esto es para los pies. Pon las piernas en el asiento.
En otras circunstancias, ______ habría impedido que le tocara las pantorrillas, pero guardó silencio mientras él le arreglaba la falda y le ponía el ladrillo caliente bajo los pies.
—¡Oh, qué delicia! —Se estremeció de placer al notar cómo el calorcillo le reanimaba los dedos helados—. ¡Oh! Es lo me... mejor que he sentido nunca...
—Las mujeres suelen decirme eso —afirmó St. Jonas con una sonrisa—. Ven, apóyate en mí.
Aprensiva y temblorosa, ______ vaciló un momento. Luego, obedeció despacio y se obligó a relajarse entre sus brazos. Hasta entonces sólo la había abrazado su padre, y la sensación le suscitó recuerdos de la infancia. St. Jonas la estrechó hasta que se recostó contra él, y la firmeza de su sujeción contribuyó a contener los temblores de sus doloridas extremidades. Su pecho era firme y duro, pero le servía de apoyo perfecto para la parte posterior de la cabeza.
______ se acercó el tazón a los labios y sorbió vacilante la bebida caliente. Era alguna clase de licor, mezclado con agua y sazonado con azúcar y limón. A medida que bebía, el cuerpo le fue entrando en calor. Soltó un largo suspiro de alivio. El carruaje arrancó de golpe, pero St. Jonas se ocupó de mantenerla cómodamente apoyada en su pecho. ______ no alcanzaba a entender cómo diablos podía sentirse en el séptimo cielo tan de repente.
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
3/4
capitulo 6
Jamás había tenido esa cercanía física con nadie. Y le parecía horrible tenerla con un calavera como St. Jonas. No obstante, ahí estaba. La naturaleza había derrochado belleza masculina en alguien que no la merecía. Contuvo el impulso de acurrucarse más contra él. Su ropa era de una tela exquisita: una chaqueta de lana fina, un chaleco de seda gruesa y una camisa de lino suave. El aroma de almidón y de colonia, mezclado con la fragancia de su piel... Nunca se había imaginado que un hombre pudiera oler tan bien.
Intuyendo que la apartaría de él cuando se terminase la bebida, intentó que le durara lo máximo posible. Para su pesar, vació por fin las últimas gotas dulces de la taza. St. Jonas le tomó el cacharro de las manos y lo dejó en el suelo. ______ se puso tensa, esperando que la devolviera a su asiento, pero sintió un enorme regocijo al notar que él volvía a estrecharla entre sus brazos. Su cuerpo era firme y cálido, y muy cómodo. Le oyó bostezar.
—Duérmete —murmuró Nicholas—. Tienes tres horas antes del próximo cambio de tiro.
______ apoyó la planta de los pies con más fuerza en el ladrillo, se volvió de costado y se acurrucó más contra él para sumirse en el ansiado sueño.
El resto del viaje se convirtió en una serie borrosa de movimiento, cansancio y despertares bruscos. A medida que el agotamiento de ______ aumentaba, dependía cada vez más de St. Jonas. En cada posta, le traía una taza de té o caldo, y recalentaba el ladrillo en cada chimenea disponible. Incluso encontró una manta acolchada en alguna parte. Convencida de que, a esas alturas, se habría helado de no contar con St. Jonas, ______ olvidó todas sus reservas sobre pegarse a él cada vez que estaba en el carruaje.
—No me... me estoy insinuando —le dijo mientras se sentaba en su regazo y se recostaba en su pecho—. Sólo eres una fu... fuente de calor.
—Aja —respondió St. Jonas perezosamente mientras colocaba bien la manta sobre ambos—. Pero el último cuarto de hora has estado rozando partes de mi anatomía que nadie se había atrevido a tocarme hasta ahora.
—Lo... lo dudo. —Se tapó aún más con la chaqueta de St. Jonas y añadió con voz apagada—: Seguro que le han manoseado más que a las cestas de comida de Fortnum and Masón.
—Y se me puede conseguir a un precio más razonable —aseguró él antes de hacer una mueca y moverse para ponérsela bien en el regazo—. No pongas la rodilla ahí, encanto, o tus planes de consumar el matrimonio correrán peligro.
______ dormitó hasta la siguiente parada, y justo cuando se estaba sumiendo en un sueño profundo, St. Jonas la despertó con delicadeza.
—______ —murmuró mientras le arreglaba el pelo despeinado—. Abre los ojos. Estamos en la siguiente posta. Tienes tiempo para entrar unos minutos.
—No quiero —se quejó ella.
—Tienes que hacerlo —insistió St. Jonas en voz baja—. Nos espera un largo trecho al salir de aquí. Ve al baño ahora, ya que no podrás hacerlo en un buen rato.
______ iba a protestar que no necesitaba ir al baño cuando, de repente, se dio cuenta de que sí. La idea de levantarse y salir a la lluvia gélida de nuevo casi la hizo lagrimear. Se inclinó para calzarse los zapatos húmedos y sucios, y se peleó con los cordones. St. Jonas le apartó las manos y los ató correctamente. Después la ayudó a bajar del carruaje. Una vez fuera, una ráfaga de viento glacial hizo que la muchacha apretara los dientes. Hacía un frío terrible. St. Jonas le cubrió la cara con la capucha de la capa y, tras rodearle los hombros con un brazo, cruzaron el patio de la posada.
—Créeme —dijo—. Es mejor que vayas al retrete aquí. Tener que bajar después junto a la carretera sería terrible. Por lo que sé sobre las mujeres y su anatomía...
—Conozco mi anatomía —lo interrumpió ______ irritada—. No hace falta que me la expliques.
—Por supuesto. Perdona si hablo demasiado; es que intento mantenerme despierto. Y a ti también.
______ se aferró a su cintura y, mientras avanzaba por el barro helado, pensó en el primo Eustace y en lo contenta que estaba de no tener que casarse con él. Nunca volvería a vivir bajo el techo de los Maybrick. La idea le dio fuerzas. Una vez casada legalmente, dejarían de tener poder sobre ella. Por Dios, cuánto ansiaba que todo terminase de una vez para siempre.
Después de tomar una habitación, St. Jonas tomó a ______ por los hombros y la observó para evaluar su estado.
—Pareces a punto de desmayarte —comentó—. Tenemos tiempo para que descanses un par de horas, cariño. ¿Por qué no...?
—Ni hablar —replicó ella—. Quiero seguir adelante.
St. Jonas la observó con ceño, pero repuso con calma:
—¿Eres siempre tan terca? —La llevó a la habitación y le recordó que cerrara la puerta con llave cuando él saliera—. E intenta no dormirte sentada en el orinal —bromeó.
Cuando volvieron al carruaje, ______ siguió el ritual ya familiar: se quitó los zapatos y dejó que St. Jonas le pusiera el ladrillo caliente en los pies y la situara después entre sus piernas separadas, con un pie cerca del ladrillo y el otro en el suelo para mantener el equilibrio. A ______ se le aceleró el pulso cuando él le tomó una mano y empezó a juguetear con sus dedos fríos. Tenía la mano caliente y los dedos, suaves, con las uñas cortas y bien limadas. Una mano fuerte, pero sin duda perteneciente a un hombre ocioso.
St. Jonas entrelazó sus dedos con los de ella con suavidad, le dibujó un pequeño círculo en la palma con el pulgar y después deslizó los dedos para que coincidieran con los de ella. Su piel blanca era de un tono cálido, de la clase que absorbe el sol con facilidad. Al final, St. Jonas dejó de juguetear, pero no le soltó la mano.
No podía ser ella, la florero, ______ Jenner... Sola en un carruaje con un calavera irrecuperable viajando hacia Gretna Green. «Mira la que has liado», pensó aturdida. Volvió la cabeza y apoyó la mejilla en la camisa de lino de St. Jonas.
—¿Cómo es tu familia? —preguntó con modorra—. ¿Tienes hermanos?
St. Jonas le acarició los rizos con los labios un momento antes de contestar:
—Sólo quedamos mi padre y yo. No recuerdo a mi madre. Murió de cólera cuando yo aún era un bebé. Tenía cuatro hermanas mayores. Como era el menor y único varón, me consintieron muchísimo. Pero tres de mis hermanas murieron de escarlatina. Recuerdo que me enviaron a nuestra casa de campo cuando enfermaron, y cuando volví ya no estaban. Más adelante, la superviviente, mi hermana mayor, se casó pero, como tu madre, murió en un parto. El bebé tampoco sobrevivió.
capitulo 6
Jamás había tenido esa cercanía física con nadie. Y le parecía horrible tenerla con un calavera como St. Jonas. No obstante, ahí estaba. La naturaleza había derrochado belleza masculina en alguien que no la merecía. Contuvo el impulso de acurrucarse más contra él. Su ropa era de una tela exquisita: una chaqueta de lana fina, un chaleco de seda gruesa y una camisa de lino suave. El aroma de almidón y de colonia, mezclado con la fragancia de su piel... Nunca se había imaginado que un hombre pudiera oler tan bien.
Intuyendo que la apartaría de él cuando se terminase la bebida, intentó que le durara lo máximo posible. Para su pesar, vació por fin las últimas gotas dulces de la taza. St. Jonas le tomó el cacharro de las manos y lo dejó en el suelo. ______ se puso tensa, esperando que la devolviera a su asiento, pero sintió un enorme regocijo al notar que él volvía a estrecharla entre sus brazos. Su cuerpo era firme y cálido, y muy cómodo. Le oyó bostezar.
—Duérmete —murmuró Nicholas—. Tienes tres horas antes del próximo cambio de tiro.
______ apoyó la planta de los pies con más fuerza en el ladrillo, se volvió de costado y se acurrucó más contra él para sumirse en el ansiado sueño.
El resto del viaje se convirtió en una serie borrosa de movimiento, cansancio y despertares bruscos. A medida que el agotamiento de ______ aumentaba, dependía cada vez más de St. Jonas. En cada posta, le traía una taza de té o caldo, y recalentaba el ladrillo en cada chimenea disponible. Incluso encontró una manta acolchada en alguna parte. Convencida de que, a esas alturas, se habría helado de no contar con St. Jonas, ______ olvidó todas sus reservas sobre pegarse a él cada vez que estaba en el carruaje.
—No me... me estoy insinuando —le dijo mientras se sentaba en su regazo y se recostaba en su pecho—. Sólo eres una fu... fuente de calor.
—Aja —respondió St. Jonas perezosamente mientras colocaba bien la manta sobre ambos—. Pero el último cuarto de hora has estado rozando partes de mi anatomía que nadie se había atrevido a tocarme hasta ahora.
—Lo... lo dudo. —Se tapó aún más con la chaqueta de St. Jonas y añadió con voz apagada—: Seguro que le han manoseado más que a las cestas de comida de Fortnum and Masón.
—Y se me puede conseguir a un precio más razonable —aseguró él antes de hacer una mueca y moverse para ponérsela bien en el regazo—. No pongas la rodilla ahí, encanto, o tus planes de consumar el matrimonio correrán peligro.
______ dormitó hasta la siguiente parada, y justo cuando se estaba sumiendo en un sueño profundo, St. Jonas la despertó con delicadeza.
—______ —murmuró mientras le arreglaba el pelo despeinado—. Abre los ojos. Estamos en la siguiente posta. Tienes tiempo para entrar unos minutos.
—No quiero —se quejó ella.
—Tienes que hacerlo —insistió St. Jonas en voz baja—. Nos espera un largo trecho al salir de aquí. Ve al baño ahora, ya que no podrás hacerlo en un buen rato.
______ iba a protestar que no necesitaba ir al baño cuando, de repente, se dio cuenta de que sí. La idea de levantarse y salir a la lluvia gélida de nuevo casi la hizo lagrimear. Se inclinó para calzarse los zapatos húmedos y sucios, y se peleó con los cordones. St. Jonas le apartó las manos y los ató correctamente. Después la ayudó a bajar del carruaje. Una vez fuera, una ráfaga de viento glacial hizo que la muchacha apretara los dientes. Hacía un frío terrible. St. Jonas le cubrió la cara con la capucha de la capa y, tras rodearle los hombros con un brazo, cruzaron el patio de la posada.
—Créeme —dijo—. Es mejor que vayas al retrete aquí. Tener que bajar después junto a la carretera sería terrible. Por lo que sé sobre las mujeres y su anatomía...
—Conozco mi anatomía —lo interrumpió ______ irritada—. No hace falta que me la expliques.
—Por supuesto. Perdona si hablo demasiado; es que intento mantenerme despierto. Y a ti también.
______ se aferró a su cintura y, mientras avanzaba por el barro helado, pensó en el primo Eustace y en lo contenta que estaba de no tener que casarse con él. Nunca volvería a vivir bajo el techo de los Maybrick. La idea le dio fuerzas. Una vez casada legalmente, dejarían de tener poder sobre ella. Por Dios, cuánto ansiaba que todo terminase de una vez para siempre.
Después de tomar una habitación, St. Jonas tomó a ______ por los hombros y la observó para evaluar su estado.
—Pareces a punto de desmayarte —comentó—. Tenemos tiempo para que descanses un par de horas, cariño. ¿Por qué no...?
—Ni hablar —replicó ella—. Quiero seguir adelante.
St. Jonas la observó con ceño, pero repuso con calma:
—¿Eres siempre tan terca? —La llevó a la habitación y le recordó que cerrara la puerta con llave cuando él saliera—. E intenta no dormirte sentada en el orinal —bromeó.
Cuando volvieron al carruaje, ______ siguió el ritual ya familiar: se quitó los zapatos y dejó que St. Jonas le pusiera el ladrillo caliente en los pies y la situara después entre sus piernas separadas, con un pie cerca del ladrillo y el otro en el suelo para mantener el equilibrio. A ______ se le aceleró el pulso cuando él le tomó una mano y empezó a juguetear con sus dedos fríos. Tenía la mano caliente y los dedos, suaves, con las uñas cortas y bien limadas. Una mano fuerte, pero sin duda perteneciente a un hombre ocioso.
St. Jonas entrelazó sus dedos con los de ella con suavidad, le dibujó un pequeño círculo en la palma con el pulgar y después deslizó los dedos para que coincidieran con los de ella. Su piel blanca era de un tono cálido, de la clase que absorbe el sol con facilidad. Al final, St. Jonas dejó de juguetear, pero no le soltó la mano.
No podía ser ella, la florero, ______ Jenner... Sola en un carruaje con un calavera irrecuperable viajando hacia Gretna Green. «Mira la que has liado», pensó aturdida. Volvió la cabeza y apoyó la mejilla en la camisa de lino de St. Jonas.
—¿Cómo es tu familia? —preguntó con modorra—. ¿Tienes hermanos?
St. Jonas le acarició los rizos con los labios un momento antes de contestar:
—Sólo quedamos mi padre y yo. No recuerdo a mi madre. Murió de cólera cuando yo aún era un bebé. Tenía cuatro hermanas mayores. Como era el menor y único varón, me consintieron muchísimo. Pero tres de mis hermanas murieron de escarlatina. Recuerdo que me enviaron a nuestra casa de campo cuando enfermaron, y cuando volví ya no estaban. Más adelante, la superviviente, mi hermana mayor, se casó pero, como tu madre, murió en un parto. El bebé tampoco sobrevivió.
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
______, que no se movió mientras él contaba su historia con naturalidad, sintió una enorme tristeza por ese niño. Una madre y cuatro hermanas que lo adoraban habían desaparecido en un período relativamente corto de tiempo. Habría sido difícil de comprender para un adulto, mucho más para un niño.
—¿Te preguntas alguna vez cómo habría sido tu vida si hubieras tenido madre? —quiso saber.
—Pues no.
—Yo sí. A menudo me pregunto qué consejo me habría dado.
—Dado que tu madre se casó con un bribón como Ivo Jenner —contestó él con ironía—, yo no le daría demasiado valor a sus consejos. —Hizo una pausa socarrona—. Por cierto, ¿cómo se conocieron? Una chica de buena familia no suele relacionarse con hombres como Jenner.
—Se conocieron en un accidente de tráfico. Mi madre iba en un carruaje con mi tía. Era uno de esos días de invierno en que la niebla de Londres es tan espesa que, a mediodía, la visibilidad es de apenas unos metros. El vehículo hizo un giro brusco para evitar el carro de un vendedor ambulante y atropello a mi padre, que estaba de pie en la acera. Ante la insistencia de mi madre, el cochero se detuvo para preguntarle si se había hecho daño. Sólo tenía unos rasguños, nada más. Pero supongo... supongo que mi padre debió de interesarle porque al día siguiente le envió una carta para preguntarle por su salud. Empezaron a escribirse, aunque mi padre debía hacerlo a través de alguien porque era analfabeto. No conozco más detalles, salvo que al final se fugaron juntos. —Una sonrisa de satisfacción le iluminó la cara al imaginarse la ira de los Maybrick al descubrir que su madre se había escapado con Ivo Jenner—. Cuando ella murió, tenía diecinueve años —añadió pensativa—. Y yo tengo veintitrés. Me parece extraño haber vivido más que ella —comentó antes de volverse parar mirarlo a la cara—. ¿Cuántos años tienes, milord? ¿Treinta y cuatro? ¿Treinta y cinco?
—Treinta y dos. Aunque en este momento me siento como si tuviera ciento dos. ¿Qué le ha pasado a tu tartamudez, cielo? Desapareció en algún lugar entre Tessdale y aquí.
—¿Te preguntas alguna vez cómo habría sido tu vida si hubieras tenido madre? —quiso saber.
—Pues no.
—Yo sí. A menudo me pregunto qué consejo me habría dado.
—Dado que tu madre se casó con un bribón como Ivo Jenner —contestó él con ironía—, yo no le daría demasiado valor a sus consejos. —Hizo una pausa socarrona—. Por cierto, ¿cómo se conocieron? Una chica de buena familia no suele relacionarse con hombres como Jenner.
—Se conocieron en un accidente de tráfico. Mi madre iba en un carruaje con mi tía. Era uno de esos días de invierno en que la niebla de Londres es tan espesa que, a mediodía, la visibilidad es de apenas unos metros. El vehículo hizo un giro brusco para evitar el carro de un vendedor ambulante y atropello a mi padre, que estaba de pie en la acera. Ante la insistencia de mi madre, el cochero se detuvo para preguntarle si se había hecho daño. Sólo tenía unos rasguños, nada más. Pero supongo... supongo que mi padre debió de interesarle porque al día siguiente le envió una carta para preguntarle por su salud. Empezaron a escribirse, aunque mi padre debía hacerlo a través de alguien porque era analfabeto. No conozco más detalles, salvo que al final se fugaron juntos. —Una sonrisa de satisfacción le iluminó la cara al imaginarse la ira de los Maybrick al descubrir que su madre se había escapado con Ivo Jenner—. Cuando ella murió, tenía diecinueve años —añadió pensativa—. Y yo tengo veintitrés. Me parece extraño haber vivido más que ella —comentó antes de volverse parar mirarlo a la cara—. ¿Cuántos años tienes, milord? ¿Treinta y cuatro? ¿Treinta y cinco?
