las magias del insomnio. {novela.

Bueno, yo amo esta idea desde que estaba la nc, so, obvio que tengo que leer esto. Sabés que amo el tema de los sueños y todo eso, así que me tenés leyendo siempre. Eso, te amo, chau.  

gracias leo de mi corazón <3 bue. thanks really. espero que te guste no sé, qsyo (?) te amo <3.

ay beba <3, gracias ke, sí es verdad so, que bueno que te siga gustando la idea je. te amo <3

krishhhh de mi heart. gracias nena, en serio <3. si la voy a seguir jep. te amo <3. ñe.

 

la voy a seguir bue, gracias <3 bueno dale, yo espero ahr. graciasss, la sigo enseguida.

Una familia corriendo, un padre frente al espejo tratando de acomodar su corbata, un adolescente de aquí para allá sin más nada interesante que, molestar y claro, una madre preocupada. Marie Claire, mujer clase media/alta, ama de casa y organizadora de eventos, con lujos y vicios, era feliz. Su felicidad se completaba con su marido, Roger Bacon, su hijo mayor, Ash Bacon y su hijo menor, Kevin Bacon. El niño destacaba entre todos por una inteligencia muy alta y por claro, despertar tarde y llegar justo a la escuela, cosa que que volvía loca a Marie.
Ya desde pequeño amanecía sobre la hora, con ojeras más grandes que un país como Rusia y una clara flojera. No era de extrañarse que empezara el día cansado, y llegara a la noche con la energía sobre las nubes. Esto era tedioso para la familia Bacon, sí, lidiar con un pequeño de 10 años toda la noche.
Aun así, era la luz que brillaba en la casa, quién sabe que sería de ellos sin Kevin, sin sus risas al rededor, sin sus amigos imaginarios, sin sus charlas de una persona de aproximadamente 50 años, sin él, todo se apagaba.

—Mamá, ¿tengo que ir a la escuela?—preguntó el niño con esos ojos azules, dilatados.
—¿Te sientes bien? Tienes que ir, es la escuela hijo.—posó sus manos en la frente y en la mejilla, para poder comprobar si el niño se encontraba enfermo.
—Estoy muy cansado, pero muy cansado.—tiró sus brazos con cansancio a sus costados, mientras alargaba la palabra "muy".
—Vale, sube y quedate en la cama ¿si?—y él asintió y volvió a su cuarto dejando atrás a su mamá sonriendo al ver tanta inocencia junta.


Kevin llego a su cuarto y se recostó, como su madre le había dicho, sólo pensó en poder cerrar los ojos. Cuantas canciones habrá cantado para poder dormir, o el simple hecho de haber contado muchas ovejas sin sentido. Cierra los ojos y relajate, cuenta de 1 a 10 y vuelve a abrirlos. Tanto, por nada. Sus ojitos seguían abiertos, con la mirada perdida en el techo de color azul. Mucho tiempo había visto el techo de su cuarto, que ya se sabía las imperfecciones de memoria. 
La puerta de su cuarto se cerró suave en ese instante, provocando un miedo y una curiosidad en el joven. Levantó el torso para poder quedar sentando en la cama y mirar al rededor para encontrar una respuesta de lo que estaba pasando. Estaba confundido, su cabeza daba vueltas y esos ojos miraban con algo de rabia la habitación.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!—comenzó a caminar por el cuarto sin rumbo golpeando paredes con el enojo a un nivel mayor. Se le notaba en la cara, el insomnio lo estaba comiendo vivo. 
Luego de tirarse los pelos y seguir con la actividad de golpear objetos aleatorios, cayó sentando en el piso, con los brazos sobre sus rodillas y la mirada, otra vez, perdida. 
—No es justo, yo sólo quiero dormir, ¿por qué vienen a molestarme? ¿Qué les hice?—un juguete cayó del escritorio, las luces titilaron y el piano de juguete tocó las notas #Do y #Sol.—Vaya, así me responden, grandioso.—bufó y volvió a ponerse de pie y a caminar sin objetivo alguno.—Me gustaría saber bien quiénes son, por qué están en mi cuarto y por qué sigo teniendo insomnio, ¿acaso alguien sabe la respuesta?—preguntó el joven, al vacío. 

Así, simplemente de la nada, y tal vez de milagro comenzaron a sonar diversas notas en el piano. Las lucecitas de navidad que guardaba con cariño empezaron titilar al ritmo de la música. Los juguetes se movieron y caminaban por todos lados, como si fuese una coreografía. Kevin, para ese entonces, pensó que perdía la cabeza. La estaba perdiendo. 

—Mamá.. ¡mamá!—gritó y corrió a la manija de la puerta para tratar de abrirla. Tanto luchar con ella, la rompió y el pánico cundía cada vez más. ¿Cómo algo tan bonito podía asustar a la inocente mente de un niño? Porque sí, lo que estaba al frente de sus ojos era un espectáculo mágico, y por supuesto, bonito.—¡Mamá! ¡Mamá por favor! ¡¿No me escuchas?! ¡Volvieron mamá! ¡Los ruidos volvieron!—golpeó la puerta con todas sus fuerzas, pero no consiguió ninguna respuesta, algo muy raro. 

Marie, en ese entonces estaba cocinando pacíficamente el almuerzo, y a la vez, releía el típico papeleo del trabajo. Era impresionante que no escuchará ningún grito por parte de su hijo, todo estaba tranquilo en el comedor y su pensamiento acerca de su hijo en esos momentos, era un Kevin por fin, durmiendo. Claramente, no fue así.

fly.:

 
Lo amé completamente. Kevin se me hace un chiquito re piola, re dormilón y eso de que pasa mas tiempo de noche que de día fue como muy 'yo hago eso', ah. Me cayó súper bien.
Tenés una manera de narrar única, y no sé que mas decirte por que no hay nada que no me haya gustado.
Seguila

Ya lo había leído, me siento piola.  Ya te dije por FB que lo re amé y que Kevin es un amor. Es yo a la noche, literal. Y yo rogando por no ir al colegio (¿?). Bueñ, me encanta, seguí escribiendo. Te amop.