DARK ACADEMIA

¿Cuando fue la última vez que perteneciste a alguna parte? Enserio, ¿Cuando fue? No lo recuerdas, es normal. Seguro que has pasado tanto tiempo en esta situación deplorable que te has mal acostumbrado y lo has asumido como normal, pero te sientes un fuera de serie. Eres el bicho raro al que todos miran como si se acabaran de comer la mierda de un perro, por encima del hombro y como si estuvieras igual de loco como aquellos que colgaban al decir que la tierra no era plana. Pero bueno tampoco eres ningún erudito, no te vayas a creer la cima del mundo en un segundo. Ahora te voy a hacer otra pregunta, ¿Estás satisfecho con tu vida? Sin respuesta, no me esperaba más de ti. Probablemente ahora me quieras debatir con algún hecho de tu vida pero a parte de sumar dos más dos ¿qué has hecho de importancia a lo largo de tu vida? Nada. Seguramente llegados a este punto estarás hasta los huevos de escuchar a un viejo y te esté inflando las narices de tal forma que quieras darme un puñetazo, ¿me equivoco? Bien, es justo la reacción que quería.

Sabemos quien eres, y sabemos lo que has hecho. Eres un criminal. No hay mucha gente que valore esas habilidades, sin embargo para tu suerte yo soy una de ellas. ¿Y si te dijera que existe una escuela para jóvenes como tú? donde estarías rodeado de tus semejantes. Para ser más directos entreno a creativos solucionadores de problemas.Te ofrezco la mano para ayudarte a redirigir el fuego que yace en tu interior, moldearlo y ayudarte a dominar las artes letales. La oportunidad de lograr ser alguien y aportar algo al mundo.

reglas & aclaraciones

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RONDA 1

El Maestro Lin tenía ante su vista al alumnado de la Academia, estaba junto a el maestro Omenuko en la clase de Artes Oscuras, donde plantearía su tarea más importante del semestre y la que determinaría la capacidad de los futuros graduados. Ante si tenía el futuro de la vida criminal, pero no era un futuro demasiado prometedor. En las últimas filas habían alumnos que se dedicaban a hacerse fotos con el móvil y escribir mensajes mientras trataban de parecer que prestaban atención. Un poco más adelante estaban los que disimuladamente escuchaban música con auriculares, los ojos entrecerrados o en blanco ya que visitaban a morfeo y al principio de la clase estaban los alumnos aplicados y los que no habían podido coger sitio en la última fila. En resumen, nadie estaba realmente prestando atención a el maestro Omenuko.

El maestro Lin empezaba a notar como se le inchaban las venas de la impotencia. Es como si pudiera leer las mentes de los estudiantes, que se preocupaban más por quien querían meter en su cama o en como envenenar al otro antes de prestar atención a las valiosas lecciones que les enseñaban. Esta clase era de lo más . Una muchacha de cabello rubio quemado por el uso de tenacillas a diario le pasó disimuladamente una nota a un compañero, lo vio desde el rabillo del ojo así que al cruzar el pasillo golpeó con un giro de muñeca la nariz de la chica con la empuñadura de su bastón. La sangre borbotó por todo su pupitre y llegó hasta el compañero al cual le había amenazado con una notita.

— ¡Me las pagará, verá cuando se entere mi padre!
— Sabe tan bien como yo, que su padre no tiene ningún tipo de autoridad ante mi ni ante ninguna de mis acciones en mi Academia. Pero asegúrese de contactar con él para que el cirujano le vuelva a arreglar la nariz, creo que le habrá quedado algo desviada. En cuanto a esa estupidez de amenazar a un compañero a través de una nota tan ridícula como mediocre haga el favor de no volver a repetirlo, si va a tratar de amenazar a alguien hágalo correctamente y no de esta forma tan infantil. Si atendieran más a las clases de sus maestro y profesores sabrían como hacerlo debidamente.

La joven se sentó de nuevo en su asiento y gruñó con los brazos cruzados ante la contestación del maestro. No cualquiera podía responder así ante una fascista heredera en la escuela, pero más allá de los herederos está el director de la academia. En vista de la falta de motivación del alumnado el maestro Lin le hizo una seña a X para tomar el mando de la clase.

— Sabéis, la Primera Guerra Mundial la empezó un adolescente con una pistola. Un campesino serbio decidió asesinar al archiduque Francisco Fernando. Así se desató una reacción en cadena que culminó en dos Guerras Mundiales y una Guerra Fría. —se dirigió de nuevo a el pasillo de la clase para pasearse y vigilar con su mirada helada a todos los alumnos mientras divulgaba su discurso— El carácter, se revela mediante las elecciones que tomamos. Reflexionad, ¿Quien recibiría vuestra rabia? ¿Un ladrón? ¿Un pederasta?¿Un líder mundial?

Los susurros de extrañeza de los alumnos se callaban cada vez que él pasaba cerca o les ofrecía una mirada, estaba claro que no sabían lo que les deparaba, pero este proyecto lograría trazar una linea entre los pastores y el ganado. Era hora de que maduraran de una vez por todas.

— Esta decisión traiciona a todos vuestros secretos y desvela vuestra verdadera motivación. Preguntaos a vosotros mismos, en ese oscuro abismo, dispuestos a atacar con un tiro directo... ¿A quien mataríais? —el maestro Lin se paró sobre la mesa del maestro ante las miradas extrañas de su alumnado— Vuestros deberes, que son la mitad de la nota del semestre me dirán quienes sois. Usad vuestro entrenamiento y buscad por la ciudad un objetivo que creáis que merece la muerte, y asesinadlo.

Capítulo 01

por Spellman. [Zoe]

Amber Condor l CLEO

Era el segundo crimen que atendíamos en un día, en la mañana habíamos encontrado en un callejón del barrio chino. Un joven armenio pizzero de apenas dieciocho años con un tiro que le había atravesado el cráneo, el cuerpo había quedado en el suelo con la moto aplástandole el cuerpo bajo un charco de sangre.

Sin duda lo más extraño era aquél curioso tatuaje que tenía el pizzero, ya que no era cualquier tipo de tatuaje. Para empezar se trataba de un lobo rabioso del este, pero su cicatrización indicaba que probablemente se lo habían hecho cuando era un niño.

¿Sería algo relacionado con el racismo? ¿algo que tuviera que ver con las bandas o las mafias? No lo sabía, pero la última persona a la que le había entregado una pizza era la segunda llamada que habíamos recibido en la comisaría; una limpiadora se había encontrado a su jefe atado a la cama con signos de agresión física.

Cuando llegamos a la habitación del abogado nos encontramos a un hombre inconsciente, con claros signos de agresión: le habían maniatado a los barrotes de la cama, tenía en las muñecas marcas de zaranderos, en otras palabras, había tratado de soltarse. El informe toxicológico seguramente daría positivo en drogas o somníferos de algún tipo, aun que parecían haber sido ingeridos tras la embestida. Tenía señales de tortura física, probablemente con un bate de béisbol o algún objeto similar. Además de signos de deshidratación.

La habitación por lo demás, estaba intacta. Es decir, a parte de signos de clara violencia, no había ningún tipo de señal de robo o hurto. De alguna manera parecía haber sido hecho con premeditación, puesto que no había rastro de huellas que no fueran de la víctima, además de rastros de otros fluidos...

