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Percances
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Percances
Percances
Stark.|Bart Simpson / Onda Dinamita | Call it what you want - Taylor Swift | Flares - The Script
3 PM
Estaban sentadas en una mesa mientras reciban todas sus pertenencias delante de ellas. Por suerte, todavía no les habían pedido desnudarse porque era seguro que se encontrarían con el periodo de ambas.
—¿Qué es esto? —pregunto el oficial sacando un pequeño maletín de la maleta recién llegada de Carrie.
Cruzada de brazos y molesta, respondió bruscamente: —un consolador, ¿quiere que se lo preste?
El oficial le echo una mirada fulminante y le tendió el maletín para que lo abriese. Carrie sacó las llaves del bolsillo de su chaqueta y lo abrió: en vivo y en directo, su consolador vibrante y de color violeta sorprendió a los presentes.
—¿No es eso demasiado grande? —cuestiono otro oficial.
—No es tan fácil satisfacer a esta chica.
—¿Qué? ¿También piensa que tiene drogas en vez de pilas? —dijo Jay con sarcasmo.
—¿Y esto qué es? —una oficial sacó de la maleta de Jay una bolsa negra.
—Mi uniforme para esta noche—le arrebato la bolsa y expuso lo de adentro—Es un disfraz de cabaretera, nos dijeron que iríamos a una fiesta de disfraces.
Los guardias se miraron entre ellos antes de pedirles que esperaran un poco más antes que terminasen la investigación.
—Genial, ahora nos acusaran de querer prostituirnos…
Tal vez se pregunten cómo lo que parecía el sueño americano para Carrie Benwik y Jaymie Williams, se convirtió en una odisea de desgracias, es fácil enumerarlas…
1. El vuelo… había salido más temprano de lo debido, por lo que corrieron con la mala suerte de perderlo y esperar cerca de 4hrs el siguiente, cuando le habían informado que saldría el próximo en una hora.
2. Las turbulencias. Carrie termino vomitando sobre Jay y ésta sobre la anciana del lado del pasillo que intentó golpearlas con el bastón.
3. Las maletas: la angustia por recuperarlas duró por lo menos dos horas.
Tres deberían ser suficientes, ¿no?
—Señoritas, deben pasar a inspección de equipaje, por favor.
Ambos pares de ojos se miraron entre sí brillando de la sorpresa, ¿no era suficiente ya?
***
7 horas después de haber sido reclutadas dentro de la habitación.
—Me estoy muriendo de hambre.
—Mi trasero me está matando, ¿cuánto tiempo hemos estado aquí?
—Más de dos horas, es seguro. Esos hombres ya debieron de haber regresado, se supone sólo saldrían durante un momento.
Resignadas, una optó por levantarse y caminar por el estrecho espacio disponible, y la otra se dejó caer sobre la mesa completamente rendida.
—Bien, señoritas –anuncia uno entrando, seguido por su compañero.
—¿Ya va a dejarnos ir? –levanta el rostro esperanzada.
—No, antes queremos saber la razón por la que se encuentran aquí.
—Mire —la castaña se acercó a la mesa y colocó ambas palmas encima –Soy actriz, estoy aquí por asuntos de trabajo…
—¿Y usted?
—Yo tengo una audición en…
—Sus justificaciones suenan más como excusas.
—Quiero hacer una llamada a la embajada británica, si no es mucha molestia.
Los hombres se miraron entre sí.
—No es necesario, pueden irse.
***
Una vez fuera del aeropuerto, ya con sus maletas y aceptadas en el suelo americano, Jaymie levantó los brazos hacia arriba con victoria.
—¡Hollywood, allá vamos!
Y volaron sobre ellas una bandada de aves que terminaron defecándolas por completo. Inmóviles y con la mala suerte de ser las únicas afectadas, se rindieron al pensar que ese día terminaría bien.
—¡Puñetas! ¡Maldito sea quien quiera que me dé este castigo! —chillo Carrie furiosa, intentando limpiarse los ojos y los labios llenos de excremento.
—Ya—Jaymie le dio dos palmadas en la espalda en modo de consuelo—Busquemos un taxi que quiera llevarnos a casa, no me creo que nos dejen subir al bus así.
—¿Qué te hace pensar que sí nos dejará subir el taxi?
—Le pagaremos de más. Andando.
Pero, ¿quién les iba a asegurar que así fuese?
Había costado más de una hora poder localizar un alma generosa que las dejase subir con el mal olor que llevaban sobre ellas. Ningún taxi quiso recogerlas, por lo que aceptaron la amabilidad de un anciano que se apiadó de ellas. Cansadas después de más de diez horas de desgracia, Carrie y Jaymie se durmieron en el asiento trasero del automóvil. Al despertarse, ninguna sabía dónde exactamente estaba.
—Es aquí, señoritas.
—Gracias por el aventón, señor—agradeció Carrie antes de bajar junto a una adormilada Jay.
—No hay de qué.
Una vez afuera y de tomarse unos segundos en estirar el cuerpo, caminaron en dirección hacia el maletero. Pero antes que si quiera pudiesen abrirlo, el auto arranco tan rápido que no se dieron cuenta. Tardaron un momento más y una mirada entre ellas para determinar lo que estaba pasando.
—¡Las maletas! —gritó Jaymie antes de echarse a correr.
—¡Vuelva, viejo sin vergüenza! —exclamó Carrie siguiendo a Jay por detrás.
Ninguna logró alcanzarlo. El viejo maldito se había llevado su equipaje.
—Esto no puede ser peor —lloriqueó la castaña sin poder evitarlo—¡Quiero a mi mamá!
—¡No llores, joder! Voy a llamar a la policía, esto ya no...
Al tantear sus bolsillos, percibió que algo faltaba.
—Carrie...
—¿Qué?
—¿Tienes tu celular?
—No, te lo di a ti. ¿Dónde...?
Los ojos tristes y llorosos de Jay le confirmaron la desgracia. Sin celulares, sin poder comunicarse.
—Vamos al departamento.
—Pero, ¿dónde estamos?
Miraron a su alrededor. Esto no parecía para nada el centro de la ciudad donde habían rentado un piso.
Ambas chicas estaban agotadas, hambrientas, muertas de sueño y cansancio. Las desgracias las habían abatido desde temprano y dudaban que las cosas pudiesen mejorar. Sin embargo, lejos de echarse a llorar y maldecir, las carcajadas salieron de sus gargantas que llenaron la silenciosa calle desconocida y les hizo retorcer la barriga. Así, poco cuerdas y rendidas, entrelazaron los brazos y caminaron en busca de la comisaria más cercana.
—Esto será una gran historia para contar en mi autobiografía—aseguró Jay, quitando las lágrimas de sus ojos al igual que su amiga.
—¡Los Ángeles, donde los sueños se hacen realidad!
—Y las pesadillas también.
Estaban sentadas en una mesa mientras reciban todas sus pertenencias delante de ellas. Por suerte, todavía no les habían pedido desnudarse porque era seguro que se encontrarían con el periodo de ambas.
—¿Qué es esto? —pregunto el oficial sacando un pequeño maletín de la maleta recién llegada de Carrie.
Cruzada de brazos y molesta, respondió bruscamente: —un consolador, ¿quiere que se lo preste?
El oficial le echo una mirada fulminante y le tendió el maletín para que lo abriese. Carrie sacó las llaves del bolsillo de su chaqueta y lo abrió: en vivo y en directo, su consolador vibrante y de color violeta sorprendió a los presentes.
—¿No es eso demasiado grande? —cuestiono otro oficial.
—No es tan fácil satisfacer a esta chica.
—¿Qué? ¿También piensa que tiene drogas en vez de pilas? —dijo Jay con sarcasmo.
—¿Y esto qué es? —una oficial sacó de la maleta de Jay una bolsa negra.
—Mi uniforme para esta noche—le arrebato la bolsa y expuso lo de adentro—Es un disfraz de cabaretera, nos dijeron que iríamos a una fiesta de disfraces.
Los guardias se miraron entre ellos antes de pedirles que esperaran un poco más antes que terminasen la investigación.
—Genial, ahora nos acusaran de querer prostituirnos…
Tal vez se pregunten cómo lo que parecía el sueño americano para Carrie Benwik y Jaymie Williams, se convirtió en una odisea de desgracias, es fácil enumerarlas…
1. El vuelo… había salido más temprano de lo debido, por lo que corrieron con la mala suerte de perderlo y esperar cerca de 4hrs el siguiente, cuando le habían informado que saldría el próximo en una hora.
2. Las turbulencias. Carrie termino vomitando sobre Jay y ésta sobre la anciana del lado del pasillo que intentó golpearlas con el bastón.
3. Las maletas: la angustia por recuperarlas duró por lo menos dos horas.
Tres deberían ser suficientes, ¿no?
—Señoritas, deben pasar a inspección de equipaje, por favor.
Ambos pares de ojos se miraron entre sí brillando de la sorpresa, ¿no era suficiente ya?
