la vida de una chica con problemas. | novela.

Tenía ante sí a el causante de todo su sufrimiento. La mirada de ese hombre mostraba más que asco y odio, pero la de ella era muchisímo peor. La pequeña sonrisa que antes poseía la jovén en sus labios, fue cambiada por una mueca de tristeza, repulsión y odio, sobre todo, odio. Tenía la oportunidad de huir y no volver jamás, no encontrarse más con aquel hombre. Aquel hombre que se hacía llamar Ray Montes no hacía más que mirarla profundamente, intentando adivinar sus pensamientos. No sabía como escapar de ahí, ni como hablarle sin caer llorando al suelo. Se sentía impotente ante Ray. Él era más alto que ella, levantaba la mirada para poder observarlo. Pero en vez de aguantarle la mirada como la chica valiente que parecía ser ante todos, agachó su cabeza impotente.
— querida Daphne, tanto tiempo sin verte— comenzó a hablar y se acercó a ella lentamente con pasos que resonaban en la oscura calle.— cariño, no he hecho más que pensar en ti— y intento abrazarla ; Daphne simplemente se apartó antes de que el tocará un centímetro de su cuerpo.
— no me toques — espetó Daphne furiosa.
Él hombre miró sorprendido a la pequeña. No se creía que la pequeña niña que crió con amor fuera tan rebelde. Pero el no sabía lo que ella sentía, sufría o lloraba. Ray volvió a intentar acercarse a su pequeña hija, pero como antes, ella lo esquivo y se alejó aún más de su intento de padre. La historia de ellos era dificil. Un hombre que tuvo una niña con una mujer que al tenerla la dejo con él y se marchó con su amante. Ray acabo siendo un borracho, drogadicto que se gastaba el dinero que tenía para mantener a su hija en drogas y alcohol. No tardaron en echarlo del trabajo y Daphne empezó a trabajar a la corta edad de trece años. Cuando ella se escapó de casa el se dio cuenta de su terrible error y intento recuperar a su pequeña, cosa que no consigue.
Daphne no esperó. Antes de oir la escusa de su padre, se marchó. Caminó rápidamente a su casa, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Dentro de su casa empezó a llorar con más fuerza. La impotencia que sentía era mucha y, el dolor que su padre le causaba, demasiado. Y deseaba, con todas sus fuerzas, que Ray Montes desapareciera de su vida.

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Al día siguiente el ánimo de la chica no cambio mucho. Su cara estaba adornada con unas grandes ojeras moradas. Paso una mala noche, realmente era mala.  Intento comer pero no quería, ni tenia ganas.La chica se levanto con firmeza y lanzó lo que quedaba de su comida al suelo, caminó con pasos suaves y propios de su ser sobre el frío suelo, esquivando la comida, su compañero de casa no se percató del hecho hasta que comenzó a extrañar su constante voz llamandóle y gritando dulcemente que quería que jugara con ella a los juegos de muerte como el call of duty, se dio la vuelta y observo su figura escondiéndose en la habitación rosa propia de una adolescente que había conocido años atrás.

Daphne entró a su cuarto tranquilamente. Cerró la puerta sobre su cabeza y se sentó frente a ella, quien no levantó sus ojos para nada, desconfiaba de todo, hasta de su propia sombra. Cogió un libro, era el conocido libro, bajo la misma estrella. Escucho como llamaban a su puerta pero ella continuo con su lectura. Cerró el pequeño libro y echo su cabeza hacia atrás cansadamente. Aunque le molestaba el continuo ruido de los puños de su amigo golpear contra la puerta, el hecho de saber que le preocupaba a a alguien, le alegraba.
 
— Hola, Peter— susurró levemente mientras abría la puerta. El chico la abrazo y soltó un suspiro, se veía preocupado.— ayer volvió, Peter, volvió.