— No hay señales de que la puerta o las ventanas hayan sido forzadas, aun que todo cabe decir que los cerrojos de las ventanas no parecen funcionar correctamente, así que el atacante podría haber entrado y huido por ahí. Sobre la víctima de agresión...
—No le llames víctima, el cabrón era un putero y un abusón, no merece ser tratado como tal por mucho que esté atado a la cama.
—Perdón —dijo el joven, aún tembloroso por la escena. Le hice una señal con la mano para que continuara dándome más información sobre la victima.— James Mortinson, cuarenta y cinco años, caucasico, abogado retirado y divorciado dos veces.
— Muy bien, ¿que ha pasado aquí? —dijo el detective Ryan acercándose a nosotros.
— El atacante le sorprendió por la espalda, probablemente con algún dispositivo de descarga eléctrica ya que no hay restos de sangre en el suelo ni tiene conmociones graves en la cabeza. Cayó sobre la cama, él solo se encargó de arrastrarlo hasta la cabecera y atarlo con unas esposas en los barrotes de la cama. Y lo torturó y deshidrató durante un par de días. —respondí sin prestar demasiada atención a la mirada de mi jefe.— Es el hombre que buscábamos.
— Es el tercer caso en dos meses en el que alguien parece prepararnos a el objetivo que estamos buscando, hay que rastrear cualquier tipo de prueba que pueda haber en el edificio, el piso y el cuerpo. Definitivamente hay algún cabrón que se está riendo de nosotros, o tal vez alguien de mayor rango en este grupo criminal.
— Quizás es una víctima que busca vengarse —sugerí.
— ¿Una puta creyéndose Uma Thurman? —dijo encendiéndose otro cigarrillo.— Si fuera así no quedaría ningún putero en el mundo.

Acto seguido de hacer su numerito de detective jefe, Ryan desapareció del escenario del crimen. Yo sin embargo me quedé hasta que cayó el atardecer, lo que más me interesaba de el señor Mortison era su agenda y sus papeles personales. Si este era su apartamento tenía que haber algún tipo de caja de seguridad donde los mantuviera, y solo así ver si había algún tipo de conexión directa con otras personas a las que habíamos seguido el rastro pero no teníamos pruebas. Cada día que pasa, cada día que alguien es torturado, manipulado y asesinado. Si esta era la forma de desmantelar una red de tráfico de personas, tenía que dar todo lo que pudiera de mi misma para lograrlo.

A eso de las siete me llegó un mensaje vía sms;



Si, mi chica era un tanto... peculiar. Pero nuestro mutuo sentimiento por no soportar que las mujeres sean maltratadas de ningún modo nos hacía de alguna forma peligrosas, sobre todo a ella. Pero en fin, el día acababa con un putero más que sería procesado, no iba demasiado mal.


KENNA

Era el tercer cigarrillo que me encendía, y aún así no era suficiente nicotina para mi cuerpo pese a ser tan chica. Trataba de mantenerme calmada tanto como me era posible, sabía que si no era capaz de respirar de forma controlada, tampoco era capaz de pensar. En este momento, necesitaba reflexionar cual debía ser mis siguientes pasos.

Por que aquél estúpido pizzero que había muerto en un accidente, tenía la marca. No había querido alarmar a Amber, aun que su naturaleza de investigadora ya instigaba que no podía ser casualidad, pero tampoco quise confirmarle aquél presentimiento, ya que lo único no quería era meterla en más líos y mucho menos que tuvieran que ver con Ulf .

Me baja la temperatura corporal y me suben las pulsaciones tan solo al pensar en su nombre... Y me viene uno de esos escalofríos que me recorre la espina dorsal, una sensación provocada por el miedo.

El sonido de una lata metálica hace que me ponga de nuevo alerta, ese envase de cerveza barata no se ha movido sola. Entonces siento como si alguien tuviera puesto el ojo en mi. Me levanto de la parada de bus y me adentro en la llovizna que cubre la calle que se adentra en la noche. Sigo caminando sin pausa hasta llegar a un callejón sin salida a la derecha, antes de llegar a China Town. Me quedo parada de espaldas para averiguar si alguien sigue mis pasos. Una sombra se abre paso al trasluz sobre mi espalda.

— ¿Emilia Bergman? —me pregunta una voz joven masculina a mis espaldas, diría, que incluso tartamudea. Tal vez por que esté nervioso, aun que lo más probable es por que esté colocado.
— Lo siento, no respondo ante ese nombre. —le respondo, encendiendo mi dispositivo eléctrico de descargas.
— Ulf te envía saludos —dice de nuevo esa voz temblorosa y escucho como deja algo en el suelo, y acto seguido se va por patas.

¿Qué demonios era eso? Una caja marrón de correo se posaba sobre la acera mojada. He aquí dos opciones, o Ulf ha decidido pagarme con la misma moneda que yo le había hecho o me había hecho un regalo parecido al de Seven, o puede que algo incluso peor. Había pasado tanto tiempo sin tener noticias de él, que casi había jurado que estaría muerto. Pero no amigos, la mala hierba nunca muere.

Dejé de darle rodeos y abrí la navaja para hacer un corte sobre la tapa y abrir la caja. Lo que había dentro... tal vez podía parecer bastante desilusionante después de tener las otras imágenes en mente, no se trataba de ningún dispositivo explosivo o ningún miembro cortado, a simple vista eran solo fotografías. Sin embargo para mi eso decía mucho más. Eran imágenes mías. Algunas eran de cuando era pequeña, otras eran polaroids de mi madre e iban con fecha, desde que me había ido hasta el día de hoy. Y las últimas... Las últimas eran otra vez mías, pero eran actuales. Sabía que estaba en San Francisco, solo era cuestión de tiempo que me cazara.

Cogí una de las polaroid y la guardé en mi bolsillo trasero, el resto y la caja lo tiré a una papelera. Cogí un poco de alcohol que había en una botella del suelo, probablemente algún sin techo que se la había dejado a medias para luego y le prendí fuego. Me quedé para ver que no quedara rastro de las imágenes y dejé que el fuego se apagara solo cuando volvió a llover. Sin sabe que hacer, decidí ir al club Glow para tomarme una copa para tratar de serenarme.

Creía que al dejar Suecia esto se habría acabado, que podría tener cierta ventaja y dejaría de mantener la cabeza sobre el hombro esperando a ver quién venía a mis espaldas. Sin embargo esos dulces años se habían acabado. ¿Qué copa me estaba tomando? ¿La tercera? ¿La quinta? No lo sabía, pero esperar a Amber me estaba matando. Tenía que advertirle. No, no podía hacer eso. Pero tenía que dejarla, tenía que coger mis cosas y largarme lo antes posible, tal vez a Nueva Zelanda o Malasia. Cualquier sitio lejos de cualquier rastro de Ulf.

— Kenna, ¿te apetece probar un nuevo cóctel que tenemos?
— Claro, ¿es fuerte?
— Esta hecha con Vodka importado de mi Ucrania, romero y frambuesas —sonreí y asentí con la cabeza, Rada sin duda sabía convencerme muy fácil.

No tardé en sentir que el oro líquido del este, empezara a hacer efecto. De echo, era de las primeras veces que una bebida alcohólica me sentaba así. Si acabas aceptando bebidas del este con la esperanza de cogerte una cogorza, tal vez acabes mal parado, y eso tan solo es culpa tuya. La sensación era más similar al LSD, las luces de la discoteca se volvieron tan fuerte que no podía soportarlo. Pese a que sabía que no debía irme, ya que esperaba a Amber, todo a mi alrededor se tornó en un torbellino, como si me hubiera tragado el submundo de jack skeleton y hubiera aparecido en la guarida de oogie boogie. Me tambaleé hasta la puerta trasera y salí del local como pude.

