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Mensaje por LucyInTheSkyWithDiamonds Dom 09 Feb 2014, 6:48 pm


Nombre: Slammed
Autor: Colleen Hoover
Adaptación: Sí.
Género: Drama / Romance.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: Por mi parte, ninguna.
LucyInTheSkyWithDiamonds
LucyInTheSkyWithDiamonds


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Mensaje por LucyInTheSkyWithDiamonds Dom 09 Feb 2014, 6:49 pm

SINOPSIS


Después de la inesperada muerte de su padre, ____(tn) de 18 años de edad, se ve obligada a ser la roca para su madre y hermano menor.
Por fuera parece ser resistente y tenaz, pero por dentro está perdiendo la esperanza.
Luego está Liam Payne: El nuevo vecino atractivo de 21 años con una pasión por la poesía slam y un peculiar sentido del humor. 
A pocos días después de conocerse, Liam y ____(tn) forman una conexión intensamente emocional, dejando a ____(tn) con un sentido renovado de esperanza.
No mucho tiempo después de una intensa primera cita, ambos
son golpeados hasta las entrañas cuando una impactante revelación, fuerza a su nueva relación a un alto repentino. 
Las interacciones diarias
se hacen increíblemente dolorosas mientras luchan por encontrar un equilibrio entre los sentimientos que los unen y el secreto que los mantiene separados.
LucyInTheSkyWithDiamonds
LucyInTheSkyWithDiamonds


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Mensaje por LucyInTheSkyWithDiamonds Dom 09 Feb 2014, 6:52 pm


CAPITULO 1 (Parte 1)

“…I'm as nowhere as I can be,
Could you add some somewhere to me?”*
-The Avett Brothers, Salina.


Kel y yo cargamos las últimas dos cajas en el camión de mudanzas. Deslizo la puerta hacia abajo y pongo el seguro, guardando dieciocho años de recuerdos, todos ellos incluyen a mi papá. Han pasado seis meses desde que falleció. Tiempo suficiente para que mi hermano de nueve años, Kel, no llore cada vez que hablábamos de él, pero lo suficientemente reciente para que estuviéramos siendo obligados a aceptar las consecuencias financieras que vienen con una nueva familia de madre soltera. Una familia que no podía permitirse el lujo de permanecer en Texas y en el único hogar que he conocido.

—____(tn), deja de ser tan deprimente —dice mamá mientras me entrega las llaves de la casa—. Creo que te encantará Michigan.

Parece que ella nunca me llama por el nombre que legalmente me dio. Ella y mi padre alegaron por nueve meses sobre cómo iba a ser llamada. A ella le encantaba el nombre Layla, después de la canción de Eric Clapton. Papá amaba el nombre Kennedy, después de un Kennedy.

—No importa cuál Kennedy —solía decir—. ¡Me gustan todos!

Tenía casi tres días de nacida antes de que el hospital finalmente los obligara a decidir. Estuvieron de acuerdo en tomar las tres primeras letras de ambos nombres y se arreglaron con ____(tn), pero ninguno de ellos se ha referido a mí así.

Imito el tono de mi madre. —Mamá, ¡deja de ser tan optimista! Voy a odiar Michigan.

Mi madre siempre ha tenido la habilidad de dar una conferencia entera con una sola mirada. Conseguí la mirada.

Subo los escalones del porche y voy al interior de la casa para hacer un recorrido antes del último giro de la llave. Todas las habitaciones estaban extrañamente vacías. No parece que esté caminando a través de la misma casa en donde he vivido desde el día en que nací. Estos últimos seis meses han sido un torbellino de emociones, todas ellas deprimentes. Mudarse de esta casa era inevitable, me daba cuenta de eso. Sólo que esperaba que sucediera después de terminar mi último año de escuela.

Estoy de pie en lo que ya no es nuestra cocina cuando vislumbro un pasador de plástico morado para el cabello expuesto debajo del gabinete, en el espacio en donde el refrigerador estuvo una vez. Lo recojo, limpio el polvo y lo recorro de un lado a otro entre mis dedos.

—Va a crecer de nuevo —dice papá.

Tenía cinco años y mi madre había dejado sus tijeras en la repisa del baño. Al parecer, había hecho lo que la mayoría de los niños de esa edad hacen. Me corté mi propio cabello.

—Mami va a estar muy enojada conmigo —exclamé. Pensé que si me cortaba el cabello, inmediatamente volvería a crecer y nadie se daría cuenta. Corté un pedazo bastante grande de mi flequillo y me senté frente al espejo por probablemente una hora, esperando a que volviera a crecer. Tomé las lacias hebras marrones del suelo y las sostuve en mi mano, considerando cómo podía fijarlas de vuelta a mi cabeza, cuando comencé a llorar.

Cuando papá entró al baño y vio lo que había hecho, él sólo sonrió y me levantó para luego ponerme sobre la encimera. —Mamá no lo notará, ____(tn). —Prometió mientras quitaba algo del armario del baño—. Casualmente tengo un pedazo de magia aquí. —Abrió su mano y me mostró el pasador morado—. Siempre y cuando tengas esto en tu cabello, mamá nunca lo sabrá —apartó los mechones de cabello que quedaban a un lado y los fijó en su lugar con el pasador. Entonces me giró para verme al espejo—. ¿Ves? ¡Como nuevo!

Miré nuestro reflejo en el espejo y me sentí como la chica más afortunada en el mundo. No sabía de otro papá que tuviera pasadores mágicos. Usé el pasador en mi cabello todos los días durante dos meses y mi madre nunca lo mencionó. Ahora que miro atrás, me doy cuenta de que probablemente él le contó lo que había hecho. Pero cuando tenía cinco años, yo creía en su magia.

Me parezco más a mi madre que a él. Mamá y yo somos de estatura media. Después de tener dos hijos, ella realmente no podía caber en mis pantalones, pero somos bastante buenas en compartir todo lo demás. Las dos tenemos cabello castaño que, dependiendo del clima, es liso u ondulado. Sus ojos son de un verde esmeralda más profundo que los míos, aunque podría ser que la palidez de su piel los hiciera más prominentes. Me parezco a mi padre en todas las maneras que importan.

Teníamos el mismo seco sentido del humor, la misma personalidad, el mismo amor por la música, la misma risa. Kel es una historia diferente.

Él tiene el aspecto físico de nuestro papá, con su sucio cabello rubio y rasgos suaves. Es pequeño para nueve años, pero su personalidad compensa lo que le falta físicamente.

Camino hacia el lavabo y lo abro, frotando mi pulgar sobre los trece años de mugre reunidos en el pasador. Kel camina hacia atrás en la cocina, mientras estoy secándome las manos en mis pantalones. Es un niño extraño, pero no podría amarlo más. Tiene un juego que le gusta jugar al que llama ―Día al Revés, donde pasa la mayor parte del tiempo caminando por todas partes de reversa, hablando al revés e incluso pide postre primero. Supongo que con una gran diferencia de edad y sin otro hermano, tenía que encontrar alguna manera de entretenerse.

—¡Apresúrate dice mamá, ____(tn)! —dice, al revés.

Pongo el broche en el bolsillo de mis pantalones y regreso a la puerta, cerrando mi casa por última vez.

**************************

En el transcurso de los siguientes días, mi madre y yo nos alternamos entre conducir mi Jeep y el camión de mudanzas, deteniéndonos solo dos veces en hoteles para dormir. Kel cambiaba entre mamá y yo, viajando el último día conmigo en el camión. Completamos el último agotador tramo de nueve horas durante toda la noche, deteniéndonos sólo una vez para un pequeño descanso. A medida que nos acercamos a nuestra nueva ciudad de Ypsilanti, me fijo en lo que me rodea y en el hecho de que es septiembre, pero mi calefactor está encendido. Definitivamente voy a necesitar un nuevo guardarropa.

Mientras hago una última vuelta a la derecha en nuestra calle, mi GPS me informa que he ―llegado a mi destino.

―Mi destino, me rio en voz alta. Mi GPS no sabe ponerse de rodillas.

La calle sin salida no es muy larga, bordeada con unas ocho casas de ladrillo de un solo piso a cada lado de la calle. Hay una canasta de baloncesto en una de las entradas de coches, lo que me da esperanzas de que Kel pueda tener a alguien con quien jugar. Honestamente, parece un vecindario decente. Los jardines están bien cuidados, las aceras están limpias, pero hay demasiado concreto. Demasiados caminos de concreto. Ya echo de menos mi casa. Nuestro nuevo casero nos envió por correo electrónico fotos de la casa, así que inmediatamente identifico cuál es la nuestra. Es pequeña. Realmente pequeña. En Texas teníamos una casa estilo rancho con varios acres de terreno. La minúscula cantidad de tierra que rodeaba esta casa era casi nada más que concreto y gnomos de jardín. La puerta principal se mantiene abierta y veo a un hombre mayor que supongo es nuestro nuevo casero saliendo para saludar.

Conduzco pasando la casa a unos cuarenta metros y así puedo regresar a la entrada donde la parte trasera del camión estará de frente a la puerta. Antes de poner la palanca de cambios en reversa, sacudo a Kel para despertarlo. Ha estado desmayado desde Indiana.

—Kel, despierta —susurro—. Llegamos a nuestro destino.

Estira las piernas y bosteza, luego pega su frente a la ventana para echarle un vistazo a nuestro nuevo hogar. —Oye, ¡hay un niño en el patio! —dice Kel—. ¿Crees que él viva en nuestra casa también?

—Espero que no —respondo—. Pero probablemente es un vecino. Sal y ve a presentarte mientras doy marcha atrás.

Cuando el camión de mudanzas está apoyado con éxito, pongo la palanca de cambios en neutral, bajo las ventanas y apago el motor. Mi madre aparca a lado en mi Jeep. Observo mientras ella sale y saluda al casero. Me acurruqué hacia abajo unos cuantos centímetros en el asiento y apoyé mi pie en el tablero. Inclino mi cabeza para atrás y miro a Kel y a su nuevo amigo luchando con unas espadas imaginarias en la calle. Estoy celosa de él. Celosa del hecho de que puede aceptar la mudanza con tanta facilidad, y yo estoy atrapada siendo la niña enojada y amargada.

Estaba molesto cuando mamá decidió la mudanza. Sobre todo porque estaba en la mitad de la temporada de su pequeña liga. Tenía amigos que extrañaría, pero a la edad de nueve años tu mejor amigo suele ser imaginario, y transatlántico. Mamá lo sometió con bastante facilidad al prometerle que podría inscribirse en hockey, algo que él quería hacer en Texas. Era un deporte difícil de encontrar en la población rural del sur. Después de que ella estuvo de acuerdo, él estaba bastante optimista, si no es que avivado por Michigan.

Entiendo por qué tenemos que mudarnos. Papá había hecho una vida respetable manejando una tienda de pinturas. Mamá trabajaba como enfermera PRN cuando lo necesitaba, pero mayormente atendía la casa y a nosotros. Alrededor de un mes después de su muerte, ella fue capaz de encontrar un trabajo de tiempo completo. Podía ver la tensión de la muerte de mi padre pasándole factura, además de ser la nueva cabeza del hogar.

Una noche, durante la cena, nos explicó que no le quedaban los ingresos suficientes para seguir pagando todas las cuentas y la hipoteca. Dijo que había un trabajo que podría pagarle más, pero tendríamos que mudarnos. Le ofrecieron un puesto de trabajo de su amiga de secundaria, Brenda. Crecieron juntas en la ciudad natal de mi madre, Ypsilante, en las afueras de Detroit. Le pagaba más de lo que podría encontrar en Texas, por lo que no tuvo más opción que aceptar. No la culpo por la mudanza. Mis abuelos han fallecido y no tenía a nadie más que la ayudara. Entiendo por qué teníamos que hacerlo, pero entender una situación no siempre la hace más fácil.

—¡____(tn), estás muerta! —gritó Kel por la ventana abierta mientras empujaba la espada imaginaria contra mi cuello. Me esperó para que me desplomara, pero sólo rodé mis ojos—. Te apuñalé. ¡Se supone que tienes que morir! —dice.

