Fácil.

Fácil

Los días eran fríos, mis ojos ya no brillaban como solían hacerlo, mis manos tocaban, pero jamás sentían, y mi corazón ya no se detenía al verlo caminar hacia mi. Mi garganta, congelada como el hielo, se lamentaba por no haber pronunciado las cosas que debí haber dicho. Su mirada se dirigía de vez en cuando hacia mi, pero yo no podía devolverle la mirada; no con los confusos sentimientos que atormentaban mi cabeza y que estremecían mi cuerpo. Confundido, él caminaba hacia mi y me preguntaba que ocurría; yo, por mi parte, sólo callaba y le ignoraba.

Porque de esa forma todo era más fácil.

Le veía hablar con chicas, le veía jugar con sus amigos, y me daban celos de no poder ser yo la que hablara o jugara con él. Observaba el movimiento de sus brazos cuando abrazaba a una persona cualquiera, e imaginaba que esa persona era yo. Escuchaba cada palabra que decía, su tono de voz tan grave y firme que podía hacer temblar a la ciudad entera. Tocaba a la distancia sus hombros, su rostro, sus brazos, creía tenerlo a mi lado cada noche de tormenta. Pero no era así, todo era producto de mi imaginación traicionera.

De cualquier forma, así, todo era más fácil.

Las lágrimas caían por mis ojos como la lluvia, a diferencia de que éstas eran invisibles. Nadie podía verlas, pero yo, yo las sentía. Mis carcajadas resonaban en todos lados, tratando de llamar su atención, y lo hacían, pero yo sólo miraba hacia otro lugar pensando en que era estúpido hacer ese tipo de cosas. Quería volver al pasado, volver a ser la única chica que ocupaba su corazón, volver a ser la adolescente que era antes.

Pero, lo pensaba bien, y decía que tal como estaban las cosas, era más fácil.

Habíamos cambiado, todos lo habíamos hecho, excepto él, que seguía con sus sonrisas de niño y sus gestos que derretían a cualquier muchacha. Sus ojos seguían brillando, parecía no afectarle nada, y así lo creía yo, o al menos, así quería creerlo. El frío nos congelaba a todos, pero él, seguía derrochando alegría. Nada le hacía cambiar, quizá esa era una de las cosas que más me gustaba de él. Pero no podía pensar en eso, no debía hacerlo.

Al fin y al cabo, no debía pensar así, porque tal como estaban las cosas, todo era más fácil.

Me había convertido en una adolescente con problemas que nadie entendía, en la adolescente común que no sabe lo que debe hacer con su vida. Sin embargo, él no era así, él seguía siendo el casi adolescente que alguna vez conocí. Sacaba la lengua cada vez que podía, hacía bromas las veinticuatro horas del día, y yo, sólo podía hacer bromas durante doce horas. Estaba tensa, pero él parecía tan relajado como nunca. ¿Cómo lo hacía? No tenía idea. Pero sabía hacerlo, y lo hacía de maravilla. Quería volver a ser su chica.

Aunque, era mejor dejar todo tal como estaba, porque de esa forma, todo sería más fácil.

Cada día esperaba que mis palabras susurradas al viento llegaran a sus oídos, pero jamás lo hacían. ¡Porque el viento era traicionero, y llevaba aquellas frases a oídos desconocidos! Aún recordaba la manera en que pronunciaba mi nombre, aún lo hacía. Y sí, ¡me hacía daño a mi misma! Pero me era imposible apartarlo de mi corazón; se había acomodado en un pequeño espacio que fue creciendo a medida que pasaba el tiempo.

A veces debía recordarme que todo era más fácil sin su amor.

Sentía mi cuerpo tensarse cuando él pasaba por mi lado, esperando que se detuviera y me dijera que me extrañaba; pero eso nunca pasaba. ¡Maldición, todos los días rezaba para obtener sólo una palabra de su boca! Pero al parecer él ya se había dado por vencido. Todo había sido mi culpa esta vez, yo le había dejado, había dejado que se fuera de mi lado, yo lo había retirado de mi corazón, de mi vida, de mi alma.

¡Es que así, todo era más fácil!

¡Se había ido de mi vida! Lo peor era que yo le había dejado. Su corazón quería seguir aferrado a mi, pero yo ya no podía. Le había dejado ir. Le obligué a que se fuera. Le regalé la llave de mi corazón, y luego se la había arrebatado. No podía mantener una relación, siempre provocaba alguna discusión o hacía alguna estupidez. De todas formas, era una adolescente, aún estaba aprendiendo sobre el amor y sus consecuencias.

Y lo prometo, espero que algún día encuentre a una chica que sepa amar.

Porque yo todavía no estoy lista para un sentimiento tan grande.

Prometo también, no estar en una relación hasta saber las consecuencias que trae.

¡Será la última vez que romperé un corazón! ¡Será la última vez en la que el mío se rompa! Porque esta, es la última vez. Cupido ya no podrá lanzarme una de sus flechas, porque esta, es la última vez.

 Y es que así, todo es más fácil.

holap: