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Luna de miel de un millonario Joe y Tu

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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por next to you Dom 13 Nov 2011, 5:01 pm

wouu comprar la isla jajaja
ve que que quiere tener un bb
aunque no me gusta siento
que la esta utilizando :evil:
ayy me encanto el cap siguela
next to you
next to you


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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por -GrizJonasLovatoCyrus- Dom 13 Nov 2011, 8:30 pm

me encanta :D
-GrizJonasLovatoCyrus-
-GrizJonasLovatoCyrus-


https://www.facebook.com/profile.php?id=100001404695273&ref=h

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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por Nani Jonas Dom 13 Nov 2011, 9:37 pm

siguela porfavor
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por Yhosdaly Lun 14 Nov 2011, 7:02 am

Q paso con el capii????
Nos abandonastee!!!
#wdia sin capi es como un dia sin airee!
Por disossss
Siguelaaaaaaa

MuerO
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por jamileth Lun 14 Nov 2011, 2:37 pm

enserio solo piensa en bebes joe
jajaja
siguela!!!
jamileth
jamileth


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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por Val's Matth. Lun 14 Nov 2011, 7:56 pm

Bienvenida a las nuevas lectoras!!!... les dejo el cap de hoy ok un beos :) las quiero


adios

Twitter: @Inscandinavia




Capítulo 5


_____ no dudaba de su
palabra mientras lo veía salir apresurado. Joe Jonas no era hombre que
fracasara en sus propósitos. Era un ganador.


Sabía más de su marido
que lo que él se imaginaba. Cuando la dejó sola en casa durante el mes y medio
que transcurrió entre su compromiso y su boda, había pasado muchas horas
rastreando su nombre en Internet, alimentando la insaciable curiosidad que
sentía por el hombre poderoso del que se había enamorado y con el que estaba a
punto de casarse. Había leído cada noticia relacionada con su persona, cada artículo
o nota sobre su trayectoria profesional y su vida privada.


Y había tenido mucho que
leer.


Aunque sabía ya que su
padre era el magnate del transporte Wayne Jonas, lo que no había sabido era que
Joe padre había empezado como simple camionero para convertirse en millonario a
la edad de treinta años. Por supuesto, su matrimonio con la hija de su
acaudalado jefe había supuesto el primer paso en una larga carrera de éxitos,
una estrategia con la que la propia _____ estaba familiarizada. De hecho,
sospechaba que su propia madre. Janet, se había casado por dinero, no por amor.
De alguna manera se sentía profundamente avergonzada de que su madre, siempre
tan materialista, no hubiera hecho nunca nada en la vida excepto gastar el
dinero de su pobre marido.


Al menos Wayne Jonas
había ascendido a pulso, revelándose como un astuto hombre de negocios al
convertir la renqueante empresa de transportes de su suegro en la mayor de toda
Australia. Tras la muerte de su suegro. Jonas había ampliado su empresa por
otros continentes y sectores, comprando buques de carga y un par de compañías
aéreas.


Su matrimonio le había
dado dos hijos. Alan, el mayor, había fallecido en accidente de coche pocas
semanas antes de cumplir veintitrés años. El deportivo que conducía, y con el
que se salió de la carretera para estrellarse contra un poste, había sido un
regalo de su padre, que lo adoraba.


El nombre de Joe empezó
a aparecer en los artículos sobre la familia Jonas cuando tenía veintidós años,
y no precisamente por haber continuado en el negocio familiar, como sí había
hecho su hermano. Aparentemente había saltado a la fama como manager de una
agencia de cantantes y actores, cuyo antecesor había sido detenido por desfalco
tres años antes. Enfrentados a un futuro incierto, habían acudido a Joe, que
había abierto un bufete de abogados nada más terminar la universidad.


Los había ayudado, desde
luego. Pero no denunciando al hombre que los había estafado, tal y como ellos
le habían pedido, sino convirtiéndose en su manager. Al parecer siempre había
alimentado una secreta pasión por el negocio del espectáculo.


El trato al que había
llegado con ellos era que no cobraría comisión alguna durante el primer año, a cambio
de que hicieran todo lo que él dijera sin preguntar nada. Con tan poco que
perder como tenían, todos los actores y cantantes habían aceptado.


Al cabo de tres años,
había tenido éxito: cada uno de sus clientes había triunfado siguiendo sus
consejos. Y su nueva empresa. Images, se había convertido en la agencia de
asesoría de imagen más famosa de toda Australia, hasta que el punto de que lo
habían bautizado El hombre del Maquillaje.


Su modus operandi era el siguiente: ideaba y pensaba para cada artista
una nueva imagen, a veces incluso un nombre nuevo, y siempre una renovada
confianza en su persona. Todo ello, combinado con muchos minutos de televisión,
lograba convertir a sus clientes en las caras más conocidas del país.


Fue inevitable que,
después de aquel éxito. Joe ampliara su radio de acción al mundo de la
publicidad.


«Los productos no son
muy distintos de la gente. Necesitan una imagen para tener éxito»: era una de
las frases de Joe que había leído _____, poco después de que fundara Images
Advertising. Su estrategia había dado resultado y Joe había triunfado una vez
más, con la ayuda de un creativo equipo de colaboradores.


Su éxito más famoso
había sido Jessica Manson, una cantante de country que antaño había ganado una
Guitarra de Oro pero que, desde entonces, había entrado en decadencia. Durante
los últimos años, había ganado también veinte kilos. Joe no le cambió el
nombre; sólo se lo acortó para hacerlo más popular. Él personalmente supervisó
su dieta y su programa de ejercicios hasta que consiguió que recuperara su peso
ideal y su antigua figura. Tiñó su espléndida melena rubia de negro y cambió
radicalmente su vestuario. Su primer álbum como Jessie Manson fue un éxito:
disco de oro en pocos días y de platino en varias semanas. Años más tarde
todavía se continuaba vendiendo. Por supuesto, su música también había
cambiado: había ganado en ritmo y sensualidad.


Para cuando cumplió los
treinta, Joe ya se había convertido en multimillonario y en una especie de
playboy. En Internet encontró _____ centenares de fotografías en las que
aparecía haciendo lo que suelen hacer los playboys en su tiempo libre. Había
imágenes suyas asistiendo a las galas de estreno, participando en los torneos
de golf, navegando en yate, conduciendo coches de carreras, relajándose en
suntuosos complejos vacacionales…


En la mayor parte de las
fotografías había aparecido del brazo de una mujer diferente. De hecho, fue una
sorpresa para toda la prensa que, con treinta y dos años, se casara con Jackie
Foster, la top model australiana. _____
se había sentido muy poco celosa de todas las conquistas anteriores de Joe:
pertenecían al pasado, después de todo. Pero sólo había tenido que ver una de
las fotografías de su primera boda para darse cuenta de que ella nunca podría
competir en ese terreno. Jackie Foster había estado sencillamente
despampanante.


Pese a todo, no había experimentado
celos, porque Joe la había elegido a ella. Sin embargo, había dejado de
sentirse cómoda y satisfecha con su propia apariencia. Así que había contratado
a un asesor de imagen… ¡en vez de recurrir a su insoportable madre!… y el
resultado la había complacido mucho. El día de su boda se había sentido
realmente bella, y convencida de que era el verdadero amor de Joe…


—Qué estúpida he sido… —murmuró
mientras tomaba una tostada y la mordía con rabia.


Pensar en las mentiras y
engaños de su marido la había hecho enfadar de nuevo. Estaba furiosa con Joe,
sí, pero sobre todo consigo misma. Debería haberlo enfrentado con la verdad,
con lo que había escuchado en el hospital, cuando el dolor había estado aún
fresco en su mente y en su corazón.


Ya era demasiado tarde.
Estaba atrapada, y no sólo por su amor no correspondido, sino por el renovado
deseo que sentía por Joe. Ansiaba desesperadamente disfrutar de aquella segunda
luna de miel con él. Ansiaba hacer el amor con Joe durante días y días… No
tenía sentido fingir otra cosa. Ni pensar que podía hacer o decir algo que
pudiera evitar lo que terminaría sucediendo de todas formas…


Levantándose, se acercó
el caballete y retiró la sábana que cubría el lienzo. Lo que veía allí seguía
teniendo el poder de sorprenderla… y de excitarla.


De repente sonó el
teléfono, sobresaltándola. Era imposible que Joe hubiera llegado ya a la
oficina: apenas hacía diez minutos que había salido. Por supuesto, bien podría
estar llamándola desde el teléfono del coche, pero lo dudaba: era algo que no
solía hacer.


Esbozó una mueca al
pensar que podría ser su madre, deseando enterarse de los detalles de la boda
de Hugh. La había llamado la noche anterior cuando ya se estaba desnudando para
irse a la cama, y _____ había pospuesto la conversación, pretextando un dolor
de cabeza.


—¿Diga? —respondió, con
tono poco alegre.


—Oh —era una voz de
mujer—. Perdona. ¿He llamado en un mal momento?


No era su madre, sino
Nicole, la esposa de Russell McClain. Nicole era lo más cercano a una amiga que
tenía. Sorprendentemente, habían estudiado en el mismo internado, pero en aquel
entonces no habían hecho amistad. Nicole había ido una clase por delante y sus
caminos nunca se habían cruzado. Aunque, si eso hubiera ocurrido, tampoco
habría sucedido nada. _____ no había sido una chica muy popular ni siquiera en
su propia clase, debido quizá a su timidez, pero sobre todo a que no le había
interesado nada de lo que había apasionado a sus compañeras. La ropa, los
cosméticos, los móviles… todo eso siempre le había parecido una pérdida de
tiempo. Había preferido estar sola a la charla frívola de las otras chicas.
Había preferido pintar, y soñar.


Le habían interesado los
chicos, claro, pero de una manera romántica, ideal. Había pensado en el sexo
opuesto, y en el sexo mismo, con la imagen del príncipe azul como modelo. Nada
que ver con los chicos duros que asistían a la escuela cercana a la suya, y con
quienes sus compañeras y ella misma se veían obligadas a relacionarse de cuando
en cuando. Su hombre perfecto siempre había sido algo mayor, mucho más tierno y
un amante mucho más experimentado.


En la facultad de Bellas
Artes había hecho un par de amigos, ambos gays. El príncipe azul no había
aparecido por ninguna parte y, una vez más, sus compañeras habían optado por
ignorarla.


Para cuando conoció y se
casó con Joe, _____ había empezado a sentirse muy sola. Verse de repente
transportada al mundo de la fama como esposa de un conocido millonario había
sido una terrible experiencia terrible. No había estado acostumbrada a saltar a
la arena pública, o a hacer el tipo de cosas que Joe probablemente habría
esperado que hiciera, sobre todo después de conocer a su madre. Al fin y al
cabo, Janet era una mujer muy bien relacionada que había organizado la boda de
su hija en tan sólo mes y medio.


_____ había sobrellevado
la situación sorprendentemente bien, gracias a Nicole, que muy pronto se había
revelado como una gran amiga. Era una chica fantástica, nada vana ni frívola
pese a su increíble belleza. Y tampoco nada egoísta, como solían ser las
esposas de los ricos.