—Créeme, ya estoy muerta —murmuro mientras abro la puerta y salgo. Los hombros de Kel caen y baja la mirada al concreto, su espada imaginaria yace a su lado. El nuevo amigo de Kel está detrás de él luciendo tan derrotado, causando que me arrepienta de inmediato de transferirles mi mal humor.

—Ya estoy muerta —digo en mi mejor voz de monstruo—, porque ¡soy un zombi!

Empiezan a gritar mientras estiro mis brazos frente a mí, ladeo mi cabeza y hago un sonido de gorgoteo. —¡Cerebros! —refunfuño mientras camino con mis piernas rígidas tras de ellos alrededor del camión—. ¡Cerebros!

Lentamente rodeo el frente del camión manteniendo mis brazos frente a mí cuando me doy cuenta de alguien sosteniendo a mi hermano y a su nuevo amigo por el cuello de sus camisas.

—¡Los tengo! —Grita el extraño mientras sostenía a los dos chicos gritando.

Se veía un par de años más grande que yo y un poco más alto.

―Caliente sería como la mayoría de las chicas lo describirían, pero yo no soy como la mayoría. Los niños se sacuden alrededor y flexionan sus músculos bajo sus mangas mientras él trata de retenerlos con fuerza.

A diferencia de Kel y yo, es inconfundible que estos dos son hermanos. Aparte de la obvia diferencia de edad, son idénticos. Ambos tienen una suave piel aceitunada, el mismo cabello negro azabache, incluso el mismo estilo de corte de cabello. Él se ríe mientras Kel se libera y empieza a rebanarlo con su ―espada. Él me mira y articula ―ayuda, cuando me doy cuenta de que todavía estoy congelada en mi pose de zombi.

Mi primer instinto es arrastrarme dentro del camión de mudanzas y esconderme en el suelo durante el resto de mi vida. En su lugar, grito

―Cerebros una vez más y me lanzo hacia delante, fingiendo morder al niño más joven en la parte superior de su cabeza. Tomo a Kel y a su nuevo amigo y empiezo a hacerles cosquillas hasta que se derritieron en montoncitos sobre la entrada de concreto.

Al enderezarme, el hermano mayor me tiende su mano. —Hola, soy Liam. Vivimos al otro lado de la calle —dice mientras señalaba la casa justo en frente de la nuestra. 

Le doy la mano. —Soy ____(tn). Supongo que vivo aquí —digo, mientras miro a la casa detrás de mí. Sonríe. El apretón de manos perdura mientras ninguno de los dos dice nada. Odio los momentos incómodos.

—Bueno, bienvenida a Ypsilanti —dice mientras aleja su mano de la mía y la pone en el bolsillo de su chaqueta—. ¿De dónde se están mudando?

—¿Texas? —respondo. No estoy segura de por qué el final de mi respuesta sale como una pregunta. No estoy segura de por qué estoy analizando la razón por la que estoy analizando... Estoy nerviosa. Debe ser la falta de sueño que he tenido en los pasados tres días.

—Texas, ¿eh? —dice. Está balanceándose de un lado a otro sobre sus talones. La incomodidad aumenta mientras no respondo. Él mira hacia su hermano y se inclina, agarrándolo de los tobillos. —Tengo que conseguir que este pequeño chico vaya a la escuela —dice mientras mueve a su hermano sobre sus hombros—. Hay un frente frío viniendo esta noche. Debes tratar de conseguir descargar hoy lo más que puedas. Se supone que durará algunos días, así que si necesitan ayuda para descargar esta tarde, házmelo saber. Deberíamos estar en casa alrededor de las cuatro.

—Claro, gracias —digo mientras se dirigen al otro lado de la calle.

Sigo viéndolos cuando Kel me apuñala en la espalda baja. Caigo de rodillas y aprieto mi estómago, agachándome hacia adelante mientras Kel se sube encima de mí y termina conmigo. Echo un vistazo a la otra acera de nuevo y veo a Liam observándonos mientras cierra la puerta de su hermano y luego camina hacia la puerta del conductor. Dice adiós mientras entra al auto.

