Recuerdos.

Tengo la noche vacía llena de su ausencia, de sus recuerdos (o más bien de los míos) y todo esto, me hace ver lo oscura que se ve la habitación desde que no me sonríe.

También he bebido hasta la última gota de alcohol  dejando todas las botellas existentes vacías. La ropa se encuentra tirada en el suelo, porque él ya no está aquí para quitármela. El cabello revuelto de tanto tirar de él, porque ya no está para dormir con migo.  Y cualquiera que me viera pensaría que soy completamente feliz, o que le he hecho feliz a él.  A él, que es la única definición de amor que conozco. Más por lo que doy que por lo que recibo, pero amor al fin y al cabo.

Ya no sé cómo voy a explicarle que me está costando una vida entender que nunca fuimos, que no somos y que nunca seremos. Y pienso tatuarme un corazón en la palma de la mano para que no se me olvide que un día me lo rompió. Porque pronto solo será recuerdos, y esa será la única forma de que se quede para siempre.
Tengo más cartas para mandarle que ganas de escribir (y eso que creía que estábamos escritos el uno para el otro), pero a ver si me recuerda en las noches de insomnio, porque en esta aún el día no acaba.  En esta aún el día no empieza.

Lo tengo todo y nada a la vez,  porque ya le he perdido.

Ayer soñé con él y con la novia que tiene. Y me di cuenta de que es más feliz con otra que no soy yo. Diría que no me enfada, pero me enfada. Y diría que no me importa, pero sí me importa. Porque hay veces que eliges y otras que no. Hay veces que eliges ver cómo un amiga va a besar a un chico que te ha dejado de besar a ti. Y otras veces está lloviendo y tienes que caminar una cuadra a prisa para evitar mojarte. Pero yo no decidí  enamorarme de esta manera, y él si decidió dejarme. Es cuando me gustaría que alguien me quitase el corazón ahora que pienso que nada es mejor sin él. Ahora tengo la razón y me mata el orgullo que no le tengo aquí y podría decir que así es mejor, pero no es mejor.

Y fue mi culpa, por necesitar de un presente para arreglar mi pasado,  unos labios para borrar otros besos y una mirada para eliminar aquellas que hayan quedado en mi mente. Quiero todos esos besos que no les di a otros por él, y todas las malditas noches en que no pude dormir pensando que “pronto quedaba menos tiempo para vernos”.  Tendré que estar sola a la hora del café, escuchar canciones que no me recuerden a él, evitar mirarme al espejo y ver como luce ahora mi mirada, peinarme como a él te gustaba y besar otros que no sean él.

Volveré a las malas decisiones, las andadas nocturnas y a el amor que no duele (pero que tampoco te hace volar) cabello suelto, labios rojos y tacones. Seré libre, libre y sin él. La libertad será mi guía, y no los treces de todos mis viernes. El problema de la libertad es que se vuelve soledad cuando me hallo sola en las noches de invierno. Cuando en vez de sentir su calor, siento el frío que traspasa cada uno de los poros de la piel.  Ya no sentiré estar en la cima como las veces cuando le acariciaba el cabello y no podré dormir en su ombligo mientras escuchamos las melodías de Beethoven. Ya no podré acariciarle y bañarme en los lunares de la espalda que nunca le conté.
 
Ojalá todos supieran cuanto daría por no escribir esto, ni cuanto daría por decir que sigue a mí lado; aunque sé por desgracias que no va a volver. Creo que nunca te acostumbras a echar de menos a alguien, simplemente aprendes a vivir haciéndolo. Podré aprender todo, como manejar un auto sin él llevándome a todos lados, salir de la universidad sin él tomándome la mano, ir a fiestas sin él como acompañante, tener un desayuno sin él sentado del otro lado de la mesa, mirar una película sin él acostado a un lado mío. Pero nunca podré olvidarle.

Hay tantas notas que he dejado debajo de su puerta, esa que sé nunca más se abrirá. Y se me están acabando las maneras de decir que le echo de menos.  Ya lo sé, siempre tuvimos los días contados. Él y yo éramos futuro incierto. Impredecibles como tratar de averiguar si el día de mañana estará nublado o tendremos un bello sol al atardecer.

Le puedo decir que me duele en el alma cada vez que oigo su nombre en la boca de mis amigos. Y trato de no escuchar, hacerme la sorda y fingir que no me importas ni una milésima, pero vaya que me importa. No puedo dejar de quererlo o comenzar a odiarlo, y no le haría eso a alguien que me ha dado los mejores recuerdos que tendré en mi vida.

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