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"El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 7 de 48. • 1 ... 6, 7, 8 ... 27 ... 48
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Lula_Jonas escribió:siguela!
nueva lecctora me encanta la nove
BIENVENIDAA!!!! :D
Florjudith96
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
por que reaccioo asi withers???
aaaiii siguela porfaaa
aaaiii siguela porfaaa
chelis
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
ME ENCANTO EL CAP!!!!
SIGUELA!!!!!
SIGUELA!!!!!
Just Me! Melissa! :)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
QUE LINDO CAP
PLIS SIGUELA
QUIERO MAS!! :D
PLIS SIGUELA
QUIERO MAS!! :D
Karli Jonas
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
chicas pasen por mi novee!!
http://jbvenezuela.activoforo.com/t8259-lo-mejor-que-me-paso-despues-del-conciertonick-y-tu
http://jbvenezuela.activoforo.com/t8259-lo-mejor-que-me-paso-despues-del-conciertonick-y-tu
Florjudith96
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Lula_Jonas escribió:siguela!
nueva lecctora me encanta la nove
BIENVENIDA!!!!!
ami me enkanta q te enkante la vove :D
ami me enkanta q te enkante la vove :D
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Chicas bellas!!! como estan??? aki les dejo el kap de hoy!! kreo ke les va gustar :¬w¬: les pregunto algo... kieren ke les suba el kap kompleto?? :¬w¬: :yonofui: esq ahhh!!! me muero porq lo lean!! la otra parte esta un poko triste pero apartir de este se viene lo bueno!!! ustedes saben comenten mucho y se los subo kompleto va??? las kiero!!! :hug:
CAPITULO 6
Salvo por dos breves y fríos encuentros a lo largo del día, ____ logró no pensar mucho en Nicholas hasta que llegó la hora de vestirse para la cena. Entonces, la perspectiva de volver a verlo la puso extrañamente nerviosa, e insistió en que Sarah la ayudase a elegir un vestido y a arreglarse el pelo.
Mientras se vestía, Sarah parloteaba sin cesar de lord Darfield. A juzgar por los comentarios de la efusiva doncella, Nicholas era aún más santo de lo que el capitán Carrington podía haber imaginado. Pero ____ era consciente del deseo de su nueva amiga de verlos firmemente unidos e ignoró su cháchara con educación.
De todas formas, no lograba concentrarse. Por dentro, sentía un revoltijo de emociones contradictorias. Quería estar atractiva, pero no quería llamar mucho la atención de Nicholas. Quería gustarle, pero deseaba permanecer distante y conservar su independencia.
Cuando estuvo al fin lista, bajó despacio la espléndida escalera de mármol y se detuvo al final. No tenía prisa por reunirse con él; cada vez le gustaba menos la idea. Debía mantenerse alejada de él, respetar la separación, hablar sólo cuando le preguntase. Se dirigió sin ganas al salón, resiguiendo los muebles con los dedos, admirando los retratos que tapizaban las paredes. Le llamó la atención uno en particular, el de una mujer que se parecía mucho a Nicholas, salvo porque tenía el pelo claro y una sonrisa preciosa.
El marqués de la Amargura también tenía una sonrisa preciosa, sólo que rara vez la usaba.
—Es mi madre —dijo Nicholas a su espalda. Sobresaltada, ____ dio un respingo y se volvió. Una leve sonrisa se dibujó en los labios del hombre cuando ella inspiró hondo y miró de nuevo el retrato.
—Era guapa —murmuró ____, contemplándola.
—Sí, lo era —convino él.
____ suspiró con tristeza.
—Debes de echarla mucho de menos.
Nicholas le ofreció el brazo, que ella aceptó a regañadientes.
—Ciertamente —se limitó a decir él, luego la condujo a la salita dorada, la invitó a sentarse en una silla forrada de cretona dorada y se acercó con elegancia al carrito de las bebidas.
____ lo observo con los ojos entreabiertos, a través de sus largas pestañas. Iba vestido con un traje de gala negro. La blancura inmaculada del cuello de la camisa y del corbatín resaltaban aún más el bronceado de su rostro, y su recio pelo negro parecía fundirse con su amplio dorso. Se mordió el labio inferior y miró a otro lado para que él no la pillara casi babeando.
— ¿Un jerez? —preguntó cortésmente.
—Prefiero ron, si tienes —respondió ella.
De espaldas a ella, Nicholas arqueó una ceja, pero no dijo nada. Le llevó la copa, luego se instaló en una silla a su lado, cruzando desenfadadamente una pierna sobre la otra.
—Me pregunto en qué parte de América puede aficionarse al ron una mujer —dijo a la ligera.
—Aún no me he aficionado a él, pero me apetecía probarlo. —Sin detectar el gesto de perplejidad de Nicholas, sorbió despacio la bebida. Enseguida cerró los ojos y arrugó la nariz.
— ¿No te gusta? —preguntó él, divertido.
Ella abrió sus ojos chispeantes.
—Me gusta más que el whisky, pero no tanto como la cerveza —afirmó con voz ronca.
Nicholas rió.
—Sólo he estado en América tres años.
— ¿Ah, sí? Tenía la sensación de que llevabas más tiempo fuera —señaló él.
—No venía a Inglaterra desde que era muy niña, eso es cierto —____ contuvo la respiración. ¡Él sabía que había pasado casi toda su vida en el mar! Conocía todos los lugares en los que había vivido, ¿no?
— ¿Y tú? —preguntó vacilante. — ¿Has estado en América?
—Dos veces. Mis barcos se construyen en Boston.
____ se irguió al oír aquello.
—Me gusta mucho Boston. Siempre lo pasábamos muy bien cuando íbamos allí. El año pasado organizaron una feria enorme en el puerto. Había barcos grandes de todo el mundo, ¡y te dejaban verlos! Eran mucho más grandes que los de mi padre.
Nicholas asintió con la cabeza.
—Yo estuve en esa feria. También lo pasé estupendamente.
La sonrisa de ____ se desvaneció. ¿Había estado en Boston el año anterior y ni siquiera había intentado verla? Habían estado en la misma feria... Desvió la mirada mientras trataba de ordenar sus ideas. Ya estaba sacando conclusiones precipitadas otra vez, una manía que debía evitar. Obviamente él no sabía cómo encontrarla. O quizá estuviese con lady Davenport por aquel entonces y no le interesaba localizarla. Dejó su vaso de ron en la mesa, con más vehemencia de la que pretendía.
— ¿Ocurre algo? —preguntó él.
____ respiró hondo y se recompuso, decidida a no dejar ver su decepción.
—Creo que el ron no me sienta muy bien. —Sonrió nerviosa.
Pero Nicholas sabía que no era por el ron. Una especie de tristeza había ensombrecido sus ojos violeta.
Justo entonces entró Jones, sonrió de oreja a oreja a ____ y anunció que la cena estaba servida.
— ¿Te encuentras mal? —le preguntó Nicholas, algo alarmado por su repentino cambio de humor.
La sonrisa forzada de la joven no contribuyó a aliviar su preocupación.
—En absoluto De verdad, sólo es el ron —le aseguró, y se puso de pie.
Nicholas se levantó y le ofreció el brazo. ____ se lo quedó mirando; luego, de mala gana, apoyó en él su elegante mano. Mirando al frente, se situó a su lado y se dirigió a lo que cualquier observador externo habría considerado, sin duda, más un patíbulo que un comedor.
Una vez sentada, ____ decidió que debía evitar el tema de su pasado hasta que pudiese hablar de ello sin ponerse tan terriblemente sentimental. No podía hacerlo durante la cena; lo veía relajado, y eso la complacía muchísimo. Salvo por el recelo que le había causado enterarse de su visita a Boston, lograron mantener una conversación agradable. Ella le preguntó por su barco, el La Belle, y a él se le ilumino el rostro de emoción. Tenía un diseño de vanguardia, le explicó, y había sido construido para surcar los mares a gran velocidad. Había hecho su viaje inaugural hacía seis meses y ya estaba listo para partir rumbo al Mediterráneo. Eso la llevó a preguntarle por su vida en alta mar, y él le habló muy animado, le contó cosas de los distintos puertos en los que había estallo, muchos de los cuales también ____ había visitado alguna vez. Procuró ignorar la sensación de que había algo raro en todo aquello. Un barco entra y sale de un puerto constantemente; era imposible que supiese dónde se encontraba ella en un momento dado.
Claro que sabía dónde estaba su padre.
Tras la cena, los dos se retiraron a la biblioteca privada de él. ____ se asomó a aquella estancia apenas iluminada antes de cruzar el umbral de la puerta. Contempló el exquisito mobiliario y se quedó tímidamente junto a un criado, esperando atenta a la entrada. Las paredes estaban forradas de paneles oscuros y estanterías llenas de volúmenes encuadernados en piel. Cerca de la chimenea, donde chisporroteaba intensamente el fuego, había un globo terráqueo. Unas gruesas cortinas de terciopelo color burdeos colgaban de dos grandes ventanas. Delante del hogar había dos sillas de piel, una frente a la otra, junto a un sofá también de piel. En el centro de la estancia había dos sillas tapizadas separadas por una mesa baja muy elegante.
Nicholas se quitó la chaqueta mientras cruzaba la gruesa alfombra persa y la dejó caer descuidadamente en la butaca orejera de piel apostada tras un inmenso escritorio de caoba. Luego se acercó al fuego como si nada, haciéndole una seña imperceptible a un criado, que inmediatamente les trajo dos copas de coñac.
Cuando ____ se aproximó despacio al hogar, Nicholas examinó subrepticiamente su figura femenina. Aquel vestido verde resaltaba sus suaves curvas. La prenda, de suave terciopelo ceñido en la cintura, aunque no estaba de moda por aquel entonces, era bonito y elegante. Parecía una especie de diosa, y se le pasó fugazmente por la cabeza la idea de sentarse en el regazo a aquella criatura preciosa.
— ¡Qué vestido tan bonito! —observó con sinceridad.
____ se sonrojó, preciosa.
—Me lo hizo mi prima Dani. Cose muy bien. Menos mal, porque yo nunca sé lo que se lleva y lo que no.
— ¿En serio? Pues, a mí, tus vestidos me parecen muy apropiados.
— ¿De verdad? —exclamó ella, visiblemente complacida. —Se lo debo todo a Dani. Gracias a Dios, se le da mucho mejor la aguja que a Demi las manualidades —rió.
— ¿Demi? —preguntó Nicholas.
—Mi otra prima, ella fue la que me hizo el sombrero.
Él sonrió.
—Ah, sí, el sombrero. ¿Y a ti qué se te da bien, ____? —quiso saber mientras se llevaba la copa a los labios.
Aunque se encogió de hombros como restándole importancia, se puso como un tomate.
—Yo soy un desastre con las labores de costura y tampoco tengo vista para los sombreros. Ayudaba a tía Nan a llevar la granja. —Se acercó a la silla que había enfrente de la de él y se sentó en medio de una nube verde. Con la luz del fuego parpadeándole en la piel, bien podría haber sido la creación de algún artista.
— ¿Y qué hacías antes de eso? —inquirió, más interesado en la piel cremosa de sus pechos que sobresalían por encima del escote que en la respuesta.
—Ya lo sabes —respondió nerviosa. Nicholas la miró a los ojos.
— ¿Ah, sí? —preguntó, y volvió a dibujarse en sus labios una sonrisa.
—Sabes que sí —insistió ella. Nicholas, que no tenía ni idea de a qué se refería, se limitó a sonreír. ____ se agarrotó visiblemente en el asiento y dejó el coñac en la mesita, sin tocarlo. —Creo que deberíamos hablar —declaró ella de pronto.
— ¿De qué? —le hizo una seña discreta al lacayo, que salió de inmediato de la habitación.
—Me parece que deberíamos establecer algunas normas, ¿no crees? —preguntó con cautela.
Nicholas la miró muy seño y cruzó despacio una pierna sobre la otra.
—Creo que las normas ya están establecidas —respondió él con frialdad mientras agitaba el coñac de su copa. Aquella mirada intensa la incomodó mucho y se preguntó tontamente si la estaría comparando con lady Davenport.
Azorada, se mordió el labio inferior y bajó la vista.
—Cuando me enteré de lo de tu contrato...
—No es mi contrato, sino el contrato...
—Cuando me enteré de lo del contrato, pensé que los dos debíamos establecer unas sencillas pautas. Por ejemplo, que tú vivas en Brighton y yo aquí, ¿no?
—Yo viviré donde me apetezca, ____, eres tú la que debe vivir aquí.
—Me diste a entender que me dejarías en Blessing Park. Creo que, dadas las desafortunadas circunstancias en que nos encontramos, prefiero que te quedes en Brighton, salvo que haya alguna razón de peso para que estés aquí.
Por un instante, Nicholas pareció verdaderamente sorprendido, pero su gesto pronto dio paso a una pura indiferencia.
—Insinué que viviría en Brighton, pero puedo cambiar de opinión en cualquier momento, así que más vale que entiendas que haré lo que me plazca.
____ soltó un leve suspiro de hastío. De repente estaba tan frío y distante que su valor empezaba a mermar.
—Entiendo —murmuró, y se puso de pie bruscamente. Se dirigió a una de las mesas de la biblioteca y hojeó distraída los libros que había en ella mientras intentaba armarse de valor. —Hablemos entonces de mi asignación —dijo al fin. —No necesito dinero. Te lo puedes quedar. —Pensó que él apreciaría su franqueza en un tema tan delicado, pero, a juzgar por su bufido, no era el caso precisamente. Su resentimiento hacia ella parecía haberse desvanecido durante la cena, pero había crecido a pasos agigantados en el poco tiempo que llevaban en su biblioteca privada, Era obvio que, después de todo, lord Grosero volvería a hacer acto de presencia aquella noche.
—Sé que por ley te corresponde, tranquilo, me lo dejaron muy claro antes de que saliese de América, lo que te digo es que renuncio a ello voluntariamente —le explicó.
Esperó a que respondiera, pero en la sala no se oía más que el tictac del reloj. ¡Al menos podía darle las gracias por ser tan razonable con todo aquel asunto! ¿Por qué no decía nada? Su silencio la puso aún más nerviosa, así que dio media vuelta, se inclinó sobre la mesa y se quedó mirándolo un momento, como él a ella. No parecía apreciar en absoluto lo que ella intentaba hacer, más bien lo notaba enfadado. Se preguntó qué estaría pensando mientras la miraba.
—Si te soy sincera, Nicholas... —prosiguió ella.
—Por favor —la cortó él fríamente.
____ suspiró exasperada.
—Si te soy sincera, creo que deberías saber que... estoy al tanto de tu asunto, y no me importa lo más mínimo. De hecho, me parece que explica muchas cosas, y no siento animosidad alguna por ello.
Nicholas frunció el cejo, receloso.
— ¿Mi asunto?
—No tengo intención de intervenir, pero te pediría un poco de consideración a cambio de mí... discreción.
— ¿De qué asunto me estás hablando? —preguntó él despacio.
____ suspiró impaciente.
—Supongo que no hay un modo delicado de decirlo, ¿no? Muy bien. Lo que intento decir es que entiendo lo tuyo con lady Davenport y que...
—Lady Davenport —repitió él mordaz.
____ se estremeció.
—Sí, lady Davenport. Lo que trato de decirte es que...
— ¿Qué tratas de decirme? ¿Que, por ti, no hay inconveniente en que tenga un asunto con lady Davenport? —medio afirmó, medio preguntó.
____ se sobresaltó por un momento.
—No, lo que yo iba a... bueno, pensándolo bien, supongo que sí —dijo pensativa.
—Eso es lo que tú supones —replicó él, cada vez más ceñudo.
— ¡Sí! —declaró ella nerviosa. Estaba siendo lo más caritativa que podía, ¡y aún se enfadaba con ella! El Diablo de Darfield no tenía vergüenza. Lo vio dejar la copa en la mesa y levantarse despacio hasta alcanzar su más de metro ochenta y dirigirse a ella, despacio y deliberadamente. Tenía la mandíbula tensa, algo que, como ____ bien sabía, no era buen augurio. —En serio, ¡creo que estoy siendo bastante razonable! —casi gritó presa del pánico. —Es obvio que me guardas rencor y me has dejado bien claro que puedes brindar tus afectos a otras personas. ¡Me han dicho que lady Davenport es muy guapa y puedo entender tu reacción!
Nicholas siguió avanzando despacio, como un gato preparándose para atacar. ____ se agarró instintivamente a la mesa, con tanta fuerza que le dolieron los dedos. Los ojos grises y fríos de Nicholas le resultaban impenetrables, y supo que había dicho algo muy inconveniente.
Intentó por todos los medios explicarse mejor:
—En serio, Darfield, ¡no comprendo porque te enfadas tanto! Lo que trato de decirte es que entiendo perfectamente tu asunto y que no me interpondré en tu camino.
Nicholas se detuvo a solo unos centímetros de ella. Percibía su fuerza bruta, apenas contenida, emanando de debajo de su exclusiva ropa. Su aliento le acarició el rostro y ____ no pudo mirarle más arriba de la boca, que apretaba formando una línea siniestra. Por una vez en su vida, se sintió verdaderamente aterrada y notó cómo le temblaban las piernas y se le revolvía el estómago. De pronto él la cogió por los brazos y la sujetó con fuerza. Se la acercó y sonrió con cinismo al verla espantarse.
—No va a haber más asunto que el que tenga con mi esposa, ____. No sé qué es lo que se cuece en tu cabecita perversa, pero que te quede claro: si alguna vez sospecho, aunque sólo sea por un instante, que me pones los cuernos, haré que te degüellen. ¿Ha quedado claro?
La violencia de su tono la hizo recular.
—Yo jamás... —susurró.
Apretándola tanto que le dolía, le miró la boca.
—Eres mi esposa, para bien o para mal, y espero que te comportes en consecuencia.
Ella inspiró hondo y se echó hacia atrás en un vano intento de escapar de él, obligándose a mirarlo a los ojos, aquellos ojos impenetrables.
—Te equivocas conmigo —le replicó. —Es evidente que esta situación se te hace insoportable; yo sólo quiero encontrar una forma de convivencia aceptable para los dos —murmuró desesperada.
En los labios de Nicholas se dibujó una sonrisa retorcida.
—Encontraré una forma de convivencia soportable, te lo aseguro —repitió con voz pastosa, luego le envolvió la boca con la suya.
____ trató de zafarse de él separándole los labios con la lengua, Nicholas se introdujo en su boca hasta el fondo. Aquel ataque tan sensual encendió un fuego vivo en su interior y, en contra de su voluntad, traicionando hasta su última chispa de dignidad, le respondió. Él le soltó los brazos y deslizó las manos por su espalda, acariciándole la columna y estrechándola entre sus brazos. Ella se arqueo instintivamente contra su cuerpo y no pudo contener un pequeño gemido cuando él le apretó el vientre con su virilidad inflamada. La besó con mayor vehemencia y ____, presa de un deseo que buscaba ávidamente una salida, se aferró a sus hombros.
El gimió y la abrazó aún más fuerte, estrujándola contra su cuerpo. Sus labios se deslizaron hasta el lóbulo de la oreja y paseó la lengua por él. De pronto, a la deriva en un mar de intenso deseo. ____ cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Nicholas le besó el cálido hueco del cuello mientras, con una mano, empezaba a subir despacio por el costado. Cuando le cogió el pecho, ella se sobresaltó. Abrió los ojos de golpe y trató de separarse de él.
Nicholas gruñó.
—Eres mi esposa —insistió sin dejar de besarla.
Aterrada, empezó a temblar por una mezcla de miedo y deseo. Apartó la cabeza de él y lo empujó por el pecho, desesperada.
— ¡No! ¡No puedo hacerlo, no puedo! —jadeó.
Nicholas protestó, pero la soltó y retrocedió un paso. Los ojos de ____, falta de aliento, recorrieron involuntariamente su figura masculina y se detuvieron, muy abiertos ante la enorme erección de Nicholas aprisionada contra el tejido de sus pantalones. Se obligó a mirarlo a la cara: su gesto era de pura lujuria.
____ creyó que iba a vomitar.
— ¿Qué te pasa? —quiso saber él.
—Yo... Todo esto me incomoda.
— ¿Te incomoda? —casi gritó.
Con una mano temblorosa, ____ se apartó un mechón de pelo del ojo y buscó desesperada una excusa.
—Tengo el período —mintió, colorada como un tomate. Nicholas pestañeó perplejo. Se pasó una mano por el recio pelo, luego le dio la espalda.
Ella se apartó como pudo del aparador y él se dejó caer en una silla de piel y cogió su coñac. Meneó la cabeza con vehemencia y volvió a pasarse la mano por el pelo. Protestando para sí, echó la cabeza hacia atrás y apuró la copa. Tambaleándose aún por aquel acalorado beso y las sensaciones aterradoras que se agitaban en su interior, ____ se lo quedó mirando en silencio.
—Quizá deberías retirarte. —Su voz volvía a ser fría y distante.
Nerviosa, la joven se limpió la boca con el dorso de la mano.
— ¿Qué hay de nuestro acuerdo? —preguntó inquieta.
— ¡Por favor, mujer, al infierno con tu condenado acuerdo! ¡Vete a la cama!
No había nada que le apeteciese más a ____ que alejarse de él. Había tratado de ser magnánima, había querido hacerle entender que sabía que necesitaba tiempo, y él se comportaba como si ella fuese la cosa más desagradable con que se había topado en su vida. Era un sinvergüenza de la peor calaña, y de pronto no deseaba otra cosa que huir de él. Se dirigió a la puerta.
CAPITULO 6
Salvo por dos breves y fríos encuentros a lo largo del día, ____ logró no pensar mucho en Nicholas hasta que llegó la hora de vestirse para la cena. Entonces, la perspectiva de volver a verlo la puso extrañamente nerviosa, e insistió en que Sarah la ayudase a elegir un vestido y a arreglarse el pelo.
Mientras se vestía, Sarah parloteaba sin cesar de lord Darfield. A juzgar por los comentarios de la efusiva doncella, Nicholas era aún más santo de lo que el capitán Carrington podía haber imaginado. Pero ____ era consciente del deseo de su nueva amiga de verlos firmemente unidos e ignoró su cháchara con educación.
De todas formas, no lograba concentrarse. Por dentro, sentía un revoltijo de emociones contradictorias. Quería estar atractiva, pero no quería llamar mucho la atención de Nicholas. Quería gustarle, pero deseaba permanecer distante y conservar su independencia.
Cuando estuvo al fin lista, bajó despacio la espléndida escalera de mármol y se detuvo al final. No tenía prisa por reunirse con él; cada vez le gustaba menos la idea. Debía mantenerse alejada de él, respetar la separación, hablar sólo cuando le preguntase. Se dirigió sin ganas al salón, resiguiendo los muebles con los dedos, admirando los retratos que tapizaban las paredes. Le llamó la atención uno en particular, el de una mujer que se parecía mucho a Nicholas, salvo porque tenía el pelo claro y una sonrisa preciosa.
El marqués de la Amargura también tenía una sonrisa preciosa, sólo que rara vez la usaba.
—Es mi madre —dijo Nicholas a su espalda. Sobresaltada, ____ dio un respingo y se volvió. Una leve sonrisa se dibujó en los labios del hombre cuando ella inspiró hondo y miró de nuevo el retrato.
—Era guapa —murmuró ____, contemplándola.
—Sí, lo era —convino él.
____ suspiró con tristeza.
—Debes de echarla mucho de menos.
Nicholas le ofreció el brazo, que ella aceptó a regañadientes.
—Ciertamente —se limitó a decir él, luego la condujo a la salita dorada, la invitó a sentarse en una silla forrada de cretona dorada y se acercó con elegancia al carrito de las bebidas.
____ lo observo con los ojos entreabiertos, a través de sus largas pestañas. Iba vestido con un traje de gala negro. La blancura inmaculada del cuello de la camisa y del corbatín resaltaban aún más el bronceado de su rostro, y su recio pelo negro parecía fundirse con su amplio dorso. Se mordió el labio inferior y miró a otro lado para que él no la pillara casi babeando.
— ¿Un jerez? —preguntó cortésmente.
—Prefiero ron, si tienes —respondió ella.
De espaldas a ella, Nicholas arqueó una ceja, pero no dijo nada. Le llevó la copa, luego se instaló en una silla a su lado, cruzando desenfadadamente una pierna sobre la otra.
—Me pregunto en qué parte de América puede aficionarse al ron una mujer —dijo a la ligera.
—Aún no me he aficionado a él, pero me apetecía probarlo. —Sin detectar el gesto de perplejidad de Nicholas, sorbió despacio la bebida. Enseguida cerró los ojos y arrugó la nariz.
— ¿No te gusta? —preguntó él, divertido.
Ella abrió sus ojos chispeantes.
—Me gusta más que el whisky, pero no tanto como la cerveza —afirmó con voz ronca.
Nicholas rió.
—Sólo he estado en América tres años.
— ¿Ah, sí? Tenía la sensación de que llevabas más tiempo fuera —señaló él.
—No venía a Inglaterra desde que era muy niña, eso es cierto —____ contuvo la respiración. ¡Él sabía que había pasado casi toda su vida en el mar! Conocía todos los lugares en los que había vivido, ¿no?
— ¿Y tú? —preguntó vacilante. — ¿Has estado en América?
—Dos veces. Mis barcos se construyen en Boston.
____ se irguió al oír aquello.
—Me gusta mucho Boston. Siempre lo pasábamos muy bien cuando íbamos allí. El año pasado organizaron una feria enorme en el puerto. Había barcos grandes de todo el mundo, ¡y te dejaban verlos! Eran mucho más grandes que los de mi padre.
Nicholas asintió con la cabeza.
—Yo estuve en esa feria. También lo pasé estupendamente.
La sonrisa de ____ se desvaneció. ¿Había estado en Boston el año anterior y ni siquiera había intentado verla? Habían estado en la misma feria... Desvió la mirada mientras trataba de ordenar sus ideas. Ya estaba sacando conclusiones precipitadas otra vez, una manía que debía evitar. Obviamente él no sabía cómo encontrarla. O quizá estuviese con lady Davenport por aquel entonces y no le interesaba localizarla. Dejó su vaso de ron en la mesa, con más vehemencia de la que pretendía.
— ¿Ocurre algo? —preguntó él.
____ respiró hondo y se recompuso, decidida a no dejar ver su decepción.
—Creo que el ron no me sienta muy bien. —Sonrió nerviosa.
Pero Nicholas sabía que no era por el ron. Una especie de tristeza había ensombrecido sus ojos violeta.
Justo entonces entró Jones, sonrió de oreja a oreja a ____ y anunció que la cena estaba servida.
— ¿Te encuentras mal? —le preguntó Nicholas, algo alarmado por su repentino cambio de humor.
La sonrisa forzada de la joven no contribuyó a aliviar su preocupación.
—En absoluto De verdad, sólo es el ron —le aseguró, y se puso de pie.
Nicholas se levantó y le ofreció el brazo. ____ se lo quedó mirando; luego, de mala gana, apoyó en él su elegante mano. Mirando al frente, se situó a su lado y se dirigió a lo que cualquier observador externo habría considerado, sin duda, más un patíbulo que un comedor.
Una vez sentada, ____ decidió que debía evitar el tema de su pasado hasta que pudiese hablar de ello sin ponerse tan terriblemente sentimental. No podía hacerlo durante la cena; lo veía relajado, y eso la complacía muchísimo. Salvo por el recelo que le había causado enterarse de su visita a Boston, lograron mantener una conversación agradable. Ella le preguntó por su barco, el La Belle, y a él se le ilumino el rostro de emoción. Tenía un diseño de vanguardia, le explicó, y había sido construido para surcar los mares a gran velocidad. Había hecho su viaje inaugural hacía seis meses y ya estaba listo para partir rumbo al Mediterráneo. Eso la llevó a preguntarle por su vida en alta mar, y él le habló muy animado, le contó cosas de los distintos puertos en los que había estallo, muchos de los cuales también ____ había visitado alguna vez. Procuró ignorar la sensación de que había algo raro en todo aquello. Un barco entra y sale de un puerto constantemente; era imposible que supiese dónde se encontraba ella en un momento dado.
Claro que sabía dónde estaba su padre.
Tras la cena, los dos se retiraron a la biblioteca privada de él. ____ se asomó a aquella estancia apenas iluminada antes de cruzar el umbral de la puerta. Contempló el exquisito mobiliario y se quedó tímidamente junto a un criado, esperando atenta a la entrada. Las paredes estaban forradas de paneles oscuros y estanterías llenas de volúmenes encuadernados en piel. Cerca de la chimenea, donde chisporroteaba intensamente el fuego, había un globo terráqueo. Unas gruesas cortinas de terciopelo color burdeos colgaban de dos grandes ventanas. Delante del hogar había dos sillas de piel, una frente a la otra, junto a un sofá también de piel. En el centro de la estancia había dos sillas tapizadas separadas por una mesa baja muy elegante.
Nicholas se quitó la chaqueta mientras cruzaba la gruesa alfombra persa y la dejó caer descuidadamente en la butaca orejera de piel apostada tras un inmenso escritorio de caoba. Luego se acercó al fuego como si nada, haciéndole una seña imperceptible a un criado, que inmediatamente les trajo dos copas de coñac.
Cuando ____ se aproximó despacio al hogar, Nicholas examinó subrepticiamente su figura femenina. Aquel vestido verde resaltaba sus suaves curvas. La prenda, de suave terciopelo ceñido en la cintura, aunque no estaba de moda por aquel entonces, era bonito y elegante. Parecía una especie de diosa, y se le pasó fugazmente por la cabeza la idea de sentarse en el regazo a aquella criatura preciosa.
— ¡Qué vestido tan bonito! —observó con sinceridad.
____ se sonrojó, preciosa.
—Me lo hizo mi prima Dani. Cose muy bien. Menos mal, porque yo nunca sé lo que se lleva y lo que no.
— ¿En serio? Pues, a mí, tus vestidos me parecen muy apropiados.
— ¿De verdad? —exclamó ella, visiblemente complacida. —Se lo debo todo a Dani. Gracias a Dios, se le da mucho mejor la aguja que a Demi las manualidades —rió.
— ¿Demi? —preguntó Nicholas.
—Mi otra prima, ella fue la que me hizo el sombrero.
Él sonrió.
—Ah, sí, el sombrero. ¿Y a ti qué se te da bien, ____? —quiso saber mientras se llevaba la copa a los labios.
Aunque se encogió de hombros como restándole importancia, se puso como un tomate.
—Yo soy un desastre con las labores de costura y tampoco tengo vista para los sombreros. Ayudaba a tía Nan a llevar la granja. —Se acercó a la silla que había enfrente de la de él y se sentó en medio de una nube verde. Con la luz del fuego parpadeándole en la piel, bien podría haber sido la creación de algún artista.
— ¿Y qué hacías antes de eso? —inquirió, más interesado en la piel cremosa de sus pechos que sobresalían por encima del escote que en la respuesta.
—Ya lo sabes —respondió nerviosa. Nicholas la miró a los ojos.
— ¿Ah, sí? —preguntó, y volvió a dibujarse en sus labios una sonrisa.
—Sabes que sí —insistió ella. Nicholas, que no tenía ni idea de a qué se refería, se limitó a sonreír. ____ se agarrotó visiblemente en el asiento y dejó el coñac en la mesita, sin tocarlo. —Creo que deberíamos hablar —declaró ella de pronto.
— ¿De qué? —le hizo una seña discreta al lacayo, que salió de inmediato de la habitación.
—Me parece que deberíamos establecer algunas normas, ¿no crees? —preguntó con cautela.
Nicholas la miró muy seño y cruzó despacio una pierna sobre la otra.
—Creo que las normas ya están establecidas —respondió él con frialdad mientras agitaba el coñac de su copa. Aquella mirada intensa la incomodó mucho y se preguntó tontamente si la estaría comparando con lady Davenport.
Azorada, se mordió el labio inferior y bajó la vista.
—Cuando me enteré de lo de tu contrato...
—No es mi contrato, sino el contrato...
—Cuando me enteré de lo del contrato, pensé que los dos debíamos establecer unas sencillas pautas. Por ejemplo, que tú vivas en Brighton y yo aquí, ¿no?
—Yo viviré donde me apetezca, ____, eres tú la que debe vivir aquí.
—Me diste a entender que me dejarías en Blessing Park. Creo que, dadas las desafortunadas circunstancias en que nos encontramos, prefiero que te quedes en Brighton, salvo que haya alguna razón de peso para que estés aquí.
Por un instante, Nicholas pareció verdaderamente sorprendido, pero su gesto pronto dio paso a una pura indiferencia.
—Insinué que viviría en Brighton, pero puedo cambiar de opinión en cualquier momento, así que más vale que entiendas que haré lo que me plazca.
____ soltó un leve suspiro de hastío. De repente estaba tan frío y distante que su valor empezaba a mermar.
—Entiendo —murmuró, y se puso de pie bruscamente. Se dirigió a una de las mesas de la biblioteca y hojeó distraída los libros que había en ella mientras intentaba armarse de valor. —Hablemos entonces de mi asignación —dijo al fin. —No necesito dinero. Te lo puedes quedar. —Pensó que él apreciaría su franqueza en un tema tan delicado, pero, a juzgar por su bufido, no era el caso precisamente. Su resentimiento hacia ella parecía haberse desvanecido durante la cena, pero había crecido a pasos agigantados en el poco tiempo que llevaban en su biblioteca privada, Era obvio que, después de todo, lord Grosero volvería a hacer acto de presencia aquella noche.
—Sé que por ley te corresponde, tranquilo, me lo dejaron muy claro antes de que saliese de América, lo que te digo es que renuncio a ello voluntariamente —le explicó.
Esperó a que respondiera, pero en la sala no se oía más que el tictac del reloj. ¡Al menos podía darle las gracias por ser tan razonable con todo aquel asunto! ¿Por qué no decía nada? Su silencio la puso aún más nerviosa, así que dio media vuelta, se inclinó sobre la mesa y se quedó mirándolo un momento, como él a ella. No parecía apreciar en absoluto lo que ella intentaba hacer, más bien lo notaba enfadado. Se preguntó qué estaría pensando mientras la miraba.
—Si te soy sincera, Nicholas... —prosiguió ella.
—Por favor —la cortó él fríamente.
____ suspiró exasperada.
—Si te soy sincera, creo que deberías saber que... estoy al tanto de tu asunto, y no me importa lo más mínimo. De hecho, me parece que explica muchas cosas, y no siento animosidad alguna por ello.
Nicholas frunció el cejo, receloso.
— ¿Mi asunto?
—No tengo intención de intervenir, pero te pediría un poco de consideración a cambio de mí... discreción.
— ¿De qué asunto me estás hablando? —preguntó él despacio.
____ suspiró impaciente.
—Supongo que no hay un modo delicado de decirlo, ¿no? Muy bien. Lo que intento decir es que entiendo lo tuyo con lady Davenport y que...
—Lady Davenport —repitió él mordaz.
____ se estremeció.
—Sí, lady Davenport. Lo que trato de decirte es que...
— ¿Qué tratas de decirme? ¿Que, por ti, no hay inconveniente en que tenga un asunto con lady Davenport? —medio afirmó, medio preguntó.
____ se sobresaltó por un momento.
—No, lo que yo iba a... bueno, pensándolo bien, supongo que sí —dijo pensativa.
—Eso es lo que tú supones —replicó él, cada vez más ceñudo.
— ¡Sí! —declaró ella nerviosa. Estaba siendo lo más caritativa que podía, ¡y aún se enfadaba con ella! El Diablo de Darfield no tenía vergüenza. Lo vio dejar la copa en la mesa y levantarse despacio hasta alcanzar su más de metro ochenta y dirigirse a ella, despacio y deliberadamente. Tenía la mandíbula tensa, algo que, como ____ bien sabía, no era buen augurio. —En serio, ¡creo que estoy siendo bastante razonable! —casi gritó presa del pánico. —Es obvio que me guardas rencor y me has dejado bien claro que puedes brindar tus afectos a otras personas. ¡Me han dicho que lady Davenport es muy guapa y puedo entender tu reacción!
Nicholas siguió avanzando despacio, como un gato preparándose para atacar. ____ se agarró instintivamente a la mesa, con tanta fuerza que le dolieron los dedos. Los ojos grises y fríos de Nicholas le resultaban impenetrables, y supo que había dicho algo muy inconveniente.
Intentó por todos los medios explicarse mejor:
—En serio, Darfield, ¡no comprendo porque te enfadas tanto! Lo que trato de decirte es que entiendo perfectamente tu asunto y que no me interpondré en tu camino.
Nicholas se detuvo a solo unos centímetros de ella. Percibía su fuerza bruta, apenas contenida, emanando de debajo de su exclusiva ropa. Su aliento le acarició el rostro y ____ no pudo mirarle más arriba de la boca, que apretaba formando una línea siniestra. Por una vez en su vida, se sintió verdaderamente aterrada y notó cómo le temblaban las piernas y se le revolvía el estómago. De pronto él la cogió por los brazos y la sujetó con fuerza. Se la acercó y sonrió con cinismo al verla espantarse.
—No va a haber más asunto que el que tenga con mi esposa, ____. No sé qué es lo que se cuece en tu cabecita perversa, pero que te quede claro: si alguna vez sospecho, aunque sólo sea por un instante, que me pones los cuernos, haré que te degüellen. ¿Ha quedado claro?
La violencia de su tono la hizo recular.
—Yo jamás... —susurró.
Apretándola tanto que le dolía, le miró la boca.
—Eres mi esposa, para bien o para mal, y espero que te comportes en consecuencia.
Ella inspiró hondo y se echó hacia atrás en un vano intento de escapar de él, obligándose a mirarlo a los ojos, aquellos ojos impenetrables.
—Te equivocas conmigo —le replicó. —Es evidente que esta situación se te hace insoportable; yo sólo quiero encontrar una forma de convivencia aceptable para los dos —murmuró desesperada.
En los labios de Nicholas se dibujó una sonrisa retorcida.
—Encontraré una forma de convivencia soportable, te lo aseguro —repitió con voz pastosa, luego le envolvió la boca con la suya.
____ trató de zafarse de él separándole los labios con la lengua, Nicholas se introdujo en su boca hasta el fondo. Aquel ataque tan sensual encendió un fuego vivo en su interior y, en contra de su voluntad, traicionando hasta su última chispa de dignidad, le respondió. Él le soltó los brazos y deslizó las manos por su espalda, acariciándole la columna y estrechándola entre sus brazos. Ella se arqueo instintivamente contra su cuerpo y no pudo contener un pequeño gemido cuando él le apretó el vientre con su virilidad inflamada. La besó con mayor vehemencia y ____, presa de un deseo que buscaba ávidamente una salida, se aferró a sus hombros.
El gimió y la abrazó aún más fuerte, estrujándola contra su cuerpo. Sus labios se deslizaron hasta el lóbulo de la oreja y paseó la lengua por él. De pronto, a la deriva en un mar de intenso deseo. ____ cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Nicholas le besó el cálido hueco del cuello mientras, con una mano, empezaba a subir despacio por el costado. Cuando le cogió el pecho, ella se sobresaltó. Abrió los ojos de golpe y trató de separarse de él.
Nicholas gruñó.
—Eres mi esposa —insistió sin dejar de besarla.
Aterrada, empezó a temblar por una mezcla de miedo y deseo. Apartó la cabeza de él y lo empujó por el pecho, desesperada.
— ¡No! ¡No puedo hacerlo, no puedo! —jadeó.
Nicholas protestó, pero la soltó y retrocedió un paso. Los ojos de ____, falta de aliento, recorrieron involuntariamente su figura masculina y se detuvieron, muy abiertos ante la enorme erección de Nicholas aprisionada contra el tejido de sus pantalones. Se obligó a mirarlo a la cara: su gesto era de pura lujuria.
____ creyó que iba a vomitar.
— ¿Qué te pasa? —quiso saber él.
—Yo... Todo esto me incomoda.
— ¿Te incomoda? —casi gritó.
Con una mano temblorosa, ____ se apartó un mechón de pelo del ojo y buscó desesperada una excusa.
—Tengo el período —mintió, colorada como un tomate. Nicholas pestañeó perplejo. Se pasó una mano por el recio pelo, luego le dio la espalda.
Ella se apartó como pudo del aparador y él se dejó caer en una silla de piel y cogió su coñac. Meneó la cabeza con vehemencia y volvió a pasarse la mano por el pelo. Protestando para sí, echó la cabeza hacia atrás y apuró la copa. Tambaleándose aún por aquel acalorado beso y las sensaciones aterradoras que se agitaban en su interior, ____ se lo quedó mirando en silencio.
—Quizá deberías retirarte. —Su voz volvía a ser fría y distante.
Nerviosa, la joven se limpió la boca con el dorso de la mano.
— ¿Qué hay de nuestro acuerdo? —preguntó inquieta.
— ¡Por favor, mujer, al infierno con tu condenado acuerdo! ¡Vete a la cama!
No había nada que le apeteciese más a ____ que alejarse de él. Había tratado de ser magnánima, había querido hacerle entender que sabía que necesitaba tiempo, y él se comportaba como si ella fuese la cosa más desagradable con que se había topado en su vida. Era un sinvergüenza de la peor calaña, y de pronto no deseaba otra cosa que huir de él. Se dirigió a la puerta.
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Ahhhhhh vamos sube la otra parte
Plis quiero leer mas del CAP
Lo ame estuvo genial
Ahhhs porque Nick es tan cabeza dura me hace
Enojar pero lo amoooo
Jejejeje
Vamos sube mas Plis!!!!
Plis quiero leer mas del CAP
Lo ame estuvo genial
Ahhhs porque Nick es tan cabeza dura me hace
Enojar pero lo amoooo
Jejejeje
Vamos sube mas Plis!!!!
Karli Jonas
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
wuuuuuuuuuuuooooooo que capii!! que malo nick :s
siiguelaa em eencantaaa!!
siiguelaa em eencantaaa!!
Florjudith96
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