Con Nicole a su lado,
apoyándola durante la mayor parte del tiempo, _____ había superado su
introvertido carácter para convertirse no en alguien extrovertido como Joe,
pero sí al menos en una persona lo suficientemente segura de sí misma como para
desenvolverse bien en compañía de la gente rica y famosa.


Después de su aborto,
sin embargo, destrozada y deprimida, se había negado a ir a fiestas. Incluso
había rehuido a Nicole, avergonzada de que Russell hubiera podido confiarle la humillante
verdad a su mujer. Se había imaginado a Nicole no riéndose de ella, pero sí
compadeciéndola.


Enfrentarse a Nicole en
la boda de Hugh había sido algo ciertamente incómodo, ya que para entonces _____
se sentía algo avergonzada por no haberla llamado. Casi había esperado que
Nicole la ignorara. Pero su amiga se había mostrado tan cariñosa como de
costumbre, diciéndole que se alegraba de ver que tenía mucho mejor aspecto, e
insistiendo en que tenían que quedar algún día para comer juntas. La cual era
probablemente la razón de su llamada…


—Oh, perdona —se
disculpó _____—. Creía que era mi madre…


Nicole se echó a reír.


—No tienes por qué
disculparte. A mí me pasa lo mismo con la mía.


—¿De veras? —_____ no
pudo evitar sonreír.


—Oh, sí. Me llama
constantemente y siempre se está metiendo en mi vida, como todas las madres.


—Pero tú no se lo
permites —repuso _____, recordando la manera en que Nicole se había encarado
con su madre en su boda, diciéndole que se largara.


A _____ le habría
encantado poder hacer lo mismo al menos en algunas ocasiones con la suya, que
era una mujer dura y dominante. A su marido le había amargado la vida. En
opinión de _____, su madre era así porque desde niña le había faltado confianza
en sí misma. Nada era lo suficientemente bueno para ella: siempre estaba
poniendo peros a todo. Quizá si hubiera tenido hermanos u hermanas. _____
habría podido desarrollarse mejor como persona, sin verse continuamente
presionada por su madre para que tuviera «éxito».


Sólo una cosa en la vida
había hecho _____ que había contentado a su madre, y era casarse con Joe.
Incluso la había felicitado por haberse quedado embarazada con tanta rapidez;
orgullosa, le había dicho que era una chica muy inteligente.


Por lo demás, Janet
Donnelly no se había mostrado precisamente muy entristecida por el aborto de su
hija. Simplemente le había dicho que lo sentía, sin demasiada emoción. Al fin y
al cabo, ya era la señora de Jonas y ya vendría otro hijo…


_____ podía imaginarse
la reacción de su madre si algún día encontraba el coraje necesario para
abandonar a Joe.


—Aunque últimamente mi
madre está bastante tranquila —le estaba diciendo Nicole—. Por supuesto, ayuda
que esté viviendo al otro lado del mundo. Y que yo me haya casado con un
millonario.


—Sí, a las madres parece
que les gusta eso, ¿verdad? —comentó _____, entristecida.


—No te preocupes
demasiado por lo que le guste o le disguste a tu madre, _____. La mía piensa
que estoy loca porque me he puesto a trabajar, y además dono mi salario a
actividades benéficas. Pero… ¿qué importa? Eso me hace sentirme bien. Siempre
llega un momento en que tienes que tomar la decisión de hacer lo que es mejor
para ti. Lo que sea, con tal de que te haga feliz.


«¡Feliz!», exclamó _____
para sus adentros. Sabía perfectamente que nada de lo que hiciera ella le haría
feliz de verdad. Tenía que admitir, sin embargo, que tenía muchas ganas de que
llegara el sábado. Le parecía de algún modo perverso sentirse tan entusiasmada
ante la perspectiva de gozar de una segunda luna de miel con un hombre que no
la amaba, y que probablemente se había casado con ella sólo para dejarla
embarazada. Pero la vida en sí era perversa, según había descubierto
recientemente, y lo mismo la atracción sexual. Había intentado luchar contra el
deseo que sentía por Joe y había perdido la batalla.


—Joe me va a llevar de
segunda luna de miel —le confesó. No tenía sentido guardarlo como un secreto,
ya que estaba decidida a ir.


—¡Es una noticia
maravillosa! ¿Cuándo salís?


—El sábado que viene —no
añadió que eso dependía de que Joe pudiera conseguir finalmente una reserva.


—Eso es estupendo, _____.
Realmente estupendo.


—Joe quiere que tengamos
otro bebé.


—Sí, ya me lo imaginaba.
Quiero decir que… Joe ya no es tan joven. _____. Y Russell me dijo que se moría
de ganas de tener hijos.


—Sí, lo sé —«hasta el
punto de que estaba dispuesto a dejar embarazada a cualquier chica con tal de
conseguir su objetivo», añadió para sus adentros.


Pero no, no había
elegido a cualquier chica, sino a una jovencita lo suficientemente tonta e
ingenua como para que no cuestionara sus motivos. Y que se había quedado tan
impresionada de que un hombre tan importante la eligiera a ella, que había sido
absolutamente incapaz de pensar en nada.


Una vez más experimentó
una punzada de furia contra Joe.


—Mira, ¿por qué no
comemos juntas un día de esta semana? —sugirió Nicole—. Podemos aprovechar para
hacer compras. Seguro que necesitarás ropa nueva para tu viaje.


—Ay —se lamentó _____,
avergonzada—, seguro que te fijaste en el vestido que lucí ayer, en la boda de
Hugh… El caso es, Nicole, que hace tiempo que no me compro ropa. Es como si ya
no me… interesara.


—Es comprensible. Lo has
pasado muy mal, _____. Y Joe también. Mira, estoy segura de que, si te ha
propuesto pasar una segunda de miel, no ha sido únicamente para que intentéis
tener otro bebé. Él te quiere mucho, ya lo sabes.


—Pues no, la verdad es
que no lo sé —murmuró _____ antes de que pudiera evitarlo.


—¿Qué? ¿Tú crees que Joe
no te ama? ¡Eso es ridículo, _____! Joe te adora.


_____ deseó no haber
dicho nada: había sido una estupidez por su parte. Aun así, había sido un
alivio descubrir que, al parecer, Nicole no estaba al tanto de la verdad sobre
su matrimonio. Ahora sí que podría salir a comer con ella y no sentirse
incómoda…


—Supongo que tienes
razón —se apresuró a asegurarle—. Desde lo del aborto, he sufrido una pequeña
crisis de auto confianza. La depresión puede hacerte tanto daño, Nicole…
Empiezas a imaginar todo tipo de cosas.


—Bueno, pues no te
imagines que Joe no te ama. Por cierto, recuerdo una conversación que tuve con
Kara una noche, poco después de vuestra boda. Te acuerdas de Kara, ¿verdad? Era
mi mejor amiga en la escuela. El caso es que ambas estuvimos comentando lo muy
romántico que nos parecía que Joe te hubiera elegido a ti. Después de todo, un
hombre rico no tiene por qué casarse con su chica sólo porque la haya dejado
embarazada. Joe habría podido haberte pagado una cantidad para que
desaparecieras de su vida. O haberte conservado como amante, con un hijo a
cuestas. En lugar de ello, eligió llevarte al altar. Eso es amor verdadero, _____.


—Estoy segura de que
tienes razón.


—Yo sé que tengo razón.
Pero entiendo lo que me has dicho acerca de la crisis de auto confianza que
padeces. Hazme caso, _____: por mucho que Joe se sintiera inicial mente atraído
por ti… tú tienes que estimular esa atracción. Una segunda luna de miel es la
ocasión adecuada para proyectar una nueva imagen.


—¿Qué clase de imagen?


—La misma que Joe suele
dar a sus clientes. Más sexy. Más atrevida.


—Eso suena bien. Nicole.
Pero yo nunca he sido ni sexy ni atrevida.


—Por eso se trata de una
nueva imagen. Pero no quiero oír más objeciones. Está claro que necesitas un
empujón en la dirección adecuada y yo soy la persona que le lo va a dar.
¿Cuándo dijiste que saldréis?


—El sábado —respondió _____,
sintiéndose algo avasallada. Pero no triste.


—El sábado. Muy bien. En
ese caso, también te pediré hora en un fabuloso spa y salón de belleza que
conozco. Kara me llevó allí el día de mi boda. Cuesta un riñón, pero… ¿qué
diablos? Joe se lo puede permitir.


—No me importa lo que
cueste… —la propia _____ se sorprendió de sus palabras—… si al final término
pareciéndome aunque sea un poco a ti.


Y sí podía conseguir que
Joe la mirara con un deseo sincero y genuino: la clase de deseo que no se podía
simular.








Para cuando colgó el
teléfono, Nicole estaba entusiasmada con los planes de aquella semana. Se
llevaría a _____ a comer al día siguiente, y el miércoles y el jueves a comprar
ropa. Sospechaba que iba a necesitar más de un día para convencerla de que
adquiriera el guardarropa que ella tenía en mente. El viernes lo pasarían
entero en el spa. Lo que significaría tomarse toda la semana libre, pero eso no
era problema. Por algo estaba casada con el jefe.


—¿Russell? —llamó a su
marido mientras bajaba las escaleras a toda prisa—. Russell, ¿dónde estás?


No recibió respuesta. No
estaba en ninguno de los salones, ni en la cocina.


—¿Russell? —volvió a
llamarlo, más fuerte esa vez.


—Estoy aquí —le llegó su
voz procedente del jardín trasero.


A veces Nicole se
arrepentía de haber abandonado el apartamento de Russell en McMahon's Point, un
pequeño y acogedor estudio donde nunca se habían perdido de vista…Pero, por
supuesto, ahora necesitaban un hogar más grande.


Salió a la terraza
trasera y finalmente lo vio, de pie en medio del enorme jardín, con las manos
en las caderas.


—¿Qué te parece si
instalamos un cajón de arena allí —le preguntó él, señalando una esquina—… y
una casita en miniatura allá?


—No hay prisa —repuso
ella con una sonrisa en la voz—. El bebé todavía tendrá que esperar seis meses.


—Ya, pero sabes que yo
solamente libro un día entero a la semana.


Que era precisamente ese
día: lunes. Nicole frunció los labios.


—Debería haber adivinado
que volverías a recuperar tu obsesión por el trabajo una vez que estuviéramos
casados.


—Ya. Eso mismo le dijo
la sartén al cazo.


Su marido tenía razón.
Le encantaba trabajar con Russell en su negocio inmobiliario. Y le encantaba
también ser capaz de enviar su propio dinero a Julie, que estaba a punto de
abrir su segundo orfanato en Bangkok.


—¿Qué tal la
conversación con _____? —inquirió Russell—. Apuesto a que no has conseguido
convencerla de que salga a comer contigo.


—Pues te equivocas
—respondió, toda petulante—. Hemos quedado mañana. El miércoles y el jueves me
la llevaré a comprar ropa. Y el viernes nos iremos al salón spa de Stefano. ¿Y
sabes por qué?


—No me lo digas. Ha
aceptado irse de segunda luna de miel con Joe.


—Exacto. Y a Dream
Island, ni más ni menos.


—¡Fantástico! —exclamó
su marido—. ¡Estaba muy preocupado por esos dos desde que _____ perdió el bebé!


—Pues yo estaba más que
preocupada por ella —repuso Nicole—. Es una chica tan vulnerable… ¿Sabías que
se le había metido en la cabeza la idea de que Joe no la amaba?


—¿Qué?


—Sí, yo me quedé tan
sorprendida como tú. Quiero decir que… ambos sabemos que la quiere, ¿no? Pero…
¿por qué me miras así… como si supieras algo que yo no sé? —acababa de cruzar
las manos, exasperada, cuando de repente se dio cuenta—. ¡Oh, no! —exclamó,
asombrada—. Joe no la ama. ¿Verdad? Si se casó con _____ fue sólo por el bebé.
Por eso se quedó tan afectado cuando tuvo el aborto…


—Eso me temo —admitió
Russell, suspirando.


—¡El muy…!


—No seas demasiado dura
con él, Nicole. Joe quiere tener una familia, y con Jackie no pudo ser. ¿Qué se
suponía que tenía que hacer? ¿Resignarse? Joe es un superviviente y un
emprendedor.


Nicole entrecerró los
ojos.


—¿Dejó a _____
embarazada a propósito antes de casarse con ella?


—Eso creo, aunque no me
lo dijo directamente. Joe no suele hablar demasiado de su vida personal. Sé,
sin embargo, que aún sigue obsesionado con Jackie.


—¿De esa engreída? ¡Si _____
vale diez veces más que ella!


—Lo sé también como tú.


—Pobre _____… no me
extraña que haya perdido la confianza en sí misma. De alguna manera habrá
percibido todo esto, que él no está enamorado de ella. Menos mal que he logrado
convencerla de que no eran más que imaginaciones suyas…


—Eso ha estado muy bien,
porque… ¿quién sabe? Quizá Joe acabe enamorándose con el tiempo.


—Mmm… Eso me parece muy
improbable, a no ser que ella cambie —repuso Nicole, pensativa—. Tiene que
dejar de ser la pobrecita _____. Y yo me encargaré de que deje de serlo esta
misma semana.


—No hagas ninguna
locura. Nicole. A Joe le gusta _____ tal como es.


—Sí, pero no está
enamorado de _____ tal como es. La chica tiene que salir un poquito de su
concha. Ser más atrevida y descarada. Más sexy.


—Eso es una misión
imposible, Nicole.


—No seas tonto. Es sólo
cuestión de decorar el escaparate. Los hombres son criaturas visuales. Si ella
parece más sexy, él la verá más sexy y la tratará de una manera diferente. Y
entonces ella se sentirá más sexy y se comportará como tal. A partir de ese
momento, todo irá suave como la seda.


—Si tú lo dices…


—Yo lo digo.


Russell se encogió de
hombros.


—Supongo que no le
habrás contado lo de nuestro bebé.


—Dios mío, no. Con ello
sólo habría conseguido entristecerla aún más. Tú tampoco se lo has dicho a Joe,
¿verdad?


—No.


—Pues no lo hagas. Al
menos hasta que vuelvan de esa segunda luna de miel, que espero sea un éxito.


—Conociendo a Joe como
lo conozco, lo será.


—Él no es Dios, ¿sabes? —le
dijo Nicole con tono algo irritable. Joe nunca había sido su favorito entre los
amigos de Russell. ¡Y ahora menos que antes!


—Eso no se lo digas a
él. Ni a sus clientes.


—El problema con Joe Jonas
es que es demasiado inteligente y demasiado guapo para su propio bien —continuó
ella, punzante.


—Tiene un ego bastante
grande —concedió él.


—Y otra cosa bastante
grande, presumo.


—¡Nicole McClain! —exclamó
Russell, falsamente escandalizado.


—¡Oh, no me vengas con
ésas! Tú y yo conocemos la reputación que tiene tu amigo con las mujeres. Antes
de casarse con Jackie Foster, ya tenía una larga lista de conquistas.


—Eso fue hace años. Ha
cambiado.


—No, no ha cambiado. En
el fondo no. Es un chico malo en el dormitorio, no me digas que no.


—Me parece recordar que,
la primera vez que nos vimos, a ti le gustaba bastante que yo lo fuera…


—Eso era distinto —repuso
Nicole, ahuecándose su larga melena rubia.


—¿Por qué?


—Porque estábamos
enamorados.


—_____ está enamorada de
Joe.


—¡Sí, pero Joe no está
enamorado de ella!


—Si ella no lo sabe, no
puede dolerle…


—¡Eso es tan típico de
vosotros los hombres! —exclamó Nicole, dando un pisotón en el suelo—. ¡Sois
incapaces de ver más allá de vuestras narices!


—Eso no es verdad —se
defendió Russell—. Estoy seguro de que Joe preferiría que la situación fuera
diferente. Pero no lo es. No siempre podemos escoger las personas de las que
nos enamoramos. Tú deberías saberlo mejor que nadie. Nicole. Intenta entender
un poco a Joe, por el amor de Dios. Sé tolerante. El cielo sabe que ya lo eres
bastante con todo el mundo…


Nicole se quedó
sorprendida: era muy raro que Russell la criticara. Pero una vez que reflexionó
sobre sus palabras, se dio cuenta de que había juzgado con demasiada dureza a Joe.
El problema era que no siempre se podía juzgar a un rico con imparcialidad: su
juicio estaba demasiado sesgado.


—Tienes razón. No estoy
siendo justa con Joe. Lo que pasa es que ojalá no se hubiera casado con una
chica como _____. Es tan frágil…


—¿Con una madre así?
¡Sospecho que tras ese exterior frágil esconde un fondo de acero!


—Quizá…


—¡No lo dudes! Y ahora,
basta de hablar de Joe y de _____. Y deja de preocuparte de ellos. Son adultos.
Ya se arreglarán.
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por Yhosdaly Lun 14 Nov 2011, 8:24 pm

Mujerr, esto es un pecado Capital nos debes 2 capis y solo publicas 1???? Hare huelgaa!! Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426 Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 384426
Siguelaaa
me encanta que la rayis cambie su forma de ser, pero Diosss Siguelaaa!!
Muero por saber que sigue!!
y mas por saber q pasara en la Isla!!
Siguelaa(x INFINITO)

sIGUELAA
ATT: TU FIEL LECTORAA!!
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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Mensaje por next to you Lun 14 Nov 2011, 8:29 pm

ayyy me encanto el cap
ojala joe se enamora de la ratis durante el viaje
solo que aun me preocupa que la rayis este tomando la pildora
al escondido y ademas joeee no me esta cayendo muy bien
en este momento
me encanta la novee siguela
next to you
next to you


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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por NiinnyJonas Lun 14 Nov 2011, 8:31 pm

SIGUEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
NiinnyJonas
NiinnyJonas


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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por -GrizJonasLovatoCyrus- Lun 14 Nov 2011, 10:08 pm

ME ENCANTA SIGUELA
OMG!! ME ENCANTO EL CAPI
YA ME MUERO POR EL SIGUENTE :D
-GrizJonasLovatoCyrus-
-GrizJonasLovatoCyrus-


https://www.facebook.com/profile.php?id=100001404695273&ref=h

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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por Nani Jonas Mar 15 Nov 2011, 12:46 pm

siguela plis
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por Val's Matth. Mar 15 Nov 2011, 3:40 pm

!!!Maraton¡¡¡¡

Gracias por los comentarios los lei todos *-*


Twitter: @Inscandinavia




Capítulo 6


La mañana del sábado
sorprendió a _____ con otra crisis de auto confianza, en esa ocasión generada
por ella misma. ¿Cómo era posible que hubiera escuchado los consejos de Nicole?
No era tanto la ropa nueva lo que le molestaba como el hecho de que la hubiera
convencido de que fuera a aquel salón de belleza.


¡Debía de haber estado
loca! El timbre del teléfono le hizo soltar un gruñido. Debía de ser Joe, para
preguntarle si estaba lista. Le había telefoneado la noche anterior para
avisarla de que pasaría a buscarla a las ocho de la mañana, y sólo faltaban
cinco minutos.


_____ llevaba levantada
desde que su reloj despertador sonó poco después de las seis. Había rechazado
el desayuno de Roberta, diciéndole que ya comería algo en el aeropuerto. Estaba
tan nerviosa, que sabía que sería incapaz de digerir nada.


Y ahora el momento había
llegado, el momento con el que había estado soñando toda la mañana y que de
repente ahora la aterrorizaba tanto.


—Sí, Joe —dijo nada más
descolgar—. Ya estoy lista…


—Ahora mismo bajo.


Nada más colgar. _____
se apresuró a mirarse en el espejo por enésima vez en esa mañana. Se alegraba
de que el pantalón blanco de cintura baja fuera de tela elástica, porque era
extremadamente ajustado, y parecía adherirse a su trasero y a sus muslos como
una segunda piel. Lo cual, combinado con las sandalias plateadas de tacón alto,
resaltaba la longitud de sus piernas… y la hacía parecer sexy.


El conjunto entero era
sexy, sobre todo la blusa blanca y negra, con el pronunciado escote. Quizá si
no hubiera llevado sujetador habría parecido menos provocativa. Pero el
sujetador de encaje negro que había elegido atraía precisamente la mirada hacia
el escote…


_____ casi se alegraba
de llevar una chaqueta vaquera para cubrirse, aunque por desgracia el escote
seguía quedando a la vista. Además, la chaqueta tendría que quitársela en
cuanto subiera al avión. O, al menos, cuando desembarcaran en Caims. Su destino
turístico tenía una temperatura medio de veintiocho grados, incluso a esas
alturas del año, y una humedad muy alta.


Llevaba ropa para
soportar aquel calor: diminutas camisetas y shorts, unos cuantos diminutos
vestidos y dos trajes de baño especialmente diminutos: un biquini rojo, con una
parte inferior que era en realidad un tanga, y un bañador de una sola pieza que
le había parecido engañosamente pudoroso colgado en la percha, pero que no lo
era en realidad.


A pesar de tener la
figura adecuada para lucir esa clase de ropa, _____ no se sentía nada cómoda
exhibiendo su cuerpo. Se había dejado convencer para comprarse todas aquellas
cosas por Nicole, que era una mujer extremadamente persuasiva. No le extrañaba
que le estuviera yendo tan bien en el negocio inmobiliario.


«Estoy guapa», decidió _____.
En aquel salón de belleza sabían trabajar bien. Era sólo que tenía la sensación
de que la chica que la estaba mirando desde el espejo no era ella. No, esa
chica era demasiado moderna. Y, sí, sexy.


Otra vez la palabra:
sexy.


De repente pensó en la
pintura que había terminado la noche anterior y que estaba oculta en un
armario, junto con la otra. Ambas eran buenas. Muy buenas. Sus mejores obras.


¿Se atrevería a
enseñárselas algún día a Joe?


Lo dudaba seriamente.








«Al fin», pensó Joe,
entrando apresurado en el estudio.


En unas pocas horas
estarían en Cairns. Luego, tras un corto vuelo en helicóptero, en Dream Island,
donde estarían solos en la villa más lujosa y cara de todo el complejo.


¡Apenas podía esperar!


La semana que acababa de
pasar había sido una de las más largas de su vida. En cierta forma había
conseguido distraerse de su creciente frustración trabajando largas horas en la
oficina, después de lo cual se había empleado a fondo en el gimnasio para caer
rendido en la cama. Pero aún así la espera se le había hecho interminable. Le
habría sentado bien poder jugar al golf. El golf siempre conseguía relajarlo.
Pero Hugh estaba fuera de luna de miel y Russell andaba desbordado de trabajo,
vendiendo cosas y haciendo dinero, ya que Nicole se había pasado la mayor parte
de aquella semana con _____.


Esa mañana se había
despertado excitado y aliviado. En ese momento sólo se sentía excitado.


No se había molestado en
llamar. Había entrado sin más. Y se había quedado paralizado de asombro.


—¡Dios mío! —exclamó.








Seguir el consejo de
Nicole había merecido finalmente la pena, pensó _____ con una punzada de
placer. Aunque no hubiera sido nada más que para ver la cara que había puesto Joe.


La expresión de sus ojos
quizá no fuera de amor, pero era lo que más se acercaba. La barrió con los ojos
de la cabeza a los pies, boquiabierto.


Finalmente cerró la boca,
y sonrió. Una sonrisa supersensual.


—¡Guau!


Esa única palabra la
ayudó a recuperar la confianza que había perdido. Le devolvió la sonrisa.


—He seguido los consejos
de Nicole. Ya era hora de que cambiara de aspecto, ¿no te parece? ¿Qué piensas
de mi nueva imagen? —dio una vuelta completa. Tenía el cabello más brillante y
flotaba en capas sobre sus hombros.


—Pienso —pronunció con
un brillo en sus ojos oscuros—, que si no salimos de aquí ahora mismo,
perderemos ese avión. ¡Así que dame tu equipaje, preciosa, y vámonos ya!


Eso mismo fue lo que
hizo _____, eufórica, antes de ponerse la chaqueta, colgarse la bolsa de viaje
al hombro y calarse sus elegantes gafas de sol.


Joe no dejó de
contemplarla admirado durante todo el camino hasta el aeropuerto, con expresiones
que iban de la diversión irónica a la abierta admiración. No se mostró tan
contento durante la corta caminata a través de la terminal, sin embargo, cuando
los demás hombres se fijaron en ella. Uno incluso se atrevió a silbarle.


—Granuja libidinoso… —masculló
entre dientes.


_____ no estaba muy
segura de que le gustara llamar tanto la atención. Se sentía rara. No estaba
acostumbrada a que se la quedaran mirando. Pero le agradaba que su marido se
pusiera celoso. Aun así, se alegró cuando por fin embarcaron y pudieron estar
solos, en la primera clase del avión.


—Voy a tener que
practicar mi cinturón negro de kárate —le comentó él una vez que colocaron su
equipaje y se abrocharon el cinturón.


—¿Para qué?


—Para pegar a tus
admiradores.


_____ se sonrojó de placer.


—No seas tonto.


—No soy tonto, sino
sincero. Apenas te reconocí esta mañana. _____. Estás pecaminosamente sexy.


_____ decidió no tomarse
a mal su comentario. Porque tenía razón. Parecía diferente, y sí, también sexy.


—Ayer me pasé todo el
día en el salón de belleza, así que debo advertirte, antes de que recibas el
saldo de tu cuenta, que el tratamiento me ha costado una pequeña fortuna —un
precio exorbitante, pero que había merecido la pena. Le habían blanqueado los
dientes, le habían cortado y teñido el pelo, le habían agrandado los labios y
depilado las cejas, le habían hecho la manicura… Incluso le habían depilado el
vello del cuerpo, dejándole la piel tan lisa como una bola de billar. Hasta el
último centímetro.


Oh, vaya… Se había
olvidado de eso por un momento. Tragó saliva, nerviosa. ¿Debería mencionárselo
en ese momento, o dejar que lo descubriera por sí mismo después?


Al final, optó por no
decirle nada.


—Y mi vestuario también
ha costado mucho —le informó. Al parecer, el tipo de belleza que deslumbraba a
los hombres costaba un montón de dinero.


—Mi dinero es tu dinero,
cariño… —sonrió mientras le tomaba la mano y se la llevaba a los labios.








Joe comprendió
inmediatamente que no debería haberla tocado. Pero era demasiado tarde…


La contempló con una
mezcla de curiosidad y excitación mientras le lamía suavemente las puntas de
los dedos, y se metía deliberadamente su dedo corazón en la boca.


La _____ de antes se
habría quedado consternada. ¿Qué haría aquella nueva _____?


Vio que la sorpresa que
se había dibujado en sus ojos se transformaba en otra cosa. Se le dilataron las
pupilas, entornó los párpados. Cuando empezó a chuparle el dedo, vio que
entreabría los labios dejando escapar un leve gemido. Un gemido no de asombro,
sino de placer: de puro placer sensual.


Joe siempre había sabido
que _____ era una criatura sensible y apasionada. Sólo su timidez y su falta de
experiencia le habían impedido aportar una mayor creatividad a su vida sexual.
Y él no había querido molestarla con demandas o peticiones que ella habría
podido encontrar repulsivas, o desagradables.


En ese momento, sin
embargo, se daba cuenta de que aquella nueva _____ muy bien podía estar
preparada para ampliar sus horizontes. Le excitaba imaginársela haciéndole a él
lo mismo que él estaba haciendo con su dedo…


La vista del asistente
de vuelo acercándose con el carrito de las bebidas lo obligó a interrumpirse.
No obstante, resultó gratificante escuchar su gemido de protesta. Evidentemente
estaba tan excitada como él, quizá incluso más. Tenía una mirada vidriosa que
sugería que se había rendido totalmente a aquella caricia, ajena por completo a
lo que la rodeaba. Sólo una intensa excitación sexual podía producir aquel
efecto.


Pensó que aquella
segunda luna de miel iba a ser todavía mejor de lo que había esperado.


—¿Les apetece alguna
bebida, señores? —inquirió el asistente.


Joe se volvió hacia _____,
que seguía algo aturdida.


—¿Un poco de champán,
cariño?


Parpadeó carias veces,
asombrada, y asintió con la cabeza.


—Champán para la dama y
un escocés doble para mí. Sin hielo.


_____ se bebió de un
trago la copa mientras Joe saboreaba lentamente su whisky, paladeando al mismo
tiempo la deliciosa perspectiva que tenía por delante. Aquella nueva _____
estaba más que preparada y dispuesta para gozar de su segunda luna de miel. De
repente, convertirla en madre había dejado de ser su objetivo principal. Lo
primero era desahogar la frustración que había tenido que soportar durante los
últimos tres meses.


Al volver, el asistente
de vuelo se detuvo con la intención de rellenar sus vasos.








_____ se había quedado
mirando su vaso, sorprendida de verlo vacío.


—No, gracias —dijo al
asistente, y le devolvió el vaso. Ya estaba experimentando el efecto del
alcohol en su estómago en ayunas y se sentía ligeramente mareada.


Aunque quizá no fuera el
champán. Se sentía con la cabeza ligera desde que Joe le había hecho eso. Cerró
con fuerza los dedos sobre los brazos de su asiento mientras evocaba lo que
había sentido cuando Joe le lamió el dedo. No había querido que se detuviera.
No le había importado dónde estaban, o que alguien pudiera verlos.


Y, cuando Joe se sacó su
dedo de la boca, incluso había soltado un gemido de protesta.


El recuerdo le provocó
una súbita oleada de vergüenza. ¿Qué debía de pensar Joe de ella?


—No —le dijo él con tono
suave.


—¿No qué? —se volvió
para mirarlo.


—No tienes por qué
avergonzarte.


—¿Cómo…? —se interrumpió
al darse cuenta de que se había puesto colorada—. Debes de pensar que soy tonta…
—toda su anterior euforia se trocó en consternación. El proyecto de Nicole de
convertirla en una mujer descarada y sexy había estado condenado al fracaso
desde el principio. Ella no podía adquirir esa clase de confianza en sí misma.
Nunca la había tenido, ni siquiera antes de su aborto.


—No pienso eso en
absoluto —replicó Joe—. De hecho, admiro los cambios que has hecho en tu
aspecto durante esta última semana. Estás increíble. Pero eso no es lo mismo
que cambiar la persona que eres por dentro. Eres básicamente tímida. _____. Tú
nunca podrías ser una exhibicionista, algo de lo cual yo me alegro. Yo nunca me
habría casado con una chica que disfrutara haciendo el amor delante de todo el
mundo.


—¡Pero si eso es lo que
acabas de hacer ahora mismo! —protestó ella—. Y a mí me ha gustado. Yo…


Su sonrisa la
desconcertó.


—Lo sé —repuso él—, pero
eso fue porque estabas tan excitada que te olvidaste de que estábamos en un
lugar público.


—¿Cómo lo sabes?


—Créeme, lo sé.


_____ se lo quedó
mirando fijamente.


—Soy bastante mayor que
tú, _____. Y mucho más experimentado. Reconozco los síntomas. Lo siento si te
he hecho pasar vergüenza. No era mi intención hacer lo que hice. Lo que pasa es
que me excité tanto que, por un momento, perdí el control.


—¿Tú? —le resultaba
increíble que su marido pudiera llegar a perder el control. No lo había creído
posible. No con ella, al menos.


—No te sorprendas tanto.
¿Tienes alguna idea de lo frustrado que me he sentido durante estos últimos
meses? Algunas noches estaba que me subía por las paredes.


«Claro», se dijo _____.
Porque no era tanto el deseo por ella lo que le había hecho perder el control,
sino simplemente el deseo de sexo…


Debería haberlo
adivinado. Superado un primer momento de decepción, intentó pensar con un
mínimo de lógica. No tenía sentido aspirar a la luna. Ya había sabido cómo era
las cosas cuando aceptó aquella segunda luna de miel. Joe no la amaba. Sin
embargo, aparentemente, tampoco le había sido infiel. Debería sentirse
agradecida por ello. Y aprovecharse precisamente de su frustración.


Porque lo cierto era que
él no había sido el único en subirse por las paredes, al menos durante aquella
última semana…


—¿Con cuántas chicas has
estado? —le preguntó de pronto.


—¡Vaya una pregunta! No
tengo ni idea.


—¿Tantas han sido?


—Yo no me preocuparía
por ellas si fuera tú. Me olvidé de todas desde el momento en que tú
apareciste.


No le extrañaba, pensó _____,
cínica. Al fin y al cabo, la había escogido para ser la madre de sus hijos.


—¿Por qué yo? —inquirió
en un impulso, a sabiendas de que estaba pisando un terreno muy resbaladizo.


—Porque eras perfecta.


Una respuesta
inteligente.


—¿Te importó que fuera
virgen?


—¿Importarme? —pareció
sorprenderse—. ¿Por qué habría de haberme importado?


_____ se encogió de
hombros.


—Porque no tenía
experiencia. Tengo la sensación de que, al cabo de un tiempo, te parecí
aburrida en la cama.


—A mí nunca me has
parecido aburrida en la cama.


—Oh, vamos. Joe. Si
vamos a dar un nuevo impulso a nuestra relación, lo menos que puedes hacer es
ser sincero…


Joe se daba cuenta de
que la situación estaba empezando a escapársele de las manos.


—_____, cariño, estoy
siendo sincero. Yo nunca he pensado que eras aburrida en la cama. Pero eso no
significa que no haya querido, en algún momento, imprimir a nuestra vida sexual
un rumbo más… imaginativo. Y tengo la impresión de que tú no te opondrías si
intentase hacer eso mismo durante esta segunda luna de miel. Pero, si es que te
he interpretado mal, te sugiero que me lo digas ahora.


—¿Qué quieres decir con
eso de un… rumbo más imaginativo?


—No creo que éste sea el
lugar más adecuado para que entremos en detalles. Si confías en mí, sin
embargo, como un hombre experimentado, te lo demostraré cuando lleguemos a
Dream Island —le lanzó una seductora mirada—. Te prometo que no haré nada que
tú puedas encontrar, er… excesivo.


—¿Cómo qué?


Joe se encogió de
hombros.


—Como atarte a la cama —respondió
de manera frívola, y se arrepintió de inmediato.


Vio que abría mucho los
ojos, pero no distinguió brillo de alarma alguno en sus profundidades. Sólo
sorpresa. Y quizás un leve fulgor de excitación.


Joe desterró aquella
técnica amatoria como una de las posibilidades. Le excitaba insoportablemente
imaginarse a _____ desnuda en una cama, con los brazos por encima de la cabeza
y las muñecas atadas a las barras del cabecero. Sospechaba que ella podría disfrutar
de la experiencia tanto como él. Que podría entregarse con tanto entusiasmo
como lo había hecho unos minutos antes, cuando le lamió el dedo. Se sentiría
impotente para detenerlo, y disfrutaría aun más cuando él hubiera logrado
vencer su timidez. Estaba seguro de ello.


—Por supuesto, podemos
hacerlo si tú me lo pides… —añadió él.


El asistente escogió
aquel momento para interrumpirlos con la comida. Joe vio que _____ se sonrojaba
intensamente mientras recibía la bandeja. No tenía la menor duda de que le
preocupaba que el hombre hubiera llegado a escuchar su conversación. O quizá se
tratara de un rubor de excitación…


Joe esperaba que fuera
esto último. Probablemente porque él mismo estaba terriblemente excitado, para
su sorpresa. Era una lástima que todavía faltara tanto para llegar a Dream
Island. Realmente tendría que poner coto a una conversación tan provocativa. La
espera no le iba a sentar nada bien. Pero no tenía intención de apresurar las
cosas con _____.


Así que durante la
comida ejercitó un implacable control sobre su mente y su cuerpo, después de lo
cual reclinó su asiento y le dijo a _____ que iba dormir un poco.


—Despiértame cuando
lleguemos, cariño —y cerró los ojos…






Capítulo 7


Dream Island no era una
isla grande. Y tampoco se encontraba lejos de tierra firme. Pero toda ella
reunía los requisitos que debía tener una escapada romántica: pequeñas y
numerosas playas de arenas blanquísimas, variedad de restaurantes dirigidos por
los mejores chefs del mundo y un surtido de alojamientos de cinco estrellas
para todos los gustos: desde el elegante hotel situado al pie de la playa
principal hasta las villas individuales que salpicaban los jardines tropicales.


La villa de dos
dormitorios que Joe había reservado para su segunda luna de miel era la única
que tenía playa privada además de piscina. Era escandalosamente cara y solían
alquilarla familias reales y estrellas de rock, o al menos eso le habían
contado a él.


Esa vez iba a ocuparla
un excéntrico millonario australiano dispuesto a gastar una fortuna para
impresionar y hacerle un hijo a su segunda esposa.


Pero no era precisamente
en eso en lo que estaba pensando Joe cuando el avión aterrizó en Cairns y de
allí viajaron por fin en helicóptero a Dream Island. En realidad, estaba
pensando en hacer el amor con _____.


El tiempo que tardaron
en llegar a la villa, a bordo de un buggy
de playa que atravesó la densa selva tropical, lo irritó sobremanera. Pero su
frustración quedó al margen cuando vio lo que había alquilado por dos mil
dólares al día. La villa de estilo oriental no sólo era lujosa, sino que además
estaba perfectamente acondicionada para el tipo de episodios eróticos que había
tenido oportunidad de planear en el avión. Tenía un inmenso dormitorio con una
cama enorme y un opulento baño de madera de teca con doble ducha y jacuzzi. El
salón era igualmente adecuado, con varios cómodos sofás, lujosas alfombras y
una gran pantalla de plasma.


Si a todo ello se añadía
una absoluta intimidad, el resultado era el entorno perfecto para lo que Joe
había estado pensando.


Pero primero tenía que
deshacerse del diligente empleado que los había escoltado hasta allí, y que
llevaba ya diez minutos enseñándoles la villa.


—Sólo tienen que
descolgar cualquiera de los teléfonos… —estaba diciendo el hombre, que ya les
había mostrado el salón, el dormitorio, el baño y la cocina— y la recepción del
complejo contestará inmediatamente. Les atenderemos a cualquier hora del día o
de la noche. Hemos descubierto que los matrimonios de luna de miel prefieren
este método, en lugar de que los empleados de limpieza se presenten cada
mañana. La cocina está bien aprovisionada de todo lo necesario, pero también
servimos comidas y cestas de picnic. Toda la comida y la bebida están incluidas
en la tarifa. No se carga gasto extraordinario alguno a los huéspedes que
alquilan esta villa en concreto, ni siquiera en los restaurantes. Les entrego
las llaves de su buggy, aunque no lo
necesitarán para ir a la playa. Como ya habrán podido ver, se encuentra a menos
de cincuenta metros de la puerta. Lo necesitarán, sin embargo, para acercarse a
los restaurantes. Creo que no me he olvidado de nada… ¿Tienen alguna pregunta? —terminó
con una radiante sonrisa.


—Estoy seguro de que nos
lo ha explicado todo —le dijo Joe mientras se guardaba la llave del buggy, después de lo cual sacó un
billete de cincuenta dólares de la cartera—. Gracias —y le tendió el dinero.


—Muy agradecido, señor.


—Y yo a usted por
marcharse de una vez —musitó entre dientes mientras el empleado se alejaba.


Al fin se había quedado
a solas con _____… que, por cierto, había desaparecido: debía de haber ido al
dormitorio principal. Inmediatamente se dirigió hacia allí. En efecto, allí
estaba, de pie en medio de la habitación, contemplando la cama.


La mirada de Joe, sin
embargo, se vio atraída no tanto por la cama, sino por el cabecero. Era de
mimbre color cereza, como el resto del mobiliario. No había postes, pero sería
perfectamente posible atar al cabecero un pañuelo de seda, o una corbata. Era
una pena que no hubiera traído ninguna…


—¿Qué te parece? —inquirió,
dándose cuenta de repente de que _____ no había pronunciado una palabra desde
que llegaron. Tampoco había tenido muchas oportunidades, con aquel empleado que
había estado hablando por los codos desde el instante en que los recogió en el
helipuerto.


_____ aspiró profundo y
dejó escapar el aire lentamente, intentando recuperar la confianza en sí misma
que Joe había logrado imbuirle esa mañana. Pero era inútil. La nueva _____, la _____
atrevida y sensual, estaba definitivamente en peligro de trocarse de nuevo en
la pobrecita _____, en un deprimente proceso que empezó en el momento en que Joe
había reclinado su asiento y cerrado los ojos para quedarse dormido en seguida.


Al principio se había
maravillado de su capacidad para relajarse cuando debía de haber estado tan
excitado como ella. Pero luego, al ver que se había quedado tranquilamente
dormido, le habían entrado ganas de llorar.


Al final, ella también
había reclinado su asiento y había intentado poner la mente en blanco; pero no
había podido, acosada por inquietantes pensamientos. Evidentemente, todavía le
quedaba mucho trecho para convertirse en la clase de mujer capaz de excitar a
su experimentado marido. Una vez que Joe superó la primera sorpresa que le
produjo su «nueva imagen», en realidad se había mostrado más divertido que
excitado, una sospecha que se vio confirmada cuando se quedó dormido.


Para cuando el avión
aterrizó en Cairas y de allí se trasladaron a Dream Island… ya estaba
arrepentida de haber ido.


Forzando una sonrisa, se
volvió hacia él.


—Todo esto ha debido de
costarte una fortuna.


—Y que lo digas. Pero ha
merecido la pena hasta el último céntimo. Me encanta la intimidad de este
lugar. Creo que voy a hacerme nudista, al menos durante los diez próximos días.
¿Te animas?


Al ver su expresión de
horror. Joe comprendió que la _____ con la que había viajado en avión esa
mañana seguía siendo la misma de antes. Evidentemente _____ quería cambiar,
deseaba probar cosas diferentes. Pero para un cambio tan radical se necesitaba mucho
coraje y un alto grado de confianza en sí misma que a veces podía faltarle,
como le estaba ocurriendo en aquel mismo momento. Podía entender perfectamente
lo que debía de estar sintiendo. Pero no estaba dispuesto a que se refugiara de
nuevo en su concha.


En cualquier caso,
tendría que ir más despacio de lo que había planeado en el avión, y rebajar sus
expectativas, al menos las inmediatas.


—Bueno, lo primero es lo
primero. ¿Tienes hambre? Hay un montón de comida en la cocina.


—No, gracias —respondió,
incómoda—. Ya he comido bastante en el avión. Pero creo que tomaré una ducha.
Hace más calor aquí de lo que pensaba que haría en esta época del año.


—Es verdad. Y es una
buena idea. Me ducharé contigo.


Joe vio que ponía unos
ojos como platos, confirmándole lo que había sospechado: _____ estaba sufriendo
una crisis de autoconfianza.


La súbita vulnerabilidad
de su rostro lo dejó conmovido. De repente, aquel aire de inocencia le pareció
absolutamente encantador. Pero la hora de la inocencia había pasado. Ese día
ella le había demostrado que podían compartir algo más que una agradable
experiencia sexual, y Joe deseaba precisamente eso. Lo deseaba con
desesperación.


Además, sabía que no le
estaría haciendo ningún favor si permitía que se refugiara de nuevo en su
tímida naturaleza.


—Te gustará —le dijo,
sonriente—. Confía en mí.






Capítulo 8


¡Qué confiara en él! _____
no habría podido imaginar una expresión más irónica. Pero en aquel momento no
se trataba de confianza, sino de vergüenza. Sintió que le ardía la cara
mientras se imaginaba a sí misma desnuda ante él. O, más que desnuda,
desnudada.


Joe, por su parte, se
había quedado sorprendido al ver que se ruborizaba por segunda vez. Pero no
había tiempo para hablar. ¡Era la hora de la acción!


_____ se dejó abrazar y
besar en un principio, contenta de dejarle la iniciativa. Después de todo, eso
se le daba muy bien: mandar. Se había mostrado extremadamente dominante cuando
se conocieron, deslumbrándola de tal forma, que había tenido poco tiempo para
preocuparse o sorprenderse de que se hubiera fijado en ella. Pero eso era lo
que necesitaba en ese momento: entregarse ciegamente a la pasión que él parecía
demostrarle. Por eso había aceptado aquella segunda luna de miel. Para volver a
hacer el amor con él una vez más.


