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Escritura y Redacción {I.Cerradas
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Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
Hay muchas gracias por decir eso, me siento cul(?) Si, opino lo mismo.Carlota.- escribió:Pues por mi parte solo decir,que me parece bien cul(?Jace. escribió:Hay, me hacen bullying por tener nombre de niño y ser niña, ahre pues.
Es diferente y lo diferente es guay :aah:
trunks
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
❥Nombre: Adry.
❥Edad: 14.
- Escrito de tu autoría :
- No te daré las respuestas.
Ser el más inteligente de su grado tenía sus desventajas, y Liam lo sabía con exactitud, y es que no se podía negar a darle las respuestas a los matones que no hacían nada por superarse a ellos mismos. Pero también había muchas ventajas, como recibir medallas, paseos de felicitaciones y ser exonerado de exámenes, lamentablemente este no fue el caso.
— Hey, Liam, Li, oye…
— ¿Qué, Charlie? Me van a quitar el examen por tu culpa —susurro de mala gana.
— Aquí te manda Malik —Liam rodo los ojos, suspiro y tomo el papel pesadamente.
Entrecerró los ojos. Siempre era lo mismo, arrugo el papel.
— ¡Ya no te voy a dar las respuestas! —todos el salón se quedó en silencio, tal vez se había pasado y eso no fue un susurro. No, claro que no lo fue, lo grito como a los cuatro vientos.
— ¿Hay algún problema, Liam? —El nombrado negó enseguida— entonces siéntate.
Liam volvió a tomar su lugar y dirigió su mirada al examen, que no fue por mucho porque el papelito arrugado la capto enseguida, se moría de la curiosidad por saber que decía aunque probablemente fuera solo lo que decían todos los papelitos que Malik le mandaba “Dame las respuestas”. Uh, era un idiota.
Al final, la curiosidad mato al gato. Rápidamente desarrugo el papel sonrojándose con el «¿Quieres ir al baile conmigo?» que estaba escrito en el.
Oh, eso debía ser una broma, una maldita y estúpida poco graciosa broma de ese bruto de Malik. Cuando el timbre sonó, vio como el chico se acercaba a paso ligero hacia él, sin dejarlo lograr su cometido, Liam salió como alma que lleva al diablo del salón.
Al llegar a la cafetería pensó que podría ir, tomar su almuerzo y salir lo más rápido posible, pero apenas llego a la fila del almuerzo, unas manos lo sostuvieron por las caderas.
— ¿y bien? —susurro Malik, Liam se estremeció.
— ¿Bien qué?
— ¿Iras conmigo al baile? —Liam estaba nervioso pero aun así se separó y negó.
— Primero respóndeme esto, Malik
— Tu puedes llamarme Zayn —le interrumpió el moreno. Liam abrió la boca un poco y dejo caer sus brazos lentamente a sus costados.
Nadie llamaba a Malik por su nombre, principalmente porque no sabían cuál era. No es que Malik fuera el reservado, misterioso y esas cosas, si, era bastante callado pero armaba muchas peleas y riñas, tal vez si era un misterio para todos. En especial su nombre.
— ¿C-Como? —Liam parpadeo como si no pudiese creer que Malik le hubiese dicho eso.
— Zayn, puedes llamarme así.
Liam no hablo enseguida.
— ¿Quiénes te llaman así? —pregunto al fin.
Zayn se encogió de hombros.
— Casi nadie en realidad. Supongo que las personas importantes.
— Entonces yo no debería llamarte así. —dijo, Zayn frunció el entre cejo.
— Pero quiero que lo hagas.
Un silencio incomodo invadió la fila por varios segundos, silencio si no se tomaba en cuenta el montón de chicos que se quejaban porque Liam no avanzaba.
— ¿Por qué quieres ir al baile conmigo? —Zayn mostro una sonrisa tímida.
— Lamento si no te lo pedí como debía, me pongo nervioso cuando se trata de estas cosas —confeso rascándose la nuca.
¿Acaso estaba hablando del papel? Pero si a Liam le había parecido tan adorable, aunque el solía ser muy conformista. ¿Podría conformarse con Malik… eh Zayn? quiso abrazarlo cuando noto un pequeño puchero que se formó en sus labios
— Bueno, respecto a tu invitación, la verdad es que estaba pensando en invitar a Eva McCall pero si insistes —bromeo— sí.
Zayn alzo la vista rápidamente.
— ¿Si iras conmigo?
— Si. —sonrió, y Zayn también lo hizo.
