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The life is a movie | colectiva.
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Re: The life is a movie | colectiva.
Capítulo 003
Hoy no había sido un buen día, de hecho, ni se acercaba a bueno.
Empezando por el despertador, olvidé programarlo y por ende este no sonó, quedándome dormida y llegando tarde a mi primer empleo estable.
Mi suerte fue empeorando cuando me desperté y me di cuenta de la hora, rápido me deshice de las sábanas y traté de descender de la cama pero estas se enredaron en mis pies haciéndome caer de bruces al suelo.
Adolorida me levanté y me dirigí al baño para darme una ducha. Las gotas repiqueteaban en mi cuerpo, dándome una tenue sensación relajante, destensando mis músculos. Por desgracia, al meterme olvidé ponerme sandalias —ya que el suelo se ponía muy resbaloso por el agua que se acumulaba—, no creí que fuera muy necesario por lo que ignoré eso, sólo me importaba hacer las cosas rápido.
Y como el piso me quería mucho me atrajo hacia él, fue inevitable caer cuando estaba a punto de salir, se me entumió mi trasero. Un fallido intento de levantarme pero volví a dar contra el suelo.
En ese momento deseé haberme puesto el calzado pero ya era demasiado tarde. Otra vez yacía tirada en el piso.
Esperé a que el dolor se calmara, finalmente pude ponerme de pie continuando con mi labor asegurándome de no pisar más charcos de agua y enrollando a su paso, una toalla alrededor de mi cuerpo.
Llegué a mi armario y me di cuenta que no tenía limpia la ropa que me tenía que colocar para el trabajo, bufé pateando todo lo que estaba cerca dándome con una pata de la cama en el dedo pequeño de mi pie derecho.
Entonces me di cuenta de que podría haber llamado y dar una explicación del por qué de mi ausencia. Busqué el celular y lo encontré en mi escritorio. Llamé al número de la empresa pero no respondían, revisé el teléfono y me di cuenta que no tenía servicio.
Frustrada me dirigí al computador para enviar un e-mail, mis dedos se movían febrilmente sobre el teclado, en cuanto finalicé intenté enviarlo, me marcó error, tampoco tenía internet.
Vociferé algunos insultos sólo para desahogarme.
El universo estaba en mi contra.
Las lágrimas se comenzaron a acumular nublando mi vista, parpadeé reiteradamente para alejarlas y ver claramente otra vez.
Tenía que presentarme forzosamente para dar una concreta explanación de lo acontecido. Ya me habían advertido lo que tenía que hacer si es que alguna vez llegaba tarde o no asistía a la empresa, claro, el dirigente de esta no debía de darse cuenta porque si no me despediría. Así era él, le gustaba que nadie rompiera las reglas, si lo hacían, tendrían que constatar las consecuencias de sus actos. Y eso era bueno, ya que te ayudaba a ser más responsable pero por ahora eso ya no me concernía. Sólo deseaba que no se enterara.
Examiné mi armario y solté un suspiro de alivio al encontrar en un rincón un conjunto presentable para el trabajo. Me coloqué las prendas y me arreglé buscando la mejor manera de verme decente, atando mi cabello en una coleta prolija y maquillándome sutilmente. Me encontraba más serena porque parecía que las cosas ya iban a empezar a salir mejor.
Tomé las llaves y cerrando la puerta tras de mí salí al porche para ir por mi automóvil. Entré a este, inserté la llave y el motor rugió como si fuera un Ferrari, aunque en realidad sólo era un viejo pero resistente volkswagen azul que, a decir verdad, estaba muy cuidado: la pintura seguía intacta y brillosa, se debía a que de vez en cuando le proporcionaba una lavada; los asientos de piel estaban relucientes, sin ninguna rasgadura, aunque a veces los odiaba porque en tiempo de calor quemaban; el motor, sin duda alguna, estaba en perfectas condiciones, aún se escuchaba como si estuviera recién comprado.
