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Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Sáb 10 Nov 2012, 7:38 pm

chelis escribió: ;)

:P
See.Into.My.Mind♥
See.Into.My.Mind♥


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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA - Página 12 Empty Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA

Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Sáb 10 Nov 2012, 7:41 pm

ElitzJb escribió:oh pobre esos chicos ojala y nick haga algo...
nick la quiere siiiiiiiii
pero hay muchos pro y contras en esa relacion
digame cuando nick se entere de la verdadera razón x el cual se convirtió en cortesana
querrá matar al vijo cochino ese.... estoy segura de eso
siguela quiero mas capitulos

todo en esta vida se soluciona, lo que yo opino que tienen tantas cosas en comun y se cuentan de todo. pero ella no confia ¬¬y me da rabia xD
ya suuubo altiro
See.Into.My.Mind♥
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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA - Página 12 Empty Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA

Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Sáb 10 Nov 2012, 7:42 pm

chelis escribió:OOTROOOO

yaa la subo :hug:
See.Into.My.Mind♥
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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA - Página 12 Empty Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA

Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Sáb 10 Nov 2012, 7:45 pm

Ya chicas aquí les dejo el capi completo (:


12. 1/2



El coche del correo paraba diariamente en la suave y ondulada campiña del condado de Leicester, a la altura del pintoresco mercado de Melton Mowbray. Un robusto muchacho a cargo de una importante responsabilidad saludaba al tranquilo conductor del coche del correo todos los días y recogía los envíos del gobierno que habían sido franqueados para su patrón, junto con el ejemplar diario del London Times del señor.
El muchacho emprendía entonces el trayecto de una hora de duración por la verde y agradable campiña, agradeciendo los caminos con sombra, pues el sol brillante calentaba con fuerza. Al final, el tejado de pizarra de cuatro aguas de la majestuosa casa solariega se elevaba por encima de la cuesta que tenía ante él. Al llegar a lo alto de la cuesta el muchacho se detuvo para recobrar el aliento.
La brisa ensortijaba su cabello despeinado mientras contemplaba la casa solariega de ladrillo rojo abrigada por las colinas onduladas, con su estanque brillante bajo el cielo azul veraniego. Sin embargo, no se detuvo demasiado ya que el conde de Coldfell estaría esperando el Times.
Colgándose en el hombro la cartera de piel con el correo y el periódico, entornó los ojos para protegerse de la luz del sol. Podía ver a lo lejos a los albañiles y carpinteros subidos en los andamios, arreglando el ala este de la casa que se había incendiado antes de que la pobre y guapa condesa pelirroja se ahogase.
«Pobre señor», pensó el muchacho, mientras divisaba cómo su señoría salía cojeando apoyado en su bastón para inspeccionar los progresos de los trabajadores.
El muchacho realizó el resto del trayecto hasta su destino andando a trote corto, portando su preciosa carga. Cuando se acercó a él, el amable y anciano conde le revolvió los cabellos con una sonrisa y cogió el periódico.
Coldfell se metió en su estudio con el ejemplar del día del Times bajo el brazo, cerró la puerta tras él y apoyó su bastón contra la pared. Con la boca contraída de ansiedad, se puso el monóculo y examinó el diario en busca de alguna noticia sobre la muerte de Frankie. Tras varios minutos de búsqueda concienzuda, los ojos de Coldfell se entornaron.
Nada.
Se puso en pie con el ceño fruncido y el monóculo se le cayó del ojo.
–Maldita sea, Jonas, ¿a qué estás esperando?
Nicholas había prometido que vengaría la muerte de Danielle y que destruiría a Frankie, pero desde que Coldfell se había marchado a la campiña el duque no había hecho más que pasear por Londres del brazo de su joven y deslumbrante acompañante. Podía entender perfectamente que Jonas fuera un hombre viril y que tal vez necesitara el consuelo de una mujer después de la muerte de Danielle. Sin embargo, no le agradaba la idea. Estaba claro que el duque necesitaba que le recordasen cuál era su misión. Coldfell pensaba regresar a la ciudad al cabo de unos días para asistir a la velada tory que iba a celebrar la anfitriona de Jonas en nombre de su protector. Entonces vería por sí mismo qué demonios había entre aquella cortesana y el hombre destinado a ser su yerno.
A medida que avanzaba el verano, Frankie Breckinridge se vio inundado por un abatimiento y una tristeza absolutos cuya existencia desconocía hasta entonces.
Solo tenía ganas de sentarse en el mirador del club y contemplar con amargura el desfile de la Victoria, que parecía burlarse de su derrota. «Ya no querrá ser mi esposa».
Se bebió de un trago su vaso de cerveza y se marchó, e intentó eludir la inquietud que anidaba en su pecho conduciendo un rato. Redujo la velocidad para mirar lascivamente por la ventana de la tienda donde había visto a ____ probarse sus bonitos vestidos. «La odio. La quiero. La necesito.» Maldita sea, ¿a qué clase de intercambio se refería Jonas aquella noche en Vauxhall?
Lanzó la colilla de su puro a la calle e hizo restallar nuevamente las riendas de su faetón con una sonrisa desdeñosa. Avanzó a toda velocidad por las calles de Londres como si quisiera dejar atrás su obsesión. ¿Por qué no podía olvidarla? No entendía por qué ella lo atormentaba de ese modo y hacía que se enfadase tanto. O bien era el destino, o mucho se temía que había algo que no funcionaba bien en su cabeza.
Fue a todos los lugares donde solía encontrarla vendiendo naranjas y al piso sombrío en una de cuyas habitaciones de alquiler se había alojado.
Abandonó los alrededores de la ciudad y se dirigió hacia el norte en dirección a Islington, hasta que llegó al sombreado camino bordeado de árboles que conducía a la Academia para Jóvenes Damas de la señora Hall, el lugar donde había trabajado ____, ya que había dado con una forma de vengarse de Jonas, si finalmente se atrevía.
La academia se alzaba en la vecindad de un pequeño y pintoresco pueblo, aunque apartada y distante como una soltera adinerada a la hora del té. Después de haber ido a ver a ___ todos los días durante un mes, Frankie conocía el horario diario de la escuela, al igual que la distribución de los jardines.