Ninguno de los dos sabía qué hacer, por lo que se acercaron lentamente y el propósito de ambos era un beso en la mejilla, pero un mal cálculo y termino siendo un pequeño pico en los labios. Liam estaba rojo hasta la medula.
— Eh, ¿y si esperas a que tengamos por lo menos una primera cita? —ambos rieron.
El baile era una ocasión más que especial para Liam, y jamás pensó en ir con alguien como Zayn Malik, pero bueno, no pudo pedir mejores recuerdos que los de esa noche.
crybaby.
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
Dios!! Sus nombres son bn cool y yo tengo nombre de niño u.u yo arruino la lista de nombres
Alec.
Alec.
trunks
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
❥Nombre: Luciana.
❥Edad: 13 años.
- Escrito de tu autoría “:
- Hola, lo siento. Puedo dejarte el link? Algo le paso a este coso.
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deutch.
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
❥Nombre: Jessica
❥Edad:18
- Escrito de tu autoría :
- no tengo.
Jessica.
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
❥Nombre: Andrea
❥Edad: 16
- Escrito de tu autoría :
- El cielo llora conmigo. Me llega el olor a tierra mojada y sin previo aviso caigo al suelo. Mi desdicha aumenta conforme el tiempo pasa. Fui engañada por mi supuesto “novio/mejor amigo”. Le entregué toda mi confianza y la rechazo como si no valiera nada. Me levanto y corro hacia mi casa con rapidez deseando que todo mi alrededor desapareciera, pero nada ocurre. ¿Por qué me tuve que enamorar del más canalla del mundo? No debí conocerlo, el solo hizo mi vida miserable y me ilusionó. Solo fui un juego para él, uno con el que se divirtió mucho.
— ¿Qué pasa niña? — Pregunta mi madre — ¿Qué es lo que ha ocurrido? — no respondo, no quiero hacerlo. Nota mis ojos rojos e hinchados y se preocupa. Mi pecho sube y baja con respiraciones rápidas y alteradas, estoy furiosa y triste… muy triste.
— Nada madre, simplemente fue un mal día en el instituto — mentirosa, ese no es el motivo. Pero no se lo puedo decir, ella aprecia mucho a Matt y se decepcionaría si se enterara.
— No te creo Jacy, pero si no me quieres decir no puedo hacer nada. — Me mira con decepción.
*No madre, no me mires así… si te digo lo que me pasa romperé tu corazón.*
Se voltea y se va. Quiero correr hacia ella y decirle cuanto la quiero, pero no debo. Subo hacia mi habitación y corro hacia mi cama. Necesito desahogarme. Tomo mi diario y comienzo a escribir con fluidez.
“La chica es arrojada como trapo sucio. En su mejilla está plasmada una marca roja en forma de mano. Llora como si no hubiera mañana. Una vez más sufre a causa de su madre y sus arranques de violencia mientras está sumida en las drogas. Quiere enfrentarla, pero si lo hace seguro ella la echa de casa y no la dejara regresar jamás. Ella está enferma y solo puede ser ayudada ingresando a un centro de rehabilitación.”
Dejo mi diario de lado y suspiro, mi mente vaga por los momentos en los cuales fui de verdad feliz, son como unos cuatro o cinco… no más.
El primero fue mi cumpleaños número seis, recuerdo haber estado jugando todo el día con mis muñecas imaginando como seria cuando encontrara a mi príncipe azul. Aunque en ese momento no me daba cuenta que los príncipes solo existen en los cuentos de hadas. Entonces llegó Matt, sus ojos azules me veían con ternura y me sonreía con gracia. Me entregó una cajita con chocolates en forma de conejo, ese fue mi primer momento de felicidad… y todo gracias a Matt.
El segundo fue el mi primer día de secundaria a la edad de doce años. Caminaba por los pasillos de la escuela con temor, no tenía ningún amigo más que “Matty”, pero en ese momento me había distanciado de el por una pelea y no le había hablado por una semana. En ese momento me arrepentía de haberme peleado a causa de su novia, ella no me dejaba estar con él y se notaba desde luego que el la prefería mil veces (cosa que en ningún momento negó), y como toda niña me puse celosa y le replique de cosas que no valen la pena recordar. En fin pasaban los minutos y mi soledad incrementaba. Sentí una mano en mi hombro, miré hacia atrás y ahí estaba el. Me tendió un papelito el cual decía. “Perdoname, yo te quiero más a ti que a ella.” Me sentí tan conmovida que lo abrace fuertemente y le besé las dos mejillas.
El tercero fue más común y sencillamente mi favorito de los tres. Estaba vestida con un tutú a la edad de quince años, iba a bailar el lago de los cisnes. Salí a escena y baile con gracia y destreza. Amaba y amo bailar. Mis pasos eran ligeros y hermosos. Mientras bailaba sentía una mirada sobre mí, la busque por el gran auditorio y ahí estaba Matt quien me sonreía. Esa fue la primera vez que sentí las llamadas, mariposas en el estómago.
La cuarta vez fue la única que no me ocurrió con él a la edad de dieciocho, jugaba con mi celular a “temple run”, cuando sonó la puerta. En ese entonces la flojera me superaba y no tenía fuerzas para levantarme siquiera un poco. Grité lo más fuerte que pude un gran pase y los golpes cesaron. Me entró la curiosidad y a duras penas me levanté de la cama. En el marco de la puerta estaba mi hermano Jamie el cual no veía desde mis nueve años. Corrí hacia el con emoción. Mi hermanito había vuelto.
Recuerdo mis momentos felices y me entra la melancolía. Casi todos fueron gracias a él y ahora no lo tengo junto a mí. Lo mejor es olvidarlo y seguir mi vida como si nada, pero aunque trato no puedo. Lo amo y nada puedo hacer contra éste sentimiento. Tal vez no debí enamorarme y seguir siendo su amiga como en un principio, pero su belleza me gano. Y como siempre el triunfo dejándome un corazón roto. Dándome falsas ilusiones.
Invitado
Invitado
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
Una pregunta Karly, ¿Quiéne son las chicas que realmente hicieron el tema del taller?
midway.
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
❥Nombre: Abril
❥Edad: 12 años
- Escrito de tu autoría :
- Capitulo 001Narra Abril:
Me levante como de costumbre, me senté en la cama y me puse las pantuflas, camine hacia el baño para darme una ducha y despertarme por completo. Me saque la ropa lentamente ya que me dolía el cuerpo por los moretones que me había echo Tobías.
Flashback
-¡Maldita sea Abril no ves que es mi trabajo el que as manchado con ese entupido café!- Me grito con enojo a lo cual yo me asuste y di tres pasos hacia atrás- Eres tan estupida, que abecés me aces querer matarte- Dijo de mala gana y con un tono frío- Ven aquí- Me grito, a lo cual yo obedecí, sabia lo que aria pero si no lo hacia me pagaría de otra forma la cual es peor. Me agarro del pelo y me tiro contra el piso, cayendo de espalda y se acerco a mi y me levanto, me dio cuatro cachetadas y luego me pateo –Para que entiendas que es mi trabajo y con eso pago tu pu*ta vida dándote de comer- Me grito y luego dio otra patada, las lagrimas estaban saliendo, haciendo un recorrido por mis mejillas rojas.
Fin del flashbacks
Salí del baño enrollada en una toalla, y fui directo al armario, agarre un Jean azul y una remera blanca bastante grande, unas vans negras y me maquille las mejillas que estaban un poco moradas.
Baje las escaleras y vi a Olga la empleada esta se acerco a mi y me sonrío
-El señor Tobías fue a trabajar y su desayuno esta en la mesa- Dijo amable mente a lo cual respondí con un simple “Gracias”. Camine hacia la cocina y desayune, un rico jugo de naranja y huevo frito con tocino. Al terminar fui a la sala para ver la televisión, agarre el control remoto que se encontraba en la mesa de vidrio, me senté en el sofá y encendí el televisor.***Tobías llego enojado a lo cual azoto la puerta de mala forma y subió las escaleras diciendo cosas desagradables, yo en cambio estaba feliz, subí detrás de el y al entrar a la habitación, el estaba tirado de espalda en la cama. Me acosté al lado de el y lo mire.-¿Tobías, estas bien ?- Pregunte apenada, el me miro y sonrió.-Si estoy bien, gracias por preguntar-Respondió y luego me abrazo y dijo-¿Vamos a dormir?-Claro era de noche y no me di cuenta.-Claro-Respondí con una sonrisa y me fui al baño para cambiarme por un pijama, salí del baño y me acosté al lado de Tobías.
Invitado
Invitado
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
❥Nombre: Ruth
❥Edad: 15
- Escrito de tu autoría :
- C a p í t u l o u n o :
El olor a rosas agrias sacudían la nariz de Michael Clifford y las nubes arremolinadas en el cielo hacían caras tristes. El cielo estaba triste, lloraba por la pérdida de la leal, noble y santa señora Phillips, también conocida familiarmente como la abuela de Michael Clifford.
A sus veinte años, ya sabía lo que era la muerte y la vida. Dos cosas frágiles de las que era incómodo hablar, ya fuera con un niño de cinco años o con un enfermo en el hospital dando su último respiro. Y a su abuela le había llegado la hora. La muerte era inevitable y la vida era sin sentido y efímera. Qué pena.
Ya no tenía lágrimas que derramar, su tanque de agua ya había sido vaciado hace unos días, al encontrar el cuerpo pálido y tieso de su abuela en su cama con dosel en la habitación del fondo, puerta derecha. Su muerte había sido natural, Michael ya lo había visto venir, ella ya tenía noventa y tres años y sus articulaciones estaban rígidas, sus párpados cansados y su corazón oxidado. Pero Michael no quería enfrentarlo, así que cuando los doctores dijeron que, en efecto, ya no podían hacer nada por su abuela, para él fue una gran sacudida. Y las lágrimas rodaron por sus mejillas sin su consentimiento.
La quería; mucho, a decir verdad. Era la única familiar que tenía, su madre y padre habían muerto en un accidente de avión mientras él comía galletas en la casa de su abuela. Horas más tarde, cuando a la señora Phillips se enteró de la muerte de su hija y yerno, se le rompió el corazón en mil pedazos y prometió cuidar del pequeño Michael costase lo que costase. En ese entonces tenía un año y medio y solo recuerda eso porque su abuela lo había mencionado un par de veces. El recuerdo de sus padres lo traía sin cuidado. Apenas los recordaba y solo los conocía por una vieja y rota foto que estaba escondida en el armario de su abuela. Su madre era preciosa, con rasgos de muñeca y su padre era igualmente atractivo, con su barba matutina y sus dientes derechos. Pero lamentablemente, no podía sentir nada por personas que nunca llegó a conocer.
Y Michael estaba parado junto al ataúd, observando el cuerpo inerte de su abuela, con kilos y kilos de maquillaje y sangre falsa rodando por sus vacías venas. Sus perlas favoritas colgaban de su cuello y su vestido de seda estaba arrugado. No se veía viva y eso le parecía grotesco, pero quería ver a su abuela una última vez antes de que la metieran en esa caja negra donde la incinerarían y se convertiría en ceniza. Como tratar de tomar una foto de su rostro en vivo. Pero sin cámara. Un recuerdo que quedaría para siempre impregnado en su mente.
Sintió las palmadas en la espalda de un extraño y se estremeció un poco. Giró rápidamente y observó el bigote poblado y blancuzco de Moreau, el abogado y mano derecha de su ahora difunta abuela. El hombre que administraba toda su fortuna, el que mandaba cheques mensuales a casas hogares, a asilos, a escuelas con necesidades, a campañas contra el abuso intrafamiliar e instituciones para ayudar a los menos afortunados. Moreau le dio una sonrisa de lado y le dio unas palabras de aliento pero el olor que emanaba su boca olía en exceso a puros caros y un poco a moho. O tierra fresca, algo así.
— Tu abuela era un ser piadoso, tanta misericordia no podría caber en un cuerpo tan diminuto como el que tiene… tenía— dijo y dio un hondo suspiro —. Sígueme ahora, muchacho. Me acaban de informar que el testamento será en breve leído.
Michael asintió lentamente y siguió al regordete hombre por las escaleras de la funeraria hasta una oficina hecha totalmente de madera que olía a humedad y polvo.
Ahí se encontraba su prima y primo, los mellizos Colette y Hugo Cusseau. Y también su madre, su tía, la señora Donaire. Maldijo para sus adentros. Nunca había tenido buena relación con esa señora y nunca había sabido el porqué de tal disgusto.
Se sentó en un sofá marrón rojizo de cuero y mullido y se acomodó jugueteando con sus nudillos. El hombre de detrás del escritorio leía apaciblemente la hoja amarilla y con manchas de antigüedad. Los lentes se le resbalaban poco a poco y el olor a incienso parecía no hacerle absolutamente nada.
— Hoy— habló finalmente el hombre y después tosió sonoramente—, día veintitrés de octubre del presente año, damos adiós a la partida de nuestra querida señora Angéline Phillips de Donaire, mujer irremplazable, una en un millón, especial y querida por todas aquellas personas que tuvieron el grato honor de conocerla.
» Probablemente, cuando esto esté siendo leído, estaré muerta. Las palabras filosóficas sobre lo frágil que es la vida salen de más y he considerado que nadie tiene tiempo para eso. La vida sigue su curso y nadie, en unos años, se estará preocupando por una anciana, solo, claro, por las propiedades y el dinero que dejó. Entonces, como es eso lo que les preocupa, empezaré por lo más claro. El quince por ciento de mi fortuna será donada a caridad y administrada por mi gran amigo, Charles Moreau, a quien le dejo otro cinco por ciento.
Ahora viene la parte más difícil, mi familia, a las personas que vi crecer, a las que estuvieron en mi vientre por nueve meses. Las personas que llevan la misma sangre que yo.
A mi hija mayor, mi preciosa Marlene, le heredaré el quince por ciento, más las propiedades en América y el Caribe, mientras que a sus hijos, un dos por ciento cada uno más una propiedad a escoger en Irlanda. A mi hijo, James, le dejo un quince por ciento y la pequeña empresa en Canadá y a sus tres adorables hijos, un dos por ciento, cuando cumplan la mayoría de edad. Dejo a una persona sumamente especial para el final, la persona que cuidé desde que era tan solo un niño, una inocente criatura y que ahora merece el título de hijo. Porque padre no es el que lo tiene, sino el que cría, el que sufre. Michael desde su infancia ha demostrado ser un niño exitoso en todo lo que hace, dedicado, detallista. Ahora que es un hombre, un ciudadano de bien, honesto, le dejo el cuarenta y cinco por ciento de todo mi capital, más la casa de sus difuntos padres, las propiedades en Japón, Alemania y Rusia y mi propia casa, ubicada en la ciudad de París.
Sin más por el momento, sabiendo que esta es mi última palabra, le doy las gracias profundamente a Charles, que me ha hecho el favor de hacer cinco copias de este testamento que se les serán entregadas.
Les deseo lo mejor, Angéline Phillips de Donaire«
Michael tenía el corazón en la boca y la respiración pendiendo de un hilo. Eso no podía ser cierto.
— A continuación, les pido que firmen este documento para que sus posesiones sean entregadas y en un par de días se hará la reunión para entregar las joyas de la señora Phillips.
Michael trató de tragar saliva y de no mirar a sus primos y su tía. Si ella estaba perdiendo los estribos, no lo parecía. Estaba incorporada en su silla, con la respiración lenta, con el cabello largo cayéndole en cascada por los hombros. Sus facciones estaban tiesas como mármol, como la misma cara de su abuela en el ataúd, y no le sorprendería a Michael que en ese momento se levantara con total calma, bajara las escaleras, se acercara hasta el ataúd y estrangulara y matara a su abuela.
Y sin embargo, no lo hizo. Se quedó ahí, totalmente perpleja.
Sus primos, Colette y Hugo cuchicheaban en susurros inaudibles para los oídos de Michael. Ellos tampoco se veían enojados, ni si quiera irritados.
Moreau fue el primero en firmar, con una sonrisa completamente visible en los labios, porque para no ser un familiar le había ido muy bien.
Los segundos en firmar fueron su tía y sus primos, quien minuciosamente firmaron el documento y enseguida se les entregó el testamento para que ellos mismos lo leyeran con sus propios ojos.
Y finalmente fue Michael, con las manos temblorosas y frías. La lluvia se intensificó en el momento en que Michael puso la pluma en la hoja. Y firmó.
En ese exacto momento, la fortuna y las propiedades dejaron de ser de Angéline Phillips. No, ahora eran de Michael Clifford, el huérfano al que su familia materna odiaba y paterna… ellos ni si quiera contaban. Pero eso significaba que estaba totalmente solo en el mundo.
Pero la soledad es inminente y el mundo no puede escapar de eso. Hay soledades más extremas que otras.
El estómago se le revolvió y los pensamientos se le agitaron, pensó en un millón de cosas al mismo tiempo y eso le hizo doler las sienes. Pobre Michael Clifford. Solo y asustado no llegaría a ningún lado.
Pero tenía.
Haría lo mismo que su abuela. No gastaría el dinero en vano y sería reconocido en millones de lugares cuyos nombres aún no conocía. Sí, eso haría, y eso, a su vez, enorgullecería a su abuela, o lo que quedaba de ella, donde sea que se encontrara ahora.
Sonrió para sus adentros. Finalmente había descubierto su obligación en esa vida, bajo el nombre de Michael Clifford, y de alguna manera, se sentía orgulloso.
y
El nuevo Michael Clifford estaba sentado, solo, comiendo en la mesa del comedor un bistec bien cosido y vino tinto. Se sentía poderoso y rico. Asquerosamente rico. Pero no podía evitar sentirse culpable.
Paseó el chícharo por todo el plato, de pronto se le había quitado todo el apetito y en vez de terminar su carne, se quedó observando la fogata con los ojos idos, en algún plano imaginario donde sus padres no estaban muertos y el dinero crecía directamente de los árboles. Ah, que hermoso mundo.
El sonido de la puerta de la entrada siendo golpeada fervientemente le hizo sobresaltar y sin pensarlo, observó el reloj de la pared, colgado encima de la chimenea. No podía ser Moreau, ya que lo había visto esa misma tarde, después de la incineración. Eso rápidamente le recordó la carta que le había entregado. No la había abierto, tal vez por pereza o tal vez por falta de interés o curiosidad. Pero por alguna razón, en ese momento intuyó que esa carta tenía mucho que ver con la persona que tocaba la puerta.
Entrecerró los ojos y dejó el tenedor en su lugar. Caminó arrastrando los pies pesadamente hasta la entrada porque había recordado que después de las ocho de la noche no había servidumbre.
Y abrió la puerta, encontrándose con una chica menuda, más o menos de su edad, con el cabello revuelto y sucio, harapos en vez de ropa y el rostro jovial, pero sucio, con pecas marcadas y los ojos más azules que había visto en toda su vida. Estaba completamente empapada y temblaba del frío.
— Perdone pero— empezó él y su voz se le hizo más aguda.
— No, escuche— dijo y su voz no concordaba con su figura; áspera y distante. La chica buscó en uno de los bolsillos y sacó un papel —. Busco a Angéline Phillips. Me dijeron que vive aquí y…
— Perdona pero ella — él no encontraba las palabras para decirlo con el mayor tacto posible —, ella murió hace unos días.
Los ojos de la chica se abrieron de par en par y frunció los labios.
— No, no, no, no, no, no— y sus ojos se cristalizaron y arrugó la nariz —. ¡Sabía que debí de haber venido antes!, ¡Lo intuí!
La chica rompió en llanto y se desplomó en el suelo, junto a los rosales. Se manchó de lodo y el agua entró por lugares que aún no había entrado, pero eso al parecer no le importó.
— ¿E-e-estás bien?— preguntó Michael y salió a la calle. Sintió la desesperación de la chica y también pena. Mucha pena. Pero, ¿A caso él no era el heredero de Angéline Phillips?, ¿qué no podía hacer por ella? —. Mira, si quieres puedo ayudarte…
— ¡No!— escupió ella en un sollozo. Las palabras eran ahogadas por el diluvio y a Michael le empezaba a hacer efecto el frio —. ¡¿Qué podrías hacer tú?!
— Bueno, primeramente, sacarte de este diluvio.
— No me moveré de aquí— respondió ella decidida.
— Vamos, probablemente pueda ayudarte. Angéline Phillips fue mi abuela.
— ¿Lo dices en serio?
— Sí. En serio. Ahora entra.
La chica olía a cañería y a suciedad, a meses sin tocar agua caliente o jabón y eso hacía que los ojos de Michael lagrimearan un poco.
Y también comía como cerdo. Como si nunca hubiera pasado un alimento decente por sus labios. Y pensándolo mejor, así era.
— Dime— inició Michael. La chica levantó la cabeza mientras masticaba ruidosamente un pedazo de bistec. Ella asintió —, ¿cómo dijiste que te llamas?
— Rosalyn Boissieu— dijo cuando terminó de tragar el pedazo. Y después frunció el ceño —. Vaya, hace siglos que no le decía a una persona mi nombre, ¿tú quién eres?
— Michael Clifford— respondió un poco extrañado. Él tampoco se había presentado con alguien en mucho tiempo. Michael dio un hondo suspiro y siguió viendo las lenguas de lumbre que salían de la chimenea.
—Si me estás dando comida eso significa que dormiré aquí, ¿no?— preguntó Rosalyn tiempo después. Michael reaccionó y asintió lentamente.
— Pero primero te asearas y cambiarás de atuendo. ¿Hace cuánto no tomas una ducha?— preguntó y al segundo instante se reprendió mentalmente. La chica tenía sentimientos. ¿En qué estaba pensando?
Pero en cambio, la chica inclinó la cabeza y cruzó una de sus piernas.
— La verdad no recuerdo. Hace dos semanas alcancé lugar en un asilo…, pero la verdad es que no recuerdo haber tomado una ducha— dio un respingo en resignación y sonrió un poco. Michael tenía que aceptar que era muy linda. Su nariz se arrugaba cuando sonreía y sus ojos se hacían más pequeños, sus mejillas siempre estaban sonrosadas y algunas veces era imposible no ver sus pecas; su piel era bronceada y muy tersa, y, ah, sus ojos, como dos esmeraldas que podían ver todo a un radio de treinta kilómetros. Y por alguna extraña razón, se le hacía conocida.
Michael Clifford entró en la habitación de su abuela, que olía a su perfume, como cosas viejas, sabiduría y amor. Respiró ese olor un par de veces y observó el lugar. Todo estaba exactamente como lo había dejado ella. Los policías husmearon un poco la escena, aunque era claro que la muerte había sido natural.
Michael se acercó a su escritorio donde tenía plumas de aves exóticas y tinta exportada de China e India. A ella nunca le gustaron los artefactos modernos. Se aproximó al armario donde guardaba sus ropas. Escogió un camisón blanco de algodón y después cogió de su buró unas bragas. No sabía si le quedarían pero era mejor que nada.
Dejó el camisón y la ropa interior en la cama de la habitación de huéspedes, tomó los harapos de la chica y sus zapatos gastados y salió de la habitación y se internó en la sala, tomando té y leyendo frente a la chimenea.
De pronto se preguntó por qué tanta amabilidad con una extraña indigente. ¿A caso ella había sido amable con él?
¡La carta, claro! Ese presentimiento aún no se había ido y sentía que estaba a punto de descubrir algo grande e interesante.
Salto de su asiento y llegó al despacho donde se encontraba la carta. Tomó el abrecartas en forma de espada legendaria y trozó el sobre. Recogió la carta entre sus manos como un tesoro. Ésta olía al mismo perfume de su abuela, así que eso era una primera señal de que era importante lo que contenía la carta.
»Querido Michael.
Sé que esto sea inevitable pero ojalá nunca leas estas líneas. Sería una carga innecesaria para ti, pero si estas son las circunstancias, quiero que leas esto y lo comprendas con mucha atención. La historia y las razones son prolijas y es un martirio escribirlas rápidamente en las dos caras de esta hoja.
Entonces diré lo elemental, Michael. Hace un par de años, en mis viajes por San Petersburgo conocí a una mujer de economía bastante pobre que estaba preñada. Pronto nos conocimos mejor y tuve el encanto de llamarla una confidente. Cuando su hija nació ella quedó enferma y al poco tiempo murió, y, siendo incapaz de ver como se llevaban al orfanato a la pobre criatura, la adopté. Y legalmente es mi hija. No me sorprendería que la recuerdes, pues compartieron un año de sus vidas. Sin embargo, la tragedia volvió a pegar la vida de esa niña. Recuerdo que ese día era primavera, y salimos al parque con el abuelo. Los dejamos un segundo solos. En un abrir y cerrar de ojos la niña no estaba. La diminuta Rosalyn había desaparecido frente a mí y no había podido hacer nada para evitarlo. No tienes ni la menor idea de lo que tratamos de hacer. Solo para toparnos con la amargura de que no volveríamos a ver a nuestra Rosalyn.
Yo sé que está viva, Michael. Y lo único que tienes que hacer, es encontrarla. Y convertirla en una dama. «
— Esto tiene que ser una estúpida broma— murmuró Michael para sí, sintiéndose totalmente mofado y astuto al mismo tiempo. Al menos ya no tenía que buscar a la chica. Y la carta era cien por ciento real. Era la letra de su abuela, con su firma legítima que solo ponía en documentos de suma importancia.
Michael dio un hondo suspiro y relajó los hombros. Masajeó el puente de su nariz al mismo tiempo que empezó a caminar por todo el despacho de su abuela. Entonces ya conocía a esa pariente. Y ahora tenía que educarla como si fuera una niña hasta que se convirtiera en una… dama.
¿Pero eso no significaría tener que compartir su fortuna?, ¿No frustraría sus planes para ser igual –o mejor– que su abuela en lo que ella hacía?
Sí, porque ahora sería el instructor de una indigente. Que vuelta de moneda.
Suspiró de pura frustración y cerró los ojos con fuerza. Si tan solo nunca hubiera abierto esa carta.
Pero la había abierto. Y ahora no servía de nada lamentarse.
Sintió los pasos descalzos de Rosalyn en el piso superior y diez minutos después, ella bajó con el pelo chorreando y una bata de lana sobre los hombros.
— Hace tanto que no tocaba el agua caliente— dijo y rió un poco — ¡Mira!— apuntó un pedazo de piel en su huesudo antebrazo —. Aquí había una mancha de mugre que había estado ahí por muuucho tiempo.
Michael reprimió una forzosa sonrisa y le dio unas palmadas en el hombro.
— Hice té— dijo Michael y apuntó al escritorio del despacho. Era una forma inconsciente de invitarla a pasar.
— ¿Por qué hay tantas chimeneas en esta casa?— inquirió ella sorbiendo ruidosamente la taza de té. Michael hizo una mueca discreta y observó la chimenea.
— A mi abuela y a mí nos encanta el fuego. Encantaba. Da igual.
— Ah— ella también se quedó observando el fuego y sintiendo el calor que emanaba y lanzaba a su rostro, cuello y manos. Y decidió que a ella también le encantaba el fuego —. Oye, esto… gracias por dejarme quedar aquí. Y también gracias por ayudarme. Hace tiempo que no conocía a nadie tan amable.
— ¿Cómo llegaste a aquí?— preguntó con delicadeza. No quería contarle toda la historia que ahora él sabía. Necesitaba la información de ella también, y después mezclarla y finalmente hacer una decisión.
— Es una historia muy larga para contar en una sola noche, ¿sabes?— dijo y sonrió un poco. En sus ojos se podían ver las llamas de la chimenea. Michael lo comprobó sin que Rosalyn se diera cuenta.
— ¿Cuántos años tienes?
— Diecinueve. Veinte en un par de semanas. Creo.
— ¿Creo?
— En las calles se pierde la noción del tiempo. Así que no sé si ya los cumplí o todavía no.
— ¿Desde hace cuánto vives en la calle?
Ella rascó su sien y tomó un sorbo de té.
— Cinco años. Si mal no recuerdo. ¿Por qué me estás preguntando todo esto?
— Bueno, para mi eres una completa extraña. ¿Quién sabe?, probablemente eres una ladrona o secuestras personas. Las calles de París son lindas y peligrosas.
Rosalyn se quedó observando una esquina del despacho.
— Tienes razón— musitó —. No sé si eres un descuartizador de muchachas. O piensas prostituirme. ¿Por qué tanta amabilidad, Clifford?
¿Mentirle o decirle la verdad? La chica había acercado un alfiler a un globo lleno de aire y si Michael contestaba mal, éste podía desinflarse. Él tragó saliva.
— Contéstame algo y yo te contestaré esa pregunta, ¿de acuerdo?
Rosalyn asintió desconfiadamente.
— ¿Por qué querías ver a Angéline Phillips?
— Es una historia larguísima. Ya dije— dio un suspiro cansado.
— Es esencial que me contestes. Tenemos tiempo. No tengo que hacer absolutamente nada mañana y espero que tú tampoco.
— De acuerdo. Lo contaré rápidamente: Soy adoptada. Mis padres me… adoptaron cuando tenía un año. O algo así. Después… por razones estúpidas, huí de casa cuando tenía alrededor de quince años y una vez escuché hablar a mis padres hablar sobre una mujer que se llamaba Angéline Phillips y meses después encontré una carta de esa mujer diciendo que debían entregarle a una persona. Y llegué a asumir que era yo. Es decir, ¿Quién más podría ser? Viajé hasta París y…
— ¿Viajaste?, ¿Dónde vivías?
— Canadá.
Michael abrió los ojos.
— Sí, sí. Lo sé. Es… demasiado lejos. Y tardé casi cuatro años en llegar a esta ciudad. Esa es prácticamente todo. Bueno, faltan los detalles pero técnicamente, todo.
— ¿Sabes quiénes son tus verdaderos padres?
— No. Cuando mis padres adoptivos me explicaron que era, bueno, adoptada, nunca me dijeron quiénes eran mis verdaderos padres. Creo que ellos tampoco tenían idea. No me importa, la verdad. ¿Y tus padres?, ¿Dónde están ellos?
— Probablemente desmembrados debajo de cientos de kilómetros bajo el mar— Michael lo dijo como si nada. Fríamente. Rosalyn ladeó la cabeza y entrelazó las manos, apretando sus nudillos.
— ¿Los odiabas?
— Oh, no. Es solo que nunca los conocí, realmente. Yo tenía un año; estamos hablando de unos completos extraños que solo conocí físicamente por una foto. No te preocupes.
Hubo un largo silencio.
— ¿Y ahora qué?— preguntó ella. Michael observó el reloj. Era ligeramente tarde.
— Te explicaré mañana.
Opal
Re: Escritura y Redacción {I.Cerradas
Pls, yo siempre corto el juego.
mi nombre no es bonito, pero es raro, ¿eso cuenta?
lol
mi nombre no es bonito, pero es raro, ¿eso cuenta?
lol
Opal
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