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''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
Capítulo 18
Si su padre podía ver lo que estaba haciendo
debía de estar retorciéndose en la tumba. Una vez que hubo regresado con Joe a
la mesa, Demi volvió a formularse la misma pregunta: «¿Qué haría _____?».
Mientras Joe subía al estrado para pronunciar
su discurso, ella puso la silla en primera fila para que él pudiera verla sin que
nadie se interpusiera.
Cuando él desvió la vista hacia ella, se cruzó
de piernas.
Él hizo una pausa más larga y continuó
hablando.
Sí que era frío, el hombre. Habría que esperar
para alborotarlo.
Él volvió a mirarla. Demi descruzó las
piernas. Con discreción, por supuesto.
Hubo otra pausa. En esa ocasión Joe carraspeó.
Luego prosiguió con su discurso. Cada vez que
giraba la cabeza hacia ella, Demi cruzaba o descruzaba las piernas. Al terminar
el discurso él había carraspeado ocho veces y otras diez se había tocado la
frente, como si intentara en vano evitar que la cabeza se moviera en esa
dirección.
Le sorprendió sentirse tan poderosa. Bastaba
con mover las piernas e ir sin bragas. Técnicamente habría bastado con decir
que no las llevaba puestas.
Acabado el discurso todo el mundo aplaudió.
Ella se puso de pie y aguardó a que él saludara a la muchedumbre que se
precipitaba para hablarle. Pasaron varios minutos; la sensación de euforia
comenzaba a desvanecerse. Cuando él acabó de estrechar manos, Demi ya se
preguntaba si recordaría el desafío y la ausencia de bragas.
Pasaron algunos minutos más. Ella se acercó a
la fuente de agua y bajó la cabeza para beber copiosamente. Cuando estaba a
punto de incorporarse, una mano cubrió la suya sobre la palanca que hacía
funcionar el chorro.
—Te conviene beber un poco más —murmuró Joe—.
Quiero que me lleves a ver en privado las reformas de la biblioteca.
Demi estuvo a punto de ahogarse con un sorbo
de agua. Lo miró a los ojos: nunca lo había visto tan decidido.
El corazón le palpitaba en una mezcla de expectación y miedo. La atravesó una
rápida cuchillada de pánico: «Ay, Dios mío, ¿podré?».
Era necesario. Echó un vistazo detrás de su
novio. Aún quedaban varias personas caminando por la gran sala de reuniones,
pero nadie parecía mirarlos.
—Date prisa —susurró, cogiéndolo de la mano
para conducirlo por el pasillo. Lo guió más allá de un recodo, por un vestíbulo
a oscuras, hasta una puerta cuyo letrero decía: «PELIGRO - EN OBRAS - ENTRADA
PROHIBIDA».
Demi sacó una llave y abrió la puerta. Joe la
miraba con estupor.
—¿Cómo has conseguido esa llave?
—Algo más temprano he pedido recorrer toda la
biblioteca. Cuando el bibliotecario ha terminado, le he pedido una llave para
echar otro vistazo a las remodelaciones. —Dejó caer la llave en su bolso—.
Mañana se la devolveré.
—Tú has planeado todo esto —se extrañó él
meneando la cabeza.
—¿Vas a quejarte? —inquirió ella, tratando de
que su voz sonara provocativa. Y entró en la sala a oscuras donde por fin
perdería su virginidad.
—En absoluto. —Él la siguió adentro y cerró la
puerta. Cuando quiso encender la luz, Demi le detuvo la mano.
—En la puerta hay un cristal traslúcido —advirtió—.
La luz llamaría la atención.
—Pero ¿cómo veremos para caminar?
Ella lo cogió de la mano.
—No hay tanta distancia. Esta tarde he tendido
una lona.
Joe rio por lo bajo.
—Me dejas atónito. Nunca habría pensado que
podías ser tan…
—¿Tan qué? —inquirió ella, ansiosa por conocer
su opinión, por saber qué pensaba su novio de todo aquello.
—Tan audaz. —La estrechó contra sí. Demi
apenas le veía la cara, pero sentir su tibieza, su proximidad, era delicioso,
reconfortante—. ¿Quién habría dicho que la pequeña Blancanieves podía ser tan
intrépida? No tienes por qué hacer esto, bonita. Podemos esperar…
Ella sacudió la cabeza ante la mera
insinuación y lo rodeó con los brazos.
—Ya te he dicho que no quiero esperar más, Joe.
Tengo la sensación de haberte esperado toda la vida.
Él le pasó la mano por el pelo; el gesto la
serenó.
—Qué dulce eres. Y qué apasionada. —Bajó la
voz—. No dejas de sorprenderme. Oye, ¿cuándo me demostrarás que no traes
bragas? —preguntó en voz baja y sensual.
El corazón de Demi patinó dentro del pecho.
—Puedes comprobarlo ahora mismo.
Joe bajó la mano hasta su muslo y le frotó la
nariz con la suya. Luego le subió la falda. La chica sintió una fresca
corriente de aire. Y de pronto hubo una mano caliente contra su trasero.
—Ay, Demi, qué suave eres. —Y ella se alegró
de haberse exfoliado esa mañana todo el cuerpo, bajo la ducha.
—Qué trasero tan bonito —susurró él. Y le
cogió la boca en un beso con lengua.
Ella experimentó un calor que crecía desde
dentro hacia fuera. La indolente caricia de la mano de Joe contra la piel
desnuda le hacía sentirse sensual y un poquito alocada. Él bajó la otra mano
hasta el muslo y lo rozó hacia arriba, hasta tocar su feminidad. Esa rápida
intimidad la cogió por sorpresa y le arrancó una exclamación ahogada.
—Hum… Qué sedosas tienes las piernas…, y sabes
tan bien… Me gustaría probar tu sabor por todas partes —dijo Joe. Y le apresó
la boca en un beso más hondo y más carnal.
Mientras tanto le deslizaba la mano entre las
piernas para acariciarla con suavidad. Demi se obligó a relajarse, concentrada
en el contacto seductor de sus dedos.
Los jadeos de ambos se mezclaban en el aire
quieto. Con un gemido grave, Joe se frotó contra ella. La erección era
perceptible a través de los pantalones.
—Tócame, pequeña —pidió él.
Deseosa de disimular su falta de experiencia,
ella le pasó la mano por encima y lo recogió en el hueco de la palma, muy
atenta al tono de su voz para graduar las caricias.
Él la frotó más rápido. Demi se hizo eco de
sus movimientos; sentía vibrar todas sus partes femeninas.
—Ah, Demi, qué bueno es tocarte. —Le hundió un
dedo dentro. Eso la cogió desprevenida—. Esto es lo que quiero hacer. Entrar en
ti.
Su voz, oscura y anhelante, la excitó
visceralmente. Ella le abrió los pantalones para tocarle la erección desnuda. Joe
maldijo por lo bajo.
—¿Dónde está esa lona?
Demi lo guió algo más allá y se arrodilló en
la alfombra. Él la imitó. Luego se bajó los pantalones hasta las rodillas, le
recogió bruscamente la falda y, después de separarle los muslos, se clavó en
ella.
El dolor fue ardiente. Demi se sintió
demasiado estirada, invadida por completo. Y eso no era agradable. Quedó
petrificada debajo de Joe.
—Vaya, qué estrecha eres. ¿No serás…?
Tímida, dolorida, pero decidida a no morir de
bochorno, ella le bajó la cabeza para besarlo.
El beso debió de ser efectivo, pues él empezó
a moverse de nuevo, entre gemidos de placer. Ya no dolía tanto. Quizá llegara a
ser placentero, se dijo; por el momento no tenía la sensación de estar
participando. Él empujó otra vez y dejó oír un largo gemido.
—Ah, pequeña, qué bueno ha sido. —La besó en
una mejilla—. Qué bueno. —La besó en la otra—. Lástima que no haya podido
aguantar más, pero qué bueno ha sido hacerlo contigo, sí.
Su gratitud era reconfortante. Demi no
recordaba haberlo visto nunca tan agradecido. Le ardían las zonas femeninas y
se sentía vagamente insatisfecha, pero se encogió de hombros. Ya estaba hecho.
—¿A ti también te ha gustado? —preguntó él,
mientras se retiraba para cerrarse la bragueta.
—Claro que sí. —Ella se bajó la falda. Al
incorporarse percibió algo pegajoso en la lona, bajo ella, e hizo una mueca.
Menos mal que estaban a oscuras.
—¿De verdad? ¿Te has corrido?
—Por supuesto —respondió Demi. Sabía que no
era así, pero por el momento prefería no pensar en eso.
—Demi. —Él se acercó para abrazarla—. Me
parece que no me estás diciendo la verdad.
Ella se puso tensa.
—¿Por qué lo dices?
—Tengo la horrible impresión de que ésta ha
sido tu primera vez.
A ella se le encendieron las mejillas.
—¡Vaya ocurrencia!
—Demi. —La estrechó—. Dime la verdad.
La chica cerró los ojos. La oscuridad ya no
bastaba.
—Ha sido mi primera vez —susurró—. Pero ya
mejoraré. Sólo necesito un poco de experiencia.
—¿Que ya mejorarás? —repitió él, incrédulo—.
¡Pero si lo has hecho tan bien que una vez dentro de ti ya no he podido
controlarme! —Le buscó la mano—. Soy yo quien debe mejorar por tu bien, pero no
creo que éste sea buen lugar.
Ese anhelo de complacerla le enterneció el
corazón. Quizá la quería más de lo que ella pensaba.
—Quiero ser lo mejor para ti. Quiero ser
perfecta.
—Pero si lo eres, bonita. No podrías ser
mejor. —La ayudó dulcemente a incorporarse—. Esta noche me has asombrado.
La hacía feliz con ese tono de voz. Pero había
algo que parecía fallar. Demi frotó una pierna contra otra; había allí una
humedad que la incomodaba. Y no quería comportarse como una virgen asustada y
sin experiencia.
—Quiero complacerte.
Joe dejó escapar una risita sucia.
—Pues hoy sí que me has complacido —suspiró. Y
la besó en la frente, haciendo que se sintiera muy apreciada—. Lástima que mis
padres nos estén esperando.
Demi no podía enfrentarse a sus futuros
suegros sin haberse dado un baño y ponerse ropa interior. No, no podía.
—Escucha, ¿te molestaría mucho si me
disculpara, por esta vez?
Él le pasó un dedo por la mejilla.
—No ha sido lo que esperabas, ¿verdad? —dijo,
con la voz cargada de arrepentimiento—. Te prometo que la próxima vez lo haré
mejor.
Ella apoyó la frente contra su mejilla,
tratando de serenarse.
—Supongo que es como cuando haces tortitas
—murmuró.
—¿Qué tortitas?
—Mi asistenta solía decir que las primeras
tortitas nunca salen bien, pues una va demasiado rápido.
—Y tú me has metido prisa, decididamente.
Saber que la deseaba era un alivio.
—La próxima vez iremos poco a poco.
Joe la llevó a su casa y la acompañó hasta la
puerta.
—Lástima que no pueda quedarme —dijo. Le dio
un beso—. No olvides que mañana tengo una partida de golf. Nos veremos el lunes
por la noche.
—El lunes por la noche —repitió ella deseosa
de refugiarse en la reconfortante seguridad de su casa—. Hasta entonces.
Maxine la saludó y la siguió
al piso de arriba. Mientras se daba un largo baño sedante, Demi trataba de
resolver si el sexo le gustaba o no. Hizo una comparación contando puntos con
los dedos: le gustaba alborotar a Joe; le gustaba que él la abrazara; le
gustaba que le estuviera agradecido. No le había gustado la parte cochambrosa.
E ir por ahí sin bragas ya avanzado el otoño era una locura.
En el aspecto emocional le había faltado algo.
Una esperaba perder la cabeza y, al mismo tiempo, sentirse totalmente envuelta
por él. Una esperaba sentirse más protegida, pero también excitada como nunca
lo había soñado. Y más segura de ser amada.
En parte sí. En parte no.
Se preguntó si sería uno de aquellos casos en
los que el sexo no era solución, después de todo. Si la cuestión de Guy
Crandall le nublaba el juicio, le impedía ver con claridad los sentimientos de Joe.
Tal vez lo mejor fuera respirar profundamente y convencerse de que él la quería
de verdad, de que no le fallaría. Tal vez necesitaba creer que, muy en el
fondo, él la necesitaba de verdad.
Acarició a Maxine para consolarse con el regalo de Joe.
Nunca habría imaginado que una perra pudiera animar tanto. Aun así el acto de
amor le había dejado una sensación de vacío. Se fue a la cama con un pijama
bien cómodo y bragas de algodón. En el pecho albergaba un ligero dolor, pero
trató de no pensar en eso.
A la mañana siguiente se levantó con
movimientos cuidadosos, pero la molestia ya no era tanta.
Como estaba hambrienta, bajó la escalera a
saltos para recoger el periódico dominical y disfrutarlo en el desayuno. Al
abrir la puerta de la calle encontró en el porche un ramo de rosas rojas.
Las recogió, encantada; llevaban un sobre
tamaño cuartilla. Al abrirlo encontró una nota garabateada por Joe.
Querida Demi:
En adelante ya no podré mirar con los mismos
ojos la biblioteca. Gracias por brindarme una noche asombrosa. Me pasaré todo
el día pensando en ti.
Sonrió por dentro y por fuera. Él debía de haberlas dejado en el trayecto hacia el
campo de golf. Era la primera vez que le regalaba flores. Demi solía
preguntarse si se acordaba de ella cuando estaban juntos; cuando estaban
separados, ni pensarlo.
Pero saber que se había tomado esa pequeña
molestia le brindaba alguna esperanza.
Mientras olfateaba una de las rosas, retiró
los diminutos frascos de agua que cada una tenía en el extremo del tallo y las
colocó en un florero de cristal tallado. Luego puso una tortita congelada en la
tostadora y desplegó el periódico dominical.
Entonces otro sobre cayó sobre la mesa. Al
recogerlo, Demi sintió que la sangre le bajaba a los pies. Estaba dirigido a
Guy Crandall. Separó con dedos trémulos la solapa sin pegar:
Envíe 10.000 dólares en el sobre adjunto para
los gastos de la boda. Supongo que quiere casarse, ¿no?
Demi arrugó la nota y la arrojó al cubo de la
basura, debajo del fregadero. La tostadora soltó la tortita, pero su apetito
había desaparecido.
—Te invito a cenar fuera —le dijo Nick a
_____.
Ella negó con la cabeza.
—No, gracias. He pasado casi toda la tarde
trabajando en casa. Ahora quiero obsequiarme con un buen perrito caliente con
salsa picante, de ese bar de la otra calle.
—¿Prefieres pasar con un perrito caliente con
salsa picante en vez de ir a un buen restaurante?
_____ hizo un gesto afirmativo.
—Me he portado bien durante todo el día. Ahora
quiero algo pícaro y guarro.
«Yo podría darle algo pícaro y guarro que le
duraría toda la noche», pensó Nick, excitado por la idea. Últimamente tenía
erecciones la mitad del tiempo, día y noche. En esos momentos estaba dispuesto
a agregar a la mezcla una buena acidez estomacal, pero quería demostrarle a esa
chica que su interés por ella era sincero. Sabía que ella intentaba disimular la
tristeza que le provocaba la ausencia de Willy. Y también sabía que le sentaría
bien salir del apartamento.
—Bueno, coge un abrigo y ven —dijo.
—¿Prefieres compartir conmigo un perrito
caliente en vez de ir a un buen restaurante con otra persona?
—Me gustaría hacer las dos cosas, pero como tú
tienes prejuicios contra mi apellido tendré que optar por el perrito. —Le ayudó
a ponerse la chaqueta de cuero.
Ella lo miró con un gesto ceñudo.
—¡Yo no tengo prejuicios!
—Claro que sí.
—Que no.
—Que sí hasta el infinito —replicó él.
_____ contrajo los labios con doble intención.
—Que no.
Su vecino abrió la puerta y le cedió el paso.
—¿Qué tipo de trabajo has estado haciendo?
—Ajustar cuentas —respondió ella, mientras
entraban en el ascensor—. Quiero poner duchas de bronceado sin sol. Son unos
aparatos que te rocían con una solución bronceadora, para que no te quedes con
la piel morena de forma irregular. Tenemos lámparas solares, pero es innegable
que son malas para la salud. Nuestra jefa de esteticistas se pasa todo el día
colgando letreros en las puertas: «AVERIADO». Creo que esas duchas harán furor.
Pero no son baratas.
—Quieres que el instituto tenga todos los
adelantos técnicos, ¿eh?
Ella asintió:
—Pero sin dejar de ofrecer algunos de los
servicios antiguos.
—Se diría que Kevin dejó la administración del
instituto en buenas manos.
_____ se encogió de hombros.
—Me enseñó muchas cosas —dijo mientras salían
del ascensor.
—¡Hala! ¿Vas a hacerte la humilde conmigo?
—bromeó Nick—. Con el corazón en la mano: ¿quién dirías que es la persona más
adecuada para ese cargo?
Ella hundió las manos en los bolsillos de la
chaqueta negra.
—Yo, yo y yo —aseguró haciendo una mueca—.
¿Satisfecho?
Giraron en la esquina hacia el pequeño bar.
—No, en absoluto —murmuró, más para sí mismo
que para ella.
—Y tú, ¿qué has hecho hoy?
—He jugado al golf con mi hermano, mi padre y
el fiscal general del Estado.
—Golf para el poder.
—No exactamente. Hemos hecho varios hoyos sin
que mi padre me haya dirigido la palabra. Todavía está enfadado porque no
quiero trabajar en su empresa.
—No te lo tomes a pecho, pero me parece que tu
padre es un cretino.
Entraron en el bar. Nick dejó oír una risa
grave.
—No eres la única que lo dice.
—No entiendo qué problema puede tener. Te
licenciaste con matrícula. Tienes un buen trabajo y te preparas para ejercer
como profesional autónomo. ¿Qué más puede pedir?
—Mando. Le gusta mandar.
Ella hizo una mueca.
—Pues a mí me volvería loca. Y tu madre ¿cómo
se las arregla?
—Toma ansiolíticos y es socia de diez clubs de
bridge.
—Pero tú quieres otro tipo de vida —adivinó
ella, estudiándolo.
—Desde siempre —repuso él—, aunque tardé un
poco en descubrir qué era exactamente lo que buscaba.
—¿Y qué es, exactamente?
—¡Mira que eres curiosa! Pidamos la comida
—propuso él.
Lo hicieron. Dos salchichas bien cargadas, con
patatas fritas y refrescos. El bar les regaló unos bombones de menta. Después
de coger unas cuantas servilletas de papel ocuparon una mesa en el rincón.
—No te me escaparás con tanta facilidad. ¿Qué
es, exactamente, lo que quieres?
Tras un primer mordisco a su salchicha, _____
dejó escapar un gemido aprobatorio. Nick no pudo dejar de recordar cómo la
había oído gemir mientras hacían el amor, pero apartó las imágenes de la mente.
—Un bufete propio, donde pueda negociar las
reglas básicas con un socio razonable. Quiero tratar con gente que no me busque
sólo por mi apellido.
—Interesante —dijo ella—. En cierto modo es lo
opuesto a lo que yo hago. —Deslizó la lengua por el borde del panecillo—. ¿Y
eso explica, en parte, que pases tanto tiempo conmigo? ¿Lo haces porque no
estoy chalada por el apellido Jonas?
—En parte sí —admitió él—. Espero el momento
en que admitas que estás chalada por mí.
Ella agrandó los ojos con un gesto de
sorpresa; luego chasqueó la lengua.
—Eh, cuidado, que se te nota la arrogancia
familiar.
—No es arrogancia —respondió él mientras
mordía su salchicha—. Te gusta estar conmigo, pero temes que sólo te quiera por
el sexo.
—¿Y no me quieres por el sexo? —preguntó ella
con la voz cargada de escepticismo.
—Sí, pero también por otras cosas.
Entre los dos se hizo el silencio. Ella se
concentró en su perrito caliente.
—¿Por qué? —Al fin quebró el silencio, llena
de frustración—. ¿Por qué, por qué, por qué?
—Porque eres especial. Eres capaz de matarte
por cumplir con lo prometido y proteger a quien amas. Tengo suficiente
experiencia como para saber lo raro que es eso.
_____, con un suspiro, abandonó un trocito de
panecillo. Se habría dicho que Nick había descubierto su secreto y que a ella
no le gustaba del todo.
—No me resulta fácil amar.
—Lo sé —dijo él; pero sospechaba que ella
nunca había tropezado con una obstinación como la suya.
La muchacha arrojó la servilleta.
—No sé por qué perdemos el tiempo hablando de
esto. Ya cambiarás de idea.
La acusación lo irritó, pero optó por dejarla
pasar.
—Y ahora, ¿qué harás para entretenerme?
Ella parpadeó.
—¿Para entretenerte? ¿Yo? ¿Por qué?
—Porque te he pagado esta opípara cena, que
sin duda me provocará acidez.
—¿Y por eso estoy en deuda contigo?
—Podemos regresar a tu casa y bailar, como la
otra vez.
Ella meneó la cabeza, con los ojos muy
abiertos:
—Vale. Te llevaré a mi sitio favorito entre
los lugares turísticos de Houston. Conduce tú.
Varios minutos después, Nick aparcaba
ilegalmente cerca de la famosa muralla de agua. _____ lo cogió de la mano para
arrastrarlo hasta el centro de aquella catarata que medía casi veinte metros de
altura. Les rodeó el rugir del agua que caía por millares de litros.
—Llevaba mucho tiempo sin venir aquí —comentó
él.
—Yo vengo al menos una vez al mes. —Ella se
acercó a las cascadas y cerró los ojos.
Nick nunca la había visto tan en paz. Tampoco
había visto nunca a ninguna mujer tan encantada con algo tan barato. Se
aproximó a ella.
La chica abrió los ojos y se recostó contra
él.
—Aquí el mundo se esfuma. —Sus ojos se
entristecieron—. Pensaba traer a Willy, cuando aprendiera a caminar.
—Aún puedes hacerlo. Julia te lo permitirá,
¿verdad?
—Creo que sí. Pero imaginaba que las cosas
serían diferentes. Lo echo mucho de menos.
—Se te ha metido en el corazón —dijo Nick. Lo
que él pensaba hacer.
—Pues sí.
Él la rodeó con un brazo; así estuvieron
varios minutos. Los fuertes chorros de agua parecían llevarse toda su
frustración.
—Hace poco leí en el periódico algo sobre este
lugar —dijo.
—¿Qué? —preguntó _____, con los ojos
encendidos de curiosidad.
—Fue elegido por votación como el lugar más
romántico para besarse.
—Pero no es para eso para lo que vengo
—aseguró ella volviendo la mirada hacia el muro de agua.
—¿Estás segura? —la provocó Nick—. Desde que
pasamos la noche juntos te empeñas en someterme a tus sucios propósitos.
—¡Mis sucios propósitos! —protestó ella—.
¡Pero si eras tú el de la regla del tres para mí y uno para ti! ¡Maniático del
control!
—Yo no te gusto —dijo él acercándola a la
cascada, hasta donde la llovizna se notaba en la cara y la fuerza del agua
sonaba como un trueno.
—Yo no he dicho eso. —_____ alargó una mano
para tocar la muralla—. ¿Con cuántas mujeres te has besado aquí?
—Con ninguna. Y tú, ¿con cuántos hombres te
has besado aquí?
Ella lo miró a los ojos y negó con la cabeza.
—Con ninguno. Pero tú servirás. —Y alzó la
boca hacia la de él.
Al apresarle los labios, Nick sintió que la
magia los rodeaba. _____ tenía los labios y la cara húmedos y frescos por la
llovizna, pero pronto se entibiaron. Se apretaba contra él como si no pudiera
acercarse lo suficiente. Él percibió que parte de su reserva cedía, que ahora
confiaba en él un poco más que antes.
_____ se apartó, sin aliento y con los ojos
llenos de cautelosa maravilla, como si al fin percibiera la energía que
generaban entre ambos. Quizá comenzaba a captar el mensaje.
Sobre la virginidad: no te desanimes.
La segunda vez suele ser mejor que la primera.
La segunda vez suele ser mejor que la primera.
Aforismo de _____
Si su padre podía ver lo que estaba haciendo
debía de estar retorciéndose en la tumba. Una vez que hubo regresado con Joe a
la mesa, Demi volvió a formularse la misma pregunta: «¿Qué haría _____?».
Mientras Joe subía al estrado para pronunciar
su discurso, ella puso la silla en primera fila para que él pudiera verla sin que
nadie se interpusiera.
Cuando él desvió la vista hacia ella, se cruzó
de piernas.
Él hizo una pausa más larga y continuó
hablando.
Sí que era frío, el hombre. Habría que esperar
para alborotarlo.
Él volvió a mirarla. Demi descruzó las
piernas. Con discreción, por supuesto.
Hubo otra pausa. En esa ocasión Joe carraspeó.
Luego prosiguió con su discurso. Cada vez que
giraba la cabeza hacia ella, Demi cruzaba o descruzaba las piernas. Al terminar
el discurso él había carraspeado ocho veces y otras diez se había tocado la
frente, como si intentara en vano evitar que la cabeza se moviera en esa
dirección.
Le sorprendió sentirse tan poderosa. Bastaba
con mover las piernas e ir sin bragas. Técnicamente habría bastado con decir
que no las llevaba puestas.
Acabado el discurso todo el mundo aplaudió.
Ella se puso de pie y aguardó a que él saludara a la muchedumbre que se
precipitaba para hablarle. Pasaron varios minutos; la sensación de euforia
comenzaba a desvanecerse. Cuando él acabó de estrechar manos, Demi ya se
preguntaba si recordaría el desafío y la ausencia de bragas.
Pasaron algunos minutos más. Ella se acercó a
la fuente de agua y bajó la cabeza para beber copiosamente. Cuando estaba a
punto de incorporarse, una mano cubrió la suya sobre la palanca que hacía
funcionar el chorro.
—Te conviene beber un poco más —murmuró Joe—.
Quiero que me lleves a ver en privado las reformas de la biblioteca.
Demi estuvo a punto de ahogarse con un sorbo
de agua. Lo miró a los ojos: nunca lo había visto tan decidido.
El corazón le palpitaba en una mezcla de expectación y miedo. La atravesó una
rápida cuchillada de pánico: «Ay, Dios mío, ¿podré?».
Era necesario. Echó un vistazo detrás de su
novio. Aún quedaban varias personas caminando por la gran sala de reuniones,
pero nadie parecía mirarlos.
—Date prisa —susurró, cogiéndolo de la mano
para conducirlo por el pasillo. Lo guió más allá de un recodo, por un vestíbulo
a oscuras, hasta una puerta cuyo letrero decía: «PELIGRO - EN OBRAS - ENTRADA
PROHIBIDA».
Demi sacó una llave y abrió la puerta. Joe la
miraba con estupor.
—¿Cómo has conseguido esa llave?
—Algo más temprano he pedido recorrer toda la
biblioteca. Cuando el bibliotecario ha terminado, le he pedido una llave para
echar otro vistazo a las remodelaciones. —Dejó caer la llave en su bolso—.
Mañana se la devolveré.
—Tú has planeado todo esto —se extrañó él
meneando la cabeza.
—¿Vas a quejarte? —inquirió ella, tratando de
que su voz sonara provocativa. Y entró en la sala a oscuras donde por fin
perdería su virginidad.
—En absoluto. —Él la siguió adentro y cerró la
puerta. Cuando quiso encender la luz, Demi le detuvo la mano.
—En la puerta hay un cristal traslúcido —advirtió—.
La luz llamaría la atención.
—Pero ¿cómo veremos para caminar?
Ella lo cogió de la mano.
—No hay tanta distancia. Esta tarde he tendido
una lona.
Joe rio por lo bajo.
—Me dejas atónito. Nunca habría pensado que
podías ser tan…
—¿Tan qué? —inquirió ella, ansiosa por conocer
su opinión, por saber qué pensaba su novio de todo aquello.
—Tan audaz. —La estrechó contra sí. Demi
apenas le veía la cara, pero sentir su tibieza, su proximidad, era delicioso,
reconfortante—. ¿Quién habría dicho que la pequeña Blancanieves podía ser tan
intrépida? No tienes por qué hacer esto, bonita. Podemos esperar…
Ella sacudió la cabeza ante la mera
insinuación y lo rodeó con los brazos.
—Ya te he dicho que no quiero esperar más, Joe.
Tengo la sensación de haberte esperado toda la vida.
Él le pasó la mano por el pelo; el gesto la
serenó.
—Qué dulce eres. Y qué apasionada. —Bajó la
voz—. No dejas de sorprenderme. Oye, ¿cuándo me demostrarás que no traes
bragas? —preguntó en voz baja y sensual.
El corazón de Demi patinó dentro del pecho.
—Puedes comprobarlo ahora mismo.
Joe bajó la mano hasta su muslo y le frotó la
nariz con la suya. Luego le subió la falda. La chica sintió una fresca
corriente de aire. Y de pronto hubo una mano caliente contra su trasero.
—Ay, Demi, qué suave eres. —Y ella se alegró
de haberse exfoliado esa mañana todo el cuerpo, bajo la ducha.
—Qué trasero tan bonito —susurró él. Y le
cogió la boca en un beso con lengua.
Ella experimentó un calor que crecía desde
dentro hacia fuera. La indolente caricia de la mano de Joe contra la piel
desnuda le hacía sentirse sensual y un poquito alocada. Él bajó la otra mano
hasta el muslo y lo rozó hacia arriba, hasta tocar su feminidad. Esa rápida
intimidad la cogió por sorpresa y le arrancó una exclamación ahogada.
—Hum… Qué sedosas tienes las piernas…, y sabes
tan bien… Me gustaría probar tu sabor por todas partes —dijo Joe. Y le apresó
la boca en un beso más hondo y más carnal.
Mientras tanto le deslizaba la mano entre las
piernas para acariciarla con suavidad. Demi se obligó a relajarse, concentrada
en el contacto seductor de sus dedos.
Los jadeos de ambos se mezclaban en el aire
quieto. Con un gemido grave, Joe se frotó contra ella. La erección era
perceptible a través de los pantalones.
—Tócame, pequeña —pidió él.
Deseosa de disimular su falta de experiencia,
ella le pasó la mano por encima y lo recogió en el hueco de la palma, muy
atenta al tono de su voz para graduar las caricias.
Él la frotó más rápido. Demi se hizo eco de
sus movimientos; sentía vibrar todas sus partes femeninas.
—Ah, Demi, qué bueno es tocarte. —Le hundió un
dedo dentro. Eso la cogió desprevenida—. Esto es lo que quiero hacer. Entrar en
ti.
Su voz, oscura y anhelante, la excitó
visceralmente. Ella le abrió los pantalones para tocarle la erección desnuda. Joe
maldijo por lo bajo.
—¿Dónde está esa lona?
Demi lo guió algo más allá y se arrodilló en
la alfombra. Él la imitó. Luego se bajó los pantalones hasta las rodillas, le
recogió bruscamente la falda y, después de separarle los muslos, se clavó en
ella.
El dolor fue ardiente. Demi se sintió
demasiado estirada, invadida por completo. Y eso no era agradable. Quedó
petrificada debajo de Joe.
—Vaya, qué estrecha eres. ¿No serás…?
Tímida, dolorida, pero decidida a no morir de
bochorno, ella le bajó la cabeza para besarlo.
El beso debió de ser efectivo, pues él empezó
a moverse de nuevo, entre gemidos de placer. Ya no dolía tanto. Quizá llegara a
ser placentero, se dijo; por el momento no tenía la sensación de estar
participando. Él empujó otra vez y dejó oír un largo gemido.
—Ah, pequeña, qué bueno ha sido. —La besó en
una mejilla—. Qué bueno. —La besó en la otra—. Lástima que no haya podido
aguantar más, pero qué bueno ha sido hacerlo contigo, sí.
Su gratitud era reconfortante. Demi no
recordaba haberlo visto nunca tan agradecido. Le ardían las zonas femeninas y
se sentía vagamente insatisfecha, pero se encogió de hombros. Ya estaba hecho.
—¿A ti también te ha gustado? —preguntó él,
mientras se retiraba para cerrarse la bragueta.
—Claro que sí. —Ella se bajó la falda. Al
incorporarse percibió algo pegajoso en la lona, bajo ella, e hizo una mueca.
Menos mal que estaban a oscuras.
—¿De verdad? ¿Te has corrido?
—Por supuesto —respondió Demi. Sabía que no
era así, pero por el momento prefería no pensar en eso.
—Demi. —Él se acercó para abrazarla—. Me
parece que no me estás diciendo la verdad.
Ella se puso tensa.
—¿Por qué lo dices?
—Tengo la horrible impresión de que ésta ha
sido tu primera vez.
A ella se le encendieron las mejillas.
—¡Vaya ocurrencia!
—Demi. —La estrechó—. Dime la verdad.
La chica cerró los ojos. La oscuridad ya no
bastaba.
—Ha sido mi primera vez —susurró—. Pero ya
mejoraré. Sólo necesito un poco de experiencia.
—¿Que ya mejorarás? —repitió él, incrédulo—.
¡Pero si lo has hecho tan bien que una vez dentro de ti ya no he podido
controlarme! —Le buscó la mano—. Soy yo quien debe mejorar por tu bien, pero no
creo que éste sea buen lugar.
Ese anhelo de complacerla le enterneció el
corazón. Quizá la quería más de lo que ella pensaba.
—Quiero ser lo mejor para ti. Quiero ser
perfecta.
—Pero si lo eres, bonita. No podrías ser
mejor. —La ayudó dulcemente a incorporarse—. Esta noche me has asombrado.
La hacía feliz con ese tono de voz. Pero había
algo que parecía fallar. Demi frotó una pierna contra otra; había allí una
humedad que la incomodaba. Y no quería comportarse como una virgen asustada y
sin experiencia.
—Quiero complacerte.
Joe dejó escapar una risita sucia.
—Pues hoy sí que me has complacido —suspiró. Y
la besó en la frente, haciendo que se sintiera muy apreciada—. Lástima que mis
padres nos estén esperando.
Demi no podía enfrentarse a sus futuros
suegros sin haberse dado un baño y ponerse ropa interior. No, no podía.
—Escucha, ¿te molestaría mucho si me
disculpara, por esta vez?
Él le pasó un dedo por la mejilla.
—No ha sido lo que esperabas, ¿verdad? —dijo,
con la voz cargada de arrepentimiento—. Te prometo que la próxima vez lo haré
mejor.
Ella apoyó la frente contra su mejilla,
tratando de serenarse.
—Supongo que es como cuando haces tortitas
—murmuró.
—¿Qué tortitas?
—Mi asistenta solía decir que las primeras
tortitas nunca salen bien, pues una va demasiado rápido.
—Y tú me has metido prisa, decididamente.
Saber que la deseaba era un alivio.
—La próxima vez iremos poco a poco.
Joe la llevó a su casa y la acompañó hasta la
puerta.
—Lástima que no pueda quedarme —dijo. Le dio
un beso—. No olvides que mañana tengo una partida de golf. Nos veremos el lunes
por la noche.
—El lunes por la noche —repitió ella deseosa
de refugiarse en la reconfortante seguridad de su casa—. Hasta entonces.
Maxine la saludó y la siguió
al piso de arriba. Mientras se daba un largo baño sedante, Demi trataba de
resolver si el sexo le gustaba o no. Hizo una comparación contando puntos con
los dedos: le gustaba alborotar a Joe; le gustaba que él la abrazara; le
gustaba que le estuviera agradecido. No le había gustado la parte cochambrosa.
E ir por ahí sin bragas ya avanzado el otoño era una locura.
En el aspecto emocional le había faltado algo.
Una esperaba perder la cabeza y, al mismo tiempo, sentirse totalmente envuelta
por él. Una esperaba sentirse más protegida, pero también excitada como nunca
lo había soñado. Y más segura de ser amada.
En parte sí. En parte no.
Se preguntó si sería uno de aquellos casos en
los que el sexo no era solución, después de todo. Si la cuestión de Guy
Crandall le nublaba el juicio, le impedía ver con claridad los sentimientos de Joe.
Tal vez lo mejor fuera respirar profundamente y convencerse de que él la quería
de verdad, de que no le fallaría. Tal vez necesitaba creer que, muy en el
fondo, él la necesitaba de verdad.
Acarició a Maxine para consolarse con el regalo de Joe.
Nunca habría imaginado que una perra pudiera animar tanto. Aun así el acto de
amor le había dejado una sensación de vacío. Se fue a la cama con un pijama
bien cómodo y bragas de algodón. En el pecho albergaba un ligero dolor, pero
trató de no pensar en eso.
A la mañana siguiente se levantó con
movimientos cuidadosos, pero la molestia ya no era tanta.
Como estaba hambrienta, bajó la escalera a
saltos para recoger el periódico dominical y disfrutarlo en el desayuno. Al
abrir la puerta de la calle encontró en el porche un ramo de rosas rojas.
Las recogió, encantada; llevaban un sobre
tamaño cuartilla. Al abrirlo encontró una nota garabateada por Joe.
Querida Demi:
En adelante ya no podré mirar con los mismos
ojos la biblioteca. Gracias por brindarme una noche asombrosa. Me pasaré todo
el día pensando en ti.
Tuyo, Joe.
Sonrió por dentro y por fuera. Él debía de haberlas dejado en el trayecto hacia el
campo de golf. Era la primera vez que le regalaba flores. Demi solía
preguntarse si se acordaba de ella cuando estaban juntos; cuando estaban
separados, ni pensarlo.
Pero saber que se había tomado esa pequeña
molestia le brindaba alguna esperanza.
Mientras olfateaba una de las rosas, retiró
los diminutos frascos de agua que cada una tenía en el extremo del tallo y las
colocó en un florero de cristal tallado. Luego puso una tortita congelada en la
tostadora y desplegó el periódico dominical.
Entonces otro sobre cayó sobre la mesa. Al
recogerlo, Demi sintió que la sangre le bajaba a los pies. Estaba dirigido a
Guy Crandall. Separó con dedos trémulos la solapa sin pegar:
Envíe 10.000 dólares en el sobre adjunto para
los gastos de la boda. Supongo que quiere casarse, ¿no?
Demi arrugó la nota y la arrojó al cubo de la
basura, debajo del fregadero. La tostadora soltó la tortita, pero su apetito
había desaparecido.
—Te invito a cenar fuera —le dijo Nick a
_____.
Ella negó con la cabeza.
—No, gracias. He pasado casi toda la tarde
trabajando en casa. Ahora quiero obsequiarme con un buen perrito caliente con
salsa picante, de ese bar de la otra calle.
—¿Prefieres pasar con un perrito caliente con
salsa picante en vez de ir a un buen restaurante?
_____ hizo un gesto afirmativo.
—Me he portado bien durante todo el día. Ahora
quiero algo pícaro y guarro.
«Yo podría darle algo pícaro y guarro que le
duraría toda la noche», pensó Nick, excitado por la idea. Últimamente tenía
erecciones la mitad del tiempo, día y noche. En esos momentos estaba dispuesto
a agregar a la mezcla una buena acidez estomacal, pero quería demostrarle a esa
chica que su interés por ella era sincero. Sabía que ella intentaba disimular la
tristeza que le provocaba la ausencia de Willy. Y también sabía que le sentaría
bien salir del apartamento.
—Bueno, coge un abrigo y ven —dijo.
—¿Prefieres compartir conmigo un perrito
caliente en vez de ir a un buen restaurante con otra persona?
—Me gustaría hacer las dos cosas, pero como tú
tienes prejuicios contra mi apellido tendré que optar por el perrito. —Le ayudó
a ponerse la chaqueta de cuero.
Ella lo miró con un gesto ceñudo.
—¡Yo no tengo prejuicios!
—Claro que sí.
—Que no.
—Que sí hasta el infinito —replicó él.
_____ contrajo los labios con doble intención.
—Que no.
Su vecino abrió la puerta y le cedió el paso.
—¿Qué tipo de trabajo has estado haciendo?
—Ajustar cuentas —respondió ella, mientras
entraban en el ascensor—. Quiero poner duchas de bronceado sin sol. Son unos
aparatos que te rocían con una solución bronceadora, para que no te quedes con
la piel morena de forma irregular. Tenemos lámparas solares, pero es innegable
que son malas para la salud. Nuestra jefa de esteticistas se pasa todo el día
colgando letreros en las puertas: «AVERIADO». Creo que esas duchas harán furor.
Pero no son baratas.
—Quieres que el instituto tenga todos los
adelantos técnicos, ¿eh?
Ella asintió:
—Pero sin dejar de ofrecer algunos de los
servicios antiguos.
—Se diría que Kevin dejó la administración del
instituto en buenas manos.
_____ se encogió de hombros.
—Me enseñó muchas cosas —dijo mientras salían
del ascensor.
—¡Hala! ¿Vas a hacerte la humilde conmigo?
—bromeó Nick—. Con el corazón en la mano: ¿quién dirías que es la persona más
adecuada para ese cargo?
Ella hundió las manos en los bolsillos de la
chaqueta negra.
—Yo, yo y yo —aseguró haciendo una mueca—.
¿Satisfecho?
Giraron en la esquina hacia el pequeño bar.
—No, en absoluto —murmuró, más para sí mismo
que para ella.
—Y tú, ¿qué has hecho hoy?
—He jugado al golf con mi hermano, mi padre y
el fiscal general del Estado.
—Golf para el poder.
—No exactamente. Hemos hecho varios hoyos sin
que mi padre me haya dirigido la palabra. Todavía está enfadado porque no
quiero trabajar en su empresa.
—No te lo tomes a pecho, pero me parece que tu
padre es un cretino.
Entraron en el bar. Nick dejó oír una risa
grave.
—No eres la única que lo dice.
—No entiendo qué problema puede tener. Te
licenciaste con matrícula. Tienes un buen trabajo y te preparas para ejercer
como profesional autónomo. ¿Qué más puede pedir?
—Mando. Le gusta mandar.
Ella hizo una mueca.
—Pues a mí me volvería loca. Y tu madre ¿cómo
se las arregla?
—Toma ansiolíticos y es socia de diez clubs de
bridge.
—Pero tú quieres otro tipo de vida —adivinó
ella, estudiándolo.
—Desde siempre —repuso él—, aunque tardé un
poco en descubrir qué era exactamente lo que buscaba.
—¿Y qué es, exactamente?
—¡Mira que eres curiosa! Pidamos la comida
—propuso él.
Lo hicieron. Dos salchichas bien cargadas, con
patatas fritas y refrescos. El bar les regaló unos bombones de menta. Después
de coger unas cuantas servilletas de papel ocuparon una mesa en el rincón.
—No te me escaparás con tanta facilidad. ¿Qué
es, exactamente, lo que quieres?
Tras un primer mordisco a su salchicha, _____
dejó escapar un gemido aprobatorio. Nick no pudo dejar de recordar cómo la
había oído gemir mientras hacían el amor, pero apartó las imágenes de la mente.
—Un bufete propio, donde pueda negociar las
reglas básicas con un socio razonable. Quiero tratar con gente que no me busque
sólo por mi apellido.
—Interesante —dijo ella—. En cierto modo es lo
opuesto a lo que yo hago. —Deslizó la lengua por el borde del panecillo—. ¿Y
eso explica, en parte, que pases tanto tiempo conmigo? ¿Lo haces porque no
estoy chalada por el apellido Jonas?
—En parte sí —admitió él—. Espero el momento
en que admitas que estás chalada por mí.
Ella agrandó los ojos con un gesto de
sorpresa; luego chasqueó la lengua.
—Eh, cuidado, que se te nota la arrogancia
familiar.
—No es arrogancia —respondió él mientras
mordía su salchicha—. Te gusta estar conmigo, pero temes que sólo te quiera por
el sexo.
—¿Y no me quieres por el sexo? —preguntó ella
con la voz cargada de escepticismo.
—Sí, pero también por otras cosas.
Entre los dos se hizo el silencio. Ella se
concentró en su perrito caliente.
—¿Por qué? —Al fin quebró el silencio, llena
de frustración—. ¿Por qué, por qué, por qué?
—Porque eres especial. Eres capaz de matarte
por cumplir con lo prometido y proteger a quien amas. Tengo suficiente
experiencia como para saber lo raro que es eso.
_____, con un suspiro, abandonó un trocito de
panecillo. Se habría dicho que Nick había descubierto su secreto y que a ella
no le gustaba del todo.
—No me resulta fácil amar.
—Lo sé —dijo él; pero sospechaba que ella
nunca había tropezado con una obstinación como la suya.
La muchacha arrojó la servilleta.
—No sé por qué perdemos el tiempo hablando de
esto. Ya cambiarás de idea.
La acusación lo irritó, pero optó por dejarla
pasar.
—Y ahora, ¿qué harás para entretenerme?
Ella parpadeó.
—¿Para entretenerte? ¿Yo? ¿Por qué?
—Porque te he pagado esta opípara cena, que
sin duda me provocará acidez.
—¿Y por eso estoy en deuda contigo?
—Podemos regresar a tu casa y bailar, como la
otra vez.
Ella meneó la cabeza, con los ojos muy
abiertos:
—Vale. Te llevaré a mi sitio favorito entre
los lugares turísticos de Houston. Conduce tú.
Varios minutos después, Nick aparcaba
ilegalmente cerca de la famosa muralla de agua. _____ lo cogió de la mano para
arrastrarlo hasta el centro de aquella catarata que medía casi veinte metros de
altura. Les rodeó el rugir del agua que caía por millares de litros.
—Llevaba mucho tiempo sin venir aquí —comentó
él.
—Yo vengo al menos una vez al mes. —Ella se
acercó a las cascadas y cerró los ojos.
Nick nunca la había visto tan en paz. Tampoco
había visto nunca a ninguna mujer tan encantada con algo tan barato. Se
aproximó a ella.
La chica abrió los ojos y se recostó contra
él.
—Aquí el mundo se esfuma. —Sus ojos se
entristecieron—. Pensaba traer a Willy, cuando aprendiera a caminar.
—Aún puedes hacerlo. Julia te lo permitirá,
¿verdad?
—Creo que sí. Pero imaginaba que las cosas
serían diferentes. Lo echo mucho de menos.
—Se te ha metido en el corazón —dijo Nick. Lo
que él pensaba hacer.
—Pues sí.
Él la rodeó con un brazo; así estuvieron
varios minutos. Los fuertes chorros de agua parecían llevarse toda su
frustración.
—Hace poco leí en el periódico algo sobre este
lugar —dijo.
—¿Qué? —preguntó _____, con los ojos
encendidos de curiosidad.
—Fue elegido por votación como el lugar más
romántico para besarse.
—Pero no es para eso para lo que vengo
—aseguró ella volviendo la mirada hacia el muro de agua.
—¿Estás segura? —la provocó Nick—. Desde que
pasamos la noche juntos te empeñas en someterme a tus sucios propósitos.
—¡Mis sucios propósitos! —protestó ella—.
¡Pero si eras tú el de la regla del tres para mí y uno para ti! ¡Maniático del
control!
—Yo no te gusto —dijo él acercándola a la
cascada, hasta donde la llovizna se notaba en la cara y la fuerza del agua
sonaba como un trueno.
—Yo no he dicho eso. —_____ alargó una mano
para tocar la muralla—. ¿Con cuántas mujeres te has besado aquí?
—Con ninguna. Y tú, ¿con cuántos hombres te
has besado aquí?
Ella lo miró a los ojos y negó con la cabeza.
—Con ninguno. Pero tú servirás. —Y alzó la
boca hacia la de él.
Al apresarle los labios, Nick sintió que la
magia los rodeaba. _____ tenía los labios y la cara húmedos y frescos por la
llovizna, pero pronto se entibiaron. Se apretaba contra él como si no pudiera
acercarse lo suficiente. Él percibió que parte de su reserva cedía, que ahora
confiaba en él un poco más que antes.
_____ se apartó, sin aliento y con los ojos
llenos de cautelosa maravilla, como si al fin percibiera la energía que
generaban entre ambos. Quizá comenzaba a captar el mensaje.
yessi jobrOss
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
Capítulo 19
desde su despacho para pedir unos documentos, _____ vio flores en el escritorio
de su secretaria. En el hueco de la puerta estaba Paul conversando.
—Qué flores tan bonitas, Sara. ¿Quién te las
ha enviado?
Sara, ruborizándose de un modo muy tentador,
desvió hacia Paul una mirada furtiva.
—Es…, eh…
—He sido yo —dijo él.
La recorrió una oleada de sorpresa.
—¿Tú? —Miró a su secretaria, asombrada—.
¿Cuándo ha sucedido esto? Debo expresar mi total aprobación. Dime, Sara, ¿es
tan bueno en la cama como parece?
Sara abrió la boca; luego volvió a cerrarla y
carraspeó:
—Pues te diré… Sí.
_____ rio por lo bajo.
—Pero ¿vais en serio?
—Yo lo intento —aseguró Paul—. Estoy tratando
de que se quede embarazada.
—¡Paul! —se escandalizó la secretaria.
El sentimiento mutuo era obvio. _____ estaba
atónita. Y llena de envidia. «Qué tontería», se dijo. Lo último que necesitaba
era un romance. O un bebé. Al pensar en Willy sintió una punzada de dolor, pero
se quitó su imagen de la cabeza rápidamente. Lo que necesitaba era capar a Guy
Crandall y comprar una ducha de bronceado sin sol.
Demi Bradford irrumpió en las oficinas con
cara de desesperación.
—Tengo que hablar contigo —le dijo a _____.
Sara dirigió a su jefa una mirada
interrogante. Ella hizo un gesto afirmativo.
—Está bien. Entra en a mi despacho. Sara, no
me pases ninguna llamada, por favor. —Luego agregó con una sonrisa, mirando a
la pareja—: Enhorabuena.
Demi vio entonces las flores.
—Ay, qué bonitas. Parece que está en el aire.
Ayer recibí un ramo —comentó, mientras seguía a _____. En cuanto la puerta
estuvo cerrada perdió toda su compostura—. ¡Ayer Guy Crandall me dejó una nota
en el porche!
_____ hizo un gesto ceñudo.
—El otro día me llamó, pero como estaba
indispuesta tuve que colgarle.
—Si no hacemos algo me arruinará la boda
—comentó la chica, con los ojos llenos de lágrimas.
_____ suspiró.
—Estoy buscando una solución, créeme. El lunes
recibiré ayuda y…
Demi preguntó:
—¿Piensas contratar a algún pistolero?
—No —dijo _____—. Pero confieso que he
imaginado su muerte de varios modos horribles y muy dolorosos. —Estudió a la
muchacha—. ¿Cómo marchan las cosas con Joe? ¿Tienes alguna posibilidad de
apresurar la boda?
Ella suspiró, disgustada.
—Ni siquiera hemos fijado fecha. Su padre
quiere que sea el acontecimiento social del año.
—Sí. Nick me dijo que es un cretino.
—¿Eso dijo Nick?
—No. Él se limitó a describirlo y yo rellené
los blancos. —_____ reflexionó sobre las posibles soluciones—. ¿Y si te
quedaras embarazada?
Demi hizo un gesto de horror.
—¿Cómo?
—Como hace todo el mundo.
—Tomo la píldora.
—¡Vaya, así que al fin lo habéis hecho!
¿Estuvo bien?
La chica abrió la boca y movió la mandíbula,
pero sin sonido alguno.
—Eso significa que fue estupendo o que fue
pésimo —dictaminó _____.
Demi se sujetó el pelo rubio detrás de la
oreja, un signo claro de que estaba alterada, pues siempre cuidaba de cubrir
esos apéndices de Dumbo.
—Supongo que es cuestión de perspectiva
—murmuró, con una especie de sollozo—. Ayer, antes de irse a jugar al golf, Joe
me dejó rosas en el porche.
—Hum. —_____ seguía analizando a la hija de
Kevin—. Pero ¿tú cómo lo pasaste?
—Bien —fue la respuesta, tal vez demasiado
apresurada—. Fue breve, pero lo pasé bien.
—No es asunto mío…
—Exactamente. —En la voz de la chica había un
tono cortante.
—Un «corto» de vez en cuando no está mal.
Puede ser excitante, prohibido. Pero es mejor que no se vuelva costumbre. Es
preferible hacer que él trabaje, dedicarle tiempo a la cosa. De esa manera tú
obtienes lo que deseas y él se queda con esa satisfacción juvenil de haberse
lucido.
Se oyó un toque en la puerta y Sara asomó la
cabeza.
—No hay llamadas telefónicas, pero me ha
parecido que usted querría recibir esto —dijo.
Y entró con un bello ramo de rosas color
marfil con bordes encarnados. Después de ponerlas en el florero del escritorio
quedó expectante. Demi lanzó un «¡Ooooooh!».
—Son preciosas. Como esas tan raras, las que
llevan el nombre de una famosa. ¿Quién las envía?
_____, sorprendida y tímida, retiró la
tarjeta. Desde la muerte de Dinero no había recibido flores de nadie. Leyó
apresuradamente la nota:
Estas rosas son un híbrido raro. Bellas,
originales, extrañas, como tú.
«Madre mía…» Ese mensaje hizo que su corazón
diese un vuelco. Como Sara y Demi la miraban con curiosidad, carraspeó para
aligerar la garganta, súbitamente cerrada:
—«Muchísimas gracias por incluirme en ese
grupo de Botox» —inventó—. «Fuiste mi salvación. Ciao. Iris.»
Sara puso una cara muy larga. Demi también.
—Botox. Qué poco romántico —comentó ésta—. Qué
desperdicio.
Sara suspiró.
—Tenía la esperanza de que al fin…
_____ negó con la cabeza.
—Ya hay bastante con vosotras dos y esos
potros vuestros.
—Potros —repitió Demi—. Ya imagino lo que
pensaría Joe si te oyera.
—Se pueden adiestrar —replicó ella, con
astucia.
La chica miró a Sara, tiesa. La secretaria,
siempre amable e intuitiva, captó la indirecta.
—Las dejo continuar con su conversación. Si
necesitan algo no tienen más que llamarme.
En cuanto Sara hubo cerrado la puerta Demi
giró hacia _____.
—¿Qué vamos a hacer con Guy?
—Pues mira, personalmente he decidido que
hasta el próximo lunes no voy a atender el teléfono ni me quedaré sola en la
oficina.
—¿Qué tiene que pasar el lunes? —inquirió la
joven, impaciente.
«Que vendrán mi hermana mayor y su marido a
darle una buena paliza.»
—Que vendrá a la ciudad un especialista en
cuestiones de seguridad, alguien en quien puedo confiar.
—¿Estás segura de que es de confianza?
—Absolutamente segura.
Esa noche _____ estaba atenta a la entrada de
Nick. Mientras se paseaba por la sala se le ocurrió que sus visitas se habían
convertido en costumbre sin que ella se percatara: mientras ambos cuidaban de
Willy habían comenzado a compartir las veladas y aún continuaban haciéndolo.
Tal vez convendría acabar con eso.
Vale, sí. Acabar con las flores, con los
besos, con el buen rollo. «Tal vez la semana que viene», pensó, mientras se
estudiaba las uñas. En ese momento se abrió la puerta y apareció Nick. Su
estúpido corazón saltó en su pecho.
—Hola —dijo él.
Ahora el corazón se le aceleraba. Sí que era
estúpido. ¿Bastaba verlo, oírle decir «hola», para que fuera el hombre más
atractivo de la tierra?
—Hola —respondió, conteniéndose para no
besarlo. A cambio respiró su perfume y se permitió marearse un poco. Él le
hacía el mismo efecto que beber dos cócteles de champán con el estómago vacío—.
Hoy te has portado mal.
—¿Yo? —Nick le dirigió una de esas miradas
inocentes pero sensuales—. Pero ¿qué he hecho?
Se encaminó directamente hacia la cocina.
_____ oyó que abría la nevera, probablemente para beberse uno de los botellines
de cerveza que ella había comprado el día anterior.
—Enviar esas rosas tan bonitas, que han
llegado justo cuando Demi Bradford estaba conmigo.
Él regresó con la cerveza en la mano.
—¡A que le ha dado envidia!
Ella rio por lo bajo.
—Un poquito. Tanto ella como mi secretaria
tenían mucha curiosidad por saber quién las enviaba.
Él asintió.
—¿Y por quién me has hecho pasar? ¿Un
masajista que trata de meterse bajo tu falda? ¿O una clienta a la que
rescataste de una emergencia capilar?
La conocía demasiado bien.
—Una clienta que me agradecía haberla incluido
en un grupo de Botox.
—Botox. —Él sonrió de oreja a oreja, reclinado
contra el respaldo del sofá—. Qué buena idea.
—No deberías hacer esas cosas. Si se supiera,
la gente se formaría una idea equivocada…
—O acertada —la corrigió Nick mientras la
cogía de la mano para acercarla hacia sí. Le rozó la nariz; luego se apartó—.
¿Te han gustado?
A ella se le encogió el corazón.
—Por supuesto. Son preciosas. Nunca había
recibido flores tan bellas. Pero tienes que ser…
La interrumpió el ruido del teléfono. Con el
cuerpo en tensión, fue a mirar la pantalla de identificación de llamada. El
número estaba oculto. Contuvo el aliento durante otros cuatro timbres.
—¿Por qué no lo has cogido?
—Hasta el lunes no atenderé ninguna llamada
que provenga de un número oculto.
—¿Eso tiene algo que ver con Guy Crandall?
—No quiero hablar del tema. —Ella le volvió la
espalda.
—He hecho algunas averiguaciones sobre ese
tío.
_____ giró bruscamente para encararse con él.
—¡No! Eso es justamente lo que no quiero.
Necesito que esto sea muy discreto. Y tú no pasas precisamente desapercibido.
—No, yo sólo soy…
—Uno de los Jonas de Houston —completó ella
con los ojos en blanco—. Con mesa permanentemente reservada en los mejores
restaurantes de la ciudad, socio de los mejores clubes de campo, palco en la
ópera y entrada a todos los encuentros deportivos de la temporada.
—Guy es jugador.
Ella comprendió inmediatamente.
—¡Por eso se ha vuelto más exigente! Me llama,
deja notas a Demi…
Nick se puso muy serio.
—¿Te ha estado llamando?
Su expresión era tan feroz que llegó casi a
asustarla.
—Sólo una vez, que yo sepa. Pero fue durante
esa resaca mía y tuve que cortarle.
—Oye, no puedes continuar pagándole.
—Pues mira, si tu hermano no fuera tan
calzonazos no estaríamos en este embrollo.
—¿Qué dices?
—Digo que si tuviéramos la certeza de que Joe
ama a Demi de verdad, no haría falta esmerarse tanto en ocultar todo esto. Pero
nadie sabe si él la ama lo suficiente como para protegerla en caso de que haya
problemas, ¿verdad?
Nick suspiró.
—No sé. No es fácil saber lo que le pasa. Mi
padre lo tiene tan dominado que a veces no sé si estoy hablando con Joe o con
su portavoz.
—Por eso le he pedido ayuda a mi hermana.
Él arrugó el entrecejo, confundido.
—¿Por qué a tu hermana?
—Porque está casada con un especialista en
seguridad. Vendrán el lunes.
—Yo podría haberme hecho cargo del asunto
—aseguró él. Su expresión ofendida la conmovió.
—Sí, pero si tú contratases a un investigador
privado se enterarían los medios y el problema sería aún peor. Quizá no te das
cuenta, pero la gente te observa.
—No tanto como tú crees.
—No, claro —replicó ella, incrédula.
—Vayamos a patinar sobre hielo.
El cambio de tema fue tan brusco que la
desconcertó.
—No sé patinar muy bien.
—Me alegro. Así tendré una excusa para abra…,
para sostenerte —corrigió, como si lo hubiera pensado mejor—. Me pondré un
pasamontañas para que nadie me reconozca. Anda, no seas cobardica.
¡Nadie que la llamara cobardica podía quedar
sin castigo!
Horas después de haber patinado, cuando ella
ya se había caído incontables veces, comieron algo en The Cheesecake Factory y
regresaron al apartamento.
Él la siguió al interior y recorrió todos los
cuartos sin dejar de hablar.
—¿Qué haces? —preguntó _____ al ver que abría
su ropero.
—Quiero ver si tienes alguna prenda interior
que me vaya bien —bromeó Nick.
Ella no pudo evitar la risa al imaginarlo con
su body rojo.
—Buen intento. Temes que Guy Crandall pueda
estar escondido bajo mi cama.
—Pues mira: si no hay nada para mí, que
tampoco haya nada para él.
_____ le dio un leve golpe de puño.
—Guy es demasiado gallina para presentarse en
mi apartamento.
Él negó con la cabeza y la atrajo hacia sí.
—Si está desesperado, quién sabe.
Como la idea de que Guy Crandall pudiera
invadir su espacio no le gustaba en absoluto, ella se dejó caer contra su
cuerpo, saboreando su fortaleza.
—¿Eso significa que estás dispuesto a ser mi
guardaespaldas? —preguntó, tratando de recuperar la liviandad que había
disfrutado con él en esas horas.
Nick se apartó un poco.
—Tu guardaespaldas, tu guardacorazón y tu
guardaalma —aseguró—. ¿Quieres que duerma en el cuarto de invitados?
«No, quiero que duermas conmigo toda la noche,
para que el Hombre del Saco no se acerque.» Sorprendida por la potencia de su
deseo, rechazó la idea. «Atrás, amiga. Este comportamiento no es digno de ti.»
—Muchas gracias por el ofrecimiento. ¿Puedo
disculparme?
Él asintió con la cabeza y respondió:
—Sí. Pero si me necesitas golpea la pared.
Giró para marcharse, pero ella lo cogió de la
mano.
—Te olvidas de algo.
—¿De qué?
—De besarme.
—Ah, conque quieres que te bese…
—Siempre que no te pongas muy ufano y…
Él la abrazó y selló esas palabras con un
beso, dejándola sin aliento y sin cordura. ¡Por Dios, tendría que poner fin a
eso! La semana próxima. O la siguiente.
Joe le acariciaba un pecho; cuando le cogió la
mano para llevársela a la entrepierna, Demi se arqueó contra él y lo acarició
íntimamente. Él lanzó un gruñido aprobatorio; entonces la chica lo acarició un
poco más; luego se apartó apenas para coger aliento.
—Creo que estamos empañando las ventanillas
—murmuró.
—Estás empañando mucho más que las ventanillas
de mi coche —replicó él.
—Lástima que no tengamos tiempo. —Demi le
acarició la mandíbula con la boca—. Podríamos hacer otras cosas. —Y deslizó una
mano hasta el muslo de su novio, aún luchando con la desesperación que la había
acosado todo el día—. Ojalá pudieras quedarte.
—Ojalá, sí. —Joe volvió a gruñir, pero esta
vez de frustración—. Tendré que buscar la manera de que podamos pasar más
tiempo a solas.
—Eso me haría muy feliz. —Cuando estaban solos
llegaba a creer que él la resguardaría de todo. Cuando estaban solos casi
llegaba a creer que él la necesitaba.
—Esta noche te noto algo callada. ¿Tienes
algún problema?
Demi se puso tensa. Contaba con que Joe,
distraído como estaba, no reparara en su estado de confusión.
—Desde luego que no. ¿Qué problema podría
tener? Estoy comprometida con el hombre que amo y empañando sus ventanillas.
Con una risa apagada, él le alzó la barbilla
con el pulgar.
—¿Estás segura?
La chica contuvo el aliento.
—Muy segura.
—Si necesitas algo debes decírmelo.
—Sólo necesito que me ames, ser tu esposa.
Joe le acarició la mejilla.
—Mis padres han sugerido que podríamos
casarnos en junio. ¿Qué te parece?
—Es mucho esperar —observó ella, pensando en
la bomba de relojería que era Guy Crandall.
—Estoy de acuerdo contigo, pero mamá dice que
harán falta al menos seis meses para prepararlo todo. Parece casi tan
complicado como presentar una candidatura.
—Supongo que sí. ¿Te molestaría acompañarme
hasta la puerta? —preguntó ella, todavía asustada tras haber encontrado la nota
de Guy en el porche.
Joe subió con ella los peldaños de la entrada.
—Me encantaría entrar contigo. No olvides que
en Acción de Gracias te vendré a buscar para cenar con mis padres.
—Cómo olvidarlo. —Ella le dio un beso en los
labios—. Buenas noches, cariño.
Una vez dentro se mordió los labios. ¿Por
cuánto tiempo más podría ocultar a Joe el secreto de su padre? ¿Por cuánto
tiempo más quería hacerlo? Habría podido comerse las uñas pintadas hasta la
cutícula.
Amaba a Joe y quería estar con él. Necesitaba
hasta tal punto formar parte de su familia que no podía pensar en otra cosa,
pero estaba harta de fingirse perfecta; bien sabía Dios que no lo era. Con un
suspiro, echó el triple cerrojo a la puerta y subió a su dormitorio.
Aún no estaba segura de que él la amara de verdad.
La duda la asediaba. ¿Estaría luchando por algo que jamás sucedería? ¿Y si él
no la amaba jamás?
Entró en el dormitorio familiar, decorado con
los muebles de cerezo estilo Reina Ana que le había regalado su madre al
mudarse a Nueva York. Se quitó los zapatos a patadas. ¿Y si no podía ocultar el
secreto hasta después de la boda? Hasta junio, recordó. Y el estómago le dio un
vuelco. Tendría que mentir hasta junio.
¿Y si después él la odiaba por haberle
ocultado el secreto? ¿Y si la prensa lo descubría en mal momento? Entonces la
odiarían los dos: Joe y su padre.
Mientras se desabotonaba la blusa dejó escapar
un gemido. Quería ser para Joe la mujer de su vida, la mujer a la que él
recurriera siempre. Quería formar parte de su familia, aunque no fuera
perfecta. Y aunque su futuro suegro fuera el hombre más dominante del universo.
Desalentada hasta los huesos, colgó la ropa y
se puso el pijama. Luego se dedicó a la rutina de quitarse el maquillaje,
lavarse los dientes, meterse bajo la colcha. Como esa noche necesitaba algo más
de calor, conectó la manta eléctrica. Al estirar el brazo para apagar la
lámpara vio el anillo de pedida.
No dudaba de que el diamante fuera genuino. Un
Jonas no podía comprar nada malo. Pero le habría gustado tener la certeza de
que su matrimonio sería igualmente genuino.
El miércoles a la hora del almuerzo, la
recepcionista de la entrada principal llamó al despacho de _____.
—Perdone si la molesto, señorita Montague. Es
que hay aquí una joven que dice tener cita para un servicio, pero no figura en
los registros. Usted ya sabe lo atareados que estamos. Y ella insiste en hablar
con usted.
_____ puso los ojos en blanco. Alguna
universitaria con pretensiones de prima donna, probablemente.
—¿Cómo se llama?
—Lori Jean…
Ella sonrió.
—Iré en seguida.
Después de ordenar a Sara que no le pasara
ninguna llamada hasta nuevo aviso, continuó la marcha hacia la recepción. Ante
el escritorio estaba Lori Jean, vestida con un modelo exclusivo de vaqueros; el
pelo rubio era largo, lacio y sedoso. A modo de advertencia sutil, movió la
cabeza hacia un hombre corpulento que permanecía de pie a cierta distancia.
—¿Qué servicios ha solicitado, señorita?
—preguntó _____.
—Pues, todo. Tengo unos días de vacaciones y
necesito un SOS de belleza —explicó Lori Jean.
—Yo me ocuparé de esto —dijo _____ a la
recepcionista—. Por aquí, por favor.
—Hasta luego, Chucky —saludó la chica al
corpulento hombre de la puerta. Y susurró a su hermana mayor—: Guardaespaldas.
Un incordio de los peores. Mi padre está empeñadísimo en mantenerme virgen
hasta la boda. Si pudiera hacerlo, me pondría un cinturón de castidad, puedes
creerme.
—Pero ¿cómo te las has arreglado para venir?
—preguntó _____, muy consciente de que Harlan Granger, el padre de Lori Jean,
había hecho lo posible por cortar todos los vínculos de la chica con sus
hermanastras. Dos años atrás Michael, el marido de Katie, había logrado
reunirlas; entonces ellas juraron mantenerse en contacto. Para Lori Jean era
más difícil, pues su padre enloquecía en cuanto oía mencionar a Katie y a
_____. Además sufría del corazón—. Tu padre no te permite acercarte a dos
metros de mí.
—No sabe que eres tú quien dirige este instituto.
Le he dicho que, si me obliga a quedarme en ese colegio de señoritas perdido de
la mano de Dios, lo mínimo que puede hacer es darme un respiro en el mejor
instituto de belleza de Texas. Y aceptó, aunque a regañadientes. Eso sí: no
podré quedarme mucho tiempo. Dentro de tres horas su avión me llevará de nuevo
a Dallas.
—¿Y se supone que debemos ofrecerte un
servicio completo? —preguntó _____, mientras la conducía a su oficina.
En cuanto la puerta estuvo cerrada, su hermana
se le arrojó a los brazos.
—No sabes cuánto me alegro de verte.
Esa efusividad le derritió el corazón.
—Yo también. Menos mal que tienes imaginación.
Si no fuera así no te vería jamás.
Lori Jean se apartó un poco, ceñuda.
—Sí. Lástima que Katie no esté aquí.
—Vendrá el lunes, con Michael —dijo _____. De
inmediato se arrepintió.
—¿El lunes? ¡Me cago en la leche! Debo
regresar al colegio el domingo. ¿A qué vienen?
—Por algo relacionado con el trabajo de
Michael —inventó ella.
Lori suspiró.
—Qué faena. Bueno, al menos los verás tú. Quizá
podamos organizar algo por Navidad.
—Quizá. Oye, ¿quieres un tratamiento facial?
—Me gustaría que me cortes el pelo. —Lori
sonrió—. Hace mucho tiempo que no me lo cortas.
_____ se rio al recordar cómo había asesinado
la cabellera de su hermanita cuando eran pequeñas. Su madre se había puesto
furiosa.
—¿Tienes confianza en mí?
—Absolutamente. Pero corta sólo las puntas.
—¿Diez, doce centímetros? —bromeó la mayor.
Le cortó el pelo, le hizo la manicura, la
pedicura y le dio M&M's de su escondrijo secreto. Mientras tanto
conversaban sobre la vida universitaria de Lori Jean.
—Estas uñas son una catástrofe —comentó _____,
después de aplicarle el esmalte.
—Me las rompo en el establo —explicó la chica,
encogiéndose de hombros.
—Lo único bueno que Harlan ha hecho por ti es
haberte comprado ese caballo.
—En parte fue gracias a Katie. Prácticamente
lo obligó, el día en que él fue a recogerme. Pero Harlan me trata bien. Dice
que soy el sol de su vida y me cuida como al oro. Si no fuese tan
sobreprotector… —Echó un vistazo a _____—. Y tu padre, ¿lo ves a menudo?
—Nunca —respondió ella, mientras le pintaba
las uñas de los pies. Sin duda no había tenido mucha suerte en el sorteo de
padres—. Es mejor así. Kevin era un gran amigo.
—Siento mucho que lo hayas perdido. —Lori Jean
alargó la mano para tocar la de su hermana.
—No te arruines las uñas —protestó ella.
—Vaya, qué descuido. —La chica sonrió—. Oye,
¿cómo te marchan las cosas? Tus mensajes electrónicos no son muy reveladores.
—En el instituto bastante bien. Tuvimos dificultades
durante un tiempo, pero ya van pasando. Si todo marcha bien abriremos otra
sucursal en Dallas.
Lori Jean abrió mucho los ojos.
—¡Estupendo! Así podré verte más a menudo.
—Quizá. —_____, con una sonrisa, acabó de
pintarle el dedo pequeño del pie, sorprendida por lo mucho que disfrutaba
haciéndolo. Qué locura.
—¿Y sales con algún tipo? ¿Dos, tres?
—Por ahora no tengo tiempo.
Lori enarcó las cejas, incrédula.
—Tú me dijiste que siempre hay tiempo para
pasarlo bien con un tío.
Su hermana sonrió.
—Pero entonces era joven e ignorante. Ahora
soy vieja y estoy abrumada de trabajo.
—Conque no sales con nadie… ¿Con nadie de
verdad?
Por algún descabellado motivo que no tenía
explicación, _____ sintió el deseo de hacerle una confidencia.
—Vale —suspiró—. Hay uno. Un vecino.
—¿Y…? —insistió Lori, agitando con impaciencia
los dedos de los pies.
—¡Quieta! —ordenó la mayor severamente. Y
acabó de aplicar la segunda mano. Luego buscó las palabras adecuadas—. Es…, es
simpático.
La rubia hizo una mueca.
—Simpático. Pero ¿es guapo?
Ella asintió, pensando: «Muy guapo».
—¿Y ya habéis…, eh…?
—Es un amigo —aclaró _____ con una rara
sensación de timidez. Solía tomar el sexo a broma, pero con Nick era diferente.
—Un amigo —repitió Lori, desencantada—. Como
Kevin Bradford.
Ella negó con la cabeza.
—No. Otro tipo de amigo.
Sintió que su hermana la estudiaba un rato
largo. Su curiosidad casi estallaba en el aire.
—Seguro que es más que un amigo —dijo Lori con
sonsonete—. Seguro que te tiene loquita.
—Seguro que es mejor que te calles la boca si
no quieres que te corte quince centímetros de pelo —le advirtió _____.
Su hermana se acercaba demasiado a la verdad.
El hombre ideal es como un buen aceite
superlubricante:
te mantiene siempre… Vaya, ya me
entiendes.
superlubricante:
te mantiene siempre… Vaya, ya me
entiendes.
Aforismo de _____
El lunes por la mañana, al asomar la cabezadesde su despacho para pedir unos documentos, _____ vio flores en el escritorio
de su secretaria. En el hueco de la puerta estaba Paul conversando.
—Qué flores tan bonitas, Sara. ¿Quién te las
ha enviado?
Sara, ruborizándose de un modo muy tentador,
desvió hacia Paul una mirada furtiva.
—Es…, eh…
—He sido yo —dijo él.
La recorrió una oleada de sorpresa.
—¿Tú? —Miró a su secretaria, asombrada—.
¿Cuándo ha sucedido esto? Debo expresar mi total aprobación. Dime, Sara, ¿es
tan bueno en la cama como parece?
Sara abrió la boca; luego volvió a cerrarla y
carraspeó:
—Pues te diré… Sí.
_____ rio por lo bajo.
—Pero ¿vais en serio?
—Yo lo intento —aseguró Paul—. Estoy tratando
de que se quede embarazada.
—¡Paul! —se escandalizó la secretaria.
El sentimiento mutuo era obvio. _____ estaba
atónita. Y llena de envidia. «Qué tontería», se dijo. Lo último que necesitaba
era un romance. O un bebé. Al pensar en Willy sintió una punzada de dolor, pero
se quitó su imagen de la cabeza rápidamente. Lo que necesitaba era capar a Guy
Crandall y comprar una ducha de bronceado sin sol.
Demi Bradford irrumpió en las oficinas con
cara de desesperación.
—Tengo que hablar contigo —le dijo a _____.
Sara dirigió a su jefa una mirada
interrogante. Ella hizo un gesto afirmativo.
—Está bien. Entra en a mi despacho. Sara, no
me pases ninguna llamada, por favor. —Luego agregó con una sonrisa, mirando a
la pareja—: Enhorabuena.
Demi vio entonces las flores.
—Ay, qué bonitas. Parece que está en el aire.
Ayer recibí un ramo —comentó, mientras seguía a _____. En cuanto la puerta
estuvo cerrada perdió toda su compostura—. ¡Ayer Guy Crandall me dejó una nota
en el porche!
_____ hizo un gesto ceñudo.
—El otro día me llamó, pero como estaba
indispuesta tuve que colgarle.
—Si no hacemos algo me arruinará la boda
—comentó la chica, con los ojos llenos de lágrimas.
_____ suspiró.
—Estoy buscando una solución, créeme. El lunes
recibiré ayuda y…
Demi preguntó:
—¿Piensas contratar a algún pistolero?
—No —dijo _____—. Pero confieso que he
imaginado su muerte de varios modos horribles y muy dolorosos. —Estudió a la
muchacha—. ¿Cómo marchan las cosas con Joe? ¿Tienes alguna posibilidad de
apresurar la boda?
Ella suspiró, disgustada.
—Ni siquiera hemos fijado fecha. Su padre
quiere que sea el acontecimiento social del año.
—Sí. Nick me dijo que es un cretino.
—¿Eso dijo Nick?
—No. Él se limitó a describirlo y yo rellené
los blancos. —_____ reflexionó sobre las posibles soluciones—. ¿Y si te
quedaras embarazada?
Demi hizo un gesto de horror.
—¿Cómo?
—Como hace todo el mundo.
—Tomo la píldora.
—¡Vaya, así que al fin lo habéis hecho!
¿Estuvo bien?
La chica abrió la boca y movió la mandíbula,
pero sin sonido alguno.
—Eso significa que fue estupendo o que fue
pésimo —dictaminó _____.
Demi se sujetó el pelo rubio detrás de la
oreja, un signo claro de que estaba alterada, pues siempre cuidaba de cubrir
esos apéndices de Dumbo.
—Supongo que es cuestión de perspectiva
—murmuró, con una especie de sollozo—. Ayer, antes de irse a jugar al golf, Joe
me dejó rosas en el porche.
—Hum. —_____ seguía analizando a la hija de
Kevin—. Pero ¿tú cómo lo pasaste?
—Bien —fue la respuesta, tal vez demasiado
apresurada—. Fue breve, pero lo pasé bien.
—No es asunto mío…
—Exactamente. —En la voz de la chica había un
tono cortante.
—Un «corto» de vez en cuando no está mal.
Puede ser excitante, prohibido. Pero es mejor que no se vuelva costumbre. Es
preferible hacer que él trabaje, dedicarle tiempo a la cosa. De esa manera tú
obtienes lo que deseas y él se queda con esa satisfacción juvenil de haberse
lucido.
Se oyó un toque en la puerta y Sara asomó la
cabeza.
—No hay llamadas telefónicas, pero me ha
parecido que usted querría recibir esto —dijo.
Y entró con un bello ramo de rosas color
marfil con bordes encarnados. Después de ponerlas en el florero del escritorio
quedó expectante. Demi lanzó un «¡Ooooooh!».
—Son preciosas. Como esas tan raras, las que
llevan el nombre de una famosa. ¿Quién las envía?
_____, sorprendida y tímida, retiró la
tarjeta. Desde la muerte de Dinero no había recibido flores de nadie. Leyó
apresuradamente la nota:
Estas rosas son un híbrido raro. Bellas,
originales, extrañas, como tú.
Nick.
«Madre mía…» Ese mensaje hizo que su corazón
diese un vuelco. Como Sara y Demi la miraban con curiosidad, carraspeó para
aligerar la garganta, súbitamente cerrada:
—«Muchísimas gracias por incluirme en ese
grupo de Botox» —inventó—. «Fuiste mi salvación. Ciao. Iris.»
Sara puso una cara muy larga. Demi también.
—Botox. Qué poco romántico —comentó ésta—. Qué
desperdicio.
Sara suspiró.
—Tenía la esperanza de que al fin…
_____ negó con la cabeza.
—Ya hay bastante con vosotras dos y esos
potros vuestros.
—Potros —repitió Demi—. Ya imagino lo que
pensaría Joe si te oyera.
—Se pueden adiestrar —replicó ella, con
astucia.
La chica miró a Sara, tiesa. La secretaria,
siempre amable e intuitiva, captó la indirecta.
—Las dejo continuar con su conversación. Si
necesitan algo no tienen más que llamarme.
En cuanto Sara hubo cerrado la puerta Demi
giró hacia _____.
—¿Qué vamos a hacer con Guy?
—Pues mira, personalmente he decidido que
hasta el próximo lunes no voy a atender el teléfono ni me quedaré sola en la
oficina.
—¿Qué tiene que pasar el lunes? —inquirió la
joven, impaciente.
«Que vendrán mi hermana mayor y su marido a
darle una buena paliza.»
—Que vendrá a la ciudad un especialista en
cuestiones de seguridad, alguien en quien puedo confiar.
—¿Estás segura de que es de confianza?
—Absolutamente segura.
Esa noche _____ estaba atenta a la entrada de
Nick. Mientras se paseaba por la sala se le ocurrió que sus visitas se habían
convertido en costumbre sin que ella se percatara: mientras ambos cuidaban de
Willy habían comenzado a compartir las veladas y aún continuaban haciéndolo.
Tal vez convendría acabar con eso.
Vale, sí. Acabar con las flores, con los
besos, con el buen rollo. «Tal vez la semana que viene», pensó, mientras se
estudiaba las uñas. En ese momento se abrió la puerta y apareció Nick. Su
estúpido corazón saltó en su pecho.
—Hola —dijo él.
Ahora el corazón se le aceleraba. Sí que era
estúpido. ¿Bastaba verlo, oírle decir «hola», para que fuera el hombre más
atractivo de la tierra?
—Hola —respondió, conteniéndose para no
besarlo. A cambio respiró su perfume y se permitió marearse un poco. Él le
hacía el mismo efecto que beber dos cócteles de champán con el estómago vacío—.
Hoy te has portado mal.
—¿Yo? —Nick le dirigió una de esas miradas
inocentes pero sensuales—. Pero ¿qué he hecho?
Se encaminó directamente hacia la cocina.
_____ oyó que abría la nevera, probablemente para beberse uno de los botellines
de cerveza que ella había comprado el día anterior.
—Enviar esas rosas tan bonitas, que han
llegado justo cuando Demi Bradford estaba conmigo.
Él regresó con la cerveza en la mano.
—¡A que le ha dado envidia!
Ella rio por lo bajo.
—Un poquito. Tanto ella como mi secretaria
tenían mucha curiosidad por saber quién las enviaba.
Él asintió.
—¿Y por quién me has hecho pasar? ¿Un
masajista que trata de meterse bajo tu falda? ¿O una clienta a la que
rescataste de una emergencia capilar?
La conocía demasiado bien.
—Una clienta que me agradecía haberla incluido
en un grupo de Botox.
—Botox. —Él sonrió de oreja a oreja, reclinado
contra el respaldo del sofá—. Qué buena idea.
—No deberías hacer esas cosas. Si se supiera,
la gente se formaría una idea equivocada…
—O acertada —la corrigió Nick mientras la
cogía de la mano para acercarla hacia sí. Le rozó la nariz; luego se apartó—.
¿Te han gustado?
A ella se le encogió el corazón.
—Por supuesto. Son preciosas. Nunca había
recibido flores tan bellas. Pero tienes que ser…
La interrumpió el ruido del teléfono. Con el
cuerpo en tensión, fue a mirar la pantalla de identificación de llamada. El
número estaba oculto. Contuvo el aliento durante otros cuatro timbres.
—¿Por qué no lo has cogido?
—Hasta el lunes no atenderé ninguna llamada
que provenga de un número oculto.
—¿Eso tiene algo que ver con Guy Crandall?
—No quiero hablar del tema. —Ella le volvió la
espalda.
—He hecho algunas averiguaciones sobre ese
tío.
_____ giró bruscamente para encararse con él.
—¡No! Eso es justamente lo que no quiero.
Necesito que esto sea muy discreto. Y tú no pasas precisamente desapercibido.
—No, yo sólo soy…
—Uno de los Jonas de Houston —completó ella
con los ojos en blanco—. Con mesa permanentemente reservada en los mejores
restaurantes de la ciudad, socio de los mejores clubes de campo, palco en la
ópera y entrada a todos los encuentros deportivos de la temporada.
—Guy es jugador.
Ella comprendió inmediatamente.
—¡Por eso se ha vuelto más exigente! Me llama,
deja notas a Demi…
Nick se puso muy serio.
—¿Te ha estado llamando?
Su expresión era tan feroz que llegó casi a
asustarla.
—Sólo una vez, que yo sepa. Pero fue durante
esa resaca mía y tuve que cortarle.
—Oye, no puedes continuar pagándole.
—Pues mira, si tu hermano no fuera tan
calzonazos no estaríamos en este embrollo.
—¿Qué dices?
—Digo que si tuviéramos la certeza de que Joe
ama a Demi de verdad, no haría falta esmerarse tanto en ocultar todo esto. Pero
nadie sabe si él la ama lo suficiente como para protegerla en caso de que haya
problemas, ¿verdad?
Nick suspiró.
—No sé. No es fácil saber lo que le pasa. Mi
padre lo tiene tan dominado que a veces no sé si estoy hablando con Joe o con
su portavoz.
—Por eso le he pedido ayuda a mi hermana.
Él arrugó el entrecejo, confundido.
—¿Por qué a tu hermana?
—Porque está casada con un especialista en
seguridad. Vendrán el lunes.
—Yo podría haberme hecho cargo del asunto
—aseguró él. Su expresión ofendida la conmovió.
—Sí, pero si tú contratases a un investigador
privado se enterarían los medios y el problema sería aún peor. Quizá no te das
cuenta, pero la gente te observa.
—No tanto como tú crees.
—No, claro —replicó ella, incrédula.
—Vayamos a patinar sobre hielo.
El cambio de tema fue tan brusco que la
desconcertó.
—No sé patinar muy bien.
—Me alegro. Así tendré una excusa para abra…,
para sostenerte —corrigió, como si lo hubiera pensado mejor—. Me pondré un
pasamontañas para que nadie me reconozca. Anda, no seas cobardica.
¡Nadie que la llamara cobardica podía quedar
sin castigo!
Horas después de haber patinado, cuando ella
ya se había caído incontables veces, comieron algo en The Cheesecake Factory y
regresaron al apartamento.
Él la siguió al interior y recorrió todos los
cuartos sin dejar de hablar.
—¿Qué haces? —preguntó _____ al ver que abría
su ropero.
—Quiero ver si tienes alguna prenda interior
que me vaya bien —bromeó Nick.
Ella no pudo evitar la risa al imaginarlo con
su body rojo.
—Buen intento. Temes que Guy Crandall pueda
estar escondido bajo mi cama.
—Pues mira: si no hay nada para mí, que
tampoco haya nada para él.
_____ le dio un leve golpe de puño.
—Guy es demasiado gallina para presentarse en
mi apartamento.
Él negó con la cabeza y la atrajo hacia sí.
—Si está desesperado, quién sabe.
Como la idea de que Guy Crandall pudiera
invadir su espacio no le gustaba en absoluto, ella se dejó caer contra su
cuerpo, saboreando su fortaleza.
—¿Eso significa que estás dispuesto a ser mi
guardaespaldas? —preguntó, tratando de recuperar la liviandad que había
disfrutado con él en esas horas.
Nick se apartó un poco.
—Tu guardaespaldas, tu guardacorazón y tu
guardaalma —aseguró—. ¿Quieres que duerma en el cuarto de invitados?
«No, quiero que duermas conmigo toda la noche,
para que el Hombre del Saco no se acerque.» Sorprendida por la potencia de su
deseo, rechazó la idea. «Atrás, amiga. Este comportamiento no es digno de ti.»
—Muchas gracias por el ofrecimiento. ¿Puedo
disculparme?
Él asintió con la cabeza y respondió:
—Sí. Pero si me necesitas golpea la pared.
Giró para marcharse, pero ella lo cogió de la
mano.
—Te olvidas de algo.
—¿De qué?
—De besarme.
—Ah, conque quieres que te bese…
—Siempre que no te pongas muy ufano y…
Él la abrazó y selló esas palabras con un
beso, dejándola sin aliento y sin cordura. ¡Por Dios, tendría que poner fin a
eso! La semana próxima. O la siguiente.
Joe le acariciaba un pecho; cuando le cogió la
mano para llevársela a la entrepierna, Demi se arqueó contra él y lo acarició
íntimamente. Él lanzó un gruñido aprobatorio; entonces la chica lo acarició un
poco más; luego se apartó apenas para coger aliento.
—Creo que estamos empañando las ventanillas
—murmuró.
—Estás empañando mucho más que las ventanillas
de mi coche —replicó él.
—Lástima que no tengamos tiempo. —Demi le
acarició la mandíbula con la boca—. Podríamos hacer otras cosas. —Y deslizó una
mano hasta el muslo de su novio, aún luchando con la desesperación que la había
acosado todo el día—. Ojalá pudieras quedarte.
—Ojalá, sí. —Joe volvió a gruñir, pero esta
vez de frustración—. Tendré que buscar la manera de que podamos pasar más
tiempo a solas.
—Eso me haría muy feliz. —Cuando estaban solos
llegaba a creer que él la resguardaría de todo. Cuando estaban solos casi
llegaba a creer que él la necesitaba.
—Esta noche te noto algo callada. ¿Tienes
algún problema?
Demi se puso tensa. Contaba con que Joe,
distraído como estaba, no reparara en su estado de confusión.
—Desde luego que no. ¿Qué problema podría
tener? Estoy comprometida con el hombre que amo y empañando sus ventanillas.
Con una risa apagada, él le alzó la barbilla
con el pulgar.
—¿Estás segura?
La chica contuvo el aliento.
—Muy segura.
—Si necesitas algo debes decírmelo.
—Sólo necesito que me ames, ser tu esposa.
Joe le acarició la mejilla.
—Mis padres han sugerido que podríamos
casarnos en junio. ¿Qué te parece?
—Es mucho esperar —observó ella, pensando en
la bomba de relojería que era Guy Crandall.
—Estoy de acuerdo contigo, pero mamá dice que
harán falta al menos seis meses para prepararlo todo. Parece casi tan
complicado como presentar una candidatura.
—Supongo que sí. ¿Te molestaría acompañarme
hasta la puerta? —preguntó ella, todavía asustada tras haber encontrado la nota
de Guy en el porche.
Joe subió con ella los peldaños de la entrada.
—Me encantaría entrar contigo. No olvides que
en Acción de Gracias te vendré a buscar para cenar con mis padres.
—Cómo olvidarlo. —Ella le dio un beso en los
labios—. Buenas noches, cariño.
Una vez dentro se mordió los labios. ¿Por
cuánto tiempo más podría ocultar a Joe el secreto de su padre? ¿Por cuánto
tiempo más quería hacerlo? Habría podido comerse las uñas pintadas hasta la
cutícula.
Amaba a Joe y quería estar con él. Necesitaba
hasta tal punto formar parte de su familia que no podía pensar en otra cosa,
pero estaba harta de fingirse perfecta; bien sabía Dios que no lo era. Con un
suspiro, echó el triple cerrojo a la puerta y subió a su dormitorio.
Aún no estaba segura de que él la amara de verdad.
La duda la asediaba. ¿Estaría luchando por algo que jamás sucedería? ¿Y si él
no la amaba jamás?
Entró en el dormitorio familiar, decorado con
los muebles de cerezo estilo Reina Ana que le había regalado su madre al
mudarse a Nueva York. Se quitó los zapatos a patadas. ¿Y si no podía ocultar el
secreto hasta después de la boda? Hasta junio, recordó. Y el estómago le dio un
vuelco. Tendría que mentir hasta junio.
¿Y si después él la odiaba por haberle
ocultado el secreto? ¿Y si la prensa lo descubría en mal momento? Entonces la
odiarían los dos: Joe y su padre.
Mientras se desabotonaba la blusa dejó escapar
un gemido. Quería ser para Joe la mujer de su vida, la mujer a la que él
recurriera siempre. Quería formar parte de su familia, aunque no fuera
perfecta. Y aunque su futuro suegro fuera el hombre más dominante del universo.
Desalentada hasta los huesos, colgó la ropa y
se puso el pijama. Luego se dedicó a la rutina de quitarse el maquillaje,
lavarse los dientes, meterse bajo la colcha. Como esa noche necesitaba algo más
de calor, conectó la manta eléctrica. Al estirar el brazo para apagar la
lámpara vio el anillo de pedida.
No dudaba de que el diamante fuera genuino. Un
Jonas no podía comprar nada malo. Pero le habría gustado tener la certeza de
que su matrimonio sería igualmente genuino.
El miércoles a la hora del almuerzo, la
recepcionista de la entrada principal llamó al despacho de _____.
—Perdone si la molesto, señorita Montague. Es
que hay aquí una joven que dice tener cita para un servicio, pero no figura en
los registros. Usted ya sabe lo atareados que estamos. Y ella insiste en hablar
con usted.
_____ puso los ojos en blanco. Alguna
universitaria con pretensiones de prima donna, probablemente.
—¿Cómo se llama?
—Lori Jean…
Ella sonrió.
—Iré en seguida.
Después de ordenar a Sara que no le pasara
ninguna llamada hasta nuevo aviso, continuó la marcha hacia la recepción. Ante
el escritorio estaba Lori Jean, vestida con un modelo exclusivo de vaqueros; el
pelo rubio era largo, lacio y sedoso. A modo de advertencia sutil, movió la
cabeza hacia un hombre corpulento que permanecía de pie a cierta distancia.
—¿Qué servicios ha solicitado, señorita?
—preguntó _____.
—Pues, todo. Tengo unos días de vacaciones y
necesito un SOS de belleza —explicó Lori Jean.
—Yo me ocuparé de esto —dijo _____ a la
recepcionista—. Por aquí, por favor.
—Hasta luego, Chucky —saludó la chica al
corpulento hombre de la puerta. Y susurró a su hermana mayor—: Guardaespaldas.
Un incordio de los peores. Mi padre está empeñadísimo en mantenerme virgen
hasta la boda. Si pudiera hacerlo, me pondría un cinturón de castidad, puedes
creerme.
—Pero ¿cómo te las has arreglado para venir?
—preguntó _____, muy consciente de que Harlan Granger, el padre de Lori Jean,
había hecho lo posible por cortar todos los vínculos de la chica con sus
hermanastras. Dos años atrás Michael, el marido de Katie, había logrado
reunirlas; entonces ellas juraron mantenerse en contacto. Para Lori Jean era
más difícil, pues su padre enloquecía en cuanto oía mencionar a Katie y a
_____. Además sufría del corazón—. Tu padre no te permite acercarte a dos
metros de mí.
—No sabe que eres tú quien dirige este instituto.
Le he dicho que, si me obliga a quedarme en ese colegio de señoritas perdido de
la mano de Dios, lo mínimo que puede hacer es darme un respiro en el mejor
instituto de belleza de Texas. Y aceptó, aunque a regañadientes. Eso sí: no
podré quedarme mucho tiempo. Dentro de tres horas su avión me llevará de nuevo
a Dallas.
—¿Y se supone que debemos ofrecerte un
servicio completo? —preguntó _____, mientras la conducía a su oficina.
En cuanto la puerta estuvo cerrada, su hermana
se le arrojó a los brazos.
—No sabes cuánto me alegro de verte.
Esa efusividad le derritió el corazón.
—Yo también. Menos mal que tienes imaginación.
Si no fuera así no te vería jamás.
Lori Jean se apartó un poco, ceñuda.
—Sí. Lástima que Katie no esté aquí.
—Vendrá el lunes, con Michael —dijo _____. De
inmediato se arrepintió.
—¿El lunes? ¡Me cago en la leche! Debo
regresar al colegio el domingo. ¿A qué vienen?
—Por algo relacionado con el trabajo de
Michael —inventó ella.
Lori suspiró.
—Qué faena. Bueno, al menos los verás tú. Quizá
podamos organizar algo por Navidad.
—Quizá. Oye, ¿quieres un tratamiento facial?
—Me gustaría que me cortes el pelo. —Lori
sonrió—. Hace mucho tiempo que no me lo cortas.
_____ se rio al recordar cómo había asesinado
la cabellera de su hermanita cuando eran pequeñas. Su madre se había puesto
furiosa.
—¿Tienes confianza en mí?
—Absolutamente. Pero corta sólo las puntas.
—¿Diez, doce centímetros? —bromeó la mayor.
Le cortó el pelo, le hizo la manicura, la
pedicura y le dio M&M's de su escondrijo secreto. Mientras tanto
conversaban sobre la vida universitaria de Lori Jean.
—Estas uñas son una catástrofe —comentó _____,
después de aplicarle el esmalte.
—Me las rompo en el establo —explicó la chica,
encogiéndose de hombros.
—Lo único bueno que Harlan ha hecho por ti es
haberte comprado ese caballo.
—En parte fue gracias a Katie. Prácticamente
lo obligó, el día en que él fue a recogerme. Pero Harlan me trata bien. Dice
que soy el sol de su vida y me cuida como al oro. Si no fuese tan
sobreprotector… —Echó un vistazo a _____—. Y tu padre, ¿lo ves a menudo?
—Nunca —respondió ella, mientras le pintaba
las uñas de los pies. Sin duda no había tenido mucha suerte en el sorteo de
padres—. Es mejor así. Kevin era un gran amigo.
—Siento mucho que lo hayas perdido. —Lori Jean
alargó la mano para tocar la de su hermana.
—No te arruines las uñas —protestó ella.
—Vaya, qué descuido. —La chica sonrió—. Oye,
¿cómo te marchan las cosas? Tus mensajes electrónicos no son muy reveladores.
—En el instituto bastante bien. Tuvimos dificultades
durante un tiempo, pero ya van pasando. Si todo marcha bien abriremos otra
sucursal en Dallas.
Lori Jean abrió mucho los ojos.
—¡Estupendo! Así podré verte más a menudo.
—Quizá. —_____, con una sonrisa, acabó de
pintarle el dedo pequeño del pie, sorprendida por lo mucho que disfrutaba
haciéndolo. Qué locura.
—¿Y sales con algún tipo? ¿Dos, tres?
—Por ahora no tengo tiempo.
Lori enarcó las cejas, incrédula.
—Tú me dijiste que siempre hay tiempo para
pasarlo bien con un tío.
Su hermana sonrió.
—Pero entonces era joven e ignorante. Ahora
soy vieja y estoy abrumada de trabajo.
—Conque no sales con nadie… ¿Con nadie de
verdad?
Por algún descabellado motivo que no tenía
explicación, _____ sintió el deseo de hacerle una confidencia.
—Vale —suspiró—. Hay uno. Un vecino.
—¿Y…? —insistió Lori, agitando con impaciencia
los dedos de los pies.
—¡Quieta! —ordenó la mayor severamente. Y
acabó de aplicar la segunda mano. Luego buscó las palabras adecuadas—. Es…, es
simpático.
La rubia hizo una mueca.
—Simpático. Pero ¿es guapo?
Ella asintió, pensando: «Muy guapo».
—¿Y ya habéis…, eh…?
—Es un amigo —aclaró _____ con una rara
sensación de timidez. Solía tomar el sexo a broma, pero con Nick era diferente.
—Un amigo —repitió Lori, desencantada—. Como
Kevin Bradford.
Ella negó con la cabeza.
—No. Otro tipo de amigo.
Sintió que su hermana la estudiaba un rato
largo. Su curiosidad casi estallaba en el aire.
—Seguro que es más que un amigo —dijo Lori con
sonsonete—. Seguro que te tiene loquita.
—Seguro que es mejor que te calles la boca si
no quieres que te corte quince centímetros de pelo —le advirtió _____.
Su hermana se acercaba demasiado a la verdad.
yessi jobrOss
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
Bueno chikas espero que hayan disfutado
de los capis :D mañana subo mas ;)
de los capis :D mañana subo mas ;)
yessi jobrOss
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
ooooooooooooooooooooooooooooooooohh
regresasteeeeee!!!
y que caaaaaaaapiiiiiiiiiiiiiisssssss!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
porfaaa subeeeeeee otroooooooooooo
regresasteeeeee!!!
y que caaaaaaaapiiiiiiiiiiiiiisssssss!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
porfaaa subeeeeeee otroooooooooooo
chelis
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
ooohhh has vuelto y con dos capitulos
willi volvera???
yo lo extraño ... Nick es un amor....
xoxo
willi volvera???
yo lo extraño ... Nick es un amor....
xoxo
Belencita
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
Porfin volviste! ooh más tierno Nicky<3 lo amo y la rachita menos mal que se está dando cuenta como tan pava! sube luegooo!.
VictoriaPaaz
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
ok chikas muchas gracias por comentar :roll:
ahorita les subo otros dos capis :D
ahorita les subo otros dos capis :D
yessi jobrOss
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
Capítulo 20
_____ declinó tres invitaciones para comer en
Acción de Gracias. La primera, de Nick, que la invitaba a reunirse con él y su
familia; cada vez que lo pensaba ponía los ojos en blanco: Demi habría tenido
que tomar sedantes. Una clienta la invitó a una gran reunión, pero ella la
rechazó cortésmente. Sara y Paul le propusieron que comiera con ellos, pero por
mucho cariño que les tuviera, por mucho que le alegrara ese romance, no se
sentía capaz de masticar viendo las caras de los tórtolos. Sara y Paul le
hacían pensar en cosas que no debía ambicionar. En tener un hijo, por ejemplo.
Con un hombre como Nick. Eran pensamientos peligrosos. Muy peligrosos.
«Debería irme a algún lugar del Caribe»,
pensó. Si al menos no la estuvieran extorsionando…
Llamó a Julia para averiguar cómo estaba
Willy. Sus gorgoritos al teléfono la tranquilizaron, aunque también hicieron
que lo extrañara aún más. Pero estaba feliz, sano y salvo, con su madre. Eso
era lo importante, se dijo.
Después de comer un sándwich de pavo en honor
al Día del Pavo, decidió obsequiarse con una visita a la muralla de agua. Como
casi todo el mundo estaría inmerso en reuniones familiares, sería difícil que
hubiese mucha gente allí.
Aparcó en un sitio prohibido, como siempre, y
corrió a su pequeña Meca dentro de la ciudad. Al entrar sintió la misma emoción
que experimentaba en cada visita. El agua tenía tal potencia que barría todos
sus problemas. Guy Crandall, la ausencia de Willy, el no haber podido nunca
complacer a su padre, la muerte de Dinero, su preocupación por Demi, su deseo
por Nick.
El corazón le dio un brinco. Vale: no llegaba
a eliminar ese último, pero todo lo demás se esfumaba. Se sentó, pese a lo frío
del hormigón, y cruzó los brazos sobre las rodillas para contemplar,
simplemente, el correr del agua. Pasaron treinta minutos; era como si le
hubieran purificado la mente por completo.
—Ya me imaginaba que estarías aquí —dijo Nick,
desde atrás.
El sonido de su voz le aceleró el pulso.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó sin volverse—.
Deberías estar cometiendo el pecado de la gula con tu familia. Y viendo el
fútbol hasta que se te cayeran los ojos.
Él se sentó a su lado.
—Ya he comido y escapado.
—Qué mala educación. —_____ apreció sus
pantalones finos y su chaqueta de pelo de camello—. Te estropearás la ropa
—advirtió.
Él se encogió de hombros.
—Qué bonito es esto —comentó, contemplando las
cascadas—. ¿No te alegras de verme?
Ella vaciló medio segundo, pero no podía negar
su placer.
—Sí —admitió de mala gana.
Nick, con los labios contraídos, la miró a los
ojos.
—Cómo te cuesta admitir que te gusto.
—Me digo y me repito que es una mala costumbre
pasar tanto tiempo juntos. Tendremos que abandonarla.
Él le rodeó los hombros con un brazo. Ese
gesto tan sencillo le hizo mucho bien. Su mera presencia le hacía bien.
—La semana que viene —añadió—. O la siguiente.
Su vecino asintió.
—O la siguiente, sí. Vamos a tu casa a ver el
fútbol.
—¿Por qué no lo ves con tus padres y tu
hermano?
—Bien sabes por qué. Porque te extraño.
Tanta franqueza continuaba derribando sus
defensas. Menuda tontería: que la aparición de Nick le hiciese sentirse
agradecida en Acción de Gracias. Tenía algo tenso y doloroso en el pecho.
—Realmente no debería reconocerlo, pero me has
alegrado el día.
—¿Es un secreto? —Él sonrió con dulzura y le
rozó la mejilla con los dedos—. Puedes contarme tus secretos cuando quieras,
_____. Nadie se enterará.
Y quizá fuera cierto, pensó ella.
Regresaron al apartamento de _____ y pasaron
la tarde sentados en el sofá, viendo el fútbol. Por fin ella sintió hambre;
podía preparar unos espaguetis, pero le daba pereza.
—¿Qué has almorzado? —preguntó Nick.
—Un sándwich de pavo.
La miró con espanto.
—¿No has comido? ¿En Acción de Gracias no has
comido?
—Era un sándwich excelente —aclaró ella a la
defensiva—. Y de postre he comido una galleta de menta bañada en chocolate.
Él puso los ojos en blanco.
—Te llevaré a cenar —dijo con firmeza.
_____ sacudió la cabeza.
—Nada de eso.
Le gruñía el estómago. Él le apuntó al vientre
con un dedo.
—No me digas que no tienes hambre.
—Hombre, no voy a morir de inanición por
haberme saltado una comida. Por otra parte ya lo hemos discutido. No pienso
mostrarme contigo en público.
—Hoy no habrá nadie en esos restaurantes
—aseguró Nick descartando sus temores—. Piénsalo. En Acción de Gracias los que
quieren comer fuera lo hacen a mediodía.
—Aun así no me gusta la idea.
—¡Pero si es una idea estupenda! ¿Qué
prefieres? Bistec, mariscos, chuletas…
A _____ se le hizo la boca agua y su estómago
volvió a rugir. Él la miró con aire vencedor.
—Vístete, que llamaré a un restaurante. Ella
arrugó el ceño al sentir que cedía. Por ridículo que pareciera, la idea de
salir esa noche con él le ofrecía una emoción prohibida.
—Eres muy testarudo.
—Es que te opones sin motivo. Si aceptas salir
esta noche te dejaré en paz toda una semana.
_____ cedió aún más.
—¿Me lo prometes?
Minutos después se ponía un corto vestido
negro, medias del mismo color y sus zapatos favoritos, de tacón asesino. Ambos
salieron rumbo a un acogedor restaurante del centro.
Al ver que había poca gente suspiró de alivio.
Con un poco de suerte no tropezarían con ningún conocido que tuviera
importancia para Nick. Él la llenó de vino, comida y conversación. A _____ le
gustaba su manera de mirarla, como si nada pudiera desviar su atención. Le
gustaba su manera gentil de bromear y provocarla sin dejarle pasar nada. Le
gustaban demasiadas cosas de Nick. Y a pesar de tanto bienestar tenía la
molesta sensación de que, si no se andaba con cautela, todo se derrumbaría a su
alrededor. Pero esa noche no pensaría en nada de eso.
—Escucha —dijo, apartando el postre de
chocolate que habían compartido—, me alegro de haberme dejado convencer, pero
tendrás que llevarme a casa en silla de ruedas. Disculpa. Debo ir a empolvarme
la nariz.
Al abandonar la mesa sintió la mirada de Nick
fija en su trasero y no pudo dejar de sonreír. Aún sonreía cuando salió del
tocador.
—¡Vaya, vaya, vaya, pero si es el bomboncito
de Kevin! —dijo una voz masculina—. Que Dios lo tenga en su gloria.
_____ volvió bruscamente la cabeza. Era un
empresario conocido de Kevin que la miraba con lascivia. Ese hombre nunca le
había caído bien. Podía perdonarle la barriga y el peinado con que intentaba
disimular la calvicie, pero su actitud le ponía la carne de gallina. Mucho más
en ese momento, después de haber pasado tanto tiempo con Nick. Eso era algo
sobre lo que reflexionar más tarde.
—Feliz Acción de Gracias, señor Winters —dijo
cortésmente, pero sin ofrecerle la mano.
—Hace mucho tiempo que no se te ve, _____. A
Kevin no le gustaría que desperdiciaras tu vida. Si necesitas consuelo será un
placer invitarte a cenar un día de estos. —Y el hombre intentó darle su tarjeta
de visita.
—Mire, es que no puedo —aseguró ella—. No, de
ningún modo.
Winters enarcó las cejas.
—¿Ya has conseguido a otro que te ayude?
Ella luchó contra el ardiente impulso de
clavarle un tacón en la ingle.
—No, me ayudo yo misma. Lo prefiero así.
—Pues si cambias de idea… —Él seguía agitando
la tarjeta de visita.
—No pienso cambiar —replicó ella, seca.
Y volvió a su mesa. Trataba de aparentar calma,
pero Nick debió de percibir que algo andaba mal.
—¿Qué ha pasado? ¿El servicio no está bien?
Ella sonrió a pesar de sus nervios.
—El servicio está estupendamente. Pero he
tropezado con alguien que no figura en mi lista de agradecimientos. ¿Podemos salir
de aquí, por favor?
—Cuando quieras. Ya he pagado.
_____ sintió un hálito de alivio al subir al
coche, pero aún estaba molesta. ¿Y si Winters la hubiese visto con él? ¿Y si lo
comentaba con otros, con posibles clientes de Nick? Dedicó todo el trayecto de
regreso a los autorreproches.
Una vez dentro del garaje Nick apagó el motor.
—No has dicho una palabra en voz alta desde
que hemos salido del restaurante, pero juraría que has estado mascando
maldiciones para tus adentros. ¿Por qué no me explicas qué pasa?
—Pasa que he hecho mal en salir contigo. Basta
un mal encuentro, uno que cotillee y te encontrarás con una patata caliente
entre las manos.
Él la miró con aire confundido.
—¿De qué hablas?
—Hablo de tu reputación. Eso es lo que podría
pasarte por mi culpa. Que perdieras posibles clientes, posibles amigos, si
supieran que sales conmigo.
—No me interesa lo que piense la gente.
—Eso dicen siempre los que nunca han sido
despreciados ni han perdido negocios a causa de rumores malignos.
Nick se calló un momento.
—¿Cuánto tiempo llevas luchando contra los
rumores?
Ella rio, pero sin humor.
—Desde que nací. Mi madre era algo excéntrica.
Cuando se quedaba sin dinero, para comprar comida se presentaba a algún
concurso de camisetas mojadas. En casa de mi padre siempre fui una extraña.
Después vine a Houston; aquí no era nadie hasta que Kevin me tomó a su cargo. Y
ahora soy el ex bomboncito de Kevin.
—Podrías tratar de ser más fea —propuso Nick.
_____ sonrió de mala gana.
—Estoy tratando de hablar en serio. Hablo de
proteger tu futuro y tu reputación.
En los ojos de su compañero centelleó la
temeridad.
—¿Y si no quiero proteger mi reputación? ¿Y si
me interesa lo que yo mismo piense de ti, no lo que piensen otros? —Hizo una
pausa de medio segundo—. ¿Y si estoy enamorado de ti?
«Ay, madre mía…» _____ pasó un minuto entero
sin poder respirar. Luego negó con la cabeza.
—No, no hay nada de eso. Te confundes porque
hacemos el amor muy bien y porque soy diferente. Soy una novedad. Estás
habituado al cristal de Bohemia y yo soy de loza.
—Es cierto que hacemos el amor muy
compenetrados y que eres diferente, pero no estoy confundido. Te quiero. No
sólo por la noche, entre las sábanas. Te quiero fuera, a la luz del sol, frente
a la multitud. Te quiero y no deseo que sea un secreto.
_____ maldijo por lo bajo y se tapó los ojos
con la mano. No, no, no.
—No, Nick, no estás enamorado de mí.
—¿Y si es cierto?
Ella sentía como si se la llevara el viento.
No podía. Era una idea terrible. Por mucho que hubiera disfrutado cada minuto
de su compañía siempre había sabido que no llegarían a nada.
—No es cierto —insistió.
—¿Y si es cierto?
—Yo no te quiero —aseguró ella. Y sintió que
se desgarraba por dentro al ver cómo se le apagaba la luz en los ojos—. Lo
siento, pero no te quiero —repitió.
Y bajó del coche para ir hacia el ascensor.
Pulsó el botón con tanta violencia que se
rompió una uña. En cuanto la puerta se abrió, entró deprisa y se dejó caer
contra la pared; sentía como si la persiguieran todos los perros del infierno.
Como si hubiera cometido algún pecado espantoso, más espantoso que cuantos
hubiera podido imaginar cuando vivía en casa de su padre.
Nick no lo entendía. Por muy inteligente que
fuera, su único punto de referencia era ser uno de los Jonas. ¿Cómo se sentiría
si la gente comenzaba a murmurar a su espalda? ¿Cuando descubriese que los
clientes decidían tratar con otro bufete debido a su relación con _____? ¿Y si
su familia se volvía contra él?
Ella no soportaba pensar que pudiera pasarle
algo de eso. Nick era uno de los pocos hombres realmente buenos que había
conocido en el mundo. Y por nada del mundo le arruinaría el futuro.
En cuanto se abrieron las puertas del ascensor
corrió a su apartamento, rogando que él no usara su llave para entrar. Se
arrancó el vestido para ponerse un pijama de franela. Luego plantó una silla
bajo el picaporte y apagó todas las luces.
Cuando oyó llamar a la puerta se tapó los
oídos. Se puso los auriculares y escuchó algo de Alicia Keys. Se los quitó
cuando ya no pudo soportar la voz emotiva de la cantante.
Silencio.
Experimentaba una extraña mezcla de alivio y
doloroso desencanto. Entonces sonó el teléfono. Echó un vistazo al
identificador de llamadas. Nick Jonas. Arrancó el cable de la pared.
Demi subió los peldaños de la casa Jonas y
tocó la campanilla. La asistenta la hizo pasar. Mientras esperaba a que
apareciera Joe, giraba el anillo de compromiso en su dedo, mordiéndose los
labios.
Desde el jueves no había hecho otra cosa que
reflexionar sobre la situación, pero la decisión estaba tomada desde la comida
de Acción de Gracias; fue en el momento en que servían los pasteles de nuez de
pacana y calabaza y Nick se retiraba de la mesa.
Joe le había cogido la mano para llevársela a
los labios. Ese gesto la cogió desprevenida. Y sus palabras la derribaron:
«Gracias a ti, este día de Acción de Gracias ha sido especial. Quiero hacer que
en el futuro todos tus días sean especiales».
Conque de verdad la quería… Profundamente.
Hasta era posible que la amara. Demi volvió a mover el anillo. Muchos dirían
que eso no tenía sentido, pero en ese momento ella había comprendido que debía
romper el compromiso.
Compartir la mesa con Joe y su familia,
sentirse parte del grupo y querida por Joe, era un sueño hecho realidad. Pero
entonces se supo falsa.
Joe la quería sinceramente. Qué egoísmo el de
ella, que ponía en peligro su limpia reputación, su sueño de salir elegido. Si
realmente lo amaba, si no era una niña malcriada, su deber era protegerlo.
Descubrir todo lo que había hecho _____ por
cumplir lo que le había prometido a Kevin le había dado mucho que pensar. Ella
podía bromear sobre las cosas que hay que hacer para retener a un hombre, pero
cuando llegaba el momento de la verdad tenía el valor de sacrificarse por los
que amaba.
Y ella, ¿amaba a Joe tanto como para sacrificarse?
—¡Demi! ¡Qué agradable sorpresa! —dijo Joe,
que descendía la escalera con una sonrisa—. Estaba pensando en ti mientras
escribía mi discurso.
Al verlo el corazón le dio un vuelco. Notó
entonces en sus ojos algo que hasta entonces no había detectado: la suave luz
del amor que va creciendo. Frenética como estaba, obsesionada por atraparlo, no
lo había visto. Allí había entrega.
Él le tocó la mandíbula y enhebró los dedos en
su pelo.
—Estás helada. Quítate el abrigo, que te
traeré chocolate caliente.
Algo se retorció dentro de ella.
—No puedo quedarme. Sólo quería verte un
minuto. —Miró alrededor—. ¿Hay algún lugar donde podamos hablar a solas?
A Joe se le borró la sonrisa.
—Por supuesto. —La condujo hacia una sala
pequeña—. ¿Tienes algún problema? ¿Maxine está bien?
Demi se rio, sofocando un arrebato de
histeria. Lo que menos la preocupaba era la perra.
—Maxine está bien, sí, pero yo…, eh… —Se le quebró la voz. Tuvo que
tensar la columna—. He estado pensando.
Volvió a retorcer el anillo en su dedo, sin
mirar a Joe, tratando de articular las palabras. Las había practicado, pero de
pronto tenía la mente en blanco. Carraspeó. «Es como arrancarse un
esparadrapo», se dijo. «Hazlo de golpe.» Se quitó bruscamente el anillo y lo
puso en la mano de su novio.
—No puedo casarme contigo. Lo siento.
Él la miró con fijeza, atónito.
—¿Por qué?
Demi sacudió la cabeza.
—Porque no. No puedo explicártelo pero debes
creerme: es lo mejor para ti. De verdad. —Le temblaba la voz—. Lo siento.
Joe alargó la mano para tocarla, pero ella
retrocedió.
—Estás muy nerviosa, Demi —dijo, con los ojos
oscurecidos por el dolor y la confusión—. Tenemos que discutirlo. No soporto
verte tan nerviosa.
Ella volvió a negar con la cabeza; tenía los
ojos llenos de lágrimas.
—No puedo discutirlo. —La angustia le
atenazaba la garganta—. No puedo. Lo siento. —Y salió corriendo de la
habitación.
_____ logró evitar a Nick durante dos días. Al
tercero él abrió la puerta de par en par sin darle tiempo a poner la silla bajo
el picaporte.
—¿Nunca escuchas los mensajes del contestador?
—le preguntó. Parecía una nube de tormenta.
Verlo era como tener una morsa apretándole el
pecho.
—Quiero esperar hasta el lunes, por si acaso
Guy…
—Pues convendría que vieras si Demi no te ha
dejado alguno.
_____ parpadeó.
—¿Demi? Desde la semana pasada no he sabido
nada de ella. ¿Le ha sucedido algo? —Sintió el cuchillo del pánico—. ¿Está
bien?
—Físicamente, sí. Pero ha roto con Joe.
_____ se quedó boquiabierta.
—No lo puedo creer.
—Pues créetelo. Anoche rompió el compromiso. Joe
anda por ahí como un muerto viviente. Anoche me llamaron los dos, él y mi
padre. Luego él salió conmigo a ahogar sus penas. —Nick le arrojó una mirada
amarga—. ¿Qué le aconsejaste a esa chica?
—¡Nada! —_____ rebuscó en su memoria—. Le
insinué que se quedara embarazada, pero ella lo descartó, pues estaba tomando
la píldora. Como me daba a entender que no había disfrutado mucho del sexo con
él, le dije que siempre es mejor si el hombre tiene que esforzarse para
conseguirte. —Afrontó la mirada censora de su vecino—. Pues mira, es la verdad…
generalmente —añadió—. No me explico por qué puede haber roto el compromiso. A
menos que Guy haya vuelto a ponerse en contacto con ella. ¿Podría ser que…?
—No sé qué pensar —reconoció Nick—. Sólo sé
que mi hermano está muy abatido. Y tú me hiciste prometer que no le revelaría
el problema de Demi.
—No entiendo por qué ha hecho eso. ¡No lo
entiendo! ¡Pero si se moría por casarse con Joe! Quería formar parte de vuestra
familia. Y tu padre prácticamente la escogió para Joe. —_____ meneó la cabeza,
desconcertada.
—Quizá ha cambiado de idea al conocernos
mejor.
—No, no lo creo. Aunque tu padre sea un
cretino y tu madre abuse de los medicamentos, son buenas personas. —Suspiró—. Demi
quería tener una familia. Quería echar raíces, saber que alguien la necesitaba.
—¿Cómo sabes eso? —inquirió él con una mirada
tan penetrante que pareció cortarle la mente en dos—. No sabía que erais
íntimas amigas.
—No somos amigas, pero la comprendo.
—¿Por qué? No será porque las dos buscáis lo
mismo, ¿verdad?
_____ no quiso responder a eso.
—La comprendo. Eso es todo.
Le dolió la tormenta que veía en los ojos de
Nick. Se dijo que la causa de tanta desdicha debía ser ella. Y eso le dolió otra
vez.
—Joe tiene que conocer el secreto de Demi. Se
lo voy a decir —decidió él.
_____ sacudió la cabeza.
—No puedes. Me lo prometiste. El lunes vendrán
mi hermana y mi cuñado. Entonces quizá podamos resolver algo.
—Son ellos los que deNick resolver esto. Es
hora de arar o desenganchar los bueyes.
Ella sintió un nudo en la garganta, como si
Nick no se refiriera sólo a Joe y Demi, como si hablara de ella. Ella estaba
dispuesta a desenganchar los bueyes. Era lo que había pensado desde un principio.
«Sigue pensando así, y saldrás bien de esto.»
—Preferiría que esperaras hasta el lunes
—pidió.
—Ya veremos. —Y Nick salió.
El domingo por la mañana Joe no se presentó a
la hora debida para practicar el golf con los ricos y poderosos. Su padre se fastidiaría,
pero no importaba: Joe tenía cosas más importantes en la cabeza. Llevaba el
anillo de Demi en el bolsillo y, en el asiento del coche, dos docenas de rosas
envueltas en papel verde.
Se detuvo frente a la casa de la chica y apagó
el motor. Luego, con las flores en la mano, subió por el camino de entrada al
porche, tan meticulosamente cuidado, y llamó al timbre.
Se oyó el ladrido de la perra, pero nadie
abrió la puerta.
Eso no le sorprendió. Demi llevaba dos días
sin coger el teléfono. Llamó otra vez.
Tampoco obtuvo respuesta.
Entonces golpeó con los puños. Como ella
seguía sin acudir empezó a gritar:
—No me iré hasta que bajes a hablar conmigo, Demi;
si es necesario derribaré esta puñetera puerta. Baja de una vez y…
La puerta se abrió de pronto. Allí estaba Demi,
con el pelo revuelto, vestida con una larga bata estilo quimono, mirándolo con
aire de sorpresa. Luego lo estudió con atención.
—¿Has estado bebiendo?
—Hoy no —repuso él, aunque un par de noches
antes había pillado una borrachera de órdago. Nunca habría sospechado que la
resaca pudiera durar más de veinticuatro horas—. Tenemos que hablar.
Ella se ciñó la bata.
—Ya hemos hablado bastante —afirmó con el
mentón en alto—. Te he dicho lo que creo: que un compromiso entre nosotros no
funcionará.
—No estoy de acuerdo.
Ella suspiró.
—Seguramente tu padre te ha enviado para que
trates de persuadirme…
—Mi padre me esperaba para un partido de golf
que debía comenzar hace quince minutos. —Joe esbozó una sonrisa lúgubre—. Lo he
plantado.
Ella pareció momentáneamente sorprendida, pero
luego meneó la cabeza.
—No importa. Esto no resultará y…
—¿Puedo pasar?
Demi, con un parpadeo, cambió un poco de
posición para que Maxine no
saliera.
—No.
—Si no me dejas entrar armaré una escena que
tus vecinos jamás olvidarán.
Por la cara de la chica cruzó el horror.
Suspiró otra vez.
—Vale, pasa. Pero en realidad no hay nada que
discutir. Estoy decidida…
En cuanto estuvo dentro Joe la empujó contra
la pared y apretó su boca a la de ella. Luego se retiró apenas.
—Te echaba de menos.
—¿De verdad? —preguntó ella, sobresaltada.
—Sí, de verdad. Añoraba tu sonrisa. Añoraba tu
facultad de soportar mis conversaciones aburridas.
—No son aburridas.
—Vale, son egocéntricas.
—Es por las elecciones, ¿no?
—Ojalá. Yo mismo me aburriré una barbaridad si
no encuentro la manera de reconducirlo.
Demi estaba boquiabierta.
—Extrañaba tus orejas —agregó él, tocando una
que sobresalía entre los mechones rubios. Ella, ruborizada, trató de
disimularlas—. Quiero recuperarte. ¿Qué debo hacer?
La chica tragó saliva. Luego le apartó de un
empujón.
—Ya…, ya te he dicho que no creo que hagamos
una buena pareja.
—Pero ¿por qué? —Él la siguió al salón.
—No creo servir para esposa de político
—manifestó ella, paseándose por una alfombra oriental.
Joe interrumpió su paseo.
—¿Cómo se te ocurre, si nunca te has quedado
dormida durante mis discursos? —bromeó, tratando de aflojar un poco la tensión.
Ella no podía encarar su mirada.
—Demi, dime por qué me has dejado.
La chica se mordió el labio.
—Porque tengo un secreto que podría ser
turbio. —Lo miró a los ojos, llena de angustia—. No puedo arruinar tus sueños.
—Se le quebró la voz—. No puedo.
Lo profundo de su dolor hirió a Joe en el
alma. Y lo profundo de su amor lo conmovió. Sólo ahora comprendía lo mucho que le
importaba esa mujer, lo preciosa que era.
—¿Qué secreto es ése?
—Se refiere a mi padre.
Un viaje imaginario al Caribe
puede salvarte de la locura. Y es gratis.
puede salvarte de la locura. Y es gratis.
Aforismo de _____
_____ declinó tres invitaciones para comer en
Acción de Gracias. La primera, de Nick, que la invitaba a reunirse con él y su
familia; cada vez que lo pensaba ponía los ojos en blanco: Demi habría tenido
que tomar sedantes. Una clienta la invitó a una gran reunión, pero ella la
rechazó cortésmente. Sara y Paul le propusieron que comiera con ellos, pero por
mucho cariño que les tuviera, por mucho que le alegrara ese romance, no se
sentía capaz de masticar viendo las caras de los tórtolos. Sara y Paul le
hacían pensar en cosas que no debía ambicionar. En tener un hijo, por ejemplo.
Con un hombre como Nick. Eran pensamientos peligrosos. Muy peligrosos.
«Debería irme a algún lugar del Caribe»,
pensó. Si al menos no la estuvieran extorsionando…
Llamó a Julia para averiguar cómo estaba
Willy. Sus gorgoritos al teléfono la tranquilizaron, aunque también hicieron
que lo extrañara aún más. Pero estaba feliz, sano y salvo, con su madre. Eso
era lo importante, se dijo.
Después de comer un sándwich de pavo en honor
al Día del Pavo, decidió obsequiarse con una visita a la muralla de agua. Como
casi todo el mundo estaría inmerso en reuniones familiares, sería difícil que
hubiese mucha gente allí.
Aparcó en un sitio prohibido, como siempre, y
corrió a su pequeña Meca dentro de la ciudad. Al entrar sintió la misma emoción
que experimentaba en cada visita. El agua tenía tal potencia que barría todos
sus problemas. Guy Crandall, la ausencia de Willy, el no haber podido nunca
complacer a su padre, la muerte de Dinero, su preocupación por Demi, su deseo
por Nick.
El corazón le dio un brinco. Vale: no llegaba
a eliminar ese último, pero todo lo demás se esfumaba. Se sentó, pese a lo frío
del hormigón, y cruzó los brazos sobre las rodillas para contemplar,
simplemente, el correr del agua. Pasaron treinta minutos; era como si le
hubieran purificado la mente por completo.
—Ya me imaginaba que estarías aquí —dijo Nick,
desde atrás.
El sonido de su voz le aceleró el pulso.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó sin volverse—.
Deberías estar cometiendo el pecado de la gula con tu familia. Y viendo el
fútbol hasta que se te cayeran los ojos.
Él se sentó a su lado.
—Ya he comido y escapado.
—Qué mala educación. —_____ apreció sus
pantalones finos y su chaqueta de pelo de camello—. Te estropearás la ropa
—advirtió.
Él se encogió de hombros.
—Qué bonito es esto —comentó, contemplando las
cascadas—. ¿No te alegras de verme?
Ella vaciló medio segundo, pero no podía negar
su placer.
—Sí —admitió de mala gana.
Nick, con los labios contraídos, la miró a los
ojos.
—Cómo te cuesta admitir que te gusto.
—Me digo y me repito que es una mala costumbre
pasar tanto tiempo juntos. Tendremos que abandonarla.
Él le rodeó los hombros con un brazo. Ese
gesto tan sencillo le hizo mucho bien. Su mera presencia le hacía bien.
—La semana que viene —añadió—. O la siguiente.
Su vecino asintió.
—O la siguiente, sí. Vamos a tu casa a ver el
fútbol.
—¿Por qué no lo ves con tus padres y tu
hermano?
—Bien sabes por qué. Porque te extraño.
Tanta franqueza continuaba derribando sus
defensas. Menuda tontería: que la aparición de Nick le hiciese sentirse
agradecida en Acción de Gracias. Tenía algo tenso y doloroso en el pecho.
—Realmente no debería reconocerlo, pero me has
alegrado el día.
—¿Es un secreto? —Él sonrió con dulzura y le
rozó la mejilla con los dedos—. Puedes contarme tus secretos cuando quieras,
_____. Nadie se enterará.
Y quizá fuera cierto, pensó ella.
Regresaron al apartamento de _____ y pasaron
la tarde sentados en el sofá, viendo el fútbol. Por fin ella sintió hambre;
podía preparar unos espaguetis, pero le daba pereza.
—¿Qué has almorzado? —preguntó Nick.
—Un sándwich de pavo.
La miró con espanto.
—¿No has comido? ¿En Acción de Gracias no has
comido?
—Era un sándwich excelente —aclaró ella a la
defensiva—. Y de postre he comido una galleta de menta bañada en chocolate.
Él puso los ojos en blanco.
—Te llevaré a cenar —dijo con firmeza.
_____ sacudió la cabeza.
—Nada de eso.
Le gruñía el estómago. Él le apuntó al vientre
con un dedo.
—No me digas que no tienes hambre.
—Hombre, no voy a morir de inanición por
haberme saltado una comida. Por otra parte ya lo hemos discutido. No pienso
mostrarme contigo en público.
—Hoy no habrá nadie en esos restaurantes
—aseguró Nick descartando sus temores—. Piénsalo. En Acción de Gracias los que
quieren comer fuera lo hacen a mediodía.
—Aun así no me gusta la idea.
—¡Pero si es una idea estupenda! ¿Qué
prefieres? Bistec, mariscos, chuletas…
A _____ se le hizo la boca agua y su estómago
volvió a rugir. Él la miró con aire vencedor.
—Vístete, que llamaré a un restaurante. Ella
arrugó el ceño al sentir que cedía. Por ridículo que pareciera, la idea de
salir esa noche con él le ofrecía una emoción prohibida.
—Eres muy testarudo.
—Es que te opones sin motivo. Si aceptas salir
esta noche te dejaré en paz toda una semana.
_____ cedió aún más.
—¿Me lo prometes?
Minutos después se ponía un corto vestido
negro, medias del mismo color y sus zapatos favoritos, de tacón asesino. Ambos
salieron rumbo a un acogedor restaurante del centro.
Al ver que había poca gente suspiró de alivio.
Con un poco de suerte no tropezarían con ningún conocido que tuviera
importancia para Nick. Él la llenó de vino, comida y conversación. A _____ le
gustaba su manera de mirarla, como si nada pudiera desviar su atención. Le
gustaba su manera gentil de bromear y provocarla sin dejarle pasar nada. Le
gustaban demasiadas cosas de Nick. Y a pesar de tanto bienestar tenía la
molesta sensación de que, si no se andaba con cautela, todo se derrumbaría a su
alrededor. Pero esa noche no pensaría en nada de eso.
—Escucha —dijo, apartando el postre de
chocolate que habían compartido—, me alegro de haberme dejado convencer, pero
tendrás que llevarme a casa en silla de ruedas. Disculpa. Debo ir a empolvarme
la nariz.
Al abandonar la mesa sintió la mirada de Nick
fija en su trasero y no pudo dejar de sonreír. Aún sonreía cuando salió del
tocador.
—¡Vaya, vaya, vaya, pero si es el bomboncito
de Kevin! —dijo una voz masculina—. Que Dios lo tenga en su gloria.
_____ volvió bruscamente la cabeza. Era un
empresario conocido de Kevin que la miraba con lascivia. Ese hombre nunca le
había caído bien. Podía perdonarle la barriga y el peinado con que intentaba
disimular la calvicie, pero su actitud le ponía la carne de gallina. Mucho más
en ese momento, después de haber pasado tanto tiempo con Nick. Eso era algo
sobre lo que reflexionar más tarde.
—Feliz Acción de Gracias, señor Winters —dijo
cortésmente, pero sin ofrecerle la mano.
—Hace mucho tiempo que no se te ve, _____. A
Kevin no le gustaría que desperdiciaras tu vida. Si necesitas consuelo será un
placer invitarte a cenar un día de estos. —Y el hombre intentó darle su tarjeta
de visita.
—Mire, es que no puedo —aseguró ella—. No, de
ningún modo.
Winters enarcó las cejas.
—¿Ya has conseguido a otro que te ayude?
Ella luchó contra el ardiente impulso de
clavarle un tacón en la ingle.
—No, me ayudo yo misma. Lo prefiero así.
—Pues si cambias de idea… —Él seguía agitando
la tarjeta de visita.
—No pienso cambiar —replicó ella, seca.
Y volvió a su mesa. Trataba de aparentar calma,
pero Nick debió de percibir que algo andaba mal.
—¿Qué ha pasado? ¿El servicio no está bien?
Ella sonrió a pesar de sus nervios.
—El servicio está estupendamente. Pero he
tropezado con alguien que no figura en mi lista de agradecimientos. ¿Podemos salir
de aquí, por favor?
—Cuando quieras. Ya he pagado.
_____ sintió un hálito de alivio al subir al
coche, pero aún estaba molesta. ¿Y si Winters la hubiese visto con él? ¿Y si lo
comentaba con otros, con posibles clientes de Nick? Dedicó todo el trayecto de
regreso a los autorreproches.
Una vez dentro del garaje Nick apagó el motor.
—No has dicho una palabra en voz alta desde
que hemos salido del restaurante, pero juraría que has estado mascando
maldiciones para tus adentros. ¿Por qué no me explicas qué pasa?
—Pasa que he hecho mal en salir contigo. Basta
un mal encuentro, uno que cotillee y te encontrarás con una patata caliente
entre las manos.
Él la miró con aire confundido.
—¿De qué hablas?
—Hablo de tu reputación. Eso es lo que podría
pasarte por mi culpa. Que perdieras posibles clientes, posibles amigos, si
supieran que sales conmigo.
—No me interesa lo que piense la gente.
—Eso dicen siempre los que nunca han sido
despreciados ni han perdido negocios a causa de rumores malignos.
Nick se calló un momento.
—¿Cuánto tiempo llevas luchando contra los
rumores?
Ella rio, pero sin humor.
—Desde que nací. Mi madre era algo excéntrica.
Cuando se quedaba sin dinero, para comprar comida se presentaba a algún
concurso de camisetas mojadas. En casa de mi padre siempre fui una extraña.
Después vine a Houston; aquí no era nadie hasta que Kevin me tomó a su cargo. Y
ahora soy el ex bomboncito de Kevin.
—Podrías tratar de ser más fea —propuso Nick.
_____ sonrió de mala gana.
—Estoy tratando de hablar en serio. Hablo de
proteger tu futuro y tu reputación.
En los ojos de su compañero centelleó la
temeridad.
—¿Y si no quiero proteger mi reputación? ¿Y si
me interesa lo que yo mismo piense de ti, no lo que piensen otros? —Hizo una
pausa de medio segundo—. ¿Y si estoy enamorado de ti?
«Ay, madre mía…» _____ pasó un minuto entero
sin poder respirar. Luego negó con la cabeza.
—No, no hay nada de eso. Te confundes porque
hacemos el amor muy bien y porque soy diferente. Soy una novedad. Estás
habituado al cristal de Bohemia y yo soy de loza.
—Es cierto que hacemos el amor muy
compenetrados y que eres diferente, pero no estoy confundido. Te quiero. No
sólo por la noche, entre las sábanas. Te quiero fuera, a la luz del sol, frente
a la multitud. Te quiero y no deseo que sea un secreto.
_____ maldijo por lo bajo y se tapó los ojos
con la mano. No, no, no.
—No, Nick, no estás enamorado de mí.
—¿Y si es cierto?
Ella sentía como si se la llevara el viento.
No podía. Era una idea terrible. Por mucho que hubiera disfrutado cada minuto
de su compañía siempre había sabido que no llegarían a nada.
—No es cierto —insistió.
—¿Y si es cierto?
—Yo no te quiero —aseguró ella. Y sintió que
se desgarraba por dentro al ver cómo se le apagaba la luz en los ojos—. Lo
siento, pero no te quiero —repitió.
Y bajó del coche para ir hacia el ascensor.
Pulsó el botón con tanta violencia que se
rompió una uña. En cuanto la puerta se abrió, entró deprisa y se dejó caer
contra la pared; sentía como si la persiguieran todos los perros del infierno.
Como si hubiera cometido algún pecado espantoso, más espantoso que cuantos
hubiera podido imaginar cuando vivía en casa de su padre.
Nick no lo entendía. Por muy inteligente que
fuera, su único punto de referencia era ser uno de los Jonas. ¿Cómo se sentiría
si la gente comenzaba a murmurar a su espalda? ¿Cuando descubriese que los
clientes decidían tratar con otro bufete debido a su relación con _____? ¿Y si
su familia se volvía contra él?
Ella no soportaba pensar que pudiera pasarle
algo de eso. Nick era uno de los pocos hombres realmente buenos que había
conocido en el mundo. Y por nada del mundo le arruinaría el futuro.
En cuanto se abrieron las puertas del ascensor
corrió a su apartamento, rogando que él no usara su llave para entrar. Se
arrancó el vestido para ponerse un pijama de franela. Luego plantó una silla
bajo el picaporte y apagó todas las luces.
Cuando oyó llamar a la puerta se tapó los
oídos. Se puso los auriculares y escuchó algo de Alicia Keys. Se los quitó
cuando ya no pudo soportar la voz emotiva de la cantante.
Silencio.
Experimentaba una extraña mezcla de alivio y
doloroso desencanto. Entonces sonó el teléfono. Echó un vistazo al
identificador de llamadas. Nick Jonas. Arrancó el cable de la pared.
Demi subió los peldaños de la casa Jonas y
tocó la campanilla. La asistenta la hizo pasar. Mientras esperaba a que
apareciera Joe, giraba el anillo de compromiso en su dedo, mordiéndose los
labios.
Desde el jueves no había hecho otra cosa que
reflexionar sobre la situación, pero la decisión estaba tomada desde la comida
de Acción de Gracias; fue en el momento en que servían los pasteles de nuez de
pacana y calabaza y Nick se retiraba de la mesa.
Joe le había cogido la mano para llevársela a
los labios. Ese gesto la cogió desprevenida. Y sus palabras la derribaron:
«Gracias a ti, este día de Acción de Gracias ha sido especial. Quiero hacer que
en el futuro todos tus días sean especiales».
Conque de verdad la quería… Profundamente.
Hasta era posible que la amara. Demi volvió a mover el anillo. Muchos dirían
que eso no tenía sentido, pero en ese momento ella había comprendido que debía
romper el compromiso.
Compartir la mesa con Joe y su familia,
sentirse parte del grupo y querida por Joe, era un sueño hecho realidad. Pero
entonces se supo falsa.
Joe la quería sinceramente. Qué egoísmo el de
ella, que ponía en peligro su limpia reputación, su sueño de salir elegido. Si
realmente lo amaba, si no era una niña malcriada, su deber era protegerlo.
Descubrir todo lo que había hecho _____ por
cumplir lo que le había prometido a Kevin le había dado mucho que pensar. Ella
podía bromear sobre las cosas que hay que hacer para retener a un hombre, pero
cuando llegaba el momento de la verdad tenía el valor de sacrificarse por los
que amaba.
Y ella, ¿amaba a Joe tanto como para sacrificarse?
—¡Demi! ¡Qué agradable sorpresa! —dijo Joe,
que descendía la escalera con una sonrisa—. Estaba pensando en ti mientras
escribía mi discurso.
Al verlo el corazón le dio un vuelco. Notó
entonces en sus ojos algo que hasta entonces no había detectado: la suave luz
del amor que va creciendo. Frenética como estaba, obsesionada por atraparlo, no
lo había visto. Allí había entrega.
Él le tocó la mandíbula y enhebró los dedos en
su pelo.
—Estás helada. Quítate el abrigo, que te
traeré chocolate caliente.
Algo se retorció dentro de ella.
—No puedo quedarme. Sólo quería verte un
minuto. —Miró alrededor—. ¿Hay algún lugar donde podamos hablar a solas?
A Joe se le borró la sonrisa.
—Por supuesto. —La condujo hacia una sala
pequeña—. ¿Tienes algún problema? ¿Maxine está bien?
Demi se rio, sofocando un arrebato de
histeria. Lo que menos la preocupaba era la perra.
—Maxine está bien, sí, pero yo…, eh… —Se le quebró la voz. Tuvo que
tensar la columna—. He estado pensando.
Volvió a retorcer el anillo en su dedo, sin
mirar a Joe, tratando de articular las palabras. Las había practicado, pero de
pronto tenía la mente en blanco. Carraspeó. «Es como arrancarse un
esparadrapo», se dijo. «Hazlo de golpe.» Se quitó bruscamente el anillo y lo
puso en la mano de su novio.
—No puedo casarme contigo. Lo siento.
Él la miró con fijeza, atónito.
—¿Por qué?
Demi sacudió la cabeza.
—Porque no. No puedo explicártelo pero debes
creerme: es lo mejor para ti. De verdad. —Le temblaba la voz—. Lo siento.
Joe alargó la mano para tocarla, pero ella
retrocedió.
—Estás muy nerviosa, Demi —dijo, con los ojos
oscurecidos por el dolor y la confusión—. Tenemos que discutirlo. No soporto
verte tan nerviosa.
Ella volvió a negar con la cabeza; tenía los
ojos llenos de lágrimas.
—No puedo discutirlo. —La angustia le
atenazaba la garganta—. No puedo. Lo siento. —Y salió corriendo de la
habitación.
_____ logró evitar a Nick durante dos días. Al
tercero él abrió la puerta de par en par sin darle tiempo a poner la silla bajo
el picaporte.
—¿Nunca escuchas los mensajes del contestador?
—le preguntó. Parecía una nube de tormenta.
Verlo era como tener una morsa apretándole el
pecho.
—Quiero esperar hasta el lunes, por si acaso
Guy…
—Pues convendría que vieras si Demi no te ha
dejado alguno.
_____ parpadeó.
—¿Demi? Desde la semana pasada no he sabido
nada de ella. ¿Le ha sucedido algo? —Sintió el cuchillo del pánico—. ¿Está
bien?
—Físicamente, sí. Pero ha roto con Joe.
_____ se quedó boquiabierta.
—No lo puedo creer.
—Pues créetelo. Anoche rompió el compromiso. Joe
anda por ahí como un muerto viviente. Anoche me llamaron los dos, él y mi
padre. Luego él salió conmigo a ahogar sus penas. —Nick le arrojó una mirada
amarga—. ¿Qué le aconsejaste a esa chica?
—¡Nada! —_____ rebuscó en su memoria—. Le
insinué que se quedara embarazada, pero ella lo descartó, pues estaba tomando
la píldora. Como me daba a entender que no había disfrutado mucho del sexo con
él, le dije que siempre es mejor si el hombre tiene que esforzarse para
conseguirte. —Afrontó la mirada censora de su vecino—. Pues mira, es la verdad…
generalmente —añadió—. No me explico por qué puede haber roto el compromiso. A
menos que Guy haya vuelto a ponerse en contacto con ella. ¿Podría ser que…?
—No sé qué pensar —reconoció Nick—. Sólo sé
que mi hermano está muy abatido. Y tú me hiciste prometer que no le revelaría
el problema de Demi.
—No entiendo por qué ha hecho eso. ¡No lo
entiendo! ¡Pero si se moría por casarse con Joe! Quería formar parte de vuestra
familia. Y tu padre prácticamente la escogió para Joe. —_____ meneó la cabeza,
desconcertada.
—Quizá ha cambiado de idea al conocernos
mejor.
—No, no lo creo. Aunque tu padre sea un
cretino y tu madre abuse de los medicamentos, son buenas personas. —Suspiró—. Demi
quería tener una familia. Quería echar raíces, saber que alguien la necesitaba.
—¿Cómo sabes eso? —inquirió él con una mirada
tan penetrante que pareció cortarle la mente en dos—. No sabía que erais
íntimas amigas.
—No somos amigas, pero la comprendo.
—¿Por qué? No será porque las dos buscáis lo
mismo, ¿verdad?
_____ no quiso responder a eso.
—La comprendo. Eso es todo.
Le dolió la tormenta que veía en los ojos de
Nick. Se dijo que la causa de tanta desdicha debía ser ella. Y eso le dolió otra
vez.
—Joe tiene que conocer el secreto de Demi. Se
lo voy a decir —decidió él.
_____ sacudió la cabeza.
—No puedes. Me lo prometiste. El lunes vendrán
mi hermana y mi cuñado. Entonces quizá podamos resolver algo.
—Son ellos los que deNick resolver esto. Es
hora de arar o desenganchar los bueyes.
Ella sintió un nudo en la garganta, como si
Nick no se refiriera sólo a Joe y Demi, como si hablara de ella. Ella estaba
dispuesta a desenganchar los bueyes. Era lo que había pensado desde un principio.
«Sigue pensando así, y saldrás bien de esto.»
—Preferiría que esperaras hasta el lunes
—pidió.
—Ya veremos. —Y Nick salió.
El domingo por la mañana Joe no se presentó a
la hora debida para practicar el golf con los ricos y poderosos. Su padre se fastidiaría,
pero no importaba: Joe tenía cosas más importantes en la cabeza. Llevaba el
anillo de Demi en el bolsillo y, en el asiento del coche, dos docenas de rosas
envueltas en papel verde.
Se detuvo frente a la casa de la chica y apagó
el motor. Luego, con las flores en la mano, subió por el camino de entrada al
porche, tan meticulosamente cuidado, y llamó al timbre.
Se oyó el ladrido de la perra, pero nadie
abrió la puerta.
Eso no le sorprendió. Demi llevaba dos días
sin coger el teléfono. Llamó otra vez.
Tampoco obtuvo respuesta.
Entonces golpeó con los puños. Como ella
seguía sin acudir empezó a gritar:
—No me iré hasta que bajes a hablar conmigo, Demi;
si es necesario derribaré esta puñetera puerta. Baja de una vez y…
La puerta se abrió de pronto. Allí estaba Demi,
con el pelo revuelto, vestida con una larga bata estilo quimono, mirándolo con
aire de sorpresa. Luego lo estudió con atención.
—¿Has estado bebiendo?
—Hoy no —repuso él, aunque un par de noches
antes había pillado una borrachera de órdago. Nunca habría sospechado que la
resaca pudiera durar más de veinticuatro horas—. Tenemos que hablar.
Ella se ciñó la bata.
—Ya hemos hablado bastante —afirmó con el
mentón en alto—. Te he dicho lo que creo: que un compromiso entre nosotros no
funcionará.
—No estoy de acuerdo.
Ella suspiró.
—Seguramente tu padre te ha enviado para que
trates de persuadirme…
—Mi padre me esperaba para un partido de golf
que debía comenzar hace quince minutos. —Joe esbozó una sonrisa lúgubre—. Lo he
plantado.
Ella pareció momentáneamente sorprendida, pero
luego meneó la cabeza.
—No importa. Esto no resultará y…
—¿Puedo pasar?
Demi, con un parpadeo, cambió un poco de
posición para que Maxine no
saliera.
—No.
—Si no me dejas entrar armaré una escena que
tus vecinos jamás olvidarán.
Por la cara de la chica cruzó el horror.
Suspiró otra vez.
—Vale, pasa. Pero en realidad no hay nada que
discutir. Estoy decidida…
En cuanto estuvo dentro Joe la empujó contra
la pared y apretó su boca a la de ella. Luego se retiró apenas.
—Te echaba de menos.
—¿De verdad? —preguntó ella, sobresaltada.
—Sí, de verdad. Añoraba tu sonrisa. Añoraba tu
facultad de soportar mis conversaciones aburridas.
—No son aburridas.
—Vale, son egocéntricas.
—Es por las elecciones, ¿no?
—Ojalá. Yo mismo me aburriré una barbaridad si
no encuentro la manera de reconducirlo.
Demi estaba boquiabierta.
—Extrañaba tus orejas —agregó él, tocando una
que sobresalía entre los mechones rubios. Ella, ruborizada, trató de
disimularlas—. Quiero recuperarte. ¿Qué debo hacer?
La chica tragó saliva. Luego le apartó de un
empujón.
—Ya…, ya te he dicho que no creo que hagamos
una buena pareja.
—Pero ¿por qué? —Él la siguió al salón.
—No creo servir para esposa de político
—manifestó ella, paseándose por una alfombra oriental.
Joe interrumpió su paseo.
—¿Cómo se te ocurre, si nunca te has quedado
dormida durante mis discursos? —bromeó, tratando de aflojar un poco la tensión.
Ella no podía encarar su mirada.
—Demi, dime por qué me has dejado.
La chica se mordió el labio.
—Porque tengo un secreto que podría ser
turbio. —Lo miró a los ojos, llena de angustia—. No puedo arruinar tus sueños.
—Se le quebró la voz—. No puedo.
Lo profundo de su dolor hirió a Joe en el
alma. Y lo profundo de su amor lo conmovió. Sólo ahora comprendía lo mucho que le
importaba esa mujer, lo preciosa que era.
—¿Qué secreto es ése?
—Se refiere a mi padre.
yessi jobrOss
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
Capítulo 21
Demi le contó a Joe lo de su padre, lo de
Willy, lo de Guy. Al hablarle del bebé vio pasar por su cara una expresión de
sorpresa. Al escuchar lo de Guy le cambió la expresión; sus ojos se volvieron
fríos; endureció la mandíbula.
—¿Por qué no me habías dicho nada? —le
preguntó.
—Por miedo a que rompieras el compromiso.
Además, lo estuve pensando: Willy es mi hermanastro y me gustaría tratarlo. No
quiero sentirme obligada a esconderlo.
Él meneó la cabeza.
—Debes de creer que no tengo agallas para
nada, ¿no?
—No, no es eso. Pero sé que tu objetivo es
salir elegido y que todas tus decisiones dependen de ese objetivo. Además, tu
padre… —Demi se interrumpió para no criticarlo.
—Pero te amo. Se supone que debemos resolver
este tipo de cosas entre los dos.
A ella se le cortó la respiración. Se llevó
una mano al cuello.
—¿Qué pasa? —inquirió—. ¿Qué?
Demi tragó saliva; temblaba.
—Hasta ahora nunca me habías dicho que me
amabas.
Joe frunció las cejas, confundido.
—¿Estás segura?
—Sí —susurró ella.
Él movió la cabeza con los ojos cerrados.
—Pues mira, lo siento. Te amo, sí, y quiero
que te cases conmigo.
Le cogió una mano para llevársela a los
labios. En sus ojos, el poder del amor y la entrega eran un sueño hecho
realidad. La chica se preguntó si no convendría pellizcarse.
—¿Me perdonas?
Demi asintió con la cabeza; tenía tal nudo en
la garganta que no podía pronunciar una palabra. Joe sacó un pequeño estuche
del bolsillo.
—Intentémoslo otra vez. Quizá ahora me salga
mejor. Te amo, Demi. ¿Quieres casarte conmigo?
Ella se mordió los labios, todavía preocupada
por el efecto que el escándalo de su padre podía tener sobre Joe.
—¿Te parece buena idea? ¿Estás seguro?
—Es la mejor idea que he tenido en mucho
tiempo.
—Pero ¿qué me dices de…?
Él le cerró la boca con un dedo.
—Lo diremos públicamente.
A Demi se le bajó toda la sangre a los pies.
—¡Ay, madre mía! ¿Te parece prudente?
—Si lo decimos públicamente la víbora se queda
sin veneno.
—O queda castrada —murmuró ella, recordando lo
que había dicho _____.
—Todavía no me has respondido —la instó Joe.
Ella se pellizcó disimuladamente. Aún esperaba
despertar en cualquier momento de ese sueño increíble.
—Sí. No puedo decirte que no.
Entonces él abrió el estuche y volvió a
ponerle el anillo en el dedo. Luego la abrazó.
—Cuando algo te preocupe quiero que me lo
digas. Prométemelo.
—Te lo diré.
Joe le apresó la boca en un beso de entrega y
asombrosa pasión. Demi se sintió fundida en él.
—Creo que debo ajustar otra cuenta —murmuró él
contra sus labios.
—¿A qué te refieres?
—A que nuestra pequeña cita en la biblioteca
no fue muy placentera para ti. Quiero subsanar eso.
Demi sintió un arrebato de expectación.
—¿Ahora?
—¿Tienes algo que hacer en las próximas
veinticuatro horas?
¡Vaya! A juzgar por la expresión de sus ojos
pensaba devorarla.
—Eh… No.
Él sonrió como un lobo.
—Bien.
Horas después Demi no podía caminar ni pensar,
pero no importaba. Ya había perdido la cuenta de sus orgasmos.
Él la besó en las orejas y le pasó una mano
por los pechos.
—Me encanta que tu cuerpo responda así.
—No tenía ni idea de que… —Le costaba encontrar
las palabras—. De que pudieras ser tan… —Se interrumpió con un movimiento de
cabeza—. Parecías siempre tan distraído…
Joe bajó la boca hasta sus pezones, haciéndola
suspirar.
—Todavía no he terminado.
El lunes _____ fue al aeropuerto a por Katie y
Michael. Su hermana la abrazó con fuerza y no dejó de observarla con
preocupación durante todo el trayecto hacia el apartamento. Después de contarle
a su cuñado aquella sórdida historia, _____ tuvo que escuchar todo un sermón
por haber pagado a Guy siquiera un céntimo.
—No se les paga nunca. Si lo haces una vez, se
convierten en parásitos y no paran hasta dejarte seca.
—Lo mismo dijo Nick —murmuró ella, conduciendo
el coche hacia el interior del garaje.
—¿Qué? —preguntó Katie.
—Nada. Sólo que os estoy muy agradecida por
haber venido a rescatarme. Lamento haber tenido que pedíroslo.
Su hermana meneó la cabeza.
—Deberías habernos llamado antes. —Y le dio
otro abrazo feroz—. Somos tu familia. Cada uno debe contar con los otros.
_____ sintió un soplo de alivio.
—Gracias, Priss. —Así solía llamar a Katie
cuando era niña.
Mientras subían al apartamento, Michael la
puso al tanto de lo que había averiguado sobre Guy, investigando en internet.
Ella se quedó estupefacta ante la cantidad de información que había reunido en tan
poco tiempo.
—¿Cómo sabes tanto? —le preguntó mientras
abría la puerta del apartamento.
—Es que el tío navega por internet —explicó su
cuñado—. Entré en su sistema.
—¿Y qué averiguaste?
—Que tú y Demi no sois las únicas personas a
las que ha extorsionado.
_____ se quedó boquiabierta.
—¿No?
La aparición de Nick hizo que se le cayera el
alma a los pies. Obviamente seguía furioso con ella.
—¿Tu hermana y tu cuñado? —preguntó él, con
voz glacial.
_____ asintió.
—Katie, Michael…, mi vecino, Nick Jonas.
Por los ojos de Michael pasó una idea.
—Oye, ¿Demi es tu futura cuñada?
Él miró con dureza a _____.
—Eso está por ver. Desde ayer por la mañana no
tenemos noticias de Joe.
A su vecina se le hizo un hueco en la boca del
estómago.
—¡Ay, no me digas!
Katie miraba alternativamente a su hermana y a
Nick. Probablemente su intuición estaba haciendo horas extraordinarias.
—Entremos, que así Michael podrá explicaros su
plan.
Los cuatro pasaron al salón. _____ se sentó
lejos de Nick, decidida a no mirarlo. La ponía nerviosa. Katie rodeó a su
marido con un brazo, sonriéndole.
—Venga, ahora demuéstrales lo brillante que
eres.
Él puso los ojos en blanco, pero le dio un
beso. El firme amor que los unía era como una luz que nunca perdiera su
potencia. _____ sintió un aguijonazo, pero se dijo que debía alegrarse por
Katie. La pobre había pasado por muchos años duros. Merecía ser feliz. Merecía
el amor y la devoción de Michael.
_____, por su parte, prefería no pensar en lo
que merecía ella misma.
—Entré en el ordenador de Guy Crandall y
descubrí algunos archivos interesantes. Al parecer lleva registro de sus
extorsiones.
—¿Con nombres? —preguntó Nick.
—Con nombres, fechas, cantidades recibidas,
cantidades adeudadas y una frase para explicar con qué los tiene agarrados.
—Qué organizado.
_____ hervía de cólera.
—Qué basura. ¡Pensar que le he pagado! ¡Pensar
que estaba dispuesta a ceder la propiedad de mi apartamento!
—Creo que esta misma noche tendré todo
arreglado —aseguró Michael.
—¿Cómo? —preguntó _____.
—Mi marido sabe muy bien lo que hace —aseguró
su hermana.
Él rio entre dientes.
—Ya que he conseguido este fascinante compacto
lleno de información sobre las actividades del señor Crandall, he pensado
reunirme con él esta noche, después de su partida de póquer, para explicarle
las derivaciones legales de la extorsión.
_____ meneó la cabeza.
—Es un completo cabrón. No creo que te
escuche.
—Me escuchará, pues lo amenazaré con entregar
esta información a la policía.
Ella sonrió. Comenzaba a entender el plan.
—Vas a casarlo.
Los dos hombres la miraron, parpadeando.
—No es exactamente lo que tenía pensado, pero
se puede decir que sí.
—¿Me permites que te acompañe? —le preguntó
Nick a Michael—. Sé algo de leyes.
—¡Algo! —resopló _____—. Es abogado,
licenciado con matrícula en Harvard.
Katie la miró con curiosidad. Ella habría
querido morderse la lengua.
Michael miró a Nick a los ojos, sonriendo a
medias.
—Podría ser muy divertido. Pero ¿no te molesta
ensuciarte las manos?
Nick desvió la vista hacia _____.
—En absoluto.
Una hora después, Nick y Michael eran como uña
y carne. Katie fue a la cocina, donde _____ preparaba algunos sándwiches para
una merienda tardía.
—No sé por qué, pero tengo la sensación de que
Nick no es un simple vecino —aventuró.
«Yo sí lo sé: porque eres bruja», pensó _____,
pero se obligó a sonreír blandamente.
—No sé. Tal vez es una cuestión hormonal, si
estás embarazada.
Katie se quedó callada. Demasiado callada.
Ella lanzó un chillido:
—¿Ya estás embarazada?
Su hermana sonrió.
—Ha sido así. —Chasqueó los dedos—. Casi como
si bastara con pensarlo.
_____ la miró con incredulidad.
—Pues creo que debisteis hacer algo más que
pensarlo.
—Vale, sí —reconoció Katie, con cara de
suprema satisfacción femenina—. Michael es un hombre de acción.
Ella sintió otra punzada de felicidad y
tristeza en el vientre.
—¿Jeremy ya lo sabe? —preguntó, refiriéndose a
su hermanastro.
—No. Aún no se lo hemos dicho a nadie. Tampoco
te lo habría dicho a ti si no lo hubieses adivinado. —Se calló por una fracción
de segundo—. Pero vas muy deprisa. Creo que estábamos hablando de Nick Jonas.
—No, nada de eso. Tú, quizá. Yo no.
—Parece buena persona.
_____ sintió que sus defensas se desinflaban
como un globo.
—Es muy buena persona, sí. Y en parte por eso
no puede haber nada entre nosotros. —Levantó una mano para acallar la protesta
que veía venir—. Por ahora no quiero hablar de esto. Me echaría a llorar. Por
favor, confía en mí.
Katie arrugó el entrecejo, preocupada.
—Es que me duele verte sufrir.
—A mí también me duele sufrir.
Con una sonrisa triste, su hermana le apartó
el flequillo de los ojos, tal como hacía cuando las dos eran niñas.
—Ya llegará el hombre que te convenza de que
no eres como tu padre trató de hacerte creer.
_____ no tenía muchas esperanzas.
—Los sándwiches están listos. Llevémoslos al
estudio.
Cada minuto que Nick permaneciera allí se
sentiría columpiada de un extremo emocional a otro. Quería que él se fuera.
Lamentaba haberlo conocido. No quería verlo nunca más.
No podía quitarle los ojos de encima. Quería
apartarlo de Michael y Katie para arrastrarlo hasta su cama. Y que no saliera
de allí nunca más.
Ya estaba al borde del ataque cuando los
hombres salieron para reunirse con Guy. Katie se recostó para descansar un rato
y le dijo que sólo se quedarían una noche: Michael debía regresar para atender
a un cliente especial. Pero insistió en que _____ debía pasar la Navidad con
ellos.
Ella se sumergió en el jacuzzi, decidida a no
pensar. Cuando el reloj se acercaba a la medianoche, se obligó a acostarse.
A la mañana siguiente, cuando apenas acababa
de ducharse, Joe, Demi y Nick irrumpieron por la puerta y la inmovilizaron en
el momento de morder un panecillo. Joe y Demi iban de la mano. _____ notó que
en el dedo de la chica resplandecía el anillo de compromiso. Su cuñado se puso
de pie. Su hermana la miraba como esperando una explicación. Ella se encogió de
hombros.
—Mi hermana Katie. Michael, su marido. Joe
Jonas y Demi Bradford, que por lo que veo son novios otra vez.
—Deberíamos haberos llamado ayer, pero
estábamos… —Demi carraspeó, ruborizada—. Estábamos muy ocupados resolviendo
algunos asuntos.
—Han decidido revelar públicamente lo de Willy
—explicó Nick.
_____ lanzó una exclamación.
—¡Qué dices! ¿Estáis seguros?
Joe asintió.
—Es lo mejor. Demi quiere plena libertad para
ver a su hermanito.
—No quiero tener que ocultarlo —explicó la
chica, sonriente—. Y Joe me ha convencido de que todo saldrá bien.
Michael miró a Nick con aire de camaradería.
—Al parecer Guy está doblemente casado.
Nick sonrió en señal de asentimiento. Pero no
era una sonrisa simpática: mostraba los dientes como una fiera. _____ se
preguntó qué habrían hecho esos dos con Guy la noche anterior. No era asunto
suyo. Si aquel hombre aún respiraba y tenía los genitales en su sitio estaría
mucho mejor de como lo habría dejado ella.
Joe y Demi se empeñaron en llevar a la pareja
al aeropuerto, pues iban en esa dirección para asistir a un mitin. Después de
un aluvión de besos, abrazos y promesas de mantenerse en contacto, el
apartamento se quedó vacío en pocos minutos.
Sólo quedaban _____ y Nick.
Sentía su mirada fija en ella, a tal punto que
debía contener el impulso de rascarse el cuello. «Que no sea un sarpullido por
estrés», pensó lúgubremente.
—Parece que Joe y Demi han reunido valor para
dar la cara —comentó él.
_____, con un nudo en el estómago, hizo un
gesto afirmativo y continuó recogiendo los platos del apresurado desayuno.
—Y si ellos han tenido el valor…
—La situación es diferente —lo interrumpió
ella, pensando en la esmerada educación de Demi.
—Y ellos también son diferentes —replicó Nick.
_____ percibió un dejo cortante en su voz. Lo
miró a los ojos.
—En efecto.
—Hace falta mucho amor para ser así de
valiente. Y hace falta mucho valor para amar. —Nick cerró los ojos—. Parece que
algunos no pueden.
_____ lo vio abandonar su apartamento. Y supo
que no volvería a entrar sin ser invitado.
Las hermanas son capaces de olfatear una
mentirijilla
desde el otro lado del océano.
mentirijilla
desde el otro lado del océano.
Aforismo de _____
Demi le contó a Joe lo de su padre, lo de
Willy, lo de Guy. Al hablarle del bebé vio pasar por su cara una expresión de
sorpresa. Al escuchar lo de Guy le cambió la expresión; sus ojos se volvieron
fríos; endureció la mandíbula.
—¿Por qué no me habías dicho nada? —le
preguntó.
—Por miedo a que rompieras el compromiso.
Además, lo estuve pensando: Willy es mi hermanastro y me gustaría tratarlo. No
quiero sentirme obligada a esconderlo.
Él meneó la cabeza.
—Debes de creer que no tengo agallas para
nada, ¿no?
—No, no es eso. Pero sé que tu objetivo es
salir elegido y que todas tus decisiones dependen de ese objetivo. Además, tu
padre… —Demi se interrumpió para no criticarlo.
—Pero te amo. Se supone que debemos resolver
este tipo de cosas entre los dos.
A ella se le cortó la respiración. Se llevó
una mano al cuello.
—¿Qué pasa? —inquirió—. ¿Qué?
Demi tragó saliva; temblaba.
—Hasta ahora nunca me habías dicho que me
amabas.
Joe frunció las cejas, confundido.
—¿Estás segura?
—Sí —susurró ella.
Él movió la cabeza con los ojos cerrados.
—Pues mira, lo siento. Te amo, sí, y quiero
que te cases conmigo.
Le cogió una mano para llevársela a los
labios. En sus ojos, el poder del amor y la entrega eran un sueño hecho
realidad. La chica se preguntó si no convendría pellizcarse.
—¿Me perdonas?
Demi asintió con la cabeza; tenía tal nudo en
la garganta que no podía pronunciar una palabra. Joe sacó un pequeño estuche
del bolsillo.
—Intentémoslo otra vez. Quizá ahora me salga
mejor. Te amo, Demi. ¿Quieres casarte conmigo?
Ella se mordió los labios, todavía preocupada
por el efecto que el escándalo de su padre podía tener sobre Joe.
—¿Te parece buena idea? ¿Estás seguro?
—Es la mejor idea que he tenido en mucho
tiempo.
—Pero ¿qué me dices de…?
Él le cerró la boca con un dedo.
—Lo diremos públicamente.
A Demi se le bajó toda la sangre a los pies.
—¡Ay, madre mía! ¿Te parece prudente?
—Si lo decimos públicamente la víbora se queda
sin veneno.
—O queda castrada —murmuró ella, recordando lo
que había dicho _____.
—Todavía no me has respondido —la instó Joe.
Ella se pellizcó disimuladamente. Aún esperaba
despertar en cualquier momento de ese sueño increíble.
—Sí. No puedo decirte que no.
Entonces él abrió el estuche y volvió a
ponerle el anillo en el dedo. Luego la abrazó.
—Cuando algo te preocupe quiero que me lo
digas. Prométemelo.
—Te lo diré.
Joe le apresó la boca en un beso de entrega y
asombrosa pasión. Demi se sintió fundida en él.
—Creo que debo ajustar otra cuenta —murmuró él
contra sus labios.
—¿A qué te refieres?
—A que nuestra pequeña cita en la biblioteca
no fue muy placentera para ti. Quiero subsanar eso.
Demi sintió un arrebato de expectación.
—¿Ahora?
—¿Tienes algo que hacer en las próximas
veinticuatro horas?
¡Vaya! A juzgar por la expresión de sus ojos
pensaba devorarla.
—Eh… No.
Él sonrió como un lobo.
—Bien.
Horas después Demi no podía caminar ni pensar,
pero no importaba. Ya había perdido la cuenta de sus orgasmos.
Él la besó en las orejas y le pasó una mano
por los pechos.
—Me encanta que tu cuerpo responda así.
—No tenía ni idea de que… —Le costaba encontrar
las palabras—. De que pudieras ser tan… —Se interrumpió con un movimiento de
cabeza—. Parecías siempre tan distraído…
Joe bajó la boca hasta sus pezones, haciéndola
suspirar.
—Todavía no he terminado.
El lunes _____ fue al aeropuerto a por Katie y
Michael. Su hermana la abrazó con fuerza y no dejó de observarla con
preocupación durante todo el trayecto hacia el apartamento. Después de contarle
a su cuñado aquella sórdida historia, _____ tuvo que escuchar todo un sermón
por haber pagado a Guy siquiera un céntimo.
—No se les paga nunca. Si lo haces una vez, se
convierten en parásitos y no paran hasta dejarte seca.
—Lo mismo dijo Nick —murmuró ella, conduciendo
el coche hacia el interior del garaje.
—¿Qué? —preguntó Katie.
—Nada. Sólo que os estoy muy agradecida por
haber venido a rescatarme. Lamento haber tenido que pedíroslo.
Su hermana meneó la cabeza.
—Deberías habernos llamado antes. —Y le dio
otro abrazo feroz—. Somos tu familia. Cada uno debe contar con los otros.
_____ sintió un soplo de alivio.
—Gracias, Priss. —Así solía llamar a Katie
cuando era niña.
Mientras subían al apartamento, Michael la
puso al tanto de lo que había averiguado sobre Guy, investigando en internet.
Ella se quedó estupefacta ante la cantidad de información que había reunido en tan
poco tiempo.
—¿Cómo sabes tanto? —le preguntó mientras
abría la puerta del apartamento.
—Es que el tío navega por internet —explicó su
cuñado—. Entré en su sistema.
—¿Y qué averiguaste?
—Que tú y Demi no sois las únicas personas a
las que ha extorsionado.
_____ se quedó boquiabierta.
—¿No?
La aparición de Nick hizo que se le cayera el
alma a los pies. Obviamente seguía furioso con ella.
—¿Tu hermana y tu cuñado? —preguntó él, con
voz glacial.
_____ asintió.
—Katie, Michael…, mi vecino, Nick Jonas.
Por los ojos de Michael pasó una idea.
—Oye, ¿Demi es tu futura cuñada?
Él miró con dureza a _____.
—Eso está por ver. Desde ayer por la mañana no
tenemos noticias de Joe.
A su vecina se le hizo un hueco en la boca del
estómago.
—¡Ay, no me digas!
Katie miraba alternativamente a su hermana y a
Nick. Probablemente su intuición estaba haciendo horas extraordinarias.
—Entremos, que así Michael podrá explicaros su
plan.
Los cuatro pasaron al salón. _____ se sentó
lejos de Nick, decidida a no mirarlo. La ponía nerviosa. Katie rodeó a su
marido con un brazo, sonriéndole.
—Venga, ahora demuéstrales lo brillante que
eres.
Él puso los ojos en blanco, pero le dio un
beso. El firme amor que los unía era como una luz que nunca perdiera su
potencia. _____ sintió un aguijonazo, pero se dijo que debía alegrarse por
Katie. La pobre había pasado por muchos años duros. Merecía ser feliz. Merecía
el amor y la devoción de Michael.
_____, por su parte, prefería no pensar en lo
que merecía ella misma.
—Entré en el ordenador de Guy Crandall y
descubrí algunos archivos interesantes. Al parecer lleva registro de sus
extorsiones.
—¿Con nombres? —preguntó Nick.
—Con nombres, fechas, cantidades recibidas,
cantidades adeudadas y una frase para explicar con qué los tiene agarrados.
—Qué organizado.
_____ hervía de cólera.
—Qué basura. ¡Pensar que le he pagado! ¡Pensar
que estaba dispuesta a ceder la propiedad de mi apartamento!
—Creo que esta misma noche tendré todo
arreglado —aseguró Michael.
—¿Cómo? —preguntó _____.
—Mi marido sabe muy bien lo que hace —aseguró
su hermana.
Él rio entre dientes.
—Ya que he conseguido este fascinante compacto
lleno de información sobre las actividades del señor Crandall, he pensado
reunirme con él esta noche, después de su partida de póquer, para explicarle
las derivaciones legales de la extorsión.
_____ meneó la cabeza.
—Es un completo cabrón. No creo que te
escuche.
—Me escuchará, pues lo amenazaré con entregar
esta información a la policía.
Ella sonrió. Comenzaba a entender el plan.
—Vas a casarlo.
Los dos hombres la miraron, parpadeando.
—No es exactamente lo que tenía pensado, pero
se puede decir que sí.
—¿Me permites que te acompañe? —le preguntó
Nick a Michael—. Sé algo de leyes.
—¡Algo! —resopló _____—. Es abogado,
licenciado con matrícula en Harvard.
Katie la miró con curiosidad. Ella habría
querido morderse la lengua.
Michael miró a Nick a los ojos, sonriendo a
medias.
—Podría ser muy divertido. Pero ¿no te molesta
ensuciarte las manos?
Nick desvió la vista hacia _____.
—En absoluto.
Una hora después, Nick y Michael eran como uña
y carne. Katie fue a la cocina, donde _____ preparaba algunos sándwiches para
una merienda tardía.
—No sé por qué, pero tengo la sensación de que
Nick no es un simple vecino —aventuró.
«Yo sí lo sé: porque eres bruja», pensó _____,
pero se obligó a sonreír blandamente.
—No sé. Tal vez es una cuestión hormonal, si
estás embarazada.
Katie se quedó callada. Demasiado callada.
Ella lanzó un chillido:
—¿Ya estás embarazada?
Su hermana sonrió.
—Ha sido así. —Chasqueó los dedos—. Casi como
si bastara con pensarlo.
_____ la miró con incredulidad.
—Pues creo que debisteis hacer algo más que
pensarlo.
—Vale, sí —reconoció Katie, con cara de
suprema satisfacción femenina—. Michael es un hombre de acción.
Ella sintió otra punzada de felicidad y
tristeza en el vientre.
—¿Jeremy ya lo sabe? —preguntó, refiriéndose a
su hermanastro.
—No. Aún no se lo hemos dicho a nadie. Tampoco
te lo habría dicho a ti si no lo hubieses adivinado. —Se calló por una fracción
de segundo—. Pero vas muy deprisa. Creo que estábamos hablando de Nick Jonas.
—No, nada de eso. Tú, quizá. Yo no.
—Parece buena persona.
_____ sintió que sus defensas se desinflaban
como un globo.
—Es muy buena persona, sí. Y en parte por eso
no puede haber nada entre nosotros. —Levantó una mano para acallar la protesta
que veía venir—. Por ahora no quiero hablar de esto. Me echaría a llorar. Por
favor, confía en mí.
Katie arrugó el entrecejo, preocupada.
—Es que me duele verte sufrir.
—A mí también me duele sufrir.
Con una sonrisa triste, su hermana le apartó
el flequillo de los ojos, tal como hacía cuando las dos eran niñas.
—Ya llegará el hombre que te convenza de que
no eres como tu padre trató de hacerte creer.
_____ no tenía muchas esperanzas.
—Los sándwiches están listos. Llevémoslos al
estudio.
Cada minuto que Nick permaneciera allí se
sentiría columpiada de un extremo emocional a otro. Quería que él se fuera.
Lamentaba haberlo conocido. No quería verlo nunca más.
No podía quitarle los ojos de encima. Quería
apartarlo de Michael y Katie para arrastrarlo hasta su cama. Y que no saliera
de allí nunca más.
Ya estaba al borde del ataque cuando los
hombres salieron para reunirse con Guy. Katie se recostó para descansar un rato
y le dijo que sólo se quedarían una noche: Michael debía regresar para atender
a un cliente especial. Pero insistió en que _____ debía pasar la Navidad con
ellos.
Ella se sumergió en el jacuzzi, decidida a no
pensar. Cuando el reloj se acercaba a la medianoche, se obligó a acostarse.
A la mañana siguiente, cuando apenas acababa
de ducharse, Joe, Demi y Nick irrumpieron por la puerta y la inmovilizaron en
el momento de morder un panecillo. Joe y Demi iban de la mano. _____ notó que
en el dedo de la chica resplandecía el anillo de compromiso. Su cuñado se puso
de pie. Su hermana la miraba como esperando una explicación. Ella se encogió de
hombros.
—Mi hermana Katie. Michael, su marido. Joe
Jonas y Demi Bradford, que por lo que veo son novios otra vez.
—Deberíamos haberos llamado ayer, pero
estábamos… —Demi carraspeó, ruborizada—. Estábamos muy ocupados resolviendo
algunos asuntos.
—Han decidido revelar públicamente lo de Willy
—explicó Nick.
_____ lanzó una exclamación.
—¡Qué dices! ¿Estáis seguros?
Joe asintió.
—Es lo mejor. Demi quiere plena libertad para
ver a su hermanito.
—No quiero tener que ocultarlo —explicó la
chica, sonriente—. Y Joe me ha convencido de que todo saldrá bien.
Michael miró a Nick con aire de camaradería.
—Al parecer Guy está doblemente casado.
Nick sonrió en señal de asentimiento. Pero no
era una sonrisa simpática: mostraba los dientes como una fiera. _____ se
preguntó qué habrían hecho esos dos con Guy la noche anterior. No era asunto
suyo. Si aquel hombre aún respiraba y tenía los genitales en su sitio estaría
mucho mejor de como lo habría dejado ella.
Joe y Demi se empeñaron en llevar a la pareja
al aeropuerto, pues iban en esa dirección para asistir a un mitin. Después de
un aluvión de besos, abrazos y promesas de mantenerse en contacto, el
apartamento se quedó vacío en pocos minutos.
Sólo quedaban _____ y Nick.
Sentía su mirada fija en ella, a tal punto que
debía contener el impulso de rascarse el cuello. «Que no sea un sarpullido por
estrés», pensó lúgubremente.
—Parece que Joe y Demi han reunido valor para
dar la cara —comentó él.
_____, con un nudo en el estómago, hizo un
gesto afirmativo y continuó recogiendo los platos del apresurado desayuno.
—Y si ellos han tenido el valor…
—La situación es diferente —lo interrumpió
ella, pensando en la esmerada educación de Demi.
—Y ellos también son diferentes —replicó Nick.
_____ percibió un dejo cortante en su voz. Lo
miró a los ojos.
—En efecto.
—Hace falta mucho amor para ser así de
valiente. Y hace falta mucho valor para amar. —Nick cerró los ojos—. Parece que
algunos no pueden.
_____ lo vio abandonar su apartamento. Y supo
que no volvería a entrar sin ser invitado.
yessi jobrOss
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
Bien hermosas espero que hayan
disfrutado los capis ya que la novel
ya casi llego a su fin ya nadamas
falta un capi u.u ...bueno lo subo
mañana o el jueves :D vale
Comnetn plisss :roll: las kiero
disfrutado los capis ya que la novel
ya casi llego a su fin ya nadamas
falta un capi u.u ...bueno lo subo
mañana o el jueves :D vale
Comnetn plisss :roll: las kiero
yessi jobrOss
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
OMG!! un capitulo para el fina
habra segunda temporada???
mmmmmm que pena amo esta novela
xoxo
habra segunda temporada???
mmmmmm que pena amo esta novela
xoxo
Belencita
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAIIIII
QUE BIEN QUE SE ARRREGLAAAARON AS COSAS ENTRE DEMI Y JOOOEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!...
ESE GUY RESIVIRA SU CASTIGOOOOO!!!
PERO QUE PASARAAAAA CON NICK Y _______????
AAAIII Y YA CASI ACABAAAAAA
BUENO ME GUSTOOO ASI QUE SIGUELA PORFAAAAAAA
QUE BIEN QUE SE ARRREGLAAAARON AS COSAS ENTRE DEMI Y JOOOEEEE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!...
ESE GUY RESIVIRA SU CASTIGOOOOO!!!
PERO QUE PASARAAAAA CON NICK Y _______????
AAAIII Y YA CASI ACABAAAAAA
BUENO ME GUSTOOO ASI QUE SIGUELA PORFAAAAAAA
chelis
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
aaaaaaaaaaaaaaaaaa regresaste!!!!!!!
me encantaron los capitulos =)
siguelaaaaaaaaaa
me encantaron los capitulos =)
siguelaaaaaaaaaa
Dorin
Re: ''Ella quiere ser mala'' (Nick & tu) Adaptada-TERMINADA
LKDFHLHDFL!! siento no haber comentado pero MUCHO COLEGIO! DDD:
¡DIOS! ¿¡SE VA A ACABAR!? NO LO CREO DD: Te juro que me encantaron los caps y todo eso, me dio alegría cuando Joe le dijo que a Demi que la amaba y cuando se besaron bajo la cascada y AW! no puedo creer que ya se termine ¡por favooor! subelo luego...haha o cuando puedes :desesperada: besos. :]
¡DIOS! ¿¡SE VA A ACABAR!? NO LO CREO DD: Te juro que me encantaron los caps y todo eso, me dio alegría cuando Joe le dijo que a Demi que la amaba y cuando se besaron bajo la cascada y AW! no puedo creer que ya se termine ¡por favooor! subelo luego...haha o cuando puedes :desesperada: besos. :]
Annabeth
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