Por otro lado, _____ no
se hacía ilusiones sobre el futuro de su matrimonio. ¿Cómo habría podido,
cuando ella no deseaba tener otro bebé?


Se recordó que no
debería haberse sentido culpable. Era él quien debería sentirse arrepentido.
Pero Joe y la culpa eran términos incompatibles. Era un ser implacable, de
sangre fría…


No. lo de la sangre fría
no era cierto, pensó con un gemido mientas se dejaba abrazar. La evidencia de
su deseo, clavándose con desesperada urgencia en su vientre, así lo demostraba.
Excitada, le echó los brazos al cuello y pudo sentir sus senos estrechamente
apretados contra el duro muro de su pecho.


De alguna manera
consiguió levantarla en brazos sin despegar los labios de su boca, y el beso se
prolongó mientras pasaban del dormitorio al baño. Segundos después la bajaba al
suelo, decidido a sacarle la blusa por la cabeza.


—Por mucho que me
encante este precioso sujetador negro… —le dijo mientras arrojaba la blusa
descuidadamente a un lado— tendrá que desaparecer.


Le soltó el broche
delantero, sin dejar de mirarla a los ojos. A _____ le pareció que transcurría
una eternidad hasta que las dos copas se separaron. El corazón le latía a toda
velocidad.


Sólo entonces Joe bajó
la mirada.


—Pero esto es todavía
más precioso…


_____ aspiró
profundamente, preparándose para la inminente caricia. Pero la caricia no
llegó. En lugar de ello. Joe apoyó las manos en la cintura de sus téjanos
blancos.


Esa vez el pulso se le
disparó. Muy pronto, Joe podría ver con sus propios ojos lo que ella se había
hecho. ¿Se quedaría sorprendido? ¿Agradado, complacido? ¿Le gustaría ese tipo
de cosas? Nicole suponía que a la mayoría de los hombres sí.


Esperaba que a Joe
también. No podría soportar ver una mirada de disgusto o desagrado en sus ojos…


—Joe —pronunció de
repente.


—¿Qué?


—Yo… tengo que decirte
algo.


—Espero que no sea nada
malo.


—En realidad no…


—Eso suena todavía peor.


_____ se arrepintió de
haber hablado. Cada vez le resultaba más incómodo confesarle lo que simplemente
estaba a punto de descubrir por sí mismo. Pero ya era demasiado tarde.


—Ayer… —empezó, tragando
saliva… cuando fui al salón de belleza, yo, er… me hicieron un trabajo a la
cera.


Joe frunció el ceño,
sorprendido.


—¿Y?


—Que me lo hicieron por
todo el cuerpo.


Vio que arqueaba las
cejas. Pero luego sonrió. Una sonrisa decididamente sensual.


—Pequeña picara…


Esa vez le encantó su
rubor, la manera en que podía sentirse avergonzada y excitada al mismo tiempo…
Hasta que conoció a _____, no había querido saber nada de vírgenes. Siempre
había preferido chicas con experiencia.


Pero al fin había
descubierto por qué algunos hombres tenían esa debilidad por las chicas
vírgenes, especialmente aquéllas que se mostraban dispuestas a aprender los
numerosos y variados placeres de la carne. Que era precisamente el caso de _____
en aquel momento. Tenía la cabeza llena de infinitas posibilidades eróticas, y
posturas…


—Dame sólo un segundo,
corazón —le dijo mientras empezaba a desabrocharse los botones de la camisa—.
Creo que debo desnudarme antes de seguir adelante contigo. Estás tan sexy ahora
mismo… —añadió al terminar de quitársela—. Me gustaría tenerte medio desnuda
durante todo el tiempo que estemos aquí. O quizá desnuda del todo, sólo con
esas sandalias tan sexys…


_____ se alegró de que
hubiera mencionado las sandalias, dándole una excusa para bajar la mirada en
lugar de clavarla en su desnudez. Se había olvidado de lo avasalladoramente
masculino que era su cuerpo.


—Casi me da lástima que
tengas que quitártelas —continuó él, con sus calcetines volando hacia el otro
lado de la habitación, junto con el resto de su ropa—. Pero siempre podrás
ponértelas después cuando salgamos de la ducha.


La imagen que convocó
con aquellas palabras la dejó sobrecogida. La idea de exhibirse desnuda ante él
calzada únicamente con unas sandalias de tacón le resultaba demasiado…
intimidante.


—Pero lo primero es lo
primero —añadió él mientras se disponía a desabrocharle el botón de los téjanos—.
No sé tú, pero yo de repente estoy sudando de calor.


Con un brillo de deseo
en sus ojos oscuros, le bajó la cremallera, descubriendo la braga de satén
blanco. Estaba a punto de bajarle el pantalón cuando _____ se quedó sin
aliento.


Pero, casi
inmediatamente. Joe se detuvo.


—Creo que tendrás que
descalzarte primero.


Así lo hizo.


—Y ahora el resto —ordenó
él—. Hazlo. Quiero verte.


Un nudo le subió por la
garganta. Pero no tenía más remedio que obedecerlo, tan excitada como estaba.
Era cruel la capacidad que tenía de despertarle aquel deseo… Cruel y
despiadada.


Resistirse carecía de
todo sentido. En algún momento de la última semana había alcanzado un punto de
no retomo, y nada excepto la muerte podía detenerla ya.


Joe no estaba muy seguro
de que fuera a hacerlo, lo de desnudarse delante de él. ¡Pero sí! ¡Lo hizo!


Aquella muestra de
obediencia le provocó una sensación de triunfo. Se sentía orgulloso de que una
chica tan tímida como ella hubiera hecho algo tan atrevido. Descarado, incluso.


Pero esa satisfacción
quedó pronto olvidada ante la vista de su cuerpo. ¡Qué hermosa era! Tenía una
figura perfectamente proporcionada y deliciosamente curvilínea, de senos llenos
y redondeados, fina cintura, caderas anchas y generosas, piernas largas y bien
torneadas.


Quizá no debería haberse
sentido tan sorprendido. Pero lo cierto era que nunca antes la había visto
desnuda de pie ante él: solamente tumbada en la cama, habitualmente cubierta
por las sábanas.


—Pareces una diosa
griega —murmuró mientras la barría con la mirada—. No, no te cubras… —le
advirtió al ver que se llevaba las manos a su sexo—. Quiero mirártelo —«y
tocártelo. Y lamértelo», añadió para sus adentros.


Y ella se iba a dejar.
Iba a dejar que le hiciera todo lo que gustara con ella.


Ciertamente, seguía
tenido una expresión de asombro en los ojos. Pero junto al asombro estaba la
excitación. Sus senos subían y bajaban al ritmo de su respiración, entreabría
levemente los labios en su esfuerzo por llenarse de aire los pulmones. Joe
estaba seguro de que, si en ese instante hubiera estirado la mano hacia su
sexo, lo habría sentido muy, pero que muy húmedo.


_____ ansiaba que dejara
de mirarla de una vez e hiciera algo. Lo que fuera. Ya le había supuesto un
verdadero tormento terminar de desnudarse, sobre todo cuando tuvo que quitarse
la braga. Nunca se había sentido tan vulnerable en toda su vida, ni tan
excitada tampoco.


—Quédate donde estás —le
ordenó él—. No te muevas. No te cubras.


_____ cerró los puños a
los lados mientras lo veía descorrer la pantalla de la ducha y meterse dentro
pata abrir los grifos. Se tomó su tiempo para ajustar la temperatura del agua y
la dirección de los dos potentes chorros antes de reunirse nuevamente con ella.


—Vamos —la tomó de la
mano.


La llevó al centro del
plato, donde los dos chorros se encontraban, y la colocó de manera que el agua
cayera sobre ella como una tormenta tropical, por delante y por detrás. El
gemido que soltó _____ fue de sorpresa, porque jamás había imaginado que la
sensación del agua pudiera resultar tan erótica. Cuando cerró los ojos y echó
la cabeza hacia atrás para apartarse el pelo de la cara, el impacto de los dos
chorros en los senos provocó que los pezones se le endurecieran aún más.


Cuando volvió a abrir
los ojos, vio que Joe había entrado en la ducha y estaba de pie frente a ella.


Estaba a punto de
atraerla hacia sí cuando la miró a los ojos. Nunca había visto tanto deseo en
los ojos de una mujer.


Le pidió que se diera la
vuelta para poder abrazarla por detrás. Apretándola contra su cuerpo con un
brazo, utilizó su mano libre para prepararla convenientemente. Pero no tardó en
descubrir que no hacía falta. No sólo estaba húmeda: estaba en llamas mientras
acudía al encuentro de su mano y alzaba las nalgas de la manera más provocativa
posible. No tenía sentido andarse con preliminares. ¡Tenía que entrar en ella
ya, rápido!


Cuando Joe la hizo
volverse de nuevo, ella le echó los brazos al cuello y alzó la pierna derecha
para rodearle la cadera. En esa posición, se preparó para penetrarla.


—Sí… —gruñó en el
instante en que sintió su carne cerrándose sobre la suya.


El ronco gemido de ____
fue como un reflejo de su propio placer. Placer y pasión. No le bastaba con
estar dentro: el deseo de moverse era tan violento como urgente. Joe la llevó
en vilo hasta la pared de azulejos, buscando un punto de apoyo.


No hubo ternura alguna
en aquel acto: sólo la desesperada necesidad de desahogar la frustración de los
últimos meses. Pero no era una frustración puramente física, sino también
emocional. Quería experimentar el orgasmo de _____ tanto como el suyo propio.
Sólo entonces podría saber con seguridad que había vuelto a recuperar a su
esposa y que podían tener un futuro juntos. Porque había llegado a temer que su
segundo matrimonio terminara fracasando como el primero.


Pero ya no.
Evidentemente _____ todavía lo amaba y lo deseaba. «Más que nunca», añadió para
sus adentros con una jubilosa sensación de triunfo cuando la sintió derretirse
en sus brazos, en perfecta sintonía con su propio clímax. Apoyando ambas manos
en la pared, cerró los ojos con fuerza y se concentró en paladear la intensidad
de sus contracciones internas. Contracciones que se prolongaron una y otra vez,
mientras Joe se vertía en ella de la manera más satisfactoria posible.


Hasta que finalmente
cesaron, y _____ dejó caer los brazos a los lados. Con un suspiro saciado, Joe
se retiró; sólo entonces abrió los ojos, y se quedó sorprendido al ver que
tenía los ojos llenos de lágrimas.


—¡_____! ¡Cariño! —exclamó,
preocupado y alarmado—. ¿Qué pasa?


No parecía capaz de
responder. Simplemente movió la cabeza de lado a lado, con las lágrimas rodando
por las mejillas.


—¿Te he hecho daño?


Volvió a negar con la
cabeza.


—Estás cansada —la meció
cariñosamente en sus brazos—. Los viajes cansan mucho —o eso o había
experimentado algún tipo de depresión después del orgasmo. Había mujeres que se
emocionaban mucho después de hacer el amor, sobre todo si habían tenido un
orgasmo como el de _____. Nunca antes la había visto llorar después de hacerlo.
Pero la gente cambiaba. Y _____ había cambiado.


Tampoco podía descartar
que aquellas lágrimas tuvieran algo que ver con el bebé que hacía tan poco
había perdido.


