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Mensaje por Invitado Mar 28 Dic 2010, 7:29 pm

Capítulo 4
—Desde luego, se que _______ no es gran cosa —decía Thomas Bowman mas tarde esa noche, caminando de un lado para el otro en el despacho privado anexo a su habitación. Él y Nicholas habían acordado verse después de la cena mientras los demás invitados seguían en el salón—. Es más pequeña de lo normal y delicada. “Ponle un nombre sencillo y práctico a la niña”, le dije a mi esposa cuando nació. Jane o Constance o algo por el estilo. Pero ella escogió Marguerite... Francés, ¡que te parece!… Fue idea de un primo suyo por parte de madre. Y luego degeneró aún más cuando Lillian, que por entonces sólo tenía cuatro años, descubrió que Marguerite era el nombre francés de una maldita e insignificante flor. A partir de entonces Lillian la llamó _______, y después...
Mientras Bowman continuaba divagando, Nicholas pensó en lo perfecto que era ese nombre para ella, la pequeña flor de pétalos blancos que parecía tan delicada y sin embargo, era excepcionalmente resistente. Decía mucho en favor de _______, que habiendo pertenecido a una familia de personalidades tan dominantes, ella hubiera permanecido fiel a su propio carácter.
—… por supuesto, te compensaré bien —decía Thomas Bowman—. Te conozco lo suficiente como para saber que elegirías a una mujer muy diferente para ti, una mujer con ideas más prácticas, en lugar de la inconstante ensoñación de una muchacha como _______.
—Eso no será necesario —Nicholas le interrumpió tranquilamente—. _______... es decir, la señorita Bowman, es completamente —Hermosa. Deseable. Encantadora.— aceptable. Casarse con una mujer como la señorita Bowman es suficiente recompensa.
—Bien —Bowman lanzó un gruñido, evidentemente poco convencido—. Es muy caballeroso por tu parte decir eso. Pero aún así, te ofreceré una dote generosa, más acciones en la compañía, y así sucesivamente. Estarás muy satisfecho con nuestro acuerdo, te lo aseguro. En cuanto a los preparativos para la boda...
—Aún no he aceptado —le interrumpió Nicholas.
Bowman dejó de ir de un lado para otro y le miró de manera inquisitiva.
—Para empezar —continuó cuidadosamente—, es posible que la señorita Bowman encuentre a un pretendiente en los próximos dos meses.
—No encontrará a ninguno de tu valía —dijo Bowman engreídamente.
Nicholas respondió con seriedad, a pesar de su diversión.
—Gracias. Pero creo que la señorita Bowman no comparte la alta opinión que tiene usted sobre mí.
El señor Bowman hizo un ademán desdeñoso.
—Bah. La mente de una mujer es tan voluble como el clima inglés. Puedes hacerla cambiar de opinión. Regálale unas flores, hazle algunos cumplidos... mejor aún, cita algo de uno de esos malditos libros de poesía que ella lee. Es fácil cortejar a una mujer, Jonas, todo lo que tienes que hacer es...
—Señor Bowman —le interrumpió Nicholas con una repentina alarma. ¡Dios mío!, lo último que necesitaba era una explicación de las técnicas de seducción de su jefe—. Creo que puedo encargarme de eso yo solo. Ese no es el problema.
—Entonces ¿cual?... Ah —Bowman le ofreció una sonrisa de hombre de mundo—. Comprendo.
—¿Lo comprende? —preguntó Nicholas con aprensión.
—Obviamente, tienes miedo de mi reacción si decides que mi hija no es capaz de satisfacer tus necesidades. Puedes estar tranquilo, mientras actúes con discreción, no diré una palabra.
Nicholas suspiró y se frotó los ojos, de pronto se sintió hastiado. Todo esto era demasiado, ¡caramba! acababa de llegar de otro país, apenas hacía unas horas que había bajado del barco.
—Me está usted diciendo que mirará para otro lado si le soy infiel a mi esposa —era una afirmación, no una pregunta.
—Nosotros los hombres tenemos tentaciones. A veces nos desviamos del camino correcto. Así son las cosas.
—No para mí —dijo Nicholas monótonamente—. Cumplo mi palabra, tanto en los negocios como en mi vida privada. Si le prometo ser fiel a una mujer lo seré sin excepción. Pase lo que pase.
El grueso bigote de Bowman tembló con diversión.
—Eres demasiado joven para tener una conciencia tan sensible.
—¿Los hombres más maduros no tienen conciencia? —Nicholas preguntó con una burla afectuosa.
—Algunas veces, los escrúpulos tienen un precio demasiado caro. Descubrirás eso algún día.
—¡Dios mío!, espero que no. —Nicholas se dejó caer en una silla y enterró la cabeza en las manos, con los dedos hundidos entre su espeso pelo.
Después de un prolongado silencio Bowman aventuró:
—¿Realmente sería tan terrible tener a _______ como esposa? Tienes que casarte algún día. Y esta boda tiene muchas ventajas. La empresa, por ejemplo. Tú la controlarás cuando yo muera.
—Usted nos sobrevivirá a todos —refunfuñó Nicholas.
Bowman dejó escapar una risita.
—Quiero que tú tengas la compañía —insistió él. Era la primera vez que hablaba con tanta franqueza sobre el tema—. Eres más capaz que ninguno de mis hijos. La compañía estará mucho más segura en tus manos que en las de ellos. Tienes un don... la habilidad de entrar en un lugar y dominar el espacio... no le tienes miedo a nadie, y todos lo saben, y te aprecian. Cásate con mi hija, Jonas, y levanta mi empresa. Cuando vuelvas a casa, te daré Nueva York.
—¿Podría añadir también Rhode Island? No es muy grande.
Bowman hizo caso omiso a su sarcástica pregunta.
—Tengo ambiciones para ti más allá de la compañía. Estoy relacionado con hombres poderosos, que también han reparado en ti. Te ayudaré a conseguir algo que tu mente no es capaz siquiera de concebir... Y el precio es muy pequeño. Toma a mi hija y engendra mis nietos. Eso es todo lo que te pido.
—Eso es todo —repitió Nicholas aturdido.
Cuando Nicholas empezó a trabajar en la compañía Bowman hacía diez años, no imaginaba que su jefe llegaría a ser un padre para él. Bowman era como un baúl de explosivos, pequeño, redondo y tan irascible que se podía pronosticar uno de sus arranques de furia, tan sólo por el hecho de ver su calva enrojecer. Pero el señor Bowman era hábil con los números, increíblemente perspicaz y calculador, también generoso con quienes le complacían, era un hombre que mantenía su palabra y cumplía sus obligaciones.
Nicholas había aprendido muchísimo de Thomas Bowman, cómo olfatear el defecto de un adversario y ponerlo a tu favor, cuándo presionar y cuándo contenerse... Y había aprendido también, que era positivo descargar tu agresividad en los negocios, sin llegar nunca a la grosería. Los hombres de negocios de Nueva York, los de verdad, no los petulantes de clase alta, no te respetaban a menos que mostraras cierta cantidad de pugnacidad.
Al mismo tiempo, Nicholas había aprendido a moldear su carácter con la diplomacia, después de comprender que era algo necesario para abrirse camino. No había ganado carisma fácilmente, debido a su naturaleza cautelosa. Pero lo había adquirido como un instrumento necesario para hacer bien su trabajo.
Thomas Bowman había apoyado a Nicholas en todo momento y lo había dirigido en un par de negocios precarios. Nicholas había estado agradecido por su orientación. Y no podía si no apreciar a su irritable patrón, pues había algo de verdad en la opinión de Bowman de que eran parecidos.
Cómo un hombre como Bowman había engendrado una hija como _______ era uno de los grandes misterios de la vida.
—Necesito un poco de tiempo para pensarlo —dijo Nicholas.
—¿Que necesitas pensar? —protestó Bowman—. Como ya te he dicho... —se interrumpió cuando vio la expresión de Nicholas—. Muy bien. Muy bien. Supongo que no hay necesidad de una respuesta inmediata. Habla
remos de ello mas adelante.

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Mensaje por Invitado Mar 28 Dic 2010, 8:11 pm

—¿Hablaste con el señor Jonas? —preguntó Lillian cuando Marcus entró en su dormitorio. Se había quedado dormida esperándole, y luchaba por encontrar una postura cómoda sentada en la cama.
—¡Oh si! Hablé con él —respondió Marcus con pesar, se quitó el abrigo y lo colocó sobre el respaldo una silla de la época de Luis XIV.
—Tenía razón, ¿verdad? Es abominable. Detestable. Cuéntame qué te dijo.
Marcus miró fijamente a su esposa embarazada, estaba tan hermosa con su pelo largo suelto y sus párpados aún pesados por el sueño que su corazón se saltó un latido.
—Todavía no —murmuró, sentándose sobre la cama—. Primero quiero mirarte un rato.
Lillian sonrío y se pasó las manos por el pelo, oscuro y alborotado.
—Estoy hecha un asco.
—No. —Él se acercó bajando la voz—. Cada parte de ti es encantadora. —Sus manos se deslizaron suavemente sobre las curvas de su cuerpo, con caricias suaves— ¿Qué puedo hacer por usted milady? —susurró.
Ella siguió riéndose.
—Sólo con mirarme se dará usted cuenta de que ya ha hecho bastante, milord. —Rodeándolo con sus brazos esbeltos, le colocó la cabeza sobre sus pechos—. Marcus —dijo contra su pelo—, nunca podría tener hijos de otro hombre, solo tuyos.
—Eso me tranquiliza.
—Me siento tan hinchada... Y tan incómoda. ¿Sería algo malo decir que no me gusta estar así?
—Desde luego que no —la voz de Marcus sonó amortiguada por tener la cabeza en la hendidura de sus pechos—. A mi no me gustaría tampoco.
Eso dibujó una sonrisa en ella. Soltándolo, se recostó contra las almohadas.
—Quiero saber qué te dijo el señor Jonas. ¿De que hablasteis ese espantapájaros odioso y tú?
—Yo no lo llamaría espantapájaros, precisamente. Parece que ha cambiado desde que lo viste por última vez.
—Hmm. —Lillian no parecía muy convencida—. Sigue siendo feo, seguro.
—Debido a que rara vez pienso en el atractivo masculino —dijo Marcus—, no soy un buen juez. Pero creo que casi nadie describiría al señor Jonas como un hombre feo.
—¿Estás diciendo que es atractivo?
—Creo que muchos dirían que si.
Lillian puso una mano delante de su cara.
—¿Cuántos dedos hay aquí?
—Tres —dijo Marcus divertido—. Mi amor, ¿qué estás haciendo?
—Comprobar tu visión. Creo que te falla. Aquí, sigue el movimiento de mi dedo.
—¿Por qué no sigues tu el movimiento del mío? —sugirió, mientras lo hundía en su corpiño.
Lillian le agarró la mano y lo miró enfadada.
—Marcus, esto es serio. ¡El futuro de _______ está en peligro!
Marcus se enderezó.
—Está bien.
—Dime que te dijo —le apremió ella.
—Informé al señor Jonas de que no permitiré que nadie haga a _______ desdichada. Y le exigí que me diera su palabra de que no iba a casarse con ella.
—¡Oh!, ¡menos mal! —dijo Lillian con un suspiro de alivio.
—Y se negó.
—¿Cómo? —su boca se abrió por el asombro—. ¡Pero si a ti nadie te contraría!
—Aparentemente, nadie informó al señor Jonas sobre eso —dijo.
—Marcus, vas a hacer algo, ¿verdad? No dejarás que obliguen a _______ a casarse con Jonas.
—Tranquila cariño. Te lo prometo, nadie obligará a _______ a casarse contra su voluntad. Sin embargo... —Marcus vaciló, preguntándose cuánto debería revelar—. Mi opinión sobre Nicholas Jonas es algo diferente de la tuya.
Lillian arqueó las cejas.
—Mi opinión es más fiable. Yo le conozco hace más tiempo.
—Lo conocías hace muchos años —dijo Marcus—. Las personas cambian, Lillian. Creo que gran parte de lo que tu padre afirma sobre Jonas es verdad.
—¿Tú también, Marcus?
Marcus, divertido por la mueca teatral que hizo su esposa, deslizó una mano bajo las sabanas, cogiendo uno de sus pies desnudos, empezó a masajear el empeine con los pulgares. Lillian suspiró y se relajó contra las almohadas.
Marcus consideró lo que había descubierto sobre Jonas hasta ahora. Era un joven inteligente, hábil y bien educado. Parecía un hombre con clase. Marcus se sentía cómodo en compañía de hombres así.
Aparentemente, la boda de Nicholas con _______ Bowman estaba fuera de lugar. Pero Marcus no estaba de acuerdo con la opinión de Lillian, de que _______ debía casarse con un hombre que poseyera la misma naturaleza romántica y sensible. No habría equilibrio en tal unión. Después de todo, un barco siempre necesita un ancla.
—Debemos enviar a _______ a Londres lo antes posible —se lamentó Lillian—. La temporada social está en su mejor momento, y ella está aquí, encerrada en Hampshire lejos de todas las fiestas y soirées.
—Fue idea suya venir aquí —le recordó Marcus, y cogió su otro pie—. Nunca se perdonaría no asistir al parto.
—¡Oh! pero yo no estoy de acuerdo. Preferiría que _______ conociera a caballeros apropiados en lugar de esperar el nacimiento del bebé aquí conmigo. Si no lo hace, se le agotará el plazo y tendrá que casarse con Nicholas, se mudará con él a Nueva York y entonces nunca volveré a verla…
—Ya había pensado en eso, por eso invité a tantos caballeros a Stony Cross Park para la temporada de caza —dijo Marcus.
—¿Eso hiciste? —su cabeza se levantó de la almohada.
—St. Vincent y yo hicimos una lista y examinamos cada candidato detalladamente. Escogimos una docena. Cualquiera de ellos sería aceptable para tu hermana.
—¡Oh!, Marcus, eres el mas inteligente y el mas maravilloso de los hombres.
El sacudió la cabeza por el elogio de su esposa, y con una sonrisa recordó la reunión con Sebastián.
—Déjame decirte que St. Vincent es muy meticuloso. Si fuera una mujer, ningún hombre sería lo suficientemente bueno para él.
—Nunca lo son —le dijo Lillian con soltura—. Por eso nosotras tenemos un refrán... “Si apuntas alto, siéntate a esperar”.
El resopló.
—¿Eso es lo que tú hiciste?
Una sonrisa curvó sus labios.
—No, milord. Yo apunté alto y conseguí mucho más de lo que había soñado. —Y se río tontamente cuando él gateó sobre su cuerpo y la besó profundamente.

El sol aún no había salido, cuando un grupo de invitados empeñados en pescar truchas, compartieron un desayuno rápido en la terraza trasera y salieron vestidos de manera informal con trajes de tweed y camisas de lino. Criados somnolientos siguieron a los caballeros a las aguas llenas de truchas, llevando las cañas, y cestos que contenían gusanos y diversas herramientas de pesca. Los hombres estarían entretenidos buena parte de la mañana, mientras las damas dormían.
Todas las damas exceptuando a _______. Adoraba la pesca, pero sabía que no sería bienvenida en un grupo exclusivamente masculino. En el pasado, ella y Lillian habían ido a pescar a menudo, pero indudablemente, su hermana mayor no estaba en condiciones de hacerlo ahora.
_______ había intentado persuadir a Evie y a Annabelle para que la acompañaran al lago artificial que Westcliff mantenía generosamente abastecido de truchas, pero ninguna de ellas se había entusiasmado con la idea.
—Hace un día precioso —había intentado convencerlas _______—. Yo os enseñaré a tirar el anzuelo. ¡No iréis a quedaros encerradas en una mañana de primavera tan hermosa!
Pero Anabelle decidió que dormir hasta tarde era una idea mejor, y como St. Vincent había decidido no ir a pescar, Evie optó por quedarse en la cama con él.
—Te divertirías mucho más si vinieras a pescar conmigo —le había dicho _______.
—No —había dicho contundentemente Evie—. No lo creo.
Sintiéndose un poquito sola, _______ desayunó y partió hacia el lago, llevando su caña de pescar favorita, bobinas y carretes.
Era una mañana gloriosa, corría una suave brisa. El invierno había quedado atrás dejando al sol inundarlo todo de reflejos brillantes. _______ cruzó una pradera de césped cubierta de ranúnculos, milenramas, y rosados pétalos de flores.
Al pasar al lado de un árbol de moras, _______ vio movimiento en el borde del agua... dos chicos... sujetaban algo, un animal o un pájaro... ¿un ganso? La criatura estaba protestando con graznidos furiosos, moviendo las alas con violencia, mientras los muchachos se reían.
—Eh, chicos —les llamó _______—. ¿Qué es eso? ¿Qué estáis haciendo?
Viendo al intruso, los muchachos dieron un grito y echaron a correr, tan deprisa que sus piernas se convirtieron en una mancha borrosa.
_______ aceleró el paso y se acercó al ganso. Eran un Greylag nacional inmenso, una raza conocida por su plumaje gris, cuello grueso y pico de color naranja.
—Pobrecito —murmuró _______ cuando vio que tenía una pata enganchada. Cuando se acercó a él, el indignado ganso intentó picarle. Haciendo una pausa, _______ dejó su equipo de pesca a un lado—. Estoy tratando de ayudarte —le dijo al agresivo ganso—. Pero con esa actitud no adelantas nada. Intenta controlar tu mal humor... —Avanzando lentamente hacia el ganso, _______ investigó el origen del problema—. Oh —dijo—. Esos bribones... te hacían pescar para ellos ¿verdad?
El ganso emitió un graznido confirmándolo.
Le habían atado hilo de pescar en la pata, y le habían enganchado una cuchara de metal con un agujero, en el agujero colocaron un gancho. Si no hubiera sentido lástima por el animal, _______ se habría echado a reír.
Era ingenioso. Cuando el ganso nadara en el agua, la cuchara de metal se reflejaría en el agua como los pequeños insectos. Cuando las truchas, atraídas por la cuchara, mordieran el anzuelo, se quedarían atrapadas y el ganso las remolcaría hasta la orilla. Pero el gancho se había enganchado en alguna zarza, atrapando al pobre ganso.
_______ le habló con voz suave y se acercó a la zarza con movimientos lentos. El bicho se quedo quieto y la miró con sus ojos de color morado.
—Pero que bonito eres —_______ se movía con cuidado, intentando llegar a las patas—. Y que grande... Si tienes un poco de paciencia... ¡ay! —Repentinamente el ganso le dio un picotazo en el brazo.
Retrocediendo rápidamente, _______ echó un vistazo a la pequeña marca en su piel, que estaba empezando a hincharse. Miró con el ceño fruncido al animal.
—¡Criatura desagradecida! Sólo por esto debería dejarte aquí tal como estás.
Frotándose el brazo, _______ se preguntó si podría usar su caña de pescar para desenganchar el hilo de la zarza... pero todavía tendría que desenredar la cuchara de la pata del ganso o volvería a enredarse en cualquier otro sitio. Tendría que volver a la casa a buscar ayuda.
Cuando se agachó para recoger su equipo de pesca, escuchó un ruido. Alguien silbaba una melodía curiosamente familiar. _______ escuchó atentamente, recordando la melodía. Era una canción popular en Nueva York se llamaba “El final de un día perfecto”.
Alguien estaba caminando hacia ella en dirección al río. Era un hombre con la ropa empapada, llevando una cesta de pesca y un viejo sombrero. Vestía un abrigo de tweed y pantalones informales, y era imposible no notar la manera en que las capas de su ropa se adherían a los contornos de su cuerpo. Sus sentidos se alteraron al reconocerlo, acelerándole el pulso.
El hombre dejó de silbar cuando la vio. Sus ojos eran más azules que el cielo, destacando sobre su rostro bronceado. Cuando se quitó el sombrero con cortesía, el brillo del sol creó reflejos caobas en su pelo.
—¡Maldita sea! —se dijo _______. No sólo porque era la última persona que esperaba ver en ese momento, sino también porque tuvo que admitir que Nicholas Jonas era extraordinariamente apuesto. Ella no quería encontrarlo tan atractivo. Ni sentir tal curiosidad por él, ese deseo de ver su interior y descubrir sus anhelos y temores secretos. ¿Por qué no se había interesado nunca antes por él? Había sido quizás demasiado inmadura. Quizás no era él quien había cambiado, sino ella.
Jonas se acercó a ella con cautela.
—Señorita Bowman.
—Buenos días, señor Jonas. ¿Por qué no está usted pescando con los demás?
—Mi cesta está llena. He pescado tanto, que creía que iba a avergonzar a los demás si continuaba.
—Qué modesto es usted —dijo _______ con ironía—. ¿Dónde está su caña?
—Se la dejé a Westcliff.
—¿Por qué?
Soltando su cesta, volvió a colocarse el sombrero.
—La traje conmigo de América. Es una caña articulada con la punta flexible, lo que multiplica la fuerza del carrete.
—¿Y eso es efectivo? —dijo _______.
—En los modelos británicos no —señaló Jonas—. Pero en los estados federales hemos hecho algunas mejoras. Tan pronto como Westcliff ha comprendido el nuevo sistema, me ha quitado la caña prácticamente de las manos. La está utilizando en este momento.
Sabiendo que su cuñado adoraba los avances tecnológicos, _______ sonrío con cariño. Sintió la mirada de Jonas sobre ella, no quería mirarle, pero se encontró haciéndolo de todos modos.
Era difícil reconciliar la imagen del joven odioso que tenía en su memoria con este espécimen de virilidad. Era como un dólar nuevo, brillante y perfecto. La luz de la mañana se reflejaba en su piel y en sus largas pestañas, dejando al descubierto las diminutas arrugas alrededor de sus ojos. Quería tocar su cara, hacerlo sonreír y sentir la curva de sus labios debajo de sus dedos.
El silencio se alargó, tenso e inoportuno hasta que fue roto por un graznido del ganso.
Jonas le echó un vistazo al ave.
—Veo que tiene usted compañía. —Cuando _______ le explicó lo qué habían estado haciendo con el ganso los dos muchachos, Nicholas se echó a reír—. Esos muchachos son listos.
El comentario no le pareció a _______ demasiado compasivo.
—Quiero ayudarlo —dijo—, pero cuando traté de acercarme, me picó. Supuse que un animal doméstico no me atacaría.
—Los gansos Greylag no son conocidos por ser mansos —le informó Nicholas—. En especial los machos. Estaba intentando dejarle claro quién era él jefe.
—Pues lo consiguió —dijo _______ frotándose el brazo.
Nicholas frunció el ceño cuando vio la contusión en su brazo.
—¿Ahí fue donde le picó? Déjeme ver.
—No es necesario, estoy bien... —empezó a decirle pero ya se había adelantado y sus largos dedos rodearon su muñeca. Pasó el pulgar de su otra mano por encima de la marca morada.
—Su piel es muy sensible... —murmuró, con la oscura cabeza inclinada sobre su brazo.
El corazón de _______ dio unos cuantos latidos irregulares antes de descontrolarse por completo. Percibió su olor... El olía como el campo, el sol, el agua, la hierba verde. Un olor suave... a sudor, a hombre... como un incienso tentador. Luchó contra el deseo de levantar los brazos hacia su cuerpo... de deslizar las manos por su pecho. La intensa necesidad la asustó.
Levantó la mirada y se encontró con sus ojos azules mirándola fijamente.
—Yo… —Nerviosa, soltó su mano de un tirón—. ¿Qué vamos a hacer?
—¿Con el ganso? —Hizo un gesto con los hombros—. Podríamos retorcerle el pescuezo y llevarlo a casa para la cena.
La sugerencia hizo que _______ y el ganso Greylag lo miraran indignados.
—Es una broma muy mala, señor Jonas.
—No bromeaba.
_______ se colocó entre Nicholas y el ganso.
—Me las arreglaré yo sola. Usted ya puede marcharse.
—No le aconsejo que lo convierta en su mascota, lo encontrará en su plato tarde o temprano si permanece en Stony Cross Park el tiempo suficientemente.
—No quisiera parecer hipócrita —dijo ella—. Pero preferiría no comerme a un ganso que me conoce.
Aunque Nicholas no sonreía, _______ se dio cuenta de que su comentario le hizo gracia.
—Dejemos los temas filosóficos, la cuestión es cómo piensa usted soltarle la pata —dijo—. Puede darle muchos mas picotazos.
—Si usted lo sujetara, yo podría soltar la cuchara y...
—Ni hablar —dijo él—. Ni por todo el té de China.
—Esa expresión nunca ha tenido sentido para mi —le contestó ella—. En términos de producción mundial, la India cultiva mucho más té que China.
Nicholas frunció los labios, pensativo.
—Ya que China es el principal productor de cáñamo —dijo—, supongo que se podría decir: “Ni por todo el cáñamo de China”… aunque no tiene el mismo efecto. Comoquiera que prefiera formular la frase, no voy a ayudar al ganso. —Y recogió su cesta.
—Por favor —dijo ella.
Nicholas la miró.
—Por favor —repitió _______.
Ningún caballero podría decir que no a una dama que había rogado dos veces.
Murmurando entre dientes, él volvió a dejar la cesta en el suelo.
Una amplia sonrisa se dibujó en los labios de _______.
—Gracias —dijo.
Sin embargo, dejó de sonreír cuando él comentó.
—Pero me debe usted algo por esto.
—Naturalmente —replicó ella—. No esperaba que usted hiciera algo a cambio de nada.
—Y cuando le reclame el favor, no vaya siquiera a pensar en negarse, sin importar lo que sea.
—Dentro de lo razonable. No voy a casarme con usted solo porque ha rescatado a un pobre ganso.
—Créame —le dijo él con seriedad—, el matrimonio no será parte del trato. —Empezó a quitarse el abrigo, no sin dificultad, porque estaba mojado, revelando sus amplios hombros.
—¿Q-qué está usted haciendo? — _______ abrió mucho los ojos.
Su boca hizo una mueca de exasperación.
—No voy a dejar que ese bicho arruine mi abrigo.
—No tiene que armar tanto escándalo por algunas plumas en su abrigo.
—No son las plumas lo que me preocupa —dijo secamente.
—¡Oh! —_______ luchó por refrenar una sonrisa.
Lo observó quitarse el abrigo y el chaleco. Su camisa blanca se adhería a su cuerpo, al estar mojada era casi transparente, se pegaba a su musculoso abdomen y desaparecía debajo de la cinturilla de sus pantalones. Las mangas se tensaban sobre sus hombros y la superficie poderosa de su espalda. Colocó su ropa cuidadosamente sobre la cesta para que no se ensuciara. Una leve brisa jugaba con su cabello, alborotándole los rizos.
Lo absurdo de la situación... El ganso, Nicholas Jonas mojado y en mangas de camisa... puso una sonrisa nerviosa en los labios de _______. Se tapó la boca, pero se le escapó de todos modos.
El sacudió la cabeza, y una sonrisa iluminó su cara. _______ se percató de que sus sonrisas nunca duraban mucho tiempo, se esfumaban tan rápidamente como aparecían. Como una estrella fugaz, un fenómeno breve y extraordinario.
—Si usted le cuenta esto a alguien, pequeña pícara... me las pagará. —Las palabras eran amenazadoras, pero algo en su tono... un toque de sensualidad... produjo un escalofrío en su espina dorsal.
—No pienso decírselo a nadie —dijo _______ con un jadeo—. Saldría tan mal parada como usted.
Nicholas metió la mano en su abrigo, extrajo una pequeña navaja y se la pasó. ¿Era su imaginación, o sus dedos se demoraron en su mano más de lo necesario?
—¿Para que es esto? —preguntó con inquietud.
—Para cortar el hilo de la pata, tenga cuidado, esta muy afilado, no me gustaría que cortara una arteria por casualidad.
—No se preocupe, no le haré daño.
—Me refería a mí, no al ganso. —Miró al impaciente animal—. Si te pones difícil —le dijo al ganso— serás paté antes de la hora de la cena.
El ave levantó las alas amenazadoramente para parecer más grande.
El dio un paso en su dirección y adelantó un pie para frenar su libertad de movimientos. La criatura aleteó y graznó, se quedó quieto un momento antes de lanzarse sobre él. Entonces Nicholas lo agarró con fuerza, perjurando mientras trataba de evitar el poderoso pico. Una nube de plumas se elevó en el aire.
—No lo ahogue —gritó _______, al ver que Nicholas lo agarraba del pescuezo.
La réplica de Nicholas se perdió por el forcejeo y los bocinazos del ganso. De algún modo, Nicholas consiguió contener al ave hasta que fue una mole retorciéndose en sus brazos. Despeinado y cubierto de plumas, miró furioso a _______.
—Terminemos de una vez, corte el hilo de pescar —rugió él.
Ella obedeció a toda prisa, poniéndose de rodillas a su lado. Mientras él lo tenía agarrado, con cuidado, ella cogió el pie fangoso del animal, el ganso graznó y dio un tirón a su pata.
—Vamos mujer, no sea tan delicada —escuchó decir a Nicholas con impaciencia—. Agarre la pata y hágalo ya.
Si no fuera por las treinta libras de ganso furioso que había entre ellos _______ habría mirado enfadada a Nicholas Jonas. En cambio, agarro la pata con firmeza y pasó la punta del cuchillo por el hilo cuidadosamente. Mocjpñas tenía razón, la hoja estaba perversamente afilada. Con un solo movimiento lo cortó limpiamente en dos.
—Ya está —dijo triunfalmente, cerrando la navaja—. Puede soltar a nuestro amigo emplumado, señor Jonas.
—Gracias —fue su réplica sardónica.
Pero cuando Nicholas abrió los brazos y soltó al ave, esta reaccionó inesperadamente, buscando venganza, culpando a su captor de todos sus infortunios, la criatura le dio un picotazo en la cara.
—¡Ay! —perdió el equilibrio y cayó sobre su trasero, mientras se llevaba una mano al ojo, el ganso se fue corriendo a gran velocidad con un graznido triunfador.
—¡Señor Swift! —_______ gateó sentándose a horcajadas sobre él. Tiró de su mano—. Déjeme ver.
—Estoy bien —dijo, frotándose el ojo.
—Déjeme ver —repitió, agarrando su cabeza con las manos.
—Voy a pedir estofado de ganso para cenar —farfulló, dejando que girara su cara hacia ella.
—Usted no hará semejante cosa. —_______ inspeccionó la pequeña herida sobre la ceja y usó su manga para secar una gota de sangre—. Es de mala educación comerse a alguien después de salvarle la vida. —Un temblor de risa se reflejó en su voz—. Afortunadamente el ganso tenía mala puntería. Creo que no se le pondrá el ojo morado.
—Me alegra ver que usted encuentra esto divertido —farfulló—. Está usted cubierta de plumas, ¿sabe?
—Usted también. —Su pelo estaba lleno de pelusas blancas y plumas grises. A _______ se le escapó la risa, como las burbujas que escapan de la superficie de una charca. Empezó a quitar plumas de su pelo, las suaves hebras le hacían cosquillas en los dedos.
El la miró y se percató de que se le había soltado el pelo de las horquillas. Con suavidad empezó a tirar de las plumas que tenía enganchadas.
Durante un silencioso minuto trabajaron el uno sobre el otro. _______ estaba tan concentrada en la tarea, que no reparó en lo inapropiado de la situación. Por primera vez, estaba lo suficientemente cerca de él como para ver los diversos tonos de azul de sus ojos, y el anillo azul cobalto que rodeaba su iris. La textura de su piel, dorada por el sol y la incipiente barba sobre su mandíbula.
Se dio cuenta de que Nicholas evitaba su mirada deliberadamente, concentrándose en encontrar cada diminuto trozo de plumón en su pelo. De repente fue consciente del contacto entre sus cuerpos, la fuerza sólida de él debajo de ella, su aliento fresco en la mejilla. Su ropa estaba húmeda, pero el calor de su piel la quemaba en todos los lugares en que tocaba la suya.
Estaban unidos en un medio abrazo mientras cada célula de la piel de _______ estallaba en un fuego líquido. Fascinada, desorientada, se relajó sobre él, sintiendo el zumbido de su pulso en las venas. No tenía más plumas, pero _______ se encontró hundiendo los dedos en su pelo oscuro.
Seria tan fácil que la hiciera rodar debajo de él, presionándola con su peso sobre la tierra húmeda. Sintió la firmeza de sus muslos por entre las capas de tela, provocando en ella el primitivo instinto de abrirse a él, y dejarlo moverse sobre ella.
Escuchó a Nicholas soltar el aliento. La agarro por los brazos y la bajó de su regazo abruptamente.
Aterrizando en el césped al lado de él con un ruido sordo, _______ trató de reaccionar. En silencio, encontró la navaja en el suelo y se la devolvió.
Después de guardársela en el bolsillo, él se sacudió las plumas y la tierra de los pantalones y cambió de posición.
Preguntándose por qué estaba sentado en esa postura tan extraña, _______ se puso en pie.
—Bien —dijo vacilante—, supongo que tendré que entrar en la casa por la puerta de los criados. Si mamá me ve así le dará una apoplejía.
—Vuelvo al río —dijo Nicholas con voz ronca—. Quiero ver cómo le va con el carrete a Westcliff. Y puede que pesque un poco más.
_______ frunció el ceño cuando se dio cuenta de que la estaba evitando deliberadamente.
—Pensaba que estaría usted harto de mojarse con el agua fría del río por hoy —dijo
—Por lo visto no —dijo él entre dientes, dándole la espalda mientras cog
ía su chaleco y su abrigo.

