I'm fine. {Alice Black.

Las lagrimas resbalaban por sus mejillas, una tras de otra y sus sollozos se escuchaban por toda la habitación.
Los gritos de su padres eran cada vez más fuerte, se tapó con las manos ambos oídos para tratar de no escucharlos, pero el intento fue inútil, aun se los podían oír.
Con tan solo seis años tenia que soportar las discusiones de sus padres y golpes que le provocaba su papá. 
— Cayesen, por favor. — Susurraba con su voz entrecortada. 
Un portazo hizo que sobresaltara, se armo con valor y silenciosamente empezó a bajar las escaleras. Fue un fracasó, las maderas de ellas rechinaban a cada paso que daba a lo que su madre se dio cuenta al instante.
La pequeña la miro a sus ojos miel, iguales a los de ella, estaban rojos y la mejilla de aquella mujer, al cual amaba tanto, estaba marcada por la mano de su padre. La había golpeado, otra vez. 
— Ven cielo, no tengas miedo. — Dijo su madre con dulzura. 
Bajo rápido las escaleras hasta los brazos de su madre. La joven mujer de unos veinte años la abrazo y empezó a llorar, junto a la niña. 
Acariciaba los cabellos dorados de su hija y le tarareaba una hermosa canción.
— Todo estará bien mami. — Le susurro Alice en su oreja, dándole fuerzas para que sonriera.
Catherine (su madre), la alzo y la llevo a la sala. Sentándose en el sofá y colocándola en su regazo. 
— Y ¿Cómo te fue hoy en tu primer día de clases? — Dijo intentando cambiar de tema.
— Muy bien, excelente — Contestó la pregunta de su madre, mientras mostraba todos su dientes blancos, en una hermosa sonrisa. — Y también conocí a un niño. 
— A si ¿y cómo es que se llama ese niño? — La miraba picara su madre, haciendo que las mejillas de la niña se tiñeran suavemente de un color rojo. Se había sonrojado. 
— Jack — Dijo despacito, pero el silencio de la sala hizo que Catherine pueda escuchar.
— ¿Jack?, y que tiene en particular. 
— Es muy lindo, tierno y me pidió que sea su amiga. — Ahora la pequeña estaba hecha un tomate, jamás había conocido a una persona que la trate como el lo hizo.
— Muy bien. ¿Algo más que aportar sobre el primer día? — Cambio nuevamente de tema, para que su hija no se sintiera incomoda de aquella conversación. 
— Si, estaba en el recreo y una niña me jalo del pelo. 
— ¿Y tu que hiciste? — La miraba detenidamente.
— Se lo jale a ella igual. — Dijo mirando para otro lado, así no tenia que ver la expresión de su madre luego de aquello.
— ¡Alice Black!, porque has hecho eso. — Ella tan solo levanto sus hombros en señal de “no se”. — No vuelvas a hacer eso ¿esta bien?.
— Está bien. — Dijo mientras suspiraba. 
El reloj de la sala sonó, marcando que ya era media noche, demasiado tarde para que la niña aun siga despierta.
— Hora de dormir.
La pequeña le enseño un puchero a su madre, no tenia sueño, no quería dormir, quería estar con su madre para que no se sienta sola.
La mujer la alzo en sus brazos y empezó a subir las escaleras hasta su pieza. Abrió la puerta y el aroma a rosas llego hasta su nariz, las paredes pintadas de un color violeta adornadas por flores daba la impresión que era todo un cuarto de niña. 
La acostó en la cama y la tapo con las sabanas color blanco. De nuevo le canto la canción y la pequeña cada vez cerraba sus hermosos ojos. 
— Duérmete mi niña, que mañana será otro día… — Cantaba Catherine con su hermosa voz.
Beso su frente, apago la lámpara que estaba a un lado de la cama y despacio sin hacer ruido alguno salio del cuarto, cerró la puerta y se fue a su habitación, donde se acoto con la cama y se dispuso a llorar. 
Intentaba ser fuerte frente a su hija, para no mostrar dolor alguno. Tantas oportunidades tuvo para salir de aquel infierno en el cual vivía, pero no, no iba a dejar a su pequeña en manos de un hombre alcohólico y golpeador.