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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
dead poets society. {resultados.
O W N :: Novelas colectivas :: Novelas colectivas :: Novelas Colectivas :: Inscripciones / audiciones
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Re: dead poets society. {resultados.
lennon., ficha aceptada<3. Me alegro de que te haya gustado y hayas audicionado. Me encanta esa canción. u_u
Geeeeen, espero tu ficha.
Geeeeen, espero tu ficha.
dépayser
Re: dead poets society. {resultados.
Audiciono porque me encantó la película, y amo todo lo que sea carpe diem y tempus fugit. Y bueno... amé la idea y hace mucho que no audiciono para nada (realmente... solo estuve en un nc. que se canceló ya en el muro... frustante).
Te puedo dejar el escrito en spoiler? Es que no tengo nada publicado :'(
Te puedo dejar el escrito en spoiler? Es que no tengo nada publicado :'(
- Carpe diem:
- Clean Bandit - Rather Be
- escrito I:
- El doctor Lawn camina hasta su puesto de trabajo. Es un hombre un poco atractivo, de relucientes ojos negros, barbilla fina y cuerpo esbelto. Cuando llega, su compañero, Doris Memphow, le da un saludo, acompañado de una sonrisa.
— ¡Buenos días, Lawn!
A esto, le responde con un escueto hola. El doctor Lawn no está de buen humor por las mañanas. Para ser sincero, nadie puede estar sonriente ni festivo dentro de ese oscuro edificio, excepto Memphow.
El doctor Lawn no sabe cómo se las ingenia para mantenerse con tal alegría siempre, rodeado de semejante paisaje. Si, de repente, entrase un extraño, este seguramente gritaría del miedo. Su puesto de trabajo está lleno de muestras de sangre, de batas corroídas y de herramientas de última generación. A lo lejos, puedes oír algún grito desesperado, el sonido de un martillo y los aporreos a la puerta detrás de la cual están las con las muestras para experimentar.
Si entrase alguien totalmente desconocido al proyecto y se acercase a estos recipientes, se pondría llorar. Los especimenes estás apartados de ellos por unos barrotes de metal algo oxidados y sus jaulas hieden a muerte, a suciedad, a horror, a sufrimiento… En resumen, huelen a inhumanidad. Cientos de cuerpos humanos, arrancados de su casa, vestidos con una túnica de hospital. Personas, puede. Ahora mismo, simples ratas de laboratorio destinadas a un fin mayor; tal y como son tratadas, de tal manera que han acabado por perder la facultad de hablar. Tienen los músculos agarrotados y débiles. Su piel es de un enfermizo color amarillo verdoso.
Un día, el doctor Lawn fue ese extraño. Por suerte, ya se acostumbró a lo que pasa a su alrededor. O, si no, ha aprendido a cerrar los ojos y olvidarse de que todos son personas.
Lawn va junto a una jaula y coge un espécimen para poder continuar con su trabajo. Buscando a la víctima adecuada, se encuentra con los ojos verdes de una mujer. En seguida, busca a otro.
Esos ojos son tan parecidos a los de su hija que no puede hacer más que intentar ignorarlo.
De todas formas, su hija debe estar ya muerta. Es una triste excusa, pero es la única que tiene Lawn para aligerarse la conciencia. Al menos en parte, porque no consigue deshacerse de que de eso el tiene algo de culpa. Sin embargo, se sigue repitiendo ese mantra:
Su hija, al igual que el resto de su familia, deben estar ya muerta, así que nunca la puede ver ahí, en un paisaje tan deshumanizante.
Entristecido, Lawn lleva al cuerpo manso y dejado hasta una ducha. Lo lava, pero no lo seca. Hoy le toco probar la resistencia de esas nuevas pastillas. Le da algunas y espera treinta minutos, aunque con veinte debía haber sido ya suficiente. Coge un cubo y lo llena un poco de agua. Con una esponja, le vuelve a humedecer los brazos.
El doctor Lawn, antes no era malo. Ahora tampoco. Pero las cosas cambian. La forma de pensar se altera. En este nuevo presente, Lawn solo piensa en su supervivencia. ¿En qué si no? Ya no le queda nada más.
El hombre, protegido con unos guantes de goma, coge la pistola eléctrica. Comprueba que funciona y, en el nivel mínimo, acaricia con ellas las manos del espécimen.
Mimphow le ha avisado varias veces que no vaya tan lento, que no sea tan piadoso ni tan perfeccionista; sea lo que sea lo que intente. Si va más rápido hará más experimentos y, así, él no tendrá nunca que cruzar el cristal y pasar al otro lado.
Encerrarse en una jaula. Lawn tiembla en solo pensar en eso.
No obstante, eso no hace que el doctor Lawn cambie su forma de actuar. Simplemente, no puede. No se puede olvidar de lo que está delante de él, ese «experimento» es humano. Como él. Podía ser él.
Lawn comprueba que en el nivel uno no le hace daño para nada. Entonces, aumenta el nivel.
El doctor Lawn vuelve ha preguntarse para qué será todo esto. ¿Para qué necesitan tanto sufrimiento?
— No te muevas— le susurra, a pesar de que sabe que su cobaya hace tiempo perdió su capacidad de comunicarse.
Lawn vuelve a aumentar el nivel. Está casi al límite. Esta vez, tiene un mal presentimiento.
Le frota con el arma las yemas de los dedos y la palma; las muñecas. El doctor Lawn cierra con fuerza los suyos. No quiere encontrarse con los de su victima, aunque sabe que ahora están blancos.
Escribe en el papel hasta dónde aguantó la resistencia eléctrica de las pastillas. Luego le da las palmaditas en la espalda al muerto.
— Lo has hecho muy bien —y de nuevo, sabe que este no podrá escucharle. No solo porque haya perdido su facultad de comunicación, sino porque ahora ya lo ha perdido todo, no solo su humanidad. También su vida.
Lawn lleva al cuerpo con los demás que perecieron. Se contiene las lágrimas, pero hace tiempo que no le cuesta tanto. Se había prometido llorar en el mismo día que entró en ese infernal laboratorio, que parecía sacado de Franfestein. El doctor Lawn no recuerda haber tenido tantas ganas de llorar por un paciente.
Se está haciendo débil, además de viejo, decide. Se acerca a su libreta y mira lo que le toca ahora. Resistencia ígnea ganada con las pastillas. Tiene que volver a la jaula, pero le da miedo volver a encontrarse con esos ojos que se parecen tanto a los de su hija…
Muchas veces, Lawn piensa cómo le gustaría morir de una vez. Para siempre. Otras, piensa en escaparse y en unirse a la gente del bosque. El doctor nunca ha entendido de todo qué son, pero, de todas formas, tampoco para qué ellos tienen que crear superhombres.
Doris Mimphow deja otro cuerpo, verdaderamente chamuscado, al lado del suyo.
— Lawn, ya me he ocupado de la resistencia ígnea. Aguanta hasta el nivel doce —le explica, y luego se vuelve a su puesto de trabajo silbando.
Al doctor Lawn le revuelven las tripas. ¿Es que la humanidad se ha perdido de todo?
- escrito II:
- Ella Gooseberry, al abrir los ojos, siempre mira el cielo. Aun así, nunca se acostumbra a lo que ve. Un enorme valle que se alza sobre ella, a veces con algunas nubes, a veces más oscuro. El cielo de sus recuerdos es azul, un color que nunca más verá. Este, en cambio, es rojo, como si los ángeles hubiesen mezclado la tierra que rodea los ríos con la sangre.
Ese no es el único cambio.
Las sombras son mayores. Las luces, opacas y un poco verdosas. El blanco ya no existe, normalmente es cambiado por un amarillo pálido y sucio. Nada brilla ni nada reluce; todo está apagado. Todo parece más oscuro y más triste.
Ella sabe que nunca se acostumbrará y por eso debe seguir. Hace mucho tiempo que ha entrado en Alasvuela y ha empezado a olvidar como son las cosas realmente. Cómo se ve, lejos de este velo.
Ella no pierde la esperanza y por eso sigue avanzando por las calles que las rodean. Su mano, ahora mismo, ha adoptado ligeramente unos reflejos en el tono verde de la lima, aunque un poco más claro y un poco más muerto. Mira para su alrededor y sí, a pocos metros de ella hay una farola.
No es lo único en lo que se fija.
Al otro lado de la calle, oculto por los transeúntes (que van y vienen sin fijarse en ninguno de los dos) hay un chico con cara de miedo. Ella ya ha pasado por eso.
Sabe que no lleva mucho tiempo aquí. Al menos no lo suficiente para que el contorno cambie para él. Ella disimula una mueca. Él puede ver el cielo azul y ella no. Sacude la cabeza con vehemencia y cambia la dirección de sus pasos. Hacia él.
El chico no la ve llegar, por lo que Ella piensa que le ha dado un susto de muerte. Se gira y ve algo en él, eso que ya conoce. En sus ojos. Desamparo y desolación. Ya lo ha divisado en otros, una multitud de ellos que son como el que tiene enfrente. Ella respira hondo, guardando bajo llave sus propios problemas y pensamientos. A la vez, le sonríe. Intenta que sea lo más confiada y simpática posible.
— Soy Ella. ¿Tú eres…?
El chico la mira mientras baraja sus opciones. Es un poco escuálido y bajo. La ropa demasiado grande que lleva, en lugar de deshacer un poco el efecto, lo recalca. Ella puede imaginar lo que estará pensando. Quién es ella, por qué se ha acercado, qué está pasando…
— Soy Tage —le contesta, como con miedo de que no la entienda. Pero Ella Gooseberry lo hace, ya que lo único bueno de Alasvuela es que ya no hay cuándo ni dónde. Así, tampoco existen los idiomas y a la vez desaparecen las barreras que estos crean.
