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La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
O W N :: Archivos :: Canceladas
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Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Muchas gracias por leerla!!DaLiiS escribió:Tu nueva lectora llegó!!!
Dalis reportandose(ya dejen de sufrir!!)ok no
Me encanta esta trama(también he estado vuelta loca buscando una fic de Larry en la que aparezcan cartas anónimas de San Valentín y ya le encontré wiii!!)
Juro que me imaginé a Louis mordiendo sensualmente esa fresa(y la cara de bobo de Harry)
Así que Harold tocándose pensando en Lucho(era de esperarse)
Para mi que Louis está pensando lo mismo que Harry!!o sea porque también lo ve con esa maldita fresa!!(...me dieron ganas de comer unas...)
No me gusta mucho la comida francesa,voto más a la mexicana(AMO LOS TACOS)
Tengo sueño(son las 4:47am)pero esto lo vale para comentar ahora)
Me voy antes de que escriba algo incoherente(además que debo ir a clases mañana)
Adiooooooosssss!!!
PD:ya no siento el cuerpo por el cansancio
Ah, despues de ver todo lo que dijiste te puedo decir una cosa:
LOS TACOS SON LO MEJOR DEL MUNDOO!!!! *.*
Invitado
Invitado
Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Oh, te manchaste!Debby escribió:Que bueno que Eleanor se murió. Ah que JAJAJJ no, es que.. por lo general sus personajes siempre son molestos pero en este caso ya no esta, así que :) we
Enamorado de Louis, en esa época tan complicada, soñando despierto con el, ay. Pobre bebe.
seguila pronto por favor, bye ♥
Bueno, tenia que haber una en la que no la hiciera de mosca.
Ah, novelas de época *.*, ¿Por que hay tan poquitas? :(
La sigoo
Invitado
Invitado
Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Muchas gracias por leerla!!!!!● Charlotte ● escribió:Me encantooo todo estuvo genial es que enserio que lo fue y estuvo largo y me gusto más jejeje espero la sigas pronto
besos.
Ah, espero que te guste lo que viene!!
Saludos
Invitado
Invitado
Capitulo 2.
Los invitados comenzaron a irse después de que el café y los dulces fueron servidos.
Harry se sintió mejor cuando la señorita Swanson dejó de reír. Louis le estrechó la mano y le deseó una buena noche.
«¡Llévame contigo!» —quería gritar Harry.
El sonido de la voz de la señorita Swanson había sido como un insecto zumbando. Él pensaba que era sólo producto de sus propios sentimientos sobre el tema hasta que Liam le dijo algo a su esposa una vez que los tres se quedaron solos.
—¿Dónde encontraste esa criatura horrible? —le preguntó.
Geneve negó con la cabeza. —No tenía idea que estaba tan vacía, querido.
Los tres recogieron los platos y los llevaron a la cocina. Harry se sorprendió al encontrar que la ayuda temporal se había desvanecido.
—Ellas no aceptaron ningún dinero —reveló Geneve en el momento en que Harry y ella estuvieron solos—. Ellas trabajan para Louis. Un hombre tan querido, ¿no?
—¿Qué pensó él de la señorita Swanson?
Las mejillas de Geneve ligeramente se colorearon. —Él no dijo nada, pero voy a tener suerte si alguna vez me habla de nuevo.
Harry se rió por primera vez en toda la noche.
—Tonterías. Te adora. Todos te adoran.
—Gracias, querido. —Ella puso una mano en su mejilla.
Liam llegó con la tarjeta del Día de San Valentín.
—A todos les gustó, ¿no te parece?
—Por supuesto —dijo Geneve—. Sabes, he estado pensando que podríamos imprimir felicitaciones de bodas, un especial de la de Victoria y Albert en la tarjeta de San Valentín. Podríamos darlas, ya sabes, como regalos. Eso podría traer algunos negocios a Styles.
Los dos hombres se miraron.
—Es una idea maravillosa —dijo Harry. Su mente empezó a dar vueltas. Liam puso sus brazos alrededor de los hombros de su esposa.
—Deberíamos haber pensado nosotros mismos en eso —dijo.
—Oh, pero yo soy parte de Styles, ¿o no? —Geneve dijo a su marido.
—Por supuesto —coincidió Harry.
La aprobación de Geneve estaba dada, él sabía que podía empezar a trabajar en el proyecto de la tarjeta del Día de San Valentín al día siguiente. Su hermano y su cuñada se miraban a los ojos, uno al otro. Harry nunca había visto un amor tan fuerte. Por primera vez, se
encontró deseando que sus padres aún estuvieran vivos. A ellos les hubiera gustado Geneve.
Les deseó una buena noche.
—Gracias por todo, querido. Nunca olvidaré tu amabilidad —dijo Geneve en la puerta.
—Sí —dijo Liam—. Ahora, quiero saber qué pasó con nuestros empleados.
—Esta noche no, querido, por favor. —Geneve escondió la dorada cabeza debajo de la barbilla de su marido. El brazo libre de Liam barrió a su alrededor de una forma protectora.
Harry levantó la mano en señal de despedida y se dirigió a la puerta de la casa, sorprendido al encontrar a Louis cuando la abrió.
—Yo estaba volviendo para preguntarte si te gustaría unirte a mí para tomar una copa. Mi coche está justo aquí.
La boca de Harry se secó.
«Por favor, que esto sea real y no una de mis fantasías esperanzadoras».
Él respiró hondo. —Sí, me gustaría disfrutar de una, gracias.
Harry siguió a Louis al carruaje tirado por caballos, consciente de la proximidad del hombre cuando el conductor empezó a ir a un buen ritmo. Harry se dio cuenta que todavía llevaba sus zapatillas. Por lo menos estaban limpias, gracias al ama de llaves de Louis. Se sintió agradecido de que no tuviera necesidad de caminar penosamente por las calles oscuras.
Se dirigieron a la Pall Mall y Harry sintió que su piel punzada de emoción.
—¿Perteneces al Club Athenaeum?
Louis asintió. —¿Nunca has estado aquí?
Harry negó con la cabeza.
—Oh, te gustará. Algunos compañeros son muy interesantes.
Hasta este momento de su vida, Harry había desdeñado la idea de un club de caballeros, pero su primer momento en el interior del majestuoso edificio de mármol lo hizo cambiar de opinión. Hombres de pared a pared. Para un hombre que anhelaba a los hombres, era el lugar perfecto. Vislumbró a algunos hombres de la industria que conocía de la política local y vio a un poeta en la parte superior de las escaleras. Miró. ¿Estaba Charles Dickens a su lado? Sintió que su boca caía y rápidamente la cerró, pero Louis se rió entre dientes.
—Ah, Dickens está aquí —dijo en voz baja—. Eso significa que no está Thackeray. Me han dicho que están disfrutando de una pelea terrible.
—¿Una pelea? ¿En serio? —Harry sintió un escalofrío a través de él. Ahora no sería el momento oportuno para mencionar que le habían ordenado recientemente realizar las primeras copias del nuevo libro del Sr. Thackeray ‘Una historia lamentable’. Era como el autor la describía, en forma parcial. Escrito y encuadernado en pergamino, había sentido placer cuando el señor Thackeray le había entregado una copia como agradecimiento. Sí, le gustaba el hombre y mucho.
—Eran los mejores amigos, pero me temo que sus argumentos constantes, aunque son agradables en los círculos literarios, a menudo resultan dañinos para su amistad. Ahora se dejaron de hablar, pero podría cambiar pronto. —Louis sonrió—. ¿Te apetece una copa de oporto?
Harry asintió con la cabeza, no confiaba en su voz. Él estaba tan contento de estar aquí, estar con Louis, temía que su voz saliera como un chillido impropio de un hombre, poco atractivo.
Subieron las escaleras y Harry se sentía como si fuera un poco patán cuando él estrechó la mano del gran Dickens. Miró a los otros hombres bien vestidos que se movían por la gran mansión como si tuvieran todo el derecho de estar allí.
—Oh, sí, muy competitivos con los otros —susurró Louis—. Es una pena dejar que el orgullo interfiera con una gran amistad.
Llegaron a una habitación común con sillas de cuero, con extensas estanterías a lo largo de las paredes llenas de volúmenes encuadernados en cuero.
—¿Ves el espacio de allí? —Preguntó Louis, inclinándose hacia él, y se sentaron ante una mesa pequeña y pulida.
Harry siguió la mirada de Louis, y se dio cuenta de un espacio entre los libros en un estante junto a la ventana.
—Los libros de Thackeray por lo general están allí. El personal de aquí mueve sus libros cuando Dickens está en la casa y cuando Thackeray está aquí, los libros de Dickens se desvanecen misteriosamente.
Harry sonrió, claramente disfrutando de la rivalidad literaria. Harry sabía que el padre de Louis había sido miembro del parlamento y que había sido presionado por la reina para ser un miembro de su comitiva oficial, pero más allá de esto, Harry sabía muy poco.
—He recibido el encargo de escribir su biografía —reveló Louis a Harry. Un asistente vestido algo extraño le trajo a cada uno un vaso de oporto. Louis levantó la copa a Harry, quien también levantó la suya. Él estudió el líquido rico en color burdeos, que dejaba una película sobre el borde interior del vaso cuando lo tomaba. El oporto era muy bueno. En verdad, Harry estaba lleno por la comida, pero no se habría perdido esta experiencia por nada.
Louis charlaba amigablemente, revelando cómo pasaba horas durante el día con Su Majestad.
—¿Te has reunido con el Príncipe Alberto? —preguntó Harry.
—Sí. Debo decir que creo que es un muy inteligente hombre y muy humilde. Me gusta. Cómo lo trata. Veo el respeto mutuo y no… —hizo una pausa. Harry se encontró conteniendo el aliento— veo gran pasión. Se trata de un romance genuino, una conexión, creo, algo espiritual. —Louis tomó un sorbo de oporto.
—Al igual que tú la tenías con tu esposa —dijo Harry, y de inmediato lamentó sus palabras. No era de su incumbencia.
No culparía a Louis si lo reprendía.
Él no tenía la intención de ser la causa de la mirada de dolor que cruzó el rostro de Louis.
—Lo siento —dijo a la vez, pero el momento de la compañía se había evaporado. Harry se sintió devastado cuando Louis negó con la cabeza.
—No, no es así.
Harry no estaba seguro de lo que esto significaba. Vio a Louis drenar su oporto y se dio cuenta de que su pequeño interludio estaba a punto de terminar. Él podría haber hablado durante toda la noche, pero terminó su bebida, el sabor final del oporto persistía en su lengua.
Louis se levantó y Harry lo siguió, sintiéndose miserable. En el exterior, el portero envió por el transporte de Louis.
—¿Vives con tu hermano? —Preguntó Louis.
—No. Yo vivo encima de la imprenta. El edificio era antiguamente unas caballerizas.
Louis asintió. —Yo te llevaré a casa.
Parecía débil en el transporte, pero por extraño que pareciera, Harry no detectó ira hacia él. Las oscuras calles emitían su hedor y ambos contuvieron la respiración al pasar por una sección especial donde había estado la basura apilada.
El ‘clip-clop’ del caballo era a la vez suave e hipnótico. El calor del alcohol en su sistema impulsó a Harry a fantasear acerca de besar a Louis.
—A la Reina le gusta cantar —dijo Louis, de repente—. Ella canta ópera.
Harry sintió que se le calentaban las mejillas. Aquí estaba, pensando en esos pensamientos lascivos, y Louis trabajaba para la Reina, donde la sodomía era una cosa diabólica. El solo pensamiento más obsesivo en el cerebro de Harry era todavía un acto criminal, un delito capital.
El amor floreció en su pecho y se quedó allí, como una flor pesada, tropical, cuyos pétalos aún no habían abierto.
«Puedo esperar».
De cualquier manera que se lo llamara, Harry negó con la cabeza, era un crimen. Lo que sentía era considerado equivocado por los demás.
—Pareces sorprendido, pero te prometo que ella lo hace. —Louis se rió. Harry se sentía culpable. Él había se perdido todo lo que Louis había estado diciendo.
—Ella es una talentosa cantante y la relaja. He asistido a tres óperas con ella y parece que provocan pensamientos encantadores y muchos recuerdos maravillosos en ella.
El ‘clip-clop’ del caballo se detuvo.
—Aquí estamos —dijo Louis.
—Muchas gracias —respondió Harry—. Esta fue una noche maravillosa. Y gracias por tu ayuda.
—No me lo agradezcas. Ha sido un placer.
Louis se acercó y tomó la mano de Harry en la suya. Le dio la vuelta en sus manos, examinando la palma de su mano, tocando con las yemas los dedos de Harry, como sorprendido de verlos allí.
Harry contuvo el aliento. Sólo un simple toque del hombre lo había mareado.
—Entra —dijo Harry—. Por favor.
La mirada de Louis quemó la suya. No dijo una palabra, pero se bajó del carro con él.
—No estaré mucho tiempo —dijo al conductor.
El caballo se quedó quieto.
—Muéstrame tu nueva máquina de impresión —dijo Louis, lo suficientemente fuerte como para que el conductor escuchara.
Los dedos de Harry se perdieron en la cerradura. Tuvo visiones besando a Louis girando en su cabeza. Entraron, el acre olor de la tinta impregnaba el aire. Maldita sea. Liam debía haber derramado una de las botellas de nuevo. Apenas tenía tiempo ni ganas para pensar en esto, sin embargo. Louis se quedó muy cerca de él.
«¿Quiere ver a la imprenta? ¿Por qué?»
—No enciendas la luz —dijo Louis, empujándolo suavemente en la pequeña alcoba a la izquierda de la entrada. Ese camino llevaba a la habitación de servicio privada en la parte trasera de la tienda y también a las escaleras que conducían al piso de Harry.
—Yo... —Louis se quitó los guantes. Los movimientos lentos y seductores endurecían el pene de Harry por segunda vez esa noche.
Los dedos desnudos de Louis le tocaron la mejilla.
—He querido hacer esto toda la noche.
Harry no se movió, no respondió. Incluso un abrir y cerrar de ojos, podría estropear el momento. Atrapado como un insecto en la melaza, absorbió el momento que, al parecer, fabricó Louis. Sus dedos se perdían en la mejilla de Harry.
—Así que sin problemas. Sabía que sería así.
Su boca emitía un aliento susurrado lejos de Harry.
Harry estiró el cuello. No mucho, sólo un toque, el calor insoportable aumentando de entre ellos. Sus labios se encontraron y lo que pasó después, trajo tanto regocijo como miedo a Harry. Su beso se volvió feroz, sintió que su piel había sido incendiada. Sus labios y, para su sorpresa, sus lenguas, se devastaban unos a otros. Sus sonidos apasionados inflamaron su psique.
«Oh, Dios, ¡lo amo!»
Louis se inclinó más cerca, más fuerte, sus manos tirando de la cara de Harry a la suya. Harry no podía recordar respirar. Todo lo que quería era que el beso continuara, pero Louis alejó su boca, la lengua lamiendo los labios y la barbilla de Harry. Su boca volvió, Harry extendiendo la mano tentativamente, apoyándola por primera vez en el brazo de Louis, luego moviéndose hacia abajo. La dejó en la parte lumbar de Louis.
Louis apretó aún más al oír el ruido de pasos fuera.
Ellos dejaron de besarse, su respiración irregular. A medida que el sonido de la risa y la charla se desvanecieron, el duro pene de Louis presionó un poco más fuerte en la cadera de Harry.
Sus besos se reanudaron con la misma hambre frenética de hacer el amor así. La mano de Louis se trasladó a la parte posterior de la cabeza de Harry, acercando más su cara. Las manos de Harry se movieron más abajo. Él agarró las caderas de Louis acercándolas a él, sus sentidos gritaban por un contacto más estrecho.
Louis gimió cuando su lengua se movía dentro de la boca de Harry, y Harry sintió el pene del otro rozando con el suyo. Harry nunca había experimentado nada como esto. Louis trajo este deseo apasionado a él. La lengua de Louis se trasladó a la garganta de Harry, y agitó su corazón.
Algo cambió en ese momento. Louis levantó la cabeza.
—Yo... no puedo. Me tengo que ir.
—No... Por favor.
«No hagas esto. ¡No me dejes!»
Louis tomó la mano de Harry que descansaba en su rostro. Llevó la palma hacia arriba, besándole los dedos, y colocó un largo beso en la palma de la mano.
—Buenas noches, Harry —murmuró Louis, liberando su mano—. Espero verte pronto.
—Yo también —dijo Harry, sintiéndose tonto cuando tropezó al seguir a Louis a la puerta. Pudo ver en la puerta algo más. Más tinta.
Louis no se giró a mirarlo cuando se apresuró a regresar al carro.
Harry creyó que el conductor del carro le dio una mirada extraña a Louis mientras subía hacia el interior.
—A casa, Wilkerson —oyó decir a Louis.
Harry cerró la puerta y se alejó de él. En la oscuridad vacía, casi creía que había sido un sueño. Un vuelo hermoso, erótico de sus fantasías. Sólo que ahora vio la lenta difusión de la tinta a través del piso de madera.
Encendió las luces y suspiró. Le llevaría por lo menos una hora limpiar el desorden. La excitación sexual que sentía se disipó, reemplazada por un hambre primario que nunca había experimentado antes.
Invitado
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Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Secó y limpió, empapando trapos y paños, al tratar de distinguir la sensación que sentía. No tenía hambre de alimentos. No, no era eso. Era de sexo. Sí. Le gustara o no, Louis Tomlinson había encendido en él sentimientos que ninguna otra persona había hecho.
Harry sabía que él había puesto los mismos sentimientos libres en Louis. Pero, ¿Louis quería que esos sentimientos crecieran?
Casi había terminado cuando oyó un caballo y un carro fuera. Lejos de actuar con el tipo de impulso de un hombre con más autocontrol del que tenía, abrió la puerta de la tienda, con la fregona en la mano.
Louis salió del carro. Cuando se acercaba a la entrada de la casa de Harry, la mirada de Louis lo quemó una vez más.
—Harry, ¿cenarías conmigo mañana por la noche?
«¡Una y mil veces sí!»
Él encontró su voz. —Sí.
—Espléndido. Voy a mandarte a buscar a las siete.
—Maravilloso.
Y era maravilloso. Harry flotaba por las escaleras después de que Louis regresara a su carro y se alejara.
«Lo que siento por él es una ofensa capital» —se recordó—. «Castigado con la pena de muerte». Se paseó por la planta superior en la oscuridad total. «No fantasees. La última ejecución por sodomía fue hace siete años».
En la siguiente respiración, comenzó a preocuparse. «Siete años, no fue hace mucho tiempo y Louis trabaja para la reina. ¡Oh, Dios mío! El hombre ejecutado, el capitán Henry Nicholas Nicholls, era un veterano de guerra condecorado, y lo colgaron».
«¿Qué pasaría si somos descubiertos?»
Se puso de pie contra la pared, preso de un denso pánico, creyendo que podía oír el sonido de los cascos del caballo.
«¡La policía viene por mí!»
Terror completo lo golpeó hasta que el sonido disminuyó. Discutió con él que tenía motivos para estar petrificado. Sodomía, él sabía, como se llamaba el delito sin nombre, uno de gran magnitud. A pesar de que habían pasado siete años desde la última ejecución, la pena de muerte seguía existiendo. Sólo que ahora, los hombres que eran capturados amando a otros hombres iban a prisión.
Dejó escapar un suspiro. «Los tiempos han cambiado. He cambiado... oh Dios, yo lo quiero. Yo lo amo y lo deseo con todo mi corazón».
Esa idea lo puso serio y lo contuvo mientras se echó atrás por las escaleras y entró en la imprenta. Encendió las luces. El sueño se le escapó. Quería estar despierto con sus pensamientos y el amor de sus sueños. Se encogió de hombros sacándose su levita y empezó a preparar su mesa de trabajo para su tarjeta de San Valentín.
«Puedo amarlo en secreto. Puedo desearlo en la oscuridad de la noche. Puedo verter todo mi corazón en estas tarjetas de San Valentín».
Harry hizo una pausa. Él pensó que era irónico que no existieran penas severas para las mujeres que se amaban entre sí, que solamente las hubiera para los hombres. La reina, al parecer, pensaba que era imposible que las mujeres se desearan sexualmente entre sí.
«Pero ellas lo hacen. Y los hombres también lo hacen. No estoy solo en esto. Y si lo hago, puedo verter todo mi amor, toda mi devoción en los corazones de mi tarjeta».
Tomó su pluma y comenzó a componer pequeños sonetos de amor para sus clientes, imaginando al mismo tiempo que los estaba escribiendo para Louis. Le pareció irónico trabajar con una variación de tinta roja como la que mató a la esposa de Louis. El rojo era el color del corazón, pero esta tinta era de una mezcla no tóxica.
«Ella aún podría estar aquí. Pero no lo está. Yo sí. Ojalá, oh, desearía más que nada que pudiera ser mi día de San Valentín».
Harry trabajó febrilmente durante toda la noche. Cortó, pegó, tiñó y coloreó a mano su tarjeta de San Valentín. Dejó huecos secretos en ella para inscribir la poesía y cubrirla con rosas de seda y papel, para que el receptor pudiera revelarla. Imprimió varias copias de cada diseño, adhiriendo adornos con cola, permitiendo que cada tarjeta del día de San Valentín se secara sobre su mesa de trabajo.
Hirvió agua en una olla en la cocina en la parte trasera de la tienda y estiró sus hombros y los brazos agotados, mirando por la ventana sucia el cielo del amanecer.
El poeta Percy Bysshe Shelley tenía una enfermedad legendaria debido a que no podía dormir. Él había dicho a menudo que esta condición lo llevó a su mejor trabajo. Harry había leído que a Shelley le gustaba caminar en la madrugada, y hasta este momento Harry no lo había entendido. Parecía como si el mundo fuera suyo, el ruido, las voces del resto de la ciudad sofocadas, dando tiempo a Harry para pensar. El agua hirvió y la vertió sobre las hojas de té en su fiel tetera de Brown Betty.
Estaba tan agradecido de haber encontrado a Louis. Pues incluso si nada más hubiera pasado entre ellos, los sentimientos, la necesidad, habían estado allí, dando un nombre a lo que el resto del mundo consideraba innombrable.
Tener un hombre de verdad en quién centrar sus sentimientos románticos parecía más seguro que intentar una asignación real en una de las muchas casas secretas de Molly donde los hombres podían encontrarse. Tampoco era el tipo de asistir a un baile de máscaras, donde también podía conocer hombres con sus mismas inclinaciones. Había oído historias de muchos hombres que se vestían de mujer para dar un aire de respetabilidad a los bailes. Él no se sentía atraído por hombres vestidos de mujer. Quería un hombre que fuera... un hombre. Pensó en la sonrisa de Louis y sintió débil las rodillas. Casi no parecía justo para él que la prostitución no fuera ilegal, pero sin embargo una verdadera conexión entre dos hombres fuera un crimen. Había leído que había 80.000 prostitutas y muchos proxenetas en Londres. Trabajaban en todo el distrito de los teatros. Las mujeres eran conocidas por meter parte de sus faldas en su cintura para indicar su comercio. Incluso entraban libremente en bares públicos, donde no se les permitía el ingreso a las mujeres respetables.
Y, sin embargo, si dos hombres se acercaban de esa manera tan íntima, sus vidas se arruinarían.
El lechero llegó pasando el edificio en su carro. Harry salió de su ensoñación y abrió la puerta de la cocina. Salió corriendo a su encuentro e intercambió una botella de leche vacía por una llena. El lechero levantó su gorra y le deseó una buena mañana.
Ya en el interior de la tienda, Harry hizo su té y volvió a su trabajo. Preparó un enorme cartel para colocar en la ventana y se sorprendió al encontrar más tarde, al salir el sol, que su cartel de San Valentín había causado una gran conmoción. Los hombres se agrupaban alrededor de la ventana. El señor Thackeray, corriendo en alguna parte, se quedó mirando a los corazones de papel, frotándose la barbilla. Él asintió con la cabeza cuando Harry le llamó la atención, y luego se alejó corriendo de nuevo.
Dos caballeros entraron y compraron una tarjeta del día de San Valentín cada uno, encantados por su apariencia.
—Mi esposa va a disfrutar de esto mucho más que de las rosas —dijo uno de ellos.
Tan pronto como la tienda estuvo vacía, el señor Thackeray apareció, sosteniendo un par de libros cubiertos de pergamino.
—Styles —dijo—. ¿Eres capaz de restaurar la apariencia de estos?
—Sí, por supuesto —dijo Harry, con placer de ver a más gente agrupada alrededor de la ventana—. Puedo aplicar un poco de cola de pescado y nunca se sabrá que la cubierta ha sido reparada.
—Excelente, excelente. —La mirada de Thackeray cayó sobre algunas de las tarjetas de San Valentín que se encontraban sobre la mesa de trabajo—. ¿Puedo examinar estas?
—Por supuesto que puede. ¿El miércoles estará bien para que usted pueda recoger sus libros, señor Thackeray?
El escritor estaba muy concentrado y miró hacia arriba, confundido.
—¿Mis libros? —Miró a una de las manos de Harry—. Oh, eh... sí, está bien. —Levantó una de las tarjetas del día de San Valentín—. ¿Quién escribió estos versos?
—Yo lo hice —admitió Harry.
—Son muy buenos. Tienes corazón para el romance, Styles. Permíteme tener uno para mi dama.
Lo colocó delante de Harry.
—Y supongo que debería conseguir uno para mi esposa también. —Thackeray parecía de mal humor cuando seleccionó un segundo corazón de la mesa.
Harry trabajó duro para no mostrar su sorpresa. Nunca se acostumbraría a los hombres casados y sus amantes.
Envolvió la tarjeta de San Valentín y Thackeray le pagó, corriendo cuando dos hombres más entraron en la tienda.
En el momento en que Liam llegó, dos horas más tarde, Harry había vendido veinticuatro tarjetas de San Valentín.
—Bien hecho —dijo Liam—. ¿Has permanecido despierto toda la noche trabajando en esto?
Harry asintió con la cabeza.
—Gracias. Yo he estado ocupado. He encontrado nuevos sirvientes. Dos hermanas. Familia de escritores y artistas en Oxford, por lo que están acostumbradas a la gente bohemia. Me han dicho —su voz bajó— ¡que su madre había trabajado para el artista William Blake y que entretenía a sus invitados desnudándose en el jardín por las tardes!
Harry trató de imaginar esto. También trató de no sentirse resentido de que estas historias se hubieran convertido en divertidos chismes de salón y no sancionadas con cargos criminales.
—Y... eh... ¿ellas te dijeron eso?
—Oh, sí.
—¿Literalmente?
Liam asintió. —Acabamos de tomar el té con ellas. No he visto sonreír así a Geneve en las últimas semanas como hoy. Creo que, de hecho, las mujeres estaban más decepcionadas de que nunca hayamos tenido nada parecido a una fiesta en el jardín en nuestra casa, por no hablar de la real desnudez.
—Suenan como personajes. Ya me gustan —dijo Harry—. ¿Puedes atender a los clientes mientras hago algunas tarjetas más de San Valentín?
—Por supuesto —dijo Liam, pero al cabo de una hora, su última tarjeta del día de San Valentín había sido vendida y los dos hombres se vieron obligados a vender las muestras de la ventana. Harry estaba muy ocupado poniendo nuevas tarjetas de San Valentín en la ventana cuando miró hacia arriba y vio fuera a Louis, mirando hacia abajo en la vitrina, las manos cruzadas delante de él, con expresión triste. Él no parecía darse cuenta de que Harry estaba allí. Harry se alejó de la ventana, sintiendo como si se hubiera inmiscuido en los pensamientos privados del hombre. Cuando volvió a mirar a la ventana, Louis se había ido.
—Harry, enséñame cómo hacer estas cosas confusas —dijo Liam con la mirada fija en el desorden de papeles sobre la mesa de trabajo.
Empezando a sentir los efectos de haber trabajado toda la noche, Harry estuvo de acuerdo, empujando hacia abajo la repentina ola de agotamiento que lo estaba venciendo.
—¿Necesitas café? —Preguntó Liam, sonando preocupado.
—Sí, gracias. Realmente me sentaría bien.
—Lo haré.
Se oyó el arrastrar de pasos y el tintineo de las risas de bienvenida femenino. Ambos hombres se apresuraron a aliviar a Geneve de la enorme cesta de picnic que llevaba a la tienda.
—Traje el almuerzo —dijo—. ¿Alguien mencionó el café?
Miró de su marido a su cuñado y debió haber visto su aflicción.
—¿Qué pasa? —preguntó, cuando Liam abrió la canasta.
—Hemos vendido todas las tarjetas de San Valentín. Tenemos muchos pedidos más, y no podemos afrontarlo.
—¿Cuántas personas tengo que traer? —preguntó—. Cierra la puerta. Pon el cartel de ‘vuelvo en quince minutos’. —Ella entró en la cocina y comenzó a hacer café.
—¿De qué tipo de gente estás hablando, querida? —Preguntó Liam, llevando la cesta a la cocina y depositándola sobre la pequeña mesa que se ajustaba apenas a ellos tres para que pudieran comer cómodamente.
—Mujeres, por supuesto.
—¿Mujeres?
—Para ayudar.
Liam parecía confundido. —Pero, querida.
—Siéntate, Liam. Come. Estaré de vuelta antes de que lo sepas.
Dejó la cafetera en el anillo de gas y salió corriendo por la puerta de
la cocina.
—¿De dónde recibe su energía? —le preguntó Harry.
—Ella dice que es por consumir frutas.
Harry hizo una mueca.
Jaló una silla y se sentó. La deliciosa carne en un panecillo y una porción de buen tamaño de Stilton6, impulsó su energía caída. Estaba contento de ver que Geneve había incluido sus deliciosos bocadillos dulces llenos de mermelada de fresa. Tomó un largo trago de agua de soda y se sintió casi normal.
Liam le sirvió el café de la pequeña jarra italiana casi rebosante que estaba sobre la estufa. Harry se sintió bien. Muy bien. Este había sido uno de sus mejores días en el negocio desde hacía mucho tiempo.
En el momento en que había terminado su último trago, Geneve había regresado con tres emocionadas y charlatanas señoritas, una de las cuales Harry reconoció como la mujer que derramó basura cerca de sus zapatos el día anterior.
—Les dije que podían aprender a hacer tarjetas de San Valentín y se ofrecieron a ayudaros —dijo Geneve—. Yo les dije que podían llevarse su propia tarjeta de San Valentín cuando terminemos.
«Querida Geneve».
Ella era muy inteligente. Podría convencer a un hombre para que renunciara a su único par de zapatos, de eso Harry estaba seguro.
Las mujeres resultaron ser estudiantes muy rápidas. La mujer que había arrojado el cubo de basura, resultó ser una costurera popular, Sally Clowe, cuya atención a los detalles era ideal para el trabajo esmerado de pegar los adornos a los corazones de papel.
Al caer la tarde, la tienda debía haber estado cerrada para la siesta del mediodía, pero Styles se llenó una vez más con clientes.
Harry ofreció los primeros anuncios de la boda de Albert y Victoria, dándoselos a los clientes con sus compras.
Caía la tarde cuando las mujeres se fueron, cada una seleccionando su propia tarjeta del día de San Valentín.
—Aquí, tienen un sello, por si desean enviarla por correo —dijo Liam. Él les cortó algunos con un par de tijeras.
Las mujeres se agruparon en torno a mirar la marca de la nueva moneda que se había publicado hacía dos semanas. Era de aspecto majestuoso, con su fondo negro y la silueta de la reina en ella.
—Nunca he visto una antes. —Sally recibió su sello como si fuera una esmeralda—. He tenido una gran tarde. Gracias.
Harry le sonrió. —Sé que tiene algunos niños. ¿Por qué no toma una tarjeta de San Valentín para cada uno?
Ella arrugó la nariz. —Yo no tengo hijos. —Ella parpadeó—. Me ocupo de varios niños por las tardes, una prole de pequeños rufianes. Yo no les daría una tarjeta del día de San Valentín. ¡Espolvorearían sal y pimienta en ella y tratarían de comérsela!
Todas las mujeres se fueron, continuando con su charla, y Harry intercambió sonrisas con Liam. No sabía si debía decirle que iría a cenar con Louis esa noche y decidió no hacerlo.
—Ve a descansar un poco —dijo Liam—. Yo cerraré la tienda esta noche.
Harry asintió, cansado pero satisfecho con su trabajo ese día. Subió las escaleras hacia su apartamento encima de la tienda.
Agradeció la tubería de cobre que llevaba agua caliente a la bañera. Se bañó rápidamente, disfrutando del olor a limpio del jabón de harina de avena blanco que Geneve había hecho para él. Se secó y seleccionó ropa limpia para la noche. Desearía haber tomado una siesta por la tarde, pero probablemente no hubiera dormido. Louis dominaba sus pensamientos y cada una de sus acciones.
Comprobando su aspecto en un gran espejo en su dormitorio, se sintió satisfecho con lo que vio, y se alegró de haberse tomado el tiempo necesario para tener sus botas negras lustradas el día anterior. Consideró por un momento ponerse gel para el cabello, pero decidió no hacerlo.
«¿Y si quiere correr sus dedos a través de él?»
Harry se reprendió a sí mismo por tener pensamientos tontos, y luego sonrió cuando oyó el tañido de la campana de la tienda. Bajó corriendo las escaleras y encontró a su hermano abriendo la puerta.
—Buenas noches, Liam —dijo Louis, su tono ligero, pero su mirada azul brillante permanecía en el rostro de Harry.
Harry sintió indicios en su corazón y su cuerpo como si alguien hubiera encendido un fósforo y lo hubiera acercado a sus pies. Su hermano se giró hacia él, sorprendido.
—¿Vas a cenar con Louis?
—Sí. Yo…
—Oh, pero Geneve nos está esperando para la cena. Ella quiere mostrarnos cómo se las arregla con la nueva servidumbre.
«No. No quiero otra cena con un montón de gente. Quiero a Louis sólo para mí».
—Lo siento mucho —dijo, sorprendido de que su voz sonaba tan tranquila—. Deberías habérmelo dicho.
Liam se rascó la barbilla. —No pensé en ello. —Se giró hacia Louis—. Tú vendrás, ¿no?
Louis parecía no querer ir a cenar a la casa de la familia tampoco.
—Oh, por favor, ustedes dos. Pueden ir a su club más tarde.
Louis rodó sus ojos hacia Liam.
—¿Por qué Harry y yo no podemos ir a cenar hoy, cuando ya lo habíamos acordado? Puedes unirte a nosotros para tomar una copa un poco después de cenar. Te mostraré el club.
—¿En serio? —Se animó Liam, sonrosado con placer—. Voy a hacer eso, pero insisto en que vengan a nuestra casa a cenar mañana por la noche. No habrá debutantes tontas, te lo prometo.
Louis inclinó la cabeza. —Acepto. ¿Nos vemos... a las nueve?
«¿Dos horas? ¿Eso es todo lo que tengo?»
Liam parecía ridículamente feliz cuando los tres hombres salieron de la tienda. La calle olía especialmente mal por alguna razón. Harry estaba feliz de estar en un vehículo en movimiento.
Se sentó junto a Louis, disfrutando de su proximidad, sintiendo el tacto ligero del muslo del hombre contra el suyo.
—Yo adoro a tu cuñada, pero me gustaría que dejara de presentarme a esas tontas mujeres.
Harry sonrió para ocultar su dolor. Él deseaba que dejara de hacerlo, también.
—Ella quiere que seas feliz —dijo, sintiendo el miedo pinchando en su corazón.
Louis soltó un bufido. —En su fiesta de Navidad me presentó una mujer con un largo cabello. —Su expresión parecía agonizante.
Harry se acordaba de ella. Lydia Barksdale. Nunca se había cortado el cabello desde la infancia, creyendo que era el deber de su esposo.
—Ella era una mezcla entre Rapunzel y una alfombra persa —dijo Louis, haciendo reír a Harry.
—¿Y la señorita Swanson? —preguntó.
—Ah... la señorita Swanson me recordó a un caballo haciendo cabriolas.
Harry se echó a reír. —¿Un caballo?
—Ella tenía el tipo como de caballo, hay que reconocerlo. Con todos esos dientes.
Era cierto. Harry también lo había pensado pero había creído que su aprensión hacia ella había sido por celos. No quiso parecer grosero o mostrar sus verdaderos sentimientos, por lo que buscó algún tema inofensivo para platicar.
—Parecía... dulce.
—Tú eres mucho más agradable que yo, Harry. Nunca piensas en cosas feas.
«Oh, sí supieras».
El carro llegó al club. Pasaron por la puerta principal, y a Harry lo recorrieron cosquillas por el cuerpo una vez más al ver la amistad de los hombres a su alrededor.
—Jessop —dijo Louis, haciendo una pausa mientras el portero estaba a punto de cerrar la puerta—. Estoy esperando que mi buen amigo el Sr. Liam Styles se una con nosotros alrededor de las nueve para unas copas.
—Muy bien, señor.
Subiendo las escaleras, Louis tocó el codo de Harry.
Charles Dickens levantó la mano en señal de saludo a los dos a través del cuarto. Ellos devolvieron el gesto.
Harry miró el espacio donde los libros de Thackeray deberían estar. Vacío. Eso lo hizo sonreír, toda esa intriga literaria lo divertía. Recordó a Thackeray llegar a la imprenta por una tarjeta de San Valentín, con la astucia de la necesidad de restaurar las tapas de unos libros.
El camarero trajo los menús. Los dos hombres eligieron rebanadas de pastel de ternera para empezar. Las tartas Savoury estaban de moda ahora, de acuerdo a Geneve. De la mesa de carnes, Louis y Harry eligieron carne asada y cordero. Verduras y patatas completaban los platos.
La conversación se centró en los poetas y las últimas noticias sobre Alfred, Lord Tennyson.
—Dicen que está componiendo un poema largo, ‘In Memoriam’, que comenzó hace siete años —dijo Louis, cuando el camarero se llevó los platos vacíos.
Tan pronto como estuvieron solos otra vez, él se inclinó hacia delante, más cerca de Harry, su copa de vino en la mano. —Se trata de un poema escrito por la pérdida de otro hombre. Él dice algunas cosas interesantes acerca de la fe... y del amor.
Harry sintió despertar, por supuesto, la pasión y el deseo a través de él. La mirada que Louis le dio lo dejó sin aliento. Fue difícil actuar con normalidad cuando el camarero volvió.
—¿Qué quieres? —le preguntó Louis.
«A ti. Te quiero a ti».
Eligió en cambio el pastel de grosella y cereza negra.
—Mi elección exactamente —dijo Louis.
Estaban a mitad de camino hasta el postre, cuando Harry se dio cuenta de que toda la conversación había sido literaria.
—No he hablado con nadie así desde hace meses —dijo Louis, levantando su copa de vino a los labios—. El tiempo vuela cuando estoy contigo, Harry.
Harry sintió que se sonrojaba. Se salvó de salir a cazar una respuesta inteligente gracias a la llegada de su hermano. Él trató de tragarse su decepción. Quería mucho estar a solas con Louis. Su hermano parecía tan emocionado de estar en el club de sus sueños, que Harry se sintió grosero y arisco con Liam por robarle tiempo con Louis.
—Vosotros dos, os habéis convertido en uña y carne —dijo Liam—. ¿De qué estabais hablando? Los dos parecíais muy intensos.
Louis y Harry se miraron.
«Si sólo Liam conociera mis pensamientos y sentimientos... oh misericordia. Gracias a Dios el carrito de los postres está de vuelta».
Invitado
Invitado
Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Adoré el capítulo
Estuvo fantástico(yo quisiera una de esas cartas de San Valentín)
Jejeje amé cada parte
Siguela pronto,bye!!
Estuvo fantástico(yo quisiera una de esas cartas de San Valentín)
Jejeje amé cada parte
Siguela pronto,bye!!
DaLiiS
Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Holaaa! :)
Me tenes acá también ah jajaja
Me encantan los fics de época :') debería haber más
Me gusta como describe todo, no sé, es así de una manera única.
Harry está tan enamorado, bebé aww
Cuando leí la parte del beso estaba re dfhgjkdhgjglkj, no lo esperaba tan pronto!
Decime, tengo que tener miedo del final? Es que solo me imagino cosas trágicas, no sé por qué jajaja re pesimista yo!
Seguila pronto! Está genial, es muy dulce la historia :)
Beso <3
Me tenes acá también ah jajaja
Me encantan los fics de época :') debería haber más
Me gusta como describe todo, no sé, es así de una manera única.
Harry está tan enamorado, bebé aww
Cuando leí la parte del beso estaba re dfhgjkdhgjglkj, no lo esperaba tan pronto!
Decime, tengo que tener miedo del final? Es que solo me imagino cosas trágicas, no sé por qué jajaja re pesimista yo!
Seguila pronto! Está genial, es muy dulce la historia :)
Beso <3
BlahBlahBlah
Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Louis se la jugo de una, estaba casi seguro de que Harry no iba a rechazarlo. Y eso fue sorpresivo e intenso. Y cuando un rato después volvió para invitarlo a cenar, que tierno.
Es cierto que da bronca la forma hipócrita en que cosas graves pasaban como simples chistes y algo tan común como el amor podía considerarse un crimen, que mierda eso :S
Seguila pronto por favor, bye!
Es cierto que da bronca la forma hipócrita en que cosas graves pasaban como simples chistes y algo tan común como el amor podía considerarse un crimen, que mierda eso :S
Seguila pronto por favor, bye!
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Re: La tarjeta de san Valentín. (Larry stylinson)
Hey, lo siento mucho su ya no actualice acá, pero es que ahora no tengo internet en mi casa y tan solo eh podido actualizar en wattpad, les dejo el link por si quieren ir y checar:)
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