Recuerdo.

Recuerdo.

Ficha:

   No sé cómo comenzar a escribir esto. No será ni con un había una vez, o con un hace equis años. No. Supongo que será con lo elemental, con el comienzo de la historia, pero, ¿cuál es el comienzo de algo, si ni siquiera se sabe cuándo empezó? Si ni siquiera se sabe cuando terminó. Si ni siquiera se sabe si existió. Así que yo empezaré por mi comienzo. Por el momento en el que creo que comenzó todo.
   Fue en mi décimo cumpleaños, el primer día de clases, un día como cualquier otro. Mirándolo en retrospectiva, claramente no fue así. Ese día nos fue presentada una nueva compañera de curso. Era alta, de cabellos tan rubios como el oro y ojos cual ónice. Años más tarde causaría admiración, pero en ese momento era solo linda. La presentaron como Zia. Zia Morgan. Transladada desde Maine, nueva en la ciudad.
   La directora dijo "Zia, querida, elige un asiento, por favor" y yo casi salté de la emoción al ver que los únicos dos asientos libres eran al lado de Mike, un chico pelirrojo que no hablaba con nadie y nadie le hablaba por esa razón, y al lado mío.
   La sonrisa se borró de mi cara cuando la chica decidió sentarse al lado de Mike.
   Los dos, increíblemente, se pusieron a hablar sobre cosas que no pude escuchar, pero juro que vi a Mike sonreír por primera vez en los dos años que lo conozco.
   Desde ese momento supe que Zia Morgan era algo más.
   La historia sigue tres años después, cuando la rubia y yo ya éramos amigos. Yo sabía todo de ella, y ella sabía todo de mí. Al menos, eso era lo que pensaba. Un día estábamos en el parque, tirados en el suelo, mirando a nuestros hermanos jugar en el arenero.
   —¿Crees que Jordan estará bien? —Jordan era su hermano. Tenía cinco años, un año menos que mi hermana, y era la copia de Zia pero pequeño y masculino. Zia siempre estaba preocupada por su hermano. Que si él iba a superar el divorcio de sus padres bien, que si él iba a dejar de llorar por su padre en las noches, que si él se acostumbraría algún día. Mi respuesta siempre era la misma.
   —Eso depende de si él quiere o no.
   Sí, un tanto seco, pero no era demasiado afectivo. Ni lo soy, en realidad.
   Después de unos minutos de hablar, Zia detiene su charla abruptamente y mira fijo hacia delante, en donde Jordan estaba abrazando a Jenna, mi hermana. Me pareció que era tierno. A Zia claramente no le parecía lo mismo. Miré con asombro al cómo sus ojos se cristalizaban y su labio inferior temblaba. Nunca vi a Zia llorar. Y nunca es nunca. Zia pareció notar su propio estado, y rápidamente se secó los ojos, formó una leve sonrisa y me miró como si nada hubiera pasado. Esa fue la primera pista de que no la conocía tan bien como yo creía.
   Sí, voy a enumerar las pistas. Eso es lo que te estoy contando, en realidad.
   La segunda pista fue evidente desde que empezamos la secundaria. Verás, Zia, como dije antes, era linda a los diez años. Cuatro años después era totalmente hermosa. Si no hubiera sido su mejor amigo, seguramente la hubiera invitado a salir, como todos los chicos de nuestro año, y de los dos siguientes. Lo que me dejó patidifuso todo el tiempo fue que ella rechazaba todas y cada una de las invitaciones que los chicos le hacían. Hasta al chico más "popular" lo rechazó. Nunca le pregunté por qué. No necesitaba saberlo. Y si ella quería decírmelo, algún día lo haría. Zia no tenía una relación amorosa con nadie.
   La tercera pista... Eso ya es un poco más adelante, pero déjame contarte unas cosas más. Unas cosas sobre Zia que son importantes para la historia, creo yo.
   Los padres de Zia se divorciaron cuando ella tenía nueve años. La mamá de Zia decidió que iba a ser mejor mudarse a una nueva ciudad y empezar de nuevo. Solo ella, Zia y Jordan.
   El padre de Zia sólo fue a ver a su hija tres veces. Tres veces en ocho años (ya que la historia esta termina cuando Zia y yo teníamos dieciocho). Y lo único que lo separaba de sus hijos y su ex mujer era un viaje de dos horas en auto.
   La madre de Zia nunca más tuvo una pareja. Se dedicó al cien por ciento a sus hijos y a su trabajo. Siempre estuvo ahí para Zia y para Jason, y era una de las mejores mujeres que conocí.
   Ahora sí, la tercera pista. En cuarto año, a la edad de dieciséis años, un chico le robó un beso a Zia. La encontré una hora después en el estadio. Estaba llorando. Ella, no el tipo que se ganó la marca de la mano de Zia en su mejilla. Como mencioné antes: nunca la vi llorar. Naturalmente no sabía qué hacer. Era malo consolando a la gente. Así que la dejé ahí, me fui a comprar dos pizzas, dos botellas de Coca-Cola, medio kilo de frutillas, dos chocolates y un kilo de helado. Zia y yo comíamos mucho juntos. Volví al estadio y ella ya estaba esperándome, sonrisa fingida, ojos inyectados en sangre y una expresión de tristeza que funcionaba como si fuera un Dementor.
   En ese momento fue en el que me di cuenta.
   Dos años después ya estaba listo para decirle lo que sentía. Pensaba que no iba a ser fácil, que seguramente me iba a rechazar, pero ella era Zia. Ella era especial. Ella era todo lo que quería. Ella era todo lo que necesitaba. Ella era todo lo que deseaba. Ella era como mi petricor. Ella era... Ella era todo. Y todo lo valía para tenerla.
   Un día estábamos en el parque, charlando, como siempre. Tomé coraje, la miré fijamente y lo dije.
   —Zia, te amo.
   Sí, su reacción no fue nada a lo que esperaba.
   Sus ojos se llenaron de lágrimas, su labio inferior tembló, miró hacia otro lado... Era como un déjà vu de lo que expresó cuando pasó con su hermano y la mía. Empezó a sacudir la cabeza de un lado a otro, y finalmente me miró, como si sus siguientes palabras fueran en contra de su voluntad.
   —Me voy a mudar. Lejos de ti.
   Mentiría si no se escuchó el sonido de mi corazón romperse diez kilómetros a la redonda.
   —¿Por qué? —Fueron las únicas palabras que pude balbucear. Idiota, idiota, idiota.
   —Una mujer inteligente besa sin enamorarse, escucha sin creer y es quien abandona antes de ser abandonada.
   Y ahí lo comprendí. El porqué de cómo se comportaba así. El porqué nunca tuvo una pareja. El porqué casi lloró cuando vio a Jordan y a Jenna abrazados.
   El divorcio de sus padres la dejó destrozada. Tan destrozada que no quería atarse a nadie. No quería divorciarse de nada ni nadie.
   Una semana después en la que no nos hablamos, no nos vimos, ni nada, Zia, Jordan y Flora, su madre, se mudaron a Australia. No voy a explicarte cómo me sentí después de eso, porque las palabras no pueden transmitir tal nivel de destrucción.
   Ahora, veinte años después, yo la recuerdo. Recuerdo conocerla. Recuerdo hablarle. Recuerdo realmente conocerla. Recuerdo enamorarme de ella. Y yo recuerdo... Recuerdo ese día. El día en el que le dije que me había enamorado. De ella, por supuesto. Recuerdo sus lágrimas. Recuerdo mi corazón. Estaba roto. Lo está. Y recuerdo saber algo que nunca supe de ella. Zia no quería amar.

abrime, vieja:

Sabés que lo amé desde el principio porque no sé, tiene una forma de narración que me encanta y me gustan los personajes que se muestran. No soy buena para halagar escritos, bueñ (¿?). Está hermoso, eso. Te amo, jé. Y amo cómo escribís también.

HOLA
NO TE VAYAS
YO NO HICE NADA
VOLVÉ BOLUDA

Les dije que iba a hacer un O.S. que las hiciera llorar como perras desgraciadas.
ME EXILIO A NEPTUNO, PERO AL SOL NO, POR FAVOR.
Pero pero pero yo no quería hacerte mal. ): Bue, re mASOQUISTA LA PIBA. Gracias, mi beba.

Me dijiste, pero yo no le veo lo especial, capaz que soy sólo yo. Es que Zia es mi mejor personaje creado hasta ahora y bueno, viste. Con tu simple presencia ya es un halago. Muchas gracias, Leo. Te amo más.

YO LES DIJEEEEEEE, LES ADVERTÍIIIIII. ah. Te amo más, y no era mi intención herirte. ):
Tampoco para tanto, pero aw, gracias.