—Treinta y dos. Aunque en este momento me siento como si tuviera ciento dos. ¿Qué le ha pasado a tu tartamudez, cielo? Desapareció en algún lugar entre Tessdale y aquí.
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
4/4
capitulo 7
—¿De veras? —preguntó ______, algo sorprendida—. Supongo que contigo me siento cómoda. Suelo tartamudear menos con algunas personas. —Era extraño, porque no solía dejar de tartamudear por completo salvo que hablara con un niño. Notó cómo el pecho de St. Jonas daba una especie de respingo de diversión.
—Nadie me había dicho que le hiciera sentir cómodo. Y no me gusta nada. Tendré que hacer algo diabólico para que cambies de opinión.
—Estoy segura de que lo harás. —Cerró los ojos y se apretujó más contra él—. Creo que estoy demasiado cansada para tartamudear.
St. Jonas empezó a acariciarle el cabello y la cara para terminar masajeándole la sien con la yema de los dedos.
—Duerme —susurró—. Ya estamos llegando. Como nos encontramos en el quinto infierno, encanto, pronto deberías sentir más calor.
Pero no fue así. Cuanto más viajaban al norte, más frío hacía, y ______ llegó a pensar que no le vendría mal un poco de fuego eterno. El pueblo de Gretna Green se encontraba en el condado de Dumfriesshire, al norte de la frontera de Escocia. Centenares de parejas viajaban por la carretera de Londres a Gretna Green, pasando por Carlisle, para evitar la estricta legislación matrimonial de Inglaterra. Iban a pie, en carruaje o a caballo y, una vez lograban pronunciar sus votos matrimoniales, volvían a Inglaterra convertidos en marido y mujer.
Cuando una pareja cruzaba el puente sobre el río Sark y entraba en Escocia, podía casarse en cualquier punto del país. Bastaba con una declaración hecha ante testigos. Sin embargo, en Gretna Green había surgido un próspero negocio casamentero, y muchos de sus habitantes competían por celebrar bodas en hogares particulares, posadas o, incluso, al aire libre. El sitio más conocido era la herrería, donde se habían efectuado tantas ceremonias rápidas que a todos los matrimonios celebrados en Gretna Green se los conocía como «bodas en el yunque».
El carruaje llegó por fin a su destino: una posada situada al lado de la herrería. St. Jonas condujo a ______ rodeándola con un brazo como si fuera a desplomarse de cansancio. El posadero, un tal señor Findley, sonrió encantado al saber que se habían fugado para casarse, y les aseguró con guiños exagerados que siempre tenía una habitación preparada para situaciones así.
—No es legal hasta que hayan consumado la boda, ¿saben? —les informó con un acento casi ininteligible—. En una ocasión tuvimos que sacar a escondidas a unos novios por la puerta de atrás mientras sus perseguidores aporreaban la de delante. En otra, entraron en la posada y encontraron a los dos amantes en la cama; el novio todavía llevaba puestas las botas, pero no había duda de que el acto se había consumado. —Soltó una carcajada al recordarlo.
—¿Qué ha dicho? —murmuró ______, recostada en el hombro de St. Jonas.
—No tengo ni idea —le susurró éste al oído. Levantó la cabeza y se dirigió al posadero—: Me gustaría disponer de un baño caliente en la habitación cuando regresemos de la herrería.
—Muy bien, milord —confirmó el posadero, y recibió con entusiasmo las monedas que St. Jonas le entregó a cambio de una llave anticuada—. ¿Desea también que les subamos la cena, milord?
—No —contestó St. Jonas—, pero espero que podamos tomar un desayuno copioso por la mañana.
—Sí, milord. Van a casarse en la herrería, ¿verdad? Ay, caray. No hay mejor casamentero en Gretna que Paisley MacPhee. Es un hombre culto. Hará las veces de clérigo y les emitirá un certificado.
—Gracias —dijo St. Jonas.
Salieron de la posada y se dirigieron a la herrería, en la puerta de al lado. Una mirada rápida calle abajo les permitió ver hileras de casas y tiendas bien cuidadas, con farolas encendidas para mitigar la creciente oscuridad del atardecer. Al acercarse a la fachada del edificio encalado, él murmuró:
—Aguanta un poco más, cariño. Ya casi estamos.
______ esperó apoyada en él con la cabeza medio hundida en su chaqueta mientras él llamaba a la puerta. La abrió un hombre corpulento, rubicundo, con un atractivo bigote que se unía a sus tupidas patillas. Su acento escocés no era tan marcado como el del posadero, y ______ pudo comprender lo que decía.
capitulo 7
—¿De veras? —preguntó ______, algo sorprendida—. Supongo que contigo me siento cómoda. Suelo tartamudear menos con algunas personas. —Era extraño, porque no solía dejar de tartamudear por completo salvo que hablara con un niño. Notó cómo el pecho de St. Jonas daba una especie de respingo de diversión.
—Nadie me había dicho que le hiciera sentir cómodo. Y no me gusta nada. Tendré que hacer algo diabólico para que cambies de opinión.
—Estoy segura de que lo harás. —Cerró los ojos y se apretujó más contra él—. Creo que estoy demasiado cansada para tartamudear.
St. Jonas empezó a acariciarle el cabello y la cara para terminar masajeándole la sien con la yema de los dedos.
—Duerme —susurró—. Ya estamos llegando. Como nos encontramos en el quinto infierno, encanto, pronto deberías sentir más calor.
Pero no fue así. Cuanto más viajaban al norte, más frío hacía, y ______ llegó a pensar que no le vendría mal un poco de fuego eterno. El pueblo de Gretna Green se encontraba en el condado de Dumfriesshire, al norte de la frontera de Escocia. Centenares de parejas viajaban por la carretera de Londres a Gretna Green, pasando por Carlisle, para evitar la estricta legislación matrimonial de Inglaterra. Iban a pie, en carruaje o a caballo y, una vez lograban pronunciar sus votos matrimoniales, volvían a Inglaterra convertidos en marido y mujer.
Cuando una pareja cruzaba el puente sobre el río Sark y entraba en Escocia, podía casarse en cualquier punto del país. Bastaba con una declaración hecha ante testigos. Sin embargo, en Gretna Green había surgido un próspero negocio casamentero, y muchos de sus habitantes competían por celebrar bodas en hogares particulares, posadas o, incluso, al aire libre. El sitio más conocido era la herrería, donde se habían efectuado tantas ceremonias rápidas que a todos los matrimonios celebrados en Gretna Green se los conocía como «bodas en el yunque».
El carruaje llegó por fin a su destino: una posada situada al lado de la herrería. St. Jonas condujo a ______ rodeándola con un brazo como si fuera a desplomarse de cansancio. El posadero, un tal señor Findley, sonrió encantado al saber que se habían fugado para casarse, y les aseguró con guiños exagerados que siempre tenía una habitación preparada para situaciones así.
—No es legal hasta que hayan consumado la boda, ¿saben? —les informó con un acento casi ininteligible—. En una ocasión tuvimos que sacar a escondidas a unos novios por la puerta de atrás mientras sus perseguidores aporreaban la de delante. En otra, entraron en la posada y encontraron a los dos amantes en la cama; el novio todavía llevaba puestas las botas, pero no había duda de que el acto se había consumado. —Soltó una carcajada al recordarlo.
—¿Qué ha dicho? —murmuró ______, recostada en el hombro de St. Jonas.
—No tengo ni idea —le susurró éste al oído. Levantó la cabeza y se dirigió al posadero—: Me gustaría disponer de un baño caliente en la habitación cuando regresemos de la herrería.
—Muy bien, milord —confirmó el posadero, y recibió con entusiasmo las monedas que St. Jonas le entregó a cambio de una llave anticuada—. ¿Desea también que les subamos la cena, milord?
—No —contestó St. Jonas—, pero espero que podamos tomar un desayuno copioso por la mañana.
—Sí, milord. Van a casarse en la herrería, ¿verdad? Ay, caray. No hay mejor casamentero en Gretna que Paisley MacPhee. Es un hombre culto. Hará las veces de clérigo y les emitirá un certificado.
—Gracias —dijo St. Jonas.
Salieron de la posada y se dirigieron a la herrería, en la puerta de al lado. Una mirada rápida calle abajo les permitió ver hileras de casas y tiendas bien cuidadas, con farolas encendidas para mitigar la creciente oscuridad del atardecer. Al acercarse a la fachada del edificio encalado, él murmuró:
—Aguanta un poco más, cariño. Ya casi estamos.
______ esperó apoyada en él con la cabeza medio hundida en su chaqueta mientras él llamaba a la puerta. La abrió un hombre corpulento, rubicundo, con un atractivo bigote que se unía a sus tupidas patillas. Su acento escocés no era tan marcado como el del posadero, y ______ pudo comprender lo que decía.
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
—¿Es usted MacPhee? —preguntó St. Jonas.
—El mismo.
Rápidamente, St. Jonas hizo las presentaciones y explicó su intención. El herrero sonrió de oreja a oreja.
—Así que quieren casarse. Pasen, por favor.