La imponente academia de ladrillo estaba separada del grupo de tiendas y del pub por una extensión de campo verde, unos antiguos campos comunales en los que se habían plantado flores y habían acabado convertidos en un parquecillo. En medio del césped había un estanque perfectamente cuidado con una bandada de gansos, algunos patos y un espléndido cisne que contemplaba vanidosamente su reflejo. A las estudiantes les gustaba dar de comer a las aves acuáticas.
Frankie detuvo su faetón al lado del camino, saltó del carruaje y dejó el vehículo al cuidado de su temeroso mozo de cuadra. Miró su reloj de bolsillo mientras cruzaba la calle despreocupadamente en dirección a la panadería. Allí compró una barra de pan y a continuación salió de nuevo al exterior, bajo el sol cegador, y caminó hacia el estanque para dar de comer a los patos con el aire de un hombre que no se metía donde no lo llamaban.
Al inclinarse para lanzar unas migas a las aves oyó, justo a tiempo, el sonido de la campana de la academia a sus espaldas. Una tenue sonrisa asomó a sus labios. Ese día iba a atraer a su presa lo suficiente para que se acercase a hablar con él. Lo intuía.
Oyó a su espalda cómo reían entre dientes y charlaban las alumnas mientras salían en fila de la exclusiva academia, de dos en dos, para disfrutar de su paseo diario. Miró lentamente por encima del hombro en dirección a las muchachas.
Caminando con elegante decoro y vestidas de blanco virginal, las estudiantes avanzaban por el camino que conducía hacia los campos comunales donde solían entretenerse. Había unas treinta en total. Frankie las recorrió con sus ojos expertos, pero su mirada se posó en una joven belleza que permanecía apartada del grupo como el cisne entre los patos.
Lady Jacinda Jonas: la querida hermana pequeña de Nicholas.
Ella constituía el medio perfecto para enseñarle a Jonas que no se jugaba con Frankie Breckinridge.
Mientras que las otras chicas lucían sombreros o llevaban el pelo recogido en trenzas o rizado, Jacinda tenía una melena de pelo rizado color miel que flotaba como una nube alrededor de su cara con mejillas de manzana. Era una joven traviesa, descarada, atrevida y precoz con los pómulos elevados, y brillantes ojos marrones con una sensual forma de almendra, se reía más a menudo y de forma más sonora que cualquiera de las demás chicas, estaba siempre en movimiento, y parecía bailar cuando andaba. Tenía al menos dieciséis años, diecisiete como mucho, y su cuerpo poseía una elegancia grácil digna de una ninfa que se adecuaba perfectamente a su conducta animada y traviesa.
Era lo que Frankie necesitaba.
Y, mientras aguardaba a que se acercase con la experta paciencia de un cazador, sintió algo más que el despertar del deseo. La excitación palpitaba en su interior. La brisa llevó hasta él unas risitas nerviosas, y percibió la emoción de la muchacha al descubrir que había vuelto su admirador. Pero ¿cómo iban a hablar el uno con el otro?
Él esperaba aprovecharse de su ingenuidad juvenil, pero sabía que ella tenía prohibido dirigirse a un hombre sin que antes le hubiera sido presentado formalmente. Él tampoco podía dirigirle la palabra sin infringir las normas del decoro.
Lady Jacinda se acercó por el sendero con su compañera, una chica insulsa con el pelo castaño recogido en un moño que parecía resignada a la soltería. Jacinda llevaba una sombrilla llena de volantes y andaba con la delicadeza de una potrilla vanidosa en una plaza de armas ante la proximidad de un semental, mientras su anodina amiga leía un libro en voz alta.
En vista de las seductoras y coquetas miradas que la joven le lanzaba, Frankie consideró que estaba más que ansiosa por ser seducida. Podía imaginar perfectamente lo mucho que debía de atormentar a los muchachos de su edad, pero seguramente no había recibido antes semejantes atenciones por parte de un hombre, un hombre que sabía cómo satisfacer los florecientes deseos que sin duda invadían su cuerpo adolescente. Todo apuntaba a que la joven tenía una naturaleza lujuriosa. Después de todo, era la única hija de la Zorra Jonas original.
Cuando Jacinda le lanzó otra mirada furtiva, él se mojó los labios y le sonrió.
Ella agitó los rizos y apartó la vista al tiempo que se sonrojaba. Su amiga con aspecto de solterona siguió su mirada e inmediatamente frunció el entrecejo, con el rostro demacrado y reprobatorio de una institutriz. Hablaron en voz baja. Frankie sonrió para sus adentros. Se le ocurrió que cuando consiguiera estar a solas con ella a Jacinda tal vez le apeteciera echar una ojeada a sus cicatrices. A las mujeres les encantaban.
Partió unos pedazos de pan y se los tiró a los patos, sintiendo las miradas de las muchachas posadas sobre él. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, lady Jacinda demostró que había heredado el don de su madre para el flirteo. Ya fuese debido al ingenio femenino o a la intervención de una hembra todavía más coqueta que ella, la madre naturaleza, la ligera sombrilla de seda de Jacinda resbaló de su mano enguantada, fue arrastrada por una ráfaga de aire igual que una cometa, y aterrizó en medio del estanque.
Frankie se dio la vuelta justo cuando ella echaba a correr en dirección a la orilla del estanque, en medio de los ruidosos patos. Jacinda patinó y se detuvo junto a él.
–¡Oh, no! –gritó la joven, llevándose las manos a las mejillas como Sarah Siddons en el escenario del Covent Garden.
Frankie estuvo a punto de caer rendido a sus pies ante aquel gesto.
–Señorita –dijo con una humilde reverencia, conteniendo la risa–, permítame.
–Señor, no puedo abusar de su amabilidad...
Pero Frankie se quitó la chaqueta con una media sonrisa galante y empezó a meterse en el agua para recuperar el caro adminículo. Con el cuerpo sumergido en el agua fría hasta los muslos, alargó la mano y agarró el objeto, ocultando su irritación por haber estropeado unas botas que le habían costado setenta guineas. Vengarse de Jonas merecería la pena, se dijo. Regresó a la orilla, donde su pequeña presa lo esperaba radiante y sonrojada, mientras el viento agitaba sus rizos dorados.
–Me temo que ha quedado inservible –dijo, saliendo del lodo y tendiéndole la sombrilla.
Una cascada de risas entrecortadas brotó de los labios de ella.
–Gracias, señor...
–Sir Frankie Breckinridge, a su servicio, mademoiselle.
–Hola, yo soy Jacinda –susurró, echando una ojeada por en¬ cima del hombro.
Su amiga permanecía apartada con el entrecejo fruncido. Una maestra con delantal avanzaba hacia ellas.
–Es usted preciosa –susurró él–. ¿Puedo escribirle?
Jacinda abrió los ojos como platos, radiante de emoción.
–¡Creo que no es lo correcto!
–Tampoco lo es que las señoritas tiren sus sombrillas a los estanques– se burló Frankie sutilmente–. ¿Tanto le agrada la corrección?
–Jacinda –le avisó su compañera–, viene la señorita Alverston!
–Entretenla, Lizzie –replicó ella por encima del hombro. –¿Le gusta pasear en coche? Venga a dar una vuelta conmigo.
–¡Sir Frankie! –exclamó ella, mostrándose escandalizada e increíblemente anhelante al mismo tiempo.
–Le enseñaré a conducir mi faetón. ¿No le gustaría? Se lo enseñaré todo –susurró, mirando sus labios rosados.
–¡Lady Jacinda! ¡Deja de molestar a ese caballero ahora mismo! –chilló la monitora al llegar junto a ellas.
–Se le cayó la sombrilla, señorita Alverston –intentó explicar la compañera con aspecto de solterona.
Jacinda no prestó atención a ninguna de las dos y se quedó mirando a Frankie, embelesada ante las seductoras palabras que había pronunciado, con sus grandes y aterciopelados ojos marrones muy abiertos.
La mujer se acercó y la agarró de la muñeca.
–Buenos días, señor, esto es una propiedad privada. Tendrá que leer el periódico en otra parte.
–Oh, no lo sabía, lo siento –dijo él con suavidad, mirando a la mujer despectivamente.
–Gracias por recuperar mi sombrilla –afirmó Jacinda mientras la maestra le tiraba de la muñeca, y a continuación la joven belleza se dio la vuelta y empezó a moverse para no quedarse atrás.
Sin embargo, su prudente compañera, a la que ella había llamado Lizzie, se detuvo y miró a Frankie con los brazos en jarras.
–Me acuerdo de usted –le advirtió Lizzie–. Es el hombre cruel que hizo que despidieran a nuestra profesora favorita. ¡Será mejor que no vuelva por aquí!
–¿Y qué vas a hacer tú para evitarlo?
–¡Me chivaré!
–Dios mío, tendré que soportar el rapapolvo de la directora.
–No es a ella a quien se lo contaré... grosero. Se lo diré a los hermanos de lady Jacinda... ¡A los cinco! ¡Y lo harán picadillo! –Lizzie –gritó alguien.
–¡Ya voy!
–Más vale que tengas la boca cerrada –refunfuñó Frankie.
–Y más vale que usted no se acerque a mi mejor amiga –dijo ella en tono malhumorado, y se dio media vuelta y volvió corriendo a la escuela.
Frankie se burló de ella mientras veía cómo se marchaba, consciente de que sus planes probablemente se iban a ver frustrados.
Por muy dulce que aquella venganza pudiese resultar, perseguir a Jacinda Jonas era un acto suicida. Jonas solo ya era un enemigo lo suficientemente importante, no quería ni pensar lo que sería ponerse a mal con el bandido de Jack o con Damien, el héroe de guerra que seguramente regresaría pronto.
Escupió sobre la hierba de color esmeralda y volvió al faetón con paso airado.
Tal vez no fuera imparcial, pensó Nick, pero mientras la música de la orquesta vibraba a través del salón Argyle la noche del baile de las cortesanas, decidió con considerable orgullo que su anfitriona era de lejos la mujer más hermosa del lugar. Un deslumbrante vestido azul claro cubría sus esbeltas curvas y dejaba a la vista una porción tan generosa de escote que hacía que a Nicholas se le hiciese la boca agua. Le habría gustado verla sin nada a excepción de aquella gargantilla de diamantes y lapislázulis que brillaba en su cuello.
Había vuelto a gastarse un dineral en ella y la había sorprendido con aquel regalo justo antes de la fiesta. Cuando Nick se dio cuenta de que estaba sumiéndose rápidamente en aquella locura y de que ni siquiera le importaba, dejó escapar un suspiro de arrepentimiento. Solo con verla se le levantaron los ánimos.
____ estaba charlando con tres de las Cuatro Estupendas, animando la fiesta para diversión de Nicholas, y encandilando a todo el que se cruzaba con ella. Parecía que tuviera un fulgor dorado a su alrededor que hiciera que todo el mundo se dirigiera hacia ella y se marchara sonriendo... sobre todo si esas personas eran hombres, pensó Nick, que empezaba a impacientarse con el círculo social de ____. Quería que volviese a su lado, que era donde ella debía estar. Que Dios lo perdonase, pero estaba loco por ella.
Agitó su brandy con el entrecejo fruncido y dejó la copita en el bar, preguntándose si acabaría tan obsesionado con aquella mujer como Frankie. Con la mirada clavada en ella, avanzó resueltamente entre la multitud respondiendo mecánicamente a los saludos de sus conocidos. No hizo el menor caso a la vistosa fiesta que tenía lugar a su alrededor; toda su atención estaba centrada en ella. Historias picantes, carcajadas roncas, brincos, besos y arrumacos descarados se sucedían por todas partes. Las cortesanas daban permiso a los hombres para que se portasen mal.
____ vio que él se acercaba y sus ojos resplandecieron de tal forma que su brillo oscureció el lustre de las joyas. Una sonrisa cautivadora asomó a sus labios. Nicholas estaba hipnotizado.
Ella le sostuvo la mirada mientras él atravesaba el grupo de hombres que la rodeaban. El corazón de Nick se encendió en cuanto la tocó. La tomó de la mano mirándola con embeleso y la condujo hacia la pista de baile, ajeno a las protestas de los jóvenes que habían estado pidiéndole un baile. La persuadió con una mirada leve e íntima y la introdujo en el minué. Ninguno de los dos alteró su mirada desafiante durante el baile. Nick estuvo pendiente de todos los movimientos de ___, aspirando la fragancia de su perfume cada vez que ella pasaba junto a él siguiendo los pasos del baile. Ella bajó la barbilla y le lanzó una mirada cautivadora por encima del hombro al pasar a su lado. Nicholas extendió el brazo y la detuvo poniéndole una mano en la cintura. _____ lo miró en actitud dubitativa.
Dejaron de bailar, aunque el minué continuó a su alrededor. Se miraron el uno al otro a escasos centímetros de distancia, inmóviles, sin ni siquiera besarse, como las figurillas de porcelana de una pareja de amantes. Nicholas podía oír el pulso de la sangre en sus oídos. Y entonces, bajo los alegres sones de la orquesta, oyó otra melodía en el interior de su corazón, libre, salvaje y dulce como el canto de un ruiseñor.
_____ lo miró fijamente con los labios ligeramente entreabiertos y los ojos brillantes de asombro, como si ella también lo oyera.
Entonces él lo supo. Le cogió la mano, temblando por dentro con un temor reverencial. Era inútil. Lo imposible había sucedido. Estaba enamorado de ella
___ no sabía qué estaba pasando. Su protector la miraba fijamente como si hubiese sido alcanzado por un cometa llameante. Estaba a punto de preguntarle si se encontraba bien, cuando Harriette se acercó a ellos y enlazó alegremente su brazo en el de ___.
–Excelencia, lo siento mucho pero tengo que llevármela un momento. Se la traeré en un periquete. ___, si eres tan amable, hay alguien que quiere verte...
–No –dijo Nicholas con voz áspera, agarrando a ___ con fuerza de la muñeca.

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Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA - Página 12 Empty Re: Seductora Inocencia (Nick y ____.) TERMINADA

Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Sáb 10 Nov 2012, 7:49 pm

2/2
Harriette y ___ se giraron sorprendidas. Él pareció percatarse entonces de lo descortés de su conducta.
Harriette se echó a reír y lo golpeó suavemente en el brazo con el abanico.
–Pórtese bien, Jonas. ___ está aquí para entretener al personal, ya lo sabe.
Nicholas soltó la mano de ___ y la miró de forma implorante.
–Ella puede hacer lo que le parezca correcto, de eso estoy seguro.
___ frunció el entrecejo.
–¿Te encuentras bien?
–Estoy perfectamente –susurró él.
–Date prisa, niña. Es urgente. –Harriette empezó a tirar de ella.
___ la siguió con paso ligero, pero miró por encima del hombro en dirección a Nicholas mientras Harriette tiraba de ella. Él seguía mirándola, con sus ojos oscuros brillando intensamente.
–¡Vamos, deprisa! No te imaginas quién quiere verte. Me muero de envidia.
–¿Quién es?
–El zar Alejandro.
___ se quedó boquiabierta, se paró y soltó su mano.
–Estás de guasa.
–No mires ahora, está en la tribuna con su séquito. Te ha visto entre la gente –dijo Harriette chillando de alegría.
___ alzó la vista en dirección a la tribuna y advirtió movimiento, pero la gente situada ante la barandilla estaba dispersándose.
–¿Qué... qué quiere?
–¿Tú qué crees, querida? Le has llamado la atención. Espero que seas servicial.
–¡No!
–¿No? –Harriette la llevó a un lado, se giró hacia ella y se colocó los brazos en la cintura de forma agresiva–. ¿Cómo que no?
–He venido con Jonas.
–Pero ¿qué te pasa?
–Nada...
–___, insensata, ¿cuántas veces te lo he advertido?
–No sé de qué me estás hablando.
–Estás enamorada de él.
–No, no lo estoy –replicó ___, aunque podía sentir cómo se le encendían las mejillas.
–Sí que lo estás. Has perdido el juego.
–¡No!
–¿De verdad? Vaya, me alegro de oírlo, porque ahora mismo el zar de todas las Rusias está esperando para llevarte a la cama. Vamos. No quiero que lo ofendas y me pongas en evidencia. –Harriette la agarró de la muñeca y empezó a tirar de ella en dirección a la escalera, pero ____ afirmó los pies en el suelo y se negó a ceder lo más mínimo.
–¡No!
–No puedes decir que no, eres una cortesana –exclamó Harriette.
–Yo elijo a mis amantes. No lo quiero.
–¡No seas estúpida! ¡Es el zar! No es alguien repugnante. Es muy guapo. ¿No lo has visto?
–Sí, lo he visto, pero no voy a dejar a Nicholas solo toda la noche.
–Mandaré a alguien para que lo entretenga...
–Ni se te ocurra –le advirtió ella.
–_____ Hamilton, no puedes rechazar al zar de Rusia. Hazlo por Inglaterra.
–¡Por favor! Si es un caballero como todo el mundo dice, lo entenderá.
–No puedo creerlo. ¡Estás desperdiciando una oportunidad única en la vida! Si lo tratas bien, quién sabe hasta dónde puedes llegar. Es un emperador, ___. ¡No seas estúpida!
–¡Si tanto te impresiona, llévatelo tú a la cama, Harrie! –Se soltó, se dio la vuelta y se alejó a grandes zancadas sobre sus piernas temblorosas.
–¡Puta desagradecida y arrogante! ¿Cómo te atreves a ponerme en este compromiso después de todo lo que he hecho por ti?
–Te he pagado el veinte por ciento a cambio de todo lo que has hecho por mí, Harrie, así que discúlpame si me niego a arrastrarme.
–¿Y qué se supone que le voy a decir al zar?
–Dile que me siento halagada, pero que le debo lealtad a Jonas. Me marcho a casa.
–Jonas House no es tu casa, estúpida. Vas a tener que aprenderlo a base de batacazos. Allí no eres más que una sirvienta.
____ se apresuró entre la multitud mientras la advertencia de Harriette resonaba todavía en sus oídos. Estaba desesperada por ver a Nicholas. Rezó para que no estuviera enfadado por haber permitido que Harriette se la llevase a la fuerza. ¿Qué significaba la mirada que le había lanzado? Se abrió paso entre la gente y de repente se encontró cara a cara con él.
Sus ojos oscuros brillaban de rabia y de dolor. ___ se acercó a él y le tocó el pecho en una silenciosa súplica. Él le cogió la barbilla, le inclinó bruscamente la cabeza hacia atrás y buscó sus ojos.
–¿Qué ocurre? ¿Has cambiado de opinión? –dijo con un gruñido.
Sin dejar de temblar, ___ le rodeó el cuello con los brazos, lo atrajo hacia ella y lo besó en plena boca. Él la abrazó por la cintura y la besó con un ardiente y lujurioso desenfreno en medio del salón de baile, reclamándola con una pasión casi violenta.
Permanecieron ajenos a los gritos roncos y los silbidos de la gente que los rodeaba. Nadie reparó en su furiosa desesperación, y todos se tomaron aquello en broma, pero cuando ___ deslizó los dedos entre el cabello de Nicholas sentía un deseo agónico, mientras abría cada vez más la boca para recibir un beso encendido y avasallador.
Podía intuir su verdadera intención: enseñarle una lección, enseñarle que le pertenecía a él por entero. Ella solo quería rendirse.
Deseó con atrevimiento que el zar y su séquito y Harriette estuviesen mirando. Dejó de besarlo, pero sostuvo el rostro de Nicholas entre sus temblorosas manos y apretó su antebrazo contra el de él.
–Llévame a casa –dijo ___ en voz baja.
No hizo falta que se lo repitiera. Nicholas la condujo hacia el exterior del salón Argyle, en dirección a su carruaje.
Ella apenas reparó en la rapidez con que el cochero y los mozos de cuadra se colocaron en sus puestos. Cuando Nicholas y ella estuvieron dentro, bajaron las persianas y se fundieron en un abrazo mientras el coche los llevaba suavemente por la ciudad oscura en dirección a Green Park.
Él se recostó contra el asiento de piel color marfil. Se palparon y acariciaron el uno al otro, saboreándose y tocándose, manoseándose y arropándose, y no dejaron de besarse durante todo el rato como si no se cansasen de ello. Cuando Nicholas se enderezó y sentó a ___ a horcajadas sobre él con sus manos ardientes y trémulas, el coche se inundó del sonido de sus jadeos y del crujido de los asientos de piel.
–Llevo toda la noche deseando hacer esto. Dame esos deliciosos... –Abrió la parte delantera de su corpiño desgarrándolo, dejó los pechos de ___ al descubierto y hundió su cabeza entre ellos–. Mmm. Dios, podría devorarte –gimió, mientras su boca caliente y húmeda atrapaba un pezón.
___ jadeó y a continuación soltó una carcajada grave y entrecortada de placer.
Mientras le chupaba el pecho, le bajó el escote rasgado del vestido acariciándola por todas partes.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás y deslizó los dedos por el pelo negro azabache de Nicholas, mientras él se movía para degustar su otro pecho. Bajo la falda, las manos de Nick ascendieron por sus muslos, separados en una lasciva invitación sobre su regazo.
–Mmm, no llevas enaguas –dijo él jadeando.
___ cerró los ojos y sonrió embriagada, cuando Nicholas deslizó los dedos entre sus piernas. La acarició sin dejar de besarla en el cuello, hasta que ella pensó que iba a enloquecer de deseo. Pero cuando la llevó al límite de la pasión se detuvo. ___ abrió los ojos lentamente cuando él la levantó y la posó sobre el asiento de enfrente. Mirándola fijamente con una media sonrisa oscura y maliciosa, Nicholas la empujó suavemente contra la piel lujosa y se puso de rodillas.
–Nicholas...
–Disfruta –susurró–. Yo sé que voy a disfrutar.
Y, con un suave gemido, ____ cerró los ojos y se entregó a aquel sensual regalo, enroscando los dedos en su sedoso pelo.
Al poco rato tenía los pies apoyados contra el asiento de enfrente y el vestido recogido alrededor de las caderas, aferrada a las correas de piel como si le fuera la vida en ello, mientras Nicholas la tomaba con los dedos y la devoraba con la lengua. ___ alzó las caderas y comenzó a moverse con él, todas sus inhibiciones se evaporaron con el calor húmedo de aquella noche de verano. Nicholas aumentó el ritmo adaptándolo al deseo de ella y la elevó a nuevas cotas de éxtasis sensual.
De pronto se detuvo, agitado, y se llevó la mano a los pantalones, mientras su barbilla afeitada relucía en la oscuridad iluminada por la luna.
–Tengo que hacerte mía. Ahora.
____ sintió inmediatamente que un escalofrío de pánico recorría todo su ser. Aquello no. No estaba preparada. Posó su mano en el pecho de Nicholas con la intención de refrenarlo. Se estremeció al rechazarlo, pero rezó para que no se enfadase.
–Cariño, en el coche no. No nuestra primera vez, por favor.
Él echó atrás la cabeza y dejó escapar un gemido de frustración agónica.
–Oh, mi cielo –susurró ___, rodeándolo con las piernas mientras deslizaba una mano por su cuerpo y acariciaba la dura protuberancia que se marcaba en sus pantalones ceñidos–. ¿Puedo, excelencia? –preguntó con una mirada coqueta. Al oír el gruñido grave y lúbrico de deseo del duque, lo empujó contra el asiento y se hizo cargo de la situación.
Cuando el carruaje se detuvo enfrente de Jonas House, Nicholas y ella salieron tratando de recuperar un mínimo de dignidad.
En el momento en que el lacayo abrió la puerta del coche, un olor a sexo emanó de su interior. Se habían dado placer el uno al otro de forma apasionada, y el clímax de Nicholas había sido explosivo.
Ruborizada y conteniendo la risa nerviosa, ___ no pudo mirar a los sirvientes de camino hacia la casa. Estaba segura de que los mozos de cuadra e incluso los caballos sabían lo que habían estado haciendo durante el trayecto.
Con los zapatos en una mano y el bolso en la otra, logró entrar en la casa con la cabeza en alto, perfectamente consciente de que se encontraba en un estado de desaliño absoluto, con un rasgón en medio del escote, ya de por sí bajo, y las mejillas arreboladas. Sin embargo, experimentaba una sensación maravillosa por todo el cuerpo, y se moría de ganas de irse a dormir.
Nicholas se encontraba en un estado algo peor. Con el pañuelo suelto y la camisa abierta a la altura del torso, tenía un aspecto desaliñado y satisfecho, un tanto salvaje y bastante tosco. Permaneció en silencio mientras subía junto a ella la escalera en forma de curva. Los escalones de mármol tenían un tacto frío bajo los pies enfundados en medias de ___.
Al llegar arriba se detuvieron y se miraron el uno al otro con aire indeciso.
___ le dedicó una sonrisa y él le respondió con una risita de arrepentimiento, pasándose la mano por el cabello despeinado. Bajó la vista y por un instante hubo un silencio cargado de avidez y vacilación.
–Nunca había ido a un baile de las cortesanas –dijo él.
–Yo tampoco.
Otra pausa embarazosa.
Él le lanzó una mirada inquisitiva.
–Lo he pasado muy bien.
La sonrisa de ___ se hizo más grande.
–De eso se trataba. –Dio un paso hacia él y se puso de puntillas para darle un delicado beso en la mejilla–. Buenas noches, Nicholas.
Cuando ___ se retiró, él buscó sus ojos y le dirigió una mirada ardiente.
–¿Cuándo, ______? –susurró.
Ella le alisó la solapa de satén negro del frac con una caricia.
–Pronto. –Súbitamente desconcertada, ___ forzó una sonrisa de despreocupación, se dio la vuelta y se echó el pañuelo por encima del hombro, mientras se dirigía hacia su habitación con paso resuelto como si no le preocupara nada en absoluto.
–Buenas noches, señorita Hamilton –respondió él, y permaneció allí con las manos en los bolsillos, observando cómo ella se alejaba.

