the room 217.

•Título: La habitación 217.
•Autor: Weed.
•Adaptación: No.
•Género: Romance.
•Advertencias: No.
•Otras páginas: No.

Allí estaba ella. El lugar se veía igual, solo que las cosas que la llenaban no eran las mismas. Podía verlo en el sofá azul petróleo con la vista pegada al televisor, un paquete de papas fritas y una Coca-Cola, con los pies estirados sobre la pequeña mesa ratona. Recordaba las numerosas veces que lo había reñido por eso. Una sonrisa cruzó su rostro desvelado, las ojeras alrededor de sus ojos dejaban en evidencia las noches sin dormir y los ojos enrojecidos e hinchados  mostraban que el llanto había tomado poder en su vida.
Secó las lágrimas que caían silenciosamente por sus mejillas. Caminó hasta la puerta y un calor la envolvió cuando tomó la perilla. Tuvo la sensación de ser observada y sin poder evitarlo giró. Su corazón comenzó a latir desesperadamente en su pecho, las piernas le temblaron y amenazaron con dejarla tendida sobre el piso rechinante. Marc se encontraba parado frente a ella, con una sonrisa adornando su rostro, sus ojos verdes se veían iluminados con su postura despreocupada tan propia de él. Pestañeó varias veces, intentando asimilar lo que estaba viendo. Los hoyuelos estaban al lado de los finos labios que ella tantas veces había besado y que la habían hecho delirar desde el primer momento. Era él, no tenía duda alguna de eso. Las lágrimas comenzaron a caer sin intención alguna de parar pero había una pequeña diferencia: esas lágrimas no eran dolorosas. Su espalda chocó contra la puerta de la habitación por donde ella minutos antes había entrado, llevó una mano a su boca ahogando un grito y resistió las ganas de correr a sus brazos. Él se acercó a ella, caminó lentamente hacia ella. Permaneció temblando con los espasmos del llanto que poco a poco cesaba. Una mano brillante y suave acarició su mejilla, cubrió la mano de Marc con la suya  al mismo tiempo que cerraba los ojos. Un aliento tibio acarició su oreja y un melodioso “Te amo” fue suficiente para tener la completa seguridad de que era él, su Marc. Un cálido beso le dio la sensación de estar completa y alivió ese vacío que llevaba con ella desde hacía dos meses. Abrió los ojos esperando encontrarse una vez más con la mirada verdosa frente a ella y, aunque así fue, sabía que ese era el final. Ese era su adiós definitivo. Dibujó con sus labios las dos palabras que expresaban todo lo que sentía por él y cerró los ojos una vez más. La segunda vez que los abrió él ya no estaba. Su espalda se deslizó por la dura madera y sus rodillas tocaron el piso, miró la cama una vez más, deseando que él volviera pero eso no iba a pasar y lo sabía muy bien. Tomó aire y se puso de pie, por segunda vez tomó la perilla y esta vez  nada pasó. Abrió la puerta y dándole una última mirada a la habitación atravesó por última vez la sala de la habitación 217. Esa habitación que tanto le había dado, esa que en un momento de su vida llegó a ser el ceno de un futuro prometedor. Cerró la puerta detrás de sí y contempló los números enmarcados en negro sobre la puerta blanca. Dio un suspiro y mordió su labio inferior resistiendo el nuevo llanto que se avecinaba. Caminó por el pasillo sin dar vuelta atrás, recordando la mirada brillante del único amor de su vida. Esa mirada le indicaba que estaba bien. Marc estaba bien, él estaba bien. La habitación 217 quedaría atrás, sólo como un hermoso recuerdo. De ahora en adelante todo estaría bien.

Basta, me matas  no sos una papa, escribis hermoso. No escribo tan bien, cortala.