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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Herederos de almas: El Rey de la Luna
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Herederos de almas: El Rey de la Luna
Herederos de almas: El Rey de la Luna.
Ficha:
• Titulo: Herederos de almas: El Rey de la Luna
• Autor: Vanchestter.
• Adaptación: No.
• Género: Fantasía (principalmente), acción. Conforme se desarrolle la historia especificaré otros sub-géneros.
• Contenido: Probablemente haya contenido fuerte (descripciones de muerte, etc), palabras obscenas.
• Advertencias: Muertes.
• Otras páginas: Wattpad. En caso de otro editaré luego.
Resumen
Dos humanos con almas viejas: Una lucha sin fin.
Después de haber esperado cientos de años, finalmente había aparecido la bruja.
Él por fin podría tener esperanzas.
La esperanza que había muerto cuando la bruja desapareció, y el calvario empezó.
Ahora todo queda en manos de su lucha.
Pero la bruja también está dispuesta a todo por sobrevivir; y él para matarla.
Prólogo
El Rey había nacido con un alma propia.
Él había muerto, y su alma ido; pero para evitar una desgracia implantaron otra alma en el pequeño cuerpo del bebé.
Él bebé creció y fue consciente de qué pasaba.
Lo que pasaba era que estaba condenado a soportar por los demás.
Los demás eran los ciudadanos que dependían de él.
Él era un alma vieja en un cuerpo ajeno que desde hace siglos esperaba vengarse.
Debía vengarse para llenar ése vacío.
El vacío era dolor, sufrimiento y ansiedad que iban creciendo progresivamente.
Sólo podría liberarse del vacío a costa de la bruja.
Y la bruja lo había encerrado en un cuerpo humano.
Éste hombre había revivido con un alma ajena.
Alma que seguía viva desde hace siglos y que tenía un propósito propio.
Capítulo uno
El rayo que iluminó sus caminos
Era una noche clandestina, donde los transeúntes parecían sombras que en la oscuridad se perdía. La luz de la Luna era opacada por las nubes, y la iluminación pública era pobre.
Una silueta difícilmente podía verse en ésa árida tierra, sombra de una persona oculta ante los ojos comunes.
Un paso, varios siguiéndolos.
- -Me parece un poco ingenuo que continúes aun sabiendo que vamos tras de ti – se escuchó, junto a un profundo eco resonando en la cabeza de su objetivo.
No hubo respuesta verbal, pero el receptor del mensaje aceleró, provocando una estruendosa carcajada en el emisor y secuaces.
- -¿En verdad eres un alma inocente? ¿Ni un grito o siquiera correr? ¡¿Y la emoción dónde está?!- instigó otro.
-
- -¿O sólo eres tan débil como para provocarnos, o tan fuerte para ignorarnos como amenaza? – acompañó el primero.
- - ¡Vil ofensa hacia nosotros! ¡Paren la piedad! ¡Tú! ¿Ni un lamento? ¡Mocosa caprichosa!- terminó el tercero y último
.
Los tres miraban con sorna a la joven que avanzaba delante de ellos, entre sutiles risas y macabras intenciones seguían el ritmo de la presa. No tenían intención de atacar en breve, más tenían pensado alargar un poco el suspenso.
Mientras todo lo anterior se ejecutaba, la sombra antes vista se había vuelto a perder para aparecer detrás del trío, y junto a éste un hombre alto y flaco se dejó ver su silueta.
- -¿Se puede saber qué hacen aquí?- dijo lo suficientemente alto para ser escuchado por todos los presentes.
Su voz era tan fría como el hielo, su apariencia un misterio y lo seguiría siendo.
Era mi oportunidad, a costas del sujeto, de escapar. Y lo hice. Corrí tan rápido como mi cuerpo lo permitiese.
Las calles parecían eternas y mis piernas gelatina, a punto de colapsar. Frené, con las esperanza de estar a una distancia considerable para un escape exitoso.
Apenas recobraba el aliento, un estruendoso rayo apareció en medio del cielo, de donde huí exactamente. ¿Qué habrá sucedido con ése extraño?
-Ojalá no haya muerto sufriendo- musité tan bajo que ni mis oídos pudieron detectarlo claramente.
-- ¿Quién eres para declararme muerto?- escuché decir, y sin duda sabía a quién pertenecía esa gélida voz, tragué saliva.
Una sensación de vértigo me recorrió en todo el cuerpo, junto al escalofrío más horrible que nunca haya tenido. Podría jurar que ahora estaba sudando más que cuando corrí.
Muy bien Ío, no te has doblegado ante el trío anterior, menos con el extraño psicópata. Sólo sigue tu camino e ignóralo.
- - ¿Vaya, te salvo la vida y sólo obtengo indiferencia? Hubiese sido más interesante mirar tu ejecución, o mejor aún, podría matarte yo mismo, por ignorarme. – volvió a tomar la palabra.
Me di la vuelta, frente a mí e iluminado por la luna ví a un joven con cabellera azul marino y liso, un tanto largo, con flequillo no muy tupido y perfectamente esparcido; tez blanca pálida; rostro ovalado con mentón afilado; ojos ligeramente rasgados de color gris claro, como la luna de brillantes; su nariz fina y perfilada; su boca pequeña. Su rostro parecía ajeno a toda imperfección, hasta sus orejas tenían armonía con su rostro mediano-pequeño.
Odiaba tanto tener que alzar la vista para mirarlo, y más aún quedarme apreciándolo como si de una obra tratase.
Exacto, una obra de arte. No lo veía como hombre sino como obra de arte, y por un momento su inexpresivo rostro se transformó, su seño se arrugó, sus ojos aún seguían fijos en mí.
Corre.
De un segundo para otro el sujeto empezó a emanar electricidad de su mano derecha, a punto de atacarme sin dudas.
¿Cómo rayos puede hacer eso? ¡¿Qué es?! ¡Creí que esas cosas sólo pasaban en las animaciones Japonesas!
Dejando de lado mi dureza, corrí lo más fuerte que pude, incluso más que hoy. La sensación antes descrita no podía compararse con la de ahora, todo lo anterior más la impresión de caminar directo a la muerte. Así de feo.
¿Literalmente me matará por no contestarle? ¡Es un psicópata, a la mierda su belleza, el tipo está loco!
La carrera no iba bien conforme pasaban los segundos, y si continuaba igual probablemente termine electrocutada en menos de un minuto. No sabía que me dolía más, si el cuerpo o la pérdida de fe. Creo que la primera, mi tobillo me está matando.
Derecha
Obedecí a mi consciencia, y al breve sentí una descarga en donde había estado hace un segundo.
¡Dios mío! ¡¿Dónde está la gente a ésta hora?! ¿Son las…?
Miré el reloj de mi muñeca y marcaban las dos de la noche.
¿Y los rayos? ¡Esas cosas deben hacer mucho ruido!
Recordé que sólo sentí el rayo, más no lo escuché.
-¡Ayuda un psicópata quiere matarme!- grité, era un momento desesperante, por lo que debería tomar medidas desesperadas. Pese a que probablemente no me escuchen.
- -Tsk. Sabía que eras egoísta, pero no pensé que tanto como para atraer a más personas a una muerte segura- respondió con burla.
-
- Tienes razón, soy egoísta ¿Pero no todos los humanos lo somos? Yo no te pedí ayuda, por lo que no te debo nada, tú te ofreciste. Además, si me hubiese quedado sólo sería un estorbo ¿No? De todas formas, no te agradeceré nada ¡Maldito psicópata!- grité a todo pulmón.
- Vaya, además orgullosa – fue lo último que dijo.
Bajo una fuerza desconocida, tomé el suficiente valor para mirar hacia atrás. Su sonrisa de lado era escalofriante.
La adrenalina fluía junto con mi sangre, el miedo y la muerte eran palpables. Ya no tenía fuerzas de seguir, mis piernas dejaban de responder rápidamente. Podría jurar que no me había alcanzado sólo para hacerlo cuando esté en un estado deplorable.
El momento culmine llegó, un calambre en las piernas y la dolorosa sensación de cientos de ajugas siendo enterradas en mi espalda, literalmente.
- - ¡Ah!- fue lo último que grité.
Unos segundos de un grado nunca antes sentido de dolor y todo se volvió negro.
Era el fin, nadie me encontrará a tiempo, para cuando lo hagan sólo seré parte de la morgue.
Capítulo dos
Oscuridad
La oscuridad, es ausencia de luz.
El cielo era oscuridad, no había rastro de ninguna Luna o estrellas. Lo único que proporcionaba algún tipo de luz era una fogata cercana, la cual irradiaba llamas azules. Más allá de la fogata no había nada que mis ojos puedan detallar, yo estaba a cierta distancia y como acto natural inconscientemente me aproxime a ella.
Y es que el humano en la luz ve protección, yo como humana desprotegida la busqué ansiando seguridad.
Nunca había visto algo tan majestuoso como eso, era tan simple mi descripción anterior. Las llamas parecían ser únicas y nunca se apagaban. Del blanco al azul oscuro eran las gamas del fuego, podías ver una llamarada azul claro danzar con otra de color azul oscuro, para terminar fundiéndose y dando como resultado el surgimiento de una nueva flama color blanco.
No sé cuánto tiempo pasó, sólo podía ver ése fuego y sentir fluir en mí una poderosa energía, tal como lo hacía ése fogón.
Definitivamente no sabía dónde estaba, pero no me sentía incómoda en absoluto. Percibía que no era la primera vez que estuve aquí.
Me acerqué más, llevé suavemente mi palma hacia las llamas. No sentía calor pero definitivamente era helado, no lo suficiente para congelar mis dedos pero sí para enfriarlos lentamente.
Una nítida figura apareció frente a mí, era la silueta del joven psicópata. Volví a acercar mis finos dedos y una nueva imagen se formó en las llamas.
Era más confusa que la anterior, era yo vestida como bruja, tenía una capa negra; un pantalón ligeramente holgado y recto de color negro; un cinturón ancho también negro separaba al pantalón de vestir de la camisa sin mangas entallada de igual color al anterior; sobre mi cabeza reposaba la capucha de la capa; en mi mano tenía una especie de talismán con forma de estrella. Si veía con más cuidado podría notar una espada sujeta al cinturón.
La siguiente imagen nuevamente era mía, pero sólo se veía mi cabeza que estaba entre las llamas.
Imité la acción de la imagen y una gélida sensación me invadió, junto a muchas e imágenes y palabras desconocidas para mí.
Todo se volvió negro otra vez.
El firmamento ilumina el cielo, en un par de horas las nubes habían despejado toda el área de esa majestuosa ciudad.
La cuidad estaba en el centro, rodeada de unos inmensos cerros, tenía una estructura artística y bella.
Se decía que cada casa era diseñada para encajar perfectamente en aquella desolada zona. Todo tenía relación, desde la casa, los edificios, las calles y las plazas, toda la estructura de esa frívola cuidad tenía una armonía que ni París poseía. Era simplemente sublime.
Las calles estaban pavimentadas y tenían un punto en común, el centro de la cuidad, donde estaba situado la edificación más grande y majestuosa de todo el lugar: un inmenso castillo de hielo.
Aquél castillo tenía finísimos detalles; tales como lobos de hielo en la entrada, ventanas enormes y con delicados balcones si se tratase de un piso superior, la puerta era de hierro con detalles en plata oscurecida, los tejados estaban cubiertos de nieve por lo que no se los podía apreciar; era obvio que sólo un grupo selecto de hombres podría realizar tal obra arquitectónica, el celeste era el color predominante, que al igual que las casas comunes, encajaba con esa ciudad.
El castillo medía más de cuarenta metros y contaba con cuatro pisos, sin contar las torres que se alzaban a los costados del edificio. Parecía irradiar luz propia, por lo que no había faros ni luces alrededor de éste.
Aún era de noche, más precisamente las cuatro de la madrugada. En el balcón del edificio más importante de la cuidad un hombre miraba melancólico la Luna, siendo iluminado plenamente por la misma.
Éste hombre era Arkadiy
Arkadiy era un hombre fuerte, tan fuerte que podría destruir la cuidad completa en menos de lo que un ejército armado lo haría.
Pero actualmente miraba cálidamente toda esa inmensidad. Él era el príncipe y prontamente Rey, su deber era proteger a la gente y su país.
Pero, de un momento a otro su seño endureció.
Nadie sabía de los poderes del príncipe, ni de su historia. No sabían casi de él, pero no mostraba molestia por ello, estaba conforme.
Sólo sentía verdadero alivio al ver a la gente segura, pero cuando estaba encerrado en sí mismo casi nunca mostraba un ceño relajado. Tenía un dolor en el pecho, un dolor que había estado albergado desde que nació y se intensificó cuando vio a aquella mujer misteriosa siendo acorralada por tres hombres. Era como si una vieja herida se abriese.
Su acción inmediata fue de protegerla, como si se tratase de una humana normal, una simple civil o turista.
Pero su reacción fue tan diferente de la que pensó que sería, huyó lejos de él. No lo reprocharía, supuso que por el momento era por la desesperación.
Cuán equivocado estaba, era su esencia.
Era la bruja, la persona que había encadenado su vieja alma en un cuerpo humano. No había vivido ello, pero las pesadillas tenían como acto principal aquél momento en que adquirió esa esencia poderosa.
Era algo que había heredado. Escasos recuerdos como guía en su accionar.
Nunca sintió tanto dolor en su pecho, tanto odio junto a la irracional sed de sangre. Quería matarla, al fin y al cabo ése era el propósito de su presente y futuro.
Así mismo como él tenía la esencia de la Luna, ella tenía la esencia de la bruja. Por lo tanto tenían cuentas que debían saldar.
Y vaya que saldó sus cuentas, pero quería más.
Vacío.
Esa palabra la describía perfectamente.
Antes de abrir sus ojos aquella sensación la rodeo, junto al frío de la habitación. Sus huesos dolían, todo su cuerpo dolía.
Estaba desnuda sobre una gélida mesa de acero, el olor a cloroformo era insoportable.
Había acertado cuando dijo que aparecería en la morgue, efectivamente esta era la morgue y ella estaba muerta. Habían hecho la necropsia, su espalda y pecho lo evidenciaban.
Observó su alrededor, al parecer hace poco terminaron. Los instrumentos estaban impecables al igual que toda la habitación.
Mi cuerpo ¿Qué es? No lo sé ¿Un trozo de carne? ¿Qué soy? ¿Un zombi?
Siento dolor y gran aberración hacia todos, en especial por ese psicópata.
Él, él me hizo esto.
Apreté los puños. Tenía sed de venganza, estaba hambrienta y sedienta ¿Qué le he hecho a él? Preferiría estar muerta, esto es peor que eso.
Vivo pero a la vez no vivo. ¿Qué clase de ser podría ser?
Hambre
Estoy a punto de colapsar, mi cuerpo está gélido, tan frío y extraño. Me cuesta moverme, no han hecho un buen trabajo en la sutura del corte en Y que hicieron en mi abdomen, puedo palpar con mis dedos en la espalda lo mal que quedó ésta, llena de agujeros.
Lloré como nunca, en silencio. Abrasé mis piernas.
No sé cuánto tiempo pasó, hasta que escuché que alguien venía.
Tenía hambre, y el sonido de sus pasos sólo aumentaba ése deseo. Estaba ansiosa porque entrase alguien.
Me levante de la mesa y agarré un bisturí. Avancé hacia la puerta y me ubiqué al lado de ésta.
Mis pensamientos ya no eran lógicos y racionales.
Mi cuerpo lo exigía, más mi cabeza se negaba.
Una persona entro e instantáneamente Ío lo aprisionó entre sus brazos, y rápidamente rasgó con el bisturí profundamente el cuello de su víctima.
De la víctima salieron chorros de sangre, por un momento Ío se sorprendió por su acto, pero luego puso su atención en el acompañante del sujeto.
Una mujer un poco mayor y de estatura pequeña, algo regordeta. Su cabello ondulado canoso y rostro algo arrugado daban a entender que era mayor. La piel blanca de aquella se empalideció.
Un grito agudo se escuchó por el establecimiento.
Como la mujer era mayor, había muy pocas posibilidades de escapar del rápido asalto de la muerta.
Antes de que los demás empleados siquiera se percatasen del acontecimiento, el cuerpo de aquella mujer ya acompañaba al del hombre.
Era muy tarde cuando los otros llegaron, sólo pudieron encontrarse con los cuerpos destripados y casi desnudos de ambos médicos junto a un enorme charco de sangre. Habían agonizado mucho sin duda, a la mujer le faltaba su camisa beige junto a su sostén y al hombre su pantalón verde oscuro.
Pero lo peor era que no había rastro del cuerpo que hace poco habían empezado a estudiar.
Lejos de donde recientemente estuvo, Ío avanzaba saltando sobre los techos sin importarle si la gente veía o no aquella asombrosa proeza de destreza y velocidad.
Su semblante había mejorado, su cuerpo ya no estaba frío aunque sí muy pálido, sus heridas estaban cicatrizándose rápidamente; pero los elementos más destacables de su rostro obtuvieron el cambio más brusco, sus ojos se tornaron anaranjados y una sombra negra los rodeaba; su nariz era normal, ni muy ancha ni muy fina. La forma de su cara tampoco resultó alterada, era ligeramente alargada y no poseía la perfecta caída en V.
Vestía una camisa beige y un pantalón holgado verde oscuro, para su bien no tenía el rastro de sangre que decoraba su boca antes de salir de aquella habitación que quería olvidar.
Sin duda era un hecho que cambiaría su vida para siempre, para mal.
Afiló la mirada cuando en su campo de visión encontró al culpable de su desgracia, el joven psicópata.
Vanchestter
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