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Mensaje por chelis Sáb 10 Nov 2012, 8:10 pm

SIIIIIIII!!!!
FIEEESSTAAAAAA!!!!
POR QUEEE PREFIIIRIIIOO AAAAA NIIICCKKK!!! EN VEZ DEL OTROOOOO!!!
AAAIIIIIII
CUANDO SERA ESE PRONTO???
POBRE DE ___ OJALA Y NICK NO LA MALINTERPRETEEEE!!!
chelis
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Mensaje por aranzhitha Sáb 10 Nov 2012, 11:30 pm

ese tipo quiere seducir a la hermana de Nicho!
Maldito!!!!!! Tambien Harriete me cayo mal
Mi Nicho es tan lindo lo amo
Siguela!!
aranzhitha
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Mensaje por chelis Dom 11 Nov 2012, 6:03 pm

OTROOO
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Mensaje por ElitzJb Lun 12 Nov 2012, 5:10 pm

me encanto q ella rechazara a ese zar o algo asi....
nick se dio cuenta de q esta enamorado de ella ☺
dios cuando sera el dia q ella podrá entregarse a el sin pensar en lo q le paso
q hará frankie ..... nah de malo es el menos mal y la chica amiga de la hemana de nick lo amenazo ... casi me da algo al leer q el se estaba saliendo con la suya >=(
espero q la sigas yaaaaaaaaaaaa....
ElitzJb
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Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Lun 12 Nov 2012, 6:20 pm

chelis escribió:SIIIIIIII!!!!
FIEEESSTAAAAAA!!!!
POR QUEEE PREFIIIRIIIOO AAAAA NIIICCKKK!!! EN VEZ DEL OTROOOOO!!!
AAAIIIIIII
CUANDO SERA ESE PRONTO???
POBRE DE ___ OJALA Y NICK NO LA MALINTERPRETEEEE!!!

muajajaj *-* muy pronto(? .. ya la sigo e.e
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Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Lun 12 Nov 2012, 6:21 pm

aranzhitha escribió:ese tipo quiere seducir a la hermana de Nicho!
Maldito!!!!!! Tambien Harriete me cayo mal
Mi Nicho es tan lindo lo amo
Siguela!!


sii que mejor acercarse a tu enemigo mediante la hermana .. o no(? .. siento que he visto muchas teleseries xD ..ya la sigo :D
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Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Lun 12 Nov 2012, 6:22 pm

chelis escribió:OTROOO

ya la subo :D
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Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Lun 12 Nov 2012, 6:22 pm

ElitzJb escribió:me encanto q ella rechazara a ese zar o algo asi....
nick se dio cuenta de q esta enamorado de ella ☺
dios cuando sera el dia q ella podrá entregarse a el sin pensar en lo q le paso
q hará frankie ..... nah de malo es el menos mal y la chica amiga de la hemana de nick lo amenazo ... casi me da algo al leer q el se estaba saliendo con la suya >=(
espero q la sigas yaaaaaaaaaaaa....

:D .. sii la rayis el ruda xD ..ya la sigo (:
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Mensaje por See.Into.My.Mind♥ Lun 12 Nov 2012, 6:28 pm

13. 1/2


El conde de Coldfell estaba sentado bebiendo oporto en el salón de Jonas con el resto de los dirigentes del partido tory. La noche de la cena largamente esperada de la señorita Hamilton había llegado por fin. Coldfell lucía una sonrisa tensa en su rostro surcado de arrugas, pero por dentro se sentía como un titiritero profundamente disgustado. Sus marionetas no estaban bailando en absoluto al son que él marcaba, pero pronto lo harían. Desde luego que sí.
Esa noche había acudido simplemente para observar la relación existente entre Nicholas y su concubina. Le costaba creer que hubiera juzgado erróneamente el carácter de Jonas. El joven y fogoso duque ya debería haber matado a Frankie para entonces, pero allí estaba, cómodamente instalado junto a su belleza rubia, descaradamente indiferente a la conmoción que había causado en la sociedad y al escándalo que rodeaba su nombre.
Por lo que respectaba a su promesa de vengarse de Frankie, parecía haber olvidado completamente aquel asunto. La única conclusión que se le ocurría a Coldfell era que la culpa la tenía aquella hechicera rubia, aquella belle dame sans merci, que se había servido de artimañas para disuadir al duque de cumplir su juramento de vengar la muerte de Danielle. Jonas estaba claramente a su merced.
Teniendo en cuenta que él era un hombre que siempre había sentido una debilidad por la belleza, Coldfell no podía reprocharle a la hermosa ____ Hamilton la vida que llevaba. Lo que no aprobaba era la forma en que se había hecho con el mando de Jonas House, de sus sirvientes, e incluso hasta cierto punto del mismísimo duque. Se comportaba como una duquesa y no como su fulana, y a Coldfell aquello no le gustaba en lo más mínimo, decidido como estaba a ver convertirse a su hija en la novena duquesa de Jonas.
Nicholas y Demetria harían muy buena pareja.
Coldfell sabía que poseía defectos, pero si tenía una virtud era su condición de padre extraordinariamente protector y celoso con hija. Antes de dejar este mundo quería ver a su hija bien casada con un marido considerado que cuidase de ella. ¿Y a quién sino a Jonas podía confiarle su dulce, incapacitada y frágil hija? Quién más tendría la cortesía de casarse con aquella inocente
Criatura enclaustrada, sabiendo que no era tonta, sino que la fiebre amarilla la había privado de la audición cuando era niña
A diferencia de la cortesana experimentada con la que el duque compartía su cama, Demetria era completamente inocente en lo que respectaba a las costumbres del mundo. Ella no podía disfrutar de una temporada social normal. El destino le había arrebatado la oportunidad de hacer su solemne debut, el cual constituía un derecho de alta joven de alta cuna. No podía bailar ni oír música. A Demetria le resultaba prácticamente imposible mantener conversaciones con gente la que no conocía, aunque en el caso de su padre y su ama podía leer los labios suficientemente bien. Era tímida como un cervatillo, e igual de adorable.
Con sus modales de caballero, Jonas sería incapaz de negarse, sobre todo después de que hubiera visto los ojos azules llenos de asombro de Demetria y sus rizos de chocolate. Coldfell contaba con ello. El primer hijo que tuvieran –su primer nieto– heredaría el título de conde, y entonces podría irse a la tumba sabiendo que su hija y sus posesiones estaban en buenas manos.
«Deja que Jonas tenga a su cortesana –pensó–. Así Demetria tendrá menos obligaciones matrimoniales.»
Justo entonces se abrieron las puertas de dos hojas que conectaban el salón y el comedor, y apareció el imponente mayordomo con guantes blancos haciendo una reverencia.
–La cena está servida –anunció en tono solemne.
–Wellington, ¿quiere hacer los honores? –propuso Jonas, presentando a su anfitriona al Duque de Hierro con un elegante gesto.
Alto, imperturbable y con un porte severamente erguido, el gran general de rostro pétreo estuvo a punto de sonreír mientras asentía y le ofrecía a ___ el brazo.
–Señorita Hamilton, es para mí un honor. Ella aceptó con garbo su compañía.
«Vaya, la cortesana es igual de conquistadora que el general», pensó Coldfell cínicamente, mientras observaba cómo entraban en el comedor.
Tenía que admitir que era de una belleza arrebatadora. Ningún hombre, por viejo que fuera, habría sido inmune a sus encantos. Su sonrisa serena y reservada los cautivó a todos. Eldon parecía haberse quedado especialmente prendado de ella. El lord canciller se había colocado a su lado en el sofá, y seguramente habría intentado engatusarla para que se sentase en su escuálido regazo si Jonas no hubiera estado delante... y tal vez ella habría aceptado a cambio de dinero.
La ____ Hamilton tenía un estilo y un porte suave y elegante. Su cuerpo celestial estaba cubierto por un vestido ceñido de muselina de un pálido color rosa perla. Si la pelirroja Danielle, con su pasión y sus ansias de vivir, era el fuego, ___ Hamilton era el hielo, deslumbrante y con multitud de facetas, desprendiendo luz como un diamante perfecto, pensó Coldfell, aunque se imaginaba perfectamente que ella se derretía por Jonas.
Situado al final del grupo, el joven y atractivo duque dedicó a los demás presentes una sonrisa de una calidez reservada y cordial y alargó la mano en dirección al comedor.
–Caballeros, después de ustedes.
Coldfell asintió afablemente con la cabeza al pasar junto a su anfitrión apoyándose en su bastón, y se dirigió hacia la mesa para ocupar su sitio. Resopló para sus adentros cuando observó que la mesa estaba excelentemente dispuesta. La cortesana era una experta anfitriona. El más mínimo detalle había sido tenido en cuenta. Las velas de cera de abeja reflejaban el lustre extremo en cada centímetro de la caoba tallada y relucían en la vajilla de plata rococó y en el magnífico centro de mesa. Pequeños y delicados lavafrutas con agua de azahar los esperaban sobre el mantel de lino blanco, mientras que los lacayos con peluca y librea aguardaban preparados en las esquinas de la habitación.
Cuando Jonas se sentó a la cabecera de la mesa, lanzó una mirada a los pies de su anfitriona y esbozó una sonrisa íntima. Coldfell vio cómo intercambiaban una mirada de mutuo entendimiento. Formaban una pareja tan compenetrada que era como observar una danza grácil y airosa.
Coldfell miró furtivamente a uno y otro.
Había que reconocer que aquella mujer le convenía a Jonas. Parecía mucho más relajado y tranquilo de lo que Coldfell lo había visto en el pasado, sus ojos marrones ya no tenían un aspecto atormentado. Su anfitriona sabía cómo manejarlo, como había hecho en el salón al interrumpir sutilmente la conversación con un comentario encantador cuando Sidmouth empezó a hacer que el duque se sulfurase.
La señorita Hamilton, por su parte, se había puesto visiblemente nerviosa cuando los invitados habían empezado a llegar, pero Coldfell había visto cómo Nicholas lograba calmarla con tan solo acariciarla suavemente en el codo, una caricia que revelaba un mundo de afecto y confianza. Mientras presenciaba cómo intercambiaban miradas de forma silenciosa y apenas perceptible, lo comprendió todo.
«Están enamorados.»
El brillo de los ojos oscuros de Nicholas y el rubor de las mejillas rosadas de ___ los traicionaban. Coldfell frunció los labios y advirtió que la magia que emanaba de ellos estaba surtiendo un efecto contagioso en los magnates tories. Toda la fiesta se estaba desarrollando en un ambiente tan alegre que parecía que la señorita Hamilton hubiese echado una droga en el vino espumoso.
Cuando el elaborado primer plato fue trasladado al salón –espléndidas bandejas de oca y trucha asada, carne de venado y suculenta ternera con incontables platos adicionales como guisado de col y cotufas–, Coldfell bajó la vista. Extendió la servilleta blanca sobre su regazo y se mojó los dedos con el agua perfumada.
«Muy bien –se dijo lacónicamente–. Va a haber que tomar medidas drásticas.»
Todo parecía estar desarrollándose sin contratiempos, pero ___ estaba muy nerviosa y temía dar más bocados de los necesarios al pavo asado del segundo plato o picotear en exceso de la langosta á la braise del tercero. Su misión en el salón había consistido en ocuparse de los magnates tories, pero ahora que se habían desplazado al comedor se sentía más interesada por los escritores. Después de todo, había que sentar poetas a su mesa. Solo los whigs hablaban de política en las cenas.
___ trató de conseguir que Walter Scott les diera alguna indicación de la obra en la que estaba trabajando, pero él no se dignó hablar de sus deliciosas historias de caballería, sino de Abbotsford, la magnífica casa de imitación medieval que llevaba mucho tiempo construyendo en la frontera de Inglaterra y Escocia. Estuvo divagando sobre los aspectos prácticos de la construcción de una mansión: vigas, añadidos, cimientos y torreones, y a ___ le recordó a una gran gaita escocesa, henchido como estaba de aire caliente, aunque agradable.
Sonriendo cortésmente, tomó nota mental de que debería recordar en lo sucesivo que los novelistas eran criaturas prolijas, y a continuación se volvió esperanzadamente hacia Robert Southey. Seguro que el apacible poeta laureado tenía algo estimulante que decir. Sin embargo, resultó ser el espíritu del conservadurismo, un romántico reformado al que no le interesaba hablar de su musa cuando el vino fluía, sino de Byron, aquel escritorzuelo pervertido y pagano al que despreciaba por encima de todas las cosas.
____ cruzó una mirada con su protector al otro lado de la mesa y ambos tuvieron que contenerse para no echarse a reír de la diatriba del envidioso escritor. Ya habían hablado suficiente de poesía. Nicholas le preguntó con delicadeza al señor Southey por su excelente Vida de Nelson, y luego entablaron una discusión a la que se unió incluso el taciturno Wellington, que propuso un brindis, y todos acabaron bebiendo por Nelson.
–Lord Castlereagh –dijo ___, dirigiéndose al elegante y atractivo ministro de Asuntos Exteriores de origen irlandés–, Jonas ha comentado que ha presentado una moción en el Parlamento para que se erija un monumento en honor a lord Nelson.
–¿Quién lo merece más que nuestro almirante caído? –replicó Castlereagh, moderando la angustiosa melancolía que ella había advertido en sus ojos. Tenía fama de hombre desdichado, demasiado brillante para su propia conveniencia–. Me gustaría que Nelson estuviera aquí para que hubiera visto cómo nuestro viejo amigo Vellesley acababa por fin con Napoleón por él... Oh, perdóneme, excelencia –dijo en tono de broma dirigiéndose al general, que acababa de ser nombrado hacía apenas un mes duque de Wellington.
___ sonrió al oír la risa ronca de Wellington, mientras los demás decían:
–Eso, eso.
–¿En qué tipo de monumento se está pensando?
–Nuestros arquitectos han propuesto construir una gran columna con una estatua de Nelson en lo alto.
–Sería algo imponente –dijo ella con una cálida sonrisa–. De el modo lo inmortalizaría en el mármol al igual que lo ha hecho Southey empleando la prosa.
–Fueron sus acciones las que lo hicieron inmortal, señorita Hamilton. Yo simplemente hice de cronista –dijo humildemente el señor Southey–. Díganos, ¿qué está leyendo ahora mismo nuestra hermosa anfitriona?
–Es usted muy amable al preguntarlo. Lo cierto es que hace poco descubrí una novela increíblemente asombrosa. Paso mucho tiempo en las librerías –añadió, pensando también en las numerosas veces que acudía en busca de los preciados tomos de su padre–. Encontré esa novela anónima en Hatchard's. Se publicó el año pasado. Leí la primera frase y no pude soltarla.
–Anónima, ¿eh? ¿No será uno de esos libros franceses picantes? –bromeó Eldon.
–No, señor –lo increpó, mientras los hombres se reían.
–¿Cómo se titula?
–Orgullo y prejuicio.
–Hum, suena político.
____ se rió entre dientes.
–No exactamente.
Entonces se dio cuenta de que Nicholas la estaba mirando fijamente con una extraña y tierna sonrisa y se puso colorada, tras lo cual decidió dejar el tema. Apartó la vista con las mejillas encendidas.
–¿Alguien quiere más vino?
Cuando se sirvieron los postres –pasteles de albaricoque, torta de limón, crema de vainilla y un original dulce de bizcocho borracho elaborado con galletas machacadas y adornado con flores de verdad–, ___ se percató de que el conde de Coldfell la estaba mirando nuevamente.
El pálido anciano tenía unos ojos azules fríos y desvaídos y unos pómulos que recordaban los mangos de unos cuchillos.
Ella apartó la vista, y la embargó un profundo sentimiento de compasión por la hermosa pelirroja que aparecía en el retrato en miniatura de Nicholas. Lady Coldfell no había podido disfrutar de su cama de matrimonio. Teniendo a un hombre guapo y viril como Jonas enamorado de ella, ¿cómo había podido resistirse?
Pero entonces ___ recordó que había sido Nicholas quien se había resistido. La condesa no tenía por qué haberse negado a flirtear un poco.
Finalmente ___ decidió retirarse y dejó a los hombres bebiendo su oporto y hablando de sus asuntos. Todos se pusieron en pie e hicieron una reverencia cuando ella se inclinó ligeramente y les dio las gracias por su asistencia. Ellos le dieron las gracias a su vez por el maravilloso festín.
Desde la cabecera de la mesa, Nicholas le hizo una reverencia a modo de tributo, y en sus ojos oscuros brilló una promesa.
En cuanto salió del comedor se apoyó contra la puerta cerrada y dejó escapar un largo suspiro. Cruzó una mirada silenciosa de victoria con el señor Walsh, que estaba esperando en el vestíbulo con las manos enguantadas a la espalda. Una sonrisa asomó a su rostro solemne, y a continuación ___ se apresuró hacia las cocinas para felicitar al chef de formación francesa, a su repostero y a sus ayudantes, a quienes había contratado especialmente para la ocasión.
Las cocinas se encontraban en un estado de caos controlado, mientras la cocinera organizaba afanosamente la limpieza. Una montaña interminable de cazuelas de cobre y sartenes de hierro fundido y utensilios de plata y acero esperaban para ser lavados. Al ver el enorme esfuerzo que había supuesto conseguir que aquella cena fuera un éxito, permitió a todo el personal de la cocina que se tomase el día siguiente libre.




Hola chicas como estan espero que bieen .. ya les cuento estoy en mi ultimo mes de clases de uni (acá en Chile) :c y es atros la cantidad de cosas que me mandan hacer para un simple día :D .. asi que bueno les dejo esto :c es poqito pero no puedo subir mas :c
Las quiero
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Mensaje por aranzhitha Lun 12 Nov 2012, 9:08 pm

awww ese tipo quiere que Nick se case con su hija
Pero Nicholas quiere a la rayix!!
Espero que no haga nada para separarlos!
Siguela!
aranzhitha
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