*************************

Nos lleva la mayor parte del día descargar todas las cajas y los muebles. Nuestro casero ayuda a mover las cosas más grandes que mamá y yo no podemos levantar por nuestra cuenta. Estamos demasiado cansados para ir por las cajas dentro del Jeep y acordamos dejarlas para mañana. Estoy un poco decepcionada cuando el camión de mudanzas está finalmente vacío, ya no tengo excusa para pedir la ayuda de Liam.

Tan pronto como mi cama está montada, empiezo a tomar cajas etiquetadas con mi nombre del pasillo. Logré desempacar la mayoría de ellas y hacer mi cama cuando me di cuenta que los muebles en mi habitación, dibujaban sombras a través de las paredes. Miré por la ventana y el sol se estaba poniendo. O bien, los días eran mucho más cortos aquí, o había perdido la noción del tiempo. En la cocina, encuentro a mamá y Kel poniendo los platos en los gabinetes. Me subí en una de las seis sillas altas del mesón, que también funcionaba como mesa de comedor a falta de uno. No hay mucho en esta casa. Cuando pasas por la puerta principal, hay una pequeña entrada seguida de la sala. La sala está separada de la cocina por nada más que un pasillo a la izquierda y una ventana a la derecha.

La alfombra beige de la sala está bordeada por madera oscura que va a través del resto de la casa.

—Todo es tan limpio aquí —dice mi madre mientras continúa guardando los platos—. No he visto un solo insecto.

Texas tenía más insectos que briznas de hierba. Si no estabas espantando moscas, estabas matando avispas.

—Supongo que esa es una cosa buena de Michigan —respondo.

Abro una caja de pizza frente a mí y miro la elección.

—¿Una cosa buena? —Dice mientras me guiñaba el ojo. Se inclinó sobre la barra, tomó un pepperoni y lo hizo estallar en su boca—. Pensaría que serían al menos dos cosas buenas —finjo no entenderla—. Te vi hablando con ese chico en la mañana —dice con una sonrisa.

—Oh, por favor, mamá —digo con tanta indiferencia como puedo—. Es bastante positivo encontrarnos con la no sorpresa de que Texas no es el único estado habitado por la especie masculina. — Caminé al refrigerador y tomé un refresco.

—¿Qué es anatado? —pregunta Kel.

—Habitado —corrijo—. Significa ocupar, morar, residir, poblar, asentar, vivir. —Mis cursos de preparación para el SAT estaban dando frutos.

—Oh, ¿algo como la forma en que anatamos Ypsilanti? — Pregunta.

—Habitamos —corrijo de nuevo. Termino mi pedazo de pizza y tomo un sorbo de refresco—. Estoy derrotada. Me voy a la cama.

—¿Quieres decir que vas a habitar en tu habitación? —Corrige Kel.

—Eres un estudiante rápido, pequeño saltamontes. —Me inclino y beso la cima de su cabeza y me voy a mi habitación.

Se siente tan bien meterse debajo de las sábanas. Al menos mi cama es familiar. Cierro mis ojos y trato de imaginar que estoy en mi antigua habitación. Mi vieja y cálida habitación. Mis sábanas y almohadas son muy frías, así que tiro de las mantas por sobre mi cabeza para hacer algo de calor. Nota mental: Localizar el termostato como primera cosa en la mañana.

***************************

Y eso fue exactamente lo que me propuse hacer tan pronto como me arrastré fuera de la cama y mis pies descalzos encontraron el suelo helado debajo de ellos. Tomé un suéter de mi armario y me lo puse sobre mi sudadera y mi camiseta de tirantes mientras busco calcetines. Intento inútil. Silenciosamente voy de puntillas por el pasillo, tratando de no despertar a nadie mientras al mismo tiempo intento exponer lo menos posible a mis pies a la frialdad de la madera oscura. A medida que paso el cuarto de Kel, veo sus pantuflas de Darth Vader en el suelo.

Me deslicé sobre ellas, finalmente encontrando un poco de alivio mientras me dirigía a la cocina.

Busco alrededor a la cafetera, pero no la encuentro. Recuerdo que la empaqué en el Jeep, lo cual es lamentable ya que el Jeep está estacionado afuera. Afuera, en este clima absurdamente frío. Las chaquetas están en ninguna parte para ser encontradas. Los septiembres en Texas raramente requerían chaquetas. Tomo las llaves y decido que sólo voy a tener que hacer una carrera loca hacia el Jeep. Abro la puerta principal y algún tipo de sustancia blanca está por todo el jardín. Me toma un segundo darme cuenta de lo que es. ¿Nieve? ¿En septiembre? Me agacho, recojo un poco en mis manos y la examino. No nieva a menudo en Texas, pero cuando pasa no es este tipo de nieve. La nieve de Texas es más como minúsculos pedazos de granizo duro como una piedra. La nieve de Michigan es justo como imaginaba que sería la nieve real: mullida, suave y ¡fría! Rápidamente dejo caer la nieve y seco mis manos sobre mi sudadera mientras me dirijo al Jeep. No llego muy lejos. En el segundo en que mis pantuflas de Darth Vader encuentran la nieve espolvoreada por el concreto, ya no estoy mirando al Jeep frente a mí. Estoy de espaldas, mirando hacia el cielo azul. Inmediatamente siento dolor en mi hombro derecho y me doy cuenta de que aterricé sobre algo duro. Alcanzo alrededor y saco un gnomo de jardín de debajo de mí, la mitad de su sombrero rojo está roto y destrozado en pedazos. Me está sonriendo. Gimo y levanto el gnomo con mi brazo bueno y lo jalo hacia atrás, preparándome para tirar la cosa, cuando alguien me detiene.

—¡Esa no es una buena idea!

De inmediato reconozco la voz de Liam. Su voz es suave y relajante como era la de mi padre, pero al mismo tiempo tenía un borde de autoridad en ella. Me siento y veo a Liam caminando por la entrada hacia mí.

—¿Estás bien? —Se ríe.

Oh, no. Ni siquiera me he mirado en el espejo esta mañana. Estoy inmediatamente avergonzada, pero hago todo lo posible para aparentar lo contrario.

—Me sentiré mucho mejor después de reventar esta maldita cosa —menciono, tratando de levantarme sin éxito.

—No quieres hacer eso, los gnomos son de buena suerte —dice mientras me alcanza. Toma el gnomo de mis manos y lo coloca gentilmente sobre el césped cubierto de nieve. 

—Sí —contesto con sarcasmo mientras me fijo en la herida de mi hombro que se ha convertido en un círculo de color rojo brillante en la manga de mi suéter—. Verdadera buena suerte.

Liam para de reír cuando ve la sangre en mi camisa. —Oh, Dios mío, lo siento mucho. No me habría reído si hubiera sabido que estabas herida —se inclina y toma mi brazo sano y me jala hacia arriba—. Necesitas tener una venda sobre eso.

—No tengo idea de dónde encontrar una en este momento — respondo, refiriéndome a los montones de cajas sin abrir que aún no hemos desempacado.

—Vas a tener que caminar conmigo. Hay algunas en nuestra cocina.

Se quita su chaqueta y la envuelve alrededor de mis hombros, sujetando mi brazo mientras me encamina a cruzar la calle. Me siento un poco patética con él ayudándome, puedo caminar por mi cuenta. Sin embargo, no me opongo y me siento hipócrita al movimiento feminista entero. He regresado a la damisela en apuros.

Me quito su chaqueta y la pongo en el respaldo del sofá, mientras lo sigo hasta la cocina. Está aún muy oscuro dentro, así que asumo que todo el mundo está durmiendo. Su casa es más espaciosa que la nuestra. Los planos de planta abierta son similares, pero la sala parece ser algunos metros más grande. Hay un ventanal a la izquierda de la sala con un banquillo y almohadas grandes.

Varias fotos familiares cuelgan a lo largo de la pared opuesta a la cocina. La mayoría de ellas son de Liam y su pequeño hermano con un par de fotos que incluyen a sus padres.

Me acerco a inspeccionar las fotos mientras Liam busca una venda. Deben de haber obtenido los genes de su padre. En la foto más reciente, la cual aún se ve de hace unos pocos años, su padre tiene sus brazos alrededor de dos niños y los está apretando juntos para una foto improvisada. Su cabello negro azabache está salpicado de gris y un espeso bigote negro delinea su enorme sonrisa. Sus rasgos son idénticos a los de Liam. Ambos tienen ojos que sonríen cuando se ríen, exponiendo unos perfectos dientes blancos.

La madre de Liam es impresionante. Tiene el cabello largo y rubio y, en las fotos al menos, luce alta. No puedo escoger ningún rasgo facial de ella que se hubiera transmitido a sus hijos. Tal vez Liam tiene su personalidad. Todas las fotografías de la pared prueban una gran diferencia entre nuestras casas: ésta es un hogar.

Entro en la cocina y tomo un asiento en el bar.

—Necesita limpiarse antes de poner el vendaje —dice mientras se arremanga la camisa y abre el grifo. Lleva una camisa amarilla pálida con botones hasta el cuello que es ligeramente transparente bajo las luces de la cocina, revelando la silueta de su camisa interior. Tiene amplios hombros y las mangas están ajustadas alrededor de los músculos en sus brazos. La cima de su cabeza está frente al gabinete por encima de él, y calculo por las similitudes en nuestras cocinas, que mide unos quince centímetros más que yo. Estoy mirando el patrón de su corbata negra, que está sobre su hombro en un intento de evitar que se mojara, cuando cierra la llave y camina de vuelta al bar.

Siento mi cara ruborizándose mientras tomo una servilleta húmeda de sus manos, no orgullosa de la cantidad de atención que su físico está recibiendo de mi.

—Está bien —digo mientras bajo la manga de mi hombro—. Yo puedo.

Abre un vendaje mientras limpio la sangre de la herida. —

Entonces, ¿qué estabas haciendo afuera en tu pijama a las siete de la mañana? —Pregunta—. ¿Aún están descargando?

Sacudo mi cabeza y me inclino hacia adelante y tiro la servilleta al bote de basura. —Café.

—¿Café? Supongo que no eres una persona madrugadora. —Liam dijo esto más como una afirmación que como una pregunta.

A medida que se acercaba para poner el vendaje en mi hombro, pude sentir su aliento en mi cuello. Me froto los brazos para esconder los escalofríos que se arrastraban en ellos. Lo adhiere a mi hombro y me palmea.

—Listo. Tan bueno como nuevo —dice.

—Gracias. Y soy una persona madrugadora —digo—, después de tener mi café. —Me pongo de pie y miro por encima de mi hombro, fingiendo inspeccionar el vendaje y así planear mi próximo movimiento.

Ya le agradecí. Podría girarme y salir ahora, pero eso podría parecer grosero después de que me ayudara. Solo permanecer aquí esperando que haga algo más que una pequeña charla, podría hacerme ver estúpida por no irme. No entendía por qué estaba contemplando acciones básicas a su alrededor. ¡No es más que otro habitante!

Cuando me doy la vuelta, él está en el mostrador vertiendo una taza de café. Camina y la pone sobre la mesa frente a mí. —¿Quieres crema o azúcar?

Niego con la cabeza. —Negro está bien. Gracias —digo mientras tomo la taza y le doy un sorbo.

Está apoyado sobre la barra viéndome mientras bebo el café. Sus ojos son exactamente del mismo color verde oscuro como los de su madre en las fotos. Supongo que sí consiguió un rasgo de su ella. Sonríe e interrumpe nuestra mirada viendo su reloj. —Tengo que irme, mi hermano está esperando en el coche y debo ir a trabajar — dice—. Te encaminaré de regreso. Puedes quedarte la taza.

Miro la taza antes de tomar otro sorbo y notar las grandes letras estampadas en el costado. El Papá más Genial del Mundo. Es exactamente la misma que mi padre solía usar para beber café.








*"...Soy como la nada como puedo ser, 
Podrías añadir algo de un lugar para mí?"
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