***
7 horas después de haber sido reclutadas dentro de la habitación.
—Me estoy muriendo de hambre.
—Mi trasero me está matando, ¿cuánto tiempo hemos estado aquí?
—Más de dos horas, es seguro. Esos hombres ya debieron de haber regresado, se supone sólo saldrían durante un momento.
Resignadas, una optó por levantarse y caminar por el estrecho espacio disponible, y la otra se dejó caer sobre la mesa completamente rendida.
—Bien, señoritas –anuncia uno entrando, seguido por su compañero.
—¿Ya va a dejarnos ir? –levanta el rostro esperanzada.
—No, antes queremos saber la razón por la que se encuentran aquí.
—Mire —la castaña se acercó a la mesa y colocó ambas palmas encima –Soy actriz, estoy aquí por asuntos de trabajo…
—¿Y usted?
—Yo tengo una audición en…
—Sus justificaciones suenan más como excusas.
—Quiero hacer una llamada a la embajada británica, si no es mucha molestia.
Los hombres se miraron entre sí.
—No es necesario, pueden irse.
***
Una vez fuera del aeropuerto, ya con sus maletas y aceptadas en el suelo americano, Jaymie levantó los brazos hacia arriba con victoria.
—¡Hollywood, allá vamos!
Y volaron sobre ellas una bandada de aves que terminaron defecándolas por completo. Inmóviles y con la mala suerte de ser las únicas afectadas, se rindieron al pensar que ese día terminaría bien.
—¡Puñetas! ¡Maldito sea quien quiera que me dé este castigo! —chillo Carrie furiosa, intentando limpiarse los ojos y los labios llenos de excremento.
—Ya—Jaymie le dio dos palmadas en la espalda en modo de consuelo—Busquemos un taxi que quiera llevarnos a casa, no me creo que nos dejen subir al bus así.
—¿Qué te hace pensar que sí nos dejará subir el taxi?
—Le pagaremos de más. Andando.
Pero, ¿quién les iba a asegurar que así fuese?
Había costado más de una hora poder localizar un alma generosa que las dejase subir con el mal olor que llevaban sobre ellas. Ningún taxi quiso recogerlas, por lo que aceptaron la amabilidad de un anciano que se apiadó de ellas. Cansadas después de más de diez horas de desgracia, Carrie y Jaymie se durmieron en el asiento trasero del automóvil. Al despertarse, ninguna sabía dónde exactamente estaba.
—Es aquí, señoritas.
—Gracias por el aventón, señor—agradeció Carrie antes de bajar junto a una adormilada Jay.
—No hay de qué.
Una vez afuera y de tomarse unos segundos en estirar el cuerpo, caminaron en dirección hacia el maletero. Pero antes que si quiera pudiesen abrirlo, el auto arranco tan rápido que no se dieron cuenta. Tardaron un momento más y una mirada entre ellas para determinar lo que estaba pasando.
—¡Las maletas! —gritó Jaymie antes de echarse a correr.
—¡Vuelva, viejo sin vergüenza! —exclamó Carrie siguiendo a Jay por detrás.
Ninguna logró alcanzarlo. El viejo maldito se había llevado su equipaje.
—Esto no puede ser peor —lloriqueó la castaña sin poder evitarlo—¡Quiero a mi mamá!
—¡No llores, joder! Voy a llamar a la policía, esto ya no...
Al tantear sus bolsillos, percibió que algo faltaba.
—Carrie...
—¿Qué?
—¿Tienes tu celular?
—No, te lo di a ti. ¿Dónde...?
Los ojos tristes y llorosos de Jay le confirmaron la desgracia. Sin celulares, sin poder comunicarse.
—Vamos al departamento.
—Pero, ¿dónde estamos?
Miraron a su alrededor. Esto no parecía para nada el centro de la ciudad donde habían rentado un piso.
Ambas chicas estaban agotadas, hambrientas, muertas de sueño y cansancio. Las desgracias las habían abatido desde temprano y dudaban que las cosas pudiesen mejorar. Sin embargo, lejos de echarse a llorar y maldecir, las carcajadas salieron de sus gargantas que llenaron la silenciosa calle desconocida y les hizo retorcer la barriga. Así, poco cuerdas y rendidas, entrelazaron los brazos y caminaron en busca de la comisaria más cercana.
—Esto será una gran historia para contar en mi autobiografía—aseguró Jay, quitando las lágrimas de sus ojos al igual que su amiga.
—¡Los Ángeles, donde los sueños se hacen realidad!
—Y las pesadillas también.
Jaeger.
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