Love in Traffic.

Nombre: Love in Traffic

Autor: G.

Adaptación: No

Advertencias: soy muy cursi

Otras paginas: no way.

Apagué el cigarrillo con la suela de mi zapato y lo tire a al suelo como hacían usualmente todos los fumadores, instantáneamente, me sentí culpable por no lanzarlo a la basura. Tome la barandilla de apoyo que se encuentra en la puerta de todos los colectivos urbanos y subí con fuerza de impulso. Le indique al chófer mi destino y el monto de 5,00$ apareció en la diminuta pantalla arriba de la caja metálica que recibe monedas y entrega tickets. Debe ser una vida divertida, pensé, la de recibir dinero y entregar papeles, pero supongo que estar clavado todo el día con un conductor malhumorado a causa de su trabajo, no ha de ser nada bueno.

Me di cuenta de que me había quedado un par de segundos mas de lo normal frente a esta caja, agarre el ticket y me aleje sin ademanes de incomodidad. Cuando doy media vuelta para buscar un asiento, por motivos del azar o del destino, mis ojos se enfocaron en una señorita que se encontraba del lado izquierdo del transporte, encariñada con el ambiente y con su mirada perdida en el paisaje. Camine con torpeza, supongo que así es como empiezan a caminar los bebes, sin tener mucha idea de lo que están haciendo ni porque, pero cuando la gente alrededor tuyo empieza a emocionarse y sonreír sabes que estas haciendo algo bien. En mi caso, a las 8 de la noche en ese casi vació colectivo de la ciudad de Buenos Aires, nadie me miraba o me sonreía, es mas, por lo que yo se podrían haber estado haciéndolo, pero yo no me enteraría jamas ya que tanto mis ojos, como mi mente e incluso mi sentido del presente, estaban atados a ella. Camine como indio sin tribu, los metros que separan el principio y el final del vehículo no son mas de 15, pero pareció una caminata eterna y corta al mismo tiempo. Estaba por ya renunciar a mi causa para ir y sentarme en soledad pensando en el porque yo nunca podría tener a una chica como esa, cuando sus ojos (que en ese momento comprobé de color de verde) se enfocaron en mi. Fue como un golpe de vida, su mirada no era fría ni distante, sino que parecía la de una hermana viendo a su hermano menor progresar, con dejes de maternidad y un cuidado inmaculado. Ella me sonrió, y yo sonreí para mi.

Me tire sobre un asiento de la ante-ultima fila, emborrachado por su mirada, y desde ese momento, no volví a apartar mis ojos de ella. Este vez la observe como un forense a una victima, no me fije en su mirada, me fije en su ropa, en su cabello, en sus gestos, en sus formas, me fije en todo lo que podría decirme algo de ella sin que ella me diga nada a mi. Note su tatuaje en la nuca cuando se acomodaba el pelo, parecía tener tatuado un pequeño Júpiter, reminescente de libertad, distancia e infinito. Pude saber que las sedas de su atuendo eran de alta calidad, ya que ella no se vestiría con poca cosa, a pesar de emanar simpleza. La imagine desnuda y me estremecí, la imagine con un vestido de bodas y me estremecí el doble, para cuando la imagine preparando el café, sin ninguna prenda que prohíba sus hermosos atributos, era demasiado tarde como para poder olvidarme de ella. Estaba endulzado, engatusado por una mujer que de seguro no había tenido intenciones de hacerlo, pensé que así se sienten los peces cuando son confundidos por un anzuelo y llevados hasta su muerte, luego pensé que debería dejar de pensar en tantas cosas sin sentido.

Cuando pude escapar de ese pequeño trance auto generado por mi mente, el odioso destino de todos los amores de colectivo nos había llegado, estábamos cerca de su parada. Lejos de ser capaz de levantarme y entablar una conversación con ella, proseguí con mi indigna de observarla, aunque ahora lo hacia con mucha menos obviedad en caso de que ella decidiera mirarme a mi. Y otra vez, preso por deseo, volví a perderme en sus rasgos. Ahora pude ver sus piernas, su cadera, su hermosa figura de mujer esbelta, por un segundo jure que bien podría tener ascendencia francesa. Cuando mis ojos recorrían su cuerpo y mi mente recorría nuestras posibles historias juntos, ocurrió lo no tan inesperado, ella me miro. Me miro como quien sabe que lo están mirando, una mezcla de piedad y confianza, de placer y también de olvido. Y yo la mire, la mire con complicidad, sabiendo que ella nunca podría ser mía pero que yo seria de ella para siempre. Y ella quería ser mía, lo sabia, lo vi en sus ojos, necesite solo de su mirada para enamorarme, y la necesite de nuevo para superarla. Las puertas se abrieron, sin elegancia, sin su simpleza y sin hermosa fisiología francesa, ella se bajo, y yo me quede.

Nuevamente el amor había llegado a mi, en forma rápida y altanera, estuvo en mi los minutos que duro nuestro viaje juntos y luego se desvaneció como las flores que se mueren en otoño. Fue hermoso, doloroso y tuvo un final, como todos los amores, especialmente los de colectivos.