—Así que quieren casarse. Pasen, por favor —dijo, y llamó a sus dos hijas, un par de muchachas rubicundas y morenas a las que presentó como Florag y Gavenia.
Luego los condujo a la herrería, situada en el mismo edificio. Los MacPhee mostraron la misma alegría constante que el posadero, lo que desmentía lo que ______ había oído siempre sobre el famoso carácter adusto de los escoceses.
—¿Les parece bien que mis dos hijas sean testigos? —sugirió MacPhee.
—Sí —respondió St. Jonas a la vez que echaba un vistazo alrededor; el local estaba lleno de herraduras, equipo para carruajes y herramientas de labranza—. Como puede ver, mi... —Se detuvo un momento como si dudara sobre cómo referirse a ______—. Mi novia y yo estamos bastante cansados. Hemos viajado desde Londres a un ritmo endiablado, de modo que nos gustaría acelerar el trámite.
—¿Desde Londres? —repitió el herrero, y sonrió a ______—. ¿Por qué ha venido a Gretna, señorita? ¿No le dieron sus padres consentimiento para casarse?
—Me te... temo que no es tan sencillo. —______ le devolvió la sonrisa lánguidamente.
—Casi nunca lo es —concedió MacPhee mientras meneaba la cabeza sabiamente—. Pero tengo que advertirle algo, señorita. Si va a casarse precipitadamente, el matrimonio escocés es un vínculo irrevocable e indisoluble. Asegúrese de que su amor es verdadero para...
St. Jonas interrumpió lo que prometía ser una retahila de consejos paternales.
—No es un matrimonio por amor —aclaró—. Es un matrimonio de conveniencia, y la calidez que existe entre nosotros no llega ni a la de una vela de cumpleaños. Proceda, por favor. Ninguno de los dos ha dormido como es debido en dos días.
Se hizo el silencio, y la brusquedad del comentario pareció horrorizar a MacPhee y sus dos hijas.
—No me cae usted bien —anunció con ceño.
—A mi futura esposa tampoco —replicó St. Jonas, exasperado—. Pero como eso no va a impedir que se case conmigo, tampoco debería detenerlo a usted. Adelante.
MacPhee dirigió una mirada de compasión a ______.
—La novia no tiene flores —advirtió, de pronto decidido a que la ceremonia tuviese un aire romántico—. Florag, ve a buscar un ramito de brezo blanco.
bueno0 chicas hasta aqui espero que les halla gustado
—El mismo.
Rápidamente, St. Jonas hizo las presentaciones y explicó su intención. El herrero sonrió de oreja a oreja.
—Así que quieren casarse. Pasen, por favor.
—Así que quieren casarse. Pasen, por favor —dijo, y llamó a sus dos hijas, un par de muchachas rubicundas y morenas a las que presentó como Florag y Gavenia.
Luego los condujo a la herrería, situada en el mismo edificio. Los MacPhee mostraron la misma alegría constante que el posadero, lo que desmentía lo que ______ había oído siempre sobre el famoso carácter adusto de los escoceses.
—¿Les parece bien que mis dos hijas sean testigos? —sugirió MacPhee.
—Sí —respondió St. Jonas a la vez que echaba un vistazo alrededor; el local estaba lleno de herraduras, equipo para carruajes y herramientas de labranza—. Como puede ver, mi... —Se detuvo un momento como si dudara sobre cómo referirse a ______—. Mi novia y yo estamos bastante cansados. Hemos viajado desde Londres a un ritmo endiablado, de modo que nos gustaría acelerar el trámite.
—¿Desde Londres? —repitió el herrero, y sonrió a ______—. ¿Por qué ha venido a Gretna, señorita? ¿No le dieron sus padres consentimiento para casarse?
—Me te... temo que no es tan sencillo. —______ le devolvió la sonrisa lánguidamente.
—Casi nunca lo es —concedió MacPhee mientras meneaba la cabeza sabiamente—. Pero tengo que advertirle algo, señorita. Si va a casarse precipitadamente, el matrimonio escocés es un vínculo irrevocable e indisoluble. Asegúrese de que su amor es verdadero para...
St. Jonas interrumpió lo que prometía ser una retahila de consejos paternales.
—No es un matrimonio por amor —aclaró—. Es un matrimonio de conveniencia, y la calidez que existe entre nosotros no llega ni a la de una vela de cumpleaños. Proceda, por favor. Ninguno de los dos ha dormido como es debido en dos días.
Se hizo el silencio, y la brusquedad del comentario pareció horrorizar a MacPhee y sus dos hijas.
—No me cae usted bien —anunció con ceño.
—A mi futura esposa tampoco —replicó St. Jonas, exasperado—. Pero como eso no va a impedir que se case conmigo, tampoco debería detenerlo a usted. Adelante.
MacPhee dirigió una mirada de compasión a ______.
—La novia no tiene flores —advirtió, de pronto decidido a que la ceremonia tuviese un aire romántico—. Florag, ve a buscar un ramito de brezo blanco.
bueno0 chicas hasta aqui espero que les halla gustado
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
Hola !!!
siguela !!!!
me encanta :D
sube cap cuando puedas !! :)
siguela !!!!
me encanta :D
sube cap cuando puedas !! :)
Maddy
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
Soy una total descarada... pero tengo explicacion... tengo la computadora ROTA si si rota, y no eh podido ni leer el tuyo ni subir el mio... pero aqui estoy con una compu prestada... y te escribo para decirte
SIGUELA por favor tienes que seguirla sino!! :x mejor no digo nada... en fin por favor continuala!!!
SIGUELA por favor tienes que seguirla sino!! :x mejor no digo nada... en fin por favor continuala!!!
pattycrazypeople
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
chicas chicas lo siento losiento de verdad soy una........nose pero esque saven era la navidad y me fui de vacasiones a republica dominicana ( el caribe) :cheers: estuvo genial pero mejor no hablo y pongo el cap
capitulo 8
—No necesita flores —soltó St. Jonas, pero la joven se marchó de todos modos.
—Que la novia lleve brezo blanco es una vieja costumbre escocesa —explicó MacPhee a ______—. ¿Quiere que le cuente porqué?
Ella asintió y contuvo una risita ahogada. A pesar de su cansancio, o quizá debido a él, empezaba a sentir un placer perverso al ver cómo Nick se esforzaba por controlar su irritación. En aquel momento, el hombre mal afeitado y malhumorado que tenía a su lado no guardaba ningún parecido con el aristócrata petulante que había asistido a la fiesta en casa de lord Kevin.
—Hace mucho, mucho tiempo... —empezó MacPhee, sin prestar atención al gruñido de St. Jonas—, había una hermosa joven llamada Malvina. Estaba prometida a Osear, un valiente guerrero que había conquistado su corazón. Osear pidió a su amada que lo esperara mientras iba a buscar fortuna. Pero un día aciago, Malvina recibió la noticia de que su novio había muerto en combate. Descansaría para siempre en unas colinas lejanas... sumido en un sueño eterno...
—Dios mío, cómo lo envidio —afirmó Nick, a la vez que se frotaba los ojos.
—Cuando las lágrimas de dolor de Malvina empaparon la hierba como el rocío —prosiguió MacPhee—, el brezo púrpura que había a sus pies se volvió blanco. Por eso todas las novias escocesas llevan brezo blanco el día de su boda.
—¿Esa es la historia? —preguntó Nick con incredulidad—. ¿El brezo procede de las lágrimas que derramó una muchacha por la muerte de su prometido?
—Así es.
—¿Cómo diablos puede considerarse entonces señal de buena suerte?
MacPhee abrió la boca para contestar pero, en ese momento, Florag volvió y entregó a ______ un ramito de brezo blanco seco. Tras murmurarle las gracias, ______ dejó que el herrero la condujera hacia el yunque, en el centro del local.
—¿Tiene un anillo para la señorita? —preguntó MacPhee a Nick, que sacudió la cabeza .— Me lo imaginaba —dijo con frialdad el herrero—. Gavenia, trae el estuche de los anillos. —Y acercándose a ______, explicó—: Trabajo metales preciosos además de hierro. Es un trabajo fino, hecho con el mejor oro de Escocia.
—No necesita ningún... —Nick se detuvo al ver que ______ alzaba los ojos hacia él. Soltó un suspiro—. De acuerdo. Elige uno.
MacPhee retiró un trozo de lana del estuche, lo extendió sobre el yunque y colocó sobre él con delicadeza una selección de seis anillos. ______ se inclinó parar mirarlos. Los anillos, todos ellos alianzas de oro de diversos tamaños y motivos, eran tan intricados y delicados que parecía imposible que los hubiera creado un herrero. —Éste muestra cardos y nudos —dijo MacPhee, y lo levantó para que lo viera mejor—. Este tiene un diseño de llaves, y éste, una rosa de Shetland.
______ eligió el más pequeño y se lo probó en el dedo anular izquierdo. Le iba perfecto. Se lo acercó para examinar el diseño. Era el más sencillo; una alianza de oro pulido que llevaba grabadas las palabras: Tha Gad Agam Ort.
—¿Qué significa? —preguntó a MacPhee.
—«Mi amor es tuyo.»
Nicholas permaneció impertérrito y se produjo un silencio incómodo. ______ se quitó la alianza lamentando haberse interesado por los anillos. El sentimiento de aquella frase estaba tan fuera de lugar en esa ceremonia impostada que realzaba la farsa de la boda.
—Creo que no quiero anillo después de todo —masculló, y volvió a dejarlo en la tela.
—Nos lo quedamos —dijo entonces Nick. Anonadada, ______ lo vio coger la alianza de oro y, cuando lo miró con los ojos desorbitados, él añadió con sequedad—: Son sólo palabras. No significa nada.
Ella asintió y agachó la cabeza.
MacPhee los observó con ceño y se tiró de la barba incipiente.
—Niñas, cantad una canción —pidió a sus hijas con resuelta alegría.
—Una canción... —protestó Nicholas, pero ______ le tiró de la manga.
—Déjalos —murmuró—. Cuanto más discutas, más tardaremos.
Él maldijo entre dientes y fijó la vista en el yunque, mientras las hermanas entonaban en perfecta armonía.
Oh, mi amor es como una rosa roja, roja,
recién brotada en junio.
Oh, mi amor es como una melodía
que se entona dulcemente.
Mi amor por ti es tan inmenso
como tu belleza.
Y te seguiré amando, amor mío,
hasta que los mares se sequen...
El herrero escuchó a sus hijas con orgullo hasta que acabó la última nota y entonces las alabó generosamente. Se volvió a la pareja que estaba ante el yunque e indicó, dándose importancia:
—Y ahora les haré unas preguntas. ¿Son los dos solteros?
—Sí —respondió Nick.
—¿Tiene un anillo para la novia?
—Acaba de... —Nick se detuvo con una imprecación entre dientes al ver que MacPhee arqueaba las cejas, impaciente. Era evidente que si quería que la ceremonia concluyera, debía seguirle la corriente. Así que gruñó—: Sí, lo tengo.
—Póngaselo a su prometida en el dedo y tómele la mano.
______ se sintió extraña y mareada cuando miró a Nick. En cuanto él le deslizó la alianza en el dedo, el corazón empezó a latirle deprisa, y le recorrió el cuerpo algo que no era ni entusiasmo ni temor, sino una emoción nueva que le agudizaba los sentidos. No tenía palabras para definir ese sentimiento. La tensión la atenazó mientras su pulso rehusaba calmarse. Su mano descansaba sobre la de él, cuyos dedos eran más largos y su palma suave y cálida.
Él inclinó un poco la cabeza para verle la cara. Aunque estaba inexpresiva, una nota de color le cubría los pómulos y el puente de la nariz. Y respiraba más rápido de lo habitual. Ella desvió la mirada, sorprendida de que ya conociera algo tan íntimo como su respiración normal. El herrero tomó una cinta blanca y se la entregó a una de sus hijas. ______ se estremeció un poco cuando la chica rodeó con ella las muñecas de los novios.
Notó que Nick había acercado la mano libre a su cuello y se lo acariciaba como si fuera un animal nervioso. El suave contacto de sus dedos hizo que se relajara.
MacPhee terminó de rodearles las muñecas con más cinta.
—Y ahora el nudo —dijo mientras lo hacía con una floritura—. Repita después de mí, señorita: «Yo te tomo por esposo.»
—Yo te tomo por esposo —susurró ______.
—¿Milord? —lo animó el herrero.
St. Jonas la miró con unos ojos fríos y brillantes que no revelaban nada. Aun así, ella sintió de algún modo que él también sentía aquella tensión extraña, tan fuerte como la de un relámpago.
—Yo te tomo por esposa —dijo en voz baja.
—Ante Dios y estos testigos, yo os declaro marido y mujer —dijo MacPhee con tono de satisfacción—. Que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. Son ochenta y dos libras, tres coronas y un chelín.
St. Jonas apartó con dificultad la mirada de ______ y la dirigió hacia el herrero con una ceja arqueada.
—El anillo vale cincuenta libras —explicó MacPhee en respuesta a su pregunta implícita.
—¿Cincuenta libras por un anillo sin piedra? —replicó St. Jonas agriamente.
—Es oro escocés —dijo MacPhee, a quien parecía indignarle que cuestionara el precio—. Es de los arroyos de las colinas de Lowther.
—¿Y el resto?
—Treinta libras por la ceremonia, una libra por el uso del local, una guinea por el certificado de matrimonio, que les tendré preparado mañana, una corona por cada testigo... —Hizo una pausa para señalar a sus hijas, que rieron e hicieron una reverencia—. Otra corona por las flores...
—¿Una corona por un puñado de hierbajos secos? —soltó Nick, indignado.
—La canción es cortesía de la casa —concedió MacPhee gentilmente—. Oh, y un chelín por la cinta, que no deben desatar hasta que el matrimonio se haya consumado o la mala suerte les perseguirá.
Nick abrió la boca para replicar, pero tras una mirada a la agotada ______, metió la mano en el bolsillo de la chaqueta en busca del dinero. Se movía con torpeza, ya que era diestro y ahora sólo podía usar la mano izquierda. Sacó un fajo de billetes y unas monedas y los lanzó sobre el yunque.
—Tenga —dijo con brusquedad—. Quédese con el cambio. Déselo a sus hijas. —Su voz adquirió una nota irónica—. Junto con mi gratitud por la canción.
MacPhee y sus hijas dieron las gracias a coro y los siguieron hasta la puerta mientras las muchachas repetían una estrofa:
Y te seguiré amando, amor mío, hasta que los mares se sequen...
capitulo 8
—No necesita flores —soltó St. Jonas, pero la joven se marchó de todos modos.
—Que la novia lleve brezo blanco es una vieja costumbre escocesa —explicó MacPhee a ______—. ¿Quiere que le cuente porqué?
Ella asintió y contuvo una risita ahogada. A pesar de su cansancio, o quizá debido a él, empezaba a sentir un placer perverso al ver cómo Nick se esforzaba por controlar su irritación. En aquel momento, el hombre mal afeitado y malhumorado que tenía a su lado no guardaba ningún parecido con el aristócrata petulante que había asistido a la fiesta en casa de lord Kevin.
—Hace mucho, mucho tiempo... —empezó MacPhee, sin prestar atención al gruñido de St. Jonas—, había una hermosa joven llamada Malvina. Estaba prometida a Osear, un valiente guerrero que había conquistado su corazón. Osear pidió a su amada que lo esperara mientras iba a buscar fortuna. Pero un día aciago, Malvina recibió la noticia de que su novio había muerto en combate. Descansaría para siempre en unas colinas lejanas... sumido en un sueño eterno...
—Dios mío, cómo lo envidio —afirmó Nick, a la vez que se frotaba los ojos.
—Cuando las lágrimas de dolor de Malvina empaparon la hierba como el rocío —prosiguió MacPhee—, el brezo púrpura que había a sus pies se volvió blanco. Por eso todas las novias escocesas llevan brezo blanco el día de su boda.
—¿Esa es la historia? —preguntó Nick con incredulidad—. ¿El brezo procede de las lágrimas que derramó una muchacha por la muerte de su prometido?
—Así es.
—¿Cómo diablos puede considerarse entonces señal de buena suerte?
MacPhee abrió la boca para contestar pero, en ese momento, Florag volvió y entregó a ______ un ramito de brezo blanco seco. Tras murmurarle las gracias, ______ dejó que el herrero la condujera hacia el yunque, en el centro del local.
—¿Tiene un anillo para la señorita? —preguntó MacPhee a Nick, que sacudió la cabeza .— Me lo imaginaba —dijo con frialdad el herrero—. Gavenia, trae el estuche de los anillos. —Y acercándose a ______, explicó—: Trabajo metales preciosos además de hierro. Es un trabajo fino, hecho con el mejor oro de Escocia.
—No necesita ningún... —Nick se detuvo al ver que ______ alzaba los ojos hacia él. Soltó un suspiro—. De acuerdo. Elige uno.
MacPhee retiró un trozo de lana del estuche, lo extendió sobre el yunque y colocó sobre él con delicadeza una selección de seis anillos. ______ se inclinó parar mirarlos. Los anillos, todos ellos alianzas de oro de diversos tamaños y motivos, eran tan intricados y delicados que parecía imposible que los hubiera creado un herrero. —Éste muestra cardos y nudos —dijo MacPhee, y lo levantó para que lo viera mejor—. Este tiene un diseño de llaves, y éste, una rosa de Shetland.
______ eligió el más pequeño y se lo probó en el dedo anular izquierdo. Le iba perfecto. Se lo acercó para examinar el diseño. Era el más sencillo; una alianza de oro pulido que llevaba grabadas las palabras: Tha Gad Agam Ort.
—¿Qué significa? —preguntó a MacPhee.
—«Mi amor es tuyo.»
Nicholas permaneció impertérrito y se produjo un silencio incómodo. ______ se quitó la alianza lamentando haberse interesado por los anillos. El sentimiento de aquella frase estaba tan fuera de lugar en esa ceremonia impostada que realzaba la farsa de la boda.
—Creo que no quiero anillo después de todo —masculló, y volvió a dejarlo en la tela.
—Nos lo quedamos —dijo entonces Nick. Anonadada, ______ lo vio coger la alianza de oro y, cuando lo miró con los ojos desorbitados, él añadió con sequedad—: Son sólo palabras. No significa nada.
Ella asintió y agachó la cabeza.
MacPhee los observó con ceño y se tiró de la barba incipiente.
—Niñas, cantad una canción —pidió a sus hijas con resuelta alegría.
—Una canción... —protestó Nicholas, pero ______ le tiró de la manga.
—Déjalos —murmuró—. Cuanto más discutas, más tardaremos.
Él maldijo entre dientes y fijó la vista en el yunque, mientras las hermanas entonaban en perfecta armonía.
Oh, mi amor es como una rosa roja, roja,
recién brotada en junio.
