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Forbidden Affairs

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Mensaje por 14th moon Miér 07 Dic 2022, 8:51 pm

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We are what you should stay away from...





“Entonces dirá también a los de su izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para Lucifer y sus ángeles.” 
Mateo 25:41





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Forbidden Affairs: Greed & Wrath
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Buenas! ¿Cómo están? Aquí Lovesick y 14th moon (las más alucinadas), les presentan Forbidden Affairs, una novela que concebimos entre bromas y risas pero terminó en este delirio literario nocturno. Sin más, esperamos que disfruten de leerlo tanto como nosotras escribiendo! lqm (los queremos matar) [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] 
14th moon
14th moon


https://mickasouterspace.tumblr.com/

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Forbidden Affairs Empty EL INICIO

Mensaje por lovesick Miér 07 Dic 2022, 10:03 pm

“Seis cosas detesta Dios y siete aborrece con toda el alma.” Proverbios 6:16-19

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“Pero tú dijiste en tu corazón: Subiré al cielo, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea, en el extremo norte.” Isaías 14:13


Estar precisamente a 65 metros de altura en el borde del Puente de la Torre no era algo que esperaba, casi con medio cuerpo asomándose fuera de la superficie.

Dió un paso hacia atrás para reafirmar su estabilidad, aún con los brazos extendidos para recuperar su equilibrio. Las luces de los automóviles pasaban a gran velocidad que por unos momentos casi se permitió pensar que frente a él tenía una de las mejores vistas de la ciudad…

Si no fuera por el hecho de estar medio desnudo. Lo único que había sobrevivido el viaje eran los pantalones de tela, desgarrados ligeramente, para variar, y sus zapatos. 

Observó bien a su alrededor. El piso donde había hecho su aparición ahora estaba levemente sumido y aún brotaba de él un poco de humo. Sonrío un poco al ver que la cruz que adornaba la punta de la torre ahora estaba chueca por su aparición. 

Se llevó el pulgar y el índice bajo la barbilla, pensando. —Ya que estoy aquí. 

Antes de saltar unos metros por la estructura, para llegar a la escalera más cercana, se tomó unos momentos para girar la cruz cristiana 180 grados.


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“El alma del perezoso desea, pero nada consigue, mas el alma de los diligentes queda satisfecha.” Proverbios 13:4


¿Cómo se sentiría morir? Eso era una pregunta que lo tenía al borde de la curiosidad. Estaba solo, como nunca lo había estado antes. Se escuchaba únicamente el aire pasar con gran fuerza y un silencio que representaba el vacío de la población. Estaba seco y extremadamente frío. 

Comenzó a temblar, y sus dientes a tiritar. Sentía que cualquier minúsculo movimiento le calaba hasta los huesos. Así que no se movió. Se quedó extremadamente quieto. Cuando comenzaba a hacerse más consciente de su soledad, vió por el cielo oscuro una serie de luces alumbrar el paisaje, eran verdes y parecía que le indicaba un camino. O varios.  Enarcó una ceja, confundido. ¿Acaso debía seguir algún camino? En ese momento recordó aquella película del mundo de los mortales, sobre esa jovencita que debía seguir el camino amarillo para encontrar a un mago. Si lo aplicamos al caso actual, el mago… ¿Sería Lean? El joven no pudo evitar sonreír con malicia. 

Soltó un suspiro de cansancio. — De ninguna manera Lean, no pienso caminar hasta donde estás. 

Se levantó sin ganas, sintiendo el viento en la cara, miró a su alrededor para poder adivinar donde estaba. Un lugar en el norte de Europa, de eso estaba seguro, la cuestión era en qué país. Ser una persona con poco conocimiento de geografía le estaba pesando ahora, y se arrepintió de dormirse cuando Lean o Saint daban sus datos de nerds. 

Sin embargo, como si fuera milagro escuchó un graznido ronco, se giró para encontrarse a un cuervo posado en un poste de señalización vial. Cruzaron miradas y el animal volvió a graznar, indicando que se encontraba en Noruega y que debía viajar para llegar a Escocia, país donde se encontraba su hermano mayor.


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“Hijo mío, presta atención y sé sabio; mantén tu corazón en el camino recto. No te juntes con los que beben mucho vino, ni con los que se hartan de carne, pues borrachos y glotones, por su indolencia, acaban harapientos y en la pobreza.” Proverbios 23:19-21


— Otra orden del buffet a la mesa 6. — Gritó la camarera del restaurante. 

— ¿Mesa 6? ¿Acaso estás atendiendo a un pelotón de soldados? — Preguntó el cocinero, a quien le ganaban las cacerolas, ollas y sartenes. 

— No, es un hombre. — Muy guapo y fornido, pensó para sus adentro un poco ruborizada. — Dice que recién llegó y está hambriento. 

— Espero tener con qué pagar. — Contestó de mala gana, mientras revolvía las verduras. 

— Ya pagó. — Agregó la joven. — Me dio esto. — Dentro del bolsillo de sus shorts, sacó una moneda dorada. — Dijo que le diera de comer todo lo que alcanzaba con esta moneda. 

El cocinero abrió los ojos, tanto que casi se le salían de sus cuencas. Maldición, esa moneda tenía aspecto de ser antigua, y obviamente, de oro puro. Se la arrebató de las manos de la camarera. La mordió para comprobar su autenticidad. El metal no cedió ante su fuerza y calor. Era real. 

— Cierra el local y saca a todos los clientes, excepto al forastero. — Musitó aún incrédulo.  

Dos horas después, el pequeño restaurante se había quedado sin suplementos para seguir cocinando. Lo que significaba que el atractivo forastero debía marcharse. 

Lo que no sabían era que el hombre, no solo era un forastero con hambre, sino que era un ser que no podría ser satisfecho con comida mundana. Aún estaba con hambre. Y algo que deben saber, es que nunca hay que decirle “No hay” a Byron, avatar de la Gula. 

Levantó la vista hacia la joven y el cocinero.

— Así que no hay — Repitió las palabras en tono amenazante. — Les pague muy bien para que me alimentara, y no lo hicieron. ¿Qué hago ahora con este hambre que siento? — Preguntó. 

— S-Señor — tartamudeó el hombre. — Ya no tenemos provisiones, se comió todo. 

— Pues yo aún sigo viendo comida. 

Las dos personas se quedaron viéndolo con miedo. El forastero irradiaba un aura peligrosa. No pudieron reaccionar, cuando el hombre se le transformaron los ojos a un color rojo fuerte, y su cuerpo se transformaba en humo negro, revelando otra forma. Se abalanzó sobre ellos y se los devoró en un instante. Sin dejar rastro alguno. 

Byron estaba satisfecho.


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“Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo.” Corintios 6:18-20


Lo primero que salió a la luz fue su mano blanca, delgada, huesuda. Hacia demasiado calor y comenzaba a resentirlo en la piel. Se sentía aplastado. Se sentía seco. Era demasiado consciente del calor que comenzaba a drenar el agua en su cuerpo. Al menos, así se sentía. Con un poco de esfuerzo y desesperación, salió de dónde sea que estaba enterrado. 

Comenzó a toser desesperadamente cuando vió el azul del cielo antes de colocar la cara contra la … ¿Arena? Tomó un poco con su mano y la dejó deslizarse frente a sus ojos, negra por la ceniza que había provocado su llegada, pero aún así, arena. 

— No. No. No. 

Se puso de rodillas aún muy cansado, sólo para poder ver miles y miles de kilómetros de arena a su alrededor. 

Escuchó el grito de un hombre, encima de una de las dunas, quién seguramente lo había visto salir como un muerto en medio de la nada, apenas unos segundos atrás. 

Ni siquiera lo pensó dos veces antes de correr hacia él y derribarlo. 

Lo estudió a fondo mientras le tapaba la boca con una mano por pura diversión para evitar escucharlo gritar, como si ese fuera un remedio casero para el dolor de cabeza que estaba comenzando a tener. 

Con un dedo le rasgó la vestimenta blanca, dejando a su vista un cuello prominente, los pectorales morenos y el abdomen marcado, que por supuesto él no pasó desapercibido. 

Incluso con el sudor, se le antojaba. 

Giro el rostro de su víctima que comenzaba a hiperventilar bajo su toque. Acercó su lengua hacia el cuello del hombre, justo donde podría sentir su pulso, lo lamió rápidamente, aunque poco después escupió con asco. — Agh. Odio a los negativos. 

¿Pero en verdad estaba dispuesto a desperdiciar una oportunidad como está? 

Miro al hombre directo a los ojos, parecía tan absorto en él y en sus ojos azules como el cielo sobre ellos. 

Delicadamente lo soltó pero sólo para  acercarse a su oído y poder susurrarle: — ¿Qué dices si haces un pacto conmigo?


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“Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.” Santiago 3:16


La suerte nunca estuvo del lado de Landon. Primero, se vio arrastrado a seguir a su hermanos menores a una travesía extraña que nunca pidió. Segundo, la compañía de la casa, justo eran sus personas menos favoritas y quienes seguro explotarían cual sirviente. Tercero, el tener que viajar a través de mundos, nunca fue su especialidad.  Por último, cuarto, caer en un ciudad con muchas luces y en medio de muchas personas no era tampoco su zona de confort. 