—Vamos bajo el agua —le
dijo, al ver que empezaba a temblar de frío—. Así está mejor, ¿no te parece?
Date la vuelta y apóyate en mí, que voy a dejarte toda limpia.


No había tenido
intención de excitarla de nuevo con el gel. Tampoco había imaginado que pudiera
suceder tan rápido. Pero en el instante en que le rozó los pezones con la mano,
los sintió endurecerse. Sintió que toda ella se excitaba. ¡Increíble!


Apenas unos segundos
antes se había quedado totalmente saciado, convencido de que tendría que
esperar a recuperarse antes de volver a hacer el amor con ella. Pero ahora ya
no estaba tan seguro. Por supuesto que podría. Sin embargo… ¿le dejaría que le
hiciera lo que tenía en mente?


Sólo había una manera de
averiguarlo.


—Espera un poco,
preciosa —le dijo mientras cerraba los grifos—. Se impone un cambio de
escenario.


_____ apenas tuvo tiempo
para pensar antes de que se viera enérgicamente secada con una toalla y
envuelta en otra. Y tampoco quería hacerlo. Pensar sólo serviría para
entristecerla, como le había ocurrido hacía unos minutos, después de que Joe le
hubiera hecho el amor de una manera tan brusca en la ducha.


Había disfrutado mucho,
desde luego. No había tenido ninguna queja. ¿Pero qué había hecho su mente
después? La había impulsado a desear la luna; eso era. Le había hecho desear lo
que no podía tener: su amor.


¡Como si eso pudiera
suceder! Podía acicalarse y vestirse de la manera más provocativa del mundo, y
lo único que podría esperar de Joe sería que la deseara algo más… Había estado
casado con una top model, por el amor
de Dios, y no la había amado. ¿Qué posibilidades tenía ella?


«Concéntrate en el sexo,
_____», se ordenó con severidad mientras se dejaba llevar en brazos al
dormitorio. «Al menos podrás disfrutar».


—Agárrate a mi cuello —le
dijo él mientras aguantaba su peso con una mano y retiraba la colcha de la cama
con la otra.


Las sábanas eran de
satén de color crema; Joe la tumbó y acto seguido le quitó la toalla. Se tendió
a su lado. Gotas de agua perlaban la oscura mata de vello que cubría su pecho.


—Así está mucho mejor —murmuró
mientras le apartaba el cabello todavía húmedo de la cara—. Estamos mucho más
cómodos.


La besó entonces. La
besó y acarició hasta que la dejó toda excitada, temblando. Cuando se cernió
sobre ella, _____ contuvo el aliento a la espera de sentirlo nuevamente dentro.
Pero Joe no hizo nada de eso. Con los ojos muy abiertos, vio que empezaba a
deslizar los labios todo a lo largo de su cuerpo, trazando un sendero de besos.
Primero por sus senos, su estómago, su vientre…


«Oh, Dios», pensó,
aturdida, cerrando los dedos sobre las sábanas.


Una parte de su ser se
estremeció al imaginárselo allí abajo, haciéndole lo que le estaba haciendo.
Pero al resto de su persona no le importó lo más mínimo. ¡Sobre todo teniendo
en cuenta lo mucho que estaba disfrutando!


Sus labios y su lengua
parecían estar en todas partes, besándola, lamiéndola, chupándola. Sus dedos se
mostraban igualmente implacables, aumentando su erótico tormento con una
exploración increíblemente íntima. No podía creer que le estuviera haciendo
todas aquellas cosas. No podía creer que ella estuviera disfrutando tanto con
aquellas escandalosas libertades que él se estaba tomando con su cuerpo.


Y tampoco podía creer
que se hubiera detenido tan de repente. El grito que soltó fue de pura
frustración.


—Confía en mí —le pidió Joe
con la cabeza apoyada sobre la leve curva de su vientre, antes de deslizar los
dedos por la suave piel de su pubis—. Me encanta verte así —murmuró con una
sonrisa perversa.


Era un hombre perverso,
pensó _____, sin aliento, cuando lo sintió reanudar sus caricias. Más perverso
de lo que había imaginado. La tensión que le estaba provocando por dentro era
tanto de placer como de dolor. De tormento y de éxtasis. En aquel momento
habría sido capaz de hacer lo que fuera por él…


Pero una vez más Joe
volvió a interrumpirse y alzó la cabeza.


—Es increíble —le dijo
con una expresión casi perpleja—. Yo creía que ya no podía más, y de pronto
resulta que sí. Pero como en el avión me dijiste que debíamos ser sinceros el
uno con el otro, tengo que confesarte que no soy un gran aficionado a la
postura del misionero. Así que… ¿te importaría que probáramos algo diferente?


No esperó su respuesta.
Simplemente se incorporó y la ayudó a sentarse. Después, sentado frente a ella,
la atrajo hacia sí y la acomodó sobre sus muslos, con las piernas bien
abiertas.


Y, antes de que ______
pudiera darse cuenta, la penetró.


—No es la mejor posición
del mundo para que un hombre pueda moverse —gruñó mientras la aferraba de las
caderas—. No tengo mucho espacio para apoyarme, así que tú tendrás que
colaborar. Con tus músculos internos. Apriétame todo lo que puedas, hacia atrás
y hacia adelante. Sí, así… Aaaah, sí… ¿ves lo bien que se te da? Y a ti también
te gusta. Puedo verlo.


¿Qué si le gustaba?, se
preguntó ______, admirada. Le encantaba. Pero quería más.


—Bésame —le ordenó ella.


A Joe le emocionó
aquella apasionada exigencia. Era justamente lo que quería en una esposa. Una
mujer con necesidades que fueran un reflejo de las suyas propias. Nunca había
imaginado que _____ podría estar a la altura de aquellas expectativas; que
fuera capaz de proporcionarle el grado de placer que había disfrutado con
Jackie.


Pero se había
equivocado. _____ prometía ser una pareja aún más excitante. Y la perspectiva
de enseñarle todo lo que sabía también lo era. Además, ella nunca le daría
motivos para sospechar que su placer podía ser fingido. No, su placer era real,
su amor era real… Toda ella era real.


Le acunó el rostro entre
las manos y la besó, ansioso de devorarle la boca y la lengua. Las caderas de _____
seguían moviéndose como si tuvieran voluntad propia, con sus músculos
tensándose y distendiéndose alrededor de su miembro… El clímax le robó a Joe el
aliento, arrancándole un grito ronco. Por un instante temió que fuera a sufrir
un colapso cardiaco, tal fue la opresión que le atenazó el pecho, como si se lo
hubieran apretado con un tomo. Pero luego sobrevino el orgasmo de ____, y ya no
sintió nada que no fuera placer. Oleada tras oleada de placer. ¡Un placer
glorioso, arrebatador, explosivo!


Estaba empezando a
volver a la realidad cuando sintió la boca de _____, cálida y húmeda, en el
cuello. Se había acurrucado en su regazo, abrazado a él… y el suspiro que soltó
fue el de una mujer saciada, feliz.


Aquel suspiro le provocó
una satisfacción enorme, incomparable. Si alguien en el mundo se merecía estar
contenta, saciada, ésa era _____. Lo único que le faltaba era concebir un bebé.
Con un poco de suerte, en una semana, sería capaz de hacerle eso también.


Mientras tanto…


Esperó unos minutos
antes de moverse, hasta que resultó obvio que se había quedado dormida. Con
mucho cuidado, la tumbó en la cama antes de apartarse. Bostezó; él también
estaba cansado.


¿Qué sería lo siguiente
que intentaría con ella?, se preguntó cuando ya empezaba a adormilarse.


Las posibilidades, sin
duda, eran infinitas…






Capítulo 9


Joe se despertó antes
que _____. Durante un rato, se quedó en la cama, mirándola y pensando en lo
afortunado que era de haberse casado con ella. En un cierto momento, todavía
dormida, _____ se volvió hacia él y se acurrucó en su regazo, con sus senos
desnudos presionando contra su pecho.


Sintiendo que se
excitaba. Joe pensó en despertarla para volver a hacerle el amor. Pero el reloj
de la mesilla marcaba las cinco y media; la tarde estaba cayendo. Sería mejor
dejarla descansar.


Muy cuidadosamente, se
alejó de la tentación. _____ no se despertó; tan sólo emitió un leve gemido
mientras se encogía en posición fetal. Joe se levantó de la cama, la cubrió con
la sábana y salió a la terraza de madera que rodeaba la piscina. El agua,
calentada por el sol, no estaba todo lo fresca que le hubiera gustado, así que
echó a correr por el estrecho sendero que llevaba a la playa y se zambulló en
el mar.


A Joe no le gustaba la
idea de sentarse aquella noche en un restaurante, en su actual estado de
excitación. Le gustaban los restaurantes lujosos, pero esa noche tenía otros
planes. Esa noche quería volver con _____ a la villa a una hora razonable, y
perfectamente sobrio para lo que tenía en mente. Aunque no le importaría volver
un tanto achispado…


Para cuando volvió al
dormitorio, todo mojado. _____ todavía seguía dormida. Se dirigió directamente
al baño, donde se duchó. No se afeitó, pese a que ya tenía una sombra de barba.
A partir de ese momento, o al menos mientras duraran aquellas vacaciones,
pensaba ofrecerle a su esposa una imagen distinta. Y convertirse en un amante
muy diferente del más bien conservador compañero de cama que había sido hasta
la fecha.


Seguía dormida cuando Joe
salió del baño, con una toalla atada a la cintura. Se acercó a la cama para
mirarla enternecido. Debía de estar exhausta, después de un viaje tan largo y
un sexo tan excitante… Sospechaba, además, que debía de estar emocionalmente
agotada. Tomar decisiones y cambios de vida siempre tenía un precio. Joe lo
sabía demasiado bien: su trayectoria vital no había sido tan fácil y cómoda
como algunos pensaban, siendo como era hijo de millonario.


Lo que la gente no sabía
era que su padre era un canalla dominante y avasallador que había maltratado a
su esposa y que había programado la vida de sus dos hijos casi desde su
nacimiento. Su hermano mayor, Alan, había aceptado resignado los planes de su
dominante padre… hasta que se cansó. Pero él siempre había sido un rebelde, y
demasiado a menudo había recibido el mismo castigo que todos los miembros de la
familia que habían osado contrariar la voluntad de Wayne Jonas. Al principio
había sufrido maltrato físico, y después la retirada de todo apoyo económico.


Si no hubiera sido por
el dinero que Alan le había legado a su muerte. Joe nunca habría podido
permitirse estudiar Derecho. Su padre le había dado un ultimátum la misma noche
de su graduación en el instituto, apenas una semana antes del accidente que le
costó la vida a su hermano. O se integraba en el negocio familiar, o se quedaba
solo y sin ayuda de ningún tipo. Joe había escogido lo último, incluso antes de
haber heredado el legado de su hermano, que incluyó un apartamento en el centro
de la ciudad y una cartera de acciones que le permitieron sobrevivir hasta que
obtuvo la licenciatura.


Fiel a su amenaza, su
padre le retiró la palabra. Ni siquiera se la dirigió cuando Joe acudió a
visitar a su madre moribunda al hospital, algunos años antes. Cada vez que
había entrado en aquella habitación, él había salido inmediatamente, ajeno al
dolor que aquel gesto había ocasionado a su esposa. Por supuesto, tampoco había
asistido a su boda.


De todas formas, él
tampoco lo había invitado.


Jackie sabía la verdad.
Enamorado como había estado de ella, Joe había sido lo suficientemente estúpido
como para contárselo todo. _____, en cambio, no sabía nada. Joe sólo le había
dicho que su padre viudo vivía en los Estados Unidos, y que no se encontraba en
condiciones de viajar. Cuando no recibieron regalo alguno de bodas, la excusa
que puso fue que su padre no era aficionado a los regalos, algo de lo que
siempre se había encargado su esposa.


De manera extraña, la
prensa nunca había sacado a relucir ese alejamiento. De cara al público, con
los medios, Wayne Jonas siempre había elogiado a su hijo. Y Joe había evitado
cuidadosamente el tema en sus declaraciones.


Durante algún tiempo. Joe
no había querido ni casarse ni tener una familia. Los malos ejemplos familiares
solían producir ese efecto. Después del fallecimiento de su madre, sin embargo,
había empezado a cambiar de idea, para obsesionarse progresivamente con el
proyecto de convertirse en un buen marido y en un buen padre. Desgraciadamente,
con Jackie no había sido capaz ni de lo uno ni de lo otro.


Eso se había debido, en
parte, a que Jackie había sido incapaz de tener hijos. Además de que habría
sido una pésima madre.


_____, por el contrario,
sería una madre maravillosa. No tenía una sola pizca de maldad, y tampoco era
vana ni materialista. Era dulce, tierna, cariñosa. Joe había lamentado
terriblemente lo mucho que había sufrido al perder al bebé, pero… ¿quién podía
saberlo? Quizá todo aquello había sido para mejor. «Lo que no te mata te hace
más fuerte», decía el refrán.


La semana pasada. _____
había salido por fin de su dolor convertida en una persona mucho más fuerte. Joe
profesaba un gran respeto a las personas que se esforzaban por combatir la
adversidad, en vez de quedarse sentadas sin hacer nada, compadeciéndose de sí
mismas. Algo que _____ había corrido serio peligro de hacer. Pero ya no,
afortunadamente.


De repente se sintió
tentado de despertarla para poder decirle lo mucho que la admiraba. Al final
optó por no hacerlo. Su cumplido habría podido interpretarse como una
invitación a tener sexo. Y dado que le parecía absolutamente irresistible en
ese terreno, y que quería reservar fuerzas para después, decidió dejarla
dormir.


En lugar de ello,
intentó mantenerse ocupado en algo. Lo primero que hizo fue revisar los
mensajes de su móvil. No tenía ninguno, afortunadamente. Sabía que a _____ no
le gustaría descubrir que seguía trabajando en su segunda luna de miel. Aun así,
no lo apagó. Podría necesitarlo.


La nueva agencia de
casting que había montado en Images seguía en fase de desarrollo. Había formado
a una plantilla capaz, pero todavía algo inexperta, que no vacilaría en
llamarlo para pedirle consejo. Era algo improbable que eso ocurriera durante
ese fin de semana, pero las cosas podían complicarse para la siguiente.


Llamó luego a recepción
y reservó una mesa para las siete y media en uno de los restaurantes
informales, el Hibiscus. Al parecer tenía un menú muy variado, desde marisco
hasta platos asiáticos. El servicio era rápido y no tendrían que vestirse de
punta en blanco.


Acto seguido, deshizo su
equipaje y el de _____. Se sorprendió al ver la ropa que había llevado: toda
era nueva y tremendamente sexy. Había, por ejemplo, un diminuto biquini rojo y
se moría de ganas de verla con él puesto…


Como a las seis y media _____
seguía durmiendo, estuvo a punto de despertarla, pero antes decidió vestirse.
Escogió unos pantalones de lino beige, una camisa negra de seda y mocasines
italianos. Estaba de pie al lado de cama, poniéndose su Rolex de oro, cuando se
repente vio que _____ tenía los ojos abiertos.


—Vaya, vaya, vaya… —sonrió—.
La Bella Durmiente
ya ha retornado al mundo de los vivos.


—Estás vestido.


—Lo siento, cariño, pero
no puedo salir en cueros.


—¿Salir? —repitió
extrañada, como si estuviera hablando otro idioma.


Joe suspiró.


—Ciertamente me resulta
muchísimo más atractiva la perspectiva de meterme de nuevo en la cama. Pero,
mientras estemos aquí, no vamos a poder hacer el amor todo el día y a todas
horas: me temo que de cuando en cuando tendremos que hacer un descanso. Es
triste, lo sé, pero cierto. Dado que no soy muy aficionado a los picnics, he
pensado que salir a cenar cada noche podría ser la solución adecuada. Después
de todo… —añadió con una sonrisa irónica— si nunca salimos, ¿cuándo vas a
ponerte toda esa ropa tan sexy que has traído?


_____ se lo quedó
mirando con la boca abierta.


—¿Has deshecho mi
maleta?


—Me he permitido esa
libertad, sí…


—¿Dónde has puesto mi
bolsa de aseo?


—En el baño, por
supuesto.


—No me la habrás abierto
también, ¿verdad?


—Cielos, no. Tus
secretos femeninos están a salvo —añadió con una sonrisa mientras miraba su
reloj—. Son más de las seis y media, y he reservado mesa para las siete y
media. Dispones de unos cuarenta y cinco minutos para prepararte. ¿Crees que te
dará tiempo?


—Tendré que arreglarme
el pelo. Con el corte a capas que me han hecho, tardo años en secármelo.


—Llévalo como lo
llevaste el lunes por la mañana. Estabas muy sexy.


«Y tú también», pensó,
mirándolo. En aquel momento, tenía un aspecto espléndido. No le había visto
nunca los pantalones de lino y la camisa de seda negra que llevaba. Se había
arremangado la camisa, exhibiendo el bronceado que había adquirido ese verano.
Su pelo corto todavía tenía restos de humedad, señal de que acababa de
ducharse. Sin embargo, no se había afeitado, lo cual no era muy propio de él.
Habitualmente se afeitaba hasta dos veces al día.


Se le aceleró el pulso
mientras lo recorría con la mirada. Imágenes de lo que habían hecho poco antes
en la cama asaltaron su cerebro. De repente, quiso volver a experimentar todo
aquello. Desesperadamente. En aquel mismo momento. Ojalá no hubiera reservado
mesa en aquel restaurante…


«¡Oh, Dios mío!»,
exclamó para sus adentros.


—¿Qué hora has dicho que
era?


—Más de las seis y
media.


—Será mejor que me
prepare, entonces… —saltó de la cama y corrió al cuarto de baño. Solía tomar la
píldora sobre las seis, una hora que había elegido porque a esas alturas del
día siempre estaba despierta. Desde que tuvo el aborto, las mañanas no habían
sido precisamente el mejor momento del día para recordar nada.


Si hubiera estado
tomando una píldora normal, no habría tenido importancia que se pasara o se
adelantara una hora. Pero estaba tomando la mini píldora, y el médico le había
advertido sobre la importancia de tomarla siempre cada día a la misma hora.


Después de encerrarse
con llave en el baño, se apresuró a sacar las píldoras de su bolsa de aseo, y
se tomó una a toda velocidad con un poco de agua. Acto seguido las escondió en
un bolsillo interior.


Se estremeció sólo de
pensar en lo que habría pasado si Joe se hubiera atrevido a sacarle los
cosméticos y demás artículos de la bolsa de aseo. Seguro que habría visto el
paquete de pastillas. ¡Eso habría sido un desastre!


—Salgo en seguida —le
dijo a través de la puerta.


—Bien. Te espero en el
salón.


_____ soltó un suspiro de
alivio, contenta de poder estar unos momentos a solas para recuperarse. Y para
pensar sobre lo que había sucedido desde que llegaron a la isla.


_____ siempre había
sabido que Joe era un buen amante. Pero ahora se daba cuenta de que era algo
más que eso. Era un perfeccionista en lodo lo que hacía. Obviamente había
aprendido las técnicas y las posturas adecuadas para proporcionar el máximo
placer a su pareja.


Y, desde luego, a juzgar
por lo que le había dicho antes, la postura del misionero no figuraba entre
ellas.


No era que no hubiera
gozado antes con Joe haciéndolo en esa postura. Había gozado, por supuesto. Le
había gustado especialmente que pudieran mirarse a los ojos en todo momento.
Era la postura del amor verdadero, del romance.


Lo que Joe le había hecho
ese día, y lo que le había prometido hacerle en el futuro, no tenía nada que
ver con el verdadero amor, ni con el romance. Todo se reducía al sexo. Sexo
salvaje, adjetivo. Obsesivo.


Abrió el grifo de la
ducha y volvió a estremecerse. Podía verse a sí misma, haciendo el amor allí,
apoyada en la pared… Cuando fue a recoger el frasco de gel, recordó lo que Joe
le había hecho después, la manera en que le había enjabonado los senos, el sexo…
Sin pensarlo, se sorprendió haciendo lo mismo, reviviendo aquella experiencia,
sintiendo cómo sus pezones se endurecían bajo sus dedos…


Se detuvo justo a
tiempo, consciente de que cualquier clímax que hubiera alcanzado en esas
condiciones no hubiera podido compararse con nada de lo que había experimentado
con Joe. Se reservaría para él.


Cerró el grifo, salió de
la ducha y descolgó una toalla. Una vez seca, se lavó los dientes y recogió el
pelo tal y como Joe le había sugerido antes. Después de maquillarse, retrocedió
un paso y se miró desnuda en el espejo de cuerpo entero.


«Estás sexy, _____», se
dijo. «¿Y ahora qué te vas a poner?».


Se había comprado varios
vestidos para estrenar allí. Todos muy sensuales, cada uno a su manera,
atrevidos y coloridos. Pero uno en especial destacaba sobre todos los demás.


Era rojo, de un rojo
oscuro, de seda. Tenía un diseño moderno, de cintura alta y falda corta, con
vuelo. El escote era pronunciado y los tirantes muy finos. _____ se había
comprado unos zapatos a juego para acompañarlo, junto con ropa interior de
satén: un sujetador sin tirantes, de medias copas, y tanga. Naturalmente, no se
pondría medias.


En resumen: el vestido
perfecto si lo que quería era volver a casa cuanto antes con su marido para… lo
que viniera después.


¡Sí, definitivamente el
rojo!
Val's Matth.
Val's Matth.


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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por -GrizJonasLovatoCyrus- Mar 15 Nov 2011, 6:34 pm

ME ENCANTO QUIERO MAS PLEASE SIGUELA :D
-GrizJonasLovatoCyrus-
-GrizJonasLovatoCyrus-


https://www.facebook.com/profile.php?id=100001404695273&ref=h

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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por next to you Mar 15 Nov 2011, 7:27 pm

aaa esta geniall el caoo
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
next to you
next to you


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Luna de miel de un millonario Joe y Tu  - Página 4 Empty Re: Luna de miel de un millonario Joe y Tu

Mensaje por jamileth Mar 15 Nov 2011, 8:10 pm

siguela!!!!
jamileth
jamileth


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