Oh, mi amor es como una melodía
que se entona dulcemente.
Mi amor por ti es tan inmenso
como tu belleza.
Y te seguiré amando, amor mío,
hasta que los mares se sequen...
El herrero escuchó a sus hijas con orgullo hasta que acabó la última nota y entonces las alabó generosamente. Se volvió a la pareja que estaba ante el yunque e indicó, dándose importancia:
—Y ahora les haré unas preguntas. ¿Son los dos solteros?
—Sí —respondió Nick.
—¿Tiene un anillo para la novia?
—Acaba de... —Nick se detuvo con una imprecación entre dientes al ver que MacPhee arqueaba las cejas, impaciente. Era evidente que si quería que la ceremonia concluyera, debía seguirle la corriente. Así que gruñó—: Sí, lo tengo.
—Póngaselo a su prometida en el dedo y tómele la mano.
______ se sintió extraña y mareada cuando miró a Nick. En cuanto él le deslizó la alianza en el dedo, el corazón empezó a latirle deprisa, y le recorrió el cuerpo algo que no era ni entusiasmo ni temor, sino una emoción nueva que le agudizaba los sentidos. No tenía palabras para definir ese sentimiento. La tensión la atenazó mientras su pulso rehusaba calmarse. Su mano descansaba sobre la de él, cuyos dedos eran más largos y su palma suave y cálida.
Él inclinó un poco la cabeza para verle la cara. Aunque estaba inexpresiva, una nota de color le cubría los pómulos y el puente de la nariz. Y respiraba más rápido de lo habitual. Ella desvió la mirada, sorprendida de que ya conociera algo tan íntimo como su respiración normal. El herrero tomó una cinta blanca y se la entregó a una de sus hijas. ______ se estremeció un poco cuando la chica rodeó con ella las muñecas de los novios.
Notó que Nick había acercado la mano libre a su cuello y se lo acariciaba como si fuera un animal nervioso. El suave contacto de sus dedos hizo que se relajara.
MacPhee terminó de rodearles las muñecas con más cinta.
—Y ahora el nudo —dijo mientras lo hacía con una floritura—. Repita después de mí, señorita: «Yo te tomo por esposo.»
—Yo te tomo por esposo —susurró ______.
—¿Milord? —lo animó el herrero.
St. Jonas la miró con unos ojos fríos y brillantes que no revelaban nada. Aun así, ella sintió de algún modo que él también sentía aquella tensión extraña, tan fuerte como la de un relámpago.
—Yo te tomo por esposa —dijo en voz baja.
—Ante Dios y estos testigos, yo os declaro marido y mujer —dijo MacPhee con tono de satisfacción—. Que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. Son ochenta y dos libras, tres coronas y un chelín.
St. Jonas apartó con dificultad la mirada de ______ y la dirigió hacia el herrero con una ceja arqueada.
—El anillo vale cincuenta libras —explicó MacPhee en respuesta a su pregunta implícita.
—¿Cincuenta libras por un anillo sin piedra? —replicó St. Jonas agriamente.
—Es oro escocés —dijo MacPhee, a quien parecía indignarle que cuestionara el precio—. Es de los arroyos de las colinas de Lowther.
—¿Y el resto?
—Treinta libras por la ceremonia, una libra por el uso del local, una guinea por el certificado de matrimonio, que les tendré preparado mañana, una corona por cada testigo... —Hizo una pausa para señalar a sus hijas, que rieron e hicieron una reverencia—. Otra corona por las flores...
—¿Una corona por un puñado de hierbajos secos? —soltó Nick, indignado.
—La canción es cortesía de la casa —concedió MacPhee gentilmente—. Oh, y un chelín por la cinta, que no deben desatar hasta que el matrimonio se haya consumado o la mala suerte les perseguirá.
Nick abrió la boca para replicar, pero tras una mirada a la agotada ______, metió la mano en el bolsillo de la chaqueta en busca del dinero. Se movía con torpeza, ya que era diestro y ahora sólo podía usar la mano izquierda. Sacó un fajo de billetes y unas monedas y los lanzó sobre el yunque.
—Tenga —dijo con brusquedad—. Quédese con el cambio. Déselo a sus hijas. —Su voz adquirió una nota irónica—. Junto con mi gratitud por la canción.
MacPhee y sus hijas dieron las gracias a coro y los siguieron hasta la puerta mientras las muchachas repetían una estrofa:
Y te seguiré amando, amor mío, hasta que los mares se sequen...
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
aqui va la continuacion
Cuando salieron de la herrería, la lluvia arreciaba como una densa cortina plateada. ______ reunió las fuerzas que le quedaban para acelerar el paso en su regreso a la posada. Se sentía como si caminara en sueños. Todo parecía desproporcionado, le costaba concentrar la mirada y el suelo enfangado parecía moverse caprichosamente bajo sus pies. Para su disgusto, su flamante marido la detuvo junto al edificio, a cubierto bajo un alero chorreante.
—¿Qué pasa? —preguntó aturdida.
Él alargó la mano hacia sus muñecas atadas y empezó a deshacer el nudo de la cinta.
—Voy a quitarnos esto.
—No. Espera. —La capucha de la capa le resbaló hacia atrás al intentar impedírselo. Le cubrió la mano con la suya y él la miró.
—¿Por qué? —preguntó Nick con impaciencia. Inclinó la cabeza para mirarla a los ojos, y el agua empezó a resbalarle por el ala del sombrero. Había oscurecido y la única iluminación que había era el brillo tenue de las farolas. Aunque la luz era poca, parecía prender en sus ojos, que lucían como si poseyeran una luz interior.
—Ya has oído al señor MacPhee: trae mala suerte desatar la cinta.
—¿Eres supersticiosa? —dijo Nick en tono incrédulo. ______ asintió como discul-pándose.
No costaba demasiado darse cuenta de que la furia de St. Jonas podría desatarse mucho antes que sus muñecas. Ahí de pie, juntos, en medio de la oscuridad y el frío, con los brazos extendidos en un ángulo extraño, ______ sentía su mano sobre la de él. Era la única parte de su cuerpo que experimentaba calor.
El habló con una paciencia exagerada que habría impulsado a ______, en circunstancias normales, a retirar de inmediato sus objeciones.
—¿De verdad quieres entrar así en la posada?
Era irracional, pero ______ estaba demasiado exhausta para pensar con sensatez. Sólo sabía que ya había tenido toda la mala suerte del mundo, y no quería buscarse más.
—Estamos en Gretna Green. Nadie le dará ninguna importancia. Y creía que no te importaban las apariencias.
—Nunca me ha importado parecer depravado o vil. Pero me niego a parecer *******.
—No, por favor —insistió ella cuando Nick volvió a atacar el nudo. Forcejeó con él y sus dedos se entrelazaron.
De repente, Nick le tomó la boca con la suya y la empujó contra el edificio, donde la sujetó con su cuerpo. Con la mano libre, le tomó la nuca por debajo del pelo mojado. La presión de sus labios la aturdió. No sabía besar y no tenía idea de qué hacer con la boca. Perpleja y temblorosa, le ofreció los labios cerrados mientras el corazón le latía con fuerza y las piernas le flaqueaban.
Nicholas quería cosas que ella no sabía darle. Al notar su confusión, él cedió un poco y empezó a darle besos breves e insistentes mientras le rozaba con suavidad la cara. Empezó a acariciarle la mandíbula, el mentón, y, con el pulgar, le incitó a separar los labios. En cuanto lo consiguió se los cubrió con la boca. ______ podía saborearlo: una esencia sutil y seductora que la afectó como si se tratara de un elixir exótico. Notó cómo le introducía la lengua, cómo le exploraba suavemente la boca, cómo la deslizaba más y más adentro sin que ella opusiera resistencia.
Cuando salieron de la herrería, la lluvia arreciaba como una densa cortina plateada. ______ reunió las fuerzas que le quedaban para acelerar el paso en su regreso a la posada. Se sentía como si caminara en sueños. Todo parecía desproporcionado, le costaba concentrar la mirada y el suelo enfangado parecía moverse caprichosamente bajo sus pies. Para su disgusto, su flamante marido la detuvo junto al edificio, a cubierto bajo un alero chorreante.
—¿Qué pasa? —preguntó aturdida.
Él alargó la mano hacia sus muñecas atadas y empezó a deshacer el nudo de la cinta.
—Voy a quitarnos esto.
—No. Espera. —La capucha de la capa le resbaló hacia atrás al intentar impedírselo. Le cubrió la mano con la suya y él la miró.
—¿Por qué? —preguntó Nick con impaciencia. Inclinó la cabeza para mirarla a los ojos, y el agua empezó a resbalarle por el ala del sombrero. Había oscurecido y la única iluminación que había era el brillo tenue de las farolas. Aunque la luz era poca, parecía prender en sus ojos, que lucían como si poseyeran una luz interior.
—Ya has oído al señor MacPhee: trae mala suerte desatar la cinta.
—¿Eres supersticiosa? —dijo Nick en tono incrédulo. ______ asintió como discul-pándose.
No costaba demasiado darse cuenta de que la furia de St. Jonas podría desatarse mucho antes que sus muñecas. Ahí de pie, juntos, en medio de la oscuridad y el frío, con los brazos extendidos en un ángulo extraño, ______ sentía su mano sobre la de él. Era la única parte de su cuerpo que experimentaba calor.
El habló con una paciencia exagerada que habría impulsado a ______, en circunstancias normales, a retirar de inmediato sus objeciones.
