Butterflies and Bullets.|Novela Colectiva

Capitulo 004. +

Levanté la ropa sucia que estaba tirada en el piso y que por una semana aproximadamente, se encontraba allí. Las metí en el cesto de ropa para lavar que solía estar en el baño de la casa, pero por una extraña razón, se encontraba en mi dormitorio. Armé la cama de una plaza y barrí antes de caminar hasta la cocina donde se encontraba mi madre. Al verme, entrecerró los ojos y soltó una pequeña carcajada.
—¿Qué haces despierto a esta hora? Se supone que los sábados duermes hasta tarde — Lanzó otra carcajada como si se estuviera burlando de mi.
—Tengo que salir. Eh quedado con alguien— respondo tomando una manzana de la mesada. Al verla, sus cejas suben y bajan, como si estuviera hablando de una chica. Ruedo los ojos y niego inmediatamente con la cabeza.— No es una mujer, madre. Es un conocido que me citó.— Asiente convencida esta vez. Ella sabe que jamas le mentiría, ni me metería en aprietos.
Deposité un beso en su mejilla y salí hacia el exterior, sufriendo del calor que el sol abusaba en darnos.
Bufé al notar, una vez más en mi vida, que caminar era mi única opción para llegar a la cafetería del centro. Claro, también tenía como opción tomar el autobús, pero con este calor, ¿quien quisiera estar con unas cuantas personas apretadas y con poco oxigeno? Nadie. Así que, como por milésima vez en el mes, me rezongué internamente por no tener un auto.
Al llegar a la cafetería, busqué a un «hombre grande, de cabello algo canoso y grandes ojos intimidantes» como lo describió mi mejor amigo. Ay, Joey, si tan solo vieras que aquí hay muchos hombres con esas características. Pero, uno más que nada me llamó la atención, ya que se encontraba camuflado y parecía nervioso, además de que se escondía tras unas gafas negras enormes.
Me acerqué lenta y atentamente. ¿Y si era un ladrón o mafioso?
—¿Joseph?— pregunté en un susurro. Miro en mi dirección y una sonrisa apareció en sus labios. Este tipo me empezó a dar miedo a tal punto de arrepentirme de levantarme un sábado temprano solo para hablar de «negocios».
—Así es, Colton— confirmo parándose y extendiendo su mano, la cual acepte. Vaya, era enorme. —De seguro te preguntaras porque te cité aquí.— Asentí sentándome frente a este sujeto.—Verás, como te habrá contado Joey, mi trabajo es algo... difícil, y necesitaría que cuidaras de mi hija. Que seas su guardaespaldas— Oh, sería fácil. ¿Qué tan difícil sería cuidar a una niña de siete u ocho años?
—¿Sería algo así como su niñera?— pregunté divertido, pero rápidamente me arrepentí, ya que su sonrisa se esfumó y su aspecto serio volvió.
—No, guardaespaldas. Joey me dijo que eras serio, pero si no lo eres no podré traba...
—¡No! Lo siento, enserio, solo que no me quedó claro.— Asintió volviendo a su asiento. Ahora su sonrisa no iba a volver. Estúpido Colton.
—Bien, esto es algo urgente. Te pagaré lo que sea necesario para que trabajes para mi y cuides a mi tesoro.— Dijo algo desesperado.
—Claro, lo haré señor.
—Dime Joseph.— Se paró de la silla y tomó su gran saco negro.—Así que, haz hoy tus maletas. El avión sale hoy de noche, así que ven a mi casa a eso de las siete, más o menos. Si quieres te puedo llevar hasta tu casa, pero tendré que irme, ya sabes, para hablarlo con Norah.— Esperen, ¿maletas? ¿avión?
—Oiga, oiga, ¿avión? ¿a dónde se supone que vamos?— pregunté tratando de entender esta situación. Su ceño se frunció, al igual que el mio. Abrió la boca para hablar, pero la cerró al notar que no salía nada de allí. Dios, quiero saber que pasa.
—¿Acaso Joey no te dijo nada?— negué con la cabeza. Parecía algo frustrado, y yo parecía todo un pequeño cachorro confundido, junto a un gran gorila. Tomó su celular y marcó a quien supuse que era Joey. Estúpido Joey. —Joey...¿cómo no le dijiste que tenía que viajar a Inglaterra?...Claro que si...Bien, solucionaré esto luego contigo.— cortó algo enojado, así que, decidí no empezar yo la charla. Bufó y luego me miro con suplica— Escucha, estoy algo atrasado, te necesito, enserio, ¿podrías por favor viajar hoy a Inglaterra con mi hija? No tengo tiempo para conseguir a otra persona y necesito que cuiden a mi hija— Sus ojos parecían el gato de la shrek, nada intimidantes, pero grandes, sobre todas las cosas. Me imaginé en su situación, con una hija en peligro. ¿En peligro de que? ¿De que trabajará este hombre?