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Mensaje por marianela229 Mar 28 Dic 2010, 9:29 pm

la acabo de leer esta genial siguelaa!! please (:
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Mensaje por Alee Lovatoo Mar 28 Dic 2010, 10:42 pm


Nueva lectora.. :study:

Hola me llamo alex...
y wow!! Me encanta tu novela... :arre:
lo malo es que me quieren casar a fuerzas
pero con ese hombre si me caso (Nick) jajajaja :P

Espero la sigas pronto.... :)
Alee Lovatoo
Alee Lovatoo


https://www.facebook.com/alexiizztjonas

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Mensaje por Invitado Miér 29 Dic 2010, 9:56 am

Hay Popita de mi vidaa SEGUILAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA♥️ :D
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Mensaje por Invitado Miér 29 Dic 2010, 10:46 am

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Capítulo 5
Perpleja y confundida, _______ se alejó con pasos rápidos del lago.
Decidió que no podría contarle a nadie lo que acababa de ocurrir, aunque habría adorado divertir a Lillian con la historia del ganso. Pero no quería revelar que había visto algo diferente en Nicholas, y que ella se había sentido peligrosamente atraída por él. No significaba nada, en realidad.
Aunque _______ todavía era inocente, el escaso conocimiento que poseía en relación a los temas sexuales le impulsaba a creer que su cuerpo podía responder a la excitación sin ninguna participación del corazón. Había sentido esa respuesta por Cam Rohan una vez. La desconcertó darse cuenta de que había sentido lo mismo con Nicholas Jonas. Dos hombres tan diferentes, uno romántico, el otro reservado. Uno era un gitano joven, apuesto, que había inundado de imágenes sensuales su exótica imaginación… El otro un hombre de negocios ambicioso y pragmático.
_______ había conocido un desfile interminable de hombres como Nicholas durante sus años en Fifth Avenue. Querían la perfección en una mujer, una esposa que fuera una excelente anfitriona, diera las mejores cenas y fiestas, llevara los mejores trajes, y diera a luz hijos saludables que jugaran en el cuarto de los niños mientras sus padres trataban los temas de la empresa en el estudio.
Y Nicholas Jonas, con su enorme ambición, el hombre que su padre había escogido por su gran talento y su mente brillante, sería el marido más exigente posible. Querría a una esposa que basara su vida entera alrededor de sus objetivos, y la juzgaría duramente cuando no lo complaciera. No tenía ningún futuro con un hombre así.
Pero Nicholas tenía una cosa a su favor: había ayudado al ganso.

Mientras _______ volvía a la casa, se arreglaba y se vestía con un traje de día fresco, sus amigas y su hermana habían bajado a desayunar té y tostadas. Estaban sentadas en una de las mesas redondas junto a la ventana, cuando _______ entró en la sala.
Annabelle colocó a Isabelle sobre su hombro, frotando su pequeña espalda con un suave masaje. Algunas de las otras mesas estaban ocupadas, principalmente por mujeres, aunque había media docena de hombres presentes, incluyendo a lord St. Vincent.
—Buenos días —dijo _______, y miró a su hermana—. ¿Cómo has dormido querida?
—Muy bien. —Lillian estaba encantadora, sus ojos brillaban, tenía el pelo peinado hacia atrás, prendido en una red de seda rosa en la nuca—. Dormí con las ventanas abiertas, y la brisa procedente del lago era muy placentera. ¿Fuiste a pescar esta mañana?
—No —improvisó _______.— Sólo caminé.
Evie se inclinó hacia Annabelle para coger al bebé.
—Dámela —dijo. El bebé estaba mordiéndose el puño desesperadamente y babeando en abundancia. Con la pequeña en sus brazos, Evie explicó el malestar de la niña a _______, le estaban saliendo los dientes.
—Lleva toda la mañana muy irritable —explicó Annabelle.
_______ vio que sus luminosos ojos azules parecían cansados, los ojos de una madre joven. El toque de cansancio solo aumentó la belleza de Annabelle, perfilando la perfección de sus rasgos.
—¿No es algo pronto para que le salgan los dientes? —preguntó _______.
—Es una Hunt —dijo Annabelle—. Y los Hunt son inusitadamente precoces. Según mi marido, todos en su familia nacen prácticamente con los dientes. —Miró al bebé con preocupación—. Creo que debería llevármela a otro sitio.
Algunas miradas de desaprobación fueron lanzadas en su dirección. No era común que los niños, especialmente los bebés, estuvieran en compañía de los adultos. Era costumbre vestir a los pequeños con volantes blancos y cintas, presentarlos brevemente para la aprobación general, y luego devolverlos rápidamente con la niñera.
—Tonterías —dijo Lillian inmediatamente, sin molestarse en bajar la voz—. Isabelle no está molestando, sólo está un poco nerviosa. Creo que los invitados son capaces de tener un poco de paciencia.
—Voy a probar con la cuchara otra vez —murmuró Annabelle, su culta voz teñida de preocupación. Cogió una cuchara de plata de una taza con hielo y azúcar, y le dijo a _______—. Mi madre sugirió este remedio, al parecer siempre fue efectivo con mi hermano Jeremy.
_______ se sentaba al lado de Evie, mirando al bebe mientras mordía la cuchara. Isabelle había estado llorando y tenía algunas lágrimas alrededor de los ojos. Cuando gimió, se hicieron visibles sus encías inflamadas, y _______ hizo una mueca compadeciéndose de la criatura.
—Necesita una siesta —dijo Annabelle—. Pero le duele demasiado para poder dormir.
—Pobrecita.
Cuando Evie trató de calmar al bebé, se produjo un pequeño alboroto al otro lado de la estancia. La aparición de alguien había causado un murmullo de interés. Girando sobre su asiento, _______ divisó el cuerpo alto y magnifico de Nicholas Jonas.
Así que él no había vuelto al río. Debió esperar hasta que _______ se alejó lo suficiente, para poder volver a la casa sin tener que acompañarla.
Como su padre, el señor Jonas encontraba poco en ella que fuera digno de interés. _______ se dijo que le traía sin cuidado, pero descubrirlo le molestó.
Se había puesto un impecable traje gris oscuro con un chaleco dorado, una corbata negra recién planchada lucía en su cuello con un nudo perfecto. Aunque se había puesto de moda en Europa que los hombres llevaran las patillas largas y el cabello peinado en suaves ondas, parecía que el estilo no había alcanzado América todavía. Nicholas Jonas estaba recién afeitado, su rizado cabello marrón oscuro, largo hasta el cuello, le daba un atractivo aire juvenil.
_______ le observó encubiertamente cuando las presentaciones fueron hechas. Vio la aprobación en el rostro de los caballeros más mayores cuando le saludaron, y los celos en los caballeros más jóvenes. Y el interés coqueto de las mujeres.
—¡Cielos! —murmuró Annabelle—. ¿Quién es ése?
Lillian respondió de mal humor.
—Es el señor Jonas.
Los ojos de Annabelle y Evie se abrieron desmesuradamente.
—¿El mismo señor Jonas que describiste como un saco de hu-huesos? —preguntó Evie.
—¿El mismo al que llamaste plato de espinacas machacadas? —añadió Annabelle.
Lillian frunció el ceño. Desviando su atención de Nicholas, dejó caer un terrón de azúcar en su té.
—Supongo que no es tan horroroso como lo describí —admitió—. Pero no os dejéis engañar por su apariencia. En cuanto conozcáis al hombre interior, cambiareis de opinión sobre el hombre exterior.
—C-creo que hay algunas damas a quienes les gustaría conocer mas íntimamente cualquiera de esas dos partes —observó Evie, causando que Annabelle se riera con disimulo sobre su taza de té.
_______ echó un vistazo a su alrededor y descubrió que era cierto. Varías damas estaban coqueteando con él, riéndose tontamente, ofreciéndole sus manos para que las besara.
—Todo ese escándalo se debe a que es americano y por lo tanto una novedad —dijo Lillian entre dientes—. Si alguno de mis hermanos estuviera aquí, estoy segura de que las damas no repararían en el señor Jonas.
Aunque a _______ le habría gustado estar de acuerdo, estaba bastante segura de que sus hermanos no causarían tanta conmoción como el señor Jonas. A pesar de ser herederos de una gran fortuna, los hermanos Bowman no poseían el refinado magnetismo de Nicholas.
—Nos está mirando —informó Annabelle. La preocupación otorgaba una tensión sutil a su postura—. Frunciendo el ceño como todos los demás. El bebé está haciendo demasiado escándalo. Me la llevaré a otro sitio.
—No irás a ninguna parte —la detuvo Lillian—. Ésta es mi casa, y tú eres mi amiga, y si alguien se siente incomodo por el ruido que hace el bebé, tiene mi permiso para marcharse.
—Viene hacia aquí —cuchicheó Evie—. Silencio.
_______ miró fijamente su taza de té, con la tensión enrollándose en su estómago.
Nicholas se acercó a la mesa y les dedicó una reverencia cortés.
—Milady —dijo a Lillian—. Es un placer volver a verla. Mis más sinceras felicitaciones por su matrimonio con lord Westcliff, y... —Vaciló, porque aunque Lillian estaba obviamente embarazada, sería descortés hacer referencia a su condición— …tiene usted muy buen aspecto —concluyó.
—Tengo el tamaño de un establo —dijo Lillian con rotundidad, frustrando su intento de diplomacia.
La boca de Nicholas se endureció como si estuviera luchando por sofocar una sonrisa.
—En absoluto —dijo suavemente, y echó un vistazo a Annabelle y a Evie que esperaron a que Lillian hiciera las presentaciones.
Lillian obedeció de mala gana.
—Les presento al señor Jonas —farfulló, agitando la mano en su dirección—. La señora de Simon Hunt y lady St. Vincent.
El señor Jonas hizo una hábil inclinación sobre la mano de Annabelle. Habría dedicado la misma cortesía a Evie si no fuera porque estaba abrazando al bebé. Los gimoteos de Isabelle iban en aumento y se convertirían en un llanto estridente pronto a menos que se hiciera algo al respecto.
—Ésta es mi hija Isabelle —dijo Annabelle en tono apenado—. Tiene problemas de dentición.
Eso hará que se marche inmediatamente, pensó _______. No había nada más terrorífico para un hombre que el llanto de un bebé.
—Ah —el Señor Jonas metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y rebuscó entre una colección de artículos que repiqueteaban ¿Qué diablos tenía ahí? Miró cuando sacó su navaja, una bobina de hilo de pescar y un pañuelo blanco limpio.
—Señor Jonas, ¿qué está haciendo usted? —preguntó Evie con una sonrisa curiosa.
—Improvisar algo. —Con una cucharilla puso un poco de hielo en el centro del pañuelo, retorció la tela, y lo ató con el hilo de pescar. Después de guardar la navaja en su bolsillo, extendió los brazos con decisión para coger a la niña.
Con cuidado, Evie le entregó al bebé. Las cuatro mujeres lo miraron con asombro cuando Nicholas cogió a Isabelle en brazos con facilidad. Le entregó el pañuelo a la niña, que empezó a mordisquearlo con entusiasmo, aunque no dejó de llorar.
Ajeno a las miradas sorprendidas de los demás invitados, Nicholas caminó hasta la ventana y empezó a murmurarle palabras al bebé. Al parecer, le estaba contando una historia de alguna clase. Después de uno o dos minutos la niña se calmó.
Cuando Nicholas regresó a la mesa Isabelle estaba suspirando medio dormida, su boca se cerraba con fuerza sobre la bolsa de hielo improvisada.
—Oh, señor Jonas —dijo Annabelle agradecida, cogiendo a la niña en sus brazos— ¡Que inteligente es usted! Gracias.
—¿Qué le estaba usted diciendo? —preguntó Lillian.
El la miró y respondió suavemente.
—Quería distraerla hasta que el hielo le calmara las encías. Así que le di una explicación detallada del acuerdo de Buttonwood de 1792.
_______ se dirigió a él por primera vez.
—¿Qué es eso?
Nicholas la miró entonces, su expresión era amable y educada, y por un segundo _______ creyó que había soñado los sucesos de aquella mañana. Pero su piel y sus sentidos todavía conservaban el tacto de él, la dureza de su cuerpo.
—El acuerdo de Buttonwood dio como resultado la formación de la Bolsa de Valores de Nueva York —dijo Nicholas—. Pensaba que era información importante, pero la señorita Isabelle perdió el interés cuando empecé hablar sobre la estructuración de honorarios.
—Ya veo —dijo _______—. Usted aburrió a la niña para que se durmiera.
—Debería oír mi descripción del desequilibrio de mercado a raíz de la crisis del 37 —dijo Nicholas—. Me han comentado que es más efectivo que el láudano.
Mirando fijamente sus ojos azules, _______ se río entre dientes de mala gana, él le dedicó una de sus sonrisas breves y deslumbrantes. Su rostro tenía una expresión afectuosa.
La atención de Nicholas se centró en ella por un instante, como si estuviera fascinado por algo que había en sus ojos. Repentinamente desvió su mirada fija de la suya y volvió a hacer una reverencia.
—Las dejaré disfrutar de su té. Ha sido un placer, señoras. —Echando un vistazo a Annabelle, añadió con gravedad—. Tiene usted una hija encantadora, milady. Pasaré por alto su falta de interés por mi conferencia.
—Es usted muy amable, señor —respondió Annabelle, con una mirada risueña.
Nicholas se dirigió al otro lado de la estancia, mientras las cuatro jóvenes se centraban en el desayuno, removiendo el te con la cucharilla, y alisando la servilleta sobre su regazo.
Evie fue la primera en hablar.
—Tenías razón —le dijo a Lillian—. Es completamente horroroso.
—Sí —estuvo de acuerdo Annabelle—. Cuando una lo mira, las primeras palabras que vienen a su mente son “espinaca machacada”.
—Cerrad la boca las dos —gruñó Lillian en respuesta a su sarcasmo, y le dio un mordisco a su tostada.

Lillian insistió en arrastrar a _______ a la parte este del jardín esa tarde, donde la mayoría de los jóvenes estaban jugando a los bolos. Normalmente a _______ no le habría importado, pero acababa de llegar a la parte más interesante de la novela que estaba leyendo. Una institutriz llamada Honoria acababa de encontrarse con un fantasma en el ático. “¿Quién es usted?” Honoria había preguntado temblando al fantasma que, sorprendentemente, se parecía mucho a su antiguo amor lord Clayworth. El fantasma estaba a punto de contestar cuándo Lillian le había arrancado el libro de las manos y la había empujado fuera de la biblioteca.
—¡Maldita sea! —se quejó _______— Maldita sea, Lillian… ¡estaba en la mejor parte del libro!
—Mientras hablamos hay al menos media docena de caballeros apropiados jugando a los bolos en el césped —dijo resueltamente su hermana—. Y jugar con ellos será más productivo para ti que leer sola.
—No lo creo, no se jugar a los bolos.
—Bueno. Pídeles que te enseñen. Si hay algo que un hombre adora, es enseñarle a una mujer cómo hacer algo.
Se acercaron a la pista de césped donde se jugaba el partido, había sillas y mesas colocadas para los invitados que deseaban observar el juego. Un grupo de jugadores lanzaba grandes pelotas de madera a lo largo del césped, riéndose cuando alguno de ellos las enviaba a la zanja estrecha que había en un lateral de la pista.
—Hmm —dijo Lillian, observando la reunión—. Tenemos competencia —_______ conocía a las tres mujeres a las que se refería su hermana: la señorita Cassandra Leighton, lady Miranda Dowden, y la señorita Elspeth Higginson—. Habría preferido no invitar a mujeres solteras a Hampshire —dijo Lillian—, pero lord Westcliff dijo que eso sería demasiado obvio. Afortunadamente, tú eres más bonita que cualquiera de ellas. Aunque seas más bajita.
—No soy bajita —protestó _______.
—Menuda, entonces.
—No me gusta esa palabra. Me hace parecer insignificante.
—Es mejor que enana —dijo Lillian—. Que es la única otra palabra que se me ocurre para describir tu falta de estatura. —Sonrió con entusiasmo ante el ceño fruncido de _______—. No hagas muecas, querida. Te he traído a un buffet de solteros para que puedas escoger al que quieras. ¡Oh no!
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—Él está jugando.
No había necesidad de preguntar a quien se refería Lillian... El fastidio en su voz dejó su identidad perfectamente clara.
Inspeccionando al grupo, _______ vio a Nicholas Jonas al final de la pista de césped junto a otros jóvenes, pendiente de como median la distancia entre los bolos. Igual que los demás, estaba vestido con pantalones de color claro, una camisa blanca, y un chaleco. Estaba delgado y en forma, su postura relajada reflejaba su confianza en su condición física.
Su intensa mirada lo examinaba todo. Parecía tomarse el juego en serio. Nicholas Jonas era un hombre que siempre hacía las cosas lo mejor posible, incluso un informal partido sobre el césped.
_______ estaba segura de que hacía de su vida una competición. Y eso no concordaba con su idea sobre los jóvenes de clase alta de Boston, o Nueva York. Hijos mimados siempre conscientes de que no les era necesario trabajar para conseguir lo que deseaban. Se preguntaba si el señor Jonas alguna vez hacía algo sólo por el placer de hacerlo.
—Tratan de averiguar cual es el mejor tiro —dijo Lillian—. Es decir, cual de ellos lanzó el bolo más cerca de la pelota blanca del final de la pista.
—¿Cómo sabes tanto sobre el juego? —preguntó Jonas.
Lillian sonrío irónicamente.
—Westcliff me enseñó a jugar. Es tan bueno jugando a los bolos, que generalmente solo se sienta a observar porque nadie más gana cuando él juega.
Se acercaron al grupo de sillas, donde Westcliff estaba sentado junto a Evie y lord St. Vincent, los Craddock, y un comandante en jefe jubilado y su esposa. _______ fue a sentarse, pero Lillian la empujó hacia la pista de bolos.
—Ve —le ordenó Lillian en el mismo tono que usaría para enviar a un perro a buscar un palo.
Suspirando, _______ le dedicó un pensamiento nostálgico a su novela incompleta y caminó con pesar hacia el césped. Había sido presentada al menos a dos de los caballeros presentes. Las posibilidades no eran tan malas, en realidad. Estaba el señor Hollingberry, un hombre agradable de unos treinta años, algo metido en carnes, pero no obstante atractivo. Y el señor Mardling, de constitución atlética, ojos verdes y grueso cabello rubio.
Había dos hombres a quienes no había visto en Stony Cross antes, el señor Alan Rickett, que parecía un erudito con sus lentes y su abrigo ligeramente arrugado... Y lord Llandrindon, un caballero moreno y apuesto, de mediana altura.
Llandrindon se acercó a _______ inmediatamente, ofreciéndose a explicarle las reglas del partido. _______ trató de no mirar sobre su hombro al señor Jonas, que estaba rodeado por las otras damas. Reían y coqueteaban abiertamente con él, pidiendo su consejo sobre cómo sujetar la pelota apropiadamente y cuántos pasos debían darse antes de lanzarla sobre el césped.
Nicholas parecía ignorar a _______. Pero cuando ella se inclinó para recoger una bola de madera de la pila que había en el suelo, sintió un hormigueo en la nunca. Sabía que la estaba mirando.
_______ lamentaba haberle pedido que la ayudara con el ganso. El episodio había puesto de manifiesto algo que escapaba de su control, ahora era consciente de él, de una manera perturbadora, pero no podía evitarlo. “No seas ridícula”, se dijo _______. “Empieza a jugar”. Y se esforzó por escuchar los consejos sobre la estrategia del juego del señor Llandrindon.
Observándoles, Westcliff comentó en un susurro:
—_______ está progresando con lord Llandrindon. Es uno de los mejores candidatos. Tiene la edad correcta, está bien educado, y es un caballero agradable.
Lillian miró al señor Llandrindon de forma especulativa. Era incluso de la estatura adecuada, no demasiado alto para _______, que odiaba que las personas destacaran sobre ella.
—Tiene un nombre raro —reflexionó Lillian en voz alta—. ¿De donde es?
—De Thurso —respondió lord St. Vincent, que estaba sentado al lado de Evie.
Existía una tregua incómoda entre Lillian y lord St. Vincent después de lo sucedido. Aunque él nunca llegaría a gustarle, Lillian había decidido tolerarlo, puesto que había sido amigo íntimo de lord Westcliff durante años.
Lillian sabía que podría pedirle a su marido que terminara con esa amistad y el lo haría, pero lo quería demasiado como para pedirle eso. Lord St. Vincent era bueno para Marcus. Con su ingenio y perspicacia, ayudaba a equilibrar la sobrecargada vida de su marido. Marcus, uno de los hombres más poderosos de Inglaterra, corría el riesgo de que todo el mundo lo tratara con excesiva seriedad.
Otro punto a favor de lord St. Vincent era que parecía ser un buen marido para Evie. La adoraba, en realidad. Uno nunca hubiera imaginado que Evie, una florero tímida, y lord St. Vincent, un golfo sin corazón, formaran tan buena pareja.
St. Vincent era un hombre seguro de sí mismo y sofisticado, poseía una belleza masculina tan deslumbrante, que las mujeres retenían el aliento al mirarlo. Pero bastaba una sola palabra de Evie, para hacerlo venir corriendo. Aunque su relación era más sosegada, al menos en apariencia, que la de Annabelle con Hunt o la suya con Westcliff, algo intenso, misterioso y apasionado fluía entre ellos dos.
Y mientras Evie fuera feliz, Lillian sería cordial con lord St. Vincent.
—Thurso —repitió Lillian con desconfianza, mirando alternativamente a lord St. Vincent y a su marido—. Eso no está en Inglaterra.
Los dos hombres intercambiaron una mirada, y Marcus respondió con calma.
—Esta en Escocia, en realidad.
Los ojos de Lillian se abrieron
—¿El señor Llandrindon es escocés? Pero si no tiene acento.
—Pasó la mayoría de sus años de formación en internados ingleses y luego en Oxford —dijo lord St. Vincent.
—Hmm. —Los conocimientos de Lillian sobre geografía escocesa eran más bien limitados, nunca había oído hablar de Thurso—. ¿Y dónde está Thurso exactamente? ¿Justo en la frontera?
Lord Westcliff le sostuvo la mirada.
—Un poco más al norte. Cerca de las islas Orkney.
—¿Al norte del continente? —exclamó Lillian. Le costó mucho esfuerzo reducir su tono de voz a un susurro furioso—. ¿Por qué no nos ahorramos todos el esfuerzo de buscarle esposo y desterramos a _______ a Siberia? ¡Probablemente el tiempo sería más apacible allí! ¡Cielos!, ¿cómo puede haberos parecido el señor Llandrindon un buen candidato?
—Tuve que escogerlo —protestó St. Vincent—. Posee tres propiedades y todo un linaje de sangre noble. Y cada vez que viene al club mis ganancias nocturnas se elevan al menos cinco mil libras.
—Entonces es que es un derrochador —dijo Lillian.
—Eso lo hace todavía más apropiado para _______ —dijo Lord St. Vincent—. Algún día necesitará el dinero de su familia.
—No me importa lo apropiado que sea, mi objetivo es que mi hermana se quede en este país. ¿Cuándo podré ver a _______ si ella está en la maldita Escocia?
—Esta más cerca que Norte América —apuntó Lord Westcliff en un tono práctico.
Lillian recurrió a Evie con la esperanza de conseguir un aliado.
—Evie, ¡di algo!
—No importa de donde sea lord Llandrindon —dijo ella. Inclinándose hacia Lillian, alcanzó una hebra de cabello que se había enredado en el cuello de su vestido—. _______ no se va a casar con el.
—¿Por qué estas tan segura? —preguntó Lillian cautelosamente.
Evie le sonrío.
—¡Oh!... Sólo es un presentimiento.

Con el fin de terminar cuanto antes y regresar con la novela, _______ puso toda su destreza en el juego para terminar lo antes posible. El primer jugador hizo rodar la pelota blanca, que llamaban Jack, hasta el final de la pista de hierba sin rozar el borde. El objetivo era hacer rodar las tres pelotas de madera, llamadas bolos, lo más cerca posible de la pelota Jack.
La única parte difícil era que las bolas de madera, de manera deliberada, eran menos redondas en un lado, por lo que nunca rodaban totalmente en línea recta. _______ aprendió a compensar esa asimetría lanzando hacia la derecha o la izquierda según se necesitara. Era una gran extensión de césped bien cortado, de tierra dura, lo que era sumamente apropiado para el juego y para que _______ acabara antes ya que tenía prisa por regresar con Honoria y su fantasma.
Debido a que eran el mismo número de mujeres que de hombres, los jugadores fueron divididos en equipos de dos. _______ fue emparejada con Llandrindon, que era un jugador muy competente.
—Es usted muy buena, señorita Bowman —exclamó Lord Llandrindon—. ¿Esta segura de que no había jugado nunca antes?
—Nunca —respondió _______ alegremente. Cogiendo una esfera de madera, la tiró por el lado de la derecha—. Deben ser sus adecuadas instrucciones, milord. —Dio dos pasos adelante para posicionarse en el borde de la línea de salida, retrocedió un poco y lanzó la bola. Golpeó otro bolo de un adversario eliminándolo del camino y se quedó exactamente a dos pulgadas del Jack. Habían ganado la partida.
—Bien hecho —dijo el señor Rickett, parando para sacar lustre a sus lentes, sonrío a _______ y añadió—: Usted se mueve con tal gracia, señorita Bowman, que es encantador presenciar su destreza.
—No tiene nada que ver con la destreza —dijo _______ recatadamente—. Es la suerte de los principiantes, me temo.
Lady Miranda, una joven rubia esbelta con una tez de porcelana, estaba revisando sus delicadas manos ansiosas.
—Creo que me he estropeado una uña —anunció.
—Vayamos a buscar donde sentarnos —dijo el señor Rickett inmediatamente, como si se hubiera hecho daño en un brazo, y los dos salieron de la pista dejando el juego.
_______ pensó que hubiera sido mejor haber perdido el partido de manera deliberada, porque ahora tendría que jugar otra partida obligatoriamente. Pero era injusto para su compañero de equipo perderlo a propósito. Y lord Llandrindon parecía absolutamente encantado con su éxito.
—Ahora —dijo Llandrindon—, veamos con quien vamos a vernos las caras en la fase final.
Miraron a los dos equipos que competían. El señor Jonas y la señorita Leighton contra el señor Mardling y la señorita Higginson. El señor Mardling era un jugador irregular, combinando tiros brillantes con otros inoportunos, mientras que la señorita Higginson era bastante más constante. Cassandra Leighton era mala hasta la desesperación y reía de manera incontrolable intentando simular que jugaba. Esa risa sin descanso, era extremadamente irritante, pero no parecía molestar a Nicholas Jonas.
Nicholas era un jugador táctico y agresivo, consideraba cada tiro cuidadosamente, exhibiendo destreza y libertad de movimientos. _______ notaba que no mostraba ningún remordimiento cuando enviaba las bolas de los adversarios fuera de la pista, o cambiaba de lugar la bola Jack para su ventaja.
—Un jugador temible —comentó lord Llandrindon en un susurro a _______, con los ojos brillantes—. ¿Cree usted que podremos vencerle?
Repentinamente _______ se olvidó de la novela que la aguardaba dentro de la casa. La posibilidad de jugar contra Nicholas la llenó de expectación.
—Sería difícil, pero podríamos intentarlo ¿no le parece?
Lord Llandrindon rió en señal de apreciación.
—Podemos, indudablemente.
Nicholas y la señorita Leighton ganaron esa partida, y los otros dejaron el césped con exclamaciones de admiración.
Los cuatro jugadores dejaron los bolos y el Jack en una esquina, y regresaron a la línea de salida. Cada equipo disponía de cuatro bolas en total, dos tiros para cada jugador.
_______ giró la cara y se encontró con Nicholas Jonas que la miró por primera vez desde que había llegado. Su mirada, directa y estimulante, hizo que su corazón latiera mas deprisa, sintiendo la sangre correr por sus venas. Tenía el pelo despeinado y le caía sobre la frente, el sol calentaba su cuerpo dándole un brillo sutil de transpiración a su piel.
—Lancemos una moneda para saber quien comienza —sugirió lord Llandrindon.
Nicholas asintió con la cabeza, recorriendo a _______ con la mirada.
Cassandra Leighton gritó con deleite cuando ella y Nicholas ganaron el derecho de lanzar primero. Hábilmente Nicholas lanzó primero el Jack, enviándolo muy lejos, al límite de la pista.
La señorita Leighton cogió uno de los bolos, sujetándolo cerca de su seno, eso hizo sospechar a _______, que creyó que era un truco deliberado para llamar la atención sobre sus pechos generosos.
—Usted debe aconsejarme, señor Nicholas —dijo, con una mirada desvalida y moviendo las pestañas—. ¿Debo lanzarlo hacia la derecha o hacia la izquierda?
Nicholas se acercó a ella, volviendo a colocar la pelota en sus manos. La señorita Leighton irradiaba placer por ser el centro de su atención. Le murmuró al oído unos consejos, señalando el mejor sendero para la pelota mientras la señorita Leighton se inclinaba más hacia él, hasta que sus cabezas casi se rozaron. _______ sintió crecer en el pecho una espiral de fastidio, los músculos de su garganta se tensaron como si los apretaran con un sacacorchos.
Por fin Nicholas retrocedió un poco. La señorita Leighton caminó hacia adelante con algunos pasos garbosos, lanzando la pelota. Pero la dirección era incorrecta y la pelota se tambaleó y cayó justo en el centro de la pista de césped. El resto del partido sería mucho más difícil con una bola en ese lugar a menos que alguien sacrificara uno de sus tiros para desplazarla a un lado.
—¡Caramba! —murmuró _______ para sí misma.
La señorita Leighton se deshacía en risitas tontas.
—Pobre de mi, creo que he enredado terriblemente las cosas ¿no es cierto?
—En absoluto —contestó el señor Jonas rápidamente—. No hay diversión si no hay desafío.
Con irritación _______ se preguntaba por qué estaba siendo tan simpático con la señorita Leighton. Se preguntó si era la clase de hombre al que le atraían las mujeres ridículas.
—Su turno —la instó lord Llandrindon, pasándole uno de los bolos a _______.
Curvó los dedos alrededor de la superficie hasta encontrar las pequeñas marcas de la esfera, dándole la vuelta, colocó las marcas sobre las palmas de sus manos. Mirando fijamente la lejana pelota blanca, buscó la dirección que quería que su bolo siguiera. Dio tres pasos, balanceó un poco el brazo y la lanzó con un movimiento rápido. El bolo cruzó el césped, evitando la pelota de la señorita Leighton con facilidad, y girando en el último segundo para aterrizar con precisión delante del Jack.
—¡Brillante! —exclamó lord Llandrindon, mientras que los espectadores aclamaban y aplaudían.
_______ miró furtivamente a Matthew Swift. La estaba mirando con una leve sonrisa, su intenso escrutinio parecía traspasar su piel y llegarle hasta los huesos. El tiempo se detuvo para _______. No recordaba, si es que alguna vez había sucedido, que ningún hombre la hubiera mirado de esa manera.
—¿Usted ha hecho eso a propósito? —le preguntó el señor Jonas—. ¿O ha sido un golpe de suerte?
—Ha sido a propósito —respondió _______.
—Déjeme que lo dude.
_______ se encolerizó.
—¿Por qué?
—Porque ningún jugador inexperto podría planear un lanzamiento así y mucho menos realizarlo.
—¿Esta usted dudando de mi honestidad, señor Jonas? —Sin esperar su respuesta, _______ hizo señas a su hermana, que los estaba mirando—. Lillian, ¿alguna vez he jugado a los bolos antes?
—Ciertamente no —fue la enfática respuesta de Lillian.
Girando el rostro hacia Nicholas, _______ le dirigió una mirada desafiante.
—Para hacer algo así —le explicó Jonas—, usted tendría que haber calculado la velocidad, el ángulo necesario para compensar la tendencia de la pelota, y el punto exacto donde perdería fuerza y giraría. También habría tenido en cuenta la posibilidad de que soplara viento. Además de necesitar experiencia para llevarlo a cabo.
—¿Así es cómo usted juega? —preguntó _______ alegremente—. Yo sólo preveo por dónde quiero que vaya la pelota, y luego la hago rodar.
—¿Suerte e intuición? —Le dirigió una mirada de superioridad—. No se puede ganar un partido solo con eso.
Por toda respuesta _______ se alejó de él y cruzó los brazos.
—Su turno —le dijo.
Nicholas se agachó y recogió un bolo con una mano. Cuando ajustó sus dedos alrededor del objeto, caminó hasta la línea de salida y examinó el césped. Incluso irritada como estaba, _______ sintió una punzada de placer en el estómago cuando lo miró. Reflexionando sobre la sensación, se preguntó cómo era posible que el provocara tal respuesta en ella. Mirar su cuerpo, el modo en que él se movía, la llenaba de una embarazosa emoción.
Nicholas liberó la pelota con un firme movimiento. Esta se deslizó obediente por el césped, reproduciendo a la perfección el lanzamiento de _______, aunque con más ímpetu, golpeando la pelota de _______ limpiamente, ocupó su lugar justo en frente del Jack.
—Ha enviado mi pelota a la zanja —protestó _______—. ¿Eso es legal?
—¡Oh, sí! —dijo lord Llandrindon—. Un poco despiadado, pero perfectamente legal. En la mecánica del juego recibe el nombre de bolo muerto.
—¿Mi bolo está muerto? —preguntó _______ con indignación.
Miró al señor Jonas con el ceño fruncido y el le devolvió una mirada implacable.
—Cuando hieras a un enemigo, hazlo de tal manera que le sea imposible vengarse.
—Solo usted citaría a Maquiavelo durante un partido de bolos —dijo _______ apretando los dientes.
—Perdón —señaló cortésmente lord Llandrindon—, pero creo que es mi turno. Como ninguno de ellos le prestaba atención, se encogió de hombros y camino hacia la línea de salida. Su pelota se precipitó por el césped y frenó un poco más allá del Jack.
—Juego siempre para ganar —le dijo Nicholas a _______.
—¡Oh, caray! —dijo _______ con exasperación—, habla usted exactamente igual que mi padre. ¿Alguna vez ha considerado la posibilidad de que algunas personas juegan por pura diversión? ¿Como una actividad agradable para pasar el rato? ¿O todo tiene que derivar en un conflicto a vida o muerte?
—Si no se juega para ganar, el juego no tiene sentido.
En vista de que había perdido totalmente la atención de Nicholas, Cassandra Leighton decidió intervenir.
—Imagino que ahora es mi turno, señor Jonas ¿Sería usted tan amable de alcanzarme uno de los bolos por favor?
Nicholas obedeció sin dirigirle ni siquiera una mirada, su atención estaba centrada en el delicado y tenso rostro de _______.
—Tome —dijo bruscamente, depositando la pelota en las manos de la señorita Leighton.
—Quizás usted podría ayudarme... —comenzó a decir la señorita Leighton, pero su voz se perdió cuando Nicholas y _______ continuaron peleando.
—Bien señor Jonas —dijo _______ imperturbable—. Si usted no puede disfrutar de un simple partido de bolos sin convertirlo en una guerra, usted tendrá una guerra. Jugaremos por puntos.
_______ no estaba segura de quien se había aproximado primero, pero de pronto estaban allí de pie, muy cerca el uno del otro, él inclinó la cabeza hacia ella.
—Usted nunca podría vencerme —dijo el señor Jonas con un susurro—. Usted no tiene experiencia, y además es una mujer. No sería un juego justo a menos que yo estuviera en desventaja.
—Su compañera es la señorita Leighton —replicó Daisy—. En mi opinión, esa es una gran desventaja. ¿Y está usted insinuando que las mujeres no son capaces de jugar a los bolos tan bien como los hombres?
—No. Se lo estoy diciendo sin rodeos.
_______ sintió crecer en su interior una ola de indignación, unida a un ardiente deseo de aporrearlo en la cabeza.
—Es la guerra —exclamó, andando con paso majestuoso hacia la pista de césped.
Años mas tarde, todavía lo llamarían el partido de bolos más sanguinario que se presenció en Stony Cross Park. El juego fue ampliado a treinta puntos, y luego a cincuenta, y luego _______ perdió la cuenta. Discutieron por cada pulgada de terreno y cada regla del juego. Estudiaban cada lanzamiento como si el destino de las naciones dependiera de ello. Y sobre todo, se esmeraban por enviar sus respectivos bolos a la zanja.
—¡Bolo muerto! —cacareó _______ después de ejecutar un tiro perfecto que envió la pelota de Nicholas fuera del césped.
—Quizás deban recordarle, señorita Bowman —dijo el señor Jonas—, que el objetivo del juego no es mantenerme a mi fuera de la pista, se supone que usted debe intentar acercar su bolo lo máximo posible al Jack.
—¡Eso no será muy probable mientras usted siga golpeándolos para enviarlos fuera de la maldita pista! —_______ escuchó el jadeo de la señorita Leighton. _______ no se reconocía a si misma, ella nunca juraba, pero en esas circunstancias era imposible mantener la serenidad.
—Dejaré de golpear sus bolos —anunció Jonaa -, si usted deja de golpear los míos.
_______ consideró la proposición durante medio segundo. Pero realmente era muy placentero enviar sus bolos a la zanja.
—Ni hablar, ni por todo el cáñamo de China, señor Jonas.
—Muy bien. —Recogiendo su castigado bolo, el señor Jonas lo lanzó con un movimiento poderoso, golpeó el bolo de _______ con tanta violencia que un chasquido ensordecedor llenó el aire.
_______ observó con la boca abierta como las dos mitades de su bolo caían en la zanja.
—¡Lo ha roto! —exclamó, volviéndose hacia él con los puños cerrados—. ¡Y no le tocaba a usted lanzar! Se suponía que era el turno de la señorita Leighton, ¡es usted un sinvergüenza despiadado!
—¡Oh no! —dijo la señorita Leighton con inquietud—. Me siento absolutamente feliz de haberle cedido mi turno al señor Jonas para que lanzara en mi lugar... Su destreza es mucho mayor que... —su voz perdió intensidad cuando se dio cuenta de que nadie la estaba escuchando.
—Su turno —le dijo Jonas a lord Llandrindon, que parecía muy sorprendido por el nivel de agresividad que había alcanzado el partido.
—¡Oh, no, no lo es! —_______ arrancó la pelota de las manos de Llandrindon—. El es demasiado caballero para golpear su bolo. Pero yo no.
—No —estuvo de acuerdo Nicholas—. Usted, definitivamente no es un caballero.
_______ anduvo a zancadas hacia la línea de salida, se colocó y lanzó el bolo con todas sus fuerzas. Este se precipitó por el césped enviando el bolo de Jonas al borde de la pista, donde se tambaleó vacilante antes de caer en la zanja. Envió a Nicholas una mirada vengativa, y él le respondió inclinando la cabeza con una felicitación burlona.
—Sin duda —comentó Llandrindon—, juega usted de manera excepcional, señorita Bowman, nunca he visto a alguien sin experiencia hacerlo tan bien. ¿Cómo se las arregla usted para lanzarlo siempre con tanta perfección?
—No puede haber grandes dificultades donde abunda la buena voluntad —respondió ella, y vio transformarse el gesto de Nicholas con una amplia sonrisa cuando reconoció la cita de Maquiavelo.
El partido siguió. Y siguió. La tarde dio paso a la noche. _______ se percató de que lord Llandrindon, la señorita Leighton y la mayoría de los espectadores se habían marchado. Estaba claro que a lord Westcliff le habría gustado irse también, pero _______ y el señor Jonas lo llamaban para arbitrar o medir la distancia entre los bolos, su criterio era el único en el que ambos confiaban.
Pasó una hora, y después otra, el juego los absorbía demasiado como para pensar en el hambre, la sed, o el cansancio. En algún momento, _______ no estaba segura de cuando exactamente, la competitividad dio paso al reconocimiento a regañadientes de la destreza del otro. Cuando el señor _______ la elogió por un lanzamiento magistral o cuando se encontró a si misma disfrutando de verlo hacer cálculos silenciosos, de la manera en que sus ojos se entrecerraban e inclinaba un poco la cabeza... Estaba cautivada. Existían pocas ocasiones en la vida de _______ en las que la realidad fuera más entretenida que su mundo de fantasía. Pero ésta era una de ellas.
—Muchachos —el tono sardónico de lord Westcliff provocó que lo miraran sin comprender. Se había levantado de la silla y estiraba los músculos adormecidos—. Me temo que esto ha durado ya bastante tiempo. Estáis invitados a continuar jugando, pero os pido permiso para marcharme.
—¿Pero quién arbitrará? —protestó _______.
—Ya que nadie ha llevado la cuenta del tanteo durante la última media hora —dijo secamente el conde—, creo que no hay necesidad de mi criterio.
—Si que la hay —discutió _______, y se dirigió al señor Jonas—. ¿Cuántos puntos llevamos?
—No lo sé.
Mientras se miraban fijamente, _______, avergonzada, apenas pudo contener una risita.
Los ojos de Nicholas brillaron de diversión
—Creo que ha ganado usted —dijo.
—¡Oh!, no sea condescendiente conmigo —dijo _______—. Ha ganado usted. Puedo aceptar una derrota. Forma parte del juego.
—No estoy siendo condescendiente. Hemos estado empatados durante... —Nicholas buscó en el bolsillo de su chaleco y sacó un reloj—… dos horas.
—Lo que quiere decir que con toda probabilidad usted mantuvo su anterior ventaja.
—Pero usted la hizo añicos después de la tercera ronda.
—¡Oh, caramba! —Se oyó a lo lejos la voz de Lillian. Parecía totalmente molesta, se había retirado a su habitación para una siesta y al salir de la casa los había encontrado todavía en la pista de césped—. Lleváis peleando toda la tarde como un par de hurones, y ahora seguís discutiendo por quién ganó. Si alguien no le pone fin a esto, seguiréis peleando aquí hasta la medianoche. _______, estás cubierta de polvo y tu pelo es un nido de pájaros. Entra en la casa y arréglate. Ahora.
—No tienes por que gritar —le respondió _______ con tranquilidad, siguiendo a su hermana. Miró por encima del hombro a Nicholas Jonas... y le dedicó una mirada cálida, por primera vez, luego se volvió y aceleró el paso.
Nicholas empezó a recoger los bolos de madera.
—Déjelos —dijo Westcliff—. Los criados pondrán las cosas en orden. Mejor vaya a prepararse para la cena que comenzará en, aproximadamente, una hora.
Obedientemente Nicholas dejó caer los bolos y se dirigió hacia la casa con Westcliff. Observó, la menuda figura de _______ hasta que desapareció de la vista.
A Westcliff no le pasó desapercibida la mirada fascinada de Matthew.
—Tiene una manera única de cortejar a una mujer —comentó el conde—. Nunca habría pensado que vencer a _______ en un partido de bolos pudiera captar su interés, pero al parecer, ha funcionado.
Nicholas se concentró en el camino, adiestrando su tono para parecer indiferente.
—No estoy cortejando a la señorita Bowman.
—Entonces interpreté mal su evidente pasión por los bolos.
Nicholas le lanzó una mirada defensiva.
—Admito que la encuentro muy divertida. Pero eso no quiere decir que quiera casarme con ella.
—Las hermanas Bowman son algo peligrosas. Cuando una de ellas atrae tu interés, todo lo que sabes es que es la criatura más provocadora con la que has tropezado en tu vida. A pesar de encontrarla exasperante, uno apenas puede esperar a volver a verla. Es como una enfermedad incurable que se extiende por todas las células de tu organismo sin remedio. Sólo existe ella. Todas las demás mujeres empiezan a parecerte aburridas e insulsas en comparación. La deseas hasta que piensas que te volverás loco y no puedes dejar de pensar en ella.
—No tengo ni idea de lo que está usted hablando —le interrumpió Nicholas, palideciendo. El no iba a sucumbir a esa enfermedad incurable. Un hombre tenía opciones en la vida. Y no importaba lo que creyera lord Westcliff, no era más que deseo físico. Un impuro, poderoso e intenso deseo que podría llevarte a la locura... Pero podía ser vencido con fuerza de voluntad.
—Si usted lo dice —dijo lord Westcliff,
pareciendo poco convencido.