Cayó en el Distrito Ginza, lo conocía bien por la ambientación de los juegos de computadora que jugaba. El sueño cumplido para aficionados como él, pero todo lo contrario. Quería huir, huir de las luces que lo apuntaban cual criminal, huir del ruido de la calles, huir de las personas que lo rodeaban. 

Se aseguró el canguro que llevaba cubriendo su rostro y se levantó. Dio un vistazo a su alrededor raído buscando una grieta de salida. Entre un tumulto de personas una brecha se abrió. Sin vacilar, empezó a correr tan rápido como pudo. Agradecido de que su habilidad sobrenatural lo ayudara a desaparecer. 

— ¡Atrápenlo!— Escuchó en la lejanía. 

— Policía, deténgase. 

Sirenas se acercaban cada vez. Maldición. 

“Piensa rápido, Landon.”

Cual delincuente, el joven de contextura lánguida y rasgos europeos, corría por las calles más desoladas en busca de un lugar seguro.


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“Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males.” Timoteo 6:8-10


Su cuerpo luchaba por respirar, reconocía esté sentimiento: Desesperación.

Se convenció a sí mismo de que tenía los ojos abiertos al no ver luz alguna, y segundos después reconoció que era noche. Su cuerpo sintió una presión inmensa, como si estuviera sumergido en el mar. 

Eso era.

Su cuerpo reaccionó de nuevo a la falta de aire que lo hizo abrir la boca y soltar lo poco que quedaba en sus pulmones.

— ¡Ahh! — Jadeo cuando sintió el aire rozar sus mejillas. — ¡Mierda! — Se mantuvo a flote mientras elevaba el resto de su cuerpo desnudo, se acostumbró poco a poco al mundo.

Su respiración se tranquilizó cuando recuperó el aire faltante y después comenzó a reírse solo. Incluso ahora, en medio de la nada, se permitió a sí mismo disfrutar de la situación. 

Las estrellas sobre su cabeza le reconfortaban un poco. Ni siquiera se dio cuenta de que el agua a su alrededor se evaporizaba.

— Ah, ¿En dónde mierda estoy?


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“No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.” Romanos 12:19-21


El estruendo de un objeto cayendo en la selva no solo alarmó a un par de animales, si no a nativos del lugar, quienes levantaron su cabeza hacia el rastro de humo que dejó el objeto. Con curiosidad y miedo a la vez, se dirigieron hasta el lugar del estruendo. 

El objeto en sí, no era un qué, sino un quién. Un hombre de tez blanca y cabellos castaños se encontraba tirado de vista al cielo con la ropa desgarrada, quemada y sucia. Alrededor de él nada más que tierra húmeda, pasto y árboles. 

Los nativos lo observaron con asombro cuando vieron el rostro peculiar y exquisito del hombre, el semblante serio se frunce, signo de que está despertando lo cual aumenta su curiosidad y se acercan más.

— Auch — Soltó un quejido el sujeto. 

Los ojos del hombre se abren lentamente acostumbrándose a la luz. 

—Maldición. —Murmuró ante la excesiva claridad.

Consigue sentarse con dificultad. Se estira los huesos consiguiendo un crack satisfactorio. Escucha murmullos a su alrededor, los cuales lo traen a la realidad. El castaño miró a su alrededor y divisó las cabezas de sus espectadores. Mundanos, nativos para ser más correctos, sus aspectos físicos los delataban. Otra cosa que Saint notó fue que estaban armados y a la defensiva. Esto se pondrá peligroso, pensó. 

Se levanta mientras piensa en un plan para que no lo ataquen, lo cual era más que obvio, era un hombre que cayó del cielo y arruinó su preciada tierra. Atacar era lo más obvio. Y Saint no quería perder el control. Destruir una parcela no era nada comparado con pulverizar la selva entera. Y él era capaz de eso y más. 

— Calmémonos un momento.


Última edición por lovesick el Mar 13 Ago 2024, 4:05 am, editado 2 veces
lovesick
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Mensaje por lantsov Miér 07 Dic 2022, 10:06 pm

ES QUE USTEDES Y SU ✨MENTE✨. En fin, ya tienen primera lectora Forbidden Affairs 1477071114
lantsov
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Forbidden Affairs Empty Re: Forbidden Affairs

Mensaje por lovesick Miér 07 Dic 2022, 10:40 pm


lantsov escribió:ES QUE USTEDES Y SU [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]MENTE [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]  En fin, ya tienen primera lectora Forbidden Affairs 1477071114 
Ay, gracias coma [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]  De nuestra parte, ¡Bienvenida a FA: Greed & Wrath!
 
lovesick
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Mensaje por 14th moon Mar 05 Mar 2024, 10:56 pm

the road of
the villian

begins with trauma





001

La vida es un concepto increíble, no tiene fecha de caducidad y no es la misma para todos. Está llena de experiencias y vivencias, negativas y positivas. Solo vos tienes el poder de decidir que quieres hacer y de la forma que se te plazca. 

Desde que nacemos, se nos incorpora una especie de chip que nos obliga a cumplir con las funciones de todo ser humano. Vivir. Es el orden natural de las cosas. Nacer, crecer y morir. Iniciamos un camino lleno de incertidumbre y emoción por el porvenir. 

Es sorprendente cómo una palabra o una acción son capaces de cambiar dicho camino. Las decisiones que se toman llevan a futuros diferentes y cada decisión por más mínima que sea está cambiando el transcurso de tu vida, ya sea para bien o mal. 

 ¡Americano a nombre de Mo!

 ¡Aquí! 

Camino a través del gentío. Entre empujones y disculpas, llego al mostrador. Esta cafetería es muy famosa en la ciudad, sumado a que todo lo que preparan es delicioso. No me extraña lo concurrida que está. 

 ¡Muchas gracias!  Sonrío con educación al barista.

Repito el mismo camino, pidiendo permiso y disculpas para que me dejen pasar. Una vez afuera, el ambiente cálido y el olor a café de la cafetería es reemplazado por el clima frío matutino de las calles. 

Es un buen día. No sólo conseguí el empleo que quería sino que este trabajo es el primer paso en el camino a mi futuro deseado, modista hoy, diseñadora de modas de alta costura mañana. Además, si junto lo necesario al fin podré conseguir la independencia que tanto anhelo. Dejar de una vez por todas de ocupar la casa de mi tía. 

No me molesta en absoluto vivir con mi tía, de hecho le estoy muy agradecida por cuidar de de mi por dieciséis años. Estar a cargo de una niña, tras años de estar soltera debió ser difícil. Más aún, tomar responsabilidad también de tu hermana mayor quien perdió la cabeza por culpa de un hombre. 

Frunzo el ceño. No me gusta recordar el pasado.

Le doy un sorbo a mi café mientras me decido a cruzar la calle. Mi vista esta concentrada en el suelo, me concentro en no perder el ritmo de mis pasos, o más bien, me cuido de no pisar una grieta o una línea de las baldosas es lo último que necesito. La mala suerte en el día de hoy, no está permitida

— ¡Cuidado!

De repente, escucho el grito de una mujer. Todo sucede muy rápido que no me da tiempo de reaccionar. Frente a mí, cruza un auto negro a una velocidad inmensurable. Al mismo tiempo, siento que una mano tira de mi brazo. La fuerza es tal que pierdo el equilibrio y caigo al suelo sentada. El evento me deja anonadada y con un dolor en mis manos.

Con el corazón acelerando a mil por hora, tomo una bocanada de aire. — Maldición. 

— Señorita, ¿se encuentra bien?

— Debe tener más cuidado. 

Las comentarios de los transeúntes a mi alrededor aumentan. No todos los días presencias un casi atropello. Por mi lado, aún sigo perpleja. 

— ¡Señorita! 

Como si el alma me volviera al cuerpo, despierto y solo veo el rostro de una mujer frente a mi. 

— ¿Está bien? ¿Debo llamar a la ambulancia? - Me extiende su mano para ayudarme a levantarme. Con dificultad tomo su mano. El contacto y la fuerza, me dan una punzada en la palma. Suelto un quejido. 

— No, no es necesario, estoy bien. Gracias. - Hago una mueca imitando una sonrisa.

— Si no fuera por aquel hombre, no me quiero imaginar lo que hubiera pasado…

¿Hombre? ¿De qué habla?

— ¿Cómo dice? ¿Qué hombre?

— Un hombre alto de saco formal la agarró y la salvó. ¿Acaso no se dio cuenta? — Acota un adolecente a mi costado. Negué con la cabeza con el ceño fruncido. 

 Ese hombre la salvó. Aunque no parece estar por aquí.  Vuelve a hablar la señora. Mira a su alrededor. Se detiene en seco, como si estuviera atando hilos de una trama melodramática.  ¡Oh! Tal vez fue su Ángel de guarda. 

El ceño fruncido en mi rostro se relaja y una mueca de risa comienza a formarse, ¿Ángel de la guarda? Esos seres no existen. 

Pero la mujer parecía muy seria en este asunto. Así que me tragué la risa y asentí.

 Sea lo que sea, le debo la vida. Espero poder agradecerle en persona. 

La mujer asiente. 

 Bien, muchas gracias por su preocupación. Debo irme al trabajo. 

Sin una palabra más seguí mi camino. 

Unas dos cuadras después, llego al distrito de comercios dedicados a la costura y confección de indumentaria. Mi distrito favorito. Mi estado de ánimo cambia conforme voy avanzando negocio por negocio. La emoción se apodera de mí cuando veo en los aparadores todas esas confecciones tan hermosas y únicas. Cada uno con su propia identidad, su propia historia. 

Reviso, una vez más, la dirección del taller de Annabeth en mi celular. 

 Estoy cerca Comento en voz suave.  Cerca para dar mi primer paso a lo que es mi sueño.  Suelto una pequeña risa llena de emoción.

Mi amor por la costura nació cuando tenía diez años de edad. Ese año donde todo cambió. Estaba muy confundida por la situación que sucedía a mi alrededor, entre las visitas al juzgado y el hogar de niños temporal hasta la mudanza con mi tía. No entendía porque mi mamá tuvo que irse. Me decían que era por el bien de ella y que pronto estaríamos juntas. Situación que hasta ahora nunca ha sucedido. 

A modo de distracción empecé a acompañar a mi tía en su trabajo. Ella es dueña de una mercería donde también hacía arreglos de ropa. Sarah sabía manejar la máquina de coser como una especialista. Cuando necesitaba ropa nueva me hacía vestidos, blusas y faldas. Disfrutaba de modelar su ropa y la presumía sin miedo. Era increíble como ella hacía magia con un rollo de tela y un hilo. 

Bajo sus instrucciones empecé mi camino como costurera y quien sabe, más adelante hasta dueña de mi propia marca de ropa. 

Voy caminando y leyendo los números de la calle.

 852… 854… 856… Abro los ojos y sonrío con anticipación.  ¡Es aqui! 858

Agarro el picaporte de la puerta, inhalo una bocanada de aire. Ánimo Mo, me mentalizo. Giro la perilla con los ojos cerrados. 

El taller es como un local de ropa convencional, la diferencia es que solo hay pocas prendas expuestas, destacando su decoración minimalista y elegante. En el fondo, hay una chica parada tras el mostrador. Me acerco a ella sin dudarlo.

Buenos días.  Saludo con una sonrisa.  Soy Mauve Whitmore. Estoy buscando a Annabeth, hace unos días me hicieron una entrevista para trabajar aquí. 

 Hola, ¿qué tal? Sí, ya la llamo.  Agarra el teléfono de su, muy ordenado, escritorio.  Por cierto soy Jane, un placer.  Me entrega su mano, la cual la recibo con educación.  ¿Señorita Annabeth? Hola, la nueva costurera está aquí.  Mientras ella habla por teléfono, comienzo a explorar el lugar. 

Un aparador llama mi atención, son accesorios. Hay collares, pulseras, diademas y lo que más predomina, anillos. Son dorados y plateados, algunos tallados y otros decorados con piedras preciosas. Parecen costosos, pienso. También hay prendedores con escudos de otras ciudades y países. Reconozco todos los países pero hay algunos que no puedo identificar. 

 Bronxburn. Leo la etiqueta de uno de los prendedores. Hecho de lo que parece ser plata, con bordes lisos. De color verde pino oscuro de fondo y en el centro un símbolo entraño, no es tribal ni jeroglífico, me pregunto que significa. Otro detalle es que el símbolo está atravesado por siete espadas. Abajo deletrea una frase en un idioma que tampoco puedo descifrar el origen. 

Mauve.  Volteo de repente. Oh, discúlpame. La señorita Annabeth te atenderá en su oficina, arriba.  Apunta a las escaleras. 

 Gracias.  Le doy un último vistazo al escudo. Camino sin decir otra palabra más.

━━━━━━✧❂✧━━━━━━


El camino a casa luego de mi primer día de trabajo no fue tan emocionante como pensé que sería. El sentimiento de realización aún no me había llegado, y no entiendo por qué. Estoy haciendo lo que siempre he esperado. Entonces, ¿por qué me siento inquieta? Es como ese sentimiento que te hace decir “es tan bueno que no es real” y te hace pensar que algo malo podría suceder, que arruinaría mis sueños e ilusiones. 

Desde la ventanilla del bus, veo las calles y me pierdo en las vidrieras de los comercios, con el fin de borrar estos pensamientos negativos. Cuando estoy a punto de lograrlo mi celular vibra. Haciendo equilibrio lo saco de mi cartera.

Es un mensaje de la persona que menos esperaba, mi padre. 

“Felicidades por tu nuevo empleo.
Avísame si necesitas algo.”

El contenido hace que frunza el ceño. El hombre no se comunica conmigo desde que me gradué de la universidad, donde también me felicitó por el logro. La segunda parte del mensaje es la que me desconcierta más. Nunca le interesé lo suficiente como para que se preocupase por mi bienestar. ¿A qué se debe el cambio repentino?

Estoy pensando mucho sobre esto. Mejor lo ignoraré. Aunque, debería responderle con un gracias, por educación. 

De pronto, el autobús se detiene con fuerza desplazándonos a todos por fuerza hacia adelante, ¿los accidentes solo me pasan a mi? Giro mi cabeza mirando a todos lados, buscando la razón. Los pasajeros a mi alrededor murmuraban lo sucedido. La situación, si mal no alcance a escuchar, era que un auto se interpuso en el carril del autobús y tuvieron un leve impacto. 

Estas situaciones en una ciudad son comunes, solo deben intercambiar seguros y hacer aviso a la policía para el reporte, caso cerrado. O al menos eso creí. Al momento que el chofer y el conductor del auto no paran de hablar o mejor discutir sobre quién tuvo la culpa, supe que esto tardaría más. 

Comienzan a llover gritos, cuestionando sus habilidades de conducción sumando insultos entre medio, amenazas y empujones. Dentro de la movilidad, el pánico comienza a sembrarse, están los que quieren llegar a sus casas como sea, los que fingen que están heridos, los que tranquilizan a los que entraron en pánico, los curiosos pegados a las ventanas para ver si la situación lleva a violencia física y los que llaman a los familiares dramatizando la situación. Unos bajan y se van, y otros nos quedamos con la esperanza de avanzar. 

Y como era de predecir, empezaron a pelearse, como también a dañar sus movilidades. La policía no tarda en aparecer y detiene a los dos hombres.

Bien, este es mi paso para irme. Me dirijo hacia la salida, las puertas del medio del bus. 

 Por favor, se les pide a los pasajeros que se queden y me den sus nombres. Testificarán como testigos. Habla un oficial. 

Ahora me pregunto por qué no me fui con los otros pasajeros antes.

━━━━━━✧❂✧━━━━━━


 Gracias por su colaboración. 

Con un asentimiento de cabeza me levanto de la silla. 

Atravieso la salida de la estación de policía, me detengo en seco. - Pensé que nunca en mi vida volvería a venir a este lugar. 

Los recuerdos vienen a mi en flashes. Cierro fuertemente los ojos. Piensa en otra cosa, Mo. 

Abro los ojos y levanto mi cabeza en hiperflexión, observo las estrellas. Ya es de noche. 

Llamo un taxi con la mano, y cuando para delante mío, entro y me siento en el asiento de cuero viejo. Le indico la dirección de mi casa. Que perdida de tiempo, cuatro horas varada en la estación, y para colmo, nos llamaron por orden de apellido y ser Whitmore en estos casos no ayuda. 

En el camino estoy tan perdida en las redes sociales que no me doy cuenta de que el chofer me hablaba para avisarme que ya habíamos llegado.

 Oh! ya llegamos Busco desesperadamente la billetera en mi bolso. Le entrego la cantidad indicada. Abro la puerta del auto.  Muchas gracias.  

Camino hacia la puerta de rejas de la casa de mi tía. Una vez dentro, la encuentro a ella mirando la televisión con una set de bordado en sus manos. 

 ¿Nunca paras de crear?  Comento con una risita. 

¡Mo! Al fin llegas. Se levanta rápidamente sin importarle que se le cayeron las cosas del regazo. Corre hacia mi y me abraza.  ¿Qué pasó? ¿Por qué llegas a estas horas? ¿Y el trabajo?

El trabajo es todo lo que esperaba y más. Estoy segura que aprenderé mucho.  La tomo de las manos.  Estoy feliz.  Le muestro una sonrisa sincera. Y sobre la hora en la que llegue, no vas a creerme que sucedió estaba… Bostezo involuntariamente.  Lo siento tía. Parece que estoy cansada. 

 Ya entendí, no te preocupes. Ve a dormir. Mañana me cuentas todo. Me acaricia la mejilla. 

Luego de desearle las buenas noches subo por las escaleras hasta mi habitación. Realizo toda mi rutina de preparación para dormir. 

Hoy fue un día bastante ambiguo, desde el accidente de la mañana, al iniciar en el taller, hasta el incidente del autobús. Espero que mañana sea un mejor día. 

━━━━━━✧❂✧━━━━━━


Al día siguiente, me levanto temprano para volver al taller. Estoy de buen humor, es mi segundo día, debo aprovecharlo al máximo. Realizo mi rutina del día, ordenar mi habitación, bañarme, alistarme y al final maquillarme. 

