Dark Brown Eyes (Liam Payne)

Nombre: Dark Brown Eyes.
Autor: Andrea :DD
Adaptación: No.
Género: Drama, romance
Advertencias: Un capítulo por semana (puedo subirlo cualquier día) No requiero chicas.
Otras páginas: No.
 
Wolverhampton ,2007:
 
-La audiencia encuentra culpable al ciudadano..
¡No! No puedo escuchar esto. Es demasiado.La frase resuena en mi cabeza. Salgo del estrado  corriendo, por los pasillos y llego a la calle. No puede ser..
 
Me siento en el brocal con mi cara entre las manos. ¿Esto podría desmejorar? Probablemente sí. Me hallo encerrada en una burbuja de frustración y mi madre llega con su voz amenazando romperla.
 
-Mia, lo lamento. Sé que es difícil pero es lo mejor. No podíamos quedarnos de brazos cruzados y..
-Mamá, no empieces por favor.
-Lo siento, cielo. Pero es que esto no podía quedarse así.
-¿Y qué cambia? Absolutamente nada. Tal vez unos años seguras de él, pero ¿después qué? Saldrá en libertad y nos va a encontrar y será peor por lo que le hicimos.
-¡Mia, no seas estúpida, por favor! ¿Qué podía hacer? No puedo peligrar contigo. Y no, no nos encontrará. Nos iremos de Wolverhampton, a Londres, lejos de aquí..
-Pero yo no quiero irme –rompo en llanto.
-Yo tampoco, pero debemos.
-¿Y qué va a pasar? ¿Crees que es fácil para mí adaptarme a una nueva ciudad, nuevo colegio..?
-Hallarás la manera –responde serena.
-Todo para ti es así. Huir de tu vida, dejarlo todo sin importar mi opinión –cada vez estoy levantando más el tono de voz pero es que ya no lo soporto.
-Mia, entiende..
-No hay nada que entender.
 
Me levanto de la acera y empiezo a correr como una loca desquiciada, sintiendo como mi rodete de bailarina se va cayendo mientras corro más lejos. Mis pies esforzándose por correr con estos tacones, hasta que decido quitármelos.
Luego de hacerlo, emprendo rumbo a dónde quiera que sea con una tranquila caminata. Calmando a mi acelerado pulso y tomando el aire fresco. Luego de avanzar un poco, llego al parque y él está ahí. Sentado, mirando el lago donde los patitos nadan y recogen las regazas de pan que las personas le arrojan. Aquel parque es donde me siento a salvo, sólo cuando estoy con Liam.
 
El vuelve la cabeza hacia mí y sonríe. Esa sonrisa que veo desde los 6 años. En total serían ocho años en total viéndola. Lo saludo con mi mano y me acerco hasta el banquito donde está sentado.
 
-¿Qué tal fue, señorita vestida con ropa formal?
-¿Qué crees? –le pregunto desanimada.
-¿No es culpable? –pregunta preocupado.
-Al contrario, lo es. Sólo que es casi igual si no lo hiciera. Tarde o temprano va a salir y eso será peor entonces.
-¿Y tu madre qué piensa hacer?
-Mudarnos a Londres. Cuanto antes.
-¿Te irás? –se pone serio.
-No quiero hacerlo. No quiero irme, Liam –comienzo a sollozar.
-Tranquila, Mia. Es lo mejor que podías hacer. Tu vida puede estar peligrando.
-¡No quiero irme! –grito.
 

Liam sigue insistiendo en que es lo mejor pero simplemente no lo escucho. No quiero dejar la ciudad que me vio nacer, crecer.. Pero  no parece importarle a nadie lo que yo cavile. Vuelvo a cometer la misma bobada: me levanto, le grito unas palabras que ni yo misma me entendí y salgo corriendo a la carretera. Cuando voy a la mitad de la calle de asfalto escucho esa voz profunda y familiar gritando: -¡Mia, cuidado! A continuación, siento un fuerte golpazo.

 
Londres, 2010:
 
No es nada raro esperar  un clima nublado en esta ciudad. ¿Debería quejarme? Por supuesto que no ya que amo la lluvia. No me sorprendería en absoluto que la ciudad terminara con sus calles llenas de rocío.
 
Samantha, la única amiga que he hecho en mi estadía de cuatro años en la ciudad londinense  –ella es alta, delgada con una figura que fácilmente podrías envidiar, ojos de color miel y de cabello ondulado hasta más debajo de su cinturita, rubio con puntas de un color rosa– está situada en el marco de mi puerta con un tazón enorme de palomitas. Ha estado convenciéndome de perder el tiempo viendo telebasura. Sin embargo, lo hago porque advierto que está emocionada con este programa. ¿Cuál era su nombre? Ahm, creo que The X Factor. No tengo ni la más mínima idea de qué podría tratarse. Dado a su nombre ¿qué podría relacionar con el factor x? No lo sé.
 
Sam camina a mí y se sienta en el costado de la cama. Estira el tazón hacia mi dirección pero no estoy de ánimos para comer. Pensándolo bien ¿cuándo estoy de ánimos para comer? Casi nunca. Al hacerle el gesto de que no estoy interesada en el tazón y ella frunce el entrecejo.
 
-Mia Clark, ¿cuándo vas a comer?
-No lo sé.
-No comes casi. Un poco más y vas a desaparecer –mueve las manos como si estuviese alterada-. Por favor, come.
-Examinando las circunstancias, me ofreces algo comestible pero en realidad no es alimento.
-Entonces te preparo algo de comer –se encoje de hombros.
-No.
-Mia.. –empieza a amenazarme.
-Luego ¿sí? Es que a esta hora no me ape…
-¡Silencio! No debes hablar de ahora en adelante..
-Pero..
-¡Ha empezado el programa!
 
No logro comprender qué le emociona tanto. Sólo personas que van a cantar para..¿Firmar con una disquera? Aburrido. Puede que canten bien –y hay muchos que lo hacen– pero las posibilidades de entrar en el mundo del espectáculo son de una en un millón.
 
Observo fastidiada la tv cuando en realidad lo que me gustaría es estar leyendo. Samantha emite un chillido de emoción o eso es lo que yo creo al ver aparecer en el escenario a cinco chicos. Suelen llamarse One Direction –al menos eso lo dice el presentador–
Samantha se advierte de mi mirada socarrona hacia ella y me da un codazo.
 
-¿Acaso no son los chicos más guapos que has visto? –me pregunta, supongo que esperando una respuesta cómplice.
-He visto mejores –me limito a contestar y ella me fulmina con la mirada.
-Mia ¿qué te pasa que estás hoy muy antipática?
-No me siento bien. Siento un fuerte dolor en mi zona sur –respondo avergonzada.
-¿Dolores menstruales?
-Sí –me arden las mejillas justo en este momento.
-Ay, Clark, no tienes por qué avergonzarte. No sé si te has dado cuenta pero, soy una chica también.
-Has dado rumbo a mi vida al descubrir que eres una chica –digo con una buena cantidad de sarcasmo.
-Soy Samantha Aldrich, cambiando vidas desde 2010 –ríe como desquiciada y yo no puedo evitar caer en sonoras carcajadas.
 
Nos perdimos todo el programa por andar de estúpidas riendo y golpeándonos con almohadas. Sin duda alguna, es reconfortante tener una amiga que te haga reír en malos momentos. Creo que nunca tuve una antes, ya no recuerdo casi nada de mi pasado.
 
Mamá me ha relatado que conoció a un hombre muy apuesto en una fiesta cuando era más joven, se enamoraron y terminaron con algo que les acortó el tiempo de privacidad máxima: yo. Se mudaron a Londres cuando yo apenas tenía cuatro años y mi padre murió cuando yo tenía catorce en un accidente automovilístico en el que él y yo veníamos del colegio. Mamá dijo que su muerte fue instantánea y yo sufrí de grandes contusiones por lo que se explica la falta de mis recuerdos. No tengo mucho contacto con la familia de mi padre, hace unos meses que vi a mi abuela y me dijo que tan sólo recordara. Me ha regalado una foto de mi padre difunto; debo admitir que es apuesto incluso siendo adulto.
 
-Es hora de que la señorita no-dejo-ver-el-programa-favorito-de-Sam coma algo que sí sea alimento –Sam me saca de mis pensamientos.
-Sam –protesto.
-Ah, ah. A comer.
-Pero..
-Por favor, Mia.
-Sam…
-Mia..
-Debo ir al instituto de ballet justo ahora
-¿Tan de repente?
-Sí. No recordaba que hoy es sábado.
-Yo te acompaño. Esperaré por ahí y luego te llevaré a comer algo.
-Pero..
-No hay pero que valga –señala con su dedo.
-Lo que usted mande, señorita mandona.
-Así me gusta –sonríe triunfalmente.
 
Ruedo mis ojos y busco mi bolso donde tengo las cosas de ballet. Están algo sucias las zapatillas por lo que las sustituyo. Cojo rápidamente el celular y bajamos rápidamente. Mamá está en uno de los taburetes de la barra de desayuno revisando cuentas de los servicios, supongo.
 
-Mami, debo ir al instituto. Adiós –le doy un beso en la frente.
-¿Llevas el celular?
-Síp
-¿Segura?
-Sí –pongo las manos cruzadas en mi espalda y me balanceo.
-No lo pierdas. Y cualquier cosa que pase, llámame.
-Sí, mamá.
-Lo digo en serio –dice sin ningún rastro de humor.
-Lo digo en serio también. Lo prometo.
-Ok. ¿Te llevo?
-¡Mamá! Ya estoy grande, tengo dieciocho años. Puedo ir sola.
-¿Sam debo llevarte a casa? Así aprovechas, Mia, y te llevo a clases.
-Mamá.. –protesto.
-¿Sam? –mira a mi rubia amiga fijamente.
-Yo la voy a acompañar. La esperaré y traeré a casa. –dice ella.
-Cuídala
-Eso haré. Estará a salvo conmigo.
-Ok.
 
Salimos de la casa y Sam echa a reír.
 
-¿Qué es tan gracioso? –digo con una mueca extraña en mi rostro.
-Tu mamá puede ser…
-¿Dramática, sobre protectora, asfixiante..? –termino la oración por ella.
-Algo –explica moviendo su mano en un gesto de “más o menos”
-¿Siguen ahí? Conduce con cuidado Samantha. Las dos manos. Sin celular.
-Sólo ignórala –susurro por lo bajo.
-Ok –me susurra de vuelta.
La habitación de espejos está vacía. Tan sólo quedo yo. Me miro en uno y veo a una chica delicada; algo corta de estatura –cosa que siempre he odiado de mí–; con un rodete algo desaliñado alto atando su melena castaña rojiza; piel pálida y delicada que con cualquier tacto un poco rudo se debilita y enrojece; y lo que más me gusta de mí, mis ojos café oscuros.
 
La puerta principal de abre dejando entrar a la vista a la profesora Donna. Ella es una señora de unos treinta y cinco años, con cabello corto hasta la mandíbula teñido de rubio rojizo; ojos azules y unos labios gruesos. Siempre ha sido una profesora estricta pero dulce  a la vez; cosa que no entiendo. Se acerca a mí y me dice: -Mariposa
 
Estiro mis piernas y hago los respectivos movimientos. Gran hazaña consigo hacer, pues recibo los distinguidos aplausos de mi tutora.
 
-Pensé que te habías marchado junto con las demás. ¿Iban a una heladería..?
-Sí, pero yo no puedo irme. No he tenido permiso, aparte de mi amiga está en el pasillo esperándome.
-¿Aquella rubia que se ha dormido?
-Sí.
-¿Ella conduce?
-Sí.
-Deberías conducir tú, es peligroso que maneje si tiene sueño.
-Me gustaría pero no puedo, verá Srta. Donna –debo decirle señorita porque se altera-. No tengo licencia.
-Ya deberías tener una entonces, linda.
-Mi madre considera que no es oportuno.
-Ya estás grandecita ¿no?
-Sí, pero haré todo lo posible para no disgustarla –repentinamente me está molestando que me pregunte tanto y sea tan metiche-. Si me disculpa, debo irme –hago un gesto de despedida con la cabeza y me salgo.
 
Ay, Aldrich, ¿qué haré contigo? Dormida y frente a mí, Samantha Aldrich, la chica glamurosa, está tirada en un sofá del pasillo de espera. Está toda estirada, y logro ver algo líquido caer de su boca: saliva.
 
Me pongo muy cerca de ella. Mi nariz casi roza la punta de su nariz. Abro bien mis oscuros ojos y grito haciendo que ella se despierte. Se sobresalta y lanza golpes en el aire, yo los evado y río a más no poder.
 
-Eres mala –me dice con su labio inferior abultado.
-Recuerda que debo ir a casa o mamá nos matará a ambas.
-Sí, es cierto. Vamos, malvadas. Pero Primero A COMER.
-¡No! –protesto
-Nop, Mia, debes comer.
 
Abro silenciosamente la puerta y camino lentamente hasta la cocina. Al llegar ahí me sorprendo, hay visitas. Nunca las había visto antes por acá
 
-Mia, ¿por qué no contestaste el teléfono? –mamá parece ocultar su enojo, pero sus ojos me alertan de que está furiosa.
-Lo siento, estaba en silencio y no lo he revisado. Voy a darme una ducha
 
Camino sin mirar a las personas visitantes. No sé por qué y es una estupidez pero siento que las conozco, aunque no tengo idea de dónde.
-¡Mia! ¿Dónde están tus modales? Ven a saludar a Karen y a su hijo, Liam
 
¡Liam! Al escuchar su nombre un escalofrío me recorre el cuerpo entero.

Lo siento, pero ya tengo todos los personajes :( la verdad lo lamento :c