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Mensaje por #Ale Miér 29 Dic 2010, 12:38 pm

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Mensaje por Invitado Miér 29 Dic 2010, 12:57 pm

Escandalo en Primavera (Nick&Tu) (Adaptacion) - Página 2 Nickvf



Capítulo 6
Delante del espejo, colocado sobre un tocador de madera de cerezo, Nicholas anudaba su corbata blanca y almidonada con hábiles movimientos.
Estaba hambriento, pero pensar en bajar a la cena formal en el comedor lo colmaba de inquietud. Se sentía como si estuviera caminando sobre un tablón estrecho a gran altura y cualquier paso en falso pudiera hacerlo caer.
Nunca debería haberse permitido aceptar el desafío de _______, nunca debería haber jugado con ella ese maldito partido de bolos.
Pero _______estaba tan adorable mientras jugaban, ella centraba toda su atención en él, y esa había sido una tentación imposible de resistir.
Estaba provocadora, la mujer seductora que siempre había deseado encontrar. _______ era la combinación de la furia de una tormenta y el suave arco iris unidos en un mismo paquete.
¡Cielos! como quería llevársela a la cama. _______ se sorprendió de que lord Llandrindon o cualquier otro hombre, pudiera razonar adecuadamente en su presencia.
Era hora de tomar el control de la situación.
Haría todo lo que fuese necesario para desviar su interés hacia lord Llandrindon.
Comparado con los demás solteros presentes, el lord escocés era el mejor partido.
Llandrindon y _______ tendrían una vida tranquila, bien ordenada, y aunque Llandrindon pudiera buscar compañía femenina de vez en cuando, como hacían la mayor parte de los hombres de la nobleza, _______ estaría demasiado ocupada con su familia y sus libros para notarlo. Y en el caso de que no fuera así, siempre podría aprender a hacer la vista gorda a sus indiscreciones y refugiarse en sus fantasías.
Y Llandrindon nunca apreciaría el regalo inimaginable de tener a _______ en su vida.
Nicholas bajó las escaleras que conducían al vestíbulo de mal humor y se unió a la elegante multitud que aguardaba para ir al comedor. Las mujeres lucían vestidos de colores vistosos bordados con pedrería y ajustados corpiños. Los hombres vestían de blanco y negro, la sencillez de su atavío servía como telón de fondo para realzar la ostentación de las mujeres.
—El señor Jonas por fin —Thomas Bowman le ofreció una calurosa bienvenida—. Venga aquí quiero que recite las últimas estimaciones de producción para estos muchachos. —En opinión del Señor Bowman, ningún momento era inadecuado para hablar de negocios.
Obedientemente Nicholas se unió al grupo de media docena de hombres que se hallaban de pie en una esquina, y recitó los números que su patrón le pedía.
Una de las mejores habilidades de Nicholas era su capacidad para almacenar durante mucho tiempo información en su memoria. Le gustaban los números, sus reglas y secretos, la forma en que algo complejo podía reducirse a algo simple.
Pero mientras Nicholas estaba hablando, captó con la mirada a _______ y a sus amigas, de pie junto a Lillian, y la mitad de su cerebro quedó puntualmente bloqueada.
_______ llevaba un vestido de noche de satén color crema que se ceñía como un guante a su estrecha cintura, con un corpiño que empujaba sus pequeños y muy bien formados pechos hacia arriba sobresaliendo sobre el escote. Cintas de raso amarillas se trenzaban ingeniosamente para sostener el corpiño en su lugar. Llevaba el pelo en un recogido alto del que caían algunos cabellos sueltos sobre el cuello y los hombros. Lucía delicada y perfecta, como una de esas delicias de la bandeja de los postres que uno nunca se atrevía a comer.
Nicholas quiso tirar de su corpiño hacia abajo, hasta que sus brazos quedaran apresados por aquellas cuerdas de satén. Quería arrastrar la boca por su piel blanca y suave, hasta encontrar las puntas de sus pechos, y hacerla retorcerse de placer.
—¿Pero realmente piensa usted... —le llegó la voz del señor Mardling— que hay alguna posibilidad de ampliar el mercado? Después de todo, hablamos de las clases inferiores. Sea cual sea su nacionalidad, es un hecho conocido que a ellos no les gusta bañarse a menudo.
Nicholas centró su atención en el caballero, alto y bien vestido, su pelo rubio brillaba intensamente bajo la luz de las lámparas de araña. Antes de que él contestara, recordó que no había probablemente ninguna malicia en la pregunta. Aquellos de las clases privilegiadas a menudo tenían ideas erróneas en cuanto a los pobres, si se molestaban en considerarlos alguna vez.
—En realidad —dijo Nicholas suavemente— los índices disponibles indican que en cuanto el jabón sea fabricado en serie a un precio económico, el mercado aumentará aproximadamente el diez por ciento por año. La gente de todas las clases sociales quiere estar limpia, señor Mardling. El problema es que el jabón de buena calidad siempre fue un artículo de lujo y por lo tanto difícil de obtener.
—Fabricación en serie —reflexionaba Mardling en voz alta, su cara enjuta reflejaba sus pensamientos—. Hay algo desagradable en esa frase… parece un modo de permitir a las clases inferiores imitar a la nobleza.
Nicholas echó un vistazo al círculo de hombres, notando que la calva del señor Bowman enrojecía, lo que nunca era una buena señal, y que lord Westcliff se mantenía en silencio, sin expresión en sus ojos negros.
—Eso es exactamente, señor Mardling —dijo Nicholas en tono grave—. La fabricación en serie de artículos como la ropa y el jabón dará a los pobres la posibilidad de vivir con las mismas normas de salud y dignidad que el resto de nosotros.
—¿Pero cómo va uno a saber quien es quien? —protestó Mardling.
Nicholas le espetó.
—Creo que no le entiendo.
Lord Llandrindon participó en la discusión.
—Creo que lo que el señor Mardling pregunta... —dijo él— es como será uno capaz de discernir la diferencia entre una dependienta y una dama si ambas están limpias y vestidas de modo similar. Y si un caballero no es capaz de diferenciarlas por su aspecto, ¿cómo sabrá como tratarlas?
Atontado por el esnobismo de la pregunta, Nicholas consideró su respuesta con cuidado.
—Yo siempre pensé que todas las mujeres deberían ser tratadas con el debido respeto fuera cual fuera su origen.
—Bien dicho —dijo Westcliff bruscamente, cuando Llandrindon abrió la boca para discutir.
Nadie deseó contradecir al conde, pero el señor Mardling presionó:
—Westcliff, ¿no ve usted nada malo en alentar a los pobres a vivir por encima de su condición? ¿Esa concesión no es pretender que no hay ninguna diferencia entre ellos y nosotros?
—Lo único malo que yo veo —dijo lord Westcliff tranquilamente— está en la gente que desalienta a quienes quieren superarse a si mismos, por miedo a que perdamos nuestra superioridad.
La declaración mejoró la opinión que Nicholas tenía del conde.
Preocupado por la cuestión de la hipotética dependienta, lord Llandrindon habló al señor Mardling.
—No tema, Mardling no importa si una mujer está bien vestida o no, un caballero siempre puede descubrir las pistas que traicionan su verdadera identidad. Una dama siempre tiene una voz suave, bien modulada, mientras que una dependienta habla con un tono estridente y un acento vulgar.
—Desde luego —dijo Mardling con alivio. Sufrió un temblor leve mientras añadía— Una dependienta vestida de galas, que habla en cockney… es como pasar las uñas sobre una pizarra.
—Sí —dijo lord Llandrindon con una risita—. O como ver una común margarita en un ramo de rosas.
El comentario fue irreflexivo, desde luego, pero se hizo un silencio repentino cuando Llandrindon comprendió que sin querer acababa de insultar a la hija del señor Bowman, o más bien el nombre de su hija.
—Una flor versátil, la margarita —comentó Nicholas, rompiendo el silencio—. Encantadora en su frescura y simplicidad. Yo siempre pensé que van bien en cualquier clase de arreglo floral.
El grupo entero retumbó en un acuerdo inmediato: “Ciertamente” y “Sin duda”.
Westcliff dirigió una mirada de aprobación a Nicholas.
Un rato más tarde, sin saber si por una planificación anterior o por un cambio de sitios de última hora, Nicholas descubrió que había sido colocado a la izquierda de Westcliff en la mesa principal. La sorpresa fue evidente en las caras de muchos invitados, no en vano, se había dado un lugar de honor a un joven de posición insignificante.
Escondiendo su propia sorpresa, Nicholas observó a Thomas Bowman que estaba radiante sonriendo a Lillian de oreja a oreja con orgullo paternal,… y Lillian le dirigía a su marido una mirada enfurecida que habría llenado de terror el corazón de un hombre más débil.
Después de una cena tranquila los invitados se dispersaron en varios grupos. Algunos caballeros tomaron oporto y cigarros en la terraza trasera, algunas damas tomaron té, mientras que otros invitados se dirigieron a la sala preparada para los juegos.
Cuando Nicholas se dirigía hacia la terraza, sintió un golpecito sobre su hombro. Al darse la vuelta se encontró con los ojos traviesos de Cassandra Leighton. Ella era una criatura alegre cuya habilidad primaria parecía ser la capacidad de llamar la atención.
—Señor Jonas —dijo—, insisto en que usted se nos una en la sala. No le permitiré rechazarme. Lady Miranda y yo hemos planificado algunos juegos que pienso que usted encontrará bastante entretenidos. —Ella bajó un párpado en un astuto guiño—. Está todo preparado, ya verá.
—Preparado… —repitió Nicholas con recelo.
—Por supuesto —ella se rió tontamente—. Hemos decidido ser un poco malvados esta tarde.
A Nicholas nunca le habían gustado los juegos de salón, requerían una frivolidad que él nunca había sido capaz de tener. Además era por todos sabido, que en la atmósfera permisiva de la sociedad británica, las prendas de estos juegos a menudo consistían en trucos y en comportamientos potencialmente escandalosos. Nicholas tenía una aversión innata y muy sensible al escándalo. Y si él alguna vez se viera enredado en uno, tendría que ser por una muy buena razón. No como el resultado de algún tonto juego de salón.
Antes de contestar, sin embargo, Nicholas notó algo en la periferia de su visión… un destello amarillo. Era _______, su mano descansaba ligeramente sobre el brazo de lord Llandrindon mientras se dirigían al vestíbulo que conducía al salón.
La parte lógica del cerebro de Nicholas advirtió que si _______ iba a ser indulgente con el comportamiento escandaloso de Llandrindon, era asunto suyo. Pero una parte más profunda, más primitiva de él reaccionó con una posesividad que hizo que sus pies tuvieran vida propia.
Dio media vuelta.
—¡Oh!, encantador —exclamó Cassandra Leighton, apoyando su mano sobre su brazo—. Tendremos mucha diversión.
Fue un descubrimiento nuevo e inoportuno, saber que un fuerte impulso podía tomar el control del resto de su cuerpo. Frunciendo el ceño, acompañó a la señorita Leighton, mientras ella soltaba una diatriba de tonterías.
Un grupo de caballeros y damas se habían reunido en la sala, riendo y charlando. La anticipación se percibía en el aire. Y se respiraba picardía, como si algunos de los participantes hubieran sido advertidos de que estaban a punto de participar en algo atrevido.
Nicholas se quedó de pie cerca de la puerta, su mirada instantáneamente encontró a _______. Ella estaba sentada cerca del hogar con Llandrindon quien se apoyaba en el brazo de su silla.
—El primer juego —dijo lady Miranda con una sonrisa— será una ronda de Animales —Ella esperó que una ola de sonrisitas se extinguiese antes de continuar—. Para aquellos de ustedes que desconocen las reglas, son bastante simples. Cada señora seleccionará a un compañero masculino para ella, y a cada caballero le será asignado un animal en particular para imitar: el perro, el cerdo, el asno, y así sucesivamente. Las damas serán conducidas a otra estancia con los ojos vendados, y cuando vuelvan, intentarán localizar a sus compañeros. Los caballeros ayudarán a las damas haciendo el sonido correcto del animal. La última señora en encontrar a su compañero tendrá que pagar una prenda.
Nicholas gimió por dentro. Él odiaba los juegos que no tenían ningún otro objetivo que hacer pasar por tontos a los participantes. Como un hombre que no disfrutaba estando en un aprieto, ya sea voluntariamente o de alguna otra manera, esta era la clase de situación que el intentaba evitar.
Echando un vistazo a _______, vio que ella no se reía tontamente como otras damas. Tenía una mirada serena. Era su manera de ser distinta de la muchedumbre, de no comportarse como las mujeres cabeza de chorlito que tenía alrededor. ¡Cielos! No era asombroso que ella fuera una de las florero, si esto era todo lo que esperaban los jóvenes de una posible esposa.
—Usted será mi compañero, señor Jonas —le gritó la señorita Leighton.
—Será un honor —Nicholas se inclinó con cortesía, y ella se deshizo en risitas como si él hubiera dicho algo infinitamente divertido. Nicholas nunca había conocido a una mujer que se riera tan tontamente sin cesar. Temía que ella pudiera tener un ataque si no paraba.
Se pusieron trozos de papel dentro de un sombrero, y él cogió uno cuando llegó su turno.
—La vaca —informó con frialdad a la señorita Leighton, y ella volvió a reír.
Sintiéndose un idiota, Nicholas se mantuvo apartado, mientras la señorita Leighton y todas las otras damas abandonaban la sala.
Los caballeros se colocaron estratégicamente, riéndose divertidos de los golpes que, preveían, podrían sufrir las mujeres por andar con los ojos vendados.
Algunos se dedicaron a hacer prácticas.
— ¡Squawk!
— ¡Miauuu!
—¡Croak!
Para después reír a carcajadas. Cuando las damas con sus ojos vendados volvieron a la sala, el lugar estalló en gritos de animales. Como el sonido de un zoológico rabioso. Las damas intentaban encontrar a sus compañeros, buscando el rebuzno, el pío, o los resoplidos.
Nicholas pidió a Dios que no entraran en ese momento Westcliff, Hunt, o el señor Bowman, y lo vieran así. Nunca sería capaz de olvidar tal humillación.
La voz de Cassandra Leighton fue un golpe mortal a su dignidad.
—¿Dónde está el señor Vaca?
Nicholas dio un suspiro.
—Muuu —dijo él con gravedad.
La risa tonta de la señorita Leighton inundó el aire. Ella caminaba despacio entre los invitados, sus manos probaban a tientas cada forma masculina que encontraba. Aumentaban los chirridos y graznidos mientras ella caminaba entre el gentío.
—Oh, señor Vaca —anunció la señorita Leighton—. ¡Necesito que usted me ayude un poco más!
Nicholas frunció el ceño.
—Muuu.
—Una vez más —trinó ella.
Fue una suerte para Cassandra Leighton que ella tuviera los ojos vendados, pues eso la protegió de la ira de Nicholas.
—Muuu.
Risitas, risitas, y más risitas. La señorita Leighton se acercaba, con los brazos extendidos, abriendo y cerrando los dedos en el aire. Y entonces ella encontró su espalda, colocó las manos en su cintura y las fue deslizando hacia abajo. Nicholas agarró sus muñecas y tiró firmemente de ellas hacia arriba
—¿Lo he encontrado señor Vaca? —preguntó ella disimulando, inclinándose sobre él.
Él la empujó con firmeza.
—Sí.
—¡Hurra por mí! —gritó ella, quitándose la venda de los ojos.
Otras parejas también se habían encontrado, los ruidos de animales se calmaban uno a uno a medida que las damas localizaban a su compañero. Finalmente sólo se oía un sonido… una torpe vibración de insecto. ¿Una chicharra? ¿Un grillo?
Nicholas estiró el cuello para ver quien hacía ese ruido, y quien era su desafortunada compañera. Hubo una exclamación y más risas. La muchedumbre se separó para revelar a _______ Bowman quitándose la venda de los ojos, mientras que Llandrindon se encogía de hombros con una excusa.
—Ese no es el ruido que hace un grillo —protestó _______, completamente ruborizada—. ¿Qué es ese ruido que hacía con la garganta?
—Lo hago lo mejor que puedo —contestó Llandrindon desvalido.
¡Ay, Cielos! Nicholas cerró los ojos brevemente. Era _______.
Cassandra Leighton parecía excesivamente contenta.
— ¡Qué desagradable! —murmuró.
—Nada de peleas —intervino lady Miranda alegremente, moviéndose para ponerse entre _______ y lord Llandrindon—. ¡Debe usted pagar la prenda, querida!
La sonrisa de _______ vaciló.
—¿Y cuál es la prenda?
—Este es “el juego de las florero” —explicó lady Miranda—, usted debe ponerse de pie contra la pared y elegir uno de los papelitos que hay dentro de un sombrero con los nombres de los caballeros. El elegido debe besarla, si la rechaza, usted permanecerá contra la pared y seguirá eligiendo nombres hasta que alguien consienta en su oferta.
_______ mantuvo la sonrisa, aunque su cara se tornó blanca, tenía dos franjas rojas de color en lo alto de las mejillas.
“Maldita sea”, pensó ferozmente Nicholas.
Era un problema. Este incidente daría pie a rumores que fácilmente podrían producir un escándalo. Él no podía permitirlo. Por el bien de su familia, y el de ella. Y el suyo propio… pero eso era algo en lo que él no quería pensar.
Automáticamente dio un paso al frente, pero la señorita Leighton agarró su brazo. Sus largas uñas se hundieron en la tela de su chaqueta.
—No debe intervenir —le advirtió—. ¡Quien juega debe estar dispuesto a aceptar la prenda! —Sonreía, pero había una dureza en sus ojos que a Nicholas no le gustó. Ella tenía la intención de gozar cada segundo de la humillación de _______.
Criaturas peligrosas, las mujeres.
Echando un vistazo alrededor de la estancia, Nicholas vio la anticipación en las caras de los caballeros. Ningún hombre allí iba a dejar pasar una oportunidad de besar a _______ Bowman. Nicholas tuvo muchas ganas de estrellar algunas cabezas y sacar a _______ de allí a empujones. En cambio, sólo pudo observar cómo le dieron el sombrero y ella metía la mano dentro con dedos inestables.
_______ sacó un trozo de papel, y lo leyó en silencio, sus finas cejas oscuras se unieron en un punto. El silencio inundó la sala, todos los presentes retenían el aliento… y entonces _______ dijo el nombre sin mirar.
—El señor Jonas.
Ella volvió a meter el papel dentro del sombrero antes de que nadie pudiera verlo.
Nicholas sentía el corazón golpeando salvajemente en el pecho. No estaba seguro de si la situación acababa de mejorar o había empeorado drásticamente.
—Eso es imposible —silbó la señorita Leighton—. No puede ser usted.
Nicholas le dirigió una mirada distraída.
—¿Por qué no?
—¡Porque no puse su nombre dentro del sombrero!
Él no dejó que su rostro reflejara ninguna emoción.
—Obviamente alguien hizo —dijo y liberó su brazo de los dedos de la señorita Leighton.
Mientras Nicholas se acercaba a _______ la sala estaba en silencio, pero de pronto comenzó un murmullo de risitas tontas entre los invitados _______ controló su expresión admirablemente, aunque su rostro era un derroche de colores. Su cuerpo delgado estaba tan tenso como la cuerda de un arco. Tenía una sonrisa descuidada en los labios, pero Nicholas vio el ritmo alocado de su pulso en la garganta. Quería poner la boca sobre aquel punto y acariciarlo con la lengua.
De pie, frente a ella, Nicholas sostuvo su mirada fijamente, tratando de leer sus pensamientos.
¿Cuál de los dos tenía el control de la situación?
Aparentemente él,… pero fue _______ quien pronunció su nombre.
Ella lo había escogido. ¿Por qué?
—Le oí a usted durante el juego —dijo _______, tan suavemente que nadie más pudo distinguir las palabras—. Parecía usted una vaca con problemas digestivos.
—A juzgar por los resultados, mi vaca era mejor que el grillo de Llandrindon —señaló Nicholas.
—Eso no era un grillo. Era el ruido que hace uno cuando se limpia una flema de la garganta.
Nicholas se ahogó con una risa repentina. _______ estaba tan enfadada y tan adorable que reír era todo lo que podía hacer para no estrecharla entre sus brazos. En cambio dijo:
—Terminemos con esto ¿De acuerdo?
Le habría gustado que _______ no fuera tan propensa a ruborizarse. Su piel blanca hacia el sonrojo aún más evidente, logrando que sus mejillas quedaran como amapolas escarlatas.
Hubo una interrupción colectiva de aliento en el grupo cuando Nicholas dio un paso más hacia ella, hasta que sus cuerpos estuvieron casi rozándose. _______ inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, tenía los labios ligeramente abiertos. Nicholas cogió su mano y la acercó a sus labios depositando en sus dedos un casto beso.
Los ojos de _______ se abrieron y lo miró atontada.
Los invitados volvieron a reír, y algunos los regañaron juguetonamente.
Después de escuchar las bromas pícaras que le dedicaron algunos caballeros, Nicholas volvió a centrar su atención en _______.
—Señorita Bowman usted ha mencionado antes que deseaba ir a ver a su hermana —le dijo en un tono agradable pero con firmeza—. ¿Me permite acompañarla?
—¡Pero usted no puede marcharse! —exclamó Cassandra Leighton a su espalda— ¡Acabamos de comenzar!
—No, gracias —le dijo _______ a Nicholas—. Estoy segura de que mi hermana no se molestará por que me quede un poco más aquí y me divierta.
Nicholas le dedicó una dura y penetrante mirada. Se dio cuenta, por el cambio repentino en su expresión, de que ella había entendido el mensaje.
Él le estaba pidiendo el favor.
“Venga conmigo ahora”, ordenaba su mirada, “y no discuta”.
Él vio también que _______ deseaba rechazarlo, pero ella tenía sentido del honor y le debía un favor. Una deuda era una deuda
_______ tragó con fuerza.
—Por otra parte… —casi se ahogó con las palabras— …realmente prometí sentarme con mi hermana mientras ella tomaba el té.
Nicholas le presentó su brazo.
—A su servicio, señorita Bowman.
Hubo algunas protestas, pero cuando llegaron a las puertas de la sala, el grupo ya estaba ocupado organizando otro juego. El cielo sabía lo que los escándalos menores provocaban en un salón. Si él y _______, no estaban presentes, tanto mejor.
_______ arrebató su mano de su brazo en cuanto entraron en el vestíbulo. Avanzaron varios pasos y llegaron hasta la puerta abierta de la biblioteca. Viendo que estaba vacía, _______ entró sin decir una palabra.
Nicholas entró después de ella y cerró la puerta para tener algo de privacidad. No era apropiado, pero nadie peleaba en el vestíbulo.
—¿Por qué hizo usted eso? —exigió _______, girándose hacia él inmediatamente.
—¿Sacarla de allí? —desconcertado, Nicholas adoptó un tono severo—. Ese lugar no era apropiado para usted, y usted lo sabe.
_______ estaba tan furiosa que de sus ojos oscuros saltaban chispas.
—¿Y cual es el lugar apropiado para mi, señor Nicholas? ¿La biblioteca? ¿Para leer a solas?
—Es preferible eso antes que causar un escándalo.
—No, no es preferible. ¡Yo estaba exactamente dónde debía estar, y haciendo lo que todos los demás hacían, y todo estaba sumamente bien hasta que usted lo arruinó!
—¿Yo? —Nicholas no podía creer lo que escuchaba—. ¿Yo le arruiné la velada?
—Sí.
—¿Cómo?
Ella lo miró airadamente acusándolo.
—Usted no quiso besarme.
—Yo… —eso lo pilló desprevenido, Nicholas la miró fijamente en desconcierto—. Sí la besé.
—En la mano —dijo _______ con desdén— lo que no significa absolutamente nada.
Nicholas no estaba seguro de cómo sucedió, pero de pronto se oyó a si mismo defendiéndose de las acusaciones de _______.
—Usted debería estar agradecida.
—¿Por qué?
—¿No es obvio? Salvé su reputación.
—Si me hubiera besado —replicó _______—, si habría hecho algo por mi reputación. Pero usted me rechazó públicamente, lo que significa que Llandrindon y el Mardling, y todos los demás caballeros creen que sucede algo malo conmigo.
—Yo no la rechacé.
—¡Pues eso es lo que ha parecido, es usted un canalla!
—No soy un canalla. Si la hubiera besado en público, entonces sí sería un canalla —Nicholas hizo una pausa antes de agregar con irritación—, y en usted no hay nada malo. ¿Por qué diablos dirían algo así de usted?
—Soy una florero. Nadie quiere besarme.
Esto era demasiado. _______ Bowman estaba furiosa con él porque no la había besado, algo que él había soñado durante toda su vida. Se había comportado de manera honorable, maldición, y en vez de apreciarlo ella estaba enfadada.
—¿…tan poco deseable soy? —despotricaba _______—. ¿De verdad habría sido tan desagradable besarme?
Él la había deseado durante tanto tiempo... Se había recordado a sí mismo mil veces todos los motivos por los que él nunca podría tenerla. Había sido más fácil al saber que ella lo detestaba y que no había ninguna razón para tener esperanzas. Pero la posibilidad de que sus sentimientos hubieran cambiado, de que ella pudiera quererlo, lo llenó de una emoción que lo mareaba.
Un minuto mas y perdería la cordura.
—… no sé cómo hacer lo que se supone que hacen las mujeres, para atraer a los hombres —decía _______ furiosamente—. Y cuando por fin tengo una posibilidad de ganar un poco de experiencia, usted... —ella le miró y frunció el ceño cuando vio su cara—. ¿Por qué me mira usted de esa manera?
—¿De que manera?
—Como si le doliera algo.
Dolor. Sí. La clase de dolor que un hombre experimentaba cuando sentía lujuria por una mujer durante años y se encontraba solo con ella, aguantando sus quejas porque no la había besado, cuando todo que él ansiaba era arrancarle la ropa y poseerla allí mismo, en el suelo.
¿Ella quería experiencia? Nicholas estaba dispuesto a darle la mayor experiencia de su vida. Su cuerpo se había puesto tan insoportablemente duro que el roce de la tela de los pantalones era suficiente para hacerlo estremecerse. Luchando por controlarse, él se concentró en respirar. Respiración. Pero estaba cada vez más excitado, hasta que una niebla roja se instaló en los bordes de su visión.
No fue consciente del movimiento, pero de repente sus manos estaban sobre ella, justo debajo de sus brazos donde el satén amarillo permitía sentir el calor de su cuerpo. Era ligera y flexible … él podría levantarla fácilmente, apoyarla contra la pared y…
Los ojos oscuros de _______ se agrandaron asustados.
—¿Qué está usted haciendo?
—Quiero que me conteste a una pregunta —consiguió decir Nicholas—. ¿Por qué pronunció mi nombre en el salón de juegos?
Las emociones cruzaron su cara en una rápida sucesión… sorpresa, culpa, vergüenza. Cada pulgada expuesta de su piel se tornó rosada.
—No sé lo que quiere decir. Su nombre estaba escrito en el papel. No tenía ninguna otra opción sólo…
—Está usted mintiendo —dijo Nicholas concisamente. Su corazón se detuvo cuando ella no contestó. _______ no iba a negarlo. Su rubor se hizo más intenso casi carmesí—. Mi nombre no estaba en aquel papel —dijo él con gran esfuerzo—. Pero usted lo dijo de todos modos. ¿Por qué?
Ambos sabían que sólo podría haber una razón. Nicholas cerró los ojos brevemente. Su pulso latía desbocado y un calor abrasador corría por sus venas.
Oyó la voz indecisa de _______.
—Solamente quería saber lo qué usted… cómo usted… yo solamente quería…
Era la tentación en su forma más brutal. Nicholas trató de alejarse de ella, pero sus manos no liberaban sus curvas enfundadas en satén. Se sentía tan bien sosteniéndola. Él miró fijamente su boca exquisita, la hendidura sutil pero deliciosa en el centro de su labio inferior. Un beso, pensó él desesperadamente. Podría tener al menos eso. Pero una vez empezara… no estaba seguro de si podría parar.
—Daisy… —Él trató de encontrar palabras para aligerar la situación, pero era difícil hablar coherentemente—. Voy a decirle a su padre… en cuanto tenga oportunidad… que yo no puedo casarme con usted bajo ninguna circunstancia.
Ella todavía no lo miraba.
—¿Por qué no se lo ha dicho todavía a mi padre?
Porque él había deseado que se fijara en él.
Porque por un breve periodo de tiempo, él deseaba sentir lo que significaba tener lo que siempre había soñado a su alcance.
—Para molestarla —dijo él.
—¡Pues lo ha conseguido!
—Pero nunca consideré la posibilidad seriamente. Yo nunca podría casarme con usted.
—Porque soy una florero —dijo ella con aspereza.
—No. No es por eso...
—Porque no soy deseable.
—_______, pare ahora mismo...
—No valgo ni un solo beso.
—Está bien —algo se quebró en Nicholas, rompiendo el control de su sensatez—. Maldita sea, usted gana. La besaré.
—¿Por qué?
—Porque si no lo hago usted nunca dejará de reprochármelo.
—¡Ahora ya es demasiado tarde! Debería haberlo hecho antes en el salón, pero no lo hizo, y tampoco permitió que cualquier otro hombre lo hiciera, y ahora tendré que conformarme con el beso mediocre que usted me dé como premio de consolación.
—¿Mediocre?
Eso fue un error. Nicholas pudo ver que _______ se dio cuenta en el mismo instante en que pronunció las palabras.
Ella acababa de sellar su destino.
—Y-yo quise decir... que sería un beso indiferente —dijo ella con un jadeo, tratando de alejarse de él—. Es obvio que usted no quiere besarme y por lo tanto…
—Usted ha dicho mediocre —La sujetó con fuerza contra él—. Lo que significa que ahora tengo que demostrarle que no será así.
—No, usted no… —dijo ella rápidamente—. Realmente. Usted no… —_______ emitió un pequeño grito cuando él le puso una mano en la nuca, el sonido quedó amortiguado cuando Nicholas incli
nó la cabeza para besarla.


CHICAS AME EL CAPITULO JAJAJ ME MATE DE RISA JAJAJAJ
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Mensaje por Invitado Miér 29 Dic 2010, 1:09 pm

Capítulo 7
Nicholas supo que era un error en el mismo instante en que sus labios se encontraron. Porque nada podría igualar jamás la maravillosa sensación de tener a _______ entre sus brazos... Estaba arruinado para toda la vida, sin remedio. Que el cielo lo ayudara, pero no le importaba.
Su boca era suave y caliente, como la luz del sol, como el resplandor del fuego consumiendo la madera. Ella jadeó cuando él tocó su labio inferior con la punta de la lengua. Despacio, _______ subió las manos hasta sus hombros, él sintió sus dedos en la nuca, se aferraban a su pelo como si quisiera impedirle escapar. Pero no había ninguna posibilidad de que eso sucediera, nada podría haberlo hecho parar.
Los dedos de Nicholas temblaban cuando acariciaron la línea exquisita de su mandíbula, levantando con cuidado su rostro hacia arriba. El sabor de sus labios, suavemente dulces, avivó el fuego de su deseo amenazándolo con perder el control… entonces él introdujo la lengua en la seda húmeda del interior de su boca, y en un instante el beso se hizo mas profundo, mas intenso, hasta que ella empezó a gemir con su cuerpo moldeado contra él.
Él le dejó sentir su fuerza, el poder de su cuerpo, su brazo musculoso sostenía su espalda cuando separó las piernas para situarla entre sus poderosos muslos. Nicholas sentía su cuerpo pegado al suyo, sus pechos atrapados entre los encajes y el corsé. Casi lo vence el impulso salvaje de arrancar esos obstáculos y encontrar la carne sensible que se escondía debajo.
En cambio, él hundió los dedos en su pelo, dejando su boca le inclinó la cabeza y sostuvo su peso con una mano, exponiendo la suave y blanca piel de su garganta para él. Besó el lugar donde latía su pulso desbocado, deslizó los labios suavemente dejando un sendero de besos. Cuando él alcanzó un punto sensible, sintió la vibración de un gemido ahogado en su garganta.
Así sería hacer el amor con ella, pensó deslumbrado… sentiría el dulce temblor de su carne cuando él entrara en ella, su cálido aliento, los suspiros desvalidos que escaparan de su garganta. Sentiría su piel, caliente y femenina, perfumada con el aroma del té, el talco y una pizca de sal. El encontró su boca otra vez, la abrió, invadiéndola de nuevo, sintiendo su calor en la lengua, y un sabor íntimo que lo volvió loco.
_______ debería frenarlo antes de que fuera demasiado tarde, pero en lugar de eso cedía maleable, rindiéndose, tentándolo a traspasar todos los límites. Nicholas la besaba con profundos, frenéticos besos, atrayendo su cuerpo rítmicamente contra el suyo. _______ sentía las piernas débiles bajo la falda de su vestido, con cuidado el colocó un muslo entre ellas. Ella se retorció con un deseo inocente y un intenso rubor le cubrió el rostro, como el color de las amapolas que florecen a finales del verano. Si hubiera entendido exactamente lo que él quería de ella, habría hecho mucho más que ruborizarse. Se habría desmayado en el acto.
Separando la boca de la suya, Nicholas apoyó una mejilla en un lado de su cabeza.
—Creo —dijo él con dificultad—, que esto contesta a la pregunta acerca de si la encuentro deseable o no.
_______ encontró la fuerza para deshacerse de su abrazo y alejarse de él, se dio la vuelta y fijó la mirada en la fila de libros encuadernados en cuero que tenía delante para no mirarle. Sus pequeñas manos se aferraron a la estantería caoba mientras luchaba por controlar el ritmo turbulento de su respiración.
Nicholasestaba de pie detrás de ella, alzando las manos cubrió las de ella. _______ se tensó contra su pecho cuando él poso los labios detrás de su oreja.
—No lo haga —dijo ella con voz apagada, intentando alejarse de él.
Pero Nicholas no podía parar. Bajando la cabeza, hundió la nariz en la suave curva de su cuello. Soltó una de sus manos y la colocó con la palma abierta sobre la piel desnuda encima del corsé, donde sobresalía la curva de sus pechos. _______ levantó la mano y la colocó encima de la suya, como si sus esfuerzos combinados fueran necesarios para contener las palpitaciones de su imprudente corazón.
Nicholas tensó todos los músculos en un intento de frenar el impulso de agarrarla y llevarla al sofá más cercano. Quería hacer el amor con ella, enterrarse dentro de ella hasta que los recuerdos amargos se disolvieran en su dulzura. Pero aquella posibilidad le había sido robada mucho antes de que ellos se conocieran.
Él no tenía nada que ofrecerle. Su vida, su nombre, su identidad… todo era una ilusión. Él no era el hombre que ella pensaba que era. Y era sólo cuestión de tiempo que lo averiguara.
A disgusto él comprendió que inconscientemente había agarrado su falda con una mano con intención de levantarla. El satén brillaba entre sus dedos. Él pensó en su cuerpo envuelto en todas esas prendas y lazos, y el placer impío que debería ser desnudarla completamente. Trazar un mapa de su cuerpo con la boca y las yemas de los dedos, aprendiendo cada curva, cada hendidura y cada lugar secreto.
Mirando su mano como si perteneciera a otra persona, Nicholas desenrolló sus dedos uno a uno hasta soltar la tela. Le dio la vuelta para ver su rostro, indagando en sus oscuras profundidades.
—Nicholas —dijo ella suavemente.
Era la primera vez que ella usaba su nombre de pila.
Él luchó por ocultar la intensidad de su respuesta al sonido de su voz.
—¿Sí?
—La manera en la que usted se expresó antes… usted no dijo que no se casaría conmigo bajo ninguna circunstancia… dijo que usted no puede. ¿Por qué?
—Ya que eso no va a ocurrir —dijo él— los motivos no tienen importancia.
_______ frunció el ceño, tenía los labios hinchados por sus besos.
Él se apartó para dejarla ir.
Obedeciendo esa señal silenciosa, _______ comenzó a alejarse. Rozándolo al pasar.
Apenas dio unos pasos cuando Nicholas alargó el brazo y agarró con suavidad una de sus muñecas... y de pronto ella estaba en sus brazos otra vez. El no pudo contenerse y volvió a tomar su boca, besándola como si ella le perteneciera, como si ya estuviera dentro de ella.
Esto es lo que siento por ti, le dijo con sus intensos y apasionados besos, consumido por el deseo. Esto es lo que quiero. Él sintió como el cuerpo de _______ se tensaba de nuevo, percibió su excitación y comprendió que podría tenerla en ese mismo instante, aquí y ahora, si le levantaba el vestido y…
No, se dijo ferozmente. Esto ya había llegado demasiado lejos. Sabía que estaba muy cerca de perder el control. Separó su boca de la suya con un profundo suspiro y la apartó de él.
_______ salió de la biblioteca inmediatamente. Arrastrando a su paso el dobladillo de su vestido amarillo, se detuvo un segundo en la puerta antes de desaparecer como el último rayo de sol que resbala sobre el horizonte.
Y Nicholas se preguntó con tristeza como podría tratarla con normalid
ad cuando volviera a verla.


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SOY RE MALA, ASI QUE SI LLEGO CON EL TIEMPO , LES SUBO LO QUE QYEDA DEL CAPITULO. SINOO, VAN A ESPERAR A QE VUELVA :) JAJAJAJ GRACIAS POR SUU TIEMPO LECTOORAS :D
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Mensaje por Invitado Miér 29 Dic 2010, 1:39 pm