Al salir me tropecé con una farola, cayendo al suelo. Cuando alcé la mirada unas sombras femeninas bailaban al redor del Maypole, danzaban a su alrededor sonrientes con dientes afilados como los de un gato y con ojos relucientes. No tardé en dejar caer las nauseas y vomitar sobre la acera, mi mano se apoyó sobre un charco y recé por que fuera el agua de la lluvia o como mucho la orina de un gato.

Una bala atravesó el aire y rompió el silencio, juraría haberla podido ver como me rozaba las pestañas. No veía quien había sido el atacante, pero por como parecía haber caído hacia abajo presupuse que venía de lo alto de algún edificio de enfrente.

— Mierda.

Me limpié con el brazo la boca y me puse en pié, y empecé a tratar de analizar mi alrededor. ¿De qué iba todo aquello? ¿Era el cabrón de Ulf, otra vez? ¿De verdad iba a empezar mi cacería tan pronto? No se veía nada, si no fuera por aquélla farola que había confundido con un palo del solsticio de verano, el callejón estaría completamente a oscuras. Un cuchillo salió de entre las tinieblas y rozó mi codo izquierdo, maldecí con un grito. Pero ese cuchillo más valía haberse clavado en el hombro, por que ese rasguño solo hizo que mi adrenalina subiera. Saqué mi navaja mariposa del bolsillo interno de mi chaqueta de cuero y la escondí con la mano hasta poder encontrar al atacante.

Unas pisadas se abrieron paso a mis espaldas, giré levemente sobre mi hombro para mirar a la persona que me iba a atacar, para mi sorpresa era una mujer. Dejé que su patada me pegara sobre el hombro en el que me habían rozado con aquél cuchillo. Estaba claro que no era obra de una sola persona. ¿Ulf había mandado a un squad? ¿Se creía que esto era el escuadrón suicida ahora?, bueno el no entendería esa referencia. Caí falsamente sobre una rodilla y desenfundé mi navaja para hacerla girar sobre mis dedos, cuando volvió a atacarme la esquivé y le regalé un corte con la navaja en su pierna izquierda, ella soltó un gemido de dolor. Nos pusimos en guardia una frente a la otra, a la defensiva. Pensé en un par de formas de escapar, si lanzaba la navaja y le daba a la farola me proporcionaría una oscuridad que haría más fácil mi posible huida, pero estaba aquél atacante de antes...

Me acercaba lentamente caminando hacia atrás hacia la única salida posible de aquél callejón, cuando alguien me atacó por detrás con un paño húmedo que hundió en mi rostro. ¿Drogada? Otra vez, ¿enserio?

Desperté en una sala que más que hospitalidad gritaba: ¡Guarida de un psicópata asesino!
Rodeada de plásticos y cuerpos de vacas y corderos colgados por toda la sala, no era un matadero, era una carnicería. Que asco. Una figura desconocida permanecía de espaldas.

— ¿Estás bien con la vida que llevas? —me dijo una voz masculina, de la figura que se mantenía dándome la espalda.
— ¿Perdona?
— Que si te gusta la vida que estás viviendo — repitió el hombre, que se dió la vuelta dejando ver como tomaba un sorbo de su taza de té cada vez que hacía una pregunta.
— A usted que cojones le importa mi vida, si le ha mandado Ulf ya puede largarse por donde ha venido, en cuanto me quite esta cuerda mal atada clavo mis dr. martens en vuestros traseros.
— No, no me manda nadie. He venido por que es usted muy interesante Kenna.
— ¿Enserio? No lo sabía —dije de manera irónica.
— Si, no cualquiera ataca a los ocho años a un adulto rociándolo con un cartón de leche lleno de gasolina y prendiéndolo con un mechero, a sangre fría. No cualquiera acaba tutelada por el estado y años más tarde desterrada de su país de origen. No, usted no es cualquiera. Y su trayectoria es muy interesante. —El hombre se sienta sobre una silla que esta delante de la mía, a su alrededor hay una serie de personas que permanecen en la sombra. Me fijo en la pierna de una de ellas, es la que le había cortado con mi navaja previamente. — Le volveré a preguntar ¿le gusta su vida?
— No —respondí por fin.—  No me gusta mi puta vida, no me gusta parecer una vagabunda, correr de un estado a otro y tener que mantenerme alerta las veinticuatro horas. No soporto seguir viviendo mientras el capullo malnacido de Ulf, sigue vivito coleando mientras yo tengo que estar jodida cuidando mis espaldas. ¿Es eso lo que quería escuchar?
— Si. —dijo con una sonrisa dándole el té a una de las personas desconocidas de la sala. — ¿Y si te dijera que te puedo proporcionar, no solo un lugar seguro, si no ayudarte a fortalecerte y prepararte para vengarte de ese malnacido?
— Le peguntaría si se ha metido cristal o LDS.
— Hablo completamente enserio, puedo conseguirte eso y más.
— ¿Que tendría que hacer a cambio?
— Venirte conmigo y mis alumnos a la academia de Kings Dominion y dejarme entrenarte para convertirte en una asesina ejemplar.

Un chico entró en la sala tambaleándose de un dado al otro, mientras se reía con una voz muy aguda. El resto de personas —los alumnos— le regañaban por su comportamiento y pegaban collejas. Se colocó detrás del hombre que me estaba interrogando y pidió disculpas, para más tarde añadir con entusiasmo:

— ¿¡Vera!?
— ¿Heather? —le pregunté de vuelta.

El despacho del Maestro Lin parecía sacado del decorado de la película de Rebeca, parecía haber entrado en un palacete neogótico del siglo dieciocho. Lo cierto es que la academia se asemejaba a una mansión de estilo victoriano y poseído por una familia aristócrata británica, por lo que en cierto modo era bastante normal encontrarse aquella similitud. Aun que lo cierto, es que según el Maestro Lin no era así, según su historia había sido nacido de entre las cenizas y el esfuerzo de sus antepasados.

Aquella sala estaba repleta de cuadros y armas .una fiebre rococó, no quedaba a penas un lugar en la pared que estuviera libre, no parecían conocer en absoluto el minimalismo sueco. Era todo ostentoso y prepotente, como si aparentara ser un lugar mu lujoso y con mucha historia. Cada arma y cada cuadro tenía una placa con la información de la imagen u objeto, y había de todo, desde katanas hasta revolver de la primera guerra mundial.

Lin me acogió en su despacho después de la breve introducción a la academia, me seguía cuestionando a mi misma que hacía en aquél lugar... Pero lo cierto es que no encontraba otra salida, por el momento, tendría que conformarme con lo que había encontrado. Pero lo que más me intrigaba, era cuanto me podía ofrecer el maestro.

— Y bien, ¿cuánto creé usted que puede ofrecerme para qué me quede en la academia? —le pregunté, sentándome en la butaca frente a su mesa con los brazos cerrados.— He accedido a venir para darle el beneficio de la duda, y por que conozco a Heather.
— Como te dije, en mi institución trato de entrenaros y convertir de vuestra habilidad, una profesión.
— Si, eso me quedó claro. Aun que no acabo de ver por ejemplo que pintaría Heather aquí.
— Tu amiga está aquí por varios motivos, pero créeme, nadie debería subestimarlo. —me respondió, para luego acicalarse el bigote.— Aun que creo que una de las motivaciones que te puedo dar que más te interese, es que puedo ofrecerte seguridad, fuera de la academia.
— La seguridad no lo es todo, puedo malvivir si eso.
— Como me hiciste ver, hay algo más, algo que te gustaría tener. Créeme cuando te digo que te prepararé y te pondré en bandeja la cabeza de Ulf si hace falta. —me propuso, golpeando la mesa al decir aquél nombre que tanto conocía.— Además tengo algo para ti... —me dijo, haciendo que levantara la vista del escritorio y le mirara. De su cajón sacó una pequeña caja y me la ofreció. Al abrirla encontré un audífono que parecía ser de última generación. — Por el momento es solo un dispositivo, pero me gustaría saldar una promesa, y es que si apruebas y te sacas el curso este año te financiaré la operación para tu sistema auditivo y te proporcionaré una vía de escape para que puedas cumplir con tu venganza.

Parecía un sueño, bueno no uno de esos mágicos que te cambian la vida, pero la idea sonaba tan irreal que casi me arrepentí cuando de mi boca salió un: Acepto.

Acto seguido el Maestro llamó por el interfono a un nombre que no pude descifrar. Por la puerta del despacho entró una anciana menuda y delgada, parecía que tuviera cien años, entre sus manos traía una caja de madera con una pila de libros sobre esta y me lo entregó. Cuando abrí la caja, ahí estaba: el uniforme de Kings Dominion.


Loan Knighley l DORIAN

— ¿A quien mataríais? —preguntó el maestro Lin parado ante toda la clase.— Vuestros deberes, que son la mitad de la nota del semestre me dirán qué clase de asesinos sois. Usad vuestro entrenamiento y buscad por la ciudad un objetivo que creáis que merece la muerte, y asesinadlo.

Por parejas. Dos palabras sencillas que suponían un suicidio, y eso que pensaba que este lugar no podía ser peor. Hasta el momento no habíamos tenido que lidiar con nadas similar a un asesinato, mi tapadera estaba cubierta, no tenía que demostrar si podía o no, tan solo eran ejercicios de clase. Sin embargo ahora parecía que todo lo que había construido estaba por derrumbarse, por que aún que esté viviendo un infierno, es jodidamente mejor que el puto reformatorio de Irlanda.

No, no podía dejar que me descubrieran. Pese a el constante abuso, amenazas y la psicosis de este lugar, era mejor que la calle. Pero... ¿Cómo iba a lograr que alguien quisiera colaborar con una rata solitaria?

Me subí a la guarida de las ratas, el cementerio y me senté sobre una de las lápidas para encenderme un piti. Cogí los cascos y me sumergí en la música de New Order, más concretamente Elegia. Que parecía resumir perfectamente la situación y mis emociones pesadas, y mi cabeza confundida.

Alguien golpeó mi cabeza: — Eh, tú. —demandó una rubia tratando de apartarse el pelo de la cara.— ¿Es un cigarrillo? ¿tienes uno de sobra? — preguntó, a lo que yo asentí y saqué uno de mi chaqueta para dárselo.— Gracias.

Se sentó a mi lado, olía a jabón. Reconocía ese olor por que es el mismo que tuve yo al llegar a la academia, eso y que no la había visto en los meses que había estado en la academia, me hicieron deducir que era nueva.

— ¿Eres nueva?
— Y tú todo un genio chaval —respondió ella de manera sarcástica. Pero después de un par de caladas agregó:— Kenna.
— Loan.
— ¿Eres una rata? —me preguntó sin rodeos.
— Si, una puta rata solitaria. —respondí evitando mirarla.— ¿Tú también?
— Supongo, me acaban de dar esto —dijo antes de sacar una caja de madera de su mochila. Efectivamente era lo que me imaginaba, el puto esqueleto de una rata, me aliviaba saber que era un protocolo para todos los que eran de la misma calaña.— No sabía que había tanto psicópata en el mundo.
— Si, parece una utopía o una novela de P.D.James. —dije acabándome el cigarrillo.
— ¿Lo de la tarea de la asignatura de las artes oscuras es enserio? ¿Tenemos que asesinar a alguien? —preguntó sin acabar de creérselo, a lo que yo asentí. Tras una pausa, preguntó:— ¿Conoces a alguien que se lo merezca?

No conocía a demasiados en este país, pero conocía al cabrón de West. Era el novio de mi amiga de la tienda de cómics, hasta que se la cargó. Como mi amiga era pobre y nicarauense, ningún policía de la zona quiso investigar de más y desestimaron el caso. Por no hablar que West había pertenecido a el departamento pero estaba temporalmente desempleado por sus ataques de ira y peleas, no solo con los testigos o detenidos, si no también con sus propios amigos. Vamos, un animal.

— Vamos.
—  ¿A donde? —le pregunté.
— A matar a ese malnacido —respondió con los ojos inyectados en ira.— No hay nada peor que un capullo que maltrate a una mujer y pague su rabia con los demás, vamos.

Tras salir de la academia cogimos un bus que nos acercó al único sitio que pensé que podría estar: en un bar cerca de dónde trabajaba su ex-novia. Al llegar ya había anochecido, no era la mejor señal, pero si la hora perfecta para asesinar a alguien. Obviamente no lo vamos a hacer a la luz del día Loan. Claro estaba, pero nada me quitaba la ansiedad que se acumulaba en el pecho.

Nos acercamos a la ventana, y efectivamente ahí estaba, con una gorra morroñosa de cuando era policía bebiendo cerveza una detrás de otra. Kenna se revisó los bolsillos, llevaba una navaja y una cuerda, ¿Que pretendía hacer con eso? No me lo imaginaba o no quería ni pensar en ello. Yo tan solo llevaba un bate de béisbol que me había encontrado.

— Espera, ¿cual es el plan exactamente? —le pregunté, no muy seguro de lo que íbamos a hacer.— ¿Vas a ligartelo y traerlo hacia fuera?
— Pero qué dices, no me apetece ligarme a semejante gentuza. —me respondió mientras seguía mirando sus herramientas— Ese está a una cerveza de salir escocido del bar. Esperaremos en la esquina que da a ese callejón oscuro, es la que lleva a la carretera más cercana donde ya cogerá el coche. Me subiré a la basura de la esquina y esperaré ahí, luego con la cuerda le ahogaremos para debilitarlo hasta que se quede inconsciente y muera. ¿Se te ocurre alguna otra idea?
— No, no... Eso suena bien.—le respondí totalmente acojonado por la situación.

Efectivamente, no llegamos a esperar más de media hora cuando West salió del bar. Kenna estaba en su posición, yo estaba en frente cubierto por la sobra de la cabina telefónica como apoyo por si algo no salía como habíamos pensado. Bueno como Kenna había planeado.

Al llegar a la esquina West no giró, al ver lo que pasaba Kenna actuó saltando sobre él. Lo derrumbó al suelo, sin embargo ella cayó hacia el otro lado no encima. Cuando él reaccionó y se puso en pié, ella todavía no se había levantado, se abalanzó contra ella cogiéndola de la cabeza y dándole contra el contenedor. Ella respondió escupiendo la sangre de su boca a la cara de West. Sin pensarlo un momento corrí hacia la escena y le planté un golpe en plena cabeza a el capullo. Cayó contra el suelo. Acto seguido Kenna se abalanzó contra su espalda y cogió la cuerda para ponerla a través de su cuello, me senté encima de West junto a ella para tratar de que no se levantara. Ella ejerció tanta fuerza cómo pudo con la cuerda hasta dejarle sin aire.

