Naveen; las nietas de tritón | N. Horan

Ficha:

Sus vidas no podían seguir el mismo camino. Naveen y Sairén fueron separadas por el bien de cada una. Naveen se volvió sirena, y para la mala suerte de todos Sairén siguió siendo humana. ¿Qué pasará cuando se vean enamoradas del mismo hombre?

Novela basada en el año 1830, épocas de reinos y piratas.

Portada:

Presentación:

Principios del Siglo XVlll.

El reino de tritón se encontraba de fiesta. Todo ser que habitaba debajo del mar estaba alegre, así como cada una de las sirenas y tritones del reino. Sareen siendo humana dio a luz debajo del mar. Todos se esperaban que nacieran dos bellas niñas del fruto del amor del príncipe Antuán y su esposa, y así fue. Pero a todos impresionó ver que la pequeña que seria llamada Naveen se convertía en sirena en cuestión de segundos. En cambio, la pequeña Sairén se veía obligada a salir del mar para poder respirar.

Naveen nunca volvió a ser humana. Ninguno se explicaba el por qué de tal suceso, aunque el príncipe Antuán intentó por todos los medios qué sus dos hijas fuesen completamente humanas. Sareen y Antuán llegaron a la conclusión de qué las niñas tenían qué vivir en el lugar qué más favorecía a sus condiciones. La joven mujer comenzó una vida fuera del agua junto a su hija Sairén. Mientras que el príncipe Antuán cuidaba de Naveen.

Los primeros meses de vida las pequeñas estaban juntas una vez al mes y era tan sólo por unos determinados minutos. Cuando cumplieron un año de vida las gemelas fueron separadas por el bien de cada una.

El príncipe Antuán sufrió una gran depresión al despedirse de su amada. Al mismo tiempo que se vio en la necesidad de criar a Naveen completamente sólo. Claro que para ninguno de los padres sería fácil cuidar a sus pequeñas sin la ayuda del otro, pero pronto acabarían por acostumbrarse.

Antuán visitaba a su hija en la tierra, pero su padre Tritón, que era muy estricto y gustaba de que todo el reino obedeciera sus órdenes, se negó a que su hijo, el que pronto heredaría el trono, se viese en problemas en el mundo.

Fue así como Naveen y Sairén fueron separadas luego de cumplir un año de edad.

Siglo XIX, año 1806.

—!Naveen, Naveen! — Escuchaba desde lejos a Erin llamarle, pero Naveen como muchas veces, prefería no escuchar.

Le gustaba alejarse del reino y salir a la orilla del mar; quería respirar un poco de aire. Su abuelo Tritón siempre se lo había prohibido y tenía que escapar de la vigilancia  que le había otorgado. Erin era un joven tritón de cabellos blancos que cuidaba de Naveen y le seguía a todas las partes que Naveen fuese fuera del reino. 

A ella no le agradaba esa idea.

Cuando dejó de escuchar la voz de Erin y se vio lejos del reino, salió a flote para observar de dónde provenía el llanto de un bebé. Tenía que ser su imaginación, los bebés no flotan solos en el mar. Miró a unos metros un bote aparentemente vacío y nadó hasta él. Se acercó a éste y lamentó no poder salir del agua para ayudarlo. El niño era apenas un bebé y tenía los ojos tan azules cómo el mar. 

Naveen lo tomó en brazos y nadó con él hasta la orilla para tratar de salvarlo. 

—Verás que alguien te encontrará pequeño—besó su frente y el niño soltó una pequeña risa.

Alguna tripulación debía de pasar por allí y mirar al pequeño niño. Antes de dejarlo en la orilla del mar le colocó el colgante que ella levaba en el cuello, tenía una medalla de oro hecha por el propio Tritón. Se quedó un tiempo esperando debajo del mar y mirando los pequeños brazos del bebé que se alzaban jugando con una mariposa. Observó que de lejos venía un barco con una gran tripulación. Lo que todos tenían prohibido era acercarse a él, pues los trabajadores venían pescando y a veces se perdían muchas vidas. 

A Naveen le gustaba mirar a los humanos. Era algo que ella hubiese querido ser durante toda su vida. Su abuelo Tritón concedía a algunas sirenas ó tritones tener piernas por un determinado tiempo y salir a tierra, pero a ella se lo había negado todo el tiempo. 

Unos metros atrás Naveen observaba por debajo del agua al barco que pasaba frente a ella. "El Bramante" era sin duda un majestuoso barco. Se preguntaba cómo le harían las doncellas para estar ahí; ella quería ser una de esas mujeres de cabellos dorados. 

Su corazón comenzó a latir a toda prisa cuando miró que unos tripulantes bajaban en una barca para llegar a la orilla y tomar el niño en brazos. 

—Es un niño hermoso, sin duda — la mujer de largo vestido lo tomó en brazos. 

—¿Qué haremos con él mi lady? — Preguntó el teniente.

—No los quedaremos, yo lo criaré cómo mi hijo — la dulce voz de la mujer hizo que Naveen pudiese quedarse en paz—. Te llamarás Niall— besó la frente del niño.

Naveen tenía que irse, su abuelo estaría buscándola y  no podía arriesgarse a que algún tripulante del barco la mirara. Se había encariñado tanto con Niall, que quería saber que sería de su nueva vida y volverlo a ver una vez más. Comenzó a llorar, nada podía ser más feo que separarte de una persona a la que le tomas cariño. Ella sabía que tenía que proteger al pequeño, pero siendo una sirena no podía lograrlo. 

—¡Sí, aquí estás!—Se le acercó por detrás provocándole un susto.

— Erin—susurró tanto que él apenas pudo escucharla.

— ¿No te han dicho que debes alejarte de cualquier embarcación?—Comenzó a empujarla para que nadasen de una vez.—¡Tu abuelo está enfadado!

Naveen no tomaba atención, sólo veía como aquel barco se alejaba poco a poco.