Escandalo en Primavera (Nick&Tu) (Adaptacion) - Página 2 Nickvf



Existía la costumbre de que la dueña de una propiedad, actuara como la “Señora Generosidad” para los arrendatarios y aldeanos locales. Esto implicaba ayudar, dar asistencia y consejo, así como donar artículos necesarios como alimento y ropa para los que lo necesitaban. Lillian había realizado esos deberes de buen grado hasta ahora, pero su actual condición lo hacía imposible.
No se podía contar con Mercedes para sustituirla. Su trato era demasiado áspero e impaciente para tal actividad. No le gustaba estar alrededor de la gente enferma, hacía sentir a los ancianos incómodos, y algo en su voz causaba el llanto y los gritos de los niños inevitablemente.
Por lo tanto _______ era la opción lógica. A _______ no le importaba en absoluto hacer esas visitas Le gustaba el carro con el pony, entregar a los aldeanos ropa y provisiones, leerles a aquellos con mala visión, y escuchar sus problemas. Dada la naturaleza informal del encargo, no tenía que vestirse a la moda, ni preocuparse por la etiqueta.
Había otra razón por la que _______ se alegraba de tener que ir al pueblo… la mantenía ocupada y lejos de la casa, y así podía concentrar sus pensamientos en otra cosa que no fuera Nicholas Jonas.
Habían pasado tres días desde aquel terrible juego de salón y sus consecuencias, es decir, que Nicholas la besara a conciencia. Él se comportaba con ella como siempre, con frialdad y cortesía.
_______ casi creía que había sido un sueño, excepto porque siempre que ella estaba cerca de Nicholas, sus nervios se alteraban, y su estómago se movía, arriba y abajo como un gorrión borracho.
Quería hablar de ello con alguien, pero eso también la mortificaba, de algún modo le parecía una traición, aunque no estaba segura de hacia quien. Todo lo que ella sabía era que no se sentía bien. No dormía bien, y por consiguiente estaba torpe y distraída todo el día.
Pensando que podría estar enferma, habló con el ama de llaves, le describió lo que le ocurría y ella le dio una repugnante cucharada de aceite de castor. Eso no había ayudado en lo más mínimo. El peor de todos sus males era que no podía refugiarse en sus libros. Había leído las mismas páginas una y otra vez, sin que lograran captar su interés.
_______ no tenía ni idea de cómo conseguir estar bien otra vez. Pensó que la ayudaría dejar de pensar en ella misma y hacer algo por los demás.
Así que a media mañana, _______ dispuso un carro grande arrastrado por un robusto pony color marrón llamado Hubert. El carro fue cargado de recipientes de porcelana llenos de alimentos cubiertos por paños, hormas de queso, piezas de cordero, nabos, tocino, té y botellas de oporto.
Hacer estas visitas era generalmente una tarea bastante agradable, los aldeanos parecían disfrutar de la presencia alegre de _______. Algunos de ellos la hicieron reír cuando describieron con picardía las antiguas visitas de la condesa, madre de lord Westcliff.
La condesa viuda distribuía las viandas de mala gana, esperando un gran espectáculo de gratitud. Si las mujeres no hacían una reverencia con la suficiente inclinación, la condesa viuda preguntaba ácidamente si sus rodillas tenían algún problema. También esperaba ser consultada acerca de los nombres que les ponían a sus niños, los instruía con sus opiniones sobre la religión y lo que deberían saber referente a la higiene. Como si todavía fuera poco, la condesa entregaba los alimentos mezclados en un revoltijo poco apetitoso. Mezclaba la carne, las verduras y los caramelos, en un mismo recipiente.
—¡Qué señora tan amable! —exclamó _______, disponiendo tarros y paños de tela sobre la mesa—. ¡Qué bruja mala y vieja era! Igual que la de los cuentos de hadas… —Ella entretuvo a los niños con una representación dramática de Hansel y Gretel que les hizo reír y chillar escondidos bajo la mesa, mirándola embelesados.
Hacia el final del día, _______ había llenado un pequeño libro de notas con encargos, como localizar a un especialista que examinara los ojos cansados del anciano señor Hearnsley o traer otra botella del tónico del ama de llaves para las dolencias digestivas del señor Blunt.
Prometiendo que ella derivaría todas las cuestiones directamente a lord y lady Westcliff, _______ se subió en el carro, ahora vacío, y partió de nuevo hacia Stony Cross Park.
Casi había llegado el crepúsculo, las sombras largas de los robles y los castaños cruzaban el camino sin pavimentar que llevaba al pueblo. Esta parte de Inglaterra aún no había sido deforestada para alimentar las flotas y las fábricas que habían prosperado en las principales ciudades. Los bosques, todavía primitivos, parecían de otro mundo, con pequeños senderos medio enterrados entre las gruesas ramas de los árboles llenas de hojas. Entre las sombras crecientes se enroscaban el vapor y el misterio, como centinelas de un mundo de druidas y unicornios. Un búho marrón cruzó la vereda, pareciendo una polilla en el cielo oscurecido.
El camino estaba tranquilo excepto por el traqueteo de las ruedas del carro y el clop-clop de los cascos de Hubert. _______ mantuvo con un apretón firme las riendas cuando el pony aceleró su paso. Hubert parecía nervioso, sacudiendo la cabeza de un lado a otro.
—Tranquilo, muchacho —le dijo _______ con calma, reduciendo la velocidad de su paso cuando el eje del carro se agitó sobre un camino en mal estado—. No te gusta el bosque, ¿verdad?, no te preocupes, llegaremos al camino principal muy pronto.
El pony siguió su marcha hasta que la vegetación disminuyó y el denso follaje desapareció. Entraron en el camino de tierra seca, el bosque quedó a un lado y por el otro se extendía un prado.
—Ya está, miedoso —dijo _______ despreocupadamente— no hay por que preocuparse, ¿lo ves?
Pero fue demasiado confiada.
_______ oyó unos ruidos que provenían del bosque, como si unos pasos quebraran hojas y ramas al caminar. Hubert se movió inquieto y balanceó su cabeza hacia el ruido. El gruñido áspero de un animal hizo que a _______ se le erizara el vello de la nuca.
¡Cielos!, ¿qué era eso?
Con alarmante brusquedad apareció una forma enorme y voluminosa que se dirigía hacia el carro desde el bosque.
Todo sucedió demasiado deprisa como para comprenderlo. _______ agarró las riendas cuando Hubert tiró hacia adelante relinchando presa del pánico, su agitación provocó que el carro traqueteara como si fuera el juguete de un niño.
_______ intentó en vano mantenerse en el asiento, el carro golpeó un surco profundo y ella fue lanzada fuera del vehículo. Hubert siguió su carrera sin orden ni concierto por el camino mientras que _______ aterrizó sobre la dura tierra con un golpe que la desorientó.
La fuerza del impacto la hizo jadear, como si le faltara el aire. Vio la sombra de una criatura enorme, monstruosa, precipitarse hacia ella, en ese momento el sonido de un disparo rasgó el aire, retumbando en sus oídos.
Escuchó el aullido terrorífico de un animal… y luego nada.
_______ trató de incorporarse, pero no tenía fuerzas y se derrumbó sobre el estómago, con espasmos en los pulmones. Se sentía como si la hubieran clavado al suelo con tornillos. Afortunadamente, el primer impacto fue sobre su trasero, era consciente del daño que se habría hecho al precipitarse sobre el camino, si no hubiera sido así.
De pronto, el retumbar de cascos hizo vibrar el suelo bajo su mejilla. Fue capaz de un mínimo esfuerzo para apoyarse sobre los codos y levantar la barbilla.
Tres jinetes, no, cuatro, galopaban hacia ella, el ruido de los cascos de los caballos se oía entre la nube de polvo que provocaban a su paso. Uno de los hombres se adelantó y bajó de su caballo antes de que éste se hubiera detenido acercándose a ella con grandes pasos.
_______ parpadeó por la sorpresa cuando él se arrodilló a su lado y la levantó con un solo movimiento, colocándole la cabeza sobre su brazo, y de pronto, se encontró mirando el bronceado rostro de Nicholas Jonas.
—_______ —su voz tenía un matiz que ella nunca le había escuchado antes, áspero y urgente. Acunándola en un brazo, él movió su mano libre sobre su cuerpo buscando heridas—. ¿Estás herida?
_______ trató de explicar que algo asustó al caballo y ella cayó al suelo golpeándose, él pareció entender sus sonidos incoherentes.
—Está bien —dijo él—. No intentes hablar. Respira lentamente. —_______ se removió inquieta, y el ajustó su postura—. Apóyate en mí. —Le pasó una mano por el pelo, apartándolo de su cara. La sintió temblar en sus brazos, y la acercó más hacia él—. Cálmate cariño. Tranquila. Ahora estás a salvo.
_______ cerró los ojos para ocultar su asombro. Nicholas Jonas murmuraba palabras cariñosas y la sostenía entre sus fuertes brazos, sintió que los huesos se le derretían como si fueran almíbar.
Los años de peleas salvajes con sus hermanos le habían enseñado a _______ a recuperarse rápidamente de una caída. En cualquier otra circunstancia ella se levantaría de un salto y se sacudiría el polvo del vestido. Pero cada célula de su cuerpo estaba saturada de placer, intentó conservar ese momento, hacerlo tan largo como fuera posible.
Los tiernos dedos de Nicholas acariciaron su cara.
—Mírame, mi amor. Dime donde te duele.
_______ levantó las pestañas, su rostro estaba muy cerca, justo sobre el suyo. Se perdió en su mirada, quedó prisionera de sus extraordinarios ojos azules, sintió que se hundía en sus profundidades violetas.
—Tiene los dientes bonitos —le dijo ella—. Pero sus ojos son… aún más bonitos.
Nicholas frunció el ceño, y pasó la yema del pulgar sobre su mejilla. Su toque provocó un rubor en la superficie de su piel.
—¿Puede decirme su nombre?
Ella parpadeó.
—¿Ha olvidado como me llamo?
—No, lo que quiero saber es si usted lo ha olvidado.
—Nunca sería tan tonta como para olvidar mi propio nombre —dijo ella—. Soy _______ Bowman.
—¿Cuándo es su cumpleaños?
Ella no pudo reprimir una sonrisa torcida.
- ¿Cómo sabrá que le digo el día correcto?
—Su cumpleaños —insistió él.
—El cinco de marzo.
Nicholas hizo una mueca con ironía.
—No juegue conmigo, diablillo.
—Bueno, es el doce de septiembre. ¿Cómo sabe usted cuando es mi cumpleaños?
En lugar de contestar, Nicholas levantó la mirada hacía los hombres que le acompañaban, que habían llegado hasta ellos.
—No tiene las pupilas dilatadas —dijo él—, y está despierta. Tampoco hay ninguna fractura.
—Gracias al cielo —se oyó la voz de lord Westcliff.
Mirando por encima de los amplios hombros de Nicholas, _______ vio que su cuñado estaba de pie detrás de ellos. El señor Mardling y lord Llandrindon también estaban allí, con expresión compasiva.
Lord Westcliff sostenía un rifle en una mano, se agachó a su lado.
—Regresábamos de pasar la tarde en una partida de caza —dijo el conde—. Fue pura casualidad que pasáramos por aquí y te encontráramos.
—Podría jurar que era un jabalí —informó _______.
—Eso no es posible —comentó lord Llandrindon con una sonrisita afectada—. Su imaginación le ha jugado una mala pasada, señorita Bowman. No hay ningún jabalí en Inglaterra desde hace cientos de años.
—Pero yo lo vi… —repuso ella a la defensiva.
—Está bien —murmuró Nicholas, abrazándola mas fuerte—. Yo también lo vi.
Westcliff tenía una expresión de pesar.
—La señorita Bowman no está completamente equivocada —le dijo a lord Llandrindon—. Hemos tenido problemas en la comunidad, algunos cerdos se escaparon y parieron una camada o dos, ahora son animales salvajes. El mes pasado una mujer que iba a caballo fue atacada por uno de ellos.
—¿Piensa que fui atacada por un cerdo furioso? —preguntó _______, luchando por sentarse, Nicholasmantuvo un brazo en su espalda y la recostó en su costado cálido.
Un último rayo de sol brillaba en el horizonte, se reflejó en sus ojos y por un momento la cegó. Apartando los ojos de la luz, _______ hundió la cara en el pecho de Nicholas y sintió el roce de su barbilla en el pelo.
—Furioso no —repuso Westcliff refiriéndose al cerdo—. Salvaje, y por lo tanto peligroso. Los cerdos domésticos en libertad fácilmente pueden volverse agresivos y bastante grandes. Yo estimaría que este puede pesar, al menos trescientas libras. —Los ojos de Nicholas expresaron perplejidad, la libra era una medida británica así que el conde aclaró—: aproximadamente ciento treinta kilos.
Nicholas ayudó a _______ a ponerse en pie, sosteniéndola contra su robusto cuerpo.
—Despacio —murmuró—. ¿Está usted mareada? ¿Tiene náuseas?
_______ se sentía muy bien. Pero era tan delicioso estar allí de pie apoyada en él que ella dijo jadeando:
—Si, tal vez un poco mareada.
Nick levantó la mano y le acunó la cabeza contra su hombro. _______ sentía un ardiente calor extendiéndose por su cuerpo, se sentía flotar cobijada en la protección de sus brazos, contra la maravillosa solidez de su cuerpo. Todo por Nicholas Jonas, el hombre menos romántico que había conocido. Una sorpresa tras otra.
—Yo la llevaré —dijo Nicholas cerca de su oído. Su piel palpitó de placer en respuesta—. ¿Cree usted que podría montar delante de mí?
Una avalancha de pensamientos inundó a _______, sintiendo una emoción desvergonzada de anticipación ante la perspectiva de montar junto a el. Soñó con apoyarse en su espalda cuando él la subiera a su caballo, y en secreto cumplir una fantasía o dos, como fingir que era una aventurera secuestrada por un bandido seductor…
—Temo que no sería lo más prudente —interrumpió lord Llandrindon con una sonrisa—. Tal como están las cosas entre ustedes dos…
_______ palideció, pensó en un primer momento que él se refería a aquellos momentos tórridos en la biblioteca. Pero no era posible que lord Llandrindon pudiera saber eso. Ella no se lo había contado a nadie, y el señor Jonas se cerraba como una almeja en lo referente a su vida privada. No, Llandrindon debía referirse a su rivalidad jugando a los bolos.
—Creo que sería mejor que yo escoltara a la señorita Bowman hasta la casa —sugirió lord Llandrindon—. Para prevenir cualquier posibilidad de una discusión.
_______ le dio un vistazo a la cara sonriente del vizconde y deseó que hubiese mantenido la boca cerrada. Se dispuso a protestar, pero Nicholas se le adelantó.
—Creo que tiene razón, milord.
Oh, ¡caray! _______ se disgustó cuando Nicholas, como si se sintiera aliviado, la alejo del refugio caliente de su cuerpo.
Westcliff examinó las huellas en la tierra a su alrededor con expresión severa.
—Tendré que encontrar al animal y darle caza.
—Espero que no sea por culpa mía —repuso _______ con inquietud.
—Hay sangre en las huellas —contestó el conde— lo que significa que está herido. Es mejor eso que dejarlo sufriendo.
El señor Mardling fue a buscar su arma.
—¡Iré con usted, Milord! —señaló.
Mientras tanto lord Llandrindon ya había montado en su caballo.
—Acomódela aquí —le ordenó a Nicholas—. La llevaré sana y salva hasta la casa.
Nicholas levantó el rostro de _______ hacia él y extrajo un pañuelo blanco de su bolsillo.
—Si todavía se siente mal cuando lleguemos a casa —dijo él, limpiándole suavemente las manchas de suciedad— llamaré al doctor, ¿de acuerdo?
A pesar de su voz autoritaria había tal ternura en su mirada, que _______ quiso meterse dentro de su chaqueta y acurrucarse en su pecho para oír los latidos de su corazón.
—¿Va usted también? —le preguntó— ¿O se queda con lord Westcliff?
—Estaré justo detrás de usted —guardó el pañuelo en su bolsillo, se inclinó y la cogió en brazos con facilidad—. Agárrese a mí.
_______ puso los brazos alrededor de su cuello, un cosquilleo le subió por la muñeca cuando notó la piel caliente de su nuca y las hebras sedosas de su cabello. La llevaba como si ella no pesara nada, su pecho era sólido como una roca, su cálido aliento le acariciaba la mejilla. El olor de su piel era como el sol, como la primavera. Apenas pudo contenerse para no hundir la nariz en su cuello.
Desconcertada por la intensa atracción que sentía hacia él, _______ permaneció en silencio mientras Nicholas la acercaba hasta lord Llandrindon, sentado sobre un enorme bayo. El vizconde la colocó delante de él, entre el borde de la silla de montar y sus piernas.
Lord Llandrindon era un hombre apuesto, elegante, de cabellos morenos y destacada constitución. Pero el tacto de sus brazos alrededor de ella, su cuerpo delgado, su esencia… de alguna manera... algo no estaba bien. El contacto de su mano en su cintura era extraño y ajeno.
_______ podría haber llorado de frustración. ¿Por qué? ¿Por qué no podía quererlo a él en lugar de querer al hombre equivocado para ella?, se preguntó.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó Lillian cuando _______ entró en la sala Marsden. Estaba reclinada sobre el sofá con un periódico en las manos—. Parece que te hubiera atropellado un carro.
—En realidad, tuve un encuentro con un cerdo maleducado.
Lillian rió y dejó a un lado el periódico.
—¿Quién era el cerdo?
—No era una metáfora. Era un cerdo —sentándose en una silla cercana, _______le relató lo ocurrido, dándole un tono gracioso.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Lillian con preocupación.
—Perfectamente —le aseguró _______—. Y Hubert también. Llegó a los establos al mismo tiempo que lord Llandrindon y yo.
—Fue una suerte.
— Sí, Hubert es tan inteligente que encontró el camino a casa.
—No, no hablo del pony. Me refiero a la cabalgata a casa con lord Llandrindon. No es que yo esté alentándote para que lo elijas, pero por otra parte…
—Él no era con quien yo quería montar a caballo —_______ desvió la mirada hacia la falda manchada de su vestido y se concentró en una hebra de la muselina.
—Nadie puede culparte por ello —dijo Lillian—. Lord Llandrindon es agradable, pero bastante inofensivo. Comprendo que prefieras montar con el señor Mardling.
—No —dijo _______—. No me refería al señor Mardling. Quien quería que me trajera a casa era…
—No —Lillian levantó las manos y se tapó los oídos—. No me lo digas. ¡No quiero oírlo!
_______ la miró muy seria.
—¿Qué ocurre?
Lillian hizo una mueca.
— ¡Maldita sea ! —refunfuñó ella—. ¡Maldita, maldita sea! Hijo de…
—Cuando el bebé nazca —le advirtió _______ con una sonrisa— tendrás que dejar de usar ese lenguaje obsceno.
—Entonces lo usaré todo lo que pueda hasta que llegue el momento.
—¿Estás segura de que es un varón?
—Eso espero, por que Marcus necesita un heredero y nunca más pasaré por esto —Lillian se restregó los ojos cansados con las manos—. Bien... la única opción que queda es Nicholas Jonas —dijo en un tono cascarrabias—. Deduzco que era con él con quien querías montar a caballo.
—Sí… yo... me siento atraída por él.
Era un alivio poder decirlo en voz alta. _______, que había tenido un nudo en la garganta, finalmente soltó el aliento en un largo y lento suspiro.
—¿Te atrae su físico?
—Todo lo demás también.
Lillian descansó la mejilla en una mano cerrada en un puño y la miró fijamente
—¿Es porque papá quiere esa boda? —preguntó—. ¿Esperas complacerlo de algún modo?
—Oh, no. En todo caso, la aprobación de papá sería un motivo en contra del señor Jonas. Me importa un bledo complacerle… sé muy bien que es imposible.
—Entonces no comprendo por qué querrías a un hombre que es tan obviamente inapropiado para ti. No eres una atolondrada, _______. Impulsiva, sí, romántica, ciertamente. Pero eres también práctica y bastante inteligente como para entender las consecuencias de implicarte con un hombre como él. Creo que el problema es que estás desesperada. ¡Eres la última de nosotras que está soltera, y papá te ha hecho ese estúpido ultimátum, y…
— ¡No estoy desesperada!
—Estas pensando en casarte con Nicholas Jonas, yo diría que esa es una señal de desesperación extrema.
_______ nunca había sido acusada de tener mal carácter, esa distinción siempre acompañaba a Lillian. Pero la indignación le llenó el pecho como el fuego de una caldera de vapor, tuvo que luchar para controlarse y no explotar.
Echarle un vistazo al vientre de su hermana la ayudó a calmarse. Lillian sufría ahora muchas incomodidades y también nuevas inquietudes. _______ no quería añadirle una más.
—No he dicho nada sobre casarme con él —contestó—. Simplemente quiero averiguar más cosas sobre él. Sobre el hombre que es. No veo ningún problema en eso.
—No creo que lo consigas —discutió Lillian con una poderosa convicción—. Precisamente, él no te mostrará quién es realmente, te engañará. Su misión en la vida es la de averiguar lo que la gente quiere y fabricarlo para ellos, todo para su propio beneficio. Tu has visto como ha logrado convertirse en el hijo que papá siempre ha querido. Ahora pretenderá ser la clase de hombre que tú siempre has deseado.
—Él no podría saber que… —trató de decir _______, pero Lillian la interrumpió inflamada, con una prisa descortés, incapaz de tener un pensamiento racional.
—Él no tiene ningún interés en ti, en tu corazón, en tu mente, en la persona que tú eres… él quiere controlar una parte de la empresa, y te ve como el modo de conseguirlo. Desde luego tratará de gustarte… tratará de fascinarte hasta el día siguiente de la boda cuando averigües que era todo una ilusión. ¡Es igual que papá, _______! Él te anulará y te convertirá en alguien como mamá. ¿Esa es la vida que quieres?
—Desde luego que no.
Por primera vez _______ comprendió que no podía confiar en la opinión de su hermana mayor sobre algo tan importante. Había tantas otras cosas que le quería contar… no todo lo que Nicholas le había dicho o había hecho podría haber sido deliberado. Él podría haber insistido en que ella montara a caballo con él hacia la casa, y en cambio la había entregado a lord Llandrindon sin una protesta. Quería contarle que Nicholas la había besado, y que había sido glorioso, y lo mucho que ese sentimiento la había preocupado.
Pero no existía ningún argumento válido cuando Lillian estaba de ese humor, sería una conversación sin sentido.
El silencio que las envolvió era sofocante.
—¿Y bien? —exigió Lillian—. ¿Qué vas a hacer?
_______ se frotó una mancha de suciedad en el brazo y dijo con pesar:
—Para empezar, pienso que lo mejor sería darme un baño.
—¡Sabes a que me refiero!
—¿Qué quieres que haga Lillian? —preguntó _______ tan sumisa que hizo que Lillian frunciera el ceño.
—¡Dile a Nicholas Jonas que es un sapo asqueroso y que no hay ninguna posibilidad, ni aún en el infierno, de c
asarte con él!

SOY MUY BUENA(? BUENO DIOSAS, ME VOOY, SI PUEDO POSTEO MAS ESTA NOCHE :)

GRACIAS<3
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Mensaje por {@idrunkniall.} Miér 29 Dic 2010, 3:43 pm

DIOS ME ENCANTAAAAAAAAAAAAAAA .
DEBEEEEEEEEES SEGUIRLA.
{@idrunkniall.}
{@idrunkniall.}


http://neverforget-smileforme.tumblr.com/

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Mensaje por Invitado Miér 29 Dic 2010, 11:03 pm

Escandalo en Primavera (Nick&Tu) (Adaptacion) - Página 2 Nickvf




Capítulo 8

—… y entonces se marchó —explicaba Lillian con vehemencia—, sin decirme lo que iba a hacer o lo que pensaba realmente. ¡Oh, caray!, y sé que hay cosas que no me ha contado…
—Querida —la interrumpió Annabelle con tacto— ¿estás segura de que le diste la oportunidad de contártelo todo?
—¿Qué quieres decir? Estaba sentada justo delante de mí. Tenía toda mi atención y la escuchaba con mis dos oídos. ¿Qué otra oportunidad necesitaba?
Agitada e incapaz de dormir, Lillian había descubierto que Annabelle estaba también despierta a causa de la incomodidad de su hija, quien finalmente se durmió. Ellas se habían visto desde los respectivos balcones de sus dormitorios, y se habían hecho señas para encontrarse abajo. Era medianoche. Por sugerencia de Annabelle dieron un paseo por la sala Marsden, una habitación larga y rectangular con severos retratos familiares y obras de arte de inapreciable valor. Ataviadas con batas de dormir, serpentearon por la galería cogidas del brazo, al ritmo del paso lento de Lillian que arrastraba los pies.
Lillian había recurrido a la compañía de Annabelle frecuentemente durante el transcurso del embarazo. Annabelle entendía lo que le sucedía, habiéndolo experimentado ella misma recientemente. La presencia tranquila de Annabelle era un bálsamo reconfortante para Lillian.
—Lo que quiero decir —dijo Annabelle—, es que quizás estabas tan pendiente de contarle a _______ como te sentías tú que olvidaste preguntarle como se sentía ella.
Lillian balbuceó con indignación:
—Pero ella… pero… yo —se detuvo y lo consideró un momento—. Tienes razón —admitió bruscamente—. No le pregunté. Estaba tan horrorizada por la idea de que _______ se sintiera atraída por Nicholas Jonas, que supongo que realmente no quise hablar de ello. Quise ordenarle qué hacer y luego dar por terminado el asunto.
Giraron al final de la galería y pasaron por delante de una fila de paisajes.
—¿Piensas que ha habido alguna intimidad entre ellos? —preguntó Annabelle. Viendo la alarma de Lillian aclaró—: Como un beso… un abrazo…
—¡Oh, Cielos! —Lillian sacudió la cabeza—. No lo sé. _______ es tan inocente. Sería tan fácil para esa serpiente seducirla.
—En mi opinión, él está sinceramente prendado de ella. ¿Qué joven no lo estaría? _______ es adorable, encantadora e inteligente.
—Y rica —señaló Lillian.
Eso hizo reír a Annabelle.
—El dinero nunca está de más —convino ella—. Pero en esta ocasión, creo que hay más que eso.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Querida, es obvio. ¿Te has fijado en el modo en que se miran el uno al otro? Se siente… en el aire.
Lillian frunció el ceño.
—¿Podemos detenernos un momento? Me duele un poco la espalda.
Annabelle accedió inmediatamente, ayudándola a alcanzar uno de los mullidos bancos que había en el centro de la galería.
—Creo que no falta mucho para que el bebé nazca —murmuró Annabelle—. Yo hasta aventuraría a decir que llegará un poco antes de lo que el doctor predijo.
—Gracias al cielo. Nunca he deseado nada tanto como que acabe el embarazo. —Lillian hizo una tentativa de verse las zapatillas por encima de la curva de su barriga. Sus pensamientos volvieron a _______—. Siempre seré honesta con ella en cuanto a mis opiniones —dijo ella bruscamente—. Yo veo a Nicholas Jonas como lo que es, aunque ella no sea capaz de verlo.
—Creo que ella ya sabe lo que opinas —repuso Annabelle secamente—. Pero en última instancia lo que haga es decisión suya. Estoy segura de que cuando tratabas de aclarar tus sentimientos hacia lord Westcliff, _______ no trató de influirte de ningún modo.
—Esta situación es completamente diferente —protestó Lillian—. ¡Nicholas Jonast es un reptil! Y además, si _______ se casara con él, se la llevaría a América y yo no volvería a verla.
—Y a ti te gustaría que ella siempre se quedara debajo de tus alas —murmuró Annabelle.
Lillian se dio la vuelta para dirigirle una mirada funesta.
—¿Sugieres que soy lo bastante egoísta para impedirle vivir su propia vida, sólo porque quiero mantenerla cerca de mí?
Sin inmutarse por su ira, Annabelle sonrió comprensiva.
—Siempre habéis estado las dos juntas, ¿verdad? Siempre fuiste su fuente exclusiva de amor y compañerismo. Pero todo cambia, querida. Tienes tu propia familia ahora, un marido y un niño… y no deberías desear menos que eso para _______.
A Lillian comenzó a picarle la nariz. Miró por encima de Annabelle y para su mortificación, su visión se tornó húmeda y borrosa.
—Prometo que aprobaré el próximo hombre por el que se interese _______. No importa quien sea. Siempre que no sea el señor Jonas...
—No te gustara ningún hombre por el que se interese —Annabelle deslizó el brazo alrededor de sus hombros y añadió cariñosamente—. Eres algo posesiva, querida.
—Y tú eres increíblemente irritante —dijo Lillian, descansando la cabeza sobre el hombro suave de Annabelle. Se sorbió la nariz mientras Annabelle la sostuvo con un firme abrazo consolador que la propia madre de Lillian nunca había sido capaz de darle. Era un alivio tan grande que deseaba gritar, sin embargo era un poco embarazoso también—. Odio ser una fuente de agua —masculló.
—Es debido a tu estado —la calmó Annabelle—. Es completamente normal. Volverás a ser la misma después de que la criatura haya nacido.
—Será un varón —le dijo Lillian, limpiándose los ojos con los dedos—. Y luego arreglaremos un matrimonio entre nuestros hijos, así Isabelle podrá ser una condesa.
—Tenía la impresión de que no creías en matrimonios arreglados.
—Y así era, pero probablemente a nuestros hijos no se les pueda confiar una decisión tan importante como la de elegir con quien casarse.
—Tienes razón. Tendremos que elegir por ellos.
Compartieron la broma en silencio, y Lillian sintió que su humor mejoraba un poco.
—Tengo una idea —dijo Annabelle—. Vamos a la cocina y hurguemos en la despensa. Apuesto a que todavía queda alguna torta de grosella de las que tomamos en el postre. Y deliciosa mermelada de fresa...
Lillian levantó la cabeza y se secó algunas lágrimas que tenía en la nariz con la manga.
—¿Realmente piensas que los dulces harán que me sienta mejor?
Annabelle sonrió.
—No te harán daño ¿verdad?
Lillian lo pensó un segundo.
—Vamos —dijo, y Annabelle tiró de ella para levantarla del banco.

El sol de la mañana irrumpió en el vestíbulo principal cuando las doncellas retiraron las cortinas y las recogieron con cordones con borlas de seda. _______ se dirigió hacia la sala del desayuno, sabiendo que era poco probable que alguno de los invitados estuviera despierto. Trató de dormir un poco más pero estaba extrañamente inquieta y agitada, hasta que finalmente saltó de la cama y se vistió.
Los criados estaban ocupados abrillantando la plata, lustrando la madera, aireando las grandes alfombras, y acarreando cestas con ropa de cama. Se oían los sonidos metálicos y los tintineos de la vajilla desde la cocina, se estaban preparando las viandas para el desayuno.
La puerta del estudio privado de lord Westcliff estaba abierta, y al pasar _______ echó un vistazo dentro de la habitación metiendo la cabeza por el marco artesonado de madera. Era una estancia amplia y sencilla, provista con una hilera de vidrieras que dejaban traspasar un arco iris de luz hasta el suelo alfombrado. _______ se detuvo con una sonrisa cuando vio a alguien sentado detrás del enorme escritorio.
Por el contorno de su cabeza oscura y sus amplios hombros reconoció al señor Hunt, que a menudo utilizaba el estudio de lord Westcliff cuando se alojaba en Stony Cross Park.
—Buenos días… —anunció ella, haciendo una pausa cuando él se dio la vuelta para mirarla.
_______ sintió una punzada de entusiasmo cuando descubrió que no era el señor Hunt, sino Nicholas Jonas.
Él se levantó de la silla, y _______ dijo tímidamente:
—No, por favor, siento haberle interrumpido…
Su voz se fue apagando cuando percibió que había algo diferente en él. Llevaba un par de gafas finas con montura de acero.
Gafas, sobre aquel rostro de rasgos duros… tenía el cabello desordenado como si se hubiera estado pasando la mano sobre él. Todo esto unido a la plenitud de sus músculos y su masculina virilidad convertían la escena en algo increíblemente… sensual.
—¿Desde cuándo lleva usted gafas? —logró preguntar _______.
—Desde hace aproximadamente un año. —Él sonrió con timidez y se quitó las gafas con una mano—. Las necesito para leer. Paso demasiadas horas estudiando minuciosamente contratos e informes.
—Son… son muy favorecedoras.
—¿De veras? —el señor Jonas continuó sonriendo y, sacudió la cabeza, como si nunca se le hubiera ocurrido preguntarse si le favorecían. Él metió las gafas en el bolsillo de su chaleco—. ¿Cómo se encuentra usted? —preguntó suavemente.
_______ tardó un momento en comprender que él se refería a su caída del carro.
—Oh, estoy bastante bien, gracias.
Él la miraba fijamente de esa manera tan suya, analizándola, algo que siempre la ponía nerviosa. Pero en ese momento, su mirada no parecía crítica. De hecho, él la miraba como si fuera la única cosa importante en el mundo. Ella acarició la falda de su vestido rosado de muselina con adornos florales.
—Se levanta usted temprano —dijo Nicholas.
—Por lo general sí. No puedo imaginar por qué algunas personas se quedan tanto tiempo en la cama por la mañana. Nadie puede dormir tanto. —Cuando _______ terminó de hablar se le ocurrió que quizás había algo más que la gente hacía en la cama además de dormir, y su rostro se tornó escarlata.
Afortunadamente Nicholas no se burló de ella, aunque vio una sonrisa sutil acechar en la comisura de sus labios. Dejando de lado el tema peligroso del hábito de dormir, Nicholas señaló la montaña de papeles que tenía detrás de él.
—Me dispongo a ir a Bristol pronto. Algunas cuestiones deben ser resueltas antes de que decidamos abrir una fábrica allí.
—¿Lord Westcliff ha decidido que usted se encargará del proyecto?
—Sí. Aunque al parecer tendré que hacerlo con la aprobación de un consejo asesor.
—Mi cuñado puede ser un poco controlador —admitió _______—. Pero una vez que él descubra lo capaz que es usted, creo que aflojará las riendas bastante.
Él la miró con curiosidad.
—Eso suena casi como un elogio, señorita Bowman.
Ella se encogió de hombros con indiferencia.
—Por encima de todos los defectos que usted pueda tener, su formalidad es legendaria. Mi padre siempre dice que uno puede poner su reloj en hora, sólo observando cuando entra y cuando sale usted.
Un tono divertido y sardónico inundó su voz al responder.
—Formal. Es un adjetivo que hace parecer a un hombre fascinante.
Por una vez, _______ estuvo de acuerdo con su declaración sarcástica. Cuando alguien decía que un hombre era “formal” o “agradable”, estaba dedicándole un débil cumplido. Pero ella había pasado tres temporadas observando los caprichos de caballeros libertinos, despreocupados e irresponsables. La formalidad era una maravillosa cualidad en un hombre. Se preguntó por qué ella nunca la había apreciado antes.
—Señor Jonas… —_______ trató de parecer despreocupada pero sin éxito—. He estado preguntándome algo…
—¿Sí? —Él dio un paso hacia atrás cuando ella se acercó, como si necesitara mantener una cierta distancia entre ellos.
_______ lo miró atentamente.
—Ya que no hay ninguna posibilidad de que usted y yo… ya que el matrimonio está fuera de… Me preguntaba, ¿usted quiere casarse algún día?
Él la miró perplejo y se quedó en blanco.
—El matrimonio no entra dentro de mis planes, no creo que eso suceda nunca.
—¿Nunca?
—Nunca.
—¿Por qué no? —exigió ella—. ¿Es que usted valora demasiado su libertad? ¿O piensa divertirse persiguiendo faldas?
El señor Jonas se echó a reír, un sonido tan cálido que _______ sintió su risa como una caricia de terciopelo bajando por su espalda.
—No. Siempre pensé que sería una pérdida de tiempo perseguir a una multitud de mujeres cuando sería suficiente con la mujer adecuada.
—¿Cómo define usted a esa mujer?
—¿Me está preguntando con qué mujer querría casarme? —Su risa fue mucho más intensa que de costumbre, erizando el fino vello de la nuca de _______—. Supongo que lo sabré cuando la encuentre.
Esforzándose por parecer indiferente, _______ se dirigió hacia las ventanas. Levantó una mano, mirando el mosaico de colores que la luz dibujaba sobre la palidez de su piel.
—Puedo imaginar cómo sería esa mujer. —Ella se mantuvo de espaldas a Nicholas—. Más alta que yo, en primer lugar.
—La mayoría de las mujeres lo son —repuso él.
—Una experta en cuestiones domesticas —continuó _______—. No sería una soñadora. Mantendría su mente ocupada en asuntos prácticos, manejaría a los criados a la perfección, nunca se dejaría engañar por el pescadero o el carnicero al hacer la compra.
—Si realmente tuviera algún deseo de casarme —dijo el señor Jonas—, acaba usted de quitármelo completamente.
—Usted no tendrá ninguna dificultad para encontrar una mujer así —continuó _______, sonando más malhumorada de lo que habría deseado—. Hay cientos de ellas en Manhatanville. Tal vez miles.
—¿Qué le hace suponer que yo querría una esposa convencional?
Sus sentidos zumbaron cuando lo sintió acercarse a ella.
—Porque usted es como mi padre —dijo ella.
—No del todo.
—Y si usted se casara con una mujer que no fuera así, esa mujer acabaría siendo para usted un… parásito.
Sintió la suave presión de las manos del señor Jonas sobre sus hombros. Él le dio la vuelta para mirarla. Sus ojos azules ardían cuando buscó los suyos, y ella tuvo la desagradable sospecha de que leía sus pensamientos con demasiada exactitud.
—Prefiero pensar —dijo él despacio—, que yo nunca sería un hombre tan cruel. O tan idiota.
Sentía su mirada en el escote de su vestido, sobre la piel de sus pechos. Con mucha suavidad, él paseó los pulgares por encima de sus clavículas, hasta que Daisy sintió la carne de gallina bajo las mangas de su vestido.
—Todo lo que yo querría de una esposa —murmuró él—, es que ella sintiera algo por mí. Que se sintiera feliz al verme volver a casa cada día.
Su respiración se aceleró por el roce de sus dedos.
—Eso no es pedir demasiado.
— ¿Verdad que no?
Sus yemas habían alcanzado la base de su garganta, que se onduló cuando ella intentó tragar. Él parpadeó y apartó las manos rápidamente, sin saber que hacer con ellas hasta que las metió en los bolsillos de su chaqueta.
Pero no se movió. _______ se preguntaba si el sentiría el mismo deseo irresistible que ella, una necesidad que la paralizaba y que sólo podría ser apaciguada con más caricias.
Aclarando fuertemente la garganta, _______ enderezó la espalda y se irguió en toda su dudosa altura de cinco pies y una pulgada.
—¿Señor Jonas?
—¿Sí, señorita Bowman?
—Tengo que pedirle un favor.
Él clavó la mirada en ella.
—¿Cuál?
—En cuanto usted le diga a mi padre que no va a casarse conmigo definitivamente, él se va a sentir… muy contrariado. Usted sabe como es.
—Si, lo sé —dijo Nicholas con seriedad. Cualquiera que conociera a Thomas Bowman era consciente de que para él, la decepción era el paso previo en el camino hacia la grave ofensa.
—Tengo miedo de que eso cause algunas repercusiones desagradables para mí. Mi padre ya está disgustado porque no he encontrado a nadie que cumpliera con sus requisitos. Si imagina que deliberadamente he hecho algo para frustrar sus proyectos para nosotros… bueno…, eso hará mi situación… más difícil.
—Entiendo —Nicholas conocía a su padre incluso mejor que _______—. No le diré nada —dijo él con serenidad—. Y haré lo que pueda para facilitarle a usted las cosas. Me voy a Bristol dentro de dos días, tres como máximo. Lord Llandrindon y los demás caballeros… bueno ninguno de ellos es estúpido, tienen una idea precisa de por qué les invitaron aquí, y no habrían venido si no estuvieran interesados. No debería costarle demasiado conseguir una proposición de alguno de ellos.
_______ supuso que debería agradecer su interés por empujarla en los brazos de otro hombre. Sin embargo, su entusiasmo le produjo una punzada de acidez. Y cuando una se siente como una avispa, la principal inclinación es picar.
—Aprecio su interés —dijo ella—. Gracias. Ha sido usted de mucha ayuda señor Jonas. Sobre todo brindándome alguna experiencia, para mí muy necesaria. La próxima vez que bese a un hombre, lord Llandrindon, por ejemplo, sabré mucho más acerca del tema.
_______ se sintió llena de una satisfacción vengativa cuando vio como apretaba los labios.
—Para servirla siempre que usted me necesite —dijo él en un gruñido.
Percibió que sus manos estaban medio levantadas como si estuviera a punto de estrangularla o de sacudirla, _______ le ofreció su más radiante sonrisa y se deslizó fuera de su alcance.

A lo largo del día, la luz del sol de las primeras horas de la mañana, fue sofocada por nubes que formaron una gran alfombra gris en el cielo. La lluvia comenzó a caer regularmente, embarrando los caminos sin empedrar, mojando los prados, y apresurando a personas y a animales a buscar refugio.
Así era Hampshire en primavera, inestable y malicioso, jugando travesuras con quienes se confiaban. Si uno se aventuraba a salir con el paraguas una mañana húmeda, Hampshire producía la luz del sol como por arte de magia. Si uno salía sin él, seguro que el cielo vertía cubos de agua sobre tu cabeza.
Los invitados estaban reunidos en varios grupos… algunos en el salón de música, otros en la sala de billar o en la sala de juegos, tomando el té o realizando representaciones teatrales. Algunas damas se dedicaban a su bordado, mientras los caballeros leían, hablaban o bebían en la biblioteca. En ninguna conversación faltaba una mención al tema de cuando podría terminarse la tormenta.
A _______ por lo general le gustaban los días lluviosos. Enroscarse al lado del fuego del hogar con un libro era el mayor placer imaginable. Pero todavía estaba en un estado irritable en el que la palabra impresa había perdido su magia. Serpenteó por las salas observando discretamente las actividades de los invitados. Haciendo una pausa en el umbral de la sala de billar, observó detenidamente cómo los caballeros giraban perezosamente alrededor de la mesa con bebidas y palos de billar en la mano. Los chasquidos que emitían las pelotas de marfil al chocar proporcionaban un matiz arrítmico al zumbido de la conversación masculina. Sus ojos quedaron atrapados por la visión de Nicholas Jonas en mangas de camisa, inclinándose sobre la mesa para realizar un tiro que resultó perfecto.
Sus manos eran hábiles con el taco, sus ojos azules examinaban concienzudamente la disposición de las bolas sobre la mesa. Algunos rizos rebeldes caían sobre su frente una vez más, y _______ tuvo ganas de empujarlos hacia atrás. Como Nicholas coló la pelota con maestría por uno de los huecos de la mesa, se oyeron algunos aplausos, algunas risas y el ruido de algunas monedas que cambiaron de manos. Desde su posición, Nicholas mostró una de sus infrecuentes sonrisas e hizo una observación a su opositor, que resultó ser lord Westcliff.
Westcliff rió por el comentario y rodeó la mesa, llevaba entre los dientes un cigarro apagado, mientras consideraba sus opciones. La atmósfera de relajado placer masculino era inequívoca.
Cuando Westcliff dio la vuelta a la mesa, descubrió a _______ observando la sala desde la puerta. Su cuñado le guiñó un ojo. Ella se inhibió como una tortuga dentro de su caparazón. Se sintió ridícula por estar allí de pie dedicándole miradas furtivas a Nicholas.
Regañándose en silencio, _______ se alejo del cuarto de billar, en dirección al vestíbulo. Subió la magnifica escalera sin parar hasta que llegó al salón principal.
Annabelle y Evie acompañaban a Lillian, que estaba tumbada sobre el sofá. Estaba pálida y en tensión, con la frente arrugada en un ceño. Tenía los brazos alrededor de su barriga.
—Han sido veinte minutos —dijo Evie, dirigió la mirada al reloj sobre la chimenea.
—Todavía no vienen con regularidad —comentó Annabelle. Ella cepillaba el abundante pelo negro de Lillian y lo trenzaba con dedos diestros.
—¿Quien no viene con regularidad? —preguntó _______ entrando con ímpetu en la estancia—. ¿Y por qué estás mirando el… —Ella palideció de pronto cuando comprendió—. ¡Oh cielos! ¿Tienes dolores de parto, Lillian?
Su hermana sacudió la cabeza, mirando perpleja.
—No son dolores de parto exactamente. Sólo una especie de contracción. Empezaron después de comer, y luego tuve otra una hora más tarde, y otra media hora más tarde, la última ha sido hace veinte minutos.
—¿Lo sabe Westcliff? —preguntó _______ jadeando—. ¿Debo ir a llamarlo?
—No —dijeron las tres mujeres inmediatamente.
—No hay ninguna necesidad de preocuparlo todavía —añadió Lillian—. Déjale disfrutar de la tarde con sus amigos. En cuanto lo averigüe, estará aquí dando vueltas y ladrando órdenes, y nadie tendrá paz. Sobre todo yo.
—¿Y mamá? ¿Voy a buscarla? —_______ tuvo que preguntarlo, aunque estaba segura de la respuesta. Mercedes no era una persona consoladora, y a pesar del hecho de que ella había dado a luz a cinco niños, era delicada con respecto a la mención de cualquier clase de función corporal.
—Ya estoy bastante nerviosa —dijo Lillian secamente—. No, no le digas nada a mamá. Ella se sentiría obligada a sentarse aquí conmigo para mantener las apariencias, y eso me pondría tan inquieta como un gato. Ahora mismo todo que necesito es a vosotras tres.
A pesar de su tono sardónico, ella alcanzó la mano de _______ y la apretó con fuerza. El parto era un momento desagradable, sobre todo la primera vez, y Lillian no sería ninguna excepción.
—Annabelle dice que estas contracciones podrían aparecer y desaparecer durante días —le dijo a _______, cruzando los ojos cómicamente.
—Está bien querida. No esperemos lo peor. —Conservando la mano de Lillian, _______ se sentó a sus pies sobre la alfombra.
El cuarto estaba en silencio excepto por el tictac del reloj sobre la chimenea, y el sonido del cepillo alisando el pelo de Lillian. Entre las hermanas unidas por las manos, la presión de sus pulsos se mezclaba en latidos estables. _______ no estaba segura si era ella quien le daba tranquilidad a su hermana o al revés. Había llegado el momento para Lillian, y _______ tuvo miedo por ella, por que sufriera dolor, por las posibles complicaciones y por el hecho de que la vida nunca sería la misma después.
Echó un vistazo a Evie, que le dirigió una sonrisa, y a Annabelle, cuyo semblante era sereno. Ellas se ayudarían en todos los problemas o temores de sus vidas, pensó _______, y de repente se sintió abrumada por el amor hacia todas ellas.
—Nunca viviré lejos de vosotras —dijo—. Quiero que las cuatro estemos juntas para siempre. Nunca podría perder a ninguna de vosotras.
Annabelle le dio un golpecito con el pie cariñosamente.
—_______… nunca se puede perder a una ami
ga de verdad.


CUMPLI, CUMPLI :) BUENAS NOCHES Y GRACIAS A TODAS <3
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Mensaje por Alee Lovatoo Miér 29 Dic 2010, 11:29 pm

´
wow !!!! Escandalo en Primavera (Nick&Tu) (Adaptacion) - Página 2 167695056

Esta genial...

ME ENCANTA !!! :cheers:

Siguelaaaaaaaaa.... :)

Alee Lovatoo
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Escandalo en Primavera (Nick&Tu) (Adaptacion) - Página 2 Empty Re: Escandalo en Primavera (Nick&Tu) (Adaptacion)

Mensaje por Alee Lovatoo Jue 30 Dic 2010, 12:00 am


Quiero saber que va a pasar !! :)
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Mensaje por Invitado Jue 30 Dic 2010, 11:43 am

Escandalo en Primavera (Nick&Tu) (Adaptacion) - Página 2 Nickvf





Capítulo 9

A medida de que la tarde avanzaba, la tormenta se hizo más intensa, algo inusual para esa época del año. La lluvia impulsada por el viento golpeaba las ventanas, los árboles y los meticulosamente arreglados setos, los relámpagos iluminaban el cielo. Las cuatro amigas se quedaron en la sala Marsden, controlando el ritmo de las contracciones de Lillian hasta que fueron regulares y en intervalos de diez minutos. Lillian estaba cansada e inquieta, aunque trataba de ocultarlo. ________ sospechó que a su hermana le resultaba difícil rendirse al proceso inevitable de la naturaleza que en ese momento dominaba su cuerpo.
—Posiblemente no estés muy cómoda en el sofá —le dijo Annabelle, tirando de Lillian para levantarla—. Venga, querida. Hora de acostarse.
—Creo que debería... —comenzó ________, pensando que había llegado el momento de avisar a Westcliff.
— Sí, creo que si —dijo Annabelle.
Aliviada por la perspectiva de tener algo que hacer en lugar de observar sintiéndose inútil, ________ preguntó:
—Y luego, ¿qué? ¿Necesitaremos sábanas o toallas?
—Sí, sí —le dijo Annabelle volviendo la cabeza por encima del hombro, mientras ayudaba a Lillian a levantarse, le pasó un brazo por la espalda y la sujetó con firmeza
—Necesitaremos tijeras y una bolsa de agua caliente. Y dile al ama de llaves que haga subir algún aceite de valeriana, y también té de hierbas, de agripalma o de mostaza silvestre.
Mientras las demás ayudaban a Lillian a llegar a su habitación, ________ bajó apresuradamente las escaleras. Fue a la sala de billar y la encontró vacía, luego correteó a la biblioteca y también al salón principal. Parecía que Westcliff no se encontraba en ninguna parte. Controlando su impaciencia, ________ se esforzó por caminar con más calma al ver a algunos invitados en el vestíbulo, y se dirigió hacia el estudio de Westcliff. Fue un alivio encontrarlo por fin allí acompañado por su padre, el señor Hunt, y Nicholas Jonas. Los tres estaban manteniendo una conversación animada que incluía frases como “carencias en la red de distribución“ y “ganancias por unidad”.
Advirtiendo su presencia, los hombres dirigieron la mirada hacia ella. Westcliff que estaba apoyado en el escritorio, se enderezó al verla.
—Milord —dijo ________—, ¿puedo hablar con usted?
Aunque ella habló con calma, algo en su expresión debió de alertarlo. Rápidamente se acercó a ella.
—¿Qué ocurre ________?
—Es sobre mi hermana —susurró ella—. Parece que el parto ha comenzado.
________ nunca había visto al conde con una mirada como esa, de desconcierto.
—Es demasiado pronto —dijo él.
—Al parecer el bebé cree que no es así.
—Pero… si aún no es el momento. —El conde pareció sinceramente confundido de que su hijo no hubiera cumplido con el calendario y anticipara su llegada.
—No necesariamente —contestó ________ razonablemente—. Es posible que el doctor se equivocara al calcular la fecha del nacimiento. En última instancia es sólo una aproximación.
Westcliff frunció el ceño.
—¡Esperaba mucha más exactitud! Es casi un mes antes de lo… previsto —un nuevo pensamiento pasó por su mente haciéndolo palidecer—. ¿El bebé es prematuro?
Aunque ________ había tenido en cuenta la misma posibilidad, sacudió la cabeza inmediatamente.
—Algunas mujeres tardan más, otras un poco menos, y mi hermana no es muy robusta, estoy segura de que el bebé está bien. —Ella le sonrió con seguridad—. Lillian ha tenido dolores durante cuatro o cinco horas, y ahora cada diez minutos más o menos, según Annabelle.
—¿Ha estado de parto durante horas y nadie me ha informado? —exclamó Westcliff ultrajado.
—Bueno, no es técnicamente un parto a no ser que los intervalos entre las contracciones sean regulares, y ella dijo que no quería que le molestaran a usted hasta...
Westcliff soltó una maldición que asustó a ________. Se dio la vuelta para señalar con un dedo dominante pero tembloroso a Simon Hunt.
—Doctor —ladró, y salió corriendo de allí.
Simon Hunt no pareció sorprendido por el comportamiento primitivo de Westcliff.
—Pobre —dijo con una leve sonrisa, y se acercó al escritorio para guardar una pluma en su funda.
—¿Por qué lo llamó a usted “Doctor”? —preguntó Thomas Bowman, empezando a sentir los efectos de una tarde de brandy.
—Creo que quiere que vaya a buscar al doctor —contestó el señor Hunt—. Lo que tengo intención de hacer inmediatamente.
Lamentablemente tuvieron dificultades para traer al doctor, un anciano venerable que vivía en el pueblo. El lacayo que enviaron a buscarle regresó con malas noticias, mientras escoltaba al doctor al vehículo de lord Westcliff, el pobre hombre se había lastimado.
—¿Cómo? —exclamó Westcliff, habiendo salido del dormitorio para recibir el informe del lacayo.
Una pequeña multitud incluyendo a ________, Evie, lord St. Vincent, el señor Hunt, y el señor Jonas, esperaban en el vestíbulo. Annabelle seguía dentro de la habitación con Lillian.
—Milord —le contestó el lacayo con pesar —el doctor resbaló sobre el camino mojado y se cayó antes de que yo pudiera cogerlo. Se lastimó la pierna. Él dice que no cree que esté rota, pero en todo caso no podrá venir para ayudar a lady Westcliff.
Un destello salvaje apareció en los ojos oscuros del conde.
—¿Por qué no le dio usted el brazo? ¡Cielos, ese hombre es un fósil! Es obvio que no se podía confiar en que anduviera solo por el suelo mojado.
—Si es tan endeble —preguntó Simon Hunt con voz serena—, ¿entonces cómo suponías que esa vieja reliquia sería de ayuda para lady Westcliff?
El conde frunció el ceño.
—Ese doctor sabe más sobre partos que cualquiera de por aquí e incluso de Portsmouth. Ese anciano ha traído al mundo a varias generaciones Marsden.
—A este paso... —señaló lord St. Vincent—, la última generación Marsden va a llegar sin ninguna ayuda. —Se dio la vuelta hacia el lacayo—. A no ser que el doctor tuviera alguna sugerencia de cómo reemplazarlo...
—Sí, milord —repuso el lacayo con incomodidad—. Me dijo que hay una comadrona en el pueblo.
—Entonces vaya a buscarla inmediatamente —ladró Westcliff.
—Ya lo he hecho, milord. Pero… la mujer está un poco… achispada.
Lord Westcliff frunció el ceño.
—Tráigala de todos modos. En este momento no voy a preocuparme por nimiedades como una copa de vino o dos.
—Eh, milord… en realidad está un poco mas que achispada.
El conde lo miró fijamente con incredulidad.
—Maldita sea... ¿está borracha?
—Cree que ella es la reina. Me regañó porque le pise la cola de su vestido real.
Se hizo un breve silencio mientras el grupo digería la información.
—Voy a matar a alguien —exclamó el conde sin dirigirse a nadie en particular.
De repente se oyó un grito de Lillian desde el dormitorio, que hizo palidecer a su marido.
—¡Marcus!
—Ya voy —gritó lord Westcliff, se dio la vuelta para mirar al lacayo con un brillo amenazador en los ojos—. Encuentre a alguien —le espetó—. Un doctor. Una comadrona. Una curandera. Simplemente traiga… a alguien… ahora.
Cuando Westcliff desapareció en el dormitorio el aire pareció temblar siguiendo su estela, como después de un relámpago. Un repique de truenos retumbó en el cielo, agitando las lámparas de araña y haciendo vibrar el suelo.
El lacayo estaba al borde de las lágrimas.
—Diez años al servicio de su señoría y ahora seré despedido…
—Vuelva a ver al doctor —dijo Simon Hunt—, y averigüe si su pierna está mejor. Si no, pregúntele si hay algún aprendiz o estudiante de medicina, alguien que pueda suplirlo. Mientras tanto yo iré a caballo hasta el siguiente pueblo para buscar a alguien.
Nicholas Jonas, que había estado silencioso hasta ahora, preguntó:
—¿Qué camino tomará usted?
—El camino principal hacia el este —contestó Hunt.
—Entonces yo iré hacia el oeste.
________ miró a Nicholas con sorpresa y gratitud. La tormenta hacía el encargo peligroso, además de incómodo. El hecho de que él estuviera dispuesto a hacer algo así por Lillian, que no había ocultado su aversión hacia él, elevó sobremanera la opinión que ________ tenía sobre él.
—Supongo que yo tendré que ir hacia el sur —repuso lord St. Vincent secamente—. Esta mujer tenía que tener el bebé durante un diluvio de dimensiones bíblicas...
—¿Por qué no mejor se queda aquí con Westcliff? —preguntó Simon Hunt en un tono sardónico.
St. Vincent le lanzó una mirada sin una pizca de diversión.
—Iré a buscar mi sombrero.

Dos horas después de que los hombres se marcharan, el parto empezó a progresar. Los dolores se hicieron tan agudos que dejaban a Lillian sin aliento. Agarraba la mano de su marido con tal fuerza que Marcus tenía los nudillos blancos, aunque a él parecía no afectarle. Westcliff se mostraba paciente y tierno, le limpiaba la cara con un paño húmedo, procuraba que bebiera la infusión de agripalma a sorbos, incluso le daba masajes en la espalda y en las piernas para ayudarla a relajarse.
Annabelle demostró ser tan competente que ________ dudó de que una comadrona pudiera haberlo hecho mejor. Colocaba la bolsa de agua caliente a Lillian en la espalda y en el vientre y le hablaba acerca de los dolores, recordándole que si ella misma, había logrado sobrevivir a eso, Lillian seguramente también podría.
Lillian temblaba después de cada contracción dolorosa.
Annabelle le cogió la mano con firmeza.
—No tienes que estar callada, querida. Grita o maldice si eso te ayuda.
Lillian sacudió la cabeza débilmente.
—Apenas tengo energía para gritar. Conservaré mejor las fuerzas si no lo hago.
—Yo hice lo mismo. Aunque te advierto que la gente no te tendrá tanta compasión si lo soportas tan estoicamente.
—No quiero compasión —jadeó Lillian, cerrando los ojos ante otra contracción—. Lo único que quiero… es que se termine.
Westcliff tenía las facciones tensas, y ________ pensó que si Lillian quisiera compasión, solo tendría que reparar en su marido que la miraba con ojos atormentados.
—Se supone que no deberías estar aquí —le dijo Lillian a Marcus cuando la contracción terminó. Ella se aferró a su mano como si fuera un salvavidas—. Se supone que deberías estar abajo bebiendo brandy y paseando inquieto.
—¡Cielos, mujer! —refunfuñó lord Westcliff, limpiando su cara sudorosa con un el paño—. Yo soy responsable de esto. No voy a dejarte afrontar las consecuencias tu sola.
Eso ocasionó una débil sonrisa en los labios resecos de Lillian.
Se oyó un golpe en la puerta y ________ se levantó para ver quien era. Abriéndola un palmo, vio a Nicholas Jonas Swift, empapado, lleno de fango y jadeante. Una ola de alivio la inundó.
—Gracias al cielo —exclamó—. Nadie ha vuelto todavía. ¿Encontró usted a alguien?
—Sí y no.
La experiencia le había enseñado a ________ que cuando alguien contesta “sí y no” los resultados raras veces son lo qué uno habría deseado.
—¿Qué quiere usted decir? —preguntó con cautela.
—Traje a un hombre, subirá en un momento… se está lavando. Los caminos se han convertido en un lodazal… hundidos y enfangados… truena como en el infierno… fue un milagro que el caballo no se desbocara o se rompiera una pata. —Nicholas se quitó el sombrero y se secó la frente con la manga, dejando una mancha de barro por su cara.
—¿Pero realmente encontró un médico? —insistió ________ dándole una toalla limpia de una cesta que había al lado de la puerta.
—No. Los vecinos me dijeron que el doctor se ha marchado a Brighton y estará fuera dos semanas.
—¿Y una comadrona?
—Fue imposible traerla —dijo el señor Jonas concisamente—. Se encontraba ayudando a otras dos mujeres que estaban de parto en el pueblo. Cuando hablé con ella me comentó que estas circunstancias suelen darse durante una fuerte tormenta, dice que algo en el aire provoca el nacimiento de los bebes.
________ lo miró confundida.
—¿Entonces a quien trajo usted?
Un hombre medio calvo con suaves ojos negros apareció al lado de Nicholas. Tenía las ropas húmedas, pero estaba limpio, más limpio que el señor Jonas, en cualquier caso, y su aspecto era respetable.
—Buenas tardes señorita —dijo él con timidez
—Este es el señor Merritt —le dijo Nicholas a ________—. Es un veterinario.
—¿Un qué? —Si bien la puerta estaba prácticamente cerrada, la conversación pudo ser oída por los ocupantes de la habitación. La voz aguda de Lillian se oyó desde la cama.
—¿Me ha traído un médico de animales?
—Me lo recomendaron ampliamente —dijo Nicholas.
Como Lillian estaba cubierta con la ropa de cama, ________ abrió la puerta un poco más para permitirle a Lillian ver al hombre.
—¿Qué experiencia tiene usted? —le exigió Lillian al señor Merritt.
—Ayer traje al mundo a los cachorros de una hembra de buldog. Y antes de eso…
—Suficiente —dijo Westcliff de repente, cuando Lillian le agarró la mano sintiendo el inicio de otra contracción—. Entre…
________ le permitió entrar en el dormitorio, y ella salió con otra toalla limpia.
—Habría ido a otro pueblo pero... —dijo Nicholas, su voz ronca tenía una nota de disculpa —los pantanos y los arroyos se han desbordado y los caminos están intransitables. No sé si el señor Merrit será de ayuda pero no iba a volver sin nadie. —Él cerró los ojos un momento, estaba ojeroso y pálido, y ________ comprendió que había sido extenuante cabalgar en medio de la tormenta.
Formal y responsable, pensó ________. Con los dedos en una esquina de la toalla, limpió el barro que Nicholas tenía en la cara y le secó las mejillas que estaban rasposas por la barba de un día. Fascinada por el vello oscuro de su mandíbula tuvo que controlarse para no acariciarlo con la yema de los dedos.
Nicholas se dejó hacer, inclinando la cabeza para facilitarle la tarea.
—Espero que los demás tengan más éxito en la búsqueda de un médico.
—No podrán volver a tiempo —contestó ________—. El parto ha avanzado mucho en la última hora.
Él movió la cabeza hacia atrás como si el toque ligero de sus dedos lo molestara.
—¿No va a volver a entrar?
________ sacudió la cabeza.
—Mi presencia está de más, como se suele decir. Lillian odia que haya mucha gente en la habitación y Annabelle es mucho más capaz que yo para ayudarla. Pero me quedaré cerca por si acaso… me llama.
Quitándole la toalla de las manos, Nicholas se la restregó por detrás de la cabeza, donde la lluvia había empapado su rizado cabello dejándolo aún mas negro y brillante.
—Volveré en un momento —dijo él—. Voy a lavarme y a ponerme ropa seca.
—Mis padres y lady St. Vincent están en la sala Marsden —dijo ________—. Puede reunirse con ellos… es mucho más cómodo que esperar aquí.
Pero cuando Nicholas terminó de cambiarse, no se dirigió allí sino que volvió donde se encontraba ________.
Ella estaba sentada en el pasillo con las piernas cruzadas, apoyando la espalda contra la pared. Perdida en sus pensamientos, no se percató de su presencia hasta que él estuvo justo a su lado. Nicholas la miró a los ojos, iba vestido con ropa limpia aunque tenía el pelo húmedo todavía.
—¿Puedo?
________ no estaba segura de lo que él preguntaba, pero se encontró asintiendo de todos modos. Nicholas se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, con una postura idéntica a la suya. Ella nunca se había sentado de esa manera delante de un caballero, y sin duda nunca había imaginado hacerlo delante de Nicholas Jonas. Cortésmente él le dio una pequeña copa llena de un líquido rojo.
________ aceptó la copa sorprendida y la acercó a su nariz con cautela.
—Madeira —exclamó con una sonrisa—. Gracias. Aunque la celebración es un poco prematura ya que el bebé todavía no ha nacido.
—No es para celebrarlo. La ayudará a relajarse.
—¿Cómo sabía cual era mi vino favorito? —preguntó ella.
Él se encogió de hombros.
—Una casualidad afortunada.
Pero de algún modo ella sabía que no había sido la suerte.
Hablaron poco, compartiendo un silencio curiosamente agradable.
—¿Qué hora es? —preguntaba ________ de vez en cuando y él consultaba su reloj de bolsillo.
Intrigada por el tintineo de los objetos que llevaba en el bolsillo de su chaqueta, ________ comentó:
—¿Qué lleva ahí? Enséñemelo
—Nada interesante, se lo aseguro —dijo el señor Jonas sacándose del bolsillo toda una colección de artículos. Los colocó sobre el regazo de ________ que se dispuso a investigar.
—Es usted como un hurón —le dijo con una sonrisa. Había un cuchillo plegable, hilo de pescar, algunas monedas, la punta de una pluma, sus gafas, una latita de jabón de la marca Bowman, por supuesto, y un sobrecito de papel encerado que contenía polvo de corteza de sauce.
Sosteniendo el sobre entre el pulgar y el índice, ________ preguntó:
—¿Padece usted de jaquecas, señor Jonas?
—Yo no. Pero su padre sí, las padece siempre que recibe malas noticias. Y por lo general soy yo quien se las comunica.
________ se rió y hurgó en el montón sacando una diminuta cajita de fósforos de plata.
—¿Para que lleva fósforos? Creí que usted no fumaba.
—Uno nunca sabe cuando será necesario hacer un fuego.
________ levantó una cajita de alfileres y arqueó las cejas de manera inquisidora.
—Los uso para unir documentos —explicó él—. Pero han sido útiles en otras ocasiones.
Ella exclamó con un tono burlón:
—¿Existe alguna emergencia para la cual usted no esté preparado, señor Jonas?
—Señorita Bowman, si dispusiera de los bolsillos suficientes, podría salvar el mundo.
Fue el modo en que lo dijo, con una especie de arrogancia triste pretendiendo divertirla, lo que derrumbó las defensas de ________. Sonrió sintiendo una cálida sensación de bienestar, aunque sabía perfectamente que sus sentimientos hacía él sólo empeorarían su situación. Inclinándose sobre su regazo, cogió un puñado de pequeñas tarjetas atadas con un hilo.
—Me dieron instrucciones de traer a Inglaterra tarjetas de visita —dijo el señor Jonas—. Aunque no estoy seguro de que sean útiles aquí.
—Por supuesto que no, usted nunca debe dejar una tarjeta de presentación cuando visite a un inglés —le aconsejó ________ —. Está mal visto aquí. Implica que usted está tratando de reunir dinero con algún fin.
—Generalmente es así.
________ volvió a reír. Reparó en otro objeto intrigante, y lo cogió para inspeccionarlo.
Un botón.
Arrugó la frente mientras lo miraba con atención, el botón tenía el grabado de un molino de viento. Por el otro lado tenía una fina placa de cristal, sujeta por una tira de cobre. Dentro de la placa se distinguía un mechón de pelo negro.
Nicholas se puso pálido y alargó la mano para quitárselo, pero ella cerró la mano.
A ________ se le aceleró el pulso.
—Yo he visto esto antes —exclamó—. Eran cinco... mi madre hizo un chaleco para mi padre con cinco botones. Uno con el grabado de un molino de viento, el otro de un árbol, el otro de un puente… nos cortó un mechón de pelo a cada uno de sus hijos y los puso dentro de los botones. Recuerdo cuando me lo cortó a mi, lo hizo en la nuca para que no se me notara.
Sin mirarla, Nicholas recuperó los demás objetos y los volvió a guardar en su bolsillo.
Se quedó callado y ________ esperó en vano una explicación. Finalmente ella alargó la mano y le tocó el brazo.
Nicholas no se movió, y clavó los ojos en su mano, sobre la manga de su chaqueta.
—¿Cómo consiguió usted esto? —susurró ella.
Nicholas tardo tanto tiempo en contestar que ella pensó que ya no lo haría.
Después de un momento él confesó con irritación:
—Su padre llevó el chaleco a las oficinas de la empresa. Le gustó a todo el mundo. Pero ese mismo día tuvo un arranque de mal genio, golpeó un frasco de tinta y se le derramó encima, Cómo es lógico el chaleco se estropeó. Pensando en el disgusto que tendría su madre me lo dio a mí para que me deshiciera de él.
—Pero usted guardó este botón —________ sentía una opresión en el pecho que no la dejaba respirar, el corazón le latía frenético—. El molino de viento. Era el mío. ¿Ha… ha guardado usted un mechón de mi pelo durante todos estos años?
Nicholas volvió a guardar silencio.
________ nunca supo que habría contestado, porque el momento se rompió por el sonido de la voz de Annabelle en el pasillo.
—¡________!
Con el botón en la mano, ________ intentó levantarse. El señor Jonas la ayudo a ponerse en pie, agarrándola por la muñeca con una mano tiró de ella con cuidado. Cuando estuvo en pie, le tendió la otra mano abierta y le dirigió una mirada inescrutable.
________ se dio cuenta de que quería que le devolviera el botón, y dejó escapar una risita incrédula.
—Es mío —protestó ella. No porque quisiera el maldito botón, sino porque le parecía muy extraño que él hubiera tenido esa pequeña parte de ella durante tantos años. La asustó lo que eso podría significar.
Nicholas permaneció inmóvil y en silencio, esperando con una paciencia inflexible hasta que ________ abrió la mano y dejó caer el botón sobre su palma. Él volvió a guardarlo en su bolsillo como una urraca posesiva y la soltó.
Desconcertada, ________ se dirigió hacia el cuarto de su hermana. Cuando oyó el llanto de un bebé, retuvo el aliento con expectación. Estaba sólo a unos pasos de la puerta de la habitación, pero le parecieron millas.
Annabelle la esperaba en la puerta, se la veía débil y cansada, pero lucía una sonrisa radiante en el rostro. Llevaba en los brazos un pequeño bulto envuelto en lino al que limpiaba con una esponja. ________ se llevó la mano a la boca y sacudió ligeramente la cabeza, sonrió aunque los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Oh, Dios mío… — exclamó mirando al bebé que estaba un poco colorado, tenía el pelo negro y unos brillantes ojos oscuros.
—Dile hola a tu sobrina —le dijo Annabelle, dándole con delicadeza al bebé.
________ la cogió con cuidado, asombrada por lo bonita que era.
—¿Y mi hermana… ?
—Lillian está bien —le informó Annabelle—. Lo ha hecho estupendamente.
Con la niña en los brazos, ________ entró en el dormitorio. Lillian descansaba contra un montón de almohadas con los ojos cerrados. Se la veía muy pequeña en la gran cama, tenía el pelo peinado en dos trenzas como una niña. Westcliff, que estaba a su lado, parecía que acababa de luchar la batalla de Waterloo él solo, sin ayuda de nadie.
El veterinario estaba en el lavabo, enjabonándose las manos. Al mirar a ________ le sonrió y ella le contestó con otra sonrisa.
—Felicidades, señor Merritt —le dijo—. Parece que ha añadido usted una nueva especie a su repertorio de nacimientos.
Lillian abrió los ojos al oír su voz.
—¿________?
________ se acercó a la cama con el bebé en los brazos.
—¡Oh, Lillian, es la cosita más hermosa que he visto nunca!
Su hermana sonrió y dijo con voz somnolienta.
—Para mí también. ¿Podrías... —hizo una pausa para bostezar—, ...enseñársela a papá y mamá?
— Sí, desde luego. ¿Cómo se va a llamar?
—Merritt.
—¿Le vas a poner el nombre del veterinario?
—Bueno... demostró ser bastante eficiente —contestó Lillian—. Y Marcus me ha dicho que puedo elegir su nombre.
El conde arropó a su esposa con cariño y la besó en la frente.
—Aún no tienes un heredero —susurró Lillian con una tierna sonrisa—. Supongo que tendremos que tener otro hijo.
—No, no lo tendremos —contestó lord Westcliff con voz ronca—. No pasaré por esto nunca más.
Divertida, ________ miró a Merritt, que dormía en sus brazos.
—Se la presentaré a los demás —dijo con suavidad.
Al salir al pasillo, se sorprendió de encontrarlo vacío.
Nicholas Jonas se había ido.

Cuando ________ se levantó a la mañana siguiente, sintió un gran alivio al saber que el señor Hunt y lord St. Vincent habían regresado sin percances a Stony Cross Park. Lord St. Vincent encontró el camino del sur infranqueable, el señor Hunt había tenido más suerte. Halló a un médico en un pueblo vecino, pero el hombre se negó a viajar en medio de una tormenta tan peligrosa. Al parecer el señor Hunt tuvo que intimidarlo para obligarle a venir. En cuanto llegaron a Stony Cross Park, el doctor examinó a Lillian y a Merritt y dictaminó que las dos estaban en excelentes condiciones. Según él, la niña era pequeñita pero estaba perfectamente formada, y tenía buenos pulmones.
Los invitados recibieron las noticias del nacimiento con algunos murmullos de pesar por el sexo del bebé. Sin embargo al contemplar el rostro de lord Westcliff sosteniendo a su hija recién nacida, oyendo como le susurraba que compraría ponis, castillos y reinos enteros para ella, ________ comprendió que él no podría ser más feliz aunque Merritt hubiera sido un varón.
________ compartió el desayuno con Evie, siendo consciente del peculiar enredo de sus emociones. Aparte de la alegría que le provocó el nacimiento de su sobrina y la tranquilidad de que su hermana estaba bien, se sentía… nerviosa, mareada e irritable.
Todo por culpa de Nicholas Jonas.
________ agradecía no haberlo visto todavía. Después del episodio del botón la noche anterior, no estaba segura de cómo debía reaccionar.
—Evie... —le suplicó en privado—. Tengo que contarte algo. ¿Quieres dar un paseo por los jardines conmigo? —Ahora que la tormenta había terminado, un tímido sol asomaba por el cielo.
—Claro. Por supuesto Aunque está todo lleno de barro…
—No saldremos del camino de grava. Pero tiene que ser fuera. Es demasiado íntimo para contártelo aquí.
Evie abrió mucho los ojos, y se bebió el té tan rápido que debió escaldarse la lengua.
La tormenta había desarreglado el jardín, había hojas y capullos de flores dispersos por todas partes, pequeños troncos y ramas llenaban el sendero, por lo general impecable. El aire estaba perfumado por el olor de los pétalos húmedos y de la tierra mojada por la lluvia. Disfrutando de ese delicioso aroma, las dos amigas dieron un paseo por el camino cubierto de grava. Ambas llevaban un chal sobre los hombros, caminaron mientras la brisa las empujaba con la impaciencia de un niño travieso.
________ se sintió aliviada de poder hablar de sus preocupaciones con Evie. Le contó todo lo ocurrido entre ella y Nicholas Jonas, incluyendo el beso y el descubrimiento del botón que él llevaba en su bolsillo. Evie sabía escuchar, quizás debido a su eterna batalla contra el tartamudeo.
—No sé que pensar —dijo ________ con tristeza—. No entiendo mis sentimientos hacia el. No sé por qué el señor Jonas me parece diferente ahora y porque me siento atraída por el. Todo era mucho más fácil cuando le odiaba. Pero anoche cuando descubrí ese maldito botón…
—Hasta anoche no se te había ocurrido pensar que él pudiera tener sentimientos hacia ti... ¿verdad? —murmuró Evie.
—Sí, eso es.
—¿________ … es posible que sus actos hayan sido premeditados? ¿Que te engañe, y que ese botón en su bolsillo haya sido una especie de es-estratagema?
—No. Si le hubieras visto la cara... Parecía desesperado cuando se dio cuenta de que debía explicarme porqué tenía ese botón. Oh, Evie… —________ le dio una patada a un guijarro con aire taciturno—. Tengo la terrible sospecha de que Nicholas Jonas puede tener todo lo que yo siempre he deseado en un hombre.
—Pero si te casas con él, tendrías que volver a Nueva York —repuso Evie.
—Sí, tarde o temprano, y no puedo marcharme. No quiero vivir lejos de mi hermana y de todas vosotras. Además me gusta Inglaterra, aquí puedo ser yo misma, mucho más que en Nueva York.
Evie consideró el problema con calma.
—¿Qué ocurriría si el señor Jonas estuviera dispuesto a vivir aquí permanentemente?
—Eso no sucederá. Hay muchas mas oportunidades en Nueva York… y si él se quedara aquí tendría el inconveniente de no pertenecer a la nobleza.
—Pero... ¿y si estuviera dispuesto a intentarlo? —la presionó Evie.
—Aún en ese caso, nunca podría llegar a ser la clase de esposa que él necesita.
—Creo que deberíais mantener una conversación, y ser sinceros —dijo Evie con decisión—. El señor Jonas es un hombre maduro e inteligente que seguramente no espera que te conviertas en algo que no eres.
—No serviría de mucho, de todos modos —dijo ________ con tristeza—. Lo ha dejado muy claro, no puede casarse conmigo bajo ninguna circunstancia. Esas fueron sus palabras exactas.
—¿Que es lo que le disgusta, tú o la idea del matrimonio?
—No lo sé. Todo lo que sé es que debe sentir algo por mí si lleva un mechón de mi pelo en el bolsillo. —Al recordar como había cerrado la mano alrededor del botón, de manera tan posesiva, sintió un temblor nada desagradable bajándole por la espalda. —Evie... — preguntó—, ¿cómo sabes que estás enamorada?
Evie consideró la pregunta mientras bordeaba un seto lleno de prímulas de diversos colores.
—Estoy s-segura de que supones que debo decir algo sabio y provechoso —dijo ella con gesto humilde—. Pero mi situación fue diferente de la tuya. Sebastián y yo no esperábamos enamorarnos. Nos cogió por sorpresa.
—Sí, pero ¿cómo lo supiste?
—Fue en el instante en que comprendí que él estaba dispuesto a morir por mí. No creo que nadie, ni siquiera Sebastián, creyera que él fuese capaz de ese sacrificio. Eso me enseñó que puedes asumir que conoces a una persona bastante bien… pero que esa persona puede s-sorprenderte. Todo pareció cambiar a partir de ese momento y de repente él se transformó en lo más importante en el mundo para mí. No, no lo más importante… lo más necesario. Oh, lamento no poder expresarme con más claridad…
—Entiendo —murmuró ________, aunque no lo entendía muy bien y eso la llenó de tristeza. Se preguntaba si alguna vez sería capaz de amar a un hombre de esa manera. Quizás había volcado sus sentimientos más profundos sobre su hermana y sus amigas… quizás no quedaba nada para alguien más.
Caminaban siguiendo una hilera de arbustos de enebro detrás de los cuales se extendía un sendero empedrado que bordeaba la casa. De pronto oyeron unas voces masculinas manteniendo una conversación. El volumen de las voces no era normal. De hecho, hablaban en susurros delatando que la conversación era algo privado, y por lo tanto misterioso. ________ se detuvo entre los arbustos y le hizo señas a Evie para que se mantuviera quieta y callada.
— … no parece muy robusta para engendrar… —decía uno de los caballeros.
El comentario tuvo como contestación un murmullo indignado.
—¿Delicada? ¡Santo cielo! Esa mujer tiene el coraje para escalar el Mont Blanc con un cortaplumas y un cordel, sus hijos serán fuertes y sanos.
________ y Evie se miraron la una a la otra con mutuo asombro. Ambas voces eran fácilmente reconocibles como las de lord Llandrindon y Nicholas Jonas.
—A decir verdad... —dijo lord Llandrindon con escepticismo—. Mi impresión es que es una muchacha a la que le gustan demasiado los libros. Es más bien una intelectual.
—Sí, le gustan los libros. Pero también resulta que le gusta la aventura. Tiene una imaginación notable acompañada de un apasionado entusiasmo por la vida y una constitución de hierro. No encontrará una igual a este lado del Atlántico o del otro, de dónde vengo.
—Nunca tuve ninguna intención de considerar el otro lado del Atlántico —dijo lord Llandrindon con sequedad—. Las muchachas inglesas poseen todas las características que yo deseo en una esposa.
________ comprendió que hablaban de ella y se quedó boquiabierta. Se sentía dividida entre el placer por la descripción que Nicholas había hecho de ella, y la indignación porque trataba de venderla a lord Llandrindon como si fuera una botella de tónico en el carro de un vendedor callejero.
—Deseo una esposa equilibrada —prosiguió lord Llandrindon—, afable… tranquila.
—¿Tranquila? ¿Y no espera que sea inteligente? ¿No es mejor una muchacha segura de si misma que no intente imitar algún pálido ideal de feminidad subordinada?
—Respóndame a una pregunta —repuso lord Llandrindon.
—¿Sí?
—Si esa joven es tan notable, ¿por qué no se casa usted con ella?
________ retuvo el aliento, esforzándose por oír la respuesta del señor Jonas. Pero para su profunda frustración su voz sonó amortiguada por los arbustos.
—¡Caray! —murmuró y se dispuso a seguirlos.
Evie le dio un tirón sujetándola por la espalda.
—No —susurró bruscamente—. No seas imprudente, ________. Fue una suerte que no nos vieran.
— ¡Pero quiero escuchar el resto de la conversación!
—Yo también —Evie la miró con los ojos muy abiertos—. ________ … —le dijo maravillada—… creo que Nicholas Jonas
está enamorado de ti.
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