No recuerdo cuanto tiempo estuvimos así, presiento que no fue demasiado pero aquél instante se hizo eterno. Parecía imposible que dejara de resistirse, pero al final, como cualquier animal acabó cayendo. Estaba muerto.

— Loan, ves a la gasolinera más cercana y compra lejía, un litro de gasolina y una botella de whisky. —me ordenó. Pero yo seguía petrificado mirando el cadáver.— ¡Loan, reacciona!
— ¡¿Qué hemos hecho?! —solté por fin poniéndome las manos en la cabeza y empezando a moverme de un lado a otro. Joder era cómplice de asesinato, me había cargado a este tío.
— Escuchame. West era un cabrón que se dedicaba a pegar todo aquello que se movía o se interponía en su camino, ya fueran los presuntos delincuentes que exculpaba o sus compañeros de trabajo. Era un abusón que utilizaba su posición superior y su poder para agredir a otros. Y además, es un puto maltratador. —me explicó cogiéndome la cara con ambas manos para que me centrara en sus palabras. Sus ojos brillaban en una mezcla de lágrimas y la luz tenue del rótulo del bar.— Este tío ya estaba muerto antes de que nos lo cargáramos Loan, es mejor así.

Tras tranquilizarme un rato fui a la gasolinera y compré lo que mi compañera me había pedido, cuando llegué con las cosas ella se ocupó de casi todo. Primero hicimos unas fotos del cuerpo tras matarlo, luego yo me ocupé del proceso de hacer desaparecer el cuerpo. Le ayudé a mover el cuerpo a el contenedor, nos costó la hostia, el cuerpo de un muerto pesa como dos veces su peso original. Tras hacerlo, vertió toda la gasolina sobre el cuerpo en el interior del contenedor. Tiró la lejía en el suelo y el contenedor para tratar de eliminar pruebas que nos incriminaran. Puso media botella de alcohol en el interior de la garrafa vacía de gasolina, le dió un trago al whisky y me lo pasó. Siguió cogiendo un pañuelo que tenía en el bolsillo y lo prendió dentro de la garrafa. Luego lo tiró en el contenedor para prender el cuerpo.

Y así es como West, desapareció de la tierra.
-1 capullo menos en la tierra.
Faltan 700 mil millones más.
Quizás sería más obvio desplegar un big bang que acabara con la tierra. Sería todo más fácil.

ZOEEEE     que emoción e dio entrar y ver que había cap ahhhh aquí te dejo tu bello comentario uwu

001:

Ahora me pondré manos a la obra con mi cap para no hacerles esperar mucho, nos leemos pronto chicas  

Capítulo 02

I know I fucked up, I'm just a loser

Phoenix | Sabrina Yang

Con los ojos entrecerrados y mis dientes mordiendo ligeramente la piel interior del labio planteé un rápido movimiento de manos para lanzar dos navajas de empuñadura roja hacia el aire. Tenía menos de siete segundos para correr, colocarme en la posición que buscaba y atraparlas.

Por instinto corrí descalza por el césped antes de dejarme caer para rodar de lado y finalmente arquearme desde abajo con ambas manos extendidas hacia donde había calculado la caída de las navajas arrojadizas y, como si hubieran sido llamadas hacia mis dedos, en menos de lo que me daba cuenta ellas estaban ahí. Con ambas armas en mi posesión solamente bastaba con doblar la parte superior del cuerpo hacia enfrente y saltar en cuclillas para estar de pie nuevamente. Cosa que hice.

— Intento número cincuenta y ocho completado con éxito —canturreé burlona,ente para mí.

Era algo que llevaba haciendo toda la mañana escondida en el jardín detrás del invernadero evitando al personal del lugar para poder estar en paz un rato. Mis manos y uniforme estaban llenos de tierra al igual que el césped se había colado por las hebras de mi cabello atado en una coleta alta, las rodillas me ardían más que otra parte del cuerpo y apostaba a que tenía varios cortes pequeños en las manos por las veces que tuve que aferrarme a las navajas por las hojas al lanzarlas. Sin embargo no podía detenerme.

La maestra Zane dijo que no podía ayudarme más cuando mi cuerpo era tan voluble como el de una víbora pero todavía no lograba un punto de quiebre para sacar el máximo potencial a la elasticidad del cuerpo en un ataque, me había derribado una y otra vez las semanas pasadas sin esforzarse por imitar mis movimientos, y eso era algo que solamente yo podía entender ya que ni siquiera ella era capaz de doblarse como yo lo hacía ni mucho menos podía darme consejos sobre cómo podría vencerla con facilidad. Eso era algo que me tocaba descubrir por mi cuenta.

El jardín era un buen lugar para entrenar y en la parte trasera del invernadero mucho más debido a que nadie venía por estos lugares durante la mañana gracias a las clases. Podía entrenar tanto como pudiera sin necesidad de molestar a nadie ni ocupar el espacio de una clase.

Además estaba el hecho de que todo estaba lo bastante lleno en los últimos días por la gente nueva.

Con un suspiro dejé caer los brazos, ya comenzando a entumecerse del dolor, moviendo las muñecas en círculos para deshacerme del dolor momentáneamente. A pesar de ser toda una acróbata que podía doblarse de manera casi sobrehumana entrenar por horas era algo que todavía dolía y mucho más si lo había dejado de hacer durante semanas. Las cosas habían sido bastante ajetreadas para incluso pensar en escabullirme para practicar durante el día.

La próxima llegada de Ícaro a la academia, los viajes de reclutamiento con el maestro Lin y la preocupación por pulir tanto como pudiera mis habilidades para recibirme con honores finalmente para unirme a Greco eran las principales causas para mantenerme pensando de más.

Si todo salía bien en menos de seis meses regresaría con mi mejor amigo de la infancia a Italia, él sería la cabecilla de la asociación de los Santell y yo estaría a su lado como mano derecha, estaríamos juntos como habíamos prometido hacia tantos años.

Era algo con lo que había fantaseado desde siempre, el primer momento que lo vi, la primera vez que me di cuenta de que no quería apartarme de su lado y, mucho más importante, desde aquella vez que se había aferrado a mí la noche que asesinaron a mis padres y fueron los Santell los que me encontraron con la ropa empapada de sangre en la camioneta que habíamos alquilado en Sicilia. Él era mi única familia ahora.

Estaba por probar a lanzar las navajas de nuevo cuando una figura se asomó por la pared de cristal trasera en el invernadero. Una chica castaña y de ojos almendrados redondos.

Maldije por lo bajo. Había sido atrapada. Aunque no pensaba irme sin haber completado al menos sesenta movimientos más.

Los hice tan rápida y efectivamente como pude siendo consciente de la chica que se movía dentro de la estructura transparente de al lado tocando y observando cada planta del lugar con delicadeza, la había observado de reojo hacerlo, fingiendo que yo no estaba ahí afuera revolcándome en el césped como una demente. Evité hacer notorio que me fijé en ella, en que llevaba el uniforme de King's Dominion al igual que yo aunque el suyo estaba impecable te en su lugar, pero no pude evitar notar que había algo familiar en ella.