Estando lista y con tiempo de sobra, decido desayunar con mi tía. Cuando tomo mi bolso, no me percato de que este choca contra el escritorio tirando mi espejo de maquillaje. 

 Oh por dios. Me sobresalto. Volteo hacia la dirección del ruido. Mi espejo estaba en pedazos en el suelo.  No puede ser. Rompí mi espejo. Eso es...  Me quedo petrificada.  Mala suerte. Suelto en un jadeo.

Con rapidez saco una hoja de papel y con cuidado junto los pedazos en este. Hago un paquetito y los dejo en una bolsa de residuos. Suelto un suspiro. 

Espero que esto no sea señal de que algo malo me va a suceder.  Doy dos golpes de toques al escritorio de madera.

Salgo de la habitación. Bajo con cautela aún perturbada por el espejo roto. Si algo no debía hacer es mirarme en él, eso puede empeorar la cosas. Sigo caminando hacia la cocina. Mi tía ya estaba levantada y preparando el desayuno. 

 Buenos días, Mo Me saluda animadamente. 

Le respondo de la misma forma. Me siento en la mesa esperando a que traiga el desayuno. A la mano encuentro el control de la televisión. Aprieto el botón de encendido y las noticias de la mañana es lo que resuena en la habitación. 

Durante el desayuno mantenemos una conversación corta y amena. Me comenta sobre los vecinos y sobre el pasatiempo que está iniciando. La televisión queda ignorada y de fondo. Mientras la escucho sobre las ocurrencias del vecino de al lado, mi celular comienza a vibrar continuamente. Lo agarro cuando siento que interrumpe la charla y veo una llamada entrante. Es un número desconocido. 

 ¿Qué pasa Mo? 

No lo sé. Un número que no conozco me está llamando. 

Los mensajes y llamadas siguen llegando, provocando que el aparato vibre constantemente, no me da la oportunidad de leer las notificaciones. 

 Mauve. 

 Dime.  Al no escuchar respuesta alguna volteo lentamente hacia ella, pero su atención no está en mí, sino en la televisión. Giro mi cabeza en la misma dirección.  

Mis ojos no creían lo que estaban viendo. En la pantalla de la televisión, frente a todo el país, se exponía el escándalo más grande, una noticia sobre la existencia de una hija ilegítima del ministro actual. Un escándalo de gran importancia que podría repercutir en las elecciones. Era una nota sobre mí. No sólo revelaron mi nombre, mi foto y mis redes sociales. Sino que también hablaron de la única persona que no debía darse a conocer. Mi madre.

Mi vista se nubla por completo, y al parpadear siento una lágrima caer por una de mis mejillas.

El celular continúa vibrando sin parar. De soslayo alcanzo ver un mensaje. 

“Te lo advertimos.” 

Era claro quién estaba detrás de esto, mis hermanastros.

━━━━━━✧❂✧━━━━━━


Como si de un hechizo se tratase mi vida empeoró de un día para el otro. Comenzando con que empecé a ganar relevancia en las redes. Era tratada como una celebridad de la temporada. Los influencers eran mis hermanastros, no yo. Me llaman para hacer reportajes. Gente que alguna vez conocí se pusieron en contacto conmigo pretendiendo que somos amigos de toda la vida. 

Es irónico porque se supone que hacerme conocer en mi linea de trabajo lo es todo. Debería aprovechar este furor y que me presten atención, que me reconozcan por quien soy. Pero mi imagen hoy es: “Mauve Anne Whitmore, el fruto de un amorío del pasado del actual ministro Joan Whitmore y Katherine Lutz, una camarera de un restaurante lo suficientemente inocente como para creer que un hombre dejaría a su esposa por ella. El dolor de perder al hombre que amó la llevó a sumergirse en la locura.” 

O eso es lo que dice esta página de chismes. 

 ¿Cómo saben tanto? 

Me siento abrumada, pequeña, desprotegida, sola, como si me hubiesen sacado toda la ropa y me hubieran expuesto en una jaula con personas observando y juzgando todo lo que hago. 

Han pasado 48 horas, desde ese día no salgo de mi casa. Me aislé completamente. Perdí las ganas de todo. Sé que pelear con ese par no resolverá nada, lo que está hecho, está hecho. Consiguieron lo que querían, que lograse romper la única condición que me dio Joan. Las consecuencias eran que me abandonaría por completo, no iba a tener su apoyo para nada y me sacaría de su testamento.

¿Acaso nacer fue mi maldición?   

No. Eso no lo acepto. Maldecir mi nacimiento sería un insulto para mi madre, quien me amó hasta donde pudo. 

¿Qué haré de ahora en adelante? ¿Cómo se supone que debo recomponerme? 

Cierro mis ojos, los cuales arden por haber llorado continuamente. 

 Mo - escucho una voz ahogada. Es mi tía.  Mo, por favor sal de tu habitación es hora de cenar. Come algo.

Estoy cansada, quiero dormir tía. Mi voz era casi inaudible. 

Era mentira.

Estar acostada mirando el techo sin pensar en nada es reconfortante. Tan sumida en la nada que no te das cuenta de las horas. Puedes apreciar como las calles se hacen más silenciosas conforme es medianoche. 

Me levanto con pereza y me acerco a la ventana. Una suave brisa me golpea. Volteo hacia mi armario para buscar un buzo, un short de algodón y por último, me calzo unas zapatillas deportivas. Sin pensarlo, me trepo al marco de la ventana. La distancia hasta el piso no es tan alta. Empiezo a descender con cuidado. Apoyo mi piel en la viga que sobresale. Solo debo llegar a las rejas de la ventana de la sala y el resto es como una escalera. 

Como si la vida no me hubiera castigado lo suficiente, mi pie trastabilla sobre la reja y el peso de mi cuerpo me gana, mis brazos comienzan a temblar. Mierda. Caigo sobre los arbustos, ganando pinchazos de las ramas.

 Gracias por amortiguar mi caída Digo con dificultad. 

Camino cojeando los primeros pasos, ya para cuando avanzo dos cuadras cuadra el dolor se me pasa. Recorrer las calles de Edimburgo por la noche podría ser peligroso para una joven de 24 años. Palmo entre mis bolsillos del buzo en busca de mi celular.

 Justo ahora me olvido de llevarlo. Protesto en voz baja.

Como si fuera mi paranoia, comienzo a percibir un aire tenebroso en las calles. No hay autos cruzando, ruidos de aves nocturnas y grillos brindan ambientación digna de una película de suspenso. Los postes de luz iluminan un radio pequeño de la calle, formando espacios entre poste y poste. 

Si algo aprendí en las películas de terror es que en cualquier momento un loco con una sierra me perseguirá, o en menor impacto e igual de peligroso un ladrón. La suerte no está de mi lado, si la teoría del orden de muertes aplicara en mi caso, estoy muy segura que no sobreviviría. Soy una mujer y de tez negra. 

Pero si esto fuera una película acción sucedería lo mismo, con la excepción que sería salvada por un actor sexy y famoso. 

Deja de soñar Mauve y vuelve a casa. En un principio, ¿por qué salí? Quería caminar y despejar mi mente, pero ¿a esta hora? Comienzo a pensar que tal vez no fue la mejor decisión que tomé.

Ignorando mi último atisbo de racionalidad camino hasta llegar a la calle principal. Aprieto el paso con la esperanza de encontrar algo de movimiento. Las ilusiones se fueron hasta el fondo de la alcantarilla cuando solo había personas no amigables reunidas. Una sensación que eriza la piel recorre mi cuerpo. Estoy aún más alerta. Debo salir de aquí. 

En la primera intersección decido ir en dirección por donde vine. Volteo atrás con la precaución de no ver a nadie siguiéndome. Por suerte no me prestaron atención. Decidida, camino por la calle pero una escena peculiar me detiene. Un hombre es empujado con una fuerza descomunal fuera de una puerta. No me sorprendería que estuviera muerto. El hombre herido intenta levantarse. Una sombra se asoma por la puerta, seguido por la salida de otro hombre. 

¡Corre Mauve! Grita la voz de mi cabeza. Este no es mi asunto. Pero al no tener tiempo y con el temor de que me vean, me apresuro a buscar donde ocultarme. Al menos seré un testigo para denunciar este crimen. 

Entre tachos y bolsas de basura encuentro un escondite que me cubre. 

 Perdón por lo que pasó. No me hagan daño por favor.  Escucho rogar al hombre herido.  Tengo una familia en casa. Ten misericordia.  Entre llantos grita las últimas palabras. 

 No prometiste lo que acordamos, y tengo que cobrarlo. 

Es un cobrador de deudas, no tengo dudas. 

 Y puesto que no tienes con qué pagarme, no me das opción que devorar tu insignificante cuerpo. Sentencia el hombre.

¿Qué dijo? Ahogo un grito. 

¡No! ¡Por favor, se lo ruego! Grita con desesperación.

 Es muy tarde. 

Lo siguiente que escucho son forcejeos. El hombre está peleando por su vida.

 ¡Bájame! ¡No!

Cierro los ojos con fuerza. 

 Alto Byron.  Otra voz aparece en escena. Esta es gruesa pero con un tono elegante.  No quieres cometer un crimen frente a un espectador. 

Abro los ojos con sorpresa. Tapo mi boca para que mi respiración agitada no me delate. 