—Esta bien— Esperen, esas palabras salieron de mi boca sin permiso. Dios, no eh consultado ni siquiera con mi mente.
Una sonrisa enorme apareció en su cara y golpeó en mi hombro agresivamente, aunque él lo tomó como amistoso.
—Gracias, enserio. Recuerda, a las siete en mi casa— Asentí mientras lo veía subirse a su auto y marcharse. ¿qué no iba a llevarme a mi casa? Y, ¿dónde queda la casa de este hombre? Me golpeé internamente en la cabeza. Eso era tan mio ya.
Al llegar a casa, mi madre estaba en el sillón viendo uno de sus realities favoritos, donde varias personas competían por ver quien era el mejor cocinero. A mi madre le encanta todo sobre cocina, además de que es una gran chef. Reí al ver como se decepcionaba porque eliminaban a uno de sus concursantes favoritos. Saltó en su lugar al sentir mi risa en la sala. Me acerqué para depositar un beso en su mejilla. Se me haría tan difícil irme por algunos días a Inglaterra y separarme de ella. Además de dejarla sola en la casa.
—¿Cómo te fue con tu cita?— preguntó acariciando mi cabello, luego de sentarme a su lado. Rodé los ojos e hice una mueca.
—Que no era una mujer. Era un hombre y, me ofreció un trabajo— Lo último lo dije en un murmullo, pero al parecer mi madre me sintió, ya que exclamó un «Oh» y llevó sus manos a su boca.
—¿Si? ¿Y de que trata? No me digas Colton que es algo ilegal porque me puede llegar a venir algo eh— Reí por el comentario de mi madre. Aveces se comportaba como una maniática, pero luego recordaba que yo también suelo ser así.
—No, no es algo ilegal. Solo que, debo cuidar a una niña— Dije rodando los ojos. Asintió mirándome fijamente.— Pero, con ello trae algo. Debo viajar a Inglaterra— Creo que lo dije demasiado rápido, ya que su aspecto seguía siendo el mismo— Debo viajar a Inglaterra, hoy.— repetí. Carajo, ¿por que sigue como si le hubiera dicho que ordené mi habitación? —¿mamá?
—Si, niño, te escuché. Estoy vieja, pero no sorda. Escucha, si debes viajar, hazlo con precaución. Te ayudo a empacar, ¿quieres? ¿Ese hombre es de fiar? Quiero que mi hijo este seguro.— ¿Y el enojo? ¿el llanto?
—¿No estas enojada? ¿Ni siquiera triste?— pregunté. Sonrió y sus manos acunaron mi cara.
—Tienes un trabajo, y estoy muy feliz por ello. Obvio, estoy triste, pero debo entender que mi hijo creció y no estará mucho tiempo a mi lado como antes. Solo te pido algo, llámame todas las noches para ver como te va. Todo estará bien.— Guiñó su ojo y secó una lágrima rebelde que salió de improvisto. Sonó su nariz y sonrió caminando a mi dormitorio.— Vamos que se te hace tarde. ¿A que hora te debes ir?
—Dijo que a las siete debería estar en su casa, que por cierto, debo llamar a Joey para saber donde es.
Caminé hasta la puerta blanca y grande de la casa, donde Joseph y su hija me estaban esperando. Pero antes de tocar el timbre, la puerta se abrió dejándome ver al grandulón con algunas maletas en su mano.
—¡Colton! ¿dónde están tus maletas?— Preguntó viendo a mi alrededor. Asentí hacia la camioneta que se encontraba detrás mio.
—El señor de ahí me dijo que guardara las maletas allí.— Asintió mientras caminaba hacia el vehículo y guardaba las maletas junto a las mías.
—Mi hija esta por salir. Por cierto, no le gustó para nada la idea de irse de aquí. Pero no me preguntes como, la logré convencer.— Miré a la puerta, donde una chica salía de allí luchando con una maleta más grande que las demás. Su cabello castaño se caía hacia adelante, tapándome su rostro. Sus delgados brazos hacían el mayor esfuerzo para tirar de la maleta negra.
Reaccioné y corrí hacia su lado— Dejame ayudarte— dije. Soltó la maleta al escuchar mi voz cerca de ella. Volteo su rostro dejándome ver unos ojos cafés realmente bonitos, con unas largas pestañas. Pero, esos ojos se me hacían muy familiares.
—Colton, ella es mi hija, Norah. Norah, él es Colton, tu guardaespaldas.— Ambos abrimos los ojos como platos, mirando al padre de la chica que cuidaría en todo este tiempo. Ella no era una niña de siete años.