Enfundé mis navajas en la tira de cuero que llevaba oculta bajo la falda y comencé a caminar rodeando el invernadero, tenía que ir a ducharme, cambiarme de nuevo y lavar el uniforme antes de que terminaran las lecciones del día y el cuarto de lavado fuera un caos.

Le di un último vistazo a la chica cuando estaba delante de la estructura de grandes puertas abiertas y paredes de cristal reforzado. Ella seguía deambulando ahí dentro con la mirada perdida y las yemas de los dedos rozando toda cosa que estuviera a su alcance, parecía tan concentrada y distante a la vez, sus ojos bailaban de un lugar a otro sin detenerse en nada en particular.

Carraspeé para llamar su atención. Los orbes castaños se fijaron en mí con un atisbo de desconcierto.

— Ten cuidado con algunas de las plantas que hay ahí. No todas son amigables y juraría que he visto a Tapputi obtener algunos ingredientes para su clase aquí.
— Las conozco y sé cuales no tengo que tocar. —Desvió brevemente la mirada hacia una maceta de la cual brotaban hojas aparentemente inofensivas—. ¿Por qué entrenas escondida?

Su pregunta repentina me tomó por sorpresa y dudé antes de responder evasivamente.

— ¿Por qué vienes al invernadero en tu hora libre?
— Me gustan las plantas.
— Si, bueno, a mí me gusta entrenar sola.
— Comprendo. —Llevó sus manos detrás de la espalda y me miró fijamente, sin parpadear, parecía una muñeca de porcelana sin mucha expresión—. ¿Lo haces a menudo?
— ¿Entrenar? No, supongo, apenas he vuelto a hacerlo, y menos en el exterior.
— No creo que sea buena idea durante el invierno. Puedes congelarte y la nieve se amontona aquí afuera del invernadero.
— ¿No eres nueva? —pregunté con asombro—. Nunca te he visto antes por aquí.
— No soy nueva pero tampoco vieja. Voy y vengo todo el tiempo.

Pensé que esa podía ser la razón por la cual me parecía familiar cuando la había visto. No era buena con las caras y menos dentro de la academia cuando las personas iban y venían tanto como podían.

— Bueno, disfruta tu rato libre, me voy.

La castaña asintió y, sin decir otra palabra, se dio la vuelta para seguir vagando entre las plantas.

— De verdad es rara —murmuré dando media vuelta para comenzar a caminar.

Di un par de pasos y miré sobre mi hombro brevemente una última vez, la muchacha tenía en sus manos una pequeña maceta con flores violeta y la observaba como si fueran un espécimen nunca antes visto, parecía un momento tan íntimo que de inmediato aparte la mirada y seguí con mi camino.

Bueno, King's Dominion era una escuela de prestigiosos asesinos y criminales, algunos de ellos eran también eran completos bichos raros.


Kogarashi | Kôzuke Naizen

Usualmente era el primero en retirarme del comedor dejando el plato completamente impecable y con el estómago tan lleno que fácilmente podría explotar si estuviera en una caricatura. Había comido tanto tocino y huevo revuelto que todavía sentía el paladar salado mientras caminaba por los pasillos interiores del rústico edificio.

Cada día era igual al anterior en mi vida desde que llegaba a San Francisco, todo lo que hacía era estudiar, entrenar, comer y, si sobraba tiempo, dormir, mi cuerpo parecía estar programado para la rutina de manera que no necesitaba fijarme por donde iba que mis pies se dirigían por el suelo de madera hacia las escaleras más cercanas. Las innumerables pinturas, armas y reliquias que de corbata los pasillos captaban la atención de mis ojos mientras paseaba en completa soledad. Tan distinto a las paredes de Yūgen y a la vez mucho más familiares.

Había un lugar en la academia que se había vuelto mi favorito en todos los años que llevaba asistiendo, procuraba ir ahí entre clases, ratos libres o cuando me saltaba algunas horas, siempre estaba solo y nadie quería subir tantos escalones solamente para dar a una vista de los jardines. Al menos no lo hacían seguido. Era por eso que me recargaba contra la pared del último piso, al lado de la puerta para dar con la azotea, y cerraba los ojos por un momento para conciliar el sueño.

Mis días sin dormir habían marcado círculos debajo de mis ojos y no me sorprendía verme en el espejo cada vez con un rostro más demacrado. Las ojeras eran algo que ya estarían siempre ahí y los huesos de mis pómulos eran todavía más notorios en el último año de lo que nunca fueron.

Necesitaba dormir pero no podía hacerlo por las noches, ya que era la única parte del día en el que podía hacer lo que me placía en la sala de entrenamiento sin los ojos de nadie observándome, la única alternativa era hacer,o en cortos lapsos del día de manera interrumpida.

Llegué hasta mi rincón en las escaleras y me acurruqué con la pequeña bolsa de cuero en donde guardaba mis libros contra mi pecho. La oscuridad llegaba tan pronto como cerraba los ojos y me sumergían en una serie de recuerdos involuntarios de mi vida en Japón.

Mi padre mirándome sobre el hombro con una mueca molesta, el rostro de mi madre en agonía antes de morir en un lecho de almohadas finas, un montón de katanas envueltas en papeles coloridos y finos, además de un montón de ojos que me miraban de manera indiferente.

Lo primero que vi al abrir los ojos fue un par de ojos almendrados a escasos centímetros de mi rostro. Me miraban con curiosidad.

— ¡Auch! —Di un respingo y de un sobresalto estampé mi cabeza contra la pared por accidente.

Solté mi bolsa para acariciar la parte posterior de mi cabeza mientras maldecía en voz baja en mi lengua materna. Di una pequeña mirada al intruso, descubriendo que era una chica, y me negué a mostrarle cuán duro fue el golpe de sorpresa. Mi cabeza comenzó a despejarse del sueño y comprendí que está era la realidad en donde alguien estaba sentada enfrente de mí y ni siquiera me había percatado.

— ¿Omae wa ittai dareda?
— No hablo japonés, perdón, no te entiendo.
— Tsch. —Sentía un hormigueo en el cráneo y más cuando mis dedos acariciaban la zona afectada—. ¿Qué quieres?
— Darte algo.

Tenía un par de palabras agrias en la punta de la lengua listas para escupir apenas respondiera pero me las tragué al segundo de escuchar sus palabras. Me quedé en blanco por primera vez en mucho tiempo.

— Tengo un regalo para ti. —Giró levemente para atraer hacia su regazo una curiosa mochila de aprecio caro. Estaba sentada encima de sus piernas dobladas casi tocando sus rodillas con las mías, no necesitaba inclinarme para ver como removía sus cosas dentro del bolso, ni siquiera pareció inmutarse de la rápida mirada que le di con aburrimiento—. Aquí.

Sacó con mucho cuidado una pequeña maceta con flores en tonos violeta que extendió hacia mí. Sus ojos castaños muy abiertos mirándome como si fuera lo más normal del mundo reglar plantas a la gente que acabas de despertar.

No entendí su gesto pero la familiaridad llegó a mí en ese momento. Ella era una estudiante también, noté por primera vez su uniforme, no la conocía pero su rostro me parecía de una manera familiar. La había visto en la academia con anterioridad.

Como se dio cuenta que no pensaba tomar la planta la colocó encima de mi bolso que todavía descansaba encima de mis piernas. Vi un rastro de tinta en su muñeca debajo del suéter del uniforme.

— Es un poco de lavanda. Deja secar un poco y la otra la cortas directamente, pones a hervir agua para verterla en las plantas y después de que repose por cuarenta y cinco minutos puedes beberlo. —Sus dedos cepillaron su castaño cabello lacio distraídamente—. Ayuda con el sueño y calma el dolor muscular.
— ¿Por qué me estás ofreciendo todo esto?
— Porque quiero pedirte que seas mi compañero para la tarea del maestro Lin.

Había algo que detestaba y era la palabrería que la mayoría de las personas agregaban a la hora de hablar porque hacia que todo pareciera mentira, actuado y completamente cansino. Prefería que me hablaran de la manera más simple y directa posible; justo como ella había hecho.

— ¿Por qué me lo pides a mí?
— ¿Ya tienes pareja acaso? —preguntó de manera queda a lo que negué con la cabeza ligeramente—, entonces no veo el por qué no debería de pedírtelo a ti.
— De acuerdo. —Me resigné, de igual manera dudaba que alguien más me lo pidiera, había planeado desde el principio hacerlo por mi cuenta y cargar con las consecuencias de no haberme emparejado para después—. ¿Tienes a alguien en mente? No, seguro que no, no es como si cargaras con una lista mental de gente para asesinar...
— Tengo a un par en mente. Puedo decirte si quieres.

No había esperado que alguien como ella, juzgando por su aspecto, pudiera hablar tan libremente de algo como lo era el asesinato y hacerlo parecer algo simple.

— Dime.
— Bruce Polen, Randall Skagen, Evangeline Hall...
— ¿Ella no es la mujer que engañaba a las adolescentes ofreciéndoles una carrera de modelaje?
— Les daba falsas esperanzas y las terminaba vendiendo. Está involucrada en la trata de mujeres e infantes de este país.
— La tierra de la libertad, ¿eh?, y una mierda. —El dolor de cabeza había pasado y retiré mi mano finalmente—. Si queremos hacerlo tiene que ser lo más discreto y profesional posible. Las escorias siempre son figuras públicas.
— Eres bueno obteniendo información de los sistemas, ¿no es así?
— Sí. —Me desconcertó el hecho de que parecía saberlo cuando trataba de no hacerlo demasiado obvio. Aunque no dije nada porque comenzaba a comprender lo que me iba a pedir.
— Obtén sus datos y atrapémosla.

No sabía su nombre todavía, tampoco la razón por la cual había pasado por su cabeza para pedirme cometer un asesinato con ella o por qué sabía tanto sobre mí pero fue la primera persona con quien pensé que podía hacer un verdadero trabajo en equipo.


Angelo | Ícaro Santell

Los vendajes debajo de la ligera camisa sin mangas picaban con cada movimiento que hacía y no podía evitar hacer muecas de dolor con cada segundo que pasaba.

— Puedo ayudarlo cargando ese bolso por usted, señor, permítame.
— No es necesario, Adriano, estoy bien. Yo puedo solo.
— Si vuelvo a verlo hacer una cara rara sé lo arrebataré, se lo advierto.
— Sí, no te preocupes.

El aeropuerto estaba demasiado lleno para ser tan temprano. La gente andaba de un lado a otro con un montón de equipaje sonriendo con esperanza ante la idea de ir a un nuevo sitio. Era una emoción que había dejado de sentir después de los diez cuando viajar se había vuelto más en un hábito que en una novedad.

Once años después ni siquiera me parecía ajeno el pasillo que recorría para llegar al lugar de revisión del equipaje.

Caminaba lo más disimulado y erguido posible para evitar el movimiento de mi abdomen, era duro fingir un paso normal cuando quería tirarme y ser arrastrado en verdad, sostenía el bolso de lona con las pertenencias más cercanas en mi hombro causándome un peso extra que me negaba a reconocer que molestaba. No podía dejar que el guardia de mi padre cargara con todo por su cuenta, de por sí que ya lidiaba con cuatro maletas, lo que menos buscaba era llamar la atención con tanta gente alrededor.

Lástima que no era ajeno al dolor y con una serie más de pasos no pude evitar torcer los labios ante las punzadas que atravesaron mi caja torácica de nueva cuenta. Traté de hacerlo lo menos notorio posible pero al segundo Adriano se había inclinado y tirado del bolso para cargarlo él mismo.

— No puede ir por ahí cargando algo pesado cuando todavía no se cumplen sus días de recuperación. Recuerde que le llevará un tiempo componer sus costillas rotas.
— Los doctores dijeron que no mejoraría si no actuaba con normalidad. Fingir que no duele es lo mejor que puedo hacer.
— No recuerdo haberles escuchado decir algo así —gruñó el hombre de mediana edad lanzándome una mirada desdeñosa—, ¿no será que usted se dice eso cada que trata de acabar con su vida?
— Si lo dices así suena demasiado crudo.
— Jóven Ícaro, estimo mucho a su padre y he estado sirviendo a los Santell desde antes que usted naciera, por eso mismo siempre me he abstenido de opinar al respecto pero creo que he llegado al límite, nadie se ha atrevido a decirle algo al respecto  porque no siquiera su padre se atreve a hacerlo. Ya no tiene dieciséis años para creerse invencible.
— ¡Es allá donde dejamos las maletas!

Me precipité lo más rápido que pude a la fila de revisión evitando que Adriano siguiera hablándome como a un niño. No era el primero que buscaba tratar de entablar un charla de concientización sobre mis absurdos intentos de suicidio y apostaba a que tampoco sería el último. No permitía que nadie tratara de hacerme entrar en razón cuando hablaban siempre desde su punto de vista e ignoraban el mío, nadie se molestó antes en descifrar los cabos sueltos que dejaba siempre.

Ni los sirvientes, ni Adriano, ni mi padre. Ni siquiera Sabrina a pesar de que la mayoría de las veces que despertaba en el hospital ella estaba sentada a mi lado con la mirada oscura mirándome con el enojo más grande del mundo.

Pensar en ella me hizo sonreír inconscientemente sin que me diera cuenta de ello.

— ¿Qué le resulta tan gracioso?
— Imaginar la cara que pondrá Rina cuando sepa que me metí a bañar en una tina con hielo y me quedé dormido.
— La señorita Yang estará encantada de romperle unas costillas más si se lo dice de esa manera descarada.

Su tono era cauteloso aunque había dejado el matiz acusador de antes y no volvió a presionar en el tema, algo que agradecí, ambos nos mantuvimos lado a lado como un padre y su hijo nada extraordinarios que estaban a punto de viajar. Era algo cotidiano y simple, lo prefería así, en ligar de la oferta que me había hecho mi padre de viajar en su jet privado directamente.

Había algo que me resultaba fascinante en lo mundano que disfrutaba aprovecharlo tanto como pudiera antes de tomar el puesto de líder de Greco y verme forzado a depender de los privilegios de las mafias.

La fila era larga, calculaba alrededor de veinte personas delante nuestro, era una verdadera suerte que hayamos llegado horas antes del vuelo para preparar todo con anticipo. Aunque era una lástima que Adriano se distraía fácilmente leyendo el periódico que había comprado antes y se negaba a hablar mientras leía. No me quedaba de otra salvo distraerme en el móvil.

Mi bandeja de mensajes era un caos por unos cuantos de mi padre y sus socios, una docena de parte de los académicos de King's Dominion y un montón por parte de Sabrina. Mi integración como profesor a mi antigua academia era una noticia que tenía a la mayoría obsesionados conmigo y se hacían falsas esperanzas de mis razones para ir hasta San Francisco para ayudar a las futuras generaciones de asesinos y criminales de élite.