 Tú, la que está oculta en la basura. Sal ahora mismo.  Ordena.

Si me levanto y me muestro ante ellos, ¿me matara? Si me levanto y me muestro ante ellos y corro, ¿me mataran? Si me levanto y me muestro ante ellos con un elemento en mi mano para defenderme, ¿me ganaran y por consecuencia moriré? 

Si todo lleva al mismo desenlace, ¿que sentido tiene preocuparme? 

Con valor, me levanto y salgo de mi escondite. La frente en alto para recibir mi destino final. Observo a los hombres, excluyendo al hombre malherido que ahora yace en el suelo, los otros dos son altos y con aura imponente. Uno de ellos es más alto, pero con una diferencia de centímetros. Algo que llama la atención son sus rostros, a como los imaginaba con rasgos fuertes y llenos de cicatrices. No, ellos son increíblemente atractivos. 

¿Qué es lo que estoy pensando? 

 ¿Y bien? ¿Qué haces tú aquí? Pregunta.

 Yo… No vi nada. Digo sin parecer que tengo miedo.  Así que pueden estar tranquilos que no le contaré a nadie.

Sin pensarlo dos veces empiezo a correr en dirección contraria. 

 No, no. No podemos permitirnos eso. 

La voz de uno de los hombres se escucha por detrás. Doblo la esquina y continuo sin parar. Dudo poder ganarles así que debería meterme en una estación de servicio de 24 horas.

Sin prestar atención choco contra algo o más bien, alguien. El impacto y la fuerza con la que venía logran hacerme perder el equilibrio. Caigo sentada, por reflejo logro apoyar mis manos. 

 Woah. Frunzo el ceño en gesto de dolor al sentir mis manos arder por la caída. 

Los ratones fisgones deberían portarse bien.  Habla con tono burlón. 

Levanto mi cabeza. Mis ojos no pueden creer la imagen que veo. Es el hombre del callejón, parado frente a mi. La luz del poste lo ilumina, creando un halo angelical remarcando su figura. Puedo apreciar con claridad su rostros y puedo jurar que no debe existir facciones como esas. 

 ¿Qué? ¿Te comió la lengua el gato?  Pregunta enarcando una ceja. 

 N-No, es que … yo Tartamudeo  Quiero irme a casa.  Lo miro a los ojos suplicando. 

Él no dice nada. Se queda con su mirada fija en mí. Es como si buscara algo. La conexión dura unos segundos, pero pude apreciar su ojos grandes semi rasgados como si fuera una cruza de rasgos caucásicos y asiáticos, y de color avellanas oscuros. 

 ¿Acaso existe un lugar aquí al cual puedes llamar hogar, Mauve Whitmore?  Su voz parecía como si estuviera molesto.

Su pregunta resonó en mi cabeza. No sé si se refería a una casa o hablaba de la ciudad. 

Un momento. 

 ¿Cómo es que usted sabe…? Cuestiono perpleja.

Lo leí en el diario de hoy. Fuiste noticia durante dos días enteros.  Sonríe de lado. 

Eso me recordó el desastre en lo que se había convertido mi vida. Como la exposición y el rechazo acabaron con mi espíritu. Ya no me queda mucha voluntad para vivir. 

Un nudo se forma en mi garganta. 

Aun en mi posición inicial, abrace mis piernas, deseando poder desaparecer. Oculte mi rostro para que no pueda ver mis lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento.

 Mauve, levántate.  Levanto mi cabeza y lo encuentro a él inclinado, con la mano extendida ofreciendo su ayuda.  Una dama no debe estar en el suelo. 

Acepto su mano, su toque es frío y cálido a la vez. Tira de mí con delicadeza hasta que pueda estar de pie. 

Gracias, umm…

Oh, como lo olvidé. Mi nombre es Saint.  Inclina levemente su cabeza.  Y espero que no me prejuzgue por los eventos que ha presenciado hace unos minutos. Habla con un tono de voz elegante como si se presentara con la realeza.

Cuando menciona tales hechos no puedo evitar dar un paso atrás. Su acompañante y él estaban cometiendo un crimen, del cual fui testigo y es la razón por la que ahora me encuentro hablando con él. 

 Mire, si va amenazarme o sobornarme para que no diga nada de lo que vi, créame cuando le digo que no va a ser necesario. No diré ni una sola palabra sobre lo que vi. Estoy siendo honesta, lo único que quiero es terminar esta situación y ya. Aunque otra parte de mí siente curiosidad sobre lo que pasó. Pero si no es molestia, ¿podría explicarme que sucedió en ese callejón? 

Saint se quedó en silencio, como si estuviera pensando su siguiente movimiento.

 ¿Crees en seres sobrenaturales?

¿Y eso que tiene que ver con esto? Pregunto con extrañeza.

¿Crees en Dios? ¿la biblia? ¿los ángeles? ¿el infierno?  Da un paso hacia mí con cada pregunta. ¿Los demonios? 

Cuando termina de preguntar, lo tengo a centímetros de mi rostro. Al mismo tiempo, un grito estridente se escucha. De pronto, no puedo evitar asociar el alarido de hace unos instantes con los hechos del callejón. Como el otro hombre amenazaba con “comerse” al hombre, cuyo castigo era por que había roto un pacto. 

Usted y aquel hombre, son…  Titubeo y mis manos comenzaron a sudar. 

 Demonios. 

El semblante de Saint cambió a uno más serio, podía sentir el frío que transmite su mirada. No se parecía al hombre cuyos modales casi lograron enredarme.  

 ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿También vas a comerme?  Cuestiono con incertidumbre y miedo. 

 No. Lo que te voy a ofrecer es mucho mejor.  Me mira fijamente.  Mauve Whitmore, vives una vida donde se te privó de tener lo que querías y te obligaron a conformarte con las migajas. Cada día, te esfuerzas para conseguir lo tuyo mientras que los parásitos que te hicieron esto gozan de los lujos que desde un principio te pertenecían. No te ofrezco una solución, sino una salida, una oportunidad para que te puedas vengar.  Un extraño halo verde ilumina fugazmente sus ojos.

Su propuesta parecía disparatada y sacada de una película de acción de Hollywood. Pensar en que un hombre que dice ser un demonio decida ayudarme para vengarme de mis hermanastros, es una locura. ¿Desde cuándo un demonio ayuda a los humanos? Debe haber un truco. 

Por otro lado, si es verdad. Y puedo de una vez por todas librarme de aquellos que me hicieron daño a mi familia y a mí, sería fantástico.

Inhalo aire.  Aceptare, bajo una condición. 

Saint asiente.

 Necesito un lugar donde pueda vivir y ocultarme. 

No hay necesidad que te preocupes de eso, me encargaré de todo.  Levanta su brazo para darme la mano. - ¿Tenemos un trato? 

Alto ahí. Un trato es de ambas partes, ¿cómo es que tú te beneficias de esto?

 La satisfacción de convertir a una buena chica al mal  Su mano toma uno de mis rulos. Es más que suficiente.

 Que asqueroso eres. 

Suelta una pequeña risa.  ¿Nos vamos? 

 ¿Ahora? ¿Sin un equipaje o dinero? 

 Por supuesto. Te dije que me encargaría de todo.  Saca del bolsillo de su saco un celular.  Solo déjame llamar a mi hermano, tenemos que detenerlo antes de que se coma a alguien más.  Empieza a caminar hacia el callejón donde estábamos.

 Ya estoy empezando a arrepentirme de esto. Comento mientras lo sigo. 

Las decisiones que vas tomando día a día, cambian el transcurso de tu vida. Debes elegir bien para llegar a cumplir tus metas, elegir el camino de la honestidad y no desviarte a lo moralmente incorrecto. 

Hoy decido cambiar mi vida, haré pagar a los responsables del sufrimiento e injusticia que me causaron.
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Forbidden Affairs Empty A toast to the devil who found me.

Mensaje por lovesick Mar 13 Ago 2024, 3:51 am

A toast to
the devil

who found me



002

— ¿Qué estarían dispuestos a sacrificar por un objeto que simboliza el poder absoluto? — Mi voz resuena en la sala, silenciando el murmullo y capturando las miradas. Hago una pausa, dejando que la pregunta cale en la mente de los presentes.

Sabía perfectamente la respuesta.

—Damas y caballeros, les presento una joya cuyo valor trasciende lo material. Hablo, por supuesto, de El Corazón de la Emperatriz.

Las luces se atenúan ligeramente, enfocando un rayo de luz sobre la vitrina cubierta con un paño de terciopelo rojo.

Continúo. — Esta joya perteneció a la emperatriz de un antiguo y poderoso imperio. Era un símbolo de su dominio, una representación tangible de su poder y grandeza. Sin embargo, durante una rebelión, fue robada y perdida en el tiempo. Desde entonces se ha convertido en una leyenda, buscada por muchos, pero nunca encontrada... hasta ahora.

Retiré el paño, revelando la joya que resplandece bajo la luz, arrancando suspiros y murmullos de asombro de todos los presentes.

Sonrío —Esta noche, tienen la oportunidad única de poseer no solo una pieza de inestimable valor, sino también un fragmento de la historia. El Corazón de la Emperatriz está aquí, esperando a ser reclamado por el más audaz y el más digno — de entre todos ustedes, el hijo de puta que me ofrezca una cantidad vulgar de dinero o algún otro bien material.

¿Qué estarían dispuestos a sacrificar por un objeto que simboliza el poder absoluto?

Lo que fuera. Hasta ahí llegaba la codicia humana.

El Corazón de la Emperatriz no era simplemente un adorno como las otras joyas, sino un arnés de diamantes que cubría el pecho, centelleando con cada movimiento. En el centro del arnés, justo sobre su corazón, resplandecía un diamante de un tamaño y pureza incomparables. Se decía que este diamante, cortado con una precisión mística, reflejaba no solo la luz del sol, sino también la esencia misma del poder de la emperatriz.

El arnés estaba elaborado con finos hilos de oro blanco, entrelazados con pequeñas gemas que parecían brillar con luz propia. El diseño del arnés era intrincado, con patrones que evocaban antiguos símbolos de poder y protección, como si la joya misma fuera una armadura que resguardaba el alma de la emperatriz. Una extensión de su ser.

Y llegó a mis manos sin pedirlo.

— Por favor, disfruten de la velada. En una hora comenzará la subasta de nuestros artículos y otros objetos de exhibición. Por supuesto, la cereza del pastel, El corazón de la Emperatriz será la última venta de esta noche.

Las luces dejaron de alumbrarme junto con la joya, y en un parpadeo, cada uno de nuestros objetos fue alumbrado por una luz que resaltaba lo mejor de su calidad, en una placa de metal que decía el nombre y su origen. Si no se poseía alguno de estos detalles, se escribía la palabra desconocido.

— Debo decir que estoy impresionado, ma chère.— Demian trató de ocultar su sonrisa detrás de una copa de champaña. —Somos intermediarios, no vendedores. No entiendo por qué me convenciste de aceptar organizar una subasta.

— Ya sabes, el cliente siempre tiene la razón.

— ¿El cliente que no conocemos, pero que nos depositó una gran suma de dinero para aceptar vender una de sus joyas, que resulta ser El Corazón de la Emperatriz?— Bebió un sorbo. — Ha sido quizá tu moviento más estúpido y arriesgado.

—Jamás nos habían pagado tanto por un negocio.

—Eso es porque sé elegir mis trabajos, Bernadette. Además me divierte lo hago. — Dijo muy seguro de sí mismo. — Mírate, la primera vez que haces algo por tu cuenta y ya estás alardeando de ello.

Me encojo de hombros. — Tuve un buen maestro.

Sus ojos se deslizan de reojo, con una chispa coqueta y sugerente.

Miro a mi alrededor. Quizá sí, quizá Demian tenía razón.

Es el primer negocio que "realizo" por mi cuenta, aunque en realidad nada de esto ha sido idea mía. El cliente nos contactó por medio de un correo, con instrucciones muy específicas sobre cómo llevar a cabo esta subasta y qué objetos debían estar a la venta. Y antes de que le hubiera escrito una respuesta apropiada, una muy buena cantidad de dinero llegó a mi cuenta bancaria.

Había una sola regla: Debes vender El Corazón de la Emperatriz al que te ofrezca el mundo entero; de lo contrario, no la vendas.

— Un error de juicio podría traernos muchos problemas. —Dijo Demian sacándome de mis pensamientos. —Iré a dar la vuelta. Tal vez pueda distinguir al cliente.

—Tal vez ni siquiera esté aquí.

—Créeme, Bernadette. Lo está. — Dijo él antes de caminar hacia la multitud.

━━━━━━━━※━━━━━━━━


Desde que nací, nunca tuve algo que pudiera llamar mío. Se le dice "mío" a aquello que te pertenece.

Con eso en mente, supe que una vez tuve una familia que creí que era mía; estaba compuesta de una mamá y un papá. Poco después, solo quedamos mi madre y yo. A los cinco años, mi madre me abandonó.

No tenía más que una foto borrosa de ella y apenas diez euros en mis bolsillos. Duré en la calle apenas tres días. Nadie me notó. Fui invisible…

Hasta que apareció él.

— No puedo hacerme cargo de ti, niña —dijo él con voz firme mientras me guiaba en la noche.

Por alguna razón, él me había notado. Y no comprendía por qué había dicho solo eso... cuando claramente tenía mis manos en su cartera en el parque.

Nos paramos bajo un farol de luz amarilla que apenas iluminaba la calle. Desde que mi mamá me había abandonado, los días y las noches se volvieron más fríos. Solté la cartera de marca y comencé a temblar sin decir palabra. Froté mis brazos con las manos en un intento por mantenerme caliente.

Él me miró directo a los ojos mientras sacaba una cajetilla del interior de su abrigo. — Si quieres sobrevivir, cruza la calle y toca esa puerta. Pero te advierto algo: el mundo es horrible.

Y dicho eso, se marchó.

Crucé la calle llorando y toqué la puerta.

Así sobreviví en el orfanato hasta mis quince años, en los barrios bajos parisinos, donde todo escasea.

Nunca tuve ninguna pertenencia que fuera exclusivamente mía. Hasta ese momento, cuando él me rescató. Demian me enseñó todo lo que sé.

A pesar de todo lo que había pasado, el recuerdo de esos días seguía presente en mi vida.

Así que si alguien podía entender el atractivo de poseer una joya tan única y extravagante, era yo. Lo que no entendía era la razón por la que querían venderla. Sí, era obvio que nadie jamás usaría El Corazón; fue diseñado para una mujer en especial, hecho a su medida. Pero nada de todo lo que aquí se vendía era para uso cotidiano. Y el simple hecho de querer vender la joya por algo del mismo valor era estúpido. Nadie jamás iba a dar lo suficiente como para...

La copa de alguien chocó contra mi vestido, y la champaña terminó escurriéndose por mi pecho y la tela blanca de mi ropa. Me quedé en shock. ¿En verdad estaba pasando esto?.

Upsis.

Levanté la mirada de mi tela mojada y lo primero que vi fueron unos ojos azules como el cielo en un día despejado. Brillantes. Sin duda en ellos. Lo único que cubría el rostro del hombre era el antifaz de media cara sobre su rostro.

—Supongo que es aquí donde me debo disculpar con la anfitriona, ¿no es así? — Se sacó un pañuelo del bolsillo de su pantalón y me lo tendió. — Cliente número uno. — Dijo de manera seductora.

No pude evitar abrir la boca con sorpresa. Él colocó el pañuelo entre mis dedos, sin dejar de mirarme directamente a los ojos. Tuve que dar un paso hacia atrás cuando sentí que invadió mi espacio personal con su cuerpo y su mano en mi espalda baja. Me di cuenta de que tenía el cabello rubio como los rayos del sol y su aroma era dulzón.—Disculpe... ¿número uno?

Asintió. — El número dos está por allá. —sus dedos señalaron a ningún lugar. — Demasiado ansioso y enojado como para acercarse.

Por unos segundos me congelé en donde estaba. No sabía quién era este hombre porque no era uno de mis clientes frecuentes y tampoco sabía cómo negociar con él. Además, me acababa de revelar que no era sólo un cliente, sino dos. Y por si fuera poco, habían burlado la seguridad que había contratado. 

—¿Y qué puedo hacer por usted... ustedes? — Le tendí mi mano pero él ni siquiera la miró.

— Absolutamente nada. Lo estás haciendo todo perfecto... solo que número dos dice que no vendas la joya a nadie. Fue muy claro al respecto.

— ¿No... no se venderá? — Pregunté incrédula, mi voz salió apenas en un susurro. Mi mano aplastó el pañuelo en un puño. — No está hablando en serio. — Respondí inconforme, observando a mi alrededor para encontrar a quién sea que fuera el número dos, si es que existía. — Organicé ésto como lo pidió, ni siquiera me ha dado la oportunidad de probarle que puedo conseguir el dinero o lo que sea, que para usted, represente el mundo entero. 

No solo se trata de la joya, es un asunto familiar.

Él me quitó el pañuelo de mis manos y lo acercó a la tela de mi vestido, peligrosamente cerca de mis pechos, lo que me cortó el aire por el atrevimiento. Traté de descifrar su expresión pero sólo parecía estarse divirtiendo conmigo.

—Deberías secarte. —Asentí antes de darme cuenta.

— ¿Cree que esto es un juego? ¿Acaso sabe el lío en el que me acaba de meter? —Mi voz sonó arisca, mientras susurraba para que nadie supiera el desastre que estaba por ocurrir. Me sequé el pecho con su pañuelo. Comencé a desesperarme. No solo está en juego la subasta, sino mi reputación y la de Demian. ¿Cómo esto se había convertido en algo familiar?

Respiré hondo y traté de mantener la compostura.

Continué. — ¿Sabe quiénes son las personas que invité? Soy una intermediaria. — Especifiqué. — Hago que vendedores conecten con compradores, hago que sucedan negocios. Y estas personas son... —Me guardé la palabra — estas personas jamás se aparecerían a una subasta en físico sino fuera por algo valioso. ¿Por qué cree que todos traen antifaces? —Digo entre dientes. —Todos están aquí por El Corazón de la Emperatriz.

Él empezó a reír como si nada y de pronto se irguió, sus hombros parecieron ampliarse, mostrando una figura atlética, aún debajo del traje negro de buena calidad, perfectamente a la medida. Tragué saliva. Debía ser más alto que yo al menos por unos 20 centímetros. Ladeo la cabeza y se llevó la uña del pulgar a la boca mientras me observaba.

— No está aquí la persona a la que planeabamos que se la vendieras. — Su voz sonó totalmente melosa. Su pulgar ahora levantaba mi mentón. —¿Lo entiendes verdad? —Por alguna razón fue como si sus labios de pronto se volvieran los protagonistas, se veían tan suaves y finos, cada palabra de su boca salía de manera sensual.

Sí... espera, no. ¿Qué?

Me sentí abrumada, mi respiración se volvió pesada y mis pensamientos se confundieron. Las acciones del cliente número uno estaban poniendo a prueba mi capacidad para manejar la situación, tanto que no podría pensar con claridad. La joya, sus labios, la joya, sus labios, su voz, la maldita joya. Todo en ese orden.

— Así mismo, ¿Qué te hace pensar que no soy tan peligroso como para acabar con todos los que están aquí? — El tono de su voz fue más grave y hostil.

Antes de que pudiera procesar lo que acababa de ocurrir, una segunda persona apareció, interrumpiendo la conversación con el cliente número uno.

— ¿Qué se supone que estás haciendo? — Intervino con voz irritada. El dueño de la nueva voz a mi alrededor le dió un manotazo al rubio, haciendo que rompiera el contacto conmigo, quién solo sonrió descaradamente.

La joya, la subasta, el descarado frente a mi y este nuevo hombre a mi lado. Mis pensamientos parecían estar volviendo a su estado normal.

Desvié la mirada del nuevo hombre cuando noté que el antifaz que llevaba le cubría la parte inferior de la cara, como si fuera una especie de bozal donde podía ver su frente y sus ojos a la perfección. Tenía una cicatriz partiéndole el final de una de sus cejas, y su cabello ondulado color caramelo estaba peinado hacia atrás.

— ¡Número dos! — Dijo el rubio. — Te presento a nuestra anfitriona. — Él rubio me sonrió. — Anfitriona, él es número dos. En realidad, él es mayor que yo, pero eso ni al caso. 

Número dos puso los ojos en blanco, resopló y luego me prestó atención. Hasta hace unos momentos, creí que el rubio me estaba tomando el pelo.

— Nos llevaremos la joya. Puedes exhibirla, pero no la venderás.— Me quedé perpleja ante su tono, claramente me estaba dando una explicación y una orden. Abrí la boca para decirle algo, pero él negó. — ¿Acaso te dije: dime algo para tratar de convencerme? 

Me quedé perpleja. ¿En dónde diablos estaba Demian? Él tenía que saber que mis clientes ya me habían encontrado y estaban siendo unos completos imbéciles.

Intenté encontrar una solución rápida. Esto no podía terminar antes de comenzar. Sonreí. — Señores, por favor. Si me dicen de quién hablan, yo podría buscar la manera de traerlo aquí esta misma noche o ir yo misma hacia su cliente en específico. — Pedí. — Jamás me dijeron la razón por la que fui contratada, pero me gustaría poder demostrar... 

El hombre de la máscara macabra se llevó dos dedos al puente de la nariz, fastidiado de escucharme y miré al rubio en busca de ayuda. 

— Discúlpalo. Su batería social se agota demasiado rápido. — Dijo burlón, metiéndose una menta a la boca. — Continúa tu discurso. 

Esto me estaba dando mala espina. — Decía que me gustaría demostrar que no fue mala idea escogerme a mí. —Mi voz se apagó.

El rubio borró la sonrisa de su rostro y miró rápidamente por encima de mis hombros. — Lo sabemos. El más perfeccionista te eligió, señorita Bernadette Honoré — Señaló con su cabeza al otro.

El hombre de cabello caramelo negó. — Él no vendrá. — Contestó pero no a mí, sino al otro que lo acompañaba. Entre ellos se dieron una mirada cómplice, y por la mueca en los labios del hombre número uno entendí que no le gustaba nada esto.

—Bien. — Dijo como si se rindiera el rubio, se pasó una mano por su pelo y luego me volteó a mirar. — Lo lamento pero por desgracia conocemos al comprador demasiado bien. Y si él dice que no vendrá es porque no vendrá.

Mordí el interior de mi mejilla, muy molesta con la situación.

— Esto es un incumplimiento del trato. — Me mostré seria, mis manos hicieron bolita el pañuelo con el que me sequé.

— Te enviaremos los fondos en cinco minutos. — Las manos del rubio se ajustaron su saco negro y claramente no se mostró ni un poco sorprendido. — Ha sido un placer.

Vi cómo ambos se dieron la media vuelta y comenzaron a caminar en dirección contraria a la mía.

Maldición.

Y así fue como mi primera subasta se iba al carajo.

━━━━━━━━※━━━━━━━━


La hora por fin pasó y le expliqué a Demian todo lo que había sucedido. Él se mantuvo impasible y me sorprendió su actitud ante el caos que estaba por avecinarse y pensé que sólo podía deberse a los años que lleva en esto, un par de décadas más que yo.

— No podemos simplemente mentir. Se supone que esto fue exclusivo. Todos los presentes son los únicos capaces de realizar un pago de tal magnitud.—Dije entre dientes mientras caminaba hacia el frente, observando cómo todos regresaban a sus lugares para poder reanudar la subasta. La tensión en mi voz era palpable.

— No tenemos opción. Diremos que hubo un percance con uno de los invitados, pero que fue informado de la ofertas en vivo. — Exhaló el humo de su puro, su mano bajó a mi espalda baja, su contacto estaba tratando de animarme.— Tú puedes. Si algo sale mal, entraré en acción. He manejado peores situaciones en estos años. Mantén la calma.

—Tenías razón. Tal vez cometí un error al aceptar esto. Aún soy inexperta como para ver el panorama completo. — Bajé la mirada, comenzando a ceder ante mi propia equivocación.

— No te hundas ahora, Bernadette. Mantén tu enfoque.

Esto se sentía como presentar un examen sin haber estudiado, con cada error pasado resonando en mi mente.

— Gracias a todos por continuar con nosotros esta noche. — Sonreí cuando las luces me iluminaron nuevamente, intentando proyectar seguridad que no tenía. — Comenzaremos con las ofertas de los primeros artículos en exhibición, como sabrán...

De repente, sentí que el suelo bajo mis pies se movía. ¿Me estoy mareando? Mis manos se separaron un poco de mis lados en un intento por mantener el equilibrio. Una sensación de temblor me invadió. Levanté la vista hacia el frente para confirmar que esto no era solo una ilusión, pero no era así. Los murmullos de los asistentes comenzaron a crecer, algunos se pusieron de pie, alterados.

—¿Qué está pasando? — Mi corazón comenzó a latir con desesperación. Al mirar a Demian, sentí que un mar de polvo se arremolinaba ante mis ojos. El sonido de una explosión inundó la sala, y el piso se sacudió con fuerza.

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Un caos absoluto se desató. Las luces parpadearon y las alarmas comenzaron a sonar.

Apenas y fui consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Me sentía ensordecida, aunque al mismo tiempo escuchaba un bip en mis oídos. — El Corazón. — Mi voz salió en un susurro. 

Me sentía mareada, con el pecho pesado y la cabeza dándome vueltas. Cada paso que daba me costaba más que él otro; era como si estuviera metida en una pesadilla sin poder despertar. —Demian. — No podía gritar.

Busqué la caja a mi alrededor, pero no la hallaba. Parpadeé tratando de enfocarme. Tampoco veía a Demian.

El Corazón... ¿En dónde mierda estaba El Corazón?

El sonido de los gritos y el estruendo de los escombros cayendo al suelo perforaba mis oídos. La neblina de polvo cubría todo; apenas se podían distinguir las sombras y las siluetas borrosas.

¿Cómo pudo haber pasado esto? Todo estaba bajo control. ¡Todo tenía que estar bajo mi control! Me llevé una mano a la cabeza cuando sentí que liquido me escurría por la sien. Sangre. Mi sangre.

Traté de ignorarlo. La caja... estaba detrás de mi, a unos metros detrás de donde estaba parada. Mi corazón comenzó a latir más rápido con cada segundo en el que no podía distinguir la caja de entre todos los desechos de lo que eran los bienes que se iban a subastar.

Con manos temblorosas, aparte un candelabro caído, mis dedos se deslizaron sobre los fragmentos de cristal blindado. Ahí estaba lo que quedaba de la caja, rota y vacía.

Mi corazón se detuvo. No. No. No. Esto no puede estarme pasando. No había nada. Vacío. Un grito de desesperación se ahogó en mi garganta cuando volví a repasar los bordes filosos de la caja rota.

Justo cuando el frío de la realidad me golpeó, escuché pasos acercándose rápidamente.

—Encuentrenla y terminen con ella. Esa maldita debe pagar por su error.

No espere a que sus palabras se hicieran realidad. No tenía tiempo para planear, solo para huir. —Demian. —Susurré, con la esperanza de recibir una respuesta, pero el silencio fue mi única contestación.

Salí del complejo a toda prisa, dejando atrás la subasta que había sido mi perdición. París, que alguna vez había sido mi hogar, ahora era una trampa mortal, y estaba a punto de volverme su presa. Cada sombra parecía esconder una amenaza, cada esquina un enemigo.

Cambié de identidad y de país en cuestión de horas, tomando trenes y autobuses sin rumbo fijo, un barco, moviendome en la noche como si fuera parte de ella. La persecución y mi paranoia no me daban tregua, y las calles de Europa se convirtieron en un laberinto enorme que cruzaba a toda velocidad y a ciegas.

Hasta que finalmente, llegué a Edimburgo.

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Edimburgo, 02:56 a.m.


«Última hora: A tres días de la explosión que sacudió un lujoso complejo en el corazón de París, las investigaciones continúan mientras las autoridades intentan esclarecer los detalles del incidente que dejó varios heridos. La explosión, que ocurrió durante una subasta privada con la participación de figuras adineradas de todo el mundo, sigue siendo un misterio. Entre los heridos se encuentra un hombre no identificado. Testigos lo describen como un hombre de 40 años, con cabello castaño claro, ojos azul verdoso, complexión atlética. Hasta el momento, no ha sido confirmado si se trata de Demian Menteur...»

La ciudad me recibió con una frialdad y silencio inquietantes.

Mi cuerpo herido y exhausto, se arrastraba por las calles en busca de un refugio. Hundí las manos en los bolsillos de mi chamarra, intentando mantener el poco calor que me quedaba y seguí caminando, sin rumbo fijo.

Demian y yo sabíamos que siempre existía la posibilidad de que un negocio saliera mal, pero jamás pensé que ocurriría de este modo. No después de una explosión que salió de la nada. No después de haber ofertado El Corazón de la Emperatriz. No en mi primer negocio por mi cuenta.

Seguía en shock. Habían pasado varios días desde el incidente. Había apagado mi teléfono hacía unas horas, por si se les ocurría rastrearme. Mis fuerzas se agotaban, y mi mente se nublaba ante la desesperación. Sabía que me estaban persiguiendo; mi reputación estaba manchada ahora y nadie iba a ayudarme. No tenía El Corazón, no sabía nada sobre Demian y no tenía idea de la bomba, pero todo indicaba que había sido planeado.

¿Tal vez el staff? ¿O fue algo que dije, un mínimo desliz? Sacudí la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos, pero la paranoia seguía rondando como un fantasma en mi mente.

—Demian... no. ¿Qué mierda estoy pensando?

El dinero de emergencia que había logrado tomar se estaba terminando, y necesitaría un milagro si quería salir viva de esta.

El viento silbaba en los edificios de piedra, el eco de mis propios pasos resonaba en las calles vacias, mi cabeza me impulsaba a querer acelerar el paso.

—Tranquila.— Me susurré a mi misma, intentando calmar mi respiración. Es sólo mi mente jugándome un mal rato, ¿no?

Escuché un ligero crujido detrás de mi. No quería voltear. Había aprendido que cuando empiezas a correr sin motivo aparente, solo confirmas que hay algo por lo que debes huir.

—Mierda. Mierda. Mierda. — Mi voz se rompió. Alguien me está siguiendo, lo sé.

Un segundo ruido, esta vez más cerca. Ahogué un grito, no iba a voltear. Mi instinto me traicionó y sentí el impulso incontrolable de correr. Corrí. No podía detenerme.

Empecé a acelerar el paso, el miedo podía ser una debilidad o una fortaleza, así que mientras me siguieran funcionando las piernas no iba a parar. El frío aire de la madrugada quemaba mis pulmones, pero no podía parar. Jamás había sido una persona atlética y comencé a maldecir los malos hábitos franceses como fumar que había optado en mis 24 años de vida, porque me cansé demasiado pronto.

Giré en una esquina y tropecé con una bolsa de basura enorme, cayendo al suelo. En un instante, un dolor punzante atravesó mis costillas al sentir el peso de la bota de alguien sobre mí. — ¡AHH! —Rodé de dolor en el suelo. Mi corazón latía como si fuera a explotar.

Me traté de levantar, con una mano en las costillas y la respiración frenética. Una segunda patada me dió en la cara y mi cabeza terminó por rebotar contra el piso. Seguida de una más.

—¡Detente! — Ordenó uno de los hombres con una voz áspera. No sabía cuántos eran pero eran 4 o estaba viendo doble por el golpe.  Comencé a toser, me dolía todo. —Mirala... nadie nos dijo que era una belleza parisina, incluso con el cabello corto. —Me tomó del cabello y apretó su agarre acercando su nariz a mi mejilla.

—¡AH, BASTA! — Grité con fuerzas que no tenía, y traté de golpearlo con mis manos pero no alcancé a alguno. Ambos hombres rieron, un sonido tan retorcido que me hizo temblar.

—Bajale el pantalón. — Ordenó.

—¡NO, NO! — Mis caderas quedaron atrapadas en las manos del primer hombre que me había golpeado. —¡NO, BASTA! ¡LES DARÉ LO QUE SEA! ¡AYUDA! —El hombre sólo apretó su agarre en mi cuerpo. Sentí sus manos gordas y callosas en mi piel. —¡AYUDA!

Entre los dos me derribaron en el suelo y el pánico comenzaba a apoderarse de mi. Vi cómo sus dedos desabrochaban mi botón y sus manos frías se deslizaban por mis caderas junto con mi pantalón. Mis manos tantearon en el piso de piedra buscando lo que fuera, hasta que mis dedos encontraron una piedra suelta en el suelo. Sin pensarlo, la arrojé con todas mis fuerzas contra la cara del hombre más cercano. El impacto lo hizo retroceder y gritar de sorpresa.

—¡Oye, maldita puta! —Con el mismo impulso devolví el golpe al otro, cuando sentí mis piernas liberadas tome la piedra con fuerza y me abalance sobre él, dándole directo al rostro.

—¡MUERETE, HIJO DE PERRA! ¡MUERE! — Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. Muere. MUERE. MUERE. MUERE. MUERE. MUERE. MUERE.

Los golpes salieron por instinto, no podía parar.

Mi cabello fue jalado hacia atrás haciéndome caer de espaldas con un chillido de dolor. Levanté la vista y vi al primer hombre escurriendo de sangre de la frente. No supe de donde saque la fuerza pero esta vez mi piedra chocó con su brazo haciéndolo soltarme, apenas me sentí libre, me levanté, me subí los pantalones antes de correr de nuevo.

Me lancé a una calle lateral, sin saber exactamente a dónde iba. Lo único que importaba ahora era alejarme lo más que pudiera, a donde sea, sobrevivir. No quería morir en la madrugada. Sola. En un lugar que no conocía. El dolor que estaba sintiendo era insoportable, jamás me había sentido tan mal, y podría jurar que algo andaba mal en mi interior.

Las calles fueron desapareciendo hasta que de pronto estuve corriendo entre grandes pinos. Ahora ya ni siquiera las farolas me alumbraban y el sonido del viento agitaba las ramas de los árboles. Mi respiración entrecortada y la poca adrenalina que me quedaba me hizo seguir.

Escuché el rugido de un motor de un auto, que se aproximo rápidamente y justo antes de que cruzara frente a mi llegué a la autopista. — ¡AYUDA! ¡AYUDA!— Grité y agité los brazos, los faros me cegaron momentáneamente.

El vehículo frenó bruscamente frente a mí, que me hizo caer sobre mi trasero asustada. Cerré los ojos. Morir atropellada, sí, prefiero morir atropellada. 

Ya no podía más. Esperé sentir el peso del auto sobre mi y la muerte segura, pero eso no ocurrió. 

Abrí los ojos cuando escuché una de las puertas del auto abrirse. Me arrastré con las piernas hacia atrás, alejándome del auto, en la acera fría. Mi cuerpo temblaba, mi mente estaba llena de confusión y miedo. Era como si el aire se hubiera vuelto más pesado. Sentí la necesidad de levantarme, de huir y escapar. Las piernas me fallaron al primer intento, y caí de rodillas en el asfalto frío, jadeando por el dolor que recorría todo mi cuerpo.

Un paso, dos pasos.... lo primero que noté fueron unos zapatos Armani negros, perfectamente lustrados y el cuerpo de un bastón, cuando llegué a sus ojos me esperaba una mirada imperturbable, con una intensidad palpable, aplastante, de confianza y poder firme que se sentía como una ley universal.

Tragué saliva. Jamás en mi vida me había sentido tan minúscula. 

El sonido de otra puerta llamó mi atención, y esta vez aparecieron unos pies descalzos, pantalones de tela desgastados y una camisa sin abotonar reflejando un abdomen bien definido en una piel apiñonada, el cabello largo, oscuro y ondulado volaba en el aire. 

Ni siquiera pude verlo a los ojos, una sonrisa malévola apareció en ese rostro, al cabo de unos segundos. Emanaba una sensación de maldad diferente.

— Así que aquí estabas, Dottie.—Su voz sonaba salvaje.

No entendía qué estaba pasando.

—Te encontré.

La confusión nublaba mi mente. Los sonidos se distorsionaba, las figuras frente a mi se desdibujaban. Sentí una presión en mi pecho y comprendí una cosa: el diablo me encontró, y luego... la nada.

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