Ella suspira y se prepara para lo que ya hizo otras veces. Ya tiene casi el discurso memorizado.
— Ojalá no te tuviese que dar la bienvenida…, pero tengo que hacerlo. Los cambios que estás viendo existen porque algo ha cambiado en tu percepción del mundo. Mejor dicho, tu mundo —todo lo que ves, lo que oyes, lo que hueles...— se ha fundido con uno nuevo. Este es Alasvuela.
Tage repite las palabras de Ella como si fuese algo externo a él. La mira como si estuviese loca pero algo debe pasar por su cabeza.
— Tiene que ver con esas cosas, ¿verdad? —dice, arremangándose la camisa y luego deshaciendo el gesto— Esos… enanos con los ojos muy grandes que hay por todas partes.
Tage mira por detrás de Ella y dice un escueto «como ese». Sigue la dirección de sus ojos y comprueba que están pensando en lo mismo.
El hombrecillo está siguiendo a una mujer de unos cuarenta años, delgada y alta. Mueve sus manos grisáceas mientras va soltando horripilantes carcajadas. Sin embargo, esta no lo ve ni lo oye. Por un momento, los mira y Ella ve su rostro. Unos ojos enormes y saltones; unos labios negros y gruesos rasgados por la comisura, de donde se deslizan unas líneas negras y rojas. Estas forman un patrón que en cada uno es diferente.
Ella podría mirar alrededor y vería otros como él, distintos solo por ese detalle. Pero no es necesario. No lo es, porque sabe que siempre están.
— Eso es un reso —le explica, volviéndose hacia él—. Pero Alasvuela es más que eso. Pronto tendrás que verlo.
Tage se mueve un poco en su sitio.
— ¿Más o menos cuánto tiempo?
— Depende —le contesta, inspeccionando sus ojos. Su iris, por ahora, ha menguado poco—. No sé debido a qué, pero siempre varía.
Él asiente y suspira. Ella tiene una idea, y le guía hasta un parque. Por el camino, se fija en las personas que les rodean. También en las no ya tan personas, resos y peculiares jóvenes enmascarados.
Al llegar, le pide a Tage que se siente en un banco mientras va a coger algo para picar.
Como siempre, nunca sabe dónde está. Es decir, en qué parte de la Tierra. Qué país, qué ciudad. La Estatua de La Libertad se yergue partida a la mitad a lo lejos, unida a la Torre de Pisa.
Uno de los aspectos más extraños de Alasvuela es precisamente ese, que no hay ninguna noción de las leyes del espacio-tiempo. Todo es relativo. Puedes encontrarte el mismo día con un alemán y con un francés y ambos estarán en su país de origen.
A lo mejor es por eso por lo que a veces Ella es invisible para los demás. Por suerte, ha aprendido a trabajar con eso para momentos como este.
Ella Gooseberry entra en una pequeña panadería y compra unos preciosos cruasanes, hechos en la capital francesa. Antes de necesitar pagarlos, es invisible. Al instante, el panadero se olvida de ella. Porque, sí, Alasvuela nunca deja rastro.
Cuando vuelve, Tage sigue sentado en el banco. Lo primero que hace es mirarle los ojos. Maldice: su iris es de la mitad de lo que debería ser.
Esta es una costumbre que acogió hace tiempo, cuando comprobó que los libs no tenían iris y los de los que eran como ella iban descendiendo. Para Ella, es como un medidor de cuanto tiempo les queda. Eso sí, nunca se atreve a mirarse a un espejo por esa razón.
Sin embargo, no todos funcionan iguales. Algunos menguan lentamente y otros más rápido. No sabe los factores, pero no puede dudar que, si en Tage no desacelera un poco, no pasará ni un día más como humano.
— Toma —dice, ofreciéndole un cruasán—. Comer te hará bien.
Tage lo acepta, pero lo mira con un poco de confusión.
— Tienes razón, las cosas están cambiando… El cielo tiene motas rojas y las luces no brillan. Además, creo que ya no estamos en Dinamarca, ¿verdad?
Su voz se quiebra innumerables veces mientras dice eso. No obstante, Ella no consigue impedir que le escape una risilla.
Tage la mira con odio.
— ¿Eres danés? No sé muy bien como decirte esto, porque yo no lo sé todo. Es uno de los grandes misterios de Alasvuela —Ella hace una pausa para coger aire—. Deberías estar en Dinamarca al igual que yo debería estar en Australia.
— ¿Eres australiana? Digo… ¿eras?
Ella mueve un poco la cabeza, como para decir que la deje continuar.
— Era australiana. Vivía allí hasta que pasó lo que pasó. Ya sabes, seguramente habrás sentido algo parecido. Mi vida era perfecta. Yo me sentía… ¿cómo decirlo? Libre. El término libre está estrechamente ligado a Alasvuela.
Tage se remueve en su sitio. Ella se fija en que sus nudillos están blancos de lo cerrado que tiene el puño.
— Pero entonces ocurrió algo que lo estropeó todo, ¿no?
Tage está cabizbajo, como puede Ella comprobar cuando lo mira.
— Así fue. Para ser sincera, se necesitan esos dos pasos (sentirse libre y perder justamente esa sensación) para adentrarte en Alasvuela. Pues, sea como sea, nuestro destino siempre es el mismo.
Ella se calla. Esto es difícil, porque tiene que admitir algo que no está muy dispuesta a afrontar.
En ese momento, la golpea un fuerte dolor de cabeza. Se agarra con la mano izquierda la nuca. Tage lo mira con sorpresa a la vez que le pregunta qué sucede con un tono preocupado. Ella lo ignora y cierra los ojos. De nuevo lo ve.
Un hombre joven y pálido, vestido con ropas negras y holgadas. Está murmurando algo… Ella no consigue oír precisamente qué. Algo bueno, porque significa que no pertenece totalmente a Alasvuela.
El hombre está en una especie de palacio o mansión. El suelo es lustroso, de cuadrados de fino mármol blancos alternados de otros idénticos, aunque pintados de negro. Detrás de él ve otros detalles, como paredes de cristal y de plata. Mesas de bronce, espejos bordados en diamante.
Demasiado lujo. Así es Orc.
Ella aprieta los puños. Le está ordenado que vaya junto a él. Ella sabe que, a su alrededor, todos los resos se están moviendo en dirección al lugar que tiene grabado en la mente. Todos lo que habiten Alasvuela sienten lo mismo, en mayor o menor medida. Pero Ella se rebela. Porque, si no lucha, está segura de que caerá antes.
Cuando el dolor no resulta tan insoportable, Ella vuelve a pensar lo que le dijo Erin el día anterior.
Erin la había estado buscando para contarle una cosa. Al final, la había encontrado bastante tarde, casi de noche, enfrente a un portal que bien podía ser de Alemania. Ella se había parado, lo había mirado y le había sonreído. Erin le devolvió la sonrisa. No tardó en ir al asunto que lo había llevado hasta ahí.
— Tengo una nueva teoría. Aún podemos vencer.
Sus palabras resbalaron de sus labios y subieron hasta el cielo, rojo ahora por siempre. Ella no dijo nada y esperó a que su mejor amigo —y aliado— le explicase de qué estaba hablando.
Los ojos verdes, aunque oscuros, de Erin se iluminaron un poquito, casi nada. Lo máximo que podía brillar ahora cualquier cosa.
— ¿Alguna vez Orc ha usado El Reloj? —le preguntó y Ella lo meditó un poco.
Acabó negando con la cabeza.
— Nunca lo ha hecho. Mal sabemos para qué sirve y eso es porque no lo utiliza nunca.
Las comisuras del labio superior de Erin se levantaron suavemente en una sonrisilla.
— ¿Y no te parece raro?
— Sí, pero… —empezó a contestar Ella, pero, con un gesto, Erin lo detuvo.
— ¿Y si no lo pudiese usar? ¿Si le faltase algo?
Hubo unos segundos de silencio. A lo lejos, Ella podía oír a una vaca pastar y mugir. Ella la ignoró, aunque no del todo. Poco después, escuchó los pasos cansados de un pastor que se la llevó. Levantó la vista, cerró los ojos y miró al cielo. Entonces, se decidió a hablar.
— Entonces significa que no es tan poderoso.
Erin asintió.
— Tenemos que comprobarlo, Ella —añadió—. Si es así, tenemos que evitar a toda costa que consiga lo que le falta. Mientras tanto es inofensivo.
Ella dio unos pasos en el sitio. Bajo ella, notaba la piedra de la acera; vieja aunque bien conservada. De pronto, recordó algo.
— Pero la Princesa sí que puede usarlo. Cuando le pertenecía, lo utilizaba. Sobre todo, para divertirse a costa de otros.
— Sí, creo que ella pudo solucionar el problema. O quizás, como era originalmente suyo…
— No creo que sea suyo. No me sorprendería que, al igual que Orc se lo robó a ella, la Princesa se lo robase a otro.
Erin se mordió el labio. Lo hacía siempre que estaba pensando muy, muy, seriamente.
— Podría ser… ¿pero a quién?
Ella se encogió de hombros.
— De cualquier manera, voy a seguir con lo mío. Si encontramos a alguien que dure bastante, será más fácil enfrentarse a cualquiera de los dos, a los dos juntos. Cosa que no creo que pase —se giró y le sonrió, despidiéndose—. Tú sigue indagando sobre eso.
Erin le hizo un gesto con la mano. Seguramente estaría planeando algo, porque ni se fijó cuando Ella desapareció. Como por arte de magia.
La teoría de Erin, para Ella, es como un rayo de esperanza. Si Orc no es tan poderoso, aún puede ser derrotado. Si Orc es derrotado… Si Orc es derrotado y El Reloj destruido, Alasvuela morirá.
Una brisa fresca pasa a su derecha, así que ella se gira al otro lado.
Donde hace unos minutos estaba sentado Tage y que ahora solo existe el propio banco.
Ella se pone de pie de un salto y mira a sus alrededores.
— Esto no puede estar pasando —se repite varias veces, como si fuese un hechizo que hiciese reaparecer al chico a su lado. Sin embargo, no lo hace.
Ella gruñe. No debería ni escucharlo, menos sentir la necesidad de obedecerlo. Si lo ha hecho, significa que su transformación va más rápido de lo que Ella pensaba.
Ella baraja sus opciones. Abandonar a Tage a su suerte… O cometer una temeridad. Lo importante es… ¿podría tener aún suficiente tiempo?
Aunque no es la primera vez que Ella visita el hogar de Orc, es verdad que nunca antes lo hizo sola. Pero… ¿qué puede hacer? No sabe dónde está Erin y no tiene ningún modo de pedirle ayuda. Ellos dos son los únicos que aún resisten. Los demás… los demás se rindieron.
Para ser sinceros, sí hay alguien más. Sin embargo, aunque tienen enemigos comunes, tampoco son precisamente amigos.
Las enormes puertas de latón se abren solas en cuanto se acerca-. A su alrededor, hay más como ella; pero también deambulan — todos a la misma dirección— resos y libs, espeluznantes jóvenes enmascarados. Todos avanzan arrastrando los pies, excepto Ella, que no está tan decidida. Mueve la cabeza con nerviosismo buscando en cualquier recoveco la figura de Tage.
No lo encuentra.
Sigue buscándolo, mientras avanza.
Tampoco.
No nota sus pasos, sus tacones contra el suelo, el temblor de sus muñecas. Segundo a segundo, se acerca más a él.
A Orc.
La espera sentado. Sabe que está llegando. En una mano, lleva un guante negro, en la otra, uno blanco. Su chaqueta también es así, y sus pantalones son totalmente negros, al contrario que su camisa, fina como la seda. Sin embargo, lo que más destaca es lo que le cuelga del cuello. Un reloj unido a una cadena de plata. La primera vez que Ella lo vio, no pudo si no asombrarse de la dirección de sus agujas: contrarias a las de los demás relojes que había visto siempre.
No obstante, hoy lo que más le asombra no es él, sino quién está a su lado. De pie.
Lleva la misma máscara que los otros como él, tan similar a la de Pierrot. Una lágrima gris pintada resbala por su mejilla de marfil blanco. Solo lleva unos pantalones marrones oscuro de cuero, como los otros libs que antes fueron hombres. Por un momento, se gira, y veo en su espalda un tatuaje de unas alas cortadas.
Ella ya ha visto muchos libs antes de él, pero hay algo en él que lo hace reconocerlo.
— No puede ser —murmura.
Pero lo es. Lo sabe por su tono de piel, porque se nota que no lleva mucho tiempo siendo un siervo de Orc… y por su olor. Huele a cruasán francés.
— Bienvenida —pronuncia con parsimonia, saboreando cada palabra—, Ella Gooseberry. O mejor dicho, bienvenida de nuevo.
Ella aprieta el puño. No dice nada.
— He conocido ya a tu nuevo amigo. Se llamaba Tage, ¿no? Es un chico muy majo —comenta Orc burlándose de ella, a lo que Ella no se puede contener.
— Ya no es «un chico». Ya no es humano, por tu culpa —escupe con brusquedad.
Orc sonríe, mostrando sus dientes. Son lo único que sigue siendo blanco.
— No, es algo mejor. Es libre. No está ligado a ninguna regla espacio-temporal y no tiene ningún compromiso. Tampoco reglas.
A Ella, lo que le dice, le parece la mayor blasfemia del mundo. ¿Cómo va a ser libre si tiene que seguir sus órdenes? ¿Cómo va a ser libre si no consigue pensar por él mismo?
Sin embargo, se calla. Sin embargo, cambia de tema.
— Que yo sepa, siempre que haces que venga aquí, es para decirme o advertirme de algo. ¿Qué sucede esta vez?
Orc se levanta del sitio y cruza la habitación. Ella se queda en el sitio y el lib desaparece. Ella no puede evitar tiritar. No por miedo, sino por nerviosismo y esa espeluznante sensación que provoca Orc.
Las paredes hacen eco de sus pasos.
Reina el silencio más absoluto, hasta que vuelve a hablar.
— He notado que siempre estás intentando… ¿cómo decirlo? Guiar a los recién aparecidos. Como si quisieses averiguar por qué cambiáis —Orc para de hablar y suelta una elegante carcajada—. No te molestes. Soy el único que sabe por qué cambiáis y por qué algunos, como ese amigo tuyo, lo hacen tan rápido. Por otro lado, pronto llegará una pequeña horda con la que no quiero que te entrometas. Por favor, tómalo como una orden, aunque sé que te gusta ser rebelde.
Solo entonces Ella lo interrumpe.
— ¿Cómo sabes eso?
Orc se vuelve a reír, como si fuese algo obvio.
— Me lo ha dicho El Reloj —le dice, señalándolo.
Ella se siente derrotada. El mundo se le cae a los pies. ¿Eso significa que sí que lo puede usar? De cualquier manera —piensa— no perderá nada por comprobar.
— Pero no lo puedes usar —declara, intentando solapar la duda en sus palabras. Un poco difícil.
No sabe si lo ha conseguido, pero Orc la mira. Sonríe.
— En parte no, pero en parte sí —le responde—. Algunos de sus poderes… están a mi disposición, como el de la videncia —le aclara Orc, lo que deja a Ella estupefacta.
Se puede fiar de lo que le dice… ¿o es una mentira?
Se lo pregunta. Él se ríe.
— Estoy advirtiéndote, como tú dijiste. Sé que tú y tu amigo queréis hacer tambalear y pronto podría ser vuestra oportunidad. Si la aprovecháis, por supuesto. De otra forma, será vuestro final.
— ¿Qué me estás diciendo? —le pregunta Ella.
— Intento advertirte que en menos de un mes solo estará uno de los dos. El que, en definitiva, juegue mejor sus cartas.
Ella nota como su corazón late descarrilado y siente la necesidad de cerrar los ojos. Cuando los vuelve a abrir, está de nuevo en la plaza. La charla con el enemigo ha acabado. Ella suspira de alivio, aunque ahora con muchas más dudas.
Jacky.
Re: dead poets society. {resultados.
Hooola, dios me encanta la trama de una manera inexplicable soo aqui me tienes a audicionar
- Escrito:
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- Carpe diem:
- Demons-Imagine Dragons.
katara.
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Re: dead poets society. {resultados.
¡hola! leo, ya me conoces y pos, vi el tema y no dude en venir a apoyarte y estar aquí, sé que no soy la mejor escribiendo pero haré un intento para entrar. y ya no sé que decir.
- say "i love you".:
- Cuando te enamoras te dan ganas de simplemente decir te amo a esa persona, pero simplemente tienes miedo de decirle a esa persona evitando que se rompa su amistad. Sueñas con cada una de las cosas que pudieran pasar, desde un simple beso a la mejilla hasta una pelea. Nuestra mente es tan poderosa que hasta para evitar tales escenarios y sufrimiento preferimos quedarnos callados y vivir en nuestros sueños, donde podemos decir te amo libremente sin tener que ser rechazados, escondidos, o engañados. Las personas valientes son las que se enfrentan a sí mismos, cada uno decide que hacer con su vida, pero decir te amo puede perjudicarnos de millones de maneras diferentes; no estoy diciendo que es malo amar, o que es la mejor sensación del mundo, porque como tiene sus altas, tiene sus bajas. Puede que el amor sea correspondido y ser felices, sin que los demás interfieran, sólo ustedes dos. El otro polo del amor es el rechazo, cuando esa persona se va alejando poco a poco de ti, te deprimes, por más que batalles, sufres aunque sea un poco, ¿por qué? Porque amabas a esa persona y simplemente se fue dejándote de lado. Hay siete mil millones de personas en el mundo y ¿sufrimos por una? Llora, adelante, todo lo que quieras, minutos, horas, pero cuando termines, no vuelvas a llorar, sonríe aunque sea la sonrisa más falsa que haya en toda la Tierra, pero sonríe, encontraras a alguien que te haga feliz.
Y tú, ¿listo para decir te amo?
Última edición por drums. el Jue 21 Ago 2014, 12:32 pm, editado 1 vez
drums.
Re: dead poets society. {resultados.
hola, vengo a arruinar tu perfecta armonía con mi desastrosa ficha. bah, en realidad la paja me domina así que tendrás que aguardar al martes a ver mi audición. mientras tanto quiero dejar en claro que hola, y que nela, y que te quiero .
the1975.
Re: dead poets society. {resultados.
Todas las fichas son aceptadas y espero la de Pamm (te quiero más), suerte.
dépayser
Re: dead poets society. {resultados.
Me encanta que hayas abierto estas audiciones por que es una de mis películas favoritas
- Escrito.:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- carpe diem:
- Suelo cambiar de favorita, pero de momento es Asleep de The Smiths
LittleMuffin
Re: dead poets society. {resultados.
Ficha aceptada. Estoy esperando las de Gen, Crayola y Ems y creo que ya.
dépayser
Re: dead poets society. {resultados.
Espero las fichas de las tres, seguramente las acepto y luego, you know, resultados (?).
dépayser
Re: dead poets society. {resultados.
Me encanto por completo la idea, yo vi la película un millón de veces exagero un poco así que pretendo participar en tu idea
- escritos:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- carpe diem.:
- Don't Stop - 5SOS
jackson.
Re: dead poets society. {resultados.
¿Cerraras audiciones ya?
¿No puedo audicionar?
Enserio, me ha gustado mucho la idea.
Yo, mmh. Te la dejare igual...
Sino la puedes aceptar, no hay problema.
amo este perrito xd
¿No puedo audicionar?
Enserio, me ha gustado mucho la idea.
Yo, mmh. Te la dejare igual...
Sino la puedes aceptar, no hay problema.
amo este perrito xd
- Carpe Diem:
- Wonderwall- Oasis
Los escritos en spoiler, bc no me animo a subir lo que escribo.
- escrito i:
- Phoebe caminaba a paso rápido por aquella oscura calle. Deseaba estar en su casa, aunque era pequeña y no tenía muchos lujos, en ese momento la anhelaba más que a nada. Los pasos de alguien a sus espaldas no cesaban, y ella no deseaba voltearse y enfrentar al perseguidor, no poseía tanto coraje.Una ráfaga de viento le erizo la piel y la hizo detenerse en seco. Su corazón jamás había estado tan apurado como esa noche, ese viento había sido tan penetrante. Y ahora, aquellos pasos desconocidos habían cesado pero quien sea que la siguiera seguía ahí; aun podía escucharlo respirar.Sus pies no seguían las órdenes de su cerebro, seguían como dos estacas clavadas al asfalto. Y la noche se ponía más fría.Se lamentaba de no haber aceptado la invitación de su jefe a salir. Tal vez era un viejo algo repugnante y pervertido, pero aunque sea estaría bajo techo y sin el extraño presentimiento de que iba a morir.Sintió como su brazo fue agarrado con fuerza, bajo la mirada para chocarse con una mano grande y masculina. Intento correr pero no era lo suficientemente fuerte.― ¿Qué quieres? ― titubeo Phoebe con el corazón en la boca.Hubo un silencio ensordecedor. La respiración del desconocido ahora estaba demasiado cerca de su cuello. Podía sentir como su mirada la invadía totalmente y su respiración erizaba su piel aún más que cualquier viento.― A ti.El agarre del desconocido desapareció junto con su presencia. Phoebe con temor se giró, pero solo logro ver un cuerpo despareciendo al doblar la esquina. La oscuridad de la noche no le ayudo a mucho a juntar características, pero estaba tan aterrada que no deseaba investigar, solo quería llegar a casa.Quería escapar y no volver a sentir esa sensación jamás, pero algo en su pecho le decía que ese sentimiento de inseguridad estaría con ella por un largo tiempo.
- escrito ii:
- Deja que te escriba, deja que te convierta en poesía.Deja que mis versos te describan, deja que encuentre vida mía.Dejame vivir en tus sueños y navegar en tus fantasías.Deja que te encuentre, deja que te enamore vida mía.Deja que cada palabra llene cada pregunta, deja este y todos los días,esos pensamientos que tanto te asustan.Deja de mirar atrás y recordar con melancolía.Deja que con cada beso te devuelva la alegría.Deja de caminar en soledad, y ven y andaconmigo lo que nos queda por disfrutar.Déjame hallarte, déjame amarte.Déjame convertirme en tu canción preferida,porque enamorados los dos nos dejaremos de tonterías.
Última edición por Valen. el Jue 21 Ago 2014, 3:03 pm, editado 1 vez
Valen.
Re: dead poets society. {resultados.
deja de presionarme, leonela .l. (?) ahporqué. ya, te amo
- bue.:
Tomé aire cuando me levanté de mi asiento y vi a Annie a mi lado, con una sonrisa. No pude devolvérsela. Sólo sentí ganas de llorar como todas las personas que estaban aquí. Como mis amigas, como nuestras familias.
—Deja de atormentarme. —le pedí en un susurro, casi como si no hubiera hablado, o como si la lluvia que arrasaba con todo justo se hubiera llevado mis palabras con el viento.
Me ubiqué en el medio del lugar. Hacía frío, y yo no llevaba abrigo. No me importaba sentir como el viento me helaba los huesos o la lluvia me empapaba por completo. Porque ahora sentía mi corazón helándose y que todo yo dejaba de funcionar.
Saqué el papel de mi bolsillo y comencé a desdoblarlo, esperando que la lluvia no lo arruinara.
Suspiré, mirando a cada persona que se encontraba allí. No sabía qué hacer. No podía sonreír, no podía llorar. Pero podía hablar, era la última oportunidad que tenía para hablar.
Nunca quise dar una clase de discurso fúnebre, y sentía a toda esa gente importante para mí esperando que tuviera el valor de hacerlo.
—La amistad es un sentimiento que muchos creemos sentir por una gran cantidad de personas. Pero a decir verdad tus verdaderos amigos son solo unos pocos. Es un sentimiento hermoso y único, porque depende de quién seas como la sientas. — miré a mis padres, que me indicaron con la cabeza que siguiera. —La vida es una serie de sucesos tanto buenos como malos; pero las imágenes de las experiencias maravillosas junto a las personas que te importan te seguirán a lo largo del tiempo como flashes que te ciegan la visión y te recuerdan la importancia de ciertos individuos que cambiaron tu forma de mirar las cosas, cambiaron tu vida, y sobre todo; te cambiaron a ti y a tu corazón.
Me mordí los labios tan fuerte que dolía. Pensé en mis cinco mejores amigas, y solamente levanté la vista para mirarlas a cada una de ellas. Lloraban, y les dolía; igual que a mí.
Seguramente no podríamos superar esto. Seguramente todo estaría acabado justo ahora. O no volveríamos a ser nunca las mismas.
—Lograrás estar tranquilo y notarás que has llegado al éxito. Porque el éxito es el conocimiento de que tú cambiaste la vida de alguien. Y puede ser que la gente opine que la amistad es un período corto que luego solo pasará al olvido. Pero nuestra cabeza y corazón siempre recordará a aquellas personas que a lo largo de toda tu vida querrás.
Nunca imaginé que llegaría este momento. O que cerrara los ojos unos segundos para disfrutar de la lluvia y de los recuerdos. De los recuerdos de ella y yo sentadas horas observando el mar, la Luna, o una puesta del Sol. O los árboles moviéndose contra el frío; nosotras disfrutábamos de eso. Nosotras disfrutábamos estando juntas siempre.
—Annie fue para mí una verdadera amiga, mi verdadera mejor amiga, en realidad. Ella era todo para mí, y según sus palabras yo solía ser todo para ella. —no sabía tampoco en qué momento mi voz comenzó a temblar, o yo comencé a temblar. —Yo…yo puedo verla. Por alguna razón mi cabeza no puede aceptar la idea de que se haya ido y la veo. Atormentándome con su imagen. Ella no sale de mi cabeza.
La madre de Annie lloraba desconsoladamente. Se llamaba Annie también, y solía traernos galletas cuando nos juntábamos. Siempre nos decía lo mucho que le gustaba nuestra amistad. Era amable y cariñosa, jamás la había visto así.
—Puede que nos separemos por esto, puede que no. El grupo ya no estará completo, pero nuestra amistad no terminara, o eso espero. A ustedes, saben quiénes son, las quiero mucho; demasiado. Quiero agradecerles la amistad, las tonterías que cometimos juntas, las vergüenzas que pasamos…No sé, me gustaría pensar que todo va a mejorar, pero no puedo asegurarlo ahora.— miré el ataúd, era un ataúd cerrado. Pero sobre él había una foto de Annie con su típica sonrisa que alegraba a todos. Sus ojos mieles brillaban. Ella brillaba. —Yo la amaba. Me enseñó muchas cosas a lo largo de todos estos años. Annie era mi mejor amiga, confiábamos mutuamente en la otra, y podíamos conversar de gran variedad de temas sin temerle a nada. Intentábamos animarnos y lográbamos reír en los momentos más inesperados, pero también nos apoyábamos en los momentos más difíciles. Ella siempre estaba allí conmigo, peleando y bromeando. En ocasiones insultándome, halagándome; queriéndome. Llorando juntas cada vez que nos necesitábamos. O incluso gritando juntas cuando nos emocionábamos por cosas tan simples y pequeñas que cada uno de estos recuerdos viven en ambas, o en este caso, sólo en mí. Y son imposibles de olvidar. Nos apoyamos para pasar mejor las tristezas, duplicar las alegrías y dividir las angustias por la mitad. Siempre éramos ella y yo. Y ahora sólo soy yo. No quiero aceptarlo, pero así es. Annie se ha ido, lo único que la mantiene viva son los recuerdos.
Volví a sentarme y me mantuve en silencio hasta que acabó el funeral. Y no hablé durante las siguientes horas. Ni el día. Ni la semana. Sólo me dedicaba a quedarme mirando la Luna sola. Ninguna de mis amigas había cruzado palabras, cada una estaba apartada en sí misma. Annie no dejaba de atormentarme, la imaginaba mirando la Luna junto a mí. O acostándonos juntas en el pasto mientras disfrutábamos de las nubes. Mamá pensaba que estaba volviéndome loca, la había escuchado hablando con papá de que podían llevarme a algún lugar donde había gente que podía ayudarme. Yo sólo quería que Annie saliera de mi cabeza. Sólo quería volver a ser feliz.
Última edición por nicola. el Vie 22 Ago 2014, 2:33 pm, editado 2 veces
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