Estaba muy nerviosa, esperaba no toparme con ese señor gruñón que dirige la empresa.
El edificio conspicuo se hizo distinguir, era muy grande, una construcción conservadora pero a la vez moderna estaba completamente en mi visión. Intimidaba, estaba consciente de que el inmueble era inmenso.
Busqué un lugar para aparcar que no se encontrara muy retirado de la instalación. Bajé quedamente del coche admirando mi alrededor, no era la primera vez que me encontraba aquí sin embargo no había estado en el lugar muchas veces y eso no impedía que me maravillara por lo que veía.
Una gélida brisa se hizo presente, meneando mi cabellera castaña a todas direcciones. Pasé una mano por mi cabello y removí todo aquel que se interpusiera en mi vista o que se encontrase en mi rostro.
Caminando pesadamente me dirigí a la entrada. Avanzaba muy pausado buscando una manera de atrasar todo. Demasiado tarde, no lo hice lo suficientemente calmoso, ya había llegado.
«Ya no hay vuelta atrás.» Me dije a mi misma cuando me dispuse a ingresar al establecimiento de la empresa.
Todas las extremidades de mi cuerpo temblaban, estaba muy nerviosa.
Ojalá no se encuentre.
Ojalá lo haya arrollado un camión.
Ojalá que se haya ido por un tubo.
Especulaba diferentes formas que provocaran la ausencia del jefe mientras me aproximaba a la oficina para aclarar todo. Por más crueles y sádicas se oyeran, aun así lo deseaba, prefería mil veces salvar mi pellejo a que el patrón llegara en buenas condiciones.
Generalmente se encontraba su secretaria en su oficina, esperaba que esta vez así sucediera.
Reduje mi caminar, más de lo que ya iba, y me detuve justo en frente del lugar donde se dictaría mi destino. ¿Seguiré trabajando o ya no? Ese era el dilema que surcaba en mi mente.
Palpé la puerta antes de dar unos sonoros manotazos a esta para que me concedieran el permiso de ingresar al salón.
— Adelante. — Una voz grave e imponente llegó a mis oídos dejándome petrificada.
Oh. Por. Dios.
Sentí que mi corazón se detuvo por un momento, la bilis subió por mi garganta regalándome un mal sabor de boca.
¿Por qué justo hoy tenía que ser el día en que a este señor se le ocurría venir?
Giré la perilla para adentrarme al lugar. Ahora sólo quedaba esperar que estuviera de buen humor para que no me fuera tan dañina la decisión que tomara. Posiblemente esté enamorado de mí y me perdone todo. Bueno, eso es claramente quimérico. Cerré la puerta tras de mí, esta rechinó un poco dándole un aspecto tétrico a mi situación.
— Tome asiento, señorita Fellow. — Hizo un ademán apuntando una de las sillas que estaba posicionada en frente de su escritorio.
Acercándome lentamente tomé asiento, todos mis movimientos eran metódicos y calculadores para evitar que notara mi nerviosismo. Mi respiración era cortante y mis piernas temblaban pero trataba de hacer lo posible para que no fuera evidente.
— Me han informado que usted no se presentó a tiempo en su primer día de trabajo. — Soltó con voz neutra al ver que yo no hablaría.
Wao, que rápido corrían los chismes. Aquí tampoco me salvé de las personas quisquillosas.
Bajé mi mirada avergonzada y no dije nada. Como dicen, “El que calla otorga”.
— Lamento informarle que no puedo permitir tener personas irresponsables en mi empresa.
Volví a mirarlo con los ojos muy abiertos. ¿Había escuchado bien? ¿Me había despedido?
— Le prometo que no volverá a pasar. Esta fue la primera y última vez. — Le insté, mi voz sonaba temblorosa y mis ojos comenzaron a aguarse mientras esperaba su respuesta.