—¿De verdad quieres entrar así en la posada?
Era irracional, pero ______ estaba demasiado exhausta para pensar con sensatez. Sólo sabía que ya había tenido toda la mala suerte del mundo, y no quería buscarse más.
—Estamos en Gretna Green. Nadie le dará ninguna importancia. Y creía que no te importaban las apariencias.
—Nunca me ha importado parecer depravado o vil. Pero me niego a parecer *******.
—No, por favor —insistió ella cuando Nick volvió a atacar el nudo. Forcejeó con él y sus dedos se entrelazaron.
De repente, Nick le tomó la boca con la suya y la empujó contra el edificio, donde la sujetó con su cuerpo. Con la mano libre, le tomó la nuca por debajo del pelo mojado. La presión de sus labios la aturdió. No sabía besar y no tenía idea de qué hacer con la boca. Perpleja y temblorosa, le ofreció los labios cerrados mientras el corazón le latía con fuerza y las piernas le flaqueaban.
Nicholas quería cosas que ella no sabía darle. Al notar su confusión, él cedió un poco y empezó a darle besos breves e insistentes mientras le rozaba con suavidad la cara. Empezó a acariciarle la mandíbula, el mentón, y, con el pulgar, le incitó a separar los labios. En cuanto lo consiguió se los cubrió con la boca. ______ podía saborearlo: una esencia sutil y seductora que la afectó como si se tratara de un elixir exótico. Notó cómo le introducía la lengua, cómo le exploraba suavemente la boca, cómo la deslizaba más y más adentro sin que ella opusiera resistencia.
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
Tras este beso exuberante, Nick redujo la presión hasta que sus bocas apenas se tocaban y su aliento, que el frío de la noche convertía en vaho, se mezclaba de modo visible. La besó con suavidad una, dos veces. Le recorrió la mejilla con los labios hasta el hueco de la oreja. Entonces, al sentir cómo se la acariciaba con la lengua y cómo le tomaba el lóbulo entre los dientes, ______ soltó un gritito ahogado. Se estremeció y una cálida sensación le invadió los pechos hasta sus partes íntimas.
Buscó a ciegas su boca, la caricia delicada de su lengua. Y él se las ofreció con un beso tierno pero firme. ______ le rodeó el cuello con el brazo libre para no caerse, mientras él mantenía la otra muñeca contra la pared, lo que provocaba que sus pulsos latieran juntos bajo la cinta blanca. Otro beso apasionado, rudo y dulce a la vez, con el que le devoró la boca y le saboreó y lamió el paladar. Ella sintió un placer tan intenso que casi se desmayó.
«No es extraño...», pensó atolondrada.
No, no era extraño que tantas mujeres hubieran sucumbido a aquel hombre, echado a perder su reputación y su honor por él. Habían incluso, si había que dar crédito a los rumores, amenazado con suicidarse cuando las abandonó. Nicholas era la sensualidad personificada.
Cuando se separó de ella, le sorprendió no desplomarse. Él jadeaba tanto como ella, más incluso, y su tórax se movía con fuerza. Ambos guardaron silencio mientras él alargaba la mano para desatar la cinta con los ojos totalmente fijos en ello. Le temblaban las manos. No la miró, aunque no supo si era para evitar verle la expresión o para impedirle ver la suya. Una vez retirada la cinta blanca, ______ se sintió como si siguieran atados. Su muñeca conservaba la sensación de estarlo.
Él, que por fin se atrevió a mirarla, la retó en silencio a que protestara. Así que ella se contuvo y le tomó el brazo para recorrer la corta distancia que los separaba de la posada. La cabeza le daba vueltas y apenas oyó las felicitaciones joviales del señor Findley cuando entraron. Al subir la escalera, oscura y angosta, le pesaban las piernas.
El viaje concluía finalmente en un esfuerzo titánico por poner un pie delante del otro. Llegaron a una puerta en el pasillo de arriba. Apoyada contra la pared, vio cómo Nick introducía la llave en la cerradura. Cuando hubo abierto, se tambaleó hacia el umbral.
—Espera —dijo él, y se agachó para cargarla.
—No tienes que... —soltó ella.
—Por deferencia a tu naturaleza supersticiosa, creo que será mejor que sigamos una última tradición. —Y la levantó con la misma facilidad que si fuera una niña y cruzó de lado la puerta con ella en brazos—. Trae mala suerte que la novia tropiece en el umbral. Y he visto hombres caminar mejor que tú después de una bacanal de tres días.
—Gracias —murmuró ______ cuando la dejó en el suelo.
—Será media corona —replicó Nick, y el recordatorio irónico de las tarifas del herrero la hizo sonreír.
Pero su sonrisa se desvaneció al echar un vistazo a la habitación. La cama de matrimonio se veía mullida y limpia, y la colcha, raída de incontables lavados. El armazón era de metal, con remates en forma de bola. Un brillo rosado emanaba de una lámpara de aceite con tulipa de cristal rojo que había en la mesita de noche. Manchada de barro, helada y entumecida, ______ observó en silencio la bañera de cobre colocada delante de la chimenea.
Nicholas cerró la puerta, se acercó a ella y le desabrochó la capa. Su rostro reflejó algo parecido a la lástima cuando se percató de que temblaba de cansancio.
—Deja que te ayude —dijo en voz baja a la vez que le quitaba la capa de los hombros, y acercó una silla al fuego.
______ tragó saliva y trató de tensar las rodillas, que parecían querer doblarse. Al mirar la cama, un pavor frío le golpeó el estómago.
—¿Vamos a...? —empezó con una voz que se le volvió áspera.
—¿Vamos a...? —repitió Nick a la vez que empezaba a desabrocharle la parte delantera del vestido. Sus dedos se movieron con rapidez por la botonadura del canesú—. No, por Dios. A pesar de lo deliciosa que eres, mi amor, estoy demasiado cansado. Jamás había dicho esto en toda mi vida pero, en este momento, me apetece más dormir que follar.
______ suspiró aliviada. Tuvo que agarrarse a él para no perder el equilibrio cuando le pasó el vestido por las caderas para quitárselo.
—No me gusta esa palabra —dijo en voz baja.
—Pues más vale que te acostumbres a ella —respondió él con mordacidad—. Es una palabra que se usa con frecuencia en el club de tu padre. No entiendo cómo no estás acostumbrada a oírla.
—La he oído —replicó indignada mientras daba un paso para salir del círculo que formaba el vestido en el suelo—. Sólo que, hasta ahora, no sabía qué significaba.
Nicholas se agachó para desabrocharle los zapatos. Un ruido extraño, como de ahogo, se le escapó de los labios. ______ creyó, angustiada, que le había dado un ataque, pero luego comprendió que se estaba riendo. Era la primera carcajada auténtica que le oía, aunque no sabía qué le resultaba tan gracioso. De pie ante él, en camisola y culote, se cruzó de brazos y frunció el ceño.
Sin dejar de regodearse, St. Jonas le quitó los zapatos y los dejó en el suelo. Le bajó las medias con rápida eficiencia.
—Toma un baño, cielo —logró decir por fin—. Esta noche no corres peligro conmigo. Podré mirar, pero no tocar. Adelante.
Como nunca se había desnudado delante de un hombre, ______ se ruborizó de pies a cabeza mientras se soltaba los lazos de la camisola. Nick, con tacto, se volvió y se dirigió hacia el palanganero con un aguamanil lleno de agua caliente que había en la chimenea. Mientras sacaba los útiles para afeitarse, ______ se quitó con torpeza la ropa interior y se metió en la bañera. El agua estaba deliciosamente caliente y, al sumergirse, sintió un cosquilleo en las piernas, como si se le clavaran millares de agujitas.
En un taburete junto a la bañera había un tarro con un jabón gelatinoso de color marrón y olor acre. Se vertió un poco en los dedos y se lo extendió por el pecho y los brazos. Tenía las manos muy torpes y los dedos se negaban a obedecer sus órdenes. Tras hundir la cabeza en el agua, alargó la mano para tomar un poco más de jabón y casi volcó el tarro. Se lavó el pelo, refunfuñó cuando empezaron a escocerle los ojos y con las manos se vertió agua en la cara.
Nicholas se acercó a la bañera con el aguamanil. ______ le oyó hablar a través del agua.
—Echa la cabeza hacia atrás —ordenó antes de verterle el resto de agua limpia sobre el pelo enjabonado.
Con destreza, le secó la cara con una toalla limpia pero áspera, y le dijo que se levantara. ______ tomó la mano que le ofrecía y lo hizo. Debería haberse muerto de vergüenza de estar desnuda ante él, pero había llegado a tal límite de agotamiento que era incapaz de sentir pudor. Temblorosa y agobiada, dejó que la ayudara a salir de la bañera. Incluso permitió que la secara, sin hacer otra cosa que no fuera esperar lánguidamente a que terminara, sin importarle ni darse cuenta de si la estaba mirando.
Nicholas era más eficiente que cualquier doncella, y le puso con rapidez el camisón de franela blanca que había encontrado en su bolsa de viaje. Con la toalla le escurrió el agua del pelo y después la condujo hasta el palanganero. ______ observó, indiferente, que había encontrado su cepillo de dientes en la bolsa y le había echado polvos dentífricos. Se cepilló los dientes, se los aclaró con movimientos enérgicos y escupió en la jofaina de cerámica. El cepillo se le escurrió entre los dedos entumecidos y repiqueteó en el suelo.
—¿Dónde está la cama? —susurró con los ojos cerrados.
—Aquí, cariño. Tómame la mano —respondió él, y la guió.
En cuanto llegó, ______ se tumbó como un animal herido. El colchón era mullido, y el peso de las sábanas y las mantas de lana, secas y calientes, exquisito para sus extremidades doloridas. Hundió la cabeza en la almohada y gimió suspirante. Sintió un ligero tirón en el cabello y comprendió que Nick le estaba peinando los mechones mojados. Aceptó pasivamente sus atenciones y dejó que le diera la vuelta para hacer lo mismo con el otro lado. Cuando hubo terminado, él fue a tomar su baño. ______ logró mantenerse despierta lo suficiente para ver su cuerpo esbelto y dorado a la luz del fuego. Cerró los ojos cuando se metía en la bañera y, cuando él se sentó, ella ya estaba dormida.
Buscó a ciegas su boca, la caricia delicada de su lengua. Y él se las ofreció con un beso tierno pero firme. ______ le rodeó el cuello con el brazo libre para no caerse, mientras él mantenía la otra muñeca contra la pared, lo que provocaba que sus pulsos latieran juntos bajo la cinta blanca. Otro beso apasionado, rudo y dulce a la vez, con el que le devoró la boca y le saboreó y lamió el paladar. Ella sintió un placer tan intenso que casi se desmayó.
«No es extraño...», pensó atolondrada.
No, no era extraño que tantas mujeres hubieran sucumbido a aquel hombre, echado a perder su reputación y su honor por él. Habían incluso, si había que dar crédito a los rumores, amenazado con suicidarse cuando las abandonó. Nicholas era la sensualidad personificada.
Cuando se separó de ella, le sorprendió no desplomarse. Él jadeaba tanto como ella, más incluso, y su tórax se movía con fuerza. Ambos guardaron silencio mientras él alargaba la mano para desatar la cinta con los ojos totalmente fijos en ello. Le temblaban las manos. No la miró, aunque no supo si era para evitar verle la expresión o para impedirle ver la suya. Una vez retirada la cinta blanca, ______ se sintió como si siguieran atados. Su muñeca conservaba la sensación de estarlo.
Él, que por fin se atrevió a mirarla, la retó en silencio a que protestara. Así que ella se contuvo y le tomó el brazo para recorrer la corta distancia que los separaba de la posada. La cabeza le daba vueltas y apenas oyó las felicitaciones joviales del señor Findley cuando entraron. Al subir la escalera, oscura y angosta, le pesaban las piernas.
El viaje concluía finalmente en un esfuerzo titánico por poner un pie delante del otro. Llegaron a una puerta en el pasillo de arriba. Apoyada contra la pared, vio cómo Nick introducía la llave en la cerradura. Cuando hubo abierto, se tambaleó hacia el umbral.
—Espera —dijo él, y se agachó para cargarla.
—No tienes que... —soltó ella.
—Por deferencia a tu naturaleza supersticiosa, creo que será mejor que sigamos una última tradición. —Y la levantó con la misma facilidad que si fuera una niña y cruzó de lado la puerta con ella en brazos—. Trae mala suerte que la novia tropiece en el umbral. Y he visto hombres caminar mejor que tú después de una bacanal de tres días.
—Gracias —murmuró ______ cuando la dejó en el suelo.
—Será media corona —replicó Nick, y el recordatorio irónico de las tarifas del herrero la hizo sonreír.
Pero su sonrisa se desvaneció al echar un vistazo a la habitación. La cama de matrimonio se veía mullida y limpia, y la colcha, raída de incontables lavados. El armazón era de metal, con remates en forma de bola. Un brillo rosado emanaba de una lámpara de aceite con tulipa de cristal rojo que había en la mesita de noche. Manchada de barro, helada y entumecida, ______ observó en silencio la bañera de cobre colocada delante de la chimenea.
Nicholas cerró la puerta, se acercó a ella y le desabrochó la capa. Su rostro reflejó algo parecido a la lástima cuando se percató de que temblaba de cansancio.
—Deja que te ayude —dijo en voz baja a la vez que le quitaba la capa de los hombros, y acercó una silla al fuego.
______ tragó saliva y trató de tensar las rodillas, que parecían querer doblarse. Al mirar la cama, un pavor frío le golpeó el estómago.
—¿Vamos a...? —empezó con una voz que se le volvió áspera.
—¿Vamos a...? —repitió Nick a la vez que empezaba a desabrocharle la parte delantera del vestido. Sus dedos se movieron con rapidez por la botonadura del canesú—. No, por Dios. A pesar de lo deliciosa que eres, mi amor, estoy demasiado cansado. Jamás había dicho esto en toda mi vida pero, en este momento, me apetece más dormir que follar.
______ suspiró aliviada. Tuvo que agarrarse a él para no perder el equilibrio cuando le pasó el vestido por las caderas para quitárselo.
—No me gusta esa palabra —dijo en voz baja.
—Pues más vale que te acostumbres a ella —respondió él con mordacidad—. Es una palabra que se usa con frecuencia en el club de tu padre. No entiendo cómo no estás acostumbrada a oírla.
—La he oído —replicó indignada mientras daba un paso para salir del círculo que formaba el vestido en el suelo—. Sólo que, hasta ahora, no sabía qué significaba.
Nicholas se agachó para desabrocharle los zapatos. Un ruido extraño, como de ahogo, se le escapó de los labios. ______ creyó, angustiada, que le había dado un ataque, pero luego comprendió que se estaba riendo. Era la primera carcajada auténtica que le oía, aunque no sabía qué le resultaba tan gracioso. De pie ante él, en camisola y culote, se cruzó de brazos y frunció el ceño.
Sin dejar de regodearse, St. Jonas le quitó los zapatos y los dejó en el suelo. Le bajó las medias con rápida eficiencia.
—Toma un baño, cielo —logró decir por fin—. Esta noche no corres peligro conmigo. Podré mirar, pero no tocar. Adelante.
Como nunca se había desnudado delante de un hombre, ______ se ruborizó de pies a cabeza mientras se soltaba los lazos de la camisola. Nick, con tacto, se volvió y se dirigió hacia el palanganero con un aguamanil lleno de agua caliente que había en la chimenea. Mientras sacaba los útiles para afeitarse, ______ se quitó con torpeza la ropa interior y se metió en la bañera. El agua estaba deliciosamente caliente y, al sumergirse, sintió un cosquilleo en las piernas, como si se le clavaran millares de agujitas.
En un taburete junto a la bañera había un tarro con un jabón gelatinoso de color marrón y olor acre. Se vertió un poco en los dedos y se lo extendió por el pecho y los brazos. Tenía las manos muy torpes y los dedos se negaban a obedecer sus órdenes. Tras hundir la cabeza en el agua, alargó la mano para tomar un poco más de jabón y casi volcó el tarro. Se lavó el pelo, refunfuñó cuando empezaron a escocerle los ojos y con las manos se vertió agua en la cara.
Nicholas se acercó a la bañera con el aguamanil. ______ le oyó hablar a través del agua.
—Echa la cabeza hacia atrás —ordenó antes de verterle el resto de agua limpia sobre el pelo enjabonado.
Con destreza, le secó la cara con una toalla limpia pero áspera, y le dijo que se levantara. ______ tomó la mano que le ofrecía y lo hizo. Debería haberse muerto de vergüenza de estar desnuda ante él, pero había llegado a tal límite de agotamiento que era incapaz de sentir pudor. Temblorosa y agobiada, dejó que la ayudara a salir de la bañera. Incluso permitió que la secara, sin hacer otra cosa que no fuera esperar lánguidamente a que terminara, sin importarle ni darse cuenta de si la estaba mirando.
Nicholas era más eficiente que cualquier doncella, y le puso con rapidez el camisón de franela blanca que había encontrado en su bolsa de viaje. Con la toalla le escurrió el agua del pelo y después la condujo hasta el palanganero. ______ observó, indiferente, que había encontrado su cepillo de dientes en la bolsa y le había echado polvos dentífricos. Se cepilló los dientes, se los aclaró con movimientos enérgicos y escupió en la jofaina de cerámica. El cepillo se le escurrió entre los dedos entumecidos y repiqueteó en el suelo.
—¿Dónde está la cama? —susurró con los ojos cerrados.
—Aquí, cariño. Tómame la mano —respondió él, y la guió.
En cuanto llegó, ______ se tumbó como un animal herido. El colchón era mullido, y el peso de las sábanas y las mantas de lana, secas y calientes, exquisito para sus extremidades doloridas. Hundió la cabeza en la almohada y gimió suspirante. Sintió un ligero tirón en el cabello y comprendió que Nick le estaba peinando los mechones mojados. Aceptó pasivamente sus atenciones y dejó que le diera la vuelta para hacer lo mismo con el otro lado. Cuando hubo terminado, él fue a tomar su baño. ______ logró mantenerse despierta lo suficiente para ver su cuerpo esbelto y dorado a la luz del fuego. Cerró los ojos cuando se metía en la bañera y, cuando él se sentó, ella ya estaba dormida.
pau D jonas parthenopaeus
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
me encanta como escribis ^^
seguila por favor, esta muy copada! jajajaja :D
seguila por favor, esta muy copada! jajajaja :D
Invitado
Invitado
Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
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●°•°iim PααяaиOiiid●°•
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Última edición por nubiia-15 el Lun 28 Dic 2009, 7:46 pm, editado 1 vez
Invitado
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Re: "El diablo en Invierno " (nick & tu)
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