No era algo que hacía de buen corazón o como muestra de agradecimiento. Mis verdaderas razones eran egoístas e incluso un poco cobardes desde cierto punto pero nadie podía saberlo. Solamente el maestro Lín era el que sabía mis motivos ocultos por la carta que le había enviado en secreto meses atrás pidiéndole su consejo como un ex alumno se dirige a su ex profesor; su respuesta había sido pedir que me uniera a su academia como profesor en primer lugar. No lo dudé ni un segundo y acepté de inmediato.

Regresaría a King's Dominion Atelier of the Deadly Arts después de tres años de que egresé.

Inconscientemente mi dedo pulgar recorría la pantalla del celular por mi inicio de Facebook en busca de una distracción, las publicaciones pasaban como borrones ante mis ojos, no había nada interesante tan temprano en las redes sociales. O eso era lo que pensaba hasta que me topé con el link de una noticia compartida.

«Encuentran muerta en la bañera a Evangeline “Gely" Hall; fue un suicidio»

Como un acto de impulso abrí el link para leer la noticia completa.

La pareja, que ha decidido dar su testimonio sin nombre a la prensa, de la ex modelo y exitosa empresaria afirma haber llegado de una reunión de negocios en el extranjero unas horas atrás y haberse detenido un tiempo en el aeropuerto por razones personales.

No tenía planeado llegar tan tarde al departamento que comparte con Evangeline así que decidió llamarle innumerables veces antes de llegar aunque nunca contestó. Esto no le preocupó, afirmó, puesto que ella no contestaba cuando estaba ocupada con asuntos del trabajo y no era de extrañar que lo hiciera incluso por la noche. “Hall era la creadora de una línea de cremas corporales demandadas a nivel mundial, trabajaba como loca día y noche, muchas veces ni siquiera dormía por estar metida en sus asuntos.” Afirmó a la policía el testigo.

La sorpresa fue que no la vio por ningún lado en el departamento al llegar, ni siquiera contestó, fue que decidió revisar en el baño. Llevándose la sorpresa de encontrar el cuerpo de la mujer bajo el agua que escurría por el suelo. Fue entonces cuando llamó a la policía y paramédicos al ver que llevaba un tiempo ahí dentro.

Un par de botellas vacías de alcohol y unas cuantas jeringuillas reposaban en el suelo de la escena del crimen, afirmaron los oficiales que ingresaron al departamento, muestras valiosas que responden a las preguntas de lo que había sucedido. Un suicidio bajo los efectos del alcohol y las drogas.

El testigo afirma que Evangeline era adicta a las sustancias ilegales y bebía de vez en cuando, algunas veces incluso hasta perder el conocimiento, aunque procuraba no hacerlo seguido.

El cadáver ha sido sometido a una autopsia para revelar la confirmación del caso.

— ¿Suicidio eh? —murmuré en tono burlón a lo cual Adriano me dio una mirada molesta—, algo tentador y mortífero que ningún especialista puede comprender.

Una sonrisa se dibujó en mis labios mientras deslizaba el dedo hacia los mensajes para escribirle a Sabrina ignorando los miles de mensaje que no le había respondido antes.

¿Sabes quién fue?

Porque Evangeline Hall no era solamente la mujer rica y vulgar que difundían los medios, sus manos estaban tan manchadas de sangre inocente como la mayoría de las personas que tenían poder en el mundo, aunque eso no era de dominio público más allá de los escándalos que sus abogados se apresuraban en desmentir. Solamente había una forma de encontrar a un pez gordo y era ser otro de ellos.

Tal vez regresar a San Francisco podía ser más interesante de lo que pensaba.


Reine | Reidum Ostbi

El chico devoraba su hamburguesa con doble carne, tocino tostado y extra queso como si no hubiera comido una antes de esa. Y, además, como si no hubiera cometido un asesinato.

No había restaurantes de comida rápida cerca de la academia y eran contadas las veces que se nos permitía salir a nuestro antojo por lo cual habíamos decidido hacer una parada en uno que nos quedaba de paso mientras volvíamos. La idea había sido mía aunque él no se opuso y parecía bastante satisfecho en la mesa comiendo sin decir ni una palabra.

Aunque sus ojos evitaban los míos a toda costa.

Llevábamos unas discretas mochilas como una pareja de adolescentes normales pero dentro estaban una infinidad de químicos, material quirúrgico y un par de drogas que habíamos dejado sin usar anteriormente. Mis brazaletes de oro descansaban tranquilamente en las muñecas ocultando por un discreto compartimento delantero unos látigos. Nos habíamos desecho de toda la evidencia quemándola en un basurero viejo de unas manzanas antes.

— ¿Quieres otra hamburguesa o una orden extra de papas? —preguntó el muchacho en voz baja chupando su dedo pulgar con el resto de salsa ketchup.
— Estoy bien, gracias.
— Tú te lo pierdes. —Sumergió una papa frita en la mancha de guacamole que había en su plato y la contempló por un buen rato. Evitándome evidentemente.
— Kôzuke...
— ¿Cómo es que sabes mi nombre pero yo no sé el tuyo?
— No me has preguntado.
— Bien, ¿cuál es tu nombre?
— Dime Rei.
— ¿Y cómo sabes mi nombre? —Me señaló con su papa frita antes de masticarla y mirarme por primera vez en la noche desde que salimos del departamento de Evangeline—. Sé que compartimos clase y todo eso pero no hay necesidad de que incluso sepas mi apellido para llamarme por él primero.
— ¿No es así el orden de tu nombre en japonés?
— No evadas mi pregunta.
— Era en lo único que pensaba estos últimos dos años que no estuve en la academia.

Un silencio pesado rodeó la escena y nos quedamos ahí, sentados uno frente al otro, mirándonos fijamente. La luz amarillenta del lugar dibujaba sombras en los huecos del anguloso rostro mientras su oscuro cabello lacio caía en pequeños mechones a los costados de sus sienes.

Con un movimiento rápido colocó la palma de su mano derecha hacia arriba en la mesa y frunció el ceño.

— Dame tu brazo.

Obedecí por acto de impulso y mi muñeca descansó entre sus dedos antes de que su pulgar se deslizara por la manga hacia arriba y rebelara la piel blanca con las líneas de mis venas azuladas.

— ¿Con qué anotas en tu piel para no dejar rastro?
— Marcadores de agua. —Respondí, aunque me sorprendió el hecho de que haya notado eso de nuestro primer encuentro seguramente, aquella noche solamente había dibujos en mi piel que había trazado antes de encontrarme con él.
— Antes aquella mujer parecía buscar rastros en tus brazos de algo permanente.
— Marcas de nacimiento para delatarnos si sobrevivía. Una lástima.

Una sombra cruzó momentáneamente el rostro de Kôzuke antes de volver a su indiferencia de siempre. Sacó su billetera para sacar un par de billetes y colocarlos sobre la mesa.

— Regresemos que es tarde y debemos evitar toda clase de sospecha hasta el día de la nota. Tenemos que llevarnos la mejor.

No contesté pero asentí brevemente.

Él tenía razón, después de todo, estábamos bastante lejos de la escena del crimen pero todavía teníamos que volver a King's Dominion, regresar lo que tomamos en su lugar y pretender haber salido casualmente ante cualquier mirada curiosa que nos topáramos en el camino.

Lo único que quería era descansar sabiendo que me había sacado un peso, y a una persona, de encima.

hola: