oopsy daisy ♡

Victoria rebosaba de alegría. No paraba de hablar, tal y como hacía siempre. Muchos de los amigos de Gary admiraban la paciencia que debía tener el joven muchacho para con su mujer. Ella seguía repitiendo una y otra vez, desde la reunión que tuvieron con la abuela, la noticia que ésta les había dado. Al parecer, la prima de Vicky, Pat, después de casi una década desaparecida para su familia, visitaría la finca de los Anderson.

—¿La conoces? Claro que no, no puedes. Es artista ¿Te enteras? Es muy famosa por sus cuadros. Ten, mira —Le entregó un periódico y siguió hablando. —Ganó la medalla de Otoño, en París con su cuadro Primavera. Es talentosa, ¿Lo ves? Y vendrá a la estancia. Después de tanto tiempo sin verla ¡Oh, Gary! Estoy tan contenta.

El semblante de su marido era completamente inexpresivo. Sus ojos apagados viajaban de acá para allá sobre su esposa, que no dejaba de caminar por toda la habitación mientras Gary permanecía sentado en el diván con la mente en las nubes. Cualquiera que pudiera verlo en ese instante, se compadecería instantáneamente de él porque era un hombre infeliz y se notaba en cada facción de su cara. ¿Y cómo no? Ya había pasado un año desde que se había casado y esperaba que el cariño por su mujer renaciera en algún momento. Pero eso nunca ocurrió ¿Su corazón? Al igual que su mente, estaban muy lejos de allí.

—¿Verdad, mi vida? —Gary elevó la mirada hacia su esposa, al estar totalmente perdido y hundido en sus turbados pensamientos. Miró a Victoria atentamente, como analizándola. Qué ingenua era. Nunca había conocido a una mujer tan poco interesante. Y además, ¡Cuánto hablaba! Si tan solo se callara una sola vez. Sin saber cuál fue exactamente la pregunta que ella le hizo, asintió a sus ojos expectantes, gigantes y verdosos, dándole la razón en todo como casi siempre hacía.

—¿Qué sucede, Gary? —La abuela, Josefina Anderson, dueña de la estancia y a quien más sobreestimaba en este mundo, había notado la ausencia en sus ojos muertos. Su rostro arrugado, miraba con ternura a su yerno esperando una respuesta. La señora anciana no solía hablar demasiado, estaba sola, era viuda… Pero no era poco lo que sabía. Ni pocos eran los secretos que guardaba. —¿No estás contento con la llegada de Pat?

—¡Pero abuela —rió Vicky. —si ni siquiera la conoce!

Gary suspiró.

Patricia Moore.

¿Cómo decir que nunca supo de su existencia, sin siquiera pensar en sus ojos marrones y estremecerse al hacerlo? ¿O recordar la sedosidad de su cabello castaño sin sentirlo en sus dedos y lograr estremecerse? ¿Y sus labios…?

No podría. Nunca podría negarla.

Transcurrió la cena sin emitir una sola palabra. Vicky, a su lado y a diferencia de él, hablaba. Hablaba como si la mancha del mantel fuera la cosa más interesante del mundo. En la ocasión, se trataba de Pat, pero podría ser  el trabajo,  los empleados, su deseo por hijos, siempre encontraba algo de qué hablar.  

—Cállate, maldita sea. —Dijo Gary de lo más sereno recostado en el lecho. Vicky lo miró con una ceja alzada.

—¿Qué te pasa?

—Nada. —Intentó tranquilizarse. —Solo que estuviste hablando de tu prima desde que amaneció.

—Es que va a venir.

—¿Y qué? —Hacerse el indiferente, por supuesto no iba a servir en absolutamente nada. Aquella joven significó una vez para él, como nadie nunca había calado en sus huesos. Y el alma se le desgarraba, porque ¿Dónde se encontraba ahora? Rodeado por los lujos de su esposa, casado con alguien a quien no amaba y soñando con la joven que nunca iba a poder ser suya.

—¿Cómo que “que”? Es un acontecimiento familiar, aquí todos queríamos mucho a la tía Jane y al tío Gerald.

Gary respiró. Respiró para no ahogarse.  

Nada tenía que ver su congoja con el atropellado hablar de su mujer y la vida que llevaba, eso lo había superado hace tiempo. En la mañana se encontraría cara a cara con ella. ¿Por qué no la relacionó con los Anderson? ¿Por qué?

—Solo duérmete. —Logró decir.

—¿Tan temprano? Yo quería hablar…

—Pues habla. —Dijo seco. Diose la media vuelta y quedándose de espaldas a Vicky intentó cerrar los ojos y dormir. Ella volvió a levantar una ceja perpleja.

Qué raro viniendo de Gary, él siempre tan agradable. Pensó en su mente, sarcástica.

Él siempre había sido así, o al menos así podía recordar. Porque podría jurar y perjurar que, hace diez años, al comprometerse con él, era totalmente diferente. Entonces, viajó a Paris para terminar sus estudios. Ella pensó que no volvería a Atlanta. Pasaron meses y el corazón se le derrumbaba ¡Pero volvió! No tenía muy buena cara cuando lo vio por primera vez después de casi medio año, pero eso no importó, se casaron igual, tal y como habían prometido hace años. ¡Y qué boda fue aquella! Todos parecían estar contentos, amigos y familiares por todo el estado de Georgia vinieron a la boda. La única que faltó fue Pat, pero ella no hubo podido ir. El único sin buenos ánimos era Gary, pero su esposa ni siquiera se dio cuenta.

Claro que Vicky no se daba cuenta de nada.

—Me iré a dormir. —Comentó resignada. —Mañana será otro día y seguiremos hablando…