Sing me to sleep.

ficha obligatoria.:

17 de Marzo, 2014.

Siempre fuiste el chico del silencio. El chico que callaba. Podría jurar que casi nunca hablabas en voz alta, sólo susurrabas. Hablabas tan bajito, que a veces no llegaba a comprender lo que decías. Y era una pena, porque tu voz era dulce y sorprendentemente agradable. Me gustaba tanto tu voz que recuerdo haberte pedido varias veces que me cantaras o me leyeras un libro para dormir.

Pero las palabras no eran necesarias para comunicarnos entre nosotros. Me hiciste entender que las palabras se pueden manipular, pueden perder su valor o tener demasiado. Y en cambio, el silencio es más noble.

Me gusta pensar que éramos amigos, ese tipo de amigos que se decían todo. Siempre estábamos juntos. Pero, ahora que me doy cuenta, las pocas veces que hablabas ni siquiera era sobre ti mismo. En mi lugar, yo hablaba hasta por los codos. Cuando abría mi boca, no lograba callarme y a veces se me escapaban varias cosas, cosas que no tenía que decir. Cosas que debía guardarme.

Nunca tuvimos mucho en común, Elliot.

Aunque, si te soy sincera, nunca decía mucho en realidad. Admito que me gustaban las mayúsculas. Que siempre me gustó cantar a todo pulmón y gritar cuando me sentía infinita. Que por más que no quisiera, cuando pasaba algo malo, no podía ocultarlo y todos se daban cuenta.
Mis amigos se preocupaban por mí y empezaban a decir cosas, a hablarme, a darme consejos o incluso a veces reían y me daban sermones de que no tenía por qué preocuparme, que todo iba a estar bien. Todos mis amigos hacían lo mismo, menos tú, Elliot.
Tú me observabas por unos instantes, como si estuvieras descifrándome, cosa que no era difícil. Extendías tus brazos y yo corría a abrazarte para llorar y gimotear en tu pecho mientras me acariciabas el pelo y besabas mi cabeza. En silencio. Siempre en silencio. Probablemente, fuiste la persona más noble que conocí.

Nuestros padres siempre nos decían que debíamos mostrarnos fuertes, que debíamos ser valientes. Y al escuchar las palabras de quién es valiente es libre, yo pensaba en ti, Elliot. Pero en aquel entonces, yo creía que lo eras y no que sólo lo aparentabas.

Aquel día en tu habitación cuando me hiciste escuchar How soon is now?, te confesé, con una sonrisa en mis labios, que te quería. Y vaya que te quería...
En ese mismo momento, mientras Morrissey decía en sus versos que era un humano y necesita ser amado, sonreíste. Me mostraste tus dientes y se te achinaron los ojos. Luego de unos segundos, comenzaste a llorar y hundiste tu cabeza en mi pecho yo solía hacerlo contigo. Sólo que en silencio.

¿Y sabes? Mientras algunos se quejaban de tu silencio, yo lo adoraba. Adoraba como me callabas con tu silencio sutil y vacío. Adoraba en la manera que mirábamos por la ventana mientras llovía. Adoraba que fueras mi sombra. Adoraba tu compañía. Pero al mismo tiempo, adoraba tus palabras. Sólo las tuyas. Tus palabras podían ser más potentes que una lluvia de misiles, porque tus palabras dichas, o no dichas, gritadas o susurradas podían desatar una revolución. Y por eso siempre callabas, me dijiste que tenías miedo de decir algo erróneo, tenías miedo de equivocarte. Pero, Elliot, todos nos equivocamos. Y cada palabra que salía de tu boca era un acertijo, y supongo que nunca lograré entenderlas. Pero te juro, Elliot, te juro que hice lo posible para entenderte, para comprenderte, para que me dejaras entrar. Y en cierta manera, lo hiciste.
Sentía que el silencio que me otorgabas no era el silencio que tenías con los demás. Me sentía especial. Mientras todos escuchaban mis palabras, tú escuchabas mi silencio. Escuchabas mis gritos desesperados, mis gritos mudos que ensordecían, los que pedían ayuda.

Recuerdo bien ese mismo día cuando la canción de The Smiths sonaba en tu habitación. Tirando piedras llamé a tu ventana, pero, extrañamente no la abriste. Luego recordé que una vez me susurraste en la clase de música que te gustaría morir con Asleep de fondo, ya que era tu favorita, y te puedo decir con suma seguridad que mi corazón se detuvo por un instante.

Y cuando estabas a punto de cerrar los ojos, te sostuve. Sostuve a Elliot Jones, dueño del silencio, esclavo de sus propias palabras, soñador, viajero, amante y mi humano favorito. Te sostuve, tratando de acercarte a mí en un abrazo, cantando esa canción que tanto te gustaba con la voz ahogada y no dije nada más. Pero al cantar esa canción, trataba de decirte que eras amado, Elliot. Porque lo eras. Tú comprendiste, sonreíste y callaste. En silencio, como siempre lo hacías.

Perdón, Elliot. Perdón por no darme cuenta de que me gritabas pidiéndome ayuda en tu silencio. Perdón por no querer escuchar. Perdón por llegar tarde. Perdón por no saber leer tus puntos suspensivos.

Me hiciste prometer que no me sentiría mal por ti, pero tengo que decir que a veces se me estruja el corazón cuando pienso en ti. Todavía sonrío con la idea de que odiarías esta carta, ya que está llena de palabras. Palabras obvias que no hace falta decir o tal vez, justamente por obvias hay que decirlas. Pero por más obvias que sean, ninguna de ellas va a hacerte justicia. Simplemente, espero que hayas encontrado ese otro mundo. Y gracias, Elliot.

I don't want to wake up on my own anymore.: