Drugs ― Novela Colectiva

Una brisa gélida, de temperatura bastante baja entraba por el hueco que dejaba la persiana en la ventana junto con los rayos de luz, desperté entre las sábanas blancas de un colchón en el suelo fijando mi mirada en el techo. Era blanco pero un blanco roto, seguramente estaba así a causa del humo de distintas sustancias y también tenía algunas manchas de antiguas goteras. Dejé de mirar a la nada e hice un esfuerzo para incorporarme. Me senté en el alfeizar del ventanal, luego cogí mi querida cajetilla y prendí el cigarro.

El humo se colaba entre mis pulmones haciendo que la nicotina se filtrara entre estos. Luego alcé la mirada para analizar la habitación. Algunos de mis amigos estaban en el suelo y se habían dormido hasta encima de sus cachimbas, u otros estaban desnudos con carteles en sus frentes y apenas una almohada o una sabana tapaba sus partes. No éramos demasiados, no pasaríamos de siete, pero pese a mis duros intentos por recordar lo de la noche anterior, solo me venían algunas imágenes borrosas. Eran probablemente las seis y media de la mañana ya que el día parecía aparecer con rapidez pero el cielo aún era azulado, no anaranjado. Este era el piso de Keer,  estaba en un barrio no muy residencial aun que si era unas calles típicas de estudiantes o gente bastante joven, no solían frecuentar muchas familias la verdad.

Había olvidado como había cambiado durante mis últimos pasos en la vida. Solía ser esa niña que era tímida, bastante centrada y angustiada por la vida ya que no encontraba encajar en ninguna parte.

Entre otras cosas no soportaba a mi propia madre, mi padre había pedido el divorcio por unos cuernos, aun que a sabiendas siempre pensé que fue más de uno. Ella, una mujer superficial y sosegada. No la soportaba ni lo haría nunca, pero no podía estar con mi padre. Él ya tenía una nueva vida y una nueva familia, así que simplemente debía tragar con las consecuencias –aun que estas no fueran demasiadas, ya que yo le importaba un bledo- y vivir con la mujer que su único trabajo fue darme a luz. En cuanto a amigos, creo que nunca conocí a nunguno que fuera verdadero y cuando hace unos años me mudé a esta ciudad, creo que solucionó bastante. Por primera vez sentía que no me miraban más raro de lo habitual y conocí a personas que podían comprenderme, entre ellos se encontraban mi vecino Alexander –al cual le suelo llamar Alex- Sky, Joey y Sid. En cuanto a las drogas digamos que empecé con la más básica; El tabaco. Mis amigas superficiales de Miami solían decirme que debía dejarlo que era malo para muchas cosas como la piel, los dientes y de otras estupideces que a mi no acababan de interesarme, pese a ir de fiesta con ellas no conseguía disfrutarlo, pero luego descubrí que eso era por que en realidad no era una verdadera amistad, podía sentir su falsedad dispersada en el ambiente.
Con las demás empecé más tarde, pero siempre había  habido alguna copita o algo y más en Miami, pero al haber sido una chica buena en aquella época nunca había logrado emborracharme. Fue hace dos años al mudarme que empecé en un nuevo colegio, pero aun así no acababa de encajar, aun que pude ir saliendo de mi cascarón poco a poco. Para que mentir, pude haber evitado las drogas pero simplemente no quise y ahora era mi forma de sobrevivir día a día.

Recuerdo el día que empecé mi enganche, toda la clase íbamos a ir de fiesta para desahogarnos. Me había arreglado bastante, aun que esto tenía un motivo, me gustaba un chico. ¡Cómo no!

Cuando bebí mi primer chupito de tequila conseguí parecer idiota, se me cayó parte del líquido transparente por la barbilla hasta llegar a mi cuello y tuve que quitármelo con un pañuelo. Pero entonces sentí algo extraño y ese que me dio como un chispazo que consiguió encenderme, luego probamos un par de chupitos más para luego dejar el pub e ir al parque para hacer algo típico de los adolescentes: un botellón. La mezcla era bastante pobre ya que el simple hecho de haber comprado vodka no era bastante fuerte por lo que apenas utilizamos más de treinta centilitros de refresco, después al ir yendo de sitio en sitio bailando y bebiendo algunos chupitos nos proporcionaba una energía extra por lo que básicamente la hiperactividad reinaba en nuestros cuerpos. Sentía que nada podía pararme, había nacido para tener ese momento y no se iba a arruinar fácilmente.

El problema es que cuando estás en lo más alto siempre tiendes a bajar rápidamente, y acabas estampado en el suelo. Literalmente. Acabé en el suelo haciendo la croqueta con un par de amigas, quien viera aquello pensaría que estabámos locas, y en cierto modo era cierto. Pero en ese instante seguía feliz y sin importarme nada. Fue el simple hecho de ver a Joey liandose con la mayor petarda de clase lo que me dio el bajón ―algo que si piensas es bastante típico de los adolescentes― pero el pinchazo que sentí en mi interior logró que mi estado cambiara de extrema felicidad a solamente ganas de acabar muerta.

― Cels, ¿estas bien? ―me preguntó la rubia desperezándose.
― Perfectamente.

Después de haberle contestado Sky volvió a tumbarse, dejé salir un suspiro y bajé de la ventana. Busqué ―torpemente― entre las cosas tiradas de la habitación para coger mis jeans y acomodarlos. Y luego dejé la casa.

Mi casa contrariamente a la de Keer estaba más a las afueras en un barrio mucho más acomodado, no es por alardear, simplemente mi madre se encaprichó y como podía disponer de ella por su cantidad de dinero lo hizo. Aun que para ser sincera me parece una pérdida de dinero. Ella nunca está en casa y las veces que está es por que se trae a algún hombre, el resto del tiempo o esta vacía o me encuentro yo sola. La mayoría de adolescentes anelarian una situación así por el simple hecho de que podrían hacer fiestas, sus padres no les controlarían tanto y de más pamplinas, aun que ni siquiera saben lo que es eso. Decidí coger un bus ya que no me creí capaz de andar ese largo tramo. Apenas había llegado a dormir dos horas y sentía que me vendría una enorme resaca, y si me hicieran un control seguramente daría más positivo que Armstrong.

El bus se balanceaba ligeramente de un lado para otro, quise apoyar la cabeza en el cristal pero este vibraba así que puse mi chaqueta para no notarlo y así poder descansar un rato antes de llegar a la última parada; mi casa.

Cuando llegué puede ver la casa de madera blanca perfectamente cuidada en la que vivía, o al menos lo era algunos días. Lo que nunca fue ni será es un hogar. Es algo que siempre tendría claro.

En el porche habían un par de periódicos en el suelo y en el buzón algunas cartas, lo recogí para llevarlo dentro. Introducí la llave plateada para poder abrir y adentrarme. Tiré el correo sobre la mesa de la cocina y subí rápidamente a mi cuarto.

Donde sin pararme a pensar me tumbé, notando como si las plumas de los cojines y la colcha me abrazaran, se estaba tan a gusto allí...
Sin embargo enseguida me puse de pie para coger todo lo necesario y deshacerme del hedor que desprendía mi propia piel. Una mezcla de tabaco, maria, sudor, alcohol y de otras cosas que no lograría saber.

Me apetecía un baño. Era un capricho que se me había ocurrido en el bus pero sentía que lo necesitaba para no empezar a pensar, y ya que tenía una amplia bañera no tenía por que desaprovecharla. Siempre había tenido la fantasía de tener sexo en una bañera, jacuzzi o piscina. No sabía por que pero sentía que debía cumplirla. Pero me limité a poner sales de baño con perfume y disfrutar como el agua caliente hacía que me sintiera como un pez en el agua.

Cuando empecé a sentir frio acabé lavándome y saliendo con una toballa alrededor de mi pasando por mi balconcito, el cual estaba abierto sin pasar la cortina. Por un momento me quedé parada mirando a la nada mientras me peinaba. Pero entonces me pecarté de una figura masculina que estaba en el balcón de la casa de enfrente. Era Alex. El tio estaba haciendo pesas concentrado mientras escuchaba música en su ipod. Si debo ser sincera he de reconocer que el chico estaba tremendamente bueno, y verlo en esa escena pues todavía más.

Sin embargo en vez de disfrutar del espectáculo decidí cerrar las cortinas y vestirme de una vez. Una vez vestida con mi uniforme ―compuesto por unos pantalones, una camisa y una americana― decidí desayunar algo para no estar con el estómago vacío y aprovechar para tomarme una aspirina.

Nada más salir de mi casa prendí mi cigarro ―mentolado― para poner rumbo a la parada del bus, de nuevo.

― Señorita  Jones, ¿donde va usted tan temprano? ―me pregunta una voz detrás de mi haciéndome voltear y que mis sospechas se hicieran realidad.

Era Alex.

― Podría preguntarle lo mismo señor Rice ―le cuestioné alzando una ceja  para luego dar una calada― Solo a trabajar, ya sabes.
― ¿Te llevo?
― Venga, no me apetece ir en bus y encontrarme a gente loca.
― Pero apaga eso.
― ¿Enserio? ―le pregunté y él asintió― Siempre que salimos de fiesta tu fumas.
― ¿Ahora estamos de fiesta?, que raro no lo sabía.
― Quien sabe ―le respondí y él me miró con su mirada seria así que suspiré y lo apagué en el suelo― Listo.

Me subí al coche azul y él arrancó fijando su mirada a la carretera. Intenté mirar por la ventanilla, buscando algo curioso pero solo podía ver a la gente saliendo de su casa para ir a trabajar o al niño del periódico repartiendo con su bici. Menuda mierda, todo rutina. Un pensamiento curioso se infiltró en mi mente y no dudé en preguntarle a el castaño que yacía a mi lado como conductor.

― ¿Por que no viniste a la fiesta de ayer? ―le pregunté observándolo― Lo pasamos muy bien en casa de Keer.
― Estaba muy cansado, apenas hacía cinco minutos que acababa de trabajar cuando me avisasteis.
― Yo también trabajé y fui ―le contesté y él rió.
― Cels, tu doblas camisetas y yo arreglo coches, motos y camionetas.
― Es un trabajo como otro cualquiera que... ―no puede acabar por que me interrumpió.
― Que no requiere gran esfuerzo.
― Idiota.

«Actitud positiva, actitud positiva» repetía en mi mente a la vez que miraba mi reflejo en el espejo y daba los últimos toques a mi maquillaje el cual se veía muy natural, «Así me gusta, perfecto».
—Actitud positiva —dije ahora en voz alta. Solté un suspiro y salí de la habitación, una parte de mi quería aferrarse a la cama cual niña pequeña en su primer día de clases, pero no quería arruinar mi historial de buena asistencia. «!Empollona¡» recordé la voz de mi hermana mayor en mi cabeza.

—Billie, ¿quieres que te lleve a la escuela? —escuché a mi padre desde la cocina. —No —respondí a secas. No quería que me llevará, no después de lo que paso hace un par de años. Me avergonzaba el solo recuerdo.


Pensándolo bien, desearía haber dicho sí a mi padre, no tenía idea de dónde estaba, o dónde estaba la parada del bus. Me asusté cuando no encontré mi teléfono celular, mi corazón palpitaba a una increíble velocidad. El lugar no me daba buena espina y eso aumento el ritmo de mi corazón.

—¿Necesitas ayuda? —levanté mi mirada buscando de donde provenía esa voz masculina. Giré de poco a poco,  esperaba ver a alguien con un cuchillo y una máscara como en las películas, pero en cambio un chico de tez pálida y cabello azabache  fue lo que mis ojos encontraron. No vestía como un empresario pero tampoco como un vagabundo. Sin embargo, sus ojos denotaban preocupación.
—Estoy bien —traté de sonar lo más calmada posible. —Segura —trague saliva y asentí repetidamente con la cabeza.

Él me examino de arriba a bajo lentamente, podía sentir su mirada estancada sobre mí, pero no tenía idea que hacer, no quería caminar más por miedo a cualquier otra situación parecida, no obstante, sabía perfectamente que quedarme aquí parada como una idiota me haría perder toda la mañana y obviamente las primeras horas de escuela. «Debí escoger estudiar en casa» pensé.

El tipo seguía a de pie a mi lado, ya habían transcurrido algunos minutos que para mi han sido milenios.  

Soltó una risa y el dijo: —¿En serio te vas a quedar aquí? —yo no respondí, no encontré ninguna buena respuesta hasta que él volvió hablar: —El autobús nunca pasa por aquí. —Yo lo vi preocupada. —No que yo recuerde —agrego.

Otro increíble y largo silencio se hizo presente.  

—Te podría llevar yo —se ofreció pero yo solo pude abrir mis ojos tanto como me fue posible. De nuevo no dije nada. —O simplemente te puedes quedar aquí esperando que papi venga por ti —dijo mofándose.

Traté de no sentirme ofendida, aunque debo de admitir que era justamente lo que yo quería; que mi padre o mi madre vinieran por mí e incluso estaría feliz de ver a mi hermana, no me importaba, solo quería salir de ahí. Ni siquiera sé como llegue ahí. Pasé de "Actitud positiva" a "Maldita sea no importa que tenga veinte años, activen alerta AMBER"

Paso frente a mi para seguir con su camino. —¡¿A dónde vas?! —grité, ni siquiera tenía la intención de gritarle. Un par de metros más a delante él respondió. —¡Ven conmigo! —mi padre probablemente me mate cuando se entere pero le obedecí. «¡Soy una idiota!», me regañe. —¿Vas a llevarme a la estación del bus, la escuela, mi casa o me vas a matar? —pregunte tan rápido que mi cerebro no tuvo tiempo de procesar todo lo que salía de mi boca. Al parecer perdí la comunicación con mi cerebro, pues yo no era así.
—Hace unos minutos sí, hubiera sido mi respuesta, pero esa oferta ya caduco. —No sabía que tenían fecha de vencimiento —pronuncie cada palabra con seriedad. Sus labios se curvaron en una amplia sonrisa. —No deberías de dejar las oportunidades pasar.

Me detuve un momento para luego alcanzarle el paso. —¿Y cómo sé que puedo confiar en ti?  Él se detuvo y me encaro: —No te estoy pidiendo que confíes en mí —siguió caminando normal. Yo hice una mueca, no sabía si esa respuesta me hacía sentir cómoda.

Iba dos pasos de tras de él. Parecía no molestarle porque nunca me pidió que lo dejar de seguir, pero tampoco recuerdo haberle escuchar "sígueme".
No hay duda alguna que estoy haciendo algo mal; estaba acompañando a un desconocido a no sé dónde y me estaba perdiendo la escuela. No sabía que molestaría más a mis padres.

—Damas primero —abrió la puerta maltratada de un Pub del cual se me dificulto leer el nombre pues sentía la mirada de aquel tipo. Yo obedecí, lo primero que vi fue un hombre ahogado con una mezcla de llanto, risa y un tarro de cerveza en su mano.

—¡Ronan! —oí decir con entusiasmo al tipo detrás de la barra. —Keer, mi amigo —correspondió el tipo al que seguí por un buen rato y hasta este momento supe su nombre. El tal Ronan me acerco hacia él hasta que llegamos a la barra. —Y ¿Quien es ella? —pregunto Keer dejando su sonrisa en el pasado.

Mi intención era presentarme pero Ronan me interrumpió:  —Su nombre es Aivanna. —Yo le dedique una expresión de incredulidad al piso. —Dos cervezas —ordeno Ronan cortando con el silencio, permanecí cabizbaja hasta que escuché los pasos de Keer alejándose. —Para tu información mi nombre no es Aivanna. El tomó asiento al igual que yo. —No me importa, dentro del pub de te llamas Ivonne —asintió una vez con un tono muy seguro. —Es Aivanna, recuerda tu mentira —le reprendí. El rodó sus ojos y espero a que nos entregaran las botellas.

—Ahí —señalo a una esquina del bar —está el teléfono. Llama a quien quieras. —Me entrego unas monedas que saco de su bolsillo. —Pretendes que mi padre venga por mí a este lugar —no quería ni pensar en la reacción de mi padre.  —Me va a matar cuando se entere —volví a sentarme en el taburete y una vez más le observé rodar los ojos.

—Yo te obligue a venir aquí —dio un trago más a la cerveza. Ignoré su comentario, mi mente estaba en la escuela, «mi asistencia perfecta se fue a la mierda» pensé, después tomé la botella entre mis manos y bebí de ella. Era amargo y me sorprendí no haberla escupido. «No están mala después de que acostumbras al sabor».

Haber tomado mi primer cerveza en un horrible y sucio bar con una persona a la que apenas había conocido una hora atrás, no fue tan malo.
Ronan me invito un par de cervezas más, prácticamente todo él día lo pasé en aquel bar, todo iba viento en popa, sin embargo, mi felicidad por al fin haber intereactuado con alguien que no fuera de miembro de mi familia se vio interrumpida justo cuando las sirenas de una patrulla sonaron justo afuera del establecimiento. Varias personas, yo incluida salimos a ver y mi sorpresa fue grande al ver a mi padre entre los policías. «Mierda»

Todo el mundo salio como pudo despavorido del bar, unos no dieron ni cinco pasos cuando ya estaban en el suelo.  «Dios, ¿por qué mi papá tiene que ser policía?»

Sin pensarlo dos veces me acerque a él ya me estaba gritando pero ni caso le hice, mi cabeza estaba en todos lados menos en sus gritos. Dentro del auto vi por última vez a Ronan en la puerta del bar y a su lado Keer que discutía con algún policía.

La cabeza de mi pequeño hermano se encontraba apoyada en mis muslos, mientras que los dos estábamos posados detrás de la pared que daba a la sala de estar, escuchando los alaridos provenientes de allí. Mis padres peleaban bruscamente, sin importar que un niño de seis años pueda escucharlos, y éste estaba más que acostumbrado; era un hecho cotidiano que en su hogar hubieran solo peleas e insultos, mas su hermana era su refugio, su única fuente de cariño vivaz y latente.

—¡Porque no haces nada por ésta asquerosa familia! —vociferó lo que se suponía que era una madre. El cuerpo del infante se tensaba con cada palabra, pero mis manos acariciando su cabello trataban de calmarlo.
—¡Hago mucho más que tú, perra alcohólica! —una, dos, tres lágrimas se deslizaron lentamente por mis pómulos, y los pequeños brazos de Josh se enroscaron en mis piernas.

El resto de la "conversación", sí es que así puede llamarse, finalizó con la partida de mi padre seguido de un estruendoso portazo. Llevé a Joshua a su habitación, y le indiqué que permaneciera allí por un rato.

—¿A caso quieres que él también crezca con una pésima infancia? —tomé la postura de cruzar los brazos por debajo de mi pecho.
—Cállate. —su corta respuesta causó repugnancia en mi profundo ser. La colilla de su cigarrillo a punto de caerse, y su maquillaje desprolijamente corrido le daban el perfecto aspecto de una prostituta barata.
—Sólo... ¿no puedes tomar conciencia y saber que el futuro de ese niño depende de ustedes dos? —al no obtener ni siquiera su mirada, vociferé— ¡¿Acaso quieres que ese hermoso crío adapte una personalidad de mierda, junto a una vida de mierda, igual que sus padres?! —mi progenitora acortó nuestra distancia y depositó una dolorosa bofetada en mi mejilla izquierda.

Mis ojos adquirieron un color celeste oscuro, repletos de ira y tristeza. Mi mano permanecía inmóvil en el lugar donde me golpeó, mas aún no podía creerlo. No podía reaccionar, o siquiera decir algo.

—No debes de meterte en asuntos que no te pertenecen, niña. —habló finalmente aquella perra rubia ceniza, caminando en dirección contraria de donde yo me encontraba.
—Si mi familia no es mi asunto, ya nada lo es, Jennifer. —las palabras salieron de mi boca luego de unos largos segundos, pero la referente de éstas yacía fulminándome con la mirada al otro lado de la cocina.

Di media vuelta, tomé mi bolso y salí de casa. Urgé dentro de éste y encontré la caja de cigarrillos "Malboro" que tanto deseaba encontrar. La abrí, observando dentro una mezcla de porros y cigarrillos comunes, tomé uno común y lo posé sobre mis labios, buscando desesperadamente en mi bolsillo trasero un encendedor.

El lugar en el cual, prácticamente era mi palacio de niña, se convirtió en mi escondite secreto. Allí me sentía en paz conmigo misma, aislada de todos los problemas, ajena al mundo exterior. Éste se encontraba escondido en el bosque, era algo así como una casa del árbol bastante camuflada.
Una calada, y una exhalación junto a un humo denso, todo lo que mis ojos podían observar. Me encontraba tan relajada, tan satisfecha y feliz; ésta era mi hora feliz. No me sentía parte de este mundo, era como si volara y amaba esa sensación de libertad corriendo por mis venas.
Pero, lastimosamente, lo que tanto deseaba al finalizar el día, era el mismo factor que me debilitaba mientras más lo consumía. La marihuana y la cocaína se habían vuelto parte de mi rutina diaria, eran como las pertenencias que completaban mis veinticuatro horas y las mejoraban. Pues, a pesar de que había prometido no volver a ingerir ninguna droga, eran mi único punto débil y aquello a lo que yo llamaba "descargue personal".  
Mi vida era una completa y desastrosa mierda, que yo decidía cagarla más con mis adicciones, siendo egoísta con mi pequeño hermano. Sabía que él me miraba con ojos esperanzados, esperando que yo lo salve de allí y de un futuro horrendo como el de nuestros progenitores.
Lo que más anhelaba en la vida era poder adoptar a Josh teniendo una carrera universitaria, y así poder vivir con todos los bienes necesarios. Mas sabía que éste loco sueño jamás se cumpliría: mi familia era un caso perdido, yo era un caso perdido, pero en el infante veía mucho más que dolor y preparación para lo peor; veía luz y dignidad, fortaleza y valentía para no terminar como alguien similar a su hermana, y eso era lo que me motivaba a seguir soñando con esperanzas de que algún día pueda cumplir con mis expectativas.
Acabé mi, vulgarmente dicho, faso y me levanté del suelo de madera. Al instante, me mareé y tambaleé, pero encontré la pared como soporte antes de terminar en el suelo nuevamente. Mi cabeza daba vueltas, mas ese era un pequeño precio que debía pagar al inhalar tantas líneas blancas hace rato.
Sí, estaba devastada, pero excedí mi límite de consumo hoy, demasiado.
Esa sensación de libertad de hace unos momentos se había alejado completamente de mí, y ahora era reemplazada por una caída a un oscuro vacío.
Me desplomé en el suelo, sintiendo mi cuerpo cada vez más inútil y débil, hasta quedé totalmente inconsciente.