a twisted game |n.c|

Capítulo 001

Alexandra Rottmayer es la clase de chica perfecta con la que todos quieren tener una cita, acostón, conversación, lo que sea. Adora ser el centro de atención de tantos chicos, incluso algunas chicas se detienen para admirarla por dos veces, ya sea por envidia o por admiración.

Alex, en un principio, solía ser de las más tímidas de todo el instituto, no hablaba con nadie y ocultaba su rostro tras los libros. Pero después de un tiempo decidió que ella quería sobresalir y ser diferente; casi ningún alumno recuerda su pasado de ‘nerd’; pero siempre hay excepciones y una de ellas es: Adam Johnson, un chico de aquellos que se sienten rudos por su manera de vestir y hablar, pero según Alex, es un imbécil como cualquier otro.

De igual manera él recuerda cómo era Alex en el pasado y eso hace que no se fije en ella como todos los demás; quizá cree que la chica nerd está aún presente y por eso no quiere prestarle atención, Alex cree que es porque el se siente superior a ella. Pero Alex le probará lo contrario y lo enamorará para después romperle el corazón.

La rubia caminó por los pasillos del instituto moviendo las caderas y con la vista al frente y cuello largo para parecer completamente inalcanzable, en parte, lo era. Llevaba el cabello rubio que le llegaba hasta debajo del pecho suelto, shorts de mezclilla que le quedaban bastante cortos, una remera holgada que dejaba ver levemente su abdomen color blanca y unos zapatos altos color negros.

Ella no era como las demás porristas que siempre usaban falda o vestido, ella prefería ir más desarreglada con unos shorts o pantalones. Odiaba usar faldas, sólo las usaba en los eventos deportivos del instituto cuando era porrista.

Alex consideraba que la popularidad era lo mejor que podía existir en el mundo, ser reconocido, admirado y envidiado. Eran sensaciones increíbles aunque en parte sabía que estaban mal. Pero lo que causa mayor placer es lo prohibido y eso lo tenía muy claro.

—Hola, Brook —saludó Alex a Brooklyn, una de sus mejores amigas.
—Hola, Alex. ¿Qué hiciste el sábado?
—Lo mismo de siempre —respondió encogiéndose de hombros.
—¿Quién fue el afortunado?
—Un chico que venía de Canadá, fue interesante.

Todo lo que decía que hacía los sábados era una vil mentira, los sábados se quedaba en casa leyendo o escribiendo. Según su punto de vista ella tenía doble vida, pero no quería confesárselo a sus amigas porque sentía que la rechazarían. Aunque las mejores amigas te aceptan siempre, dudaba que ellas lo hicieran.

Solía inventar que se acostaba con alguien diferente cada sábado, pero ella era virgen, jamás había dejado que un chico la tocara de maneras atrevidas. Sí había besado a varios chicos, muchos, pero jamás habían llegado a mayores. Alex trataba de siempre darse a respetar.

—Alex, deberías ir consiguiendo un novio —dijo Brook mientras caminaban hacía el gimnasio.
—Me gusta la soltería, no hay compromisos.

Odiaba tener que ser así, tan cruel y fría cuando de verdad deseaba tener un chico que la quisiera, no por ser la más popular del instituto ni por ser porrista, alguien que la quisiera por ser quien es.

Pero prefería tener una doble vida, quería que la creyeran difícil de conseguir cuando por dentro rezaba tener a un chico. Pero todos querían lo mismo, incluso los más nerds sólo querían acostarse con ella y luego dejarla. Ahí estaba el por qué no tenía novio.
Entraron al gimnasio y no había llegado casi nadie para el partido. Aunque aún tenía que cambiarse y ponerse ese corto y humillante uniforme de porrista.

Entraron a los vestidores y se vistieron. El uniforme era color azul con algunas partes amarillas, si algo odiaba Alex era el color amarillo, sentía que la hacía ver gorda. Pero según sus amigas se veía muy bien en ese color. Ató su cabello en una coleta alta y se colocó unas zapatillas blancas y anclas de los lados. Sus pies bailaban en esas cosas.

Salió del vestidor antes que Brooklyn y se quedó en el pasillo mirando a quiénes llegaban para ver el partido. La mayoría se le quedaba viendo y sonreían, ella trataba de sonreírles con alegría pero estaba de mal humor y le costaba trabajo.

Pasó Adam, el chico que jamás le había prestado atención. Debía admitir que era guapo, muy guapo. Tenía el cabello castaño y siempre lo llevaba despeinado, sus labios eran rosados y carnosos, tenía la tez clara y algo bronceada, un lunar cerca de los labios, era alto, unos diez o quince centímetros más alto que Alex quien era bastante alta.

—Hola, Adam —saludó Alex.
—Alexandra —respondió en forma de saludo. Alex odiaba eso, que fuera tan frío.
—¿Cómo estás?
—Bien, gracias.

Fin de la conversación. Ninguna lograba durar más de eso porque Adam era tan cortante y frío que no seguía la conversación de ninguna manera, jamás preguntaba nada sobre ti y Alex se cansaba después de unas preguntas. Su propósito de seducirlo sería imposible.