— Lo siento, señorita. Fui bastante claro con las reglas que estipulé al principio. — Chistó totalmente serio. Cruzó sus brazos y continuó: —Esperaba más de usted. —Negó con la cabeza. Por un momento noté una pisca de decepción en su mirada pero la apartó en cuanto se dio cuenta de ello, queriendo mantener su semblante duro. —Que tenga un buen día.
Y así, sin más, me retiré del lugar acongojada. Mis pasos se volvieron mucho más pesados, iba arrastrando los pies. Pasé al lado de algunos empleados que me miraban con lástima, otros simplemente me ignoraban.
Me equivoqué totalmente cuando pensé que las cosas ya iban a salir mejor. Todo salió peor de lo que esperaba.
Ya es de noche y no tengo ganas de hacer nada por lo que me arrimo un tazón lleno de palomitas de mantequilla, un litro de té de limón —mi bebida favorita— y un paquete de gomitas, preparándome para ver mi película preferida “500 días con ella”.
A pesar de no ser exactamente una película de amor me encanta. Es una de esas películas en las que te pasan un final inesperado que por una parte te gusta pero por otra desearías que hubiera terminado de otra manera.
Le pongo play para que inicie la película. En algunas partes suelto unos suspiros al ver lo que él hacer por ella; y en otras bufo por lo estúpida que es Summer, no puedo creer que le haya hecho algo así a Tom, siendo que él la trató desde el principio bien lindo. Si a mí me tocara conocerlo estaría segura de que yo no le haría nada así.
Cuando la película está a punto de concluir mi teléfono suena. Se me hace extraño porque en la mañana no funcionaba. Me dirijo a mi habitación que es donde lo dejé la última vez que lo usé —que fue esta mañana—.
Lo tomo y sin revisar quién contesto: — ¿Hola?
— ¡Bree! — exclama Juliette, logrando aturdirme. Alejo un poco el móvil para evitar quedarme sorda.
Mi mejor amiga, como siempre de buen humor.
— Julie. — Digo con voz apagada.
— Brigette Fellow, ¿qué es lo que tienes? —Pregunta con voz seria. Está preocupada, lo sé porque cambió el sonido de su voz y me nombró por mi nombre completo.
— Nada más te digo que necesito un nuevo empleo. — Explico, tratando de que con esas palabras sepa cómo me encuentro, aunque no sea tan necesario porque ella me conoce muy bien.
— Bree, no sabes cuánto lo siento. — Dice con voz tranquila. — Me imagino que ahora estás con aspecto de vagabundo viendo una película. — Se burla y no la corrijo porque es cierto. En la forma que lo dice hace que suelte una pequeña risa.
— Pues entonces la noticia que tengo te agradará. — Menciona luego de un rato de silencio.
— ¿Cuál es?
— El padre de un amigo necesita una asistente, pensaba tomar ese puesto pero ahora veo que tú lo necesitas más que yo.
— ¿En serio harías eso por mí? —Exclamo emocionada, es la mejor noticia que he tenido en el día.
— Claro que sí, luego yo buscaré otro.
— Vaya, eres la mejor amiga que siempre deseé.
Estoy muy feliz por lo que ha hecho por mí.
Se ríe y yo también lo hago.
— Bueno, te enviaré la dirección y mañana te presentas diciendo que buscas el empleo. Hasta luego. —Se despide mandándome un beso y cuelga.
Unos segundos después me llega el mensaje con las indicaciones de lo que tengo que hacer y una sonrisa se forma en mi rostro.
Al parecer no fue mi peor día, todo se arregló a último momento.
Espero que mañana todo salga bien.
Sigue: américa.
Empezando por el despertador, olvidé programarlo y por ende este no sonó, quedándome dormida y llegando tarde a mi primer empleo estable.
Mi suerte fue empeorando cuando me desperté y me di cuenta de la hora, rápido me deshice de las sábanas y traté de descender de la cama pero estas se enredaron en mis pies haciéndome caer de bruces al suelo.
Adolorida me levanté y me dirigí al baño para darme una ducha. Las gotas repiqueteaban en mi cuerpo, dándome una tenue sensación relajante, destensando mis músculos. Por desgracia, al meterme olvidé ponerme sandalias —ya que el suelo se ponía muy resbaloso por el agua que se acumulaba—, no creí que fuera muy necesario por lo que ignoré eso, sólo me importaba hacer las cosas rápido.
Y como el piso me quería mucho me atrajo hacia él, fue inevitable caer cuando estaba a punto de salir, se me entumió mi trasero. Un fallido intento de levantarme pero volví a dar contra el suelo.
En ese momento deseé haberme puesto el calzado pero ya era demasiado tarde. Otra vez yacía tirada en el piso.
Esperé a que el dolor se calmara, finalmente pude ponerme de pie continuando con mi labor asegurándome de no pisar más charcos de agua y enrollando a su paso, una toalla alrededor de mi cuerpo.
Llegué a mi armario y me di cuenta que no tenía limpia la ropa que me tenía que colocar para el trabajo, bufé pateando todo lo que estaba cerca dándome con una pata de la cama en el dedo pequeño de mi pie derecho.
Entonces me di cuenta de que podría haber llamado y dar una explicación del por qué de mi ausencia. Busqué el celular y lo encontré en mi escritorio. Llamé al número de la empresa pero no respondían, revisé el teléfono y me di cuenta que no tenía servicio.
Frustrada me dirigí al computador para enviar un e-mail, mis dedos se movían febrilmente sobre el teclado, en cuanto finalicé intenté enviarlo, me marcó error, tampoco tenía internet.
Vociferé algunos insultos sólo para desahogarme.
El universo estaba en mi contra.
Las lágrimas se comenzaron a acumular nublando mi vista, parpadeé reiteradamente para alejarlas y ver claramente otra vez.
Tenía que presentarme forzosamente para dar una concreta explanación de lo acontecido. Ya me habían advertido lo que tenía que hacer si es que alguna vez llegaba tarde o no asistía a la empresa, claro, el dirigente de esta no debía de darse cuenta porque si no me despediría. Así era él, le gustaba que nadie rompiera las reglas, si lo hacían, tendrían que constatar las consecuencias de sus actos. Y eso era bueno, ya que te ayudaba a ser más responsable pero por ahora eso ya no me concernía. Sólo deseaba que no se enterara.
Examiné mi armario y solté un suspiro de alivio al encontrar en un rincón un conjunto presentable para el trabajo. Me coloqué las prendas y me arreglé buscando la mejor manera de verme decente, atando mi cabello en una coleta prolija y maquillándome sutilmente. Me encontraba más serena porque parecía que las cosas ya iban a empezar a salir mejor.
Tomé las llaves y cerrando la puerta tras de mí salí al porche para ir por mi automóvil. Entré a este, inserté la llave y el motor rugió como si fuera un Ferrari, aunque en realidad sólo era un viejo pero resistente volkswagen azul que, a decir verdad, estaba muy cuidado: la pintura seguía intacta y brillosa, se debía a que de vez en cuando le proporcionaba una lavada; los asientos de piel estaban relucientes, sin ninguna rasgadura, aunque a veces los odiaba porque en tiempo de calor quemaban; el motor, sin duda alguna, estaba en perfectas condiciones, aún se escuchaba como si estuviera recién comprado.
Estaba muy nerviosa, esperaba no toparme con ese señor gruñón que dirige la empresa.
El edificio conspicuo se hizo distinguir, era muy grande, una construcción conservadora pero a la vez moderna estaba completamente en mi visión. Intimidaba, estaba consciente de que el inmueble era inmenso.
Busqué un lugar para aparcar que no se encontrara muy retirado de la instalación. Bajé quedamente del coche admirando mi alrededor, no era la primera vez que me encontraba aquí sin embargo no había estado en el lugar muchas veces y eso no impedía que me maravillara por lo que veía.
Una gélida brisa se hizo presente, meneando mi cabellera castaña a todas direcciones. Pasé una mano por mi cabello y removí todo aquel que se interpusiera en mi vista o que se encontrase en mi rostro.
Caminando pesadamente me dirigí a la entrada. Avanzaba muy pausado buscando una manera de atrasar todo. Demasiado tarde, no lo hice lo suficientemente calmoso, ya había llegado.
«Ya no hay vuelta atrás.» Me dije a mi misma cuando me dispuse a ingresar al establecimiento de la empresa.
Todas las extremidades de mi cuerpo temblaban, estaba muy nerviosa.
Ojalá no se encuentre.
Ojalá lo haya arrollado un camión.
Ojalá que se haya ido por un tubo.
Especulaba diferentes formas que provocaran la ausencia del jefe mientras me aproximaba a la oficina para aclarar todo. Por más crueles y sádicas se oyeran, aun así lo deseaba, prefería mil veces salvar mi pellejo a que el patrón llegara en buenas condiciones.
Generalmente se encontraba su secretaria en su oficina, esperaba que esta vez así sucediera.
Reduje mi caminar, más de lo que ya iba, y me detuve justo en frente del lugar donde se dictaría mi destino. ¿Seguiré trabajando o ya no? Ese era el dilema que surcaba en mi mente.
Palpé la puerta antes de dar unos sonoros manotazos a esta para que me concedieran el permiso de ingresar al salón.
— Adelante. — Una voz grave e imponente llegó a mis oídos dejándome petrificada.
Oh. Por. Dios.
Sentí que mi corazón se detuvo por un momento, la bilis subió por mi garganta regalándome un mal sabor de boca.
¿Por qué justo hoy tenía que ser el día en que a este señor se le ocurría venir?
Giré la perilla para adentrarme al lugar. Ahora sólo quedaba esperar que estuviera de buen humor para que no me fuera tan dañina la decisión que tomara. Posiblemente esté enamorado de mí y me perdone todo. Bueno, eso es claramente quimérico. Cerré la puerta tras de mí, esta rechinó un poco dándole un aspecto tétrico a mi situación.
— Tome asiento, señorita Fellow. — Hizo un ademán apuntando una de las sillas que estaba posicionada en frente de su escritorio.
Acercándome lentamente tomé asiento, todos mis movimientos eran metódicos y calculadores para evitar que notara mi nerviosismo. Mi respiración era cortante y mis piernas temblaban pero trataba de hacer lo posible para que no fuera evidente.
— Me han informado que usted no se presentó a tiempo en su primer día de trabajo. — Soltó con voz neutra al ver que yo no hablaría.
Wao, que rápido corrían los chismes. Aquí tampoco me salvé de las personas quisquillosas.
Bajé mi mirada avergonzada y no dije nada. Como dicen, “El que calla otorga”.
— Lamento informarle que no puedo permitir tener personas irresponsables en mi empresa.
Volví a mirarlo con los ojos muy abiertos. ¿Había escuchado bien? ¿Me había despedido?
— Le prometo que no volverá a pasar. Esta fue la primera y última vez. — Le insté, mi voz sonaba temblorosa y mis ojos comenzaron a aguarse mientras esperaba su respuesta.
— Lo siento, señorita. Fui bastante claro con las reglas que estipulé al principio. — Chistó totalmente serio. Cruzó sus brazos y continuó: —Esperaba más de usted. —Negó con la cabeza. Por un momento noté una pisca de decepción en su mirada pero la apartó en cuanto se dio cuenta de ello, queriendo mantener su semblante duro. —Que tenga un buen día.
Y así, sin más, me retiré del lugar acongojada. Mis pasos se volvieron mucho más pesados, iba arrastrando los pies. Pasé al lado de algunos empleados que me miraban con lástima, otros simplemente me ignoraban.
Me equivoqué totalmente cuando pensé que las cosas ya iban a salir mejor. Todo salió peor de lo que esperaba.
{…}
Después de una mañana terrible me encuentro en el living de mi hogar, vestida con el pijama que tenía puesto y con un chongo desprolijo, en mis pies tengo mis pantuflas de conejito porque son muy cómodas. En cuanto llegué a mi casa me tiré a mi cama a echarme una siesta y por eso me encuentro así.Ya es de noche y no tengo ganas de hacer nada por lo que me arrimo un tazón lleno de palomitas de mantequilla, un litro de té de limón —mi bebida favorita— y un paquete de gomitas, preparándome para ver mi película preferida “500 días con ella”.
A pesar de no ser exactamente una película de amor me encanta. Es una de esas películas en las que te pasan un final inesperado que por una parte te gusta pero por otra desearías que hubiera terminado de otra manera.
Le pongo play para que inicie la película. En algunas partes suelto unos suspiros al ver lo que él hacer por ella; y en otras bufo por lo estúpida que es Summer, no puedo creer que le haya hecho algo así a Tom, siendo que él la trató desde el principio bien lindo. Si a mí me tocara conocerlo estaría segura de que yo no le haría nada así.
Cuando la película está a punto de concluir mi teléfono suena. Se me hace extraño porque en la mañana no funcionaba. Me dirijo a mi habitación que es donde lo dejé la última vez que lo usé —que fue esta mañana—.
Lo tomo y sin revisar quién contesto: — ¿Hola?
— ¡Bree! — exclama Juliette, logrando aturdirme. Alejo un poco el móvil para evitar quedarme sorda.
Mi mejor amiga, como siempre de buen humor.
— Julie. — Digo con voz apagada.
— Brigette Fellow, ¿qué es lo que tienes? —Pregunta con voz seria. Está preocupada, lo sé porque cambió el sonido de su voz y me nombró por mi nombre completo.
— Nada más te digo que necesito un nuevo empleo. — Explico, tratando de que con esas palabras sepa cómo me encuentro, aunque no sea tan necesario porque ella me conoce muy bien.
— Bree, no sabes cuánto lo siento. — Dice con voz tranquila. — Me imagino que ahora estás con aspecto de vagabundo viendo una película. — Se burla y no la corrijo porque es cierto. En la forma que lo dice hace que suelte una pequeña risa.
— Pues entonces la noticia que tengo te agradará. — Menciona luego de un rato de silencio.
— ¿Cuál es?
— El padre de un amigo necesita una asistente, pensaba tomar ese puesto pero ahora veo que tú lo necesitas más que yo.
— ¿En serio harías eso por mí? —Exclamo emocionada, es la mejor noticia que he tenido en el día.
— Claro que sí, luego yo buscaré otro.
— Vaya, eres la mejor amiga que siempre deseé.
Estoy muy feliz por lo que ha hecho por mí.
Se ríe y yo también lo hago.
— Bueno, te enviaré la dirección y mañana te presentas diciendo que buscas el empleo. Hasta luego. —Se despide mandándome un beso y cuelga.
Unos segundos después me llega el mensaje con las indicaciones de lo que tengo que hacer y una sonrisa se forma en mi rostro.
Al parecer no fue mi peor día, todo se arregló a último momento.
Espero que mañana todo salga bien.
Sigue: américa.
holiscrayolis
Re: The life is a movie | colectiva.
Disculpen la tardanza, estuve ocupada. El capítulo quedó caca por falta de inspiración. Idk, espero el siguiente capítulo.
holiscrayolis
Re: The life is a movie | colectiva.
wowwwww quedó hermoso ♥ es obviamente mejor que el mio. ¿kk? PIBA ESTÁ GENIAL :c la verdad que me ha encantado todo el capítulo y no hago comentario largo bc tengo sueño ah soo that muchos besitos bye.
holmes.
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